Pequeños incidentes

Rose volvió a buscar en su mochila, en su baúl y hasta debajo de la cama. No estaba. El libro había desaparecido. Sabía que lo había visto por última vez la noche anterior cuando estuvo leyendo en la sala común antes de la cena, pero después no se acordaba de dónde lo había dejado.

¿Se lo habría olvidado en el gran comedor? Creía que no, pero aun así se agarró a esa posibilidad y bajo corriendo las escaleras del dormitorio para ir a comprobarlo, dejando tras de sí una cama deshecha y un baúl vacío con todas sus cosas y ropa esparcidas alrededor.

Veinte minutos después y tras haber recorrido todos los lugares por los que había pasado el día anterior se dio por vencida y se dirigió a la biblioteca. La señora Pince se iba a poner echa un basilisco cuando supiera que había perdido un ejemplar perteneciente a la colección del colegio, pero no sabía dónde más buscar.

—No es para tanto, es solo un libro. No han expulsado a nadie por un libro ¿verdad? Seguro que no.

Un alumno Hufflepuff que Rose no conocía la miró con extrañeza mientras hablaba sola. Rose no se sintió avergonzada. Era cierto que no era muy normal pensar en voz alta, pero los Ravenclaw hacían cosas más raras. Una vez había visto a una niña de segundo caminando para atrás mientras contaba cada paso, pero pronunciando los números al revés. Un sinsentido total, aun así, a las otras dos Ravenclaw que la acompañaban les había parecido normal así que ¿quién era ella para juzgar, y mucho menos para ser juzgada?
Sacudió la cabeza para dejar de divagar y abrió la puerta de la biblioteca. Se animó a sí misma pensando que si sus padres se habían enfrentado a un perro de tres cabezas en su primer año ella podía lidiar con una bibliotecaria malhumorada.

—Seguro que no tenía tres cabezas, que es otra de las exageraciones de papá —volvió a pensar en voz alta. —Cuando llegue a casa tengo que verificar todas estas historias con mamá.

—¿Vienes a devolver el libro qué te llevaste, Rose Weaslley-Granger? Hoy es el último día para entregarlo —La señora Pince la interpeló desde detrás del mostrador nada más verla.

—Pues… verás… es que resulta que… ósea no es que no tenga el libro, pero es que no sé donde lo tengo… no es que lo haya perdido solo que no recuerdo dónde lo dejé, pero sé que lo guarde así que no está perdido solo muy guardado en paradero desconocido.

—¿Qué estás intentando decirme, señorita Weaslley?

—Está intentando excusarme, señora Pince —Scorpius había entrado en la biblioteca en ese momento y al ver el aprieto en que se encontraba su amiga había acudido en su ayuda. —Me dejó el libro para que pudiera acabar un trabajo y yo no sé muy bien dónde lo puse. Pero prometo que lo voy a encontrar y se lo voy a devolver lo antes posible.

—Sus excusas no me sirven. Me temo que han cometido una falta grave.

—En tal caso la falta es mía, Señora Pince, yo perdí el libro —volvió a insistir Scorpius.

—No es verdad —se apresuró a desmentir Rose. Estaba muy agradecida a Scorpius, pero no quería que otros cargaran con sus culpas. No sería muy loable por su parte dejar que castigaran a su amigo por una cosa que había hecho ella.

—Me da igual quien de ustedes lo ha perdido. Los dos demuestran una vergonzante falta de responsabilidad. Hay un hecho claro: el libro debería ser devuelto hoy a la biblioteca y no está aquí, así que me temo que debo prohibirles volver a tomar libros prestados hasta que me devuelvan ese ejemplar. También me veo en la obligación de comunicarles que si vuelven a retrasarse con una devolución tendré que rescindir sus permisos de préstamo hasta que acabe el curso o su vida escolar.

—Le devolveremos el libro lo más pronto posible — se apresuró a contestar Scorpius cogiendo a Roses del brazo y alejándola del mostrador para que a la bibliotecaria no se le ocurriera añadir alguna consecuencia más a su castigo. A veces era demasiado intransigente.

No hacía falta que me cubrieras. Puedo ocuparme de mis cosas yo misma —espetó Rose a Scorpius.

—Se suele decir gracias —respondió Scorpius con una sonrisilla traviesa —solo quería ayudar—añadió subiendo las manos y mostrando las palmas.

—Gracias, pero la próxima vez no es necesario.

—¿Piensas seguir metiéndote en líos con esta frecuencia? Vas a perder más puntos que todos los de primero juntos —bromeó

—Has entendido lo que quise decir —zanjó Rose cortante.

—Mensaje recibido —aceptó Scorpius asintiendo con la cabeza.

—Yo lo que no entiendo es qué has hecho con ese libro, Rose. Tú no eres de perder nada —se incorporó a la conversación Albus que había llegado a la biblioteca junto a Scorpius, pero se había quedado más alejado escuchándolo todo.

—Juraría que lo había dejado en la sala común, pero no lo encuentro.

—¿Has mirado bien? —interrogó Scorpius

—¡Claro que he mirado bien! —chilló Rose.

—Esto no es un patio de juegos —les llamó la atención la señora Pince.

—Mejor vámonos —propuso Albus viendo que su prima no estaba del mejor humor y que la bibliotecaria estaba a punto de perder la poca paciencia que tenía.

0—0

El aula de pociones seguía estando en las mazmorras, pero la nueva profesora le había dado un aire completamente diferente. Había instalado lámparas mucho más luminosas y decorado las paredes con láminas de colores en las que se podían leer las normas de seguridad o instrucciones básicas para realizar los pesos y cortes. Las mesas de los alumnos eran ahora de color blanco y aspecto moderno. En las estanterías seguía habiendo ingredientes que olían mal y frascos con partes de criaturas en formol, en la parte de atrás siempre burbujeaba algún líquido de color extraño en un caldero, pero con toda la clase no parecía tan tétrica como en los años anteriores. La profesora de Pociones, Belén, explicaba los usos de la poción Amplificadora mientras 20 cabezas de primero trataban de mostrar interés a sus explicaciones.

—Si hay hechizos que hacen eso, ¿por qué debemos entonces aprender a hacer una poción que haga lo mismo? —interrumpió Jack, un chico bonachón de Hufflepuff, pero no demasiado avispado.

—Buena pregunta, pero a estas alturas ya debería saber la respuesta. Les recuerdo que hoy tenían que entregarme un informe detallado de cada poción que hemos estado aprendiendo estas dos semanas, y una de las cuestiones era cuáles eran las diferencias con sus hechizos análogos. —recordó la profesora Belén. —Ya que solo quedan cinco minutos de clase así que voy a recogerlos.

Rose notó a su lado que su compañera de pupitre, Caroline, se tensaba.

—No me ha dado tiempo a acabarlo —susurró. Ayer Vinn me ofreció jugar con James al ajedrez después de que ella perdiera dos veces seguidas y yo me olvidé del trabajo.

—Tienes que dejar de pensar en James —le reprendió Rose también susurrando —te atrofia el cerebro.

—Lo intento, pero es que es tan guapo…

—Yo no sé qué le ves.

—Tú no lo entenderías como es tu primo eres incapaz de verlo…

—Sí será por eso —. Rose puso los ojos en blanco.

—Rose y Caroline quieren hacer el favor de dejar de cuchichear y entregarme sus trabajos.

Caroline saco una hoja de pergamino de su mochila y se la entregó a la profesora, que las cogió y la balanceó en la mano como si las pesara.

—Ha sido escueta en sus respuestas.

—Es que no entendía bien las dos últimas pociones y esas no las he hecho —explicó Caroline completamente roja.

—Ósea que solo ha hecho la mitad. Me temo que entonces, como mucho, solo podrá sacar la mitad de la puntuación. Espero que para la próxima pida ayuda si no entiende algo antes de la fecha de entrega o me temo que no aprobara pociones.

—Lo haré.

—Me alegro ¿y su trabajo, Rose? —preguntó la mujer centrando su atención en la otra niña.

Rose estaba callada mirando con unos ojos como platos su trabajo, que se encontraba empapado de tinta. Pocas palabras eran legibles.

—Se me ha debido vaciar el tintero en la mochila —explicó casi sin poder contener el llanto.

La profesora cogió los pergaminos con el dedo índice y pulgar y los sostuvo en el aire. La tinta ya parecía estar seca.

—Me temo que no voy a poder corregir su informe. Debería ser más cuidadosa con sus pertenencias.

—Ju… juraría que había cerrado bien el tintero —titubeó Rose

—Pues parece que no ha sido así. Le dejo hasta mañana para entregarme una copia de su trabajo.

—No me va dar tiempo a hacer todo eso en un día —protestó Rose con voz lastimera, —Me llevo más de una semana.

—Lo entiendo, pero compréndame usted a m. Si le dejó una semana para terminar el informe, pronto empezarán a caerse tinteros de forma accidental en trabajos que en realidad no estaban hechos. Hay una fecha de entrega y tengo que respetarla. Se acordará de muchas de las cosas que ha escrito y creo —la profesora miró con ojo crítico la más de 10 hojas, ahora negras, que conformaban el trabajo de Rose—que puede acortarlo. Si no se le da bien resumir, quizás su amiga Caroline pueda ayudarla con eso.

Caroline volvió a ponerse colorada.

Cuando la profesora abandonó la clase Rose contempló el resto de libros y hojas de su mochila. Estaban manchados de tinta, pero no tanto como el trabajo, más bien parecía que se habían manchado al tocar este último, como si la tinta hubiera sido volcada sobre los pergaminos a propósito.

—Creo que alguien ha sacado mi trabajo de la mochila lo ha llenado de tinta y luego lo ha vuelto a meter. La tinta no se cayó porque cerrara mal el bote siempre soy muy cuidadosa con eso. —compartió sus pensamientos con Caroline.

—No digas tonterías. ¿Quién iba a querer hacerte algo así? Seguro que estabas pensando en alguna cosa de esas que lees tú y no te diste cuenta de que el tintero quedaba mal cerrado.

—Puede ser —admitió Rose sin demasiado convencimiento porque ella si se imaginaba quién podía querer perjudicarla.

Su sospecha se vio confirmada cuando al llegar a la sala común vio en la mesa donde solía estudiar el libro que había perdido. Lo cogió feliz, pensando que quizás alguno de sus compañeros lo había cogido para hacer el trabajo de pociones y no se lo había comentado, y eso que ella había estado preguntándoles a todos por él. Al abrirlo sintió que la rabia la inundaba.

El libro estaba completamente vandalizado. En casi todas las páginas habían pintado en rojo como si fuera sangre diferentes mensajes.

"Traidora a Gryffindor" "Mortífaga encubierta" "Empollona sin amigos" "Puta de Malfoy"

Al leer este último mensaje Rose cerró el libro de golpe. Las lágrimas le salían de los ojos de pura frustración.

—¡Será capullo! —gritó Rose.

Caroline que había visto la reacción de su amiga y estaba mirando el libro por encima de su hombro parecía completamente descolocada.

—¿Estás segura de que esos mensajes son para ti? ¿Quién iba a querer insultarte de esa manera? No le has hecho nada a nadie.

—Malcom Cumming —respondió Rose fríamente. —El capullo de Malcom.