La Caída/R


El cañón MAC rugía sobre la estación, su estructura colosal apenas visible entre las nubes de humo y el fuego que devoraban Reach. El teniente Spartan III, conocido simplemente como Noble Seis, permanecía firme en la consola de disparo. Sus ojos estaban fijos en la pantalla mientras ajustaba el objetivo hacia el crucero Covenant que dominaba el horizonte.

—¡Teniente, dispare al crucero o nos destruirá! — La voz del técnico resonó en los altavoces, cargada de urgencia.

Sin vacilar, apuntó al estómago de la nave enemiga. Apretó el gatillo con precisión quirúrgica, y un destello cegador iluminó el cielo. Por un momento, no hubo nada más que blanco. Luego, el rugido de la explosión sacudió el campo de batalla, y los restos del crucero comenzaron a caer como brasas incandescentes hacia la superficie arrasada.

El Pillar of Autumn despegó, elevándose hacia las estrellas con una elegancia que parecía fuera de lugar en medio de tanta destrucción. Soltando los controles del arma, dejo escapar un suspiro contenido. Subiéndose a la estructura del cañón, busco una mejor vista del horizonte. Allí, observo cómo la última nave de Reach se alejaba hacia el vacío, cargando consigo la posibilidad de un mañana.

—Buen trabajo, teniente. Le deseo suerte. — La voz del comandante Keyes llegó a través del intercomunicador, tan firme y confiada como siempre.

Observando la lluvia de muerte frente a el, su voz hablo baja pero cargada de determinación.
—Cumpla su palabra, comandante... y recuerde a mi equipo—

El canal se llenó de estática, y la comunicación se cortó. De nuevo, estaba solo.

Descendió por las escaleras metálicas que conectaban la plataforma de disparo con el resto de la estación. Su mirada se desvió hacia la derecha al ver un cuerpo conocido: Emile. Yacía inmóvil, pero incluso en la muerte, parecía un guerrero invencible. Su torso había sido atravesado por un arma de plasma, y dos élites descansaban junto a él. Uno de ellos tenía el kukri de Emile clavado en el cuello, un último recordatorio de la ferocidad de su compañero.

Se arrodilló junto al cuerpo, su guante descansando sobre el hombro del Spartan caído.
—Espero que no te moleste... — murmuró. Quitó con cuidado la hombrera donde Emile guardaba su cuchillo y recuperó el kukri ensangrentado. Su hoja, teñida del púrpura de la sangre alienígena, todavía conservaba su filo mortal.

—Teniente, ¿Cuál será su próximo movimiento? — La voz robótica de Dot interrumpió sus pensamientos. Irónicamente, su tono era muchísimo mas familiar y humano que cuando la había conocido.

Seis limpió la hoja con un paño improvisado antes de envainarla en su propio hombro —Siendo sincero, Dot...no lo sé— Se puso de pie lentamente, su mirada fija en el horizonte.

Le dio un último apretón al hombro de Emile, como un gesto silencioso de despedida, antes de alejarse de la plataforma. Las luces parpadeaban débilmente en la estación mientras sus pasos resonaban en las pasarelas metálicas. Por encima de su cabeza, el cielo de Reach ardía con el fuego de la guerra, al menos, una que se había librado en su superficie.

Pero incluso en medio de la destrucción y la tierra quemada, había alguien aun de pie, respirando su aire toxico

Horas, tal vez días, habían pasado desde que la última nave, el Pillar of Autumn, escapó de Reach. Seis caminaba solo entre las ruinas de lo que alguna vez fue una vibrante resistencia humana. El cielo estaba teñido de humo y fuego, una sombría evidencia de la implacable destrucción del Covenant.

En todo ese tiempo, no había encontrado rastro de otros sobrevivientes humanos, solo cadáveres y escombros. Cada paso lo llevaba más profundamente a un paisaje desolador, y cada encuentro con el enemigo solo reforzaba la sensación de que la derrota era inevitable.

Sus músculos, diseñados para soportar cargas extremas, comenzaban a quejarse. Incluso para un Spartan, la fatiga era un adversario implacable. Pero no se permitía detenerse. En su trayecto, cada alienígena que encontraba era eliminado con una precisión brutal.

—Teniente, sigo trabajando en una posible vía de escape —la voz de Dot, su compañera IA, resonó en el casco — Pero la falta de satélites operativos está complicando el rastreo de cualquier opción viable—

Seis no respondió de inmediato. Sus ojos se movían de un lado a otro, siempre alerta. El casco amplificaba el ruido de sus pasos sobre el suelo destrozado, mientras los restos de un centro de operaciones se alzaban frente a él.

—Dot, no quiero aferrarme a falsas esperanzas —respondió finalmente, su voz cargada de cansancio.

A su alrededor, el lugar estaba lleno de cuerpos. Spartan III y soldados de asalto yacían juntos, formando un testimonio silencioso de una resistencia feroz pero infructuosa. Se detuvo frente a una pared de concreto que, milagrosamente, seguía en pie. Su radar mostró puntos rojos: enemigos.

Con un movimiento fluido, desbloqueó su rifle de asalto y se acercó sigilosamente. Al llegar a una ventana, saltó por ella y aterrizó con fuerza sobre un desprevenido grunt, matándolo al instante. Un élite cercano reaccionó, sacando su pistola, pero Seis ya estaba en movimiento. Lanzó una granada hacia dos jackals que se escondían detrás de él, destrozando sus escudos y matando a uno.

Sin perder tiempo, salió de su cobertura y disparó una ráfaga precisa al jackal restante, perforándole el cráneo. El élite, enfurecido, cargó en su contra blandiendo una espada de plasma. Seis retrocedió, quitándole una de las granadas que portaba el cuerpo del grunt muerto.

Cuando el élite estaba lo suficientemente cerca, Seis golpeó su cabeza con la culata del rifle, aturdiéndolo, y pegó la granada a su pecho antes de buscar cobertura. Sin mas tiempo para pensar, y esquivando un disparo de plasma, tomo a un pobre grunt desprevenido, usandolo como escudo improvisado. La explosión consumió al élite, junto con su cobertura viviente.

Soltando el cuerpo calcinado, inspeccionó su rifle de asalto. El plasma lo había dañado gravemente, y después de sacar las balas útiles, lo descartó con un suspiro molesto.

—Voy a necesitar otro rifle —murmuró mientras continuaba su camino, buscando entre los cuerpos destrozados de Spartans y soldados.

Eventualmente, llegó a un pequeño pueblo en ruinas. Una torre inclinada por el peso de los escombros destacaba en el horizonte. Al escalarla, encontró una DMR. La inspeccionó con cuidado; estaba en buen estado y tenía munición suficiente. Pero antes de que pudiera guardar el arma, el sonido de motores en el aire captó su atención.

Un Banshee volaba bajo, y las naves del Covenant lo siguieron de cerca. Seis supo al instante que lo habían visto.

—Aquí vamos de nuevo... —murmuró.

El Spartan fijó la mirada en el horizonte. El paisaje roto de Reach le recordó a su planeta natal, otro mundo destruido por el implacable avance del Covenant. Cerró los ojos por un instante, dejando que los recuerdos lo envolvieran: el equipo Noble, las risas, las pérdidas, todo lo que había quedado atrás en esos meses de lucha. La primera misión juntos, aquella charla con Carter en el Falcon... Momentos que ahora parecían ecos distantes. Era curioso cómo el destino lo había llevado hasta este final: aprendiendo a dejar de ser ese "lobo solitario" solo para verse forzado a volver a serlo en medio de la devastacion.

De todas formas, aprendió muy joven que la vida de un Spartan no era para ser vivida; era para ser sacrificada.

Apretando la DMR con fuerza, respiró hondo antes de saltar hacia el pueblo. Los grunts y élites comenzaron a descender de las naves, listos para enfrentarlo.

El primer disparo de Seis alcanzó a dos grunts, sus cuerpos cayendo al suelo con un ruido seco. Un élite cargó hacia él, pero el Spartan activó su modulo jetpack, elevándose mientras disparaba. Los escudos del élite colapsaron antes de que Seis lo abatiera con precisión mortal.

Mientras estaba en el aire, un grupo de tres jackals le disparó, reduciendo sus escudos al 30%. Al aterrizar, disparó rápidamente a las manos expuestas de los jackals, eliminándolos uno por uno. Recargó su DMR; quedaban 34 rondas.

Un rugido profundo lo hizo girar la cabeza. Un zealot, acompañado por dos jackals y cuatro grunts, emergió de la nube de polvo.

—Antes de morir, me llevaré a decenas de ustedes —murmuró Seis, su tono firme y decidido.

La batalla fue feroz. Usando cada recurso, el Spartan lanzó granadas, disparó con precisión y se enfrentó cuerpo a cuerpo. Cuando el zealot lo flanqueó, Seis rodó por el suelo hacia su magnum caída, disparándole a quemarropa hasta que el alienígena finalmente cayó.

De pie sobre el cadáver del alien, Seis respiró profundamente, agotado pero determinado. El aire a su alrededor estaba impregnado de cenizas y el olor metálico de la sangre mezclada con el plasma quemado. Los restos de la batalla reciente crujían bajo sus botas, mientras pequeñas chispas brotaban de los cadáveres de los jackals y grunts esparcidos por el suelo.

Al levantar la mirada, vio cómo más naves del Covenant invadían el cielo rojo. Los reflejos oscuros de los Banshees y las sombras de los Phantoms proyectaban un espectáculo siniestro en el paisaje destrozado. El ruido de los motores se mezclaba con los aullidos de guerra que ahora lo rodeaban, una cacofonía que se intensificaba con cada segundo.

Seis giró lentamente, evaluando su entorno. Las ruinas del pueblo, que antes ofrecían una ilusión de refugio, ahora se habían convertido en un campo de muerte. Las hordas alienígenas avanzaban desde todos los flancos, sus siluetas apenas visibles entre la bruma y el polvo levantado por las explosiones recientes. El Spartan apretó el rifle de plasma recién recogido, sintiendo su peso como un recordatorio tangible de que debía seguir adelante.

Negándose a convertirse en un cadáver más en el cementerio que era Reach, se comunicó con su única compañera.
—Dot, ¿sigue en pie lo de encontrar una salida? —preguntó, su tono tenso pero controlado.

La voz de Dot se materializó en su casco, rápida y directa.
—Podría haber una opción en el laboratorio de la doctora Halsey. Hay anomalías detectadas en las excavaciones más profundas—

El Spartan asintió ligeramente, aunque nadie podía verlo. Ajustó la DMR en su espalda y comenzó a moverse con determinación. Cada paso resonaba en las calles abandonadas, sus botas golpeando el pavimento agrietado. La adrenalina seguía bombeando por su cuerpo, manteniéndolo alerta mientras sus ojos escaneaban constantemente los alrededores.

Reach estaba perdido. Cada edificio derrumbado, cada calle cubierta de escombros, era un recordatorio de la devastación que había sufrido el planeta. Pero mientras Seis pudiera respirar, luchar y avanzar, la rendición no era una opción.

El Spartan aceleró el paso, adentrándose en un paisaje que parecía una mezcla entre un cementerio y un campo de batalla interminable. El sol moribundo arrojaba un resplandor naranja sobre el horizonte, iluminando las sombras de las naves Covenant que patrullaban por encima de su cabeza. En su visor, las lecturas intermitentes del radar confirmaban que su camino estaba plagado de hostiles.

—¿Qué clase de anomalías, Dot? —preguntó mientras cruzaba un callejón lleno de restos de vehículos militares destruidos.

—Energías desconocidas, pero los registros sugieren que Halsey estaba interesada en ellas antes de que todo se desmoronara —respondió la IA, su tono medido pero lleno de una ligera urgencia— Es probable que el Covenant también este interesado, lo que significa que no estaremos solos—

Seis apretó los labios bajo el casco. Había aprendido a desconfiar de cualquier mención de "energías desconocidas". Sin embargo, cualquier posibilidad, por pequeña que fuera, de escapar de este infierno merecía ser explorada.

A medida que se acercaba a la salida del pueblo, la intensidad de los ruidos alienígenas disminuyó ligeramente, aunque el eco de las naves todavía resonaba sobre él. El Spartan giró la cabeza una última vez, observando el lugar donde había luchado. Las llamas aún ardían en algunos puntos, y las sombras alargadas de los cadáveres marcaban el suelo como un testamento silencioso de su resistencia.

Apretó el arma en sus manos y exhaló con fuerza.

Tras días de agotadora caminata, Seis finalmente llegó al laboratorio en ruinas. El lugar, antaño un emblema de innovación y descubrimiento, era ahora un desolador paisaje de escombros y destrucción. Las estructuras destrozadas se alzaban como esqueletos contra el cielo gris, y el silencio opresivo era roto solo por el crujir de sus botas al pisar los restos del edificio.

Se detuvo un momento para observar su entorno, dudando de que algo hubiera sobrevivido al desastre. Las probabilidades de encontrar una salida viable de Reach parecían desvanecerse con cada paso. Sin embargo, Dot lo había guiado hasta allí, y su instinto le decía que debía confiar en ella.

Avanzó con cautela entre los escombros, pero el ruido de pasos y gruñidos lo alertó. Antes de que pudiera reaccionar, un grupo de elites y cinco grunts emergieron de las sombras, apuntando directamente hacia él y abriendo fuego sin vacilar.

—Llegaron antes —murmuró Seis, lanzándose hacia la cobertura más cercana mientras las bolas de plasma explotaban a su alrededor.

La puerta que había marcado su compañera estaba justo delante de él, pero estaba cerrada. Golpeando el panel lateral con frustración, gritó:
—Dot, necesito tu ayuda aquí—

—Tardaré unos minutos, Seis —respondió la IA con su tono característico, calmado y monótono.

—¡Mierda! —gruñó, mientras devolvía el fuego con precisión.

Las granadas comenzaron a llover sobre su posición, haciendo que el calor del plasma derritiera la cobertura que lo protegía. La intensidad del ataque lo forzaba a moverse constantemente, su entrenamiento especial siendo la única razón por la que seguía con vida.

Un grunt con un lanzador de plasma apareció detrás de la línea de fuego y disparó antes de que Seis pudiera reaccionar. El proyectil explotó a pocos metros de distancia, destrozando su cobertura y llevando sus escudos al límite. En medio del humo y el caos, un elite aprovechó la oportunidad para lanzarse contra él, derribándolo al suelo con un golpe brutal.

El alienígena levantó su pistola de plasma, apuntando directamente a su cabeza. Con reflejos refinados, Seis golpeó el arma, desviando el disparo antes de conectar un puñetazo directo al casco del elite, rompiendo sus escudos. Sin embargo, la explosión del proyectil desviado le quemo parte del casco y cuello. Conteniendo algún quejido de dolor, intento levantarse, pero el contrataque del elite enfurecido no lo permitió; una patada en el pecho rompió los ya debilitados escudos de Seis y lo lanzó hacia atrás, su casco absorbiendo el impacto contra un montículo de escombros, dejando grietas en el visor.

Tendiéndose en el suelo, rodó rápidamente hacia su DMR, agarrándola justo a tiempo. Giró sobre sí mismo y disparó tres veces a quemarropa contra el elite, las balas perforando su cráneo, derribándolo al instante.

Levantándose con esfuerzo, cojeó hacia una nueva cobertura mientras los disparos seguían lloviendo a su alrededor. Su respiración era pesada, y el visor roto complicaba su visión.
— ¿Cuánto falta para que abras la puerta? —preguntó con voz rasposa mientras sentía el dolor del plasma quemando partes de su armadura.

—Estado crítico; Spartan en peligro. Sistemas de armadura; escudo de energía, dañados —informó la IA, con tono mas urgente.

—¡Dot! —gritó Seis, esquivando otro disparo del grunt con lanzador de plasma que explotó a pocos metros de él, haciéndolo rodar por el suelo mientras las placas de su brazo izquierdo se derretían —Listo, Seis. Entra, rápido— Sin perder un segundo, lanzó sus dos últimas granadas hacia las fuerzas del Covenant, obligándolos a dispersarse. Aprovechando el caos, corrió hacia la puerta y se deslizó dentro justo antes de que se cerrara con un fuerte chasquido. Los golpes de los elites afuera resonaron en el metal, pero no pudieron forzar su entrada.

Seis se dejó caer contra una pared, jadeando pesadamente mientras intentaba calmar su respiración —Bien...¿Qué estamos buscando? —preguntó finalmente, desabrochando y tirando la hombrera dañada por el plasma.

—Estamos buscando una anomalía que comenzó a emitir señales después de la partida del Pillar of Autumn. Podría estar relacionada con tecnología Forerunner —explicó la IA.

Rebuscando entre un casillero abandonado, encontró una DMR en buen estado junto a un rifle de asalto. Los examinó rápidamente antes de cargarlos y llenarse de munición. Desechando el que había estado usando durante su viaje.
—No entiendo cómo esto puede ayudarme a escapar de Reach, y ¿Qué es ''forerruner''? —dijo, ajustándose el rifle a la espalda. Dot respondió con una nota de cautela —No estoy completamente segura, apenas tengo información recopilada del Covenant sobre ellos, pero la anomalía podría ser una puerta...o una forma de transporte. Es una posibilidad, aunque peligrosa— Suspirando, Seis comenzó a moverse entre los escombros de lo que una vez fue el laboratorio de la doctora Halsey —Este lugar está hecho polvo. No entiendo cómo algo pudo sobrevivir a la explosión que hicimos aquí—

—La señal apareció después de que destruyeran todo y comenzó a emitirse hace unos días. Es lo único que tenemos —replicó Dot. Confiando en su única aliada, ajustó su casco agrietado y continuó avanzando. Reach estaba en ruinas, pero aún quedaba una pequeña chispa de esperanza, enterrada en las profundidades del laboratorio destruido.

La señal se hacía cada vez más fuerte con cada paso que daba. Seis había dejado atrás cualquier rastro de excavaciones humanas hace tiempo; el terreno ahora era completamente diferente. Estaba avanzando por un laberinto de cuevas que parecían haber sido creadas de manera natural... aunque algo en ellas resultaba extraño, como si hubieran sido moldeadas con un propósito específico.

El ambiente era pesado, y el Spartan veía cómo su radar fallaba intermitentemente, mientras su escudo energético fluctuaba de manera errática. A veces se cargaba al máximo, solo para descargarse al instante sin razón aparente.

—¿Cuánto falta, Dot? —preguntó, su tono una mezcla de agotamiento y alerta.

—Estamos a unos 200 metros de la anomalía, Seis —respondió, su voz calmada pero teñida de una nota de tensión.

El suelo bajo sus botas se tornaba más liso con cada paso, y las paredes, antes rugosas y naturales, adquirían una textura pulida que no encajaba con la apariencia de una cueva natural. Pronto, una luz brillante apareció a lo lejos, destacando en el opaco ambiente subterráneo.

Seis se detuvo y alzó su rifle, apuntando hacia la fuente de la luz. Sus escudos chisporroteaban, incapaces de mantener una carga constante. Sabía que cualquier enfrentamiento en estas condiciones sería potencialmente letal. Avanzó con cautela, sus pasos resonando suavemente en el espacio cada vez más amplio.

A medida que se acercaba, la luz reveló una puerta metálica de diseño desconocido, rodeada de luces que parpadeaban en un ritmo regular, casi hipnótico. Su estructura era imponente, una mezcla de ingeniería y arte que desafiaba cualquier tecnología que Seis hubiera visto antes.

Intentó abrirla, pero un campo de energía bloqueó el acceso, su brillo azul iluminando momentáneamente su rostro bajo el casco.

—¿Alguna idea, Dot? —preguntó, inspeccionando los alrededores mientras mantenía su rifle alzado.

La voz de la IA tardó un segundo más de lo habitual en responder.
—No estoy segura, Seis, pero parece haber un panel al lado de la puerta. Podrías intentar interactuar con él—

Siguiendo la indicación, Seis localizó el panel: una superficie lisa con un contorno luminoso que proyectaba un leve resplandor hacia el suelo. Dudando, desenvaino el kukri de Emile. Su metal reflejando la luz que emanaba del aparato en frente suyo. Posando el filo, corto las fibras que recubrían su piel, quitándose el guante y revelando la piel curtida de su mano. Lentamente, la colocó sobre el panel.

Al contacto, el campo de energía se desactivó con un zumbido que reverberó en las paredes. La puerta se abrió lentamente con un sonido profundo y resonante, como si el metal respirara. Seis se apresuró a envainar la cuchilla, su rifle apuntando hacia la abertura mientras avanzaba con cautela.

El interior era sorprendente. Parecía un búnker de alta tecnología, repleto de dispositivos que no podía identificar. Consolas holográficas flotaban en el aire, y las paredes brillaban con circuitos dorados que pulsaban como si tuvieran vida propia. Armas de diseño desconocido estaban cuidadosamente colocadas en soportes, como esperando ser usadas.

De repente, un pitido suave llenó el aire, aumentando en intensidad hasta que una esfera dorada flotó desde el fondo de la sala. Su superficie reflejaba la luz de la habitación, y un ojo azul brillante en su centro se enfocó directamente en Seis.

—Saludos, Reclamador —dijo una voz, clara y autoritaria, que emanaba de lo que parecía un holograma.

Seis no respondió de inmediato, sus ojos analizando la extraña forma mientras su agarre sobre el arma se tensaba.
—Dot, ¿sabes qué es eso? —preguntó finalmente.

Para su sorpresa, ella no respondió. El silencio lo alarmó de inmediato, su postura se volvió más rígida, y su dedo rozó el gatillo —Tranquilo —dijo la figura dorada, con una calma desconcertante — Su IA es demasiado limitada para interactuar con un Reclamador. Por eso...— La pausa hizo que frunciera el ceño. Su tono se volvió más severo —¿Qué le hiciste a Dot? —gruñó, apuntándolo directamente con su rifle. Aun con el punzante ardor que le afectaba, su juicio aun no se había nublado completamente, conteniendo las ganas de dispararle por su compañera —No hay necesidad de usar la fuerza. Estoy mejorando su asistente inteligente para que esté a la altura de un Reclamador como usted. Mantendrá su nombre y programación si lo prefiere —explicó, su tono impasible y sin rastro de amenaza.

Seis permaneció inmóvil, considerando sus palabras. Tras un momento, soltó un suspiro y bajó ligeramente el arma —Bien...pero si llegas a cambiarle un solo detalle, no dudare en acabar contigo— Amenazo, casi cortando a la IA con la mirada bajo su visor fragmentado.

La esfera guardó silencio por unos segundos, como si procesara su respuesta. Luego, emitió un leve zumbido, dirigiéndose al centro del lugar, continuo con lo que fuera que estuviera haciéndole a compañera.

El hombre lo observo en silencio, sin perderlo de vista. Su desconfianza permaneciendo alta, pero sabiendo que podría contener respuestas... o, al menos, una salida de aquel infierno.

Seis exploraba el vasto complejo mientras la IA Forerunner continuaba trabajando en la mejora de Dot. Las estructuras a su alrededor eran imponentes, formadas por líneas de energía que brillaban como si el propio lugar estuviera vivo. Las sombras se alargaban bajo la tenue luz azulada que emanaba de las paredes, creando una atmósfera de misterio que solo añadía a su cautela.

De repente, la voz calmada de la IA rompió la tranquilidad.
—Reclamador, ¿le gustaría descansar? Mis escaneos indican altos niveles de estrés, un pulso elevado y múltiples daños en su cuerpo—

Seis giró hacia la esfera dorada, su mirada fija bajo el visor del casco. Su tono fue frío y firme.
—No confío en ti. No haré nada hasta que Dot vuelva—

La IA pareció comprender, inclinándose ligeramente antes de flotar hacia otra sección del lugar. La ausencia de su presencia devolvió la calma al entorno, pero no trajo consuelo al Spartan. Aunque cada fibra de su ser le pedía mantenerse alerta, el no podía ignorar el agotamiento que se acumulaba en sus músculos. Protestaban con cada movimiento, y su armadura, normalmente una extensión de su cuerpo, ahora se sentía como un peso muerto.

Viendo de reojo a la figura flotante, medito durante un rato su propuesta. Convenciéndose cuando, mientras caminaba por el recinto, una de sus piernas se desplomo ante su peso repentinamente, perdiendo el equilibrio. Usando su DMR como si fuera un bastón, se irguió, apoyándose contra una de las paredes, fría y lisa al tacto, dejando que sus músculos descansaran.

Pero no encontró paz. En la oscuridad, los recuerdos lo asaltaron como una tormenta: los rostros de sus compañeros aparecieron uno a uno, seguidos por sus voces, gritándole en agonía. Una especialmente se destacó entre el caos: la de Kat, afilada y cruel, como si buscara perforar su misma alma.
—Nunca mereciste ser un Noble. Solo reemplazaste al verdadero Seis. La ONI te envió para destruirnos, ¿verdad?—

La culpa lo golpeó con fuerza. Apretó los dientes bajo el casco, luchando contra las emociones que amenazaban con abrumarlo. Su respiración se aceleró, y sus puños se cerraron con tal fuerza que las juntas de su armadura chirriaron. Las palabras de Kat, aunque eran solo un eco en su mente, se sentían demasiado reales. Había fallado. No había podido salvar a ninguno de ellos. El peso de sus responsabilidades, de las vidas que habían confiado en él, era un fardo que parecía aplastarlo más con cada segundo. Su casco ocultaba su rostro, pero no podía enmascarar el dolor que sentía.

Seis abrió los ojos de golpe, respirando profundamente para calmarse. Su mirada recorrió el vasto y extraño lugar, buscando algo, cualquier cosa, para distraerse de los fantasmas que lo perseguían. Pero el silencio seguía allí, y con él, la carga de su propia consciencia.

De repente, una sensación inusual lo hizo parpadear. Líquido tibio comenzó a recorrer sus mejillas, empañando su visión. No supo si era el sudor acumulado por el cansancio o algo más profundo que finalmente había encontrado una grieta en su armadura emocional. Pero, como si quisiera barrer cualquier señal de debilidad, levantó rápidamente una mano para limpiarse el rostro bajo el casco.

Un suave zumbido lo alertó, y sus músculos reaccionaron antes que su mente. Tomó su rifle y giró sobre sus talones, apuntando al origen del sonido. Frente a él, la IA forerunner flotaba con su brillante forma dorada, irradiando una calma inquietante.

—Reclamador, tranquilo. No le haré daño —dijo con un tono apaciguador al notar el arma apuntándole.

Seis exhaló profundamente, bajando el rifle con evidente cansancio y lo aseguró en su espalda.
—¿Qué sucede? —preguntó, su voz áspera por la fatiga.

La esfera luminosa se inclinó ligeramente, como si le estuviera haciendo un gesto para seguirla.
—Sígame. Hay algo que necesita ver—

La IA lo guio a través de los pasillos del lugar hasta un espacio que parecía un centro de operaciones. Monitores parpadeaban con datos incomprensibles, y en el centro de la sala había una figura esperándolo.

—¡Seis! —exclamó una voz familiar que resonó con claridad.

Frente a él estaba Dot, pero ya no como la IA incorpórea que lo había acompañado durante tanto tiempo. Ahora tenía un cuerpo físico, semejante al de aquella IA de la Dra. Halsey. Su diseño recordaba al de la propia doctora, con líneas suaves y detalles que la hacían parecer humana.

—Dot...tienes un cuerpo real —dijo Seis, sorprendido mientras daba un paso adelante para verla mejor.

Ella sonrió, dando una vuelta lenta para mostrar su nueva forma.
—Gracias por notarlo, Seis —respondió con un leve toque de humor.

La IA forerunner interrumpió la escena.
—Reclamador, necesitaré que descanse para optimizar su rendimiento. Además, su armadura está gravemente dañada. Le ofrezco la oportunidad de mejorarla significativamente para que pueda luchar de manera más efectiva.

Seis cruzó los brazos y miró a Dot, buscando su consejo.
—Hazlo, Seis. Le proporcioné los planos de los Spartans II, pero esta tecnología va más allá de lo que jamás podríamos imaginar. Podrán crear algo incluso mejor—

Tras soltar un largo suspiro, Seis asintió.
—Está bien. Haz lo que tengas que hacer con la armadura—

La IA forerunner pareció satisfecha, pero no tardó en añadir algo más.
—Reclamador, también puedo ofrecerle aumentos similares a los que ya posee, pero mucho más avanzados y sin los efectos adversos del proceso que sufrió anteriormente—

El Spartan frunció el ceño bajo el casco, recordando los dolorosos procedimientos que lo habían convertido en lo que era.
—No, lo último que quiero es revivir algo así—

La IA se colocó frente a él, con una postura casi desafiante.
—Oh no, reclamador. Estos aumentos no serán invasivos ni dolorosos. Si lo desea, puedo administrárselos mientras duerme, sin que sienta absolutamente nada—

La promesa lo hizo dudar. Sabía que cualquier ventaja adicional podría marcar la diferencia, especialmente ahora que estaba completamente solo. Finalmente, tomó su decisión.
—Está bien. Aceptaré los aumentos—

La IA lo condujo a una sala que parecía una mezcla entre un área de criogenización y un laboratorio de alta tecnología. Una cápsula llena de líquido azul brillante y conectada por tubos a sistemas desconocidos lo esperaba.

—Ahora, quítese la armadura—

Seis obedeció, retirando pieza por pieza de su desgastada Mark V. La sensación de libertad era extraña, casi olvidada. Sentía cada cicatriz en su cuerpo, cada marca que había acumulado desde que se había convertido en un Spartan.

—Entre en la cápsula de hibernación, reclamador—

La puerta de la cápsula se deslizó con un leve silbido. Seis se metió en su interior, cuidando de no romper el cristal con su peso. Mientras se acomodaba, escuchó la voz de la IA.

—Ahora le administraré un tranquilizante. Su resistencia a los narcóticos es alta debido a sus aumentos, pero esto será suficiente—

Un gas comenzó a llenar la cápsula. Su aroma era sutil, pero eficaz. El sueño lo fue dominando lentamente, y sus ojos se cerraron mientras el mundo se desvanecía en una nube de calma artificial.

Seis disparaba frenéticamente contra un grupo de élites liderados por un zeloth. Los proyectiles de su rifle de asalto atravesaban las líneas enemigas, mientras las órdenes de Carter resonaban a través de su comunicador.
—¡Seis, danos tiros de cobertura! Kat necesita piratear la puerta o vamos a ser colados por plasma— Sin dudarlo, corrió hacia las escaleras que llevaban al segundo piso. En el camino, unos grunts bloquearon su avance, pero una ráfaga precisa los derribó rápidamente. Subió con agilidad y se posicionó tras las barandas, lanzando granadas y disparando con precisión a los covenants que intentaban avanzar.

Las explosiones y disparos causaron el caos en las filas enemigas. Los élites y grunts corrieron desesperados en busca de cobertura, pero las balas de Seis los alcanzaban sin piedad. Sin embargo, la situación cambió cuando un par de banshees aparecieron de la nada, disparando desde las ventanas del centro. Los proyectiles destruyeron las coberturas donde su equipo se resguardaba.

—¡Seis, necesitamos tu ayuda! —gritó la voz de Kat a través del comunicador, acompañada de disparos y explosiones.

Sin perder tiempo, cargó hacia las ventanas. Lanzó una granada de plasma que estalló con precisión, destrozando parte del cristal y creando un hueco en el que pudo entrar. Mientras corría, tomó un modulo jetpack abandonado en el suelo y, activándolo, se lanzó directamente hacia uno de los banshees.

Aterrizó sobre la nave con un golpe seco. Con un movimiento rápido, desenfundó su cuchillo y lo hundió en el cuello del piloto, eliminándolo al instante. Tomó el control del vehículo y lo dirigió hacia el otro. Las descargas de plasma cruzaron el aire, y tras un intercambio feroz, el enemigo explotó en una bola de fuego azul.

El banshee de Seis, ahora gravemente dañado, comenzó a perder estabilidad. Sin opciones, lo pilotó hacia las líneas covenant y lo estrelló contra el suelo, saltando en el último segundo. La explosión iluminó el campo de batalla y desorientó a los élites.

—¡Buen trabajo, Seis...! AGH... —La voz en el comunicador fue cortada por un grito de dolor seguido de un ruido seco.

Seis sintió cómo su corazón se detenía un instante. Ignorando el peligro, corrió hacia la posición de su equipo, sus botas resonando contra el concreto del suelo. Al llegar, el horror lo invadió. Los cuerpos de sus compañeros estaban esparcidos por el lugar, mutilados y calcinados por el plasma. El olor a carne quemada y el brillo rojizo de las heridas recientes hicieron que su estómago se revolviera.

—No... no de nuevo... por favor, no... —Sus palabras eran apenas un susurro, ahogadas por la presión en su pecho.

Cayó de rodillas junto a los cuerpos. Sus manos, normalmente firmes, temblaban mientras las posaba sobre los restos de Kat. Su visor reflejaba la escena como un recordatorio cruel de su impotencia.
—No... los pude... salvar... —murmuró, su voz quebrándose con cada palabra.

Su mente comenzó a nublarse, el peso del fracaso y el dolor lo arrastraban hacia un vacío que conocía demasiado bien. Todo a su alrededor parecía desvanecerse, hasta que un sonido lo devolvió a la realidad.

Un zeloth, con una imponente espada de energía, caminaba lentamente hacia él. El brillo azulado del arma iluminaba el rostro del Spartan, revelando su expresión deshecha. El élite lo miraba con una mezcla de lástima y burla, como un depredador que disfruta prolongar el sufrimiento de su presa.

Seis intentó moverse, pero sus músculos lo traicionaron. La presión en su pecho aumentó, y el aire se volvió insoportablemente pesado. El alienígena se detuvo frente a él, inclinando la cabeza como si estuviera evaluando la resistencia del humano.

Con un movimiento lento y deliberado, el élite alzó la espada y la clavó en el torso del Spartan.

La oscuridad, siempre familiar, lo envolvió de nuevo. Pero esta vez no era reconfortante, sino aterradora. Seis sintió que todo se alejaba: su equipo, su misión, incluso él mismo. Solo quedaba el abismo infinito, y en su centro, un profundo silencio.

Seis sintió cómo los tubos se desprendían de su cuerpo, el líquido que llenaba la cápsula escapando con un sonido burbujeante mientras la presión interna disminuía. Al tomar aire, sus pulmones, aún llenos del extraño fluido, le provocaron una tos violenta que resonó en el espacio estéril. Cada inhalación parecía limpiar lentamente sus vías respiratorias, devolviéndole la sensación de control.

La voz de la IA forerunner resonó con calma desde el exterior.
—Reclamador, como verá, sus sentidos han sido significativamente mejorados—

Seis se incorporó lentamente, notando al instante los cambios. Su mirada captó el movimiento de un fragmento metálico flotando cerca, su velocidad reducida como si el tiempo mismo se ralentizara. Podía escuchar el suave zumbido que producía al cortar el aire. Instintivamente, extendió la mano y lo atrapó con precisión milimétrica.

Al observar sus brazos, notó un leve aumento en su musculatura, más definida y robusta. Incluso su altura parecía haber cambiado; su perspectiva del entorno era diferente, como si todo estuviera un poco más bajo que antes. A pesar de las mejoras, su cuerpo no se sentía pesado ni torpe. Al contrario, una agilidad y ligereza nuevas lo invadían, como si cada fibra de su ser estuviera perfectamente calibrada para el movimiento.

—Impresionante —murmuró, examinando el fragmento de metal antes de dejarlo caer. Luego, se volvió hacia la IA — ¿Dónde está mi armadura?—

La esfera dorada flotó con gracia, guiándolo por el pasillo.
—Por supuesto, reclamador. Auntie Dot me proporcionó los planos originales de su armadura. Y, sin querer ofender, debo decir que la tecnología de su raza es... primitiva—

Seis soltó un leve resoplido. No podía negar la verdad detrás de esas palabras. Sabía que la armadura Mark V había sido diseñada con recursos mínimos, un producto del pragmatismo extremo de la ONI para equipar a los Spartans III, soldados prescindibles destinados a misiones suicidas. Aunque su equipo Noble había recibido modificaciones adicionales, seguía siendo inferior a las avanzadas Mark IV de los Spartans II.

—No ofende —dijo, su voz baja pero cargada de curiosidad — ¿Qué mejoras tiene?—

Cuando llegaron a una sala iluminada por una tenue luz azul, Seis vio la nueva armadura por primera vez. El diseño Mark V original permanecía reconocible, pero estaba claro que esta versión había sido adaptada y personalizada para él. Cada detalle parecía diseñado con un propósito, optimizado para aprovechar al máximo su cuerpo mejorado.

—La señorita Dot me proporcionó extensos datos sobre usted, teniente Maverick, Spartan B-312. O, como algunos lo llaman, el Lobo Solitario, el Ángel de la Muerte... o el "lame botas de la ONI". Ese último lo extraje de grabaciones en el sistema de asistente—

Seis alzó una ceja, sorprendido por la precisión con la que la IA había recopilado información. Era extraño escuchar su nombre real, algo que no había sentido como propio desde hacía mucho tiempo.

La IA continuó, indiferente a su reacción.
—Utilizando esos datos, diseñé esta armadura para que sea verdaderamente suya, no una genérica. La he bautizado como Vargpald, que significa "Piel del Lobo" en un idioma antiguo olvidado por su especie—

La mirada de Seis recorrió cada rincón de la nueva armadura. El diseño era impresionante. Las líneas curvas y afiladas le daban una apariencia feroz, casi animal. El casco mantenía su forma original, pero ahora incluía detalles que simulaban orejas de lobo en la parte trasera, pintadas en un tono oscuro con líneas plateadas que evocaban los rasgos de un depredador.

El hombro donde antes se encontraba la vaina del kukri de Emile había sido modificado; ahora la funda estaba en su cintura, permitiendo un acceso más rápido y práctico al arma.

Seis permaneció en silencio, recorriendo con los dedos los contornos de la armadura, admirando la precisión de su diseño. Su mente lo llevó a recuerdos de Emile y de los momentos compartidos con el Noble Team. Aunque la nostalgia lo invadió, no dejó que se apoderara de él.

—Es perfecta —dijo finalmente, su voz suave pero cargada de emoción contenida.

Dot apareció junto a la IA forerunner, con una sonrisa ligera que ahora era visible gracias a su nuevo cuerpo holográfico.
—Es más que una armadura, Seis. Está hecha para ser una extensión de ti, una herramienta que te llevará más allá de los límites que creías tener—

—Gracias, Dot —Su voz reflejaba una gratitud genuina. Al terminar la frase, un resplandor azulado emano de la esfera dorada —Iniciando proceso de acople— Seis observó con emoción contenida mientras los brazos mecánicos de la IA comenzaban a equiparlo con la nueva armadura. Primero, una malla elástica se ajustó a su cuerpo, adaptándose perfectamente para brindar soporte y equilibrio. A medida que cada pieza de la armadura se ensamblaba, podía sentir cómo se convertía en parte de él.

Finalmente, el casco encajó con un leve clic, y una voz familiar resonó en su mente.
—Hola, Seis. —Era su compañera, su tono ligeramente burlón. Acto seguido, su figura holográfica apareció en una proyección dentro del HUD del casco, caminando con aire despreocupado por la sala.

Seis sonrió bajo el casco, aliviado de escucharla nuevamente en su armadura.
—Dot, ya pensaba que estabas de vacaciones—

La proyección se rió, cruzándose de brazos.
—Creí que necesitabas un poco de drama para mantener las cosas interesantes—

El Spartan soltó un leve resoplido mientras observaba a su alrededor. A su lado, una mesa contenía sus armas recién mejoradas, perfectamente alineadas.
—Quiero saber más sobre el traje y las armas. ¿Qué mejoras tienen? —preguntó mientras inspeccionaba la sala con interés.

La esfera estaba a punto de responder, pero Dot tomó la iniciativa. Con un gesto teatral, desplegó una serie de imágenes y datos en el HUD del casco.
—Escucha, Seis. Usamos tecnología forerunner para actualizar tus armas y equipo. Ahora tus armas tienen un sistema híbrido que utiliza tanto munición tradicional como ''Energía solida'', un tipo de munición ultra avanzada. Además, la armadura está construida con un material increíblemente resistente, capaz de soportar impactos de plasma sobrecargado. Lo único que podría dañarla sería una espada de plasma directa o una explosión múltiple a quemarropa—

El se acercó a la mesa, tomando una DMR plateada con detalles que formaban una insignia de lobo en la culata. La examinó con cuidado, notando cómo cada mejora se adaptaba perfectamente a su estilo de combate.
—Esto...me gusta—

A continuación, Seis tomó su magnum y apuntó con ella. El visor de la mira, ahora actualizado, era más claro y preciso. Sentía la diferencia al instante: el cargador ampliado, el retroceso reducido y la potencia aumentada transformaban el arma en una herramienta letal completamente renovada. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el diseño único de la magnum, con características forerunner que la alejaban significativamente del modelo original.

—No está nada mal —murmuró mientras sus dedos repasaban el contorno del arma.

A su lado, sobre la mesa, el rifle de asalto aguardaba. Lo levantó, inspeccionándolo con la misma meticulosidad. La mira réflex era precisa, el cargador ampliado y el retroceso prácticamente inexistente, una mejora que lo dejó impresionado. Asintió con aprobación, sintiendo que cada detalle había sido diseñado pensando en la máxima eficacia.

Mientras examinaba el rifle, algo captó su atención. Una cápsula cilíndrica, colocada en un soporte metálico, contenía una sustancia líquida que flotaba en un campo gravitatorio controlado. El brillo etéreo del líquido parecía pulsar con vida propia. Intrigado, Seis dejó el rifle sobre la mesa y se acercó a la cápsula.

—¿Qué es esto? —preguntó, estirando la mano hacia el extraño fluido.

La IA forerunner apareció flotando a su lado, con un tono ligeramente más formal.
—Eso, reclamador, es Azrael—

Seis arqueó una ceja.
—¿Azrael?—

La IA asintió lentamente.
—Un arma capaz de atravesar cualquier escudo. Aunque parezca líquida, está compuesta por un metal desconocido, combinado con un elemento sin clasificar con propiedades capaces de alterar la masa de los cuerpos, obtenido por mis creadores a través de una grieta espacio-temporal—

Seis miró el líquido con cautela. Dudando por un momento, estiró los dedos para tocarlo. Apenas rozó la sustancia cuando esta reaccionó como si tuviera vida propia, lanzándose hacia su brazo con una velocidad sorprendente. En un instante, atravesó la armadura, quemándole la piel con un dolor abrasador que lo hizo soltar un grito involuntario.

—¡¿Qué demonios es esto?! —rugió, intentando en vano desprenderse de la sustancia que ahora parecía fusionarse con su brazo.

La figura de Dot apareció en su visor, su expresión llena de alarma.
—¡Seis! ¿Qué está pasando?—

La IA habló con una calma inquietante, indiferente al sufrimiento evidente de Seis.
—Mis disculpas, reclamador. Debería haberle advertido. Azrael es un arma única, pero nadie entre mis creadores pudo soportarla. Su integración quema el cuerpo desde dentro y fuera, y suele causar la muerte por shock—

Seis se detuvo, su respiración pesada mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. El dolor aún recorría su brazo, y el sudor empapaba su rostro bajo el casco.
—¿Y acaso no pudiste DECIRME eso antes? —gritó con una mezcla de furia y frustración.

Dot, en un intento de calmarlo, soltó una risa nerviosa.
—Bueno... al menos no estás muerto, ¿no?—

La IA forerunner pareció dudar, pero finalmente habló.
—Lo lamento, reclamador. No era mi intención. Ahora que Azrael se ha integrado con usted, funcionará como una extensión de su cuerpo—

Seis cerró los ojos, obligándose a respirar profundamente mientras intentaba calmarse.
—¿Cómo la uso?—

—Azrael está conectada a sus nervios y cerebro. Deberá concentrarse, pensar en ella como si fuera una parte de usted —respondió la IA con voz tranquila.

Seis asintió lentamente y cerró los ojos nuevamente. Tras unos segundos, un leve cosquilleo recorrió su brazo. Cuando abrió los ojos, vio cómo la hoja metálica comenzaba a formarse desde su brazo, emergiendo como si siempre hubiera estado allí. La hoja era brillante, sólida, y emitía un leve pulso, como si estuviera viva.

—Bien —dijo finalmente, levantando la cuchilla frente a él y observándola con detenimiento—. Ahora sé cómo activarla.

La IA forerunner flotó más cerca, su tono más animado.
—Con Azrael en su poder y sus mejoras, reclamador, está preparado para enfrentar cualquier cosa—

Seis dejó que la espada se desvaneciera con un simple pensamiento, su mirada fija en el lugar donde había estado.

—Será mejor que lo esté —murmuró, volviendo su atención al resto de su equipo. Había mucho por hacer, y el tiempo no estaba de su lado.

Después de verificar sus armas y transferir toda la información posible de los forerunner a Dot, Seis se acercó a la esfera dorada con una última pregunta crucial.

—¿Existe alguna forma de salir de aquí? —preguntó, su tono directo pero cargado de tensión.

La IA flotó en silencio por un momento antes de girarse hacia la parte trasera del centro.
—Hay una forma, reclamador, pero no puedo garantizar que llegues al mismo universo... ni al mismo tiempo—

Las palabras resonaron en la mente de Seis mientras reflexionaba en silencio, dudando de tomar esa opción. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por una explosión que sacudió el bunker, haciendo temblar el suelo bajo sus pies.

—¿Qué está pasando? —exigió, levantando su rifle instintivamente.

La IA respondió, proyectando imágenes de las cámaras de seguridad en su visor. Las tropas Covenant estaban acercándose rápidamente al perímetro, colocando cargas de plasma en la barrera de energía que protegía las instalaciones.

—Supongo que esas bombas no podrán atravesar la barrera, ¿cierto? —preguntó Seis, aunque la pausa de la IA le dijo todo lo que necesitaba saber.

—Entendido —respondió con un suspiro, tomando sus armas y recogiendo todas las municiones posibles.

—Dot, ¿has terminado de descargar los datos? —preguntó mientras aseguraba las últimas balas en las bolsas tácticas de su armadura.

—Ya está, Seis —respondió, su tono algo apresurado.

Seis se dirigió rápidamente al centro de la sala y tomó el chip con la inteligencia de Dot, insertándolo en el puerto de su casco con un movimiento fluido. Justo cuando giraba para moverse hacia la salida, un elite apareció detrás de él, apuntándole con un rifle de plasma. Antes de que pudiera reaccionar, las torretas activadas por la IA eliminaron al enemigo en cuestión de segundos.

—Reclamador, siga esta ruta —dijo, proyectando un camino hacia la parte trasera de la sala de operaciones.

Siguiendo las instrucciones, Seis avanzó mientras el sonido de los explosivos y los disparos resonaban cada vez más cerca. La puerta al fondo del pasillo se deslizó con un chirrido mecánico, revelando una luz multicolor que llenó la habitación, cegándolo momentáneamente. Era la grieta, una abertura en la realidad que parecía desdibujar el espacio y el tiempo a su alrededor.

—¿Qué harás ahora? —preguntó Seis a la IA, volviendo la cabeza hacia ella mientras inspeccionaba la inestable abertura.

La IA flotó a su lado, con un tono solemne en su respuesta.
—Me autodestruiré, reclamador. No puedo permitir que un extraño acceda a este conocimiento—

Seis asintió lentamente, reconociendo la gravedad del sacrificio.
—Gracias —dijo simplemente, antes de volver su atención a la grieta.

Mientras se acercaba a la abertura, Dot habló nuevamente desde su casco, su tono intentando ocultar un dejo de preocupación.
—Si esto no funciona, Seis... al menos no puedo culparte por intentarlo—

—Dot, si llegamos a morir...—dijo Seis con una media sonrisa bajo el casco— te juro que fuiste insoportable—

La figura holográfica de Dot apareció frente a él, cruzando los brazos con una expresión ofendida.
—¡Qué encantador como siempre! —dijo, antes de enviarle un leve chispazo que recorrió su armadura.

Seis soltó una carcajada corta, incluso mientras la grieta rugía frente a él, distorsionando el aire como si fuera una tormenta contenida.
—Igualmente, Dot —añadió, dando un último vistazo al entorno.

Con un salto decidido, se lanzó hacia la grieta. La realidad se distorsionó a su alrededor, envolviéndolo en un caos indescriptible de luces, sonidos y una presión casi insoportable. Seis no sabía dónde, ni cuándo, terminaría, pero una cosa era segura: no dejaría que todo terminara allí.


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