La oscuridad de tus ojos
Capitulo 1: Existencia vacía
Lo primero que logro procesar su mente cuando despertó fue el dolor lacerante y ardiente que cubría su mejilla ahora inflamada, luego, lenta y pausadamente habían sobrevenido los otros dolores más pequeños que en conjunto habían comenzado a gritarle para hacerse oír entre la muchedumbre de aquella vacía habitación donde ahora se encontraba. Su mente y cuerpo, cansados de todo el alboroto parecían haberse aliado en su contra y ella sin fuerzas para protestar simplemente les había dejado ser a sus anchas.
"Eres una idiota"
Vale, podía admitir eso, y muchas otras cosas, pero ¿valía la pena saberlo si no podía arreglarlo? Había metido nuevamente la pata hasta el fondo. Que había hecho y cómo eran preguntas que sabía ya no valía la pena contestar. El castigo había sido llevado a cabo y quizá muy dentro de su conciencia, la idea de que este no hubiera terminado latía como si aquel pensamiento viviera por si mismo.
La idea de recostarse y solo dejarse llevar por la inconsciencia cruzaba su mente, pero aquel pensamiento, así como muchos de los que tenía se desvaneció entre las sombras para perderse y no volver jamás. Sintiendo la presión de las cuerdas en sus muñecas y tobillos, decidió ser un poco constructiva y evaluar la situación actual. Colgando de alguna parte de la habitación y firmemente atada la chica de cabellos blancos trato de pensar y olvidar por un segundo todo el dolor que inundaba su cuerpo. En momentos como ese sabía que su mente, ya predispuesta para solo sentir dolor, podía volverse voluble y antes de darse cuenta comenzaría a perderse bajo las primeras sombras de un terror ante lo inminente y desconocido. Los miedos de niños, esos que ven monstruos en las sombras de una habitación mal iluminada o en la pila de ropa que quedaba sin doblar sobre la cama, todos esos terrores eran cosas que no conocía debido a su ceguera, pero por alguna razón creía que estos eran mas tangibles, mas reales de alguna forma, ya que solo se necesitaba prender la luz o dejar la ropa en otro lugar para que el mundo volviera a estar en calma. Su mundo, siempre sumido en la oscuridad tenía miedos mas extraños, y mas irreales que cualquiera. Todo se reducía a hechos y sonidos. Tras una golpiza su cerebro parecía emitir una alarma que la hacia permanecer en alerta constante. "Escucha pasos" Era lo que siempre le decía "Siente el mundo que no puedes ver, anticípate a lo que vendrá…" pero ¿Cómo saber que es lo que vendría? Su vida se reducía al perdón por sus errores y al castigo por los mismos, nada más. ¿Sería perdonada esta vez? ¿O sería castigada nuevamente? No lo sabía, así que expectante redujo al mínimo su propia y débil respiración para ver si podía escuchar algo, o sentir a alguien acercándose con aquella aura asesina que clamaba por ser escuchada. Con algo de resignación comprendió que viniera lo que viniera, ya fuese el perdón o mas castigo, no podía hacer nada más que aguardar y suplicar en silencio porque todo acabará pronto. Si es que acababa algún día.
Intento estirarse, pero sus costillas como fierros calientes le cortaron la respiración y lo único que consiguió fue producir un suave gemido que intento tragarse apenas lo sintió subir por su garganta. Incluso de haber tenido cada hueso en su lugar las cuerdas que se aferraban a ella no le hubieran permitido moverse, así que resignándose de nuevo dejo cualquier intento por estirarse descartado. Con melancolía trato de pensar en lo que había sucedido esa tarde, no era un genio, pero repasar mentalmente sus acciones a veces ayudaba a que comprendiera ciertas cosas, como por ejemplo en que se había equivocado o que cosas no debía volver a repetir. Pero tras unos instantes de vacilación pensó que aquel esfuerzo también era inútil.
No sabía que había hecho mal, pero quería disculparse, no sabía si eso le ayudaría o al menos conseguiría que con ello le retiraran las amarras. Quizá aun debía ser castigada un poco más, quizá la paliza aún no había terminado del todo. Relamiéndose los labios resecos siente el sabor metálico de su propia sangre mezclarse con su saliva y entonces piensa "estoy viva" y agrega "pero no se por qué". Los recuerdos y los sonidos la envuelven lentamente, como una nube de la cual no puede apartarse. Lo primero en llegar es el sonido, solo el sonido en el aíre, luego el dolor de la primera bofetada que la mando a volar directamente al centro de la habitación la hizo reaccionar, el piso de piedra que la recibió con dureza pareció mofarse de ella, y los golpes y tirones que le sobrevinieron después solo fueron meros recordatorios de quien era ella. Su suplica silenciosa de que todo terminara pronto es lo último que recuerda antes de caer inconsciente. Eso era ella. Un cumulo de errores tembloroso eh inútil. Un intento de ser humano que parecía ser un fracaso absoluto. Su estomago se contrajo en un acto reflejo y aterrada se apresuro a cerrar la boca antes de que si quiera pensara en vomitar. Las nauseas subieron por su garganta, así como lo que sea que hubiera tenido en el cuerpo y un sabor amargo y conocido la embargo, aún así se reusó a abrir la boca. Vomitar y manchar el suelo del palacio no estaba en su lista de cosas por hacer, así que tratando de respirar lo mejor que se le daba por su nariz intento que el dolor y las nauseas remitieran y se mantuvieran alejadas. Pero el olor de su propia sangre ahora seca no ayudaba en mucho. Trato de pensar en otra cosa, pero solo pudo pensar en aquella dura golpiza que había recibido tras ser enviada a su habitación.
No pidió ayuda, no pidió que se detuvieran, no pregunto porque ni tampoco exigió alguna respuesta. Inmóvil y aturdida se había dejado abandonada a si misma, como siempre hacia y había permitido que aquella golpiza que se le antojaba interminable continuara sin cuartel por lo que le pareció una eternidad. La resolución a la que había llegado en medio de todo era por demás simple. Ella había cometido un error y por eso merecía ser castigada. No tenía derecho a replicar, no tenía porque pedir ayuda. Su posición actual se la había ganado a pulso por alguna razón que no recordaba y eso era todo. Sus padres habían explicado las reglas muchas veces cuando era niña. Ella no tenía que estorbar ni molestar a nadie con su existencia, y si ella mantenía ese orden entonces todo iba bien. Pero ella era muy torpe, muy tonta, y por eso solía equivocarse y con eso se había ganado una que otra paliza por parte de sus padres o sus hermanos mayores. La única diferencia entre esa paliza y las muchas que había tenido en su infancia era la mano que la había propinado, nada más.
Sintiéndose más estúpida que de costumbre se cuestiono que había hecho mal ante el líder supremo. ¿Lo había molestado? ¿Lo había ofendido? Era culpable, eso estaba tan claro como él agua, el problema es que estaba esa pequeña duda que nunca nadie le respondía. Una vez había tenido las agallas de preguntar. Solo una vez y entonces se arrepintió enseguida de haberlo hecho, pues la paliza por su pregunta había sido mucho más dura que la de su castigo inicial. Con una respuesta como esa había aprendido que preguntar era un límite que no podía cruzar y así fue que decidió guardar silencio. No importando las razones ella había aprendido que cada golpe era merecido, resultado casi siempre de sus múltiples torpezas.
Lo entendía y aún así, muy dentro de si, escondida, así como su pregunta, estaba el dolor y la pena de sentirse inútil y completamente vulnerable. Amarrada como un animal y sintiendo su sangre congelarse en cada una de sus extremidades Komugi trato de usar la única arma que tenía a su favor eh intento jugar consigo misma en medio del silencio de la habitación. Aquella táctica la usaba para protegerse y aguardar a que todo terminase, se apartaba del mundo y de alguna manera el dolor desaparecía y solo quedaba el tablero imaginario que nacía de su mente y las piezas que ella movía de un lado a otro. Escapaba de la cruel realidad y se refugiaba en un mundo mas acogedor y cálido, donde todo era conocido y podía hacerse las preguntas que quisiese, aunque nadie pudiese contestarle.
Pero el dolor la envolvía de manera asfixiante, ahogándola con su terror, y agobiada se dio cuenta de que esta vez no podría ir a su lugar seguro. Sentiría el tiempo y cada punzada en su cuerpo sin poder escapar y aunque eso debió ser razonable no pudo evitar estremecerse contra las cuerdas que la afirmaban a ese mundo en el que no había pedido nacer.
Una idea reboto en su conciencia "Quizá muera esta noche…" y eso de alguna forma pareció consolarla. No tenía miedo de morir, no tenía una verdadera razón para continuar existiendo salvo no molestar a los demás y si ella moría entonces estaría cumpliendo en parte su única misión. Alguien que esta muerto no puede ser una mayor molestia. ¿Cierto?
Una lágrima silenciosa se deslizo por su mejilla lentamente y rodo hasta estrellarse con el suelo con una tragedia impropia. ¿Por qué estaba llorando exactamente? No tenía porque llorar, no había razones, no tenía permiso…y aún así no podía evitarlo. Llorar era una falta, era un error terrible, entonces ¿Por qué? ¿Por qué? Confundida, y lamentando el no poder detenerse, Komugi dejo que las lágrimas cayeran en silencio, sin sollozos, sin estremecimientos y sintiéndose cada vez más perdida dentro de si misma rogo a quien sea que la escuchara una única cosa.
"No dejes que nadie me vea, por favor, no permitas que nadie entre y vea que estoy llorando sin razón ni sentido, solo deja que esta vez pase, por favor, solo esta vez, una sola vez…"
Sabía que nadie la escucharía, pero aún así continúo suplicando, ignorando que su cuerpo se entumecía, cerrando los oídos a sus músculos agarrotados y heridos. Y así siguió hasta que no fue consciente de que la poca fuerza reunida se evaporaba para nuevamente caer inconsciente. Las lágrimas siguieron cayendo incesantes y absolutas y aunque la niña hubo implorado por no ser descubierta, la realidad y el mundo, conspirados en su contra o quizá a su favor ignoraron la petición y permitieron que unos pasos lejanos continuaran acercándose.
La vida era una ruleta y la de Komugi comenzaba a girar, lenta y pausadamente, casi con miedo, pero se movía y las cosas, aunque ella no lo supiera, comenzarían a cambiar.
El Rey estaba confundido. Y molesto. Eso era algo inalterable en su estado de animo, pero eso no le restaba importancia a lo primero. Su espectro de emociones que solía estar en la escala de "No me importa" y "Voy a matarte" se encontraba ahora desbalanceada a tal punto que no era capaz de identificar que era lo que lo tenía tan perturbado como para no poder resolverlo con una simple acción.
No se sentía cómodo o satisfecho en lo absoluto, y la irritabilidad comenzaba a enloquecerlo. La tarde había sido tan aburrida como la mañana y la oscuridad de la noche no había mejorado ese aspecto en lo absoluto. Había intentado entretenerse mediante los innumerables libros que había hecho traer a sus guardias, se había paseado por cada uno de los rincones del palacio y aún así nada había cambiado su creciente mal humor. Pouf había intentado hablar con el sobre la selección, pensando que quizá con eso le animaría, pero la verdad es que no había hecho mas que aburrirle y el deseo de mandarlo a volar había crecido minuto a minuto. Siendo sincero ni siquiera le había puesto atención y tras escucharlo había ordenado que se le dejara solo. No deseaba hablar con nadie, no quería ver a nadie, estaba molesto ¿Es que tenía que pintar un letrero para que sus Guardias lo entendieran?
Viéndose solo y rodeado de libros llenos de polvo había intentado pensar y aclarar sus ideas. Pero no había conseguido nada. Su mente, que ahora parecía haberse apoderado de todas sus capacidades para mantenerle a raya, se había dedicado a joderle la existencia con un único pensamiento.
Komugi. La Maestra Gungi ahora fuera de combate.
No es que le hubiera ganado, no, es mas, sabía que aún estaba muy lejos de eso. Tampoco es que la chica no hubiese querido jugar con el o se hubiera tirado por la ventana como otros jugadores cuando fueron llamados. No. Ella no había hecho nada y eso era en parte lo que le molestaba.
Cerrando los ojos y estirándose sobre los diversos almohadones que tenía el piso el Rey repaso todo lo que había sucedido dos noches atrás eh intento controlar la creciente ira que comenzaba a dominarlo.
Se había aburrido, así de simple. Todo empezó porque el se aburrió de esperar. Nada más simple y sin embargo eso había llevado a una noche de caos y descontrol total. Había ido en busca de Komugi, sin hablar con sus guardias, sin pedírselo a nadie había puesto sus pies en dirección a la habitación de la chica porque le apetecía. Un juego más, o muchos, no importaba, la idea era matar el aburrimiento y el tiempo, y el tablero y aquella "invitada" le había parecido lo ideal. Había pensado anunciarse cuando llego a la puerta, pero tras pensárselo había llegado a la conclusión de que eso era una idea estúpida. Ese era su palacio, y no tenía porque andar anunciándose, así que sin más había cogido la manilla de la puerta. Fue entonces que se percato de aquel olor nauseabundo y metálico. Abriendo los ojos para contemplar el techo el Rey vuelve a verse plantado frente a la puerta de Komugi con ese único pensamiento en la cabeza
"Sangre. Huele a Sangre"
Fue entonces que su primer impulso se perdió. Ya no estaba frente a esa puerta para jugar un rato, sino para averiguar que demonios sucedía en esa habitación en concreto. Entro de golpe, con fuerza, comprimiendo los músculos, listo para atacar si era necesario, pero toda su preparación fue bruscamente interrumpida con lo que vio a continuación.
Komugi había sido suspendida en el aíre. Mientras unas sogas le afirmaban los brazos hacia el techo, otras cuerdas atadas a sus tobillos la mantenían en una posición fija en dirección al suelo, de forma que ninguna de sus extremidades tuviera algo a lo que afirmarse y al mismo tiempo para que su cuerpo inerte no oscilara en ninguna dirección. La impresión lo dejo paralizado por un segundo, quizá dos, no era capaz de recordarlo, lo que si sabía era que lo había puesto en movimiento. Las lágrimas. El pequeño y minúsculo torrente de agua salada que caía verticalmente contra el suelo lo había enfurecido, como si algo dentro de su pecho hubiera explotado y antes de darse cuenta y sin mucho esfuerzo había cortado de golpe todas las cuerdas que sostenían a la chica. Su cuerpo inerte y rígido se había precipitado al suelo, pero el había sido más rápido, el había conseguido sostenerla antes de que cayera. Su irá entonces había sufrido otro golpe de gracia cuando logro dimensionar las condiciones en las que se encontraba Komugi.
Una mancha coagulada de sangre, ahora ennegrecida cruzaba su boca y también su nariz, tenía una mejilla enrojecida eh hinchada y un poco más arriba uno de sus párpados también hinchado por la sangre había comenzado a amoratarse a toda velocidad. Sus manos estaban heridas. Su cuerpo golpeado. Y su cerebro a punto de estallar pareció gritar miles de blasfemias en un idioma no reconocido ni siquiera por el mismo. Quería saber quien, quería saber por qué, y en cuanto tuviera ambas respuestas matar al responsable. Pero algo más había capturado su deseo de venganza. Había sido un susurro apenas audible, un pequeño anhelo constituido de un murmullo y dos simples palabras
"Lo siento…"
Después habían llegado los estremecimientos. La fiebre se había auto invitado a aquella noche de horror que parecía no terminar nunca de evidenciar errores, y Komugi, presa de él y totalmente inconsciente había comenzado a batallar temblando sin control contra sus brazos. Algo pareció quebrarse en el medio de su cabeza y todo su sistema nervioso comenzó a gritar alarmado. Si no hacía algo en ese mismo instante, la situación no haría más que empeorar. Si algo le pasaba a Komugi seria su culpa y la cruel realidad pareció abofetearlo con fuerza cuando se dio cuenta de que todo lo sucedido en si era su culpa. No había ordenado que le hicieran daño a la chica, no había necesidad y tampoco entendía porque la habían colgado como si se tratara de un animal listo para ser sacrificado, pero era su culpa. Mordiéndose los labios con fuerza el Rey ve sus errores y no le gusta. Si hubiera estado más atento, si hubiera ido antes, o quizá, si hubiera ordenado a alguno de sus guardias que no se le tocara las cosas hubieran sido distintas. La niña que temblaba en sus brazos era inofensiva y así mismo muy frágil. Un simple apretón de sus manos habría bastado para volver sus huesos polvo, no era una amenaza. ¿Entonces por qué la habían dejado en ese estado? Y mejor aún, si él era un ser superior y el más fuerte ¿Cómo era posible que no hubiera podido cuidar de ella?
Las dudas lo asaltan, una tras otra, y consternado se da cuenta de que le esta dando mucha importancia al asunto. Ella era otra humana mas, un simple mortal que le entretenía al menos de momento, entonces ¿Por qué demonios estaba tan enojado? No era el aburrimiento lo que lo tenía así. No era porque no podía jugar al Gungi y derrotar a la chica, había algo más que se le escapaba. Algo que lo hacia enloquecer cada vez que recordaba las marcas que había visto aquella noche. La respuesta mas simple a sus dudas era que Komugi le importaba, pero ¿Por qué exactamente? Quizá porque aún no la había vencido, quizá porque ella no le tenía miedo en absoluto, quizá… ¿Quizá qué?
Ella te importa. Grito su cabeza hastiada de tantas preguntas y el demasiado ofuscado para contradecirle replico como pudo. "Muy bien, eso puede ser verdad, pero eso no justifica el por qué" En vez de responder su mente volvió a regresarlo al pasado, a la habitación donde había sostenido a la chica para que no cayera y al momento donde sus emociones se dispararon en todas direcciones sin que el pudiera hacer algo para detenerlas
¿En que momento fue que comenzó a llamar a gritos a todo el mundo como un poseso? ¿Cuánto tardaron todos en llegar? ¿Un par de segundos? ¿Horas? ¿Media eternidad? No lo sabia, no lo había procesado, simplemente había sido demasiado y eso era todo. Las siguientes imágenes pasan rápido, una tras otra, como un remolino de colores y voces que se distorsionaba hasta perder su forma.
Pouf asegurándole con su vida que la chica se recuperaría, Pitou jurando encargarse y Youpi con aquella cara de confusión desesperante. Grito ordenes, mando a buscar al responsable y lanzo un par de maldiciones para su propia paz mental, pero nada de eso fue suficiente en ese momento. Armado con su furia y su propia necesidad de que todo se hiciera de forma correcta había hecho lo inconcebible y no se había apartado de la niña hasta que su temperatura comenzó a disminuir de forma gradual. No la soltó en ningún momento, no permitió que nadie más la cargara hacia otra habitación y no se alejo de su lado incluso con toda la guardia real encima de él.
Con las primeras luces del alba se había marchado para hacerse cargo de los responsables de aquella situación y había regresado a la habitación en cuanto les hubo arrancado la cabeza a los dos soldados que Pouf había enviado a verlo. No hizo preguntas. No las necesitaba. En sus caras vio la culpa reflejada y con eso fue suficiente. Un golpe y una orden más tarde para que limpiaran la alfombra fue lo único que tuvo para calmarse a medias por ese desastre y a su parecer no había sido suficiente. Su ira no había disminuido un ápice desde la noche anterior y eso lo mantenía inquieto y en parte contrariado.
¿Por qué influí tanto Komugi en su estado de ánimo? Quería saberlo. Era inconcebible, embarazoso incluso que él, siendo el rey, estuviera paseándose de un lado a otro como un reverendo idiota frente a la habitación de la chica. Espiando por la puerta entre abierta de vez en vez como un vulgar ladrón. ¿Qué demonios pasaba con él? Ella no era necesaria, no era importante, no era muy lista, no era nada prácticamente. Entonces ¿Por qué? ¿Por qué le importaba tanto?
Tenía que saberlo, tenía que descubrirlo. ¿Pero cómo? Pasándose una mano por la cara, intento quitarse las dudas de la cabeza y se encamino de nuevo a la habitación de la maestra Gungi, esperando que con algo de suerte ella estuviera despierta y pudiera así resolver alguna de sus dudas. Solo era cosa de tiempo, tendría que observarla, ¿No es así?
Asomándose por la puerta entre abierta el Rey opto por centrarse y buscar al menos su medio habitual para pasar el aburrimiento. Pero entonces volvió a quedarse atorado con sus ideas cuando al abrir la puerta y enfocar la vista en la cama se dio cuenta de que estaba vacía. Estupefacto y sintiéndose nuevamente como un imbécil prendió la luz y volvió a mirar hacia la cama, como esperando que sus ojos estuvieran engañándole. Pero tal como la primera vez no logro ver nada más que un montón de mantas revueltas donde se suponía que debía haber estado la chica.
Sintiendo la ira llegar como un torrente el rey se giro y comenzó a caminar a paso veloz por el pasillo, mientras las maldiciones se acumulaban en su garganta.
Alguien se iba a morir por esto.
