Aquella sonora campana había anunciado el final del receso para los estudiante del establecimiento, para cierto grupo ese era uno de los momentos de mayor calma en su horario escolar, pues todavía luchaban por acostumbrarse a cosas tan banales para sus mentes como lo era perfeccionar su compresión del lenguaje o las operaciones básicas matemáticas.

Los niños corrían a sus asientos, algunos luchando por no quedar a malos ojos de su profesor mientras que los más relajados aprovechaban que este todavía no se había aparecido para continuar con los juegos no concluidos en su pequeño descanso.

No fue mucho tiempo después que apareció un hombre de mediana edad con una sonrisa en su rostro y algunos artículos en sus manos, pensando en que cosas realizarían sus queridos alumnos ese día, ya que al impartir la clase de artes no podía esperar siempre el mismo resultado como si fuera una ecuación de matemáticas o la correcta forma de escribir una palabra.

Cada niño era un universo diferente, con talentos y anhelos personales que podía observar plasmar ya sea en papel, cera, tinta, no importaba, podía sentir muchas veces como los emocionados niños plasmaban más de lo que ellos mismos creían en sus trabajos y descubrir cada uno de esos mundos siempre le había agradado.

Con ello y sonrisa en boca se dirigió a la clase.

- Bien clase, se que es extraño que estemos en este salón y no en el de artes, y la razón es que una persona algo bromista hizo cosas que no debía en dicho salón.

- Señor. - Dijo curioso uno de sus alumnos mientras levantaba la mano. - ¿Qué hizo esa persona?

- Bueno... hizo una bomba de pintura que daño casi todo nuestro material, además que ahora deben limpiar el salón y por desgracia tuvimos que desechar muchas cosas que ahora no servían.

- ¿Por eso tuvimos que traer esto? - Dice una niña mientras levanta un bloc de dibujo de pequeño tamaño.

- Exacto, porque el arte no es solo se da en grandes atriles o con elementos más artesanales como arcilla, el arte va todavía más allá y en algo tan simple como una hoja blanca de papel podemos plasmar todo eso, dejar fluir nuestra imaginación y expresarnos, por ello clase hoy nos dedicaremos a dibujar solo con lápiz, ¿Entendido?

- Si profesor. - Esta vez fue la clase completa quien respondió en coro.

- Muy bien, entonces comenzaremos con... - Se fija que uno de los niños no tenia sobre su escritorio sus materiales para dibujar, sino que tenia su bolígrafo y unas hojas de cuaderno. - Hey amiguito, ¿Dónde está tu bloc de dibujo y tu lápiz grafito?

- Yo... lo olvide en casa. - Dijo con clara duda en su voz, aunque también con un poco de pena.

Sus compañeros de clase que habían escuchado aquella excusa no tardaron en reírse del avergonzado niño, quien solo agacho la cabeza y recogió su postura acercando todo lo posible sus hombros hacia su pecho, como si quisiese comprimirse a si mismo hasta desaparecer de ese lugar.

Al ver esto el maestro da una rápida mirada desaprobatoria a sus estudiantes, quienes al ver al enfadado profesor detuvieron en el acto sus burlas hacia el muchacho.

- Eso no está bien y lo sabes. - El pequeño pudo sentir como le desaprobaban con la mirada.

- Si profesor... - Mantuvo su mirada hacia su escritorio. - ¿Tendré... que abandonar el salón? - Dijo con mucha culpa en su voz.

El maestro al escuchar la voz del pequeño pudo sentir algo de dolor en sus palabras, una que si bien contrastaba con la vergüenza al momento de revelar lo que había ocurrido le había hecho pensar que eso no era más que una excusa, que aquellas palabras habían sido falsas y el muchacho lo hubiese preparado todo, algo que despertó su curiosidad.

- Bien clase, por mientras dibujen de forma libre, yo debo conversar un poco con su compañero. - Mirando al muchacho. - Espérame fuera de la clase por un momento y no te preocupes, no estás en problemas.

- Si profesor.

Al ver que el niño se levantaba de su asiento y se dirigía a la salida los comentarios y burlas no se hicieron esperar nuevamente, indicando los problemas en los que se había metido por su propia torpeza entre otros comentarios algo subidos de tono para niños de cinco años, algo que molesto profundamente al profesor quien miro con profunda desaprobación a los muchachos que habían hecho tales comentarios, sobre todo a un pelirrojo quien era el que más se mofaba.

- Si siguen con esas bromas estaré en la obligación de castigarlos, ¿Entendido?

Eso basto para que el silencio volviera a apoderarse del salón, estaba consiente que una vez abandonara el salón el bullicio no se haría tardar pero eso no era lo importante en ese momento, si lo era el pequeño albino que le esperaba fuera del salón.

Dejo escritas algunas instrucciones en el pizarrón y se encamino a la puerta, dando una última mirada a los pequeños antes de cerrar la puerta y observar al pequeño que lucia sumamente avergonzado esperando fuera de la clase mientras se abrazaba a si mismo y contenía su agitada respiración, y eso le preocupo.

- Oye. - Se agacha para quedar a su altura y pone una de sus manos en su hombro. - ¿Estás bien pequeño?

El niño al escuchar la voz del maestro rápidamente dejo aquella rutina para calmarse y miro al adulto, poniendo un pésimo intento de sonrisa en su rostro.

- Si maestro.

Nada estaba bien, y él lo sabía.

- Entonces acompáñame al salón de maestros.

- Es... - Traga con dificultad. - ¿Estoy en problemas?

- Como te había dicho antes, no lo estás, solo quiero conversar un poco contigo. - Dijo mientras le daba una reconfortante sonrisa, esperando que ello lograra calmar un poco al asustado niño.

El muchacho al escuchar esto asintió con la cabeza y junto al adulto se encaminaron al salón de maestros, este apartó la mirada en cuanto vio su sonrisa lo cual extraño al adulto, quizás su intento de calmar las cosas no había tenido el efecto deseado pero ya no importaba, esperaba que el ambiente del salón de profesores ayudara pues era un lugar que en ese momento debería de estar vacío y rogaba que así fuera, ya que así podría hablar con calma y sin asustar más al pequeño.

Una vez llegaron a dicha habitación la cual para suerte del adulto estaba completamente vacía, algo que le permitió suspirar aliviado y entrar con algo más de confianza en dirección hacia su escritorio mientras era seguido por el nervioso muchacho.

Ya instalado en su mesa tomo la silla de uno de sus compañeros y la coloco justo frente a la suya, indicando al pequeño que se sentase en ella, no sin mucha dificultad para que el pequeño no volviese a asustarse.

- Vamos chico, te he dicho que no estás en problemas, solo quiero conocerte un poco mejor.

- ¿Es porque no traje mis hojas verdad? Ya le dije que las olvide en casa y... y le prometo que no volverá a pasar, yo... yo...

- No te apresures tanto que así no va una conversación, así va un interrogatorio y ahora vamos a conversar.

- Si profesor. - Dijo sin dejar aquel tono tímido, casi como si hablase para si mismo.

- Bien, vamos por algo sencillo, ¿Me puedes decir tu nombre?

- S...si profesor, me... me llamo Lincoln. - El nerviosismo en su voz era evidente.

- Bien, en mi caso puedes llamarme Sr. Dawkins, solo maestro o profesor no me termina de agradar, ni menos cuando queremos conversar.

- Si prof... - No pudo terminar la frase por la mirada fija de su maestro. - Sr. Dawkins.

- Bien, vamos progresando, ahora, ¿Me podrías contar algo sobre ti? ¿Algo que te guste?

- No lo sé. - Dijo con cierta duda en su voz, intentando hablar lo más bajo que podía. - ¿Es necesario que le responda?

- Si te es incomoda la pregunta podemos pasar a otro tema, yo no tengo problema pero tampoco juzgaría tus gustos si te animas a contármelos.

- Yo... no lo entiendo.

- ¿No lo entiendes? - Menciono con mucha duda en su voz.

- Yo debería estar en problemas, después de todo no pude traer los materiales para la clase y si es eso...

- Espera, ¿No pudiste? ¿No me habías dicho que los habías olvidado?

Al escuchar esas palabras los ojos de Lincoln se abrieron de par en par, su boca comenzó a moverse de forma irregular, como si intentase decir algo pero su cerebro se negara a terminar la orden y poder conjugar sonido alguno quedando en un extraño balbuceo.

- ¿Tú... si querías traer tus cosas?

Lincoln, como tantas veces lo había hecho ya solo pudo agachar su cabeza ante esa pregunta, no tenia forma de responderle sin no quebrarse y no estaba dispuesto a ello.

El Sr. Dawkins miro al pequeño con la cabeza agachada, viendo como nuevamente comenzaba a tiritar débilmente en su asiento mientras tomaba y apretaba con fuerza sus pantalones cortos, arrugándolos de tal forma que se veían más desgastados de lo que naturalmente lucían, eso solo le lleno de una profunda preocupación, pues claramente algo no andaba bien.

- ¿Todo esta bien en casa pequeño?

Al verle quieto se atrevió a acercar su mano a la cabeza expuesta del pequeño, pero se detuvo en el último momento, pues el pequeño ante la pregunta tuvo un pequeño sobresalto, algo que para su mala suerte no pasó desapercibido para el maestro.

- Todo esta... bien señor... solo fui... descuidado, no hay... problemas con papá. - Su voz se entrecortada cada tanto, como si luchará para mencionar cada palabra.

El maestro por su parte comenzaba a atar cabos.

- Lincoln, no te voy a juzgar ni te voy a reprender si me dices la verdad.

- Es... la verdad. - Su tono de voz demostraba que luchaba por contenerse.

- Pequeño, si no me dices que anda mal no puedo ayudarte, tú... - Lo pensó por unos segundos. - ¿Tú querías dibujar?

- Si quería. - Esta vez había un pequeño atisbo de interés en su voz, por más que esta mantuviese el miedo y la vergüenza usual de su conversación, usando ese tímido y bajo tono de voz que ya parecía característico del niño.

Aún así fue suficiente para que el adulto fuera capaz de escucharle.

- Entonces, ¿Cuál es el problema?

- Yo... - Comienza a jugar con sus manos. - ...no pude.

- ¿No pudiste?

- No pude... pedirle a papá que comprara las cosas.

- ¿Por qué... - Esta vez fue su turno de tragar con dificultad, esperando lo peor. - ...no pudiste pequeño?

La mirada del pequeño seguía clavada en el piso, por lo que no podía averiguar el como se había tomado la pregunta, dejando unos pequeños segundos de silencio que realmente preocuparon al adulto, hasta que el niño volvió a hablar.

- No pude.. no me escucho... siempre llega tarde... y... solo me ignora... como siempre... - No pudo evitar dar un pequeño sollozo a esa altura. - ...lo ha hecho.

No conocía toda la situación, pero al menos ahora comprendía parte de lo que ocurría con el muchacho y el que ahora estuviese sollozando frente a él solo daba veracidad a esa historia, ver al pequeño que hasta ese momento había luchado contra esa sensación le provoco un profundo dolor en su corazón, y sin pensarlo demasiado se levanto de su asiento y abrazo al pequeño.

Al sentir el cuerpo de su maestro por un momento se lleno de miedo, pero aquella cálida y confortable sensación que producía era algo que muy dentro de su ser le hacía feliz, le indicaba, que tal vez no hacía falta seguir conteniendo esa molesta sensación que guardaba desde hace tiempo.

Desde hacia años que el soñaba con momentos que no había vivido, como lo era conocer gente para conversar abiertamente, ver su entorno y que las personas no le miraran extrañadas, sino que le aceptaran tal como era, cabello blanco incluido, pero por sobre todo, soñaba con el momento en que su padre al abrir la puerta no se fijara en la habitación, sino que le buscara con la mirada, le regalara una sonrisa y le dijera unas pocas palabras...

- Todo estará bien pequeño, todo estará bien.

Eso fue suficiente.

De ahí soltó todo lo acumulado.

No fue su padre pero ya no importaba.

Se sintió querido por primera vez en mucho tiempo.