Capitulo 7

Capitulo 7 - Acto 2

DOA Gaiden - Volumen 1 : La caída del Mugen Tenshin

Dentro del bullicioso centro comercial, el ambiente era vibrante y lleno de energía. Los sonidos amalgamados de pasos resonantes se entrelazaban con los murmullos y risas de las personas que exploraban las variadas tiendas y boutiques.

El zumbido de las conversaciones entre grupos de amigos y familias creaba un fondo sonoro constante mientras que el tintineo de las bolsas de compras y el suave roce de las prendas al ser examinadas resonaban en cada rincón. Aquí y allá, el distintivo sonido de cajas registradoras anunciaba transacciones exitosas y en cada sección que dividía los grupos de locales, había una fuente de agua en medio del camino para decorar el lugar.

Al lado de una fuente, Hitomi ayudaba a despejar la visión y el peso de Hayate. En unas bancas, lo hizo descansar mientras le ofrecía beber un poco más de agua. El brillo en los ojos de la chica crecía al ver el rostro de su compañía. Por su parte, Hayate volvía a respirar y dando un suspiro de alivio, enfocó su mirada en Hitomi que lo observaba con curiosidad y dijo: — ¿Porque estas en estas tierras? Pensaba que ayudarías a tu padre con el dojo en Alemania —.

Sacando un panecillo de una de sus bolsas, Hitomi ofreció uno a Hayate mientras respondía: — Estamos buscando expandir el negocio familiar y hace poco abrimos un dojo aquí en la capital imperial. Mis triunfos han hecho que mi familia gane renombre y Vigoor nos ha facilitado las cosas para hacerlo —.

Tras dar un mordisco a su panecillo, continuó: — Además, el karate en estas tierras es un arte marcial que atrae muchos aprendices. Ein... ¿por qué no regresas al dojo conmigo? —. Su rostro empezaba a mostrarse enrojecido y llevada por los nervios incapaz de dar el siguiente paso, dio otro mordisco al panecillo y bebió un gran sorbo de agua.

Sorprendido por la respuesta, Hayate sentía cómo su corazón empezaba a palpitar sin control al ver su femenil rostro tornándose colorado e intentando volver en sí, tratando de calmar sus sentimientos, respondió: — Tal vez te visite cuando acabe aquí este trabajo —.

Devolviendo la mirada con gracia e inocencia, la chica preguntó: — ¿Tu trabajo?, ¿Por qué has venido a las tierras de Vigoor, Ein? —. Sus ojos azules se posaban sobre él con intriga y un momento después su mirada empezó a fruncir el ceño para continuar: — No estarás metido otra vez en esas cosas peligrosas que haces junto a Hayabusa y Ayane, ¿verdad? —.

La postura de Hitomi cambió al ver la expresión de su enamorado. Frente a ella observó un rostro melancólico y triste que jamás había apreciado, y al no obtener respuesta preguntó: — Dime Ein, ¿por qué has venido a Tairon?, ¿por qué no me contestas? —.

Por su parte, Hayate al observar la preocupación y los ojos vibrantes de la chica en busca de respuestas, contesto: — De acuerdo, pero debes prometer que esto no saldrá de nosotros dos ¿entendido? —. Inmediatamente la chica asintió con la cabeza.

A medida que Hayate relataba cada detalle y cada evento con meticulosidad. Al final, termino relatando lo ocurrido en la aldea, la incursión del Mugen Tenshin en su cacería de los miembros del clan de los demonios y la explosión que mató a varios de sus hombres, además de una sensación de incomodidad constante al sentirse observado en cada rincón de la ciudad.

Al terminar, Hayate aún con un semblante triste, la miró a los ojos y dijo: — Lo entiendes ahora, ¿verdad? No he venido por diversión... tengo... tengo una tarea que cumplir. Sabes... Hitomi, aunque estén pasando todas estas cosas, en verdad me alegra mucho poder verte —. Finalizadas sus palabras, Hitomi tomó su cálida mano y la dirigió a su propio rostro, obligándolo a darle una caricia.

Embriagada por el calor de su mano que palpaba cada centímetro de su cara, respondió: — Intenta no ponerte en peligro. Aunque no lo creas, he soñado mil veces con que vuelvas a mi lado. No podría pensar ni soportar si me entero de que algo malo te sucediera... mi dulce Ein —. Su mano se dirigió al rostro de Hayate, compartiendo una caricia entre los dos en tanto se acercaban el uno al otro, cerrando los ojos dispuestos a besarse.

Sin embargo, una voz lejana y un galope a toda marcha los interrumpió mientras Ayane se acercaba: — ¡Mira esto, hermano! ¡A madre le encantará este vestido! —. Antes de continuar, se detuvo un momento para observar a ambos jóvenes envueltos en las cintas de amarre de las bolsas con las caras totalmente enrojecidas mientras aún se acariciaban el uno al otro sin posibilidad de moverse por sus ataduras.

Sin poder contener las risas, Ayane dijo: — No puedo creerlo. ¡Eres tú, Hitomi! ¿¡Qué diablos estabas haciendo con Hayate!? Que picara y descarada eres... es increíble —. De sus bolsillos sacó un Kunai para romper las ataduras mientras reía en carcajadas, a la vez que Hitomi completamente apenada respondía: — Esto es muy vergonzoso, señorita Ayane —. Al ser liberada su cabeza cayó en el pecho de Hayate y ambos, como una olla a presión, revelaron en sus colorados rostros la pena y vergüenza incontenible mientras observaban con adoración sus ojos.

Un rato después, los tres jóvenes fueron en dirección a la salida. Ayane caminaba con elegancia, satisfecha por sus nuevas adquisiciones, mientras la pareja tras ella avanzaba intentando conectar sus miradas tímidamente. Sin embargo, antes de salir del lugar, las voces del altavoz resonaron por todo el distrito y la ciudad.

Tres pitidos de alarma sonaron antes del comunicado y la voz de un hombre joven hizo eco con su sonido metálico: — Ciudadanos de la capital de Vigoor, se les informa que el gobierno ha decretado un toque de queda nocturno a partir de la caída de la tarde. Les instamos a regresar a sus hogares y permanecer resguardados durante la noche. Esta medida se ha implementado en respuesta a los recientes y perturbadores eventos que han afectado la seguridad de nuestra ciudad. Por favor, retírense de inmediato y vuelvan a sus hogares; las fuerzas de seguridad capturarán e investigarán a quienes no atiendan el llamado —.

Los tres jóvenes aún en medio del centro comercial, intercambiaron miradas nerviosas ante la inesperada noticia. La tensión en el ambiente se incrementó y la preocupación se reflejaba en los rostros de los transeúntes que comenzaban a dirigirse apresuradamente hacia la salida del lugar.

La luz del día empezaba a ceder ante la oscuridad que se avecinaba y las luces del centro comercial empezaban a apagarse mientras la lluvia golpeaba los cristales exteriores del edificio. Las tiendas cerraban rápidamente, y el bullicio del lugar se transformaba en un susurro apresurado de personas que buscaban abandonar el recinto antes de que la noche impusiera su manto.

— Debemos irnos ahora, hermana. Tú también debes volver a casa, Hitomi —. dijo Hayate al terminar el comunicado. Mirando el exterior, distinguió de lejos a sus hombres cubriéndose con paraguas de las lluvias y tras avanzar unos pasos fue detenido por Hitomi, que agarró su mano: — Ein, no volverás a desaparecer, ¿verdad? Quiero que me visites en estos días, quiero saber que tu misión fue un éxito y que volviste a salvo. Quiero que vuelvas al dojo así sea un solo día, regresa conmigo... —.

Hayate, dando una caricia a su rostro, respondió: — Te prometo que te visitaré apenas acabe con esto, estaré con tigo cuando quieras, solo... déjame hacer esto ¿de acuerdo?. No quisiera involucrar a alguien tan importante para mí en estas cosas —. Al terminar, hizo un gesto a uno de sus hombres para preparar un paraguas que ofreció a enamorada y un momento después, desabrochó su abrigo y también lo ofreció diciendo: — Guárdalo bien, pronto volveré por el —.

La cara de la chica, aunque permanecía en silencio, evidenciaba cómo su rostro se transfiguraba mientras devolvía una mirada adorando los ojos de Hayate y tras un breve silencio, se acercó y besó su mejilla y acarició sus labios con su pulgar. Un segundo después, tras una despedida reverencial a Ayane, salió con prisa del lugar mientras decía: — El toque de queda está cerca, ¡Te veré pronto, Ein! —.

Ayane dándole la espalda a su hermano, dijo con preocupación: — Maestro Hayate, sabes que no puedes involucrarla en esto. No quiero que la visites antes de que terminemos nuestro trabajo; vas a enamorarte de ella y ella va a enamorarse de ti... No puedo permitir que los sentimientos comprometan nuestra misión —.

Accediendo, Hayate respondió: — Acabaremos con esto lo antes posible. Estoy cansado de esta maldita situación —. Siendo ayudado por sus hombres, tomaron las bolsas de compras y se dirigieron a su escondite.

La figura de los hermanos desapareció entre las tormentosas lluvias que se desplomaron sobre la superficie de la ciudad. Las personas miraban con horror desde sus ventanas las nubes colosales que se posaban una tras otra sobre la capital. Las gruesas gotas de lluvia caían en cascada desde lo alto, golpeando con fuerza los techos de las edificaciones y creando un estruendo monótono que resonaba en cada rincón de la ciudad.

La claridad del día se opacó en minutos dando paso a una tormenta eléctrica que con sus destellos revelaba la arquitectura urbana y las calles empapadas. El fragor de los truenos retumbaba, haciendo temblar las ventanas y rompiendo los árboles en dos en las plazas de los parques.

La violencia de los vientos acompañaba la tormenta creando remolinos en el cielo y adentrándose en los callejones estrechos mientras que en el interior de las casas el golpeteo del aire silbaba con furia; como si quisiera romper los obstáculos y consumir todo a su paso.

Durante la tormenta, un rayo se desprendió del cielo y callo sobre las principales subestaciones eléctricas que abastecían de energía la capital haciendo que explotaran en pedazos los transformadores, interruptores y líneas de transmisión de alta tensión. Al recibir el impacto los sistemas de protección se activaron, pero la intensidad del rayo logró atravesar las defensas, generando daños en la infraestructura.

De manera inmediata la energía eléctrica de la ciudad fue interrumpida en varios sectores, en especial los que rodeaban el distrito de Dworku que ahora yacía sumido en la total oscuridad.

La noche llego de manera casi imperceptible mientras que la tormenta, como si fuese una última advertencia ante el mal que acechaba la ciudad, desataba su furia sobre la capital del imperio. Entretanto, bajo sus aguas cerca de las vías del tren y las tapas de alcantarillados una columna de autos esperaba con paciencia con las luces apagadas, camuflándose de manera perfecta con la oscuridad nocturna.

Por otro lado, bajo la superficie de la capital en los acueductos subterráneos, los drenajes desviaban las aguas lejos de los recintos guiándolas a perderse en ductos que llevaban a los ríos cercanos.

En las profundidades Noah y Zayd se inclinaba ante Bael, tras ellos el joven capturado era arrastrado por un grupo de militares que lo habían atado con cuerdas. Noah, levantando su postura dijo a Bael: — Estos malditos han puesto patrullas para custodiar el portal. Así aprovechemos la noche para ir, es muy peligroso para usted asistir sin antes eliminarles —.

La imponente figura de Bael hizo un gesto a lo alto del recinto mientras buscaba una respuesta y al encontrarla, de manera inmediata dijo: — Noah, hay que despistarlos. Moriremos si logran llegar antes que nosotros. Capitán, Quiero que lleves a tus mejores hombres y acabes con aquellos que custodian el portal —.

Noah, levantándose de su postura lo interrumpió de manera abrupta: — ¡Mi señor!, ¿no lo entiende? si consiguen encontrarlo estaremos perdidos ¡Es muy peligroso enfrentarlos a todos a la vez! —.

Calmando los ánimos del joven, Bael respondió: — Por eso iremos con tigo, por esta vez quiero que seas la carnada. Mientras, el capitán y sus hombres me guiarán al portal —.

Sorprendido, Noah pidió una explicación inmediata y accediendo Bael empezó a relatar su plan. La atención tanto del capitán como la de Noah permanecieron enfocada en Bael relatando la guía divina recibida por la deidad, mientras tras él, la estatua de Orochi emitía palpitaciones pulsantes como si fuera a romperse en cualquier momento.

— ¿Ahora entiendes querido Noah? no se trata de exponerme. Debemos dar lo mejor para que nuestro maestro envié las fuerzas que aguardan a mi llegada desde el otro lado —.

Asintiendo, y con la mirada llena de convicción, Noah dijo: — De acuerdo, hagámoslo —.

Sus siluetas se esparcieron en los subterráneos mientras se dirigían a unas escaleras que daban con la tapa de una alcantarilla. Antes de subir, Bael observo a los fieles esperando su instrucción, atentos a cada uno de sus movimientos para seguirlo. Haciendo un gesto de saludo con la mano, dijo a sus fieles: — Descuiden compañeros, hoy nuestros hermanos serán vengados y las fuerzas de nuestro Dios volverán una vez más a nosotros —. Al escuchar sus palabras los fieles asintieron, e hicieron una última plegaria antes de iniciar su camino.

Con decisión, Zayd tomo la iniciativa para subir las escaleras y abrir la escotilla que abría la tapa del alcantarillado. Al emerger su cabeza, observo con el visor de su casco los alrededores mientras apuntaba con su arma y al no encontrar nada hizo una seña para que los demás emergieran.

El agua de la tormenta se filtraba por la oquedad mojando los pies de Bael y, tomando un largo suspiro, se agarró de los barandales metálicos y trepo a la salida, emergiendo en medio de las lluvias. Tras él; Noah con sus elegantes ropas empapadas le hizo una seña diciendo: — Es hora de irnos —.