Disclaimers: Harry Potter, los personajes, los nombres y los signos relacionados son marcas comerciales de Warner Bros. Entertainment Inc., los derechos de autor de la historia "Harry Potter", pertenecen a J.K. Rowling; por lo tanto, son usados sin intención de lucro alguno, la historia paralela, al igual que los personajes originales, me pertenece en su totalidad, y no pueden usarse sin mi autorización, cualquier tipo de adaptación de esta historia está prohibida.
Lorcan desvió la mirada de la enorme figura de James, algunos mojigatos se la habían regalado cuando comenzó a ganar territorio, así que ahora adornaba el centro de aquel laberinto, el rey había decidido colocarla ahí, —A pesar de que realmente le hacía mucha justicia—, para que pocos pudiesen admirarla, contrario de lo que la gente pensara, no era de esa clase de regentes que adoraba llenar todo con su cara, por mera egolatría.
Se giró cuando escuchó los pasos de la persona que había estado esperando, la mujer iba un tanto paranoica, el solo hecho de que alguien la hubiese seguido la aterraba de sobremanera, y no la culpaba, si alguien se enteraba de lo que había hecho, la ejecutarían en ese instante sin esperar juicio alguno.
—¿Y bien? –Gruño irritado, el tan solo verla era insoportable.
—Por favor, no me obligues a seguir haciéndolo –lloriqueó –es sólo un bebé.
—Claro, un bebé que sin duda alguna heredará el trono.
—La reina aún puede…
—No digas estupideces, sabes mejor que nadie, que el rey jamás se atreverá a tocarla, así que es imposible que tenga un hijo, y si lo tiene, será un maldito bastardo.
—Las cosas pueden cambiar…
—No han cambiado en tantos años, ¿por qué lo harían ahora?
La mujer desvió la mirada, logrando que el rubio frunciera el ceño, para después entrecerrar los ojos, leyendo a la perfección su lenguaje corporal, sonrió divertido, esa maldita mujer sabía más de lo que le había contado, sin duda, la vida de sus hijos no le interesaban lo suficiente como para que dijera todo lo que sabía, si bien, la había coaccionado a que se atreviera a envenenar al hijo de la princesa Lily y el duque Edward, había al parecer, un océano de información que tenía, y que no tenía intenciones de compartir con él.
—Bueno, tal parece que sabes algo, que sin duda haría que el rey, toque por primera vez en años, a su esposa, dela forma, en la que la reina podría darle un hijo.
—Yo no sé nada –se apresuró a decir, cada vez más nerviosa.
—Creo que no te he dejado claro lo que les pasa a las mujeres como tú, ¿no es cierto? –Se burló de ella –y esta vez, no son promesas vacías, Audrey –negó –quizás el rey pudo haberte salvado una vez, de que tu padre y la asquerosa villa de donde saliste te matara a pedradas, pero ahora, nos guste o no, eres mi esposa, ¿crees que podría hacer algo con toda la corte sabiendo, que eres una asquerosa adultera?
—Yo…
—En serio, ¿tan imbécil creen que soy? Como para no darme cuenta, que te acuestas con mi hermano, mientras yo tengo cosas que hacer en la finca de mis padres –se burló –quizás no tengo las habilidades de Lysander en combate, pero lo conozco a la perfección, sé sus peores secretos, sus mañas, todo, pero no podemos decir lo mismo de él, ¿cierto? –Negó –que te acercaras a la reina Druella, fue un movimiento tan hábil de James y Lysander –sonrió –pero siempre voy un pie delante de mi querido hermano.
—Lorcan, nosotros…
—No me vengas con patrañas, ¿están enamorados? ¿O simplemente se acercó a ti, como remordimiento de que por su culpa te casaron conmigo? –Negó –El hecho de que permitiera que te acostaras con él, debería darte una idea de qué tan delante de él voy, ahora, sino quieres, que la citadela te apedree hasta la muerte, por adultera, y por lo tanto, yo decida decapitar a cada uno de los hijos que concebiste durante ese tiempo, oh, claro, destituyan a Lysander de su cargo, ya que su juramento le prohíbe tener, mujer, tierras e hijos –se encogió de hombros –veamos qué tanto es amor por él y sus hijos, o es solo la calentura entre tus piernas.
Las lágrimas de la mujer fueron silenciosas, no necesitó contestar nada, Lorcan tenía claro, que haría todo lo que él ordenara, con la absurda idea de que así protegería todo lo que amaba, pero no podía estar más equivocada, él apenas había comenzado con su venganza en contra de todos lo que le habían jodido la vida, sin importarle los inocentes que podría llevarse en el camino, si es que había alguno.
—Ten –le extendió un pequeño frasco con veneno –asegúrate de que nadie se dé cuenta, aún tengo planes para ti, esto, solo es el comienzo.
—Esto es traición –repitió las mismas palabras, que dijo la primera vez que le obligó a envenenar al pequeño príncipe Remus II.
—Lo sé, pero no te preocupes, si haces bien las cosas, nadie sospechará que fuiste tú, después de todo, por eso te eligió a ti, eres la única que podría pasar toda la seguridad de la princesa Lily, sin levantar sospecha alguna, ¿Quién de ellos sospecharía de ti? –rió divertido –eres la amante de Lysander, la mejor amiga de la princesa, ni siquiera los guardias prestarían una gota de atención a ti, como una amenaza latente.
—X—
Habían pasado los días sin ninguna novedad, estaba tranquilo, después de todo, manipular a su esposa era algo bastante sencillo, por fortuna la mujer no tenía una gota de cerebro, como lo había dicho Druella, si en lugar de envenenar al heredero de James, le hubiese dicho la encomienda, sin duda ahora la reina y él, estarían expuestos delante de la citadela, al menos sus cabezas lo estarían.
La mujer sollozaba desconsolada en la pequeña sala, no iba a hacer preguntas estúpidas, después de todo, aquella actitud dejaba en claro que acababa de darle a ese pequeño príncipe la dosis que tocaba, para terminar con su corta vida, y su posibilidad de heredar el reino, sonrió satisfecho, así que golpeó el hombro de su esposa, en señal de que había hecho un gran trabajo, sin duda no era tan inútil como lo aparentaba.
Pasó un tiempo, en lo que le dejaron saber a Audrey, que el príncipe había fallecido, esas serían excelentes noticias para la reina consorte, ahora solo tenían que solucionar que la hermana del rey, no fuese a parir más varones, pero eso también ya lo tenía solucionado, por fortuna, la princesa y su marido, no habían estado juntos solos, en todo el tiempo que su hijo pasó enfermo.
—Arréglate –ordenó Lorcan a su esposa –tenemos que estar presente en el funeral del príncipe, no sea que sospechen de ti, sino acudes.
Sonrió cuando la mujer giró a verlo preocupada, era lógico que en ese momento la culpa estaba carcomiéndola, ¿Qué tan buena sería fingiendo inocencia delante del rey, y su mejor amiga? Pues estaban a minutos de descubrirlo.
—X—
Druella Malfoy sonrió encantada con las noticias que Lorcan Scamander le acababa de decir, el hijo varón de Lily Luna y Edward Lupin, se había muerto, sin duda la idea que había compartido con su cómplice, había funcionado de maravilla, ni a James, ni a Lysander, creerían que ella era lo suficientemente lista, como para hacer que la espía que le habían enviado, la mandaría de vuelta con una encomienda espectacular, envenenar al que seguramente, sería el heredero del trono, sin contratiempos, Audrey Scamander había logrado pasar frente al guardia de la princesa, y a Lysander, que eran claramente muy cuidadosos con ellos, incluso la vez que ella quiso acercarse, notó el movimiento del guardia personal de la hermana del rey, queriendo evitarlo, pero no pudiendo hacerlo, ya que ella era la reina.
Ahora sí, el reino había quedado desesperanzado, había gente fuera del castillo, bajo la ventana donde cuidaban al niño, los sirvientes habían perdido el buen ánimo una vez que se comunicó la muerte de ese usurpador, ya que no había opción para la sucesión de James, sin duda no le quedaba de otra que hacerle a ella, un hijo, o tener un varón con su amante, pero ella se encargaría de que Elisheva, jamás pudiese engendrar ni un solo bastardo, y que su cuñada, no volviese a engendrar varón alguno, así las opciones de su marido, se iban a terminar.
Pidió que le ayudaran a vestirse, quisiera o no James, ella estaría presente, disfrutando completamente ver a Lily Luna, destrozada de perder su única oportunidad al trono, ya sin ese maldito usurpador, el juego estaba más que equilibrado entre ellas.
—LHR—
Lysander observó al rey un poco intranquilo, pero con su semblante serio, sin duda no quería decirle algo que lo alterara, la muerte de Remus II, era sin duda una gran pérdida para el reino en general, pero sabía que, para él, era más profunda de lo que se permitiría admitir, era su hijo, y aunque le había confiado el estado de la princesa, sabía que ese futuro hijo, no supliría a otro.
—Voy a salir del reino –le informó James serio –y no quiero que me sigas, te ocupo aquí, para que todos piensen que estoy encerrado en este despacho.
—¿Qué vas a hacer? –Cuestionó.
—Saldré de aquí, y como ya dije, no quiero que nadie sepa.
—James, sé que la muerte de tu hijo, te afecta, pero… la princesa de ocupa, está destrozada.
—No necesitas decirlo, lo sé a la perfección, me ha pedido tiempo y espacio, y la comprendo, y así como ella necesita lidiar con esto a su manera, yo también.
—Solo tú, y Malfoy tienen que saber de mi ausencia –le informó.
—De acuerdo –aceptó Lysander de mala gana.
El rey avanzó hasta el gran salón donde se había resguardado a Elizabeth, después de lo ocurrido con Remus II, se le había prohibido a la princesa abandonar el castillo, a pesar de que se había rehusado la pequeña, no había podido contra las órdenes de su tío, que fueron respaldadas por su padre y madre.
—Lysander cuidará de ella, ocupo hablar contigo un momento –le informó James al rubio.
—Desde luego, majestad.
Los dos salieron al pasillo, el castaño echó a los guardias y les dijo que volvieran en media hora, que él y Scorpius cuidarían la puerta en lo que charlaban, así que una vez que estuvieron seguros de que nadie más escuchaba, el rey se giró hasta el guardia.
—Necesito que cuides de Elizabeth –comentó.
—Es lo que hago, majestad –informó.
—No es lo que quiero decir –se burló –sé que cuidas de ella, pero quiero que seas para ella lo que Severus Snape fue para ti, serás el encargado de cuidarla, ya no serás su guardia, serás su protector personal, su maestro, y harás lo que te pedí cuando ella tenga la edad.
—Entrenarla –asintió.
—Ya no está Remus II, pero eso no quita que iba a pedirte eso para los dos.
—Agradezco su confianza…
—Voy a irme del reino, y junto con Lysander, necesito que te hagas cargo de cubrir mi ausencia –informó.
—Majestad, la pérdida del príncipe es complicada, pero su hermana…
—Está preñada, hasta el momento, William la protege, y ya lo he dicho, no hay nadie en quien confíe más que en él.
—Dígame ¿por qué? Odio a Lysander, pero supondría que, él más que nadie ha ganado su máxima lealtad, ¿por qué alguien que conoció hace pocos años?
—Es una lealtad que nunca había tenido antes –le sonrió –y ya sé que tú y Lysander lo son, pero no es igual, y jamás se igualará.
—Lo comprendo, pero algo en él, y la forma en que se comporta con la princesa, no me agrada, usted confía en él, pero…
—Claro que se comporta de manera diferente con ella –se burló –después de todo, él a diferencia de mí, la ve como lo que es –lo observó divertido –su hermana.
—Su… ¿hermana? Pero eso es… simplemente imposible.
—Bueno, supongo que sí, pero… Elisheva me informó de él, es el hijo bastardo que mi padre tuvo con Pansy Parkinson –observó atento el asombro reflejado en el rostro de Malfoy, James ni siquiera sabía la razón por la que le estaba confesando eso, ni siquiera Lysander, lo sabía, ahora, solo eran cinco personas en todo el reino, que sabían de su existencia.
—Comprendo entonces, porque nadie mejor que él, para protegerla –asintió –y por qué no está preocupado por el trono.
—Bueno, tengo a Pansy Parkinson en un lugar seguro, si algo me pasa, él se sentará en el trono, pero… no quiere sentarse en él.
—Supongo que es esa la razón por la que sigue vivo, ¿no es así?
—Una de entre cuatro razones en total –golpeó amistosamente la espalda del rubio –ni siquiera él puede saber que no estoy, a menos que sea muy necesario.
—¿Cuánto tiempo estará fuera, majestad?
—Cinco o seis meses.
—Pero… ¿Cómo haremos para que nadie sospeche?
—Bueno, es tu trabajo, junto con el de Lysander ahora –el castaño golpeó la puerta, así que ésta se abrió –ahora que están los dos, confío en que me sean leales, pase lo que pase.
—X—
Remus Lupin se puso de pie en cuanto James entró a su despacho, habían sido días difíciles para su familia, y aunque le había dado algunos días, el hombre rechazó el tiempo libre, no quería quedarse en casa, imaginando el dolor por el que pasaban su hijo y la princesa, le sonrió apenado cuando vio al castaño, que parecía no estar pasándola tampoco también.
—Alteza real, ¿a qué debo su visita?
—Olvida las formalidades –comentó en tono amable, quizás un poco divertido –Scorpius y Lysander creen que solo ellos dos saben que voy a irme del reino, desconocen que estoy haciendo esto ahora, para ellos, partí al alba.
—¿Y por qué estás haciendo esto?
—Porque tengo cosas que hacer, y me temo que es más importante que este reino, para mí, al menos –informó al hombre –y… apelando a la lealtad que me dijiste tener hace casi trece años, te diré algo, los hijos de Lily Luna, no son de tu hijo, sino míos.
Remus se recargó en su silla, se llevó la mano a la frente y suspiró, sin duda no le sorprendía la noticia, James supuso que el hombre tenía sus dudas, ya que ninguno de los dos niños, se parecían un poco a ellos.
—Elisheva me ha dicho algo interesante y planeo evitarlo a toda costa.
—¿Qué tengo que hacer, alteza? –Preguntó.
—Si no hay modo de detener lo que ocasioné, no regresaré –comentó –pero aquí está lo que quiero que hagas si esto ocurre ¿bien? –Sonrió.
—Majestad –intentó Remus.
—No hay manera de que haga lo contrario, Remus, voy a estar en donde he querido estar por largo tiempo, y no voy a sacrificar este gesto egoísta, por el reino, pero… te pido la lealtad que me juraste para esto, si ves, que el trono no es su lugar, también hagas lo correcto.
—De acuerdo, majestad.
James salió sin ser detectado del castillo, esperaba que entre esos tres, pudiesen lograr que nadie sospechara que no estaba en el castillo.
—LHR—
Druella frunció el cejo cuando Lysander le impidió entrar al despacho del rey, tenía semanas que no lo veía, y quería que le dijera de una maldita vez, si después de quedarse sin heredero, no tenía pensado en hacerle uno a ella, por fin, ya no tenía manera, Audrey Scamander, le había informado de que la princesa estaba preñada de nuevo, y que la partera le había dicho que sería hembra de nuevo, estaban a escasos cuatro meses, para que diera a luz.
—Majestad –la distrajo Remus Lupin de su escándalo.
—Quiero ver a mi marido.
—Lo sé, alteza, pero el rey, ha escapado por la ventana –se encogió de hombros –ya no es un jovencito, pero supongo que sus deberes no se facilitarán si usted lo interrumpe.
—Han pasado semanas, dos meses, para ser exacta, desde que no he podido verle la cara.
—Eso es, porque ha tenido mucho trabajo, majestad, mantener el orden en el reino no es nada fácil, ¿estamos de acuerdo? Ni siquiera yo he tenido tiempo de verlo, ni la corte, como bien sabe, no hay heredero al trono ya.
Druella retrocedió un par de pasos ante lo directo que había sido Remus respecto al heredero del trono, suponía que era una forma de reprocharle, porque ¿cómo podía contraatacar con eso?
—Con la muerte de mi nieto, que la corte había dispuesto a colocar en el trono, pese a que mi hijo y nuera se negaban, él rey ha tenido que disponer todo su tiempo…
—¿Con su amante para preñarla con un hijo varón?
—No, a solucionar problemas políticos, que no tiene por qué estar al tanto, majestad, así que voy a pedirle que se retire, y evite que Lysander –observó al guardia –tenga que ir en una misión casi imposible de encontrar al rey, y ponerlo a trabajar ¡Qué esperas! –Chasqueó los dedos –ve buscarlo, tiene un mar de pergaminos que terminar para esta noche.
—Sí, en seguida.
—Ahora, majestad, cuando su alteza termine su trabajo, haré que la vaya a ver –le dedicó una sonrisa educada e hizo un ademán para que se marchara.
Druella entró a su salón, Lorcan estaba sentado en el sofá, con los pies cruzados por los tobillos sobre la mesa de té, la rubia hizo una cara de fastidio, no lo soportaba, pero admitía que era de buena ayuda.
—¿Por qué tan enfadada, majestad?
—Necesito que averigües qué está haciendo James, no ha salido de ese lugar, ni siquiera a ver cómo está su hermana –murmuró –sin duda algo está pasando.
—Todo está tranquilo, demasiado, aunque debo admitir que ha salido del castillo, y mi esposa no se ha reunido con Lysander, así que sí, tenemos que asumir que están planeando algo, la pregunta es ¿qué?
—Es lo mismo que quiero que averigües, imbécil –bramó la rubia –entra al despacho de Lupin, de James, haz lo necesario, pero averigua.
—A sus órdenes, alteza.
El hecho de que el resto del castillo no tuviera la menor idea de cómo distinguirlo de su hermano, sin duda ayudaba mucho, por eso nadie evitó que entrara al despacho del rey, que, para su sorpresa, estaba completamente vacío, a pesar de que, a suponer por la comida que estaba en el lugar, la habían ido a dejar hacía poco, pero ¿para quién? James no había vuelto, y era lógico que su hermano tampoco, sin duda, el rey tenía tiempo que no estaba en ese lugar, pero podía jurar, que solo su hermano, estaba al tanto de eso.
Salió sin decir nada, dijo una excusa y se marchó; entrar al despacho de Remus fue todavía más sencillo para él, no había nadie custodiando, y el viejo tampoco estaba, así que pudo darse el tiempo de comenzar a buscar entre los papeles, si había algo interesante.
Sacó el pergamino firmado y sellado por todo el consejo y la corte, sin duda, le sorprendía de sobremanera, que James Sirius Potter, el rey, hiciera algo tan… inimaginable, y que, para colmo, todos aceptaran, sin duda eso no le agradaría para nada a Druella Malfoy, pero le intrigaba lo que haría con esa información.
Dejó que la mujer sufriera por un tiempo, quería saber si la corte decía algo al respecto, pero no, seguía sin decir nada, así que le intrigaba el saber ¿cuándo se promulgaría aquello?
—Eres un inútil –bufó Druella.
—Todo lo contrario, majestad –sonrió –la corte ha estado muy tranquila ¿no lo cree?
—No sé de qué hablas.
—Al parecer, el rey, ha decretado algo muy interesante, pero parece que, a pesar de lo novedoso, no han tenido la necesidad de informar, que el problema de la sucesión, se ha solucionado –sonrió.
—¿Qué quieres decir? –Cuestionó.
—El rey James, ha proclamado el derecho de una mujer tenga derecho a la sucesión –Sonrió divertido.
—Pero… eso significa que…
—Si él muere, usted podría heredar el trono.
—¿Podría? –Elevó una ceja, entusiasmada.
—El de su padre, desde luego –se burló Lorcan –no sea imbécil, majestad –soltó divertido –si el rey muere, el siguiente en el trono sería su hermano, pero… Albus Potter está muerto, así que… si una mujer tiene derecho a tomar el trono, sin duda alguna, la siguiente en sentarse en él, es su hermana, Lily Luna Potter –sonrió –así que, al final, el rey quiso tanto a su hermana, que fue capaz de modificar una vasta línea de sucesión de solo hijos varones, para sentarla a ella en el trono –sonrió.
—Pero… eso es imposible ¡Maldito seas James! –Bufó –tendré que deshacerme de ella, en ese caso –sonrió histérica –quitarla de mi camino…
—Puede hacerlo, sí, pero después de ella, irá su primogénita, la princesa Elizabeth, y después la hija nonata.
—Pues si Lily Luna y su estirpe se interpone ante mí y el trono, pues tendré que deshacerme de cada uno de ellos –sonrió –James no tiene más hermanos con derecho al trono.
—Sin duda él va a sospecharlo.
—Pues en ese caso, tendremos que deshacernos de él también –sonrió.
—Matarlo –se burló –nadie ha estado tan cerca para herirlo, es el mejor guerrero, majestad, ¿le recuerdo eso?
—Lily Luna es su debilidad, el mejor guerrero no tenía ninguna debilidad –sonrió –cambió el derecho a sucesión por ella.
—Ahora, solo tenemos que investigar, donde está el rey –informó Lorcan.
—Sé quién va a decírnoslo –sonrió triunfante la rubia –manda por Elisheva, la interrogaremos en el calabozo –sonrió.
—X—
Druella sonrió al ver, por fin, a Elisheva tan indefensa como el ser atada de pies y manos por cadenas le permitía, los soldados —fieles a los Malfoy, claro—, se habían divertido un poco con ella, así que su rostro estaba inflamado por los golpes, y su vestido roto y manchado de sangre de todas partes.
—Nos volvemos a ver, querida –sonrió –oh, pero veo que eso no te sorprende, ¿puedo saber por qué?
—Te tomó un tiempo, pero al fin, estás disfrutando un poco tu poder ¿no es cierto?
—Veo que ni mis soldados hicieron que te comportaras un poco –sonrió.
—Sé lo que quieres y no vas a conseguirlo –comentó tranquila.
—¿No piensas decirme donde está James?
—Vas a matarme, sin importar que lo diga o no.
—Pues sí, voy a matarte, he esperado años por este momento, claro que voy a matarte, pero, depende de ti, cuanto dolor sientas antes de que eso pase.
—Querida, puedes torturarme, y no voy a decirte absolutamente nada.
—Veremos, Lorcan, puedes atender tus pasatiempos con ella, digo, tengo entendido, que es de sangre bastante noble, hija de un rey, ¿qué tan seguido puedes divertirte con una princesa? –Sonrió la rubia.
—La única princesa que quisiera para diversión, es la hermana del rey, pero… tendré que conformarme por lo pronto con esta, princesa.
—Jamás vas a tener a Lily –comentó Elisheva.
—Eso lo veremos –sonrió Lorcan.
Como bien lo había dicho esa mujer, no importó cuanta diversión tuvo Lorcan, la mujer no habló de nada, ni siquiera le dio el placer de gritar o suplicar por piedad y usó cada una de sus cartas pesadas, todas se habían doblegado sin tener que llegar a lo más extremo, así que sin duda estaba frustrado.
—Descuida, déjala libre –argumentó irritada Druella.
—¿Está segura?
—Tengo la sospecha, de que, si no ha aparecido James, es porque realmente no está en el castillo, ni siquiera cerca –sonrió –así que… si nadie lo ha visto por tanto tiempo, significa, que podemos hacer que aparezca.
—¿Cómo?
—Acusaremos a su hermanita de traición –sonrió.
Los soldados de la reina escoltaron a Lorcan Scamander, al parecer nadie se dio cuenta cuando fueron llegando más y más al reino, si nadie más la apoyaba, sin duda iba a hacerse de los suyos para lograr sus ambiciones.
—Princesa –habló Lorcan, sobresaltándola.
—Lorcan, me espantaste –musitó llevándose la mano al pecho.
La mirada del rubio la observó con morbo, sin importarle que su vientre estuviese demasiado abultado, sus pechos se veían un poco más grande la leche, sonrió descarado, algo que sin duda no se atrevería a hacer si estuviese James ahí.
—William –lo detuvo la pelirroja.
—Me temo que tendrá que ser escoltada al calabozo.
—¿Y por qué te dejaría hacer eso? –Cuestionó burlón.
—Son ordenes de la reina.
—No vas a tocarla, ¿por qué la reina haría semejante idiotez?
—Porque la princesa, ha cometido traición –informó la mujer entrando al lugar.
Observó con desprecio a la pelirroja, verla preñada sin duda la llenaba de rabia y rencor, la más profunda de las envidias, ella jamás iba a saber lo que era cargar en su vientre un hijo, ni de James ni de nadie.
—¿Traición? ¿Traición contra quién?
—Contra el rey James, mismo –sonrió.
—Eso es imposible, yo jamás…
—Avísale a Remus, a Edward a la corte –informó William a un guardia de rango menor.
Lo dejaron pasar, lo que Druella quería era acusarla frente a todos, así, el guardia —más que competente para ayudarla a escapar—, no tendría opción y tendría que dejar que la llevaran a los calabozos; el apoyo de la princesa no tardó en llegar, exigiendo na explicación a tremendo atropello.
—¿Traición? –Bramó Edward Lupin, sujetando a su esposa –es lo más ridículo que he escuchado.
—Puede ser, pero sino a confabulado en contra del rey, entonces ¿Dónde está su majestad? –Cuestionó Druella –nadie lo ha visto, y que yo sepa, la princesa Lily, es la única que podría lograr bajar las defensas del rey, como para hacerle algo, como asesinarlo.
—Eso es imposible.
—Pues entonces, mientras el rey no aparezca y aclare todo esto, me temo que no podemos dejarla marcharse ¿no es así?
—No irá a los calabozos –comentó Remus.
—Bien, pero mis soldados la resguardarán, no quiero a ninguno de los tuyos, si acaso su marido, pero nadie más –ordenó Druella.
Remus no pudo decir nada, el trato con James era ese, ni siquiera que acusaran a Lily de traición, lo único que podía hacer, era que Elisheva le informara como estaban las cosas, que tenía que volver pronto.
—LHR—
James marchaba a todo galope una vez que los cuervos de Elisheva se posaron en el árbol frente a donde estaba descansando, tomando agua fresca y comiendo unos emparedados que le habían dado para que descansara de su agotador entrenamiento, verlos no hubiesen provocado nada más que irritación, porque supiera donde estaba, pero verlos sangrando por los ojos sin duda era señal, de que no podía seguir evitando su destino, y no le preocupaba él, le preocupaba las personas que amaba que había dejado atrás por un momento. Iba tan rápido, tenía un recorrido récord, así que no le sorprendió cuando se cayó del caballo cuando este no pudo seguir galopando, la intensa necesidad de llegar tan rápido como pudiese al castillo había hecho que se descuidara y sin quererlo, reventara a su caballo, gruñó enfurruñado, ese imprevisto le tomaría más tiempo llegar al castillo.
Enterró su espada en la cabeza de su caballo, para asegurarse de que no sufriera en caso de que siguiese con vida, y corrió tan rápido como pudo hasta donde el cansancio lo alcanzó, avanzó toda la madrugada hasta que al alba un hombre con una carreta apareció en su visión.
Debió sospechar de su suerte, pero cuando lo dejó en un pequeño riachuelo a día y medio del castillo, solo sonrió divertido por lo estúpido que había sido.
—Majestad –sonrió Lorcan.
—Dime quién fue, porque tú eres un imbécil para lograr esto –se burló.
—La reina Druella –sonrió –sin duda, confía en que quiere tanto a su hermana, como para dejarse morir por ella –sonrió divertido –pero no somos imbéciles, no tanto al menos, no como ella.
—Bueno, esto ha sido lo más lejos que alguien ha llegado en una traición, le debo una disculpa a Scorpius, cuando dijo que era muy inteligente.
—Los dos sabemos que no vas a dejarte asesinar por protegerla a ella ¿cierto? –Sonrió Lorcan –pero digamos ¿lo harías por tus hijos?
—No soy un sentimental… ¿mis qué? –Elevó una ceja.
—Le dije a Druella que habías hecho una modificación a las leyes, donde se estipulaba el derecho a una mujer a heredar el trono –sonrió –pero no le conté, que, en esos papeles, se decía que le dejabas el trono a tu hija primogénita, y que también, reconocías a la princesa Elizabeth, como tu hija, heredera y al niño nonato de tu hermana.
—Hijo.
—Sí, resulta que las parteras se equivocaron, la princesa Lily, dará a luz a un varón, así que si tu primogénita, no tiene oportunidad, el varón, mucho menos –sonrió.
Se rió divertido, se lo había advertido Pansy Parkinson y Elisheva, sin importar lo que hiciera, no iba a poder tener una vida feliz por siempre, su destino estaba marcado por la traición y el sufrimiento, pero veríamos cuanto les tomaría a esos bastardos matarlo, no lo iba a poner fácil.
Lorcan retrocedió en cuanto desenfundó su espada y atacó a los primeros tres, el resto se fue sobre él, el pequeño riachuelo era un poco incómodo para el combate, pero nada a lo que no estuviese acostumbrado, sin duda ese lugar, no sería su tumba.
—Dime si vas a seguir prefiriendo tu vida, sobre la de tu pequeña princesa.
James giró apresurado cuando un lloriqueo suave llegó a sus oídos, Lorcan hizo un ademán con la cabeza y los soldados dejaron de atacarlo, sus ojos azules como zafiros se toparon con la mirada aterrada de su hija, que no entendía absolutamente nada, se suponía que Malfoy la protegería.
—Ah, descuida, cumplió su palabra, Scorpius Malfoy dio su vida, por salvar la de tu hija, lo hice elegir al igual que ahora a ti, ¿Qué es más importante, James? Tu vida o la de tu hija.
—Alteza –sollozó la niña.
—Dime, porque tienes que pasar a treinta hombres antes de llegar a ella, eres rápido, pero puedo matarla antes de que llegues, que prefiere, alteza ¿su vida o la de su primogénita?
James observó a la niña, y sonrió divertido al mismo tiempo que arrojaba su espada al riachuelo, por fin comprendía a su madre y por qué rogó por la vida de su hija.
El soldado cortó el cuello de James una vez que sus rodillas tocaron el fondo del riachuelo, la espada de Lorcan en un movimiento torpe, decapitar a la pequeña niña, cuando él intentó ponerse de pie para ir hasta ella, vio la punta de la espada salir por su pecho, a la altura de su corazón.
—Mala elección –sonrió Lorcan.
