El recorrido pareció haber durado menos de lo que esperaba. Iba viendo el camino con dedicación, pero pese al espeso tráfico que podía formarse a esa hora, el trayecto fue veloz. Cuando Eiji se bajó del taxi se sintió en tierra ajena por primera vez y los nervios lo invadieron. Quizá no era del todo el país lo que lo hacía ponerse nervioso, quizá se debía a que vería a su media naranja. Caminó con lentitud hasta que pudo mezclarse entre el gentío del campus. Esa era la universidad de Ash, no había duda.
Casi como si esperara a que el destino hiciera su trabajo y lo llevara de la mano, Eiji se quedó plantado en medio de la explanada sujetando expectante el tirante de su mochila manoseándolo de arriba a abajo. ¿Qué iba a hacer de todas formas cuando lo viera?
Y su corazón comenzó a latir más y más rápido cuando los alumnos de varios bloques comenzaron a salir. Estaba atento, pero no lograba divisar a Ash entre la gente que pululaba alrededor. Avanzó unos pasos solo para no ser un estorbo, pero tuvo el mismo resultado.
Al cabo de un rato sintió que alguien le palpó el hombro, y cuando volteó tuvo la sorpresa más grande de su vida.
Allí estaba el rubio cubriéndose la boca con una mano tratando de aguantarse la risa. La cara de Eiji fue todo un espectáculo, abrió mucho sus ojos rasgados con asombro.
—¡Boo! —exclamó el chico.
—A… —Solamente la primera letra de su nombre. No pudo decir nada más. Estaba perplejo.
—¿Te asusté? —dijo rodeándole los hombros con un brazo—. Oh, hace tiempo que no nos vemos, así que hagamos las cosas bien. Ven aquí. —Extendió sus brazos, invitando al otro a darle un abrazo.
Eiji dudó. ¿Cómo Ash podía estar tomándoselo tan a la ligera?
En medio del gentío, Eiji se le acercó sin decir nada más y le rodeó con ambos brazos. El tacto era tan débil que el rubio lo estrechó más fuerte de forma juguetona.
—¿Qué pasa?, ¿no me extrañaste? —cuestionó revolviéndole el pelo.
—¡Más que a nada o a nadie!
—Ah, ¿sí?
Ash alzó a Eiji con sus brazos mientras presionaba su espalda y hacía que las puntas de los pies del moreno apenas rozaran el suelo desde lo alto.
—¿Cómo has estado? —cuestionó Eiji con una sonrisa—. Te ves muy bien…
—Yo siempre —bromeó.
—Oh, no solo me refiero a tu aspecto, sino a tu estado de ánimo. ¡Pero tampoco descarto tu atractivo! Lo que quiero decir es que te ves completamente… radiante. —Eiji sonrió con las mejillas sonrojadas.
—Gracias… ¡Y tú creciste unos centímetros, Eiji!
—¿Uh? Solo uno o dos, quizá.
Ash volvió a sonreír gustoso, como si hubiera dejado atrás todo el dolor del pasado. Y, de hecho, Eiji estaba esperando a que el rubio le preguntara sobre la herida de bala que lo había dejado en el hospital en el pasado, pero, retomando lo anterior, parecía aborrecer los malos recuerdos y no comentó nada de ello.
—Eiji, lamento no haber ido contigo al aeropuerto. Max me lo dijo cuando ya estabas aquí. ¡Ese anciano fue tan desconsiderado! —dijo alzando el puño.
—¿Qué dices?, ¿no te lo dijo? —Eiji abrió mucho los ojos—. Me dijo que estabas ocupado.
—¡¿Ocupado?! ¡Si se trataba de ti habría dejado cualquier cosa de lado! Ugh… Ese viejo se ha vuelto muy mentiroso.
El rubio se puso la mano en la sien, haciendo su mejor esfuerzo por aguantar el enojo creciente. Eiji permaneció atento a su amigo, expectante de cualquier cosa que fuera a suceder después. Por un momento de verdad creyó que Max les hizo una jugarreta, ¿pero con qué sentido? Además, debía admitírselo de una vez: Ash estaba diferente. Sí, su amigo al igual que en el pasado tenia momentos de relajación y hasta se volvía bromista y ponía esa cara inocente, pero, lo de ahora era distinto y hasta sintió un poco de decepción, porque sus sentidos le gritaban que su amigo no lo había extrañado tanto como él mismo durante tanto tiempo. De repente llegaron los pensamientos destructivos… «Quizá estaba mucho mejor sin mí…»
—Te lo dije en una de las cartas. ¡Y creo recordar que dijiste que me esperarías! —gritó. No estaba enojado, pero sí desesperado.
—Claro, pero, no podía recordar la hora y por alguna razón Max no me dijo en dónde había guardado los sobres. No tenía forma de saber tu hora de llegada. Supongo que pude haberlo olvidado…
—Oh…
—Lo siento, Eiji. ¿Podrías perdonarme?
—Claro que sí, Ash. Siempre.
—Ugh… —De repente el rubio puso una cara de desconcierto. Frunció las cejas y torció los labios. Incluso hasta se separó un poco de Eiji. Todo sin borrar su sonrisa para no ser muy descortés.
—Oh, ¿qué pasa?
—¿Sabes algo, Eiji? Me molesta cuando la gente confunde a otra con sus nombres. Quiero decir, mi padre solía decirme "Griffin" a veces accidentalmente y de verdad era molesto. —Hizo una pausa y aclaró—: Es "Aslan". No sé de dónde el viejo ha sacado eso de "Ash", pero estoy seguro de que lo hace para molestarme. Debe ser el pago por vivir con él y su familia. —Resopló con indignación.
—Me dijo algo así, pe… pero…
—¡Te pidió que me molestaras a propósito! —exclamó y soltó una carcajada—. ¡Nada mal, Max! No te preocupes, Eiji, no podría molestarme nunca contigo.
—Eh… Lo siento, estoy confundido. ¿Hice algo mal?
—Ash está muerto, ¿ok? No quiere saber nada de nadie. Para mí, no existe.
Las palabras de Aslan cobraron sentido para el japonés. Ese nombre le traía malos recuerdos, y ahora que el chico no andaba más merodeando por las calles, era obvia su razón para querer dejar ese seudónimo atrás.
—Discúlpame —dijo otra vez, por si acaso.
—No le des más vueltas a la pista —dijo encogiéndose de hombros—. ¿Ya comiste?
—Comí algo antes de venir —improvisó.
—Si sigues teniendo hambre, ¿por qué no vamos a otro lado? ¿A comer unos hot dogs, quizá?
—As-Aslan… —dijo dubitativo. Rayos, ¡acostumbrarse a llamarle por su nombre de pila era de verdad difícil!
—Sí, dime.
—Max me envió a buscarte. Estoy seguro de que todos ansían que estemos juntos en la casa para poder… platicar sobre… Bueno, no lo sé. Sería lindo platicar sobre lo que hemos hecho durante todo este tiempo, ¿no lo crees? Max, Jessica, Michael, tú y yo.
El rubio lo vio dubitativo y asintió con una sonrisa sutil. Se echó el fleco hacia un lado y se acercó más al japonés poniéndosele a la altura. Por un momento Eiji se sintió curioso por lo que Aslan fuese a hacer con él, pues se le veía pensativo sobre algo con esa aura de travesura que rara vez mostraba. El moreno siguió tenso, sobre todo cuando vio cómo el otro alzaba sus manos sobre su rostro.
Aslan puso sus dedos índices en las comisuras de los labios de Eiji, obligándole a esbozar una amplia sonrisa estirándole la piel. El chico se quedó estático sin poder dejar de lado sus ojos expresando su sorpresa.
—Has estado muy tenso desde que nos vimos, oniichan. ¿Quieres sonreír un poquito? —dijo esbozando aquella sonrisa que quería ver en el jovenzuelo—. ¿Sí?
Y entonces el universitario se tensó cuando se dio cuenta de que los ojos del muchacho se llenaron de lágrimas. Según él, no lo había hecho con mucha fuerza, no creía posible que le hubiesen dolido las mejillas, pero aun así quiso disculparse.
—Lo siento, Eiji. ¿Te lastimo? —Retiró sus manos de inmediato con preocupación.
—No… No…
—¡Estaba jugando! No voy a obligarte a sonreír si no quieres.
Eiji siguió llorando, no solamente porque recién su mente hizo click y se dio cuenta de que estaba lejos de casa, sino que de repente sintió que había vuelto al pasado y que consiguió una nueva oportunidad para ver a Ash. Sin embargo, por una razón, su chico no era exactamente lo que esperaba ver y no supo si ello lo ponía feliz o triste. No es como si esperara que Ash fuese siempre tan depresivo como lo había conocido y cuyo comportamiento se esforzaba por ocultar, sino que, tampoco esperaba que estuviese tan cambiando hasta el punto que parecía que quería olvidar todo lo del pasado, incluyendo, quizá, las anécdotas y su nombre.
—Aslan, ¿volvemos con Max? Le dije que cenaríamos juntos los cinco.
—Claro. —Accedió de inmediato.
Y aunque Max hubiera preferido que los chicos se tomasen su tiempo para hablar debidamente, era cierto que también tenía una preferencia por que ambos volvieran porque había cosas de qué hablar en familia.
El trayecto a la casa fue tranquilo para ambos, pero supuso un esfuerzo enorme por parte de Eiji para mantenerse firme sin volver a ceder a las lágrimas, pues todavía era incapaz de creer que se había encontrado con el muchacho con el que había soñado por tanto tiempo. Cuando caminaban juntos de lado a lado, Eiji lo miraba de reojo por instantes y al contemplar su perfil su corazón volvía a acelerarse. Le veía tan tranquilo con los cabellos rubios brillando junto al ocaso, sus mejillas blanquísimas tiñéndose de rosa y una sonrisa en los labios. Estaba profundamente encantado con él… Y Aslan no era tonto, desde luego, porque al sentir encima la mirada se volteó para verle y le ofreció una sonrisa, a lo que el otro respondió con un gesto parecido.
—¡Ya llegamos! —hizo saber Aslan al entrar a la casa, dejando su abrigo en el perchero y echando la mochila hacia el sofá, cosa que Jessica le reprendió de manera juguetona.
—¡Aslan! Sabes que la mochila va en tu habitación…
—Uh, lo siento, Jess —dijo sacando la lengua.
Al ver entrar al moreno, ella dijo:
—¿Qué tal todo Eiji?
—Oh, todo bien. Ash quería que fuéramos por un hot dog, pero le dije a Max que volveríamos para cenar, así que…
Ante la mención, la cara del rubio se volvió una de perplejidad y la mujer tuvo la necesidad de intervenir.
—¡Oh, cielos! No te molestes, Aslan, ¿por qué no vas a tomar una ducha en lo que termino de servir la comida?
—Claro —dijo él encogiéndose de hombros—. Aunque no estoy molesto con Eiji, sino con el viejo. Fue él quien se lo dijo, ¿no?
—No —dijo ella.
—¿Y cómo sabría de ese apodo entonces?
—Aslan —insistió ella con firmeza—, ve a cambiarte. Michael te extrañaba, debe estar jugando videojuegos ahora mismo. Ve a verle.
—Como digas… —respondió el rubio despreocupadamente.
Una vez que Aslan estuvo ausente, Jessica caminó lentamente hasta Eiji y le tomó de los hombros. El chico creía que le reprendería, pero, en cambio, ella lo abrazó tiernamente y él se quedó estático, no solamente porque no estaba acostumbrado culturalmente a aquel tipo de afecto tan repentino, sino porque no veía razón para que ella se hubiera abalanzado hacia él.
—¿Todo bien? —preguntó ella al cabo de unos segundos.
—No estoy seguro —dijo a la vez que posó la mano en la espalda de ella, sintiendo su suave y larga cabellera.
—Disculpa, sé que está un poco cambiado.
—No es que me moleste… Sé que no quiere recordar.
—Así es.
—Pero, ¿no será que tampoco quiere acordarse de mí? Soy parte de ese pasado que aborrece. Yo conocí a Ash, Jessica, no a Aslan. Bueno, fue a ambos, pero… ¿Podrías decirme que sucedió durante todo este tiempo?
Ella se separó del abrazo aun sin dejar de tomarle de los hombros.
—Pregúntaselo. Pregúntale todo lo que quieras… Esta es una ocasión especial.
—¿Por qué? Si él mismo me ha pedido que no lo llamase con su anterior seudónimo y lo olvidé. Sinceramente, me siento mal.
—Es probable que si no se lo preguntas hoy… mañana no lo hagas. —La seguridad en la voz de ella hizo que a Eiji le doliera el pecho—. Además, eres diferente… Aslan te quiere mucho, no va a enojarse contigo. Él mismo lo dijo, ¿cierto?
—Cierto. —Sonrió.
—Anda, ve a dejar tus cosas. Todos vendrán a cenar en unos minutos, Aslan no suele durar mucho en la ducha.
Y Eiji fue a dejar su mochila y su abrigo a su habitación. Estuvo entretenido viendo la televisión hasta que vio al rubio pasar junto al niño.
—¡Eiji! ¿Viste que Aslan está aquí? ¡Hay que jugar videojuegos los tres juntos! O ver una película de miedo, o podemos hacer palomitas y hornear galletas. O podemos ir a jugar a los columpios del parque, o…
—¡Haremos todo eso! Pero primero deja que nuestro invitado y su anfitrión pasen algo de tiempo juntos, ¿sí? —Aslan le alborotó los cabellos a Michael. Llevaba sobre los hombros la toalla de baño con la que se secaba el pelo.
—¡¿Por qué siempre me excluyen?!
—Es porque estás muy chiquito, Michael —dijo Eiji sonriendo—. Quizá te aburran o mi plática o los malos chistes de Aslan.
—¿Eh? Mis chistes no son malos.
—A veces lo son… —razonó Michael.
Fue en ese instante cuando los llamaron a todos a comer. Era una comida simple, un poco orientada a lo que le podría gustar a Eiji y también a Aslan, aunque el pequeño tuvo que quejarse porque no había pizza ni papas fritas en su plato, sino que era arroz blanco con ensalada de pollo y de postre fresas con crema.
Como salido de la nada, Max apareció de golpe llegando al hogar justo para el momento de la cena.
—¡La familia reunida por fin! —bromeó el hombre juntando ambas manos hacia arriba. ¿Sabes cuánto lloraba Aslan por verte, Eiji? Parecía un gatito mimado.
—¡No empieces a decir mentiras! —exclamó el chico.
—Verás, Eiji, hoy es una ocasión especial… —dijo Max, y de repente el mencionado recordó que Jessica le había dicho lo mismo minutos atrás—. No siempre nuestro chico se encuentra muy accesible. A veces simplemente prefiere irse por ahí luego de la escuela en lugar de pasar tiempo con este viejo. Es decir, se lleva a Michael y es todo.
—Salgo con ustedes también —dijo Aslan rápidamente.
—Pero no lo suficiente… ¡Se avergüenza de mí a pesar de que soy quien fomenta financieramente sus estudios! —exclamó exagerando la situación, a lo que Jessica puso una cara de desagrado, tanto que tuvo que cubrirse el rostro luego de torcer los labios, Michael comenzó a reírse y Aslan puso los ojos en blanco—. ¡En cambio, supo que su querido Eiji venía y solo estuvo esperando, y esperando, y esperando!
Algo no cuadraba. Como era parte de su curiosa naturaleza, aun con la boca llena de pollo, Eiji tuvo que preguntar sobre lo que le intrigaba.
—Si estaba esperando, ¿por qué no fue a verme? Ya me dijo él mismo que no estaba tan ocupado como tú lo dijiste, Max.
—¡Es verdad! —Entonces Aslan no hizo esperar más el tema y le restregó su queja al mayor en la cara—. ¡¿Por qué no me dijiste nada sobre el aeropuerto?! —Clavó el tenedor en la mesa—. ¿Enloqueciste?
Max tragó en seco y buscó ayuda en la mirada de su esposa, pero ella no hizo nada para entrar en su rescate. Estaba de acuerdo con que el chico merecía una explicación.
—¿No lo hice? —preguntó tartamudeando.
—No, no dijiste nada —reprendió el rubio.
—¡Mhm! Juraría que lo hice… ¿No habías dicho que tenías exámenes y que estabas muy ocupado?
—No para Eiji.
—¿Acaso no…?
—Digas lo que digas, no puedes escapar. Primero le inculcas el nombre de antes y ahora haces esta broma conmigo… No puedo contigo, anciano.
—¡¿Anciano!?
—Bueno, están juntos ahora, ¿no? Es lo que importa —dijo Jessica.
—Fuera mejor si el viejo no mintiera tan seguido. —Aslan se encogió de hombros.
—Calmen, ¿sí? Me basta con saber que fue un error… —comentó Eiji en voz bajita.
—Ya qué. No hay forma de cambiar el pasado.
Comieron en silencio. La tarde anaranjada pasó a volverse una noche no de cielo negro, sino azul, azul, azul profundo, y el cielo estaba estrellado y la luna era pequeña pero brillante. Y a pesar de que estaba siempre la excusa de tener una reunión para poder platicar sobre el pasado y el presente por alguna razón los temas importantes terminaban siempre enterrados y optaban por llenar el vacío del momento con anécdotas bobas o temas actuales no tan importantes como lo eran los estudios de Aslan o los problemas de Eiji luego de graduarse. De cualquier forma, todo estaba bien para Michael que adoraba verlos a todos juntos, pues se había quedado en la mesa para escucharlos hablar, aunque no tuviera siempre permitido interferir en los temas que según Max eran solo para adultos, aunque en otra ocasión simplemente se habría levantado y se habría ido sin más.
Cuando terminaron de comer ni Aslan ni Michael se sentían con la misma sensación de vacío que quedó en los corazones de Eiji, Max y Jessica. Para el universitario solo bastaba con dejarlo todo atrás… Pasado pisado. Sin embargo, Eiji de verdad quería aclarar todo aquello que se había quedado en su vida como una maraña de algo desconocido y desagradable flotando en el aire. Para ser más franco consigo mismo y con su amigo, quería decirle a Ash viéndole directamente a los ojostodas aquellas palabras que le dedicó en aquella sincera carta aquel día de invierno de 1987. Sin embargo, no fue capaz de decir una palabra por un largo tiempo y se limitó a obligarse a disfrutar del momento presente mientras miraba una película de animación japonesa junto a Aslan y Michael en la habitación del pequeño. De vez en cuando oía las risitas de ambos cuando Michael decía: "Qué suerte, ¡Eiji no necesita leer los subtítulos!"
Era divertido pasar el rato con ambos, no lo negaría. Estaba feliz con solo ver a Aslan de perfil, no podía culparlo por querer dejar todo atrás. Después de todo, ¿cómo podría seguir anclándose al pasado? Sin importar lo que significase, lo entendía, y también entendía que quería saber qué había sucedido con Bones, Kong, Alex y los otros… ¿Qué había sido de Sing y de Yut Lung?, ¿y a dónde había ido Blanca y qué había pasado con todo el asunto de la mafia y lo que ello conllevaba? Estaba confundido y quería respuestas. Y entonces volvía a Eiji su parte compasiva y se decía: «No estoy aquí para abrumarlo con preguntas del pasado, aunque yo mismo sea un fragmento de eso que desea olvidar».
—…ji. ¡Eiji! —le llamó Aslan.
—¿Uh?
—Te he estado llamando, pero al parecer te quedaste absorto viendo la televisión. ¿Estás bien?
—S-Sí, sí. ¿Por qué?
—Mira… Tienes el ceño fruncido. Algo te preocupa —dijo Aslan pinchándole con el dedo ese hueco entre las cejas.
—¡Para nada! Solo… estoy cansado. Me cuesta acostumbrarme a la diferencia de horario —hizo saber con una sonrisa, y en gran parte era verdad, la mayor parte del día tenía sueño y por las noches no podía pegar ojo.
—¡Oh! Haberlo dicho antes. —Cubrió su boca con una mano como si de repente una gran pena le invadiera y tomó a Michael de los hombros para alzarlo y acostarlo en su cama—. ¡Hora de dormir, Mikey!
—¡¿Tan pronto?! —exclamó el niño haciendo un puchero—. ¡Hagamos una pijamada!
—Nope, será después. Yo tengo que levantarme temprano para ir a clases y Eiji… necesita su privacidad.
—¡Eiji! —suplicó el niño.
—Lo haremos el fin de semana, ¿sí? —prometió el japonés.
Aslan terminó de arroparlo. Se aseguró de quitarle la consola para cerciorarse de que no se desvelara con el aparato y durmiera tranquilo, dejando una bombilla encendida para que no temiera a la oscuridad. Luego de palparlo y desearle las buenas noches, él y Eiji salieron de la habitación despacio.
—Bueno, nos vemos mañana después de clases, ¿no, oniichan?
—¿Quieres olvidar eso de "oniichan"? —dijo fingiendo molestarse con el apodo—. Puede desembocar malos recuerdos también.
—¿Qué malos recuerdos?
Caminaban a oscuras por el pasillo.
—¿Quieres que lo diga? Vas a tener pesadillas.
—Es que me da curiosidad porque siento que algo está molestándote. No me digas que te molesta mi cara… Solo te pones así cuando me ves.
—Oh, ¡claro que no! Es solo que… —Quería decirle lo que le intrigaba y deseaba liberarse de ello, pero Ash era de carácter fuerte y no quería comenzar una discusión—. Necesito dormir.
—Sí, entiendo… Salgamos mañana a pasear a alguna parte, ¿sí? Podríamos llevar a Michael si no te molesta.
Eiji asintió con una sonrisa y se fue a encerrar a su habitación. Necesitaba aclarar su mente, eran demasiados pensamientos como para poder digerirlos todos de golpe.
Estuvo intentando conciliar el sueño, pero solo atinaba a dar vueltas sobre el colchón una y otra vez sin poder perderse en la inconsciencia. No solo estaba inquieto por la diferencia de horarios o por las sensaciones que Aslan provocaba en él, sino también por encontrarse lejos de casa. Se sentía desorientado. Y decidió ponerle fin a eso pronto cuando se levantó a la cocina más allá de las 12:00 de la noche en busca de un vaso con agua. Se lavó la cara y se regresó a su habitación, sin embargo, más allá del pasillo pudo ver a franja de luz que se asomaba por debajo de la puerta de Aslan. No podía creer que estuviera despierto todavía puesto que era muy estricto con sus estudios. Entonces tomó confianza y tocó la puerta tenuemente pidiendo permiso para entrar, pero no obtuvo respuesta a la primera, por lo que volvió a insistir y escucho la voz del chico diciéndole: "Entra". Y él entró. Vio a Aslan recostado sobre su cama leyendo un libro cerca de la ventana con la lamparita de noche encendida.
—Oh… Siento molestarte. Vi la luz encendida y…
—¿No puedes dormir, Eiji?
—Pues… no.
—¿Quieres que te cante una canción de cuna?
—No has cambiado. —Resopló con una sonrisa.
—Pero eso no es lo que pensabas de mí hasta hace poco, ¿verdad?
Eiji abrió los ojos de par en par.
—¿Cómo lo sabes?
—Me miras demasiado. —Sonrió.
—Perceptivo como siempre.
Aslan cerró el libro y lo dejó sobre el buró. Entonces se hizo a un lado sobre la cama y palpó el lugar vacío invitándole a sentarse a su lado.
—Ven. ¿Quieres platicar? La verdad es que tampoco tengo sueño.
—Max va a reprendernos si se entera.
—¡Ya no somos niños! —Soltó una risita—. Ven, pongámonos al día. Si te preocupa, hablemos en voz baja.
Eiji no perdió más tiempo y se sentó en la cama de piernas cruzadas junto a Aslan, y éste último estaba totalmente recostado con los brazos atrás de la cabeza, dejando las palmas de las manos sobre la nuca.
El japonés sabía que tomando las cosas a la ligera sería difícil que la conversación culminara pronto con las respuestas que quería, por lo que decidió ser lo más directo posible para así poder agradecer y disculparse lo necesario.
—As-… Aslan, nunca te agradecí lo suficiente. Eso es lo que quería decirte de corazón. —Le veía fijamente—. Max dijo que no querías recordar nada del pasado, pero, ¿qué puedo hacer?, estoy aquí contigo por parte de esos días, por muy terribles que fueran. ¿No es suficiente razón como para hablar, al menos una última vez, de esos días?
—¿Qué días, exactamente?
—Pues…, todos. Todo el tiempo que te conocí. Discúlpame por las veces en que no pude evitar que te hicieran daño y te agradezco por todas aquellas veces en que me salvaste la vida de mil maneras.
Aslan le miraba con los ojos entrecerrados, no era del todo cierto aquello de que no tenía sueño, pues la universidad lograba dejarlo lo suficientemente cansado como para apenas lograr comer, darse una ducha y leer un libro antes de dormir, si es que era un buen día.
Eiji había comenzado a soltarse de repente, no quería seguir ocultando sus sentimientos porque las palabras de Jessica se repetían una y otra vez en su cabeza y entonces tuvo el presentimiento real de que en cualquier momento Aslan desaparecería y no podría agradecer ni disculparse lo suficiente.
—¿Salvarte la vida? —dijo Aslan mirando hacia el techo intentando hacer memoria—. ¿Como aquella vez en que íbamos caminando por las calles de Cape Cod y un perro salió de la nada para perseguirte y…?
—¡No hablo de eso! —exclamó interrumpiendo abruptamente—. Hablo… de las otras veces.
Aslan parpadeó varias veces con confusión. No le quedó de otra más que seguir el hilo de la conversación con despreocupación, porque no encontró las palabras correctas para decir y no le gustaba que Eiji se pusiera tan serio.
—No fue nada —dijo sin más.
Pero a Eiji no pareció bastarle esa contestación.
—De verdad no quieres recordar nada, ¿cierto? —Tenía una mirada triste.
—¿A qué viene eso?
—No me acostumbro a llamarte "Aslan". Para mí, siempre fuiste "Ash" y nada más…
—Eiji.
—Y me da la sensación de que si no quieres acordarte de aquellos días, está bien, lo acepto, pero no intentes alejarte tan abruptamente, ¿sí? Quizá recordar y tratar los problemas con atención es mucho mejor que hacer todo de lado como nunca hubiera sucedido nada. —Puso su mano encima de la de Aslan—. Hablo en serio.
El rubio estaba confundido. Eiji hablaba rápido, y sumándole las horas de sueño que le hacían falta, sintió un aturdimiento indescriptible.
—Jamás querría olvidarme de ti, Eiji.
—Ash…
—Pero yo no soy Ash. Me ves con esos ojos tristes y me pidas que no haga las cosas de lado, pero de repente comienzas a confundirme con una persona que no soy. Buscas a alguien más, ¿cierto?
—¿Eh?
—Está bien… A veces pasa. A veces también pienso… en mi madre, y entonces me doy cuenta de que Jessica no es mi madre, aunque una parte de mí quiera creerlo así. —Vio la mirada confusa de Eiji y siguió hablando con calma—. A veces hay cosas que no podemos controlar, pero soy feliz así, ¿sabes? Pretendiendo que no duele el haber sido abandonado por mi madre.
Eiji no pensó que aquello siguiera doliéndole tanto en el alma, pero, ¿cómo no lo haría? El amor de una madre es irremplazable. Y más allá de eso, se preguntaba cómo era que los pensamientos de su ausente amor maternal habían llegado para introducirse a aquella conversación.
—Aslan es el nombre que mi madre me dio. Fuiste tú quien dijo que era importante, porque tiene un significado más allá del abandono. ¿Lo entiendes? Por eso debo conservarlo… Para no dejarla ir, para no perder, para no olvidar. —Aclaró—: Lo que yo quiero no es olvidar, sino recordar.
—¿Te sientes bien viviendo así?
—Sí… Max estuvo molestándome con lo de "Ash" todo el tiempo. Supongo que no sabía cuándo parar con eso hasta que comencé a molestarme a propósito.
Eiji no dijo nada. Su entrecejo fruncido se encargaba por sí solo de denotar su preocupación, angustia, inconformidad, y todo aquello que le quitase el sueño por el día y la noche.
—No pensemos en esas cosas ahora… Vivamos el presente. —Puso su otra mano encima de la de Eiji para apretarla con cariño entre las suyas.
En ese instante se escuchó un ruido proveniente de la ventana. Era un gato de color naranja con el pecho y la cara de color blanco y los ojos grises. Apenas con su patita tocaba tenuemente el vidrio pidiendo entrar.
—¡Hey! Mira, Eiji, este es Tommy. Lo adopté un día que lo vi deambulando por la casa. Apareció de la nada, al parecer su madre dio a luz cerca y lo dejó abandonado. —Se levantó y abrió la ventana. Sacó una lata de atún de entre las cosas de un cajón del buró y la abrió para ofrecérsela al minino—. ¡Es como yo! —Y comenzó a reírse mientras observaba al animalito comer.
—¿Es mansito? —preguntó ignorando el chiste.
—Sí, es un buen chico. ¡Quería que lo vieras! Es la primera mascota que he tenido y pensé que te gustaría… A ustedes los japoneses les gustan mucho los gatos.
—A todo el mundo le gustan los gatos. —Sonrió.
—Y luego está Max…
Ambos comenzaron a reír.
El japonés se mantuvo pensativo y las palabras del chico comenzaron a tomar sentido de un momento a otro. Todo parecía volverse cómodo e íntimo como antes, sin embargo, ese momento efímero de paz y claridad se vio arruinado cuando el rubio hizo un comentario inocente y sincero que estuvo fuera de lugar, incluso cuando él mismo no estuvo consciente de la gravedad que significó.
—He querido que Shorter vea a Tommy también, ¡pero nunca viene a visitarme! Y Max dice que no debo ir a Chinatown a buscarlo… Según él, todo son problemas. ¡Bleh! Creo que no le agrada. Vayamos juntos a comer al restaurante, ¿sí? Hace tiempo que no lo veo, quizá está más calvo que la última vez.
Eiji se quedó quieto, pensativo, con miedo.
No entendía si Aslan estaba haciéndose el tonto o si estaba sonámbulo. ¿Cómo podía hablar así tan quitado de la pena? Shorter Wong había muerto hace años atrás y, sin embargo, hablaba de su amigo como si no lo supiera.
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Nota: Sé que algunas/os de ustedes lo pensaron, y sí, el título de este capítulo está inspirado en la canción de Joan Sebastián con el mismo nombre. Al igual que la letra, nuestro querido Aslan quiere que dejen a "Ash" en el pasado para poder seguir viviendo tranquilamente y Eiji no se lo permite porque añora esos días. Oí la versión de Vicente Fernández que es mi favorita y pensé que describía perfecto lo que creía que Aslan estaba sintiendo.
También me gustaría expresarles mi alegría por el apoyo que esta historia ha recibido, pues apenas publiqué dos capítulos y tuvo ya una buena aceptación. Pensaba en publicarla cuando ya estuviera terminada, pero me tomaría muchos meses, así que espero poder actualizar al menos cada dos o tres semanas de a poco ^^
-Ary.
