Por todos los Dioses Olímpicos, si me detengo a analizar la barbaridad de capítulo que acabo de escribir… esto ya no se parece mucho a Guerras Doradas Original. Quiero decir, la base sigue estando allí, pero se siente más profundo y problemático, más enredado, como si siempre hubiera sabido a dónde quería llevar esta historia… lo que tiene sentido, Guerras Doradas Original es la historia en la cual me estoy basando, pero a estas alturas no me queda más que confesar que: "no tenía ni idea de a donde quería llegar con Guerras Doradas Original y solo escribí lo primero que se me ocurría, en el momento en que se me ocurría", lo cual es preocupante. En este caso, como sí tengo un objetivo, que es pues… el mismo de Guerras Doradas original, siento que puedo manejar de una mejor manera el "lore" de Guerras Doradas, y no hay quien me pare, con todo el añadido a Guerras Doradas original, esto se ha vuelto una historia muy diferente, vamos a donde mismo todavía, pero no me esperaba que este "remake", se sintiera así de… bueno… completo. ¿Soy el único que se siente así? Nota mental, planear bien las historias, y no volver a hacer un "remake". ¿Sí se dan cuenta que esto es un AU de un Fanfic? Cuando lo pienso así, estoy escribiendo un fanfic de un fanfic, fanficception… ok, mejor le paro, a contestar reviews, que ya son tres. ¿Qué les costaba? Que la desvelada valga la pena, jajaja.

reyna lisset: No te culpo, tengo como una semana que no me llegan notificaciones de nada, y que me marca un error en la página que me dice que mi servidor de correo rebota los correos de FF, lo que no tiene sentido, ya hice todo lo que me dice la página para que eso no pase, así que, básicamente las notificaciones de FF no existen, eso es malo. Sí, adelanté la diferenciación entre Athena y Atenea, creí que era necesario desde un inicio. Sobre la batalla de Cáncer, pues sí tendrás que esperar un poco más, pero te puedo asegurar que esta batalla es de las más importantes para este remake. Uno de mis arrepentimientos de Guerras Doradas Original fue precisamente deshacerme de Dohko de la forma en que lo hice, y no darle el papel que debía tener, así que lo siento por Shiryu, pero el Viejo Maestro en esta versión tiene derecho de antigüedad. Sobre el Sello de los Espectros, sí lo están vigilando, solo esperemos que quien vigila no se quede dormido. Los cambios en el Teosu Sema también es algo nuevo, de hecho, en la versión original de Guerras Doradas (antes de que me soltará con ediciones de la versión original), ni siquiera mencionaba al Teosu Sema, solo que lo edité mientras iba escribiendo esa saga y nadie se dio cuenta jajaja, además de que no tenía tantos lectores en ese entonces, por lo que editar pasaba desapercibido. Sobre el "precio a pagar por Aioros", eso no existe en esta versión, así que despreocúpate, las cosas serán un poco diferentes esta vez. Y bueno, no sé si te llegó correo de notificación, yo sigo sin recibir cualquier correo de FF.

Roachin Hua San: Umm… yo pienso que Death Mask va a seguir siendo jueputa, pero también puede ser ambas cosas, ya veremos qué pasa. En todo caso, me temo que las dudas sobre Máscara Mortal tendrán que seguir esperando un poco más, pero confían en mí, al final todo valdrá la pena. Sobre Milo, hay una diferencia entre saber algo y no prestarle algo, y creer saber algo y negarlo. En el caso de Milo, es estar en negación, pero más de eso en este capítulo, no te daré spoilers.

Josh88: Me da gusto que las peleas te estén gustando más en esta versión, y pues te tengo una sorpresa al respecto. La primera vez que escribí Guerras Doradas, tenía ciertas reglas, por ejemplo: Longitud de los capítulos y número de capítulos, durante la primera Guerras Doradas, la longitud de capítulos era de 12 páginas de Word en tipo de letra Verdana y tamaño 9, no me pregunten por qué. Y el número de capítulos estaba limitado a 10. Bueno, en el transcurso de Guerras Doradas original, la primera regla se rompió conforme avanzaba el tiempo, para mantener la segunda regla, lo que significa que, por ejemplo, en la Saga de Zeus, tuve un capítulo de 55 páginas, porque no me iba a alcanzar el límite de capítulos por Saga para poner todo lo que quería poner. En fin, esta explicación es porque, en Guerras Doradas original, por forzarme a mí mismo a cumplir con estas reglas, cometí faltas que en mi opinión son imperdonables, principalmente en las batallas de Aioria vs Ceo, y Milo vs Hyperión. Para quienes leyeron la historia original, sabrán a lo que me refiero, para los que no, lo que pasó es que, al verme falto de capítulos suficientes para poder plasmar todo lo que quería plasmar, terminé uniendo a Aioria y a Milo en una misma batalla en equipo contra Ceo e Hyperión, ¿agradable con el lore y personalidad de los personajes? Sí. ¿Justo para los personajes? No. ¿Justo para los lectores? Obvio no. ¿Me dejó satisfecho esta batalla? Estoy escribiendo un "remake", de mi mejor historia, porque la historia no me dejó satisfecho a mí, no solo por esta pelea, sino por muchas otras razones, así que, dejémoslo en No. Así que… disfruta de las peleas que no escribí por mis estúpidas imposiciones de ser lo más: "ordenado" posible. Por cierto, no sé si ustedes leen las respuestas a los reviews de los demás, pero lo de Dohko ya lo contesté arriba, y se me está extendiendo mucho esta respuesta, así que, sorpresa. Oh, júralo que Mnemosyne no está enamorada en absoluto, créelo o no, es uno de mis principales arrepentimientos, sé que a la gente le gustó, pero para mí fue algo, pues no sé… forzado. Sí, prefiero a Máscara Mortal siendo un cabrón. Te reto a leer esta saga 3 veces cuando la termine, a ver si te quedan ojos, jajaja. Que lo disfrutes.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de los Titanes.

Capítulo 9: La Llegada del Rey.


Grecia. Atenas. El Templo del Patriarca. Julio de 1983.

-¿Quién es ese Caballero Dorado que ha llegado a la Casa de Libra? –la Flama de Libra brillaba intensamente, como hacían también las Armaduras Doradas de los 12 quienes se habían reunido por primera vez desde la Guerra de Troya en los límites del Santuario, trayendo consigo un palpitar, que resonaba al unísono con el corazón de Saori, cuyo cosmos dorado se había intensificado con la llegada del extraño favorecido por la Armadura de Libra- Siento… que lo he conocido anteriormente. Me da una sensación muy similar a la del Caballero de Capricornio –aseguró Saori, cerrando sus manos contra su pecho a manera de plegaria.

-¿Un Caballero Dorado en Libra? –preguntó Yoshiko, movió su mano remangándose la túnica esmeralda, y dejando ver que debajo de esta vestía una Armadura de Bronce del mismo color, lo que fue una sorpresa para Saori, mientras Yoshiko reunía su cosmos alrededor de su mano derecha, apuntada en dirección a la Casa de Libra, y sobre esta apareció una flama dorada. Yoshiko notó entonces la mirada de Saori, y sonrió para ella- Aioros suele decir que un Patriarca debe estar siempre un paso por delante de las circunstancias. Cuando se dio cuenta de que tenía un cosmos, me entrenó un poco para utilizarlo y poder usar una de las Armaduras de Soporte, en este caso Circinus, también llamada el Compas –le mostró Yoshiko, y Saori admiró que, a donde Yoshiko moviera el Compas sobre el guantelete de la Armadura de Circinus, este le daba información importante-. Si apunto a la Casa de Libra, el Compas encuentra a las Constelaciones de Dragón, Eridanus, Lagarto y Triangulo –le mostró cada una de las constelaciones que lograba encontrar Yoshiko, y sobre el guantelete se dibujaban las mismas, con sus estrellas, y sus conexiones entre estas, desplegando también el emblema de la bestia guardiana en el caso de tenerla, impresionando a Saori-. Pero con el Compas puedo ver otras cosas. Todo lo que haya sido escaneado alguna vez por el Compas tendrá una forma comprensible, puede ser una constelación, un emblema de alguna bestia guardiana, o una divinidad, todo depende de la administración que lleve un portador de la Armadura de Circinus. En mi caso, por vez primera puedo escanear a los Titanes, ya que estos jamás han estado en presencia de un Caballero de Circinus. Lo que el Compas no entiende, te lo muestra como una flama del color de su cosmos –le mostró Yoshiko, sobre el guantelete aparecía una flama morada-. Esta flama representa a un Titán, en este caso, Themis, por lo que puedo ver su Souma en el Teosu Sema, y cambiar con mi cosmos el conocimiento del Compas para darle forma a esta flama –terminó de explicar Yoshiko, reemplazando con su cosmos la flama por el Flamberge –he repetido este proceso con cada Titán al que he logrado identificar, a veces con sentir en mi cosmos lo que ocurre en el Laberinto de Cronos y cotejándolo con los registros sobre los Titanes que Aioros me permitió ver en la Biblioteca del Santuario. Además, todos los Caballeros de Athena fueron registrados por mí cuando se les entregaron sus armaduras… pero el que el Compas reaccione con una Flama Dorada si lo apunto a Libra, me es incomprensible. Lo que me dice el Compas es que efectivamente existe un Caballero Dorado en la Séptima Casa en estos momentos. Pero no lo tengo registrado, no puedo decirte con certeza que se trata del Caballero de Libra, en realidad, creo que jamás se ha escaneado al Caballero de Libra, puedo encontrar a cualquiera de los otros Caballeros Dorados salvo a Cáncer, quien desapareció al llevarse a Mnemosyne al Inframundo. A donde apunte, mientras el Caballero Dorado esté aún con vida, podré ver su emblema, pero lo que pasa en Libra… no puedo asegurarte la identidad de esta flama dorada –explicó ella.

-Es el Caballero de Libra, estoy segura… -le explicó Saori-. No solo porque puedo verlo con mi cosmos, sino porque lo he visto antes… Dohko de Libra, el Caballero de Libra de la Guerra Santa de 1743. La Athena a la que sirvió, se llamaba Sasha –le comentó Saori, conmovida-. Lo que no entiendo, es cómo es que está vivo, y de apariencia tan joven. Ni siquiera el Patriarca Shion se veía tan joven cuando me visitó en el Olimpo con su cosmos, y él era un Muviano –le comentó Saori, recordando la muerte del anterior Patriarca.

-Si lo que dices es cierto, es por la gracia del Misopethamenos –le explicó Yoshiko, mirando a la flama dorada, y con su cosmos dibujando el mapa estelar sobre la misma, y las estrellas de la Constelación de Libra conectadas, lo que desbloqueó a su vez el símbolo de la Balanza de Libra-. Tiene sentido, el Caballero de Libra no se había registrado en el Compas porque Circinus es una de las Constelaciones Modernas registradas en 1756, 13 años después de la Guerra Santa contra Hades en la que Dohko participó por primera vez. Así que no había forma de que el Compas lo hubiera registrado hasta ahora –meditó Yoshiko al respecto, pero con preocupación-. Pero esto está muy mal… no ha habido un Caballero de Libra desde Dohko por dos razones muy importantes, la primera, es que Sasha pidió a Dohko vigilar desde 5 Picos el sello de los 108 Espectros, para estar listos en caso de que este sello se rompiera, y combatir así el renacer de Hades. La segunda razón, es la que es a mi parecer más importante que el que el Caballero de Libra haya roto su vigía… y es que los Dioses Olímpicos prohibieron desde la Guerra de Troya, que las 12 Armaduras Doradas estuvieran reunidas… ya que al reunirlas… el Brillo del Sol se hace presente con el palpitar de las Armaduras Doradas en la Tierra, y los dioses mueren… -le recordó Yoshiko, y Saori, recordó una vez más a la Athena de cabellera escarlata-. No solo el Caballero de Libra ha faltado a su misión de vigilancia… sino que… gracias a él… se ha cumplido el desafío de los mortales a los dioses… no se supone que las 12 Armaduras Doradas se reunieran, siempre uno debe faltar… esto… traerá consecuencias inimaginables… -terminó ella.

Casa de Libra.

-¿El Viejo Maestro? ¿Misopethamenos? ¿Me dormí en alguna lección? –preguntaba Okko incomodado, Shiryu al parecer estaba igualmente confundido por la persona que se posaba frente a las puertas del Templo de Libra, jovial, y con un cosmos inmenso.

-Te dormiste varias lecciones, pero en ninguna les mencioné a ninguno de los dos sobre el Misopethamenos, ni sobre la razón de ser del mismo –les comentó Dohko, haciendo tiempo, como si incluso el Viejo Maestro supiera que era necesario, y que desafiar a los Titanes no era tan sencillo como se pensaba por la muerte ya de una tercera parte de ellos-. Realmente no se supone que esté aquí. Hace 240 años, la encarnación de Athena conocida como Sasha, me entregó el Misopethamenos, una habilidad que consiste en disminuir los latidos del corazón a tal grado que lata sólo 100,000 veces al año, cuando el corazón de cualquier otro humano late esa misma cantidad en un solo día, lo que significa que mi cuerpo se mantuvo joven, como si solo hubieran pasado 240 días desde la Guerra Santa contra Hades de 1743… o al menos, ese era el plan, ya que tuve que liberarme del Misopethamenos hace 2 años cuando los envié a ustedes mis discípulos con Mu a viajar por el mundo. Fue en ese momento en que revertí mi cuerpo a la forma en que me ven en estos momentos, ya que me vi en la necesidad de enseñarle a Mu la Exclamación de Athena justamente para enfrentarlos a ustedes los Titanes –apuntó Dohko con orgullo-. Lo que también significa que llevo dos años entrenando mi cuerpo para esta confrontación, de Viejo Maestro solo me queda el mote y lo cascarrabias, ya que tengo oficialmente 20 años –terminó él.

-Ahora lo entiendo –agregó Shiryu impresionado-. Tengo que admitir que el verlo, Viejo Maestro, en la plenitud de su físico, es inquietante e inspirador… pero… -bajó la cabeza Shiryu, preocupado. Usted tenía un deber, Sasha no le entregaría el Misopethamenos simplemente para conservarle la vida –dedujo Shiryu.

-Eso es verdad, la razón por la que me dieron en Misopethamenos era para vigilar desde Cinco Picos el sello con el que se encerró a los 108 Espectros de Hades, y abandonar mi puesto me declara como un traidor a Athena –explicó Dohko, lo que deprimió tanto a Shiryu como a Okko, quienes comprendieron que, pese a todo, Dohko había cometido un crimen, y por este debía ser castigado-. Pero entenderán, discípulos tontos, que hay mayor lealtad en quebrantar las reglas por el bien mayor, que en seguirlas por mantener la justicia impecable. Decidí romper las reglas, cuando sentí el cosmos de los Titanes, y llegué a considerarlos una amenaza muy superior a Hades –comenzó a elevar su cosmos Dohko, inmenso, tanto que incluso Themis se mostró sorprendida por el mismo-. Pero tampoco vine sin dejar un reemplazo. En estos momentos, en Cinco Picos, Kiki, a quienes ustedes trajeron aquí, ya que Kiki no conocía esta ubicación, cuida de mi puesto por mí –sonrió Dohko, recordando al pequeño aburrido frente a la Cascada de Rozan en Cinco Picos, y que de seguro cabeceaba quedándose dormido-. Antes de que el primer Titán llegara, Kiki salió del Templo de Aries y usó su transición espacio temporal, única de los Muvianos, para traerme desde Cinco Picos hasta aquí en un instante, algo que Kiki no hubiera logrado hacer sin el entrenamiento de Mu durante esos dos años de viaje adicionales, y sin conocer el Santuario de Athena. Para cuando llegué la Barrera del Santuario ya estaba activa, así que tuve que subir a pie mientras Kiki tomaba mi puesto. Obviamente, lo que hice requiere de un castigo, soy un traidor a Athena por dejar mi puesto, pero no he faltado a mi responsabilidad. Una vez que termine mi participación en esta guerra, aceptaré mi castigo, que es el que se me retirará el título de Caballero Dorado de Libra… no podré ayudarles en la Guerra Contra Hades, pero para entonces, uno de ustedes se convertirá en el Caballero de Libra de esta generación… y con algo de suerte, comprenderá que romper las reglas por lo que creemos es lo correcto, vale la pena –terminó Dohko.

-Jo… yo no estoy tan de acuerdo con eso –extendió su Dunamis Themis, rodeando a toda la Casa de Libra, abriendo el acceso a su Dunamis Absoluto, transportando a Shiryu, a Okko y a Dohko, en dirección a su dimensión personal, llevándose además a Misty y a Noesis, quienes lo habían escuchado todo, pero estaban agotados por ser sobrepasados tan brutalmente por la Titánide, que se posaba orgullosa frente a una balanza morada con un par de platos-. Esta es mi Brabeus Talanton, la Balanza del Juez –agregó Themis orgullosa-. Esta es la balanza más justa del universo, y en ella, pesaré tus pecados, y veremos si realmente eres un Caballero de la Justicia. ¡Krísi ton Theón! –enunció Themis en heleno antiguo mientras alzaba su mano derecha, que significaba el Juicio de los Dioses. De pronto Dohko se quejó de dolor, el corazón dentro de su pecho comenzó a dolerle, y una proyección del mismo en colores dorados apareció de un lado de la Balanza del Juez- En el Brabeus Talanton, mediremos el peso de tus acciones, representadas por este corazón dorado, y del otro lado de la balanza, pondremos la justicia divina –prosiguió Themis, sobre el plato libre, se materializó una flama azul-. Esta es la flama de mi Dunamis, representa a mi domino, que es la Justicia. Si en verdad tus actos han sido justos, la balanza se mantendrá equilibrada, y tu corazón dentro de tu pecho, pero si no ha sido así, tu corazón escapará de su pecho dándote una muerte instantánea. Que comience el juicio entonces –bajó su mano Themis, ambas formaciones de cosmos cayeron pesadamente contra los platos de la Brabeus Talanton, forzando a Dohko a caer en sus rodillas y escupir algo de sangre al sentir su corazón convulsionarse. Shiryu y Okko estaban sin habla, Dohko no había iniciado combate alguno siquiera, pero ya había sangrado. Themis todo este tiempo, se había contenido en contra de ellos, y solo había actuado con severidad una vez que se presentó ante ella un Caballero Dorado que, según ella, debía ser juzgado por sus crímenes, pero la Brabeus Talanton, no pensó igual-. ¿Cómo? La Balanza de la Justicia… considera tus acciones justas… -se impresionó la Titánide, mientras el corazón en el pecho de Dohko, volvía a latir con normalidad-. Mi Brabeus Talanton… no puede tocarte… estás en un perfecto equilibrio de justicia –dedujo la Titánide.

-Esto… es vergonzoso… -se quejó Dohko, tomándose del pecho-. Vine hasta aquí, y rompí el Misopethamenos, para enfrentarme a los Titanes… pero en un solo movimiento ya me hizo sangrar sin que yo haya siquiera comenzado con las hostilidades –sonrió Dohko, y comenzó a limpiarse la sangre de los labios-. Con todo respeto, mi señorita Themis… sería una verdadera vergüenza que no sea más que palabras. Así que, me disculpo, pero entraré al combate con todo mi cosmos desde un inicio –enunció Dohko, comenzando a hacer movimientos con sus brazos, reuniendo una fuerza de cosmos esmeralda que resonó con el cosmos de Shiryu. ¡100 Dragones de Rozan! –lanzó su ataque Dohko, materializando a 100 Dragones esmeralda que volaron en dirección a Themis, quien se impresionó de la extensión del cosmos de Dohko, y blandió su Flamberge intentando impactar a los Dragones, que evadieron su espada, y comenzaron a impactarse en contra del Souma de Themis, mientras la Titánide resentía los golpes, y era lanzada a su Brabeus Talanton, donde quedó clavada momentáneamente-. Los 100 Dragones de Rozan, son la técnica más poderosa de los Caballeros de Libra decantados en dirección al Dragón, espero la hayas observado bien, Shiryu, podría llegar el día en que te sea útil –continuó Dohko, caminando con su cosmos incinerándose, y este rugió como un poderoso Tigre-. Pero, aunque los 100 Dragones de Rozan, son la técnica más poderosa del Dragón, hay una que lo sobrepasa, una que no puedes aprender tú, Shiryu, pero que algún día será de utilidad para ti, Okko, la técnica más poderosa de los Caballeros de Libra que se decantan por el Tigre. Además de ser una técnica, que imita a la perfección el relámpago de Zeus –enunció Dohko, el Tigre rugiendo a sus espaldas, y la Titánide viéndose sorprendida por los relámpagos que comenzaban a reunirse a su alrededor-. ¡La Estrella del Tigre Blanco! –se lanzó Dohko con el puño envuelto en relámpagos, y su cuerpo tragado por los mismos adoptando la forma de un Tigre con las fauces abiertas, mismas fauces que rodearon a Themis, se cerraron, y electrocutaron el cuerpo de la Titánide, cuyo Dunamis se estremeció con fuerza hasta romperse, y regresar a los Caballeros de Athena y a la Titánide al mundo terrenal, y a los interiores de la Casa de Libra, donde Themis se estremecía del dolor al su cuerpo ser un conducto para la electricidad en el cuerpo de la Titánide, mientras Dohko se quejaba también por el esfuerzo de su ataque.

-¡Viejo Maestro! –intentó Shiryu el ir en auxilio de Dohko, quien aún se estremecía por los relámpagos que lo rodeaban, por lo que Okko tuvo que tirar del cuerpo de Shiryu para evitar que los relámpagos llegaran a impactarlo.

-¡Espera Shiryu! ¿Lo has olvidado? El Tigre surca los ríos, su atributo es el agua –comenzó Okko a explicarle, mientras Dohko caía en su rodilla, soportando el dolor de los relámpagos que lo golpeaban-. Si el Caballero de Libra decantado al Tigre realiza una técnica que manipula los relámpagos, es obvio que recibe una gran carga en su propio cuerpo. Usar al Tigre es entonces… -intentó explicarle Okko, pero fue Dohko quien intervino.

-Una técnica suicida… sí… la verdad es que de esas sé muchas –si incorporó Dohko, más rápido incluso que Themis, quien se encontraba aturdida por los relámpagos-. La verdad es… que por más que haya elegido al Tigre por sobre el Dragón… el Tigre es imprudencia, y las técnicas de un Caballero de Libra que se decanta por el Tigre, son cuando menos suicidas en muchos sentidos, por eso elegí balancear las cosas, siguiendo también al Dragón –tanto Tigre como Dragón rugieron con fuerza en el cosmos de Dohko, y el Caballero de Libra materializó tanto a uno como al otro en su puño derecho y en su puño izquierdo-. Soy el único Caballero de Libra, con perfecto equilibrio en ambas fuerzas. ¡Dragón Ascendente! –se lanzó Dohko a la Titánide, impactando su mentón, y elevándola a los cielos, estando arriba preparó su otro puño, rodeado de agua y relámpagos blancos-. ¡Tigre Descendente! –se abalanzó Dohko contra la Titánide, regresando con ella a la Tierra, y lanzando una onda de choque que lanzó a Shiryu, Okko, Misty y Noesis por los alrededores de la Casa de Libra, mientras Dohko mantenía a Themis en el suelo, con su Souma cuarteándose por los relámpagos- ¡Lo lamento mi señora, pero le dije que utilizaría todas mis fuerzas desde un inicio! –alzó el puño Dohko con el Tigre de relámpagos, y se preparó para terminar con su afrenta a los dioses.

-¡Me ha quedado claro, Caballero de Libra! ¡Permíteme pagarte con la misma moneda! –hizo estallar su Dunamis Themis, lanzando a Dohko por el templo a una velocidad impresionante, y clavando al Viejo Maestro a las columnas de su templo, mientras la Titánide, furiosa, pero manteniendo su Dunamis puro, preparaba a su Flamberge, atacando con su espada divina- ¡Brabeus Blade! -gritó Themis, su Dunamis se esparció por la Casa de Libra, más fue bloqueado por el Escudo de Libra, que resistió el embiste, aunque se cuarteó por el poder impreso por la Titánide- ¿Cómo? Mi espada Flamberge pudo incluso con el escudo de la Armadura del Dragón –se fastidió la Titánide, presionando su espada, y cuarteando aún más el escudo.

-Los platos de la Armadura de Libra… son las escamas del Dragón… tienen una resistencia superior a la escama del Escudo del Dragón… aunque por lo que puedo apreciar… el Souma es en verdad impresionante como para poder cortar esta escama –se preocupó Dohko, tras Themis presionar nuevamente, la sangre del de Libra comenzó a caer del otro lado del escudo. Themis había logrado llegar hasta el brazo de Dohko, lo que lo arrodilló frente a la Titánide, quien continuó imprimiendo su peso hasta cortar el primero de los dos escudos de la Armadura de Libra, y penetrar más profundo en el brazo de Dohko, quien tuvo que patear a Themis para liberar su brazo y ganar distancias subiendo su guardia-. Todo parece indicar… que hasta este anciano puede masticar más de lo que puede tragar. No recuerdo haberme enfrentado antes a un rival tan poderoso… realmente… hice bien en venir a enfrentarte… pero tal vez subestimé mis posibilidades… Kiki va a estar muy molesto cuando se entere de que no podré regresar a mi puesto… -el cosmos de Dohko estalló, esmeralda e intenso, y este comenzó a rodear a toda la Casa de Libra, extendiéndose por el suelo, y haciendo temblar el mismo-. Shiryu, ¿recuerdas que te dije que había reglas que jamás debían romperse? Tal parece, que no soy tan bueno siguiendo mis propias enseñanzas –declaró Dohko, con el Dragón furioso y rugiendo a sus espaldas, mientras el Tigre de su constelación se hacía a un lado.

-¿Reglas que jamás deberían romperse? Maestro, no estará pensando en… -se impresionó Shiryu, descubriendo por la intensidad de cosmos que había alcanzado Dohko, la técnica a la que su maestro se refería-. ¿El Ultimo Dragón? Pero maestro… usted la prohibió… -se estremeció Shiryu por la sorpresa.

-Prohibí el que la usaras tú… yo ya he vivido 258 años… -declaró Dohko, encendiendo su cosmos con una intensidad superior a la de cualquier Caballero Dorado-. En esta era… no logré conocerte frente a frente, Saori… -comenzó Dohko, sabiendo de antemano la verdadera identidad de Athena, y que ella lo observaba todo desde el Templo del Patriarca, donde la pequeña niña, sorprendida, alimentaba incluso a Dohko con su cosmos-. Pero conocí a Sasha… y ambas son parte de una misma entidad… Atenea… por eso no tengo miedo de sacrificar mi vida en tu nombre, como no pude hacerlo en la anterior Guerra Santa… te pido que protejas al Caballero de Libra de esta generación… ya que mi generación… fue hace 240 años… ¡El Ultimo Dragón! –se lanzó Dohko en dirección a Themis, quien no fue capaz de evadir su velocidad, y terminó siendo apresada por Dohko por la espalda.

-El cosmos de este caballero… no puede ser… ha superado por mucho el cosmos de los Caballeros Dorados. Incluso con el cosmos de Athena respaldándolo, esto no sería posible sin su devoción y su deseo de la victoria. ¿Qué clase de humanos existen en este mundo? ¿Cómo pueden desafiar a los dioses a este nivel? -el Dragón rugió entonces con más intensidad que nunca, y estalló con fuerza, destrozando el techo de la Casa de Libra, y elevando a Themis por encima del Santuario, por encima del Laberinto de Cronos, y por encima del Teosu Sema- Por Cronos… esto es imposible -se sorprendió Themis, mientras el Ultimo Dragón elevaba a ambos hasta el espacio, aumentando la temperatura alrededor de ellos-. ¡Tonto! ¡Acabarás con la vida de ambos! -gritó Themis al ver la velocidad en que el Dragón Dorado escapaba del Santuario, y el cómo el cielo ya oscuro se cubría de constelaciones- ¿Sacrificarías tu vida por Athena? ¿Una diosa a la que jamás has visto en tu vida? –preguntó la Titánide.

-Conozco a Athena -fue la respuesta de Dohko-. La he conocido desde hace 240 años… luché a su lado, y aunque a esta encarnación no he logrado verla siquiera, todas las Athenas comparten la misma esencia, la misma voluntad. Sea por esta Athena, o por cualquier otra, yo daría mi vida sin importarme nada más… porque Athena es la diosa más importante de todas… -insistió Dohko, su cuerpo enrojeciéndose por la temperatura.

-¿Semejante devoción, por una Athena a la que jamás has visto antes? -la Armadura Dorada de Libra y el Souma de Themis entonces comenzaron a arder, y Dohko, poco a poco, comenzaba a perder el conocimiento- ¡Te convertirás en polvo de estrella! -insistió la Titánide, no con miedo, sino con admiración.

-¡Estoy consiente! ¡Vigilaré a Saori desde el cielo! ¡Es este el amor que los Caballeros de Athena sienten por su diosa por el sacrificio y el amor que ella ha reflejado a sus seguidores! ¡Athena siempre ha sido justa! ¡Siempre ha sido pura! ¡Para los Caballeros Dorados el alabar a Athena es incluso más importante que alabar al mismísimo Zeus! -aquellas palabras sorprendieron a Themis, que fue conmovida por la valentía del Caballero de Libra.

-Iapeto… -comenzó Themis mientras la Armadura de Libra comenzaba a despedazarse por la presión-. He tomado mi decisión amado mío… no somos dignos de arrebatarle esta Tierra a Athena o a los humanos… -intentó comunicar Themis a su esposo. Más estaban muy lejos de la Tierra ya, y la fuerza de su Dunamis no llegaba al de su amado-. ¡Dohko! ¡Caballero Dorado de Libra! ¡Como Diosa del Orden te declaro como el nuevo Guardián del Equilibrio! ¡El guerrero de Themis! ¡Caballero de la esperanza y la justicia! ¡Y en estos momentos te entrego mi Dunamis! -el cuerpo de Dohko entonces fue iluminado por el Dunamis de Themis, sus heridas fueron sanadas, pero la fuerza del Dunamis de Themis entrando en el cuerpo de Dohko, probó ser tan fuerte que el Viejo Maestro terminó por perder genuinamente el conocimiento, y relajar su agarre, momento en que Themis aprovechó para patear a Dohko de regreso a la Tierra, mientras el Ultimo Dragón continuaba elevándola-. Deseo creer en tu justicia… -continuó ella, su memoria regresando a un tiempo más pacífico, de juicios a los hombres, de lealtad, de confianza, de justicia, un tiempo donde Themis era quien mantenía el orden entre los hombres-. Deseo creer en la fuerza de los mortales… -lloró Themis, dándose cuenta de la verdad oculta, y de ser una diosa hermosa, que amaba a los humanos como a sus propios hijos-. Deseo… que vivas… y protejas a esta Tierra tan hermosa… ¡Vive Dohko! ¡Usa mi Brabeus Talaton como tu técnica más poderosa! ¡Valiente Caballero Dorado de Athena! ¡Iapeto! ¡Perdóname! ¡Aaaaah! –gritó Themis con fuerza, y su cuerpo estalló.

De regreso en la Tierra, el Teosu Sema perdió a Flamberge en su cacerola, y la Constelación de Libra la reemplazó. Dohko por su parte, se estrelló pesadamente de regreso a la Casa de Libra. De no ser por el sacrificio de Themis, el Viejo Maestro hubiera perdido la vida, eso era algo que Shiryu y Okko comprendían bien, casi tanto como sabían que muy probablemente Dohko no se pararía nuevamente si no recibía alguna clase de atención médica, por lo que ambos intentaron llegar ante su maestro, pero encontraron a Misty y a Noesis impidiéndoles acercarse.

-¡Caballeros de Plata! ¿Qué están haciendo? La vida del maestro peligra –se quejó Shiryu, pero tanto Misty como Noesis, pese a saber lo que Dohko había sacrificado, no podían permitir a Shiryu o a Okko auxiliar al inconsciente Caballero de Libra, por lo que no se apartaron, ni siquiera cuando el poderoso grito de la Tierra resonó con la fuerza de la bestia durmiendo en el interior del Teosu Sema.

-Olvídalo Shiryu… ante los ojos de los Caballeros de Plata, el Maestro Dohko es un traidor. Seguro actuarían de la misma manera si Mu y los otros intentaran subir por las 12 Casas y enfrentar a los Titanes –les recriminó Okko, y ambos Caballeros de Plata, se mordieron los labios con molestia por las acusaciones.

-¡Comprendemos perfectamente lo que significan los sacrificios de Mu, Aioria y Milo al utilizar la Exclamación de Athena, y las traiciones de Aldebarán, Shaka, Camus y Shura… -comenzó Misty con dolor en su corazón-. ¡Entendemos también el sacrificio de Dohko! ¡Pero entiendan ustedes, Caballeros de Bronce! ¡Sin una instrucción de Athena, todos son traidores! ¡Y no podemos hacer más que cumplir con nuestras ordenes, y asesinar a los traidores! –rodeó sus manos Misty con el cosmos plateado, Shiryu y Okko intentaron ir en auxilio de Dohko, pero Noesis se interpuso.

-¡Misty! ¡Eres mejor que esto! ¡Sabes que lo que haces está mal! ¡Por favor! –suplicó Shiryu, intentó avanzar, pero Noesis se interpuso en su camino nuevamente- Esto está mal. ¡Nuestros enemigos son los Titanes! –declaró Shiryu preocupado.

-¡Y los enfrentaremos a su debido tiempo, Caballero del Dragón! –respondió Noesis, lo que incomodó a Shiryu- Themis era la Titánide más cercana a Athena, y nosotros defenderemos nuestro puesto contra los Titanes. Pero sin una orden de Athena, nada podemos hacer –explicó Noesis, lágrimas en sus ojos por comprender lo injusto de su misión.

-Ya entiendo. De modo que no podemos hacer nada sin una orden, a riesgo de ser declarados traidores –comenzó Okko, elevando su cosmos, para sorpresa de los presentes-. Entonces… supongo que no me queda otra alternativa que seguir las enseñanzas de mi maestro hasta las últimas consecuencias. Lo tocas, Misty, y te destrozaré –rugió Okko con fuerza.

-¡Okko! ¡No seas imprudente! ¡Todos estamos del mismo lado! –le pidió Shiryu, pero Misty calmó su cosmos, lo que le dio algo de esperanza a Shiryu, solo que esta se borró, cuando Misty se posó al lado de Noesis, y encaró a los Caballeros de Bronce.

-Déjalo, Shiryu… está perfecto como ha dicho Okko –comenzó a elevar su cosmos Misty, de una forma agresiva que Shiryu no comprendía-. En el cumplimiento de mi deber como Caballero de Plata, y al no recibir una orden de superior alguno, no me queda más alternativa que enfrentarme a ustedes, Caballeros de Bronce, que han desafiado la autoridad tanto del Patriarca, como de Athena –les apuntó Misty, incomodando a Noesis, preocupando a Shiryu, y molestando a Okko-. Así que… hasta que un Titán vuelva a poner pie en Libra… es mi deber como Caballero de Plata, enfrentar a los traidores… y si eso significa el despertar del Caballero de Libra, que así sea… -comentó Misty, lo que Shiryu comprendió-. No voy a faltar a mis órdenes… Shiryu… no es el Caballero de Athena que soy… pero puedo cambiar la lista de prioridades, concentrando mi atención en ti y no en Dohko. ¡Defiéndete Dragón! –se lanzó Misty con el puño repleto de flamas plateadas, que Shiryu tuvo que evadir al su Armadura de Bronce estar totalmente destrozada.

-¡Imbéciles es lo que son! –se quejó Okko, corriendo en dirección a Misty, pero encontrando a Noesis atacando con sus triángulos de plata, lo que forzó a Okko a saltar para evadirlo- ¡No entendieron nada! ¡Tigre Descendente! –Okko atacó, y tanto el Tigre como el Triángulo se enfrascaron en un combate, mientras Misty iba tras Shiryu.

-¡No lo entiendo! –se quejó Shiryu, mientras el de Lagarto comenzaba la persecución, y Shiryu se defendía con sus brazos desnudos- ¡No lo entiendo! ¿Por qué? Rompimos las reglas por Athena –se quejó Shiryu.

-¡Y nosotros las cumplimos por Athena! –pateó Misty, clavando a Shiryu a una columna del Templo de Libra- ¡Aquí el problema radica, Shiryu, en que ustedes romperían las reglas por Athena! ¡Mientras nosotros las cumpliríamos por ella! ¡Así que hasta no tener una resolución de labios de la misma Athena! ¡Todos ustedes son traidores! ¡Defiéndete Shiryu! ¡Y por tu bien y el de Dohko! ¡No te atrevas a perder ante mí! –aceleró los puñetazos Misty, castigando a Shiryu.

Casa de Géminis. Dunamis Absoluto de Iapeto.

-¡Themis! -Iapeto de Xiphos, el Dios de la Dimensión, reaccionó iracundo, y Saga, el Caballero de Géminis, por fin despertó de su viaje por las dimensiones para observar el cómo Iapeto lloraba Icor tras perder a su amada- ¡Malditos! ¡Humanos endemoniados! ¡Acabaré con toda vida en su planeta! ¡Los mataré a todos! ¡Ninguno quedará con vida! -Saga y Iapeto se encontraban frente al planeta de Iapeto, habían atravesado varias dimensiones para llegar a este- ¡Me han arrebatado a mi amada! -prosiguió el adolorido Titán.

-¡Tremy! -gritó Saga al percatarse de que su discípulo flotaba sin vida por el vacío del espacio. Iapeto había logrado asesinarlo- Tremy… lamento que te hayas sentido desplazado por Milo… solo hubiera deseado, que lo comprendieras… nuestras vidas como Caballeros de Athena no importan, solo importa Athena –le cerró los ojos Saga a Tremy, despidiéndose de uno de sus discípulos-. Lloraré tu muerte a su debido tiempo… de momento, lo mejor que puedo hacer, es regresarte a casa. ¡La Otra Dimensión! –declaró Saga, rompiendo el dominio dimensional de Iapeto, quien furioso, se viró para ver a Saga con su Dunamis tornándose escarlata- Lamento también tu perdida… Iapeto… pero me temo que voy a tener que mandarte con tu esposa. ¡Explosión de Galaxias! –atacó Saga, sin darle tiempo a Iapeto siquiera de reponerse por perder a su esposa. El Dios de las Dimensiones por su parte, absorbió el ataque de Saga con su mano, y redirigió el mismo de regreso a Saga, quien no se esperaba aquello, y terminó abatido por su propio ataque y lanzado por el espacio.

-¡Me han arrebatado a mi esposa! ¡Tú perdida me es insignificante! ¡Los mataré a todos! ¡Los mataré! ¡Incluso si eso me convierte en un Demonio! ¡Saga! ¡Recibirás mi ira divina! –se lanzó Iapeto en dirección a Saga, quien se sostenía la cabeza por recibir su propio ataque, no logrando reaccionar a tiempo siquiera para detener el puño de Iapeto, que se clavó en su pecho- ¡Muere! ¡Esparciré tus restos por las dimensiones! ¡Hex Aster Xiphos! –conjuró Iapeto tras patear a Saga, lanzando 6 cortes al espacio, cortes de los cuales comenzaron a salir seis gigantes de pieles totalmente negras, vistiendo ropas extrañas que Saga jamás había visto, cuatro de estos gigantes oscuros tomaron a Saga de cada extremidad, estirándolas a sus anchas, los otros dos comenzaron a golpear el cuerpo de Saga repetidamente desde ambos su frente, y su espalda, aplastando a Saga cuando ambos puños chocaron con Saga en el medio, causándole al de Géminis un gran dolor, y repitiendo el proceso una y otra vez- Cuando los Titanes se unen, Saga… de ellos nacen planetas que nos veneran… este es el Melas Planetes, el planeta negro, y quienes te castigan en este momento son sus habitantes. Creaciones de Themis y mía… nuestros sirvientes, nuestros seguidores, y ellos descuartizarán tu cuerpo, y enviaré cada extremidad, tu cabeza, y tu torso, a distintos universos para que ni siquiera exista un cuerpo al cual llorarle, no es que vaya a haber alguien atrás para llorar tu muerte. ¡Mátenlo! –ordenaba Iapeto furioso, y los gigantes, aunque sus ojos brillaran rojos por la ira, obedecieron.

-Así que… estas son las criaturas que habitan el planeta creado por ti y por Themis… perdóname, Iapeto, pero no siento en ellas devoción alguna, solo odio. ¡Explosión de Galaxias! –incineró su cosmos Saga, que estalló, desintegrando a las criaturas- Incluso me parece piadoso el extinguirlas. Ese planeta a tus espaldas… no escucho reverencia en las oraciones de tu pueblo, solo muerte, odio, sufrimiento… -le apuntó Saga.

-¿De qué otra forma iba a ser? –se quejó Iapeto, furioso- Los humanos fueron el error más grande de los dioses. ¡Themis siempre los protegía, y ustedes la han asesinado! ¡Themis invertía incontables astros rigiendo su conducta social! ¡Creando reglas que por siempre conservarían la balanza del destino equilibrada! ¡Ella definió su sentido de la justicia, y ustedes me la han arrebatado! Los seres de este planeta, son gobernados con ira divina, como debimos siempre gobernar a los humanos, asegurando que su especie no se levantara en contra de los dioses. Si nosotros hubiéramos gobernado como debíamos, Themis seguiría con vida en este momento –lloró iracundo Iapeto, su Dunamis tornándose aún más violento.

-¿Se está escuchando a sí mismo? Durante todos estos combates, no sentí algo ni remotamente parecido al odio, al menos no ante los humanos –declaró Saga con sorpresa, y mientras elevaba su cosmos para repeler el Dunamis Daimonium de Iapeto, que comenzaba a meterse con la mente de Saga, reactivando la dualidad de su constelación, lo que comenzaba a forzarlo a perder el control, y a que uno de sus ojos se tornara rojo, igual que la mitad de su cabello-. No… este Dunamis… está convirtiéndome en un ser maligno… no… debo… resistir… -se quejó Saga, sufriendo algo que no había sentido en mucho tiempo, mientras Iapeto liberaba del interior de Saga a una fuerza de un poder increíblemente maligno.

Templo de Athena.

-¿¡Saga!? –exclamó Saori de improviso, sorprendiendo a Yoshiko, quien apuntó su Compás al Templo de Géminis, encontrando a una flama oscura apareciendo dentro del mismo- ¿Qué es esto que siento? Una entidad oscura está despertando del interior de Saga. Es inquietantemente maligna y poderosa… casi podría decir… demoniaca… -comentó Saori.

-La Estrella Maldita –comenzó Yoshiko, sorprendiendo a Saori, quien también había escuchado sobre las Estrellas Malditas existiendo tanto en Milo como en Kyoko-. Comienza a apoderarse de Saga… Aioros dijo que Saga había nacido bajo una estrella maldita, pero que había logrado sobrepasar la maldad de esta estrella. La razón por la que Saga estima tanto a Milo es precisamente que, al igual que él, Milo nació bajo la Estrella Maldita de Antares. Las Estrellas Malditas contaminan el alma de sus portadores de diversas formas, en el caso de Saga, con una doble personalidad que amenaza con destruirle el alma, una dualidad creada por Deméter –le explicó Yoshiko, lo que aterró a Saori.

-No… no puedo aceptar eso… -se apresuró Saori, elevando aún más su cosmos, lo que Yoshiko no recomendaba, e intentó detenerla-. Conozco los límites de mi cosmos, por favor, no me pidas que no lo utilice –suplicó Saori, incomodando a Yoshiko-. Desde que Dohko vistió su Armadura Dorada, lo he sentido… mi cosmos se sintió completo por primera vez… sé que puedo alcanzar a Saga y calmar su alma en conflicto, por favor, debes dejarme intentarlo… -le suplicó Saori, y Yoshiko, aunque preocupada, asintió-. Caballero de Géminis… Saga… no sé si puedes escucharme, pero por favor… resiste… no debes entregarte a la tiranía –suplicó Saori, su pequeño cuerpo temblando y causándole dolor, ya que, aunque el cosmos de Saori era inmenso, su cuerpo no podía resistirlo, lo que no era un secreto para Yoshiko.

Casa de Géminis. Dunamis Daimonium de Iapeto.

-¿Qué clase de bestia eres? –se sorprendió Iapeto al ver uno de los ojos de Saga coloreado rojo como la sangre, y la mitad de su cabellera siendo blanca, mientras ambas personalidades de Saga entraban en conflicto- No sé lo que pasa… pero probablemente deba aprovecharme de esta situación. ¡Yo mismo me encargaré de dividir a ambas caras con mi Xiphos Blade! –se lanzó Iapeto en dirección a Saga, quien, al verlo venir, extendió ambos brazos.

-¡La Otra Dimensión! –el ataque de Saga y la espada de Iapeto entrelazaron las dimensiones, y lanzaron tanto a uno como al otro dentro del dominio dimensional de Saga, forzándolos a ambos a ver diferentes dimensiones, diferentes versiones de Saga- ¿Qué es todo esto? –se quejó Saga mientras caía en picada por las dimensiones, que coloreaban su cuerpo en diferentes tonalidades mientras bajaba entre las mismas.

-Mi dominio dimensional se ha permeado con el tuyo. Viajamos a través de distintas versiones de ti mismo –le explicó Iapeto mientras él también caía, y miraba las representaciones de cosmos de varias de las vidas de Saga en otras dimensiones.

En una de las dimensiones, Saga era también un ser bondadoso, pero terminaba cayendo en el dominio del Dunamis Daimonium de Iapeto, y convirtiéndose él en un Demonio de igual manera, en esta realidad, el cosmos de Saori no logró salvarlo. En otra realidad Saga se libraba gracias al cosmos de Saori, y atacaba con su Satán Imperial a Iapeto, restaurando su divinidad, aquella visión sorprendió a Saga, pero tras esta llegaron muchas otras, en una de las cuales, se vio a sí mismo encerrado en una prisión que se inundaba, lo que fue una imagen muy perturbadora para Saga, quien conocía a alguien en esa situación. Las realidades iban y venían, en una, Saga ni siquiera era un Caballero Dorado, y más bien era un desalmado avaro inglés, que cobraba impuestos muy elevados a los desafortunados dentro de un mundo donde no existía el cosmos. En otra realidad, era el maestro de una escuela, maestro de Mu, Aioria y Milo, aparentemente con un trabajo de medio tiempo como mayordomo de igual manera. En otra realidad, él asesinó a Shion, tomó el puesto de Patriarca, y desencadenó la decadencia del Santuario.

-Tal parece que no eres tan noble como pensabas, Saga… en más de una realidad, eres el mismísimo demonio –declaró Iapeto, ya cansado de las vidas de otros universos de Saga-. En este universo, sin embargo, tu vida llegará a su fin por mi mano. ¡Khora Temnein! –lanzó una estocada Iapeto, destrozando la dimensión por la que viajaban, y regresando a aquella donde se encontraba su planeta- Lo he decidido… eres un ser de inmensa maldad, no te otorgaré mi perdón, te vaporizaré en este instante –preparó su espada Iapeto.

-No soy un ser de inmensa maldad… gracias a Athena… a Saori… es que he logrado comprender esto… -el cabello y la mirada de Saga regresaron a la normalidad, y el de Géminis preparó su puño-. ¡Y de igual forma, Iapeto! ¡Sé que tú tampoco lo eres! ¡Hay algo en tu interior que oculta tu verdadera naturaleza, y yo voy a sacarlo a flote! Recibe entonces, Iapeto. ¡El Satán Imperial! -Saga se abalanzó sobre Iapeto, y golpeó su frente e incluso la traspasó- ¡Recuerda los tiempos en que amabas a los humanos y eras un dios generoso! -y la mente de Iapeto, divagó en sus memorias.

-El Tiempo, la Dimensión, los Astros –escuchó Iapeto en su mente a la voz de Themis, su esposa, reviviendo una memoria que pensaba olvidada, y que gracias a Saga se había liberado-. Cronos, Iapeto, y Kreios moldearon el universo –la voz de su amada Themis resonaba con fuerza, el solo oírla apaciguaba su adolorido corazón-. Los Océanos, los Ríos, los Animales. Okeanos, Tethys, y Rea forjaron la vida -continuaba Themis en su visión, hermosa, gloriosa, de mirada dulce y sonrisa jovial-. Virtud, Luz, Brillo. Ceo, Hyperión, y Theia crearon el cosmos –la sola imagen de una Themis tan noble, y con la mirada repleta de esperanza, secaron las lágrimas de Sangre, y regresaron la calidez al corazón del Titán-. Intelecto, Memoria, Orden. Phoibe, Mnemosyne, y Themis forjamos la voluntad de los humanos -finalizó Themis, y volteó a mirar a Iapeto-. El universo es bello y completo. Ya nada falta. Solo quedan las ambiciones. ¿Qué tan lejos deseamos llevar a los humanos? –preguntó Themis divertida, y entonces Iapeto, despertó, estrellando su cráneo con fuerza en contra del suelo de la Casa de Géminis, donde el Titán quedó tendido.

-¿Qué ha sido… ese recuerdo…? –se preguntaba Iapeto, incrédulo de lo que acababa de ver- ¿Acaso ha sido una ilusión causada por el Satán Imperial? No… era tan real… no ha sido una ilusión, ¿qué ha sido eso que he visto? ¿Lo has visto tú? –se quejó Iapeto, incorporándose, y mirando a Saga fijamente.

-No ha sido una ilusión… pero tampoco tengo forma de saber lo que has visto –le comentó Saga, sin saber cómo reaccionar-. El Satán Imperial es una técnica muy poderosa, y de usos muy diversos… puede convertirse en una herramienta que destruya la mente y la reprograme, obligando a quien lo recibe a asesinar a su ser más querido como fue el caso con Mnemosyne quien usó el Satán Imperial a su conveniencia… o puede usarse para buscar en la mente de quien lo recibe, obligándolo a revivir memorias que se pensaban perdidas –le comentó Saga, y Iapeto cerró sus manos en puños, confundido de lo que acababa de ver-. Yo enuncié un deseo al impactarte con el Satán Imperial, el de que regresaras a un tiempo en que amabas a los humanos. Si es que este tiempo existe, esa es la memoria que debías recordar, pero no tengo control sobre lo que viste –alzó su defensa Saga, y esperó.

-No estoy seguro de lo que vi… Saga… -le respondió Iapeto, volviendo a incinerar su Dunamis, este no era más un Dunamis Daimonium, era noble y hermoso-. Si lo que vi fuera cierto… entonces eso significaría que los humanos, no son las aberraciones imperfectas que pensábamos… lo cual… tiene demasiado sentido, ya que, aunque los concebíamos imperfectos… no los odiábamos… -se mordió los labios Iapeto, demasiado confundido-. Mnemosyne… ella… hizo algo… no sé qué fue, ni por qué fue, pero hay una cosa de la que sí estoy seguro… y esa es… que los Dioses Olímpicos deben dejar de existir… ya no sé qué está bien y que está mal… Saga… pero me anclaré a esta determinación, si significa que los Olímpicos serán derrocados… han asesinado a mi amada, pero aun así, después de esto… no puedo odiarlos… voy a pedírtelo una única vez entonces… déjame pasar… déjame llevar la Guerra a los Olímpicos… y pese a que asesinaron a la mujer que amo… les perdonaré a los Caballeros de Athena la vida… -pidió Iapeto, Saga lo pensó, pero se mordió los labios, e incineró su cosmos-. ¡Necio! ¡Los Dioses Olímpicos no son lo que ustedes piensan! –insistió Iapeto.

-Si intentas convencerme, Iapeto, de que debo actuar en contra del Ciclo Infinito de los Dioses… no lo conseguirás… -declaró Saga, lo que sorprendió a Iapeto-. Conozco lo que significa el Ciclo Infinito, el que Zeus se volverá un Tirano, y que Athena deberá matarlo, sellando su destino como la siguiente en convertirse en una Tirana… lo sé… porque como prospecto de Patriarca, se me entrenó para conocer estas cosas… pero ni Zeus se volverá un Tirano… ni Athena tendrá que matarlo… el Ciclo Infinito… no existe… -finalizó Saga con orgullo.

-No lo comprendes… Saga… Zeus… siempre ha sido un Tirano… eso no es algo que Athena pueda cambiar. ¡Así que seguiré luchando hasta que Zeus, Poseidón, y Hades, sean aniquilados por la fuerza de mi Dunamis! ¡Khora Temnein! -gritó Iapeto su ataque, que despedazó el espacio a la mitad y se dirigió peligrosamente a Saga.

-¡No mientras yo continúe con vida cuidando de Athena! ¡Iapeto! ¡La Otra Dimensión! –el choque de ambas técnicas, entrelazó sus dimensiones, y el estallido fue tan descomunal, que no solo la Armadura de Géminis se fragmentó en varias secciones, sino que el Souma de Iapeto se desquebrajó de igual manera. Ambos combatientes se estrellaron de cabeza contra el suelo tras sus ataques haberse extinguido, la sangre se dejaba ver en sus cuerpos por múltiples heridas, pero ambos, al parecer, continuaron con vida.

-Esto… es inútil… -se estremeció Iapeto, intentando ponerse de pie, mientras su Souma se caía a pedazos de su cuerpo, Saga por su parte, con una Armadura Dorada más completa, hacía un esfuerzo por ponerse de pie también, pero se encontraba más débil que Iapeto en esos momentos-. Podríamos enfrentarnos eternamente, para ver cuál de los dos es en verdad el que está en lo correcto… pero eso no cambia el hecho, de que Themis, ya no está conmigo… -se desplomó Iapeto nuevamente contra el suelo, y Saga, se viró para verlo con su rostro cubierto de su propia sangre-. Sin Themis… he perdido toda voluntad de seguir adelante… y no solo eso… encuentro tu voluntad… superior a la mía… sin duda alguna… los humanos… son sorprendentes… -comenzó a brillar con su Dunamis Iapeto, y este estalló dirigiéndose al cielo, como había pasado con el resto de Titanes, por lo que Saga, incorporándose y sujetándose el brazo derecho con el izquierdo, ya que el mismo parecía haberse dislocado, supo que Iapeto había quedado vencido, pero no se esperó el inmenso dolor de sentir el Dunamis de Iapeto entrar en su cuerpo en picada, por lo que Saga volvió a caer de rostro contra el suelo-. Si en verdad piensas… Saga… que no hay forma de que Zeus se convierta en un Tirano… entonces… protege a esta tierra con mi Espada de las Dimensiones… úsala… para proteger a los humanos… sea quien sea… el que se levante en su contra… sea mortal… semidiós… o el mismísimo Rey de los Dioses… tú continúa siendo… un leal Caballero de Athena… -terminó Iapeto, y su cuerpo terminó transformándose en polvo de estrellas, uniéndose a su amada en el frio abrazo de la muerte.

Saga entonces comenzó a incorporarse. Se encontraba gravemente herido. Pero se negó a quedarse en el suelo, e ignorando los temblores que derribaban las 12 Casas, producto del ser encerrado en el Laberinto de Cronos, y que lloró con fuerza tras ver el Xiphos ser reemplazado por la Constelación de Géminis, Saga continuó con su camino en dirección a la Casa de Cáncer, dispuesto a seguir protegiendo a Athena con su vida mientras observaba como la flama de la Casa de Libra comenzaba a extinguirse, pero sus heridas resultaron ser más graves de las que incluso él pensaba, comenzó a caer por el dolor de las mismas, pero fue atrapado por otro Caballero Dorado.

-Lamento la tardanza, Caballero de Géminis, pero el dominio dimensional que tú y el Titán levantaron al enfrentaste, no permitía el paso por la Tercera Casa –habló Mu, a quien Saga miró de reojo, desconociéndolo, pero sabiendo que fue él quien había incitado a su discípulo a utilizar la Exclamación de Athena, por lo que se lo quitó de encima-. Considero que no es el momento de verme como un traidor. Pero en vista de que ese parece ser el caso, tenemos dos opciones… o me enfrentas con las heridas que tienes en tu cuerpo, perdiendo más el tiempo, o me dejas curar de tus heridas, vamos juntos a salvar a Athena, y después, me juzgas todo lo que quieras –se quejó Mu.

-Incitaste a mi discípulo a la traición, ¿cómo crees que me hace sentir eso? –se quejó Saga, pero el Muviano respondió cruzándose de brazos, y preparando su cosmos, que diferente del de Saga por recién enfrentar a Iapeto, y debido a que Tethys le había curado sus heridas, era muy superior al de Saga en esos momentos- ¿Quién eres realmente? –preguntó Saga.

-El Caballero Dorado de Aries, y discípulo del Patriarca Shion, Mu, el Reparador de Armaduras –reverenció Mu, con sus manos brillando azules, sorprendiendo a Saga ya que el brillo no se trataba de un cosmos, sino de un Dunamis-. Y si me lo permites, compartiré la carga de tus heridas. No podré sanarte enteramente, según entiendo, toda herida que sane, se presentará en mi propio cuerpo, así que, va a dolernos a ambos… pero será mejor que dejarte en ese estado. Si me disculpas, procederé –colocó sus manos Mu sobre el pecho de Saga, rodeándolo con la nueva habilidad adquirida por el Dunamis de Tethys, cerrando algunas heridas en la frente, y en los brazos de Saga, mismas heridas que se presentaron en su cuerpo, Mu incluso tembló de dolor unos instantes. Pesares internos de Saga cedieron, entendiendo el de Géminis que las hemorragias internas producto de su batalla, se cerraban, y a su vez se presentaban en el cuerpo de Mu, quien lo soportaba de todas formas, ganándose la confianza de Saga.

-Saga de Géminis… -se presentó el de Géminis, y miró a las Flamas del Reloj de Cronos, donde Libra se extinguía, y lo dominios de Escorpio, su discípulo en esta dimensión en que le tocó vivir, comenzaban-. Soy el Maestro del Escorpión Celestial –terminó el de Géminis.

Laberinto de Cronos.

-¡El laberinto se derrumba! -gritó Milo. Y tanto él como Aldebarán terminaron por esquivar las múltiples rocas que constantemente se abalanzaban sobre ellos como si alguien las manipulara e intentara arrebatarles la vida- ¡Maldición! ¡No seré derrotado por unas malditas rocas! ¡No estando tan cerca de la Morada de Hyperión! ¡Aguja Escarlata! -gritó Milo, y perforó las rocas que se desmoronaron por su ataque.

-¡Gran Cuerno! -prosiguió Aldebarán, apoyando a Milo en su ataque y pulverizando las rocas hasta que se convertían en polvo- ¡Nos lleva Hades! ¡Son demasiadas! ¡Brazo de Hierro! -lanzó su ataque Aldebarán, y las rocas más grandes se despedazaron- ¡Es como si la montaña quisiera destruirnos! –enunció el de Tauro, y en verdad que no estaba tan alejado de la realidad.

-¡Ya lo entiendo! ¡Por cada Titán que es derrotado, la Tierra misma se estremece! -y Aldebarán volteó a ver a Milo, que se mordía los labios de la preocupación- ¡No son 12 los Titanes! ¡Son 13! -declaró Milo- ¡La Titánide sellada en esta montaña, y cuyo sello se debilita con cada una de las muertes de los Titanes! ¡Es Gea! ¡La Madre Tierra despierta con la muerte de cada uno de los Titanes! ¡Estamos hablando de un poder más antiguo que el de Cronos! –explicó el de Escorpio.

-Tardaron demasiado en darse cuenta, Milo de Escorpio -habló Hyperión, que salía de su templo furioso, mirando el Teosu Sema con incredulidad e ira-. 6 Titanes han muerto por su afrenta, mortales –declaró Hyperión, su Dunamis ya era escarlata, no necesitaba provocación adicional-. Entra… Milo de Escorpio… había estado esperando ansiosamente mi revancha… pero ahora, solo deseo descargar mi ira ante alguien… -prosiguió Hyperión, regresando a los interiores de su morada, mientras Milo lo observaba, determinado.

Morada de Hyperión.

-¡Ya era hora! -se quejó Milo, y comenzó a elevar su cosmos- ¡Me has hecho esperar por mucho tiempo, Hyperión de Taiken, Dios del Ébano! ¡Pero por fin recobraré mi honor al derrotarte sin el apoyo de Mu y Aioria! Aldebarán… lárgate a derrotar a Cronos. Yo te alcanzaré, eso te lo aseguro… el destino de Athena no puede caer en los hombros de un hippie como tú –insultó el de Escorpio, pero en lugar de ofender al de Tauro, lo divirtió.

-¡JA JA JA JA JA! ¡Me agradas Milo! ¡Me aseguraré de darle un golpe a Cronos de tu parte! -y Aldebarán continuó con su camino, permitiendo que Milo buscara la restauración de su honor.

Una vez solos dentro de la Morada del Sol Negro, Milo no perdió el tiempo, y se abalanzó en contra de Hyperión con una tremenda patada, que el dios del Ébano bloqueó con su mano. El par de guerreros, uno un dios, el otro un mortal, entonces se separó, empujándose el uno al otro con sus Dunamis y su cosmos. Por fin Milo tendría su tan esperada batalla, pero algo no le agradaba. Hyperión de Taiken, el Dios del Ébano, estaba sonriendo con malicia.

-Lamento desilusionarte, Milo… pero Aldebarán no encontrará a Cronos en las Moradas que siguen –agregó con orgullo el Titán-. Sabíamos que intentarían invadir el Laberinto de Cronos e impedir que conquistáramos el Olimpo. Fue por esta razón que Cronos tomó el cuerpo de Nicole del Altar como propio. Cronos está en el Santuario, tal vez no lo reconocieron por su Armadura Negra, y su cabellera ennegrecida por la posesión de nuestro señor -se burló Hyperión.

-¡Saori! -se preocupó Milo, e intentó regresar al Santuario, pero se detuvo en ese mismo instante- Saori… perdóname… pero… Athena… -y Milo posó su atención en Hyperión-. Acabaré contigo cuanto antes… Saori y Athena requieren de mi protección en el Santuario. Hyperión, saldaré la deuda de mi honor –le apuntó Milo con su Aguja Escarlata.

-Athena es una Diosa del Olimpo, Milo… será asesinada tarde o temprano… lo único que han logrado al asesinar a nuestros hermanos y hermanas, es retrasar lo inevitable -Milo se mordió los labios, iracundo-. Tras asesinar a Athena, Poseidón intentará reclamar la Tierra como suya, pero no lo logrará. Después los Titanes sobrevivientes viajaremos al Hades, y asesinaremos al Dios del Inframundo, y liberaremos a nuestros hermanos. No poseerán un Dunamis, pero su cosmos será tan alto como el de los dioses. Después de todo, los humanos han demostrado que el cosmos es capaz de crear milagros –aceptó Hyperión, su Dunamis creciendo inmenso y endemoniado, fortaleciendo físicamente a Hyperión.

-Crearé mi milagro al acabar con tu vida -Milo entonces preparó su Aguja Escarlata-. ¡Espérame Saori! ¡Y Athena! ¡Guía mis agujas al corazón de Hyperión! ¡Aguja Escarlata! -se lanzó Milo, con su constelación y la Estatua de Atenea respaldándolo, lo que sorprendió a Hyperión, quien no logró evadir la primera aguja que se clavó en su pecho, comenzando con una batalla mortífera, que enorgullecería incluso a los Dioses de la Guerra.

El Santuario. Templo de Athena.

-¡Maestro Milo! -lloró Saori al percatarse de que su maestro comenzaba la batalla en contra de Hyperión de Taiken- El Maestro Milo ha comenzado su lucha… maestro… por favor tenga cuidado maestro… no muera por favor -lloró Saori asustada, y su cosmos se encendió incluso más que antes. Los 12 Caballeros Dorados habían superado grandes adversidades. Más la sombra de la muerte rondaba alrededor de algunos de ellos.

-Estamos dentro de los dominios de Escorpio, solo 5 horas más y todo habrá terminado –susurró Yoshiko para sí misma, se arremangó la túnica nuevamente, y escaneó el Santuario una vez más-. Aries y Géminis suben por la Senda de Cáncer, el Caballero de Cáncer y la Titánide de Megas Tsekoúri siguen en su interior… -le explicaba Yoshiko, y continuó moviendo su brazo por el resto del Santuario-. En la Senda de Leo, un Titán que no he logrado identificar, aún combate a varios Caballeros de Bronce, pero no siento que vaya a ser retenido por mucho más tiempo-. Continuó Yoshiko, moviendo su mano aún más, y llegando a Virgo-. La Titánide de Vallistras se ha adelantado, está llegando al punto de encuentro con los de Bronce entre las Sendas, dentro de la Casa de Virgo espera una de las Caballero de Plata más poderosas de la orden –continuó Yoshiko, y avanzó hasta Libra-. La Senda de Libra está envuelta en la confusión, hay una confrontación entre dos Caballeros de Bronce contra dos Caballeros de Plata dentro de Libra, y Dohko… su cosmos está demasiado débil… si Theia del Brillo Divino llega hasta Libra, no creo que Dohko pueda levantarse para enfrentarla… de allí, está Escorpio sin un guardián Dorado, y después… -se mordió los labios Yoshiko.

-Sagitario… -recordó Saori, y Yoshiko asintió-. Todo estará bien, Aioros es de los Caballeros Dorados más poderosos, quedan tres Titanes solamente en el Santuario, y yo sé que no pasarán de Aioros –le aseguró Saori con confianza.

-Debemos estar preparados en caso de que se equivoque… señorita… -agregó Yoshiko con frialdad, mirando al Teosu Sema-. Quedarán 5 horas, pero con Dohko en ese estado, y solo Aioros y Afrodita como Caballeros Dorados, por más tiempo que los Caballeros de Bronce y Plata ganen… no siento que el tiempo esté de nuestra parte… todo parece indicar que así es… pero… -apuntó Yoshiko al Titán desconocido, teniendo un mal presentimiento-. Ese Titán… mi cuerpo tiembla de solo pensar en que tal vez… sea más de lo que creemos que es… -se preocupó ella.

Senda a la Casa de Leo.

-Los Dominios de Escorpio… comienza a hacerse tarde, y yo desprecio perder el tiempo… -habló Nicole, viéndose rodeado aún por los ya agotados Caballeros de Bronce, entre los cuales solo Ikki parecía tener el cosmos de seguir adelante-. Veamos… estoy en Leo… Theia pronto llegará a Virgo, no hay guardianes de interés ni en Virgo, ni en Libra ni en Escorpio, y después está… -continuó Nicole, alzando su mano para bloquear la parata de Ushio, quien había intentado aprovechar la distracción para ganar ventaja sobre Nicole-. Sagitario… -sonrió Nicole, observando a la casa que brillaba con una intensidad de cosmos inquietante, sabiendo que en aquella casa lo estaban desafiando-. Libra y Piscis no me preocupan, y Aries y Géminis no me alcanzarán a tiempo, eso solo deja a Sagitario, y este cosmos me sorprende bastante –admitió Nicole con entusiasmo.

-¡Concéntrate en el cosmos que tienes delante! ¡Ave Fénix! –desafió Ikki, sorprendiendo a Nicole, quien fue impactado y derribado por las escalinatas, pero tras rodar unos cuantos metros, se incorporó limpiándose un hilo de sangre- Acabaremos contigo… y vengaremos a Galarian –cerró sus manos en puños Ikki, a sus espaldas, tan solo quedaba el cuerpo sin vida de Galarian, un valiente Caballero de Bronce que intentó por todos los medios derrotar a una Titánide a la que él sabía que no podía derrotar.

-En las guerras hay perdidas, Caballero del Fénix, un error muy común es tomárselas personal –le comentó Nicole, incorporándose, desapareciendo frente a los ojos de Ikki, reapareciendo frente a él, y lanzando un golpe, mismo que llenó a Ikki de sangre, solo que esta sangre, no le pertenecía, sino que le pertenecía a Jango, que se había puesto en el camino del puñetazo.

-¡Jango! –se preocupó Ikki, intentó ir en auxilio de su compañero, cuando una explosión resonó detrás de la Casa de Virgo, misma que llamó la atención de Ikki- Oh no… Shun… -se preocupó Ikki, sin saber qué hacer.

-Ve por tu hermano… Ikki… -le pidió Jango, sujetándose del brazo de Nicole, y comenzando a incinerar su propio cuerpo, quemando el brazo de Nicole, quien se mordió los labios por el dolor, intentó golpear a Jango, pero su mano fue atrapada por Ushio, y tras aquello, su cuello fue apresado por Rebecca, los tres Caballeros de Bronce usando sus cosmos para mantener a Nicole cautivo, y a Jango quemándole el cuerpo-. Con esta herida… ya nada me queda… pero allí arriba están Esmeralda y tu hermano Shun… ¿vas a perderlos por un bueno para nada como yo? No me parece… ve… nosotros nos encargaremos… -le insistió Jango.

-Jango… el deber de un Caballero de Athena es defender a su diosa –agregó Ikki, regresando a la defensiva, cuando una segunda explosión se dejó sentir detrás de la Casa de Virgo, e Ikki volvió a dudar.

-Un Caballero de Athena, debe seguir adelante, con la confianza de que sus hermanos de armas pueden encargarse –insistió Jango, su cosmos encendiéndose aún más violento-. ¡Vete Ikki! ¡No toleraré, que demuestres debilidad alguna por mí! –terminó Jango, Ikki se mordió los labios, y aceptó el sacrificio del de Octante, adelantándose-. Bueno niños… fue un placer… les encargo que limpien el desastre –sonrió Jango, su cuerpo incinerándose por completo, y forzando tanto a Rebecca como a Ushio a soltarlo, mientras Nicole se quejaba del dolor-. Vete al infierno… bestia… -hablaba la silueta del Caballero de Bronce mientras su cuerpo se quemaba.

-Conozco el infierno… y no va a serte muy agradable –alzó su brazo izquierdo Nicole, Jango se puso a la defensiva, listo para interceptar el ataque, pero en lugar de atacarlo a él, Nicole se cortó su propio brazo, dejando el mismo dentro del cuerpo de un perturbado Jango, que notó que su sacrificio había sido en vano, con su alma escapando de su cuerpo, que terminó en el suelo, rodeado de llamas.

-Se cortó su propio brazo… ese monstruo… se ha cortado su propio brazo… -se aterró Ushio, mientras Nicole se quemaba el muñón que era ahora su brazo derecho, con cosmos que había reunido en su mano izquierda, lo que mantenía a Ushio perplejo, y a Rebecca en guardia.

-Para ser un Caballero de Athena… se necesita una mente fuerte… tú no la tienes… -se viró Nicole, observando a Ushio fijamente, mientras Rebecca intentaba protegerlo-. Tú por otra parte, Saintia, sí que la tienes –admitió Nicole, mientras Ushio, aterrado, corría escaleras abajo, por lo que Nicole alzó un dedo, y lanzó una descarga de cosmos que le atravesó el corazón al aterrado chico, pasando muy cerca de la oreja de Rebecca, que se cortó por el rayo lanzado por Nicole y que terminó con la vida de Ushio-. Cumpliste tu deber… defendiste a Athena… te doy esta única oportunidad de salvar tu vida, y descuida, no te atacaré por la espalda, eso solo fue un castigo para los cobardes que no se atrevieron a luchar hasta el final –le espetó Nicole, se dio la vuelta, e intentó resumir la marcha, cuando Rebecca lo detuvo-. Humanos… realmente son una molestia… ¿acaso no entienden que nuestra guerra no es contra ustedes? –se viró Nicole nuevamente, encontrando a Rebecca con lágrimas en sus ojos.

-Solo por Athena… -incineró su cosmos Rebecca-. Aún si solo es un mísero minuto el que gano en su defensa… no abandonaré mi puesto… -insistió la Saintia, y su cosmos, estalló brillante en medio de la Senda de Leo, explosión que Ikki sintió, pero mordiéndose los labios, siguió adelante, respetando el esfuerzo y el sacrificio de sus hermanos Caballeros de Bronce.

Senda a la Casa de Virgo.

-¡Sparkle Vortex! –en la Senda de Virgo, y casi llegando al templo, Theia lanzaba destellos brillantes en dirección a un par de Caballeros de Bronce, una joven de cabellera corta y rasgos asiáticos, revestida en una armadura esmeralda, y su rostro protegido detrás de una máscara de tela negra, y un joven de cabellera café cremosa, con su armadura siendo de un verde pálido, ambos recibiendo los destellos de los ataques de Theia, quien se encontraba envuelta en cadenas tiradas por un par de Caballeros de Bronce, siendo uno un malherido Shun de Andrómeda, y la otra una Caballero femenino en una armadura rosa que asemejaban pétalos de flores, mismos que también rodeaban el cuerpo de Theia, impidiéndole moverse con normalidad.

-¡Lo estamos logrando! ¡Mantente firme, Shun! ¡Más pétalos, Esmeralda! –pidió la mujer de la máscara de tela, infló sus pulmones con aire, y sopló con fuerza, logrando que Theia perdiera piso, y resbalara, lo que en consecuencia logró que Shun pudiera lanzarla con sus cadenas a las escalinatas, donde la Titánide rodó, pero logró incorporarse rápidamente- ¡Ahora Lotus! –pidió nuevamente la que lideraba al grupo.

-¡Sí! ¡Lluvia del Loto Blanco! ¡Tormenta de Pétalos! –movió sus brazos la Caballero del Loto, Esmeralda, conjurando una lluvia de pétalos que rodeó a Theia, pétalos que brillaron con fuerza, absorbiendo el Dunamis de la Titánide, debilitándola.

-No puedo creerlo Shinato, tu plan está funcionando, los pétalos de la Armadura de Lotus están drenando su energía –se alegró el Caballero de la Armadura de Can Menor, a quien Shinato le tiró de la oreja-. Ow… ¿qué? –preguntó el caballero confundido.

-¡No pierdas el tiempo! ¡Solo hemos logrado retenerla porque el Caballero de Indio la debilitó con sus relámpagos! ¿Qué crees que debes hacer tú, Mirai? –se quejó Shinato, Mirai se mordió los labios, optó una pose de meditación, y el cielo ya nocturno comenzó a rodearse de nubes, y de relámpagos, mismos que incomodaron a Theia, quien intentó quitarse los pétalos de encima.

-¡No lo conseguirás! ¡Colmillo de Canis Menoris! –un trueno cayó del cielo, impactando a Mirai, quien redirigió el mismo, lanzándolo a Theia, atravesándole el pecho, y lanzándola escaleras abajo, lo que resultó ser una sorpresa inclusive para el de Canis Menoris- ¡Lo conseguí! –se alegró Mirai, celebrando a sus anchas, cuando Theia comenzó a incorporarse- No lo conseguí –corrigió el de Canis Menoris.

-En estos momentos… Hyperión… -comenzó Theia, su Dunamis quemando los pétalos de loto, y tras estos desaparecer, su Dumanis volvió a incinerarse-. ¡No tengo tiempo para estos atrevimientos! ¡El Caballero de Indio logró aturdirme, y tu ataque ha vuelto a hacerlo! ¡Pero ninguno de ustedes manipuladores de los relámpagos, posee los relámpagos de Zeus! ¡Sparkle Exafánisi –declaró Theia, que significaba la Extinción del Brillo, la luz de los alrededores se perdió, sumiendo a los presentes en una oscuridad absoluta, pero la misma solo duró unos instantes, de pronto los alrededores estallaron con un destello que no solo cegó a los presentes, sino que los lanzó por la senda, forzándolos a caer de la misma.

-Mis ojos… no puedo ver nada… -se quejó Shun mientras caía, lanzó su cadena, y atrapó a Esmeralda en su brazo, pero su cadena no logró encontrar de donde anclarse, por lo que Shun continuó cayendo, al menos hasta que una mano envuelta en armadura atrapó su cadena, impidiéndole caer.

-¡Resistan Shun! ¡Esmeralda! –comenzó Ikki, llamando la atención de Shun, que alzó la mirada ciega, por lo que Ikki se percató de los ojos lechosos de su hermano- Está ciego… ¿qué clase de ataque es el que recibieron? –preguntó Ikki, mirando a sus espaldas, a Shinato y a Mirai, quienes se tomaban los ojos, adoloridos, mientras Theia los miraba a todos con desdén.

-Tu cosmos… es demasiado alto para pertenecer a un Caballeros de Bronce… -dedujo Theia, levantando a Shinato y a Mirai de los hombros, estos trataron de defenderse, pero Theia les aplastó los brazos, doblegándolos por el dolor-. Enfrentarte sería perder mucho tiempo, así que, haré un intercambio contigo, la vida de estos Caballeros de Bronce, por pasar –lanzó Theia a Shinato y a Mirai por los acantilados de las sendas, e Ikki se horrorizó.

-Ellos gustosos darían su vida por Athena –meditó Ikki, cerrando sus ojos, pero Shun lo escuchó, preparó su otra cadena, y lanzó la misma, atrapando a Shinato y a Mirai, e imprimiendo más peso a Ikki, quien comenzó a perder su agarre por el peso de cargar a 4 personas él mismo-. ¿Qué haces Shun? –preguntó Ikki con molestia.

-No es justo que solo Esmeralda y yo nos salvemos, y Shinato y Mirai se sacrifiquen –le espetó Shun con molestia, mientras Ikki forcejeaba por intentar mantenerlos a todos-. Suelta la cadena… Ikki… defiende a Athena… yo haré todo lo que pueda por encontrar de donde amarrar mi cadena y salvarnos a todos… -suplicó Shun.

-No seas tonto… Shun… -forcejeó Ikki, sus pies perdiendo el agarre y comenzando a caer-. Si te suelto… todos morirán… no encontrarás nada firme de lo cual anclarte… -se estremeció Ikki, notando la precaria situación-. No puedo salvarlos a todos… -sentenció el del Fénix.

-En efecto, no puedes… nadie es lo suficientemente fuerte… -declaró Theia, comenzando a retirarse-. Ni siquiera los dioses… ya que si nosotros pudiéramos… los salvaríamos a todos… -se dio la vuelta Theia, disparó una ráfaga de cosmos, rompiendo el suelo donde Ikki se aferraba a la cadena, y los 5 Caballeros de Bronce cayeron por la ladera-. Si el destino así lo quiere… los cinco vivirán… -terminó ella, adentrándose en la Casa de Virgo.

Casa de Virgo.

-Demuestras una compasión inquietante, para alguien que dice venir por la cabeza de Athena y de los Dioses Olímpicos… Diosa del Brillo –dentro de la Casa de Virgo, Mayura del Pavorreal era la única guardiana, sentada aún en su silla de ruedas, con un cosmos inmenso respaldándola-. ¿Cómo es que seres que profesan el deseo de asesinar a los Dioses, pueden actuar con tal compasión? –preguntó la de Pavorreal.

-No tenemos nada contra los humanos, realmente nos son indiferentes, nuestra guerra es contra los Dioses Olímpicos –prosiguió Theia, caminando rodeada en su Dunamis en dirección a Mayura, quien rodeándose a sí misma de su cosmos, logró ponerse de pie-. Si nos dejaran de estorbar, no perderían la vida inútilmente –aseguró Theia.

-¿Por qué les importa, si los humanos les somos indiferentes? –preguntó Mayura, lo que Theia no supo contestar, incluso se dio algunos segundos para pensar al respecto, e intentar encontrar una respuesta- Hay un veneno que afecta incluso a los dioses, Diosa del Brillo… un veneno que se llama Tiranía… tras sellar mi sentido de la vista, puedo sentir este veneno que se esparce como una serpiente de Icor alrededor de sus almas, y los transforma en Demonios… -le explicó Mayura, lo que resonaba con fuerza en la mente de Theia-. Ustedes realmente no son seres de mal, pero están contaminados por las Serpientes de Icor. En algún momento estas serpientes se plantaron en su ser, y cambiaron algo en sus Dunamis, algo que los convierte en Demonios cuando la ira se apodera de ustedes… en la medida en que aprendan a ver este veneno, y a controlarlo, volverán a ser seres perfectos, hasta entonces… es mi deber ayudarlos a expulsar este veneno. ¡Exorcismo de Fractura Destellante! –alzó su mano Mayura, lanzando su cosmos esmeralda a Theia, quien repelió el mismo con su Dunamis- Si mi cosmos no la alcanza, no podré expulsar su veneno… debe permitirme llegar hasta él… -incineró su cosmos Mayura, incluso empujando a Theia, quien sentía el cosmos de Mayura, inmenso y poderoso, por sus sentidos sellados.

-¿Qué te hace pensar, que no deseo vivir con este veneno? –preguntó Theia, sorprendiendo a Mayura- Así que… ¿una serpiente capaz de transformar mi Dunamis hasta convertirme en un Demonio? Lo he sentido pasar, y este poder sobrepasa a cualquier cosa que haya sentido antes. Tras analizarlo correctamente, Caballero del Pavorreal, este veneno no es una debilidad, es más bien el último recurso que tenemos para enfrentar a los Dioses Olímpicos-. Alzó su mano Theia repleta con su cosmos-. Lo único que me importa saber es… ¿Quién plantó este veneno en nosotros…? Para así poder usarlo en su contra… -el Dunamis de Theia se tornó escarlata entonces, y este estalló, lanzando a Mayura por el Templo de Virgo, dejándola tendida e inconsciente-. Así que… este es el Dunamis Daimonium… -observó el brillo escarlata Theia, con una sonrisa malvada en sus labios-. Cuando conoces la fuente de algo, Caballero del Pavorreal, puedes manipularlo a tu antojo –disipó Theia el Dunamis Daimonium, regresándolo a su azul natural-. Usaré este poder a mi conveniencia cuando aprenda a controlarlo, de momento, se tornaría peligroso si llegara a perder el control –comentó Theia, escuchando los pasos apresurados que entraban en el Templo de Virgo, dándose la vuelta, y arrodillándose.

-¡No es momento de reverencias! –exclamó Nicole, Theia le dirigió la mirada, y se sorprendió de la falta de su brazo derecho- Hemos perdido mucho tiempo ya, y en Sagitario espera alguien demasiado poderoso. Andando, el Megas Depranon ya está muy cerca, y siento su poder llamarme –sonrió Nicole, Theia se incorporó, y ambos continuaron con el ascenso.

El Laberinto de Cronos. Morada de Ceo.

-¡Phoibe! ¡Mi querida Phoibe! ¡Restauraré el hermoso mundo de los humanos con mis relámpagos! ¡Sustituiré a Zeus en su trono, y le obligaré a Hades a entregarme tu alma de ser necesario! ¡Volveremos a estar juntos hasta que la flama de mi vida se agote! –la batalla se intensificaba en la Morada de Ceo, el relámpago negro, pese a no tener un Dunamis, se mostraba muy superior a Aioria en ese momento, quien requería de toda su velocidad para evadir los Relámpagos Negros que caían del cielo- ¡Ebony Plasma! -desencadenó su ataque máximo Ceo, el cual significaba Relámpagos Oscuros.

-¡Eso se ve exactamente igual a mi Plasma Relámpago! –enunció Aioria, logrando lanzar sus propios relámpagos, por cada relámpago oscuro, uno dorado se alzaba en su lugar, destruyendo todos los alrededores de la Morada del Relámpago Negro, cuarteando la roca, fracturando la piedra, partiendo en cubos y figuras geométricas las estatuas en el recinto- Que poder más terrible… no puedo creer siquiera que no se trate de un Dunamis –exclamó Aioria, uno de sus relámpagos fallando en atrapar a uno de los de Ceo, que se dirigió en su dirección, y electrificó el pecho de Aioria, quien gritó de dolor, mientras Ceo corría rápidamente en dirección a Aioria, lo tomaba del cuello, lo azotaba al suelo, y corría con él a gran velocidad en dirección a las escalinatas que daban a la Morada de Theia, partiendo las escalinatas con la cabeza de Aioria, quien se fastidió por los golpeteos contra su ya sangrante cabeza, que le habían teñido toda la cabellera con su sangre, por lo que de un rugido, Aioria electrificó sus propios brazos, tomando los del Titán, y electrocutándolos a ambos-. ¡Colmillo Relampagueante! –estalló el ataque de Aioria, lanzando a Ceo por las escalinatas de regreso a su templo, momento que Aioria aprovechó para incorporarse, y usar toda su velocidad para llegar ante Ceo, y golpearle el mentón, extrayendo su sangre-. Toma esto, y esto, y esto, esto, esto, esto, estoestoestoestoesto –continuó Aioria, lanzando un puñetazo tras otro, aumentando la velocidad en todo momento, hasta que el cuerpo de Ceo fue impactado en numerosas ocasiones, y la velocidad y fuerza de los impactos de Aioria fueron suficientemente fuertes para crear cráteres en el Souma de Ceo, lo que sorprendió al Titán-. ¡Relámpago de Voltaje! –el ultimo puñetazo de Aioria además, soltó una descarga de cosmos inmensa, que lanzó el cuerpo electrificado de Ceo en dirección a la estatua donde se encontraba sellado su Dunamis, quedando clavado en la misma, mientras Aioria respiraba pesadamente- ¿Ya te rindes? –preguntó Aioria de forma infantil, antes de desplomarse sobre sus rodillas y caer contra sus codos, con la sangre de las heridas en su cabeza cayéndole a chorros por el rostro.

-¿Piensas que es tan sencillo, como el aceptar una rendición? –preguntó Ceo, empujándose a sí mismo de la estatua con su Dunamis, y cayendo de bruces, respirando igual de agitado que Aioria- Las cosas no funcionan así… estamos en guerra… mataron a mi amada… -se quejó Ceo.

-No quiero menospreciar tu perdida, pero si lo que yo sentí en mi cosmos no hace mucho es cierto… temo también por la vida de otros importantes para mí… -se incorporó Aioria, en su mente, la silueta de Galarian siendo atravesado por un relámpago, y de Retsu siendo vaporizado por una explosión de luz, ensombrecían su juicio-. Si insistes en hacerme frente… voy a matarte, Ceo… aunque preferiría no hacerlo… siento en ti, algo muy diferente a la maldad… ¿por qué se empeñan tanto en destruir a los Dioses Olímpicos? –se quejó Aioria.

-¿Por qué se empeñan ustedes en defenderlos hasta estas consecuencias? ¡Ebony Gale! –lanzó un corte oscuro Ceo, que traducido del heleno significaba Ráfaga de Ébano, el ataque, un corte muy similar a la Excalibur de Shura, se dirigió a Aioria quien impactó la misma con su puño derecho, que estalló en un chorro de sangre mientras varias heridas entre las conexiones de su Armadura Dorada se abrían por el corte que se dividió en cientos más tras Aioria impactarlo, causándole múltiples heridas en sus brazos- Yo te contaré quien es Zeus realmente, Aioria… Zeus es un dios malévolo, yo confié en él… sabía que la Titanomaquia destruía el mundo, así que le regalé a Zeus el Relámpago Blanco, ¡mí Relámpago Blanco! ¡Le di a Zeus el arma más poderosa contra los Titanes, con la finalidad de poner fin a esta guerra! ¿Cuál fue la respuesta de Zeus? ¡Fulminarme con el Relámpago Blanco! ¡Enviar a mis hermanos y hermanas al Tártaros! ¡Donde todos salvo Phoibe e Hyperión me repudiaron! ¡Ante todos los demás yo era un traidor! ¿Sabes acaso lo que significa ser un traidor? ¡Todo lo que hice lo hice por salvar al mundo de quien yo pensaba que era un Tirano! ¿Yo solo quería salvar a mi hermano! –lloró Ceo, descargando toda su ira en Aioria, más que nada por el dolor de perder a su esposa.

-Yo sé lo que es ser un traidor… -se incorporó Aioria, alzó su mano, y un cosmos blanco comenzó a elevarse al cielo en ese momento-. Yo soy un traidor… usé la Exclamación de Athena junto a mis Hermanos de Cosmos, por Athena. No es tan distinto de entregar el Relámpago Blanco a Zeus por tu hermano. No sé lo que causó que Zeus te traicionara, Ceo… y respeto tu convicción y tu entrega a tus hermanos… pero yo… debo colocar mi convicción por encima de la tuya. ¡Y desataré mi técnica más poderosa por lograrlo! ¡Invocación de Fotones! –comenzó Aioria, desprendiendo el cosmos blanco, que comenzó a transformarse en pequeños orbes, que se elevaban por el cielo, orbes conteniendo el cosmos de Aioria, pero que no atacaban a Ceo.

-¿Qué son esos orbes? –preguntó Ceo, pero Aioria no respondió. Mientras más orbes blancos salían de su cuerpo, él más se debilitaba- No importa… estás expuesto. ¡Acabaré contigo ahora! –se lanzó Ceo a Aioria, quien bloqueó con su palma abierta el golpe de Ceo, quien en respuesta lanzó un rodillazo, que impactó a Aioria en el rostro, sacando sangre a su nariz, el Titán continuó con una serie de golpes, algunos bloqueados por Aioria, otros impactando en su pecho, o en su rostro, forzando a Aioria a defenderse lanzando sus propios golpes también, los impactos que se daban ambos, se extendieron sin gracia ni caballería por unos minutos, mientras alrededor de ambos brillaban los orbes de Aioria, que comenzaban a resonar unos con otros, lo que llamaba la atención de Ceo.

-¡Conducción de Fotones! –alzó la mano Aioria, cerró la misma en un puño, y los Fotones, las esferas blancas con el cosmos de Aioria, no más grandes que una canica cada uno, se lanzaron en dirección a Ceo, atravesando su Souma, y su cuerpo, pero sin llegar a herirlo, lo que el Titán no comprendía, mientras a mano extendida, Aioria conducía a los fotones, que se arremolinaron alrededor de Ceo, y continuaron penetrando su cuerpo- Ultima oportunidad… Ceo… seguro sientes el ardor en tu interior, mi cosmos ahora está dentro tuyo, mis fotones blancos, pueden traspasar cualquier cosa, e instalarse en su interior, esperando el momento para hacerlos estallar –explicó Aioria, lo que aterró a Ceo-. Estoy seguro… de que incluso tú sabes lo que pasará cuando libere esta energía… -le pidió Aioria, con su mano temblorosa a palma abierta resonando con la fuerza de cosmos de los fotones.

-Aioria… sin Phoibe, ya nada importa… -lloró Ceo, preparó su cosmos, y se lanzó a Aioria- ¡Lo entenderías si tuvieras a alguien así en tu vida! –sentenció Ceo, Aioria se mordió los labios, y la imagen de Lithos apareció en su mente.

-La tengo… Ceo… -le respondió Aioria, y tras la imagen de Lithos, Saori apareció en los pensamientos del de Leo-. ¡Tengo a muchas personas en mi vida a quien deseo proteger! ¡Explosión de Fotones! –cerró su mano Aioria, y el cuerpo de Ceo, liberó una explosión blanca por todos los poros de su piel, ensombreciendo al cuerpo de Ceo en una luz cegadora, mientras los fotones escapaban a toda velocidad, cegando también a Aioria, quien fue lanzado por su propio ataque, hasta quedar clavado a una de las paredes del Templo del Relámpago Negro, mientras que el Titán, habiendo perdido medio rostro, un brazo, y una pierna por la explosión, había quedado tendido contra la estatua de su divinidad.

-Qué técnica tan poderosa… -habló Ceo con debilidad, mirando a Aioria con el único ojo que le quedaba, mientras el de Leo se arrastraba, clavando sus dedos al suelo, intentando empujarse para lograr incorporarse-. Sin embargo… es una técnica suicida… ¿no es así? Todas esas esferas… esos… fotones… eran la fuerza de tu cosmos… mientras reúnes esos fotones, eres vulnerable… no te quedó suficiente cosmos siquiera para resistir a tu propio ataque… -dedujo Ceo, mientras Aioria se retorcía con dolor, y vomitaba algo de su sangre-. ¿Por qué? Exponer tu cuerpo a este nivel… ¿es Athena tan importante? –preguntó Ceo curioso.

-Ceo… -comenzó Aioria, arrastrándose al no poder pararse por sus heridas-. Tal vez… si no hubiera conocido a Athena en persona… no podría responderte… ¿cómo opinar sobre alguien a quien jamás he visto? Obedecer a fe ciega, solo porque mi hermano me inculcara desde muy joven sobre la importancia de Athena… se llama adoctrinamiento… -admitió Aioria, lo que Ceo apenas comprendía-. La ventaja que tengo sobre los demás Caballeros Dorados… es que conocí a Athena… tan solo… no me di cuenta –la imagen de Saori, sirviéndole el té, bromeando con Aioria, jugando con Lithos, y simplemente siendo amable con él pese a las groserías y el mal trato de Milo, inundó la mente de Aioria-. O puede ser… que siempre tuviera una sospecha… -recordó Aioria, aquél día hace ya 4 años, con Milo pidiendo accidentalmente a Saori de Escudera, y un burlesco Aioros, cubriendo sus labios con su dedo, como pidiendo a Aioria guardar un secreto-. Aioros… él lo sabía… no lo entendí en ese momento, pero él sabía que yo lo descubriría… una persona, de un cosmos tan inmenso… y tan cálido… no podía ser otra cosa que una diosa… me pregunto si Milo lo sabe, yo… no tengo idea… pero al conocer a esa niña… yo… simplemente quise protegerla… -le explicó Aioria, arrastrándose por fin hasta llegar a Ceo, virándose, y acomodándose a su lado, respirando pesadamente, como si el aire realmente le faltara-. Los Caballeros de Athena… luchan por Athena… se supone que así sea… por mucho tiempo, hice lo que pensé que se esperaba de mí… no sabía lo suficiente de Athena, no sabía si lo que me contaban de ella era cierto o no… y bueno… Saori es Athena… y siento… que por Saori sí que haría todas estas locuras como… asesinar a un dios… no fue nada personal… -sonrió Aioria, lo que molestó a Ceo.

-Eres un idiota… -concluyó el Titán, Aioria solo sonrió débilmente-. Antes dijiste… que sí había alguien en tu vida… ¿te referías a Athena? Eso es sacrilegio… -espetó Ceo, sus ojos comenzando a apagarse.

-No, esa era Lithos… hablé a lo tonto… creo… -aseguró Aioria, intentando incorporarse-. Juré protegerla… ¿qué clase de hombre sería, si no cumplo mi juramento? No sé lo que Lithos significa a un nivel mayor a ese en mi vida… pero… hasta que lo sepa… quiero estar a su lado… quiero… poder cuidar de ella… -por fin se incorporó Aioria, y se viró una última vez a ver a Ceo-. Si yo pudiera salvarte… -comenzó Aioria.

-Comienza por salvarte a ti mismo, Aioria –le comentó Ceo, mientras la Morada del Relámpago Negro comenzaba a desquebrajarse, y el Dunamis sellado en el relámpago de la estatua, comenzaba a estremecerse-. Cuando un dios muere, y pierde su cuerpo original, este estalla en pedazos, liberando toda la fuerza destructiva de un Dunamis –comenzó a explicarle Ceo, lo que preocupó a Aioria, quien intentó alejarse-. Si sobrevives, Aioria… has feliz a Lithos… y protégela con la fuerza de mi Dunamis… -pidió Ceo, el relámpago en la estatua estalló, se elevó al cielo, y destruyó lo que quedaba del techo de la Morada del Relámpago Negro, bajó, e impactó a Aioria con toda su fuerza, fundiéndose con su cosmos-. El Relámpago Negro y el Relámpago Blanco… juntos… serán la verdadera fuerza para herir a los dioses… protege este mundo… Aioria… -terminó Ceo, encontrando a Phoibe en su mente, y bailando con ella por hermosos palacios de cristal, donde la Diosa del Intelecto, llegaba siempre con una nueva regla, un invento, o algo que la alegraba y la mantenía jovial y hermosa, mientras explicaba al Dios del Conocimiento, sobre alguna nueva invención, siempre tirando del brazo de una sumamente alegre Mnemosyne, quien de pronto en su memoria, se transformó en una Titánide triste, y eternamente en pena, lo que revivió a Ceo solo por un instante, para razonar su visión-. Ante las puertas de la muerte… todo sello… se rompe… nuestras memorias… estaban selladas… -se apagaron los ojos de Ceo, su cuerpo, un cuerpo mortal al su Dunamis no estar presente dentro del mismo al momento de su muerte, quedó como recordatorio para Aioria de lo que había ocurrido, mientras el de Leo intentaba nuevamente levantarse.

-¿Memorias… selladas…? –preguntó Aioria, cuando la Tierra se estremeció con fuerza, y no solo fue su temblor, y el grito desgarrador en el interior de la Tierra lo que llamó la atención de Aioria, sino más bien una inmensa mano de roca y tierra, que se alzó por sobre la Morada del Relámpago Negro, y bajó con fuerza, aplastando a toda la morada con Aioria dentro.

Morada de Hyperión.

-¡Aioria! -gritó Milo sorprendido tras sentir su cosmos estremecerse, pero clavando en el cuerpo de Hyperión una de sus agujas, que el Titán, o no pudo esquivar, o no se encontraba tan concentrado como para hacerlo, ya que su Dunamis se estremecía en esos momentos- El cosmos de Aioria… estalló, y entonces se perdió, ¿qué significa esto? –se apresuró Milo a salir de la Morada del Sol Negro, y a observar tanto al Teosu Sema, que perdía a Reipia, siendo el Souma reemplazado por la Constelación de Leo, como a la enorme mano que había aplastado la Morada del Relámpago Negro- ¡Aioria! ¡Maldición! ¡No te atrevas a morir, gato tonto! ¡Hades no puede reclamar tu alma todavía! –gritó Milo con fuerza.

-¡Ceo…! –comenzó Hyperión, sorprendiendo a Milo, quien se impresionó al escuchar el temor en la voz de Hyperión, que mantenía su mirada perdida en su puño cerrado, y en el Dunamis Daimonium que comenzaba a reclamarlo- Mi mejor amigo ha muerto… ahora ya no hay vuelta atrás… los asesinaré a todos, a quien sea que se pose en mi camino, a los de Bronce, a los de Plata, a los de Oro, incluso a tu Diosa Athena… marcharé yo mismo al Olimpo, destruiré a todos los dioses, y sacaré al alma de mi mejor amigo del Inframundo con mis propias manos –sentenció Hyperión, flamas oscuras comenzaban a rodearlo.

-Sobre mi cadáver tocarás a Saori… -enunció Milo, dándose la vuelta, y posando su atención en Hyperión, quien no sabía de lo que Milo hablaba-. Dices que matarás a mi Diosa Athena… no me hagas reír… no puedes tocarla… -la uña de Milo creció nuevamente, una fuerza de cosmos desbordante rodeando la misma-. Athena… es solo mía… ¡Aguja Escarlata! ¡Antares! –lanzó Milo la fuerza de Antares, la aguja que era el corazón de su constelación, que resonó con las únicas tres agujas que adornaban el Souma de Hyperión, ya que en todo el tiempo que habían batallado, solo tres agujas había logrado Milo impactar. Antares ni siquiera se enterró en el cuerpo de Hyperión, la errática aguja se movió en varias direcciones, antes de estrellarse contra Hyperión, clavarlo al suelo, y arrastrarlo por el mismo, antes de estallar con la fuerza destructiva de la Estrella Maldita, que lanzó a Hyperión con su Souma cuarteado por la Morada del Sol Negro- Nadie tocará a Saori mientras yo viva –continuó Milo, entrando nuevamente en la Morada de Hyperión.

-¿Saori? ¿Quién si se puede saber es…? –más entonces, Hyperión recordó a la niña que había aparecido de la nada detrás de Mu, Aioria y Milo, momentos antes de que desataran la Exclamación de Athena- Ahora lo entiendo… esa niña que se materializó de la nada, algo me decía que no era una niña ordinaria, su cosmos era inmenso, ella era Athena, ¿no es así? –le preguntó Hyperión, Milo se mordió los labios, y cerró sus manos en puños- Un momento… tú… no lo sabías… no… más bien siempre lo supiste, pero te mentías a ti mismo porque sentías algo por ella… -le apuntó Hyperión.

-¿Sentir algo por ella? Por supuesto que siento algo por ella… es mi familia, imbécil… y la protegeré a toda costa, contra quien sea, mortal, semidiós, o incluso los dioses. ¡Aguja Escarlata! –se lanzó Milo en dirección a Hyperión, quien blandió su espada, lanzando vientos oscuros para detenerlo, solo que Milo se movió más rápido que los vientos de Hyperión, logrando clavarle la cuarta de sus agujas- Escúchame bien… Hyperión… no hay nada que no sea capaz de hacer por Saori… ni tú… ni nadie… van a tocarla. ¡Aguja Escarlata! –lanzó la quinta aguja a quemarropa, lanzando a Hyperión por los aires por la fuerza de la misma, aunque el del Sol Negro, logró extender las alas de su Souma y caer débilmente frente a él.

-Así que… pintas tu línea en lo que consideras de tu propiedad… -enunció Hyperión, vomitando algo de Icor, manchado de veneno, mismo que Hyperión observó, mientras comenzaba a sentirse débil-. ¿Veneno? –se quejó el Titán.

-El nombre de Escorpión Celestial, ¿no te decía nada, tarado? Cada aguja… es un poderoso veneno… -le apuntó Milo con molestia, y una ira que no parecía normal en el Caballero Dorado de Escorpio, era como si la desesperación y la prisa se metieran con su estilo de batalla normalmente más analítico y en control, este Milo era muy distinto al que enfrentó frente a las Murallas de Atenas, era un Milo agresivo, directo, que no pensaba en su físico, solo en atacar certera y mortíferamente.

-Así que… después de todo, eres un humano que se deja mover por sus emociones… -enunció Hyperión, utilizando el Dunamis Daimonium para crear un sol de llamas oscuras sobre su cabeza-. Un ser tan imprudente, que no mide las consecuencias de sus actos, no es rival para el Sol Negro. ¡Desaparece! ¡Helios Prominence! –lanzó Hyperión la esfera de fuego oscuro, que estalló en serpientes de plasma que se lanzaron en dirección a Milo, quien logró evadirlas, más las serpientes se enterraron en la Tierra, y estallaron a sus pies en un torrente de magma hirviente que Milo muy apenas logró evitar, pero que derritió de todas formas una de las hombreras de su Armadura Dorada, misma que tuvo que arrancarse para que no le quemara la piel- Las serpientes de plasma del Helios Prominence, tienen una temperatura promedio de 800 grados centígrados –comenzó Hyperión, reuniendo nuevamente un Sol Negro en miniatura sobre su cabeza-. Pero cuando no logran impactar en su objetivo, y se entierran bajo la Tierra, resurgen en la forma de magma hirviente a una temperatura de 1200 grados centígrados, suficientemente caliente para derretir incluso las Armaduras Doradas. Evadir a las serpientes, es incluso más peligroso que el recibirlas –le explicó Hyperión.

-Entonces voy a atraparlas a todas –se preparó Milo, lo que confundió a Hyperión-. ¿Me crees incapaz? Te reto a intentarlo –sonrió Milo con malicia, Hyperión lo pensó, pero por más que lo pensaba, para el dios era imposible que Milo pudiera atrapar a su Helios Prominence con sus propias manos, por lo que arqueó su cuerpo, y lanzó el Helios Prominence con todas sus fuerzas, mientras Milo comenzaba a reunir su cosmos, extendió sus brazos, y cruzó los mismos frente a su cuerpo, y con estos recibió a todas y cada una de las serpientes oscuras de plasma, que comenzaron a arremolinarse unas sobre las otras frente a la intersección de los brazos en cruz de Milo, para sorpresa de Hyperión, quien no podía creerlo-. ¿Qué te parece, Hyperión? El Helios Prominence que lanzaste con todas tus fuerzas ahora está en mis manos –se burló Milo, y entonces abrió sus manos, colocando solo los dedos pulgares en cruz, mientras el resto de sus dedos permanecían extendidos-. Ahora dime, ¿Qué te parece esto, Hyperión? ¡Corriente Ascendente! –regresó el ataque Milo, que se extendió como una llamarada oscura rodeada por un torrente escarlata, que elevó a Hyperión al techo de su morada, donde quedó clavado, sorprendido, y malherido por recibir su propio ataque. Una vez el cuerpo de Hyperión de liberó del techo y comenzó a caer, Milo extendió su aguja, se lanzó al de Taiken, y lo impactó con otras 5 Agujas Escarlata, lanzando a Hyperión y clavándolo a la pared de su morada, mientras Milo, rodeado por algunas flamas oscuras, cayó al suelo en su rodilla, con algunas serpientes oscuras quemándole el cuerpo- Maldición. ¿Cuándo aprenderé a no jugar con mis presas? El ataque de Hyperión fue tan fuerte que no pude repeler todas las serpientes… -se quejó Milo, estremeciéndose por algunas quemaduras.

-¿Corriente… Ascendente? No tenías este poder cuando me enfrentaste junto a Aries y Leo frente a las puertas de Atenas –se repuso Hyperión, aunque tembloroso y débil-. El veneno… nubla mis sentidos divinos, pero los dioses estamos por encima de estos sentidos, y lo más que puedes hacer es debilitarlos medianamente, antes de que nuestros Dunamis los restauren… un veneno como el de Escorpio, no puede alcanzarme, pero lo que me inquieta realmente, no es tu veneno, sino que antes, estamos hablando de horas, no de días ni semanas, no presentabas esta fuerza que ahora sí posees… ¿qué cambió? –preguntó Hyperión furioso.

-Saori cambió… -le explicó Milo, lo que Hyperión notó, al sentir la cálida sensación del cosmos de Saori abrazando al de Milo, y acrecentándolo-. Despertó su conciencia sobre sí misma, despertando como la Diosa Athena… yo… no era que no lo supiera… más bien no quería creerlo, muy seguramente estaba equivocado, y si ese no fuera el caso, Aioros no lo permitiría, u otros Caballeros Dorados me lo habrían recriminado… viví en mi propia negación, la misma negación en que vivía ella sin entender la naturaleza de su cosmos. Cuando ella despertó… me sentí como un miserable… pero entonces comprendí… que no me importaba si Saori era o no Athena, yo deseaba proteger a Saori por ser Saori, el que ella haya despertado como Athena… me es enteramente indiferente… pero ahora, con su cosmos de mi lado, y mi propia convicción, yo te desafiaré, te derrotaré, y continuaré a su servicio como el caballero que solo puede perder la batalla que le dará la muerte, porque Hyperión, no sé si un mortal sin la bendición de un dios puede o no hacerle frente a un dios verdadero… pero vine aquí convencido en que así sería, te enfrentaría con o sin su bendición… pero lo que más me molesta de todo esto… es recibirla, pese a haber utilizado la Exclamación de Athena… y por ello, no descansaré hasta arrodillarme frente a mi diosa, y suplicar su perdón y mi castigo, ya que tú, Hyperión… forzaste a mi mano a irrespetar a mi diosa. ¡Por ello te exterminaré! ¡Aguja Escarlata! –se lanzó Milo nuevamente con su aguja brillando intensamente.

-¡Con o sin la bendición de tu diosa! ¡No podrás derrotarme, Milo de Escorpio! ¡Ebony Vortex! –lanzó Hyperión, los vientos oscuros impactaron a Milo, pero su aguja desprendida alcanzó a clavarse en Hyperión, quien resintió el molesto aguijón- ¡Gackt! ¡Torpe! –enfureció Hyperión, lanzándose a Milo con su puño listo, impactando al Caballero de Escorpio, clavando su rostro contra el suelo, rompiendo el mismo, y empujando con su Dunamis Daimonium a Milo aún más profundo, intentando aplastarlo con su poder, encontrando una patada de parte de Milo no solo impactándole el rostro, sino lanzando el casco de su Souma por los aires, mientras Milo en pleno impulso por su patada, clavaba otra aguja en contra de su pecho- ¿Cómo es que tus ataques son tan veloces e ineludibles? ¡No te movías antes con esta velocidad?! –se quejó Hyperión, mientras Milo caía con su pierna estirada hasta sus límites, y pateaba, sepultando a Hyperión tras una patada de tijereta, más el dios en el suelo, sujetó a Milo del tobillo, y tras incorporarse, lo giró y estampó contra una columna, arqueando todo el cuerpo de Milo, que escupió sangre tras el tremendo impacto, terminando con traspasar la columna cuando Hyperión lanzó una potente explosión de Dunamis para impulsarlo a romper la misma con su cuerpo.

-Maldición… solo hacen falta tres agujas… pero el malnacido no se ralentiza por el veneno –se incorporó Milo, solo para que la mano de Hyperión le atrapara el rostro, y lo clavara al suelo, incluso apretando su cabeza con su Dunamis, forzando a Milo a patalear por el dolor.

-Eso es… retuércete… presionaré tu cabeza hasta que tus ojos salgan por tus cuencas –declaró Hyperión, cuando la luz escarlata se hizo presente, mientras Milo disparaba nuevamente a quemarropa, lanzando a Hyperión por la Morada del Sol Negro, aturdido, y furioso.

-Si no quieres que te pique, no molestes al Escorpión, regla básica de los humanos, supongo que ni los gigantes como Orión, ni los Titanes como tú, entienden de sentido común –iluminó nuevamente su uña Milo, y se preparó para lanzarse en contra de Hyperión-. Dos agujas, Hyperión… dos agujas y acabaré con tu vida –amenazó Milo.

-No puedes detenerme con técnicas de tortura que solo funcionan con mortales –se incorporó Hyperión, su Dunamis haciéndolo crecer en tamaño, hasta rodear a Milo con su sombra-. Tu veneno será molesto, y se encargará de destruir los sentidos, pero los dioses poseemos más de 5 Sentidos, además de que nuestros Dunamis nos sanan casi tan rápido como nos lastiman. Tu veneno no puede alcanzarme –aseguró Hyperión.

-Ah, eso me queda muy claro, a estas alturas, quien recibiera 13 de las 15 Agujas, no sería más que un cascarón vacío retorciéndose mientras le da un paro cardiaco –le comentó Milo, aunque sonreía de forma arrogante-. Pero hay un detalle, Hyperión, solo 14 de las 15 agujas tienen un veneno. Antares no daña el veneno, daña el cosmos, por eso no se clavó en tu cuerpo cuando te la lancé la primera vez, te repelió, estalló en reacción a tu cosmos, a tu Dunamis… Antares no puede penetrar y destruir el cosmos, si las otras 14 Agujas Escarlata no están marcadas en tu cuerpo para decirle a la aguja errática, Antares, donde clavarse. ¡Todo tu cuerpo en estos momentos, es un mapa para guiar a Antares al corazón de la Constelación de Escorpio! –se regocijó Milo.

-¿Qué has dicho? –se fastidió Hyperión, miró su cuerpo, y este dibujaba a casi toda la Constelación de Escorpio con sus agujeros en su Souma- ¿Un mapa para guiar a Antares? ¿Una aguja que destruye el cosmos? Espera… no es Antares… ¿el Anti-Ares? –preguntó Hyperión.

-Lo he escuchado antes, y no sé si esa leyenda sea realmente cierta, pero lo que sí sé, es que soy un cazador –la aguja de Milo se llenó de energía nuevamente, y comenzó a correr en dirección a Hyperión-. ¡El cazador por excelencia de Artemisa! ¿Y tuviste una pésima idea al aumentar de tamaño! ¡Aguja Escarlata! –se lanzó Milo, saltó, y clavó la catorceava aguja contra Hyperión, quien enfureció, y abofeteó a Milo con toda la extensión de su mano de tamaño aumentado, lanzando al de Escorpio a rodar por el suelo, y retorciéndose de dolor, hasta recuperar su tamaño normal-. El mapa de la Constelación de Escorpio, está completo –se incorporó Milo, intentando levantar los brazos, pero apenas le quedaban fuerzas.

-¡No llegarás a impactarla! –enunció Hyperión, reuniendo en ambas manos una estrella oscura, forzando a la gravedad a distorsionarse, y ser redirigida a la estrella, que comenzaba a actuar como un agujero negro- Creo que comienzo a comprenderte bien, Milo de Escorpio, no eres exactamente poderoso, eres oportunista, y más importante, orgulloso. En mis manos preparo el Ebony Helios, el Sol Negro, mientras a mis hermanos los protegen planetas, yo y mi esposa Theia somos protegidos por estrellas, la mía siendo el Primer Sol… el Sol Negro, anterior a Helios, mi hijo y Segundo Sol, y del usurpador Apolo, el autoproclamado Tercer Sol. Este es el Sol Original, el Sol Primigenio, el que brillaba azul y hermoso antes de ensombrecerse por la Tiranía no de nosotros los Titanes, sino de los Dioses del Olimpo. Recibirás mi Ebony Helios, antes siquiera de que puedas asestarme con Antares, Milo de Escorpio –la fuerza gravitatoria del Ebony Helios, continuó arrastrando a Milo, quien notó que la fuerza de Antares se desprendía de su dedo, y era tragada por el Ebony Helios, lo que impedía que Milo pudiera lanzarle a Antares.

-La gravedad de su estrella, se traga la luz de la mía… -se impresionó Milo, notando a Hyperión sonriente detrás de su Sol Negro, como si tuviera todo bajo su control-. ¿Dices que tu estrella, el Sol Negro… es el Sol Original? Me parece que le das mucha importancia, a tan poca cosa como lo es el Sol –declaró Milo, en su mano comenzó a formarse una esfera escarlata, insultando a Hyperión no solo por sus palabras, sino por lo arrogante de Milo, que desafiaba al Sol Negro, con su propia Estrella Maldita, y la elevaba sobre su cabeza, mucho más grande que la estrella en manos de Hyperión, cuyo Dunamis Absoluto, transformado en el Dunamis Daimonium, había transportado a ambos combatientes al espacio, donde la estrella de Antares, suspendida sobre la cabeza de Milo, brilló con mayor intensidad antes de reducirse al tamaño de la mano de Milo, que apretó la esfera en su mano-. ¡El Sol es solo una Estrella! ¡Antares es 700 veces más grande que el Sol! –presumió Milo.

-Una Estrella Inerte, no se compara en absoluto con una Estrella Divina –apresó Hyperión a su estrella en su mano justo como hacía Milo, y se colocó en pose de batalla, con la estrella en su mano derecha, mientras que con el brazo izquierdo reunía más del Dunamis Daimonium, Milo imitó la pose desde su lado, incinerando su cosmos-. Aunque no espero que tu débil mente, entienda la diferencia entre una Estrella Maldita, y una Estrella Divina –sentenció Hyperión.

-Las estrellas bajo las que nacemos, pueden cambiarse –declaró Milo, recordando el día en que sus padres murieron, y el cómo Shion le salvó la vida. Recordando a Saga quedando a cargo de su entrenamiento, y brindándole atención paternal que tanto había necesitado. Recordó el cómo poco a poco su odio se iba esfumando, y era reemplazado por amistad, como con Camus, quien se convirtió en un soporte, un verdadero amigo, y Aioria, quien pasó a ser su rival. Recordó también a Aioros, aceptándolo en la Corte Dorada, y el día en que llegó con Saori sobre su espalda, y el cómo la niña lograba calmar la poca ira que quedaba en su interior. Recordó también a Kyoko, una pequeña que la sacaba de quicio, pero quien se convirtió en su protegida, su primera discípula, parte de su familia. La palabra familia de pronto significó bastante para Milo, quien recordó también a Jabu, y a los tres árboles plantados frente a su casa, forjando a su familia, a quienes quería proteger, por quienes sacrificaría todo, incluso la vida de ser necesarios, pero pese a todos quienes podría sacrificarse, había alguien por quien deseaba vivir, para verla crecer, y convertirse en la diosa que él sabía que podía llegar a ser-. ¡Te demostraré que las estrellas pueden cambiarse! ¡Aplastándote el rostro con la Estrella Maldita! ¡Antares! ¡Recibe, la Llamarada de la Aguja Escarlata de Antares! –se lanzó Milo con el Sol Escarlata de su mano, Hyperión se lanzó por su lado con el Sol Negro en la suya, ambos extendieron sus brazos, dando impulso a cada estrella, y forzándolas a chocar, el impacto lanzó una onda de choque por toda la Morada del Sol Negro, que perdió sus paredes, su techo, sus estatuas y sus tesoros, mientras el de Escorpio y el de Taiken mantenían sus soles en perfecto equilibrio, suspendidos uno contra el otro, empujándose, negándose, uno rodeado del cosmos dorado, el otro del Dunamis Daimonium.

-¡No puedes vencer a un dios! –gritaba Hyperión, empujando a Milo, comenzaba a vencer a su estrella- ¡Lo que intentas es imposible! ¡Un simple mortal no puede cambiar sus estrellas! ¡No puedes matar a los dioses! –insistió Hyperión.

-Mira el Teosu Sema… y repítetelo hasta que te lo creas… Hyperión… -los ojos de Milo se tornaron escarlata, y el cuerpo de Hyperión se tensó- ¡Restricción! –enunció Milo, la parálisis en el cuerpo de Hyperión lo forzó a dejar de empujar, y a Milo a ganar la batalla de empujes, estrellando su estrella contra el pecho de Hyperión, justo donde debería clavarse Antares, mientras el Sol Negro se elevó en el cielo, estalló, y forzó a todo el Laberinto de Cronos a estremecerse, justo como en esos momentos hacía el Teosu Sema, mientras la cacerola con el Taiken comenzaba a perder al Souma, pero en lugar de mostrar la Constelación de Escorpio, la nada en su interior se tornó escarlata, y fuego negro comenzó a extenderse por los alrededores del Laberinto de Cronos- ¿Lo logré? Pero entonces… ¿por qué Escorpio no brilla en el Teosu Sema? –se quejó Milo, cuando sintió su cabeza ser atrapada por detrás, y a Hyperión clavarlo al suelo con todas sus fuerzas- ¿Sigues con vida? –se fastidió Milo.

-Eres una alimaña difícil de vencer, Milo de Escorpio… aunque yo me considero igual de difícil de asesinar. ¡Ebony Vortex! –lo lanzó Hyperión con sus vientos, clavando a Milo a las escalinatas que llevaban a la siguiente morada, donde el de Escorpio comenzó a desangrarse- Mi sello en el Teosu Sema… se ha borrado… pero yo soy un Demonio… mi dominio no puede ser entregado… me extinguiré junto a la fuerza de mi Dunamis, y me llevaré a la Tierra conmigo. ¡Mis flamas incinerarán este planeta hasta que no quede más que cenizas! ¡Atrévete a decirme que mi estrella es inferior a Antares, mientras intentas apagar mi fuego! –amenazó Hyperión, mientras Milo intentaba incorporarse, pero la fuerza ya le faltaba.

-Hyperión… -escuchó entonces el Demonio, se viró, buscó la fuente de la voz, pero el de Taiken la ignoró, mientras veía a Milo incorporarse frente a él-. El mundo… es hermoso, Hyperión… -continuaba la voz femenina, acechante, como una memoria perdida, pero el de Taiken volvió a disipar las memorias, mientras se preparaba para enfrentar nuevamente a Milo, cuya aguja Antares, ya brillaba en su uña-. Hyperión… -continuó la voz, Milo se lanzó en dirección al Demonio, Hyperión intentó defenderse, pero en su mente, solo vio a una bella mujer de cabellera azul tomarle de las mejillas, y forzarlo a mirarla-. Aunque sea mi destino, el que solo nos veamos durante cada eclipse, al tú ser el Sol, y yo ser la Luna… bien lo vale, por los humanos a los que tanto amamos –lo besó la mujer, despejando el Dunamis Daimonium.

-Theia… -lloró Hyperión, Theia sonrió en su memoria, y se desvaneció, justo a tiempo para que Hyperión viera un destello escarlata, y sintiera su Dunamis ser impactado directamente, mientras Milo le atravesaba el cuerpo, tras clavarle la última de las agujas.

-¡Aguja Escarlata! ¡Antares! –terminó Milo, y el cuerpo de Hyperión estalló, liberando por fin el Dunamis azul y hermoso, que se elevó al cielo violento, y extinguió las flamas oscuras que amenazaban con consumir el mundo, comenzando con el Laberinto de Cronos. El Dunamis entonces regresó, y comenzó a rodear a Milo, quien se estremeció por el dolor, mientras su cosmos, y el Dunamis se fundían en uno solo.

-Los humanos pueden cambiar su destino, incluso los nacidos bajo las Estrellas Malditas, ¿verdad? Milo de Escorpio –comentó Hyperión, o al menos Milo lo veía como si fuera Hyperión, ya que el verdadero cuerpo de Hyperión se había destrozado al recibir a Antares, siendo el Hyperión frente a Milo en esos momentos, un Hyperión remanente del Dunamis del Dios del Sol Negro-. Antares, no es una Estrella Maldita… no me lo pareció mientras me la clavabas al pecho tres veces… -recordó Hyperión-. Al menos no es maldita para ti… tiene un objetivo bien marcado en su propio nombre… Ares… tú eres el Anti-Ares… -enunció Hyperión, mientras comenzaba a desvanecerse-. Acepto mi derrota, Milo de Escorpio… pero tú como el campeón de la contienda, ahora tienes la responsabilidad, de levantarte contra los Dioses del Olimpo… clávale a Ares a Antares al rostro por mí, y que el Sol Negro… siempre te proteja… -y tras decir aquello, Hyperión se desvaneció, extinguiéndose frente a Milo igual que la luz del Teosu Sema, lo que el de Escorpio no comprendió, hasta ser aplastado junto a lo que quedaba de la Morada del Sol Negro, por una inmensa mano de Tierra.

El Santuario. Templo del Patriarca.

-¡Señor Milo! –gritó Saori aterrada, había sido testigo de toda la batalla del Escorpio, y su corazón se había alegrado con su victoria, aunque esta solo duró unos instantes, ya que en su cosmos, Saori también presenció el momento en que una mano inmensa aplastaba la Morada del Sol Negro, y extinguía el cosmos de Milo-. Primero fue Airoia… después fue el señor Milo… algo los ha atacado… algo inmenso… -se asustó Saori.

-Claro que sí… -sonrió Yoshiko para sí misma, más su mirada era azul en su totalidad, lo que Saori no pudo ver ya que solo podía verle la espalda a la Caballero de Circinus, que mantenía su Compas apuntando al Laberinto de Cronos, donde una flama inmensa de un hermoso tono esmeralda, comenzaba a crecer más y más grande-. Algo inmenso… y sumamente hermoso… los Caballeros Dorados alimentados por la fuerza del Cosmos Divino… están resultando ser mejores herramientas que las que había anticipado… jujujuju –se dijo a sí misma Yoshiko, pero no tardó en tomarse la cabeza, y despertar sus sentidos-. ¿Dónde? No otra vez… esto… no está bien… -se quejó la asistente del Patriarca.

Senda a la Casa de Libra.

-Hyperión… -casi a las afueras de la Casa de Libra, Theia y Nicole habían estado combatiendo a un grupo de Caballeros de Athena, entre los que figuraba una ya noqueada Xiaoling de la Osa Menor, inconsciente tras haber intentado detener la avanzada de Theia, quien en esos momentos sostenía a un Caballero de Bronce del cuello, suspendiéndolo pese a que el de Bronce intentaba quemarle los brazos a la Titánide que apenas y se daba cuenta del ataque del rubio en armadura de marrón.

-¡Theia! ¡El Caballero de la Mesa está quemando tu Souma! –se adelantó Nicole, impactó el rostro del Caballero de Bronce de la Mesa, liberándolo del agarre de Theia, y siendo el malherido Caballero de Bronce atrapado por un Caballero de Plata, en Armadura Morada y con un gran escudo en su brazo izquierdo- Theia, despierta –le pidió Nicole, mientras Theia, ignorando al recipiente de Cronos, se viraba y veía el Teosu Sema con lágrimas en sus ojos, mientras la Constelación de Escorpio brillaba en el lugar del Taiken-. ¡Theia! –le gritó Nicole, por fin llegando a Theia, cuyos ojos lloraban Icor- No te entregues a la Tiranía, estamos muy cerca, una vez que recupere mi cuerpo original, marcharemos al Hades y los traeremos de vuelta, incluso a Hyperión –le comentó Nicole.

-¿Te encuentras bien, Ennetsu? –preguntó el Caballero del Escudo al Caballero de la Mesa, quien se incorporó rápidamente, y rodeó sus brazos con el fuego de la forja de Hefestos, siendo su constelación su mesa de trabajo- Noquearon a Xiaoling de un solo golpe, y esos tontos de Misty y Noesis parecen más interesados en enfrentar a los de Bronce que en defender la senda… Escorpio sigue ardiendo, pero nos estamos quedando sin tiempo –se quejó el joven.

-Señor Juan… presiento que las consideraciones de los Titanes se han terminado –alzó su defensa Ennetsu, mientras el Dunamis de Theia comenzaba a perder el control-. Hay que salir de aquí, sé que está preocupado por Xiaoling, pero si Daichi sale de las sombras en estos momentos… -intentó mediar el Caballero de la Mesa.

-Ya es tarde –exclamó Theia, su Dunamis marchitándose- ¡Demasiado tarde! ¡La luz de mi Dunamis aclarará cualquier ilusión! –un destello azul se desprendió del dedo de Theia, rodeando todas las escalinatas, y revelando a un Caballero de Bronce que antes no estaba allí, y quien silenciosamente se había acercado hasta donde la inconsciente de Xiaoling para intentar llevarla a un lugar seguro donde pudiera recuperarse de sus heridas-. El Zorro… de manera que usabas las sombras para pasar desapercibido. Lo habría permitido antes, pero ya no más. ¡Muere! ¡Fos Keravnoú! –enunció Theia mientras abría su mano, y de esta se lanzó un estallido blanco, que fulminó en un abrir y cerrar de ojos al Caballero del Zorro, quien terminó vaporizado en un segundo, no quedó de él más que su Armadura de Bronce, que cayó en sus piezas al lado de una Xiaoling, quien apenas comenzaba a despertar.

-¡Daichi! ¡Maldita! ¡El Caballero del Zorro apenas y había recibido su Armadura de Bronce! ¡Me las pagarás! ¡Tornillo de Fuego! –lanzó una llamarada en espiral el Caballero de la Mesa, misma que Theia disipó de una patada, extinguiendo en su totalidad el cosmos ardiente del Caballero de la Mesa, que no tardó en encontrar la mano de Theia con la luz blanca que había utilizado para vaporizar a Daichi del Zorro, dirigiendo la misma al Caballero de la Mesa.

-¡Atrás Ennetsu! ¡Fortaleza de Scutum! –el escudo en el brazo izquierdo de Juan creció, y soportó en gran parte la fuerza del Dunamis Daimonium de Theia, aunque cuarteándose en varias secciones, lo que fue una sorpresa para el Caballero de Plata- Esto es imposible… el Escudo de Scutum debería ser el más poderoso entre todos los escudos… y este apenas soportó el ataque de esta Titánide –se impresionó Juan, mientras la furiosa Titánide avanzaba con el puño lleno de destellos azules-. ¡Astral Gravitation! –tras alzar su escudo con su brazo izquierdo, el cuerpo de Juan quedó envuelto por una fortaleza gravitatoria negra, misma con la que rodeó a Ennetsu, y a Xiaoling, quien apenas se incorporaba. Las esferas oscuras, diferentes del Escudo de Scutum sin embargo, probaron sí ser lo suficientemente fuertes para resistir los embistes de Theia, y la explosión de los destellos azules, lo que molestó a la Titánide.

-No resistirán por mucho tiempo Juan –le comentó el Caballero de la Mesa, preocupado, mientras la Titánide reunía nuevamente su cosmos blanco en sus manos-. Nos matará a todos, ya no hay bondad en su ser… a como yo lo veo… o nos mata o los tres… o usas tu poder gravitacional para salvarla a ella –apuntó Ennetsu con su rostro, lo que incomodó a Juan-. Apenas y ha recibido su Armadura de Bronce… por favor, eres mi superior, si me das la orden… -le pidió Ennetsu, las esferas gravitacionales se estremecieron tras recibir nuevamente el ataque de Theia, y Juan comenzó a sangrar por la nariz por la fuerza del golpe-. Juan… no vale la pena que los tres muramos como Daichi… y yo no puedo salvarla, las habilidades de la Armadura de la Mesa solo consisten en lanzar llamaradas, no el controlar la gravedad… por favor… -suplicó él.

-Por Athena… juro que es la última vez que no soy más que un estorbo… -se mordió los labios Juan, y asintió, alegrando a Ennetsu-. ¡Gravitational Pulse! –alzó su Escudo Juan, la gravedad se comportó de forma extraña entonces, perdiéndose momentáneamente, y forzando a Theia y a Nicole a clavar sus manos en las escalinatas para evitar salir a flote- ¡Cinco segundos! ¡Cuatro! –corrió Juan lejos de su esfera gravitacional, liberando a Ennetsu de la propia, por lo que el de Bronce comenzó a incinerar sus brazos- Tres, dos… -tomó Juan a Xiaoling como a una princesa, y comenzó a correr con ella lejos de donde Ennetsu hacía a su cosmos estallar- ¡Uno! ¡Adiós, Ennetsu! –lloró Juan.

-¡Llamarada Solar! –exclamó Ennetsu, su cuerpo estalló en flamas a temperaturas increíblemente altas, Theia, sabiendo que aquella explosión era demasiado peligrosa, empujó a Nicole y recibió toda la fuerza de la llamarada, sintiendo dolor por la explosión, y siendo lanzada por la misma escaleras abajo, donde la fuerza de choque de la explosión también terminó por lanzar a Xiaoling y a Juan por la senda, hasta que quedaron los dos inconscientes, al estrellarse con unas rocas de la vereda. Ennestu, habiendo utilizado su técnica suicida, cayó al suelo sin vida, y con su cuerpo sumamente quemado.

-Sacrificó su vida, pero diferente de otros que lo intentaron antes… logró herir a Theia… -miró Nicole en dirección a Theia, quien se convulsionaba en el suelo, sumamente adolorida-. Has recibido demasiado daño, desde los ataques del Caballero de Géminis, hasta los enfrentamientos con los Caballeros de Bronce y de Plata en las sendas. Es suficiente… de nada me sirves en este estado… quédate a recuperar tus heridas, yo seguiré adelante… -le comentó Nicole, continuando con su camino.

-¡Amo Cronos…! ¡Espere…! ¡Yo… no puedo perder a nadie más…! ¡Amo Cronos! –suplicó Theia, su Dunamis Daimonium, comenzaba a extenderse aún más, y a hacerle perder el juicio- No más… ya no más… ya no más… -exclamaba una y otra vez.

Casa de Libra.

-Misty… -comenzó Noesis, tras detener uno de los ataques de Okko, quien pese a ser un simple Caballero de Bronce, había probado ser demasiado obstinado para dejarse amedrentar por el Caballero de Plata del Triángulo.

-Lo sentí… -le respondió Misty, más analítico que Noesis, y hasta ese momento llevando un combate más cuidadoso, en el que el de Lagarto apenas y había recibido daño, mientras Shiryu, ya bastante agotado, apenas y lograba ver bien-. Escuchen, Okko y Shiryu… en todo este tiempo, y pese a sentir el cosmos de sus discípulos en peligro, Dohko de Libra no logró levantarse… lo que significa que Themis realmente lo dejó en muy mal estado –explicó Misty, lo que Okko y Shiryu no comprendían qué significaba-. Sin una orden… no podíamos hacer más que retenerlos. Pero ahora, cosas más importantes apremian. Escorpio sigue ardiendo, tres Titanes siguen en los límites de las 12 Casas, y en los pisos superiores, solo 2 Caballeros Dorados quedan en pie –meditó Misty, y bajó su guardia, lo que Shiryu no comprendió, pero bajó la suya de todas formas-. Llévense al traidor a los pisos inferiores… atiendan a sus heridas… y vean que se levante para volver a luchar… esta… es su última orden… -terminó Misty, dándoles la espalda.

-¿Orden? ¿Quién te crees, niño bonito? Yo te voy a dar tu orden –se tronó los nudillos Okko, cuando Shiryu lo tomó del hombro-. No estarás realmente pensando en… -se quejó Okko, pero Shiryu se mantuvo tranquilo.

-Un Caballero de Athena… confía plenamente en sus hermanos de armas… -reverenció Shiryu, sabiendo que Misty había hecho únicamente lo que dictaba su deber como Caballero de Plata, pero jamás deseando realmente ni juzgar a los de Bronce o al en ese momento noqueado Caballero de Libra-. Vamos… nos levantaremos para volver a pelear junto al maestro cuando se recupere –se apresuró Shiryu a tomar a Dohko de un brazo, el fastidiado de Okko hizo una mueca de descontento, pero tomó del otro brazo de Dohko, y juntos, comenzaron a bajar al Caballero de Libra a los pisos inferiores.

-¿Cómo te encuentras, Noesis? –preguntó Misty, el de Triangulo hizo una mueca de dolor- Lamento haber elegido a Shiryu de oponente en lugar de a Okko, pero Mu dijo la verdad sobre mí cuando me comentó que no lograba ser herido, ni conocer el dolor, porque siempre elegía a mis oponentes –se burló un poco Misty.

-La verdad, Superior Misty… todo mi cuerpo me duele bastante en estos momentos –se quejó Noesis, tronándose el cuello-. Aunque no veo el por qué debería quejarme… hace un par de años, ya alguien sacrificó su vida por mí… encuentro justo que sea mi turno… -admitió Noesis.

-No planeo morirme, Noesis, aún tengo mucho que aprender, mucho que vivir… mucho por ver… -le comentó Misty, mientras los pasos metálicos comenzaban a escucharse llegando a la Casa de Libra-. Aunque… es la primera vez que no elijo a mi oponente. Quien sabe… tal vez estoy masticando más de lo que puedo tragar… -terminó Misty, mientras frente a ambos, Nicole hizo acto de presencia-. Y bien… ¿qué Titán es usted, señor invasor? –comenzó Misty curioso.

-No qué Titán… Caballero del Lagarto… él Titán… -comenzó a elevar su cosmos Nicole, movió su muñón, y este estalló, formando un brazo nuevo hecho de un cosmos violeta muy intenso, lo que terminó por horrorizar a Misty y a Noesis-. Soy el hijo menor que mató a su padre por el dominio del mundo –continuó Nicole, su Armadura Negra comenzando a brillar morada y hermosa-. Soy el dios que fundó la historia que conecta con los Dioses Griegos y con el Santuario –continuó Nicole, su cabellera creciendo, ondulante, oscura, su piel bronceándose un poco, sus ojos tornándose rosados-. Soy quien domina el tiempo y crea la vida –continuó Nicole, sus músculos se tonificaron un poco, pero después se volvieron delgados, delicados, pero poderosos-. Soy el dios que corta la vida con su filo –en su brazo, se formó una guadaña de plata, un arma perteneciente a la Armadura del Altar, sustituto temporal para aquella que lo llamaba, y que alimentaba el cosmos de Nicole a la distancia-. ¡Soy Cronos! ¡El Rey de los Titanes! –la Tierra tembló al escuchar su nombre, y tanto Noesis como Misty, sintieron sus cosmos estremecerse- ¡Que la Tierra se estremezca ante mi sola presencia! ¡Y que los Dioses Olímpicos teman por ver sus reinos derrumbarse! ¡El Rey de los Titanes, ha vuelto! –Nicole se había ido, ya no quedaba nada de su humanidad, ya solo quedaba, Cronos.

Templo del Patriarca.

-¿Cronos? –Saori se estremeció, sintiendo la poderosa presencia que había tomado posesión de su divinidad, gracias a la cercanía con el Souma sellado dentro de la Estatua de Atenea, que comenzaba a desprender una fuerza primigenia, un Dunamis comenzaba a rodear a la estatua, el Dunamis de Cronos, sellado dentro del Megas Depranon, y deseando regresar con su dueño, alimentando el cuerpo profanado por el Rey de los Titanes con parte de su fuerza- No… entonces… los Caballeros Dorados que atacan el Laberinto de Cronos en estos momentos… -se preocupó Saori.

-Cayeron en una trampa, jujujuju –reía gentilmente Yoshiko, mirando con sus ojos azules al Laberinto de Cronos, mientras Saori seguía sin sospechar que la mujer frente a ella, también era un ser poseído-. Era de esperarse del Rey de los Titanes, quien, con guadaña en mano, no envió a Gigantes o Hecatónquiros, a Bestias del Tártaros o a mortales, a luchar por él, sino que tomó él mismo el Megas Depranon, y adelantó filas, liderando a los Titanes contra la Tiranía del Olimpo –agregó Yoshiko, comenzaba a asustar a Saori-. Mientras otros dioses como Athena y Poseidón, se escudan detrás de Caballeros Dorados y Generales Marinos, y otros como Hades dominaban sobre 108 Espectros, Cronos no tiene ejército, los Gigantes que atacaron el Santuario junto a Hyperión no eran más que aliados. Él quien desee el poder del Rey de los Dioses, ha de luchar por ese derecho él mismo, eso es lo que es Cronos… y en su arrogancia, es perfectamente manipulable… -continuó Yoshiko, enteramente bajo el poder de Pontos, quien se debatía entre relevarse o no ante Saori, quien comenzaba a asustarse. Sin embargo, al parecer alguien más sí pensó en manifestarse. Ante la presencia de Cronos en las 12 Casas, y su cercanía con el Megas Depranon, las nubes comenzaron a arremolinarse en los alrededores del Santuario, y los relámpagos, comenzaron a centellar en el cielo, dando inicio a una terrible tormenta-. Zeus… -sonrió nuevamente Pontos, mientras la lluvia comenzaba a caer con fuerza sobre las 12 Casas-. Puedo sentir tu miedo… Rey del Olimpo… aunque no creo que intimides a su majestad, jujujuju –se regocijó Pontos, mientras Saori la tomaba de la mano, despertándola de su trance, y tirando de ella buscando refugio-. ¿Qué? ¿Qué está pasando? –se asustó Yoshiko, ya nuevamente dentro del Templo del Patriarca, y tras la caída de un relámpago ensordecedor, se abrazó de una igualmente aterrada Saori.

Senda a la Casa de Cáncer.

-Una tormenta, se ha desatado de la nada misma –corría Mu contra el poderoso viento, que le cegaba la vista mientras ignorando sus heridas, producto de sanar a Saga, hacía un esfuerzo por acelerar el paso, sabiendo que las cosas en el Santuario comenzaban a salirse de control.

-Hace unos instantes, sentí un cosmos inmenso manifestarse en la Casa de Libra –le comentó Saga, quien gracias a Mu estaba listo para combatir una vez más. La Casa de Cáncer aún se veía lejana, y energías siniestras emergían de la misma, como si lo que fuera que pasaba en su interior, fuera a presentarles una desventaja en el ascenso-. Esta tormenta… ¿podría ser la manifestación de Zeus en advertencia por lo que está pasando? –se quejó Saga.

-Puede manifestarse todo lo que quiera, mientras no baje a proteger a su hija, no me interesa –le respondió Mu, observando los relámpagos fijamente, estos resonaban furiosos, pero no dejaban de ser más que solo un juego de luces para él-. Lo único que me interesa… es llegar ante Saori… -continuó Mu, su mirada puesta en la Casa de Cáncer.

Senda a la Casa de Libra.

-Malditos Dioses Olímpicos… -se quejó Theia, mirando a los relámpagos con desprecio, con odio, con su Dunamis Daimonium desafiante-. ¡Púdrete en el Tártaros Zeus! ¡Si tan valiente eres, manifiéstate y fulmíname! –gritaba la Titánide, Icor cayendo de sus lagrimales, Icor que comenzó a tranquilizarla, y a restaurar poco a poco su Dunamis. En el cielo los relámpagos parecieron reaccionar a sus palabras, resonaban con más y más fuerza, pero solo fueron eso, amenazas sonoras y un espectáculo visual- Eres un cobarde… Zeus… -el Dunamis de Theia entonces se restauró, y la Titánide del Brillo continuó con el ascenso a Libra-. No mereces ser el Rey de los Dioses, solo espera, en breve estaremos ante tus puertas, y veremos entonces, si muerdes igual de fuerte que lo que ladras, maldito perro infeliz… -subió Theia, sin nada que se lo impidiera, solo luces y estruendos.

Pasadizos Subterráneos de las 12 Casas.

-¿Relámpagos? ¿Qué esta…? ¿Dónde…? –despertó por fin Dohko, encontrándose a sí mismo dentro de unos túneles, con Shiryu y Okko vendando sus heridas- ¿Cómo es que saben de estos túneles? –se molestó el Caballero de Libra, intentando incorporarse- ¿Quién defiende Libra? –continuó el antes anciano, cuyas articulaciones le dolían como si realmente lo fuera.

-Nosotros no sabíamos de estos túneles maestro… ella sí… -presentó Shiryu a Lithos, quien llegó con antorcha en mano, y saludó al Viejo Maestro nerviosamente-. Y descuide, entendemos bien el riesgo de que otros conozcan la existencia de estos túneles. Juramos en el nombre de Athena no decir nada –reverenció el del Dragón.

-No es como que nos vaya a servir ese conocimiento de todas formas, estos túneles son un laberinto por sí mismo, la única ventaja de invadir por aquí es el no enfrentar a los Caballeros Dorados –se quejó el de Eridanus.

-Eso no importa en estos momentos. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dónde están los Titanes? –se incorporó Dohko, tomando las piezas de su armadura y volviendo a vestirlas- ¿Y por qué Zeus está tan molesto? Esta no es una tormenta normal –se preocupó Dohko, pero antes de que cualquiera pudiera contestarle, el Viejo Maestro los detuvo-. No perdamos más el tiempo, por el aspecto de estos túneles, debemos estar entre Libra y Escorpio, la próxima salida es hasta Sagitario, andando, el camino a Sagitario está lleno de trampas mortales… -comenzó a guiarlos Dohko, y el pequeño grupo, se adentró aún más en los túneles.

Casa de Piscis.

-Que horrible panorama, me es incluso desalentador… -comenzó Afrodita, posado a las afueras de su templo. En su senda, 5 Caballeros de Plata y 3 de Bronce, intentaban cubrirse de la tormenta, una Caballero Femenino inclusive, intentó refugiarse dentro del Templo de Piscis, pero el Caballero Dorado no se lo permitió- No te acerques… Caballero Rumi de Lepus, pasando estos escalones, ni siquiera tu máscara podrá protegerte del veneno de las rosas que crecen en los alrededores de mi casa. Mucho menos con un cosmos tan débil y casi inexistente –se fastidió el de Piscis, lo que casi forzó a la pequeña a soltarse en llanto.

-Es una Caballero de Athena, Maestro Afrodita… -enunció molesta una Caballero de Plata, a quien Afrodita miró con molestia-. Sabe cuál es su deber. Todos sabemos cuál es nuestro deber. ¿No es así Maestro? –preguntó la enmascarada.

-¿Es una amenaza, Marín del Águila? –giró una rosa roja Afrodita en sus manos, mientras le daba la espalda a los Caballeros de Athena posados en su senda- Voy a decirte una cosa, y espero que te quede bien en claro, lo único que importa en el mundo, es la fuerza… la fuerza es hermosa y bella. Y lo que yo veo a mi alrededor, no es fuerza, sino un montón de cadáveres. ¿Piensan que llevamos ventaja porque nos encontramos aún sobre los dominios de la Flama de Escorpio? Encuentran esperanzador el que los emblemas de 8 Caballeros Dorados brillen dentro del sello sobre el Laberinto de Cronos… ustedes no saben absolutamente nada… el Santuario es débil… demasiado débil… tan débil, que los Caballeros de Athena caen uno por uno, algunos sacrificando sus vidas por un momento de heroísmo que al final… no significa nada… ¿de qué le sirven a nadie muertos? Has con este conocimiento la idea que te plazca sobre de mí, no me interesa… seré yo quien decida, el qué hacer con mi propia vida, y a quien dedicarla, es todo… tienen prohibido entrar en mi casa… -sentenció Afrodita, regresando a su templo, molesto por todo lo que ocurría en el Santuario.

El Laberinto de Cronos. Ruinas de la Morada de Okéanos.

-Un cosmos… realmente inmenso… comienza a despertar en el Santuario… -comenzó Camus, su cuerpo aún estaba frio, su sangre congelada a sus poros. En todo este tiempo tras su pelea con Okéanos, no había logrado recuperar el conocimiento hasta ahora-. No siento el cosmos de Milo… ¿acaso él ha…? No… no puedo pensar así… no hay lugar para los sentimientos en la guerra… debo hacer lo más inteligente… debo… regresar… ponte de pie… vamos… ponte de pie… no puedo terminar así… -se quejaba el de Acuario, arrastrándose, esta vez en dirección a las 12 Casas, teniendo un horrible presentimiento.

Ruinas de la Morada de Kreios.

-Todas las almas selladas dentro de la Armadura de Capricornio, resuenan en mi mente… -comenzó Shura, despertando por fin tras su casi muerte en contra de Kreios-. Me advierten de un horrible presagio… Cronos… su cosmos… alguien de mi pasado lo ha sentido antes… el cosmos que despierta en el Santuario, es del Rey de los Titanes… nos han engañado… debo… ir a con Saori… ir a con Athena… mi espada no puede quedarse enterrada en el fango sin hacer nada, estará rota… pero sigue igual de afilada… -prosiguió el de Capricornio, incorporándose.

Ruinas de la Morada de Phoibe.

-El eco de los malos augurios comienza a hacerse presente… Cronos ha despertado en el Santuario… -comenzó Shaka, intentando forzarse a sí mismo con su cosmos a levantarse-. Nos encontramos en una situación muy precaria… lo que yace sellado en el Laberinto de Cronos, podría ser incluso más peligroso que el mismo Rey de los Titanes… pero Athena peligra… las decisiones de los mortales jamás han sido sencillas. Ni siquiera yo… que me he entrenado por años para controlar mis emociones, entiende lo que debería hacer… -terminó de incorporarse Shaka, su mirada determinada, su cosmos centellando, fortaleciendo su cuerpo para seguir adelante-. Mi mente me dice que debería seguir, y evitar el despertar del ser dormido en el Laberinto de Cronos… pero mi corazón… me dice que sea egoísta… Athena… solo espera un poco más… he tomado mi decisión… -finalizó el de Virgo, y comenzó a bajar las escaleras.

Ruinas de la Morada de Ceo.

-Saori… Athena… -enunció Aioria, su cuerpo ensangrentado, su Armadura Dorada fragmentada, su determinación, lo único que lo mantenía con vida mientras se desangraba por la herida en su cabeza-. No es el momento de pensar… es el momento de actuar… vencí a mi rival, hice mi parte… ahora solo debo regresar a tu lado… ¿puedes escucharme Milo? Si te mueres y no me alcanzas, yo mismo bajo al Hades a traerte de vuelta y a forzarte a suplicar a Saori por su perdón… ya hemos vencido a dioses… podemos lograr cualquier imposible… voy a estarte esperando, no me falles –prosiguió Aioria, iniciando con el descenso.

Ruinas de la Morada de Hyperión.

-Saori… -despertó Milo, medio enterrado en lo que quedaban de las ruinas del Sol Negro, clavando sus dedos contra la tierra, forzándose a sí mismo a salir de la misma, y así poder seguir adelante-. Me equivoqué… fui un estúpido… caí en el juego de Cronos… y te dejé a tu suerte… pero no más… voy a llegar… nada me impedirá el que llegue a tiempo, lo juro… solo resiste… resiste… -suplicó Milo, incorporándose, y de movimientos tambaleantes y débiles, intentó regresar a donde su diosa.

Morada de Rea.

-Te diré una cosa… estoy demasiado molesto en estos momentos… -dentro de la Onceava Morada, fue donde Aldebarán se enteró de la verdad. La Onceava Morada era un puente negro e inmenso, con el vacío infinito al fondo, y del otro lado estando un simple trono, donde Rea, la Titánide de los Animales, Señora de las Bestias, y la esposa de Cronos, se posaba tranquila mirando en dirección al Caballero de Tauro-. No es que sea soberbio, pero yo realmente esperaba darme de golpes contra el Rey de los Titanes –declaró Aldebarán.

-Un verdadero rey no se escuda en sus soldados, Caballero de Tauro. Lidera a sus seguidores al frente de la batalla, lo sabrían si supieran el verdadero significado de lo que es ser un rey, es su culpa el haber subestimado su propio conocimiento –se paró de su trono Rea, mirando a Aldebarán, quien se debatía entre enfrentarla, o regresar y proteger a Athena-. Pero como recompensa por haber llegado tan lejos… admitiré que el atacar el Laberinto de Cronos, no ha sido tampoco una equivocación. Como Reina de los Titanes, solo yo sé la verdad sobre esta guerra, una verdad, que la Guardiana de las Memorias arrebató de todos nosotros –comenzó a llorar Rea, lo que fue una sorpresa para Aldebarán, quien no se esperaba que su batalla, comenzara con las lágrimas de la Reina de los Titanes-. ¡Lo que hacemos, es por poner fin a la Tiranía! ¡Y eliminar el Ciclo Infinito de los Dioses! ¡Ge Python! –enunció la Reina de los Titanes, su Dunamis inmenso, más grande que el de cualquiera del resto de los Titanes, materializando con el mismo a una inmensa serpiente de obsidiana, que rodeó todo el puente oscuro con su cuerpo, antes de abalanzarse en contra de Aldebarán.

-Algo me dice, que se me va a hacer tarde. Muy bien, pequeña lombriz, juguemos. ¡Gran Cuerno! –el estallido del cosmos de Aldebarán se hizo presente, fuera cual fuera la verdad oculta de esta guerra, el Caballero de Tauro la descubriría, sin importar qué.

El Santuario. Casa de Sagitario.

-La Flama de Escorpio da su ultimo respiro –enunció Aioros, a las afueras de la Casa de Sagitario, mirando a la tormenta, y a la ira de los dioses que se hacía presente-. No es por Cronos por quien te manifiestas, ¿verdad Zeus? Tienes miedo por algo más… un secreto, tan bien guardado, que temes que salga a la luz… comienzo a darme cuenta de este secreto… aunque tal vez… sea demasiado tarde para entenderlo… -miró Aioros al Teosu Sema, comprendiendo mejor el origen de esta guerra, la relevancia que tenía para el futuro no solo de la humanidad, sino de los dioses mismos, y descubriendo el miedo que Zeus ocultaba bajo un manto de truenos y relámpagos, desafiante mientras intentaba detener con amenazas esta guerra, pero sin bajar él mismo a enfrentarla-. Me arrebataron la Vista al Futuro… no me permitieron ver a las estrellas. De haberlo hecho, pude haber deducido la verdad. Esta guerra, es la guerra definitiva… Shion lo sabía, él advirtió a Dohko… por eso el Viejo Maestro abandonó Cinco Picos, todo tiene sentido ahora… pero, aun así, puedes estar tranquilo, Rey de los Dioses… Cronos se equivoca, y yo voy a demostrárselo, personalmente… pero no será por ti… ya me queda claro, quien eres realmente… y lo que Cronos, lo sepa o no, intenta hacer… es hora de que cumpla con mi deber con el Patriarca del Santuario, el sembrar la semilla, para el futuro de la humanidad. Lo espero, su excelencia Cronos… hay algo de lo que tenemos que hablar… -desafió Aioros con su cosmos, asegurándose de que Cronos pudiera sentirlo. En el Santuario, todo comenzaba a salirse de control.

El Inframundo. El Monte Yomotsu.

-¿¡Soy solo yo, o las cosas se están saliendo de control!? –en el Inframundo, Máscara Mortal se encontraba malherido y débil. El Monte Yomotsu, la entrada al reino de los muertos, irradiaba un Dunamis Escarlata, donde las almas en pena gritaban horrorizadas, y se abalanzaban en dirección al Caballero de Cáncer, quien aparentemente había estado huyendo y enfrentando a hordas y hordas de muertos que, desde su llegada al Inframundo, se habían dado a la tarea de darle muerte- ¡Aléjense de mí sabandijas! ¡Ondas Infernales! –lanzaba Máscara Mortal su cosmos, hiriendo a las almas malditas, que chirreaban con fuerza tras recibir sus ataques- Maldición… de haber sabido lo problemático que iba a ser todo esto, me quedaba a enfrentar tu cuerpo inmortal, malnacida Titánide del Demonio… -se quejó Mephisto, saltando y evitando que los muertos lo atraparan, y corriendo por todo el Inframundo enfrentando a más y más de las almas en pena que esperaban el juicio del otro lado de la entrada al Inframundo.

-Diosa Demonio para ti, Máscara Mortal –escuchó el de Cáncer, hilos escarlatas caían desde la cima del Monte Yomotsu, desde donde Mnemosyne, transformada enteramente en un Demonio, evidente en las alas de sangre que le traspasaban la espalda, se conectaba con las almas de los muertos mediante hilos de Dunamis que salían de sus dedos, llenando a los muertos de memorias de odio contra Máscara Mortal-. Gracias a ti, mi dominio se debilitó en la Tierra, gracias a ti mis hermanos y hermanas comenzaron a recordar… y estos recuerdos… los ha hecho entregar sus dominios a los mortales… -de los ojos de Mnemosyne, no caía Icor, ni sangre, ni lágrimas, lo que caía era brea hirviente, producto de un odio tan profundo, que la Guardiana de las Memorias perdió todo rastro de divinidad, ahora no era más que una Diosa de Castigo-. Pagarás por ser quien regresó la esperanza a los Titanes… -sentenció la Titánide, mientras las hordas del Inframundo, daban cacería a Máscara Mortal.