En el año 1936, Tokio seguía siendo testigo de las secuelas devastadoras dejadas por las guerras que asolaron la región durante años. Fugaku Uchiha, un héroe de guerra condecorado por su valor había dejado una marca indeleble en la nación, destacando las virtudes de su legendario clan. Desde el ilustre Madara Uchiha, considerado el mejor samurái de la región, hasta su propio hijo mayor, el noble Itachi Uchiha, eran motivo de orgullo para él.

Sasuke, el hijo menor de Fugaku, compartía la admiración por su hermano desde la infancia, anhelando seguir sus pasos. Fugaku, un hombre exigente y estricto, instaba a sus hijos a cumplir con su deber hacia el país en medio de las difíciles condiciones que atravesaban. Como uno de los generales más respetados de la región, Fugaku esperaba que sus hijos estuvieran a la altura de las expectativas, especialmente Itachi, cuyas habilidades en combate, manejo de armas y estrategia lo destacaban desde temprana edad. Sasuke ansiaba alcanzar un día la misma importancia y reconocimiento que su hermano.

Después de años de arduo entrenamiento en la academia militar, Sasuke, con apenas diecisiete años, se encontraba listo para continuar su preparación. A pesar de su juventud, sentía el peso de la responsabilidad que la inminente guerra imponía sobre sus hombros.

Tan absorto estaba en sus pensamientos que una voz tierna lo sacó de su ensimismamiento. Era una voz cálida y dulce, pero hablaba en un idioma que él no comprendía. Al seguir el sonido, se percató de dos cosas: primero, que provenía de una nínfula que jugaba a orillas del río con un kimono adornado con mariposas moradas; segundo, que su rostro y facciones no correspondían a los estándares de la región. Era evidente que se trataba de una chica extranjera. Su cabello brillaba bajo los rayos del sol y sus ojos verdes reflejaban el agua cristalina, como esmeraldas relucientes. Era como una obra de arte europea. Nunca, en sus diecisiete años de vida, había visto algo tan hermoso. Su corazón latió con extrañeza al encontrarse con los suyos.

Antes de que pudiera averiguar más sobre ella, una mujer mayor, ataviada con ropas occidentales y joyas ostentosas, la llamó y la arrastró lejos, regañándola en un idioma desconocido para Sasuke.

A pesar de la brevedad del encuentro, la imagen de la joven extranjera quedó grabada en la mente de Sasuke, recordándole las muñecas de porcelana que su difunta madre solía coleccionar y que su padre le había obsequiado en sus viajes por Occidente.

Al llegar al teatro, Sasuke se encontró con sus compañeros de academia, envueltos en la efervescencia del alcohol y los rumores que inundaban la región. Entre susurros, se mencionaba la detención de presuntos conspiradores en el Ni-Ni Roku Jiken, un evento que sacudía los cimientos del país.

—El General Shimura mencionó que han arrestado a los presuntos responsables del Ni-Ni Roku Jiken —comentó Shikamaru, dejando escapar el humo de su cigarrillo.

—¡Silencio! Esto no es asunto nuestro —intervino Naruto, ya afectado por el exceso de alcohol.

—Creo que Sasuke debería estar al tanto —añadió Sai.

—¿De qué se trata? —inquirió Sasuke, sintiéndose molesto por su falta de conocimiento.

Naruto suspiró y lanzó una mirada exasperada a Sai antes de responder:

—Son solo rumores, Sasuke, no deberías...

—Se rumorea que tu hermano, Itachi, estuvo involucrado en el intento de golpe de estado. Al parecer, desapareció, pues no ha sido localizado desde aquel día. —Sai dejó escapar esas palabras con un toque de sorna.

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Mientras la reputación centenaria de su clan se desmoronaba bajo el peso de la ignominia, su padre enfrentaba la vergüenza de la deshonra, sumergiéndose en un mar de incertidumbre y exclusión.

La caída en desgracia de su linaje marcó un punto de inflexión. A su padre, símbolo de honor y valentía, le fueron arrebatadas las medallas ganadas con esfuerzo a lo largo de los años, mientras que él mismo experimentaba la amarga exclusión por parte de sus compañeros.

Con el paso de los años, el paradero de Itachi, su amado hermano, siguió siendo un enigma. Su padre le dio el último adiós con honores funerarios, pero sin certeza sobre su destino, y mencionar su nombre se convirtió en un tabú. Sin embargo, en lugar de aliviar la carga que llevaba sobre sus hombros, Sasuke se volvió aún más decidido en elevar el prestigio de su linaje.

Pero la llegada de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo nuevas complicaciones. Su padre fue reclutado nuevamente, relegado a las filas de soldado raso en los campos de batalla. Sasuke se encontraba hastiado de las humillaciones, pero se vio atrapado sin opciones. El honor de su clan seguía siendo su principal prioridad, una herencia ancestral que ardía aún en su interior y que había sido reconocida durante generaciones como grandes guerreros en todo el país.

No obstante, el General Namikaze, su protector fue desplazado a la región de Chugoku y al quedarse en la región de Kānto su nueva autoridad llegaría. Sin saber que se trataría del mismo Danzo Shimura, aquel que había estado a cargo de la investigación del Ni-Ni Roku Jiken y quien se había convertido en el verdugo de su familia.

Dado a la situación de las bajas, fue imposible que sus superiores pudieran transferirlo a otra región por lo que no tuvo opción a quedarse ahí.

Durante el pase de lista y la presentación del nuevo general, fueron llamados para asignar nuevas funciones. Sasuke pudo observar al hombre que lo miró con desdén. Danzo era un veterano de guerra, anciano y se caracterizaba por ser feroz y sanguinario con sus enemigos. Mucho se hablaba de él en los corredores del cuartel, donde sus habilidades eran admiradas, pero a Sasuke solo le causaban repulsión. Le asignaron la tarea de ser carcelero en varios campos de prisioneros de guerra, incluido el campo de prisioneros de Ōfuna.

Shimura era conocido por su brutalidad y sadismo. Maltrataba física y psicológicamente a los prisioneros de guerra, sometiéndolos a trabajos forzados y torturas.

Al fondo, Sasuke observó a algunos de sus ex compañeros de academia, la mayoría de los cuales lo miraban con desprecio, a excepción de Naruto.

—Uchiha Sasuke —dijo el general—. Tu misión será salvaguardar la vida de mi esposa. Es importante que la mantengas a salvo y bajo vigilancia permanente.

A pesar de intentar mantenerse impasible, Sasuke sintió cómo su mandíbula amenazaba con desencajarse, una sensación compartida por Naruto, cuyos ojos se abrieron de par en par por el asombro. En tiempos de guerra, la prioridad era proteger no solo a la ciudadanía en general, sino también al país en su conjunto. Para ello estaba entrenado, aunque Sasuke no pudo evitar sospechar que esta noticia formaba parte de la estrategia de Danzo para vengarse por la traición de Itachi.

—Comprendo por qué reaccionas así —prosiguió el general—. Mi esposa es extranjera, aunque su padre es japonés. Estamos en guerra contra su patria y, bueno, ella está bajo vigilancia. Esa es tu responsabilidad. Tú, mejor que nadie, debes comprender que no puedo permitir que mi reputación, ni la de mi familia, se vean mancilladas.

Lo observó con una mirada penetrante, firme como una roca. Sasuke entendió de inmediato a qué se refería; había tocado la herida más profunda.

Así, emprendió el camino hacia la casa del general, ubicada en una zona poco transitada en las afueras de Tokio. En sus días de gloria, había sido una de las mansiones más imponentes de la región, pero el paso del tiempo la había dejado envejecida y deslucida.

Al llegar, Sasuke se percató de la ausencia de servidumbre. La crisis de la guerra había afectado incluso a las familias más poderosas, y la casa parecía desierta. Solo divisó a una anciana preparando una infusión con un olor extraño.

Al notar su presencia, la anciana retiró el kyusu del carbón y se acercó rápidamente, haciendo una reverencia.

—Bienvenido, mi señor. Me informaron que estarás al servicio de la familia —dijo la anciana mientras avanzaba con pasos lentos, indicándole el camino hacia un amplio salón.

Allí estaba ella, su objetivo: una mujer mucho más joven que él, con la mirada perdida en el horizonte. Su cabello era largo y de un extraño tono rosado, como hebras de fina seda que se deslizaban por su espalda con gracia y delicadeza.

—Mi señora, ha llegado el cabo —anunció la anciana.

La mujer giró su rostro hacia él al escuchar la mención, y en su mirada, Sasuke encontró un atisbo de reconocimiento. Ella lo observó a los ojos y se inclinó ante él con una pronunciada reverencia.

—Bienvenido —dijo con una suave voz, que tembló al hablar.

Sasuke permaneció inmóvil. Era ella, la niña que había visto hacía siete años, ahora transformada en una impresionante mujer.

La anciana se acercó con una tetera y un yunomi, este último emanando un olor desagradable. Era el mismo aroma pestilente que Sasuke había percibido desde que había entrado a la mansión. Por suerte, la anciana colocó el yunomi con el extraño olor frente a la mujer, y a él le sirvió el té de manera tradicional.

Observó cómo la mujer bebía sin inmutarse ante el nauseabundo olor, mostrando una serenidad que dejó a Sasuke impresionado.

Ella lo miró con determinación y comenzó a hablar.

—Voy a contarle todo lo que necesita saber sobre mí. Esta conversación ya la he tenido en varias ocasiones, dijo ella, dejando el yunomi sobre la mesa y tomando una profunda respiración antes de continuar. Parecía resignada. —Hace poco más de un año me casé con mi señor, Danzo Shimura. Cada vez que llegamos a una nueva región, me hacen las mismas preguntas— explicó con determinación, demostrando la seguridad propia de una mujer occidental. Él la observó con interés, sorprendido de que esa delicada muñeca occidental pudiera expresarse con tanta fluidez en su idioma nativo. — Soy Sakura Haruno — comenzó con una voz cargada de pesar y recuerdos dolorosos. — Mi padre era General de la división de autodefensa de la región de Kānto. Viví aquí la mayor parte de mi infancia. Mis padres se separaron cuando tenía once años, y regresé a Francia con mi madre. Cuando la guerra llegó al país, fui acusada de colaboracionismo con los nazis, y mi madre fue exterminada en la purga al descubrir que mi padre era un General del Imperio Japonés— su relato revelaba la carga de sus experiencias pasadas. — No me quedó otra opción que regresar a Japón y pedir ayuda, aunque no esperaba encontrar a mi padre tan enfermo. Mi única alternativa era casarme con el único hombre que me ofrecía seguridad y aceptación. Nos unimos en matrimonio hace poco más de un año y desde entonces hemos estado en constante movimiento, ya que Danzo necesita dirigir el frente. No puedo predecir si permaneceremos aquí semanas, meses o años, pero puedo asegurarle que no tengo nada que ver con los excluidos. No soy judía. Hablo japonés con fluidez porque crecí aquí, y le garantizo que jamás traicionaría a esta nación.

Escuchó cómo sus palabras se apresuraban, notando cómo luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos. A pesar de ser la esposa de Danzo, estaba vulnerable ante una nación que no la aceptaba y que podría denunciarla fácilmente. Había sido desterrada de Europa, encontrándose sola y consciente de que cualquier error la llevaría directo a la pena capital.

Una oleada de compasión lo invadió al ver su fragilidad.

—Esa información es suficiente para mí. - Sin más preámbulos, se levantó del tatami y se volvió hacia la salida. —¿Cuál es su nombre? - De repente, ella preguntó.

—Sasuke Uchiha - Respondió él sin darle mayor importancia antes de marcharse.

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Cuando era niña, Sakura solía escaparse al bosque y disfrutaba jugando en el cristalino arroyo, especialmente cuando sus padres discutían. Para su madre, Mebuki, el choque cultural había sido abrumador y no podía soportar el mal carácter de su esposo, Kizashi. Mebuki se arrepentía profundamente de haber dejado su país natal, donde las mujeres tenían más libertad. Las constantes discusiones fueron lo que finalmente la llevaron a tomar la decisión de regresar a Francia con su hija, lo que eventualmente terminó por romper su matrimonio.

Y así fue como, en uno de esos días, salió corriendo de su casa, con el pesado kimono enrollado con cintas hasta los muslos para poder jugar en el arroyo y cantar la Barcarrolle que su madre le había enseñado. En medio de su juego, se encontró con el hombre más apuesto que sus ojos jamás habían visto. Era alto, con una presencia varonil, y unos ojos negros y profundos que la miraron con interés. Pero su momento de admiración fue interrumpido abruptamente cuando su madre la sacó del agua y la arrastró lejos de allí.

Abordando un barco con destino a Francia, aquel viaje se tornó uno de los más desafiantes que había experimentado hasta entonces, a excepción de su huida de Europa.

Escapando de la guerra, navegó durante meses en barcos repugnantes, colmados de hombres embriagados y lascivos. A pesar de ser una experiencia ardua, esta travesía le infundió un nuevo sentido de valentía y seguridad. Durante el viaje, entabló amistad con Jiraya, el veterano capitán del barco pesquero, quien la protegió en múltiples ocasiones y le impartió habilidades esenciales como la pesca y la autodefensa. Se acostumbró a usar pantalones para realizar tareas como cargar carbón hacia las calderas del barco, lo que le ganó el respeto de la tripulación.

Después de meses en el mar, regresaba a una nación donde las mujeres eran consideradas meros adornos para los hombres poderosos, o sirvientas al servicio de los varones de la familia, una realidad que contrastaba fuertemente con la independencia y libertad que había experimentado en Europa.

Lo más doloroso para ella era descubrir el horror más grande de todos: ser el juguete sexual de un hombre tan repudiable como Danzo. Jamás imaginó que perdería su virginidad de una manera tan cruel y despiadada. La noche de bodas se convirtió en la peor experiencia de toda su vida. Aunque anhelaba que esa pesadilla acabara con la muerte de Danzo, el hecho de contemplar su futuro tras su partida la sumía en una incertidumbre aún más angustiante. Quizás, enfrentarse a lo desconocido era más aterrador que soportar la asquerosa presencia de Danzo una o dos veces por semana. En esos días, se veía obligada a beber una infusión repugnante para evitar concebir, pues no se sentía preparada para ser madre de un hijo que tendría como padre a ese monstruo.

Cada vez que llegaba su periodo, experimentaba un breve momento de alivio y alegría, pero pronto la realidad volvía a golpearla. Danzo la castigaba brutalmente por no concebir, demostrando así su brutalidad y crueldad. A pesar del dolor y el miedo, prefería enfrentar los golpes a la perspectiva de traer al mundo un hijo no deseado, fruto de su tortuosa unión con Danzo.

Todos los días, Sakura se preguntaba cuándo terminaría esa pesadilla. Cada amanecer era una nueva lucha por encontrar un resquicio de esperanza en medio de la oscuridad que la rodeaba. Sin embargo, todo cambió esa mañana en que vio a Sasuke, un destello de luz en su sombrío panorama. No sabía si era un recuerdo o una señal desesperadamente necesaria para creer que su vida podría cambiar.

Los días pasaron y Sasuke se volvió una figura esquiva, difícil de ver. Solo tenía conocimiento de su presencia a través de los pequeños gestos de Chiyo, quien dejaba una porción de arroz en su habitación cada día, la cual desaparecía misteriosamente al finalizar la jornada.

A pesar de que Sakura buscaba a su guardián, el hombre parecía esfumarse dentro de la propiedad. Ella intuía que, aunque no lo viera, él observaba cada uno de sus movimientos. Sin embargo, el hecho de haberlo visto antes y de haber vislumbrado la pureza y nobleza en su alma, había forjado en ella una profunda desconfianza hacia los hombres.

Cuando vivía en Francia con su madre, era cortejada por hombres de la alta esfera social. Su belleza atraía a jóvenes apuestos y adinerados. Sin embargo, su madre siempre le repetía que una cara bonita no siempre era la mejor opción en la vida. Aunque Sakura intentaba seguir este consejo, sabía detectar la pureza de los sentimientos de las personas. Aunque no conocía a Sasuke, notaba que su mirada no era la misma. Carecía de la chispa de vitalidad que ella misma había perdido hace tiempo, y lo sabía porque esa mirada la veía todos los días reflejada en el espejo.

Ese día, Sakura sintió el impulso de adentrarse en el bosque como solía hacerlo de niña. Ansiaba recorrer los senderos familiares que aún reconocía.

Siguió su instinto, caminando entre los árboles, reconociendo aquí y allá alguna que otra familiaridad hasta llegar al lugar deseado. No sabía si su guardián la había seguido, pero decidió deshacerse del pesado kimono y quedarse solo con el hadajuban. Jugó un rato en el agua y, cuando se sintió cansada, se recostó sobre la hierba. Se dejó envolver por la paz que emanaba ese lugar y, poco a poco, se dejó vencer por el sueño.

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Sasuke caminaba a una distancia prudente de ella, consciente de su deber de vigilarla, pero también de la necesidad de no acercarse demasiado. Aunque en días anteriores ella había demostrado tranquilidad y no había señales de traición, él sabía que no podía bajar la guardia. Era una mujer extranjera, una incógnita en aquel entorno.

Observó cómo se despojaba del kimono y quedaba en ropa interior, luego se lanzó al río y jugueteó con el agua durante largos minutos.

Cuando la vio salir del agua, su cuerpo se delineaba a través de la fina tela, mostrando unas proporciones que captaron su atención de manera inmediata. Sí, era delgada, pero tenía unas caderas anchas y un trasero firme y redondo. Aunque sus pechos eran pequeños, parecían perfectos para sostener en las manos. Con su apariencia, parecía haberse transformado en una ninfa del bosque, un ser fantástico y seductor que desafiaba la realidad con su belleza.

Él podría haberla contemplado durante horas, pero el sol comenzaba a descender, y era peligroso permanecer fuera de casa a esas horas, especialmente para ella, una mujer casada con un hombre tan respetado como Danzo. Aunque prefería mantener su distancia, decidió que era hora de despertarla.

Al acercarse, pudo observarla con más detalle. Era preciosa; su cabello era largo y sedoso, dándole la tentación de enroscar sus dedos en sus largas hebras. Su rostro era fino, con unos ojos enmarcados por largas pestañas rosadas. Su nariz pequeña y respingona, y sus labios rosados y carnosos, lo tentaban con la idea de morderlos. Todo esto acompañado de un cuerpo exótico, muy diferente a lo que él había conocido antes. Se convencía de que ella no merecía a un hombre tan repudiable como Danzo Shimura.

Aunque no quería dejar de mirarla, sabía que tenía que despertarla. Con cuidado, se agachó para hablarle lo más cerca posible y la tocó del hombro.

—¡Oye! Despierta, debemos volver. —Susurró él, sacudiéndola suavemente.

Ella abrió los ojos, desorientada. Cuando sus miradas se encontraron, notó la tristeza en los ojos del hombre frente a ella y preguntó en un susurro ensoñador:

—¿Por qué estás tan triste?

Él se quedó en silencio mientras el estruendo de un bombardeo cercano los hizo volver bruscamente a la realidad.

—Es hora de irnos. —Respondió finalmente, extendiendo su mano hacia ella para ayudarla a levantarse del suelo.

Ella tomó su yukata del suelo y se agarró de la mano que él le ofrecía. El contacto fue eléctrico.

Corrieron juntos hasta llegar a casa, pero al divisar el coche de la guardia imperial estacionado frente a la entrada, se dieron cuenta de que Danzo había regresado. Esa no era una buena señal.

Terminó de ajustarse el kimono y trató de arreglarse el cabello antes de entrar al salón principal, intentando aparentar calma. Sin embargo, Danzo apareció tras ellos, su rostro lleno de desaprobación.

—¿En dónde estaban? —inquirió con un tono cortante.

Sakura se inclinó respetuosamente ante su presencia, mientras él adoptaba la posición de saludo a su superior de manera automática.

—Mi señor, solo fui a dar un paseo, estaba aburrida... —intentó explicar Sakura.

El golpe sordo que le propinó en la mejilla resonó en la habitación, seguido por el ahogado sollozo que escapó de la garganta de Sakura.

—Ve a la habitación, debo hablar con el Cabo Uchiha —ordenó Danzo con frialdad.

Sakura se retiró rápidamente, sintiendo el dolor ardiente en su mejilla. Mientras tanto, Sasuke adoptó la posición de descanso ante su superior, ocultando su incomodidad bajo una máscara impasible.

—Mi esposa es algo rebelde, ella no está acostumbrada a nuestras costumbres. Te exijo que le prohíbas salir de la casa; a los aldeanos no les gustaría ver a una extranjera corriendo por sus tierras —continuó Danzo, su tono autoritario no dejaba lugar a objeciones.

Sasuke aceptó con un gesto simple, aunque no pudo evitar notar la crueldad de la acción de Danzo al golpear a Sakura.

—Retírate —ordenó Danzo, dando por terminada la conversación. Sasuke asintió y se retiró con paso firme, su mente llena de preocupación por Sakura y de indignación por la injusticia que presenció.

Sasuke abandonó la habitación, pero permaneció alerta ante cualquier señal, consciente de que la situación era más complicada de lo que imaginaba. La idea de ese monstruo abusando de una mujer apátrida, desterrada y repudiada, lo llenaba de furia. Era como mirarse en un espejo retorcido.

Extrajo de su bolsillo la cajetilla de cigarrillos y encendió uno, dejando que el humo se mezclara con la noche estrellada que se extendía sobre él.

Mientras se dirigía hacia la cocina en busca de su ración de comida, pasó frente a la oficina que Danzo había convertido en su espacio personal. No pudo evitar escuchar los sollozos provenientes del interior. El shoji estaba entreabierto, y a través de la rendija pudo ver el rostro de Sakura apoyado en la mesa, rodeada de pergaminos. Pronto comprendió lo que estaba sucediendo.

Observó impotente cómo Sakura, con la espalda semidesnuda y tendida boca abajo, era víctima del abuso de Danzo. Aunque su rostro mostraba una frialdad aparente, sus ojos verdes derramaban lágrimas silenciosas, y su cuerpo temblaba bajo el peso del dolor.

Una oleada de rabia y desesperación lo inundó, pero se vio obligado a contenerla. Sabía que en ese momento no podía hacer nada para detenerlo.

La imagen de aquel rostro triste y desolado lo persiguió implacablemente durante toda la noche, impidiéndole conciliar el sueño. Al adentrarse en el salón al amanecer, fue recibido por el penetrante aroma de las hierbas infusionadas. Observó a Sakura beber la infusión con determinación, sin mostrar el menor gesto de desagrado. No encontró el coraje ni siquiera para dirigirle una mirada después de lo ocurrido la noche anterior.

Decidió salir al aire fresco para fumar un cigarrillo y despejar su mente. Estaba a medio camino cuando la voz de Sakura lo sacó de su ensimismamiento.

—¿Sería tan amable de permitirme fumar un poco de tabaco? —preguntó Sakura con un tono educado.

Sasuke asintió y le ofreció un cigarrillo, observándola mientras inhalaba profundamente.

—No he tenido suerte encontrando cigarrillos en los últimos días —comentó ella.

—Una dama como usted no debería fumar —respondió Sasuke con franqueza.

—Eso es lo que dicen los hombres de este lugar. Las mujeres modernas en Europa fumamos en pipas de oro —replicó Sakura con un deje de sarcasmo.

—En este lugar, solo las que se encuentran en los oirán se permiten ese tipo de lujos —contestó Sasuke, con un matiz de seriedad en su voz.

—¿Prostitutas? pero si no es nada diferente a lo que hago ahora —murmuró Sakura, sorprendida por sus propias palabras. Se apresuró a rectificar—. No es algo que no hayas visto antes, sabes que es mi boleto de supervivencia —añadió, mientras exhalaba un fino hilo de humo que se elevaba con elegancia.

—Debería tener cuidado con sus palabras, podrían malinterpretarse. En este lugar, las mujeres de su clase suelen ser más formales —advirtió Sasuke con un gesto serio.

—Pero tú y yo somos iguales. No veo por qué no me puedas tutear —respondió Sakura desafiante, pisando con la geta lo que quedaba del cigarro antes de entrar nuevamente a la mansión.

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Los días pasaban y Sakura regresaba a su confinamiento, mientras Sasuke la observaba desde el ventanal. Lo que para algunos sería aburrido, para él se había convertido en una adicción. La falta de movimiento en su habitación no lo disuadía de mirarla mientras ella leía libros con una caligrafía diferente a la suya, o cuando escribía en pergaminos, despertando su curiosidad sobre qué tanto trazaba, especialmente cuando ella lo observaba con cautela.

Su corazón latía más fuerte cuando la veía mirarse en el espejo y cepillar su largo cabello, disfrutando del sol que se reflejaba en destellos brillantes. Además, la encontraba descarada al estar en hadajuban, ventilándose con un fino abanico de grecas doradas.

Aunque la rutina matutina era maravillosa, las noches eran todo lo contrario. Escuchaba el rechinar del viejo escritorio de madera con un ritmo pausado que iba in crescendo, acompañado de dolorosos sollozos. La rabia se apoderaba de su cuerpo, dejándolo inmóvil por la impotencia de no poder hacer nada ante lo que sucedía en ese lugar. Por las mañanas, Chiyo ingresaba a la habitación con un humeante té pestilente, despertando su curiosidad.

Dado a la tediosa rutina nocturna, no esperaba ver a Chiyo a altas horas de la noche aún en la mansión. Se encontró con Sakura hincada en el centro del salón, frente a una mesa llena de objetos que logró reconocer.

Sakura escuchaba atenta mientras la anciana Chiyo explicaba los pasos para preparar el té.

—El anfitrión alimenta el fogón, cuyos cinco elementos representan el mundo material del taoísmo: el metal de la tetera, la madera del carbón, la tierra de la cerámica, el fuego y el agua —explicó Chiyo, demostrando cada movimiento con destreza.

Sakura imitaba los gestos de la anciana, concentrada en aprender.

De repente, unos pasos firmes interrumpieron la lección. Sasuke entró en la habitación, adoptando una postura firme al escuchar las palabras del anciano.

—¡Sasuke! Mañana tendremos invitados. El primer ministro vendrá a conocer a mi esposa, y toda la atención se centrará en ella. Necesito que te encargues de la seguridad. Mi reputación está en juego, y la tuya cae con la mía —ordenó el anciano, retirándose con Sai, su fiel acompañante.

Sasuke observó cómo Sai se marchaba con el anciano. Aunque en sus años de academia habían sido cordiales, desde la traición de Itachi, Sai parecía haberse distanciado, mirándolo con desdén.

Para sus compañeros, ser relegados a una tarea como "Caballero de compañía" era motivo de burla. Al principio lo pensó también, pero no estaba en posición de objetar.

Aún no lograba entender por qué Danzo, siendo como era, había aceptado casarse con ella. Si bien era hermosa, no la trataba como la frágil flor que era; al contrario, parecía que solo quería hacerla sufrir por su desgraciada vida. Sakura no tenía culpa alguna de ser hija de una extranjera y un japonés.

Al día siguiente, por primera vez, Sasuke la observó mientras examinaba pergaminos con una caligrafía mucho más entendible para él. Ella los leía con atención, pero parecía confundida.

—Sasuke —llamó por primera vez a su guardián, y él apreció cómo sonaba su nombre en su voz—. No entiendo nada.

—¿Acaso no sabes leer? —preguntó él.

—Claro que sí —respondió Sakura, refutando su pregunta—. Solo que algunas cosas son extrañas para mí y quiero estar segura de no cometer errores.

La mirada suplicante de Sakura derritió un poco el hielo en el corazón de Sasuke, lo cual no le agradó del todo.

Aunque mantuvo su distancia y no ingresó a la habitación, desde afuera explicó algunos términos poco coloquiales con los que ella no estaba familiarizada. También habló sobre política y guerra, expresando su postura y lo mucho que había afectado al país.

Sakura lo miraba con interés y curiosidad, mientras él la observaba con detenimiento. Se preguntaba cómo había llegado a esta situación. Quizás no lo entendía del todo, pero estaba seguro de una cosa: había desarrollado un instinto protector hacia ella. A partir de ese momento, no sabía si permitiría que Danzo continuara con las vejaciones infringidas hacia Sakura.

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El día de la ceremonia finalmente llegó. Habían contratado más sirvientes para que la mansión luciera lo más digna posible, y se había formado un escuadrón a su cargo con el fin de resguardar la integridad del primer ministro.

A los pocos minutos, él la observó entrar al salón, y notó de inmediato la transformación en ella. Llevaba el cabello recogido con un kanzashi decorado con finas piedras preciosas, y portaba con orgullo el kimono más hermoso que había visto en toda su vida. Parecía sofocada por las pesadas telas que la cubrían. Sin embargo, intentaba caminar con seguridad hasta llegar para inclinarse ante ellos, demostrando que hablaba el idioma con fluidez.

La esposa del primer ministro la miró con simpatía, pero él la observó con desprecio, sintiendo que su paciencia comenzaba a agotarse.

La noche transcurrió en relativa calma hasta el momento de la ceremonia del té. Ella comenzó a servir con total seguridad, pero antes de entregar el Yunomi, se resbaló de sus manos, haciéndolo caer al suelo y romperse en pedazos. La esposa del ministro guardó silencio ante el incidente, mientras que el ministro le dedicó la más despectiva de sus miradas. A partir de ese momento, ella comenzó a temblar, dejando escapar el miedo que exudaba.

La tensión en el ambiente era palpable, y después de una reunión a puerta cerrada entre el ministro y Danzo, se retiraron.

Después de unas horas, la mayoría de los sirvientes se habían marchado, y Danzo ordenó a Sasuke enviar al escuadrón de seguridad de vuelta al cuartel. Cuando regresó, se encontró con que el anciano se había encerrado con Sakura en su despacho. La preocupación lo invadió y decidió averiguar qué estaba sucediendo.

Sai se encontraba recargado en la puerta principal, fumando un cigarrillo, cuando de repente escuchó gritos de dolor provenientes del despacho. Sakura siempre había sido valiente y evitaba gritar, pero en esta ocasión no pudo contenerse. Los gritos resonaron en los pasillos, acompañados del chasquido del látigo cortando el viento.

Sin pensarlo dos veces, Sasuke dio un paso al frente para ingresar al lugar, pero Sai le bloqueó el paso.

—¿A dónde vas? —preguntó Sai.

Él no contestó, pero su mirada transmitió toda la furia que sentía.

—No puedes hacer nada. Si entras, te va a matar junto con ella —advirtió Sai, tratando de contenerlo.

Haciendo caso omiso de la advertencia, lo empujó hacia un lado y se dirigió con determinación a la habitación. Abrió con fuerza el shoji y lo que observó hizo hervir su sangre.

Sakura se encontraba en la esquina de la habitación, hecha un ovillo con el kimono desgarrado y la espalda descubierta, dejando ver la piel cortada y la sangre que escurría de sus heridas. Danzo la miraba con furia, como un perro rabioso sediento de venganza.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —gritó Danzo furioso, mostrando toda su ira.

Él no dijo nada y se acercó peligrosamente al anciano, cuyos ojos desprendían desafío.

—No te atrevas a tocarme. Haré lo mismo que hice con tu padre —amenazó Danzo, desenfundando un arma.

Sasuke sabía que Danzo tenía mucho que ver con la desaparición de su padre y hermano.

—Antes de que te mate, deberás confesarlo —declaró Sasuke, con la paciencia agotada.

—¡No tiene caso! Pronto te reunirás con él —gritó Danzo, apuntándole con el arma.

La rabia hizo que Sasuke perdiera el control. Se abalanzó sobre él y logró desarmarlo. Comenzó a golpearlo con ferocidad, pero Danzo era un buen oponente, conservaba la fuerza de un joven y la sabiduría de un anciano para golpear donde más lastimara. Sin embargo, Sasuke, debido a su entrenamiento, pudo ser un digno oponente.

Mientras tanto, Sakura aprovechó el momento y tomó el arma que se le había caído durante el forcejeo. Sin vacilar, disparó hacia la cabeza del general.

Todo sucedió tan rápido que apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Corrieron a toda velocidad hacia la salida, donde se encontraron con Sai, quien los observaba sorprendido.

—¿Qué demonios pasó? —preguntó Sai, desconcertado.

Sasuke y Sakura se miraron, aún en estado de shock.

—Sasuke no hizo nada, yo lo maté —declaró Sakura, temblando por lo que acababa de hacer.

Sai se acercó al cuerpo del general con cautela y lo miró con desprecio.

—Tienen que irse —dijo finalmente. —Sé que Danzo es un cerdo. Él asesinó a mi hermano, y estoy investigándolo. Tenemos la guerra perdida, el Reich está a punto de caer. Danzo está arreglando todo para huir cuando termine la guerra, y casarse contigo le vino como anillo al dedo. Planeaba viajar a Francia y cobrar tu herencia. Aún no podemos probar nada, pero deben irse. Escóndanse mientras puedan. Les daré unas horas de ventaja.

Sasuke se apresuró hacia Sakura, consciente de la gravedad de sus heridas. Ella permanecía inmóvil, abrumada por la rapidez de los acontecimientos. Nunca habría imaginado que él la defendería de esa manera. Con delicadeza, la tomó de la mano y juntos se encaminaron hacia un futuro incierto.

Caminando con dificultad por el bosque, Sakura luchaba contra el dolor mientras su mente divagaba en lo que podría haber sido si sus vidas se hubieran cruzado antes. ¿Qué habría pasado si Sasuke hubiera sido su esposo en lugar de Danzo? Se imaginaba las noches en las que podrían haber compartido silencios cargados de sentimientos, comunicándose solo a través de miradas.

Pero ahora, el dolor de sus heridas era abrumador. Cada paso le resultaba más difícil que el anterior, y pronto se vio obligada a detenerse. Con un último esfuerzo, dirigió una mirada a Sasuke, su protector, antes de cerrar los ojos, agotada por el sufrimiento.

Podríamos creer que sólo por una noche

Las cosas eran como solían ser

Ojalá pudiéramos reírnos sin una razón

Cuando realmente no era fingir

Ahora mirando hacia atrás me hace

preguntarme

Si pudiéramos ser así.

Ninfula: Del latín nymphula, diminutivo de nympha.

Niña o adolescente atractiva.

Ni-Ni Roku Jiken: fue un intento de golpe de Estado que tuvo lugar en Japón el 26 de febrero de 1936. Fue organizado por un grupo de jóvenes oficiales del Ejército Imperial Japonés con el objetivo de derrocar al gobierno y la jefatura militar, purgándolos de sus facciones rivales y opositores ideológicos.

Colaboracionismo: Deriva del francés collaborationniste, término atribuido a todo aquello que tiende a auxiliar o cooperar con el invasor. La Épuration légale (traducido al español como «depuración legal» o «purga legal») fue una serie de juicios realizados en Francia inmediatamente después de la liberación del país y la caída del régimen de Vichy durante el final de la Segunda Guerra Mundial contra todos aquellos franceses que habían colaborado con la ocupación alemana y su estado títere impuesto.

Excluidos: Grupos que fueron atacados como si fueran enemigos o extranjeros. Entre ellos se encontraban los judíos, los romaníes (gitanos), los homosexuales y los disidentes políticos. También fueron atacados los alemanes que se consideraba que eran genéticamente inferiores y dañinos para la "salud nacional", como las personas con enfermedades mentales y discapacidades intelectuales o físicas.

Barcarrolle: Canción típica de los gondoleros de Venecia. Les contes d'Hoffmann). El número más famoso de la ópera es la "Barcarolle" (Belle nuit, ô nuit d'amour), que se interpreta en el Acto III. S se estrenó en Viena el 8 de febrero de 1864.

Kyusu: Tetera de metal.

Yunomi: Vaso para el té.

Hadajuban: Túnica, ropa interior que se lleva debajo del yukata o kimono.

Geta: Zapato tradicional japones hecho de madera.