Hola a todos, se supone que este capítulo lo iba a subir el Martes 12 de Septiembre, como regalo de cumpleaños de Zyan R. Leppard, pero pasaron varias cosas. Verán, realmente terminé de escribir el capítulo hace dos días, pero me di a la tarea de editarlo y arreglarlo mejor, ya que tengo la pésima costumbre de subir los capítulos en cuanto los termino sin releerlos porque, soy desesperado, ¿ok? Pero como este era un regalo de cumpleaños, pues debía estar mejor editado, y ser más largo de lo normal (según mis estándares), así que, iba en la primera edición, cuando mi laptop (tiene más de 20 años la pobre), decidió que su momento había llegado, y al estilo del maestro Oogway de Kung Fu Panda, se suicidó, dejando el capítulo que ya había terminado, y que no había respaldado (no respaldo capítulos sin editar), atrapado dentro de su disco duro. En mi frustración por mi computara, (y tomando en cuenta que mi computadora es el único medio de distracción en mi negocio, en el cual estoy encerrado de Lunes a sábado de 10am a 8pm), llamé a primera hora a un técnico de confianza, quien hizo todo lo posible por revivir a Oogway, pero el viejo maestro estaba empecinado a no cooperar, y a no entregar ni siquiera la información (lo único que no estaba respaldado era este capítulo, y como 20 gigas del anime de los 7 Pecados Capitales). Así que, mi amigo técnico no pudo salvar el capítulo, y yo me frustré porque debía escribirlo de cero. Pero al día siguiente, pensé: "¿y si de alguna forma me las arreglo para entrar al símbolo del sistema, y accedo con una memoria USB, y rescato el capítulo?" Para los que no saben lo que es el símbolo del sistema, es esa pantalla negra que a todos nos enseñaron de antaño en computación cuando solo existía el Windows 95 y todo era blanco y negro, una clase que nadie que no se dedicara a la computación iba a usar en su vida… pero yo estudié eso, y o Dios mío, recordaba las funciones. Así comenzó mi travesía de 5 horas de recordar los malditos comandos, y de olvidarme que mi computadora era gringa, ajem, estaba escribiendo los comandos en español, por lo que no funcionaban, y OH DIOS MIO, logré lo que el técnico de computadoras no pudo, y rescaté mi archivo… y mis 20 Gigas de Anime, hoy tendré maratón de los 7 Pecados Capitales. Así que, tras la odisea que fue recuperar mi capítulo, y tras editarlo de forma exprés y hacer 5 respaldos, me decidí a no esperar al cumpleaños de Zyan, así que Zyan, sigue siendo tu regalo, te lo adelanto, no tienes idea de lo frustrante que fue cuando mi computadora se suicidó, y lo perturbador que fue profanar la tumba de Oongway para recuperar este capítulo, además de que la computadora de respaldo es la de mi difunto padre, más vieja que la mía, por lo que en cualquier momento Shifu (la computadora de mi padre), seguro también se suicidará, así que, esa es mi historia del capítulo dos de Guerras Doradas –El Ciclo Infinito. ¡DEJENME REVIEW, ME LO MEREZCO! No mueras Shifu, aguanta, ya casi terminamos. Así que, sin más dilación, a contestar reviews:

Zyan R. Leppard: Espero que estés emocionada por este capítulo también considerando el susto que me dio, y este capítulo fue más largo que el anterior, y empieza por un prólogo que omití, pero que era el inicio oficial de la historia original. Así que en términos de historia, vamos un capítulo desfasado de la original, esté fácilmente podría ser el remake del capítulo 1. Pues no sé eso de si eres fan deberías leer Guerras Doradas, pero me gustaría, no llegué a 500 reviews en la original y eso me duele, jajaja. Sin en 10 años mi forma de escribir no mejoraba, me hubiera preocupado demasiado, aunque sí sigo teniendo errores, y estoy trabajando en eso de la redundancia. La historia de Milo la escribí por primera vez en el Milo Gaiden, pero con diferencias notables, específicamente por Saga, y menos sangrienta además. Espero no se haya notado mi desprecio por Seiya en el Epílogo… ajem… aprovecho la oportunidad para decir que, no porque odie a un personaje le voy a dar un mal papel… por cierto, me encantará ver los nuevos bocetos, y muy feliz cumpleaños adelantado.

reyna lisset: Welcome back. Y ya sé que el nombre de la historia se presta a parodias. No es malo desvelarse (atentamente, el que se durmió a la 1:00am intentando salvar su historia). Arctos es un personaje nuevo de Saint Seiya Time Odissey, es natural que no lo conozcas, ni siquiera sé si puede hacer todo lo que dije que podía hacer, pero es mi historia, mis reglas. Time Odissey además arruina todo el lore del Episodio G, así que decidí combinar ambas historias. Como dije en el summary anterior, este remake pretende aprovechar ideas de otras historias escritas por mí y que nunca terminé. La historia de Milo la plasmé por primera vez en: "Guerras Doradas – Milo Gaiden", y la historia de Mu en: "La Orden Dorada" que es un proyecto que ya está cancelado, pero las ideas de ese proyecto las plasmaré en este. Aioria será el alivio cómico claro, pero un poco más sensato, siento que en la historia original exageré un poco, y sobre Yoshiko… oh… será glorioso, tú solo espera. Un personaje que, a mi parecer, no aproveché de la forma que hubiera preferido en la Guerras Doradas Orginial, fue precisamente Saori, y eso es precisamente lo que planeo arreglar en este capítulo en específico. Y por supuesto, ese final de capítulo no podía faltar, aunque por ese final, dejé inconclusa la historia de Milo, que tendremos que explorar en Flashbacks, pero no soporté el no terminar de esa manera, tras sacrificar el Prólogo original por el Epílogo del Mundo Futuro, tenía que sí o sí terminar con ese final. Y sobre disfrutar leyendo como la primera vez… créeme, que yo siento que escribo esta historia por primera vez, y como ya tengo una base, no hay riesgo de desaparecerme. Tal vez esta sea mi ultima historia, no lo sé, lo que sí se es que voy a disfrutar cada maldito segundo. ¡SI SHIFU NO SE SUICIDA COMO OONGWAY! Paz interior… paz interior…

Josh88: ¿A qué no se la esperaban que iniciara con un Epílogo? Necesitaba un inicio distinto al del original, a mí me agradó, aunque siento que el original tenía más impacto, pero para eso está este capítulo dos, ¿no lo crees? Sobre Tatsumi, no lo he decidido, en términos de historia, Tatsumi no aporta nada, así que reemplazarlo por Arctos es lo más sensato, sin embargo hay un problema, y ese es que Tatsumi es tío de mi personaje favorito para esta nueva historia, Kyoko, quien tendrá una poderosa participación a futuro, así que, no sé si cortar a Tatsumi de la historia vaya a funcionar, solo digamos que no saldrá de momento, y que intentaré no olvidarlo, aunque no prometo nada. Espero disfrutes de este capítulo.

Guerrero50: Siempre es inmensamente gratificante recibir un review de un nuevo lector. Bienvenido seas. Si te acaban de recomendar esta historia… fue Zyan, al menos que te hayan recomendado la original y terminaste aquí por accidente, si ese es el caso, quédate aquí, estará mejor escrita. Menos mal que tengo una forma de escribir envolvente, o nadie leería las biblias de capítulos que escribo, digo, algunos escriben una hojita de Word por capítulo, yo casi 30. ¿De dónde Salió el Milo x Saori? Básicamente del hecho de que Milo es mi personaje favorito, y que el Milo x Shaina se me hacía muy meh, pero principalmente por mi desprecio por Seiya, así que me dije a mí mismo: ¿Cuál sería el insulto más grande al besa suelos burro halado de Seiya? Bajarle a la novia, mujajajaja. Así nació Guerras Doradas, por mi inmenso desprecio al personaje de Seiya, lo que no significa que le voy a dar un mal papel, solo significa que no va a tener novia. No tengo otra razón, después de eso, a la gente le gustó, y me declararon el "Precursor del Milori", así que me tomé enserio el papel.

Y esos son todos los reviews, los tiempos han cambiado, y la plataforma no es lo que era antes, pero de todas formas, me hizo muy feliz recibir estos reviews, así que gracias a los que se dieron el tiempo de escribirlos, me hacen pensar que no fue errónea la idea de revivir y reescribir Guerras Doradas. ¿Llegará a ser igual de emblemática que la original? Sinceramente, lo dudo mucho, pero lo voy a intentar.

Antes de ya por fín dejarlos leer, hay dos cosas que quería mencionar. La primera es respondiendo a un Audio Review que me mandaron con la siguiente pregunta: ¿Esta nueva Guerras Doradas invalida a Guerras de Troya y Guerras del Ragnarok? La respuesta es no, ambas, Guerras de Troya y Guerras del Ragnarok, funcionan perfectamente como pasado mitológico y futuro de ambas Guerras Doradas, por eso no se preocupen.

La ultima cosa que quiero decir, es que tengo el mal hábito de ponerme pistas musicales cuando escribo las escenas de acción, en este caso, si quieren sentir lo mismo que yo en dichas escenas, al principio de que yo me pongo la escena musical para inspirarme, verán en cursiva el nombre de la musuca de referencia, solo en caso de que quieran usarla.

Ya me extendí mucho, lean, disfruten, y nos vemos pronto.


En el principio de la existencia, solo existía Caos, un vacío infinito en medio de la nada, anterior a los dioses, o a las fuerzas elementales. Caos era el estado prístino del cosmos, la inexistencia hecha forma, hecha ser, Caos era la nada misma, así como era una entidad consiente de su propia existencia, el primero de las Entidades Primordiales, y en su conciencia, Caos forzó a la hendidura, la apertura del espacio, y de esta misma, nacieron Gea y Tártaros.

Gea fue la tierra, el sustento, la vida. En su vientre acogió a Tártaros, la oscuridad primordial, el vacío, el silencio. De Tártaros nacería Erebo, el primero de los creadores del mundo, la negrura, la sombra, la maldad, de él nacería Eros, la atracción, el amor, el sexo. Es gracias a Eros que la vida misma, los dioses, y los mortales, llegarían a nacer. Antes de Eros, los Primordiales creaban a su propia descendencia sin unirse a nadie. Pero fue por la gracia de Eros que, tras Gea crear a Urano, el cielo, la lluvia, el rey, creador de las montañas y de las nubes, que tanto a Urano como a Gea se les atribuiría la creación de la vida, siendo los primeros Primordiales en unirse para crear descendencia, quedando Pontos, el nacido después de Urano, el mar profundo, la oscuridad del abismo, el agua primordial, el Icor, como el testigo del nacimiento de las primeras divinidades, los 12 que se convertirían en los padres de todos los dioses.

Pero Pontos no lo consentiría. Codiciaba a Gea, y quisiera ella o no, la creación continuaría bajo su unión con ella. Pero de la unión maldita y sin consentimiento, solo bestias, peces, o dioses repulsivos, podían nacer, mientras que todo lo nacido del amor de Gea y Urano, era hermoso y solemne.

En Pontos nacería entonces un sentimiento, un odio profundo que se convertiría en maldición, y habiendo logrado desentrañar los secretos de este sentimiento, contaminó con el mismo a Urano, naciendo gracias a Pontos, la Tiranía.

Consumido por el sentimiento tan desdichado y maldito, de las siguientes uniones entre Urano y Gea, productos del dolor y no del amor, nacerían los Hecatónquiros y los Ciclopes, seres horribles y deformes, que solo alimentaron la desdicha y el desprecio de Urano. Al pensarlos abominaciones, Urano los exilió al Tártaros. Y aunque no desterró a los otros 12 Dioses, gracias a la Tiranía, Urano los repudiaba, y del Padre Primigenio solo recibieron abusos, y desprecio. Urano se había convertido en un dios que no admitía a nadie más que a sí mismo.

Pero fiel a su instinto materno, Gea seguía amando a sus hijos. Así que trató de convencer al resto del clan de los dioses para preparar una venganza. Fue entonces que el hijo menor del clan, Cronos, aceptó esa misión. Con el arma concebida por Gea, el Megas Depranon, Cronos terminó con su padre, Urano. El clan de los dioses rescató a Hecatónquiros y Ciclopes del Tártaros, y el hijo menor que mató a Urano, fue coronado como el Rey de los Dioses, y desde el Monte Olimpo, el lugar más alto de la nueva creación, lo gobernó todo con justicia, rectitud, y amor, comenzando con la llamada, Edad Dorada de la humanidad. Ese clan de dioses, fue conocido después como los 12 Titanes.

Cronos se convirtió en el Dios Fundador, quien dominaba el tiempo y las estaciones, un dios de bondad inimaginable, o al menos así debió de ser, ya que la creación de Pontos, estaba por cobrar a otra víctima más. Antes de morir, Urano maldijo a su hijo Cronos, advirtiéndole que, así como él fue asesinado por su propio hijo, Cronos acabaría por recibir el mismo destino, este fue el momento del nacimiento, del Ciclo Infinito de los Dioses.

Haciendo caso omiso a las advertencias de su padre, Cronos tomó a la Titánide Rea, la fertilidad y señora de las bestias, como esposa, y con ella concibió a Deméter, Hades, Hera, Hestia y Poseidón. El sentimiento de tiranía creció sobre Cronos con cada nacimiento, y temeroso del cumplimiento de la profecía de Urano, fue que Cronos cometió el acto más vil pensado hasta entonces. A todos sus hijos, los arrancó de los brazos de su madre, y los devoró, todo fuera por evitar el cumplimiento de la profecía de Urano.

Despechada por las atrocidades de su esposo y hermano, Rea dio a luz a Zeus en secreto, entregando a Cronos una piedra envuelta en trapos en lugar del infante para ser devorado. Rea dio así oportunidad a Zeus de crecer, de fortalecerse, y años más tarde levantarse en contra de Cronos como el Dios Tirano hizo ante su padre. Pero siendo más piadoso, Zeus no mató a su padre. En su lugar, Cronos compartiría el destino que Urano alguna vez aplicara contra Hecatónquiros y Ciclopes, y con la ayuda de sus hermanos renacidos, Hades y Poseidón, encerró a Cronos junto a Hecatónquiros y Ciclopes en el Tártaros. Más antes de la partida de sus hijos, Cronos, al igual que hiciera Urano tras su derrota, proclamo ante Zeus la Maldición de Pontos.

-Escucha mis palabras, Zeus -habló Cronos en la lengua de los Titanes-. Así como a mi padre antes de mí. Y así como ha pasado conmigo, tú no eres exento al destino eterno de los dioses -explicó Cronos. Y a pesar de que Poseidón y Hades trataron de persuadir a Zeus de hacer caso omiso a las palabras del Titán, Zeus permaneció atento y a la espera de las palabras de su padre-. Eres un Titán a pesar de ser un dios, y como todo Titán terminarás por adoptar la tiranía. Uno de tus hijos será tu perdición cuando la bondad y la esperanza hayan abandonado tu ser. Igual que yo, tú serás derrocado, Dios Tirano -su profecía resonó por todo el Tártaros, y los dioses partieron, abandonando a Cronos a su suerte.

Pero Zeus no era un Dios Tiránico, e incluso dividió su reino entre sus hermanos para probarlo. A Poseidón le regaló el reino de los mares, y a Hades el Inframundo. Más igual que no era un tirano, era orgulloso, y sus hermanos advirtieron que precauciones debieran de ser tomadas. Entre los dioses, Poseidón era el más insistente de todos. Zeus era todopoderoso en comparación a sus hermanos, y Poseidón le advertía que traería la guerra a Zeus de no tomar enserio las amenazas de Cronos. Esta declaración, fue lanzada el mismo día del nacimiento de Atenea, hija de Zeus y la Titánide Metis, y quien al momento de nacer llevaba puesta consigo una armadura sagrada. Era esta la primera de las Armaduras Divinas.

La solución fue encontrada. Los 12 Dioses del Olimpo forjarían armaduras capaces de dar a los hombres, la creación más preciada de los dioses, la fuerza de rasgar los cielos de un puñetazo, y abrir grietas en la tierra de un puntapié. Los 12 Dioses Olímpicos crearían entonces, las 12 Armaduras Doradas, y al estar las 12 juntas, su poder sería igual al de un sol, y suficiente para derrotar a un dios.

Así nacieron las 12 Armaduras Doradas del Zodiaco. Hefestos, el Dios del Fuego y de la Forja, creó la Armadura de Aries, y en ella integró los conocimientos para reparar las armaduras en caso de que estas quedaran desechas. Hera, la Diosa del Matrimonio y el Espacio, creó la Armadura de Tauro, y la bendijo con una fuerza descomunal. Deméter, la Diosa de la Cosecha y las Estaciones, construyó 2 armaduras que no pudieron ser terminadas, y que terminó uniendo en una sola, la Armadura de Géminis, se dice que la primera mitad la creó con amor y alegría al estar junto a su hija Perséfone y que, tras la partida de su hija al Inframundo por su matrimonio con Hades, la segunda mitad fue creada con ira y tristeza. Hades, Dios de los Muertos y de las Tinieblas, creó la Armadura de Cáncer, y en ella vertió parte de su maldad.

Al percatarse de la malicia en la Armadura de Cáncer impuesta por Hades, Zeus decidió crear una armadura que la contrarrestase. Zeus creó la Armadura de Leo, y en ella integró al rayo, no solo para defenderse de la traición de su hermano Hades, pero para tener protección en caso de que los Titanes volvieran. Hestia, la Diosa virgen del Fuego y el Hogar, creó la Armadura de Virgo, y la bañó de su compasión y sabiduría. Aquella armadura era tan hermosa que se decía era la más preciada por los dioses. Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra, construyó la Armadura de Libra, y la llenó de armas a diferencia de sus otros hermanos. Para Ares, la guerra y las armas lo eran todo. La Armadura de Libra sería la que definiera cualquier batalla. Artemisa, la Diosa de la Cacería y la Luna, fue muy cuidadosa al crear su armadura, la Armadura de Escorpio, fue un escorpión quien la salvó alguna vez, y en su armadura, Artemisa colocó un gran valor y una gran tarea, fidelidad incondicional y sacrificio.

Hasta ese momento ninguno de los dioses había pensado en la lealtad y la fidelidad, e inspirados por Artemisa, pidieron que Atenea, la Diosa de la Sabiduría y la Guerra, que creara la siguiente armadura. Atenea creó la Armadura de Sagitario, la más poderosa de todas las armaduras. Y como Diosa de la Guerra, desafiante ante su hermano Ares, le proporcionó también el arco de Artemisa, un regalo de la Diosa de la Cacería y Luna que selló su hermandad, un arco capaz de herir incluso a los dioses. Hermes, el Dios de los Mensajeros y la Velocidad, construyó la Armadura de Capricornio, e inspirado por la creación de Atenea, en ella depositó su lealtad. Quien portara la Armadura de Capricornio, sería el caballero más leal de todos, quien renacería generación tras generación, siempre en el nombre de Atenea. Decidido a no quedarse atrás, Poseidón, el Dios del Mar y del Viento, creó la Armadura de Acuario, y en ella colocó su propio poder sobre los vientos congelados, sacrificando parcialmente su dominio de los elementos. Afrodita, la Diosa del Amor y la Belleza, fue la última, esperanzada en que su armadura fuera la más hermosa de todas, y forjando en ella su vanidad y belleza, así nació la Armadura de Piscis, y campos floridos se alzaron tras su creación.

Las 12 Armaduras Doradas estaban completas, y al estar todas reunidas en los Templos de los Dioses, la Fuerza del Sol se hizo presente, y su inmenso poder inundo el corazón de los dioses de temor. Una guerra entre los dioses se desató por poseer tan destructivo poder. Divididos, los dioses intentaron dominar a las 12 Armaduras Doradas, pero cada armadura tenía el poder de herirlos, fueron creadas por sus Cosmos Divino después de todo. En su afán por debilitar las armaduras, lanzaron las 12 a la tierra, y estas cayeron en la ciudad de Atenas, que fue fulminada y destruida por el poder de las armaduras.

Atenea, la diosa en honor a quien fue creada la ciudad ya en ruinas, lloró desconsolada. En arrepentimiento por lo ocurrido, los Dioses del Olimpo le entregaron a Atenea las 12 Armaduras Doradas con una importante condición. Nunca las 12 Armaduras Doradas debían estar reunidas en el mismo sitio, reunirlas sería el acto de declaración de guerra a los Dioses del Olimpo. Y así, Atenas prosperó, y se irguieron 12 templos alrededor de los lugares en que las 12 Armaduras Doradas habían caído. Nacieron las 12 Casas, y todo era paz.

Mientras las 12 Armaduras Doradas no se reuniesen, la paz y la prosperidad se mantendrían en el mundo. Pero esta promesa no siempre logró cumplirse, los dioses por siempre codiciarán el poder de las 12 Armaduras Doradas, y forzarán a la mano de Atenea a volver a reunirlas, iniciando con un Ciclo Infinito diferente: siempre que las 12 Armaduras Doradas existan, la Esperanza de Atenea lo hará también, y los dioses desearán derrocarla como Diosa de la Tierra.

Mientras las Armaduras Doradas existan, y aunque los dioses no caminen más por la tierra, siempre existirá la guerra. Los Dioses saben que el día en que las 12 Armaduras Doradas se reúnan, se desatará el poder capaz de derrotar a los dioses. Ellos no son los únicos que lo saben. Uno siempre ha orquestado en contra de los dioses, y sonríe al ver su maldición aún activa, aún reinante, mientras los Dioses se destruyen unos a otros, no se han dado cuenta de que él siempre ha influenciado todas sus guerras. Él quien odia todo lo que existe más que nadie, Pontos.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de los Titanes.

Capítulo 2: La Gran Divergencia.


Egipto. Región de Nubia. Ruinas del sur del Asuán. 15 de Noviembre de 1972.

-¡Rompimiento del Infinito! –resonó el poderoso grito de Aioros, en medio de unas ruinas recubiertas de Icor, el líquido primordial y sangre de los dioses. Su cosmos elevándose inmenso y destructivo, pulverizando estatuas reanimadas de chacales inmensos que amenazaban con asesinar a Yoshiko Hasegawa, una arqueóloga sin capacidades de comprender el cosmos, pero que en esos momentos podía ver perfectamente los destellos de luz desprendidos por los dedos de Aioros, mientras Aioria, nervioso por la cantidad de cosmos oscuro que comenzaba a rodearlos, defendía a Yoshiko en cuanto las estatuas evadían a Aioros para intentar asesinar a la mujer- Siguen levantándose… -meditó Aioros mientras frente a él, las energías oscuras alrededor de un sarcófago negro, resucitaban a las estatuas demolidas, haciendo de la tarea de Aioros algo interminable-. Pero con esto he comprendido que estás ruinas son un lugar donde se encuentra un sello que no debe ser roto –enunció el de Sagitario, preocupando a Aioria, quien recordaba a aquella serpiente de roca de colmillos de relámpagos, Tártaros, y el cómo antes de la llegada de Aioros, algo pareció intentar salir de su interior-. El poder del Icor sellado en este lugar ha permitido el renacimiento de numerosos seres. Estas son las consecuencias de la construcción de la Alta Presa de Asuán que ha estremecido estas ruinas ocultas –se dijo Aioros a sí mismo, lanzando un puñetazo, y destrozando a otra de las estatuas.

-¡Eso tiene forma de…! –comenzó Yoshiko, ganando la atención de Aioros, quien fue impactado por una de las estatuas, pero logró resistir el tremendo golpe, propinar el suyo, y desintegrar la misma- ¡El Dios del Caos! ¡Apofis! ¡Negro como el Ébano! –apuntó Yoshiko, y frente a Aioros se alzó una inmensa serpiente negra de cosmos, que no debía ser vista por ella al no poseer un cosmos, pero tras darse la vuelta, Aioros pensó comprenderlo, Yoshiko, probablemente gracias a haberse mojado con el Icor de los dioses, podía ver el cosmos ahora- Es un antiguo dios mencionado en la Mitología Egipcia. Se dice que reinó sobre las tinieblas y el caos. Nació del agua originalmente, y era el dios original del sol. Pero luego se convirtió en el peor enemigo de aquel quien recibió sus derechos de Dios del Sol –le explicó Yoshiko, mientras la inmensa serpiente de cosmos oscuro usaba su cola para atacar a Aioros con un torbellino de Icor.

-Eso no tiene sentido, el Icor es la sangre de los Dioses Griegos, y nada gobierna sobre el Caos –se quejó Aioros, extendiendo sus alas, alzándose frente a la serpiente, y aterrizando sobre los restos de uno de los chacales que había destruido anteriormente-. A menos que… ya veo… una identidad falsa para un dios más antiguo que los Dioses Griegos… -dedujo el de Sagitario, sus ojos deslumbrando la verdadera forma de la serpiente oscura, viendo cómo brillaba con la fuerza del Icor-. Suplantando a otro dios o no, los Guerreros del Sol a los que enfrenté parecían estar resguardando el área y manteniendo a esta cosa durmiente. Ya veo… las tinieblas y el caos… y este Icor ligado a las aguas originales. Ignoro de quien proviene esta sangre, pero en todo caso, el Icor aprisionado en este lugar parece provenir del Tártaros. Si se trata de un Dios del Sol original, entonces… Miko, ¿podrías decirme cual es el punto débil de Apofis? –preguntó Aioros, evadiendo otro coletazo de la inmensa serpiente.

-Según dicen, el peor enemigo de Apofis es el Dios Solar actual, Ra, también llamado Atum –le explicó Yoshiko, la presión de la serpiente se intensificaba, perseguía a Aioros cada vez más rápidamente, intentando morderlo con sus fauces repletas de aquel cosmos oscuro, notando Aioros que la serpiente al parecer no deseaba matarlo, sino morderlo por alguna razón-. ¡Hace falta una luz que provenga del sol! ¡Esa luz podría acabar con Apofis, pero… la luz del sol no puede llegar a estas ruinas subterráneas…! -se preocupó Yoshiko, cerrando sus manos en forma de plegaria.

-¡La luz del sol está siempre con los Caballeros Dorados! –enunció Aioros, materializando un arco dorado y una flecha- Mi Armadura Dorada está representada por una de las constelaciones de la Elíptica Solar. Las 12 Armaduras Doradas se encuentran sobre la trayectoria del sol y reciben su poder -preparó su arco y flecha Aioros, pero siendo impactado primero por la cola de Apofis, y lanzado por las ruinas, estrellándose contra los escombros, horrorizando a Yoshiko.

-Todo estará bien, Miko –comenzó Aioria, tranquilizando a la aterrada arqueóloga, quien acababa de ver a un dios golpeando el cuerpo de un joven en Armadura Dorada, entendiendo muy poco de lo que realmente ocurría-. Puedes confiar en él –le sonrió Aioria-. Este hombre en quien yo creo ciegamente, es el Caballero Dorado de Sagitario, quien se vuelve invencible cuando intenta proteger a alguien –terminó Aioria, y su fe fue recompensada con una explosión de cosmos dorado proveniente del cuerpo de Aioros, quien aún con un hilo de sangre en sus labios, tensó arco y flecha, reuniendo todo su cosmos en la flecha sagrada que sostenía.

-¡Siente la elevación de mi cosmos y otórgame la luz del sol! ¡La luz capaz de traspasar a este antiguo dios ha de reunirse en mi flecha! –reunió su cosmos Aioros alrededor de la flecha de Sagitario, iluminando toda la tumba, y cegando tanto a Aioria como a Yoshiko- ¡Conviértete en fuego de oro! ¡Flecha de la Esperanza! –lanzó su flecha, la fuerza del cosmos alcanzado por Aioros dispersó la oscuridad de los alrededores, traspasando la frente de la gran serpiente, que gritó de dolor, mientras estallaba, desapareciendo junto con el cosmos oscuro y el Icor de las ruinas.

Yoshiko lo observo todo sin palabras, jamás en su vida había visto algo semejante. Un mortal, en una Armadura Dorada, casi 10 años más joven que ella, y de una inmensa belleza cautivante, acababa de derrotar a un dios primordial con un arco y una fecha poseyendo la luz del sol. La mente de Yoshiko divagaba en aquello, tenía demasiadas preguntas, pero antes siquiera de poder hacerlas, sintió una mordida en su pierna izquierda, y se agachó para ver a una pequeña serpiente oscura huyendo de ella. Yoshiko se frotó la zona donde debería tener la herida de la mordida de la serpiente, pero descubrió que no había nada, solo una sensación de comezón incesante en la que intentó concentrarse, cuando el templo comenzó a venirse abajo.

-¡Será mejor que salgamos de aquí! ¡Señorita Yoshiko, sujétese! –pidió Aioros, Yoshiko no alcanzó siquiera a pensar en lo que ocurría, cuando Aioros la cargó de la nada, y comenzó a volar tanto con ella como con Aioria fuera de las ruinas, momentos antes de que las mismas se vinieran abajo, y Aioros volara alto, recibiendo con su Armadura Dorada los primeros rayos de un nuevo amanecer, antes de aterrizar gentilmente, y dejar a una apenada Yoshiko en el suelo- Oye si pesas –se burló el Dorado una vez que el peligro había terminado.

-¡Retráctate! –le gritó Yoshiko furiosa, y mientras Aioria se burlaba de ella alegremente. Yoshiko continuaba molesta, pero en lugar de darle vueltas a lo insensible que era su guía, prefirió prestar atención a las ruinas sepultadas- No sé qué decir. Aún se me hace difícil creer esto –comenzó ella, confundida, y rascándose la cabeza-. Era tan real. Sin embargo, no puedo hablar de esto con nadie –suspiró ella deprimida.

-En efecto, tristemente tu descubrimiento ha desaparecido completamente –le comentó Aioros, mirándola fijamente-. Lo siento realmente –agregó el de Sagitario con sinceridad, Aioria volteó a ver a su hermano, luego a Yoshiko, y después hizo una mueca de sorpresa mientras iba y venía entre ver a uno y ver a la otra-. ¿A qué va esa reacción? –se molestó Aioros, mientras su hermano hacía muecas divertidas.

-Descuida, pude presenciar cosas increíbles… -comenzó Yoshiko, con un ligero rubor en su rostro, mismo que no pasó desapercibido por Aioros-. Y pues, yo lograré hacer otros descubrimientos. Además… si volviera a encontrar ruinas desconocidas… tal vez volvería a encontrarme con ustedes… -prosiguió ella, apenada.

-Así es, nos volveremos a ver ese día –comentó Aioros de forma solemne, pero entonces arruinó enteramente el momento-. ¡Y esperamos que para entonces mejore tu nivel de inglés! –bailoteó de forma burlesca, enfureciendo a Yoshiko, Aioria también hizo una mueca divertida, pero entonces notó algo peculiar.

-Hermano, la señorita Miko ha estado hablando en japonés todo este tiempo –le comentó Aioria, sorprendiendo a Aioros-. Y nosotros hemos estado hablando en griego desde que enfrentaste a esa serpiente, y hasta donde sé, la señorita Miko no sabe griego –agregó él, mirando a Yoshiko fijamente-. ¿Sabes griego? –preguntó Aioria.

-Con esfuerzo sé inglés –comentó Yoshiko deprimida, Aioria entonces movió su mano demostrando su punto, y Aioros comenzó a pensar al respecto, confundiéndose, y sorprendiéndose- No entiendo. ¿Cuál es el problema? –preguntó Yoshiko confundida.

-¡Que no sabes griego! ¿Cómo nos estás entendiendo a Aioria y a mí si no sabes griego? –se estremeció Aioros, Yoshiko parpadeó un par de veces sin saber a lo que se referían, y entonces notó algo importante, y miró a ambos con curiosidad.

-Se suponía que tú eras Rios y yo Leo –le recordó Aioria, preocupando a Aioros aún más-. Ahora Miko sabe que le has estado mintiendo todo este tiempo, y ella tan enamorada que se veía de ti –se burló Aioria, ruborizando a Yoshiko, e incomodando a Aioros-. Tiene 14 por cierto –apuntó Aioria divertido.

-Y yo 23… ahora me siento sucia… -bajó la cabeza Yoshiko, deprimida, pero entonces se recuperó de su depresión-. Pero espera, ¿por qué me mentirían sobre sus nombres? ¿¡No son guías verdad!? –se molestó la arqueóloga.

-Cálmate, te vas a arrugar –comenzó Aioros, pero Yoshiko se molestó aún más-. No, espera, me gusta burlarme de los demás, pero esto es serio. No se supone que me entiendas, la única forma de que una humana normal pueda entenderme sin saber griego es a través del… cosmos… -la observó Aioros, y sus ojos se abrieron hasta sus límites, mientras el cuerpo de Yoshiko permanecía envuelto en una fuerza de cosmos muy diferente a lo que Aioros jamás había sentido-. ¿Qué es esto? Siento una fuerza superior al cosmos emanando del interior de Yoshiko, me quema el pecho… -se sorprendió Aioros.

-Eso se llama estar enamorado –se burló Aioria, ganándose un golpe por parte de Aioros, quien perdió la paciencia ante su hermano, aunque inmediatamente se arrepintió y comenzó a sobarle la misma. Yoshiko por su parte, se ruborizó hasta sus límites, e incluso se cubrió los labios pretendiendo divertir la atención-. Me dolió –se quejó Aioria sobándose la cabeza-. Además, si Miko puede sentir el cosmos, eso significa que podemos conservarla –le comentó Aioria.

-Es una mujer, no un objeto, ten más respeto –lo reprendió Aioros, molestando a Aioria un poco-. Además, soy un Caballero de Athena. Desde el día en que acepté convertirme en Caballero, renuncié a mi vida en el nombre de Athena. Y aunque ese no fuera el caso, hay reglas, no puedo tener una relación sentimental de ningún tipo –le recordó.

-Si te conviertes en el Patriarca del Santuario, tú escribes las reglas –le recordó Aioria, y Aioros lo miró fijamente, atreviéndose a pensar en la posibilidad-. Además, dijiste que Saga tendría su harem –le recordó Aioria, incomodando a Yoshiko, y avergonzando a Aioros sobremanera-. La razón de que Saga mantenga en secreto el que frecuenta la vida nocturna del Anillo Medio es precisamente porque no está de acuerdo con la forma de manejarse el Santuario. Tú podrías llegar a ser el Patriarca, ¿vas a prohibirle sus perversiones? ¿Por qué mejor no cambias las leyes y ambos se dan gusto? Te gusta Miko, la vez de esa forma lasciva –insistió Aioria.

-¡Esto no se trata de…! ¡La acabo de conocer! –se quejó Aioros, Aioria solo hizo una mueca de que se estaba divirtiendo de lo lindo. Aioros entonces pensó en las diferentes posibilidades, no sobre intentar una relación con Yoshiko, sería bromista, pero Aioros era muy responsable en ese aspecto. Por otro lado, estaba el extraño cosmos de Yoshiko, o al menos Aioros pensaba que era un cosmos, la verdad es que no estaba muy seguro, se sentía diferente. Entre darle vuelta y vuelta al asunto, Aioros llegó a la conclusión de que no podía concentrarse gracias a Aioria, por lo que se decantó en intentar razonar con la arqueóloga-. Yoshiko, tengo algo muy importante que decirte –comenzó Aioros, notando entonces a Yoshiko exclamar con fuerza y dar varios pasos para atrás, lo que preocupó a Aioros, y divirtió a Aioria aún más.

-¿Algo importante que de-de-de-decirme? –comenzó ella, frotándose la coleta varias veces, como si la peinara mientras intentaba distraer su atención, Aioros la observó confundido, viró a ver a Aioria, y este le sonrió de oreja a oreja, mientras Yoshiko bailoteaba como una niña enamorada, lo que era precisamente lo que Aioros se temía- Sé que tiene 14 años gracias al pequeño Leo, digo a Aioria, pero… si está conforme… con una mujer de 23 años como yo… tal vez… podría aceptar sus sentimientos… -se apenó ella, Aioros reaccionó con sorpresa, y Aioria celebró alegremente-. Quiero decir… me parece sumamente atractivo… y en Grecia hay lugares donde la mayoría de edad son los 14 años, no estoy insinuando nada con eso, solo que, bueno, si usted quiere, pues podría… usted sabe, esperarlo a que sea un poco mayor y todo eso… -terminó ella, sumamente ruborizada.

-¿Qué hiciste? –amenazó Aioros sombríamente con su mirada a Aioria, quien solo viró su rostro mientras pretendía que silbaba- ¿Cómo voy a arreglar esto? –se preguntó Aioros, y comenzó a pensar al respecto- Señorita Yoshiko, aunque estoy increíblemente halagado de que usted considere… aceptar mis sentimientos… -mintió Aioros, mientras Aioria se tapaba la boca intentando no burlarse-. Mi hogar es en Grecia, y mi responsabilidad es a con mi Diosa Athena… lo nuestro no podría ser a menos que… -intentó decir Aioros.

-¡A menos que te mudaras con nosotros a Grecia! –exclamó Aioria, enfureciendo a Aioros, quien le dio otro coscorrón, pero esta vez Aioria no se molestó y continuó- Mi hermano Aioros tiene una importante posición política en el Santuario de Atenas en Grecia. Tendrías trabajo, y vivirías con mi hermano en su casa en Sagitario –ofreció Aioria, Aioros tuvo suficiente y comenzó a estirarle los cachetes a manera de castigo, Yoshiko lo pensó, y asintió.

-La arqueología no se limita a Egipto –concluyó ella, y Aioros abrió su boca hasta sus límites-. Quiero decir… es la primera vez que alguien se me confiesa, sería una tonta si no aceptara la oportunidad, aún si es un jovencito de tan solo 14 años. Así que, si puede asegurarme un trabajo de arqueología en Grecia… puede considerarme… interesada… -le comentó ella guiñándole el ojo, Aioria solo miró a su hermano con una sonrisa de satisfacción.

Grecia. Atenas. El Santuario. El Anillo Medio. Mercados de Atenas. 1 de Septiembre de 1979.

-Y así fue como básicamente conseguí esposa –enunciaba Aioros, el ahora Patriarca del Santuario, mientras caminaba por los mercados de una aparente civilización antigua, perdida en el tiempo y separada del resto del mundo. A su lado, un anciano que se apoyaba con un bastón y vistiendo prendas que extrañaban a los pobladores de esta civilización, reía a carcajadas por lo que acababa de escuchar. Detrás del par caminaba un mayordomo, vistiendo también prendas desconocidas para los curiosos pobladores, que salían de sus puestos de mercado, no solo para ver al Patriarca quien rara vez se veía caminando por los mercados, sino para observar al par de hombres en trajes morados, que los pobladores del lugar no podían comprender que eran un magnate millonario en su traje tradicional japonés, y un joven mayordomo en su traje de servidumbre. Un par de niñas en túnicas griegas, de apenas unos 6 años de edad, una de cabellera lila, y la otra de cabellera rubia y enchinada, correteaban alegremente detrás del grupo, y bajo la supervisión de una hermosa señora de al menos unos 29 años, que vestía una túnica griega de color turquesa, y quien se ruborizaba escuchando la historia de Aioros, quien se viraba a verla un poco apenado del cómo las travesuras de Aioria de hace al menos unos 6 años, había detonado en el noviazgo, y posterior matrimonio del Patriarca del Santuario.

-Fascinante, realmente fascinante –comentaba el anciano entusiasmado, al tiempo que admiraba todos los alrededores del Anillo Medio, divertido de los rostros anonadados de los presentes, quienes deseaban saber más del par de extraños en prendas exóticas-. Debo decir, Patriarca Aioros, que no me imaginaba que el Santuario de Atenas se tomara tantas libertades como para permitir el matrimonio entre un sacerdote, y una ajena al Santuario. Además de que, me sorprende de igual manera que los pobladores estén más sorprendidos por mí, que por su excelencia viajando, sin máscara, por los mercados del Anillo Medio. Mucho ha cambiado en comparación a con el Santuario que casi le corta la cabeza a mi mayordomo Arctos XII hace 7 años que tuve mi primer acercamiento con Shion, perdón por eso, Arctos –se disculpó el anciano nerviosamente, pero el mayordomo se limitó a asentir cordialmente.

-Comprendo su curiosidad, mi estimado Mistumasa Kido… -sonrió Aioros, un tanto inquieto, mientras admiraba al pueblo y a las personas a su alrededor-. Cuando regresé de Egipto, con Yoshiko de acompañante, me esperaba la paliza de mi mejor amigo Saga por traer a una mujer al Templo del Patriarca… que sí me la dio –sudó frio Aioros, forzando a otra carcajada de Mitsumasa Kido, mientras el grupo continuaba caminando tranquilamente por los mercados-. Pero a la llegada de Shion, solo recibí un: "enhorabuena", y él tranquilamente me dio su bendición… lo que yo no estaba buscando realmente, pero que a la larga me facilitó muchas cosas –se viró para ver Yoshiko, mientras la esposa del Patriarca perseguía a una divertida niña de cabello Lila, quien corría con una manzana en su mano sin haber pagado por ella, y mientras la de cabellera rubia y china se disculpaba con el furioso comerciante un buen número de veces, y pagaba por el hurto de la manzana-. Al poco tiempo, el Patriarca Shion falleció, y me eligió a mí como su sucesor, lo que comprenderá que puso más barreras entre mi mejor amigo y yo. Él incluso hoy me cree incapaz de liderar al Santuario, y se molestó bastante por las muchas políticas que he venido cambiando. Por ejemplo, abolí que los Caballeros de Athena sean incapaces de tener prospectos sentimentales, convirtiéndome en el ejemplo contrayendo el primer matrimonio entre un Caballero Dorado y una civil de la historia del Santuario… está de más decir que a ninguno de los Caballeros Dorados les agradó la idea, pero yo hago las reglas ahora –sonrió Aioros, y Mitsumasa Kido asintió-. Además, todo viene con una regla en específico. Incluso en el matrimonio, la prioridad de un Caballero Dorado es por encima de su propia familia. Yoshiko lo entiende, primero está Athena, ella es… lo más importante… -se viró Aioros para ver a la pequeña de cabellera Lila, que se las había arreglado para romper accidentalmente el material de otra niña de cabellera esmeralda que en esos momentos parecía dirigirse a un taller, evidente en los utensilios que cargaba en esos momentos, específicamente un cincel que había quedado pandeado cuando, tras chocar con la hiperactiva niña de cabellera Lila, se le cayó el mismo, y fue pisoteado por los cascos de unos caballos que pandearon fácilmente la pieza, por lo que Yoshiko terminó realizando varias reverencias de disculpa junto con la chica rubia, quien buscaba dinero para reponer el cincel roto.

-Todos los cambios siempre son recibidos con cierta resistencia, Patriarca Aioros –le comentaba Mitsumasa Kido, mientras su mayordomo se agachaba y tomaba el cincel dispuesto a repararlo para la niña, cuando sus ojos con heterocroma brillaron intensamente unos segundos, y el cincel terminó desmoronándose frente al confundido mayordomo, mientras la niña de cabellera esmeralda lloraba por la pérdida del mismo-. Si no existieran los cambios, y todo fuera una constante, la humanidad no prosperaría, ¿no lo cree? Llegaríamos inevitablemente a nuestra extinción –le explicaba Mitsumasa Kido, mientras de fondo, el mayordomo apenado le daba más dinero a la chica de cabellera esmeralda, y reverenciaba, mientras tomaba del cuello de su vestido a la de cabellera lila, la alzaba como la madre lobo a su cachorro mal portado, y la obligaba a disculparse, aunque la de cabellera lila no entendía por qué-. Además, yo pienso, que el Santuario de Atenas es más hermoso desde que usted es el Patriarca del Santuario –admiró Mitsumasa Kido, alegrando a Aioros en ese momento, quien admiró sus alrededores con orgullo.

El Santuario de Atenas, secreto para todos los ajenos a los nacidos en el Santuario o adoptados bajo sus normas, es una zona secreta recluida del resto del mundo y gestionada en conjunto con el gobierno de Grecia. Situada en el corazón mismo de la acrópolis, en una sección delimitada y sumamente protegida. El Santuario está además dividido en 4 zonas principales, 3 de las cuales son consideradas anillos, ya que rodean a la cuarta zona y son separadas por murallas.

El Anillo Principal, es el más grande de los 3 Anillos que conforman al Santuario de Atenas. Un anillo inmenso que lo rodea todo, desde los muelles, hasta algunas montañas. Por todos los alrededores del Anillo Principal se encuentran los campos de entrenamiento de los soldados raso, en su mayoría soldados incapaces de manipular el cosmos. También se encuentran aquí las herrerías, las forjas, las tiendas de armas, todo lo que tenga que ver con lo militar o con la finalidad de proteger al Santuario de cualquier invasor del resto del mundo. Los cuarteles de los soldados, y algunos cementerios también se encuentran en el Anillo Principal. Posee dos murallas, la suya que rodea a todo el Santuario y que cuenta con 3 puertas blindadas, una con acceso a los muelles, y otra segunda muralla que comparte con el siguiente anillo, y que marca el fin del Anillo Principal, y el inicio del Anillo Medio.

El Anillo Medio, es la zona comercial, la zona de mercados, la zona de templos de estudio. Todo el comercio del Santuario ocurre en el Anillo Medio. No hay una zona residencial aquí, a menos que seas un comerciante que vive donde tiene construido su negocio, lo que es rara vez admitido. Básicamente, el Anillo Medio debe estar completamente evacuado a la hora del cierre de las murallas una vez caída la noche, y solo se permiten pequeños negocios nocturnos cuando aquello pasa, como bares, tabernas, entre otros negocios de peor reputación. El acceso al Anillo Medio durante avanzadas horas de la noche, es celosamente resguardado por los soldados del Santuario. La muralla del Anillo Medio solo cuenta con dos puertas, la que conecta con el Anillo Principal, y la que conecta con el Anillo Superior.

El Anillo Superior, es el más sencillo de explicar. Es el anillo donde se encuentra la zona residencial. No hay negocios aquí, aunque hay algunas actividades de esparcimiento como teatros y anfiteatros para conciertos en las zonas del Anillo Superior más cercanas a la muralla. Los documentos de la nación, papelería importante, y trámites burocráticos también se llevan en oficinas del gobierno del Anillo Superior. Este anillo cuenta además con únicamente dos puertas, la que conecta al Anillo Medio, y la última incrustada en la muralla con acceso a la montaña, donde está construido el Santuario de Athena, y se llega a las 12 Casas del Zodiaco.

Las 12 Casas, son un conjunto extrañamente de 13 templos realmente, pero se conocen como las 12 Casas por las 12 estructuras a manera de templos, de distintos diseños, y que albergan la historia escrita entre sus paredes y columnas de las Armaduras Doradas. Estos templos se construyeron justo en el lugar donde, durante la Guerra de los Dioses, las 12 Armaduras Doradas cayeron desde el Monte Olimpo, destruyendo la ciudad de Atenas del mito. Cada una de las 12 Casas, representa a una constelación, y cada una de estas constelaciones, resguarda a un Caballero Dorado al servicio de la Diosa Athena, nombre con el que se conoce a Atenea reencarnada en un cuerpo mortal. Los 12 templos además representan a los 12 Dioses del Olimpo, con cada guardián presentando su respeto a un Dios Olímpico distinto. Separado por sendas, el acceso a cada una de las casas es básicamente el recorrido de una hora a pie, ya que en las 12 Casas también se rinde respeto al tiempo, evidente en el Reloj de Cronos, una inmensa torre en medio del territorio de las 12 Casas, visible para todos en el Santuario, y alzándose por encima de todos los templos salvo el treceavo templo, el Templo del Patriarca, donde gobierna el Patriarca en turno, Aioros. Y detrás del Templo del Patriarca, se encuentra la magnífica estatua de la Diosa Atenea, sosteniendo en su mano a la Diosa Niké, la Diosa de la Victoria. Las 12 Casas del Zodiaco son entonces, la máxima fortaleza del mundo griego, solo equiparable a la legendaria Ciudad de Troya de la ahora extinta región de Anatolia en lo que hoy es Turquía.

Pero el Santuario, aun siendo tan impresionante como lo es ahora, apenas se recuperaba de una era de decadencia extrema. Athena había reencarnado ya, pero su esperanza, aún estaba incompleta. Y seguiría incompleta, gracias a una terrible prohibición. Al menos, una prohibición que Aioros no sabía si erradicar.

-Dime, Aioros… -comenzó el anciano Mitsumasa Kido, a quien el molesto mayordomo, Arctos, le tomó la mano, forzándolo a tomar la mano de la pequeña de cabellera lila, quien ya le había colmado la paciencia-. Saori, ya basta, te estás portando muy mal… ajem… -se aclaró la garganta tras reprender a la pequeña Saori, quien miró al suelo con ojos llorosos sintiendo la reprimenda, y causando la sonrisa de su amiga de cabellos chinos que caminaba tomada de su otra mano, mientras Arctos suspiraba tratando de recuperar su temple, y mientras Yoshiko caminaba detrás del grupo alegre de ver a los niños siendo niños-. ¿Se ha reunido ya a la Esperanza de Athena? –preguntó Mitsumasa Kido, en un tono bajo de voz, pero Saori, viajando a su lado, logró escucharlo de todas formas- La fecha que miraste en las estrellas está próxima, no me queda mucho tiempo. Le he brindado a Saori toda la felicidad que he podido, pero ambos sabemos a dónde es que ella pertenece, junto a los Caballeros Dorados –le susurró él.

-¿Caballeros Dorados? –preguntó Saori, emocionada, y virándose a ver a su amiga- ¿Son los que me mencionaste, Mii? –susurró la de cabellera lila, preocupando a su amiga de cabellos chinos de nombre Mii- Los defensores de los dioses, la Esperanza de Athena. ¿Son ellos? ¿Los que llevan armaduras de oro? –preguntó emocionada.

-Obvio son ellos. ¿Quiénes más van a ser, Saori? –agregó la pequeña Mii, con un poco de soberbia y altanería- Si fueran los Caballeros de Plata no usarían Armaduras de Oro. Pon atención, por eso la señorita Yoshiko siempre te regaña cuando te quedas dormida en sus lecciones –le susurró Mii, y Saori se viró a ver a Yoshiko, quien era su maestra de mitología.

-Nunca he visto a un Caballero Dorado. ¡Quiero verlos! –se emocionó Saori, y su amiga Mii hizo una mueca- ¿Me acompañas a buscar a uno? Estar frente a uno de ellos, debe ser lo más increíble del mundo. Yo quiero conocer a los Caballeros Dorados, vamos Mii –pidió con ojos repletos de emoción por la posibilidad.

-Saori, compórtate, eres una señorita –reprendió Mii, lo que incomodó a Saori, quien se sintió reprendida incluso por una niña de su propia edad-. Eres demasiado hiperactiva, y los Caballeros Dorados no tienen tiempo para ser tus niñeras, ellos están muy ocupados protegiendo a Athena –le susurró ella.

-Eeeeeh… pero ella ya tiene a 12… ¿no me puede Athena dejar tener a uno? –se quejó Saori, Mii sudó frio y lo negó con la cabeza- Para qué necesita Athena a 12 Caballeros Dorados. Las princesas de los cuentos de hadas se conforman con uno, así que yo me conformaría perfectamente con tener a solo uno, sería mi príncipe, y yo su princesa… uwah, de solo pensarlo quiero encontrar a mi Caballero Dorado más que nunca –se emocionó Saori, cuando sintió que le tiraban de la mejilla con fuerza.

-Me estás distrayendo, Saori, y estoy en una conversación seria con el Patriarca Aioros –reprendió Mitsumasa Kido, y Saori, quien tenía cada mano tomando a una persona diferente, no pudo sobarse la adolorida mejilla, por lo que Mii terminó sobándosela por ella-. He escuchado que usted ha renunciado a su Armadura Dorada, ¿no es así? –preguntó Mitsumasa Kido.

-Así debe de ser –fue la respuesta de Aioros-. El Patriarca del Santuario es elegido de entre los 12 Caballeros Dorados, pero el Patriarca no puede ser un Caballero Dorado, es la regla –le explicó Aioros, y Mitsumasa Kido asintió-. Sé que le queda poco tiempo… pero no creo poder cumplirle la promesa que le hice… -continuó Aioros, preocupando al anciano-. Los Caballeros de Tauro, Géminis, Cáncer, Virgo, Escorpio, Capricornio, Acuario y Piscis, ya han sido elegidos, y salvo el de Capricornio que se encuentra en una misión, todos están actualmente en el Santuario –le comentó el Patriarca-. Eso hace a 8 de los 12 Caballeros Dorados. La Armadura de Sagitario está bajo mi resguardo por supuesto, pero no puedo utilizarla por ser el Patriarca. La Armadura de Libra está bajo el resguardo del Viejo Maestro de Cinco Picos, y no está dentro de mis planes el traerla al Santuario –le comentó él, lo que no era del agrado de Mitsumasa Kido-. La Armadura de Leo está en el Santuario, y hoy debido a la incapacidad de mi discípulo, Galarian, quien tristemente perdió un brazo y un ojo bajo circunstancias… incomodas… -bajó la cabeza Aioros, recordando a su Escudero-. Se entregará la Armadura Dorada de Leo al ganador del torneo de los 1,000 hombres, al cual, bueno, ya vamos un poco tarde, ¿quiere ver la contienda? Como Patriarca tengo el poder para subir a quien me plazca por las 12 Casas –le sonrió Aioros.

-¡Ver a un Caballero Dorado recibir su armadura! ¡Sí! ¡1,000 veces sí! –exclamó Saori emocionada, lo que logró que Aioros sonriera un poco, pero Mitsumasa Kido no estaba contento- ¡Ver al Caballero de Leo recibir su armadura sería un sueño hecho realidad! ¡Vamos abuelo! –comenzó Saori, tironeando del brazo de su abuelo.

-Eso no, tú te quedas aquí, en la escuela, a realizar tu inscripción junto a Alicia, Arctos y Yoshiko –apuntó Mitsumasa Kido al edificio detrás de Saori, lo que fastidió a la pequeña, quien infló sus mejillas con molestia-. Yo tengo asuntos muy importantes a los cuales atender, y tú, que por fin cumpliste los 6 años, por fin puedes iniciar tu educación primaria. Yoshiko va a inscribirlas a ti y a Alicia en Palestra, ya que de ahora en adelante vivirás en el Santuario –sentenció Mitsumasa Kido.

-¿¡Eh!? ¿¡Por qué!? ¡Esta escuela es un chiquero! –se quejó Saori, preocupando a Mitsumasa Kido- ¿No se supone que me iba a inscribir en la Academia Meteor de Japón? Ni siquiera sé hablar griego bien todavía, me van a decir tartamuda y todo eso, y ella se llama Mii, no Alicia –apuntó Saori.

-Señorita, realmente me llamo Alicia Mii Benethol, y me he educado desde los tres años en hablar tanto inglés, que es mi lengua de origen, como griego y japonés. Así que despreocupase, yo seré su traductora –agregó Mii, sorprendiendo a Yoshiko, quien comenzaba a pensar que todos los que tenían relación con el Santuario debían ser superdotados.

-Lo de la Academia Meteor era antes de… -comenzó Mitsumasa Kido, pero se tranquilizó, y se viró a ver a su mayordomo, quien asintió-. Saori, solo dale un abrazo a tu abuelo, y te prometo, que será la última vez que discutiremos –le comento él, sus ojos un poco humedecidos, lo que Saori no comprendía-. Anda, dame un abrazo, y dedícame una hermosa sonrisa, y yo te prometo, que obligaré a Aioros a cumplirte bajo juramento divino, cualquier capricho que tengas sobre un Caballero Dorado. Tendrás uno solo para ti –sonrió Mitsumasa Kido, y Saori se emocionó por aquello.

-Oiga, pero yo no puedo prometer… -intentó decir Aioros, pero Mitsumasa Kido lo viró a ver con dolor en su mirada, y Aioros comenzó a sentir la presión-. Espero que esto no vaya a meterme en ningún problema… -se agachó Aioros, quedando frente a frente con Saori-. Yo, Aioros, el Patriarca del Santuario, prometo en el nombre de Athena el cumplirle a Saori Kido cualquier capricho que tenga sobre un Caballero Dorados, siempre y cuando esté bajo mi poder, y solo si le da a Mitsumasa Kido, el abrazo más fuerte de todos, y con la sonrisa más grande de todas –prometió Aioros.

-¡Hecho! –agregó Saori alegremente, y extendió sus brazos, su abuelo Mitsumasa entonces se agachó, la cargó, y la abrazó con fuerza, forzando a Saori a reír divertida, ya que la barba de su abuelo le hacía cosquillas, cuando entonces sintió a su abuelo temblar, mientras Mitsumasa Kido comenzaba a llorar- ¿Abuelo? –preguntó Saori preocupada.

-No es nada cariño… no es nada… sé una buena niña, ¿está bien? –comenzó el anciano, sus ojos repletos de lágrimas-. Mientras tengas esperanza, y confíes ciegamente en tus Caballeros Dorados, yo estoy seguro de que todo estará bien. Nunca pierdas la esperanza, ¿me lo prometes? –preguntó Mitsumasa Kido, y Saori asintió, confundida, y después tomó de la mano de una Yoshiko que se tragaba las lágrimas, y que comenzó a guiar a Saori y a Mii a la escuela que tenían frente a ellos- Arctos… -pidió Mitsumasa Kido una vez que Yoshiko entró por las puertas de Palestra-. Aunque no se han cumplido todas mis exigencias, como lo es el que los 12 Caballeros Dorados estén reunidos alrededor de Saori, he decidido confiar en Aioros… -le comentó Mitsumasa Kido, pero Arctos, dudoso, intentó quejarse-. Por favor, Arctos, esta es mi última voluntad. ¿Podrías? –preguntó el anciano, el mayordomo lo pensó, miró a Aioros, y suspiró.

-A sus órdenes, mi señor –de dentro de su saco, Artcos extrajo un documento y un bolígrafo, mismos que entregó a Mitsumasa Kido-. Por medio del presente contrato, y sirviendo como testigo, hago oficial el traspaso de todas las propiedades de Mitsumasa Kido, incluyéndose todos los orfanatos de la Fundación Graude, las Academias de Saintias, y escuelas para Caballeros de Athena, al Santuario de Atenas –resumió Arctos, mientras Mitsumasa Kido firmaba los papeles. Arctos entonces sacó un cojín con tinta de su bolsillo, y Mitsumasa Kido manchó su dedo, marcando con su huella digital el documento. Arctos entonces se viró a ver a Aioros-. Bajo el presente documento, oficialmente, se declara a Aioros y a la señorita Yoshiko Hasegawa, como padre y madre sustitutos de la señorita Saori Kido. ¿Desea cambiar el apellido? –preguntó.

-No tengo apellido, y Saori Hasegawa suena bastante raro –se preocupó Aioros, y comenzó a firmar los papeles, que ya llevaban la firma y huella digital de Yoshiko además-. Puede conservar el apellido Kido, creo que es importante para ella –terminó Aioros, y colocó su huella digital-. Está hecho entonces, a partir de este momento, Saori Kido es mi hija adoptiva, lo que debería ser un pecado, Zeus seguro que me fulmina después de esto… no hay pronóstico de lluvia, ¿verdad? –se estremeció Aioros, ante lo que Arctos suspiró con molestia.

-No se cumplieron todas las exigencias del contrato –miró Arctos a Aioros, quien sudó frio por su mirada acusatoria-. Pero aunque el amo Mitsumasa Kido, no esté para ver la promesa cumplida de que los 12 Caballeros Dorados existirán en el Santuario alrededor de la señorita… yo me encargaré de que la promesa se cumpla. Así que exigiré una armadura, no me importa el rango, seré su sombra hasta que los 12 Caballeros Dorados estén reunidos, ya que mientras no lo estén, no existirá la Esperanza de Athena –terminó Arctos, y se retiró rumbo a la academia.

-Oye, yo soy el Patriarca y no pueden exigirme… ya se fue… -bajó la cabeza Aioros, deprimido-. Nadie me respeta, todos me exigen cosas a las que no debería acceder… supongo que tendré alguna Armadura de Bronce aún arrumbada por allí –se frotó la barbilla Aioros, pero entonces se viró a ver a Mitsumasa Kido nuevamente-. Sé que no cumplí la promesa que le hice, señor Mitsumasa Kido, pero es porque Shion en su lecho de muerte, me hizo prometer que jamás las 12 Armaduras Doradas estarían reunidas en un solo lugar. Entiéndame por favor, reuniré a 10 Caballeros Dorados en el Santuario, pero las Armaduras de Libra y Sagitario, deben permanecer sin dueño –insistió Aioros.

-Sus razones tendrá, Patriarca Aioros, y confío en usted… -le comentó Mitsumasa Kido, mientras Aioros guardaba la documentación de la adopción de Saori bajo su túnica, dejando ver un resplandor dorado, que llenó el corazón de Mitsumasa Kido de alegría-. Mi confianza es incondicional. Pero dígame una cosa. Me ha comentado de la Armadura de Leo que será entregada hoy, ¿qué hay de la de Aries? Es la única de la que desconozco lo que ocurre –comentó él.

-Ah, sobre eso… -se preocupó Aioros, sudando frio en todo momento-. Le aseguro, mi señor Mitsumasa Kido, que la Armadura Dorada de Aries pronto regresará al Santuario, no haga caso de rumores de robos ni nada por el estilo, jajaja –se burló Aioros, y Mitsumasa Kido comenzó a preocuparse nuevamente, pero siguió a Aioros de todas formas, mientras desde dentro de la academia, y esperando a que Yoshiko terminara con la inscripción de Saori y de Mii a la academia, Arctos miraba a su reloj de bolsillo con interés.

-La Divergencia está ocurriendo… -se alegró Arctos, con su ojo rojo brillando intensamente, mirando la fecha y las manecillas de su reloj dorado, mientras un segundo reloj de cosmos aparecía sobre el primero, llamando un poco la atención de Saori, quien se viró a ver el reloj de cosmos en manos de Arctos-. El evento no solo debía ocurrir el 28 de Marzo de 1979, sino que el actor del evento ha cambiado. El Reloj del Apocalipsis realizó un cambio sutil, cambiando la fecha en 6 meses. A partir de ahora, la línea de tiempo ha terminado de divergir. Todo lo que ocurra ahora, lo desconozco. Me inquieta saber lo que este cambio ha traído –sonrió para sí mismo Arctos, satisfecho de su logro personal, incomprensible para nadie que no fuera él.

Estados Unidos. Pensilvania. Isla Three Mile. Reactor Nuclear de Three Mile. 31 de Agosto de 1979.

Inicia tema: Saint Seiya - Brave Soldiers OST - Shura, the Man with the Holy Sword.

-¡No! ¡Aléjate! ¡No te me acerques! –mientras en Grecia, en el Santuario de Atenas, era pasados del medio día, en Pensilvania, Estados Unidos, la noche era profunda, aunque no silenciosa en esos momentos. Una impresionante cantidad de helicópteros militares se había reunido en los alrededores de la Isla Three Mile, donde aparentemente se llevaba a cabo un atentado terrorista de proporciones potencialmente catastróficas. O al menos eso es lo que los soldados creían, envueltos en sus trajes contra la radiación, mientras esperaban a que la persecución dentro del reactor nuclear entre el aterrado terrorista que llevaba atada a la espalda una Armadura Dorada, y su perseguidor, terminara- Deseaba enfrentar a un Caballero de Athena, demostrar mi valía como prospecto a Caballero Dorado de Aries –exclamaba el terrorista, de piel ligeramente oscura, cabellera castaña, bastante alto y fornido, y vistiendo bajo una especie de capa de piel lo que parecía ser una armadura griega-. Jamás esperé… que enviarían a Assassin por mí –se preocupó el hombre, quien miraba por los alrededores de la maquinaria del reactor cubierto por todas partes por líquido frio para bajar la temperatura del mismo, por lo que el lugar en el que se encontraba estaba repleto de vapor no solo profundo, pero radioactivo.

-Robaste una Armadura Dorada… -escuchó el terrorista, mientras de detrás de la niebla causada por el vapor de agua, veía a un demonio de cornamenta mirándolo desde el otro lado-. No tienes siquiera derecho a juicio, secuestrar un reactor nuclear, y llevarlo al punto crítico para llamar la atención del Santuario, no era siquiera necesario, yo habría venido por ti aún si solo pateabas a un perro en la calle, porque tu orden de ejecución, fue establecida desde el momento en que hozaste robarle al Santuario. Recibe tu penitencia. ¡Excalibur! –un destello dorado se desprendió de la niebla, y el terrorista, instintivamente, tiró de la cadena de la Caja de Pandora de Aries, liberando la Armadura Dorada, que absorbió el ataque del demonio detrás de la niebla, quien salió entonces de detrás de la misma, observando fijamente a la Armadura Dorada, y esperando su reacción-. El que compartas la estrella no te vuelve digno… aunque no se me conoce por negar un desafío –preparó su brazo el Caballero Dorado recién llegado, y apuntó con el mismo en dirección al terrorista, quien no perdió el tiempo en comenzar a colocarse la armadura pieza por pieza-. Patético… -comentó el hombre en Armadura Dorada.

-Aunque Assassin haya sido enviado por mi cabeza, revestido de la Armadura Dorada de Aries estaré a su mismo nivel –continuó el terrorista, quien terminó de colocarse la Armadura Dorada de Aries, y comenzó a elevar su cosmos alrededor de la misma-. ¡Sí! ¡El sagrado poder de la Constelación de Aries! ¡Los conocimientos ancestrales de las técnicas de batalla de sus antiguos portadores! ¡Pronto comenzarán a invadir mi mente! ¡Y con este conocimiento, te destruiré! –preparó su puño el terrorista, y se lanzó en dirección al Caballero Dorado al que llamaban Assassin, quien detuvo el puñetazo del terrorista con un solo dedo- ¿Cómo? –se estremeció el terrorista.

-Vestir una Armadura Zodiacal, no inundará tu mente con el conocimiento de sus antiguos portadores, si la constelación no te acepta como su portador –le comentó Assassin, saltó, colocó sus piernas bajo las axilas del terrorista, y lo lanzó al techo del reactor nuclear-. ¡Salto de Roca! –enunció Assassin, mientras el terrorista caía rodeado de guijarros en contra de la maquinaria, que ya estaba al nivel crítico, y a punto de estallar-. Al menos que fueras alguien como yo, un ser reencarnado que logra acceder a las memorias recesivas de sus vidas pasadas, si la Constelación de Aries no te acepta, no importa que vistas la armadura, sus estrellas no te sonreirán… en ese caso, la armadura no es más que peso muerto –declaró Assassin, mientras el terrorista se ponía de pie-. ¿Alguna última petición, antes de que te corte la cabeza? –preguntó el Caballero Dorado.

-¿Quién eres? –se estremeció el hombre, mientras la Armadura Dorada se desprendía de su cuerpo, y se reincorporaba en sus piezas lejos del terrorista, quien pensaba a Assassin un demonio sin corazón- ¿Cómo es que eres tan fuerte? –preguntó él.

-Tengo muchos nombres –comentó el Caballero Dorado, elevando su brazo-. Soy quien ha vivido un millar de vidas, reencarnando generación tras generación, siempre al leal servicio de mi Diosa Athena, el Caballero de la Reencarnación, el más leal a Athena, el Caballero Dorado, Shura de Capricornio. Y está, es mi espada sagrada. ¡Excalibur! –resonó su poderoso grito, y fue lo último que el terrorista escuchó, mientras su vista se distorsionaba, con su ojo derecho subiendo mientras el izquierdo bajaba, como si se hubieran separado, lo que en efecto ocurría, ya que las mitades del cuerpo del terrorista cayeron en lados contrarios.

-Una presentación inquietante, y un desenlace perturbador –escuchó Shura, se viró, y encontró a un joven de cabellera rosada, de al menos unos 13 años de edad, saliendo del vapor de agua de igual manera, en una túnica ceremonial-. Le agradezco, Caballero Dorado, el haber recuperado mi armadura, aunque no espero que me crea la pertenencia sobre la misma –sonrió el de caballera rosada mientras reverenciaba.

-¿Un muviano? Recuerdo haber conocido a algunos en mis vidas pasadas, pero no significa que te permita tomar la Armadura Dorada de Aries. ¡Excalibur! –atacó Shura, el muviano se desintegró frente a sus ojos, evadiendo el corte, y reapareciendo al lado de la Armadura Dorada de Aries, y tras tocarla, la misma se desfragmentó, y vistió al joven de dorado- Inaudito… la Armadura de Aries te cree digno… pero el Patriarca Aioros no te ha anunciado como tal. ¡Excalibur! –volvió a atacar Shura.

-¡El conocimiento de la Armadura de Aries! ¡Puedo verlo! ¡Muro de Cristal! –extendió sus manos el joven, y frente a él se desplegó una bella barrera tornasolada, que absorbió el ataque de Shura, repelió el mismo, y Shura, sorprendido, usó su propia espada para combatir a su propio ataque, forzando a una explosión que comenzó a hacer temblar al reactor nuclear, que se encontraba ya en el punto de no regreso- Caballero Dorado de Capricornio, si este reactor estalla, millones morirán no solo por la explosión, sino por la radiación –le explicaba el Caballero Dorado de Aries, a quien Shura, con sus ojos endemoniados, seguía observando con detenimiento-. La radiación no nos afecta a nosotros los de Cosmos Dorado, pero fuera de este reactor los humanos no correrán con la misma suerte. No soy físico nuclear, pero si con eso gano tu confianza, yo detendré esta explosión. Soy Mu de Jamir, el Caballero Dorado de Aries, y vine en busca de ellos quienes serán mis Hermanos de Cosmos –se presentó el muviano.

-¿Mu de Jamir? No tengo el placer –declaró Shura, el reactor iniciando el proceso de fusión a sus espaldas- Y tampoco necesito de tu ayuda –terminó, y entonces el reactor estalló. Fuera del reactor, el ejército estadounidense entró en pánico, la tremenda explosión empujó a los helicópteros por los aires, alejándolos de la Isla Three Mile, mientras la nube radioactiva comenzaba a extenderse. La esperanza del ejército estadounidense comenzó a convertirse en desesperación, cuando una columna de luz dorada se alzó al cielo, forzando a la nube toxica a arremolinarse alrededor de la luz, y a la tremenda explosión a ser atrapada por la misma fuerza dorada, que en su lugar fue redirigida alto, en dirección a las estrellas, donde la combinación de fuerza explosiva y radioactividad se reunió, siguió subiendo, y al final estalló nuevamente, miles de metros por encima de donde podría llegar a ocasionar algún daño.

Termina tema: Saint Seiya - Brave Soldiers OST - Shura, the Man with the Holy Sword.

Cuando la explosión terminó de disiparse, los soldados norteamericanos comenzaron a observar los niveles de radiación en sus aparatos, sorprendiéndose de descubrir que estos simplemente no existían. El reactor nuclear de Three Mile había estallado, pero no había evidencia alguna en el ambiente, ni siquiera cuando los medidores de radiación fueron apuntados en dirección al par de Caballeros Dorados en medio de las ruinas del reactor, quienes se miraban el uno al otro en señal de desafío.

-Encuentro tu grado de independencia en general, bastante frustrante –comentó Mu, mirando a Shura directamente, quien aún poseía el brazo listo para continuar combatiendo-. Pude haber contenido la explosión, no había necesidad de que toda la edificación colapsara –comentó Mu.

-Falso, los norteamericanos se creen dioses, y es mi trabajo ponerlos en su lugar –le contestó Shura, a quien Mu veía con sentimientos encontrados-. Fui enviado a terminar con la vida de un terrorista, no a evitar una explosión nuclear. Evité la nube toxica únicamente para salvar vidas, pero poco me importa un edificio en el cual se producen armas para jugar a ser dioses. Y hablando de armas… quítatela… -pidió Shura.

-He llegado a la conclusión, de que no eres el Hermano de Cosmos al que estoy buscando –suspiró Mu, rascándose la nuca con molestia-. Y sobre la Armadura Dorada de Aries, no necesito que el Patriarca Aioros me declare como su portador… ya que fue mi maestro, Shion de Aries, quien me declaró como el Caballero Dorado de Aries antes de morir, gracias por traer mi armadura, me ahorraste muchas molestias –sonrió Mu.

-No te he traído nada. ¡Excalibur! –atacó Shura, se liberó una tremenda explosión, pero Mu ya había desaparecido, dejando atrás a Shura, únicamente con el cadáver partido a la mitad del terrorista frente a él- Mu de Aries, ¿verdad? –se quejó Shura, cruzándose de brazos- Supongo que hay sujetos muy fuertes en la Orden de Athena actual, me parece bien. Yo seré, el más poderoso de todos –terminó Shura, extendió su capa, y comenzó su largo camino de regreso al Santuario de Atenas.

Grecia. Atenas. El Santuario. El Anillo Medio. Academia del Santuario. 1 de Septiembre de 1979.

-¡Me aburro! –exclamó Saori molesta, con Mii preocupada por ella a su lado, y Yoshiko, con una mirada de pocos amigos, intentando terminar de llenar la documentación requerida para terminar de inscribir a Saori y a Mii a la Academia del Santuario. Arctos estaba con ellas, y Yoshiko no dejaba de dirigirle la mirada de reojo, aunque sus ojos ya no eran oscuros como siempre, sino que eran de un azul bastante peculiar- ¡Quiero ir a ver a los Caballeros Dorados! ¡Si hoy entregan la Armadura Dorada de Leo, quiero estar allí para verlo! –se quejaba Saori.

-Saori, no puedes simplemente ir a molestar a los Caballeros Dorados –insistía Mii, tratando de tranquilizar a Saori, quien hacía muecas de descontento en todo momento-. Señorita, la quiero mucho, pero necesita aprender de humildad. No puede esperar que sus caprichos se atiendan al pie de la letra todo el tiempo, y perdóneme que se lo diga, pero está siendo demasiado quisquillosa, compórtese por favor –reprendió Mii.

-Todo mundo siempre me está regañando y no me deja hacer lo que yo quiero –comenzó Saori, molesta, y con un cosmos dorado comenzando a manifestarse a su alrededor, lo que no pasó desapercibido ni por Arctos ni por Yoshiko-. Si es mi voluntad estar presente para ver la entrega de la Armadura Dorada de Leo… se hará mi voluntad… -agregó Saori con autoridad, y una voz que no pareciera pertenecer a la niña, lo que asustó a Mii, pero no tanto como verla desaparecer frente a sus ojos.

-¿¡Señorita!? –exclamó Mii aterrada, y sus ojos de inmediato se llenaron de lágrimas, mientras se viraba a ver a un igualmente confundido Arctos, quien buscaba a Saori por todas partes- ¿Dónde está? ¡Señorita Saori! ¡Me disculparé inmediatamente pero no desaparezca! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! –lloró Mii, mientras Arctos salía a buscar a Saori.

-Transición espacio temporal… -susurró para sí misma Yoshiko, con una inquietante calma pese a lo que acababa de ocurrir, mientras Arctos ordenaba a todos en los alrededores a buscar a la señorita Saori-. Por fin te tenía donde quería, Diosa Athena… con solo ese estúpido mayordomo y esa mocosa cuidándote, solo debía esperar el momento perfecto para secuestrarte… no esperaba, que activarías tus poderes divinos por simple capricho –se quejó Yoshiko para sus adentros, una voz masculina haciéndose presente en lugar de su usual voz femenina-. Ahora tendré que pensar en una distracción para alejarte de los Caballeros Dorados… tal vez… uno de los juguetes de la asistente del Patriarca –comentó ella, buscando en su bolsa, y encontrando un objeto que llamó su atención-. Perfecto… -extrajo el mismo de su bolsa, un Cincel de Bronce-. Elige a tu portador, Caelum… no necesita ser muy poderoso, solo tener la pasión para crear… -finalizó Yoshiko, y el Cincel de Bronce, atendiendo a sus órdenes y despareció-. Ahora… de vuelta al papel de niñera, supongo –terminó Yoshiko, sus ojos regresaron a la normalidad, y la arqueóloga observó el caos a su alrededor, mientras todos buscaban a la niña que se había desintegrado de la nada-. ¿Eh? –preguntó Yoshiko, mientras observaba a Mii llorando frente a ella- ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? –se preguntó Yoshiko, como si hubiera despertado de un trance profundo.

Anillo Medio. Mercados de Artesanías.

-Papá va a estar muy triste… él necesitaba ese cincel –hablaba para sí misma una pequeña de cabellera color de esmeralda, que vestía únicamente harapos, y observaba en su mano el cincel que Saori le había roto, y que había terminado pandeado cuando algunos caballos le pasaron por encima, mientras la niña hiperactiva había estado jugando por los alrededores-. A este paso… las 100 estatuas que papá prometió para el Patriarca Shion… tampoco serán entregadas al Patriarca Aioros… ¿qué debo hacer? En el mercado dijeron que el próximo surtido de cinceles tardará un mes en llegar, no puedo llegar a casa con las manos… ¿vacías? –preguntó la chica, encontrando un Cincel de Bronce en su mano- ¿Y esto? –preguntó la chica sorprendida.

-¿Eres tú Lithos? –escuchó la chica, quien había llegado a una especie de taller donde se fabricaban estatuas de héroes griegos, todos vistiendo armaduras, no necesariamente de la Orden de Athena, ya que algunos vestían armaduras de guerras muy antiguas. La preocupada chica entró tranquilamente en el taller, aun sosteniendo el Cincel de Bronce, hasta llegar a una estatua inmensa de color negro sin terminar, al lado de la cual un anciano desnutrido, con la piel quemada por el sol, y aparentemente enfermo, miraba a la estatua negra con una mirada casi perdida- ¿Encontraste un cincel? –preguntó el anciano.

-Bueno… yo… -comenzó la chica, mirando la herramienta en su mano, y preguntándose sobre el qué debería hacer. Su padre estaba enfermo, desnutrido y cansado, y sabía que se estaba esforzando demasiado en su trabajo, pero al mismo tiempo, era casi evidente que su padre no sobreviviría a la enfermedad que lo aquejaba. Entregarle el cincel, y permitirle seguir trabajando, seguramente terminaría con su padre desgastándose hasta la muerte, pero si no se lo entregaba, y su padre no lograba terminar su obra, moriría arrepentido por la eternidad-. No sé explicarlo… pero… encontré uno –le mostró Lithos a su padre.

-¿Caelum? –se sorprendió el anciano, reuniendo la suficiente energía para ponerse de pie, y con sus manos esqueléticas tomar en Cincel de Bronce de manos de Lithos, mismo que comenzó a rodear al hombre con un cosmos oscuro- Es perfecto… -exclamó el hombre, quien miró a su estatua, y comenzó a trabajar.

-Espera, padre, no hay prisa, no necesitas hacer eso ahora –comenzó Lithos, pero su padre estaba impaciente por terminar, golpeó la roca una y otra vez, trabajó lo más rápido que le permitían sus adoloridas articulaciones, subía y bajaba los tablones, marcando más y más sobre la piedra negra con el cincel, preocupando a la niña, quien veía locura dibujada en el rostro de su padre, hasta que, de la nada, el corazón del hombre se detuvo, y cayó desde la tabla más alta, hasta estrellarse en el suelo, y desparramar su sangre por todas partes, incluso manchando el rostro de su hija-. ¿Padre…? –comenzó la niña, horrorizada, y mientras la sangre de su padre, se escurría en dirección a sus pies descalzos- ¿Padre? –continuó ella con sus ojos quebrándose en lágrimas- ¡Papá! –gritó la niña, y de pronto, una mano inmensa y negra, se alzó demoliendo el taller, y lanzando el Cincel de Bronce por los aires.

Las 12 Casas. Arenas de Batalla de la Senda de Leo.

-¿Dónde…? –cuando Saori regresó en sí, descubrió que no se encontraba en la academia, sino más bien en medio de una senda de terracería por la cual transitaban varios aspirantes a caballeros en sus traje de entrenamiento, mismos que miraban a Saori confundidos, pensándola una niña perdida, y discutiendo entre ellos si deberían ayudarla.

-Oye, nunca había visto a esta niña rondar por las arenas de batalla –comenzaba uno de los aspirantes a caballero, de cabellera verde, tendría unos 10 años de edad-. ¿Será la Escudera de alguien? –preguntó el aspirante a caballero.

-No tenemos tiempo para averiguarlo, Asterion –le respondió su compañero de cabellera escarlata opaca, y piel más bronceada, muy poco interesado en Saori, sería solo un año mayor a Asterion-. Moses está por tener su batalla por el honor a convertirse en el Caballero Dorado de Leo. Sería el primero de nuestra escuela de plata en lograr algo como eso, te sugiero no perder el tiempo jugando a la niñera –se molestó el pelirrojo.

-Espera Babel, no me empujes, basta –se quejaba el de cabellera verde, a quien el llamado Babel ignoró, mientras empujaba a su amigo a una especie de anfiteatro, donde varios aspirantes a caballeros celebraban, gritaban, y esperaban a que el último de los combates diera a inicio.

-¿¡Ese es el lugar donde se llevará a cabo el combate por elegir al Caballero Dorado de Leo!? –exclamó Saori, emocionada, y deteniendo los empujes de Babel- ¿Es ahí? ¿De verdad? –preguntó nuevamente, y tanto Asterion como Babel intercambiaron miradas.

-Ve a casa, niña, seguro algún Caballero Dorado extraña a su Escudera –fue la frívola respuesta de Babel, ante la cual Saori infló sus mejillas con molestia-. ¿No tienes una capa que lavar o algo? –se quejó por la insistencia de Saori.

-No la molestes, Babel –la defendió Asterion-. Estas son las arenas de batalla, el lugar donde se entrena a los nacidos bajo la Constelación de Leo. Nosotros no somos Leo, pero hemos venido a apoyar a nuestro amigo Moses, el Caballero de Plata de Cetus, quien podría convertirse en el nuevo Caballero Dorado de Leo ya que el señor Galarian abandonó la Armadura Dorada cuando el Patriarca Aioros le cortó el brazo –la noticia fue una novedad para Saori, quien recordaba a Aioros siendo demasiado gentil-. ¿Vienes a apoyar a alguien? –preguntó Asterion.

-Yo solo quiero conocer a los Caballeros Dorados –les comentó Saori-. Díganme, ¿hay algún Caballero Dorado por aquí? Me fascinaría mucho ver a alguno –continuó ella mientras miraba en todas direcciones.

-Debiste al menos haber visto a dos de camino, al de Tauro y al de Géminis –se cruzó de brazos Babel en señal de descontento-. Patéticos Caballeros Dorados, sé que están permitiendo el paso por la entrega de la Armadura de Leo, pero bajar la guardia de esta forma, es risible –se quejó Babel, y Asterion hizo una mueca ante sus palabras.

-Esa no fue la pregunta que te hizo, Babel –se apenó Asterion-. Creo que el señor Milo, el Caballero Dorado de Escorpio, quien considera a Aioria un rival, ha venido a ver el combate. Creo que lo vi en la zona este, en las escalinatas más altas, por las columnas, nadie se sienta allí porque la estructura es muy vieja y podría venirse abajo si un combate se intensifica demasiado, pero a él no le importa ya que prefiere estar solo –le sonrió Asterion.

-Al este y en lo más alto. ¡Gracias! –se despidió Saori, y corrió en dirección a las arenas de batalla, mientras un alegre Asterion se despedía de ella, cuando sintió la mirada de Babel, quien lo reprendía con la misma- Por fin veré a un Caballero Dorado, qué emoción –corría Saori por las escalinatas, trepando por las escaleras que eran demasiado grandes, pero esforzándose, cuando de pronto se escuchó el grito del público, los combatientes estaban entrando en la arena-. Oh no, ya va a empezar. Dorado, dorado, ¿dónde hay un dorado? –se preguntó Saori, cuando entonces lo vio, al Caballero Dorado de Escorpio, de brazos cruzados y recargado sobre una columna, con su capa ondeando contra el viento, y el sueño de Saori, de ver a un Caballero Dorado de verdad, se cumplió- Es hermoso –se emocionó Saori, cuando escuchó al público emocionarse, mientras comenzaban las presentaciones-. Rápido, rápido –continuó escalando Saori, corrió, y se sentó lo más cerca del Caballero Dorado de Escorpio que le fue posible-. ¡Llegué a tiempo! –gritó ella emocionada, y alzando sus brazos con orgullo, llamando un poco la atención del Caballero Dorado, quien se distrajo para prestársela a ella. Saori notó su mirada, sumamente emocionada- ¡Eres un Caballero Dorado! ¡Es la primera vez que veo a un Caballero Dorado! –enunció Saori con entusiasmo, mientras Milo, despreocupado de la presencia de la niña, volvió a posar su atención en la arena de batalla, lo que forzó a la caprichosa de Saori a inflar sus mejillas en señal de descontento- ¡No seas grosero y dirígeme la palabra! ¡Ignorarme no es educado! –agregó de forma infantil y soberbia, lo que logró molestar a Milo.

-No fastidies, mocosa. ¿No ves que intento analizar a mi rival? -contestó Milo mientras observaba el cómo Aioria se negaba a optar una posición de batalla, y esperaba la señal de su hermano, Aioros, de que permitía que se llevara a cabo el combate- Hoy entregarán la sagrada Armadura de Leo. Estas presenciando un momento digno de recordarse en la historia del Santuario. De 1,000 guerreros, ya solo quedan 2. Quien logre encender su cosmos con mayor fuerza será quien gane el derecho a utilizar la Armadura de Leo -explicó Milo de forma arrogante, esperando que la niña mostrara su curiosidad satisfecha y dejara de hablar, aunque Saori estaba increíblemente prendada en observar al Caballero Dorado frente a ella.

-Es intimidante… y a la vez emocionante… no puedo explicarlo… -agregó la niña, y Milo le dirigió la mirada un tanto sorprendido por sus palabras, en especial al saber que una niña de apenas 6 años estaba tan interesada en las batallas-. Saori Kido -se presentó la niña, y Milo una vez más la miró de reojo-. Sé cortés y dime tu nombre -exigió la niña.

-La cortesía es un lujo que se gana, no que se exige -el arrogante Caballero de Escorpio agregó, y la niña lo miró desanimada. Pero había algo en ella que era diferente, Milo lo percibió, más no podía entender el qué podría ser, algo que lo obligaba a acceder ante los desplantes soberbios de la pequeña-. Milo, Caballero Dorado de Escorpio, y guardián de la Octava Casa del Zodiaco. Leal caballero al servicio de Athena, y defensor de la paz -incluso al presentarse, fue lo más formal posible. Más no entendía por qué se había empeñado tanto en impresionar a la niña-. ¿Satisfecha? –preguntó de forma arrogante, mientras la niña, sonriente, asentía emocionada.

-¡Sí! ¡Y mucho! -contestó la niña, realzando la curiosidad de Milo ante su sola presencia, mientras la pequeña se acomodaba mejor en su asiento, y columpiaba las piernas, mientras no dejaba de quitarle la mirada de encima a Milo, quien se fastidió un poco, pero mostró cierta vergüenza por la admiración que recibía de la niña, por lo que bajó la guardia.

-Solo los caballeros de cosmos más alto pueden competir por las Armaduras Doradas, y de entre los aspirantes cuya estrella guardiana es la Constelación de Leo, Moses de Cetus es el más poderoso -explicó Milo, y Saori miró el cómo el guerrero de Cetus, de unos 11 años al parecer, iniciaba la afrenta en dirección a un chico de cabellera castaña, quien lo evadía grácilmente. Saori entonces notó algo que le pareció injusto, el chico castaño no usaba protección alguna, solo un pantalón, mientras que Moses llevaba una Armadura de Plata. Milo notó la preocupación de la niña y, por alguna razón, se sintió en la obligación de explicarle-. Se permite a los caballeros utilizar sus armaduras, si las tienen, para que así extiendan sus cosmos. Pero, con armadura o sin ella, el cosmos es único de cada individuo. Si Aioria quiere la Armadura de Leo deberá hacer arder su cosmos hasta superar el de un Caballero de Plata, y rivalizar al de un Caballero Dorado –Saori asintió, aunque extrañamente estresada, mientras en el campo de batalla, Aioria continuaba evadiendo los puños de Moses grácilmente, y comenzaba a enfurecerlo.

-No creas que por ser el hermano menor del Patriarca permitiré que te quedes con la Armadura Dorada de Leo. He superado a 499 aspirantes por ese derecho. Tú serás el número 500 -Moses de Cetus agregó, y se lanzó en contra de Aioria nuevamente, pero Aioria tranquilamente esquivó al Caballero de Plata-. Lo sabía, llegaste tan lejos únicamente esquivando y cansando a tus oponentes. Pero yo soy diferente. Y te lo demostraré al aplastar tu cráneo con mi ataque. ¡Chorro de la Ballena! -el Caballero de Plata corrió en dirección a Aioria, lo tomó del brazo y lo lanzó al aire. Saori observó el lanzamiento asustada, mientras Aioria, sin hacer movimiento alguno, se dejaba caer a donde Moses preparaba su puño, y donde en el momento de su caída, golpeó fuertemente el cráneo de Aioria, forzando a su sangre a ser lanzada a borbotones por todo el campo de batalla. Saori terminó ocultándose detrás de la capa de Milo, horrorizada por presenciar eso último.

-Si ibas a esconder tu rostro en lugar de presenciar la batalla, no debiste de haber venido en primer lugar -agregó Milo con molestia, Saori tan solo movió su cabeza en negación, no habiéndose esperado presenciar semejante brutalidad-. De cualquier forma, este combate es una pérdida de tiempo. Aioria es demasiado poderoso para verse derrotado por un golpe tan insignificante como ese -Milo jaló su capa lejos de Saori, quien terminó por observar la batalla nuevamente-. Solo los caballeros más poderosos pueden convertirse en Caballeros Dorados. Y entre los nacidos bajo la Estrella Guardiana de Leo, Aioria es el más poderoso y digno. Simplemente no tiene rival -terminó Milo tranquilamente, y Saori lo observó, sumamente impresionada.

-Escuchar eso de ti, Milo, es tanto enorgullecedor como desagradable –le contestó Aioria mientras se paraba del charco de sangre en el suelo y miraba a Milo, a quien sorpresivamente escuchó a pesar de encontrarse a una distancia considerable-. Observa con atención, Milo. Te mostraré que mi cosmos por fin ha superado al tuyo -Aioria encendió su cosmos, y Moses de Cetus guardó las distancias-. Tu ataque de Chorro de la Ballena es mortífero y peligroso. Pero no estas al nivel de un Caballero Dorado. Esto es un verdadero ataque: ¡Plasma Relámpago! -rugió Aioria, y su cosmos se encendió a medida que de su puño se liberaron líneas de luz cortantes que irradiaban energía eléctrica y golpearon a Moses de Cetus violentamente hasta el punto en que estuvo a punto de perder la vida. Alrededor del Santuario, se sintió el estremecer del cosmos de Aioria, e incluso algunas columnas de la arena de batalla comenzaron a caerse. Una incluso estuvo a punto de aplastar a Saori, más afortunadamente para la niña, Milo detuvo la columna con su mano irradiando el poder de su cosmos para resistir su peso, más terminó por utilizar la uña escarlata de su mano derecha para perforar la columna, abrazó a Saori envolviéndola con su capa, y recibió de lleno la caída de los escombros sobre él. Aioria había resultado victorioso en su batalla, y el poder de su cosmos incluso terminó por agrietar el coliseo en el cual luchaban. Aioros era el único aún en pie, quien había presenciado la batalla desde lo alto de su balcón personal junto a un aterrado Mistumasa Kido.

-El combate ha finalizado y el cosmos más alto ha sido definido -comenzó Aioros-. Aioria, tras 7 años de entrenamiento has logrado alcanzar el Cosmos Infinito de un Caballero Dorado. Más el dominio de tu cosmos requiere de mayor entrenamiento -Aioria se mostró molesto ante tal revelación, además de deprimirse un poco, pensando que no se le condecoraría de dorado nuevamente-. Sin embargo, esperar a que finalice tu entrenamiento es riesgoso. Los 12 Caballeros Dorados tienen el deber de proteger a Athena, y presiento que este deber está próximo a ser puesto a prueba. Te entrego entonces la Armadura de Leo. Úsala con honor y compromiso a con la paz, y siempre al servicio de Athena, jamás para beneficio personal -Aioria se acercó orgulloso a la Armadura de Leo, y sin dudarlo una sola vez, jaló las cadenas de la Caja de Pandora, y liberó así las piezas de su armadura que lo bañaron con el cosmos del León Dorado al vestirlo-. A partir de este momento, estás en tu derecho de solicitar Escuderos, y a residir en la Casa de Leo en el Santuario. Bienvenido seas a los Caballeros Dorados de Athena -y sin decir más, Aioros dejó el coliseo y caminó en dirección de Mitsumasa Kido, quien tenía una mirada de terror en el rostro mientras apuntaba a los escombros del coliseo, donde Milo protegía a la joven Saori de ser aplastada. Aioros se preocupó un poco por aquello, notando la ira en el rostro de Mitsumasa Kido, pero asegurándole que todo estaría bien, le procuró una falsa sonrisa, y convenció al anciano de acompañarlo fuera de las arenas, mientras Aioros se preguntaba sobre el cómo Saori había llegado hasta allí.

-¡Te dije que rebasaría tu cosmos, Milo! ¡Y me han recompensado con la Armadura Dorada de Leo! -habló Aioria, sintiendo cómo su corazón latía con la intensidad del rugido de un León- Jamás había sentido tanto poder en mi vida. Siento que podría retar a Heracles a una competencia de fuerzas y salir victorioso.

-¡No escuchaste nada! ¿Verdad? -se quejó Milo mientras lanzaba lejos de si y de Saori las pesadas columnas que casi le cuestan la vida a la niña- ¡Tu hermano te entregó la Armadura de Leo a falta de un mejor candidato! ¡Casi matas a una inocente! -gritó Milo mientras apuntaba a Saori, quien estaba más confundida que nada- ¡Aprende a usar tu cosmos, gato torpe! ¡Por desplantes como estos es que hace 7 años eligieron a Galarian como el Caballero de Leo en lugar de a ti! ¡Y es solo por el accidente que tuvo que su Armadura Dorada está disponible ahora! –insultó Milo, quien no se parecía en nada al valeroso y tranquilo Caballero Dorado que había cautivado a Saori.

-¡Dice el que se convirtió en Caballero de Escorpio solo porque Orfeo no estaba en el Santuario durante la elección de un portador! –pegó frentes con él Aioria, enfureciendo a Milo, quien no tenía memorias muy gratas de su competencia por la Armadura de Escorpio- ¡Solo estas celoso porque soy más caballero que lo que tú jamás serás! -refutó Aioria, y los 2 Caballeros Dorados se vieron cara a cara, con un sentimiento de odio y sus cosmos elevándose al infinito. Los presentes en el coliseo entonces huyeron despavoridos. Tras el incidente con el ataque de Aioria, ellos sabían que arriesgarse a presenciar una batalla entre 2 Caballeros Dorados significaba poner sus vidas en peligro.

-¿Qué es un Escudero? -preguntó entonces Saori, quien ya había escuchado aquella palabra varias veces sin comprender su significado, y ambos Caballeros Dorados se percataron de que la pequeña seguía mirándolos fijamente con sus ojos color zafiro- El Patriarca dijo que ahora que eres un Caballero Dorado, puedes tener un Escudero -comentó Saori.

-Un Escudero es un sirviente de los Caballeros Dorados -comenzó Milo, y Aioria se sorprendió al escuchar que Milo le explicaba todo esto a la niña-. Los Escuderos son fieles a sus amos. Pulen sus armaduras, compran sus víveres, mantienen limpias las Casas del Zodiaco, y velan por el bienestar de sus amos… -y Saori asintió varias veces-. Un Escudero no es un esclavo, sino que es la mano derecha de los Caballeros Dorados. El Patriarca se encarga de recompensarlos con pagos recurrentes tanto para cubrir las necesidades de los Caballeros Dorados, como las del Escudero. Un Escudero leal puede incluso ganar el derecho a servir al Patriarca, y vivir rodeado de lujos por el resto de sus días, o incluso obtener una posición favorable en el Santuario -Saori sonrió comprendiéndolo, y con su mente dibujando a Mii como si ella fuera su Escudera. Milo entonces notó el cómo Aioria lo miraba, y se preocupó-. ¡No me digas que no lo sabias, gato tonto! –se fastidió Milo.

-¡Acabo de volverme un Caballero Dorado! ¡No es como si me hubieran explicado todo! -se quejó Aioria, por lo que Milo suspiró incomodado ante la ignorancia del nuevo Caballero Dorado- ¿Tú tienes Escuderos? -terminó por preguntar Aioria curioso.

-Puedo cuidar de mi casa y de mí mismo sin la necesidad de tener un Escudero -agregó Milo de forma arrogante-. Los Escuderos son para los Caballeros Dorados que no pueden mantener sus casas ordenadas y aseadas, o para los que desean vivir rodeados de lujos. No me hacen falta Escuderos, simplemente atiendo a mis propias necesidades –se enorgulleció Milo, cuando Saori sintió algo en él, sin saber exactamente qué, pero comprendiendo el sentimiento.

-¿Te sientes solo? -preguntó la niña, y Milo, quien hasta ese momento se había concentrado en su discusión con Aioria, fue sorprendido por las palabras de Saori- Hablas como si no te importara, pero la verdad es que te sientes solo, ¿verdad? -volvió a preguntar, recordando entonces ella su propia vida encerrada en una mansión, con tutores personales, y con solo su abuelo, Mii y Arctos como conocidos. La razón de que Saori fuera tan hiperactiva en el Santuario, era gracias a que rara vez se le permitía salir y conocer el mundo.

-¿Qué sabe una niña como tú? Desde que llegaste no has hecho más que fastidiarme -agregó Milo con violencia, finalmente ignorando la paz que le traía la niña, y enfrentándola. Más su agresión solo duró unos instantes-. No tiene importancia. Realmente no necesito de un Escudero -agregó con orgullo, pero Saori pensó en aquello como una oportunidad.

-¡Yo seré tu Escudera! -se ofreció Saori, Aioria lanzó una carcajada que enfureció a Milo, quien lo miró de forma fulminante- Yo también, aunque haya personas que me cuidan a mi alrededor, me siento muy sola en mi casa. Si 2 personas están solas, lo más probable es que estando juntas dejen de estarlo -agregó con ternura, y Milo la observó detenidamente-. No sé si podré hacer un buen trabajo, pero haré mi mejor esfuerzo –le sonrió ella con dulzura.

-Hablas como si fuera a dejarte ser mí Escudera -la niña tan solo lo miró con entusiasmo, y Milo sintió una intimidante presencia. Era como si la niña de apenas 6 años poseyera un cosmos, y este lo envolviera con su calidez, lo que no le permitía pensar claramente-. Lo discutiremos frente al Patriarca -agregó Milo, y la niña asintió con alegría. Aioria por su parte, se mostró sorprendido por las palabras de Milo.

-¿Enserio? ¿Dejarás que esta niña sea tu Escudera? -Milo ignoró a su compañero y rival, y caminó en dirección al Templo del Patriarca- Escorpión tonto. Mira que ignorarme es una afrenta que me molesta mucho –refunfuñó Aioria, aunque divertido de ver a Saori buscando la mano de Milo para caminar a su lado, aunque el de Escorpio la ignoraba.

-Dije que lo discutiría frente al Patriarca, no que sería mi Escudera -agregó Milo-. De cualquier forma, ahora que has obtenido tu Armadura Dorada, es tiempo de que los 10 Caballeros Dorados elegidos nos reunamos en el Santuario y prestemos nuestros respetos ante Athena, la Diosa de la Sabiduría y la Guerra –agregó él orgulloso, y cuando Saori notó que Milo no le daría la mano, la tomó a la fuerza, fastidiando al de Escorpio.

-Eso dices, pero, se robaron la Armadura de Aries, y según entiendo, Shura fue enviado a recuperarla, dudo que seamos 10 en la reunión frente a Athena, que por cierto… -comenzó Aioria pensativo, mientras Milo intentaba quitarle su mano a Saori, quien no se dejaba y hasta se le colgaba del brazo, columpiándose divertida-. Hemos entrenado en el Santuario por 7 años e incluso ahora no la hemos conocido -mencionó Aioria mientras seguía a Milo en dirección a la Casa de Virgo, y notaba con una sonrisa en su rostro el cómo Saori había logrado que Milo se rindiera de intentar quitarle su mano, aunque al mismo tiempo un sentimiento de celos rodeó su pecho-. No es que desconfíe de mi hermano, pero me gustaría conocer a la diosa a la que protejo -sentenció.

-Saga me enseñó que no necesitamos verla para saber que está presente –le respondió Milo, orgulloso de las enseñanzas de su maestro-. Su cosmos está con nosotros, eso debiera ser suficiente hasta para que tú lo comprendieras, gato torpe. Ahora, deja de fastidiar y continuemos con el trayecto a los aposentos del Patriarca –se molestó él.

-Nunca entenderé cómo logras irritarme tanto -contestó Aioria mientras seguía a su odioso compañero, y se mantenía curioso de la niña que ya le ofrecía su mano a Aioria, quien por alguna razón decidió dársela, lo que alegró a Saori, y fastidió a Milo. Algo en Saori no era normal, Aioria podía sentirlo. Su corazón de León ahora latía tan rápido como el de un gato.

El recorrido por la Senda de Leo, y en dirección a la Casa de Virgo, prosiguió en silencio, ya que Milo era de pocas palabras, y Saori estaba demasiado impresionada del par de Caballeros Dorados que la tomaban de la mano como para decir cualquier cosa. Aunque de pronto, el rostro de Saori se llenó de alegría.

-¿Qué ocurre? -preguntó Milo. Apenas e iban llegando a la Casa de Virgo, donde los suelos estaban cubiertos por pastos verdes, y alrededor de las escalinatas y rodeado de acantilados, eran visibles pequeños templos en honor a Buda, quien a pesar de no ser una figura Griega, era venerado por los discípulos del Caballero de Virgo actual- ¿Saori? -preguntó nuevamente Milo, y Aioria se sorprendió una vez más por el interés de Milo en la niña.

-La vista es muy bonita -explicó Saori. Una mirada de ternura y nostalgia le llenaba el rostro-. ¿Cómo se ve desde la Casa de Escorpio? -preguntó la niña, aunque Milo se rehusó a contestarle, y continuó con su camino, lo que deprimió un poco a Saori, quien dejó de apretarle tanto la mano, sintiéndose triste. La ceja de Milo tembló en ese momento, le fastidiaba ver a Saori triste.

-No tengo tiempo de contemplar el paisaje -fue su única respuesta, que esperó que satisficiera a Saori, quien se animó un poco, mientras el grupo seguía con su camino por las 12 Casas, y entraba dentro de la Casa de Virgo, misma casa que ya se encontraba vacía.

El camino siguió sin muchas complicaciones. La única queja la recibieron de Saori, quien ya se tropezaba con sus propios pies al salir de la Casa de Libra. El cansancio era evidente en ella, sin mencionar que el cambio en la altura ya le pesaba.

-Se esfuerza mucho… creo que va enserio con lo de ser tu Escudera -habló Aioria, aunque Milo desvió la mirada-. Milo, eres despreciable… Caballero Dorado o no, el forzar a una niña a semejante esfuerzo, es inhumano –se quejó Aioria.

-Silencio Aioria, tus consejos me vienen importando muy poco –le respondió Milo. Aioria se mordió los labios furiosamente e intentó buscar pelea con Milo, cuando el de Escorpio, con una mueca de derrota, se agacho de repente-. Saori, sube a mi espalda -continuó el dorado, permitiendo que la niña se trepara sobre su espalda alegremente-. ¿Por qué insistes en ser mi Escudera? ¿Acaso tu padre o tu madre son de tan escasos recursos? –agregó curioso.

-No tengo padre o madre, soy huérfana -explicó Saori, por lo que ambos caballeros la miraron fijamente-. Solo tengo a mi abuelo, Mistumasa Kido. Los demás son… conocidos, maestros, y guardaespaldas, que no sé si me quieren realmente –pensó Saori en Mii, y en la reprimenda que recibió de ella recientemente-. También está el Patriarca, que es muy bueno conmigo.

-Un momento. ¿Guardaespaldas? -preguntó Aioria, y el trio entró dentro de la Casa de Escorpio, más no pudieron prestar atención a sus alrededores, aunque al parecer, Milo lo prefería de esa manera- ¿Qué hace una niña como tú con guardaespaldas? Además. ¿Cómo es que has conocido a mi hermano? -pero Saori ya cabeceaba. A pesar de ser temprano, se había agotado por tanto caminar, y no pudo evitar acurrucarse sobre la espalda de Milo y quedarse dormida- No lo entiendo. ¿Qué hace una huérfana en el Santuario? ¿Cómo conoce a mi hermano? –miró Aioria a Milo buscando respuestas.

-Probablemente perdió a sus padres en alguna batalla por poseer las Armaduras Doradas. Pasa muy seguido en el Santuario -explicó Milo, un dolor muy profundo se hizo presente en su mirada, mientras recordaba a un par de cuerpos calcinados. Aioria sintió el dolor de Milo, y bajó la cabeza entristecido-. Si es así, seguramente tú hermano le brindó protección a ella y a su abuelo… o al menos eso es lo que se me ocurre… no lo sabremos hasta llegar al Santuario. Pero te confesaré, Aioria, que desde que conocí a esta niña, algo en ella me hace hervir el cosmos. No creo que sea una niña ordinaria –comentó Milo.

-También lo he sentido. ¿Cómo puede una niña tan joven poseer un cosmos tan grande? Aioros esconde algo, estoy seguro de ello -más ambos decidieron ignorar la situación, y continuaron su caminar hasta llegar a los aposentos de Aioros.

Templo del Patriarca.

6 Caballeros Dorados esperaban frente a las puertas del Templo del Patriarca, donde Aioros se mantenía a la espera de la llegada de los Caballeros de Leo y de Escorpio. Los Caballeros Dorados mantenían el silencio, no así lo hacía Aioros, quien charlaba en esos momentos con una Yoshiko con los ojos ahogados en lágrimas, y quien estaba sumamente preocupada por Saori.

-Tranquila Miko, te he dicho que Saori está bien, ya la he visto, todo se revelará en breve –la tranquilizaba Aioros, intentando ser lo más silencioso que le fuera posible-. El señor Mitsumasa está enterado también y ya ha llamado a su mayordomo Arctos, no tienes nada de qué preocuparte –le insistía Aioros, cuando de las ultimas escaleras, sobresalieron Aioria y Milo, el segundo con Saori dormida a sus espaldas. Yoshiko se estremeció alegremente por lo que veía, pero Aioros la detuvo inmediatamente-. ¿Ya vez? Todo está bien, ahora cálmate que nadie puede saber la identidad de esa niña –le pidió Aioros, Yoshiko miró a Saori con tristeza, luego a Aioros, asintió, y se mantuvo al lado de su marido en silencio, aunque conmovida de que Saori estuviera bien. Ante las reacciones de la asistente del Patriarca, los Caballeros Dorados curiosos se viraron a ver a Milo llegar, uno de los cuales se burló inmediatamente.

-Mira lo que ha traído el Escorpión –comenzó uno de los Caballeros Dorados, de piel bronceada y cabellera azul-. Milo se ha denigrado a la labor de niñero. Qué patético -se burló el Caballero Dorado, Milo lo miró con desprecio, pero en lugar de enfrentarlo, se quitó la capa y la colocó sobre el suelo. Una vez hecho esto, colocó a Saori sobre esta, y fue sorprendido por Aioria quien también colocó su capa sobre ella para que se mantuviera caliente. Después de todo, ya comenzaba a hacer frio pues el sol se ocultaba.

-No lo molestes, Mephisto de Cáncer, seguro hay una razón para que Milo haya traído a alguien al Templo del Patriarca –comenzó Aioros, divertido, pero entonces dio inicio a las formalidades-. Como todos saben, la Armadura de Aries fue robada del Santuario, y el Caballero de Capricornio, Shura, fue enviado a recuperarla. Aún no tenemos noticias, pero con los presentes deberá bastar para la presente Asamblea Dorada –prosiguió Aioros, y miró a los Caballeros Dorados con orgullo-. Aldebarán de Tauro, Saga de Géminis, Mephisto de Cáncer, Aioria de Leo, Shaka de Virgo, Milo de Escorpio, Camus de Acuario, y Afrodita de Piscis. Ustedes son los Caballeros Dorados de Athena, y a pesar de que no han tenido el placer de conocer a nuestra diosa, su cosmos ilumina este recinto y nos alimenta con este -Aioros comenzó, más en su mirada era evidente que algo lo inquietaba-. La reunión de los Caballeros Dorados llegó probablemente en el mejor de los momentos. El Santuario está bajo ataque -y los Caballeros Dorados se sorprendieron al escuchar estas palabras-. Recientemente, sentí un cosmos arrollador atacarme mientras dormía. Aún desconozco la identidad de quienes nos atacan, pero su cosmos es inmenso, casi divino. Hay que reunir a los caballeros restantes para enfrentar este desafío -los Caballeros Dorados se miraron los unos a los otros con curiosidad, preguntándose sobre esta supuesta amenaza-. Quienes nos atacan poseen el poder de los dioses. Se necesitará de más que solo los Caballeros Dorados para enfrentar a estos oponentes. Es por esto que he solicitado los servicios de la Familia Kido, y de la Fundación Graude, para reclutar a nuevos caballeros por todo el mundo –explicó Aioros.

-¿Kido? ¿Cómo en Saori… Kido…? -comenzó Milo, y miró a la niña que dormía entre su capa y la de Aioria. El Caballero de Leo tan solo miró al de Escorpio confundido- Es el apellido de la niña. Es normal que no sepas lo que significa un apellido ya que en el Santuario no los usamos… pero el nombre de esta niña es Saori Kido. La niña que está bajo la protección del Patriarca… entonces, ella es… -continuó Milo, pero de pronto escuchó los pasos de Aioros, que se aproximó a él y a la niña que seguía durmiendo pacíficamente.

-Es la nieta de mi querido amigo, Mitsumasa Kido -agregó Aioros-. Ustedes 2 nunca cambiarán. Siempre están distraídos -continuó Aioros-. Mistubasa Kido es el dueño de una fundación que administra orfanatos por todo el mundo, y un fanático de nuestra cultura –les explicó Aioros, aunque Milo no comprendía el por qué le explicaban estas cosas-. Fue amigo de Shion antes de ser amigo mío. El aprecio por Mitsumasa Kido fue tal, que le permitimos entrada libre en el Santuario… -continuó él, y Milo asintió, aún confundido de las razones de la explicación-. Hace tiempo, Shion hizo un trato con Mitsumasa Kido, trato que yo continúo honrando. Los secretos del Santuario le serían revelados, con la condición de que él auxiliara en el reclutamiento de caballeros. En estos momentos, mi amigo debe estar terminando los preparativos para mandar a 100 jóvenes a diversos lugares de entrenamiento con el objetivo de convertirse en aspirantes a caballeros. Probablemente alguno de ellos terminará por convertirse en un Caballero Dorado –les comentó esta vez a todos Aioros.

-Tonterías. ¿Estás sugiriendo que le entreguemos Armaduras Doradas a extranjeros del Santuario? -se quejó un hermoso caballero con una rosa en su mano, y de cabellera azul pálida- Admito que no todos en el Santuario somos Griegos. Por mi parte fui nacido en Suecia. Pero todos fuimos criados en Grecia. Solo los Griegos pueden comprender la importancia del cosmos y de nuestros dioses –se quejó él.

-No discriminamos, Afrodita -continuó Aioros-. Además, tú sabes lo difícil que ha sido conseguir a los Caballeros Dorados. Mitsumasa Kido promete agilizar ese proceso, y yo confío en que, a pesar de su grave estado de salud, producto de una enfermedad terminal que pronto reclamará su vida… -miró Aioros a Milo, quien se viró a ver a Saori con tristeza-. Él cumplirá con su promesa -y Aioros se volvió para mirar a Yoshiko, quien comprendió el accionar de Aioros, y le sonrió-. En todo caso, no nos conciernen estas preocupaciones. El Santuario es nuestra prioridad. De ahora en adelante, los Caballeros Dorados solo podrán salir del Santuario por instrucción mía. Debemos proteger a Athena –más entonces, un derrumbe se escuchó proveniente de la ciudad, específicamente del Anillo Medio, y Saori se despertó asustada, y sin perder el tiempo, corrió en dirección a Aioria y Milo, y tomó la mano de cada uno de ellos por el miedo-. Algo ocurre en el Santuario… pero antes de prestar nuestra atención a lo que ocurre, Aioria, Milo, ambos han traído a una niña sin relevancia a con el Santuario a mis aposentos -comenzó Aioros divertido, aunque preocupando a Aioria y a Milo.

-Mi señor. Le pido una disculpa, pero la razón por la que he traído a esta niña era en su momento solicitarla como mi Escudera -Aioros sonrió, y Milo comenzó a tener un mal presentimiento al respecto-. Aunque eso era antes de… -pero Aioros colocó su mano frente a Milo para hacerlo callar.

-Concedido. Puedes conservarla como tu Escudera –se agachó un poco Aioros, mirando a Saori directamente-. Considera mi promesa cumplida… -susurró mientras le guiñaba el ojo a Saori, Milo tan solo trastabilló intentando acomodar sus ideas y encontrar la forma de escabullirse, cuando Aioros continuó-. Parte del trato con Mitsumasa Kido, fue que Saori Kido no presenciara sus últimas horas… la niña ya no tiene a nadie, puede ser tu Escudera –tras aquello, y tras observar la tristeza en el rostro de Saori, Milo recordó a sus padres, y el sentimiento de soledad que lo embargó al perderlos, por lo que asintió, aceptando la responsabilidad-. Más aún deben cumplir con un castigo por traerla a esta reunión privada. Ambos deberán enfrentar a nuestro enemigo cuyo cosmos es inmenso –apuntó Aioros a la ciudad.

-¿Pelear contra alguien junto a este gato tonto? -insultó Milo, y Aioria se enfureció ante semejante comentario y tiró de la Armadura Dorada de Escorpio, forzando a que el de Escorpio lo viera directamente a los ojos.

-¿Quieres repetir eso para poder romperte el rostro a puñetazos? -se quejó Aioria, y entonces notó cómo los demás Caballeros Dorados los miraban curiosos- Eres una pérdida de mi tiempo. Puedo derrotar al invasor yo mismo -Aioria empujó violentamente a Milo lejos de él, derribándolo inclusive, y entonces corrió a gran velocidad en dirección a la ciudad. Milo entonces se incorporó furioso, y se preparó para seguir a Aioria a la ciudad, cuando recordó a Saori.

-Veré que tu Escudera sea entregada a tu casa –comenzó Yoshiko, quien ya había llegado junto a Saori, tomándole de la mano-. Buena suerte, Milo -el Caballero Dorado de Escorpio entonces saltó por las escalinatas a gran velocidad, y trató de alcanzar al Caballero de Leo que ya iba a medio camino en dirección a la Casa de Escorpio.

-Los demás, regresen a sus posiciones –prosiguió Aioros con sus órdenes-. Si el enemigo vence a los Caballeros de Leo y Escorpio, tendremos que enfrentar esta invasión en las 12 Casas -los demás Caballeros Dorados regresaron a sus casas, y Aioros caminó en dirección a Saori y a Yoshiko-. Saori -comenzó Aioros divertido, y entonces colocó su dedo frente a sus labios y sopló gentilmente-. Guarda el secreto de tu vida antes de ser Escudera de Milo. Los Caballeros Dorados no deben saber quién eres en realidad -la niña colocó su dedo frente a su labio, y sopló gentilmente como prometiendo que guardaría el secreto-. Buena niña. Ahora, vayamos al Templo de Escorpio –le ofreció su mano Aioros, y Saori se dejó liderar por tanto el Patriarca como por su esposa.

El Anillo Medio.

-Puedo sentir una presencia. Alguien más está aquí además de mí -Aioria mencionó al aterrizar en los desolados mercados del Anillo Medio, mientras observaba a sus alrededores la destrucción del invasor-. Esconderte no sirve de nada, muéstrate -ordenó tranquilamente. Y al no recibir respuesta, se abalanzó hasta los escombros de una de las columnas, y empujó los escombros a un lado, y de debajo de ellos levantó a un ciudadano harapiento-. Toda la ciudad ha sido evacuada, se ha convertido en un campo de batalla, si te metes en el camino, morirás -le explicó a la joven de cabellos verdes que había levantado de los escombros, sorprendiéndose de verla-. Eres solo un chico -agregó Aioria.

-¿Has venido a matar al gigante? -preguntó la niña asustada- Sé que ha estado haciendo cosas malvadas, pero está sufriendo -continuó ella-. Yo… yo lo detendré, pero por favor… no lastimes a mi padre –comentó mientras extraía un Cincel de Bronce de su harapienta túnica, y golpeaba con este unos escombros.

-¿Tu padre? -preguntó Aioria, prestando atención entonces a los escombros, que comenzaron a unirse formando una estatua un poco más alta que Aioria, misma que impactó a Aioria con fuerza, lanzándolo por los mercados, y llamando la atención de la estatua gigante de un soldado Griego, un Coloso, que en esos momentos destruía los mercados, y que junto a la estatua más pequeña atacó a Aioria violentamente, quien saltó evitando ser golpeado por el Coloso, solo para verse rodeado de más estatuas que se levantaban a su alrededor, mientras veía a la niña con el Cincel de Bronce golpear más y más escombros, y construir más y más estatuas.

-¡Aguja Escarlata! -se escuchó el resonar de la voz del Caballero Dorado de Escorpio, quien perforó las rodillas y los hombros del Coloso, que perdió sus extremidades y se despedazó sobre el suelo, aplastando a varias de las estatuas más pequeñas, y forzando a la niña a llorar de miedo, y a Aioria a atacar a Milo con su cosmos. Más Milo pudo ver la esfera dorada que se avecinaba sobre él y saltó para esquivarla- ¿Pero qué Hades te pasa? -preguntó Milo.

-¡Detente Milo! ¡No puedo explicarlo, pero esa estatua es el padre de este chico! –le comento Aioria, por lo que Milo se viró buscando al chico, quien ya había llegado ante el Coloso destruido, y con su cincel al golpearlo varias veces, reparó a la estatua, que se incorporó nuevamente, inmensa, y aterradora- El alma del padre de este niño está atrapada dentro de esa estatua –la estatua volvió a intentar aplastarlos, pero ambos resultaron ser demasiado rápidos para esta-. Pero, a este paso, aunque la estatua no represente un peligro para nosotros… destruirá al Anillo Medio si no hacemos algo… -se preocupó Aioria.

-Esa en su mano, es la Armadura de Bronce de Caelum –le explicó Milo, y Aioria prestó atención, notando el Cincel de Bronce que Lithos utilizaba para construir más y más estatuas, que se lanzaron a proteger al Coloso, forzando a Aioria y a Milo a patear, golpear, y destrozarlas en general-. El Cincel de Bronce pertenece a una subcategoría de las Armaduras de Bronce, armaduras con propiedades especiales, no necesariamente de combate. Puede tener dos formas, su forma Sellada Compacta, y su forma Sellada de Investidura. Mientras la Armadura de Caelum se encuentre en su forma Sellada Compacta, transformará el cosmos del portador en lo que sea que su mente pueda imaginar mientras tenga la materia prima suficiente –le comentó Milo, mientras Lithos clavaba su Cincel de Bronce al suelo, levantando a un poderoso dragón de piedra, mismo que rugió ante Milo con fuerza-. Mientras más destrucción y escombros, Caelum tendrá más materia prima para utilizar, y sus constructos serán más difíciles de vencer. Deja de pensar en herir sus sentimientos, y terminemos con ese Coloso. ¡Aguja Escarlata! –apuntó su aguja Milo al supuesto padre de la portadora de Caelum, pero encontró a Aioria interponiéndose y recibiendo la fuerza de sus agujas que, a pesar de no poder atravesar su armadura, dañaron el cuerpo debajo gracias a la fuerza de su cosmos, y envenenaron el cuerpo de Aioria- ¡Tonto! ¿Qué hiciste? -se quejó Milo, mientras Aioria acrecentaba su cosmos.

-¡Plasma Relámpago! -Aioria atacó a Milo, quien se cubrió, pero terminó por ser lanzado por las calles del Anillo Medio- Milo, mi hermano Aioros me enseñó más que a solo atacar salvajemente a mis oponentes. Me enseñó a respetar la vida humana –intentó explicarle, aunque antes de poder terminar, se vio obligado a atrapar las fauces del dragón de roca que intentaba morderlo, y después tuvo que evadir el puñetazo del Coloso, mientras Lithos preparaba su Cincel para construir más soldados de roca pequeños que comenzaron a atacarlos a ambos-. No me importa lo que tenga que hacer. ¡Voy a salvar al padre de este chico! -gritó Aioria, y el cosmos del León Dorado apareció detrás de él- Yo lo protegeré -habló Aioria con calma, impactó al Coloso y lo obligó a retroceder, luego llegó ante Lithos y le arrebató el Cincel de Bronce, la abrazó de forma protectora, y miró al Coloso fijamente-. ¡Oye! –gritó Aioria, ganándose la atención del Coloso, el dragón de roca se alzó detrás de Aioria, y el Caballero de Leo en respuesta, abrazó a Lithos aún más fuerte, pretendiendo usar su cuerpo de escudo para protegerla.

-¡Aguijón Carmesí! –escuchó Aioria, su cuerpo se iluminó por una luz escarlata, y logró ver sorprendido el tremendo poder de una ráfaga escarlata de gran tamaño, que destrozó al dragón de roca, fulminándolo, mientras Aioria protegía a Lithos de los guijarros que les caían encima por la destrucción del inmenso dragón- Anda… y dile a esa cosa lo que quieres decirle… -apuntó Milo con seriedad, logrando hacer a Aioria sonreír, y mirar al Coloso fijamente.

-¡Señor padre de este niño! ¡No tienes que continuar con esta destrucción! –comenzó Aioria, y el Coloso, tras haber presenciado el cómo los Caballeros Dorados protegían a su hija, dejó de moverse, y dirigió su mirada a Aioria- Te prometo que yo lo protegeré –terminó Aioria, la estatua pareció comprender las palabras de Aioria, lágrimas se formaron alrededor de sus ojos, y entonces, comenzó a despedazarse, cayendo al suelo, y por unos instantes, Aioria pensó haber visto entre la nube de escombros, al alma del padre de la niña al morir agradecerle.

-Mi padre y el Patriarca Aioros, eran grandes amigos -la niña comenzó, con lágrimas en sus ojos, y Aioria le dirigió una mirada de empatía-. Mi padre le prometió a Aioros 100 estatuas. Aioros trató de convencerlo de que construir 100 estatuas sería arriesgar su vida… pero al final mi padre era un terco y terminó 99 de las 100 estatuas, dejando la última a la mitad… -Milo se acercó entonces, observando a Aioria, quien aún abrazaba a la niña, mostrándose además curioso de la historia-. Mi padre enfermó, estaba avergonzado por no poder terminar las 100 estatuas… él quería, con todas sus fuerzas, terminar la última de las 100 estatuas. Me envió a los mercados por un cincel… -miró Lithos al Cincel de Bronce en manos de Aioria, y sus ojos se ahogaron en lágrimas-. Papá… él se esforzó… me prometió que siempre estaría conmigo, que siempre cuidaría de mí… este trabajo… era la solución a nuestros problemas financieros… cuando murió, su alma debió haberse anclado a este mundo, y a la última de las estatuas, la estatua incompleta… pero ahora… ya no me queda nadie -las lágrimas de la niña continuaron cayendo de sus ojos, y Aioria, comenzó a frotarle la cabeza, preocupado.

-¿Quién dijo que no te queda nadie? -interrumpió Aioria- Le prometí a tu padre que cuidaría de ti, y pienso cumplir esa promesa… -le sonrió Aioria, mientras la niña lo miraba fijamente, el de Leo entonces desvió la mirada a Milo, y tuvo una idea-. Sé que no me conoces, pero… necesito un Escudero… -y la niña lloró, no de tristeza, pero de alegría, y abrazó a Aioria con fuerza-. Milo -comenzó Aioria nuevamente, y el Caballero de Escorpio le regresó la mirada-. ¿Me he comportado como un Caballero Dorado? -preguntó. Y Milo lo dudó por un segundo, después de todo, Aioria lo había atacado, pero entonces soltó aire, y asintió.

-Igual a tu hermano -terminó por concluir Milo, con una sonrisa genuina dibujada en su rostro, igual que la que en ese momento se dibujó en el rostro de Aioria al escuchar aquellas palabras de su rival, y muy probablemente, su amigo.

Las 12 Casas. Casa de Escorpio.

Tras el enfrentamiento con el Coloso, ambos Caballeros Dorados regresaron a sus respectivas Casas del Zodiaco. Ambos estaban heridos, pero no dijeron palabra alguna hasta que ambos llegaron a sus respectivas casas. En la Casa de Escorpio, y tras bajar a los pisos inferiores, donde los Caballeros Dorados tenían sus aposentos, Milo se quitó la armadura al hacer estallar su cosmos, y la Armadura del Escorpión Celestial entró dentro de su Caja de Pandora, dejando el cuerpo de Milo casi desnudo ya que debajo de la armadura solo llevaba unos pantalones de color verde oscuro.

De su hombro caía sangre de donde fue atacado por Aioria, y Milo sabía que el veneno de al menos 5 de sus agujas probablemente tenía a Aioria en cama y víctima de una tremenda fiebre, mareos, y vómitos.

Milo probablemente también tenía el hombro dislocado, pero igual que sabía que Aioria combatiría el veneno del Escorpión Celestial, Milo combatió el dolor de que su hombro hubiera sido lastimado por el relámpago del León Dorado, y jaló con fuerza su brazo izquierdo hasta enderezar su hombro, y soltar un alarido de dolor tras regresarlo a su posición original.

-¡Me lleva Hades! ¡Ese maldito gato! ¡Espero que se esté retorciendo del dolor por el veneno de mis Agujas Escarlata! ¡Maldito seas, Aioria! -gritó Milo con fuerza, y comenzó a frotarse el brazo adolorido, y a buscar alrededor de su casa unas vendas- Aún estoy sangrando -mencionó mientras veía la sangre caerle de la herida, y entonces hundió un par de dedos en su pecho, golpeando su centro sanguíneo, y deteniendo la hemorragia-. ¡Gack! Me olvidé de cuanto dolía golpear el centro sanguíneo -se quejó, y entonces escuchó el caer de una bandeja de plata sobre el suelo, y Milo por fin se dio cuenta de que Saori estaba en su casa, y que incluso había preparado la cena hasta ver a Milo malherido y soltar la bandeja de la sorpresa- ¿Saori? –agregó Milo con incredulidad.

-¡Ah! ¡Tiré la cena! -se dio cuenta la niña, que de inmediato intentó correr a buscar algo con qué limpiar, aunque apenas y sabía dónde buscar, además de que no era para nada diestra en atender a nadie, su dichosa cena después de todo, no era más que una rebanada de pan con un jamón y un queso- ¡Espere aquí! ¡Traeré vendas! –pidió Saori preocupada.

-¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó Milo. Pero entonces sintió el dolor de sus dañadas articulaciones, y se arrodillo sobre el suelo de su casa mientras se sostenía el hombro, lo que aterró a Saori aún más, quien estaba por soltarse en llanto.

-¡Señor Milo! -gritó Saori asustada, y corrió junto al Caballero Dorado de Escorpio- ¿Le duele mucho, señor Milo? -preguntó Saori, mientras Milo seguía frotándose el hombro- Tranquilo, yo… voy a ayudarlo a sentirse mejor… aunque desearía saber cómo -continuó Saori, pero entonces suspiró, se tranquilizó, e intentó sonreír y mantener la calma. La sonrisa inocente, aunque un tanto forzada, de Saori, era una intriga para Milo, pero lo era más el cálido sentimiento de un cosmos que al parecer la niña no sabía que tenía, y que rodeaba a Milo en todo momento.

-Eres rara -agregó Milo fríamente, y Saori bajó la mirada y soltó un curioso suspiro de desprecio cuando escuchó eso último-. Tú ganas… te permitiré ser mi Escudera –el comentario tomó algunos instantes en ser procesado por la mente de Saori, pero cuando lo hizo, se incorporó con sorpresa y alegría-. Por Athena, no puedo creer que tenga una Escudera de tan solo 6 años, esto es increíble, por no decir ridículo –se susurró Milo, quien entonces miró a Saori, quien estaba confundida y no sabía qué hacer-. Aunque normalmente, un Escudero recibe entrenamiento para serlo, así que prepárate, porque voy a darte un entrenamiento tan exigente, que te la pensarás dos veces antes de volver a ofrecerte de Escudera de un total desconocido –expresó Milo en descontento, y Saori se intimidó por aquello-. Los artículos de limpieza están al fondo, tercera habitación, el botiquín está en el baño, ve por una tarja a la cocina y busca agua en el poso del fondo, en la habitación de al lado del pozo, hay un agujero para una hoguera, calienta agua hasta que hierva y tráeme unas agujas, eres muy joven, pero me verás cocerme la herida, ya que tú deberás aprender a cocerlas, y lava mi capa, me gusta llevarla limpia –le arrojó su capa Milo a Saori, quien se mostró preocupada por todas las instrucciones, y comenzó a pensar si había sido una buena idea después de todo-. Si no te gusta, allí está la puerta –continuó Milo de forma arrogante, Saori trastabilló, se preocupó, pero entonces infló sus mejillas, y se tragó el coraje, mirando a Milo desafiante.

-¡Me esforzaré mucho, señor Milo! –gritó Saori, sorprendiendo a Milo, quien se dio la vuelta con incredulidad, después de todo, solo había dado todas esas órdenes para que Saori se rindiera y se fuera- Va a ver… va a ver… -comenzó Saori con algo de temor, pero decidiéndose enteramente-. Va a ver cómo voy a ser muy buena Escudera. Va a desear haberme tratado con respeto –ante el comentario, Milo se fastidió, un aura sombría comenzaba a rodearlo, aura que no pasó desapercibida por Saori, cuyos ojos se humedecieron un poco, pero tras ver aquello, Milo se mordió los labios, molesto.

-Has lo que puedas y que esté a tu alcance… -se fastidió Milo, ligeramente apenado por haber torturado mentalmente a una pequeña de 6 años-. ¡Me voy a dormir! ¡Si me despiertas te despido! –se quejó Milo, sintiéndose furioso por alguna razón, encerrándose en su cuarto, y dejando a Saori afuera, y con la capa ensangrentada de Milo que, al notarla, espantó a Saori.

-So-so-solo, debo recordar el cómo hacía las cosas Mii para mi… -continuó ella, temblando de miedo-. Diosa Athena, deme fuerzas… -lloró Saori, aunque de pronto, el miedo se esfumó de su ser-. Espera… recuerdo como Mii lavaba mi ropa. ¡Puedo hacerlo! –agregó con determinación, y comenzó con el largo proceso de volverse digna de ser la Escudera de Milo, quien la espiaba desde su habitación, hacía una mueca de descontento, y volvía a encerrarse en su cuarto.

El Anillo Superior. Posada los 12 Santos.

-Deja de llorar, Mii… ya ni siquiera te quedan lágrimas –dentro de una habitación de hotel, Mii, la criada de Saori, abrazaba su almohada sintiéndose sumamente triste y preocupada porque no sabía dónde estaba Saori, mientras Arctos, el mayordomo de Mitumasa Kido, hablaba por teléfono con alguien-. Señor Aioros, ¿está seguro de que era ella? –preguntó Arctos, mientras Mii volvía a romperse en llanto, preocupando a Arctos, quien no entendía el como a Mii le quedaban lágrimas.

-Déjame ver… pequeña, de cabello lila, quisquillosa, llorona y queriendo que alguien la lleve de caballito cada 5 minutos. ¿Será ella? –comentó Aioros divertido, por lo que Arctos suspiró aliviado- Sé que vas a comenzar otra vez con esas tonterías de que no cumplo mis promesas y todo eso, pero puedes confiar en mí, Arctos, pese al cambio de planes, considero que el convertirse en Escudera es una prueba de humildad para Saori que le ayudará bastante en el futuro –le comentó Aioros tranquilamente.

-Mientras los intereses de Mitsumasa Kido se vean atendidos, yo aceptaré cualquier cosa que mi señor ordene –aceptó Arctos, pero del otro lado de la línea, se hizo el silencio-. ¿Qué ha sido del amo Mitsumasa Kido? ¿Cuáles son sus instrucciones? –preguntó Arctos.

-Ya no tienes que preocuparte por Mitsumasa Kido, Arctos –comentó Aioros, lo que preocupó al mayordomo, quien miró a Mii, la pequeña aún sorbía por la nariz preocupada por Saori, pero no le estaba poniendo atención a Arctos-. Eso sonó más drástico de lo que quería que sonara –comentó entonces Aioros, llamando su atención-. Arctos, sé que no es secreto para ti, así como no es secreto para mí, que puedes ver el flujo del cosmos –comentó Aioros, Arctos tan solo mantuvo su silencio-. Tu poder es muy grande, no creas que no lo he notado, pero no es tan grande como para poder desentrañar el conocimiento de las estrellas. En las estrellas he visto la muerte de Mitsumasa Kido, y la he compartido con él. Dentro de un año, casi exactamente, su vida se habrá apagado. Pensando en evitarle esta tragedia a Saori, es que Mitsumasa Kido accedió a permitir a Saori vivir en el Santuario. Espero que no sea un inconveniente para ti –le comentó Aioros.

-Saori siempre perteneció al Santuario, Patriarca Aioros –miró Arctos nuevamente a Mii, quien comenzó a prestar atención nuevamente tras escuchar el nombre de Saori-. Mitsumasa Kido, solo la aceptó temporalmente para darle una vida más tranquila. Siempre supimos que habríamos de regresarla al Santuario donde nació –aclaró el mayordomo.

-Pero tu servidumbre a con Athena, no tiene por qué acabar aquí, Arctos –le comentó Aioros, y el mayordomo pensó sobre sus palabras, mientras miraba su reloj dorado, que sin importar cuanto elevara su cosmos alrededor del mismo, no le dejaba ver más el telar del tiempo-. No sé quién eres, no sé qué quieres, ni por qué contactaste al Santuario en nombre de Mitsumasa Kido hace 7 años. Pero hay una cosa que sí me queda clara, Arctos… no eres un ser maligno. Y tanto tú como esa niña, Alicia, poseen el dominio en el cosmos. Si te interesa Athena realmente… no te deslindes de ella… protege a Athena junto a nosotros, es todo lo que deseaba decir, la decisión al final es tuya –terminó Aioros, y colgó el teléfono, dejando a Arctos pensativo al respecto.

-¿Volveremos… a ver a la señorita…? –preguntó entonces Mii, sorbiendo con fuerza y mientras abrazaba su almohada- No vamos a dejarla sola, ¿verdad? –volvió a preguntar, mientras Arctos continuaba mirando su reloj, sonreía, y lanzaba el mismo al bote de basura- ¡Ese es caro! –se estremeció Mii preocupada.

-En el Santuario, solo hay un reloj que me interesa –comentó, quitándose su saco de mayordomo, y lanzándolo a la basura de igual manera, antes de dirigirse a la ventana de su habitación, y mirar a las 12 Casas del Zodiaco, y al Reloj de Cronos, que se alzaba inmenso, y poderoso-. El tiempo dirá… si he hecho la elección correcta. La divergencia, por fin está completa –terminó Arctos, con la mirada puesta, en el futuro incierto.