Capitulo 3 - Acto 3
Volumen 1 - La caída del Mugen Tenshin
La capital del imperio de Vigoor, después del colapso del palacio imperial y la caída de la tiranía que alguna vez gobernó sus vastas tierras se reveló al mundo con una nueva apertura y esplendor. Sus estructuras clásicas se destacaban en el paisaje, y la ciudad se extendía a lo largo del valle, ofreciendo un espectáculo interminable de luces y colores que hacían gala de su espléndida belleza.
Las modernas zonas urbanas con sus imponentes centros comerciales y amplias avenidas, resaltaban frente al lado más tradicional de la ciudad que también experimentaba actualizaciones. Los comerciantes abrían sus puertas, inundando el aire con el tentador aroma de pan recién horneado y los deliciosos olores de las plazas de comida, creando una sinfonía de dulces fragancias que cobraban vida en cada rincón de la ciudad.
Las casas, desde las empedradas calles, contemplaban la libertad de una nueva vitalidad que llenaba cada rincón. Los niños se sumergían en sus juegos, explorando artefactos provenientes tanto del oriente como del occidente. Las mujeres, extendían sus ropas recién lavadas en altos tenderos, creando una estampa pintoresca que coloreaba el paisaje.
En el centro de la capital se elevaba el gran monasterio que, tras su reconstrucción luego del incidente de los demonios y el acero negro, se erigía imponente y marcaba el centro de la capital a la distancia. Sus grandes cúpulas azules y cruces se destacaban majestuosamente en el horizonte, mostrando la grandeza de las urbes que se extendía a su alrededor. Así la capital de Vigoor revelaba su nueva cara, fusionando la tradición con la modernidad en un espectáculo de luces, risas y vida que resonaba en todos los rincones.
Frente a las puertas de entrada del gran monasterio que conectaban con la ciudad, Bael yacía inconsciente en su letargo al interior de una modesta casa, junto a él permanecía en silencio un joven de alta estatura con pelo rubio al que se le enmarcaba su rostro con ligereza. Contrastaba con unos penetrantes ojos negros que parecían absorber la esencia de su entorno y un saco negro que intentaba ocultar su presencia en el camino. Su mirada observaba por una de las ventanas la vitalidad del ambiente, las mujeres y niños correteaban frente a las inmersas puertas de la entrada del monasterio mientras que los vendedores regocijaban entre risas y murmullos la inexorable felicidad de la nueva era.
Sus pasos ligeros, envueltos en la elegancia de unos zapatos negros y un pantalón grisáceo, trazaban un vaivén pensativo por la habitación, como si anticipara el inminente despertar de Bael. Las suaves risas y los cánticos de vida se apilaban en su mente como un trágico coro de falsas esperanzas y abominaciones. Por momentos, anhelaba ver las calles impregnadas de silencio y orden. Soñaba vislumbrándose arrodillado ante Bael y la deidad, mientras intentaba recobrar el poder imperial que antaño perteneció a su familia y que ahora ansiaba restaurar.
Tres golpes resonaron en la puerta de la habitación, interrumpiendo sus cavilaciones y dos figuras encapuchadas se presentaron, inclinándose reverentemente ante su presencia:
— Mi señor Noah, hemos retirado la estatua de Orochi de los bosques mientras nuestro amo descansa. El portal al otro mundo está activo, pero sin su sello nada podrá traspasarlo —. La voz ronca y desgastada dejaba entrever la avanzada edad de su súbdito mientras la siguiente voz complementaba su visita:
— Aquellos que intentaron buscar la libertad cruzando el portal fueron incinerados y consumidos por las criaturas que aparecían del otro lado, necesitamos del señor Bael para abrir el camino al otro mundo —.
Mientras terminaban de relatar sus experimentos y el detalle de cada entidad que se lograba apreciar al otro lado del portal, un joven discípulo subía las escaleras exaltado buscando su presencia:
— ¡Maestro Noah, maestro Noah!, ¡Ha vuelto a suceder! —. Su voz agitada, intentaba comunicar información entre la ansiedad de sus palabras. Noah lo miro por un momento y con un gesto de su mano le ordeno que se detuviera diciendo:
— Silencio, cálmate y dime claramente que ha sucedido —. Sus pequeños ojos negros se posaron sobre él, intentando calmarle. El joven agitado, recobro la calma, se arrodillo en reverencia e informo:
— Mi señor, han asesinado a otros cuatro jerarcas del culto. Sus cabezas cercenadas fueron encontradas en la madrugada en un callejón cerca a el monumento en la plaza de las serpientes, y sus cuerpos fueron esparcidos por las calles en todas direcciones —.
La mirada de Noah volvió a prestar atención al exterior. Varias noches atrás había recibido informes de asesinatos de miembros del culto de las cuales no habían quedado rastros de responsables. Tocando su barbilla pensativamente pregunto:
— ¿Han encontrado a los culpables? En las últimas noches han asesinado a varios de los grandes sacerdotes —.
El joven a sus pies extrajo una computadora de su mochila, sintonizando un canal de noticias que detallaba los eventos. En pantalla, una periodista de cabello negro y ojos verdes, ataviada con un elegante abrigo azul, relataba los asesinatos ocurridos la noche anterior sumándolos a los otros nueve crímenes de fechas recientes.
Describía la infructuosa búsqueda policial y la creciente inquietud de los habitantes en la ciudad. Un fragmento de una cámara de seguridad captaba el último crimen, revelando a varios individuos encapuchados con largas dagas y cuchillos que se dispersaron en todas direcciones después de su cometido.
Con el señor fruncido, Noah observaba las imágenes captadas en cámara reconociendo los símbolos en las espaldas de los criminales con la marca en una lengua de oriente que enmarcaba — Mugen Tenshin —. mientras seguía escuchando la crónica de la televisora:
— ...las autoridades aún no han logrado identificar a los perpetradores, pero testigos afirman que eran utilizaban armas blancas y se movían con en coordinación huyendo por los tejados y las construcciones cercanas —.
Apretando los dientes, entrecerró los ojos dejando liberar un poco la furia que lo estremecía por dentro, estrujando los puños contesto a los tres que estaban a su alrededor:
— Esto no es obra de criminales comunes... Es la marca del Mugen Tenshin, no hay ninguna duda. Entonces, los protectores de la deidad han venido a cobrar venganza —.
Las caras de los miembros presentes se observaban entre sí, mientras Noah volvía a sumergirse en sus pensamientos observando el exterior en dirección al gran monasterio de la ciudad.
Sacando su celular envió un par de mensajes: — Los protectores han vuelto para reclamar el trofeo. Tal parece que cruzaron el océano buscando venganza, mantengan oculta la estatua de la deidad —.
En otro mensaje que cerraba la conversación múltiple, escribió: — No se dejen intimidar. Resguárdense y esperen las nuevas instrucciones —.
Una leve sonrisa escapo al ver las respuestas de sus camaradas en el chat, y soltando sus contenidas risas murmuraba indicaciones para aquellos que lo acompañaban en la habitación. Observó a su líder Bael y con una leve reverencia beso su frente mientras dormía, prometiendo en nombre de su alma y su linaje ancestral que cumpliría su objetivo y su determinación.
Con un gesto grácil de sus brazos, indicó a sus cómplices que abandonaran la estancia. Vestidos de manera discreta, se encaminaron hacia el evento que se preparaba en el monasterio para la tarde.
Bajo la mezcla de nubes y sol, las festividades del monasterio se desplegaban en el gran jardín que se extendía frente al majestuoso edificio. Sus huertas estaban adornadas con flores exóticas y senderos empedrados entrelazados como hilos de un intrincado tapiz, rodeando el monasterio junto a un muro que se alzaba separando el vergel de las empedradas calles de la ciudad.
La puerta que conectaba la plaza de la ciudad con el jardín del monasterio era imponente, su estructura metálica tenía detalles tallados que recordaban leyendas antiguas y sobresalía en la altura con dos cruces en cada puerta.
Las puertas del jardín permanecían entreabiertas, concediendo acceso a los habitantes de la ciudad. Mientras, los comerciantes y tenderos ultimaban los preparativos de sus comercios para las festividades. Junto a ellos, en la plaza, imponentes carros de juegos pirotécnicos se alineaban junto a los muros que circundaban el monasterio. En el ambiente, los juegos infantiles del mediodía abarcaban la totalidad de la plaza, marcando la celebración del fin del verano y el advenimiento del otoño. Entre el bullicio y la muchedumbre, Noah se sumergía entre las multitudes, entablando conversaciones discretas con una triada de individuos ataviados con ropas informales.
Los miembros del culto y el clan de los demonios habían arraigado profundamente en los nuevos mandatos, con antiguos conocidos de Noah ejerciendo influencia tanto en la esfera gubernamental como en las filas del culto. Al recibir la información del joven maestro, accedieron de inmediato a colaborar, urdiendo artimañas que se movían desde los propios hilos de las altas esferas para neutralizar a sus detractores. Al caminar por la gran plaza y adentrarse en el vergel del monasterio, las ideas iban floreciendo, mientras miradas furtivas provenientes de todas las direcciones acompañaban sus pasos con cautela.
Un sacerdote en la entrada del templo del monasterio hizo un gesto reverencial a los cuatro hombres y luego se arrodilló, besando la mano de Noah para concederles el acceso. En el interior, las baldosas verdes y blancas se extendían como un tablero de ajedrez, mientras las columnas de la estructura interior se adornaban con un fino granito perfectamente cilindrado. Frente a ellos, dos pares de escaleras ascendían para dar acceso a la sala ceremonial principal, donde al fondo se podía divisar un pequeño altar iluminado por vidrios coloridos que adornaban su estancia al final del capitolio. El sacerdote los condujo a una sala exclusiva dentro del templo, donde, sin la presencia de ningún testigo, uno de los hombres dio inicio a la discusión.
El primer hombre, Gorgueras. con su calva reluciente, parecía un símbolo de astucia sin pelo que ocultar. Sus labios, gruesos y grasientos, recordaban la forma de un cerdo hozando en el fango. Y Cada palabra que escapaba de su boca, era pronunciada con una lentitud calculada, repugnaban, como si la avaricia misma hubiera tomado forma en su figura.
— ¡Oh! Maestro Noah, según la información del mensaje, los guerreros de dicha aldea han venido a cobrar venganza. Hemos tejido ciertos elementos para dar con sus paraderos —. Sus cuencas ojerosas observaban al segundo hombre allí sentado, como indicando con su mirada revelar el plan a ejecutar.
El segundo hombre, Valdemar. Con sus ojos saltones mantenía en todo momento alerta como si detectara cada movimiento para aprovechar oportunidad y su mirada parecía casi desorbitada reflejando su insaciable ambición. Caminaba con las manos a sus espaldas, como si escondiera profundos secretos y tenía un peinado tipo hongo combinado con una barba desaliñada sugiriendo una indiferencia hacia la decencia. Su voz cansada y sus facciones contraídas mostraban la gran adicción por el tabaco que tenía, su voz pausada y diezmada contesto:
— Sugerimos armar fuerzas mercenarias y paramilitares para enfrentar a dichos individuos, por pagos extras las filas del culto pueden ocupar estos trabajos. El comandante de la capital nos ayudara sin duda —. Ambos individuos observaban a su tercer cómplice, Albrecht, esperando su respuesta. Su piel pálida bajo un sombrero de Scala ocultaba sus facciones tapando todo detalle de sus intenciones tras su mirada, sus manos cubiertas con guantes de cuero se adornaban junto a un abrigo de cuero que cubría su frágil cuerpo, su voz juvenil y tranquila y forzada dijo:
— Ayudare en lo necesario, solo díganme que elementos utilizaremos y daré pie a mi acción —.
En el transcurso de la conversación, Noah buscaba fortalecer el poder del culto. Para él, la restauración de la jerarquía y el control del imperio, junto con su pacto personal de libertad con la deidad, actuaban como fuerzas impulsoras. No obstante, su aguda astucia lo empujaba a perfeccionar sus estrategias, especialmente ahora que era consciente de que los miembros del Mugen Tenshin y sus guerreros estaban tras las cabezas de sus seguidores. Durante la reunión, notó una extraña actitud en Albrecht; su voz cambiaba ocasionalmente de tono y desviaba las conversaciones, indagando sobre el paradero de Bael y el resguardo de la estatua de Orochi. Sin embargo, no obtenía respuestas claras, solo leves indicios y respuestas inciertas.
Al finalizar la reunión, donde se detallaron planes y presupuestos, acordaron preparar emboscadas y tender pequeñas trampas para atrapar a los miembros del Mugen Tenshin durante las festividades. Con aires de victoria y discutiendo otros temas, salieron riendo del monasterio, acompañados nuevamente por el sacerdote, encaminándose cada uno hacia sus respectivos puntos de acción.
Con la llegada de la tarde, las festividades comenzaban a desplegar sus primeros compases. La plaza vibraba con la música de artistas locales, mientras los niños, deleitándose con globos y golosinas, correteaban en todas direcciones, inundando de risas y algarabía tanto la ciudad como los alrededores del monasterio. En medio de la bulliciosa multitud, Noah divisó a sus hombres y, con un sutil gesto de cabeza, les indicó su presencia. Rodeado por su séquito, su figura se esfumó entre las coloridas y animadas masas dejando tras su esencia varias miradas que lo acechaban entre las multitudes.
Mientras tanto lejos de allí, en los niveles superiores de un departamento en las áreas de la nueva ciudad, la gran ventana que dominaba una habitación ofrecía una vista espectacular de la ciudad clásica y el majestuoso monasterio en la distancia. Las paredes blancas y la modesta sala central conferían un toque de elegancia a la sencilla estancia donde se encontraban varios individuos reunidos.
Albrecht inclinaba respetuosamente su cabeza ante una mujer de cabellos negros, cuyos ojos marrones y vestimenta oscura destacaban sobre las pálidas paredes de la estancia. La joven estaba custodiada por una decena de hombres, quienes aguardaban en silencio.
La mujer, al levantarse de su asiento, posó su mano en el hombro de Albrecht y le dijo:
— Has realizado un trabajo excepcional, Suzaku. ¿Has obtenido alguna información para nosotros hoy? —.
La voz de Albrecht, inicialmente juvenil y pausada se transformó en un tono severo y disciplinado mientras retiraba su sombrero y máscara. Sus facciones quedaron al descubierto, revelando una sonrisa en el rostro de Suzaku, quien presentaba su trofeo de caza: la cabeza cercenada de Albrecht. Los ojos del sujeto aún permanecían abiertos, y la boca mostraba aun una tétrica expresión de horror. En ese momento, cuando el grupo reunido recibieron la presentación del éxito de la misión, Suzaku respondió:
— ¡Comandante! mi señora Irene. Maestra del Mugen Tenshin, he traído varias noticias e informes para usted hoy —.
Levantando la mirada, se observaron en complicidad y tras un leve abrazo de bienvenida empezó a relatar el encuentro durante la reunión con Noah.
