Capitulo 3 - El llamado del abismo
Acto 1
Volumen 1 - La caida del Mugen Tenshin
Doa Gaiden
En la aldea Hayabusa, el sol en su cenit bañaba el extenso puente de madera con su imponente luz dorada resaltando la luz del día. Bajo el puente, las aguas de un río tranquilo fluían con serenidad, su murmullo proporcionaba una melodía de reposo en toda estancia. La brisa, llevaba consigo el suave aroma de las flores y cerezos, y los enjambres de mariposas festivas revoloteaban por el lugar roseando la cabeza de los hermanos del Mugen Tenshin.
El cálido clima de media tarde presentaba a las cuatro figuras en el extenso puente y el cielo azul despejado abrazaba sus siluetas. Allí, Genjiro hacia un gesto de reverencia a su amiga, tras él, los hermanos se adelantaron y saludaron de igual manera a Momiji, quien les regreso el saludo con una sonrisa forzada en su rostro.
Dentro de Momiji, intentaba contener los cúmulos de nervios que se desataban, y ocultaba las manos tras sus ropas al percatarse que dejaban caer heladas gotas de sudor ante la inesperada visita de los hermanos.
En un acto de cortesía ordeno con su suave sonrisa a Genjiro: — Esta bien, puedes retirarte ahora. Yo me haré cargo del resto —.
La mirada severa de genjiro observo por un instante los ojos de su amiga. La sabiduría cargada de decenas de años de experiencia le permitió captar el rastro de agitación que ocultaba tras una densa mascara de bondad, con un deje de tranquilidad respondió: — Querida Momiji, los hermanos han de hablar con el jefe Joe y el maestro Ryu, esperare en los alrededores por si llegase a solicitar mi presencia —.
Haciendo una reverencia se despidió de Momiji. Regresando a custodiar la aldea y mirando de reojo, con desprecio y con cautela a los dos hermanos que dejaba bajo el cuidado de su amiga.
Momiji, con gracia inclinó ligeramente su cabeza en un gesto de gentileza y extendió su brazo con elegancia, invitando a los hermanos a adentrarse en el templo, guiándolos a través de la puerta que unía la aldea con la estancia.
El canto melodioso de las aves y el susurro de las hojas movidas por el viento, eran la única armonía que rompía el denso ambiente del lugar. La naturaleza, ajena a todo conflicto, tejía su propia sinfonía, como si intentara camuflar la pesada atmósfera que se extendía en el aire.
Entre tanto, dentro del recinto del templo, Ryu aguardaba con reverencia sobre los tatamis, flanqueado por la presencia solemne de Omitsu y de su padre. Vestía con su yukata, la cual desplegaba su belleza de telas azules. Los bordes negros, como sombras delineaban su figura con elegancia benevolente, cada detalle abrazaba su silueta mientras que su rostro descubierto evocaba una mirada fría y distante tras sus centelleantes ojos verdes.
El patriarca, jefe de los Hayabusa, tras conocer la situación de Kasumi, había accedido con gentileza a proteger a la joven herida. Su figura implacable junto a Ryu, se destacaba con los blancos ropajes ancestrales, símbolos de la autoridad inmutable de los Hayabusa. Sus oscuras y largas cabelleras evocaban la sabiduría forjada en años de combates y entrenamiento, mientras que las cicatrices marcaban su rostro como testigos silenciosos de épocas pasadas, recordatorios de batallas lejanas que forjaron su esencia.
Padre e hijo dirigieron su atención hacia Omitsu, y con un gesto de aprobación sincronizado, le comunicaron su deber. Las puertas Shoji se deslizaron desvaneciendo tras la estancia su presencia, ocultándose tras la oscura puerta corrediza en la habitación contigua donde Kasumi yacía profunda e inmersa en sus sueños.
El templo, bajo el fervor sereno del día, emanaba un grato silencio que se deslizaba en su interior, mientras en los alrededores, el canto de las aves y la melodía del viento danzaban en perfecta sincronía con las flores y los árboles, creando una armonía que acariciaba sus rostros. Allí, Joe contemplaba a su hijo con intriga, desviando su mirada ocasionalmente hacia la puerta donde Kasumi permanecía oculta, para luego volver los ojos hacia los de su hijo. Con gestos tenues de cabeza, expresaba orgullo y aceptación.
Las voces de los hermanos que contemplaban el templo hicieron eco de su presencia. Ryu dio un leve suspiro para recobrar sus inalteradas expresiones y un momento después la entrada del templo vislumbro la llegada de Momiji seguida de los hermanos del Mugen Tenshin.
Después de la reverencia de Momiji en saludo al patriarca y a su hijo, los jóvenes hermanos se sumaron respetuosamente al gesto. Siguiendo las indicaciones de su guía, se prepararon para presentar las cuestiones pendientes que tenían con los Hayabusa.
— Jóvenes maestros del Mugen Tenshin, Hayate, Ayane. Sean bienvenidos ¿Que es lo que esta sucediendo? —. Pregunto Joe con dureza.
— Maestro Joe, Maestro Ryu. Hemos venido para solicitar un encargo. Requerimos el poder del linaje del dragón para exterminar a nuestros enemigos —. La voz rigorosa de Ayane respondió mientras mantenía su gesto de reverencia entregando un anillo de plata como un gesto de gratitud.
La sorpresiva mirada de Joe se entrelazo con la de Ryu. Antes de la llegada de los hermanos, se habían preparado para el bombardeo de preguntas acerca de la hermana fugitiva. Mas relajados y con sus rostros más tranquilos, dieron un suspiro casi imperceptible de serenidad. Joe con una tenue sonrisa en el rostro les pregunto: — Con que así es... ¿Que clase de enemigo logra escapar del Mugen Tenshin? —. Con una falsa sonrisa, intentaba relajar las miradas turbias de los visitantes.
Los hermanos se observaron entre sí, y la pesadez en sus miradas empezaba a opacar las cálidas brisas que llenaban el templo. Tras asentir la cabeza y con el miedo de un infante en apuros empezaron a relatar lo ocurrido:
— Nuestra aldea ha sido atacada por miembros de un clan adoradores de los demonios, deseamos la ayuda del linaje del dragón para cumplir nuestro objetivo de erradicar esta amenaza —. Dijo Hayate conteniendo su expresión de enojo y frustración que se reflejaba apretando sus puños al recordar la destrucción de la aldea.
La voz nerviosa de Momiji acompaño el lugar tras una leve pregunta: — ¿El clan de... los demonios? —. Su expresión rápidamente cambio de los nervios al terror, las imágenes de su hermana sepultada volvían a su mente acompañadas de un extraño sentimiento de ansiedad.
Ayane continuando la explicación dijo: — El clan de los demonios ha arrasado el lugar, y sus jefes están desaparecidos. Nuestros contactos muestran su paradero en una ciudad, Tairon —. Sus ojos miraban el suelo con cierto desconsuelo. Inmersa en sus recuerdos, divisaba el paso de los demonios y su crueldad en Tairon durante el maldito incidente del acero negro.
Al escuchar la respuesta de Ayane, Una expresión de sorpresa y desconcierto se dibujó en el rostro de Ryu, siendo incapaz de contener sus recuerdos, dejo escapar involuntariamente un potente murmullo: — ¡El imperio de Vigoor! —.
Su voz, resonó en toda la estancia, la potencia involuntaria de su voz se infiltro en la sala contigua donde yacía Kasumi que, al escuchar la voz de su amigo despertó irremediablemente.
Mientras la conversación continuaba, Hayate explicaba cada detalle del ataque sorpresa en la aldea y las victimas del lugar. Al oírlo, Kasumi intento levantarse de la cama con sigilo, siendo retenida por Omitsu, que le mantenía un dedo en la boca indicándole que guardara silencio, en tanto negaba con la cabeza transmitiéndole un leve susurro: — Silencio, Sabes lo que pasara si te encuentran ahora, ¿Verdad? —.
El dolor le recordó sus heridas y su estancia, asintió con la cabeza y tomo las manos de Omitsu acercándose juntas a la puerta para escuchar la conversación. A pesar del malestar en su lento caminar a causa de su cojera, ambas jóvenes escuchaban la plática que transcurría en la otra habitación:
— Nuestros espías han rastreado los movimientos de los miembros del clan, y cada conexión parece ir hacia el imperio de Vigoor —. Dijo Ayane tímidamente la revelación. En ese instante, las miradas de Ayane y Ryu se cruzaron, como si en ese fugaz intercambio recordaran tiempos oscuros y la trágica visita de varios años atrás.
— No solo se trata de eso; la estatua de Orochi, que nuestro clan protegía en el corazón del templo, también ha sido robada. No estoy seguro de cuáles son los motivos de la secta, pero... La deidad allí encerrada no debe ser invocada —. Respondió Hayate, con su mirada cargada de tristeza y preocupación que rápidamente ocultó al cerrar los ojos frente a todos.
La mirada de Joe, por un momento quedo estupefacta y sus ojos marcaban cierto temor ante las revelaciones de los jóvenes hermanos. Su rostro, pronto empezó a palidecer acompañado de su respuesta: — La estatua de la serpiente, la deidad del apocalipsis. Su jefe Shiden, entre tragos me hablo de dicho poder y de su importancia siendo la llave de entrada al inframundo —.
En la estancia, el silencio pesaba como un manto frío y maligno acompañado de una sensación que todos allí habían enfrentado en su pasado: la invocación y el combate contra los demonios. En sus rostros, aún persistían las huellas de pesadillas y horrores que las criaturas infernales les habían hecho padecer. Momiji, sentada tras los hermanos, reflejaba terror en sus ojos ambarinos al recordar los sueños de noches recientes y la crueldad de las criaturas que habían asolado las vidas de los presentes en la habitación. Un leve murmullo escapo de sus labios, recordando la trágica perdida de Kureha. — No de nuevo, Hermana... —.
Kasumi escuchaba con atención en la puerta anexa. Debido a su desconexión al mundo y a la falta de experiencia frente a los demonios, todo le era un poco incomprensible, pues... sus años de lucha estaban marcados por combates contra semejantes y la constante huida y emboscadas por parte de su familia. Indiferente, desvió la mirada al rostro de Omitsu, que exponía en su semblante el horror absoluto.
Sus pupilas marrones vibraban sin restricciones y su piel dejaba caer en el suelo gotas heladas de sudor. Sin pensarlo, apretó las manos de Kasumi en busca de consuelo, recordando momentos pasados donde los demonios habían asolado la aldea, llevándose consigo innumerables vidas en su estela de devastación.
Ryu, intentando mantener la compostura y la tranquilidad del lugar pregunto: — Es una misión peligrosa, y el regreso de la estatua no sera tarea facil. Como bien sabes Hayate, nuestros servicios no son gratuitos —.
Las miradas de los jóvenes hermanos se posaron sobre Ryu, y de sus bolsillos entregaron dos pequeñas bolsas con algo en su interior; decenas de piedras de diamantes resplandecientes que entregaron a Joe. La respuesta de Hayate volvió a marcar el alcance de los acontecimientos:
— Lo sabemos, y al conocer sus habilidades confiamos completamente en ambos, es nuestro deber asegurar el éxito y traer de vuelta la estatua de Orochi y el exterminio de sus cabecillas. Como muestra de fe, traemos el pago por parte de nuestra aldea —.
Aceptando el pago, Joe mostraba en sus fauces preocupación por la historia relatada sintiendo corrientes gélidas recorrer su espina dorsal, estremeciéndose desde los pies hasta la cabeza. Recobrando las fuerzas y su valía les contesto: — De acuerdo, investigaremos lo sucedido y traeremos de regreso la estatua con nosotros —.
Ambos hermanos, en un gesto de agradecimiento, se pusieron de pie, inclinaron respetuosamente la cabeza hacia el patriarca y su hijo. Luego, realizaron una reverencia hacia Momiji, quien aún permanecía estupefacta inmersa en sus pensamientos.
Ayane preparándose para partir dijo: — Nosotros también nos adelantaremos. Nuestros hombres esperan nuestro regreso y debemos arribar al territorio de Vigoor. Esperaremos con ansias su presencia, maestros Hayabusa —.
Tras su gesto de despedida. Ryu se levantó y se ofreció a guiarlos a la salida de la aldea dejando tras de sí el tenso ambiente que había envuelto la estancia del templo.
En la salida de la aldea, Hayate contemplaba pensativo el suelo que se extendía ante él. Las hierbas, iluminadas por los cálidos rayos del sol, brillaban con fosforescencia, marcando su camino como si el propio bosque lo instara a adentrarse en sus profundidades. Las aves, indiferentes, surcaban el cielo sobre sus cabezas, y las brisas acariciaban con delicadeza sus castañas cabelleras.
Tomando un respiro y volviendo la mirada hacia su leal amigo, le preguntó: — ¿Cómo esta ella? Ya sabes... Kasumi... —.
El recuerdo de su amiga y su reciente llegada en la aldea volvieron a la mente de Ryu, en su corazón, no podía perdonar a los hermanos por el trato que había sufrido Kasumi y apartando la mirada, observando al horizonte, Ryu respondió cortándolo de inmediato con su voz: — Ella está bien... —. Volviendo la espalda, se dispuso a entrar a la aldea. Sin embargo, la figura de Ayane se interpuso en su camino y su pesada mirada lo acosaba en busca de alguna verdad. Su dulce voz llena de malicia le pregunto: — Maestro Ryu... Supongo que aún no has olvidado que Kasumi es objetivo de nuestro clan, espero que tu corazón y tus sentimientos no se interpongan con nuestro deber —.
La expresión de disgusto se reflejó de inmediato en el rostro de Hayate interrumpiendo rápidamente las palabras de su hermana:
— ¡Silencio!, nuestro objetivo primordial ha cambiado por ahora. Ryu, Vigoor ha abierto sus puertas al mundo nuevamente, debería ser más fácil llegar ahora. Esperaremos allí tu llegada —. Tras sus palabras, hizo un gesto a Ayane que inconforme por su reproche obedeció, desvaneciéndose en las profundidades del espeso bosque.
Hayate, recordaba la promesa que hizo jurar a su amigo, confiaba completamente que se encargaría de proteger a Kasumi en su nombre. Tomando un respiro se dijo a sí mismo: — Kasumi... esto servirá para que tengas un poco de paz, haré lo posible para que padre y Ayane dejen de buscarte por un tiempo... perdóname, hermana —.
