5. Compras.

Sábado en la tarde. El heleno observaba con fastidio como lentamente finalizaba un proyecto individual, había trabajado bastante en ello, y por suerte las recomendaciones de Dégel con respecto a algunos libros de biología de la biblioteca le fueron muy útiles, aunque era flojo para la lectura lograba entender que si quería ser un buen cardiólogo debía leer más sobre el tema.
Al ver su trabajo terminado, se estiró sobre su silla giratoria, guardó el archivo y apagó la computadora, planeaba dormir un poco, se levantó y con pereza se tiró de boca sobre su muy cómoda cama.
-¿Estás ocupado?- su hermano menor entró sin previo aviso.
-No- respondió, luego dio un largo bostezo.
-¿Me acompañas a hacer compras? Manigoldo no pudo venir- una expresión de fastidio fue la respuesta del alfa, aunque sabía que no iría a negarse, Albafica lo tentó aún más a ir- Dégel irá conmigo- eso formó una sorpresa muy marcada en el alfa.
-Está bien… ¿Tu celo terminó? - Albafica asintió.
-Ya ha pasado toda una semana, esta vez fue corto-
-¿Entonces por qué no vino ese haragán?- Albafica negó con su cabeza.
-Tiene visitas, su primo o algo así-
-Entiendo-

En otra situación, se sentiría usado al tener que cargar tantas bolsas, aún así no se negaría a ayudar a ambos omega, tenía la fortuna de estar cerca del galo y solo por eso cargaría todo el mundo en sus brazos, de su brazo izquierdo, iban las bolsas de Dégel, no eran muchas, del brazo derecho iban las de Albafica. Su hermano no era un aficionado a las compras, aún así, las pocas veces que iba, compraba muchas cosas, así no volvería en un largo lapso de tiempo.
Habían pasado por más de cuatro calles, comprando semillas, medicina, y un sinfín de objetos de jardinería, eso por el lado de Albafica, Dégel apenas había comprado medicina, algunos comic y libros.
Finalmente se hallaban frente a la peor pesadilla de todo alfa, una tienda de ropa, el alfa no pudo evitar ver con fastidio el lugar, puesto que sabía que probablemente demoraría mucho en salir de ahí.
Entró sin remedio, siendo golpeado por un nauseabundo sentimiento, el aroma de tantas personas allí le provocaba cierto malestar.
Dégel observó de soslayo la reacción del alfa y comprendió a que se debía, supuso que lo hizo por ayudar a su amigo, liberó su propio aroma, provocando que el alfa solo se centrase en su fragancia.
Kardia sonrió para el omega en ese momento, en agradecimiento, Albafica avanzó más que ellos dos, buscando con la mirada lo que quería, en ese momento el alfa aprovechó para susurrar al oído del omega.
-Gracias- Dégel sonrió tras sentir un escalofrió muy agradable al oír la voz del alfa de esa manera.
-No hay de que- respondió con voz baja.
Pasaron cerca de una hora comprando ropa, Albafica no gastaba mucho en esas cosas, aún así quería comprar algo para vestir, tenía muy buen gusto en esas cosas y planeaba usar la opinión de Dégel a su favor también, el galo era una persona muy elegante, obviamente herencia de su país de procedencia.
Salía del vestidor por milésima vez para Kardia, vestía una blusa color beige, quería probarla en sí para ver que tal le quedaba.
-¿Y?- Dégel acariciaban su mentón con sus dedos índice y pulgar, analizando.
-¿Para qué pides su opinión si a ti todo lo que existe en Grecia te queda muy bien?- Kardia comentó hastiado.
-No pedí la tuya- respondió Albafica con frialdad. Dégel reía con la escena.
-Es un color muy apagado para ti, pero concuerdo con la opinión de Kardia- Albafica asintió, buscaría otra.
-Te lo dije- el heleno menor prefirió ignorar a su hermano mayor.
Finalmente Albafica había elegido tres blusas, unos vaqueros y un par de zapatos.
Dégel quería probarse un gabán color turquesa que había hallado, Albafica hablaba por teléfono con su pareja, el italiano le había pedido comprar alguna prenda y eso hizo que el heleno menor se alejase de su amigo y hermano a buscar el pedido de Manigoldo, mientras Kardia aguardaba a que Dégel terminase de acomodarse la prenda frente al espejo.
El galo no estaba muy convencido de comprarlo, le llegaba perfectamente a las rodillas, los grandes botones negros al igual que el cuello de la prenda acentuaban perfectas con el color turquesa que resaltaba.
Miró disimuladamente a Kardia a través del espejo, quien descansaba sus brazos de las molestas bolsas que reposaban a un lado de él, se debatía internamente entre preguntarle su opinión o simplemente comprarlo y ya, se sonrojó un poco, se giró y trató de verse calmado.
-¿Qué opinas?- sintió morirse al preguntarle aquello, aún así esperaba ansioso la respuesta.
-No debería sorprenderte que te quede perfecto- la sinceridad de Kardia al comentarlo le resultó muy bochornosa, pero le hizo muy feliz, sonrió sonrojado- aunque…- en ese momento esperó alguna crítica negativa o algo similar, tardó en continuar de hablar, se acercó lentamente y eso hizo que el galo quedase paralizado ahí mismo. Kardia posó sus manos cuidadosamente sobre los hombros del omega, obligándole a girar frente al espejo, sintió que todos sus bellos corporales se erizaron al sentir como el heleno tomó sus largos cabellos verdes y los soltó de la bella cinta que los mantenía sujetos a media espalda, los acomodó hasta dejarlos sobre su hombro izquierdo, entonces habló casi en un susurro por sobre su hombro derecho- aunque de esta manera superas ese concepto- Dégel vio frente al espejo como su rostro se tiñó por completo de carmín, estaba muy avergonzado y su corazón estaba muy acelerado. Kardia olvidó por completo regresarle la cinta de su cabello, pero ninguno reparó en ello en ese momento.
-Gracias- estaba más que consumido por sus sentimientos de alegría y vergüenza, Kardia lo notó y le brindó una sincera sonrisa.
-De nada, deberías comprarlo, te queda muy lindo- Dégel asintió aún ruborizado. Kardia se alejó de él y volvió a vigilar las bolsas, hizo dos montones diferentes para diferenciar las de su hermano de las de Dégel.
El galo se despojó de la prenda para colocarla en su respectivo gancho, pretendiendo volver a dejarla donde la encontró. Dicha acción no pasó desapercibida para Kardia.
-¿No lo comprarás?- Dégel negó.
-Ya he gastado mucho dinero- el alfa no dijo nada más al respecto- disculpa, vuelvo en un momento, debo ir al baño- Kardia asintió.
Dégel avanzó rápidamente hacia el baño, entrando a uno de los cubículos, donde desahogó toda la vergüenza que se sembró en él luego de ese momento, se cubrió el rostro con ambas manos, estaba sonriendo, no podía creer que aquel hombre fuese tan gentil y halagador.
Luego de calmarse, salió del cubículo y se lavó la cara, secó con una toalla de papel su rostro, pretendiendo refrigerarlo y al volver con los hermanos actuar con neutralidad.
Se miró al espejo y sonrió para sí mismo, vio su liso cabello libre y recordó que no sabía que destino habría tenido su cinta, sonrió mucho más al deducir que a Kardia le gustaba el cabello suelto, nunca se imaginó pensando ese tipo de cosas, tratando de conquistar a un alfa.
Al salir, Kardia y Albafica ya no se hallaban donde los vio por última vez, estaban pagando sus respectivas compras, él no había elegido nada, así que avanzó con calma hasta ellos.
Llegó junto a ellos mientras la joven que tomó las cuentas de sus compras empacaba lo que habían comprado, Kardia disimuladamente agregó una bolsa al lado de las de Dégel. Este ni se fijó por mirar con sorpresa una prenda que el otro omega había comprado.
-¿Y eso?- preguntó señalando la pequeña prenda.
-¡Ah! Manigoldo me pidió que comprase uno, me comentó que su primo espera un bebé y quería darle ese detalle- el galo miró con una notoria aflicción la adorable prenda de conejo que su amigo había comprado, pensando en que probablemente él nunca tendría la oportunidad de comprar cosas de ese tipo.
-Es muy lindo- fingió una sonrisa, Kardia notó la reacción del galo, sintió pena por él, su mirada cargada de tristeza y esa sonrisa que solo hacía más evidente su desgano.
-Casi me voy corriendo a golpearlo cuando lo vi, pensé que me habían traicionado estos dos- comentó Kardia con su rostro de asesino, provocando la risa de Dégel, ese era el propósito del alfa, hacerle sonreír de otra manera. Fue muy perspicaz al entender la razón de la tristeza en el omega.
-Eres un imbécil, como si eso fuese posible, hace poco acabó mi celo-
-Perdón, me exalté, aunque también pudo ser una propuesta que yo no desearía que se haga realidad en estos momentos- fingió una voz fría.
-Deja de pensar tonterías, además tengo 20 años, lo que haga con mi vida no es tu problema- Dégel reía mucho con la escena, era muy divertido para él verlos discutir.

Salieron de la tienda de ropa directamente hacia la casa de los Katsaros, fue un trayecto corto hasta el estacionamiento donde Kardia había dejado el coche de su padre.
Acomodó separadamente las bolsas en el baúl del automóvil, cerrándolo y caminando hasta llegar a la puerta del conductor, una vez ambos omega abordaron el automóvil, Kardia emprendió marcha a su hogar, dejando a Albafica y sus cosas allí, era el lugar más cercano.

El trayecto hacia la casa de Dégel era más largo, le tomaría una buena cantidad de tiempo llegar allí junto al galo quien se hallaba en el asiento de copiloto. El viaje fue muy tranquilo, ninguno de los dos cruzó palabra alguna, ya eran las 18:00 horas, Kardia se vio forzado a detenerse ante la señal roja, aprovechó para buscar en su bolsillo la cinta de su acompañante, al hallarla, tomó la mano derecha de Dégel y la dejó en ella.
-Lamento no habértela devuelto, se me olvidó- Dégel negó.
-No te preocupes, gracias, por lo de hoy-
-No hay de que, solamente dije la verdad-
La luz marcó verde y Kardia continuó el trayecto, tras unos minutos más finalmente llegó al hogar del galo.
Bajó para abrir la puerta del galo y perimirle bajar del auto, finalmente Kardia comenzó a bajar una por una las bolsas de Dégel, pretendiendo ayudarle a cargar hasta la puerta de la casa.
Antes de comenzar a caminar hacia la puerta de la casa, se cercioró de no ser vigilado por los progenitores del omega.
-Olvidé mencionarlo, te vez verdaderamente lindo con tus bellos cabellos sueltos- Dégel se sonrojó en ese momento.
-¿Siempre eres tan halagador?-
-Lo soy, pero solo con honestidad-
Una vez pasado el portón principal de los Bellerose, Kardia y Dégel aguardaban a que la puerta de la casa fuese abierta para recibirlos, esta vez quien atendió fue Krest.
-Bienvenido hijo- saludó el alfa.
-Hola padre- respondió al saludo con una sonrisa.
-Kardia- lo nombró a modo de saludo, siendo velozmente correspondido.
-Señor Bellerose- Kardia estaba muy sorprendido de que no le hubiese saludado con indiferencia o una mirada cortante.
-Gracias por traer a mi hijo de vuelta a casa, le ayudaré con las bolsas- el alfa mayor recibió las compras de su hijo, cargándolas al interior de la casa, mientras Kardia se despedía del galo.
-Te veré otro día- tomó la mano del omega y besó su dorso con caballerosidad.
-Muchas gracias por todo- estaba muy sonriente y eso le agradó mucho a Kardia.
-Hasta pronto señor Bellerose-
-Hasta pronto Kardia- se despidió el mayor.

...

Dégel revisaba sus compras, acomodando sus nuevas adquisidores en sus respectivos lugares, la medicina en uno de los cajones que dedicaba a ese tipo de productos, y los libros en sus estantes.
Hubo una bolsa que le extrañó mucho, puesto que no había recordado comprar algo de la tienda de ropa. Supuso que Kardia se había equivocado y esta era pertenencia de Albafica.
Al ver el contenido, su sorpresa fue grande, y más al sacar la prenda de la bolsa, era el gabán que se había medido en aquella tienda, no se explicaba como podía estar allí, ahí notó una tarjeta que cayó al suelo luego de que sacó la prenda, dejando el gabán sobre la cama, se agachó a tomarla y leerla.
"Realmente te queda perfecto. Kardia"
Un nuevo ataque de vergüenza le invadió.