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Jusenkyo Assault Unity
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« Capítulo 6: Conociendo al enemigo »
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Akane bailaba.
Era curioso, porque hasta aquel mismo momento jamás se había planteado las pocas oportunidades que había tenido en su vida de bailar.
Nunca había sido una entusiasta de la música, ni de cantantes, lo suyo siempre había sido la pelea. Akane Tendô luchaba, no bailaba.
Pero aquel día solo tenía ganas de no ser Akane Tendô, necesitaba vestir otra piel, una nueva y resplandeciente, una sin problemas ni pesares. Quería ser disparatada, espontánea, quería ser irresponsable y risueña.
Quería bailar.
Así que Akane se había enfundado sus pantalones vaqueros más andrajosos y esa camiseta ajustada que a veces usaba para entrenar. Se había quitado las botas de combate y en su lugar se había calzado unos tacones. Había salido a recorrer esa ciudad portuaria desconocida, porque quedarse en el hotel le hubiera supuesto volverse loca.
La ex-teniente expedientada y al parecer degradada se merecía una cerveza. Eso no se lo podía quitar el jodido tribunal militar, con sus uniformes planchados y sus medallas ganadas por otros. Putos viejos, putos hombres. No se lo merecían, ellos no merecían su esfuerzo ni sus lágrimas, y si con esa sentencia pretendían que abandonara, lo llevaban claro.
Bebió y comió en un par de puestos callejeros, y cuando la noche cerrada engulló la ciudad, ella continuó bebiendo en una discoteca. Sola, escuchando la música, con su vaso en la mano y dejándose mecer por el sopor del alcohol.
No pensaba, no era Akane. Ahora era otra persona, una que sabía bailar.
Dio un traspiés, pero en seguida recuperó el equilibrio. Dejó su vaso vacío en la barra, y antes de poder pedir el siguiente ellos entraron. Dos policías perfectamente uniformados interrumpieron en la fiesta, y a ella le parecieron absolutamente arrebatadores.
Le gustaban los hombres de uniforme, era un hecho.
Uno de ellos se acercó hasta lo que parecía una pelea al fondo de la sala, Akane ni siquiera se había dado cuenta de que había un gran grupo de personas pegando gritos y a punto de llegar a las manos. Se apoyó en la barra mirando el espectáculo con interés, mareada y divertida. Sonrió de forma plena cuando los dos policías se llevaron a uno de los contendientes esposado. Salió junto a la multitud para ver como lo metían en el coche patrulla, pero alguien la empujó y ella no estaba en su mejor momento de equilibrio, ni físico ni mental.
Akane tropezó con el bordillo y fue a caer a los brazos de uno de los hombres uniformados, el cual la miró lleno de congoja.
—¿Está bien? —preguntó, y ella tan sorprendida como encantada no pudo más que asentir. Intentó recuperar la verticalidad con escaso éxito, más bien resbaló entre los brazos del hombre y terminó sentada en la acera, desconcertada—. ¿Ha venido con alguien? —volvió a decir el policía, ella negó con su mirada ebria, quería volver a la pista, a bailar.
El otro policía terminó por meter al detenido en la parte de atrás del coche.
—Shinnosuke, vamos de una vez, tengo que tomarle declaración.
—Adelántate, esta chica no está en condiciones de ir a ningún sitio sola. La acompañaré a su casa, te veo en la comisaría.
—Tu turno acabó hace más de media hora, ya estás de más. Mejor nos vemos mañana.
Ambos se despidieron, y el policía esperó a que la multitud se dispersara para ayudar a Akane a levantarse.
—¿Vive cerca de aquí, señorita?
La chica sonrió como si le acabara de contar un mal chiste.
—Me alojo en un hotel, pero aún no pienso regresar.
—¿Cómo dice?
—He salido a bailar, y es exactamente lo que pienso hacer —dijo regresando a la discoteca, el policía entró tras ella, intentando hacerla entrar en razón.
—Señorita, no se da cuenta de lo peligrosa que es esta zona. Una chica sola no debería salir a estas horas, podría pasarle cualquier cosa.
—Quiero un sake con refresco de uvas, ¿quieres otro?
—No bebo. Señorita, debo insistir en que…
—Dos sakes con refresco de uva, por favor —pidió Akane, recibiendo ambas copas casi al instante. Le tendió una de las bebidas al policía y volvió a la pista de baile.
—¡Señorita!
—¡Eres demasiado guapo para ser tan pesado! —soltó descarada, dándole un trago a su bebida y comenzando a moverse al son de la música, no pensaba dejar que nadie le arruinara la noche, no iba a consentir que nadie se entrometiera en su intento de autodestrucción, en su pena enmascarada de descaro.
El policía se puso rojo y se rascó la nuca, miró alrededor y bebió tímidamente de su copa. Si no puedes con el enemigo, al menos únete.
Lo siguiente que recordaba Akane eran besos intensos en un callejón, toqueteos bajo la ropa y un Love Hotel a apenas unos metros de la discoteca, y después tenerle clavado entre sus piernas mientras ella gimoteaba ida, ansiaba sentirse bien, necesitaba que alguien la hiciera olvidar.
Esa mujer no era ella, esa desconocida que desgarraba la noche no era Akane Tendô.
Cuando el alcohol abandonó su sistema y la realidad de la mañana desveló sus actos, Akane se descubrió huyendo culpable del lugar del crimen. Abandonó a la descarada desconocida junto a su dormido amante, cuyo uniforme adornaba el suelo como mudo testigo de su indecencia.
Regresó a su hotel, donde se dio una larga ducha mientras se pegaba cachetadas en la cara, y salió antes de la hora límite, tomando sus escasos enseres y corriendo hacia la estación de tren, como si el policía fuera a aparecer tras ella, como si ese hombre pretendiera perseguirla de regreso a Tokyo.
No fue hasta días más tarde cuando descubrió que, efectivamente, él la había seguido, porque por más que lo intentaba no podía expulsarlo de su cabeza.
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Akane daba vueltas a la cartera entre sus manos.
No debería haberla aceptado en primer lugar. No sabía cómo abordar a Shinnosuke y que pareciera algo casual. Lo cierto es que no podía mantener una conversación con él sin echarse a temblar.
Era patética.
Sentada en su cama abrió la carrera masculina y comenzó a mirar las tarjetas y los carnets. Shinnosuke Sato, hasta que llegó a aquel lugar ni siquiera había sabido su apellido.
Y ahora que lo pensaba con detenimiento, ¿acaso ella llegó a decirle su nombre? Revisó la cartera sintiéndose una entrometida, pero haciéndolo de todos modos. Quería saber, quizá encontrar algún detalle personal. Sacó varios tickets de compras de esa misma tarde, identificaciones, absolutamente nada de dinero (quizás Azusa debía dar explicaciones) y finalmente la tarjeta de un Love Hotel. Lo recordaba entre neones y pasos tambaleantes, pero estaba prácticamente segura de que se trataba de ESE Love Hotel.
Akane guardó todo de nuevo mientras un martilleo empezaba a golpear en sus sienes. No sabía lo que implicaba aquel descubrimiento, y no estaba segura de querer saberlo, pero sin duda había cosas que Shinnosuke tampoco había olvidado.
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—Calculo que falta menos de dos semanas —dijo Ryoga mientras los tres jefes de equipo examinaban un mapa del puerto de Yokohama.
—¿La información que maneja Mousse es fiable? —inquirió Ranma.
—Lo es. Mañana haremos un ensayo, el objetivo no es tanto capturar ni interrumpir el envío si no conseguir la ruta, incluso introducir un localizador dentro de una valija sería útil. Es una operación de espionaje, no deben saber que estamos tras su pista hasta que no estemos en posición de hacer caer a toda la organización.
—¿Y un infiltrado? —propuso Ryu ceñudo.
—Somos diez personas, no podemos prescindir de ningún activo —señaló Ryoga—, además sería muy sospechoso. De momento centrémonos en conseguir la ruta de navegación y colocar ese localizador.
—Estoy de acuerdo —asintió el chico de la trenza —. Buen trabajo.
Sus dos amigos le miraron al tiempo y pestañearon lentamente.
—¿Buen trabajo? —repitió Ryoga incrédulo.
—¿Tienes fiebre? —preguntó Ryu intentando tocarle la frente. Ranma desvió su mano y les miró molesto.
—¿Qué os pasa? Estoy siendo amable, de verdad me parece que estáis haciendo un buen trabajo.
—Volvió medio raro después de comer con su madre —dijo Ryoga mirando a Ryu, ignorando por completo la presencia de Ranma en la sala y en la conversación.
—¿Quizás ya le confesó lo de que no tiene novia?
—Si lo hubiera hecho ella le habría atacado con la katana.
—¡Oídme imbéciles, no habléis de mi vida privada! —Se quejó Ranma con las mejillas encendidas y dando un golpe en la mesita baja donde estaban el plano y algunas cervezas.
—Lo mismo volvió a verse con Shampoo —aventuró Ryu.
—Nah, cuando lo hacía al menos tenía la decencia de parecer avergonzado, ahora solo está siendo agradable. Yo creo que tuvo una cita —adivinó Ryoga.
—¡Es la última vez que os digo algo bueno! ¡Sois peores que viejas chismosas! —Ranma le dio un trago a su bebida y se reclinó en el viejo sillón intentando parecer desinteresado, se apartó el flequillo con un gesto desdeñoso y cambió de tema—. En todo caso creo que fue bueno para los ánimos salir el domingo, deberíamos establecerlo como el día libre de la semana siempre que no interrumpa con la misión.
Sus dos amigos alzaron las cejas al tiempo.
—B-Bueno, lo cierto es que yo iba a proponer lo mismo, los cadetes están mucho más descansados —farfulló Ryoga.
—¿Con quién quieres salir? —preguntó sin embargo Ryu lleno de sospechas.
—Solo quiero comer con mi madre y dar un paseo por el centro, como todo el mundo —contestó Ranma que con toda su alma intentaba permanecer tranquilo—. Pero si no os gusta la propuesta…
—No, no. Nos gusta, es solo que resulta extraño que de pronto seas tan condescendiente —admitió Ryoga.
—La primera semana casi los matas y ahora te parece bien que tengan una tarde libre a la semana —dijo Ryu dándole un trago largo a su cerveza—. No digo que no esté de acuerdo, pero admite que es sospechoso.
—Estáis paranoicos —sonrió el capitán descreído—. Digamos que he reflexionado y creo que teníais razón sobre mis métodos, ¿satisfechos?
—Ranma Saotome admitiendo que se ha equivocado. No creí que viviría para ver este día —dijo Ryu emocionado.
—¡Brindemos por ello! —exclamó el estratega de buen humor, y los tres pasaron un par de horas más hablando de nada, en mutua compañía.
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Ryoga Hibiki repasó el plan dos veces. El ensayo tenía lugar dentro de la propia base de operaciones, en el terreno entre el aparcamiento y la pista de atletismo. Habían aparcado un par de furgonetas imitando los barcos, y Ryu y Ranma actuarían como los contrabandistas a burlar. Además, había otros vehículos, escondites, y obstáculos para que fuera fácil ocultarse.
El segundo al mando tomó aire y comenzó a ordenar a los novatos.
—Recordad que nuestro objetivo es la discreción. No deben saber que hemos estado allí, cualquier movimiento que delate nuestra posición pondrá en peligro toda la operación. Colaremos a dos hombres entre el personal del puerto, los más indicados son Shinnosuke y Kuno. Ambos saben comportarse con autoridad y en el caso de Shinnosuke conoce a la perfección el funcionamiento de un puerto y sus salidas y entradas. Para la colocación del dispositivo de locación contamos con Azusa, sus manos ágiles deberían ser capaces de hacer el trabajo, pero no estará sola, Tarô se ocupará de llevarla hasta el punto crítico y sacarla de allí. Mientras tanto Ukyo tendrá que acceder a la cabina de mandos y hacerse con una copia de los planos de navegación. Akane, tú serás la encargada de cubrirlos por si las cosas se ponen feas. Yo estaré junto con Mousse dentro del furgón de comunicaciones, revisando que todo vaya de acuerdo con el plan, ¿alguna duda?
Los cadetes negaron con la cabeza, más que dispuestos a demostrar su valía.
—Bien, pues vamos allá.
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En la comida reinaba un silencio sólido, casi grosero.
Akane miraba culpable hacia Mousse, el cual había gritado un exabrupto cuando Ranma atrapó a Ukyo en pleno asalto al furgón. Ella había estado escondida en el techado de la furgoneta de comunicaciones, y el escándalo la había hecho perder la concentración. Como consecuencia se le había caído al suelo la pistola de pintura, disparándose de forma accidental y revelando su posición.
Ranma y Ryu interpretaban el papel del contrabandistas, llevaban pistolas de pintura de color verde y no les tembló el pulso a la hora de usarlas. Akane fue tiroteada en el acto y sin compasión. Como resultado, el fuego de cobertura había fallado y sus demás compañeros habían sido capturados de uno en uno y sin esfuerzo. Kuno fue especialmente dramático, representando a la perfección una escena de muerte junto a los pies de su amada, con discurso final incluído.
La mayoría fueron acribillados, incluido el pobre Mousse, al que habían terminado sacando a rastras del furgón de vigilancia.
Un absoluto fracaso. Por más que lo había intentado, la pintura verde no se iba fácilmente, y la amargura de la derrota tampoco.
Ryoga había suspirado y se había vuelto al cuartel tras echarles una mirada llena de decepción.
Akane se sentó frente a Mousse con su mejor cara de arrepentimiento.
—Ha sido culpa mía —susurró alzando a penas la mirada, llevaba varios días sin entablar conversación con el hacker, demasiado centrada como había estado en sobrevivir a la tortura del capitán Saotome.
—No, yo perdí los nervios primero. No estoy acostumbrado al trabajo de campo —dijo él restándole importancia, una gran mancha verde se extendía por su brazo izquierdo.
—Aún así ha sido patético que se me cayera el arma.
—Tampoco te dieron un arma adecuada, seguro que en la operación real lo harás mejor.
Akane le dedicó una pequeña sonrisa, agradecida. Comieron en silencio mientras Azusa montaba escándalo a su espalda y Tarô refunfuñaba.
—Oye Mousse, he estado pensando que tú tienes acceso a varias bases de datos… —dijo la chica, no sin antes mirar a su alrededor esperando que nadie espiara su conversación.
—Ajá.
—Necesito información de una persona.
—Se supone que no debemos usar las bases de datos para beneficio personal.
Akane se sonrojó al percatarse de lo atrevido de su petición, pero el chico de las gafas inmediatamente se echó a reír.
—Es broma, ¿de quién necesitas información? —preguntó metiéndose un buen bocado de arroz en la boca. La chica de cortos cabellos titubeó.
—Es complicado…
—Suelo quedarme hasta tarde en la sala de ordenadores, ¿por qué no te pasas? ¿Sobre las once?
La militar pestañeó incrédula.
—¿Cuándo se supone que duermes?
—Me echo cabezaditas sobre el teclado, y normalmente a partir de la una y hasta las seis de la mañana aproximadamente.
—Es un milagro que sigas vivo —farfulló ella impresionada, pero él se encogió de hombros.
—Los hackers tenemos hábitos nocturnos, ¿te veo luego?
Akane asintió decidida.
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Aquella incursión no se parecía a la otra, al menos no demasiado. Akane recorrió sin alterarse los oscuros pasillos del antiguo complejo, sin temor a encontrarse con nadie pues, a su parecer, no estaba haciendo nada malo.
Lo cierto es que aunque era tarde no todos dormían, a Ukyo y a Azusa les había dicho la verdad, que iba a sala de comunicaciones a charlar con Mousse un rato, ante lo cual la ladrona había encogido la nariz, como si el hacker le resultara desagradable, y Ukyo simplemente había seguido afilando sus armas ninja.
Con paso decidido la chica siguió avanzando por los anchos pasillos, hasta que inesperadamente se cruzó con él. El capitán Saotome parecía meditabundo, le vio pasar de largo por una intersección, y Akane tuvo el buen juicio de quedarse quieta, pegada a la pared y esperar unos prudenciales segundos antes de continuar por su camino. Reinició la marcha lo más sigilosa posible, se asomó a la vuelta de la esquina y suspiró de alivio cuando vio el pasillo despejado.
—¿Me estás evitando?
—¡Aaahhh! —gritó dando un salto en dirección contraria y viendo como el capitán se acercaba a ella, con las manos en los bolsillos y cara de suficiencia. Ya no quedaba ni rastro en él de evasión ni profundos pensamientos, solo una petulancia sin fin.
—Te queda un poquito de pintura verde aquí —dijo Ranma con una sonrisa y rascándose una mejilla, Akane resopló de pura furia.
—¡Tú me has disparado, psicópata!
El capitán se llevó una mano al pecho lleno de falsa afectación.
—¿Te disparé? Disculpa, pensaba que eras un gorila salvaje porque hacías muchísimo ruido con tus pies de hobbit en esas gigantescas botas.
La militar se envaró poco dispuesta a dejarle ganar otra discusión.
—Sabías que íbamos a atacaros, por lo tanto estábais listos para disparar. En una situación de campo real las cosas serían muy diferentes.
—Bueno, esa es tú opinión —dijo él afilando la mirada—. Cuando quieras te doy la revancha, pero no llevas una buena racha de victorias contra mí.
Akane miró a los lados, cerciorándose de que realmente se encontraban a solas en aquel desangelado pasillo, no iba a dejar las cosas tal cual.
—Debería darte vergüenza mentir así a tu madre.
Ranma cambió la postura y se puso mucho más rígido viendo el cambio de rumbo de su conversación.
—Eso es asunto mío, limítate a tu papel y no te metas.
—Yo también tengo derecho a descansar sin verte la cara —atacó mordaz, el capitán tomó aire templando sus ánimos.
—Oh, no me digas que tienes planes —Se burló sin bochorno alguno—. Pues mala suerte.
Akane rumió su enfado ante su tirano personal, el cual no parecía ni mínimamente arrepentido de sus chantajes o disparos de pintura. Quería golpearlo, quería estrangularlo. Quería que él le pidiera perdón de rodillas por todos sus abusos.
—A lo mejor tengo una cita —dijo sin saber muy bien porqué, pero sus palabras causaron un efecto inesperado en el chico de la trenza, el cual se inclinó sobre ella lleno de una curiosidad morbosa.
—¿Quién sería el triste valiente que querría salir con una bruta como tú? —preguntó ofensivo, y Akane no pudo contenerse más, le encajó un codazo en las costillas, se apartó el cabello del rostro mientras él se apoyaba en la pared con un quejido y salió a paso ligero del pasillo, continuando su camino.
Su enfado lejos de evaporarse iba in crescendo, ¿Pero cómo se atrevía? ¿Qué se había creído ese cretino? ¿¡Y qué demonios había dicho sobre sus pies!?
En un instante se encontró delante de la sala que le había indicado Mousse, ni se acordó de llamar a la puerta, entró jadeando de puro estrés. Mousse se giró en una silla de alto respaldo, la cual tenía bastante mejor aspecto que todas las de la sala de reuniones.
Se trataba de una habitación llena de equipos, con torres de las que salían un sonido vibrante y de las que emanaban revoltijos de cables de colores. También había pantallas, al menos media docena, y todas encendidas mostrando diferentes conjuntos de datos. La luz estaba prendida al contrario que en las películas, donde los hackers parecían trabajar mejor tecleando en la oscuridad.
Akane se acercó a su amigo, miró alrededor y encontró una silla de peor aspecto, pero se dejó caer en ella de todos modos.
—Pasa, ponte cómoda —dijo irónico, siguiendo cada uno de los gestos de la militar con cierta diversión.
—¡Es que no le aguanto! —estalló ella, sintiéndose con la sangre demasiado caliente y la lengua muy suelta.
—¿De quién hablamos? —preguntó Mousse prudente.
—Del grosero del capitán Ranma Saotome —soltó sin más, después se mordió los labios.
Lo cierto es que antes del encontronazo en el pasillo quería proponerle al hacker un trabajo bien diferente, pero ahora mismo le urgía muchísimo más librarse de su superior, o al menos tener trapos sucios que poder airear en su contra. Investigar a Shinnosuke acaba de pasar a segundo lugar en su lista de prioridades.
—¿Te has peleado con el capitán? —inquirió el chico bajándose las gafas hasta el puente de la nariz con cierta admiración.
—Necesito que busques información sobre él, todo lo que puedas encontrar: dónde estudió, quiénes eran sus amigos, graduación, misiones… parejas —terminó de enumerar inclinándose hacia delante, su amigo silbó y se cruzó de brazos.
—Si se entera estaremos metidos en un buen lío —susurró ceñudo—. Vas a tener que darme una buena razón para ayudarte.
Eso no se lo esperaba. La militar fijó sus pupilas en las de su amigo y retorció las manos.
—Estuve implicada en lo del pelo rosa y me pilló, ahora me está haciendo las cosas difíciles —confesó llena de congoja, a lo que Mousse se inclinó de nuevo en su silla y estalló en carcajadas.
—Oh, eso explica muchísimas cosas —dijo sin poder parar de reír, Akane se sonrojó notoriamente y apartó la mirada—. Bien, hagámoslo. Averigüemos qué trapos sucios esconde el capitán.
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La conexión externa a internet no funcionaba en sus teléfonos, pero eso no era motivo para no usarlos. Mousse había transferido a Akane varios cientos de gigabytes de datos directamente a su terminal, de tal forma que la chica tenía lectura pendiente para los próximos meses.
El hacker del equipo era bueno, y había trabajado con presteza hasta conseguir todos los informes de la policía, así como varios expedientes y otras tantas causas abiertas a nombre del capitán. El propio Mousse había sido muy claro respecto a su implicación: Cuanto menos supiera, muchísimo mejor. Así que Akane había salido de su particular habitáculo más agradecida que nunca a su amigo, y jurándole absoluta discreción.
Sabía que debía de haber algo entre tantísimos datos, solo tenía que encontrarlo y usarlo para contraatacar. Al menos ahora tenía un plan.
Así que comenzó aquella misma noche, tumbada en su cama y ya en pijama arañó la superficie de un expediente absolutamente brillante. El capitán Saotome había sido reconocido y condecorado gracias a su aptitud y resultados. En un ascenso casi meteórico había conseguido su rango, siendo el más joven en la historia moderna de Japón en hacerlo. También había varios artículos en los que destacaba como gran competidor en artes marciales, e incluso ostentaba un título a nivel nacional y otro en competición asiática.
La militar pretendía encontrar trapos sucios, y sin embargo allí estaba, embebida en una lectura que no hacía más que ensalzar la figura de su abyecto torturador. Mousse no había encontrado grandes cosas sobre parejas ya que al parecer el capitán carecía por completo de redes sociales, o al menos se cuidaba muy bien de no usarlas bajo su nombre.
Akane chasqueó la lengua y abrió una nueva carpeta con el apellido Saotome. Se incorporó de golpe, con el corazón golpeando fuerte en su pecho y la certeza de que ahora sí que había encontrado algo, aunque desde luego no lo que esperaba.
Era un informe de autopsia, remitido desde el centro penitenciario para militares de la costa oeste del país. Reconoció a la perfección la fotografía del expediente, era el mismo hombre del altar, el padre de Ranma. Unas escuetas líneas explicaban que el coronel Genma Saotome había sido encontrado en su celda, colgando de una sábana atada a su cuello.
Un suicidio.
Akane tragó saliva y apagó el teléfono, con las manos temblorosas y sabiendo que acababa de meterse donde nadie le había llamado.
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—¿Dónde vas a ir? —preguntó Azusa animada, después de varios días de agotadores entrenamientos volvían a ser libres. Akane se encogió de hombros, fingiendo inocencia.
—Quiero ver a mis hermanas —dijo sin dar más explicaciones.
—Yo quiero probar restaurantes —dijo Ukyo, quien parecía vagamente emocionada por la idea, hasta se sonrojó un poco.
Los chicos las miraban desde los estrechos bancos de la furgoneta, aparentemente desinteresados y con mejores cosas en las que pensar.
—Shinnosuke, ¿qué vas a hacer tú? —preguntó Azusa metiendo cizaña, el policía pegó un respingo y carraspeó.
—No tengo muchos planes, de todas formas perdí mi cartera así que…
—Oh —Azusa miró a Akane y después de regreso al policía—. Yo te la robé. Akane, ¿no se la devolviste? —La vergüenza o el arrepentimiento no eran emociones que dominara la pequeña ladrona. Akane también se sobresaltó y sus mejillas se colorearon, sintiéndose expuesta.
—Ah, es que… No sabía cómo hacerlo —dijo intentando no mirarlo, aunque el policía parecía más fastidiado que escandalizado. La militar rebuscó en su bolso y le tendió la cartera, ante la exhaustiva mirada de todo el grupo.
—Gracias —dijo él entre dientes, fulminando a Azusa con la mirada.
Después las conversaciones volvieron a su tono normal, y Shinnosuke se dedicó a revisar sus tarjetas con minuciosidad, sacando cada una de ellas hasta quedar satisfecho. Akane ahogó un grito cuando distinguió entre sus dedos la del Love Hotel.
—Todos abajo —anunció Ryu abriendo las puertas del convoy con una sonrisa que delataba que él también tenía planes. Akane se apresuró a salir al exterior en busca de aire.
Los habían vuelto a soltar en un área despejada para no levantar sospechas. Shinnosuke también bajó del vehículo y se puso a la altura de la militar, lo cual ella aprovechó para acercarse apenas unos centímetros y susurrar.
—No miré nada —mintió con la esperanza de que él la creyera, y el policía asintió mucho más relajado.
—Gracias por quitársela a Azusa —dijo, obviamente entendiéndolo a su manera, pero Akane no quiso sacarle de su error. Asintió con una pequeña sonrisa en los labios y se despidió de todo el grupo.
Por el rabillo del ojo vio que el capitán hacía lo propio y se marchaba por el camino contrario al suyo. Se dirigió hacia el punto de encuentro.
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Ranma la esperaba fuera del coche. Estaba mal aparcado, lo cual parecía darle absolutamente igual. Akane le vio nada más salir de la estación. El capitán tenía porte, eso era innegable. Volvía a vestir más formal, con una camisa de manga larga entallada, su abrigo largo y esas malditas gafas de sol. No se daba cuenta, pero no hacía más que levantar suspiros entre las muchas mujeres que entraban y salían de la estación.
Ese maldito presuntuoso, dictador sin escrúpulos… Ese hombre lleno de oscuridades y tormentos.
La militar se envaró y se quedó firme frente a él. De nuevo había pasado antes por su casa y se había cambiado de ropa. Él se percató de su presencia, se quedó quieto y su postura se torció ligeramente, después se aclaró la garganta y se quitó las gafas.
Akane se quedó esperando unas palabras que no llegaron. El muy idiota siempre parecía tener algo que decir, excepto cuando se esperaba eso mismo de él.
Con un suspiro agarró el tirador del coche y se metió dentro, sin esperar que el capitán tomara la iniciativa. Ranma tardó un instante en recuperarse, y después subió al asiento del conductor. Cuando se abrochó el cinturón pareció caer en la cuenta de que no era educado pasar por alto algún tipo de conversación.
—Se te ven las piernas —dijo sin embargo.
Akane parpadeó perpleja.
—Llevo medias —contestó, como si la tela transparente aportara algo de cobertura a toda su piel expuesta.
—Aún así —insistió arrancando el coche, con una mirada obcecada en la carretera.
—Todas las mujeres se ponen minifaldas, por si lo ignorabas.
Ranma apretó los labios hasta que se pusieron blancos.
—No me parece adecuado para una comida familiar.
—Vaya —La militar sonrió con falsa inocencia —. ¿Te preocupa que tu madre pueda hacerse una idea inapropiada de mí?
El chico de la trenza continuó conduciendo en silencio, callejeando por el barrio, pero tomando menos precauciones que la vez anterior. Esta vez no se ahorró el pasar por grandes avenidas ni calles transitadas.
—¿Es ese tu plan? ¿Desagradar a mi madre para no tener que venir más?
Akane tuvo ganas de echarse a reír.
—¿En serio crees que tu madre va a opinar mal de mí por una falda? Soy joven, y quizás después de comer quiera ir a dar un paseo con alguien a quien no le importe verme las piernas.
Esta vez fue el turno del capitán de rezongar con un resoplido de auténtico escepticismo.
—Ah, es cierto. Tenías una cita.
El herido orgullo de Akane se apoderó de sus labios de forma mordaz, pero el coche se detuvo en el mismo aparcamiento que el domingo anterior, y el capitán salió del coche dando un portazo.
Obviamente la caballerosidad no era una palabra que entrara en su vocabulario, siquiera para disimular un noviazgo. Akane le maldijo mientras intentaba salir del auto con su minifalda ajustada sin que se le vieran las bragas. Cuando les había dicho a sus hermanas que debía asistir a una comida de trabajo, ambas habían insistido en vestirla de manera adecuada. Seguro que habían pensado que Shinnosuke estaría implicado de alguna manera.
Akane se apresuró en lo alto de sus botas de tacón y se ajustó su corto abrigo de pelo al cuello, temblando ligeramente con tan poca ropa. Ranma la esperó junto a la entrada, y antes de que ella se pusiera a su altura llamó a la puerta de forma impaciente.
Nodoka salió a los pocos segundos, con un delantal de cocina y una sonrisa radiante en los labios.
—Akane, finalmente pudiste venir —dijo sin poder disimular su emoción, tomando las manos frías de la muchacha entre las suyas y estrechándolas en señal de cariño—. Oh, estás lindísima. Pasa por favor, ponte cómoda.
Justo después la mujer se giró hacia su hijo y le abrazó de forma cariñosa.
—Ranma, no sabes lo feliz que me haces —Le echó un discreto vistazo a la chica, la cual intentaba quitarse las botas en la entrada—. Si hoy te quieres marchar pronto lo entenderé —concluyó guiñándole un ojo.
—Mamá… —gruñó el capitán captando a la perfección la indirecta.
—He preparado pollo karaage, tu favorito —agregó alejándose de él y entrando en la casa.
El capitán maldijo para sus adentros porque sobre todas las cosas, lo que más quería era hacer feliz a su madre, pero esa felicidad le iba a comenzar a pasar factura a su salud mental.
Cerró la puerta a sus espaldas y se quitó las deportivas, Akane aún se afanaba con sus botas de tacón, haciendo equilibrios con una mano en la pared, el bolso colgando en un brazo y peleándose con una cremallera.
Ranma se permitió unos segundos nada más, una cronometrada espera mientras admiraba su perfecto trasero marcado en esa falda diminuta. Tragó duro y se aclaró la garganta.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó viendo cómo la batalla se extendía más allá de lo lógico. La militar se sentó derrotada en el suelo con cara de pocos amigos.
—Son de mi hermana, me van demasiado ajustadas.
—Tienes pies de hobbit, obvio solo te quedan las botas militares —Se burló él agachándose con una sonrisa lobuna, Akane extendió el pie en su dirección con el ceño fruncido.
—Ayúdame y tira —masculló, y el muchacho tuvo buen cuidado de mirarla a los ojos y no más abajo, apoyó una rodilla en el suelo y agarró la bota del talón, pero estaba condenadamente atorada. Puso la otra mano sobre su rodilla desnuda para tener un punto de anclaje, y Akane pegó un respingo—. ¡Cuidado con las manos! —bufó mientras el chico de la trenza enterraba los dedos en la corva de la pierna, él respondió con un gruñido.
—¿Quieres que te saque esto o no? —preguntó mientras el sonrojo se apoderaba de sus mejillas y el calor permeaba la palma de su mano. Ella era sorprendentemente suave, tersa, asfixiante.
Ranma tiró de la bota y la sacó sin apenas esfuerzo, Akane jadeó liberada mientras el chico de la trenza la dejaba en el suelo y su mano se desprendía de su rodilla lentamente, resbalando por las medias. Después agarró su otra pierna y Akane contuvo el resuello mientras sentía de nuevo su poderosa mano asida a su piel. Fue eficaz, le sacó la segunda bota y ella no pudo más que suspirar mientras sentía el aire frío en la piel, solo interrumpido por su gigantesca figura agazapada junto a ella y su mano demorándose unos instantes antes de abandonar su rodilla.
El capitán se alzó y le tendió una mano para que ella se levantara, Akane la aceptó y se vio elevada por su fuerza e ímpetu, él la soltó enseguida, sin consideraciones.
—Recuerda, cariñosa —dijo recuperando su habitual tono de suficiencia, la burla que transparentaba en sus actos y palabras.
Ella no pudo más que sacudirse alterada, como si acabara de ser víctima de una conmoción cerebral transitoria y de nuevo volviera a estar alerta, enfrentándose al mayor imbécil de la historia. Intentó pisarlo, pero Ranma estaba prevenido y alzó un pie, no iba a caer dos veces en la misma trampa. Después hizo amago de golpearlo en las costillas, pero de nuevo él la esquivó. El policía parecía estar divirtiéndose con el juego, pero Akane arrugó los labios, alzó la barbilla y se dirigió hacia la cocina.
Nodoka estaba terminando de prepararlo todo y cuando vio aparecer a Akane y su hijo tras ella sonrió, les puso varios platos en las manos para que ayudaran con la mesa.
Comieron escuchando la cháchara de la mujer, a quien le habían pasado un montón de cosas interesantes a lo largo de la semana. Akane sonreía y asentía, y Ranma disfrutaba viendo a su madre feliz.
—Entonces, ¿aún no estáis viviendo juntos? —preguntó de forma casual, interesándose por la relación.
Akane se quedó sin palabras, le echó una muy mal disimulada mirada a Ranma, el cual se aclaró la garganta.
—Nuestros trabajos son muy demandantes, ni Akane ni yo tenemos tiempo para una mudanza —dijo, y ella asintió, era una maravillosa excusa.
—Hay empresas que se encargan de todo, podríais hacerlo en vuestros días libres —continuó Nodoka, que tenía respuesta para todo.
—Ni siquiera hemos mirado una casa —siguió su hijo frunciendo el ceño.
—El matrimonio Suzuki acaba de divorciarse, les urge vender la casa, es muy grande y la dejan a un precio estupendo.
—Somos jóvenes aún y…
—¿No queréis vivir juntos? Ahorraríais en alquiler y no tendrías que esperar a los fines de semana para poder veros —Nodoka arrugó el ceño, como si su propuesta fuera lo más lógico, sin entender por qué ellos no la aceptaban sin más.
Ranma se quedó en blanco, miró a Akane con el terror pintado en sus facciones y ella no pudo más que salir a su rescate.
—Después de navidad íbamos a empezar a mirar apartamentos —La mentira le salió natural, Nodoka asintió aliviada y sonrió a la muchacha.
—Yo os ayudaré, una pareja joven necesita su espacio, ¿no es cierto? Cuando no pasan tiempo juntos eso significa que algo no va bien.
Ambos se tensaron, Ranma se centró en terminar su comida pero Akane se puso nerviosa, intentando respaldar la mentira.
—Nosotros sí pasamos tiempo juntos, prácticamente todo el día —dijo intentando tranquilizar a la mujer, pero la madre de Ranma se mostró curiosa por la afirmación.
—¿Cómo así? Pensaba que viajabas toda la semana.
—Akane se refiere a que cuando está en Tokyo nos vemos mucho —interrumpió Ranma, mirándola severo por la metedura de pata.
—¿Duermes en su apartamento? —atacó Nodoka con falsa inocencia.
—¡Mamá! —Se quejó el capitán ardiendo de bochorno.
—Ranma siempre ha sido un chico muy intenso, si no te deja dormir puedo recomendarte unas hierbas que yo tomaba cuando… —comentó Nodoka a Akane, la cual también estalló en puro pánico ante el ofrecimiento.
—¡Mamá, por favor! —volvió a decir Ranma esta vez dando un golpe en la mesa, su madre suspiró fastidiada por la interrupción.
—No estoy diciendo nada inadecuado, solo intento ser de ayuda.
—Estás siendo entrometida.
—¡Es que me preocupo!
Akane vio con creciente temor la discusión entre madre e hijo, los miró a ambos y decidió hacer de tripas corazón y dar un paso en favor de la conciliación.
Tendió una mano hacia su capitán y pellizcó la manga de su camisa, tirando ligeramente de él para llamarle la atención.
—Ranma, está bien —dijo sintiendo cómo sus mejillas ardían al llamar a su superior por primera vez por su nombre, y él debió notarlo también, porque toda su beligerancia pareció sepultada de golpe. La observó mientras Akane esquivaba sus ojos azules, después asintió lentamente.
Nodoka estaba acalorada, se levantó de la mesa y se disculpó un momento. Los dos jóvenes se quedaron a solas en el salón, Akane soltó su camisa, él se aclaró la garganta.
Comenzaron a recoger la comida en un silencio incómodo.
—No te creía capaz.
Akane le miró ofendida mientras depositaba la pila de platos en el fregadero.
—Reconcíliate con ella de inmediato, no deberías ofenderte tanto por una tontería.
—Siempre está igual, no me gusta que se meta en mis asuntos —protestó remangando su camisa y dejando aquellos poderosísimos y fibrosos antebrazos descubiertos. Akane dio gracias porque Nodoka Saotome no tuviera lavavajillas.
—Quizás es que tú no le cuentas nada y por eso se entromete —dijo intentando alejar la mirada de sus manos, el capitán resopló como si esa frase le fuera bien conocida.
—¿Y qué quieres que le cuente? "Mamá, soy la niñera de un montón de mocosos que no saben atarse los zapatos", "Mamá, llevo a cabo una misión confidencial y si no ando con cuidado quizás me peguen un tiro", "Mamá, mi falsa novia ha vuelto a intentar romperme las pelotas".
Akane le sacó la lengua desdeñosa, aún así comenzó a secar los platos que él le daba.
—No tienes que ser tan específico, basta con hablar un poco de tu día a día. Si mi madre estuviera viva yo… —Akane se calló de golpe, sonrojándose. Ranma la observó de reojo, dejando de fregar los platos—. Lo siento, no debí mencionarlo —susurró avergonzada.
El capitán negó con la cabeza sin apartar la vista de ella.
—No, es igual. Creo que tienes razón.
—¿La tengo? —pestañeó incrédula observando a su superior.
—Siento lo de tu madre —susurró en tono confidencial, y no es porque no lo supiera. Por supuesto había leído su expediente una veintena de veces, pero no era un tema que fuese de buen gusto mencionar.
Akane le agradeció con un gesto y continuaron limpiando, al rato el teléfono de la entrada comenzó a sonar.
—Voy a contestar —dijo el chico, dejando a la muchacha terminando de secar los últimos utensilios de cocina. Escuchó una conversación entre madre e hijo a sus espaldas, y al rato la puerta de la entrada cerrarse. Akane se asomó al pasillo curiosa, y vio a Ranma regresando a la cocina —. Era una vecina mayor, ha ido a ayudarla con un encargo. Dice que volverá en unos minutos.
—Vaya… —Akane se revolvió en el sitio sin saber muy bien qué hacer, Ranma abrió la nevera y sacó fruta.
—¿Me ayudas? Hay muchísimos caquis —dijo con una gran bandeja entre las manos. La militar asintió y ambos regresaron a un hacendoso silencio mientras cortaban las frutas para el postre y comenzaban a preparar el té.
—¿Te disculpaste? —Se interesó ella, Ranma asintió avergonzado —. Bien, me gusta tu madre.
—¿Ah, sí? —preguntó divertido—. Pues no te gustaba tanto la semana pasada cuando estabas dispuesta a confesar la verdad y partirle el corazón.
—Eso no tiene nada que ver —dijo ella apuntándole con el cuchillo vagamente y volviendo a su tarea—. Tarde o temprano tendrás que decirle la verdad.
—Así me va bien —dijo encogiéndose de hombros, como si la cosa no fuera con él. Akane se sintió arder de cólera.
—A mí no.
—Sí, ya. Quieres ir a tus citas —repuso con tono burlón, como si el hecho fuera inimaginable. Akane agarró el mango del cuchillo con más fuerza.
—¡No tenía una cita! Pero tengo derecho a un poco de tiempo libre y privacidad.
—Lo admites —canturreó triunfal—. Era obvio, no te pega algo tan cursi como irle detrás a un hombre.
Las mejillas de la chica se colorearon de golpe, pillada y ultrajada.
—¡Pues no es así! —escupió retadora, partiendo la fruta de un tajo que más bien pareció un martillazo. Sintiéndose ridiculizada por sus palabras hirientes, por su falta total de tacto—. Me gusta alguien —dijo solo para verle la cara de imbécil, pero Ranma lejos de parecer afectado volvió a sonreír.
—Oh, bien por ti —murmuró con la misma ligereza que si hablaran del tiempo, después hizo una pausa que se alargó entre ellos, solo perturbada por el ruido de la fruta siendo troceada—. ¿Lo conozco?
El cuchillo resbaló por la piel de la fruta, Akane ni siquiera sintió el corte hasta que vio la sangre manar de su dedo índice. No gritó, se quedó quieta y después su rostro se tornó blanco mientras levantaba la mano izquierda para comprobar los daños.
—¿¡Tú eres tonta!? —gritó sin embargo el capitán, agarrando su mano y abriendo el grifo del agua fría.
—¡Auch! —Se quejó ella mientras Ranma veía con el ceño fruncido la sangre manar y mezclarse con la corriente de agua. Agarró un trapo limpio de cocina y le envolvió el dedo, apretando con fuerza.
—¿Es que no estabas mirando? —volvió a preguntar enfadado, ella se tensó dispuesta a una buena pelea.
—¡Me alteraste!
—¡Era un maldito caqui! ¡Ni siquiera tienen hueso!
—¡Estaba pensando en otra cosa!
—¡No puedo permitir que les pase nada a esos bonitos dedos tuyos! —declaró exhalando humo por los orificios nasales, cabreado y mirándola agitado desde su altura. Akane movió los labios pero no dijo nada. De nuevo debía tratarse de un error, no le había escuchado bien.
Bonitos.
Útiles hubiera sido una palabra más adecuada. Valiosos, quizás certeros, pero un halago involuntario era lo último que esperaba de él, y ni el propio Ranma parecía haberse percatado del asunto.
—Hay que curarte —dijo conduciéndola de la mano hasta la habitación contigua, donde Nodoka guardaba el botiquín. En seguida Akane tuvo su dedo desinfectado y luciendo dos tiritas de colores, una amarilla con dibujos de plátanos y otra rosada con arcoiris.
Sonrió al pensar que Nodoka tuviera semejante colección y las usara con su hijo. La imagen de Ranma con la cara llena de monos bailando, cupcakes y gatitos la hizo sonreír.
—Ten más cuidado —recalcó el capitán terminando su labor.
—Gracias —contestó ella sintiendo el corazón latiendo acelerado, a un ritmo perturbador.
Nodoka eligió justo ese momento para regresar.
Tomaron el té y después Akane se disculpó con ambos alegando que había prometido ir a ver a sus hermanas.
—¿Hoy tampoco la acompañas? —preguntó Nodoka a su hijo mientras veían a Akane alejarse por la calle vecinal. Ranma torció el gesto.
—Yo… aún no conozco a sus hermanas —dijo, intentando que sonara como una buena excusa. Su madre negó con la cabeza, evidentemente preocupada.
—Pues deberías —concluyó severa regresando a la casa.
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..
…
Akane caminaba sobre sus tacones. Miro un par de veces hacia atrás para cerciorarse de que él no la seguía. Como si fuera a hacerlo.
No debería sentirse así por una palabra escupida en un momento de tensión.
Bonitos.
Desde luego que él no podía pensar que existiera en ella nada digno de ese apelativo. No era un tipo delicado, mucho menos detallista. No, lo había dicho sin pensar, se refería a que no podía permitir que nada mermara su capacidad de ser útil, no tenía nada que ver con que pensara que ella tenía nada bonito, ¿verdad?
Akane miró sus dedos, vio las dos tiritas entrecruzadas y sonrió ligeramente con una idea danzando en su cabeza. Quizás Kasumi tuviera un pinta uñas.
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¡Hola de nuevo!
Seguimos avanzando con este fic, confío en que os esté gustando o al menos manteniendo interesadas.
¡En el siguiente capítulo ya comienza la acción! Por fin una misión de nuestro equipo de asalto, a ver que tal se les da... Sobre este capítulo solo resalto que Akane ha comenzado a meterse de lleno en la vida del capitán, investigándolo de forma personal, y también más inmiscuida en su vida familiar.
Nodoka es una suegra bastante entrometida, yo me moriría con una como ella, pero escribir sus diálogos siempre me hace reír muchísimo por lo incómodos que pone a nuestra pareja/no pareja jajaja.
Y ya por fin sabemos de primera mano que ocurrió con Shinnosuke, aunque creo que ya todo el mundo lo intuía. Lo cierto es que me sentí un poco incómoda al describir esa escena, sobre todo porque él iba de uniforme y un policía no debería hacer ciertas cosas aunque ya no esté de servicio. Supongo que en este fic Shinnosuke es un personaje con tendencia a saltarse las normas amparado por la sensación de seguridad que le da su posición.
Como siempre mil agradecimientos a mis betas SakuraSaotome y Lucita-chan por sus correcciones y comentarios.
Nos leemos en el siguiente capitulo.
LUM
