Los gritos de su padre pusieron a Helga en alerta. Otra estúpida pelea que definitivamente no era asunto suyo. Se sentó en la cama restregándose los ojos, al tiempo que una punzada de hambre invadía. Decidió arriesgarse a buscar algo en la cocina.

–¡Hasta que decidiste levantarte!–Le gritó su padre cuando la escuchó en la escalera.

–Hoy no hay escuela, Bob, seguiría durmiendo si no fuera por ti–Respondió Helga, cansada.

–¡Culpa a tu madre que se empeña en arruinar el almuerzo!–dijo él, pendiente del televisor.

Miriam, en la cocina, terminaba de hablar por teléfono.

–Ordené pizza. Llegará en media hora–Anunció al colgar.

Helga reconoció el olor a quemado y vio las ollas todavía humeando, aunque el fuego estaba apagado. Con un suspiro procedió a llenarlas de agua, mientras los pasos de su madre se movían escaleras arriba y hacia el dormitorio principal.

Miriam estaba agotada otra vez y Bob seguía actuando como si fuera el único que llevaba dinero a esa casa, aunque lo cierto era que en ese momento no estaba ganando absolutamente nada.

La ausencia de Olga se notaba. ¿Cómo hacía ella para calmar a sus padres? ¿Y de dónde sacaba energía para cooperar en las labores de la casa? ¿Se arreglarían las cosas si la llamaba?

«Claro que no... nada podría arreglar este desastre»

Los pasos de Miriam volvieron a bajar.

–Hija

–¿Vas a salir?–La interrumpió Helga.

–Sí

–¿Puedo ir contigo?

La mujer pareció pensarlo un instante.

–Necesito que recibas la pizza, toma–dijo, entregándole varios billetes. Luego susurró.–. Veinte son para ti

–¿Acaso Bob no puede hacerlo?

–Lo siento, hija

La adolescente medio gruñó, pero su madre le dio un abrazo antes de irse. Alguien debía hacerse cargo y esta vez le tocaba a ella. Y, con una mierda, no estaba de humor.

Solo en ese momento reparó en la hora. Una de la tarde. Las casi seis horas de sueño debían ser suficientes para sobrevivir ese día.

Tomó un libro de la sala y su chaqueta, para sentarse afuera, en la entrada, leyendo para no pensar. El repartidor llegó unos veinte minutos más tarde. Después de pagar, Helga entró con la comida. Apartó un par de rebanadas para sí misma y le llevó la caja a Bob, quien seguía concentrado en sus deportes.

–Buen provecho–dijo ella, con desagrado.

–¿Y mi cerveza?

–Ya voy

Helga rodó los ojos y volvió a la cocina para sacar un par de latas del refrigerador, pensando que, por suerte, a Miriam no parecían gustarle los mismos tragos, así que no eran precisamente "tentadoras" para hacerla recaer, pero de todos modos odiaba que el alcohol hubiera vuelto a la casa desde que Olga se fue.

–¡Y trae mi revista de deportes también!

La chica regresó con las latas y miró alrededor. La revista que Bob quería estaba a un par de metros de él. Se la entregó con desprecio, apenas reprimiendo el impulso de lanzársela.

–¡Más cuidado!

–Entonces hazlo tú

–¿Qué falta de respeto es esta, mocosa? ¡Miriam!

–No está

–¿A dónde se fue?

–No lo sé. Estaré estudiando, así que no molestes

–Eso es. Ve arriba y aprende algo

Helga volvió a rodar los ojos. Fue a la cocina para buscar su porción de pizza y un par de botellas de yahoo.

Cada tanto escuchaba a Bob maldecir o alabar a algún jugador.

Sentada en su escritorio se acomodó los audífonos y mientras comía escuchó uno de los discos que compró. Era una banda popular. Algo de un enlace de un parque o algo así. No entendía bien la letra de Steve, pero le gustó la música, buenos ritmos y esas cosas electrónicas lo hacían interesante, además, claro, las letras.

Pensaba que al menos tendría clases al día siguiente y vendrían cuatro días en que saldría de casa temprano y llegaría tarde, por lo que Bob no sería su problema.


...~...


A algunas calles de ahí, en La Casa de Huéspedes, Arnold intentaba hacer su tarea, encerrado en su habitación, pero no dejaba de pensar que no terminó de pedir su deseo de cumpleaños, porque fue justo en ese momento que se quedó observando a Helga. Encontrar sus ojos mirándolo directamente... bueno, estaba por apagar las velas, probablemente todos lo miraban, pero solamente podía verla a ella. La única mirada que sintió fue la suya...

Y en su mente se volvió a colar la idea que no dejaba de repetirse:


Si llegamos solteros a los 25 deberíamos casarnos


«No lo dijo en serio.»

«No pudo decirlo en serio.»

«Solo era una buena amiga intentando animarme.»

«No era una declaración de sus sentimientos.»

«Pero... hicimos una promesa.»

«Y cuando lo dijo... ella todavía sentía algo por mí...»

Levantó la vista.

En su mural tenía algunas fotos del paseo a la montaña. Phoebe imprimió copias para todos. En varias se divertían y era obvio que fueron tomadas sin aviso. En algunas Helga lo miraba con cierto afecto.

¿Por qué tenía que explotar en ese paseo?


Todo el tiempo grita, nos trata mal y cree que puede hacer lo que se le venga en gana.


Helga se había esforzado para ser más amable con todos mientras estuvieron ahí.


Nunca escucha a nadie y no le importan las consecuencias. Siempre está alejando a todos con esa actitud indiferente, violenta y mezquina


Y él tenía que sacar lo que sentía en el peor momento.


Solo tiene mascotas, víctimas o juguetes con los que se divierte de formas retorcidas hasta romperlos. Es nociva y corrompe todo a su alrededor...


Odió no haber tenido el valor de explicarle por qué dijo esas cosas.


En el fondo es una persona preocupada y dulce


«Tal vez si lo hubiera hecho... estaríamos saliendo...»


Alguien inteligente y de buen corazón que hace cosas lindas.


Pero ella ordenó que la dejara en paz y él obedeció.


Es divertida, interesante e incluso...


Solo pudo respetar sus deseos y darle espacio.


Atractiva


Brainy siempre estuvo interesado en ella y aprovechó la oportunidad.

«¿Pero merece estar con ella?»

–¿Qué estoy pensando?

Arnold gruñó, escondiendo su rostro entre sus manos.

«En cuánto me gustaría ser yo quien saliera con ella...»

–Pero ahora se ve feliz y tranquila

«¿Y estará enamorada?»

–Supongo

Se levantó y tomó una de las fotos en que Helga lo miraba, mientras él bromeaba con Gerald.

«¿Acaso sonríe así por Brainy? ¿Hay tanta ilusión en sus ojos cuando lo mira a él?»

En la fiesta la vio hablando con el chico, se veía natural y contenta. Además, aunque intentó no hacerlo, volteó cada vez que la oyó reír y pudo notar que Helga estuvo bromeando y riendo con distintas personas. Siempre tenía una sonrisa distinta a las de las fotos.

Y cuando bailó con Lila, se veían bien las dos, como complementos, como un equipo.


Ustedes hacen buen equipo, cubren sus debilidades. Creo que podrían potenciarse mucho


Helga actuaba con Lila con una comodidad y seguridad que siempre tuvo.

Y otra vez las veía bailando en su mente, tan cerca y con tanta gracia.

–¿Por qué todo es tan complicado? No quiero pensar más en ella

«¿En cuál de las dos?»

Lila le seguía pareciendo hermosa y tenía la ventaja de ser dulce, cortés y carismática, todas las cualidades que Helga pretendía no tener. Pero ya no sentía algo por ella. La amistad era mutua y el punto al que llegaron estaba bien para ambos. Podían charlar y pasar el rato sin que fuera incómodo. Incluso al tratar de forzar la idea, ya no sentía que quisiera besarla, tomar su mano o tener citas con ella.

Y con Helga... con ella todo estuvo bien hasta ese paseo. Bromeaban, hablaban, se buscaban mutuamente. Y tal vez pudieron salir si él no lo hubiera arruinado.

¿Y si Gerald tenía razón y no le gustaba realmente Helga? ¿Si solo se sentía culpable por haberla lastimado y? ¿Si acaso estaba tan acostumbrado a…?

Bueno, después de la discusión que tuvieron estaba seguro de que extrañaba su atención... la extrañaba muchísimo.

«Y sus bromas.»

«Y sus burlas.»

Porque significaba que ella pensaba en él.

«Soy un idiota.»

Enojado, trató de concentrarse en la tarea. Leyó sus apuntes de biología.

«Biología.»

¿Y si lo que dijo Ernie era cierto?


Estás creciendo, el cuerpo hace cosas extrañas


¿Y si solo eran las hormonas? Claramente las de Helga estaban haciendo su trabajo y aunque ella intentaba ocultarlo, algunos cambios en su cuerpo empezaban a ser evidentes al punto que ignorarlos era ridículo... y él se encontró varias veces notándolo con un interés mayor del que hubiera admitido... incluso avergonzándose de sus pensamientos.

Eso tenía que ser.

Podía ser un buen chico y no comportarse como un tonto impulsivo, pero no podía controlar cómo se sentía su cuerpo, eso era biológico, así que no podía evitar sentirse atraído por ella.

Tampoco podía evitar que su mente fuera un caos de confusión cuando pensaba en ella.

Y mucho menos podía evitar perderse en el tono zafiro de sus hermosos ojos, ni podía negar que su cabello era hermoso y quería olerlo todo el tiempo, tampoco se iba a engañar diciendo que no miraba su boca y se repetía que ya la había besado, que ya sabía cómo se sentía... y solo terminaba pensando en lo mucho que quería volverlo a sentir. Tampoco era su culpa la sensación eléctrica que recorrió su cuerpo cuando ella lo sujetó para arrastrarlo lejos del salón... nada de eso era su responsabilidad.

Era su cuerpo reaccionando.

Y podía ser que fantaseara con la idea abrazarla y besarla... de tomar sus manos, de sentirla cerca... incluso...

Pero no haría nada al respecto.

No tenía por qué ser algo más.

Porque Helga salía con Brainy y él iba a respetar eso.

Con esa idea se tranquilizó lo suficiente para concentrarse y seguir estudiando.

Las semanas que vendrían extenderían el horario de práctica de baseball, preparándolos para algunos partidos y sabía que llegaría tan cansado, que apenas tendría ánimo para abrir sus cuadernos. Sabía que debía dejar de pensar tanto en todas las cosas que habrían cambiado si hubiera tenido el valor de hablar con ella.


...~...


Al día siguiente Helga se levantó más temprano de lo habitual y una vez que estuvo lista, se quedó mirando por la ventana. En cuanto divisó a Phoebe, bajó corriendo y la saludó conteniendo su entusiasmo. Intuía que después del otro día, su amiga tendría algo que contarle, pero tampoco la iba a presionar. Se dirigieron hacia la escuela con calma.

–¿Mandarina?–le ofreció la rubia.

–No gracias–Phoebe sujetó la correa de su bolso, nerviosa.

Helga medio sonrió y luego peló la fruta para empezar a desgajarla.

–¿Cómo te fue con la tarea de historia?–Preguntó la rubia solo por conversar de algo.

–No estaba tan difícil, creo que podemos compararlas cuando lleguemos

–¿Y el ensayo de lengua?

–Hice lo que pude, ¿puedes ayudarme a corregirlo en el descanso?

–Sí, podríamos ir a la azotea–La miró de reojo.

–Eso estaría bien–Siguió jugando con la correa de su bolso.

–¿Debo preparar a Betsy y los cinco vengadores?

–Eso no será necesario–Apretó las manos con fuerza y bajó la mirada, sonrojada.

–Bueno, Pheebs, con eso me basta. En serio podemos revisar tu tarea en la azotea, disfrutando de la brisa matutina

Helga terminó de comerse las mandarinas y el resto del camino evitaron hablar. Cuando llegaron a la escuela, Gerald y Arnold estaban sentados en la entrada, charlando y riendo como era habitual. La rubia puso atención, por si acaso, porque una parte de ella decidió permanecer alerta, pero no notó nada que le molestara en los gestos del moreno.

El tiempo en clases se les hizo eterno a ambas chicas. Helga sabía que Phoebe quería hablar y ella quería escuchar, así que las dos miraban ansiosas el reloj sobre la pizarra y golpeteaban sus lápices. Pero en algún momento Helga no aguantó más y fingió un dolor estomacal para que la enviaran a la enfermería y Phoebe se ofreció a acompañarla. Así que la dos tomaron sus cosas y salieron del salón, escapando por los pasillos. El timbre sonó cuando abrieron la puerta que conducía hacia la azotea.

El sol brillaba con fuerza ese día, así que se sentaron en la escalera, dejando la puerta abierta.

–¿Entonces corrijo tu ensayo?–dijo la rubia, arqueando su ceja.

Su amiga asintió y buscó en su mochila.

–Te lo agradecería–dijo cuando le entregó la hoja.

Helga sacó un lápiz de su bolsillo y leyó con rapidez, concentrada, añadiendo pequeñas notas y correcciones aquí y allá.

–Está bastante bien, Pheebs–dijo unos cinco minutos después–. Sustituiría un par de conceptos y eliminaría esto, es redundante–Le explicó mostrándole las notas.–. Todo lo demás, está excelente

–Gracias, Helga

La chica recibió de vuelta su tarea y la guardó en su cuaderno, jugando nerviosa con la tapa.

Helga la miraba con una media sonrisa.

–¿Tercera o cuarta base?–Preguntó de pronto.

Phoebe se paralizó y Helga pudo ver cómo se sonrojaba hasta las orejas, para luego esconder su rostro tras su cuaderno. Se puso de pie y salió a la azotea con cuidado, evitando mirarla. Una vez afuera, se recostó boca arriba, todavía escondiéndose.

–¡NO ESTOY LISTA PARA HABLAR DE ESTO, PERO QUIERO DECÍRTELO!–Ahogó el grito tras el cuaderno.

Su amiga la siguió, cerrando la puerta tras de sí. Se sentó junto a ella, cruzándose de piernas.

–¿Te avergüenza?–preguntó Helga.

Phoebe, detrás de su cuaderno, asintió.

–¿Sirve si nos sentamos espalda con espalda y me lo cuentas mirando el cielo?

Phoebe volvió a asentir. Entonces Helga la ayudó a sentarse y se acomodó detrás de ella y apoyándose contra la espalda de su amiga.

–No te juzgaré y puedes hablar a tu ritmo–Añadió la rubia.

–¿Bliss te enseñó esto?

–Sí–Sonrió.–. Hay cosas de las que me cuesta hablar y me dijo que podía intentarlo así–Le ofreció la mano y Phoebe la tomó.–. Te escucho cuando estés lista y entenderé si no lo estás

La asiática respiró profundo tratando de calmarse. Incluso sabiendo que Helga no la veía, tuvo que cerrar los ojos para ganar algo de tranquilidad.

–El sábado los padres de Gerald fueron a visitar a Jamie-O–Comenzó y luego se detuvo.–. Se llevaron a Timberly. Volvieron hasta ayer en la tarde

Helga apretó su mano con cariño.

–En la fiesta Gerald me contó que discutió con ellos porque esperaban que él también fuera, pero ya sabes como son los chicos, Gerald no iba a perderse el cumpleaños de su mejor amigo

«La excusa perfecta para tener la casa a solas un fin de semana»

Helga lo pensó y no quiso decir nada. Pero su amiga pareció adivinarlo.

–No fue él quien lo planeó. Yo... reflexioné bastante y en algún momento le dije que tal vez podía quedarme con él

Con su mano libre, Phoebe se quitó los lentes y jugó unos segundos con éstos, antes de continuar.

–Llamé a casa y dije que me quedaría contigo... perdón por no avisarte

–No te preocupes, yo tampoco llegué a casa

–¡¿Qué?!–Phoebe volteó a mirarla, acomodando sus lentes con esfuerzo.

–Después hablamos de eso

Phoebe volvió a su posición y apretó la mano de Helga con suavidad. La rubia le acarició la mano con su pulgar.

–Solo iba a dormir con Gerald. No tenía otras intenciones y eso acordamos. A él le hacía ilusión verme dormir y despertar juntos

Helga hizo el esfuerzo de tragarse el "qué cursi".

–Pero con las luces apagadas, besándonos... pasaron cosas... yo... no sé, Helga, no estoy segura... siento que no soy así... que estuvo mal

–¿Por qué?

–Porque no debimos hacer esas cosas

–¿Hizo algo que te hiciera sentir mal?

–No

–¿Hiciste algo que lo hiciera sentir mal?

–No que me haya dicho, al contrario

–Entonces olvídate de las tonterías. Si no hay heridos, no hay nada malo

–Creo que eres la única que lo ve así

–No, solo soy la única que no tiene miedo de decirlo

Hubo un largo silencio y Helga volvió a apretar la mano de su amiga con comprensión.

El timbre sonó, pero ninguna se movió.

–Helga, ¿podemos... saltarnos la clase?

–Sí, a mí no me importa y creo que tú sabes más que el nuevo profesor

–Que mala eres

–Soy realista, Pheebs

Se quedaron contemplando el cielo. Helga se divertía mirando las nubes, tratando de imaginar animales y no personas... no esa persona y su estúpida y perfecta cabeza...

–Gerald fue muy dulce–Añadió Phoebe de pronto.

–¿Por qué no lo sería? Te ama, se nota en la forma en que te mira–Su amiga pudo notar en el cambio de tono que sonreía.–. Lo amenazo solo por hábito, ya sabes, tengo una reputación que cuidar, pero la verdad es que confío en él... y confío en que si él te lastima me pedirás ayuda

–Gracias, Helga

Otro largo silencio.

–Entonces... ¿Qué tal se siente? ¿Hay algo diferente?

–Oh... en realidad... –La chica bajó un poco el todo.–no lo hicimos... no como tal... pero... fue divertido, romántico y cálido pasar una noche con él...


Después de la fiesta, cuando Phoebe y Gerald llegaron a la casa de la familia Johansen, ambos estaban un poco nerviosos. Fueron de inmediato a la habitación del chico.

–¿Quieres tomar un baño antes de dormir?–Le preguntó él.

Phoebe asintió, mirando el suelo.

Gerald le dijo que esperar un momento. Ella escuchó que ordenaba un poco el baño antes de anunciarle que podía ir. Entró con cierta vergüenza.

–Hay algunas toallas limpias aquí... y en la repisa de la ducha hay de todo... creo–dijo él, evitando mirarla.–. Estaré en mi habitación... puedes llamarme si necesitas algo

El chico pasó junto a ella para salir del baño.

Phoebe sentía su corazón latir muy rápido.

Iba a tomar un baño en la casa de su novio.

Estaban solos.

Estarían solos toda la noche.

Observó su reflejo en el espejo y se sonrojó.

¿Ella era la clase de chica que le mentía a sus padres para pasar una noche a solas con su novio?

Siempre creyó que no lo sería.

Y ahora que acababa de hacerlo no se sentía mal por ello. Creyó que debía sentirse mal, pero... no era como ir a un lugar peligroso o estar saliendo con un delincuente que pudiera lastimarla. Era Gerald. Estarían a salvo en esa casa. No estaban haciendo nada malo. ¿Cierto? No estaban bebiendo alcohol, ni consumiendo sustancias extrañas ¡Ni siquiera tomaban café!

No era una chica mala, ni una mala hija, ni una rebelde. Solo... tenía la oportunidad de pasar una noche con su novio y sabía que sus padres no estarían de acuerdo con ello. Quería saber cómo era dormir con la persona que amaba ¿Sería como en las historias románticas, en las canciones, los libros, las películas? Tanta ficción creada en torno a una emoción tan profunda, tantos encuentros y desencuentros... ¿acaso sería así de hermoso? ¿O estaba encandilada por su inexperiencia? ¿Y si la realidad era incómoda? ¿Molesta? ¿o simplemente carente de magia?

¿Y si él intentaba que pasara algo más?

No, eso no iba a pasar. Estaba segura. Gerald no la presionaba, incluso si ella sabía que él quería más. Siempre le repetía que podía esperar, que estuviera segura, que las cosas pasarían cuando se sintiera lista.

Y al verse al espejo supo que no lo estaba. Todo en ella era vergüenza e inseguridad.

No se odiaba, no odiaba la imagen de lo que era. ¿Pero era ella atractiva en verdad? No era alta, ni curvilínea como las modelos de las revistas. Y en su mente podía saber que no tenía que serlo para ser amada, pero no podía evitar sentir que no era lo que se esperaba...

¿Qué esperaba él? ¿Qué pasaría si se decepcionaba? ¿Dejaría de amarla? ¿Gerald miraría a otras chicas?

A él no le costaba coquetear, incluso cuando eran niños siempre fue galante, tenía gestos que fluctuaban entre la cortesía y el cortejo. Y Phoebe sabía que no era así solamente con ella. Pero desde que empezaron a salir, no lo había visto hacer eso con otras chicas y continuó haciéndolo para ella, en especial cuando estaba desanimada, porque siempre conseguía hacerla reír, ya sea reír en serio o una suave risa nerviosa que siempre los llevaba a besarse.

Y estaba locamente enamorada de él, de sus bromas, de sus reflexiones, de su sabiduría en las calles, del tono que usaba para contar historias y en especial del tono que usaba para susurrarle lo mucho que la amaba.

–Gerald–Llamó, un poco ahogada, con duda.

Supo que él no la escucharía y no se sentía capaz de subir la voz. Así que salió del baño y fue a la habitación del chico, que miraba distraído uno de sus cómics.

–¿Qué pasa, bebé?–dijo él al verla entrar– ¿Ya terminaste? Eso fue rápido...

Phoebe negó, y bajó la vista hacia el suelo.

–¿Qué... tienes?–Gerald se acercó a ella, preocupado.

Phoebe susurró algo, pero su voz apenas se distinguía, así que Gerald se acercó un poco más.

–No te escuché bien–dijo él.

Con afecto le dio un beso en la cabeza, acarició su rostro y la invitó a levantar la vista.

–Si no estás cómoda quedándote conmigo puedo llevarte a casa–Añadió.

Ella cerró los ojos y negó.

–¿Entonces qué tienes, bebé?

Phoebe apretó los puños y sintió la calidez en sus mejillas.

–¿Qu-quieres... bañarte conmigo?–Logró decir.

Gerald se sonrojó también, pero sonreía.

–Claro que sí


–...y compartimos la cama... desnudos... –dijo sonrojada.

Después de un largo silencio, Helga decidió hablar.

–Gracias por confiar en mí, Pheebs ¿Hay algo más que quieras decir?

–No, Helga, gracias por escucharme

La rubia volteó para abrazar a su amiga por la espalda.

Phoebe era de los pocos contactos que disfrutaba. Le costó mucho aceptar que quería dar y recibir abrazos. Pero hacía algunos años que, cuando estaban solas, era una de las instancias que aprovechaba para buscar afecto en ella. Se sentía segura con ella y quería que su amiga se sintiera igual, no solo con su agresividad frente al resto, también en su mutua vulnerabilidad cada vez que eran honestas.

–Ahora tú–dijo de pronto la chica, acomodando sus lentes otra vez– ¿Por qué no llegaste a casa? ¿A dónde fuiste?

Helga la soltó y se sentó a su lado, cruzando sus piernas y apoyando sus brazos atrás, estirándose.

–Me quedé a dormir donde la señorita perfecta

–Eso es bueno, Helga. Lila parece ser una buena amiga

–¿No te molesta?

–¿Por qué me molestaría? Es bueno que tengas más amistades, a veces me preocupa que te quedes sola si yo no estoy cerca

–¿Fue por eso que no aceptaste cambiarte de escuela?

–Prometimos no hablar de eso

–Quiero saber

–En parte porque me preocupabas, en parte porque quería quedarme. Tú y Gerald son muy importantes para mí. Puedo ser una nerd en cualquier escuela y puedo ser su novia si no estoy aquí, pero ser tu amiga cada día es una oportunidad única

–Lo dices como si yo valiera la pena... y las dos sabemos que a veces soy del asco

–Eres una buena amiga, Helga–Esta vez fue ella quien la abrazó.–. Y desafiaría a un duelo de esgrima a cualquiera que se atreviera a decir lo contrario

–Serían muchos duelos, tendrías que organizar un torneo

–Tonta

Las dos rompieron a reír. Se quedaron esperando el siguiente descanso para regresar al salón. Le pidieron los apuntes a Sheena.

–Hay un proyecto para la clase del viernes–Mencionó la alta chica.–. Empezamos a trabajar esta clase y como eran las únicas que no estaban, el profesor las asignó juntas...

–Eso significa... –Helga miró a Phoebe.–que tendremos que estudiar esta tarde, ¿no?

–Afirmativo... y también mañana. Puedo esperar a que salgas de boxeo–Consideró Phoebe.

–Está bien–Aceptó Helga.–. Bueno, me marcho. Sheena, te devolveré tu cuaderno después de almuerzo

–Sí, no hay problema.

Helga tomó sus cosas y se marchó a la otra clase. Mirando de reojo a Arnold y el puesto vacío de Brainy.

«Demonios... »

Tendría que cancelar sus planes de esa tarde con su novio.

Al llegar al salón se sentó con él y murmuró que después de estudiar en grupo iría a casa de su amiga para trabajar en el proyecto. El chico asintió, sin mirarla.

Incluso si llevaban varias semanas desde el inicio de las clases, no habían hecho nuevos amigos en esa clase. Al ser los únicos de primer año ahí, siempre se sentaban juntos. Y a Helga eso le parecía bien, de todos modos, los de tercer y cuarto año no les prestaban atención y probablemente ni siquiera sabían mucho de su grupo. En ese salón y por dos periodos a la semana, Helga era simplemente una nerd de las letras, algo que bajo ninguna circunstancia podía permitirse evidenciar en su salón.


...~...


Se vieron en la azotea durante el almuerzo del miércoles, pero a ella no se le escapaba que su novio actuaba extraño, incluso para sus estándares. En vez de su rareza habitual, parecía distraído y algo taciturno, pero de todos modos era afectuoso con ella y cuando le preguntó si pasaba algo solo se encogió de hombros, evitando su mirada.

La rubia no podía culparlo. Aunque sentía cierto afecto por Brainy, él no estaba por sobre sus responsabilidades académicas y aunque ese semestre la estaba agotando, no podía permitirse bajar sus calificaciones.

Por otro lado, su relación seguía causándole cierto pánico. Apenas podía manejar las reacciones de sus amigos cercanos. No podía imaginar cómo serían la situación si acaso se enteraban idiotas como Harold o Sid, las burlas de la princesa Lloyd o cómo la juzgarían Nadine o incluso Lila.

Notó un par de veces que él intentó sacar el tema otra vez, pero ella no era capaz de decirlo en voz alta. Ella, de todo el mundo, habría sido capaz de enfrentarse a todos si la hubieran molestado por salir con él, pero... no quería lidiar con que alguien se burlara de lo que sentía, incluso si no era tan intenso, ni tan profundo.

Y Brainy entendía.

Al menos esa idea fue suficiente para mantener la cordura esos días.


...~...


El sábado ella llegó al parque mucho más temprano de lo habitual y lo esperó en el lugar de siempre.

El chico también llegó antes de lo pactado y por su expresión notó que él se sorprendía de su presencia. Brainy se quedó de pie a un metro de ella, nervioso.

–¿Así que esto es todo?–dijo Helga, cansada del silencio.

El chico evadió su mirada.

–Brainy, no soy idiota y entiendo si quieres terminar conmigo, no soy la mejor novia que existe

El chico dejó escapar un suspiro y se sentó junto a ella. De su bolsillo sacó las copias de las llaves de la azotea. Helga las guardó y ambos miraron a la distancia.

–¿Puedes decirme qué pasó?–Nuevamente ella rompió el silencio tras varios minutos de incomodidad.

–Las últimas semanas, ha sido difícil verte de lejos en la escuela, no poder tomar tu mano o abrazarte. Tenía muchas ganas de besarte en la fiesta

–Lo siento, Brainy–Cerró los ojos, furiosa consigo misma.

Trataba de recordar ese día, ella no tuvo ese impulso, así que la culpa que provocaban sus sueños creció.

–Fue divertido pasar tiempo contigo y poder estar juntos, pero desde el momento en que decidí reunir el valor de invitarte a salir, sabía que esta relación tenía fecha límite

–¿Por qué ahora?

–Volviste a mirarlo como antes

–Yo no...

El chico acercó su mano al rostro de ella, acariciando su mejilla.

–No puedes mentirme–dijo.

Helga sintió un ligero escalofrío con esas palabras. Brainy le sonrió, se acercó y le dio un cálido beso en la frente.

–Te conozco mejor que nadie, llevo años observándote. Aunque no me hayas contado qué pasó, sé que te lastimó y sé que todavía te duele, pero lo amas... y eso no va a desaparecer por estar conmigo. Sé que nunca podría hacerte feliz

–Lo siento, Brainy, nunca fue mi intención utilizarte

–Lo sé, sé que intentaste hacer que esto funcionara–lo dijo con una sonrisa sincera–. Seguirás siendo mi hermosa valquiria, mi primer beso y mi primera novia. Y te seguiré escribiendo poemas, pero ya no podrás leerlos

–Es una verdadera lástima–Medio sonrió con tristeza.–. Tus versos son en verdad sobresalientes

Volvieron a mirar la distancia, mientras él tomaba su mano. Después de un largo rato, Helga respiró profundo.

–Gracias por todo, tonto–dijo.

El chico sonrió.

–Me gustaría que me consideraras un amigo, como antes

–¿Lo dices en serio?

–Sí. Ya dejé de seguirte, así que tendrás que llamarme por teléfono si necesitas hablar o quieres compañía. Podemos venir aquí cuando lo necesites. Este seguirá siendo nuestro lugar

Helga sonrió, mientras él se levantaba.

–Fuiste un buen novio, espero que algún día encuentres con quien ser feliz

El chico volteó y se acercó a ella, dándole un último beso, lento, cálido, apasionado, pero triste.

Cuando se apartaron, Helga notó el dolor en su mirada y se preguntó qué tan difícil fue tomar esa decisión y qué tanto la quería... como para estar dispuesto a dejarla ir, para que fuera feliz.

El problema era que ella no podía ser feliz con Arnold, porque estaba segura que Arnold nunca la amaría.


...~...


No quiso contarle ni siquiera a Phoebe. Así que durante la siguiente semana pasó los almuerzos escondida en la azotea. Leía, estudiaba o escuchaba música. Pretender era parte de sus hábitos, así que ninguno de sus amigos cercanos hizo comentarios al respecto.

Quiso varias veces tomar la palabra del chico y llamarlo para verse y no estar en la residencia Pataki, pero decidió darle algo de tiempo. No era fácil mantener una amistad con una persona por la que se siente algo más y ella era quien mejor lo sabía. Así que se dedicó a vagar sola.

Aprovechó el dinero que le dio Miriam para pasar parte de su tiempo libre en los arcades. Encontrándose un par de veces con el trio de tontos, es decir, Harold, Stinky y Sid. Probó todas las máquinas nuevas y le llamaron la atención unas de baile. Eran perfectas. Además de ayudarle a matar el tiempo, la agotaban lo suficiente para llegar directo a dormir. Y cuando estaba agotada, no soñaba o al menos no recordaba sus sueños al despertar, lo que representaba una enorme ventaja al momento de relacionarse con el estúpido cabeza de balón.