Preámbulo


A pesar de las heridas y los recursos limitados, el equipo había logrado reunir lo suficiente de sus fuerzas como para continuar. Todos se reunieron frente al panel que controlaba el contenedor del laboratorio, rodeados por el eco de los zumbidos de los sistemas aún en funcionamiento. El ambiente estaba cargado, no solo por el cansancio físico, sino también por la cantidad de preguntas que la misión en Noveria había dejado en el aire.

La discusión comenzó de forma natural, con cada miembro aportando piezas del rompecabezas mientras intentaban digerir la información obtenida de Benezia en sus últimos momentos de lucidez. El silencio se rompió cuando Kaidan, apoyado contra una barandilla cercana, tomó la palabra.

—Al menos sabemos por qué vinieron aquí, pero lo que no entiendo es...¿hacia dónde envía el relé Mu? —preguntó, su voz cargada de agotamiento. Su mano presionaba suavemente su sien, intentando calmar la migraña que lo había atormentado desde el combate. Ashley, a su lado, le lanzó una mirada de preocupación antes de centrarse nuevamente en la conversación.

Liara, sentada en un contenedor cercano, levantó la vista lentamente. Su rostro aún reflejaba el cansancio y el peso emocional que llevaba, pero logró reunir la energía para responder.
—Mi madre dijo que Saren cree que con el relé puede encontrar el Conducto, aunque... —hizo una pausa, sus hombros cayendo levemente —...de nada sirve si no se tiene las coordenadas exactas—

La asari hablaba con voz apagada, y su postura parecía más frágil de lo habitual. Tali, quien estaba a su lado, la acompañaba en silencio. Sus dedos se movían suavemente sobre la espalda de Liara en un gesto de consuelo, ayudando a ablandar las facciones endurecidas de su compañera.

Garrus, apoyado parcialmente en Shepard para mantenerse de pie, fue el siguiente en hablar. Su tono era directo, como siempre, pero esta vez llevaba un matiz de genuina curiosidad.
—Exacto. Pero eso me lleva a otra pregunta: ¿por qué liberar a una especie tan peligrosa como los rachni? —preguntó, dirigiendo su mirada hacia la pelirroja.

Ella, a su lado, estaba ocupada revisando un mapa holográfico de la estación en su omniherramienta, pero levantó la vista al escuchar la pregunta. Su postura era firme, su tono claro y sin rastro de dudas.
—Les di una segunda oportunidad. La reina rachni ya sufrió demasiado y me dio su palabra. Además, no voy a ser yo quien extinga a toda una raza. Ya es suficiente con el pedido que nos hizo—

La determinación en los ojos de Shepard era inquebrantable, y sus palabras resonaron en el grupo. Wrex, quien se encontraba un poco más alejado, dejó escapar una carcajada breve pero profunda, el sonido reverberando por la sala. Aun con las suciedad y las heridas salpicando en su rostro, mantuvo una expresión indiferente a estas.

—No te preocupes, Garrus. Si se descontrolan, los krogan volveremos a salvarles el culo —dijo, burlándose con su tono característico, aunque la verdad detrás de sus palabras era innegable.

Garrus bufó, desviando la mirada, aunque claramente aceptó que el comentario cerraba esa parte de la discusión. Shepard también esbozó una leve sonrisa antes de centrarse nuevamente en su análisis del terreno.

Tali, pensativa, rompió el breve silencio que siguió.

—"Ellos fueron separados antes de que aprendieran a cantar..." —repitió, su voz apenas un susurro. La frase de la reina rachni seguía resonando en su mente, cargada de un significado que le resultaba tan inquietante como triste.

No había melancolía en su tono, pero sí una reflexión profunda, como si tratara de entender la magnitud de lo que aquello realmente significaba. Antes de levantarse, colocó suavemente una mano en el hombro de Liara. El gesto fue breve, pero suficiente para transmitir que no estaba sola, aunque las palabras faltaran.

El equipo siguió la dirección de su mirada, enfocándose en el cuerpo desplomado de la comando asari que hasta hace poco había sido una marioneta bajo el control de la rachni. Su cuerpo inerte era un recordatorio sombrío de todo lo que había sucedido, un símbolo de la manipulación y el sacrificio que este lugar parecía exigir de todos.

—Debemos terminar el trabajo y liberarlos de su condena —dijo Tali, avanzando hasta colocarse junto a Maverick. Su escopeta descansaba en su hombro, el gesto relajado pero firme, como si esperara una orden que ya sabía que estaba por llegar— A pesar de que no me gustó la idea de liberar a la reina, nadie debería vivir una existencia sin las enseñanzas de su pueblo—

El comentario resonó en el grupo, y aunque ninguno respondió de inmediato, las miradas que compartieron reflejaron un acuerdo tácito. Una determinación silenciosa unió a los miembros del equipo, como si todos hubieran llegado a la misma conclusión al mismo tiempo.

Shepard dio un paso adelante, el peso de su liderazgo palpable en cada movimiento. Con un gesto decidido, apago su omniherramienta y dirigió su mirada hacia los presentes.
—Bien. El plan es sencillo: vamos a la parte inferior de la estación Grieta, a los laboratorios de seguridad. Terminamos esto aquí y ahora —Su tono era autoritario, pero decidido, confiando en la voluntad de sus compañeros. A pesar de ello, no había espacio para dudar.

Sin más palabras, el equipo se puso en marcha, levantándose de donde estaban y siguiendo a su comandante. El cansancio y las heridas no parecían ralentizarlos; todos mantenían el paso, como si la misión misma los impulsara hacia adelante. Wrex, a pesar de que su regeneración krogan había sanado la mayoría de sus heridas, avanzaba con pasos más pesados. Su armadura, ahora poco más que un montón de placas destrozadas, estaba empapada de su sangre mezclada con el líquido blanquecino de los geth que había masacrado. Aun así, no emitió una sola queja.

Maverick, que hasta hace pocos minutos apenas podía mantenerse de pie, parecía haberse recuperado de forma gradual. El Spartan, aunque aún sentía un leve eco de fatiga en sus músculos, caminaba con paso firme. El ataque de Benezia había llevado su cuerpo al límite, aunque eso no le hiciera mucho sentido. Pero, como si su cuerpo funcionara como un generador, su energía parecía regresar poco a poco. Dot, flotando a su lado, no dejaba de observarlo, curiosa y silenciosa. Aunque tenía sus teorías, no compartió ninguna; estaba demasiado ocupada procesando los datos que había recopilado sobre el combate.

El trayecto los llevó de vuelta a la estación de tranvía. La salida al exterior estaba justo frente a ellos, pero en lugar de tomarla, se desviaron hacia el camino que llevaba al refugio. Allí, la bifurcación familiar les mostró los dos carteles holográficos titilantes: "Alojamientos" a la izquierda y "Laboratorios de Seguridad" a la derecha. Los letreros emitían un tenue resplandor anaranjado, iluminando ligeramente el pasillo. Sin detenerse, avanzaron rápidamente hacia la puerta que los llevaría a su destino final.

Shepard, con la tarjeta de acceso que Ventralis les había proporcionado, se acercó al panel de control junto a la entrada. Al colocar la tarjeta, el panel emitió un pitido antes de cambiar de rojo a verde. Con un suave zumbido, las puertas comenzaron a abrirse lentamente, revelando un ascensor al otro lado.

El ascensor descendió suavemente, sus ruidos mecánicos resonando como un eco en el tenso silencio que envolvía al equipo. Cada uno de ellos parecía absorto en sus propios pensamientos, procesando las batallas y revelaciones recientes. No hubo palabras, solo respiraciones medidas y el leve zumbido de las armas que revisaban de forma instintiva mientras se preparaban para lo que vendría. Los minutos pasaron sin darse cuenta, este era el tramo final, y era lo único que tenían en mente.

Cuando el elevador llegó a su destino, las compuertas se abrieron con un chasquido hidráulico. Lo que se desplegó frente a ellos fue un panorama amplio, pero desolador. La sala en la que desembocaron era una mezcla de tecnología avanzada y frialdad funcional. Los pasos del equipo resonaron con eco, cada uno midiendo cuidadosamente cada movimiento mientras avanzaban con cautela.

El laboratorio se extendía hacia adelante, un espacio organizado pero sobrecargado de maquinaria. A los lados, largas mesas metálicas sostenían una serie de computadoras, escáneres y paneles de control, salpicados de cables y herramientas de aspecto complejo. Garras mecánicas y otros dispositivos robóticos permanecían suspendidos en los bordes, inertes pero listos para algún propósito que el equipo no podía discernir. La luz blanca y fría que iluminaba la sala parecía amplificar la sensación de aislamiento.

Los ventanales a ambos lados ofrecían una vista impresionante, aunque opresiva, del gigantesco espacio al otro lado. Contenedores industriales, generadores de energía y tuberías masivas se alineaban en un patrón caótico pero funcional, como si el lugar hubiera sido construido con más pragmatismo que estética. Más allá de todo eso, roca de la montaña los cubria como un manto en las profundidades del pico 15. Todo esta soledad subterránea siendo rota únicamente por las intermitentes luces parpadeantes que marcaban el límite de la estructura.

Sin embargo, toda la atención del grupo se centró en una figura solitaria en el centro de la sala. Un hombre estaba sentado en una silla metálica, su postura encorvada y su mirada fija en un objeto que sostenía entre sus manos. Murmuraba para sí mismo, palabras suaves que no lograban alcanzar el oído del equipo, pero cuyo tono indicaba una mezcla de desesperación y resignación.

Shepard levantó una mano, deteniendo al grupo en seco. Con una señal silenciosa, les indicó que mantuvieran la formación mientras avanzaban. El aire parecía más denso en ese momento, cargado con una tensión que ninguno de ellos podía ignorar.

—¿Quién demonios es ese? —susurró Ashley, su voz apenas un murmullo mientras se mantenía cerca de una mesa lateral, escaneando con la vista cualquier posible amenaza.

—No se distraigan —respondió Shepard con tono bajo pero firme. Luego, dirigió una mirada rápida hacia Maverick y Wrex, quienes asintieron y tomaron posiciones a los flancos, listos para cualquier eventualidad.

Mientras el equipo avanzaba, el hombre pareció percatarse de su presencia. Levantó la cabeza lentamente, su mirada vidriosa enfocándose en ellos con un aire de cansancio absoluto. Aunque aún estaba lejos, el equipo pudo notar algo extraño en su semblante: había desesperación, pero también algo que no lograban descifrar.

Finalmente, Shepard dio un paso al frente, rompiendo el silencio que había llenado la sala desde su llegada.

—¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con autoridad, su voz resonando en la sala vacía.

El hombre no respondió de inmediato. En cambio, bajó la vista nuevamente hacia el objeto en sus manos, sus dedos temblando ligeramente. Fue solo después de unos segundos que murmuró algo más claro, lo suficiente para que el equipo lo escuchara.

—...Era inevitable...Todo esto...inevitable—

Shepard frunció el ceño y avanzó lentamente hacia él, mientras el resto del equipo permanecía en formación. Las armas seguían levantadas, pero la cautela de sus movimientos mostraba que no estaban seguros de si el hombre era un aliado, un enemigo, o simplemente un peón atrapado en el desastre.

Cuando la distancia fue acortada aun mas, el hombre alzó la vista. Sus ojos, vidriosos y cansados, parecían mirar más allá del presente, como si estuviera atrapado entre el pasado y el futuro.

—¿Has venido a asegurar la situación? —preguntó, su voz rota pero esperanzada. Había algo casi fantasmagórico en su tono, como si hablara desde un lugar distante, apenas consciente de lo que ocurría a su alrededor.

Shepard intercambió una mirada rápida con Garrus antes de responder:

—¿Se encuentra bien? —preguntó, aunque su tono denotaba más desconfianza que preocupación.

El hombre soltó un suspiro profundo, sacudiendo la cabeza lentamente.

—Debes escucharme...Nos van a bombardear. Las estaciones de combate se activarán en cualquier momento si no resolvemos nuestro error. ¿Lo entiendes? —Su voz temblaba, pero la urgencia en sus palabras era inconfundible.

La espectro entrecerró los ojos, intentando descifrar la verdad detrás de sus palabras.

—¿Hablas de los rachni? ¿De haberlos liberado? —preguntó con dureza.

El hombre pareció encogerse bajo la pregunta. Su cuerpo se hundió aún más en la silla mientras asentía lentamente.

—Yo...solo seguía órdenes —dijo, su voz apenas un susurro.

—¿Órdenes de quién? —presionó Shepard, su paciencia comenzando a agotarse.

El hombre levantó la vista, sus ojos llenos de desesperación.

—Binary Helix...Encontraron ese huevo en una nave a la deriva desde hace miles de años. Era una nave rachni. Encontraron muchos restos...pero ese huevo había sobrevivido a siglos en suspensión criogénica—

Ashley resopló con incredulidad desde la retaguardia.

—¿Y decidieron incubar un huevo de miles de años? Muy inteligente...—comentó, su sarcasmo casi tan afilado como la tensión en la sala.

El hombre no pareció escucharla o, si lo hizo, no le dio importancia.

—Era algo sin precedentes. Ese huevo...cuando supieron que era rachni, se emocionaron. Aceleraron todo el proceso. Pero cuando descubrieron que era una reina, la compañía vio una oportunidad. Pensaron que podrían criar ejércitos...— Se detuvo un momento, tragando saliva, como si las palabras fueran un peso imposible de cargar— Los huevos que puso, los llevaron a la estación Grieta, pensando que podrían criarlos para ser obedientes sin ella—

Tali apretó los puños con fuerza, su respiración pesada a través del modulador.

—Son monstruos —escupió, su tono cargado de furia— Alejarlos de su madre y convertirlos en armas...¡Ni siquiera los geth hicieron algo tan despreciable!—

El científico asintió débilmente.

—Tienes razón...Sin la reina, los rachni no se desarrollan con normalidad. La mente de su madre los moldea. Sin ella, son bestias descontroladas que atacarían incluso a su propia progenitora. Por eso la mantuvimos con vida. Ella...ella vale demasiado para la compañía—

Shepard soltó un suspiro exasperado y cruzó los brazos.

—Entonces no hay otra opción. Hay que eliminarlos—

El hombre asintió lentamente.

—Sí. Lo mejor...lo mejor sería activar la purga de neutrones. Eso matará a todo lo que haya en el sector. Los que estén cercanos sufrirán daños genéticos...variables. Pero es la única forma de detener esto—

—¿Cómo lo activamos? —preguntó Shepard sin titubear.

El hombre se enderezó ligeramente en su silla, como si las palabras le devolvieran algo de propósito. Sacó una tarjeta del bolsillo de su bata y la extendió hacia la espectro.

—Usa esto...Mira preparará el proceso. Yo puedo proporcionarte el código de activación desde aquí...—comenzó a decir, pero sus palabras fueron cortadas abruptamente.

Un aguijón largo y oscuro atravesó su pecho, esparciendo un chorro de sangre sobre el escritorio y el suelo. Sus ojos se abrieron con un terror absoluto mientras el aire abandonaba sus pulmones en un jadeo agónico.

—¡Atrás! —gritó Shepard, desenfundando su pistola.

La cuchilla natural del rachni se retiró del pecho con un sonido húmedo y espeluznante, dejando un charco carmesí que se expandió rápidamente sobre el suelo. El cuerpo fue alzado sin esfuerzo, como si fuera un simple juguete, y luego arrojado hacia el equipo con una fuerza brutal.

—¡Cuidado! —Exclamo Garrus, moviéndose hacia un lado para evitar el impacto. El brusco movimiento le hizo soltar un quejido, sosteniendo su herida con una de sus manos, temblando ligeramente mientras se levantaba.

El cuerpo del cientifico golpeó el suelo con un ruido sordo, deslizándose por el suelo antes de detenerse, inerte. Shepard no perdió tiempo; levantó su pistola y disparó, sus balas impactando en las placas quitinosas de la criatura. El resto del equipo reaccionó casi al unísono. Ashley descargó su rifle con precisión militar, sus disparos resonando en el laboratorio como ecos de una tormenta.

La criatura no tuvo oportunidad. A pesar de su tamaño y ferocidad, sucumbió rápidamente ante la lluvia de fuego concentrado. Con un chillido agónico, el rachni cayó al suelo, su cuerpo retorciéndose antes de quedar inmóvil, liberando aquel acido que quemaba el suelo metálico.

Pero el alivio duró poco. Los chasquidos de dientes y el sonido de garras raspando el metal comenzaron a llenar el aire, cada vez más fuertes. Parecían provenir de todas partes: los conductos, las paredes, incluso del suelo bajo sus pies. Las luces del laboratorio parpadearon, aumentando la tensión.

Maverick, con su radar finalmente operativo tras el enfrentamiento con Benezia, levantó la mirada hacia su HUD. Los indicadores de amenaza comenzaron a encenderse de manera frenética, puntos rojos acumulándose como una avalancha en la interfaz.

—Shepard, ¡tenemos que movernos! —dijo Seis con un tono urgente, su voz manteniendo la disciplina militar pero dejando claro el peligro inminente —Detecto múltiples unidades hostiles acercándose a gran velocidad. Nos están rodeando. ¡Están atravesando la montaña!—

El equipo se giró hacia él, sus expresiones tensas mientras procesaban la información. Incluso Garrus, normalmente calmado, parecía ligeramente alarmado mientras ajustaba su rifle y verificaba el estado de la misma.

—¿Cuántos? —preguntó Shepard, aunque la respuesta era evidente en los movimientos del Spartan.

—cincuenta y contando —respondió Maverick con firmeza, sus ojos fijos en el radar mientras lo mantenía proyectado en su HUD. Cada segundo que pasaba, más señales aparecían, acercándose desde todas direcciones.

—Perfecto. Más diversión para mí. —Con un movimiento pesado pero fluido, el krogan tomó la corredera de su escopeta con una mano, martillándola con fuerza antes de levantarla y prepararse para el combate. Su mirada fija hacia los conductos de donde provenían los sonidos cada vez más cercanos. Sus ojos brillaban con una emoción que no dejaba lugar a dudas, como si el combate contra el enemigo ancestral de su especie fuera un derecho que había esperado por demasiado tiempo.

Shepard no perdió tiempo en tomar el control de la situación. Su voz cortante resonó por encima de los ruidos amenazantes del metal siendo destrozado y el ácido quemando la roca.

—¡Todos al ascensor! Activaré la purga y nos largamos de aquí. ¡Cúbranme! —ordenó mientras se agachaba junto al cuerpo del científico. Con rapidez y precisión, recogió la tarjeta de acceso y el código que necesitaba, lanzando una mirada rápida al equipo antes de girarse hacia la terminal al fondo del laboratorio.

Sin una sola réplica, el equipo obedeció. Se movieron hacia el ascensor, manteniéndolo abierto mientras formaban una línea defensiva frente a las puertas. El zumbido de los sistemas de purga activándose llenó el laboratorio, acompañado del eco metálico de los pasos de Shepard alejándose hacia la terminal de Mira.

Los segundos se estiraron, y la tensión en el aire era palpable. Las respiraciones controladas del equipo se mezclaban con los cada vez más cercanos chillidos de los rachni. El sonido del metal desgarrado y el ácido burbujeante perforando la roca no dejaba lugar a dudas: la horda estaba a punto de llegar.

Finalmente, el retumbar de las alarmas confirmó que el proceso de purga había comenzado. Pero, como si eso fuera la señal que los rachni esperaban, los conductos a su alrededor explotaron, liberando una marea de larvas y adultos. Las criaturas emergieron como un río desbordado, inundando la sala con chillidos y movimientos freneticos.

Garrus fue el primero en reaccionar. Su rifle de precisión encontró su objetivo en una de las pequeñas criaturas al frente de la horda. El disparo fue perfecto, impactando en el cuerpo quitinoso del insecto y provocando una explosión en cadena. Las larvas cercanas se encendieron como fósforos, iluminando brevemente la sala con destellos de luz anaranjada.

—¡Abran paso a Shepard! —gritó Garrus, su voz clara a pesar del estruendo.

El equipo entendió de inmediato. Sin necesidad de más palabras, todos concentraron su fuego hacia adelante, creando un muro de balas, energía y explosiones. Ashley descargaba ráfagas controladas con su rifle de asalto, cada bala encontrando su objetivo con precisión mortal. Wrex, con una risa salvaje, disparaba su escopeta a quemarropa, cada disparo destrozando a múltiples enemigos con un estruendo que resonaba como un trueno.

Maverick, a un lado, alternaba entre su magnum y el kukri, eliminando cualquier rachni que lograra acercarse demasiado. El sudor resbalaba por su frente bajo el casco, pero sus movimientos eran implacables, una máquina de guerra en pleno rendimiento.

Mientras tanto, Shepard emergió de la puerta al fondo, corriendo a toda velocidad hacia el ascensor. Su rostro estaba tenso, pero su determinación era evidente.

—¡Shepard, date prisa! —gritó Tali, descargando su escopeta, sus proyectiles desintegrando a un grupo de larvas que se acercaban peligrosamente al ascensor.

El laboratorio era un infierno. Las criaturas se abalanzaban sin descanso, usando los cuerpos de los muertos como escudos y plataformas. El ascensor, que debía ser su ruta de escape, se había convertido en una picadora de carne intransitable. Las puertas abiertas eran tanto su salvación como su perdición, ya que nada parecía capaz de detener a las feroces bestias que se amontonaban frente a ellos.

El equipo disparaba sin descanso, formando una línea defensiva que parecía cada vez más frágil ante la interminable horda. Cada rachni reemplazado por dos más tan pronto caía. La cantidad ingente de acido comenzaba a quemar el propio suelo, resquebrajando los soportes y metales bajo sus pies.

Shepard, sin embargo, no flaqueó ni por un segundo. Con movimientos calculados y precisos, avanzaba a través del enjambre, eliminando cualquier criatura que se interpusiera en su camino. Sin embargo, incluso con el apoyo de su equipo, los rachni parecían rodearla, reduciendo peligrosamente su margen de maniobra.

Apretó los dientes y activó su comunicador en medio del caos. Su voz, clara y decidida, resonó por el canal incluso por encima del estruendo de disparos y los chillidos alienígenas que llenaban el laboratorio.

—¡Liara, Kaidan, Wrex! ¡Generen una singularidad en el centro de la horda, ahora!—

No hubo vacilación. Los tres bióticos reaccionaron al instante, sus cuerpos rodeados por un resplandor púrpura pulsante. La energía oscura chisporroteó alrededor de ellos mientras sincronizaban sus movimientos, acumulando poder en sus palmas extendidas. En perfecta coordinación, lanzaron sus ataques simultáneamente hacia el corazón del enjambre rachni.

El aire vibró cuando la esfera de gravedad comenzó a formarse. Un zumbido bajo, casi hipnótico, se propagó a través de la sala, intensificándose a medida que el orbe crecía en tamaño y poder. En cuestión de segundos, la singularidad comenzó a acercarse al punto critico, convirtiéndose en un pozo gravitacional voraz.

Los rachni más cercanos fueron arrastrados sin poder resistirse, sus cuerpos quitinosos flotando y girando en espiral, chocando entre sí con un crujido desgarrador. La presión gravitatoria los aplastó unos contra otros, sus chillidos agónicos resonando mientras eran despedazados por la inmensa fuerza del vórtice.

—¡Ahora, al ascensor! —ordenó Shepard, sin perder un segundo.

El equipo no dudó. Moviéndose con disciplina militar, comenzaron a retroceder, disparando en ráfagas controladas contra cualquier criatura que lograra escapar de la atracción de la singularidad. Uno por uno subieron al elevador, asegurándose de mantener las puertas abiertas mientras cubrían a Shepard, quien todavía estaba en el campo de batalla.

La espectro siguió corriendo, su pistola rugiendo con cada disparo certero que eliminaba a los rezagados, pero pronto sintió cómo su propio cuerpo era jalado hacia atrás. La singularidad, habiendo llegado a su masa critica, ahora estaba absorbiendo todo lo que estuviera a su alcance...incluida ella.

Cada paso hacia el ascensor se convirtió en una lucha titánica contra la gravedad. El suelo se sentía como si se deslizara bajo sus pies, sus músculos tensándose con el esfuerzo de avanzar.

—¡Shepard, rápido! —gritó Ashley desde el ascensor, con la mano extendida, desesperada por alcanzarla. El resto del equipo continuaba disparando a los rachni que aún intentaban aproximarse, pero sus expresiones reflejaban la misma preocupación.

Shepard supo en ese instante que no llegaría a tiempo. La fuerza de la singularidad era demasiado intensa. Sus piernas temblaban por la presión y cada movimiento se volvía más lento, más pesado.

Sin otra opción, tomó una decisión desesperada.

Cerrando los ojos por una fracción de segundo, canalizó toda la energía oscura que era capaz de reunir en sus manos. Sintió como sus amplificadores comenzaban a arder, funcionando a máxima potencia, un torbellino caótico de poder que fluía en su sistema nervioso. Sus manos comenzaron a brillar con una luz intensa, vibrando con una fuerza inestable que fue dirigida hacia el vórtice a sus espaldas.

El impacto de la descarga biótica desestabilizó el orbe en un instante. La singularidad colapsó sobre sí misma antes de explotar en una onda expansiva devastadora. El aire se onduló con la presión del estallido, y Shepard fue lanzada como un proyectil, su cuerpo girando sin control a través del laboratorio.

Ashley reaccionó en el acto. Moviéndose con la velocidad de un instinto perfeccionado en combate, se impulsó hacia adelante y atrapó a Shepard en pleno vuelo. El impacto fue brutal. Ambas chocaron contra el resto del equipo, una maraña de extremidades y armaduras que cayó con fuerza al suelo metálico del ascensor.

—¡Cierra ya! —rugió Garrus, su tono cargado de urgencia y dolor. Desde el suelo, intentaba incorporarse, pero el peso de Liara sobre su pecho lo mantenía inmovilizado, dificultándole respirar.

El caos se había apoderado del ascensor. Seis sintió un peso sobre sus piernas: Tali. La joven quariana había caído sobre él, su respiración acelerada reflejando la tensión del momento. Sin dudarlo, el Spartan la sujetó y la empujó con firmeza pero cuidado hacia el panel de control.

—¡Ahora! —gruñó con una autoridad implacable, su voz resonando en el angosto espacio metálico.

Tali no necesitó más indicaciones. Con reflejos impecables, golpeó el panel de control con el puño. El cristal crujió bajo la fuerza del impacto mientras las puertas del ascensor se cerraban con un chasquido mecánico, justo en el instante en que los últimos rachni se lanzaban frenéticamente hacia ellos. Las garras de las criaturas rasparon el metal, pero la compuerta se cerró de golpe, atrapándolas al otro lado.

El ascensor se estremeció y comenzó a ascender lentamente, pero el ulular agudo y desesperado de las alarmas de la purga de neutrones retumbó en el espacio, recordándoles que aún estaban en peligro.

—¡Apúrate, bosh'tet! —gritó Tali, su voz vibrando por la adrenalina.

Sin perder un segundo, activó su omniherramienta y la incrustó en el panel de control. Un destello naranja iluminó la cabina mientras su código perforaba el sistema. Con un chasquido eléctrico y un breve parpadeo de las luces, el ascensor respondió con un rugido mecánico: los mecanismos se forzaron al límite y la velocidad aumentó bruscamente.

Tali soltó un pequeño grito cuando su cuerpo fue arrastrado de vuelta contra Maverick, su armadura chocando con un sonido sordo contra la de él. Seis sintió el peso de la quariana sobre su torso, su respiración acelerada a través del modulador del casco, pero no pudo prestarle atención. Todos estaban en la misma situación. Ashley se había estrellado contra la pared con un gruñido de dolor, Garrus y Kaidan forcejeaban para enderezarse mientras Wrex, a pesar de su resistencia, soltaba un gruñido bajo.

El ascensor seguía temblando, la sobrecarga haciendo chirriar los mecanismos. Pero no había vuelta atrás. Solo unos segundos más y estarían fuera de alcance...o atrapados en la explosión.

Entonces, la purga de neutrones detonó.

El laboratorio quedó envuelto en un resplandor rojo y ardiente. Las alarmas ulularon, su eco rebotando en las paredes metálicas con un tono desesperado, mientras un estallido ensordecedor desgarraba el aire.

El impacto de la explosión hizo que el ascensor entero se estremeciera, sus generadores de masa vibrando por la onda expansiva. El metal protestaba, crujía y se doblaba bajo la presión del cataclismo que rugía debajo.

Desde las rendijas del suelo y los huecos en los costados del elevador, pudieron ver la tormenta de energía letal extendiéndose como una ola imparable. El fuego envolvió cada rincón de los niveles inferiores, devorando lo que quedaba del laboratorio y a las criaturas atrapadas en él.

Los chillidos de los rachni se alzaron en el caos, una cacofonía de desesperación y furia...pero fueron apagándose uno a uno, ahogados por el rugido del fuego y la fuerza inexorable de la destrucción.

Y luego...solo silencio.

El único sonido que quedó fue el zumbido mecánico del ascensor, ascendiendo con dificultad, acompañado por la respiración entrecortada del equipo.

Dentro del espacio cerrado, nadie dijo una palabra.

Shepard estaba apoyada contra la pared, su pecho subiendo y bajando con esfuerzo. Su rostro estaba cubierto de sudor, ceniza y el peso del agotamiento.

Tali seguía sobre Maverick, su cuerpo aún tembloroso por la adrenalina y el agotamiento. Su respiración, irregular y entrecortada, resonaba suavemente a través del modulador de su casco, un reflejo del esfuerzo extremo al que había sido sometida. En su visor, los destellos anaranjados de la destrucción que ardía debajo de ellos danzaban con el parpadeo de las luces de emergencia, creando un espectáculo casi hipnótico.

Con manos temblorosas, activó su omniherramienta, sus dedos recorriendo frenéticamente la interfaz holográfica. A pesar del cansancio que pesaba en cada fibra de su cuerpo, su instinto técnico la mantenía alerta, priorizando el análisis del estado del ascensor. Sabía que la maniobra que había ejecutado había forzado los sistemas al límite, y el riesgo de una falla estructural aún estaba presente.

Maverick sintió la tensión en su cuerpo, la vibración sutil en su respiración contenida. Lentamente, sin apresurar el gesto, levantó una mano y la apoyó en su hombro con firmeza, pero con una cautela instintiva.

—Tali...—murmuró, su voz más suave de lo que esperaba.

La quariana pareció sobresaltarse levemente, como si hasta ese momento no hubiera percibido al Spartan. Permaneció en silencio por un instante, sus ojos fijos en los datos proyectados frente a ella antes de responder.

—Solo...déjame asegurarme de que no moriremos aquí —susurró, su voz firme, pero con un matiz de agotamiento que el modulador de su casco apenas lograba disimular.

Seis decidió no insistir. Simplemente asintió y dejó caer la cabeza contra la fría superficie metálica detrás de él, cerrando los ojos por un instante.

El aire dentro del ascensor era denso, impregnado con el olor metálico del sudor, la pólvora y la ceniza que se adhería a cada pieza de armadura. A pesar del movimiento ascendente, el equipo permanecía en el suelo, sin la energía suficiente para levantarse de inmediato. El único sonido que llenaba el espacio era el zumbido mecánico del ascensor y los ocasionales quejidos de dolor, como si todos estuvieran tomando un voto de silencio forzado por el cansancio.

Kaidan y Liara aún intentaban procesar lo sucedido. El biótico tenía los ojos entrecerrados, masajeándose las sienes con movimientos lentos y calculados, tratando de mitigar la migraña que lo atormentaba desde la batalla contra Benezia. La asari, por otro lado, no parecía sufrir ninguna dolencia física, pero su mirada perdida indicaba que su mente seguía atrapada en los eventos recientes, tratando de digerirlos.

Los más grandes del equipo, Wrex y Seis, ocupaban la mayor parte del estrecho espacio. El krogan, aunque cubierto de heridas y con su armadura apenas sosteniéndose en pie, no parecía particularmente incómodo; ocasionalmente soltaba un gruñido bajo mientras intentaba acomodarse mejor contra la pared. Maverick, sin embargo, no tuvo tanta suerte. Además de estar rodeado por sus compañeros exhaustos, servía de soporte improvisado para Tali, cuyo peso, aunque ligero en comparación con el suyo, se hacía notar tras la tensión del combate.

Sin embargo, la quariana no mostraba intención alguna de moverse. Con su omniherramienta aún activa, revisaba el estado del ascensor con una concentración férrea, sus ojos fijos en la interfaz holográfica. Maverick no pudo evitar notar que, si bien su tarea era importante, tampoco estaba haciendo algun esfuerzo por cambiar de posición.

El silencio, denso y pesado, se prolongó hasta que una voz entrecortada finalmente lo rompió.

—¿Todos...bien? —jadeó Shepard, su respiración aún irregular mientras intentaba regular su pulso.

Ashley, con la espalda apoyada contra la pared, dejó escapar una risa corta, carente de humor. A pesar del agotamiento, su sonrisa era genuina.

—Eso estuvo demasiado cerca...otra vez —comentó, sacudiendo la cabeza con una mezcla de incredulidad y resignación.

Desde su rincón, Maverick levantó la vista hacia Shepard. Su voz era tranquila, pero la fatiga se filtraba en cada palabra.

—Buen trabajo, Comandante. Ahora...¿podemos salir de este maldito lugar?—

Shepard exhaló lentamente, deslizando una mano enguantada por su rostro en un intento de limpiar el sudor y la ceniza acumulados. Sus músculos protestaron cuando intentó enderezarse, la adrenalina aún latente en su cuerpo, manteniéndola de pie a pesar del agotamiento.

Pero su expresión se mantuvo firme.

—Sí...larguémonos de una vez —murmuró, ajustando su postura con visible esfuerzo.

Ashley soltó un suspiro pesado, inclinando la cabeza hacia atrás contra la pared del ascensor antes de hablar.

—Nunca más acepto una misión en un planeta helado lleno de bichos alienígenas —gruñó, masajeándose el cuello con una mano, su tono cansado pero cargado de convicción.

Su comentario provocó una risa breve pero sincera de Garrus, quien, aunque adolorido, no pudo evitar asentir en señal de acuerdo.

—Vamos, Williams, no mientas —bromeó el turiano, aún en el suelo, acomodándose torpemente bajo el peso de Liara, quien seguía sobre él —Estoy seguro de que en cuanto te den otra oportunidad de hacer explotar cosas, olvidarás todo esto—

Ashley le lanzó una mirada de advertencia, pero la sonrisa cansada que asomaba en su rostro delataba que, en el fondo, sabía que tenía razón.

Garrus intentó moverse, pero el esfuerzo hizo presión sobre su abdomen herido, arrancándole un gruñido de dolor.

—No quiero sonar grosero, pero...¿podrías moverte un poco, Liara? —preguntó con una mueca, tratando de disimular su incomodidad.

La asari, aún aturdida, parpadeó varias veces antes de notar su posición. Un leve tono azul coloreó su rostro cuando rápidamente se apartó de él, sus movimientos torpes mientras evitaba su mirada.

—Oh, lo siento, Garrus. No me di cuenta —dijo apresurada, su tono cargado de vergüenza.

—No hay problema —respondió el turiano con una sonrisa cansada, pero al moverse sintió una punzada aguda en el abdomen, haciéndolo soltar un bufido frustrado.

Antes de que pudiera intentar levantarse por su cuenta, una mano grande y firme lo sujetó por el brazo y lo jaló sin esfuerzo, como si fuera poco más que un juguete.

—Deja de hacerte el duro —gruñó Wrex, con su voz grave y rasposa mientras levantaba a Garrus con la misma facilidad con la que cargaría su escopeta.

El turiano dejó escapar una risa seca, tambaleándose ligeramente antes de estabilizarse, sentándose con un suspiro de alivio.

—Admitiré que por una vez...agradezco tu ayuda, Wrex—

El krogan soltó un bufido, cruzándose de brazos mientras sus colmillos asomaban en una media sonrisa. Apoyado contra una de las esquinas del ascensor, dejó escapar una carcajada ronca que resonó en el espacio metálico, profunda y vibrante como un tambor de guerra. Su armadura, ya deteriorada, estaba al borde del colapso: grietas surcaban la placa pectoral, quemaduras del ácido rachni ennegrecían las uniones, y agujeros de proyectiles cubrían casi toda su superficie. Pero, a pesar de todo, el viejo guerrero seguía en pie, sólido e inquebrantable, como si nada pudiera realmente derribarlo.

—Debo admitirlo, Shepard —gruñó, su mirada fija en la comandante con una mezcla de respeto y diversión—Pensé que nos harían pedazos ahí abajo, pero lograste salir con vida. Estoy impresionado—

Shepard, aún recuperando el aliento, le lanzó una mirada de lado y esbozó una media sonrisa.

—¿Dudaste de nosotros, Wrex?—

El krogan bufó, su enorme pecho vibrando con la acción.

—No, pero sí pensé que habría menos sobrevivientes—

Ashley, apoyada contra la pared del ascensor, dejó caer la cabeza hacia atrás con exasperación, cerrando los ojos por un momento.

—Bueno, la próxima vez intentemos sobrevivir sin casi morir en el proceso —murmuró con ironía, su tono seco pero cargado de cansancio.

Mientras tanto, apartada del bullicio de la conversación, Tali seguía tecleando frenéticamente en su omniherramienta. Sus dedos se movían con una precisión casi mecánica, recorriendo los hologramas naranjas mientras alternaba la mirada entre el panel de control y la interfaz proyectada en su visor. Su respiración, aunque más estable que antes, seguía siendo rápida. Sus hombros permanecían alzados, rígidos, como si su cuerpo aún no hubiera recibido la orden de relajarse.

Cada pequeño gesto la delataba. El ligero temblor en sus manos, la manera en que su postura se mantenía tensa, la forma en que sus movimientos se volvían más erráticos cada vez que el sistema no respondía de inmediato.

Maverick lo notó. Incluso con el peso del agotamiento hundiéndose en sus músculos, su mirada se enfocó en ella, observando el estrés reflejado en cada uno de sus gestos.

—Si ocurre algún error, te juro que te mato —soltó Tali de repente.

Su voz, filtrada por el modulador, cargaba una mezcla de irritación y fatiga. Su postura encorvada, la tensión en sus manos mientras trabajaba en la consola... todo delataba su frustración. Sus palabras no iban dirigidas a nadie en específico, solo las dejó escapar al aire.

Pero Maverick las escuchó.

Aún recargado contra la pared metálica, entrecerró los ojos tras su visor y dejó escapar una risa baja, grave —¿Yo tengo la culpa? —preguntó con un tono curioso, aunque en su voz había una leve aspereza, sin comprender del todo el motivo de su reacción.

Tali se giró automáticamente para fulminarlo con la mirada...pero en ese instante, se percató de algo.

Seguía sentada sobre él.

Su cuerpo se tensó al instante, como si le hubieran disparado. Una ola de rigidez recorrió su figura mientras su mente procesaba la situación con un retraso evidente, como si hasta ese preciso instante no hubiera sido consciente de su posición.

Sin emitir una sola palabra, se puso de pie rápidamente, apartándose de él con movimientos casi mecánicos, precisos hasta el exceso, como si estuviera programada para hacerlo. Regresó a su tarea con una determinación fingida, los dedos deslizándose por la interfaz holográfica con un ritmo constante.

Pero Maverick no necesitó un escáner avanzado para notar el sutil temblor en sus manos, la ligera vacilación en cada comando que ingresaba.

Su sonrisa se amplió apenas, una leve curvatura en sus labios que denotaba diversión. Verla reaccionar con tanta rigidez, tan tensa de un momento a otro, sin una razón aparente, al menos que él pudiera notar, le resultaba curioso.

No dijo nada más. Simplemente dejó escapar una carcajada baja y cerró los ojos por un instante.

Sin darle más vueltas, acomodó su cuerpo con un movimiento fluido, dejándose caer en una postura más relajada. Nadie, salvo Shepard, Tali y Wrex, seguía de pie. A pesar de la velocidad con la que Tali había forzado el sistema, ahora la aceleración se había disipado casi por completo, dejando el trayecto en un ritmo estable.

Y nadie estaba dispuesto a abandonar la comodidad del frío metal en el suelo.

Maverick no iba a ser la excepción. Con los brazos cruzados sobre el pecho, se apoyó contra la pared del ascensor, dejando que su cuerpo se recostara de costado con una exhalación pesada. Su casco golpeó suavemente la superficie metálica, el zumbido grave del generador de masa vibrando a través de la estructura, un murmullo constante que resonaba como un eco distante en su mente.

El silencio se prolongó durante unos minutos, cada miembro del equipo atrapado en su propia burbuja de agotamiento. Algunos con la mirada fija en el suelo, otros dejando que sus pensamientos vagaran sin rumbo, perdidos en la niebla de la fatiga y la tensión acumulada.

Y entonces, una luz comenzó a llenar el ascensor.

El resplandor de la estacion grieta se filtró desde arriba, creciendo en intensidad a medida que ascendían. Fue la señal inequívoca de que estaban a punto de llegar a su destino.

Como si la fatiga nunca hubiera estado presente, todos se pusieron de pie casi al mismo tiempo. Sus movimientos eran automáticos, impulsados más por el instinto que por la energía real: ajustaron sus posturas, revisaron sus armas, sacudieron el polvo y la sangre seca de sus armaduras.

Con un último chirrido mecánico, el ascensor se detuvo, y las puertas se abrieron con un siseo. Shepard fue la primera en avanzar, sus pasos resonando con determinación contra el suelo metálico. Sin necesidad de palabras, el equipo la siguió en silencio, caminando a través de las instalaciones ahora sumidas en un vacío absoluto.

Nada se movía.

Los radares estaban en calma, las luces parpadeaban con una cadencia monótona, y el único sonido que llenaba el espacio era el eco de sus propias pisadas.

Fue solo cuando llegaron al tranvía que soltaron un suspiro al unísono. Un reflejo involuntario, un gesto compartido de alivio.

Todo había acabado.

Uno a uno, abordaron el transporte sin mirar atrás, dejando atrás la pesadilla vivida en ese planeta helado.

- Horas mas tarde -

Las compuertas del Normandía se cerraron con un chasquido seco, un sonido firme y definitivo que resonó a través del puente. La voz de la IV anunciando el cambio de mando y la llegada del capitán a la nave.

En las estaciones de control, la tripulación trabajaba con la misma precisión de siempre, sus dedos danzando sobre los paneles holográficos, ajustando parámetros, revisando sistemas, manteniendo la nave en perfecto estado. Pero, por un breve instante, casi como si fuera un acto reflejo, todos desviaron la mirada.

Y lo que vieron los hizo detenerse por un segundo.

El escuadrón de Shepard lucía como si hubiera atravesado el mismísimo infierno. Sus armaduras, antes impecables, estaban cubiertas de sangre seca, marcas de ácido rachni y rastros de impactos bióticos. Los bordes quemados y las grietas en las placas de blindaje contaban la historia de la batalla sin necesidad de palabras. Y aunque sus rostros eran una mezcla de cansancio y determinación, la tensión en sus cuerpos delataba que la adrenalina aún no los había abandonado del todo.

Avanzaban con pasos pesados, cruzando el centro de mando en dirección a la sala de reuniones, sus botas resonando con cada pisada sobre el suelo metálico. Pero antes de que pudieran llegar, Shepard los detuvo con un gesto firme de la mano.

—Garrus, Kaidan, Maverick, Wrex —dijo, su voz manteniendo la firmeza de una orden, pero con un matiz inconfundible de preocupación— Vayan con Chakwas. Quiero que los revisen de inmediato—

Su tono no dejaba espacio a la discusión. Señaló con la cabeza las escaleras a su izquierda, indicándoles el camino sin necesidad de insistir.

Los nombrados se detuvieron en seco, levantando la mirada hacia la pelirroja. Kaidan apenas reaccionó, atrapado entre el agotamiento y la disciplina que lo mantenía en pie. Con un suspiro, simplemente asintió, sin energía para discutir.

Maverick, por su parte, permaneció en silencio. Al ingresar a la nave, se había quitado el casco, sosteniéndolo bajo el brazo con un agarre firme. Ahora, con el rostro descubierto, sus rasgos mostraban el peso del combate, las sombras bajo sus ojos delatando su fatiga. Sin cuestionar la orden, ajustó la presión en el casco y comenzó a moverse, su actitud estoica y contenida como siempre.

Pero sus compañeros alienígenas reaccionaron de forma muy distinta.

Wrex alzó una ceja con escepticismo, casi ofendido por la sugerencia. Su gruñido grave y rasposo reverberó en el puente.

—¿De qué hablas, Shepard? ¿Acaso crees que estos rasguños van a matarme? —espetó con su tono desafiante, cruzando sus brazos sobre su pecho con un gesto de terquedad absoluta.

Cualquiera que no conociera al krogan podría haberse sentido intimidado por su imponente figura y su actitud desafiante. Pero en el equipo, todos podían ver lo que él se negaba a admitir. Su armadura estaba prácticamente irreconocible, reducida a poco más que metal destrozado. Las placas perforadas y derretidas, sujetas por pura terquedad, apenas se mantenía en su sitio.A través de las grietas y agujeros, aún podían ver las heridas sufridas; algunas cerradas de forma irregular por su regeneración krogan, aún rezumaban sangre, señales de que su cuerpo había sido llevado al límite.

Shepard no se inmutó. Sin necesidad de levantar la voz, sin siquiera fruncir el ceño, sostuvo la mirada de Wrex con una intensidad cortante. Sus ojos, afilados y llenos de autoridad, fueron suficiente para aplastar cualquier intento de desafío antes de que pudiera concretarse.

El krogan sostuvo su mirada por unos segundos mas, su orgullo luchando contra la lógica.

Pero al final, soltó un gruñido, resoplando con molestia.

Bajó ligeramente la cabeza, su expresión una mezcla de fastidio y resignación. Sin decir una palabra más, giró sobre sus talones, empujando a Kaidan con el hombro al pasar junto a él antes de descender por las escaleras.

Garrus, a diferencia de Wrex, no era tan terco como para protestar abiertamente, pero tampoco le gustaba la idea de ser apartado. Su propia terquedad le decía que debía seguir adelante hasta la reunión, ignorando la perforación en su abdomen como si fuera una simple molestia. Pero sabía que Shepard tenía razón.

El dolor en su estómago se había vuelto persistente, un recordatorio punzante de que su cuerpo estaba al límite. El medigel que habían usado durante el combate contra Benezia y la posterior purga de neutrones se había agotado casi por completo, y sus efectos regenerativos ya se habían diluido demasiado. No podía seguir ignorándolo.

Justo cuando Wrex cedió y se alejó, Shepard giró su mirada hacia él.

Esta vez, la intensidad en sus ojos fue diferente. Más afilada. Como si el estuviera reprochandole incluso peor que el krogan. Pero, justo en ese momento, un gesto sutil la delató. Sus ojos se desviaron fugazmente hacia su herida en el abdomen. Fue algo inconsciente, casi imperceptible, pero suficiente para que Garrus lo notara. La conocía lo suficientemente bien.

Sabía que, aunque Shepard nunca lo admitiría en voz alta, la preocupación que sentía por su equipo pesaba en su mente más de lo que ella misma aceptaba.

Una pequeña sonrisa arrogante se dibujó en su rostro. Como si hubiera entendido algo que la espectro aún no había procesado del todo, se encogió de hombros con aire despreocupado y comenzó a seguir a sus compañeros escaleras abajo, sin discutir.

El cambio en ella fue inmediato.

Su semblante se relajó, la tensión en sus hombros se disipó levemente, y por un instante, un destello de suavidad cruzó su expresión mientras los miraba alejarse. Era ese aire protector, casi maternal, que solo emergía en los momentos más críticos con su equipo.

Pero, como siempre, lo ocultó bajo la máscara de la comandante Shepard.

Maverick, sin pronunciar palabra, observó toda la escena junto con los demás miembros del equipo. No era el único que había notado el breve intercambio entre Shepard y Garrus, pero, a diferencia de la mayoría, excluyendo quizás a Ashley, lo encontró entretenido.

Había algo en la dinámica de la espectro con su escuadrón que le recordaba a Carter. Esa mezcla de autoridad incuestionable y lealtad inquebrantable hacia su gente. Un equilibrio entre liderazgo y camaradería que solo aquellos que realmente se preocupaban por sus soldados lograban alcanzar.

Pero no se permitió perderse en recuerdos. Con un leve suspiro, dejó que sus pensamientos se disiparan y retomó el paso tras los demás. Había aprendido, con solo ver la personalidad y la forma de actuar de Shepard, que discutir con ella en estos momentos no tenía sentido. Además, aunque no lo admitiría en voz alta, su cuerpo agradecería un descanso. Y también necesitaría reponer el medigel de su brazo.

Sin más objeciones, el grupo se separó. Los cuatro heridos se dirigieron lentamente hacia la enfermería, mientras el resto del escuadrón continuaba hacia la sala de reuniones.

O al menos, así lo planeaban.

El sonido de los altavoces interrumpió la calma momentánea, seguido de la inconfundible voz de Joker resonando por toda la nave.

—Comandante. El Consejo quiere recibir su reporte de la misión en Noveria—

La línea quedó en silencio por unos segundos, los cuales, todos en el puente reconocieron como la calma antes de la tormenta. El característico pitido que marcaba el final de la transmisión nunca llegó.

Shepard apenas tuvo tiempo de cerrar los ojos con cansancio antes de que el piloto agregara, con su tono inconfundiblemente burlón:

—Usted sí que es toda una estrella, Comandante. Muy solicitada entre los políticos más importantes—

Y entonces, con un chasquido seco, la comunicación se cortó.

Como si Joker supiera exactamente lo que acababa de desatar y hubiera decidido desaparecer antes de enfrentar las consecuencias.

El puente entero quedó en un breve y expectante silencio. No hubo sorpresa, solo una mezcla de resignación y entretenimiento en los rostros de la tripulación, Pressly siendo quien lideraba el primer grupo. Todos estaban acostumbrados a las bromas y excentricidades del piloto, una anomalía dentro de la rígida estructura de la Alianza, pero una anomalía que, de alguna manera, parecía encajar perfectamente en la Normandía.

Algunos intercambiaron miradas cómplices, ya imaginando el inminente enfrentamiento entre comandante y piloto. Otros simplemente negaron con la cabeza, ocultando sonrisas divertidas, como si ya hubieran visto esta escena repetirse una y otra vez.

Maverick, por su parte, dejó escapar una leve risa nasal mientras continuaba su camino hacia la enfermería.

Joker tenía agallas, eso era innegable.

De todas maneras, siguiendo al Spartan. El revuelo quedó atrás, aislado en el puente tras cerrarse la puertas a sus espaldas, mientras Seis descendía por la pasarela. Su andar pausado, sin ninguna prisa real. La enfermería no se iba a ir hacia ninguna parte, y después del infierno que había sido Noveria, lo último que necesitaba era otro interrogatorio de Chakwas. Su cuerpo exigía descanso más que un chequeo, pero sabía que Shepard no aceptaría excusas.

Sin embargo, cuando pasó junto al ascensor, una idea cruzó por su mente:

«Lo mejor sería quitarme a Vargpald de encima primero»

Chakwas ya tenía suficiente con un krogan gruñón como paciente para además lidiar con un Spartan cargando el peso completo de su equipo de combate. Además, se había acostumbrado a la sensación de no llevar la armadura todo el tiempo. Aun si para Seis era como una segunda piel, sentir el mundo con carne y hueso le proporcionaba un tipo de relajación extraña, casi olvidada.

Su mirada se desvió hacia la enfermería justo a tiempo para ver a Garrus entrar de último, siguiendo a regañadientes a Kaidan y Wrex. No necesitaba ser un experto en lenguaje corporal turiano para notar lo poco que le entusiasmaba la revisión, aun si había terminado cediendo ante Shepard. Maverick exhaló suavemente antes de tomar una decisión.

Presionó el panel a un costado del ascensor y la puerta se deslizaron con un zumbido mecánico. Entró y se recargó contra la pared, cruzando los brazos mientras la cabina descendía con un murmullo suave.

Por primera vez en lo que pareció una eternidad, estuvo solo.

Sin el estruendo del combate, sin el peso de las órdenes, sin la necesidad de mantenerse alerta cada segundo.

El silencio era extraño.

Su mirada descendió instintivamente hacia su brazo derecho, donde el metal oscuro de Azrael reflejaba la tenue iluminación del ascensor. Algo dentro de él se tensó al notar lo inusualmente quieta que estaba la extremidad. No había vibraciones sutiles, ni la latente sensación de energía recorriendo su estructura. Ni siquiera la leve presión donde el metal se unía a su piel.

Era como si estuviera...en completo silencio.

Una sensación extraña lo invadió. No era alivio, tampoco preocupación. Era algo distinto. Algo indefinible.

Por reflejo, flexionó los dedos. El metal respondió con normalidad, articulándose con precisión, como si nada hubiera cambiado. Pero incluso así, la sensación de vacío persistía, como un eco lejano en su mente.

—Está en reposo. Es extraño...—la voz de Dot rompió la quietud de la cabina.

Su proyección holográfica apareció a su lado, flotando con su ligereza habitual. A simple vista, su postura relajada podría engañar a cualquiera, pero su tono llevaba esa pizca de curiosidad analítica que Maverick ya conocía demasiado bien.

—Pareciera que ya no le interesa continuar avanzando para consumirte —continuó— Supongo que saber que ahora lo usarás lo calmó—

Seis escuchó en silencio. Sus labios se entreabrieron ligeramente, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta, secas, sin forma. Bajó la vista de nuevo hacia su brazo, estudiando cada retorcida línea del metal como si en su reflejo pudiera encontrar respuestas.

La extremidad permanecía inmóvil. Sin el pulso latente de energía que siempre parecía recordarle su presencia. Sin aquella vibración sutil, constante, que nunca lo dejaba olvidar lo que realmente era.

Era casi...pasiva.

Un pensamiento cruzó su mente, oscuro e incómodo.

«¿Realmente se había calmado, o simplemente esperaba el momento adecuado para volver a reclamar territorio?»

Asintió ligeramente, más para sí mismo que para la IA. Sus ojos permanecieron fijos en el metal retorcido unos segundos más antes de soltar una exhalación corta y apartar la mirada.

—No deberías confiarte —añadió Dot, flotando a su alrededor con aire despreocupado, las manos entrelazadas detrás de la cabeza— Aunque no esté intentando desintegrar el medigel como hizo en la Ciudadela, deberías seguir aplicándolo con doble dosis, como has estado haciendo—

Maverick soltó un resoplido leve. No porque dudara de que tuviera razón, sino porque la idea de seguir dependiendo de medidas preventivas contra su propio cuerpo no le hacía ninguna gracia.

Dot siguió girando lentamente en el aire, con la misma actitud despreocupada de siempre. Lo que días atrás la habría mantenido fascinada; la ingeniería de la Normandía, la distribución de sus sistemas, cada circuito interconectado. Ahora parecía tan rutinario como ver a un Grunt explotar por manipular mal una granada de plasma.

Un destello cruzó su interfaz justo cuando Seis la observó de reojo.

—De todas maneras, intenta no usarlo demasiado —continuó con un tono casi clínico, aunque con un matiz burlón filtrándose al final— En el combate contra Benezia, no solo aprovechaste la energía absorbida por Azrael, también utilizaste tu energía biológica—

Maverick frunció levemente el ceño, pero Dot no le dio oportunidad de interrumpir.

—Para ser más exactos, agotaste tu ATP. Por eso sentiste fatiga y debilidad muscular—

Su tono, hasta ese momento analítico, adquirió un tinte de exagerada exasperación.

—Tuve que derivar varios nutrientes de la armadura para compensarlo, pero como el señor"no quiero gastar recursos"no se molestó en reabastecerlas, ahora estás como muerto en vida—

Rodó los ojos de forma teatral y dejó escapar un suspiro exagerado, como si fuera la única cuerda sosteniendo un barco lleno de idiotas.

—Así que hazme un favor: ve a que te chequeen, escucha cómo te dicen lo que ya sabes y luego vete a comer algo antes de que te desmayes en medio del pasillo—

Y con eso, su proyección parpadeó y se desvaneció en una luz azul.

Maverick permaneció en silencio un momento antes de bufar, esbozando una mueca entre la diversión y el cansancio. Rodó el cuello, sintiendo un breve tirón de dolor en los músculos tensos, pero lo ignoró.

Dejó caer la cabeza contra la pared del ascensor y exhaló lentamente, dejando que el aire disipara parte de su agotamiento.

Cuando las puertas se abrieron, avanzó con un paso pausado hacia la zona de carga. El rugido grave del núcleo motriz vibraba sutilmente en el aire, y el murmullo constante de la maquinaria en funcionamiento le resultó casi...relajante.

El Mako estaba en su lugar de siempre, apenas devuelto de la misión. Aún tenía restos de nieve y hielo adheridos a su blindaje, derritiéndose lentamente bajo el calor que era emitido desde ingenieria. Pequeñas corrientes de agua se deslizaban por las rendijas del suelo, filtrándose para su posterior reciclaje.

Frente al desarmador, Maverick extendió su casco hacia las garras mecánicas. Dot se transfirió al sistema en un instante, activando los protocolos de almacenamiento y mantenimiento. Con las manos libres, se deshizo del resto de su equipo con precisión casi mecánica: su kukri, la magnum y el cinturón con los cargadores y dispositivos auxiliares, cada uno colocado meticulosamente sobre la mesa cercana.

Era un proceso automático, casi ritualístico.

Finalmente, avanzó hacia el centro del desarmador y se quedó quieto. Un zumbido suave llenó el aire mientras las garras mecánicas entraban en acción, desacoplando la armadura pieza por pieza. A medida que el peso de la coraza desaparecía, sintió un ligero temblor en sus extremidades, la respuesta natural de sus músculos tras la tensión prolongada del combate.

Exhaló lentamente. El alivio fue inmediato, pero no sin ciertas punzadas de dolor recorriendo su sistema. Ahora libre del blindaje, estiró cada extremidad con movimientos controlados, ignorando la rigidez que se aferraba a sus articulaciones.

Y entonces, una voz familiar rompió el silencio.

—Así que aquí te escapaste—

No necesitaba girarse para reconocerla.

Maverick volvió la cabeza en dirección a la voz y, tal como lo esperaba, la silueta de Tali apareció ante él.

Estaba sentada sobre la mesa metálica, con una pierna cruzada sobre la otra, los dedos trazando pequeños círculos sobre la superficie sin aparente razón. Su visor reflejaba las luces frías del hangar, pero su postura relajada contrastaba con la intensidad de su mirada, fija en él con una mezcla de curiosidad y...¿acaso era reproche?

Seis le dedicó una sonrisa sutil, apenas perceptible, pero presente.

Saliendo del desarmador con pasos tranquilos, avanzo hasta quedar frente a ella. Sin embargo, su mirada se desvió momentáneamente hacia la mesa a su lado. Sobre la superficie metálica, prolijamente doblada, descansaba la ropa que le habían entregado.

Sin apurarse, giró ligeramente en su dirección, como si aún estuviera debatiéndose entre responderle o dejar que el silencio hablara por él. Luego, con movimientos metódicos, comenzó a vestirse. La fibra que lo recubría quedó ajustada bajo la tela del uniforme, encajando sin problemas.

En un gesto casi inconsciente, imitó a la doctora Chakwas: desató el nudo, ya flojo, de su cabello con un movimiento fluido y lo volvió a atar con la misma precisión con la que alisaba cada pliegue de su uniforme. Todo sin pensarlo demasiado, como si su cuerpo ejecutara una secuencia programada. Aunque para el era catártico el proceso, tomándose todo el tiempo posible para asegurarse de que todo encajara a la perfección.

Ella no dijo nada. No se movió de su posición sobre la mesa, limitándose a observarlo en silencio. Pero no era un silencio incómodo, ni siquiera expectante. Era un silencio pensativo, como si estuviera esperando que él hablara primero.

Al terminar, Maverick tomó su cinturón y lo aseguró con un solo tirón firme. La vaina de su kukri y la funda de la magnum encontraron su lugar, ajustadas a su cadera con la misma naturalidad con la que un soldado respira.

Finalmente, giró hacia ella.

—No me escapé. Solo me quité a Vargpald de encima—

Su tono era neutral, pero un matiz de diversión se filtró en sus palabras.

Tali inclinó ligeramente la cabeza y, sin necesidad de responder, saltó de la mesa con un movimiento ágil. Sin preámbulos, ambos comenzaron a caminar hacia el ascensor, sus pasos resonando con un ritmo pausado contra el suelo metálico del hangar.

—Eso ya lo veo —respondió la quariana con un tono ligero, mientras activaba el panel del elevador.

La cabina se cerró tras ellos con un leve zumbido, iniciando el ascenso hacia el comedor.

—Shepard tuvo que detener la reunión, así que decidí ver cómo estabas. Y como no te encontré en la enfermería, pues...deduje que estarías aquí—

Su voz mantenía una tranquilidad natural, pero Maverick captó el sutil matiz de diversión al recordar el incidente en el puente con Joker. También notó el ligero cambio en su postura cuando mencionó a la comandante, como si estuviera reprimiendo una sonrisa tras su visor.

Sin embargo, la ligereza en su actitud se desvaneció en un instante.

Su mirada bajó sutilmente hacia su brazo derecho.

No fue un movimiento brusco ni exagerado, pero Maverick lo notó. Como si algo que había estado rondando en su mente durante toda la misión hubiera regresado con más fuerza al ver el metal oscuro de Azrael envolviendo su extremidad..

Tali carraspeó distraídamente, un sonido extraño al ser filtrado por su modulador, casi metálico y vacilante.

—Entonces...¿qué fue lo que sucedió? —preguntó, con un tono que intentaba ser casual, pero que no lograba ocultar la cautela en su voz — Jamás vi algo parecido, pero contigo estoy abierta a cualquier cosa...—

Intentó darle un matiz ligero a sus palabras, pero eligió con sumo cuidado cada una, como si temiera decir algo que pudiera alterar al Spartan.

Seis giró ligeramente la cabeza en señal de atención, dejando que ella continuara. Su mirada permanecía fija al frente, su expresión inmutable, una máscara de neutralidad que no daba ninguna pista de lo que realmente pensaba.

Tali titubeó por un instante antes de hablar de nuevo, como si las palabras se le quedaran atrapadas en la garganta.

—...Aun así, creo que lo que hayas hecho, te dañó —su voz bajó un tono, más analítica, más seria—Y está relacionado con ese metal oscuro. Nunca te lo sacas...—

Se detuvo por unos segundos, claramente pensativa, midiendo cada frase antes de continuar.

—...Aunque empiezo a creer que no eres capaz de ello—

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, acompañadas por el leve zumbido del ascensor. Sus ojos, ocultos tras la visera del casco, se mantenían fijos en él, esperando cualquier tipo de reacción.

Maverick, aunque externamente inexpresivo, sentía su mente trabajando a toda velocidad. Buscaba una salida, una forma de desviar la conversación o de darle una respuesta que la satisficiera sin revelar demasiado. Pero, en el fondo, sabía que ya era inevitable ocultar por más tiempo la verdad sobre Azrael.

Exhaló lentamente, sintiendo el peso de la decisión asentarse en sus hombros. Giró hacia ella con suavidad, asintiendo apenas.

Por primera vez, sus facciones siempre imperturbables, dejaron entrever algo más profundo: una duda latente, una sombra de temor que le secaba la garganta mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

Finalmente, con una resignación silenciosa, Maverick levantó su mano derecha.

El metal oscuro de Azrael resplandecía débilmente bajo la tenue iluminación del ascensor. Sus dedos, alargados en garras afiladas y retorcidas, ya no parecían simples extensiones de su armadura. Había algo distinto en ellos. Algo más profundo. Más vivo.

Mantuvo la mano en alto unos segundos más, su mirada fija en la visera de la quariana, analizando su reacción con la precisión de un soldado...y la vulnerabilidad de un hombre que rara vez se permitía ser visto.

—¿Te acuerdas cuando hablamos en el ventanal? —preguntó, su voz más serena de lo que realmente sentía.

Tali asintió suavemente. No se alejó. No vaciló. Su postura era expectante, pero no tensa. No había miedo en ella.

Maverick inhaló profundamente antes de continuar.

—Hay cosas que no puedo contar...y no es solo porque no quiera —Su tono descendió, cargado con un peso invisible— Si supieran más sobre mí...todo cambiaría. Y no hablo solo del equipo—

Hizo una pausa, las palabras volviéndose más difíciles de pronunciar, como si cada sílaba le costara un pedazo de algo que no estaba listo para ceder.

—No quiero perder esto. No después de haberlo conseguido—

Su voz se desvaneció con la última frase, agotada, como si el aire mismo se le escapara junto con sus pensamientos. Su mano descendió lentamente, y su mirada se desvió hacia un costado, evitando la de Tali, como si incluso admitir aquello fuera conceder demasiado.

Pero antes de que pudiera procesarlo, sintió algo.

Unas manos.

Pequeñas en comparación con las suyas, pero firmes. Seguras.

Tali sujetó su brazo con ambas manos, elevándolo con suavidad hasta la altura de su pecho. Su agarre no era fuerte. No intentaba forzarlo ni someterlo. Pero tampoco era débil. Era un sostén. Un ancla.

—Maverick...—Su voz era baja, dulce, pero con un filo escondido bajo la suavidad— No tienes que contarme nada si no confías...o si temes que todo empeore—

Hizo una pausa, reforzando el agarre con una determinación que no necesitaba palabras.

—Pero al menos...permite que te ayuden. Deja de esconderte—

Era tan simple y directo que Seis se quedó en blanco.

Por un momento, su mente no pudo procesar nada más. Ni las palabras, ni la expresión decidida de Tali, ni siquiera la presión de sus dedos sobre el frío metal de Azrael. Fue como si su cerebro hubiera colapsado, congelando la escena en un único instante que se extendió más allá de su duración real.

La miró. No como un soldado analizando amenazas, ni como un Spartan entrenado para desglosar tácticas en cada movimiento. Solo...la miró. Y entonces, antes de que pudiera evitarlo, un suspiro escapó de sus labios en una exhalación apenas audible.

Una sonrisa.

Pequeña, esquiva. Apenas un atisbo de emoción que luchaba por manifestarse en su rostro, como si la misma idea de sonreír fuera algo ajeno, casi olvidado. Pero genuina.

Y Tali, por primera vez, la vio.

El impacto fue inmediato. Aunque su postura permaneció firme, la sorpresa destelló en su cuerpo con la sutileza de un eco. Porque, en todo el tiempo que llevaban juntos, jamás lo había visto así.

Su convicción titubeó. No en su agarre ni en su actitud, sino en algo más profundo, más imperceptible. Un quiebre minúsculo en sus expectativas, en la imagen que había construido de Maverick.

Era apenas un gesto, una curvatura discreta en sus labios. Pero verlo en él...verlo en Seis...era como presenciar algo imposible.

Tali se quedó inmóvil, atrapada en esa fracción de segundo en la que su mente intentaba procesar lo que tenía frente a ella. No era miedo, ni incomodidad. Era asombro. Una desconexión entre lo que creía conocer y la realidad que se desplegaba ante sus ojos.

Maverick siempre había sido una fortaleza impenetrable, un guerrero de semblante pétreo y emociones desterradas a la distancia. Su humanidad había sido un concepto abstracto, algo que se insinuaba en sus actos, pero nunca en sus gestos y palabras. Y ahora, en un escenario que evocaba aquel instante en el compartimiento, algo cambió.

Un destello de algo más allá del soldado. Más allá del Spartan.

Tali no podía verlo tras el visor, pero Maverick notó el sutil cambio en su postura, el leve ajuste en la presión de sus manos sobre su brazo. Un reflejo inconsciente de su desconcierto.

El aire entre ellos se densificó. No incómodo, pero cargado de una energía indefinida, un matiz que ninguno de los dos sabía nombrar.

Maverick sostuvo su mirada un momento más antes de exhalar con suavidad. Luego, bajó la vista hacia el agarre de la joven sobre su extremidad metálica.

Pero no se movió. No la apartó.

No esta vez.

—Confío en ustedes...incluso más de lo que yo mismo creo hacerlo —murmuró, su voz baja, desprovista de la firmeza habitual.

El silencio volvió a asentarse entre ellos, denso, expectante. Solo el ronroneo constante del núcleo motriz y el zumbido del ascensor rompían la quietud, como un latido mecánico en las entrañas de la nave. Por un instante, incluso la Normandía pareció contener la respiración, aguardando sus palabras.

Maverick cerró los ojos un momento. No por cansancio, ni por duda, sino para ordenar el caos en su mente. No solo buscaba las palabras correctas...sino la voluntad para pronunciarlas.

Inhaló profundamente. Exhaló con control.

Decidido.

Frente a él, Tali apretó ligeramente su agarre en su brazo, un gesto sutil, incitándolo a continuar. A través del cristal púrpura de su visor, sus ojos brillaban con intensidad, como estrellas atrapadas en la vastedad de una nebulosa distante.

Y entonces, sin más preámbulos, Maverick rompió el silencio.

—Tali...necesito tu ayuda—

El ascensor se detuvo con un leve estremecimiento. Un chasquido metálico marcó la apertura de la compuerta, rompiendo la burbuja de intimidad que se había formado entre ellos.