Ninguno de los personajes me perteneces. Esta historia no sigue la linea de la historia original. Gracias por pasarse por aquí a leer otra locura.


Capitulo 2: Oscuridad

Komugi no tenía idea de donde rayos estaba. Le dolía la cabeza y con cada paso que daba pegada a la pared resollaba con apenas un hilo de aliento. Había estado caminando por lo que le pareció una eternidad y aún no podía llegar a donde quería y tampoco era capaz de devolverse sobre sus pasos. Lo había intentado, pero tras girar un par de veces y no encontrar más que paredes y ninguna puerta había tenido que resignarse a la verdad. Se había perdido y nuevamente era su culpa. Y su cabeza, ya malhumorada por la evidente jaqueca que tenía había comenzado a maldecirla sin ningún tipo de tregua.

Aletargada y sintiéndose cada vez más agotada trato de seguir avanzando, pero sus piernas se habían negado a cooperar desde el momento en que había decido despertarse. No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo, y el verse rodeada de mantas y almohadas había sido tan aterrador como despertarse aun colgando de alguna viga del techo.

¿Había gritado en algún momento? ¿Habría dicho algo que no debía estando en ese mundo lejano a la realidad? Lo desconocía; pero ese punto de ignorancia que para cualquiera podría ser desconcertante por lo menos causaba en ella un estado de angustia mayor a lo que podía soportar su ya lastimada conciencia.

Su mundo basado en lo que era buena y malo estaba marcado por una delgada línea de lo que podía decir y lo que no. Podía decir por ejemplo que ella tenía una familia, podía agregar que tenía hermanos, inclusive sonreír y agregar que pese a la precariedad de su situación era feliz. Pero había cosas, simples detalles que no podían salir de su boca. Verdades como templos que jamás podrían conocer la luz del sol.

"Nunca, jamás, hablaras de esto"

Y había estado bien, ella simplemente lo había aceptado, pero eso no había eliminado por completo las preguntas, esas que no podía hacer y que por lo mismo nadie podía responderle. En la soledad de su jaula ella se preguntó en silencio muchas veces las mismas cosas, dándoles la vuelta, girándolas como para poder comprender y responderse sola algo que estaba prohibido decir.

¿Qué es lo que veo si no puedo ver nada?

Un escalofrío recorrió su espalda, ¿Lo había pensado o lo había dicho? Nerviosa intento enterrar las preguntas que vivían para atormentarla, pero solo consiguió que salieran más. De alguna forma y desde que había llegado al castillo se había sentido como en un sueño. Podía jugar hasta que el Rey se hartara, y luego descansar hasta que el volviese a llamarla para regalarle, a ella, una simple campesina, otro día de juego y entretención.

Era demasiado feliz y ni siquiera sabía si tenía permiso de serlo. ¿Es que acaso podría pedir más?

Pero la verdad era muy distinta de lo que la chica creía que era felicidad.

Para Komugi un día feliz era un día donde no había molestado a nadie, porque eso significaba que nadie iba a pegarle y que con algo de suerte podría salir algunas horas de su jaula, y aunque ella podía decir que tenía una familia no era más que una simple pantalla para que nadie hiciese más preguntas.

Komugi no podía imaginarse diciendo que era adoptada, porque no entendía muy bien de que iba a una familia real, pero si conocía muy bien el término "Obligaciones", y, por lo tanto, aunque no hubiese nacido de esa mujer que se hacía llamar su madre, había aprendido a resignarse, después de todo ella era feliz. ¿No es así?

Dándose de frente contra otra muralla Komugi volvió a sentir su cabeza al borde del mareo y la inconciencia. Le temblaban las piernas y su estómago como una roca de hielo parecía comprimirle las entrañas. Tenía miedo y al mismo tiempo se sentía culpable. Era por esa sencilla razón que había decidido salir de la cómoda cama y las tibias mantas. Todo aquello le había parecido demasiado. Ella no valía ni el hilo de las sábanas donde había estado durmiendo. Su cama era un simple montón de paja, su habitación una jaula y los permisos para moverse o salir de ella escasos a no ser que tuviese un campeonato dentro de los siguientes días y necesitase practicar un poco. Para ser sinceros la chica pecaba en sinceridad y aunque eso, sin saberlo, le había salvado la vida ante el Rey, había hecho de su vida un agujero debido a que las personas con las cuales vivía no la querían de ninguna forma. Komugi era un medio. Un árbol que les daba sustento y en cuanto este dejara de dar frutos entonces sería cortado o quizá simplemente abandonado a su suerte. Desconocía su origen o como había llegado a esa "Familia", y tampoco tenía derecho a preguntar. Solo conocía sus obligaciones y nada más.

Cuando su "madre" supo que el mismísimo Rey la solicitaba se había asegurado de cubrir como pudo todas las marcas de maltrato bajo un enorme vestido y lavado cualquier rastro del abandono que sufría a diario, y ella acostumbrada a este tipo de eventos donde por un segundo parecía que era querida no había dicho nada.

Ese era uno de los secretos.

El otro era más grande y solo era suyo.

Y por eso tenía miedo.

La culpa que se la comía viva le recordó entonces que aún no se disculpaba, que seguía atorada en un pasillo y el miedo cizañero y cruel volvió a endurecer su estómago.

Girando en redondo para intentar avanzar otra vez Komugi se preguntó en silencio si sería posible usar su secreto para volver a la habitación. Solo sería por unos segundos, los necesarios para poder regresar sobre sus pasos y dejarse caer sobre el suelo de la habitación y no en medio de ese pasillo que se le había hecho interminable. Su disculpa tendría que esperar un poco más, porque si tenía escoger quien ganaba esa batalla incesante en su cabeza le daría la victoria al miedo.

Tomando aire por la boca eh intentado serenarse Komugi se concentró y menos de una milésima de segundo después pudo ver lo que jamás había llegado a comprender. En medio de la oscuridad pequeñas llamas azules comenzaron a danzar formando sus pasos, mostrándole donde había estado y a donde debía regresar, y entonces tan rápido como estas se mostraron Komugi pensó en Gungi y las llamas desaparecieron.

Había aprendido que si pensaba permanentemente en otra cosa entonces aquellas formas extrañas no aparecerían y ella no tendría que explicar nada, pues no había forma de expresar nada de lo que veía.

¿Qué le diría el Rey si supiera que podía ver cosas con los ojos cerrados?

"Nunca…"

¿Qué pensaría si le dijese que en la soledad de esa jaula que era su habitación, cuando intentaba ver por más de un segundo sentía un dolor que le atravesaba el corazón?

"Jamás…"

¿Qué le harían entonces?...

"Hablaras de esto"

Aterrada por su propia pregunta se encamino de regreso, a ese lugar lejano donde una llama azulada había brillado en su infinita oscuridad…


El Rey estaba pasmado, molesto, pero sobre todo intrigado. Sabía que Komugi era una simple niña sacada de un campo y que no podía esperar gran cosa de ella dejando de lado el tablero donde pasaban las horas y si bien detectaba un cambio en el ambiente cuando la chica abría los ojos nunca había sentido Nen o algún tipo de aura desprendiéndose de ella. Eso era en parte lo que le tenía pasmado. Incluso teniéndola en frente no se había percatado de que aquello no era natural, incluso los animales desprendían cierta aura con el cual podía identificarlos, en cambio la chica sin nada que hiciera sentir su presencia podía literalmente desaparecer. No era normal. Algo se le estaba escapando.

Caminando por el palacio y sin alertar a sus guardias, pues no quería nuevamente escuchar los quejidos de Pouf o las caras de incomprensión de los otros dos se había puesto a buscar por su cuenta a la chica. Pensó que sería sencillo, pero luego había surgido ese problema que era el no poder sentirla en ningún lugar. En un parpadeo el Rey había identificado donde estaba cada guardia y soldado del castillo. Pero no a ella.

¿Qué se suponía que estaba sucediendo?

Lo intento un par de veces más antes de darse cuenta de que su método era inservible y por lo mismo había comenzado a caminar por el palacio buscándola como un simple mortal. No le agradaba estar dando vueltas por ahí pero tampoco quería admitir que no solo no sabía dónde estaba su peculiar invitada, sino que tampoco podía sentirla.

Deteniéndose en uno de los largos pasillos medito por un momento si lo que hacía era correcto. Él era el Rey. ¿Por qué estaba tan interesado en ella? Podía pedirles a sus guardias que la buscaran o cualquier soldado, todos estaban bajo sus órdenes, entonces ¿Por qué quería hacerlo el mismo? ¿No tenía que prepararse para la selección?

Tan rápido como las dudas surgieron se acallaron. Había sido imperceptible, nadie que no fuese él habría podido darse cuenta. Como un simple destello el Nen de Komugi apareció y luego se apagó. Como el chasquido de un pedernal que no logro encender ninguna llama.

Atónito y desconcertado avanzo un par de metros, luego giro, un par de metros más y volvió a girar para encontrarse a escasos metros de la niña que sin reparar en su presencia y temblando debido al esfuerzo que le suponía caminar en su condición continuaba intentando llegar a su habitación.

El Rey volvió a enfocarse en ella, intentado sentirla de cualquier forma posible. Pero no sintió nada, estando incluso a un par de pasos no podía sentir nada de ella. ¿Qué demonios estaba sucediendo?

-"Komugi"- Su voz reboto en las paredes, pero la chica no se detuvo. Eso le molesto-"¡Komugi detente!"- Esta vez grito, se lo ordeno, pero eso tampoco la detuvo. Su paciencia alcanzo su límite así que dando dos rápidas zancadas y tomando una de las temblorosas manos que se aferraba a la pared le obligo a detenerse y a mirarle -"¡Que se supone que ha…!"-Su voz perdió fuerza y nuevamente paralizado se dio cuenta de que la chica no podía escucharlo y mucho menos seguir sus órdenes. Porque estaba inconsciente. Con los ojos completamente abiertos Komugi como un autómata intentaba llegar a su habitación sin hallarse ya dentro de sí misma.

-"Lo…lo siento"-No supo que decir. Ella no estaba ahí realmente-"Yo…no dije nada…"-¿De qué estaba hablando? ¿Decir de qué? Antes de que pudiese formular bien sus propias preguntas el cuerpo de la chica ahora retenido y sin poder cumplir aquella última orden autoimpuesta de continuar avanzando se desplomo. El Rey solo pudo sostenerla estupefacto. La fiebre le había ganado y había hablado de más sin saber a quién le decía todas esas palabras sin sentido.

Cargándola nuevamente y sintiendo su peso y su cuerpo ahora febril contra el suyo volvió sobre sus pasos en dirección a su propia habitación. Necesitaba respuestas y si eso ameritaba retenerla entre sus brazos para conseguirlas pues entonces…

-"Que así sea…"-


Espero les haya gustado este capitulo. Nos vemos en el siguiente y aquellos que quieran en los comentarios. Saludos y gracias por leer!: