7. Tormenta.
El silencio reinó en la sala de los Katsaros, ambas parejas, sentadas frente a frente en el comedor sin inmutarse tras haber conversado sobre la triste noticia. El vacío que dejó en sus corazones fue gigantesco, fue devastador en ese momento, Lugonis lloraba en silencio con el rostro ensombrecido al mantenerlo bajo, Zhapiri también se hallaba muy afligido.
-Lo siento mucho Sísifo, tu hermano era una gran persona y un gran amigo- las palabras del alfa fueron bien recibidas por el más joven.
-Gracias, él hubiese querido que ustedes estuvieran ahí- la voz del omega menor fue baja y melancólica.
-Ahí estaremos contigo- pronunció Lugonis en medio del llanto.
…
Zhapiri estaba con una triste expresión en su rostro al ver al portador de tan hermosos cabellos rojos tirado en el sofá llorando, Ilias no era tan cercano a él, pero sí fue el mejor amigo del omega durante muchos años, se acuclilló para acariciar el rostro de su esposo, limpiando cuidadosamente cada lágrima de sus mejillas.
-Mi amor debes descansar un poco- Lugonis asintió sin muchos ánimos, Zhapiri lo ayudó a incorporarse y sentarse, lo cargó en sus brazos, pretendiendo llevarlo hasta la habitación.
Lo dejó en la cama para que pudiese dormir cómodamente.
Se sentó al lado del omega, acariciado sus bellos cabellos lo mantuvo calmo usando su aroma, era una buena manera de sedarlo cuando se hallaba en una situación de ese tipo, continuó mimándolo hasta que finalmente pudo conciliar el sueño.
…
Durante el funeral hubo una gran tormenta, acompañando la tristeza de los presentes.
Lugonis veía afligido como el ataúd entraba en aquel agujero, evocó en su mente los momentos que pasó al lado de aquel hombre, alguna vez fue el mayor rival de su esposo por su mano, recordaba con gracia aquellos momentos, se lamentaba por no haberlo visitado en tantos años.
Zhapiri pensaba en lo mismo, en aquella época donde se peleaban por el amor de Lugonis, pero con el tiempo volvieron a ser buenos amigos, después él se había casado, su esposa había muerto al tener al pequeño Regulus, estuvo en el funeral de la mujer, nunca pensó que pronto él la seguiría.
Sísifo estaba junto a su esposo de doliente principal, lloraba en silencio, de su mano estaba su sobrino de apenas cinco años que ahora debería criar, el niño también estaba tan abatido por la perdida de su padre, aún a su corta edad comprendía perfectamente la situación.
Ya era hora de partir, los presentes se fueron en medio de la lluvia, los únicos que se quedaron fueron Sísifo, El Cid, Zhapiri, Lugonis y el pequeño Regulus.
Ya no había llanto, solo una sensación de vacío en los corazones de los allegados del difunto.
Lugonis se aproximó a abrazar a Sísifo.
-Tienes todo nuestro apoyo, si necesitas algo por favor dínoslo- comentó el omega mayor con una sonrisa de apoyo para el menor.
-Gracias-
-Vamos por café, hace frío- la invitación fue de El Cid quien luego de proponerles levantó al pequeño Regulus en sus brazos.
-Claro- fue liberado del abrazo del pelirojo y sonrió con tristeza.
-Realmente no pensé que ustedes dos estaban por aquí- recién llegaba un hombre de cabello castaño, de estatura baja junto a su esposa.
-¿Krest?- Zhapiri y Lugonis estaban muy sorprendidos de verle allí.
-Cuanto tiempo ¿Cómo sigue tu hijo?- Zhapiri sonrió.
-Gracias a ti tiene una vida plena- Krest sonrió también.
-Me alegra-
-Ah… Lamento no haberles informado, los invité también-
…
-Parece que no cesará por hoy- disfrutaba sujetar la mano del omega bajo el escaparate de una tienda.
-Lo mejor será irnos, ya está muy oscuro Kardia- el peliazul asintió.
-Tu casa está muy lejos, dudo que lleguemos a tiempo- Dégel se angustió, su padre lo iba a reprender por ello pero no le quedaba opción.
-Me quedaré en la tuya entonces- Kardia no estaba muy convencido aunque adoraba la idea.
-Tu padre me matará- un escalofrió le recorrió la medula solo con imaginar la reacción del alfa mayor.
-Aún si tomo un taxi con el tráfico y el clima tardará mucho en llegar, además no quiero ni de broma irme con un desconocido en un auto- Kardia asintió.
-Tienes razón, pero prométeme que me llevarás flores a mi tumba después- Dégel rio.
-No seas exagerado, creo que papá no dejará rastro de ti, entonces no será necesaria la tumba-
-No sabía que tenías tan retorcido sentido del humor- Dégel estaba divirtiéndose con la broma.
Luego de correr por casi media hora, llegaron a casa de Kardia empapados y agitados, pero sin borrar una grata sonrisa en sus rostros.
Kardia abrió la puerta con prisa, entraron hacia la sala, Kardia se apresuró a encender las luces y buscar una toalla para Dégel.
-Deberías tomar un baño, te prestaré algo de ropa- Dégel asintió con una sonrisa, a su vez estaba un poco sonrojado, se dirigió al cuarto de baño.
Se dio prisa en bañarse, se miró al espejo, tenía el rostro sonrojado y una mirada brillante, reconocía que hacía mucho tiempo no tenía esa expresión en su rostro, concluyendo que se había enamorado del griego, con solo pensarlo su corazón empezó a palpitar rápidamente, aumentando su sonrojo, pero se sentía muy bien, estaba realmente feliz.
Salió del baño dirigiéndose a la habitación de Kardia, dónde encontró ropa limpia, un pantalón de sudadera un poco ancho y una camiseta de "Scorpions"
Kardia se encontraba preparando café, con un conjunto muy similar al que Dégel portaba, tenía una toalla envuelta en su cabello y estaba descalzo, cuando sintió la presencia del galo atrás suyo volteó y le regaló una dulce sonrisa.
-Te queda muy bien- Dégel se sonrojó, Kardia le ofreció una taza de café, la aceptó con gusto.
-Gracias-
-Te vez muy feliz- Dégel le miró con cierta sorpresa, tras beber un sorbo de café se dispuso a responder.
-Creo que se debe a ti- Kardia no se lo esperaba y sintió que su corazón se alegró al instante, no supo qué responder- A pesar de que es muy poco tiempo realmente te has convertido en alguien muy importante para mí-
-Tú también lo eres para mí- los acompañó un grato silencio tras esas palabras.
Bebieron café, sin discutirlo se dispusieron a ver una película de terror, sentados en el sillón disfrutaban plenamente de la película, Dégel no se asustaría con escenas así, no obstante prefirió fingirlo para tener una excusa para abrazar a Kardia, quien no se molestó en seguir el juego.
No obstante el verdadero susto fue que de la nada, tras un resplandor blanco sonó un estruendo demasiado fuerte, un relámpago que ocasionó una falla eléctrica, quedando en la oscuridad total.
Dégel estaba fuertemente abrazado a Kardia, éste trató de confortarlo, aunque guardaba cierta gracia al respecto.
-Es mejor ir a dormir, creo que mis padres tardarán un poco en llegar y Albafica ni llegará hoy, así que puedes quedarte en su cuarto- Dégel asintió.
-¿Puedo dormir contigo?- Kardia se sorprendió mucho ante la petición, pero no se creía capaz de negarse, aceptó.
-Está bien, no te preocupes, solo no le digas a tu padre, o moriré- Dégel asintió tras una risilla.
-De acuerdo, gracias- el griego realmente adoraba la compañía de aquel omega, no sabía cómo arriesgarse a pedirle una relación formal, no obstante quería estar seguro de no ser rechazado por éste.
Una vez en la habitación, Kardia se recostó juntó al omega, lo arropó y se dispuso a abrazarlo cariñosamente, estaba embriagado en su dulce fragancia, no le costó conciliar el sueño plácidamente, al galo tampoco, estaba tan cómodo en sus brazos que deseaba que esa noche nunca terminara.
…
Otro día de pesadilla nadando en trabajos, aún con lo mucho que intentaba mantenerse al día e incluso adelantado para lograr darle tiempo de calidad a Dégel, llevaba un par días durmiendo d horas diarias, realmente quería terminar lo más pronto posible. Aunque estaba animado, bastaba con recordar al hermoso galo despertando en sus brazos.
-Kardia…- Albafica entró a la habitación esperando no incomodar a su hermano mayor.
-Dime…- Ni volteo aún mantenía su vista en el ordenador.
-Es que… quería comentarte algo…- el mayor suspiró profundo y trató de no gritarle que se fuera de inmediato, estaba verdaderamente cansado.
-Adelante- el omega avanzó tranquilamente, aunque de cierta manera mantenía la defensiva, pues Kardia con sueño era un verdadero ogro.
Kardia giró la silla del escritorio, Albafica se sentó en la cama, frente a su hermano, suspiró, aunque sentía esa sensación de angustia en su pecho, y el aspecto serio de Kardia no era muy favorecedor para la situación.
-Es que… de antemano no quiero que te enojes, solo es una propuesta ¿Está bien?- Kardia entrecerró los ojos, mirándolo con aires de desconfianza.
-Más te vale que no sea algo grave- comentó a modo de advertencia.
-No, no hay razón para matar a Manigoldo- Kardia sonrió de esa manera tétrica que hacía a modo de intimidar.
-En vista de que mantienes el suspenso es algo muy probable, sin rodeos que ya me estoy estresando demasiado- Albafica asintió.
-Pues, se acercan las vacaciones, y Manigoldo quiere que vaya a Italia con él, a conocer a sus padres, pues, papá no me pondrá tantos problemas, no obstante, quería comentarlo contigo primero, no estoy seguro- Kardia puso su mejor cara de sorpresa.
-¡Vaya! Parece que ese idiota en verdad va en serio- Albafica sonrió un poco nervioso- Supongo que está bien que vayas, solamente te haré la misma advertencia de toda la vida, cuídate, aún eres muy joven- Albafica asintió.
-Es que no sé, hacerme ilusiones de un futuro, no es muy conveniente-
-Aún si no te vas a quedar con él para toda tu vida, lo que cuenta es lo que puedas disfrutar, no pienses tanto en el futuro o no vas a disfrutar el presente- Albafica sonrió, abrazó a su hermano, el mayor no dijo nada más, solo se dispuso a acariciar la lacia cabellera de su hermano.
-Gracias- terminó el abrazo.
-No hay de qué, ahora si no te molesta, necesito dormir, así que debo terminar…- Albafica sonrió y asintió, se marchó de la habitación con un rostro de tranquilidad.
Kardia se quedó meditando si realmente debería proponerle a Dégel tener una relación, no estaba seguro de la reacción del galo, aunque en parte su corazón sabía que el omega sentía lo mismo por él, estaba muy nervioso al respecto, siempre fue un completo idiota ante esas situaciones, no obstante el galo realmente era todo lo que él buscaba en una pareja, su definición sería que el omega era perfecto, simplemente era muy adorable, deseaba brindarle la felicidad que él merecía.
Suspiró, sin más preocupaciones apagó la computadora y se dispuso a dormir, sonrió al sentir que el dulce aroma del omega perduraba en sus sábanas, se permitía pensar en lo hermoso que sería verlo despertar todos los días en sus brazos, quería que lo primero que viera todas sus mañanas fueran esos preciosos ojos, sentir ese aroma, acariciar esa piel, estaba fascinado de pensar en el omega como su eterno acompañante, siempre quiso contar con la misma suerte de su padre al encontrar a alguien maravilloso y único como su madre, Dégel lo era, era su sueño hecho realidad.
Tras aspirar una vez más ese dulce aroma, se convenció de que haría todo lo posible por estar con Dégel, así que determinó que se arriesgaría a hacerle la propuesta de estar a su lado, y rogaría por ser correspondido.
