— ¡Arnold!—le llama la madre.
— Escuché—cierto rubio terminando de bajar la escalera principal de la pensión de huéspedes.
Desde la cocina al recibidor, su mamá, y cargando con ella, su cartera.
— Se nos está haciendo algo tarde, Arnold—le comenta Stella en aproximación al rubio—. Espero que no esté cerrada la tienda de artículos para el hogar—con preocupación agrega la mujer de cabellera semi larga y castaña.
— Mamá, ¿por qué debo de ir yo?
— Porque necesito que me acompañes, hijo—le deja claro Stella un poco severa y a su vez que abre la puerta de entrada, salida, a la casa.
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Afortunadamente la tienda de artículos para el hogar no a cerrado. Y mientras que su mamá ojea todo lo que se quiere comprar en el interior del lugar. Arnold, en aburrimiento, se aproxima al mostrador en donde está quién reconoce como compañera de estudio en la secundaria Hillwood:
— Hola—saluda amistoso él rubio a la atlética muchacha rubia de mirada azulada, pelo semi largo y amarrado, en una cola alta.
— ¡¿Qué quieres, cabezón?!—ella con pocas ganas de socializar con más gente.
— Nada, Helga. Sólo saludar.
—¿Nada?—enarcando una ceja con un gesto de duda la ex uniceja—. ¡Entonces qué estás haciendo aquí, cabeza de balón!
— Acompañar a mamá—le responde Arnold algo fastidiado también—, está acá para comprar algunos artículos para la casa.
— Mm, eh, que bueno—sarcastica contesta la rubia—, ¡ahora alejate de mí! Y deja de interrumpir mí trabajo, ¡tonto!
Pero...
—MmmM, ¡no, no, no, Helga!—la reprende su padre—, que seas mí hija, no significa que puedas maltratar a los clientes.
— Bob, no es un cliente, es Arnold.
— Si, si, tú buen amigo, Alfred. Pero quisas él necesita de algo en nuestra tienda.
— La verdad que no particularmente, señor, Pataki. Yo vine con...
— Bueno—dice Bob acercándose más al mostrador y corriendo a su hija menor hacia atrás, e inclinado sobre éste hacia cierto muchacho, adolescente ahora, y con mucha bronca, él gran hombre—, ¡entonces deja de quitarle tiempo de trabajo a mí hija!
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Al día siguiente en la escuela secundaria Hillwood, cierta muchacha rubia, vestida con ropa y zapatos, sencillos y casuales; está de pie junto a su casillero y de cuál saca lo que necesita para su primera clase del día: sacando y metiendo en su mochila el libro y cuaderno adecuado, cuales necesitará para la primera hora y media de la mañana, entre tanto, gira su cabeza a su izquierda en donde ve a la distancia de tres casilleros de donde está ella, a cierto rubio con cierta pelirroja, conversando de algo, tan típicamente como de costumbre, pero un gesto de disconformidad y rechazo, se expresa en la cara de cierta rubia.
— ¡Idiotas!—se pronuncia Helga para si misma en voz un poco alta pero refiriéndose a sus compañeros en cuestión.
Y, como si fuese karma negativo al cerrar algo fuerte la puerta de su casillero: «Buha...»varios libros y cuadernos, en el interior del casillero, se caen, y al abrir la rubia, nuevamente, pero para fijarse, todos los utensilios de estudio se van al piso, entre ellos, un cuaderno morado con un corazón:
— ¡Rayos!
El ruidaje captó la atención de ciertos, incomodando a Helga que se apresura a agacharse para recoger y entre medio de...
— ¿Qué es éste libro, Helga?—Curly recogiendo su preciado diario íntimo.
Alarmada aún más, Helga:
— ¿¡Qué te importa, tonto!?—exclama la rubia en su intento de arrebatar su diario preciado de las manos del extraño chico para ella.
Pero fué imposible recuperar su tesoro y en cambio Curly, le dice:
—Ésto es importante para tí, ¿verdad, Helga?
Viendo con sufrimiento un poco, Helga su momento, aterrada por la ocurrencia inesperada que pueda tener el intrometido para ella.
— Helga, ¿estás bien?—malditamente Arnold preocupado llegó junto a ellos y con su acompañante.
— ¿¡Sí, Arnoldo, por qué no te largas de mí vista!?
Nuevamente cierto rubio sale espantado pero antes de seguir su camino con su compañía, él:
—Lo siento—se disculpa, y se retira de su presencia.
Pero Curly:
— Si tanto quieres ésto, tendrás que ayudarme con algo—le dice y Helga:
—¿Con qué?
Continuará.
