Hola, mis amores, ¿Cómo llevan este nuevo año? A todas mis amores, ojalá que bien. Bueno, como ya saben, No por él terminó la primera temporada, dando paso a esta nueva y segunda temporada, la cual será la última. Los capítulos serán subidos en este mismo libro y seguiremos el orden como estaba.
Quiero agradecer a cada personita que estuvo ahí detrás de la pantalla, leyendo la primera parte. Muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia, en especial a aquellas que con tanto cariño me dejaron un review en la primera temporada. ¡Muchas gracias, mis bellas!
Cbt1996, Kayla Lynnet, Karri Taisho, Annie Pérez, Guest, Rankosaotendo1957, Xidevill, Ferdy Arevalo, Eline, Higutaisho, Ginger Akasuna, Sylvia.
Mi Cindy bella, gracias por seguir conmigo en esta nueva temporada y apoyarme como lo haces siempre. Muchas gracias, amiga. Bueno, sin más que decir, empecemos.
Segunda temporada de "No por el"
Capítulo 36
Sorpresas nuevas
Perspectiva de Kikyo
Puse el batido en la cacerola, lo llevé al horno y le di unos 20 minutos.
—Amor, ya me voy al aeropuerto. Mis amigos están por llegar —escuché la voz de Naraku detrás de mí.
Me di la vuelta para sonreírle.
—Ok, cariño. ¿De ahí se van directo al trabajo para presentarlos con tu jefe?
—Sí, bonita. Del aeropuerto nos vamos hacia el trabajo para presentarlos y, después, vamos a buscarles unos departamentos para que se queden.
—Está bien, cariño. ¿nos vemos en la noche?
—Sí, nos vemos.
Nos despedimos con un beso, y se marchó. Volví a lo mío. Viendo que aún faltaban 10 minutos para que mi queque estuviera listo, tomé mi teléfono y lo desbloqueé para ver si tenía algún mensaje. En efecto, en el grupo "Las chicas sexys" había dos mensajes: uno de Kagome y otro de Sango.
El de Kagome era un emoji de un ojo, y el de Sango, un emoji con el dedo de la grosería y un mensaje que decía: "Deja dormir". Sonreí por esos dos mensajes y escribí uno: "Buenos días, dormilonas", y lo envié.
Esperé a ver si alguien respondía mientras jugaba con mi collar. Hace unos días Kagome me lo había traído de vuelta.
La primera en responder fue Rin:
"Hola, chicas sexys... Adiós, chicas sexys, jajajaja. Estoy en clases."
Solté una carcajada y le respondí: "Ok, nos vemos". Apagué mi teléfono, y noté que ya habían pasado los 20 minutos.
Me levanté de la silla, tomé un guante para abrir el horno y saqué mi queque. Lo miré por todos lados; al menos tenía buen aspecto. Abrí el cajón, saqué un cuchillo, corté una rebanada y la puse en un plato.
Me quedé pensando si probarlo o no, pero justo sonó el timbre. Dejé el cuchillo y el guante sobre la mesa, caminé hacia la puerta y la abrí.
—Hola, Inuyasha.
—Hola, Kikyo. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias. ¿Y tú? Pasa.
—Gracias, bien igual. Oye, ¿está Naraku?
—No, hace unos minutos se fue al aeropuerto a buscar a sus amigos que vienen de Estados Unidos.
—Ah, ya veo. Bueno, nos vemos, Kikyo.
—Oye, Inuyasha.
—¿Sí?
Hice una seña para que me acompañara a la cocina, y él me siguió.
—¿Pasa algo?
—No, solo quiero que pruebes esto.
Tomé el plato y se lo extendí.
—¿Qué es? —preguntó tomando el plato.
—Un queque. Pruébalo y sé honesto, por favor.
—Mmm, claro.
Lo vi darle un mordisco al queque. Observé sus expresiones, y ese arrugado de ceja no me gustó para nada.
—¿Y cómo quedó?
—¿Quieres la verdad o seguimos siendo amigos?
—Idiota.
—Tú me dijiste que fuera honesto. Esto está crudo y le falta azúcar.
Resoplé con frustración, mirando el maldito queque.
—¡Nunca podré ser buena en la maldita cocina! —exclamé con rabia, tirando el queque a la basura.
—Tranquila, Kikyo. No todas son buenas en la cocina, pero no es malo.
Lo miré con irritación.
—Kagome es muy buena abogada y cocina. Sango también, en su trabajo y en la cocina, ni hablar. De Rin… esa mujer tiene manos de santa. Hasta Koshó y Asuka saben cocinar. ¡Menos yo! —dije, ya más triste que enojada.
—¿Y por qué no te inscribes en clases de cocina?
—Ya lo hice.
—¿Y?
Me encogí de hombros para mirarlo.
—Me corrieron, casi a gritos.
—¿Por qué?
—Porque le tiré el pastel en la cara a la maestra.
—¿Qué?
—No fue mi culpa. La tonta que tenía de compañera estaba haciendo una carne al horno y yo, un pastel. Ella dejó su pote con sal en mi espacio de cocina, y yo, en lugar de tomar el pote de azúcar, tomé el de sal y le eché todo. Cuando la maestra lo probó, me dijo muchas cosas feas, y pues yo no tengo paciencia con ese tipo de gente, así que le tiré el bendito pastel en la cara.
—¿Te equivocaste entre el azúcar y la sal?
—Sí, ¿algún problema?
—No, claro que no.
Lo vi como si estuviera meditando algo, y después volvió a hablarme.
—Oye, Kikyo, ¿por qué no vas con mi madre? Ella te puede enseñar, y estoy seguro de que aprenderás en tiempo récord.
—¿Con tu madre? —dije, con un dejo de esperanza.
—Sí, mira, dame un segundo.
Lo vi sacar su teléfono y enviar un mensaje. Escuché el tono de un mensaje recibido, y luego envió otro. Apagó su teléfono y me miró sonriendo.
—Listo. Mi madre te espera mañana para enseñarte a cocinar.
—Muchas gracias, Inuyasha. ¿Pero no será mucha molestia?
—No, para nada. A ella le encanta cocinar, de verdad.
—¿Tú crees que ella pueda hacer el milagro conmigo? Mira que ni mi madre, Naomi, pudo lograr que aprendiera.
—Estoy seguro. Mi madre tiene un don: si cocina piedras, las hace ver como el mejor manjar del mundo.
Sonreí con agradecimiento para darle las gracias.
—Muchas gracias, Inuyasha. De verdad, esto es muy importante para mí.
—No hay de qué —me devolvió la sonrisa.
—Bueno, ya me tengo que ir.
—Ok. Oye, ¿y para qué buscabas a Naraku?
—Eh… bueno, algo de chicos. Ya me voy. Adiós.
Puse los ojos en blanco al escucharlo, pero me apresuré a abrirle la puerta.
—Muchas gracias nuevamente, Inuyasha. Nos vemos.
—De nada, Kikyo. Nos vemos. Adiós.
—Adiós.
Cerré la puerta y regresé a la cocina. Resoplé al ver el desastre que había dejado.
—Ojalá la señora Izayoi pueda hacer el milagro conmigo —murmuré mientras limpiaba todo el desastre que había dejado.
Perspectiva de Naraku
Miré mi reloj, y ya habían pasado 30 minutos desde que ellos ya tendrían que estar aquí.
—Naraku.
Levanté la cabeza cuando escuché mi nombre y sonreí al ver a mis amigos caminar hacia mí.
—¡Muchachos, cuánto tiempo! —caminé hacia ellos y les di un abrazo de bienvenida.
—Lo mismo digo, Naraku.
—¿Todo bien con el viaje?
—Sí, todo bien.
—Ok, espero que no estén muy cansados, porque ahora tenemos que ir con mi jefe para presentarlos.
—Perfecto, vamos.
Caminamos los cuatro hacia mi auto. Guardamos los equipajes, nos subimos, encendí el auto y nos fuimos.
—Bien, nosotros aún tenemos sueño, así que nos despiertas cuando lleguemos, ¿vale?
Solté una carcajada por mis dos amigos flojos que iban en la parte de atrás, dejándome solo a mí y a mi mejor amigo, que iba de copiloto.
—Y dime, Naraku, ¿todo bien por aquí?
—Sí, todo bien. Estoy con la mujer que amo y con mi familia, ¿Qué más puedo pedir?
—Es la chica de la que estabas enamorado de niño, ¿verdad?
—Sí, Kikyo. Te va a caer súper bien, ya lo verás.
—Dalo por hecho. Estoy muy feliz de que al fin estés con la chica de tus sueños.
—Gracias, hermano.
—Ah, por cierto, me debes unos vidrios nuevos.
—¿De qué?
—De mi auto.
—¿De tu auto? ¿Por qué?
—Cuando te fuiste de América, adivina quién fue a buscarme y a obligarme a que le diera tu paradero.
—¿Me estás jodiendo? ¿Ella fue?
—Sí. Al día siguiente de que te fuiste, llegó a mi departamento hecha una fiera, exigiendo que le dijera dónde estabas. Obvio me negué, pero la muy loca hizo trizas mi auto a piedrazos.
—Lo siento —dije, apenado—. Jamás pensé que...
—Descuida, no pasa nada. Después de todo, creo que el culpable fui yo por habértela presentado hace tiempo. No sabía lo tóxica que era en ese entonces.
—Descuida. Fui yo quien mantuvo una relación con ella por un buen tiempo. Soy el responsable, y claro que te pagaré los daños, amigo.
—Olvida eso, solo fue una broma. No me debes nada. Mejor preséntanos chicas bonitas para nosotros.
Sonreí al doblar una esquina y responderle:
—Lo siento, amigo, pero no conozco a ninguna. Las únicas que conozco son mis amigas, pero ellas ya están con novios. Así que, ni modo, tendrán que enfocarse solo en el trabajo.
—Qué mal —soltó resignado mi mejor amigo.
Yo solté una carcajada.
—Nunca cambies, ¿eh?
—Así soy, amigo, Naraku.
—Mira, aquí es —les dije cuando llegamos a la empresa. Apagué el auto—. Oigan, par de dormilones, ya llegamos.
Abrí la puerta, y los demás hicieron lo mismo. Caminamos hacia dentro, llegamos a los ascensores y entramos. Apreté el botón 20, subimos, y cuando llegamos, las puertas se abrieron. Caminé, siendo seguido por ellos, hasta la puerta de mi jefe y toqué.
—Pase.
Abrí la puerta.
—Hola, buen día, señor Ren Okada.
—Buen día, Naraku. Caballeros.
—Jefe, le presento a mis amigos de los que le hablé. Él es Muso Hayashi, él es Juromaru Kinoshita, y él —miré a mi mejor amigo— es Bankotsu Guerrero.
—Mucho gusto, caballeros. Soy Ren Okada, un placer conocerlos.
—El gusto es nuestro, señor Okada —respondió Bankotsu, haciendo una reverencia.
—Bien, Naraku me ha hablado maravillas de ustedes, y por lo que vi en sus archivos, creo que nos vamos a llevar muy bien.
—¿Eso quiere decir que…?
—Sí, Naraku, tus amigos ya son parte de la empresa. Pero tomen asiento, por favor. Necesitamos hacer los contratos para que mañana mismo empecemos a trabajar en ese edificio.
—Claro —dijimos nosotros, sentándonos para darle los últimos detalles a nuestro jefe.
Perspectiva de Kagome
Las puertas del ascensor se abrieron, y salí al pasillo. Al llegar a la puerta del departamento de Asuka, toqué el timbre. Pasaron unos segundos hasta que ella me abrió la puerta.
—¡Hola, Kag!
—Hola, linda.
—¿Qué haces aquí tan temprano?
—Hablé con un cliente muy temprano, y después pasé por aquí afuera. Pensé que podríamos ir a tomar un café.
—Bueno... es que ahora no puedo.
—¿Por qué? ¿Estás ocupada?
—Pues...
Antes de que pudiera terminar su frase, escuché una voz masculina. Miré hacia adentro y me encontré con el profesor Hojo.
—¿Hojo?
—Hola, Kag... eh, bueno, yo voy al baño —dijo él, mientras se metía en el cuarto.
Miré a mi amiga con ojos acusadores.
—¿Tuviste sexo con Hojo? ¿Desde cuándo?
—Pues... cuando él me acompañó a la fiesta de Navidad, de ahí empezamos a ser más cercanos. Y bueno, ya sabes... siempre lo encontré atractivo, y una cosa llevó a la otra, y aquí estamos —me confesó soltando una risita.
Sonreí por ella, pero luego negué con la cabeza.
—Ay, amiga, no cambias. Bueno, tendré que ir sola con Koshó a tomar el café —dije, mirando hacia la puerta del otro departamento, ya que vivían en el mismo edificio y en el mismo piso.
—No, Kag. Ella también está ocupada.
—¿Eh? ¿Cómo así?
—Pues... ¿te acuerdas del primo de Hojo?
—¿Atokitoki?
—Sí, él. Pues está con nuestra amiga... ya sabes.
Solté una carcajada, pero luego me tapé la boca.
—Son unas pervertidas.
—Y tú no, ¿eh?
No respondí. Me acerqué a ella para despedirme.
—Bien, amiga, pásala bien. Nos vemos después, ¿sí?
—Claro, nos vemos.
—Adiós.
—Adiós.
Caminé hacia el ascensor para bajar. Al llegar al auto, lo encendí y me fui.
Tomé mi teléfono y miré la hora. Aún era temprano, así que decidí ir a ver a Inuyasha.
Perspectiva de Miroku
—Hoo, sí, shhh, vamos, Miroku, más, ya, ya casi...
—MMM, sí, lleguemos juntos, amor.
—Sí
—Mmm.
—Haaaaaaa.— soltamos los dos cuando llegamos al clímax juntos. Ella cayó encima de mí, agotada, mientras nuestras respiraciones se tranquilizaban. —Qué bien son estos mañaneros, ¿verdad, Sanguito? —logré pronunciar mientras recuperaba el aire.
—Sí, sí, son increíbles, amor —me susurró para besar mi mejilla.
Nos quedamos por unos momentos hasta que Sango se levantó primero.
—Amor, me encantaría estar así todo el día, pero tengo que ir a la clínica.
—¿Tienes pacientes, amor?
—No, de hecho, es una junta; llegan algunos médicos nuevos que van a trabajar en la clínica y, por protocolo, tengo que estar allí, amor.
—Ok, yo voy al trabajo también —le di un beso para sentarme en la cama, pero la miré con travesura.
—¿Y si nos bañamos juntos...?
—Nos vamos a demorar más.
—Hay que ahorrar agua, ¿sabes?
Ella rió por mi comentario y eso me hizo feliz.
—Ok, me convenciste —y así, los dos fuimos a bañarnos juntos y, ¿por qué no?, aprovechar para hacer otras cosas.
Perspectiva de Inuyasha:
Estaba viendo unos planos de Dubái cuando tocaron la puerta.
—Pase.
—Señor Taisho, la señorita abogada Higurashi lo busca.
—Que pase, Alex. Oye...
—Sí, señor.
—Cuando se trate de mi novia, tú déjala pasar, ¿vale?
—Claro, señor.
—Gracias.
Vi salir a mi secretario y me puse de pie para recibir a mi novia.
—Hola, Inu —pronunció para cerrar la puerta.
—Hola, pequeña —la saludé para abrazarla. —Qué sorpresa verte por aquí, amor.
—Es que pasé a ver a las chicas, pero estaban ocupadas y, como ya no me quedan clientes por hoy, vine a verte. ¿Estás ocupado?
—No, claro que no, para ti nunca lo estoy —y la besé en los labios para caminar con ella hasta el escritorio y acorralarla contra este y mi cuerpo.
—Mmmm, Inu. —seguí besando su cuello mientras mis manos recorrían su hermoso cuerpo. —Oye, no andes de atrevido —y me golpeó las manos.
—Shh.
—Por mano larga —pronunció riendo.
— ¿Ah sí? —dije con un tono más seductor para volverla a acorralar y asaltar sus labios.
Nos besamos con tantas ganas que mi cuerpo se estaba prendiendo solo con ese contacto. Mis manos recorrieron sus piernas para elevar su falda poco a poco.
—Inuyasha, ¿qué haces?
—Kag, quiero que este lugar huela a nosotros, quiero hacerte el amor en cada rincón de él.
—Inuyasha, este lugar...
—No hay nada que me recuerde mi pasado, pequeña. He cambiado todo, hasta pinté la oficina. Vamos, deja que te haga mía.
Ella no me respondió, pero me besó apasionadamente, dándome el sí. Yo seguí en lo que estaba, subí toda su falda y la senté en el escritorio mientras me desabrochaba el pantalón, sintiendo cómo sus pequeñas manos abrían mi camisa para recorrer mi abdomen con pequeños rasguños, haciendo que mi sangre ardiera. Saqué mi miembro de mi bóxer y corrí su ropa interior con mi mano, refregando la punta en su entrada. Los dos gemimos por ese roce.
—Inu, Inuyasha, hazlo ya, por favor.
No la hice esperar más porque yo también estaba desesperado por entrar en ella, y me adentré.
Los dos gemimos para empezar con un vaivén algo desesperado. Con mi mano derecha, tomé una de sus exquisitas piernas para abrirla más a mí y con la otra la tenía abrazada por la cintura mientras nos besábamos con pasión. Los minutos pasaron y nuestra liberación se aproximaba.
—Inu, Inuyasha...
—Lo sé, amor, yo estoy igual, mmmmm.
Y un par de segundos después, los dos soltamos un gemido fuerte por nuestro clímax.
Nos quedamos allí un momento mientras nos besábamos y yo salí de ella para cerrar mi pantalón y ayudarle con su ropa. La bajé del escritorio y terminamos de arreglarnos las ropas, sonriendo como dos niños después de una travesura.
—¿Tienes hambre, pequeña?
—Sí.
—Bien, vamos a almorzar, ¿sí?
—Súper —me respondió alegremente.
Le di un beso en los labios y caminé hacia mi silla por mi saco y mi teléfono.
—Listo, vamos —la tomé de la mano y salimos de mi oficina para ir a almorzar.
Perspectiva de Naraku
Después de haber hablado con el señor Okada, todo había salido bien. Fuimos almorzar con mis amigos y ahora estábamos poniéndonos al día con nuestras charlas.
—Y dime, Bankotsu, ¿no dejaste ninguna novia por ahí en América?
—Claro que no, hermano, no soy tú. —Juromaru y Muso se largaron a reír.
—Oigan, no es chistoso. —Los fulminé con la mirada mientras les tiraba un maní.
—Ok, ok, pero no te enojes, Naraku —se defendió Juromaru, tomando de su cerveza.
—Oye, Naraku, ¿Cuándo nos vas a presentar a tu amada Kikyo?
—Mmm... ¿les parece esta noche?
—¡Perfecto!
—A ver, déjenme llamarla para ver si está libre.
Saqué mi teléfono y marqué. Esperé unos segundos, y me respondió.
—Hola, Naraku.
—Hola, linda. Oye, quería preguntarte si estás libre esta noche.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Es que quiero presentarte a mis amigos.
—¡Súper! Invito a los chicos y a las chicas también.
—Sí, por favor.
—Está bien. Tendré algo rico para compartir.
—Eh...
—Descuida, todo será comprado.
—No quise decir eso, amor.
—Naraku, eres muy lindo, pero sé que cocino terrible, y lo acepto. No tienes que ser tan gentil con eso, amor.
—Kikyo...
—Descuida, no pasa nada. Avisaré en el grupo a los chicos y a las chicas, ¿sí?
—Ok.
—Vale, nos vemos.
—Nos vemos, amor.
Y colgué.
—Vaya, sí que te pegó fuerte el amor, Naraku.
—Ya cállate, idiota.
—Y bien, ¿ya terminaron su cerveza? Vamos a ver los departamentos que van a rentar.
—Sí, vamos —dijo Bankotsu.
Pagué la cuenta y nos fuimos.
Perspectiva de Sango
Habíamos escuchado el discurso de la directora de la clínica, quien ahora presentaría a los nuevos médicos que se unían a nuestro equipo de salud.
—Bien —dijo la directora— les presento a la doctora Mikami Moto. Ella es cardióloga.
Vimos entrar a la doctora, e hicimos una reverencia.
—Mucho gusto y bienvenida.
—Muchas gracias —respondió ella, devolviendo la reverencia.
—Y el es nuestro nuevo pediatra, Suikotsu Shimizu.
—¿Suikotsu Shimizu?— susurré, para luego verlo entrar. Sonreí al reconocerlo, y él también me sonrió.
No lo podía creer. Mi amigo de la universidad iba a trabajar aquí también.
Suikotsu Shimizu era un chico muy estudioso, pero su casa quedaba muy lejos de la universidad, por eso nunca pude presentárselo a mis amigas. Después, se fue con su familia a China, y no supe más de él.
Hice una reverencia, al igual que todos, para darle la bienvenida, y él hizo lo mismo.
—Bien —habló la directora—, ambos trabajarán aquí desde hoy. Espero que se lleven bien y que hagamos un gran trabajo en equipo. Con permiso. —Y se marchó.
Todos los médicos saludamos a los dos nuevos. Yo me quedé al final para saludarlo.
Cuando todos terminaron, me acerqué a él con una sonrisa.
—Hola, viejo amigo.
—Hola, vieja amiga. —Nos dimos un abrazo por los viejos tiempos.
—Me alegra que estés aquí, Suikotsu —le dije, separándome de él, y muy feliz por volver a verlo.
—Lo mismo digo, Sango.
—Vamos, te invito un café para ponernos al día, ¿vale?
—Ok, vamos.
Así fuimos a la cafetería por un café y a charlar, como en los viejos tiempos.
Perspectiva de Kagome
—Mmmm... este pastel está delicioso.
—Sabía que te gustaría.
—¡Me encantó! —exclamé feliz. Pero justo en ese momento, mi teléfono y el de Inuyasha sonaron. Sabíamos que era la notificación del grupo de WhatsApp en el que estábamos todos agregados.
Revisamos los mensajes y encontramos uno de Kikyo:
"Hola, chicas lindas y chicos feos. Los invito hoy en la noche a mi departamento, para que conozcan a los amigos de América de Naraku. ¿Vendrán, verdad?"
Solté una carcajada y escribí:
"Sí, Kikis, ahí estaremos. ¡Gracias!"
Miré a Inuyasha y vi que él también estaba escribiendo.
"Oye, Kikyo, ¿les vas a dar de comer queque?"
No entendí su mensaje, pero todos sabíamos que Kikyo no era buena cocinando.
Kikyo respondió enviando un emoji grosero. Reímos los dos y apagamos nuestros teléfonos. Miré a Inuyasha.
—Oye, fuiste malo.
—No fui malo. ¿Sabes que hoy fui a buscar a Naraku y no estaba? ¿Y sabes lo que hizo Kikyo?
—No —respondí, comiendo mi pastel.
—Me dijo que probara un queque que hizo. Estaba desabrido y crudo.
Casi me atraganté con mi pastel.
—¿Y qué le dijiste?
—La verdad.
—Inuyasha, ¡eres malo! Heriste sus sentimientos. Kikyo se esfuerza mucho por cocinar.
—Sí, pero si seguimos siendo sus conejillos de indias, nos va a terminar intoxicando.
—Inuyasha— le reproché.
—Tranquila, pequeña. Eso va a acabar pronto, te lo prometo.
—¿Cómo? No entiendo.
—Hablé con mi madre, y ella está feliz de enseñarle a cocinar a Kikyo.
—¿En serio? Pero, ¿crees que ella pueda? Bueno, mi madre también lo intentó y no pudo.
—Descuida, mi madre hará el milagro. Tú confía.
—Bueno —dije sonriendo, terminando mi pastel.
Perspectiva de Sesshomaru
—Sí, padre, todos los documentos están listos. Yo mismo los revisé para asegurarme de que no faltara ningún detalle. Mañana, cuando vengas, te los entregaré. ¿De acuerdo? Ok, adiós —colgué la llamada para seguir con lo mío, pero tocaron la puerta.
—Adelante —dije, y entró mi secretaria.
—Señor Taisho...
—Diga, señora Chiva.
—Disculpe que lo moleste, pero hay una señorita que insiste en verlo. Me dijo que, si no la atiende, hará un escándalo.
—¿Le dijo su nombre?
—Sí, se llama Sara Endo.
Me froté la sien con frustración.
—Dile que pase, y por favor, déjanos solos.
—Sí, señor —respondió, y cerró la puerta.
Solté el aire que estaba conteniendo. ¿A qué carajo viene esa mujer? Justo entonces la puerta se abrió de golpe y se cerró con un portazo. Vi cómo caminaba hacia mí.
—¿Qué es esto, Sesshomaru? —me dijo, tirando un periódico sobre mi escritorio. Le eché un vistazo rápido: era una noticia de Navidad del año pasado, cuando presenté a Rin como mi novia.
Regresé la mirada hacia Sara para responderle:
—Al grano, Sara. ¿Qué es lo que quieres saber?
—¿Qué quiero saber? —respondió con sarcasmo—. Me fui con mi papi a Italia por unos meses, y ¿qué me encuentro? ¡Que tienes novia! Jamás habías presentado a una ante la sociedad, ni siquiera a mí. ¿Por qué?
—Porque entre tú y yo no hay nada. Nunca lo hubo. Hace ya un año te dejé eso en claro.
—¡Pero nuestro…!
—No hay "nuestro". Cuando tú y yo empezamos una aventura, fui claro contigo: te dije que no buscaba nada serio, que no esperaras nada de mí como pareja, que entre nosotros solo habría sexo y nada más. Incluso solo vivíamos el momento. Te hablé con sinceridad, y tú aceptaste ese trato. No te mentí en ningún momento. Cuando me confesaste tus sentimientos, rompí cualquier acuerdo que tuviéramos porque no quería ilusionarte con algo que jamás pasaría. ¿De acuerdo?
—¡Pero yo te amo! Me fui a Italia para que me extrañaras, y me encuentro con que tienes novia, ¡una maestrita de quinta! Cuando la vea, le...
Golpeé mi escritorio con fuerza, haciendo que saltara en su lugar y guardara silencio. Rodeé el escritorio para estar frente a ella con una mirada tan seria que su rostro lo reflejó.
—Escúchame muy bien, porque no lo voy a repetir. Si vuelves a hablar así de ella o se te ocurre molestarla, voy a destruir a tu familia. ¿Te quedó claro?
—¡No puedes hacer eso! Mi papi es alguien importante.
Solté una risa burlona.
—¿Tu papi es importante? Tu papi es el limpia botas del señor Doriko. Si hablo con él, lo mando a la mierda, y de paso, dejo a tu familia en la ruina total. Y eso es algo que tú no soportarías, ¿verdad?
—¡Eres un maldito! Esto me lo vas a pagar caro.
—Ya estás advertida, Sara. Ahora lárgate, y no quiero volver a verte por aquí.
—¡Te odio! ¡Los maldigo a los dos! —gritó.
La miré con seriedad, y ella se calló, dio la media vuelta y se fue. Justo entonces chocó con Miroku.
—¡Muévete, idiota! —le gritó mientras salía apresurada.
Miroku la dejó pasar y cerró la puerta.
—¿Qué hacía ella aquí, Sesshomaru?
—Nada —respondí, caminando hacia mi asiento y sentándome mientras me frotaba la cabeza.
—¿Cómo que nada? ¿La estabas viendo?
—Claro que no, idiota. Y esto no quiero que se sepa, Miroku. ¿Te quedó claro? Ella ya no vendrá
—Sesshomaru, no es que me quiera meter en tus cosas, pero Inuyasha me dijo que dejaste de verla porque se estaba volviendo muy posesiva con la relación que tenían y…
—Miroku, ¿qué es exactamente lo que quieres decirme? —pregunté, mirándolo con seriedad.
Lo vi suspirar profundamente antes de responder.
—Sesshomaru, tú estás con Rin, y si llegas a romperle el corazón, vamos a volver al principio. No quiero perder otra vez a Sango.
—Eso no pasará, Miroku. Ya le advertí a Sara que no se acerque a Rin porque, si lo hace, dejo a su familia en la bancarrota.
—Espero que Sara haga caso, porque si le hace algo a Rin, hay alguien que no dudaría en destruirla completamente.
—Lo sé. Sé que Kagome es capaz de destruir hasta el nido de perra de la familia de Sara.
—Así es. Kagome podría hablar con el señor Doriko para que no haga más negocios con el padre de Sara. Sabes que ese hombre la tiene en un altar.
—Sí, ya lo sé. Así que, por su bien, es mejor que se mantenga alejada.
—¿Y cómo supo ella de tu relación? ¿Dónde estuvo todo este tiempo?
—Estuvo unos meses en Italia y vio la noticia de Navidad del año pasado.
—Ah, entiendo.
—Bien, ya es tarde, Miroku. Tengo que ir por Rin para después ir al departamento de Naraku y Kikyo. ¿Ustedes también irán?
—Claro. Presiento que nos llevaremos de maravilla con los amigos de Naraku —respondió Miroku con una sonrisa.
—Ya veremos —contesté mientras tomaba mi saco y mi teléfono para salir de la oficina, seguido por Miroku. —Nos vemos allá.
—Sí, Sesshomaru, nos vemos allá —me respondió mientras entraba a su oficina y yo me dirigía al elevador.
—Adiós, señora Chiva.
—Adiós, señor Taisho —respondió.
Entré al ascensor y me quedé pensando: Ojalá que Sara no haga ninguna locura, porque sé que entre Kagome y yo la dejaríamos en la total ruina si se acerca a Rin.
Las puertas del ascensor se abrieron, sacándome de mis pensamientos, y caminé hacia mi auto para ir por Rin a la escuela
Perspectiva de Sango
—Me alegro tanto por ti, Suikotsu, que te haya ido bien en China.
—Gracias, Sango, pero extrañaba mi país, así que imagínate lo feliz que me puso la noticia cuando me hablaron del traslado.
—Me imagino —le respondo con una sonrisa—. Pero, ¿dónde estás quedándote a vivir?
—Aquí, cerca de la clínica. Podemos hacer algo algún día de estos para recordar viejos tiempos, Sango.
—Dalo por hecho —respondí feliz.
Él me toma de las manos con cariño.
—Me alegra volverte a ver, Sango. Sabes lo importante que eres para mí, ¿verdad?
—Lo sé. Tú también eres alguien muy importante para mí, Suikotsu —respondí sinceramente.
Mis ojos se fueron al reloj de la pared; ya era tarde.
—¡Por Kami! Ya es tarde, tengo una cena con mis amigos.
—No te preocupes, linda. Nos vemos mañana aquí.
—Claro, nos vemos —dije mientras me despedía de él con un abrazo y un beso en la mejilla—. Adiós.
—Adiós, Sango. — él me tomó de las mejillas para apretármelas. —Qué linda estás, Sango.
—¡Shhh! No hagas eso —le reprocho con enojo fingido, pero sonrío—. Tú también estás muy guapo, pero ya me voy. Adiós.
—Adiós.
Me di la vuelta y me fui a mi departamento, ya que había quedado con Miroku para vernos allí.
Perspectiva de Sesshomaru
—¿Pasa algo, Sesshomaru? Te ves muy callado desde que me recogiste en la escuela. ¿Algún problema en el trabajo?
—No, Rin, descuida, no pasa nada. Solo es jaqueca —mentí. Odiaba hacerlo con ella. Con una mano tomé su delicada mano para depositar un beso en ella, sin quitar la mirada del frente. —Todo está bien, Rin, de verdad.
—Me alegra —me sonrió.
Y eso era todo lo que necesitaba para ser feliz: su sonrisa. Porque si ella, al reír, era feliz, yo con eso también lo era.
—Cuando lleguemos a mi casa, te daré algo para el dolor, ¿sí?
—Gracias, pero ya me tomé algo —mentí otra vez, pensando.
—Bueno, entonces te prepararé un té de hierbas.
—¿Hay algo en tu casa que no tengas para los males, Rin? —pregunté en broma para cambiar el tema.
—Oye, mi mamá era así. Siempre tenía de todo, desde un parche curita para una herida, hasta una gallina negra para hacer males a las personas.
La miré asustado, y ella soltó una risita que me pareció encantadora.
—¿Cómo que una gallina negra?
—Es broma, amor. Pero sí teníamos dos: una gallina y un gallo. Mamá usaba sus huevos por si alguien se quemaba. Hacía una mezcla con ellos y eso ayudaba para el dolor.
—Ya veo. ¿Y qué pasó con esas aves?
—Murieron con el tiempo y ya no compré más gallinas. El colegio me ocupa mucho tiempo.
—Ya veo —dije estacionando el auto frente a la casa de Rin.
Me desabroché el cinturón y salí del auto para dar la vuelta y abrirle la puerta.
—Gracias.
—De nada.
Entramos a su casa y me dirigí al living.
—Rin, te espero aquí, ¿vale?
—Ok, amor, no me tardo —dijo mientras desaparecía por el pasillo.
—No me tardo.— susurré. Claro, tengo tiempo hasta para ver una película, pensé mientras movía la cabeza. Me senté en el living y me quedé pensando.
Sara no era como la loca de Shima. Ella quiso hacerle daño a Sango, hasta quiso matarla. Pero Sara no está demente, al menos nunca vi esos síntomas en ella. Bueno, más le vale que no haga ninguna estupidez, porque mi amenaza era en serio.
—¡Listo, ya estoy! —dijo Rin, sacándome de mis pensamientos.
—Vaya, al parecer era verdad que no te demorabas nada, Rin —le dije.
—Tonto, yo no me demoro mucho —me reprochó, cruzándose de brazos como una niña pequeña.
Sonreí con calidez, tomé su muñeca y la senté en mis piernas.
—Rin, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Sí, dime.
—¿Por qué no te vas a vivir conmigo?
—¿Eh? ¿Por qué me preguntas eso?
—Es que todos están viviendo juntos: mi hermano, Miroku, hasta Naraku vive con su novia. Y, para ser sincero, me da algo de envidia. ¿Por qué no te vienes a vivir conmigo, Rin?
—¿No te gusta mi casita?
—No es eso, no pienses mal. Es que, ¿no sería mejor vivir en un solo lugar?
—Pero, amor, si siempre dormimos juntos. A veces en mi casa o en tu departamento.
—Sí, pero me gustaría que tengamos un lugar fijo. Mira, si quieres contrato a algunas personas para que tengan tu casita siempre limpia y un jardinero para que tengas el jardín más hermoso. ¿Qué dices? ¿Aceptas?
Ella sonrió, me dio un beso en la mejilla y luego respondió:
—Amor, no se trata de eso.
—¿Entonces?
—Yo le prometí a mi madre que el día que saliera de mi casa, sería con un vestido blanco y casada, Sesshomaru.
—¿Es eso? ¿Quieres casarte? Pon fecha y nos casamos.
—Cariño, no se trata de eso. No es que te esté pidiendo matrimonio. Hay que ir paso a paso. Llevamos muy poco tiempo de novios y hay que vivir primero un noviazgo, conocernos como somos en realidad, en todo momento y todo eso. Vivamos el noviazgo primero, ¿sí?
—Está bien, Rin, tú ganas. Haremos las cosas como te guste más, ¿sí?
—Gracias, amor —me abrazó por el cuello para besarme. Respondí feliz y así estuvimos unos minutos, hasta que ella se separó de mí.
—Bien, hay que irnos. Pero no me respondiste cómo me queda mi ropa.
Se levantó de mis piernas y modeló frente a mí. Llevaba unos pantalones de mezclilla, unas botas vaqueras y una blusa blanca con una chaqueta de cuero.
—Te ves hermosa, amor —le dije levantándome del sofá para abrazarla.
—Tú también te ves muy guapo con tu traje gris.
—Lo sé —le respondí con altanería.
—¡Oye!
Pero antes de que dijera algo más, la besé. Ella terminó el beso y me miró con una sonrisa.
—Ya, se nos está haciendo tarde, amor.
—Sí, vamos.
Caminamos hacia fuera de la casa y nos fuimos al departamento de Kikyo y Naraku.
Perspectiva de Kagome
—Oye, Kikyo, ¿no crees que es mucha comida la que compraste?
—No creo, somos muchos, así que está bien.
—Bueno —dije, mientras llevaba las copas a la sala.
Estábamos casi todos ya en el departamento: Inuyasha, yo, Sango, Miroku, Koshó y Asuka. Solo faltaban Sesshomaru y Rin, y, obviamente, Naraku y sus amigos.
Sonó el timbre y Sango fue a abrir.
—Perdón por la demora.
—No te preocupes, pasa —dijo Sango, para dejar entrar a Sesshomaru y Rin.
—¡Llegamos a tiempo! —pronunció nuestra amiga.
—Sí, Naraku aún no llega —dije, mientras ponía unas botanas sobre la mesa.
Caminé al sofá y me senté al lado de Inu.
—Oye, Kikyo, al final no nos dijiste si el jefe de Naraku contrató a sus amigos.
—Ah, sí, verdad. Pues sí, fueron contratados, y mañana mismo empiezan a trabajar con Naraku.
—¡Súper! —dije.
Al parecer, el grupo de chicos va creciendo más que el de nosotras. Prenuncio Rin
—¿Y si buscamos algunas amigas para que se unan a ustedes? —preguntó Miroku.
Tanto Sango, Kikyo, Koshó, Asuka y yo lo miramos con cara de asesinas.
—¿Qué dije? —preguntó asustado.
Rin se puso a reír.
—Miroku, si aprecias tu vida, jamás digas eso.
—¿Pero qué...?
—¿Crees que cualquier mujer entra al grupo de las chicas sexys? ¿De verdad piensas eso? —expresó Sango con cara de pocos amigos.
—Miroku, mejor no la sigas embarrando —le respondió Inuyasha con una sonrisa.
Miroku bebió de su copa de golpe porque Sango lo miró feo, y todos nos reímos.
—¡Kikyo! —escuchamos la voz de Naraku mientras la puerta se cerraba y esperábamos a que llegaran al living.
Vi entrar a mi primo con sus tres amigos.
—Hola.
—Hola —dijimos nosotros.
—Kikyo, chicas, chicos, les presento a mis amigos de América: Él es Bankotsu Guerrero, él es Muso Hayashi, y él es Juromaru Kinoshita.
—Hola, mucho gusto —pronunciaron los tres.
—Hola —dijimos todos.
—Hola, yo soy Kikyo Tama, mucho gusto.
—El gusto es nuestro, Kikyo, pero vaya, sí que es más hermosa de lo que Naraku nos habló.
—Qué gentil eres, gracias.
—No más digo la verdad.
Nos levantamos para saludar.
—Hola, soy Sesshomaru Taisho, mucho gusto.
—Y yo, Rin Kimo, mucho gusto.
—Yo soy Miroku Mushin, mucho gusto.
—Sango Taijiya, mucho gusto.
—Nosotras somos Koshó y Asuka, mucho gusto.
—Hola, soy Inuyasha Taisho, mucho gusto.
—Yo soy Kagome Higurashi, mucho gusto.
—El gusto es nuestro, caballeros, señoritas.
—Pero siéntense, por favor —habló Kikyo mientras servía los tragos.
—¿Les costó mucho decidir dejar América para vivir en Japón, muchachos? —preguntó Miroku.
—No, en realidad no, la tierra de uno siempre tira, así que eso nos hizo felices al volver a Japón —respondió Juromaru.
—Ya veo.
—Sí, además aquí hay más lugares donde practicar artes marciales, que es algo que me gusta hacer —volvió a hablar Juromaru.
—¿Entrenas artes marciales? —preguntó Sango.
—Sí, ¿por qué?
—¡Eso es genial! Yo también.
—¿De verdad? —preguntaron ahora los tres amigos de Naraku.
—Sí, de verdad.
—Sango es muy buena en las peleas, sobre todo contra hombres.
—Vaya, tengo que ver eso —dijo sonriendo Juromaru.
—Claro, cuando quieras —respondió feliz Sango.
Perspectiva de Inuyasha
—¿Estuvieron mucho tiempo en América, chicos? —pregunté mientras bebía de mi copa.
—Más o menos unos veinte años. Sí, veinte años estuvimos exactamente —respondió uno de ellos.
—Vaya, es mucho tiempo.
—Sí, pero valió la pena.
—Eso sí. Estados Unidos es un buen lugar para estudiar.
—Así es —me respondió Bankotsu, pero su mirada se dirigió hacia Kagome—.
—Así que usted es la famosa prima de mi amigo Naraku.
—¿Famosa por qué? —preguntó mi novia a mi lado.
—Naraku nos dijo que tenía la prima más linda del mundo, pero jamás nos mostró una foto de ti. ¿Puedo tutearla?
—Claro —respondió Kagome con una sonrisa amable.
—Bueno, al final, por lo que veo, Naraku se quedó corto con su descripción, Kagome. Eres realmente hermosa.
—Eh... pues gracias —respondió Kagome a mi lado, pero no me gustó ni una sola palabra de lo que Bankotsu dijo, y ese punto lo iba a dejar claro.
Dejé la copa en la mesa y hablé:
—Mi novia no es solo hermosa, es la mejor abogada de todo Japón. ¿Verdad, hermosa?
—Inuyasha, por favor... —me dijo Kagome, intentando detenerme.
—Solo digo la verdad —le respondí, mientras la abrazaba y miraba fijamente a Bankotsu, cuya mirada no me gustó nada.
Los minutos pasaron y las charlas se volvían cada vez más animadas. Naraku se veía realmente feliz con sus amigos, y Koshó y Asuka parecían estar pasándola genial con esos tres sujetos. Pero yo ya quería largarme. El idiota de Bankotsu no le quitaba la maldita mirada de encima a Kagome, y eso ya me estaba cansando. Bebí un trago de mi copa y, fugazmente, vi a Miroku. Su expresión era idéntica a la mía; no había duda de eso.
Miré al frente, y el tal Juromaru no dejaba de hablar con Sango. Ella sonreía, y se veía feliz hablando con él. Sentía que íbamos a tener problemas con estos dos sujetos, lo pensé seriamente.
Perspectiva de Koshó
—Voy por más botanas a la cocina. Asuka, ¿vienes?
—Sí —respondió.
Las dos fuimos a la cocina, y cuando estuvimos solas, empezamos a platicar en confianza.
—Asuka, ¿los viste? Están como quieren esos chicos.
—Sí, Bankotsu es un hombre tan varonil. Esa trenza que le cae por la espalda lo hace ver increíble, y esos ojos azules oscuros... uff, me da aire de que me ahorque con sus brazos —respondió mi amiga, mordiéndose el labio.
—Y Juromaru... —dije, apretándome las piernas—. Por Kami, tiene una mirada que, si me lo pide, le abro las piernas sin dudarlo al papasito.
—Oye, pero Muso también tiene lo suyo. Tiene una carita angelical.
—Verdad, Asuka, tiene una cara muy angelical —dije, pensativa—. Oye, Asuka, se me ocurrió algo.
—¿Qué cosa?
—Si Rin no estuviera con Sesshomaru, haría linda pareja con Muso.
—Oye, es verdad. Los dos tienen esa dulzura angelical en sus rostros.
—¿Verdad que sí?
—Sí, pero, Koshó, aun así, Sesshomaru está que... mmm... mírame y te moja los calzones.
—Asuka, te va a escuchar Rin.
—Ay, pero si es la verdad. Ya mejor vamos a dejar esto a los chicos —dijo, guiñándome un ojo.
—Sí, vamos.
Perspectiva de Kagome
—Listo, aquí tienen más botanas, chicos —dijo Koshó a los demás, para luego sentarse de nuevo.
—Chicas, chicos, a nosotros nos van a disculpar, pero ya tenemos que irnos. Mañana tengo clase en la escuela —pronunció Rin, levantándose.
—Nosotros también nos vamos —añadió Inuyasha.
Lo miré, confundida. ¿No era que nos íbamos a quedar hasta el final?, pensé.
—¿Ya se van? —preguntó Naraku.
—Sí, Miroku y yo tenemos una junta muy temprano. ¿Verdad, Miroku? —respondió Inuyasha.
—Sí, Inuyasha. Nosotros también nos vamos —confirmó Miroku.
Miré a Sango algo confundida, y ella me miró a mí, pero no dijimos nada.
—Nosotras nos quedamos —hablaron Asuka y Koshó.
—Kag, nos vamos.
—Sí, claro —dije mientras me levantaba. Nos despedimos de todos y fuimos hacia la puerta.
—Fue un gusto verlos, muchachos.
—El gusto fue todo nuestro, Kagome —me respondió Bankotsu con una sonrisa.
Nos despedimos por última vez y nos dirigimos al ascensor. Al llegar a la calle, nos despedimos de los demás:
—Adiós, Rin, Sesshomaru, Sango, Miroku.
—Adiós, Kag, Inuyasha.
Subimos al auto para irnos. El trayecto fue en silencio, pero el ambiente se sentía pesado, así que hablé:
—¿Pasa algo?
—No —fue su respuesta.
Levanté una ceja, sin creerle nada.
—Inuyasha, pensé que mañana no trabajabas. Al menos eso me dijiste hoy en la mañana.
—Fue algo de último momento. Ya sabes cómo son estas cosas.
—Mmm, ya veo —dije sin más, mirando por la ventana. Me quedé pensando: A Inuyasha le pasa algo, pero esperaré a que lleguemos al departamento para hablar con él.
Perspectiva de Inuyasha
Cuando llegamos al departamento, abrí la puerta y caminamos directo al cuarto.
—Inuyasha, ¿me vas a decir qué bicho te picó?
—Nada —respondí.
—Mentiroso. Apuesto que esa junta es mentira. Me estás mintiendo —reclamó detrás de mí.
Maldije por lo bien que me conocía Kagome.
—No es nada, Kagome, de verdad.
—¡Ya deja de mentir y mírame a la cara cuando te hablo, carajo! —me giré más enojado y, mirándola de frente. —¡Ahora dime qué mierda te pasa!
—¿Qué me pasa? Me pasa que el idiota de Bankotsu no te quitaba los malditos ojos de encima, y tú, muy feliz, hablando con él y dejándome a un lado. ¡Dime, ¿quién carajo es tu novio, él o yo?!
—Inuyasha, bájale dos rayas a tu reclamo, porque no entiendo ni una mierda de lo que me estás diciendo.
—¿Que no? Bien, yo te lo explico: el maldito de Bankotsu te estaba coqueteando y tú no hiciste nada para que dejara de mirarte, Kagome.
El sonido de la bofetada que resonó en el cuarto no lo esperaba. Sentí el ardor en mi mejilla mientras giraba el rostro por el impacto.
—¡En tu vida me hables así, Inuyasha! ¿Me oyes? ¡En tu vida! Te amo, pero no por eso voy a permitir que desconfíes tan idiotamente de mí. ¿Me escuchaste? —dijo, dándose media vuelta para salir del cuarto.
La alcancé primero, sujetándola por la cintura, y la giré hacia mí. La abracé contra mi cuerpo y la besé. La besé desesperado, odiaba pelearme con ella. La sentí removerse para separarse de mí, pero no lo permití; la abracé más fuerte.
—MMM, Inuyasha, déjame —dijo.
—Perdóname, pequeña, fui un idiota por hablarte así, perdóname —susurré en sus labios para volverla a besar con desesperación.
—MMM, Inu, Inuyasha, no tienes por qué ser celoso, yo te amo a ti —me susurró entre el beso y sentí cómo dejaba de removerse entre mis brazos y correspondía a mi beso.
—Lo sé, lo sé, perdóname, pequeña, es que no soporto que otro te vea, me enferma solo de pensarlo.
—Inuyasha... —Kagome pronunció mi nombre para dejar de besarme y mirarme a los ojos.
—No me importa que otros me estén viendo, yo solo tengo ojos para ti, Inuyasha, para nadie más, porque te amo.
—Lo sé, linda, ¿me perdonas?
—Solo si me haces el amor.
Sonreí para abrazarla más contra mi cuerpo.
—Será un placer, cariño.
La volví a besar mientras buscaba el cierre de su vestido. Cuando lo encontré, lo abrí para deslizar su vestido por su cuerpo, dejándola solo en ropa interior. La cargué estilo nupcial y caminé con ella hasta la cama, la dejé allí acostada mientras yo me despojaba de toda mi ropa, quedando desnudo frente a ella. La vi relamerse los labios y yo sonreí.
—¿Te gusta lo que ves, pequeña?
—Me encanta —y me hizo señas para que me acercara, y así lo hice. Le quité los zapatos, después le quité sus bragas de encaje y me relamí los labios. Con mis manos, le abrí las piernas y le di una profunda lamida.
—Mmmm.
—¿Te gusta?
—Me encanta.
Le di otra lamida y muchas más hasta que sentí su cuerpo moverse con total desesperación; fue entonces cuando dejé de lamerla para subirme encima de ella, quitarle el sujetador y besarla mientras me hundía en su interior.
Los dos gemimos por el placer de estar unidos.
—MMM, Inuyasha, no quiero que seas delicado hoy, mmmm, quiero sentirte totalmente.
—Bien, así será, pequeña —y le dimos rienda suelta a nuestro amor; nuestros nombres salían de nuestros labios en forma de gemidos y gritos de placer.
—Inu, Inuyasha, mmm, sí, sí, sigue así.
—Hoooo, Ka, Kagome, mm, me tienes loco, hermosa.
La embestí como un salvaje y posesivo, ¿pero qué más podía hacer? Kagome era mía, solamente mía, y nadie me la iba a quitar, nadie.
—Kag, di mi nombre.
—MMM.
—Vamos, dilo —le exigí.
—Inu, Inuyasha.
—Di que soy el único en tu vida.
—Mm, amor, eres el único.
—Susurró ella entre las embestidas que le estaba dando.
—Yo... yo soy la única, Inuyasha —soltó esas palabras a duras penas.
Y yo sonreí para susurrar en su oído:
—Eres y siempre serás la única en mi vida y en mi corazón, Kagome. Eres la única con la que puedo llegar al cielo —solté esas palabras con todo mi amor y empecé con un vaivén más rápido y profundo.
—MMM, shhhhh, Inuyasha, ya, ya casi.
—Vamos, lleguemos juntos, amor.
—Shhhhh, mmmm, ya, ya casi, shh.
—Inuyashaaaaaa.
—Mmmm, Kagomeeeee.
Soltamos los dos al llegar juntos al clímax. Nos quedamos unos segundos así hasta que yo me salí de ella con un gemido de ambos y me recosté a su lado, con mi brazo trayéndola hacia mí.
Pasaron unos minutos en silencio, pero para nada incómodos entre los dos, mientras yo acariciaba su espalda y ella acariciaba mi pecho. Cerré los ojos para disfrutar de su exquisito aroma en su cabello.
—¿Niño o niña?
Abrí mis ojos cuando escuché esas palabras pronunciadas por Kagome.
Perspectiva de Kagome
Nos quedamos ahí disfrutando del momento hasta que algo pasó por mi mente y no dudé en decirlo en voz alta:
—¿Niño o niña?
—¿Qué dices? —preguntó Inuyasha mirándome. Me incorporé para sentarme y él hizo lo mismo.
Le sonreí.
—Eso mismo que escuchaste, Inuyasha. ¿Te gustaría tener un niño o una niña?
—Kagome, ¿estás…?
—No, amor, aún no —respondí con calma. Luego me estiré hacia mi cómoda de noche, abrí el cajón y saqué una pequeña caja. Regresé a mi lugar en la cama y miré a Inuyasha—. Estas son mis pastillas anticonceptivas, las que he estado tomando, pero si aún quieres que seamos padres…
—Sí, lo quiero —me respondió enseguida.
Solté una risita y lo abracé.
—Entonces está decidido. Este año vamos a ser padres, Inuyasha.
—Kagome, ¿estás segura de lo que me estás pidiendo? No quiero que te sientas obligada a…
Lo callé con un beso y le susurré:
—Yo también quiero, Inuyasha. Si es contigo, lo quiero todo —dije, feliz por estar con el amor de mi vida.
Perspectiva de Inuyasha
Si ya era feliz con Kagome, ahora mi felicidad no tenía límites. Kagome me había dado la mejor noticia del mundo. Ser padre era algo que anhelaba con toda el alma. Estuve a punto de adoptar a Shippo, pero mis padres me ganaron la mano con el enano.
—Inuyasha, ¿estás feliz?— por un segundo me quedé perdido en mis pensamientos. —¿En qué pensabas, amor?
—En que me has hecho el hombre más feliz del mundo, pequeña. Hace muchos años soñé con ser padre y ahora tengo a la mejor mujer del mundo a mi lado. Pronto seremos padres, Kagome.
—Sí, así es, amor. Así que toma.
Me entregó la caja de pastillas. Las tomé, las observé por un momento y luego las lancé al bote de basura.
—Ya no las vamos a necesitar, bonita.
—No, ya no. Pero dime, ¿Qué te gustaría que tuviéramos, una niña o un niño?
—¡Los dos! —pronuncié feliz.
Ella rió y me abrazó. Nos recostamos en la cama y nos cubrimos con las sábanas.
—¿Dos hijos, Inuyasha? ¿Podrás con dos?
—Con dos y con más —respondí, feliz.
—Bueno, por suerte tenemos muchos tíos y tías que nos echarán una mano —dijo Kagome, riendo.
—Sí, pero no hará falta, porque me desvelaré por ellos, pequeña. Lo juro.
—Lo sé, Inuyasha, lo sé. Y dime, ¿tienes algún nombre en mente?
—Mmm… no sé, por el momento no.
—Yo sí —dijo ella con una sonrisa hermosa.
—¿Cuál? —pregunté, curioso, mientras la besaba.
—Si tenemos una niña, me gustaría llamarla Moroha. ¿Te gusta?
—¡Me encanta! —pronuncié, feliz—. Bien, si es hombre, yo me encargaré del nombre.
—Perfecto, pero para que eso pase, hay que practicar, cariño.
Ambos reímos antes de cubrirnos con las sábanas y volver a hacer el amor durante toda la noche.
Quién sabe… quizá esta misma noche logremos crear a nuestra pequeña Morohita.
Continuará...
Si llegaron hasta qui gracias crédito de la ortografía a la bella autora Cbt1996 gracias linda
