Dicen que lo prometido es deuda y yo la verdad ya estoy bien endeudao. Hice todo lo posible por tener este capítulo listo para el 14 de Febrero, ya que pretendía utilizar la fecha como motivo para los acontecimientos de este capítulo, luego la corrí al 15, pero ni la desvelada me dejó terminar este capítulo a tiempo, lo siento por eso.
En fin, como bien saben, en Guerras Doradas original escribí lo que fue mi Saga 100% original, la Saga de Ares,durante un tiempo en lo que lo más cercano que había a información sobre Ares, fue la teoría de que Saga estaba poseído por Ares. De allí salió una serie que no mencionaré, y que hablaba de un tal Marte, que lo único bueno que tenía era su estilo de animación parecido al de Guren Lagan. Después la siguiente mención de un posible Ares fue en Saintia Sho, pero al final del día, no hay una fuente que aproveche a este personaje.
En aquel tiempo yo me aproveché de eso. Ares, regente del planeta Marte y conocido como tal por los Romanos. Asociado con Aries, por lo que en un principio, pensé en Aries como el rival de Ares, pero el problema surge cuando se dice que Ares "rige" sobre Aries, por lo que, en lugar de un rival para el Dios de la Brutalidad en la Guerra, ese que se dio de golpes con Heracles e intentó destronar a Zeus, bueno, básicamente tenía a Aries como su mascota, no como rival. Lo curioso de Ares llega, cuando te das cuenta de que los antiguos pueblos Helenos, consideraban a una estrella en específico como la opuesta de Ares, una estrella que de brillar en el cielo durante una batalla, significaba que Ares no estaba presente en el campo de batalla, por miedo. La opuesta perfecta de Ares, la estrella roja, Anti-Ares, que después pasaría a llamarse Antares. Básicamente eso significaba que Ares le temía a esta estrella, y que quien usara esta estrella sería su rival, y todos conocemos a un signo que no solo tiene a Antares como parte de su Constelación, sino que es un Caballero Dorado que literal te estampa sus estrellas al cuerpo, siendo el único caballero que utiliza directamente el poder de sus estrellas. Escorpio. Pero antes de poder definir a Escorpio como el rival de Ares, hacía falta más investigación, de su constelación, de su relación con Ares, y la verdad es que hay varias relaciones, pero hay una estrictamente directa en la Mitología Egipcia. Los Egipcios llamaban a la estrella de Antares el Udyat, el ojo del Dios Horus, el Dios del Cielo, l Realeza, la Guerra, la Cacería y la Fertilidad (todos rasgos de Escorpio pero ese no es el punto, solo me pareció curioso), su ojo fue arrancado por Seth, el Dios, el Dios del Caos, las Sequias, el Desierto, la Guerra, la Electricidad y los Eclipses, quien además era asociado con Ares. Entonces tenemos a dos dioses de la guerra, uno que se asocia con Ares, que es Seth, y un Udyat, que es el ojo que Seth le arrancó a Horus. Para hacer todo incluso más en rebuscado, en Egipto existió un supuesto Dios Horus reencarnado, Horus Escorpión II, y era representado en los jeroglíficos con el Ygyat, y un escorpión, no se confunda con la leyenda del Rey Escorpión, ese es otro. En fin, todo esta mezcla de teorías, dieron como nacimiento a esta Saga, donde Antares, y su manipulador, el Caballero de Escorpio, son lo opuesto de Ares (y ni hablar de la historia de Diomedes, un mortal que logró herir a un Dios).
Le tengo un especial cariño a la Saga de Ares. Fue la primera en la que no tuve material de Kurumada o de otro medio de Saint Seiya, y tuve que escribir el Lore yo mismo. Los Daimones, los Phantoms (originales de la Leyenda de Eris), la misma Eris, y la Torre de las 1,000 batallas (que Omega me robó. ¿Cómo? No lo entiendo, la conexión de Ares con la Torre de Babilonia era tan infima que no me explico el cómo, coincidentemente, Omega también utilizó el mismo concepto e hizo la misma conexión que yo hice). En fin, es mi Saga Favorita después de los Titanes.
No pretendo quitarles más el tiempo, es momento de que se pongan a leer y de que disfruten. Llegará el día en que Ares parezca en Saint Seiya de forma formal, y me va a arruinar toda mi historia, lo sé, ya pasó (cough, Eris, cough). Pero cuando eso suceda, será divertido decir: "Hey, yo pensé en eso primero que tú". Que lo disfruten.
Chelixaamusca: Debes ser la única que se dio cuenta de la frase de Hyoga. Me da gusto que hayas disfrutado de estos capítulos, y bueno, ya estás al día, solo falta ver qué opinas de esta nueva entrega, esperaré tus comentarios con ansias. Lo lamento por Camus, pero en la versión original murió, y aunque Ciclo Infinito no sea otra cosa que Guerras Doradas en esteroides, hay cosas que no se pueden cambiar, entre ellas, la muerte de Camus, ya estaba labrada en piedra. Sobre lo de Aioria y Marín, ustedes eligieron, yo que, jajaja (aunque ya me estoy arrepintiendo y quiero un Lyfia x Aioria, pero ya no se puede (¿O sí se puede…?)) Aioria: ¿Y no me puedo quedar con las 3?
Josh88: ¿Entonces te pareció mejor el surgimiento de Nova Gea en esta versión? Menos mal, no sabes el trabajo que me costó, el Capítulo 25 todavía necesita contar mejor la historia de Nova Gea. Yo aún no quedé muy satisfecho con la muerte de Dohko, pero no vi mejor forma de hacerlo. Ker la puse como crítica a Kurumada, porque Ker es sirviente de Ares, no de Hades, y ni es hermana de Nypnos y Tanathos, de donde se fumó esa el Kuru. Oribarkon por otra parte, solo ha sido mencionado en el Hypermito, y jamás vuelto a utilizar, pues su Kurumada no lo usa, yo sí, muajajajajajaja. Sí, me arrepentí de mal usar a Isaac por hacer el chiste del Camus traidor jajaja, considera eso corregido. Esta Saga tendrá más participación de los Daimones, tú tranquilo.
Rocharin: Para mí los Celtas son los Nórdicos con diferente nombre, Odín y Thor existen en la mitología Celta bajo otros nombres según entiendo, tendré que investigarlo mejor, pensaba que era un caso similar al de Griegos y Romanos, pero muy probablemente me falte barrio celta (descarga música Celtic metal). Creo que lo del Anti-Ares lo expliqué más arriba, es cuestión más que nada de la estrella de Antares. Es verdad, es tu primer acercamiento a la Saga de Ares, pues bienvenida, y espero que la disfrutes mucho (primera vez que leo que alguien llegó aquí por el Gaiden (insertar meme de: Así te quería agarrar…). La parte caliente se la debo, lo demás, pues póngase a leer señorita. Que lo disfrutes.
Prólogo:
Brutalidad en la Guerra, Sabiduría en la Guerra, dos fuerzas que son una constante universal, así como lo son la vida y la muerte, así como lo son la luz y la oscuridad. La guerra, es una fuerza indescriptible, producto del Caos, de la Discordia, la Desdicha, la Anarquía y la Desesperanza, así como del Orden, de la Avenencia, la Alegría, la Justicia, y la Esperanza.
No puede existir paz plena y perpetua, es una de las imposibilidades universales. Si esta llegara a existir, la humanidad sería débil, y los Dioses abusarían de ella en plenitud. La guerra es entonces un mal necesario que impulsa a los Mortales a levantarse ante los abusos, la indiferencia, la discriminación, la intolerancia, no existe excusa que sea pequeña para la guerra. La guerra siempre encontrará la forma de hacerse presente.
Pero un estado de guerra perpetua es incluso peor. Un mundo donde no existe la misericordia, ni los lazos familiares, donde los hermanos matarán a otros hermanos por su propia codicia, donde solo prevalecerá el más fuerte y el más débil será asesinado, donde términos como justicia son invisibles, ya que la definición misma de la justicia será definida por ese que esté en la cima de todo, y su justicia, siempre será para sí mismo. Este es un mundo en que incluso los Dioses perecerían, y llegarían a su ocaso, extinguiéndose junto con todo lo que existe.
Para prevenir cualquiera de estos dos escenarios es que existen dos Dioses de la Guerra: la Brutalidad en la Guerra que impide el conformismo y guía a la constante superación tanto de Mortales como de Dioses, y la Sabiduría en la Guerra que mantiene el equilibrio de justicia y libertad entre Mortales y Dioses. Dentro de cada representante, Sabiduría y Brutalidad, deberán existir también los dominios del otro. Este es el Ciclo Infinito de la Guerra. La paz, no es una opción, jamás será una opción.
Ares es la Brutalidad, Atenea es la Sabiduría, ambos son la Guerra. Ambos tienen a sus campeones. La Discordia siempre se aliará con Ares, buscando ser su hermana predilecta, ella quien cumplirá de su hermano cualquier capricho, y alcanzará el poder más grande de todos, el Caos, el poder de los Dioses Antiguos, esos que conocen el mundo anterior al actual, ellos quienes conocieron a otros Dioses de la Guerra incluso más poderosos que los actuales. Dioses de la Guerra que observan, que esperan pacientemente su turno, y quienes, bajo juramento de no entrar en conflicto salvo si es que llegaran a ser negados, permitirán que el Ciclo Infinito de la Guerra continúe entre Ares y Atenea.
Hay un ojo rojo de sangre que lo observa todo, siempre presente en el firmamento, su atención constantemente virando a Ares, a quien observa fijamente. Un ojo al que Ares odia con tal intensidad, que se ha ganado un nombre: el Anti-Ares, el Ojo del Dios de la Guerra Original, ese quien no permitirá a Ares salirse de control, no mientras el Dios de la Brutalidad de la Guerra, no intente desafiar a la verdadera Sabiduría.
El día que el equilibrio de la Guerra Infinita se desestabilice entre Ares y Atenea, el día en que la Diosa Eris, quien es la Discordia, rompa los lazos de este delicado equilibrio, el Anti-Ares se alzará, para poner nuevamente el orden, ya que el Anti-Ares, es la antítesis de todo lo que Ares representa. El Anti-Ares, es el Mortal elegido para desafiar a los Dioses, la única excepción en las reglas universales. Y es la pieza que mantiene vivo este universo, la pieza de ajedrez por excelencia, en el tablero dorado de un Dios de la Sabiduría y la Brutalidad, que permite la existencia de los Dioses de la Guerra.
«No negarán jamás la existencia de otro Dios de la Guerra además de la Brutalidad y la Sabiduría. No sea que el cuerno de este Dios resuene en el firmamento, llamando a las luces antiguas, y solicitando la presencia de sus emisarios, quienes terminarán por abrir el sello, que existe en el Reloj el Apocalipsis, iniciando con el Ocaso de los Dioses»
El Cuerno de la Guerra, resuena.
Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de Ares.
Capítulo 25: El Ocaso de la Guerra.
Eurasia. Noruega. Oslo. 01 de Enero de ¿1x9x8x8? 03 N.G.
El estruendo de un cuerno de buey hueco, tallado como un cuerno de guerra, resonó por las planicies escarchadas de un asentamiento que parecía salido de los tiempos medievales. Rodeado por una empalizada de madera, con sus guerreros forrados en pieles de lobo, de osos, de ciervos, cargando hachas de hierro o acero, y escudos redondos de madera, llevando sus caras pintadas de negro o azul. Parecía una escena de una película de vikingos de muy alto presupuesto y, sin embargo, eran los remanentes más civilizados que podían encontrarse en Noruega.
-¡Dioses de los hombres, escuchen nuestro llamado! –en la cima de las puertas de la ciudad amurallada, se encontraba una mujer de cabellera azul pálida y de ojos morados algo rasgados. Vestía una corona de alas negras con una amatista incrustada en la misma, y una capa negra como las plumas de los cuervos que la rodeaban. Su rostro estaba pintado por la pintura de guerra como una mancha alrededor de su ojo derecho, como si quisiera que este permaneciera en las sombras para permitir al ojo izquierdo el mirar en dirección a sus enemigos, mientras con lanza en mano apuntaba amenazante al ejército invasor de sus tierras- Somos sus hijos que alguna vez vivimos en el Asgard. Soportamos el invierno eterno por la salvación de la Tierra Media. Sangramos y sufrimos, luchamos y servimos. Y sabemos que los hemos ofendido. ¡Hoy su pueblo clama su perdón! ¡Afila sus lanzas, sus hachas y sus armas por su honor! ¡Observen desde los mundos superiores o nuestros Dioses! ¡Y si es su deseo, deléitense en la victoria de este que es su pueblo! ¡Guerreros Vikingos de Asgard! ¡Ataquen! –terminó con sus órdenes la mujer. Los Guerreros Vikingos todos gritaron con fuerza, y dieron inicio a la gran marcha en contra de ellos quienes invadían sus tierras congeladas.
-Me estoy cansando de estos discursitos –se dijo a sí mismo un inmenso guerrero en el bando de los invasores. Aldebarán, el Caballero Dorado de Tauro, quien, frente a los ejércitos Atenienses, mantenía una formación tanto agresiva como defensiva-. ¡Desperdician su tiempo en esfuerzos inútiles! ¡Soy Aldebarán! ¡El Caballero Dorado de Tauro! ¡Mi fortaleza en batalla es absoluta! ¡Ríndanse antes de que mi paciencia se termine! ¡Gran Cuerno! –por toda la Península Escandinava, los pueblos del Norte de Europa se habían unido en una defensa en contra de lo que ellos pensaban que era una conquista sistemática.
Eurasia, nombre con el que ahora se conocía al único continente sobreviviente de la Gran Marejada que se tragó a más de la mitad de Asia, y a la totalidad de los continentes de Oceanía, África y América, era un continente dividido, y azotado continuamente por los ejércitos de un nuevo continente llamado Lemuria, liderado por los Daimones de Ares, quienes atacaban todos los asentamientos humanos en una búsqueda algo peculiar: la total extinción de todo vestigio tecnológico, buscando traer consigo la resurrección de lo que los Daimones llamaban: «la Era de Bronce de la Humanidad», una recreación enfermiza y a la fuerza de la era del mito con el único objetivo de complacer a Ares, quien deseaba un mundo lo más parecido posible, al que dejó cuando fue sellado en el Templo de la Valentía y los Héroes. La Península Escandinava representaba entonces, el último de los asentamientos que se mantenía firme a esta erradicación sistemática de todas las culturas ajenas a la utopía perfecta de Ares.
En un intento por conservar a la civilización humana moderna, el Santuario de Atenas se apresuró a enviar a sus Caballeros Zodiacales en misiones diplomáticas por toda Eurasia. Intentaron formar alianzas, intentaron proteger las ciudades que eran atacadas y saqueadas por los Daimones y los ejércitos Lemurianos, que nadie sabía de donde habían salido. Pero todos los esfuerzos diplomáticos de forjar alianzas fueron en vano. Todo porque los Caballeros Dorados eran vistos como conquistadores. Las grandes ciudades de Eurasia entonces, desprovistas de comunicación por los estragos de la Gran Marejada, no pudieron coordinarse para sobrevivir a la avanzada de los Lemurianos, quienes tenían una única instrucción: El exterminio total de la tecnología.
En los tres años que Ares había dado de ventaja a Athena antes de iniciar hostilidades por el control de la Tierra, Ares se encargó de liderar estas horribles incursiones y masacres, solo dejando al Santuario de Atenas libre de la influencia de la guerra. Cuando los países de Eurasia se dieron cuenta de que solo el Santuario de Atenas estaba libre de cualquier tipo de invasión, varios de los pueblos de estos países, ya increíblemente azotados y destruidos, aceptaron alianza por subordinación con el Santuario de Atenas al estar necesitados de alimento, vestimenta, y asilo. Estos pueblos comenzaron a extenderse poco a poco, siguiendo las normativas de los Atenienses, que en un principio les parecieron primitivas y risibles. Sin embargo, los territorios reconstruidos y custodiados por los Atenienses, descubrieron que no eran perseguidos por los ejércitos Lemurianos, quienes sí perseguían, castigaban, y erradicaran, cualquier territorio que continuara persiguiendo el avance tecnológico. De esta forma, todas las ciudades tecnológicas fueron siendo abandonadas, y destruidas por las avanzadas de los Lemurianos. Estas ciudades inclusive, aun estando abandonadas, eran totalmente destruidas por un extraño conquistador que trabajaba junto a los Daimones, un ser que bombardeaba las ciudades con grandes cometas caídos del espacio, vaporizando todo vestigio de la civilización moderna.
Como una forma de evitar que la civilización pudiera volver a incursionar en avances tecnológicos, algunos Daimones fueron asignados a asesinatos específicos. Se dedicaron a encontrar a las grandes mentes científicas y tecnológicas de Eurasia, y a asesinarlos para desaparecer su conocimiento. Estos asesinatos eran orquestados con tal lujo de detalles, que algunos países sospecharon de espionaje, y cerraron sus fronteras, lo que los volvió más vulnerables a ataques de los Lemurianos, y a la quema de sus bibliotecas. Los Daimones, actuaban tan coordinadamente, que no hubo país que resistiera su llegada.
En el transcurso de solamente tres años tras la Gran Marejada, Eurasia fue forzada a la involución cultural. La tecnología, aún si el Santuario de Atenas no la prohibida, había dejado de ser perseguida por el miedo a los ataques de los Daimones. Los países iniciaron con la quema voluntaria de sus bibliotecas, y la destrucción de todo vestigio tecnológico. Ares había conseguido lo imposible. La civilización misma, buscando su propia supervivencia, se entregó a las viejas tradiciones.
En la Península Escandinava, sin embargo, un conjunto de pueblos denominados los Pueblos del Norte, se resistió. Compartían con los Griegos un conocimiento que el resto de la humanidad no podía siquiera comprender. Ellos conocían el cosmos, y aunque voluntariamente habían abandonado a la tecnología, su civilización no era reconocida por los Daimones de Ares, y los Atenienses, deseaban protegerlos.
-¡Garra del Tigre Vikingo! –enunciaba uno de los Guerreros Vikingos, de cabellera verde y corta con una pequeña coleta volando por el viento, su piel pálida por las bajas temperaturas, sus ojos rojos. Vestía únicamente una túnica blanca y una capa esmeralda de bordados dorados, pero dominando un cosmos frio que le permitió evadir el Gran Cuerno de Aldebarán, posarse frente a él, y atacar al de Tauro que, en su defensa perfecta, logró resistir el enviste.
-¡Garra de la Sombra del Tigre Vikingo! –no tardó en escuchar Aldebarán, quien pese a haber resistido el primer embiste del Guerrero Vikingo, recibió un segundo golpe, que empujó al Caballero Dorado de Tauro a sus ejércitos, que alzaron sus escudos de metal, formaron una línea defensiva, y resistieron el lanzamiento de Aldebarán, quien cayó pesadamente, aunque de pie, y aún de brazos cruzados, frente a sus hombres.
-Ese sí lo sentí –sonrió Aldebarán, su labio liberando algo de sangre por el ataque combinado de los Guerreros Vikingos-. Su control en el cosmos es excelente como siempre, pero sus ataques a traición solo me agarraron desprevenido una vez. Ese pequeño golpe de suerte no se volverá a repetir, gemelos tramposos –se fastidió el de Tauro.
-¿Tramposos dice? ¿Lo estás escuchando hermano Bud? El caballerito de Athena piensa que luchar honorablemente es lo correcto –se burló uno de los dos hermanos, que mantenía sus garras en alto, mientras alrededor del trio los ejércitos de los Nórdicos y de los Griegos colisionaban violentamente.
-Lo escucho hermano Syd, y no puedo hacer más que sentir lástima por su sentido del humor tan risible –le contestaba Bud, igualmente con las garras en alto-. Ese pequeño ataque a traición te mantuvo en cama por un par de lunas. Pero adelante. Nosotros somos los gemelos tramposos por defender nuestra tierra –continuó con sus burlas el gemelo de Syd.
-Saben qué, me agradan, tienen agallas –los miró Aldebarán desde arriba, y bufó con fuerza-. Pero no se crean la gran cosa por darme un golpecito por andar desprevenido. Ahora los voy a machacar –gritó Aldebarán con fuerza, estampando sus puños contra la nieve, mientras el par de gemelos lo evadían, y la batalla se intensificaba entre Griegos y Nórdicos.
-Hay grandote… -suspiró Shaina desde los campamentos base, donde el resto de los ejércitos de los Griegos habían construido sus propias empalizadas. El asedio de Aldebarán y los Atenienses contra los Nórdicos que se habían amurallado en la Península Escandinavia, ya llevaba tres años, y aunque las murallas de los Nórdicos eran de madera, algunos ya comenzaban a comparar el asedio contra los Nórdicos con la defensa Troyana contra los Aqueos de la Guerra de Troya.
-Generala Shaina. Enviados del Santuario solicitan audiencia –comenzó un soldado raso. Shaina se viró inmediatamente, revelando que ya no llevaba su máscara de plata puesta, lo que fue una sorpresa para el par de recién llegados a los campamentos.
-Oh, Hyoga del Cisne y Nachi del Lobo. ¿Qué los trae a la Peninsula Escandinava, también conocida como la Troya congelada? –sonrió Shaina, quien llevaba ahora la cara pintada de morado, formando un antifaz de pintura alrededor de sus ojos.
-Shaina, tu rostro… -comenzó Hyoga, cubriéndose los ojos. Lo mismo había hecho Nachi, ambos virándose, como si hubieran visto a la Caballero de la Cobra desnuda-. Esperaremos a que se encuentre presentable –se apenó el del Cisne.
-Presen… -comenzó Shaina, pensando al respecto-. Oh, ya entiendo. Llevan demasiado tiempo viajando por Eurasia. Temiscira desapareció en la Gran Marejada, ya nadie obliga a las mujeres a renunciar a su feminidad para ser Caballeras de Athena –le explicó Shaina. Hyoga y Nachi intercambiaron miradas, desconfiando de la Caballero de Plata-. Además, aunque las leyes de las máscaras continuaran vigentes. Una mujer casada no requiere de una máscara –agregó ella, mostrando su anillo de compromiso, un bello artilugio de plata con una amatista sobre la misma.
-¿¡Qué ha dicho!? ¿Quién fue el valiente? –comenzó Hyoga, ganándose una mirada de molestia por parte de Shaina- Quise decir. ¿Quién fue el afortunado? –se apenó Hyoga por sus propias palabras, y como respuesta a su curiosidad, la tienda de Shaina fue visitada por un inmenso hombretón. Aldebarán, quien llegaba con la Armadura Dorada de Tauro congelada en su pecho y sus manos, y con una mirada de molestia dibujada en su rostro.
-¿Te volviste a pelear con Syd y Bud? –preguntó Shaina divertida. Aldebarán cerró sus manos con fuerza, liberando sus manos de los hielos, y bufó con fuerza- Ya grandote, ven que tu esposa, como siempre, te recibe con los brazos abiertos –le sonrió Shaina, alzándose de puntas, y besando a Aldebarán gentilmente, para sorpresa de Hyoga y de Nachi-. ¿Responde eso a tu pregunta, Cisne? –le acarició Shaina la mejilla a un sonrojado Aldebarán.
-Yo todavía tengo muchas preguntas –fue la respuesta de Nachi, quien inmediatamente después se mostró intimidado por el tamaño de Aldebarán, quien se posó detrás de Shaina con orgullo-. No me lastime por favor –se preocupó Nachi.
-Hyoga de Cisne, Nachi del Lobo, bienvenidos –declaró Aldebarán, aunque no tardó en poner su atención en los heridos de los Atenienses, quienes se retiraban de regreso al campamento, mientras lejos, detrás de las murallas de madera, los Nórdicos celebraban, como si sus Dioses hubieran bajado de donde quiera que estuvieran para celebrar con ellos- Le alegrará a los hombres saber que han llegado víveres desde la capital. ¿Dónde están sus cargamentos? –preguntó el de Tauro, notando que solo habían llegado los Caballeros del Cisne y del Lobo.
Lamento desilusionarlos, Caballero de Tauro y Generala de Plata –comenzó Hyoga, aunque sonriendo pese a sus palabras-. Me temo que no he venido con la intensión de traer conmigo víveres y alimento para los Atenienses. La capital no puede seguir sosteniendo este sitio. Más bien vengo con la solución para poner fin a esta guerra absurda. Nachi –pidió entonces Hyoga.
-Qué suerte tiene Aldebarán… yo también quiero verle el rostro a una muchachita tan bonita… -se dijo a sí mismo Nachi, distraído, y notando que ahora Shaina lo miraba con molestia-. Ah sí, la solución al asedio. Ajem… -se aclaró la garganta Nachi, sacando de un costal que llevaba atado a la espalda varios libros de Mitología Nórdica, y colocándolos en la mesa de trabajo de Shaina-. Athena es la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, y durante la última reunión del Consejo Ateniense, los Caballeros Dorados llevaron a audiencia el tema sobre la resistencia de los Nórdicos, y me asignaron a mí para encontrar una solución pacífica, o lo que los Nórdicos entienden por pacífica, de este conflicto –proseguía Nachi, buscando en sus notas, mientras Aldebarán y Shaina intercambiaban miradas de curiosidad-. Estamos ya en el año 3 de Nova Gea, lo que significa que en cualquier momento Ares podría cumplir su promesa de una guerra. Así que la Matriarca Yoshiko me ha autorizado a realizar un experimento para asegurar la rendición de los Nórdicos. Verán, creemos que el asedio está transmitiendo el mensaje equivocado. Los Pueblos del Norte adoran la guerra, pero también atesoran las alianzas. Solamente debemos pedir alianza de la forma correcta –le explicó Nachi entusiasmado.
-¿El mensaje incorrecto? –preguntó Aldebarán, su solo tono de voz intimidando a Nachi, mientras el de Tauro tomaba uno de los libros de apuntes del Caballero de Lobo, y lo hojeaba, sin entender absolutamente nada.
-Está en Nórdico Antiguo… el cosmos no traduce lo escrito… -le explicó Nachi. Aldebarán simplemente se molestó y lanzó el libro de regreso a la mesa-. Los Nórdicos hablan el lenguaje de la violencia, pero se rigen por ciertas reglas de hermandad y honor. Si tan solo me permiten… -intentó decir Nachi.
-¿Honor? Esos tienen todo menos honor –se molestó un poco Aldebarán-. Escuchen, Cisne y Lobo. Entiendo que quieran ayudar. Pero estos Guerreros Vikingos no son como los no manipuladores del cosmos a los que han enfrentado por toda Eurasia. Ellos manipulan el cosmos. La mayoría, aunque vayan vestidos de cuero y pieles, son más fuertes que los Caballeros de Bronce. Algunos, le causan bastantes problemas a un Caballero Dorado como yo. ¿De verdad piensan que un experimento de diplomacia, va a terminar con un conflicto que lleva tres años? –se molestó Aldebarán, incrédulo de las palabras de los de Bronce.
-Comprendo tus dudas, Aldebarán, pero confía en mí –le pidió Hyoga-. Además, estás casado, y dudo mucho que estés disfrutando de privacidad con tu esposa en un campamento Ateniense que lleva ya 3 años en sitio. La privacidad fue todo un problema para los Aqueos, dudo que aquí sea muy diferente –agregó Hyoga.
-No tienes idea… -se fastidió Shaina, visiblemente molesta. Aldebarán desvió la mirada-. Yo opino que dejemos a los Caballeros de Bronce realizar su experimento. Tenemos mucho que ganar y no mucho que perder. Tienen mi autorización como Generala de Plata –terminó Shaina. Hyoga y Nachi reverenciaron y se retiraron, Aldebarán intentó quejarse, pero Shaina lo detuvo-. Serás un Caballero Dorado grandote, pero jerárquicamente, General va por encima de Caballero. Y la Generala aquí soy yo –le recordó Shaina.
-No me gusta, ellos no saben lo poderosos que son los Guerreros Vikingos, en especial los que se presentan como Dioses Guerreros –le comentó Aldebarán. Shaina solo salió de la tienda, y se cruzó de brazos, viendo al par de Caballeros de Bronce que se adelantaba por las planicies en dirección a las murallas de madera-. Los van a machacar –le comentó Aldebarán.
-Según las viejas costumbres. El Jarl de las sociedades Vikingas antiguas no puede negarse a un reto –le explicaba Nachi, quien caminaba leyendo uno de sus libros junto a Hyoga-. Si lanzamos un desafío de honor, y vencemos, podemos dar esta batalla por terminada, siempre y cuando respetemos a los Dioses Nórdicos –le explicaba él.
-Lo que es preocupante considerando que soy Cristiano, nacido en Japón, entrenado en Siberia, y sirvo a una Diosa Griega. Entiendo perfectamente lo que los Nórdicos deben estar sintiendo en estos momentos –admitió Hyoga, deteniendo su andar y el de Nachi en cuanto notó a los arqueros preparar sus armas-. Guerreros del Norte. Me presento ante ustedes como Hyoga de Cisne, Caballero de Bronce de Athena –comenzó con sus gritos Hyoga, su voz escuchándose por todo el campamento-. Les pido una disculpa por la ofensa de Aldebarán de Tauro a su gente, a su pueblo, a su cultura, y a sus Dioses. Les aseguro que no somos una cruzada de conquistadores –en respuesta, una lanza se clavó a sus pies, lanzada por uno de los Guerreros Vikingos que no portaba armadura, y que poseía una cabellera color café cremoso-. ¿Eres el líder de esta manada de lobos? –preguntó el Caballero de Cisne.
-Soy Jarl Siegfried, hijo de Sigfrido –respondió Siegfried, el líder de los Nórdicos-. Nuestra Tierra fue tragada por la Gran Marejada. Nuestros pueblos atacados por los Lemurianos. Lo que tienes frente a ti es la unión de diversos Reinos Vikingos: Asgard, Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, y lo que queda de las Islas Feroes –todos me han aceptado como Jarl de la Península Escandinava –aclaró Siegfried con orgullo-. Ustedes los Griegos han irrespetado a nuestra cultura. Intentan forzarnos a alabar a sus Dioses y a darles la espalda a los nuestros. Márchense de nuestras tierras, o no habrá más juegos. Terminaremos con todos ustedes –amenazó Siegfried, y su pueblo vitoreó.
-No puedo aceptar el fracaso como respuesta, Siegfried, hijo de Sigfrido -habló Hyoga-. Como ya te expliqué, no somos una brigada de conquistadores. Buscamos aliar a todas las naciones de Eurasia bajo un mismo estandarte. Nuestra guerra es contra Lemuria. Y contra la tiranía del Dios de la Brutalidad en la Guerra, Ares. Buscamos aliados, no enemigos. Debemos reforzar las murallas de la Península Escandinava, para proteger este continente que habitamos juntos –le explicó Hyoga con seguridad.
-No tememos a los Lemurianos –fue la respuesta de Siegfried-. Los hemos combatido y los hemos repelido. Contamos con una flota de Drakares sin rival en los mares -habló Siegfried mientras apuntaba a sus barcos dragón-. Esperaremos en estas tierras a Odín, y junto a él lucharemos en el Ragnarok. Nombra a un Dios Griego que luche junto a los humanos como un igual, y solo entonces escucharé a tus palabras –insistió el Guerrero Vikingo.
-Atenea, la Diosa de la Sabiduría y la Guerra para los Griegos. Es la diosa equivalente a tu señor Odín, y lucha siempre junto a nosotros usando su nombre más humano: Athena -Siegfried se cruzó de brazos, incrédulo-. Siegfried, hijo de Sigfrido… haré un trato contigo. Combatiré al guerrero más valeroso que quieras lanzarme. Sin armas ni armaduras, solo con la fuerza de nuestros cosmos. Si logro vencerle en batalla, accederás a realizar negociaciones de paz entre Nórdicos y Griegos. Y si es que tu campeón logra vencerme, retiraré a las tropas Atenienses de tus tierras, y Atenas será forzada a aceptar la soberanía de la Península Escandinava –ofreció Hyoga. Los Guerreros Vikingos se alegraron tras escuchar esas palabras. De fondo, Aldebarán y Shaina intercambiaron miradas de preocupación, y comenzaron a correr en dirección a Hyoga y Nachi preocupados.
-Espera, espera, espera, espera. Yo no accedí a esto –se molestó Shaina, mientras Siegfried conversaba con los miembros de su consejo, y con la Godi que había liderado la afrenta inicial, preguntándose si deberían considerar el trato ofrecido por Hyoga-. Esto es más que un simple experimento, es una declaración de intenciones inadmisible –se quejó Shaina. Hyoga intentó hablar, pero del lado de los Vikingos, las puertas de madera se abrieron de improviso, revelando a un Guerrero Vikingo de piel tostada, rubio, y de ojos de un verde pálido.
-Presento al Dios Guerrero que habrás de enfrentar, Caballero del Cisne –comentó Siegfried, mientras a las planicies se adelantaba el elegido-. Hagen de la Casa Real de Merak. Considerado el Dios Guerrero más veloz de mi orden –sentenció Siegfried.
-Ante el ojo de Odín, el Padre de Todos, se acepta el duelo entre los representantes de nuestras respectivas naciones –comenzó la sacerdotisa que había liderado la primera afrenta-. Que la ira de nuestra gente, y de nuestros Dioses, recaiga en quien falso a este pacto sea –finalizó la mujer, y sin darse a esperar, el Dios Guerrero Hagen se lanzó a la batalla.
-Que así sea –respondió Hyoga, ignorando a Shaina y a Aldebarán, dejándolos atrás mientras corría arrancándose piezas de su armadura, y lanzaba un puñetazo para encontrar al mismo tiempo el lanzado por Hagen, impactando el rostro de Hagen, aunque este impactó el de Hyoga de igual manera.
-Caballero del Cisne. Me pregunto cuanto tiempo durarás enfrentándome –se separó Hagen de Hyoga, antes de patear con fuerza y forzar a Hyoga a saltar ágilmente sobre su patada, sorprendiendo a Hagen, quien cubrió la tremenda patada, que lo lanzó varios metros hacia atrás.
-Te responderé con esto Hagen. He de enfrentarte con una técnica tan veloz que incluso tú quien se dice el Dios Guerrero más rápido no podrá evadir –le apuntó Hyoga, elevando su cosmos congelante-. Te golpearé con el poder que aprendí del Caballero Dorado, Milo de Escorpio –continuó el de Cisne, reuniendo la fuerza de su cosmos en su mano derecha.
-Con gusto lo aceptaré –declaró Hagen orgulloso, colocándose en pose defensiva-. ¡Atácame a la hora que quieras! –prosiguió burlesco, y con su cosmos creciendo a sus espaldas. Hyoga casi podía ver a una bestia guardiana desconocida, un caballo de ocho patas, resoplando en el mismo.
-¡Destello Zafiro! -gritó Hyoga tras cerrar su mano conteniendo la energía del cosmos reunida, y apuntando en dirección a Hagen, disparando de su dedo una lanza de luz que brillaba como el zafiro, como si una Aguja Escarlata de Milo de Escorpio hubiera sido lanzada. Esta lanza de luz incluso asemejó bastante la velocidad de la Aguja Escarlata, y atravesó el pecho de Hagen, lanzándolo varios metros por el aire, y dejándolo tendido en la nieve. Tras las murallas de madera, el silencio era absoluto, ya no había celebraciones o fiestas, todos estaban enmudecidos por ver a Hagen haber sido superado por un ataque cuya velocidad no podía llegar a igualar-. Cumple tu promesa ahora, Jarl Siegfried. Firmemos la paz entre Griegos y Nórdicos. Y busquemos que nuestros Dioses de la Sabiduría en la Guerra sobresalgan por sobre el de la Brutalidad en la Guerra –terminó Hyoga, impresionando tanto a Shaina como a Aldebarán.
Salón de la Hidromiel de Oslo.
-Está hecho –Hyoga, Nachi, Shaina, y Aldebarán, fueron invitados al Salón de la Hidromiel que pertenecía a Jarl Siegfried, una habitación de madera bastante peculiar, que presumía una fogata que se extendía frente al trono donde Siegfried se sentaba, y hasta casi llegar al medio del salón, y que presumía además mesas y sillas de madera alrededor de esta fogata, como si grandes banquetes se celebraran allí regularmente. Siegfried tomó una daga, y se perforó el pulgar, manchando con su huella un pergamino que entregó a la sacerdotisa-. Puedes llevarles el acuerdo, Lyfia –aceptó Siegfried. La sacerdotisa entonces llevó el pergamino ante el grupo. Todos miraron a Nachi, quien tomó el mismo, y comenzó a leer.
-Los Nórdicos acuerdan respetar la alianza entre los reinos aliados de Eurasia, solicitando como únicas condiciones la libertad religiosa, y el reconocimiento de la figura de Jarl por parte de la capital Ateniense –les explicó Nachi. Hyoga y Aldebarán miraron a Shaina, quien era la de mayor nivel jerárquico al ser una Generala de Plata, y ella aceptó los términos. Lyfia le entregó entonces a Shaina una daga, y la de Plata usó la misma para perforarse el dedo, y poner su huella-. Está hecho. La paz entre Nórdicos y Griegos puede comenzar.
-Y celebraremos un banquete para formalizarlo todo –agregó Siegfried, sorprendiendo al grupo. Las puertas dobles del Salón de la Hidromiel se abrieron, e inmediatamente entraron varios criados con alimento y bebida, además de música, lo que fue toda una sorpresa para los representantes del Santuario de Atenas-. Adelante, Griegos, disfrútenlo –se burló un poco Siegfried.
-Agradecemos su hospitalidad, Jarl Siegfried –comenzó Hyoga, reusándose a un cuerno de Hidromiel-. Pero ahora que la paz ha sido firmada entre nuestras naciones. Me atrevo a pedirle una solicitud –comenzó Hyoga. Siegfried asintió, esperando la solicitud-. Hay una prisionera de guerra a la cual mi diosa desearía volver a ver –comenzó Hyoga, cuando notó a la persona que le servía de beber- ¿¡Alicia!? –se estremeció Hyoga por la sorpresa de ver a su antigua compañera.
-Por Odín, usted y el Maestro Camus son exactamente iguales. No respetan mi preferencia de nombre. Por favor llámeme Mii –se molestó la joven, que vestía como una criada en el Salón de la Hidromiel-. ¿Me creía muerta, joven Hyoga? –se burló la chica.
-Parte de mí lo creyó así –aceptó el del Cisne-. Si tú vives, podría ser posible que… -se apenó Hyoga, cuando otra criada colocó comida en el plato frente a Hyoga- ¡Natassia! –se alegró el de Cisne, sorprendido de ver a su otra compañera, pero tapándose los ojos inmediatamente.
-Esa misma –se burló Natassia, notando que Nachi y Aldebarán también se cubrían los rostros-. Eso… ya no es necesario. Ahora soy leal a Odín… no por voluntad propia, debo agregar. Era eso o que nos cortaran la cabeza –susurró Natassia.
-Eso es terriblemente preocupante. Pero me alegra tanto que estén vivas –admitió Hyoga, sin poder quitarle la mirada de encima a Natassia, lo que divirtió a Mii, quien mantuvo una mirada coqueta en dirección a su compañera, quien se apenó y desvió la misma-. Pero ahora que sé que han sobrevivido. Mii, tengo algo muy importante que decirte –comenzó Hyoga. Natassia se horrorizó, Mii se estremeció.
-¿No está confundiéndose un poco? Es la otra rubia por quien babeaba mientras entrenábamos –se quejó Mii. Natassia solo se cruzó de brazos, infló sus mejillas, y le dio la espalda al grupo-. Hyoga solo se apenó, pero buscó dentro de su armadura, extrajo una carta, y entregó la misma a Mii, quien tomó la misma, y comenzó a leer-. ¿Una invitación para una boda? No me diga que terminó con la guerra entre Nórdicos y Griegos solo para entregarme una invitación para una boda. ¿Quién se casa que era tan importante terminar una guerra para…? –intentó decir Mii, cuando la revelación llegó a su mente- ¡No puede ser! ¡La mato! –se apenó Mii. Hyoga asintió nerviosamente, el resto de los presentes no supo de lo que ambos estaban hablando- ¡Jarl Siegfried! Si ya no soy prisionera de guerra por la firma de la paz entre Nórdicos y Griegos, tengo una petición –agregó Mii alegremente, confundiendo a Siegfried, quien bebía de su cuenco de hidromiel-. Si no es una molestia. ¿Podría permitirme ausentarme? Tengo que asistir a una boda en París. ¡Ojojojojojojojo! –terminó la Saintia alegremente.
Francia, Paris. 14 de Febrero de 03 N.G.
-De todos los puestos a los que podían asignarme, tenía que ser precisamente Paris… -se quejaba Milo, el Caballero Dorado de Escorpio, sobre el mirador más alto de la Torre Eiffel, una de las pocas estructuras sobrevivientes a la Gran Marejada y a las incursiones de los Lemurianos, y que podía servir como recordatorio del mundo anterior a la inundación.
Cuando la Gran Marejada azotó el, en ese entonces, continente Europeo, las olas fueron tan altas que se tragaron a Portugal, y redujeron a España a un archipiélago de pequeñas islas que pasaron a formar parte de Francia por la devastación que terminó con al menos el 90% del territorio español. Francia hubiera sido tragada también por las olas de no ser por la existencia de Irlanda y del Reino unido, que sirvieron como escudo para Francia, que ahora presumía sus costas más cercanas a la capital. De hecho, los territorios al norte de Francia, desde Brest hasta Ruan, habían sido tragados también por el mar, por lo que la Torre Eiffel ahora servía como un faro para los navegantes que mantenían el comercio naval entre Francia y los restos de Reino Unido, ya en posesión de los Nórdicos. La punta de la torre misma ardía, como un símbolo de esperanza ante las adversidades, según los Franceses, cuando en realidad, tenía por objetivo iluminar la oscuridad de la noche y permitir a los guardias en lo que bien podría ser la atalaya más alta jamás construida, divisar a los invasores Lemurianos.
-¿Paris? Debe ser una broma –el sonido metálico y pesado de las botas reforzadas en oro del recién llegado alertó a los soldados de los alrededores, no así a Milo, quien había sentido el cosmos del recién llegado desde hace tiempo, lo que comenzó a darle a Milo un mal presentimiento-. No pensé que fueras del tipo romántico. Oh todo poderoso General de las Tropas Imperiales de Caballeros Dorados al servicio de la Diosa Athena. Solo por debajo en rango del Patriarca del Santuario -se burló Aioria. Milo no dijo nada, simplemente gruñó para sus adentros- ¿Nostálgico? ¿Pensabas en Camus? –le preguntó el de Leo.
-Nunca supe de qué parte de Francia provenía… me pregunto si su hogar siquiera existe todavía –declaró Milo, observando lo que alguna vez fueron los territorios franceses, que ahora no eran más que mar-. ¿Qué haces aquí, Aioria? Dos Caballeros Dorados no han compartido puesto de vigilancia desde los inicios del nuevo calendario. Me parece incluso más irresponsable que seamos tres… -espetó Milo, malhumorado. Aioria ser rascó la nuca confundido- ¿Y bien? –preguntó el de Escorpio.
-¿Qué clase de pregunta es esa? Sé que no soy tu mejor amigo Camus, pero pensaba que estaba invitado –declaró Aioria, confundido. Milo gruñó para sus adentros nuevamente-. Quiero decir, tú estabas invitado a mi boda… no fuiste claro, pero no soy tan repulsivo como tú. Claro que no iba a perderme tu boda, mal hermano –se fastidió el de Leo.
-Mi boda… ¿verdad? –comentó Milo, aplastando con sus manos el metal de la torre por la molestia, lo que fue una sorpresa para Aioria- ¿Y con quien, si se puede saber, compartiría yo semejante atrocidad de momento? –se defendió el de Escorpio. Aioria retrocedió asustado, pegando espaldas con la estructura, viéndose acorralado. Aioria notó entonces que los soldados que se supone debían montar guardia junto con Milo, ya no estaban. Habían huido por el mal humor del general.
-Pues… con… ¿Saori? –preguntó Aioria inocentemente. Milo lo miró con molestia, y entonces lo hizo a un lado, dejando la estructura de la torre libre, tomando impulso, y estampando su rostro contra la estructura, liberando un sonido de campaneo bastante sonoro, y que forzó a toda la población de Francia a virarse a ver a la torre, confundidos- Espera… ¿¡no lo sabías!? –preguntó Aioria curioso. Milo se viró para verlo, con su frente enrojecida por el tremendo golpe- Ella… lo planeó todo… ¿y tú no te habías dado cuenta? –preguntó el de Leo, sumamente impresionado. Milo solo lo miró con más y más molestia con cada segundo que pasaba, su cuerpo temblaba por la vergüenza y el coraje- ¿Cómo no te diste cuenta? De la nada te asignan a Paris, con la excusa de proteger la Torre Eiffel, en un 14 de Febrero –continuaba el Dorado, Milo ya se cruzaba de brazos y comenzaba a mover su pie de arriba abajo esperando a que Aioria terminara de divertirse a sus expensas, mientras el de Leo sonreía de oreja a oreja, deduciendo todo el plan de Saori-. Típico que eligiera el 14 de Febrero, la fecha de los enamorados. ¿De verdad no lo viste ve…? –preguntaba el burlón, cuando notó a Milo y sus intenciones asesinas- Claro… por supuesto que tú no pensabas a Saori tan infantil como para planear todo esto… en medio de una guerra… -dedujo.
-Fui ordenado por la Matriarca Yoshiko a proteger las fronteras Noroestes de Europa de las incursiones de los Daimones. ¿Pretendes que crea que la Matriarca Yoshiko estaba involucrada en esta tontería? ¿Sabes siquiera lo que pasaría si se llegara a saber el atrevimiento del que estoy por formar parte? ¿Y tú simplemente aceptaste una invitación a la boda de tu diosa? Quien por cierto debe permanecer siempre virgen –recriminó el de Escorpio.
-Bueno… -comenzó Aioria, pensando en la cadena de sucesos, recordando a Saori llegar a su Templo siendo todo risas y alegría, entregándole una carta, y despidiéndose de una forma tan amena, que Aioria simplemente no logró ver el grado de sacrilegio en la invitación de Saori-. Ahora entiendo por qué Lithos me preguntó si estaba seguro de lo que estaba haciendo –comentó él.
-De modo que tu esposa lo sabe también. ¿Cuántos más saben de esto? –se fastidió el de Escorpio, Aioria no supo qué responderle- Más importante. ¿Cómo es que tú y Mu lo están consintiendo? ¡No hay forma de que ese otro cosmos que siento no sea el de Mu! Él simplemente tiene miedo de verme a la cara en este momento –aclaró Milo.
-No creo que Mu te tenga miedo, más bien él es el que está preparando todo para la ceremonia –le comentó Aioria. Milo se quedó boquiabierto por la revelación-. Oye… te entiendo… -comenzó Aioria, tornándose serio, lo que fue una sorpresa para Milo-. Y en otras condiciones, estaría en el grupo que intentaría detenerte. Pero no me parece justo. Cuando mi hermano abolió las leyes contra el sentimentalismo, pensé que estaba demente. Pero si él hubiera muerto, sin dejar un heredero… todo lo que Aioros significó en este mundo, se hubiera perdido. Después me casé, y al poco tiempo Aldebarán siguió mi ejemplo. Shura tiene una amante, es demasiado orgulloso para formalizar, se parece a cierto Escorpio, pero oye, al menos él tiene a alguien. ¿Tú a quien tienes? Estás completamente solo en tu templo, perdiste a Saori cuando fue declarada nuestra diosa, perdiste a Jabu cuando fue requerido en servicio, y perdiste a Kyoko… varias veces… y ahora estás en la tierra de tu difunto mejor amigo. Todo en tu vida son perdidas, Milo. Pensé que habías decidido dejar de perder… -terminó Aioria, confundido.
-Hablas como si no fuera a cumplir mis propias ambiciones –respondió el General Dorado, incorporándose, y mirando al mar nuevamente-. Lo dejaré bien en claro, Aioria. Nadie, ni Dios ni Mortal, va impedirme el lograr mis objetivos –admitió el de Escorpio, sorprendiendo al de Leo-. Simplemente no lo considero el momento oportuno. Ares… se supone que sea yo quien lo enfrente. Nos dio tres años para el inicio de las hostilidades –le recordó él.
-Entonces me sorprende aún menos que Saori haya planeado todo esto –le comentó el de Leo-. Piénsalo… un Escorpio solo puede perder la batalla que le dará la muerte. Y tú le has dicho en reiteradas ocasiones que es segunda ante Athena. Solo basta sumar ambas cosas, para deducir que no planeabas cumplir la promesa que le hiciste –reveló Aioria, Milo se sobresaltó por lo que escuchó-. No soy Camus de Acuario, Milo… pero tampoco soy un tonto. Sé cuándo un hermano mira al abismo, planeando lanzarse al mismo –finalizó el de Leo, mientras el de Escorpio, contempló el abismo debajo de la Torre Eiffel.
Mercados de Artesanías de Paris.
-Parece que la conversación no va como había anticipado –en los Mercados de Paris, Mu, el Caballero Dorado de Aries, viajaba encapuchado para ocultar su identidad, y desprovisto de su Armadura Dorada, misma que llevaba dentro de una caja de madera atada a su espalda. Junto a él iban Kiki y Lithos. El Muviano más joven ya de 10 años de edad, y había dado el estirón. Cargaba todo lo que Lithos, la joven de Cabellera Esmeralda, colocaba en sus manos, mientras leía la lista y pagaba a los mercaderes por pertenencias algo extravagantes, como una corona de plata con zafiros incrustados-. Aunque debería estar prestando más atención al como vacías las arcas del Santuario. Esa corona, no vale su peso en plata –rehusó Mu la compra de la corona en manos de Lithos, arrebatándole el dinero de la misma al mercader, y regresándole la corona a regañadientes.
-Maestro Mu, no vamos a conseguir los artilugios de la lista a tiempo si continúa quejándose de que las cosas no valen el material de lo que están hechas –recriminó Lithos, ignorando las quejas del comerciante, quien enunciaba palabras altisonantes en francés por habérsele caído la venta-. Dudo que haya muchos lugares que vendan coronas maritales griegas. Yo digo que pague lo que le pide el comerciante –insistía Lithos.
-Tu anillo de compromiso, es parte del cadáver de un Dios Olvidado que sobrevivió a la destrucción del universo anterior al nuestro –apuntó Mu a su anillo de compromiso, perturbando un poco a Lithos por la revelación-. Pero si le preguntas a cualquier herrero pusilánime de este mercado de artesanías, te ofrecerá un par de francos. Ellos no tienen ni idea del valor de las cosas –le recordó.
-Euros –corrigió Lithos. Mu no lo comprendió-. La nueva moneda, el Euro –le recordó Lithos, mostrándole una pieza de oro redonda-. Todas las monedas de los territorios que se han aliado al Santuario de Atenas deben usar estas monedas ahora. Es mi responsabilidad como Saintia el asegurarme que todas las monedas aún en circulación, sean francos, libras esterlinas, yenes, no importa la denominación, sean reemplazadas por Euros. Así que, al negarme comprar esta corona de plata con incrustaciones de zafiro, me está negando el normalizar la situación del tesoro de la nación –le recordó Lithos.
-No vas a comprar esa baratija –insistió el Muviano, retirándose. Lithos suspiró, sumamente estresada, y dejando la corona de plata en el puesto de mercado-. Esa aleación no serviría ni como material de remaches para una reparación de emergencia de una Armadura de Plata. Mucho menos voy a colocarla en la cabeza de la Diosa Athena –prosiguió Mu, sumamente molesto.
-El Maestro Mu se toma demasiado enserio su oficio –le susurró Kiki a Lithos, quien ya estaba desesperada de que su lista de compras simplemente no se reducía por las exigencias de Mu-. Aunque entre nosotros dos, la verdad es que está molesto porque no le pidieron organizar el evento con suficiente tiempo. Él hubiera preferido fabricar la corona él mis… -intentó decir Kiki, cuando de un puesto de mercado, una manzana salió disparada del puesto, y terminó cubriendo la boda de Kiki, mientras el mercader buscaba la manzana por todas partes y Lithos colocaba sin ser vista un Euro en su mesa.
-Limítate a buscar un puesto de mercado que mínimamente cuente con los estándares de la forja que la Diosa Athena se merece –fue la frívola respuesta de Mu, mientras Kiki masticaba su manzana, y Lithos sudaba frio por lo que estaba presenciando-. Por esta parte del mercado, al menos los artesanos saben lo que están haciendo. Busquen un… -intentó decir Mu, cuando sintió una sensación extraña en su corazón, mientras miraba en dirección a una figura encapuchada que sostenía en sus manos un anillo de brazo que le mostraba un mercader que vestía como un monje de los Himalaya. La figura que miraba en los puestos de mercado, era una mujer, de esbelta figura, y bastante atractiva. Lithos y Kiki se detuvieron en su andar, miraron a Mu, miraron a la chica, y una mirada de complicidad se les dibujó en el rostro.
-Parece que la primavera se adelantó un mes, ¿no le parece, Maestro Mu? –agregó Kiki con una mirada de picardía. Lithos se cubrió los labios de forma infantil mientras ahogaba una pequeña risita, pero Mu no reaccionó.
-Yuzu… -intentó decir Mu, la chica en los mercados escuchó aquello, se viró a ver a Mu, y solo entonces Kiki logró ver los lunares que la chica ocultaba mayormente con los mechones de cabello que le caían por frente al rostro, sorprendiéndose el pequeño-. ¡Espera…! –enunció Mu, la chica rápidamente notó la caja atada a la espalda de Mu, encontrando entre las aperturas de la misma el color dorado distintivo de una Armadura Dorada, por lo que tomó el anillo y lo utilizó de arma para golpear el rostro de Mu con el mismo, antes de echarse a correr por los mercados pese a las quejas del mercader- ¡Detente! –gritó Mu, y comenzó a correr tras ella, confundiendo a Lithos, quien miró a Mu, después a Kiki, a Mu una vez más, y terminó cuestionando a Kiki con la mirada.
-¿Una Muviana? –preguntó Kiki, sobresaltado. Lithos no comprendió nada, solo sabía que Mu estaba en persecución de aquella chica- Pensé… que el Maestro y yo éramos los últimos de nuestra especie. Se suponía que yo fuera el ultimo Muviano nacido –aseguró el pelirrojo. Lithos no alcanzaba a dimensionar lo que aquello podía llegar a significar.
Mu persiguió a la muchacha por los mercados. En un principio le pareció que podría llegar a atraparla fácilmente. Pero la chica logró escabullirse por los mercados ágilmente, dejando a Mu perplejo, y confundido, como si acabara de ver a un fantasma de su pasado.
Torre Eiffel.
-¿Sentiste eso? –preguntó Milo. La discusión entre él y Aioria no había terminado, pero el cosmos de Mu logró alertar tanto al de Leo como al de Escorpio, quienes miraban en todas direcciones buscando alguna clase de perturbación-. Mu es demasiado cuidadoso con su cosmos. Dudo que lo haya dejado salirse de control por una pequeñez. Ponte alerta –concentró su mirada Milo en el mar, preguntándose si la oscuridad escondería alguna clase de invasión. Aioria por su parte, decidió posar su atención en la ciudad, logrando divisar algo peculiar con el rabillo del ojo.
-Milo –llamó su atención Aioria, Milo se viró para verlo- Capuchas negras en plena noche –apuntó el de Leo. Milo siguió con su mirada al punto donde Aioria apuntaba, y levantó una de sus cejas- No importa por donde lo mires, es sospechoso –los individuos a los que Aioria apuntaba eran tres, uno frente al otro par, quienes le servían como escoltas-. Las armaduras de los Lemurianos son anaranjadas o escarlatas. Si tuviera que ocultarlas utilizaría capuchas negras por la noche –concluyó Aioria.
-No siento un cosmos en ellos. Pero vale la pena investigarlo -agregó Milo-. Los mares del noroeste están sitiados por la Alianza Nórdica. No me sorprendería que esos Vikingos hayan dejado pasar algún navío Lemuriano siempre y cuando no ondeara la bandera de Atenas -Milo saltó en dirección a la ciudad, aterrizando con violencia sobre el suelo, y corrió en dirección a las capuchas negras, Aioria saltó tras él-. Yo me encargo del líder. Tú diviértete con sus escoltas –agregó Milo de forma arrogante, mientras Aioria le seguía el paso.
-El que se supone que lidie con los esbirros es Mu. Eres un egoísta –se quejó Aioria. Milo solo sonrió de forma arrogante-. Supongo que cualquier cosa que pueda distraerte de tu boda bien lo vale –se susurró a sí mismo Aioria, mientras el par de Caballeros Dorados llegaba ante los capuchas negras, quienes se viraron cuando escucharon los pasos metálicos- ¡Alto allí! ¡Identifíquense! –ordenó Aioria.
-Aquí está tu identificación, caballerito de Athena –habló la que aparentemente era la líder de los capuchas negras, reuniendo una fuerza de cosmos, con una luz tan intensa que aterró a los pobladores de los mercados, quienes alcanzaron a quitarse del camino mientras la figura encapuchada lanzaba una ráfaga de luz en contra de Aioria y Milo, quienes fueron cegados momentáneamente por aquella ráfaga, mientras la figura encapuchada sonreía con malicia-. Los dejo en sus manos –se burló la mujer, quien entonces se retiró a gran velocidad, dejando a sus escoltas detrás e intercambiando miradas de curiosidad.
-Engreída la invasora si piensa que una simple ráfaga de luz puede conmigo –enunció Milo, sus ojos brillando escarlatas, y paralizando al otro par de capuchas negras- ¡Restricción! –enunció, antes de correr por en medio de ambos-. ¡Todos tuyos, Aioria! –terminó Milo, en persecución de la que se había escapado.
-¡Sentirán la fuerza de mis colmillos! –se lanzó Aioria con ambos brazos extendidos, atrapando los cuellos de cada uno de los capuchas negras, y estampándolos a ambos en el suelo, donde quedaron enterrados en un par de cráteres- No me parecieron tan fuertes –se limpió las manos Aioria con orgullo por su proeza, cuando una de las figuras lanzó un destello de cosmos en la forma de un cometa, que Aioria intentó evadir, pero que le tumbó el casco de su Armadura Dorada-. Eso fue rápido –se sorprendió Aioria. La figura en el suelo se alzó y lanzó una patada, misma que Aioria vio venir y que cubrió con sus brazos en cruz, aunque de todas formas fue lanzado hacia atrás por la potente patada- Vaya que eres fuerte. Pero yo lo soy más. ¡Plasma Re…! –intentó decir Aioria, cuando una cadena se enredó en su brazo- Oye, espera tu turno. Momento, conozco esta cadena… ¿Shun? –preguntó Aioria, mirando al de la capucha negra que continuaba en el suelo, y que tocía mientras se sujetaba del cuello- Entonces tú eres… -lo miró Aioria con molestia, mientras el encapuchado de la patada se quitaba la misma, y se revelaba.
-Así es, yo soy Seiya. El único e inigualable Caballero de Pegaso –se apuntó a sí mismo Seiya con su pulgar, antes de ser impactado con fuerza por Aioria, quien le dio un tremendo coscorrón- ¡Dolió! ¿¡Por qué hiciste eso!? –se fastidió Seiya.
-¡Pude haberlos matado, cabezas huecas! –se quejaba Aioria, quien entonces se viró a ver al de Andrómeda, quien sonreía un tanto intranquilo- De no ser por Shun, te fulmino con mi Plasma Relámpago. Esto no es un juego Seiya, pudimos haberlos… oh no… dime que Milo no está por dejar como colador a quien creo que nos atacó. Debí sospecharlo cuando recibimos ese ataque de luz –se fastidió el de Leo.
-Lamentamos mucho la confusión, señor Aioria –se disculpó Shun-. Nosotros solo recibimos instrucciones. El Caballero Dorado, Afrodita de Piscis, fue quien nos pidió específicamente el acompañar a la Diosa Athena en una misión encubierta. Se suponía que la defendiéramos incluso de ser descubierta por otros Caballeros Dorados –le aseguró Shun.
-¿Afrodita? –cuestionó Aioria- Bueno, supongo que de alguna manera Saori necesitaba escabullirse del Santuario para asistir a su propia boda. Pero no me esperaba que utilizara a un par de Caballeros de Bronce para esto –se dijo a sí mismo Aioria.
-¿Boda? –preguntó Seiya. Shun parpadeó un par de veces por lo que había escuchado- ¿De qué hablas, Aioria? A nosotros solo nos pidieron servir de escoltas. ¿Quién se casa? No quiero perder el tiempo asistiendo a una estúpida boda, son muy aburridas –declaró Seiya, Aioria comenzó a sudar frio por lo que estaba escuchando.
Más adelante, sin embargo, la figura encapuchada se las había arreglado para mantener una distancia razonable entre ella y el Caballero de Escorpio, mientras mantenía una sonrisa divertida dibujada en sus labios. El de Escorpio, por su parte, comenzaba a fastidiarse.
-¡Maldición! ¿Cómo puedes ser tan rápida? ¡Yo soy uno de los Caballeros Dorados más rápidos del Santuario! -la última de las capuchas negras entonces dio un salto, sorprendiendo a los pobladores Franceses, quienes observaron a la mujer comenzar a correr por los tejados de las casas, continuando con más saltos, ganando distancia mientras saltaba de casa en casa evadiendo al Caballero de Escorpio, mientras la risa de la joven debajo de la capucha negra rodeaba las calles de Paris- ¿Te estas burlando de mí? –preguntó Milo molesto, la figura a lo lejos lanzó un beso de forma coqueta- Se está burlando de mí. Puede que no sea capaz de sentir tu cosmos, pero te aseguro que no estás a mi nivel –saltó Milo, aterrizando en los tejados justo del otro lado de la calle por la cual la mujer corría.
-Aprendí a ocultar mi cosmos de un maestro muy poderoso. Y aprendí de él a concentrarlo en mis pies para mayor velocidad –explicó la chica, saltando un mayor número de casas al impulsarse con su cosmos, con la luna como testigo de la persecución por las calles de Paris de fondo. Milo la siguió cada vez más de cerca pese a los intentos de la chica de escabullirse, pero sin importar cuanto acelerara el de Escorpio, la mujer saltaba en direcciones distintas, más interesada en jugar a un juego del gato y el ratón, que en escapar del Caballero Dorado-. No tienes oportunidad de alcanzarme. Aunque no sientas mi cosmos, te aseguro que es más grande que el tuyo. No puedes detenerme, le arrancaré la cabeza a tu querida Diosa Athena a quien tanto amas si te mueves tan lento –se burló la mujer.
-Esto ha sido divertido. Pero, aunque tú creas que esto es un juego, no lo es, y me he cansado de tus burlas -Milo elevó su cosmos, y corrió por las calles a mayor velocidad, desapareciendo de la vista de la mujer, mientras Milo recorría las calles calculando la trayectoria de la huida de la chica de la capucha, saltando tras llegar a un callejón, y sorprendiendo a la mujer cuando notó a Milo frente a ella, y que ella había terminado por saltar en su dirección-. Ya te tengo… -exclamó el de Escorpio sombríamente. Por la sorpresa, la mujer de la capucha reunió una fuerza de cosmos en su mano para repelerlo, imprimiendo demasiada fuerza, al menos más de la que Milo se había esperado, y lanzando al Caballero de Escorpio por los interiores de varias de las casas, perforando con su cuerpo al menos unas seis, hasta que Milo terminó por estrellarse en un callejón donde habían dejado algo de ropa a tender, misma que le cayó encima al Caballero de Escorpio.
-Ay Cronos… creo que me pasé un poco… -se detuvo la chica, su ceja temblándole nerviosamente, mientras veía la devastación causada por su cosmos saliéndose de control, y a Milo de Escorpio incorporándose, logrando ver incluso sus ojos escarlatas a través de los agujeros que había dejado con su cuerpo marcados en todas esas casas-. Creo que se terminó el juego –tragó saliva la chica con fuerza, mientras Milo daba un salto de cosmos, pasando por los agujeros de las casas en su regreso hasta donde había sido lanzado, escandalizando a la chica, que se defendió con una barrera de cosmos dorado, que repelió la patada de Milo, que rugió con la fuerza de Drakon de Margarites-. ¡Te estás pasando un poco! ¿No crees? –preguntó la chica.
-¿Crees que estoy jugando, mocosa? ¡Asesino de Dragones! –pateó Milo con fuerza, destruyendo la barrera protectora de la chica, quien exclamó escandalizada, y comenzó a correr lejos de Milo- ¡No escaparas! ¡Aguja Escarlata! –lazó Milo pese a la distancia, la chica inmediatamente materializó un báculo en sus manos, y golpeó la aguja de Milo, que fue lanzada al cielo, donde estalló carmesí, llamando la atención de los pobladores de Francia nuevamente, quienes miraron al cielo, mientras una figura masculina envuelta en una capucha negra sonreía divertido de lo que comenzaba a sentir en su dominio- ¿Repelió la Aguja Escarlata? –se fastidió Milo, mirando a la chica a la distancia, quien se dio cuenta de lo que acababa de hacer y rápidamente disipó el báculo, que Milo no alcanzó a ver- ¿Quién Espectros eres? –preguntó Milo.
-¡Oye! ¡Ese es un insulto demasiado grosero! –se quejó la chica, notando entonces que Milo desaparecía de su vista, y que de pronto su cabello debajo de la capucha negra era empujado por el viento, aunque realmente lo que empujó su cabello fue la velocidad con la que Milo apareció detrás de ella, y le apuntaba con la Aguja Escarlata a quemarropa tras la nuca- Me pasé, ya sé que me pasé. Me rindo, acepto mi derrota –alzó los brazos la chica. Milo la tomó de la capucha, y la desenmascaró, quedando frente a frente con los ojos color de zafiro de una traviesa Diosa Athena- Sorpresa… -le sonrió Saori, antes de que sus mejillas fueran estiradas con fuerza por un muy molesto Milo de Escorpio.
-¿En qué estabas pensando? ¡Pude haberte matado! –se quejó el de Escorpio, soltando las mejillas de Saori, quien se frotó las mismas con algunas lágrimas traicioneras cayéndole del rostro- Tu falta de prudencia al hacerle una broma tan ridícula al que asesinó a Hyperión de Taiken, a quien venció al Dragón de Perla, Margarites Drakon, y se dio de golpes contra Cronis, Eris y Ares, me parece peculiarmente estúpida, y lo digo con todo respeto, Diosa Athena –agregó el de Escorpio.
-¡Mo! ¡Ni una sola palabra de admiración por el hecho de que, siendo la Diosa Athena, logré ocultar perfectamente mi cosmos incluso bajo las narices del perceptivo Caballero Dorado de Escorpio! –continuó Saori mientras se frotaba sus mejillas.
-¡Destruiste seis casas de inocentes con tu pequeña broma! ¡Pude haber caído sobre alguien y acabado con su vida! ¿¡Cuando es que vas a madurar!? –recriminó el de Escorpio. Saori tan solo infló sus mejillas intentando tragarse las ganas de devolverle los gritos al de Escorpio, quien suspiró contrariado por dejarse perder el control, cargó a la diosa como si de una princesa se tratase, sin que Saori lo hubiera visto venir además, y saltó con ella en brazos hasta unos callejones apartados, donde dejó a la diosa gentilmente en el suelo- Vas a pagar las reparaciones de esas casas –le ordenó Milo.
-No es necesario, es el barrio viejo. Nadie vive allí más que mendigos y borrachos. Será demolido en unos días –le explicó Saori. Milo la miró con molestia por sus palabras-. No es que no tengas razón con lo que dijiste de que pudiste haber aplastado a alguien por mi imprudencia. Siempre tienes la razón de todas formas –agregó Saori algo deprimida. El comentario molestó a Milo, quien suspiró, intentando calmarse-. No me agrada cuando haces eso –bajó la cabeza Saori.
-No estoy tratando de tener la razón en nada –le comentó Milo, aunque Saori negaba mirarlo directamente, tratando de escapar de la reprimenda-. Saori, estamos en guerra. No deberías actuar tan imprudentemente. Pude haberte perforado con mis agujas –insistió Milo. Saori continuó evadiendo el contacto visual- ¿A qué has venido? –preguntó sombríamente, lo que molestó a Saori.
-Sabes a qué he venido. Has evadido el tema por suficiente tiempo –le recriminó Saori. Esta vez fue Milo quien no se atrevió a verla al rostro-. ¿Necesitas un recordatorio? Porque a mí me parece que no te ha quedado lo suficientemente claro. Soy Saori Kido, y soy tu prometida –declaró ella de forma burlesca.
-Eres Athena –le recordó el de Escorpio, intentó retirarse, pero fuera de los callejones, las autoridades locales continuaban buscando al Caballero de Escorpio, y a la capucha negra que aparentemente ya era una criminal buscada por toda Francia-. Parece que llamamos demasiado la atención de los locales –se quejó él.
-Entonces quítate la armadura por una vez en tu vida, y sal conmigo, no como una diosa y su Caballero Dorado más querido, pero como un hombre con su, después de esta noche, esposa bajo las leyes de Deméter –le pidió Saori. Milo atinó en apenarse un poco-. Milo, no todo en la vida es guerra, por más extraño que se escuche de labios de la Diosa de la Sabiduría en la Guerra. Ahora, compláceme. Jamás hemos salido en una cita, y estamos a muy poco de ser esposos –continuó ella, entusiasmada, demasiado entusiasmada.
-No recuerdo haber accedido a que fuera, precisamente hoy, el día prometido –le espetó el de Escorpio, lo que no fue del agrado de Saori-. Tengo cosas de las cuales preocuparme. ¿Qué hace hoy tan importante para que se celebre nuestro compromiso? –le preguntó él.
-Es San Valentín. ¿No te parece romántico? San Valentín y Paris, una Diosa y un Mortal, el romance prohibido perfecto, en la noche perfecta –le preguntó Saori. Milo solo la miró con molestia.
-Me temo que se equivoca de prometido si busca romance conmigo, Diosa Athena. Con su permiso –intentó retirarse el de Escorpio, cuando Saori lo tomó de su capa, y elevó su cosmos alrededor de la misma, impidiéndole retirarse-. Sabes que puedo liberarme… -comentó el de Escorpio. Saori no dijo nada, simplemente se mantuvo firme-. En el nombre de tu abuelo. No entiendo cómo es que me metí en este embrollo –se fastidió Milo, pero de todas formas elevó su cosmos para desprenderse de su Armadura Dorada, revelando su traje de entrenamiento, el cual le dejaba el pecho al descubierto, ruborizando a Saori, quien no podía dejar de mirar el pecho del de Escorpio, mientras este enviaba a la Armadura de Escorpio a la cima de la Torre Eiffel-. ¿Feliz? –preguntó el de Escorpio, notando que Saori se perdía en su mirada.
-Más de lo que debería -aclaró Saori, que se quitó la capucha y se la entregó a Milo-. No vayas con el pecho descubierto a todos lados -debajo de la capucha, Saori usaba prendas comunes, muy probablemente para esconder su identidad, lo que no le era fácil gracias al color de su cabellera.
-Te has convertido en toda una mujer, pero aún tienes solo 16 años. No deberías tener ideas indecentes –la reprendió Milo. Saori entonces le dirigió una mirada llena de incredulidad ante sus palabras-. ¿Qué? –preguntó el de Escorpio.
-¿Ahora vas a decirme que jamás has tenido pensamientos indecentes? –comenzó Saori. Milo movió su cabeza en negación- Mentiroso –susurró ella. Milo tan solo volvió a cubrirla con la capucha, dirigiéndose a un tendedero cercano, y tomando una prenda, una camisa de franela de un verde que iba a juego con el de su pantalón. Por las molestias que seguramente estaba causando al dueño de la prenda, Milo colocó algunas monedas de oro en un pantalón del tendedero. Tras virarse, Milo notó la mirada de molestia de Saori, misma que él intuyó que se debía al hurto de la túnica en el tendedero-. No estoy robando si estoy pagando por lo que estoy tomando –se defendió Milo de las miradas de Saori.
-Ni tampoco se llama acoso si eres cercano con quien es tu prometida -Saori se acercó a Milo, lo abrazó, y le plantó un beso en su mejilla, mismo que sobresaltó al de Escorpio, quien intentó retraerse, pero Saori le abrazó el brazo con firmeza-. ¿Qué te importa cuántos años tenga? Nova Gea es un mundo libre de las reglas impuestas por los regentes anteriores. Las reglas ahora son un poco más… flexibles… yo las escribí después de todo. Si se lo hubiera dejado a la Matriarca Yoshiko, seguro que serían tiempos oscuros de leyes rigurosas y sin sentido común. Y que Phoibe me perdone por esas palabras, pero pienso que las reglas fueron mejor escritas por mí –se enorgulleció la diosa.
-No significa que la Matriarca esté de acuerdo con ellas. Ni los otros gobernantes de Eurasia que se han sometido no tan voluntariamente, al régimen Ateniense –le recriminó Milo. Saori se molestó, le soltó el brazo, y se cruzó los suyos-. Eres solo una niña. Y accedí a esta ceremonia de matrimonio únicamente porque… no tengo ni idea del porque accedí -se quejó Milo.
-Porque perdiste a Kyoko… -le recordó Saori. Milo cerró sus manos en puños por el recuerdo-. Ambos la perdimos… y perdimos también a Camus. Pero no tenemos por qué perdernos el uno al otro –le pidió ella, colocando su mano contra las de Milo, acariciando las mismas, tranquilizándolo, y logrando entrelazar sus dedos con los de Milo-. Sé que es muy difícil para ti aceptar esto… pero… ¿no puedes intentar ser un poco egoísta? Prometiste que a mi mayoría de edad nos casaríamos –le recordó ella.
-Antes de que aprovecharas el estado del mundo y movieras la mayoría de edad a 16, bajo la excusa de restaurar el índice de natalidad –se molestó el de Escorpio. Saori nuevamente desvió la mirada fingiendo demencia-. No puedes cambiar las reglas a tu entera conveniencia. Necesitas ser más responsable –aseguró el de Escorpio.
-Todos siempre intentan decirme qué puedo y qué no puedo hacer –se molestó Saori-. A riesgo de sonar tirana, todos parecen olvidar que aquí la diosa soy yo. Sé lo que estoy haciendo, sé por qué lo estoy haciendo. ¿Lo sabes tú? –preguntó ella curiosa.
-Esto no se trata de que seas o no seas una diosa… no, espera. Se trata precisamente de que eres una diosa –recriminó Milo-. Eres una diosa, lo que deseas está estrictamente prohibido. Y Zeus me fulminará por mi atrevimiento. Soy un Mortal… no estoy a tu nivel, estoy por debajo de ti –le recordó el de Escorpio.
-Parece que solo estás por debajo de los Dioses cuando te conviene. Y cuando no, te empeñas en recordarles a todos, de forma bastante arrogante además, todo eso de: «asesiné a Hyperión de Taiken, vencí al Dragón de Perla, Drakon de Margarites» -arremedó Saori, molestando a Milo-. «Me di de golpes con Cronos, con Eris, con Ares. Pero no tengo el valor de desposar a la Diosa Athena porque le tengo miedo al compromiso» -terminó la diosa de forma burlesca. Milo la miró en señal de desafío-. Y si tanto te preocupa mi padre, Zeus, quien además te recuerdo que no se ha hecho cargo de mí en ninguna de mis encarnaciones. Pues que baje del cielo y me lo niegue frente a frente –desafió Saori. Milo se sorprendió de ese comentario-. Soy la diosa regente en la tierra, y si Zeus quiere negarme mi derecho solo puede hacerlo en el cielo –el de Escorpio agudizó el oído, intentando escuchar los relámpagos de Zeus, pero estos nunca llegaron-. Milo. A pesar de mis palabras, he madurado. Ya no soy la niñita que lloraría por cualquier cosa. Soy una mujer. Y como mujer, tengo y exijo intereses distintos. Sabes que eres más que solo mi Maestro. Eres más que mi Caballero Dorado favorito. Y yo sé que soy más que solo una diosa para ti -Milo bajó la guardia por unos instantes, pero rápidamente subió nuevamente sus barreras y se alejó de ella-. Lo sabía… le tienes miedo al compromiso –susurró la diosa, aunque Milo logró escucharla.
-Saori, si todo el Santuario se entera de esto, me van a echar del mismo –le explicó Milo. Saori tan solo mantuvo una mirada apagada, como si todo lo que decía Milo no fueran más que excusas para esconder su miedo, que le era más que aparente-. Peor aún, me exigirán la cabeza. ¿Quién además de Mu y Aioria lo saben? –le preguntó nerviosamente.
-Por Zeus, Milo. Ya te dije que soy una diosa, y lo que yo exija debe hacerse. No me gusta abusar de mi poder, pero yo me aseguraré de que esto sea posible -Milo comenzó a sudar en frio. Por la negativa de Saori, intuía que ya medio Santuario sabía sobre su compromiso-. Se lo confié a Hyoga… de hecho lo envié en una misión para decírselo a alguien más. Pero ellos son los únicos que lo saben. Ni Shun ni Seiya que son mis escoltas lo saben. Afrodita sabe que vine a verte, es quien me está cubriendo ante la Matriarca, pero no tiene ni idea del por qué he venido. Ni siquiera se lo dije a Jabu. Y va a estar furioso cuando se entere. Pero se lo merece, el muy obstinado, igual que cierto Escorpio que tengo enfrente, se niega a tratarme como a una humana, y se empeña en ver a la diosa. Puedo ser una diosa autoritaria. Podría darte la orden y no podrías negarte –le recordó Saori, lo que molestó a Milo.
-Como hiciste la vez del beso, ¿verdad? –le recordó Milo, Saori nuevamente hizo una mueca sintiéndose acorralada por el de Escorpio- Sé perfectamente que, si me lo pidieras, me daría la orden y no podría negarme. Pero déjame adelantarte algo, y no quiero que lo olvides. Si me encapricho en algo, lo obtendré sin importar quien quiera negarme mis deseos. Pero parece que lo que te empeñas en olvidar, es que Athena es una Diosa Virgen por una razón -Saori se sonrojó de escuchar eso último, e incluso dio unos pasos hacia atrás de la vergüenza. Milo, al notar aquella reacción, se fastidió nuevamente-. Desde la antigüedad, Atenea siempre ha querido a todos por igual. Nadie recibe un trato especial. El amor de Athena da esperanza, y su amor siempre es igual para todos. Nadie debe beneficiarse del amor de Athena. No merezco esta predilección. Athena no puede tener favoritos -se defendió él.
-Ambos sabemos que eso no es cierto… -le recordó Saori-. Tideo, Diomedes, Odiseo, Heracles, Jasón, Aquiles. Todos ellos fueron los Favoritos de Athena alguna vez. No se casaron con ella, pero Athena siempre ha tenido favoritismo por ciertos guerreros -enumeró Saori con determinación. Milo comprendió que la diosa había analizado correctamente los argumentos para salirse con la suya-. En algún punto intermedio, seguramente por prohibición de algún Patriarca tirano como Yoshiko, se inventó la regla de que Athena debía amar a todos sus caballeros por igual. Pero Milo, si yo creyera en todo lo que está escrito en los pergaminos del Templo del Patriarca, no serías tú quien permanece siempre a mi lado como mi caballero favorito actual. Sería el Caballero de Pegaso -Milo miró a Saori contrariado-. Oh sí, señor de Escorpio, leí todos los mitos de la biblioteca del Santuario. Sé cada detalle de favoritismo que existe de mis encarnaciones anteriores hacia otros caballeros, entre los cuales destacan los Caballeros de Escorpio que no son ajenos a la afección a su diosa, así como las Diosas anteriores han estado ligadas de alguna forma, aunque no romántica, a Pegaso -finalizó ella.
-Me considero mejor parecido que Pegaso –desafió Milo. Saori sonrió y se cubrió los labios por los celos de los que era capaz Milo-. Sabía que tenías mal gusto. Pero, ¿Pegaso? Trata de aspirar más alto que eso –sentenció él.
-Lo hago –agregó ella dulcemente, tomando las manos de Milo, y acariciando las mismas-. Lo estoy haciendo. Estoy aspirando a la felicidad… y a compartirlo con la persona que amo-. Le recordó ella. Por vez primera en toda la conversación, Milo se ruborizó, sus defensas demolidas por la ternura de la que Saori era capaz-. Milo… esto es Nova Gea… y no pienso esperar por siempre. Athena no puede ser una Diosa Virgen por la eternidad. El Ciclo Infinito algún día se tiene que terminar. ¿Por qué no puedo ser yo la Diosa Athena egoísta que rompa el mismo? No sería la única diosa que se ha unido sentimentalmente a un Mortal. Me gustaría que fueras ese Mortal por el cual podría romper el ciclo –le aseguró ella. Milo comenzó a incomodarse por la conversación, pero se dio cuenta de que no le quedaban más argumentos.
-Tal parece que esta es una batalla que no me dejarás ganar -suspiró Milo en descontento, y Saori lo negó con la cabeza, siendo determinada en el tema-. Si debo pelear contra los Caballeros Dorados restantes entonces los enfrentaré. Si Zeus baja del cielo a castigarme lo derrotaré. Mientras ese sea el deseo de Saori, lo daré todo por cumplirlo -Saori se sonrojó y asintió con delicadeza-. Eres una manipuladora. Al Hades con Pegaso. Yo seré el único protector de mi querida Saori -y por fin Milo tomó la iniciativa, colocándose frente a Saori, quien por vez primera se sintió intimidada por él-. Nadie jamás te lastimará. Yo soy tu protector. Y si a Pegaso le molesta pues que venga y me lo diga a la cara -Saori sonrió, aunque no se percató de que, cuando Milo se deshacía de todo sentido común, se tornaba agresivo, y demandante. Sin previo aviso, silenció a Saori con sus labios. El beso fue tan repentino que la diosa no tuvo siquiera la oportunidad de cerrar sus ojos para prepararse y disfrutar del mismo, pero no tardó en regresar el beso, disfrutando de aquello de lo cual Milo la había privado por tanto tiempo. Saori presionó aún más el beso al abrazarse del cuello de Milo, el de Escorpio estaba tan fuera de sí en esos momentos, que se aprovechó y levantó a Saori, jalándola más cerca de sí. Ambos comenzaban a perder el control, cuando escucharon de pronto una tremenda sacudida, que asustó a Saori, quien se ocultó detrás de Milo preocupada.
-¿¡Qué te pasa!? –escuchó Milo, molestándose por escuchar la voz de Seiya, pero comenzando a comprender lo que había ocurrido, mientras veía una capa blanca por la esquina y un guantelete dorado, sacudiéndose, como intentando llamar la atención de Milo- ¿Por qué me estampaste de rostro contra la pared? ¿A qué juegas Aioria? –se quejó el de Pegaso. Milo entonces tomó a Saori, y jaló de ella ocultándose tras unas cajas.
-Lo lamento Seiya… yo… vi a una rata muy desagradable dentro del callejón, y el verla me repugnó bastante –agregó Aioria sombríamente, Milo se molestó por ser llamado una rata, pero al mismo tiempo comprendió que Aioria había lastimado a Seiya para evitar que fuera descubierto besando a la Diosa Athena.
-¿Una rata? ¿Desde cuándo el poderoso Caballero de Leo le tiene miedo a una rata? –se quejó Seiya, encarando a Aioria con molestia, quien comenzaba a sudar frio. Seiya no entendía lo que estaba pasando, Shun por otra parte, comenzó a analizar las palabras de Aioria, sumado a lo que el de Leo había mencionado anteriormente sobre una boda, y comenzó a comprender lo que estaba ocurriendo al ver la ceja de Aioria que temblaba con molestia.
-Las ratas transmiten enfermedades muy peligrosas, Seiya –comenzó Shun, llamando la atención del de Pegaso-. Hay que tenerles respeto a las ratas y darles algo de espacio. De verdad yo no me sentiría nada cómodo topándome con una –aseguró el de Andrómeda. Milo se sentía cada vez más molesto por la situación-. Mejor buscamos a Saori por este lado. Muy seguramente a Saori jamás la verías cerca de una rata –Saori se burló un poco, Milo la miró con desprecio por aquello.
-Es solo una rata. Pero como parece que soy el único aquí que parece comprenderlo, vamos por este lado –se quejó del de Pegaso, adelantándose mientras refunfuñaba-. Lanzarme a una pared por una rata insignificante… -se fastidió el de Pegaso. Aioria suspiró aliviado, y de pronto tuvo una idea, por lo que interrumpió la marcha de Seiya.
-Por cierto, Seiya. ¿Sabías que Zeus fue quien obligó a Athena a hacer su juramento de virginidad? –comentó Aioria, ganándose la atención de Saori, y molestando a Milo, quien gruñó para sus adentros-. ¿Acaso no te parece egoísta, que alguien como Zeus, que en el mito se acostaba con todo lo que le pusieran enfrente, le prohíba a alguien el romper su virginidad? Yo pienso… que un padre no puede exigir allí donde él ha irrespetado. ¿Tú qué opinas, Seiya? –le preguntó el de Leo. Seiya pensó al respecto.
-No entiendo por qué estamos hablando de la virginidad de Athena –se fastidió el de Pegaso. A Aioria le tembló una ceja en señal de descontento-. Pero yo opino, que todas esas tonterías de mantener la virginidad o castidad de uno, son ridiculeces. Negarle eso a los Dioses, me parece aún más ridículo. ¿Por qué un Mortal podría hacer algo que se le es negado a un Dios? ¿Por qué me preguntas eso? Estás casado, no me digas que tú… -comenzó a burlarse Seiya, cuando recibió de Aioria un coscorrón- ¡Ese me dolió! –recriminó el de Pegaso.
-Gracias por tu valiosa aportación en el tema, Pegaso –agregó Aioria con una vena saltada en su frente-. Busquemos a Saori en las cercanías de la Torre Eiffel. Ella sabe que ese es un puesto de vigilancia, seguro fue en esa dirección –aseguró el de Leo, aunque rugió un poco en dirección al callejón, como alguna clase de amenaza para Milo.
-Gracias, Aioria -susurró Saori con alegría, y de improviso se viró para ver a Milo-. Ven conmigo. Tengamos una cita -y sin darse a esperar a la respuesta de Milo, la diosa tiró de él y lo obligó a seguirla mientras se colocaba la capucha para evitar que los Nova Geanenses descubrieran su identidad, y así poder pasar algo de tiempo con Milo-. Por cierto, no me has felicitado –se burló un poco Saori, divertida.
-Ya lo sé… no pensé que fuera necesario. Ni siquiera planeaba celebrarlo -Saori le pisó el pie a Milo, que apenas y lo sintió, pero entendió la directa de Saori-. Feliz día de San Valentín… Saori Kido… ¿ya estas feliz? –Saori tan solo miró a Milo con algo de desprecio- ¿Ahora qué? Es una celebración en honor a un Santo de la religión católica. ¿Yo por qué iba a celebrar el San Valentín? Soy Griego Pagano –le recordó.
-En mi nombre, dame fuerzas –se fastidió Saori, pero siguió caminando abrazada del brazo de Milo-. ¿Se necesita de una Guerra Santa para que me tomes enserio? Ya sé que te cuesta expresarte, pero, por Zeus -Milo tan solo suspiró, contrariado, y Saori comenzó a molestarse por ese gesto-. En verdad eres descorazonado –espetó ella molesta.
-Saori. He matado a Dioses por ti. Después de eso, ¿qué otra prueba de amor incondicional podría darte? –tristemente, Saori comprendió la comparativa- Pero siempre encuentras una forma de derribar mis defensas –admitió Milo, tomando a Saori de su cintura, y jalándola aún más cerca de él, lo que para Saori al menos, resultó ser un gesto bastante fuera de lo común, y dibujó en ella una sonrisa. No entiendo cómo es que puedes siquiera considerar a alguien como yo como digno de tu admiración. Pero yo… ya no puedo imaginar mi vida sin que tú aparezcas en el centro. No soy alegre, no soy interesante. Solo sirvo para las batallas, para cazar a mis enemigos y matarlos. Yo… no me considero material de esposo –admitió él. Pero, aunque Milo estuviera conversando con ella de una forma tan depresiva, Saori disfrutaba de que al menos estuviera siendo sincero-. Estoy obsesionado con tu sonrisa –comentó Milo, tomando a Saori de la barbilla, y alzándole la misma para verla a los ojos, lo que interrumpió su camino-. Tragedia tras tragedia, cada una peor que la anterior, yo me vuelvo más y más amargado. Pero tú… en lugar de debilitarte y ser consumida por la tristeza, te mantienes firme, fuerte… alegre. Incluso comenzaste a sonreír más. Y tu calidez logró reunir a los pueblos de Europa bajo un solo estandarte -Saori se ruborizó un poco, e intentó ganar un poco de autocontrol nuevamente.
-¿No has pensado que probablemente sonrío más de la cuenta porque el frívolo de mi novio rara vez lo hace? Eres tan frio que necesito sonreír para que la gente sepa que no estás conmigo solo por obligación divina -agregó Saori con una sonrisa, y entonces tomó una manzana de un puesto de frutas y colocó una moneda de oro en la mesa.
-Esa era una moneda de 50 Euros. Las manzanas apenas y valen un Céntimo -pero Saori mordió su manzana despreocupadamente-. Desperdicias el dinero del Santuario -Saori lo ignoró-. Saori… hacer favores anónimos no te llevará a que los Nova Geanenses te alaben –le recordó el de Escorpio.
-No busco alabanzas, Milo… quiero a todos y a cada uno de los Nova Geanenses de igual forma… pero solo uno es dueño de mi corazón -Milo se sonrojó, lo que causó el regocijo de su diosa-. Y después de hoy será oficial, lo prometiste, que cuando tuviera 16 nos casaríamos –le recordó ella.
-Yo dije que cuando cumplieras la mayoría de edad. Además, no viviremos juntos, pero será un ancla muy pesada que cargar el vivir con el conocimiento de estar casado con la Diosa Athena –Saori, ya desesperada, se abofeteó la frente por que más tardaba Milo en desmoronar sus defensas, que en volver a levantarlas, razón por la cual la Diosa se desesperó.
-¡Ya basta! -enfureció ella, al borde de las lágrimas- ¡Si no quieres casarte conmigo entonces se franco y dímelo de una buena vez! -recriminó Saori. Milo se puso a la defensiva y retrocedió un par de pasos- No soy una niñita, Milo. Se honesto. ¿Crees que soy muy joven para comprometerme? O es que solo cumples mis caprichos por ser una diosa. Para eso tengo a mis sirvientes -los Nova Geanenses se viraron a ver el escándalo en medio de los mercados, y tras ver el color del cabello de la diosa, no tardaron en darse cuenta de quien caminaba por los mercados en esos momentos. Algunos de los Franceses se mostraron sorprendidos, otros se mostraron horrorizados, otros molestos, culpando a la Diosa Athena por todo lo que le había ocurrido al mundo. Milo notó la multitud de opiniones de los presentes, pero no podía concentrarse más que en ver a la furiosa de su diosa a los ojos-. ¿Y bien? ¿Exactamente qué es lo que tengo de malo? Ya establecí que las reglas impuestas por Zeus no me importan. ¿Qué es lo que te detiene? ¿Acaso… en realidad no me amas? –entristeció ella, acorralando al de Escorpio.
-Saori, no lo entiendes… es solo que… bueno… verás -pero entonces una explosión se escuchó en los territorios cercanos a la Torre Eiffel, llamando la atención de los presentes, y espantando a los Franceses, quienes comenzaron a correr lejos de la explosión-. Benditos sean los Daimones y los Lemurianos. Podría abrazar a Deimos -agregó Milo. Saori se molestó al escuchar eso ultimo-. Continuaremos con esta conversación… -intentó decir, pero Milo se detuvo al ver la cara de ira de Saori.
-¡En el altar! ¡Y espero que seas sincero entonces! –le apuntó ella al rostro tras darle el ultimátum, mientras caminaba enfurecida por los puestos de mercado, y soltaba una bolsa repleta de Euros sobre las piernas de unos niños que intentaban recoger sus juguetes para huir lo más lejos de la torre que les fuera posible- Y no estoy molesta. Tan solo me duele el que no seas sincero conmigo -agregó Saori con tristeza, y continuó caminando a las afueras de la ciudad.
-¿Qué diantres me pasa? –se quejó el de Escorpio, sin comprender siquiera su propio comportamiento. Pero entonces corrió en dirección a la Torre Eiffel, esta incluso pareció comenzar a caerse, lo que lo preocupó, pero Milo pronto notó el como la Torre Eiffel comenzaba a volver a su posición original lentamente, por lo que logró tranquilizarse un poco.
Torre Eiffel.
-¡Revolución de Polvo de Estrellas! –resonó el grito de Mu, el Caballero Dorado de Aries, quien con una sola mano lanzaba sus ataques ante una misteriosa figura en una armadura negra de bordes afilados, con contornos color de esmeralda, y algunos adornos dorados. Poseía una cabellera verde esmeralda y ojos del mismo color, y lo rodeaba un cosmos perpetuo igual de verde- Estaba tan concentrado en encontrar a aquella Muviana, que fallé en darme cuenta que un invasor se había adentrado en la ciudad. Lo peor de todo es que el invasor no es un simple Lemuriano… -sudó frio Mu, mientras con su mano libre usando su telequinesis, sostenía a la Torre Eiffel, que había perdido una pata por el ataque del guerrero.
-Cidoimos, el Daimón del Alboroto. Soy el Daimón del Tumulto, quien reina en las escaramuzas y violenta a los hombres –se presentó el Daimón, bastante divertido por los esfuerzos de Mu, quien sujetaba una estructura con un peso de 10,000 toneladas únicamente con el poder de su mente, aunque se notaba que esta estaba por colapsar. Un hilo de sangre caía de la nariz de Mu-. ¡Ah! ¡El alboroto de la estampida humana que se produjo por la explosión de la pata de esta estructura me fortalece! Es una lástima que estés demasiado ocupado evitando que esa cosa se caiga con todos tus amigos soldados allí dentro. Sería una lástima que, por ejemplo, te atacara mientras estás ocupado. ¿No lo crees? ¡Tumulto de Batalla! –enunció el Daimón, lanzando un puñetazo de cosmos esmeralda, mismo que Mu interceptó.
-¡Muro de Cristal! –alzó su muro el Muviano con una sola mano. Pero al estar cargando tanto peso, no pudo conservar la integridad del muro, que quedó hecho añicos, y permitió a la fuerza de cosmos golpearle la frente al Muviano, quien vio su mente invadida por imágenes de estampidas humanas, que se dirigían en su dirección. Era como ver a la población Francesa, aterrada y huyendo del sitio donde la Torre Eiffel había sido atacada, y atropellar a Mu, quien se encontraba en medio de los mercados, y comenzó a sentir las pisadas de los asustados pobladores manifestándose en su cuerpo, causándole varias heridas, como si genuinamente una estampida humana hubiera pasado por encima de él, derribando a Mu en su rodilla, y haciéndole perder control en el agarre de la torre, que comenzó a venirse abajo nuevamente.
-Tan sencillo –se burló Cidoimos, cuando notó a Mu detener su propia caída con su pierna, y levantar el brazo aún más alto, deteniendo una vez más la caída de la Torre Eiffel-. Oh vamos. Es solo una pila de metal. Solo debes permitirme derribarla y me iré sin más. Esas son mis órdenes –se fastidió el Daimón.
-¿Tus ordenes? Es verdad… los Daimones solo pueden seguir ordenes ciegamente y no pueden desobedecerlas… -prosiguió Mu débilmente, lo que molestó al Daimón-. Yo jamás podría dejarme amedrentar contra un ser con una mentalidad tan débil. ¡Acaba con él Aioria! –enunció Mu, Cidoimos se rascó la nuca, pero pronto sintió la luz a sus espaldas.
-¡Relámpago de Voltaje! –atacó el Caballero Dorado de Leo, lanzando una esfera de relámpagos de sus puños, sobresaltando a Cidoimos, quien no había visto la misma venir, pero de todas formas la esfera no logró conectar con Cidoimos, ya que una espada de plata, blandida por otro Daimón, esta vez una hermosa mujer de cabellera blanca y cabellos largos, y con unos peculiares ojos plateados, quien llevaba una armadura color de plata, pero de un material mucho más valioso-. ¿Dos Daimones? Pensé que Ares no permitía que ustedes pestes atacaran en parejas. ¿Qué ocurrió? ¿Ares perdió el toque y decidieron ignorar sus órdenes? –cuestionó Aioria.
-Las ordenes de nuestro señor Ares son inquebrantables –le respondió la mujer-. Y soy yo, Hebe, la Daimón de la Juventud, quien siempre velará por el cumplimiento de las ordenes de nuestro señor. ¡Impacto de la Harpía! –lanzó Hebe un puñetazo envuelto en flamas plateadas, mismas que sorprendieron a Aioria, cuya Armadura Dorada resonó con fuerza, alertándolo de hacerse a un lado y no intentar recibir aquel ataque, que se estrelló contra los mercados de artesanías, volándolos en pedazos.
-Cuanto poder para un Daimón que solo tiene por dominio la juventud. Si no me lo adviertes, Leo, me hubiera golpeado… pero… ¿por qué conocías ese ataque? ¿Has enfrentado a esta Daimón antes? –preguntó Aioria. Leo volvió a advertirle, y Aioria saltó grácilmente, evadiendo un tremendo puñetazo de la Daimón, que perforó el suelo creando un cráter con la extensión de su cosmos-. Eso fue peligroso –admitió Aioria.
-¿Qué haces aquí, Hebe? –se quejó Cidoimos, mirando a su compañera con desprecio- ¿Acaso la Matriarca Eris no confía en mí? ¡No planeaba desobedecer lar ordenes de…! -intentó decir Cidoimos, cuando un destello escarlata se clavó en su pecho, un destello que rodeó en zigzag el cuerpo de Cidoimos, impactándolo en numerosas ocasiones, hasta estrellarse de lleno nuevamente en su cuerpo, y estallar en su pecho.
-Antares… oh, lo siento, creo que lancé el ataque antes de enunciar su nombre. Que falta de respeto la mía –se burló Milo, desapareciendo de la vista del Daimón, y reapareciendo frente a él, tomándolo del rostro, girando con su cuerpo atrapado en su mano, y lanzándolo a otra de las patas de la Torre Eiffel, que se sacudió con el impacto del cuerpo del Daimón, y molestó a Mu, quien se esforzó por mantener a la torre de pie.
-¡Te agradecería que no volvieras a hacer eso! –recriminó Mu, logrando volver a asegurar la torre, permitiendo la evacuación de los soldados que la usaban de atalaya- No sé por qué estás tan molesto, pero trata de combatir responsablemente –pidió Mu.
-Pues yo sí sé por qué está enojado –se burló Aioria, pero estaba demasiado ocupado evadiendo los ataques de espada de Hebe-. Pero te cuento más tarde que esa maldita espada está demasiado afilada. Oye, qué falta de respeto. Se supone que los combates sean a puño limpio –se molestó Aioria, atrapando la hoja de la espada con el antebrazo, la hoja chocó contra metal un par de veces, desestabilizando el agarre de Hebe, y permitiendo al de Leo golpearle el rostro.
-¡Los Daimones no tenemos por qué seguir sus reglas absurdas! –resonó el grito de Cidoimos, seguido del sonido de cadenas, mientras una maza de espinas esmeraldas atada a la misma se dirigía peligrosamente a Milo, quien saltó, y corrió sobre la cadena estirada, pateando con fuerza el rostro de Cidoimos tras usar su cadena como puente- Nada me hará más feliz que asesinar yo mismo al Anti-Ares –sugirió el Daimón.
-Pues yo estoy muy molesto. No me preguntes por qué, solo lo estoy. ¡Asesino de Dragones! –pateó con fuerza Milo el rostro de Cidoimos, lanzándolo a los aires, donde el Dragón de Zafiro se alzó orgulloso, antes de que el rugido de un Dragón Rojo resonara con fuerza, y derribara al Dragón Zafiro de la pierna de Milo, estampando al de Escorpio en el suelo, quien rodó algunos metros, antes de incorporarse al lado de Mu, y ver a Hebe salir disparada por un potente puñetazo de Aioria, quien llegó con sus hermanos de cosmos, colocándose a la defensiva, mientras otra figura encapuchada, y que llevaba un extraño sombrero chino cubriéndole el rostro, llegaba también, colocándose en medio de los derribados de Cidoimos y Hebe.
-Los dragones son criaturas demasiado nobles, como para ponerse bajo el servicio de asesinos genocidas como ustedes –escuchó Milo, reconociendo la voz de la persona en la capucha, y sintiendo un cosmos bastante familiar-. Déjame demostrarte… la verdadera fuerza del Dragón –un cosmos escarlata comenzó a rodear al recién llegado, su capucha incinerándose con la fuerza de la misma, revelando ante los atónitos ojos de los que presenciaban lo ocurrido, una horrible imagen, la de un viejo amigo, un viejo compañero, Dohko, el Caballero Dorado de Libra, vivo, y vistiendo una réplica de la Armadura Dorada de Libra en Rojos y Dorados-. ¡Los 1,000 Dragones de Vermilo! –atacó Dohko, sus Dragones arremetiendo contra Mu, Aioria y Milo, forzando a Mu a soltar su agarre sobre la Torre Eiffel, pero el Muviano logró despertar en pleno vuelo, y volver a usar su cosmos para flotar grácilmente, y caer de pie, sosteniendo una vez más la torre, mientras Aioria y Milo caían más violentamente.
-Ese ataque… ¿podrá ser cierto? –se preguntó Mu, respirando pesadamente por el esfuerzo- ¿En verdad eres Dohko, el Caballero Dorado de Libra? ¿Qué armadura es esa? Jamás había visto una copia tan perfecta de la Armadura de Libra –se molestó el Muviano.
-Puede que sea una copia, pero mi cosmos no es ninguna mentira –volvió a elevar su cosmos, con el Tigre y el Dragón rugiendo a sus espaldas-. Libra jamás dejará de brillar sobre mí. ¡Tigre Descendente! –continuó Dohko, desapareciendo, reapareciendo ágilmente frente a Milo, e impactándole el mentón con fuerza, lanzándolo lejos. Dohko entonces intentó golpear a Mu, pero Aioria lo interceptó, su León rugiendo ante el Tigre.
-No entiendo lo que está pasando, pero no es la primera vez que nos enfrentamos a copias con memorias implantadas… -le espetó Aioria, molestando a Dohko-. Voy a proteger tu memoria, Viejo Maestro. ¡Domador de las Bestias! –impactó Aioria con fuerza, lanzando a Dohko y persiguiéndolo. Milo apenas se estaba reponiendo, cuando la cadena con la maza de espinas esmeraldas comenzó a caer en su dirección, forzando a Milo a rodar ágilmente, saltar, y patear con fuerza. Hebe entonces quedó frente a Mu, apuntando su espada en su dirección, pero cuando se preparaba para atacarlo, una luz llamó su atención, y sus ojos vislumbraron un ataque de meteoros que se dirigía a ella, forzándola a saltar, y alejarse de Mu.
-¡No escaparás! ¡Cometa Pegaso! –atacó Seiya, quien recién llegaba para auxiliar a los Caballeros Dorados, corriendo tras Hebe, quien continuó evadiendo al de Pegaso, hasta que un aliado de los Daimones llegó, pateando con fuerza en su armadura naranja pálida. Mu observó la misma, maravillado por la perfección de su forja.
-¡No teman! ¡Yato de Unicornio ha llegado para acabar con los usurpadores del nombre de Athena! –se apuntó el orgulloso Caballero de Vermilo de armadura naranja pálida, idéntica a la Armadura de Bronce de Unicornio, y por alguna razón, manifestando el cosmos de la bestia- ¡Galope del Unicornio! –atacó el joven llamado Yato, forzando a Seiya a defenderse.
-¿Yato de Unicornio? He escuchado ese nombre antes –se dijo a sí mismo Mu. El Muviano entonces volvió a sentir el cosmos familiar, y logró ver a alguna clase de echarpe largo y de color rosa siendo dirigido en su dirección. Mu movió su cabeza, evadiendo el echarpe que cortó un poco su rostro, el echarpe regresó para intentar cortarle el cuello, pero fue atrapado por una cadena. Mu por fin logró tener una visión más completa de la recién llegada, quien lo ignoró momentáneamente para posar su atención en el Caballero de Andrómeda- Yuzuriha… de la Grulla… -nombró Mu.
-¿Nos conocemos? –preguntó la mujer, observando a Mu pese a estar forcejeando contra las cadenas de Shun de Andrómeda- ¿Un Muviano? –se sorprendió la mujer. Entre ella y Mu entonces ocurrió algo inusual para ambos, parecieron reconocerse el uno al otro, no a un nivel personal, pero se reconocieron en sus respectivos cosmos- ¿Quién eres? –preguntó curiosa.
-No me lo creería, aunque se lo dijera –admitió Mu, mirándola fijamente. La mujer no podía dejar de mirarlo fijamente-. Mi nombre, es Mu de Aries… y usted fue mi maestra, Yuzuriha de la Grulla. Y murió hace 16 años –le explicó el de Aries. Por alguna razón, la revelación azotó la mente de Yuzuriha, y se permitió ser golpeada por la cadena de Shun, quien la derribó de un golpe.
-¡Yuzuriha! –gritó Yato preocupado por la mujer en armadura naranja. Seiya notó la distracción del Unicornio de Vermilo, y azotó su puño en contra del pecho de Yato, extrayendo de su sangre. Hebe, la Daimón de la Juventud, observó la situación. Dohko y Aioria habían chocado sus puños, lanzando ondas de choque que cuarteaban ambas armaduras. Milo evadía a Cidoimos con gran facilidad, y parecía ganar ventaja sobre el Daimón debido a que no había tumultos o alborotos de los cuales beneficiarse, y Mu parecía estar lejos de ser derrotado pese a su esfuerzo de mantener a la Torre Eiffel suspendida y sin desplomarse. Hebe tomó una decisión entonces.
-A los mercenarios se les contrata para cumplir con su objetivo sin importar los medios –comenzó Hebe. Mu no encontró sentido a sus palabras. Ella era una Daimón, no una mercenaria-. La misión que se nos ha encomendado, es la destrucción de todo lo que represente a la era moderna. El ultimo remanente es la Torre Eiffel. Cumpliré mi objetivo primordial –preparó su espada Hebe, elevando su cosmos alrededor de esta.
-No estoy dispuesto a permitirlo. ¡Materialízate, Hoplisma de Nephritis! ¡Filo de Cristal! –ordenó Mu. Hebe se viró para ver al Gigante de Jade, que blandió su poderosa hacha en dirección a la Daimón, quien eligió atacar al hacha inmensa, rompiendo ambas armas, pero aprovechando el retroceso del gigante para virarse y lanzar un ataque a puño cerrado.
-¡Theos Heros! –lanzó el tremendo puñetazo. Mu notó que la lengua que había utilizado era una lengua muy antigua, y que el poder liberado por el ataque, que como flamas blancas se abalanzaron en contra de la Torre Eiffel, era tan poderoso, que su estallido no solo fulminaría a la Torre Eiffel.
-¡Muro de Cristal! –se apresuró Mu a elevar su muro alrededor de la torre, justo en el momento en que se liberó el estallido de cosmos, que se alzó como un tubo de luz al cielo, desquebrajando el Muro de Cristal de Mu, que entonces se derribó, lanzando una onda de choque tan poderosa que arrasó con todos los presentes, amigos o enemigos, mientras iluminaba la noche de blanco.
Cuando la luz se disipó, Hebe era la única que se encontraba de pie, pero la Daimón rápidamente caminó hasta algunos escombros, y levantó a Cidoimos de los mismos. El Daimón del Alboroto se encontraba mareado, pero vivo, Hebe incluso se tomó la molestia de limpiarle los escombros de su armadura, despertando al Daimón, quien se quitó sus manos de encima.
-¿¡Estás demente!? ¡Pudiste haberme vaporizado! ¡Si no sabes usar tu tremendo poder, no lo uses tan a la ligera! –le recriminó Cidoimos. Hebe no dijo nada, solo intentó volver a limpiarle los escombros- ¡Yo me limpio! –se alejó Cidoimos. Cerca de él, Dohko salió de los escombros de igual manera, aunque se encontraba molesto, e intentó ir a buscar pelea con los Caballeros Dorados, donde quiera que estuvieran, pero fue detenido por Hebe.
-Cumplimos nuestras órdenes. Busquen a Unicornio y Grulla, y vámonos –ordenó Hebe. Dohko la empujó a un lado, pero la Daimón logró aferrarse al brazo de Dohko, y apretar con fuerza, cuarteando el brazo derecho de la Armadura de Libra de un solo movimiento, lo que impresionó a Dohko-. He dicho que nuestra misión ha terminado –insistió la Daimón. Dohko, aunque molesto, enterró su brazo en los escombros, y sacó a Yato del interior, repitiendo el proceso con Yuzuriha. Ambos Caballeros de Vermilo se frotaron las cabezas, adoloridos.
-Parece ser que la Armadura de Vermilo no se compara con la Armadura Dorada –recriminó Dohko. Hebe se mantuvo firme. Dohko gruñó, pero terminó por obedecer-. Nos vamos, Grulla y Unicornio –terminó Dohko. Yato ayudó a Yuzuriha a incorporarse, y caminó con su brazo alrededor de su espalda, siguiendo a Hebe, quien fungía como la líder de los presentes.
Por unos minutos, las ruinas de lo que alguna vez fue la explanada de la Torre Eiffel se mantuvieron en silencio. No fue hasta que una luz carmesí comenzó a iluminar los alrededores, que una fuerza de cosmos de hizo presente, haciendo temblar la tierra misma.
-¡Destello Escarlata! -se escuchó la voz de Milo, que despedazó las pesadas vigas que habían caído sobre ellos, e iluminó los cielos de un escarlata hermoso con 1,000 lanzas volando en dirección al cielo, pero que anunciaban la caída de la Torre Eiffel para los habitantes de Paris que habían presenciado la destrucción de la alguna vez hermosa torre- ¡Maldición! -gritó Milo, y cayó sobre los escombros pesadamente después de habérselos quitado de encima- ¡Fracasamos! ¡No logramos proteger el último vestigio de nuestro mundo! –golpeó el suelo Milo con fuerza, mientras Mu, Aioria, Seiya y Shun, se levantaban débilmente- ¿Es así como se supone que dedo cumplir con mis ambiciones? ¡No logré proteger una maldita torre! –enfureció el de Escorpio.
-¡Milo! –se posó Aioria frente a él, colocando sus manos contra sus hombreras, forzando al de Escorpio a mirarlo fijamente- No perdiste esta batalla. Ninguno de nosotros lo hicimos. Ellos tenían un objetivo y lo cumplieron. Nosotros cumplimos el nuestro. Salvamos vidas. La Torre Eiffel solo era 330 metros de metal apilado, no se compara con la vida humana –le explicó el de Leo, intentando calmar la ira del de Escorpio.
-Aunque desearía concordar con Aioria, yo también estoy furioso, pero no por las mismas razones de Milo –les explicó Mu. El par de Caballeros Dorados se viró para verlo-. Dohko de Libra, fue nuestro camarada. Pero el Viejo Maestro era sabio y precavido. El sujeto al que enfrentamos era violento e impulsivo, distaba mucho de la sabiduría del Viejo Maestro. Luego están Yuzuriha de la Grulla y Yato de Unicornio. Y esas armaduras. Presiento, que tenemos mucho más de qué preocuparnos que de una torre caída –admitió Mu. Aioria y Milo bajaron sus cabezas, entristecidos.
Iglesia de la Madeleine.
-El último de los grandes monumentos de la humanidad, ha caído –susurró Saori para sí misma. Se encontraba en una habitación dentro de la Iglesia de la Madeleine, una de las pocas iglesias en Francia que presumía un estilo de arquitectura griego, y de las pocas iglesias que habían sido ignoradas por los Daimones en su afán de destruir todo lo que no pareciera una ciudad griega de hace 3,000 años. Todo fuera para que Ares recuperara el mundo en el estado en el que se encontraba cuando fue sellado en el Templo de la Valentía y los Héroes-. ¿Debería seguir con esto, a sabiendas de lo que ha ocurrido? Tal vez Milo tenga razón. Tal vez estoy siendo una chiquilla egoísta –se miró a sí misma Saori en el espejo. Había mandado a hacer un vestido muy especial para la ocasión, uno que le descubría los hombros, y una buena parte de su pecho, al llevar un escote en v. El vestido era blanco, pero presumía escarcha plateada y blanca para darle un tono más principesco, y contaba con una falda larga de plisado que dejaba ver las piernas de Saori, bastante por encima de las rodillas si se miraba de frente, pero que por detrás dejaba caer la cola de su vestido hasta requerir arrastrarse. No llevaba calzado, se suponía que no lo necesitaría para la ceremonia, pero llevaba unas ligas de diamantes alrededor de ambos tobillos. Saori había esperado este día por mucho tiempo, y deseaba que fuera perfecto. Pero la sombra de la caída del último de los monumentos humanos, manchaba a la emoción por su boda.
-Diosa Athena, la Torre Eiffel no era más que una simple edificación –comentó Lithos, también en la habitación, y vistiendo una túnica griega bastante simple. Iba descalza como también lo estaba su diosa-. Comprendo que sea doloroso, y que se sienta como un fracaso, pero las edificaciones, los muros y los monumentos, pueden volver a construirse. Se lo dice la Arquitecta en Jefe del Santuario, quien ha reconstruido las 12 Casas en dos guerras distintas –le comentó ella.
-Sé que intentas animarme Lithos, pero no creo que sea lo mismo –suspiró Saori-. La Torre Eiffel, estaba por cumplir su centenario el año que viene. Todos los Arquitectos de la misma murieron hace mucho tiempo. Aunque quisiéramos, no podríamos reconstruirla. Los Daimones y los Lemurianos se encargaron inclusive de destruir toda la información referente a la torre. Ya no hay tecnología para volver a recrearla, ni instrucciones que permitan conocer su diseño. Ares genuinamente se encargó de obligarnos a retroceder en el tiempo. La Torre Eiffel… ahora solo existe en las memorias de los pobladores, y los hijos de estos pobladores, no podrán siquiera llegar a imaginarla. Este sentimiento, me hace sentirme inmensamente egoísta por no haberle dado la importancia que se merecía –terminó Saori.
-Me voy por tres años, y se vuelve increíblemente pesimista, señorita –escuchó entonces Saori, sorprendiéndose, incorporándose, y mirando a la puerta de su habitación temporal abrirse, revelando a Alicia Mii Benethol, la criada, Saintia, y mejor amiga, de Saori Kido-. Por cierto, no existían las puertas como esta hace 3,000 años. Y aunque Ares quisiera quemar todas las puertas, y borrar los conocimientos de construcción de las mismas, tarde o temprano alguien dará con la forma de recrearlas. Lo mismo aplica para la Torre Eiffel –terminó Mii.
-¡Mii! –se repuso Saori, sus ojos ahogados en lágrimas, la diosa entonces corrió para abrazar a su mejor amiga, quien le regresó el abrazo con ternura- ¡Perdóname, Mii! –lloró Saori, conmovida, y aterrada- Quería rescatarte antes… pero el mundo estaba hecho un Caos, no pude destinar esfuerzos para rescatarte. Sé que debes pensar que egoístamente me preocupé por rescatarte cuando se acercaba la fecha de la promesa de guerra de Ares, y que pareciera que egoístamente envié a alguien a rescatarte para que precisamente asistieras a mi boda. Pero… no fue así… un error y te habrían cortado la cabeza… -lloró Saori desconsoladamente. Mii simplemente silbó un poco para tranquilizarla, y abrasó a Saori, frotándole la cabeza con gentileza.
-Ya, ya… yo lo sé, y lo entiendo… -susurró Mii, tranquilizando a Saori con sus palabras-. No la pasé mal. Aprendí algunas cosas de la cultura Vikinga. Y descansé de usted durante tres años. Digamos que se sintieron como unas largas, apestosas, y a veces espeluznantes, vacaciones. Mínimo desearía jamás haber tenido que ver un Águila de Sangre –se perturbó Mii. Curiosamente, Saori no sabía lo que significaba eso-. Solo olvídelo… oh Saori estás hermosa… y que atrevida. ¿Segura que quieres mostrar tanta pierna, Diosa Virgen? Aunque ambas sabemos la razón, ¿no es así? –se burló Mii, forzando a Saori a ruborizarse.
-¡Me estás poniendo nerviosa! ¡Basta! –se apenó Saori, cubriéndose el rostro- Mii… yo no sé… -comenzó Saori. Mii notó el tono de voz de su diosa y comenzó a preocuparse-. Sé que le insistí demasiado a Milo por esto, pero… no sé si debería seguir adelante. Estamos en guerra. ¿Debería siquiera pensar en mi propia felicidad cuando todo el mundo está sufriendo? –se preguntó ella.
-Con lo ridículamente despreocupado en la batalla que es el insensible de su prometido. Si Saori, 1,000 veces sí. Amárralo antes de que el muy tonto vaya y se auto sacrifique contra algún Daimón, o peor, contra el mismísimo Ares –demandó Mii, Saori hizo una mueca de preocupación por aquello-. Los momentos buenos y los momentos malos no esperan a que estés dispuesta a disfrutarlos o tolerarlos, Saori. Solo pasan, y aunque seas una diosa, no tienes control sobre los mismos. Así que, no voy a permitir que mi mejor amiga se acobarde el día de su boda. No me importa si derribaron una torre importante y te sientes responsable. Tu no la mandaste derribar –concluyó ella.
-Pero tenía la responsabilidad de mantenerla de pie –suspiró Saori. Mii solo la miró con molestia por sus palabras, poniendo a Saori nerviosa-. Me alegra al menos que estés aquí como mi mejor amiga para darme apoyo moral… mientras desafío todo aquello por lo que mi abuelo Cronos fue a la guerra conmigo. ¿De verdad estoy haciendo lo correcto? Si me caso, tarde o temprano voy a tener que… tú sabes… romper mis votos a Artemisa –se apeno ella.
-Mírate el vestido y dime si no tenías esa intención al momento de elegirlo –le apuntó a las piernas descubiertas Mii. Saori se apenó sobremanera-. Eres tan fácil de leer, Saori… con o sin tu resolución sobre casarte, los votos a Artemisa no te iban a durar de todas formas, diosa hormonal –reprendió Mii.
-No lo digas de una forma tan cruel –se quejó Saori, cuando sintió en su cosmos la llegada de Mu, Aioria y Milo-. Están aquí… ¿Qué hago? ¿Salgo así a que Milo me vea las piernas? Está deprimido –se quejó Saori. Mii solo suspiró, y sentó a Saori a la fuerza, comenzando a cepillar su cabello. Lithos sonrió ante todo lo que veía, y salió de la habitación, para salir a la recepción principal, por la cual Mu, Aioria y Milo entraban en esos momentos.
-¿El Dohko de la Guerra Santa de 1,747? –preguntó Milo, curioso de lo que Mu les contaba a él y a Aioria, mientras se detenían frente a Lithos, quien esperó a que terminaran su conversación- ¿Qué te hace pensar que Dohko ha sido resucitado con memorias de aquella época? –preguntó Milo curioso.
-No resucitado, ¿olvidas a las Seed? Dohko más bien en un cuerpo falso con memorias incrustadas. Aunque probablemente su cuerpo no fuera falso, pero las memorias definitivamente lo son –se susurró la última parte Mu, meditando al respecto-. Sea como sea, puedo asegurarlo por la existencia de Yuzuriha de la Grulla y Yato de Unicornio. No solo Yuzuriha fue mi maestra, sino que ella y Yato fueron los fundadores de toda la tribu Muviana de la cual yo desciendo. Su hija se casó con Atla, créeme, he trazado todo el árbol genealógico hasta esos momentos –les aseguró el Muviano-. Pero si mi árbol genealógico no es evidencia suficiente, Yuzuriha y Yato fueron los Caballeros de la Grulla y Unicornio que apoyaron al Caballero Legendario, Tenma de Pegaso, en la Guerra Santa contra Hades de 1,747. Por lo que estoy seguro, alguien se ha dedicado a crear cuerpos con las memorias de los Caballeros de Athena de 1,747. No puede ser una coincidencia –les aseguró Mu, preocupando a Aioria y a Milo.
-Oigan… -interrumpió el de Leo, y ambos le dirigieron la mirada-. Sé que hay mucho de lo cual preocuparnos, y sé que no estamos enteramente de ánimos. Pero es el día de tu boda, Milo. No podemos permitir que todo esto lo arruine –le recordó el de Leo.
-¿Quién puede pensar en casarse en un momento como este? Se molestó el de Escorpio, queriendo escapar de aquella responsabilidad, lo que molestó a Aioria, pero fue Lithos quien interrumpió la discusión.
-En el momento en que vea el vestido de boda de Saori, nuestra mayor preocupación será saber si aún perdura el Ciclo Infinito –se burló un poco Lithos, cubriéndose los labios. El trio de recién llegados intercambió miradas-. ¿Son todos los que vienen? –preguntó la de cabellera esmeralda.
-De los Bronces que nos acompañan, solo Hyoga sabe lo que ocurre, pero eligió salir en una cita con Natassia. Seiya y Shun montan guardia, pero no saben para qué –le explicó Aioria. Lithos asintió, y pidió al grupo que la siguieran a una habitación contigua, confundiendo a Aioria-. ¿No realizaremos la boda aquí? –preguntó el de Leo.
-Es una iglesia católica, claro que no. Solo la elegimos por la arquitectura Griega –le comentó Lithos, confundiendo aun más a los presentes-. La boda es aquí atrás, en el cuarto de baño. Y antes de que me miren feo, vengan para que lo entiendan –les pidió Lithos. Tras abrir la puerta, se escuchó el sonido de agua corriendo. El grupo intercambio miradas, y siguió a Lithos dentro de la habitación. En lo profundo de la habitación había una fuente, con varios escalones que llenaban una pileta amplia con agua, que abarcaba una buena parte de la habitación, tratándose el lugar de una pileta para el lavado de los pies con una fuente de fondo. Se trataba de una habitación que, muy probablemente, también se utilizaba para realizar bautizos. Pero en esta ocasión, no se bautizaría a nadie. En esta ocasión, una joven de 16 años, descalza, y con sus pies dentro del agua, mientras la cola de su vestido se humedecía, esperaba con una corona de plata e incrustaciones de zafiro, a que su prometido, y próximamente esposo, se le uniera en una ceremonia que habría de unir sus almas por la eternidad.
-¿Saori? –se impresionó Milo. Saori se ruborizó un poco, pensando que muy probablemente se había excedido un poco con su selección de vestido de boda. Aunque Saori había elegido el mismo precisamente al saber que se iba a mojar los pies. A la izquierda de la entrada, y tragándose la risa por las reacciones tan fuera de lo común de Milo, se burlaba Mii junto a una mesa con varios artilugios que se necesitaban para realizar la ceremonia- Te vez… preciosa… -susurró Milo. El comentario fue escuchado por Saori, y su temperatura corporal aumentó.
-No pienses blasfemias, no pienses blasfemias, no pienses blasfemias… -susurraba Aioria, molestando a Lithos, y ganándose un golpe en la nuca por parte de Mu, forzando a Aioria a sobarse la misma con fuerza.
-Muy bien, ¿ya estamos todos reunidos? Eso significa que podemos comenzar con la ceremonia –llegó Kiki con una túnica ceremonial en brazos, y mirando a Mu con una sonrisa, lo que confundió al Muviano-. Lo único que falta para oficiar la ceremonia de matrimonio, es un sacerdote –se burló el Muviano.
-¿Yo? –se apuntó Mu a sí mismo- Momento… por eso estabas tan asistente en que te explicara la tradición de la ceremonia nupcial. Pretendías que la estudiara para explicártela, solo para llegar a este momento –le apuntó Mu, Kiki solo sacó la lengua de forma juguetona-. Te adelanto que solo el Patriarca del Santuario tiene la autoridad para… -intentó decir Mu.
-Mu… -comenzó Saori, ruborizada, aunque aparentemente divertida por lo que estaba ocurriendo, e igualmente impaciente-. Yo, Athena, la Diosa de la Sabiduría en la Guerra y la Paz en la Tierra, te otorgo mi permiso especial de realizar las ceremonias que solo se le son permitidas al Patriarca del Santuario. Atendiendo a tu conocimiento recibido de labios de Shion, el Patriarca antes de mi nacimiento, para la correcta practica de tus funciones en la presente ceremonia -agregó con formalidad. Mu sudó frio por lo que acababa de ocurrir.
-Supongo… que le agradezco… señorita… -se preocupó Mu, y se viró a ver a Milo-. Cuando la Matriarca se entere de que te casaste con Athena, te ejecutará. Y cuando sepa que yo los casé, me ejecutará a mí –le susurró Mu a Milo mientras comenzaba a ponerse la túnica ceremonial de los Patriarcas.
-Mayor razón para que nadie se entere de lo que está pasando –se fastidió Milo, mirando a Mu forcejeando con la túnica hasta poder ponérsela bien-. ¿Esto es legal? –preguntó el de Escorpio, pero este ya no podía quitarle de encima la mirada a Saori.
-Tan legal como la autoridad de Athena lo dictamine –terminó de arreglarse la túnica Mu, y entonces miró a Aioria, quien sonreía burlesco-. Necesito un acólito y un monaguillo, adivina cuál de los dos eres –apuntó Mu a las cosas en la mesa cercana, que contenía los instrumentos para realizar la ceremonia. Aioria refunfuñó y fue a recoger los mismos junto a Mii, quien lo saludaba sumamente divertida-. Bien… hagamos esto antes de que me arrepienta de haber elegido lanzar la Exclamación de Athena que nos metió a todos en esta relación –ojeó su libro de sacerdocio Mu, aclarándose la garganta, e iniciando con la ceremonia-. A falta de una playa, esta habitación de bautizos habrá de ser suficiente. Necesito que te reúnas con Saori, descalzo, para poder comenzar con los ritos de consagración a Deméter –le pidió Mu. Milo se sintió bastante incómodo, pero se retiró las botas de su Armadura Dorada, para entrar en el agua y posarse frente a Saori, quien lo miró desde abajo, algo intimidada por la imponente presencia de su Caballero de Escorpio, que estaba por convertirse en su esposo. Milo y Saori se mantuvieron en silencio por unos instantes, incomodos, hasta que Milo se viró a ver a Mu, quien repasaba los pasos de la ceremonia en su mente, antes de comenzar-. Hoy estamos reunidos, para encomendar a las almas presentes, en juramento a nombre de la Diosa Deméter, la Diosa de los Matrimonios –comenzaba Mu con la ceremonia-. Tómense de las manos y mírense fijamente –Milo así lo hizo, Saori sonrió para él aceptando sus manos, y jugueteó con sus pies alrededor de los de Milo, insinuando una inocencia latente en ella a pesar de las batallas que Milo sabía que debieron haber ensombrecido su ánimo hace mucho tiempo-. Saori, concéntrate -habló Mu. Saori asintió y tomó a Milo de las manos nuevamente, y lo invitó a caminar más cerca de la fuente que mantenía a la habitación repleta de agua-. Aioria, las velas –pidió el Muviano. Aioria seleccionó una vela de la mesa, y Mii seleccionó una adicional, ambos se dirigieron a Milo y a Saori, entregando a cada uno una de las velas, y encendiendo las mismas con un chasquido de sus dedos rodeados de cosmos. Saori tomó su vela sin preocupaciones, pero Milo dejó a Aioria extendiendo la suya.
-¿Milo? –preguntó la Diosa. El de Escorpio mantuvo su silencio, pensativo. El silencio fue tan prolongado, que los presentes comenzaron a preocuparse, pero ninguno estaba más preocupado que Saori, quien comenzaba a sentir su corazón achicándose por la falta de convicción de Milo. Pero antes de que Saori perdiera toda la esperanza, Milo por fin tomó la vela de manos de el de Leo, aunque la ceremonia no continuó. Milo tenía algo que decir antes de que esta pudiera resumirse, por lo que miró a Saori fijamente.
-Si hago esto… ambos vamos a sufrir mucho. Lo sabes, ¿no es así? ¿Estás consiente de lo que significa? –preguntó. Saori no dijo nada, solo bajó la mirada, y asintió. Milo pensó nuevamente al respecto, y su resolución por fin se afianzó-. Bien. Lo hare. Me casaré contigo aquí y ahora, Saori -los ojos de Saori se llenaron de lágrimas, aquello era todo cuanto la diosa había deseado escuchar- Hace 9 años llegaste de improviso a mi vida. Te cargué desde la Casa de Leo hasta el Templo del Patriarca sin saber por qué lo hacía. Eras tan pura e inocente. Tan solo verte me incitaba a querer cuidarte -Saori se sonrojó aún más, bajando la mirada a sus pies dentro del agua para intentar controlar su rubor-. No estaba enamorado, claro que no… eso simplemente ocurrió en algún momento, no estoy seguro de cuando, ni cómo. Mi corazón simplemente latía más rápido cuando llorabas al ver mis capas llenas de sangre, y te desmallabas al verme clavar mis dedos en mi centro sanguíneo. Incluso disfrutaba ridiculizarte a veces, y te ignoraba porque tenía miedo de enamorarme -Saori asintió, recordando aquellos días más simples-. Entonces supe que eras una diosa, y mi mundo se desmoronó… el amar de esa manera a una diosa era imposible… tal vez incluso egoísta… me convencí a mí mismo de que no te deseaba, que todo había sido un error. Comenzaste a distanciarte, y fue entonces que me di cuenta de lo mucho que te extrañaba. Deseaba que las cosas volvieran a ser como antes, pero, no lo fueron. Te perdía por tus celos por Kyoko, por lo cercanos que éramos. Y… tenías razón –aquella parte, fue bastante reveladora para Saori, pero antes de juzgar, esperó a que Milo terminara de hablar-. Lo que sentía por Kyoko era más que solo una relación de maestro y discípulo… la veía como mi familia. Y me di cuenta, de que no había forma de que te viera a ti Saori, de la misma manera… aquello, era genuinamente imposible… porque yo pensaba en ti, de una forma diferente… de una forma egoísta y prohibida… tenías toda la razón de sentir celos de Kyoko… porque con ella me atreví a sentir algo diferente del deber… pero contigo… no podía cruzar esa barrera… -admitió Milo, Saori asintió, entristecida-. Luego Kyoko… -cerró sus ojos Milo, y cuando los abrió, estos se humedecieron un poco-. Perdí a mi discípula, y tu perdiste a tu familia ese mismo día. Descubrí con Kyoko que estaba cansado de perder, y aun así perdí a mi amigo Camus… pero ya no más… no volveré a perder a nadie valioso. Eres valiosa para mí Saori… y no deseo perderte… y esta, es la prueba definitiva de mi convicción… te haré mi esposa, Saori… cargando con todas las consecuencias que vengan con este crimen… -terminó él. Saori analizó todo lo dicho por Milo, lo cual fue incomodo, había sido demasiado, mucho más de lo que ella se esperaba, y no sabía cómo responder.
-Estoy… sin palabras… -soltó aire Saori, algo nerviosa, y comenzó a abanicarse con su mano, lo que Milo no comprendió-. Comúnmente eres córtate y de pocas palabras. Esto… me ha hecho inmensamente feliz. Milo… por fin comprendo un poco mejor el qué sientes por mí. Y en lugar de repelerme, has reafirmado mis sentimientos. Gracias por aceptar que soy valiosa para ti. Hasta ahora… te limitabas a decir que era segunda a Athena… lo cual… siempre duele escuchar… pero… por vez primera me llamaste valiosa sin compararme. Eso… fue muy especial… gracias… -se alegró la diosa. Hubo silencio nuevamente, y este solo se interrumpió cuando Kiki se aclaró la garganta.
-Am… creo… que este es un buen momento para recordarle a los presentes, que no se permiten votos en las ceremonias de casamiento griegas –agregó Mu, intentando recobrar el control de la ceremonia-. Con las velas en mano podemos continuar –prosiguió Mu, visiblemente conmocionado por escuchar a Milo abrirse de la forma en que lo hizo-. Las velas blancas simbolizan sus almas -habló Mu mientras Milo y Saori se perdían en las flamas de las velas-. Deben unirlas durante la duración de toda la ceremonia –ambos obedecieron, y unieron las flamas de sus velas-. El agua simboliza la sangre, son las bendiciones de que un fruto nazca de su unión –ante aquella parte, Saori se ruborizó al extremo, su coloración fue tan rápida que fue un deleite visual para Milo-. Así va la ceremonia, controle sus hormonas humanas por favor –se apenó Mu, y entonces colocó una cadena de flores alrededor de ellos-. Las flores simbolizan las bendiciones de Athena. Ahora damos paso al sello de la ceremonia nupcial –se aclaró la garganta Mu, y tanto Milo como Saori asintieron mientras observaban el brillo de las velas en los ojos del otro-. A los que unen sus almas en ceremonia sagrada, se les entregan coronas de diamante, que simbolizan que serán rey, y reina en el matrimonio, y compartirán sus riquezas –Saori ya llevaba consigo su corona de diamantes, por lo que Mii se acercó con una para Milo, mientras Aioria le retiraba el casco de Escorpio, permitiendo que Mii condecorara a Milo para la ceremonia-. Ahora beberán ambos de esta copa de vino –se acercó Mu con la misma-. Este acto simboliza la abundancia que satisfaga su sed -Milo bebió de la copa, pero Saori se negó momentáneamente a beber-. Es jugo de uva -aclaró Mu, Saori asintió y bebió, pero de inmediato se quejó por el amargo sabor-. Me disculpo, pero la ceremonia solo puede realizarse con vino verdadero -Saori sacó la lengua disgustada por el fuerte sabor, y dedicó una mirada de molestia por el engaño-. Entrelacen los dedos de sus pies -ambos se miraron mutuamente y lo intentaron algo torpemente-. Este acto simboliza su viaje, el cual enfrentarán juntos, siguiendo los mismos pasos –una vez estabilizada, Saori sonrió, y comenzó a juguetear con los dedos de los pies de Milo-. Ahora retiro sus coronas, y les ofrezco mi bendición -terminó Mu. Y tanto Milo como Saori intercambiaron miradas-. Por el poder investido en mi por Athena, la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, y señora de la paz en Gea. Ante los ojos de los Dioses Olímpicos declaro a Saori, princesa del Santuario de Athena, y a Milo, el Caballero Dorado de Escorpio, unidos en alma y en matrimonio. Respetando las tradiciones del… a… -interrumpió la ceremonia Mu al recordar que el oriente ya no existía-. Se permite el besar a la novia como sello de esta ceremonia sagrada -improvisó Mu, y Saori sonrió. Ambos entonces intercambiaron un beso que los selló en matrimonio. Mii fue la primera en aplaudir emocionada, Aioria se secó las lágrimas traicioneras con su capa, misma que fue jalada por Lithos, quien también la usó para secarse las propias. Mu simplemente soltó aire, estresado por haber tenido que liderar la ceremonia, y Kiki se limitó a sonreír para él, mientras Milo y Saori por fin rompían el beso, y se miraban el uno a la otra, finalmente, como marido y mujer.
-Te juro, Saori… que no habrá dios que pueda negarme esto –agregó Milo, determinado, convencido, y con los ánimos renovados. Saori tan solo se ruborizó por la nueva convicción de su ahora esposo.
-Soy la primera en comprender que, muy seguramente, los momentos de felicidad que compartiremos serán fugaces, pero… -lo miró Saori, con sus ojos llenos de esperanza-. Voy a disfrutar todos y cada uno de ellos, como si fuera el ultimo. Gracias por cumplir mi capricho… Milo… -terminó ella, y ambos compartieron un beso más.
Grecia, el Santuario. Templo de la Matriarca. 15 de Febrero de 03 N.G.
-¿De dónde ha salido esta terrible tormenta? –se quejaba Yoshiko, la Matriarca del Santuario, quien había salido de sus aposentos junto a su pequeño hijo Ios, ya de 6 años de edad, quien observaba a la tormenta con sorpresa- El cielo había estado enteramente despejado. Esto… pareciera una afrenta divina –se preocupó la Matriarca, mientras Miho, la Saintia que siempre se encargaba de las necesidades de la Matriarca, corría escaleras arriba, totalmente empapada- Lleva a Ios al refugio, debo encargarme de esta emergencia –pidió Yoshiko.
-De inmediato, Matriarca Yoshiko –tomó Miho de la mano de Ios, y lo llevó consigo al refugio, ignorando las quejas del pequeño que era separado de su madre, mientras Yoshiko elevaba su cosmos para recibir noticias del resto de los Caballeros Zodiacales en los alrededores del Santuario.
-¡Caballeros de Bronce y Plata, se les requiere para atender a esta emergencia! ¡Caballeros Dorados, mantengan sus puestos! ¡No debemos bajar nuestra guardia ni siquiera ante las inclemencias del clima! –continuaba la Matriarca, determinada- ¿Alguien tiene alguna situación que reportar? –preguntó la Matriarca, e inmediatamente después concentró su cosmos.
-¡Matriarca Yoshiko, aquí Unicornio! –comenzó Jabu, el Caballero de Bronce de Unicornio. Yoshiko le prestó toda su atención- ¿¡Puede escucharme Matriarca!? –continuaba Jabu con un tono de voz preocupado y bastante alto, era evidente que se encontraba en medio de la tormenta.
-Te escucho Jabu. Requiero tu posición antes de que me des tu informe. Así podremos enviar a alguien en tu auxilio si llegaras a tener complicaciones –continuaba la Matriarca atenta, y buscando a Jabu con su cosmos.
Rodorio. Presa de Rodorio.
-Me encuentro en Rodorio Matriarca, recibí un reporte visual de Arctos desde el observatorio del Templo de Athena. El río está por desbordarse, y si lo hace, Rodorio quedará inundado –le explicó la situación Jabu-. Me dirijo a la presa a abrirla a la fuerza de ser necesario, para liberar presión al rio y evitar una posible inundación –prosiguió el de Unicornio, corriendo en dirección a la presa, cuando encontró a alguien que se le había adelantado en la labor, un joven de al menos unos 16 años, con su cosmos embravecido, brillando de un azul bastante peculiar, y reuniéndolo en su puño derecho- ¿Seiya? ¿No estabas en Paris? –agudizó la vista Jabu.
-¡Tú podrás salvarlos a todos! –escuchó entonces Jabu, y observó al joven frente a la presa de roca extender su brazo mientras el cosmos se arremolinaba alrededor del mismo, acrecentando de una forma pocas veces vista por Jabu- ¡Yeeeeeaaaaarght! ¡Aaaaah! –liberó toda la fuerza de su cosmos el joven, desquebrajando la pared de piedra, y liberando la presión del río desbordado, que amenazó con tragarse al chico, pero Jabu, haciendo uso de toda su velocidad, logró llegar hasta él, tomarlo del brazo, y saltar con él lejos de la caída del rio, sacando al joven a tiempo- Ja… ja… gack… gracias… -agregaba el joven, visiblemente agotado por el esfuerzo.
-Soy yo quien debería agradecerte… -le respondió Jabu, mirando al pueblo de Rodorio que, gracias a los esfuerzos del chico, no había sido atrapado por las aguas-. Pero. ¿Quién eres? ¿Cómo puedes controlar el cosmos de esa forma sin ser un Caballero de Athena? –le preguntó.
-¿Mi nombre? Ah, es verdad, no me he presentado –sonrió el chico de oreja a oreja-. Mi nombre es Tenma –se apuntó a sí mismo- Y estoy en una misión para convertirme en el Caballero de Athena más poderoso de Saori –le sonrió él con entusiasmo.
-¿Saori? Usa su nombre divino, no seas blasfemo –se molestó Jabu, cuando un relámpago se escuchó caer y golpear con fuerza. Jabu miró en la dirección del mismo, y notó el lugar donde había impactado, la Casa de Escorpio, que estalló en pedazos por la fuerza de aquel relámpago-. Y hablando de blasfemias… ¿qué diantres hizo el Maestro Milo esta vez para que Zeus le fulminara su casa? –se preguntó Jabu. Pero su atención pronto regresó al joven del inmenso cosmos, que no vestía ningún tipo de Armadura de Athena.
