Los personajes de Naruto no me pertenecen


III

Al cruzar el pasillo que conduce a la recamara nupcial, pudo sentir las miradas sobre su cuerpo. Los altos funcionarios de sus respectivos clanes aguardan en hilera perfectamente formados por jerarquía. A la izquierda los Uzumaki, a la derecha los Senju. Hambrientos por esta unión, llevan consigo sus armas por si llegasen a verse bajo ataque, pues la incomodidad despertada en los otros clanes por causa de dicha alianza, podría manifestarse.

Deslizando sus pasos sobre el suelo, Mito alcanzó la cabeza del cuarto donde le esperaba el heredero Senju con una liviana Yukata, quien, con su amable sonrisa, le ofreció el dorso de su mano para que apoyase la propia en él. El momento había llegado, se debía consumar su matrimonio. La voz de Hashirama resonó al despedir a las doncellas de Mito que hasta entonces le habían acompañado, dejando únicamente a quienes fungirían como testigos de su unión.

—Esta noche, nuestros clanes se fusionan bajo una sola carne y bajo una misma sangre, que su matrimonio sea fértil y prospero —dijo Lord Uzumaki. Los presentes despidieron a la pareja con una profunda reverencia mientras las cornisas se cierran.

Una vez solos, Mito sintió el frío calarse en la piel sobre su delgado Kimono.

—Mito.

Castaño y azabache, sus miradas se encuentran y las palabras dichas tiempo atrás embargan su memoria.

—¿Por qué lo hacéis, Senju-sama? ¿Por qué yo? —le había preguntado atrevidamente en aquella ocasión.

Mito podía percibir silueta masculina a través del velo que los separa en la recamara. El compromiso se había concertado y esta era la primera y última vez que conversarían antes de la ceremonia.

— Puedes llamarme Hashirama —. Aprovechando que las doncellas de Mito se encontraban fuera, su sombra se removió del sitio, el sonido de sus pasos se apoderó del espacio y finalmente el silbido del velo elevado le reveló el rostro de su ahora prometida.

Ella respingó, pero se mantuvo firme. —Disculpa mi impertinencia, pero considero más frutífero poder verte el rostro aún en contra del protocolo —. Sonrió y dijo: —Será nuestro secreto.

Una vez frente a frente, continuó: — Es sencilla la respuesta que buscas —. Hashirama concentró sus castaños ojos en los azabaches de ella. — Porque es mi sueño construir un mundo en paz.

— Muchos clanes serían honrados si vos tomaras alguna de sus doncellas como esposa, Hashirama-dono —.

Hashirama sonrió, definitivamente debían trabajar en dejar de lado tanta formalidad. — Porque tú te sientes como me siento yo, y sé qué lo sabes porque en este momento estás analizando mis emociones—.

El verse descubierta había provocado que el carmesí de sus mejillas compitiera con el carmesí de su cabellera. ¿Cómo se había percatado que estaba aplicando su habilidad en él? Sin espacio para contestar, él continuó:

— Porque conoces la oscuridad del mundo y la más profunda tristeza de la guerra.

Ante los ojos del mundo, la suya era una unión política, una donde los Senju darían seguridad a los Uzumaki, y estos últimos darían acceso a sus más reservados conocimientos. Pero la realidad era que, Hashirama se había enamorado de ella aquel día que la encontró en el campo de batalla, en el cual, mientras la escoltaban de regreso a su aldea, la estudió en silencio.

Por ello, años después cuando la encontró danzando en un salón del té con un rostro que no era el suyo, con un cabello que no era el suyo, y con una voz que no era la suya, la reconoció por su energía. Le había tendido una pequeña trampa para cotejar su hipótesis, pues a la hora del baño, ella había intentado seducirle ingresando a sus espaldas con la excusa de ayudarle a tallar su piel.

En cuanto sintió su tacto, lo confirmó, era ella. Ágilmente la había atrapado contra la pared de la alberca, a la par que exigía saber porqué se encontraba allí; el asombro se había dibujado en el rostro de Mito, quien inicialmente ofreció resistencia, pero ante la insistencia de Hashirama, había cedido. La cubrió con toallas al entender que se encontraba en una misión de reconocimiento, en el cual, necesitaban evaluar si los Senju también estaban en su contra. Ese día la había mandado a casa con una prueba de lealtad a los Uzumaki: El sello del líder Senju.

Bajo el ocaso, cuando ella se alejó con su apariencia restaurada, él había jurado ayudarle.

— Mito.

Ahora, de nuevo en la realidad de su noche nupcial, la volvió a llamar captando su atención.

— ¿Recuerdas la pregunta que me hiciste aquella vez? —. Le susurro acariciando su rostro — Hubo algo que no te dije en ese entonces.

Posando sus labios en la frente de su ahora esposa, le dijo: — La razón por la cual te elegí, es porque quiero protegerte.


Muchas gracias a las personitas que han dejado sus comentarios.

Los aprecio mucho.

Gracias por leer :)