El sol apenas comenzaba a salir por el horizonte, iluminando al pequeño pueblo de Tanhofur, en una pequeña habitación con la poca iluminación de una bombilla, Minato se encontraba, sentado en el suelo con las piernas cruzadas. La luz de la bombilla ilustraba el desorden a su alrededor: pergaminos abiertos por todas partes, algunos con la tinta aún fresca, otros tachados con anotaciones apuradas. La fórmula del Hiraishin estaba desplegada frente a él, su mirada clavada en los intrincados trazos que ya conocía de memoria.
Minato dejó escapar un suspiro, pasando una mano por su cabello rubio. Había pasado horas analizando cada símbolo, cada pequeño detalle, pero la sensación persistente de que algo se le escapaba lo carcomía por dentro. Hasta ahora, todo se mantenía en la teoría, pero sabía que la práctica no sería muy diferente.
—Tal vez el jutsu no fue la causa... —murmuró para sí, con el ceño fruncido.
Es cierto que el jutsu aún faltaba por perfeccionarse, pero era funcional y antes de eso, lo había usado tanta veces que llegó acostumbrarse a él, lo llegó a sentir como suyo.
Entre más lo pensaba más sentido tenía, el Hiraishin tuvo algo que ver sí, pero ahí pasó algo más.
Esa idea lo inquietaba profundamente. Si el Hiraishin no fue el error, sino simplemente el detonante de algo más, entonces perfeccionar la técnica o replicar la fórmula no garantizaría su regreso. El peso de esa posibilidad se asentó en su pecho como una piedra, el miedo de quedar atrapado en este mundo sin una salida real comenzaba a hacerse más fuerte.
Minato cerró los ojos por un momento, inspirando lentamente. "No puedo pensar así", se dijo. Aún no estaba todo perdido. Hoy en la noche podría practicar algunas variaciones... poco a poco, paso a paso, encontraría la respuesta.
Sacudiendo la cabeza, apartó esos pensamientos y se centró en su cuerpo. Su chakra estaba recuperándose a buen ritmo; pronto podría entrenar durante un día entero sin preocuparse. La idea de retomar su rutina le dio algo de tranquilidad en pleno caos.
De repente, un estruendo en la calle lo sacó de su concentración. Voces elevadas, gritos airados... algo estaba sucediendo afuera. Con un movimiento rápido, Minato recogió todos los pergaminos, sellándolos en la marca de su brazo como de acostumbrada. Sabía que nadie aquí podría replicar su jutsu, pero no podía arriesgarse a que alguien los viera.
Al salir a la calle, la escena que se desarrollaba ante él era algo que no esperaba.
Un grupo de cinco faunos discutía con algunos aldeanos en el centro de la plaza. Minato reconoció a uno de ellos de inmediato: El anciano de rostro amable, el mismo que le había dado una manzana gratis su primer día en el pueblo. Pero ahora, ese mismo hombre estaba siendo sujetado por la camisa por un fauno alto y musculoso, con orejas de lobo y una cicatriz prominente en la mejilla.
—¡Dilo otra vez, viejo! —rugió el fauno, levantando al anciano del suelo con facilidad—. ¡Vamos, repítelo en mi cara si tienes valor!
El anciano forcejeó, su rostro encendido por la rabia y el miedo.
—¡Yo no dije nada, suéltame, maldito animal!
Las palabras del anciano hicieron que un murmullo inquieto recorriera a la multitud. Minato observó con el ceño fruncido; la situación le resultaba extraña. Aquel hombre había sido amable con él, pero eso no significaba que no pudiera ocultar un lado oscuro.
El resto de los faunos tenían expresiones tensas. Una mujer de pelo rojizo y cola de zorro parecía inquieta, su cola agitándose de un lado a otro. A su lado, un joven con pequeños cuernos de carnero observaba la escena con una mezcla de furia e incomodidad, mientras dos hermanos con marcas de tigre en la piel intercambiaban miradas inciertas.
Minato apretó los puños, considerando intervenir, cuando de repente un grupo de policías apareció entre la multitud. Un hombre alto de mandíbula cuadrada y chaqueta de cuero se adelantó, colocando una mano firme en el hombro del fauno agresor.
—¡Basta ya! —ordenó, su voz resonando en el aire—. Suelta al anciano, ahora mismo.
El fauno gruñó, enseñando los dientes en una mueca de frustración, pero tras unos tensos segundos, dejó caer al anciano con brusquedad.
El anciano retrocedió, tosiendo y lanzando una mirada de odio a su agresor.
Minato observaba la escena con atención. Algo en todo esto no encajaba. El conflicto parecía genuino, pero la hostilidad de ambas partes le resultaba exagerada, casi como si hubiera algo más detrás de todo esto.
Decidió mantenerse en silencio, analizando los rostros de los presentes mientras los policías intentaban calmar la situación. Sabía que este tipo de enfrentamientos podían ser más que simples peleas callejeras... y si había algo que había aprendido a lo largo de los años, era que las cosas rara vez eran lo que parecían.
Minato no tenía tiempo para esto, ya era hora de comenzar su plan, es hora del que la presa se convierta en cazador.
El bullicio del pueblo por la pelea seguía resonando a sus espaldas mientras decidía alejarse, avanzaba por las calles empedradas, su paso ligero pero constante. El murmullo de las conversaciones, el chocar de herramientas en la herrería y las risas dispersas de los niños corriendo entre los puestos formaban un trasfondo familiar, casi reconfortante. Sin embargo, Minato no se detuvo.
Las miradas ocasionales que recibía de los transeúntes pasaban desapercibidas para él. No tenía intención de llamar la atención, ni tampoco prisa por alejarse. Simplemente caminaba, dejando que el entorno se desdibujara a su alrededor poco a poco.
Todo tenía que ser lo más natural posible
Las calles comenzaron a ensancharse conforme salía de la zona más concurrida. Los gritos de los mercaderes y los cascos de los caballos se volvieron ecos distantes, reemplazados por el suave crujido de la grava bajo sus pies. A medida que se alejaba, la brisa se volvía más fresca, libre del olor a polvo y comida cocinándose.
El camino de tierra se extendía frente a él, bordeado por campos de cultivo y pequeñas casas dispersas. Algunas ventanas se abrían a su paso, revelando breves destellos de vida cotidiana, pero Minato no se detuvo a observarlas. Su mirada se mantenía fija al frente, con una calma calculada, como si simplemente estuviera disfrutando de la caminata.
Los sonidos del pueblo ya casi habían desaparecido cuando el camino comenzó a estrecharse, serpenteando hacia el borde del bosque. La sombra de los árboles cercanos proyectaba figuras alargadas sobre el suelo, y el aire adquirió un aroma distinto: tierra húmeda, hojas secas, madera.
Minato respiró hondo, permitiéndose un instante para absorber su entorno. Su ritmo siguió constante, pero algo en su mirada cambió. Los sonidos naturales del bosque lo recibieron con su acostumbrada armonía: el canto lejano de los pájaros, el susurro de las hojas agitadas por la brisa y el leve murmullo del agua fluyendo en algún lugar cercano.
Aún sin un destino definido, sus pasos lo guiaron más adentro, adentrándose en la tranquilidad del bosque, donde las sombras eran más profundas y el pueblo quedaba atrás, reducido a un recuerdo distante.
Minato avanzó sin apurarse, permitiendo que el entorno lo envolviera por completo. La espesura del bosque lo acogió en su silencio, con la luz del sol filtrándose a través de las copas de los árboles en haces dispersos. Aquí, lejos del bullicio del pueblo, todo parecía más claro. Más definido.
El sendero bajo sus pies se tornó más irregular, cubierto de raíces expuestas y hojas secas que crujían suavemente con cada paso. Minato se detuvo un instante, inclinando levemente la cabeza como si escuchara algo, aunque no había ningún sonido fuera de lugar. Inspiró profundo y dejó escapar el aire lentamente, sintiendo cómo la quietud del bosque se asentaba a su alrededor.
No había salido del pueblo buscando un lugar, sino un momento. Y parecía que finalmente había llegado.
El murmullo del agua cercana lo guió hasta un pequeño claro, donde un río estrecho y tranquilo fluía con suavidad sobre un lecho de piedras. Minato se acercó a la orilla, observando la corriente que reflejaba el cielo entre sus ondulaciones. El invitado que estaba esperando por fin hizo su aparición, esa sensación de observación, lo había inquietado desde su llegada, persistente, sutil... pero ahora..
No sonrió, pero el brilló en sus ojos lo delataba, mientras se acomodaba junto al río, dejándose caer en una posición cómoda. El sonido del agua, el susurro del viento entre las hojas, la sensación de ser observado... todo encajaba.
Cerró los ojos y dejó que su cuerpo se relajara. La energía de este mundo fluía de manera diferente, y aunque aún no entendía por qué, sentía que este era el momento perfecto para comprobarlo.
Sus pensamientos se remontaron a sus días de entrenamiento en el Monte Myōboku, cuando era apenas un niño de diez años. Su maestro le había comenzado a enseñar a recolectar la Energía Natural, a combinarla con su energía física y espiritual hasta alcanzar un equilibrio perfecto. El Modo Sabio no era algo fácil de dominar, ni siquiera para alguien como él, tardaba mucho tiempo en recolectarla y se le iba muy rápido.
Pero había algo distinto en este lugar, en este mundo.
A medida que empezaba a reunir la energía, notó que era más ligera, más receptiva. Fluía con menos resistencia, como si el entorno mismo le ofreciera un acceso más fácil a su poder.
Empezó a canalizar su chakra, equilibrándolo con el entorno. No pasó mucho tiempo antes de que lo sintiera: la Energía Natural.
A diferencia de lo que recordaba, Minato abrió ligeramente los ojos, sorprendido por la rapidez con la que la energía fluía hacia él. No necesitaba un esfuerzo tan grande como en su mundo; aquí, el equilibrio se lograba casi por instinto.
Su piel comenzó a cambiar ligeramente, adquiriendo la característica pigmentación alrededor de sus ojos. El Modo Sabio.
En ese instante, el mundo cambió.
Sintió todo.
Cada hoja que se movía con el viento, cada insecto escondido entre la hierba, cada gota que caía del río al rozar una roca. Era una sensación envolvente, abrumadora en su amplitud, pero Minato la abrazó con la serenidad de un guerrero acostumbrado a lidiar con lo desconocido.
Y entonces, allí estaba.
Esa presencia.
No una figura física, no un sonido perceptible, sino una perturbación en el ambiente, algo que no pertenecía al flujo natural de la energía. Era como un parpadeo en su visión periférica, una anomalía suspendida en el aire, oculta más allá del alcance de los sentidos comunes. Algo lo estaba observando, pero no desde el plano físico.
Minato mantuvo su respiración constante, fingiendo ignorancia mientras exploraba más a fondo con su percepción mejorada. No era una presencia tangible, no tenía olor, sonido ni siquiera presión en el aire. Era algo que no debía estar allí.
"Un Semblante…"
La idea se formó en su mente con naturalidad. Estas habilidades únicas en los habitantes de remanente y ahora todo tenía sentido. Alguien estaba usando su Semblante para vigilarlo.
Minato no reaccionó de inmediato. Sabía que cualquier movimiento brusco alertaría a su observador, así que mantuvo la apariencia de estar completamente concentrado en su meditación. En su interior, sin embargo, su mente trabajaba a toda velocidad, analizando la situación.
La presencia flotaba a su alrededor, sin forma ni peso, pero con una intención clara. Lo estaban observando. Minato había sentido miradas antes, había experimentado la sensación de estar bajo vigilancia, pero esto era diferente. No era paranoia, no era casualidad. Era algo calculado.
Respiró profundamente, dejando que la Energía Natural siguiera fluyendo a través de él. Con cada inhalación, el mundo se hacía más nítido en su percepción. Sintió cómo el viento cambiaba de dirección, detectó el leve temblor de las hojas, y allí… esa anomalía seguía firme.
Pero había algo más.
Minato frunció levemente el ceño. El flujo de la Energía Natural a su alrededor no era uniforme. Era sutil, casi imperceptible, pero para alguien con su entrenamiento resultaba claro: había una distorsión, como si algo la estuviera alterando sin estar físicamente presente. La energía que fluía con naturalidad por el bosque parecía desviarse alrededor de un punto específico, doblándose de una forma antinatural, como si evitara rodear algo invisible.
"Ahí estás…" pensó, manteniendo su respiración controlada.
Esa perturbación no solo afectaba el flujo de energía, sino que también generaba una extraña sensación de presencia. No era física—no había sonido, olor ni movimiento perceptible—pero su instinto le decía que algo o alguien estaba allí, escondido en la fluctuación de la energía espiritual del ambiente. Era como una sombra en el borde de su conciencia, presente pero imposible de señalar con exactitud.
Minato decidió probar algo.
Sin moverse de su posición, canalizó su chakra cuidadosamente, extendiéndolo con precisión milimétrica a su alrededor. No buscaba atacar ni ahuyentar a su espectador, sino medir su reacción. Envió una pequeña pulsación de chakra, como una piedra arrojada a un estanque tranquilo, observando la perturbación que causaba en la presencia invisible.
Por un instante, la distorsión en la Energía Natural fluctuó. Minato sintió un leve cambio en el flujo, una respuesta instintiva del observador al verse expuesto.
"Interesante…"
Entonces, con la misma rapidez con la que apareció, la presencia comenzó a retroceder. No desapareció por completo, pero Minato pudo percibir cómo se alejaba, deslizándose lentamente entre los árboles, como una sombra evanescente que se retiraba tras haber sido descubierta.
Abrió los ojos, sus pupilas reflejando el brillo dorado del Modo Sabio. Observó el bosque en silencio, atento a cualquier señal de que la presencia pudiera regresar, pero no había nada más que el murmullo constante del río y el suave susurro del viento.
Dejó escapar un leve suspiro y desactivó el Modo Sabio, sintiendo cómo la energía natural se disipaba rápidamente de su cuerpo. Aunque había logrado permanecer en ese estado más tiempo del habitual, aún sentía el agotamiento que le generaba mantener el equilibrio de las energías por demasiado tiempo.
"Definitivamente fue un Semblante…" murmuró para sí mismo, poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo de la ropa. "Pero ¿quién… y por qué?"
Miró en dirección al pueblo, su mente procesando toda la información que había obtenido. No tenía muchas respuestas aún, pero sí una certeza: alguien estaba interesado en él, y ese alguien sabía cómo ocultarse.
Sin perder más tiempo, Minato se giró hacia el camino de regreso. Había obtenido suficiente por hoy. Entrenar su Senjutsu en este mundo le daba una ventaja que no esperaba, pero también le recordaba lo poco que sabía sobre Remanente.
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El aire nocturno era fresco y tranquilo, con solo el susurro de las hojas moviéndose bajo la suave brisa. Minato estaba de pie en el claro donde había aparecido por primera vez en este mundo, su expresión era seria mientras analizaba la kunai marcada con la fórmula del Hiraishin que tenía en la mano. La había arrojado varias veces, experimentando con diferentes patrones, pero cada intento terminaba en el mismo resultado: fracaso.
Suspiró, dejando caer los brazos mientras observaba el cielo estrellado. El silencio lo envolvía, solo interrumpido por el ocasional crujido de las ramas bajo sus pies. Aún era temprano para darse por vencido, pero su mente, inquieta como siempre, comenzó a divagar.
Recordó cómo había comenzado su día.
Había regresado al pueblo a media mañana después de entrenar Senjutsu cerca del río. A pesar del agotamiento mental que le causaba, había llevado a cabo sus tareas diarias con normalidad, y luego haciéndo algunos encargo de armas y provisiones a pueblos cercanos.
La sensación de ser observado había persistido hasta que cruzó las puertas del pueblo, como si la presencia que lo acechaba se disipara en cuanto entrará al pueblo. Esa era una de las razones por las que había decidido salir a entrenar esa mañana; necesitaba respuestas, pero solo había encontrado más preguntas.
Minato entregó paquetes a diferentes personas, intercambiando palabras breves con los aldeanos y asegurándose de no levantar sospechas con su comportamiento. Cuando regresó al pueblo, el sol ya se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos. Pasó por la tienda de Gunnar para confirmar que todo estaba en orden y recibir su pago antes de retirarse.
Sus pensamientos volvieron al presente, donde se encontraba de nuevo en ese claro solitario. Esta vez, sin la distracción del ruidoso pueblo, el peso de la incertidumbre se hizo más evidente.
—Si tan solo pudiera recrear el momento exacto... —murmuró para sí mismo, arrojando la kunai una vez más.
El Hiraishin seguía sin dar resultado, pero Minato no estaba dispuesto a rendirse.
Minato observó la kunai marcada en su mano, sus dedos recorriendo la fórmula grabada con meticulosa precisión. Sabía que la clave para regresar a su mundo residía en el Hiraishin, pero cada intento lo hacía dudar más de su propia teoría.
"Tal vez el problema está en la estructura de la fórmula..." pensó, recordando los detalles exactos del sello que había utilizado antes de ser arrastrado a este mundo. Quizás había cometido un error en los cálculos, un mínimo desfase que había alterado la relación espacio-tiempo.
Negó con la cabeza casi de inmediato. Su dominio de la técnica era sólido, y por más que analizara la fórmula, no encontraba fallas evidentes. Incluso en condiciones de combate, el Hiraishin nunca le había fallado antes.
"¿Y si fue el entorno?"
Esa idea tenía más sentido. Las naciones elementales era diferente, sus cielos, su tierra... incluso la energía que fluía en el ambiente. Había sentido la diferencia al entrenar Senjutsu, la Energía Natural era más facil de absorber. Si la esencia misma de este mundo era distinta, entonces tal vez el Hiraishin no podía reaccionar de la misma manera aquí.
Pero entonces, ¿por qué lo había traído aquí en primer lugar?
Exhaló con frustración. Si la teoría era cierta, entonces significaba que algo externo había interferido con su jutsu original, algo que no provenía de su propio chakra, sino de la energía de Remanente. Y si eso era cierto, replicarlo sería casi imposible sin conocer la fuente exacta de la interferencia.
Minato cerró los ojos por un momento, tratando de calmar su mente.
"¿Y si no fue el Hiraishin? ¿Y si fue algo... más?"
La idea le resultaba incómoda. No le gustaba pensar que algo o alguien pudiera haber influenciado su técnica sin que él lo notara. Si había sido transportado aquí por fuerzas fuera de su control, entonces toda su estrategia de regreso estaba equivocada desde el principio.
Pero esa suposición tampoco tenía pruebas. No había encontrado ninguna señal de que alguien más estuviera involucrado, además de la misteriosa presencial, pero eso parece estar más apegada a este mundo que a las naciones elementales, y si es alguien que interfirio en su llegada a este mundo, debía de ser desde el suyo.
Dejó escapar una risa irónica.
—Solo son suposiciones sin sentido...
Se obligó a regresar al presente. Las posibilidades eran infinitas, pero sin pruebas concretas, solo estaba perdiendo el tiempo. Necesitaba más información, más experimentación.
Tomando la kunai de nuevo, Minato adoptó una postura firme, listo para intentarlo una vez más.
Justo cuando estaba a punto de concentrarse, un sonido distante rompió la tranquilidad de la noche.
Gritos
Su mirada se endureció al instante, su cuerpo reaccionando antes de que su mente pudiera procesarlo por completo. Los gritos provenían de la dirección contraria al pueblo, adentrándose aún más en la oscuridad del bosque. Sin dudarlo, Minato recogió sus kunais.
Minato desapareció al instante, desplazándose a gran velocidad entre los árboles se dirigía hacia el origen de los gritos. La sensación de urgencia latía en su pecho, pero su mente se mantenía fría.
Cuando finalmente emergió de entre la maleza, la escena ante él lo abrir los ojos.
Tres cuerpos sin vida yacían en el suelo, la sangre oscura empapando la tierra bajo ellos. Con múltiples laceraciones en todo el cuerpo, era dos niños y un hombre fauno, aunque sus rostros estuvieran llenos de cortes, era para minato bastante fácil reconocerlos por sus rasgos animales, eran los mismo que había visto esta mañana, ahora reducidos a simples cadáveres. La crudeza de la escena era perturbadora, pero Minato no se permitió reaccionar emocionalmente. Su mirada se deslizó rápidamente hacia el lugar de los gritos que estaba mas adelante.
Sabiendo la gravedad de la situación, no perdió ni un segundo y en un instante había logrando visualizar a la única sobreviviente: la mujer con rasgos de zorra.
Corría con desesperación, su respiración entrecortada y sus movimientos torpes por el terror que la consumía. A pocos metros de ella, uno de los atacantes alzó su arma con la clara intención de acabar con su vida.
Minato no lo pensó dos veces.
En un parpadeo, apareció frente al agresor, interceptando su ataque con un movimiento calculado. Su kunai se deslizó limpiamente a través del aura y de la garganta del hombre antes de que la sangre siquiera salpicar por todas lados, Minato lo empuja al suelo, cayendo inerte al suelo.
El silencio que siguió fue sofocante, roto solo por la respiración agitada de la mujer zorro que había quedado en shock al ver lo que acaba de pasar y el sonido distante de los demás atacantes que aún no habían notado su presencia. Minato escaneó el área con rapidez, evaluando las posibles rutas de escape y la mejor manera de neutralizar a los enemigos restantes sin poner en riesgo a la sobreviviente.
Su presencia ya había sido descubierta. Uno de los atacantes giró bruscamente al escuchar el cuerpo caer, su expresión cambiando de sorpresa a furia en un instante. Sin perder tiempo, Minato lanzó una de sus kunai marcado, pero el hombre lo esquiva, en un instante Minato desaparece de la vista del hombre para aparecer justo dentras. Agarrando el kunai en el aire y antes de que el enemigo pudiera reaccionar, le atravesó con un corte letal en el corazón.
Todo había pasado muy rápido para que los dos atacantes restantes lo procesarán y solo pudieron entraron en pánico, pero Minato no les dio oportunidad de reaccionar. Se movió con velocidad abrumadora, eliminando al tercero en cuestión de segundos, haciéndole grandes cortes en varias partes de su cuerpo.
El último, sin embargo, logró reaccionar a tiempo y trató de huir.
Minato observó su escape por un breve momento antes de lanzar otro kunai. En un instante, desapareció y reapareció frente a él, bloqueando su ruta de escape.
El atacante se detuvo en seco, sus ojos reflejando puro terror.
- Te arrepentirás de esto...
Minato no respondió. En un rápido movimiento, aparece dentras y con su kunai lo atraviesa por la espalda directamente en el corazón, dejándolo caer al suelo.
Silencio.
Minato se quedó inmóvil por un momento, su respiración controlada. Observó los cuerpos a su alrededor. No había dejado testigos. Era necesario. En este mundo, la línea entre justicia y crimen parecía ser mucho más delgada de lo que estaba acostumbrado.
Un débil gemido atrajo su atención.
La mujer fauno estaba en el suelo, observándolo con ojos desorbitados. El terror en su mirada era evidente. Temblaba incontrolablemente, con la piel empapada de sudor frío.
Minato se acercó con cautela, bajando su kunai para no parecer una amenaza.
-Estás a salvo -dijo con voz calmada, pero firme.
Ella asintió débilmente, incapaz de articular palabra. Minato sabía que tenía que sacarla de ahí antes de que más enemigos llegaran.
Pero había algo más en su mente... el ataque no parecía alertarlo.
su cuerpo temblaba con una fuerza incontrolable. Por un instante, Minato pensó en acercarse mas, en decir algo, pero apenas dio un paso hacia ella...
Se desmayó.
Minato suspiró. Esto solo lo complicaba aún más. Miró alrededor pensado en que hacer con ella, no podía dejarla ahí, no en medio de la nada con tantos cadáveres a su alrededor. Si la encontraban así, la culparían sin dudarlo.
Minato se quedó inmóvil por un momento, observando la escena que había dejado a su paso. El aire estaba impregnado con el fuerte olor a sangre, y el silencio del bosque parecía aún más profundo, como si la naturaleza misma contuviera la respiración ante el caos que se había desatado. Cuerpos inertes yacían dispersos a su alrededor, con cortes limpios en zonas vitales, sin una sola señal de lucha por su parte. La sutileza con la que había actuado le aseguraba que no sufrirían más, pero no podía evitar sentir el peso de lo que acababa de hacer.
Desvió la mirada hacia la joven fauno que yacía desmayada sobre la hierba húmeda, su ropa manchada de sangre que Minato supuso que no era suya. Su respiración era agitada, pero al menos estaba viva. Minato cerró los ojos un instante, tratando de ordenar sus pensamientos. No había tiempo para lamentos ni dudas.
"Tengo que decidir rápido."
Por más rápido que fuera, desaparecer siete cuerpos de una manera digna y sin dejar rastro era complicado. Podría desaparecerlos, sí, pero eso llevaría demasiado tiempo, y si la policía llegaba antes de que terminara, las cosas se complicarían aún más. Tirarlos en una zanja sería la opción más rápida... pero no era algo que pudiera permitirse. No se merecían eso, al menos no los faunos.
Dejó escapar un suspiro, su mente funcionando a toda velocidad. La mejor opción era que la policía encontrara los cuerpos y les diera un entierro adecuado, pero eso traía consigo otro problema: la fauno. Ella era la única testigo, y si la encontraban aquí, sin pruebas claras de quién había matado a los agresores, las sospechas caerían directamente sobre ella.
Apretó los puños, sus ojos analizando cada posible escenario. No podía simplemente dejarla atrás, pero llevarla con él también presentaba riesgos. El hecho de que ella estuviera cubierta de sangre hacía que su situación fuera aún más complicada. Si despertaba en medio de una investigación, sería difícil para ella explicarse.
"No tengo tiempo..." pensó, observando los cuerpos nuevamente. El bosque, normalmente tranquilo, parecía mucho más opresivo en ese momento, como si cada sombra ocultara a alguien que lo observaba.
Minato no sabía como funcionaba la policía en estos pueblos o si buscaban ayuda de su capital, pero si era como había vistos en las noticias, entonces esto sería un escándalo, lo periodistas estaría sobre la escena en cuestión de horas. No podía darse el lujo de ser descubierto. Necesitaba actuar con rapidez y precisión, como siempre lo había hecho.
Con una mirada firme hacia la joven fauno, consideró sus opciones. Podría llevarla con él por ahora, ponerla a salvo hasta que pudiera pensar en una solución más clara. "Pero... ¿confiará en mí si despierta en un lugar extraño?" La idea de transportarla con el Hiraishin a su habitación le cruzó por la mente. Allí podría limpiarla y hacer que se recupere antes de tomar cualquier decisión.
Pero... ¿y los cuerpos?
Cualquier rastro que dejara atrás podría convertirse en un hilo que tiraran para encontrarlo. Había sido meticuloso en no dejar evidencias de su presencia más allá de los cuerpos en sí, pero aún así, el riesgo seguía ahí.
Minato respiró hondo y miró la luna en lo alto del cielo. El tiempo corría en su contra, y cada segundo de indecisión era un segundo más cerca de ser descubierto.
Minato observó los cuerpos nuevamente, su mente trabajando horas extras para encontrar la solución más acorde a la situación, había que dejar de lado cualquier emoción que pudiera entorpecer su juicio. Tenía que desaparecer los cuerpos, debía hacerlo. No podía arriesgarse a dejar cabos sueltos en un mundo que no comprendía del todo. Las leyes aquí eran diferentes, y aunque una parte de él quería enterrar de forma más digna a los faunos, su instinto le decía que lo mejor era borrar toda evidencia de su presencia.
En su mundo, la mayoría de ninjas estaba en un estado de M.I.A después de misiones, desaparecer cuerpos enemigos o incluso de colegas para evitar cualquier información que pudieran recoger los enemigos de los cadáveres. Así que desaparecer cadáveres no era algo nuevo para él.
Sus ojos recorrieron la escena con detenimiento, buscando un plan de acción. "Debo encontrar una zona aislada lo suficientemente lejos del pueblo." El bosque tenía muchas áreas deshabitadas; solo necesitaba una que le permitiera deshacerse de los cuerpos sin ser visto.
En Konoha, ejecutar criminales de este tipo era una acción relativamente común, la traición o asesinato injustificado, como cuando no había otra opción y el peligro era inminente. Pero aquí, en Remanente, no sabía si la situación lo justificaba de la misma manera. "¿Fue la decisión correcta?" se preguntó, su mirada clavada en uno de los cuerpos. La moral pasaba a segundo plano cuando se trataba de proteger a los inocentes, pero en este caso...
Pero quizá fue una decisión imprudente haberlos matado sin medir palabras, habría podido hacer alguna preguntas o investigar más el accionar de estas personas. Pero ya no había tiempo de lamentos, el hubiera no existe, solo le quedaba trabajar bajo las consecuencias de sus actos.
Dos de esos cuerpos eran de niños. Niños faunos que no parecían tener conexión alguna con algún conflicto. Y el otro hombre... No podía asegurarlo, pero no daba la impresión de haber sido un combatiente. El nivel de violencia con el que fueron asesinados dejaba en claro que, más allá de cualquier motivación, los atacantes disfrutaban del sufrimiento ajeno.
Minato sintió un leve nudo en el estómago. "No hay justicia en lo que hicieron, solo crueldad." A pesar de lo mucho que intentaba mantenerse enfocado, no podía dejar de pensar en la escena que había presenciado. Su sentido le decía que debía encontrar la razón detrás de este ataque, que había más en juego de lo que aparentaba.
Pero ese era un problema para después. Primero, debía asegurarse de que no quedara ni un solo rastro de lo ocurrido.
Durante la mañana, había notado una cueva en el bosque mientras exploraba los alrededores. En ese momento, no le había prestado demasiada atención, pero ahora se daba cuenta de que era el lugar perfecto para deshacerse de los cuerpos sin levantar sospechas.
Sin perder más tiempo, agarró el primer cadáver y activó el Hiraishin, teletransportándose a un punto cercano a la cueva. Al llegar, se aseguró de que no hubiera presencia de Grimm ni otros peligros antes de entrar.
El interior de la cueva era lo suficientemente amplio y profundo como para ocultar los cuerpos sin problemas. Sin embargo, para asegurarse de que nunca fueran encontrados, usó un jutsu de tierra para sellar una parte de la cueva. Manipuló el suelo con precisión, creando una especie de cámara oculta en la pared rocosa, lo suficientemente profunda como para que nadie la descubriera a simple vista.
Regresó rápidamente por los otros cuerpos, transportándolos uno a uno. Cada vez que volvía al lugar del ataque, revisaba el suelo, asegurándose de que no quedaran rastros de sangre o signos de lucha.
Tenia la tranquilidad que, ahora, la única manera de entrar o salir de ese lugar sería teletransportándose con su técnica. Esto significaba que, incluso si alguien encontraba la cueva, jamás podría acceder a su interior sin hacer un esfuerzo significativo por abrirse paso.
Con la seguridad garantizada, Minato comenzó a trabajar en lo que realmente importaba.
Primero, tomó los cuerpos de los tres faunos y, con sumo cuidado, los alineó en la parte más profunda de la cueva. No sabía sus nombres ni sus historias, pero no podía simplemente amontonarlos como si fueran cualquier cosa. Así que utilizó su jutsu de tierra para moldear el suelo y construir tres tumbas adecuadas.
No tenía lápidas ni podía hacer algo demasiado elaborado en el poco tiempo que tenía, pero al menos se aseguró de que cada uno tuviera una tumba individual. Cuando terminó, se quedó de pie frente a ellas por un momento, cerrando los ojos.
—Lo siento —susurró. No podía hacer más por ellos, pero al menos tendrían descanso en este lugar.
Después de eso, se volvió hacia los cuatro cuerpos de los asesinos. Ellos no merecían una tumba. No había duda de que lo que habían hecho y lo que planeaban seguir haciendo era imperdonable. No sentía remordimiento por ellos, solo la necesidad de borrar cualquier rastro.
Sin dudarlo, usó un jutsu de tierra para abrir una grieta profunda en el suelo de la cueva y dejó caer los cuatro cuerpos en su interior. Luego, cerró la abertura con una enorme presión, compactando la tierra hasta que no quedó ni una sola señal de que algo había estado allí.
Cuando todo estuvo terminado, observó su trabajo una última vez. La cueva ahora era un sepulcro silencioso. Solo él podía acceder a ella con su Hiraishin. Nadie encontraría esos cuerpos, ni los de los asesinos ni los de los faunos.
Con un último vistazo a las tumbas de los faunos, Minato giró sobre sus talones y desapareció, dejando atrás el único testimonio de lo que había ocurrido esa noche.
Finalmente, Minato completó su trabajo. Selló por completo la abertura con tierra y piedra, ya lo había hecho desde adentro, pero ahora quería compactarla hasta que pareciera una pared natural. Si alguien llegaba a la cueva en el futuro, no sospecharía que allí dentro yacían los restos de 7 personas.
Tomó aire profundamente, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a acumularse.
Desapareció y aprecio en la escena del crimen, aún había rastros de sangre por gran parte de lugar, pero con los cuerpos fuera del camino.
Minato se colocó en el centro de la escena, observando el suelo manchado de sangre. Respiró hondo, cerrando los ojos por un instante antes de abrirlos con fuerza. Sus manos comenzaron a moverse con fluidez, formando sellos con la familiaridad de alguien que había repetido estos movimientos miles de veces. Cada gesto era calculado, una coreografía perfeccionada por años de entrenamiento.
-Suiton: Suijinheki... -susurró, mientras su
chakra fluía con naturalidad.
Una corriente de agua brotó de sus labios, extendiéndose rápidamente por el terreno como un río desbordado. El líquido cristalino arrastró los restos de sangre, disolviéndolos en el suelo y transportándolos hacia una depresión natural más alejada. La tierra absorbió la humedad con avidez, mientras el agua serpenteaba entre las piedras y raíces, limpiando cada vestigio de lo que allí había ocurrido.
Minato se permitió un momento para asegurarse de que no quedaran rastros evidentes antes de volver a unir sus manos en una secuencia ágil de sellos. Sus dedos se movían con la misma destreza, rápidos y seguros, reflejando su absoluta concentración.
-Fūton: Daitoppa.
El viento cobró vida en torno a él, levantándose en una ráfaga poderosa pero controlada. Las hojas y el polvo danzaron por el aire antes de asentarse nuevamente, mientras el suelo húmedo comenzaba a secarse a un ritmo acelerado. La brisa azotó su cabello dorado mientras inspeccionaba el área, observando cómo la tierra recuperaba su firmeza y las hojas caían en su lugar original, camuflando la escena.
Minato exhaló con calma, asegurándose de que todo estuviera en orden. Había actuado con rapidez, pero sin descuidar ningún detalle. El campo de batalla había sido transformado en un paisaje inofensivo, como si la violencia nunca hubiera tenido lugar allí.
Viendo el deber cumplido, Minato se acerca con pasos silenciosos hacia donde había dejado a la mujer fauno, asegurándose de que aún estuviera inconsciente. La había apartado de la escena con sumo cuidado, colocándola detrás de unos arbustos densos para protegerla del caos que había desatado momentos antes. Observó su cuerpo tembloroso, cubierto de sangre ajena y suciedad, y exhaló con un dejo de resignación. No podía dejarla allí. No solo porque podrían culparla de los crímenes, sino porque su presencia en la escena también representaba un peligro para él.
Se arrodilló a su lado y la observó detenidamente. Ella era la única testigo, no había ninguna otra conexión entre él y este incidente. Nadie en el pueblo tenía razones para sospechar de él, y su coartada era sólida. Recordaba cómo, antes de salir a entrenar, se había asegurado de que la recepcionista de la posada lo viera regresar a su habitación. Desde ahí, había utilizado el Hiraishin no Jutsu, transportándose de inmediato fuera del pueblo sin dejar rastro de su salida. Si bien la técnica aún tenía limitaciones en la distancia, este lugar aún estaba dentro de su rango actual. Además, la persistente sensación de ser observado no se había presentado esta vez, lo que le indicaba que su desaparición no había sido notada por ojos indiscretos.
Tomó aire y se concentró en la marca del Hiraishin que había dejado en su habitación. Un instante después, Minato y la mujer fauno desaparecieron de la escena en un parpadeo.
Aparecieron en su habitación de la posada, donde el ambiente era cálido y acogedor en comparación con la helada noche exterior. Minato la depositó cuidadosamente sobre la cama, con movimientos lento y controlados. La observó durante un instante, notando que su respiración era entrecortada, pero estable. La sangre que cubría su cuerpo podría ser un problema si alguien más la veía en ese estado.
—Primero lo primero... —murmuró para sí mismo, mientras realizaba una secuencia de sellos con rapidez.
Trazó un sello de silencio alrededor de la habitación, asegurándose de que cualquier ruido quedara contenido en su interior. No podía arriesgarse a que sus movimientos fueran descubiertos por algún huésped curioso o por la recepcionista de la posada. Una vez satisfecho con el sello, tomó una manta y cubrió a la mujer fauno, con la intención de ocultar temporalmente la sangre mientras pensaba en su próximo movimiento.
«Mañana quemaré estas sábanas y las reemplazaré... no puedo dejar ningún rastro».
Se quedó de pie junto a la cama, observándola por un momento. Su expresión era una mezcla de cansancio y vulnerabilidad. Minato suspiró, cruzándose de brazos. Lo que había hecho esta noche era necesario, pero eso no hacía que la situación fuera menos complicada
