Octubre fue un borrón, entre la visita de mis padres y preparar el viaje a Colombia y a Brasil se nos fue el mes entero.
En las reuniones de equipo que hacíamos semanalmente todos confiábamos en que la normalidad casi alcanzada este verano se implantase definitivamente y que para marzo se retomasen de nuevo festivales de grandes dimensiones como el Ultra de Miami.
La empresa organizadora también era optimista respecto al futuro del festival.
No obstante, en diciembre hubo un gran repunte de casos COVID y parecía que habíamos vuelto a retroceder a finales de 2020.
Las fronteras con Estados Unidos seguían cerradas y por precaución decidimos no viajar a Londres y no exponer a mis padres.
Pasamos de nuevo la Navidad los dos solos en la isla pero esta vez teníamos motivos para estar felices pese a estar solos.
Los bloques de apartamentos habían sido demolidos y se habían retirado los escombros. El ayuntamiento de Sant Josep, al que pertenece el pueblo de Es Cubells, había sacado a la compra los terrenos sorprendiéndonos por querer dividirlos en parcelas tan pequeñas. La solución fue fácil pero cara, compramos la mitad de los terrenos asegurándonos tener espacio de sobra para nuestra casa y el espacio restante aun no sabíamos que haríamos con él. Tal vez lo usásemos para plantar árboles que nos dieran más privacidad o tal vez lo vendiésemos y recuperásemos parte de la inversión.
Habíamos contratado a un arquitecto muy recomendado aquí en Ibiza y estaba intentando plasmar todas nuestras ideas en los planos de la casa.
Edward estaba trabajando mucho en nuevos temas pensando ambos que la temporada 2022 iba a ser casi normal.
En febrero nos confirmaron que este año sí iba a haber Ultra Miami, lo que también significaba poder ver a la familia de Edward tras dos años separados. Estábamos muy felices.
Igualmente en febrero hicimos una pequeña gira por Tailandia. Edward tenía sets en Bangkok, Chiang Mai y Phuket.
Estaba mucho más relajado respecto al Covid que cuando viajamos a Taiwan así que le planteé la posibilidad de alargar un par de días más el viaje y visitar las Islas Phi Phi.
Hicimos un viaje en lancha hasta Koh Phi Phi Leh para conocer la famosa Maya Bay que salió en la película La Playa de Leonardo Dicaprio. Tal y como esperábamos estaba hasta arriba de turistas pero logramos hacernos unas cuantas fotos sin gente detrás.
Disfrutamos muchísimo más de la laguna Pileh Bay donde pudimos hacer snorkel en aguas cristalinas y ver peces que nunca habíamos visto antes.
Volvimos en barca a Maya Bay de noche para observar su plancton luminiscente que dotaba a la bahía de un ambiente realmente mágico.
Hoy era nuestro cuarto y último día en Tailandia pero Edward no se encontraba bien. Él creía que el pescado o que el pad thai le había sentado mal y quería descansar un poco así que me había obligado a irme sola a la excursión que teníamos contratada.
-Pero no quiero ir sin ti y sinceramente tampoco me emociona dejarte aquí solo si no te encuentras bien- me quejo cruzada de brazos en la cama.
-Bella por favor… estaré bien. Solo necesito descansar un poco y comer algo que no lleve mil especias ni sea picante. Esta noche quiero ser capaz de salir a cenar contigo.
-No hace falta que salgamos, podemos cenar aquí.
-No- niega él firme- y date prisa porque el autobús sale del hotel en 5 minutos.
Refunfuño mientras me pongo las deportivas y meto el móvil a la mochila.
-No seas así, lo hago por ti nena- me dice dándome la pequeña mochila que estoy usando estos días.
-Pero este viaje era para estar juntos conociendo Tailandia- le recuerdo.
-Y lo hemos hecho- me dice besándome.
Aún sin estar muy convencida de dejarle solo, salgo de la habitación y bajo a la recepción del hotel donde el resto de viajeros esperan al autobús.
En el autobús coincido con algunos turistas que ya hemos conocido estos días de atrás. Saludo a aquellos con los que comparto idioma y me siento en la zona trasera.
Pasamos la mañana recorriendo Tonsai pueblo y pude entender mejor la cultura tailandesa.
Regresé al hotel sobre las cinco de la tarde para encontrarme a Edward hablando con su madre por teléfono. Cuando la llamada termina camina hasta mí y me besa.
-¿Qué tal fue?- me pregunta levantándose de la cama donde estaba sentado.
-Bien, ¿qué tal estás?- le digo caminando hasta quedar a su lado.
-Estoy recuperado al 100%- sonríe- he hecho una reserva en un restaurante.
-¿Seguro? Podemos quedarnos aquí y pedir servicio de habitaciones- propongo.
Siento que está intentando forzarse a sí mismo para complacerme en este viaje, incluso si eso supone no tener en cuenta su salud.
-Bella estoy bien y mañana volvemos a casa así que quiero aprovechar la última noche contigo.
-Vale- sonrío metiéndome al baño para ducharme.
Edward se ducha después de mí mientras me maquillo y me arreglo un poco. La humedad de la zona es horrible.
Cuando estamos los dos listos salimos y él me indica que cenaremos en el hotel pero no en el comedor común, si no en la zona que da directamente a la playa donde un chef privado cocina para ti.
Es realmente íntimo y especial.
Hay numerosas velas encavadas en la arena de la playa. La mesa está bajo un dosel de gasa recubierto con pequeñas luces de color cálido y tan solo estamos nosotros, el mar y el chef.
Toda la comida es exquisita pero no quise preguntar que era.
-¿Te encuentras bien?- le digo cuando veo que apenas está comiendo.
-Sí- responde jugando con los palillos.
Suspiro y me decido a enfrentar su actitud.
-¿Por qué me estás mintiendo?- le pregunto seria.
Lleva todo el día evitándome y callado. Si le preocupa algo del viaje puede contármelo.
Dejo los palillos sobre la mesa y me cruzo de brazos mirándole.
-Todo está bien- me asegura sonriendo- y de verdad que no me encuentro mal cariño- asegura cogiendo mi mano por encima de la mesa.
-Sé que no me estás contando todo y no entiendo por qué-
Edward se ríe.
-Estoy feliz de estar aquí contigo, la comida no es muy de mi estilo pero no pasa nada. Es todo.
Suspiro y acepto que quizás soy yo viendo las cosas de forma incorrecta.
Continuamos con el menú degustación del chef y cuando llegan los postres Edward continúa raro.
-¿Por qué comes tan deprisa?- me pregunta.
Me siento cohibida y comienzo a masticar mucho más despacio.
-Estoy comiendo normal, creo- frunzo el ceño.
Él asiente y niega.
El ambiente está raro y quiero irme a la suite donde no tenga que fingir que estoy conforme con su actitud.
-¿Podemos irnos ya?- le digo rechazando la última oferta del chef.
-Espera tengo que…
-¿Qué?
Baja la mirada y se pasa las manos por el pelo con nerviosismo.
-Vamos- dice poniéndose en pie y cogiendo mi mano.
Cuando llegamos a la habitación seguimos sin pronunciar palabra.
Me quito los tacones y me suelto el pelo.
-¿Un baño en la piscina?- me propone abriéndose los botones de la camisa.
Me encojo de hombros y me quito el resto de la ropa hasta quedar desnuda. La piscina es privada, solo para nosotros, así que no hemos usado bañador ningún día.
Me tiro de cabeza sin esperarle a él.
Estoy mosqueada porque está raro y no dice qué le pasa.
Cuando salgo a la superficie nado hacia el borde de la piscina desde donde se aprecia sin problema la costa de Long Bay.
Edward se pone detrás de mí y apoya sus brazos sobre los míos.
-Tailandia es preciosa, gracias por proponer alargar el viaje de trabajo y conocer esta zona- me susurra contra el oído- tenemos que volver algún día.
-¿En serio?- le digo girándome para mirarle a la cara.
-Sí- asegura sonriente.
-Pero si no te ha gustado- le confieso.
Llevo todo el viaje sintiendo que hay algo que le molesta y ya el día de hoy ha sido el culmen.
-¡Claro que sí me ha gustado!- discute frunciendo el ceño.
-No me mientas más Edward. Llevas todo el viaje huraño y… raro conmigo- le confieso bajando la mirada al agua.
-Lo siento, es lo último que quería- me confiesa agarrándome la barbilla-
-¿Qué ocurre? ¿Qué te tiene así? ¿Por qué no me lo quieres contar?- pregunto.
Él suspira y cambia la mirada hacia el cielo oscuro.
-No soy el más detallista del mundo, ni el más romántico, ni el mejor hombre tampoco ya que estamos.
Frunzo el ceño, no me gustan sus palabras.
-Yo siempre voy a pensar que te mereces a alguien mejor que yo, más estable, más tradicional… pero resulta que tú me quieres así y yo estoy agradecido por ello. Sin embargo…
Trago en seco y me separo de él.
-No me gusta por donde vas- le corto fría y seria.
-Sin embargo he sido el hombre más feliz del mundo desde que estamos juntos- continua cogiéndome del brazo y poniéndole de nuevo donde estaba antes, detrás de su cuello- y creo que tú también- me mira- hay mucho de mí en ti y hay mucho de ti en mí. Soy como soy gracias a ti. Me hace tremendamente feliz poder pasar contigo cada día y compartir juntos mi pasión por la música, que lo entiendas, que te guste, que me animes y me apoyes incluso cuando no creo en mí mismo. Ibiza, Los Ángeles o Tailandia, la mejor parte del show es cuando acaba y tú me besas feliz y orgullosa. Esos besos me hacen querer ser mejor para ti, mejor dj, mejor persona, mejor amigo, mejor novio y… mejor marido- me dice.
-¿Qué?- pregunto totalmente abrumada.
-Casémonos. Sé mi mujer y yo tu marido, firmemos el para siempre- me promete.
-¿Es porque te dije lo del anillo en la boda de David?
-No- niega sonriendo abrazándome- es porque te quiero conmigo para el resto de mi vida. Quiero todo contigo mi amor y cuando ese día me diste luz verde para casarnos comenzó a crearse una necesidad en mí de casarme contigo difícil de controlar. Quería habértelo pedido hace días, el otro día en Maya Bay, hace un rato cenando… pero no tenía agallas.
-Edward- balbuceo incrédula.
-Pero es si quieres, si no quieres seguiremos como hasta ahora porque mientras estemos juntos el título que tengamos da igual.
Los ojos se me llenan de lágrimas y me separo de él.
-A ver, a ver- digo moviendo las manos sin saber qué decir.
Ahora soy yo la que está nerviosa y la que no sabe qué decir.
Me río y él también se ríe pero es una risa nerviosa.
-¿Me respondes cariño?
-No me has hecho ninguna pregunta- le digo limpiándome las lágrimas.
Vuelve a reírse y se acerca de nuevo a mí agarrándome las manos.
-¿Quieres casarte conmigo?- me pregunta serio mirándome intensamente.
Asiento.
-Sí- susurro antes de abrazarle rodeando su cuello con mis manos.
Derramo alguna lágrima más de emoción y me separo lo justo para poder besarle.
-Yo no pensaba que pudiera ser ya más feliz y desde hace unos segundos lo soy, me has hecho el hombre más feliz del mundo- me dice entre besos.
-¿Por eso estabas raro?
Asiente.
-No ha sido aposta. Como te he dicho quería habértelo pedido la noche que fuimos a Maya Bay pero no quería tener tanto público, luego pensé en hacerlo esta noche durante la cena que me he pasado toda la mañana organizando pero no he podido, me acojonaba según abría la boca y ahora ya no había excusas. Quería pedírtelo aquí sí o sí. Siento haberte hecho enfadar, no he sabido gestionar bien los nervios con el factor sorpresa.
Me río y le vuelvo a besar.
Ahora nada de eso importa.
-Ha sido perfecto- le digo besándole.
-No lo ha sido. Quería haberlo hecho más romántico, más especial… dios ni si quiera te he dado el anillo.
-¿Tienes un anillo?- pregunto emocionada.
-Por supuesto que tengo un anillo. Dame un segundo- me pide saliendo de la piscina por el borde y metiéndose al interior de la habitación.
Sale segundos después con una caja blanca en las manos.
Me acerco al borde de la piscina donde él se arrodilla sobre una pierna y abre la caja.
-¿Me harías el honor de casarte conmigo y seguir siendo mi amor, mi confidente y mi mujer para el resto de nuestra vida?
-Sí, claro que sí- le digo llorando de nuevo.
Él coloca el anillo en mi mano derecha en el dedo anular donde lo luciré hasta el día de la boda cuando pase a mi mano izquierda.
Nos besamos y le pido que vuelva a la piscina.
-Voy a ser tu mujer y tú vas a ser mi marido- le digo dándome cuenta de ese hecho.
-Créeme que llevo meses buscando el momento perfecto. No quería que fuera simple, no quería que fuera rutinario.
-Hubiera sido perfecto de cualquier otra forma.
-No sabía que la boda era una opción para ti hasta la boda de David. Siempre había concebido la idea de que ya no ibas a querer casarte más veces después de Leo pero me dijiste que sí, que te casarías conmigo y entonces supe que algún día te haría mi mujer. Compré el anillo en Dubai, llevo buscando el momento perfecto desde entonces.
Me río y le acaricio el pelo.
-¿Tanto? Fuimos a Dubai en diciembre.
-Cuando lo sabes, lo sabes- me asegura besándome.
-¿Y cuánto falta para que llegue ese día? Yo quiero estar casada contigo ya- le digo besándole de vuelta.
-Y yo, nos podemos casar cuando quieras. Mañana mismo según lleguemos a casa.
Me río y niego.
-Me voy a casar contigo, con el único hombre del que he estado enamorada en toda mi vida. Quiero celebrarlo.
-¿Boda grande?
-Boda con nuestros amigos y familiares. No quiero 20 invitados pero tampoco 400 como David.
-Solo quiero que sea pronto- me pone como condición él.
-Sí, por favor-
Esa noche nos hacemos el amor mutuamente durante horas.
Edward va a ser mi marido y eso me hace alcanzar una dosis de felicidad difícil de expresar.
A la mañana siguiente me despierto y lo primero que veo es el anillo en mi mano.
Una arandela de oro con una piedra verde agua rodeada de diamantes.
La piedra es del color de los ojos de Edward, de ese tono entre azul, gris y verde que tanto me gusta.
No es el típico diamante blanco y brillante, es un anillo que nos representa, que es significativo.
.
¡Hay boda! ¡Hay boda!
¿Quién se esperaba que Edward le pidiera matrimonio? Y nada más y nada menos que en Tailandia. ¿Qué os ha parecido la pedida? ¿Ha estado a la altura de ellos dos? Bella odió su anterior pedida de mano frente a todo el mundo así que esta vez tenía que ser una decisión íntima y solo con ellos dos presentes.
Los nervios casi provocan una discusión pero finalmente están prometidos. Ahora que llevan años viviendo juntos y su relación está asentada, es el siguiente paso a dar.
¿Quién quiere irse de boda?
Fotos de la pedida y del anillo en el grupo de Facebook: Feeling the Reading: Bella Bradshaw
¡Nos leemos en el próximo!
Review = adelanto ;)
