Historia Paralela 6
Para Hoshiyomi había sido un día particularmente pesado, pero fructífero.
No solo había abordado lo importante, sino que había logrado obtener la aprobación de Yuya para recibirlo con un beso cada vez que se encontraran.
Era un pequeño triunfo que, a sus ojos, hacía que todo el esfuerzo valiera la pena.
Sin embargo, esa racha de buena fortuna parecía haber llegado a su fin al día siguiente, con una interrupción que aunque era contemplada, no habría esperado.
El día comenzó con un aire extraño, como si el universo mismo estuviera conspirando para arruinar su tranquilidad.
Y entre todos los detalles, ahí estaba él.
Cabello corto de un rosa brillante que parecía captar cada rayo de luz, ojos de un verde esmeralda tan intensos que podían hipnotizar a cualquiera, y una piel de porcelana que parecía hecha para exhibirse.
Las curvas que se alcanzaba a vislumbrar a través de la fina y lujosa ropa, daba de que hablar. Sin duda era alguien que sabía cómo atraer miradas.
Su porte era jovial, con una sonrisa que irradiaba una pureza casi desconcertante y mientras avanzaba, saludaba a todos los que encontraba, cargando una bandeja de galletas con una gracia que bordeaba lo teatral.
—¡Hola a todo el mundo! —Exclamó con un entusiasmo contagioso—. ¡Traje galletitas hechas a mano! ¿Quién quiere probarlas? —
Por supuesto, él había llegado: Michael Arclight, el tío autoimpuesto de Hoshiyomi.
Embajador del Mundo Astral y del Mundo Varían, esposo del infame Emperador Vector y, más importante aún, madre del hombre que en ese preciso instante gritaba como un niño pequeño a su lado.
—¡Ayuda! ¡Ayúdeme! —
El grito patético provenía de Tokiyomi Arclight, cuya usual compostura se había hecho añicos al ver a su madre.
Michael, por su parte, no perdió ni un segundo en aprovechar la situación.
—Vaya, ¿pero a quién tenemos aquí? —
Canturreó mientras se acercaba, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y malicia. Antes de que Tokiyomi pudiera reaccionar, Michael ya le estaba pellizcando las mejillas como si fuera un niño pequeño.
—¡Aww, pero mira qué adorable es mi pequeño Tokiyomi! Aunque... qué decepción ver esa cara llena de lágrimas y mocos. Parece que todas mis enseñanzas se han perdido. —
Hoshiyomi, testigo del desastre, se limitó a retroceder unos pasos, disfrutando del espectáculo sin intención alguna de intervenir.
—¡Mamá! —
Se quejó Tokiyomi, tratando de zafarse del agarre, pero Michael solo intensificó su agarre con una fuerza sorprendente para alguien que lucía tan delicado.
—¿No te parece de mala educación recibir a tu madre sin un abrazo o una fiesta de bienvenida, Tokiyomi? —Dijo con una sonrisa que era todo menos maternal.
La amenaza en sus palabras estaba tan clara como el brillo en sus ojos. Tokiyomi, desesperado, dirigió su mirada a Hoshiyomi, esperando un rescate que nunca llegó.
—¡Hoshiyomi! —
—Oh, no, yo no me meto en asuntos familiares —Respondió Hoshiyomi, aguantando una risa mientras veía cómo Michael zarandeaba a Tokiyomi con más entusiasmo que ternura.
—¡Cómo es posible que mi propio hijo no piense en su madre! —Se lamentó Michael, agitando a Tokiyomi como si fuera un muñeco de trapo—. ¡Se me parte el corazón! —
Para entonces, el alma de Tokiyomi parecía estar abandonando su cuerpo, pero Hoshiyomi, lejos de detener la humillación, decidió añadir leña al fuego.
—Tío, si hubiera sabido que llegarías tan rápido, habría llenado el edificio de obsequios. Disculpa mi descortesía. —
Michael se detuvo un momento, soltando a Tokiyomi para girarse hacia Hoshiyomi con una sonrisa radiante.
Su mano, suave como una pluma, se posó sobre la mejilla del joven con un gesto que parecía salido de un melodrama romántico.
—Qué niño tan considerado, pero, Hoshi-kun, ¿no sería una molestia hacer todo eso solo por mí? —
—Para nada. Creo que tío se lo merece —Respondió Hoshiyomi con absoluta seriedad—. Después de todo, no todos los días alguien tan ilustre nos visita. Además, tengo el poder adquisitivo suficiente. —
—Oh, querido, qué encantador eres —Rio Michael, completamente encantado, aunque una chispa de maldad apareció en sus ojos.
Tokiyomi, quien había estado escuchando desde el fondo, se tensó al oír la conversación.
—Y ahora que estás aquí, tío —
Continuó Hoshiyomi, con un tono más sombrío.
"Es hora de la venganza."
—Debo confesarte algo que me preocupa mucho sobre Tokiyomi. —
—¿Mm? —Michael inclinó la cabeza, curioso.
—Últimamente ha estado endeudándose sin parar. Tiene un grave problema. —
El silencio se hizo palpable.
—¿Mi niño? ¿En un grave problema? —Preguntó Michael, su tono cambiando de juguetón a alarmado.
—Sí... —Hoshiyomi hizo una pausa deliberada, disfrutando del momento antes de soltar la bomba—. Tokiyomi tiene un problema con las compras impulsivas. Incluso ha llegado a usar mi tarjeta de crédito para pagar sus deudas. —
—¿Qué? —La mirada de Michael se volvió afilada como un cuchillo.
Mientras Hoshiyomi fingía limpiarse una lágrima con un pañuelo, Michael se giró lentamente hacia Tokiyomi, cuyos intentos de escabullirse ya eran inútiles.
—¡No, mamá, puedo explicarlo! ¡Es un malentendido! —
El aire se volvió frío, y los ojos antes encantadores de Michael se vaciaron de toda emoción.
—Tokiyomi Arclight. —
El grito que siguió fue ensordecedor.
—¡Mamá, no! ¡Por favor, no! —
Hoshiyomi, observando desde la distancia con una sonrisa satisfecha, murmuró para sí mismo:
—La venganza es un plato que se sirve frío, ¿no crees, Tokiyomi? —
Michael Arclight, un nombre que resonaba con una mezcla de historia y cicatrices.
Como tercer hijo de Byron Arclight, quien alguna vez fue conocido como Tron, Michael había crecido entre las sombras de las traiciones que desgarraron a su familia. Era el reflejo de un joven marcado por el sacrificio y el dolor, pero también de alguien que había encontrado la redención en los vínculos formados con dos amigos excepcionales.
Fueron ellos quienes le ayudaron a salir de la oscuridad y a encaminarse hacia un futuro donde la esperanza ya no parecía inalcanzable.
Con esos amigos que curiosamente fungian como Rey y Reina de un reino lejano, Michael encontró un propósito que trascendía los límites de su propio sufrimiento.
Recibió el título de Embajador, un puente viviente entre los mundos Astral y Varían, y algo más...
Un matrimonio inesperado pero lleno de determinación con Vector, el polémico Emperador Varían.
La boda fue tan sorprendente como significativa; Vector se enteró apenas antes de dar el "sí", un detalle que provocó más risas que reproches con el paso del tiempo.
Su unión, aunque inusual, marcó un punto de inflexión para ambas dimensiones, demostrando que incluso lo improbable podía tejer lazos de unidad.
Y luego vino el milagro.
Contra toda lógica, gracias al esfuerzo y dedicación de Vector, Michael dio a luz a un hijo, una prueba viviente de que lo imposible era solo un desafío más.
Sin embargo, su vida no había sido un cuento de hadas. Entre los rumores que rodeaban su matrimonio y los dramas que casi destruyeron su vínculo, Michael había aprendido a transformar la adversidad en fortaleza.
Hoshiyomi sabía todo esto.
Sabía que la historia de Michael no era solo un recuento de victorias, sino de resiliencia.
Por eso, cuando lo vio aparecer en la dimensión Estándar, supo que había llegado su mejor aliado.
Y mientras la pantalla frente a ellos desplegaba los planes y estrategias necesarias, Hoshiyomi no omitió ni un solo detalle al ponerlo al día, asegurándose de que Michael entendiera la magnitud de lo que estaba en juego.
—...Estos son los planes a seguir. ¿Se siente listo para participar? —Preguntó Hoshiyomi, con un tono que, aunque solemne, contenía un dejo de desafío.
Michael como se esperaba, no titubeó.
Había enfrentado demasiadas tormentas como para retroceder ahora.
Con una sonrisa ligera y una mano firme en el hombro de su sobrino, respondió con la calma de quien sabe lo que está haciendo.
—Por supuesto. —
Hoshiyomi notó el gesto: una mezcla de consuelo y promesa, como si Michael estuviera diciendo sin palabras: "Estoy aquí. Nada de esto te hundirá mientras yo esté contigo".
—¿Quién diría que eres una copia exacta de tu padre? Parece que en los Tsukumo solo aparecen locos. —Michael soltó el comentario con una risa ligera, rompiendo la solemnidad del momento.
Hoshiyomi parpadeó, confundido entre si era un cumplido o una crítica.
Pero antes de que pudiera responder, alguien más entró en la habitación. Michael giró inmediatamente, y al verlo, su expresión se iluminó con una alegría infantil que contrastaba con su usual porte elegante.
—¡Astral! —Gritó, lanzándose hacia él como un torbellino. Lo envolvió en un abrazo antes de bombardearlo con una avalancha de palabras. —¿Cómo es que viniste sin avisarme? ¡Tuve que rogarle a Yuma durante semanas! ¿Acaso olvidaste que prometimos ayudarnos pase lo que pase? ¡Tonto! Te extrañé, ¿sabes? Seguro que ya hiciste maravillas aquí. —
Astral, desarmado por la efusividad, sonrió con calidez, dejando que ese instante lo transportara a los días en los que los nombres de Don Milenario y los Varían eran parte de sus preocupaciones cotidianas.
Fue un reencuentro breve pero cargado de significado, un recordatorio de que, incluso después de siglos, algunos lazos nunca se deshacen.
—¿Entonces ahora somos parte del equipo vengativo? —Preguntó Michael con una chispa traviesa en los ojos. Astral desvió la mirada, una mueca leve en sus labios.
—Algo así... —Respondió sin entrar en detalles.
La seriedad regresó al rostro de Michael cuando posó su mirada en Hoshiyomi. Su voz bajó un tono, llenándose de una gravedad que hizo que el ambiente cambiara.
—Hoshiyomi, sé que esto puede ser duro para ti. Pero daré lo mejor de mí para lograrlo. Para que puedas recuperar todo lo que te arrebataron. Para que vuelvas a encontrar esa sonrisa que alguna vez iluminó nuestras vidas. —
Hoshiyomi sintió cómo su pecho se oprimía. ¿La sonrisa que...? Ni siquiera pudo terminar el pensamiento antes de que Michael añadiera algo más, algo que resonó con una fuerza desgarradora.
—Y además prometo recuperar a quien me arrebataron... a mi pequeño y dulce Yuri, mi segundo hijo. —
El nombre cayó como un golpe. Astral bajó la mirada, y Hoshiyomi sintió un nudo formarse en su garganta. Pero el momento no dejó lugar para la melancolía. Todos sabían que había mucho por hacer.
—Ahora que los tres estamos aquí, explicaré la parte que me faltó —Dijo Hoshiyomi, retomando el control. Su mirada se clavó en la de Michael con intensidad. —¿Se siente con ganas de participar en un torneo? —
Michael arqueó una ceja, su sonrisa regresando con un deje de desafío.
—¿Qué hay que hacer en ese torneo? —
Ah, sí. El viejo lobo estaba listo para regresar al ruedo.
