Lo sé, lo sé, me ha tomado una eternidad el realizar esta actualización. Está vez lo siento mucho, pero me concentré en escribir una historia de Fire Emblem para mi esposa que actualmente no está pasando por un buen momento laboralmente hablando, y quise escribirle algo para que se animara un poco. Pero bueno, mi esposa ya tiene 7 capítulos de Fire Emblem para ponerse al día, así que puedo concentrarme un poco en continuar con esta historia. Lamento mucho la ausencia, no me he desaparecido ni me he muerto, la vida simplemente es demasiado difícil últimamente, por cierto, Feliz día del Ñoño, digo del Niño.
reyna lisset: Estamos en época de elecciones, es natural que también haya elecciones en el Santuario. Shaka fue el Patriarca de Guerras Doradas original, ¿por qué no serlo nuevamente? Aunque Saga puede querer arrebatarle el puesto a Yoshiko, y obvio Yoshiko está en búsqueda de la reelección, me pregunto qué pasará en este nuevo universo. ¿Se repetirán los mismos patrones que en el universo original? Es verdad que esta saga, la de Eris, debe tener más relevancia a con las Saintias, y creo que voy a batallar un poco para lograr precisamente esto, pero haré mi mejor esfuerzo, aunque… si se me olvida que existen los de Bronce… las Saintias… mira pues mínimo Kyoko sí va a tener más protagonismo. No te puedo responder ni lo de los padres de Kyoko, ni lo de los prisioneros, sin revelar detalles importantes de la trama de esta saga, así que lo siento, tendrás que ser paciente, aunque una de tus dos interrogantes se resuelve en el próximo capítulo, no en este. La reflexión de Afrodita es… complicada, la verdad es que la personalidad de Afrodita es algo que varía dependiendo de la fuente, ya sea la saga clásica, los mangas, las películas, y spin off. Afrodita va y viene entre ser un narcisista al que solo le interesa el poder, a una persona genuinamente comprometida con sus amigos y compañeros. En Guerras Doradas Original, me tomé algunas libertades a con las personalidades de los dorados, Aioria y Milo eran más infantiles, Mu más tranquilo cuando la verdad es que es medio agresivo, Shaka era demasiado tolerante, y Saga reservado, Mephisto muy indeciso, y Aldebarán infantil. En realidad, pienso que la personalidad más afín en Guerras Doradas original fue precisamente Shura. En esta ocasión, estoy intentando respetar sus personalidades bases, eso se ve más en este capítulo específicamente con Milo y Afrodita, que son personajes con defectos muy bien marcados y que no exploré en la versión original de esta historia. Estos defectos, por supuesto, son muy importantes para lo que son sus personajes, y no los supe explotar en la versión original, aprovecharé esta saga para corregir esto. Sobre tus ultimas preguntas, esta saga ocurrirá mayormente fuera del Santuario, y tratará del conocimiento general del mundo sobre la existencia de guerreros capaces de con un revés de la mano desgarrar el cielo y que de un solo puntapié abrir grietas en la tierra. Sobre el protagonismo de las Saintias, el de Kyoko de momento está más que asegurado, el del resto no tanto, y sobre los Dorados, aún lo estoy planeando, pero te puedo asegurar que estos Dorados serán más relevantes que el resto: Mu, Saga, Aioria, Milo, Shura y Camus. Es todo lo que puedo decir.
Josh88: No te culpo de que no te des cuenta luego-luego de mis actualizaciones, los servidores de correo de FF han estado fallando mucho, a mí ya no me llegan alertas de reviews. En esta saga Kyoko es la buena y Shoko la mala, no te compliques. Kyoko es algo así como, uno de los personajes más importantes del Ciclo Infinito, si eres lo suficientemente avispado te irás dando cuenta del por qué. Sobre el Dios de los Héroes, sí, creo que ya descubriste su identidad (algún día terminaré esa historia). Y quien atacó a Saga sí fue Ares. Como bien sabes, Eris y Ares están muy estrechamente relacionados. Jajaja, no sé si se revocará el Matriarcado, usted disfrute a Yoshiko, ella se esfuerza mucho, aunque no sepa inglés.
Rocharin Hua San: Jajaja, todo el sacrilegio en este review, me encanta. Jajaja, lástima que Milo no se puede quedar con todas. Y sí, es correcto, la relación de Milo y Kyoko no es de romance, todo está en la cabeza de Saori, tengo planes más ambiciosos para esa relación. Lo que sí te puedo decir es que será muy parecida a la relación de Hyoga y Milo, con un aire de confianza mutua y respeto. Y no necesitas convertirte en una guerrera de dios para que yo actualice, lo hago con gusto… solo… tiempo… y trabajo… lo lamento. Espero que disfrutes de este capítulo.
EDITADO: 01 Febrero 2025.
Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de Eris.
Capítulo 14: El Despertar de Eris.
El Santuario. El Anillo Medio. Pueblo de Rodorio. 10 de Diciembre de 1985.
-¿Será él…? –por los mercados del Pueblo de Rodorio, el pueblo que se encontraba precisamente construido entre los Anillos Principal y Medio del Santuario de Atenas, varios pueblerinos reaccionaban con curiosidad- Se parece, pero no hay forma de saberlo con certeza… -las mujeres en los mercados cotilleaban, sus miradas dirigidas a un joven que caminaba por los mercados en su traje de entrenamiento, con un dije con la forma de una flecha atado al cuello-. Debe serlo, ¿deberíamos ir a saludarle? Después de todo lo que pasó, sería lo más prudente –continuaba otra de las mujeres en el mercado, las risas comenzaban a hacerse presentes en sus labios-. ¿Escucharon? Aparentemente, las leyes de sentimentalismo entre caballeros se extienden a los Caballeros Dorados también. ¿Y si sí es él? Podría seducirlo y vivir rodeada de lujos –comentaba otra de las mujeres en el mercado.
-No sean imprudentes –escucharon las mujeres en el mercado, sorprendiéndose de encontrar a una Caballero de Plata recargada a una pared cercana a donde ellas conversaban, Marín del Águila-. Es un hombre comprometido, o lo sería, de no ser porque no es más que un cadáver que aún no se ha dado cuenta de que sigue respirando –la Caballero de Plata incineró su cosmos, aunque las mujeres en el mercado no tenían forma de sentirlo, quien sí lo sintió, fue Aioria, quien se detuvo en su andar-. ¡Meteoros del Águila! –resonó el grito de Marín, que lanzó su ataque en dirección a Aioria, quien suspiró, y recibió el ataque de lleno, causando una conmoción en los mercados, asustando a las mujeres que habían estado admirando a Aioria, mientras los molestos dueños de fruterías y vendedores de baratijas, no hacían más que sostener sus productos para que no cayeran de las estanterías. Algunos soldados rasos de los mercados tomaron sus armas para ir a investigar, pero otros con mayor experiencia los detuvieron. En uno de los puestos del mercado inclusive, un hombretón que en esos momentos sostenía varios trabajos de artesanía en madera en sus manos, interrumpió sus compras para virar en dirección a le explosión, preguntándose sobre lo que había ocurrido.
-No le preste atención, señor Tiago –el mercader que intentaba venderle sus productos al hombretón interrumpió los pensamientos del gigante de cabellera larga, que se mostraba preocupado por la explosión en pleno mercado-. Pasa una vez al mes aproximadamente. Siempre que el Caballero de Leo, Aioria, baja a visitar los hospitales del Anillo Medio, es interceptado por un ataque de aquella mujer. Usualmente no pasa a mayores, pero los pueblerinos han comenzado a rumorar al respecto –terminó el hombre.
-¿Aioria de Leo? –preguntó el hombre, quien suspiró en ese momento y pagó con un saco de monedas los productos que había seleccionado, colocando los mismos dentro de una canasta de madera antes de reverenciar y dirigirse en dirección a la explosión, que había levantado una cortina de tierra alrededor de los mercados, misma que comenzó a disiparse, mostrando a Aioria, de brazos cruzados, y mirando fijamente a Marín del Águila.
-No voy a pelear contigo, Marín –comentó el molesto Caballero de Leo, mientras Marín preparaba su cosmos-. Las reglas de las Amazonas podrán seguir en pie gracias a los tratados de paz entre Athena y la Reina Antianira de Temiscira, así que no puedo borrar tu crimen, o tu penitencia. Pero tampoco estoy forzado a cumplir con tu condena –le espetó el de Leo.
-Curioso, porque yo tampoco estoy siendo forzada a cumplir con la búsqueda de mi honor de Caballero de Athena –le recordó Marín, lanzándose a Aioria con sus manos envueltas en cosmos plateado, intentando impactar al de Leo, quien la evadió con tranquilidad, como si la velocidad de la Caballero del Águila no significara nada para él-. Hay otras formas de recuperar mi honor por supuesto. Podría, por ejemplo, asesinar a Lithos y forzarte a retribuirme. ¿Sería esa amenaza suficiente para que te tomaras en serio nuestros enfrentamientos? Sería tan sencillo, ella es vulnerable, inapropiada para ser una Caballero de Athena –sentenció Marín, pateando con fuerza, solo que Aioria atrapó su patada sin problema alguno.
-Si pudiera recuperar tu honor te juro que lo haría Marín –le recordó Aioria, soltando su pierna, y permitiéndole incorporarse-. Pero hice una promesa al padre de esa niña, y la veré cumplirse. ¿Qué clase de hombre faltaría a su promesa a un difunto? –preguntó él.
-Jum… ¿entonces es más importante tu promesa a un difunto, que ante la corte de la Reina Antianira? –se burló Marín bajo su máscara, Aioria tan solo suspiró-. Estoy deshonrada, Aioria, lo he estado por muchos años ya. Pero en todos estos años no busqué mi honor a sabiendas de que planeabas enmendar mi deshonra. Cuando tu hermano abolió las leyes del sentimentalismo, esperé. Imagina mi sorpresa cuando no fue mi nombre el que fue anunciado en audiencia con la Matriarca tras la Nueva Titanomaquia. No me dejas más alternativa que el recuperar mi honor a la fuerza. ¿Vas a negarme incluso este derecho? ¡A mí Águila! –saltó Marín, su cosmos materializaba plumas a su alrededor, dio un giro en pleno salto, y pateó. Aioria ni siquiera se dignó a levantar su defensa, recibió la patada de lleno al rostro, pero esta no penetró su piel, e inclusive lastimó a Marín, quien retrocedió tomándose el talón lastimado.
-Con la fuerza de esa patada, seguramente te has falseado el tobillo –comentó Aioria tranquilamente, Marín solo azotó su puño contra la tierra en señal de molestia-. Sé que no tengo derecho siquiera a pedirte que dejes de intentarlo. Pero te reitero que no tendrás mi vida. Solo si llegara el día en que este cuerpo sea inútil para defender a Saori, defender a Athena, te permitiría asestar el golpe final para recuperar así tu honor. Pero ese día no es hoy… -le aseguró Aioria, Marín intentó incorporarse, pero la condición de su tobillo parecía no permitírselo-. Lo lamento… comprendo la pena que te estoy haciendo pasar –aseguró él.
-No entiendes absolutamente nada, Aioria. Y en realidad, no siento más que pena por ti –le apuntó Marín con desprecio, Aioria solo bajó la mirada, entristecido-. Perseguir la promesa a un difunto, aún contra tu propia felicidad. Para mí es lo más patético que existe. Pero descuida, no asesinaré a tu querida prometida. Vendré por ti, y llegará el día en que mi cosmos por fin te sobrepase –aseguró la de Plata, saltando pese a su tobillo fracturado, y desapareciendo.
-¿Reglas de las Amazonas? –preguntó alguien, el hombre llamado Tiago, Aioria se viró para verlo, tardando unos instantes en reconocerlo correctamente- Hace hambre, y por lo que veo, necesitas a alguien con quien hablar. Supongo que ni Mu ni Milo se dignaron a escucharte –se burló el hombre.
-¿Aldebarán? Casi no te reconocí sin tu casco. Tu cabello es demasiado largo, pero tu altura es imposible de ignorar –aseguró Aioria, el hombre que al parecer era conocido como Tiago por los pobladores de Rodorio, simplemente sonrió-. Mu está bastante ocupado entrenando a su discípulo, Kiki, en el arte de reparación de armaduras, y Milo simplemente no está, como siempre –se quejó Aioria, Aldebarán sonrió a manera de burla-. Además, me temo que no puedo acompañarte a comer todavía, pero si me acompañas a ver a un amigo, puede que hasta te invite la comida yo. ¿Qué dices? –Aioria preguntó, Aldebarán simplemente sonrió.
Japón. Tokyo. Academia Meteor. El Edén Oscuro de Atë.
-¿Dónde estamos? –la Academia Meteor había sido separada del mundo terrenal, y aparentemente enviada a un lugar dentro del cosmos mismo, un lugar donde la academia flotaba aparentemente en el espacio, mientras las estrellas y las constelaciones brillaban intensamente en el firmamento, y el olor a flores de narciso rojo, cuyos pétalos flotaban por los alrededores, impregnaba el ambiente en todo momento- ¿Hermana? –insistía Shoko en preocupación, con Kyoko manteniéndola a salvo al posarse frente a ella.
-Todo estará bien, Shoko –le respondió Kyoko, mirando en dirección a Milo, aún apresado entre las lianas, mientras Atë se relamía los labios, observándolo fijamente-. El Maestro Milo no puede ser derrotado. Solo tiene derecho a perder una batalla, y será aquella que le cueste la vida. Un oponente como esa Dríade no le es siquiera una amena… -intentó explicar Kyoko, cuando una liana se alzó de la tierra, abofeteándole el rostro, hiriéndola a la altura del ojo derecho y arrebatándole algo de sangre, Milo miró aquello tranquilamente.
-Que descortés –se fastidió Atë, la liana que atacó a Kyoko regresó a su lado aún con sangre manchando la misma. Atë, en un movimiento de depravación personal, lamió la sangre de la liana-. Tan dulce, la sangre de los Caballeros de Athena es deliciosa. Puedo ver el por qué mi hermano gusta de devorarlos. Puede que te entregue a él, pequeña, una vez que acabe con el de Escorpio será todo un placer el torturarte –finalizó ella.
-Je… -sonrió Milo de forma arrogante, Atë le regresó la sonrisa, sabiendo que tenía todo bajo control, pero curiosa de las reacciones del de Escorpio-. Evidentemente encuentras el sabor de la sangre humana deliciosa, dulce inclusive, es natural para los seres como tú el deleitarse de su sabor. Después de todo, bajo tu piel solo hay un cúmulo de sangre podrida que no puedes enmascarar ni con todos esos narcisos rojos flotando a nuestro alrededor –comentó el de Escorpio. Atë, en un arranque de furia, abofeteó el rostro de Milo con sus lianas y raíces, tumbándole el casco al de Escorpio.
-Desgraciado… no permitiré que insultes este cuerpo maravilloso creado gracias al cosmos de mi querida madre Eris, insecto –sentenció Atë, su sonrisa había desaparecido por completo, ya solo quedaba el odio-. Nosotras las Dríades fuimos alguna vez seres muy cercanos a los dioses. ¡Lo fuimos hasta que la maldita de Athena selló a nuestra madre! Una vez que madre despierte por completo dentro del cuerpo elegido por las estrellas para devolverla a la vida, recuperaremos todo nuestro poder divino, y floreceremos hermosamente por toda la eternidad. ¿Qué podrían hacer ustedes los humanos, que son tan miserablemente débiles, contra alguien como yo? Su especie es indecisa, desconfiada, conflictiva, siempre cometiendo errores. Se apegan a cosas perecederas, su existencia es tan patética. ¡Deberían agradecer el que les permitamos vivir como alimentos para nuestra madre! –sentenció la Dríade.
-Jaja… -comenzó Milo, sorprendiendo a Atë-. Ya entendí… a ti… en verdad no te importa lo que le pase a Eris, ¿no es así? –preguntó Milo, Atë esperó a su razonamiento, encontrándolo curioso- Solo buscas el poder de un dios para satisfacer tus deseos egoístas. Resulta que no eres más que un monstruo feo. Y todavía eres tan arrogante para subestimar a los humanos. ¡Ridículo! –continuó con sus burlas Milo.
-Comprendo. Quieres que te haga pedazos tan pronto como pueda. ¿Es eso? –alzó la mano Atë, cerrándola fuertemente, las lianas y raíces se apretaron con fuerza, amenazando con aplastar a Milo, quien simplemente continuó sonriendo.
-Fum… ¿te crees capaz? No te creas tanto florecita putrefacta. Yo ni siquiera te veo como a un guerrero. ¿Quieres el poder de un dios? Te mostraré el poder de un dios, el poder del Dios del Sol Negro –el cosmos de Milo estalló, liberando su cuerpo de las lianas que se desintegraron en ese momento. Un Dunamis comenzó a rodearlo entonces, uno que intimidó a Atë, quien logró ver en el espacio a un Sol Negro aparecer, y brillar con sus llamas oscuras, lo que era una particularidad incomprensible para la Dríade, ¿cómo podía la negrura esparcir luz cualquiera? Este Sol Negro podía-. ¿Este es el poder que deseas? No podrías siquiera dominarlo, no podrías siquiera imaginarlo. Y no es un poder que necesite siquiera para encargarme de una pequeña peste de cuerpo decadente como tú. Desaparece… mi cruzada en contra del renacimiento de Eris… ha llegado a su fin. ¡Ebony Helios! –liberó el ataque desde su uña Milo, que se desprendió como una Aguja Escarlata de luz negra, misma que Atë miró con miedo, sentimiento que se apoderó de ella, creció, pero la muerte de la Dríade no llegó, la aguja oscura de Milo fue tirada por algo, por alguien, y desapareció en un vacío que comenzaba a formarse en el firmamento, justo al lado del Sol Negro-. ¿Un agujero negro? Apareció de repente, unght… maldición… estoy siendo absorbido en su dirección… -se quejó Milo, clavando su mano al suelo, intentando no dejarse llevar por la fuerza que lo apresaba, misma fuerza que parecía concentrarse únicamente en Milo, Kyoko lo notó al ella no sentir sus efectos.
-No me pareces tan poderoso, para ser un Dios… -escucharon todos, Atë incluso se dejó caer al suelo en su preocupación por lo cerca que estuvo de ser calcinada por el ataque de Milo. Kyoko, Shoko y Milo miraron al cielo, donde una figura comenzaba a materializarse tras abrir una grieta en el Edén Oscuro de Atë-. Aunque no podría esperar mucho de Dioses tan patéticos como los Titanes. Ningún dios que haya caído ante un humano es digno de reverencia –sentenció el recién llegado, cuyo cosmos no se parecía en nada a algo que Milo hubiera sentido antes-. Si es un enfrentamiento entre Dioses lo que buscas, humano, entonces incluso en mi estado debilitado por renacer en este cuerpo maltrecho, me considero más que un digno oponente. Yo soy Deimos del Miedo, renacido como un Phantom, aunque mi lealtad pertenece al Dios Ares. ¡Quien obstaculice a mi dios desaparecerá en este lugar! –terminó Deimos, su agujero negro tragándose por completo al Sol Negro de Milo, que estalló y se disipó, igual que su Dunamis, pero cancelando a su vez la fuerza gravitatoria que intentó tragarse a Milo, dejando al de Escorpio respirando pesadamente por el esfuerzo-. Patético… -enunció Deimos.
-¿Un Phantom has dicho? –se quejó Milo, incorporándose, aunque su pierna izquierda cedió, casi obligándolo a arrodillarse, solo que su pierna derecha resistió- Ese cosmos… no se siente tan poderoso como el de los Titanes… pero ha conseguido repelerme. ¿Acaso este sujeto realmente está reinando como un dios? –se fastidió el de Escorpio.
-Caballero Dorado… -comenzó Deimos-. Pese a ser nuestros enemigos, ustedes los Caballeros Dorados son los guerreros que tienen el orgullo de ser los más poderosos entre los humanos en la Tierra. No existe dios que no haya sido testigo de lo que consiguieron hace algunos años. Por esta razón he de extender esta invitación. Tú que posees el cosmos tan alto como para desafiar a los Dioses. Si es tu deseo, te permitiré renacer como un Phantom también. Ayudarás a liderar al nuevo mundo que renacerá bajo el servicio de Ares –terminó el dios.
-Hay un pequeño problema con tu invitación, Phantom –se incorporó Milo, su aguijón listo, una estrella en específico haciéndose presente en el mismo-. Puedes considerarte todo lo sagrado que quieras considerarte. Pero yo no te considero a ti, o a Ares, como un dios. ¡Antares! –atacó Milo, la sorpresa se dibujó en el rostro de Deimos, y la aguja más poderosa de Milo logró derribarlo, sorprendiendo a Atë, y alegrando a Kyoko. Shoko ya estaba demasiado nerviosa como para pensar cualquier cosa.
-No tiene sentido seguir con esta conversación entonces –se incorporó Deimos, sorprendiendo a Milo-. Si poseyera mi cuerpo original, tu ataque pudo haber sido más contundente, Anti-Ares –lo llamó Deimos, fastidiando a Milo-. En este cuerpo, sin embargo, aunque no posea la fuerza de cosmos de mi divinidad, tampoco poseo las debilidades a tu maldita aguja. ¡Atë! –llamó Deimos, la Dríade atendió a su llamado-. Captura al Yoshiro, y plántale el alma de Eris. Yo me encargaré del Caballero de Escorpio. ¡Te demostraré que los Titanes no pueden compararse siquiera a un dios renacido en un Phantom! ¡Descenso Infinito! –comenzó Deimos.
-No voy a darte el placer. ¡Aguja Escarlata! –apuntó Milo, sus agujas se desprendieron de su uña, pero estas terminaron por ser absorbidas en dirección al suelo, donde un vórtice de luz violeta comenzaba a abrirse, un vórtice que recordaba a Milo sobre la Otra Dimensión de su maestro, Saga-. Todas mis agujas… han sido absorbidas por esa cosa. ¡Gackt! –se quejó Milo, cuando la fuerza dimensional comenzó a absorberlo también. ¿Qué ocurre? Siento que mi fuerza se desvanece… acceder al Dunamis de Hyperión me ha agotado, pero no lo suficiente para sentir esta aplastante sensación en mi pecho… -se quejaba Milo, Deimos simplemente sonrió.
-Tardó un poco ya que apenas y me estoy acostumbrando a este cuerpo… pero por fin comienzas a sentirlo, Milo de Escorpio –enunció Deimos, Milo ya sudaba frio, mientras dirigía su mirada al Phantom-. Quienes ven mi apariencia, pierden la libertad en sus cuerpos por el miedo. Si fueras un humano común no podrías mover un dedo delante de mí. Admiro el que hayas podido lanzar tu técnica pese al miedo, pero es todo lo que podrás hacer –se burló el Phantom.
-¿Miedo? ¿Yo? –se quejó Milo, su cuerpo enterrándose en el suelo, que poco a poco comenzó a ser reemplazado por la dimensión de Deimos, que lo absorbía a las profundidades de su fuerza dimensional. Kyoko intentó ir en su auxilio, pero se detuvo al recordar a su hermana, por lo que se mantuvo firme.
-Así es –comenzó Deimos divertido-. El miedo es un instinto del que nadie puede escapar si es un humano. Ahora caerás a los confines del universo junto con el miedo. ¡Descenso Infinito! –extendió su cosmos Deimos, Milo gritó de dolor, y el abismo terminó por tragárselo tanto a él como al propio Deimos.
-¡Maestro Milo! –gritó Kyoko aterrada, Atë de pronto sonrió con malicia, y se viró para ver a Kyoko con una sonrisa perturbadora- No… el Maestro Milo está bien. Después de enfrentar a Hyperión y a Cronos, me niego a creer que alguien que no es más que un Dios Menor renacido en un cuerpo de Dríade, pueda hacerle frente- ¡Aght! –se quejó entonces Kyoko tras ser abofeteada por una de las raíces de Atë, Shoko rápidamente fue a por ella tras haber sido lanzada un par de metros por el golpe.
-¡Kyoko! –se preocupó Shoko, quien intentó proteger a Kyoko con un abrazo mientras la adolorida Caballero de Equuleus intentaba recuperarse de la bofetada- ¡No tocarás a mi hermana! ¡Es mi turno de protegerla! –declaró Shoko, incorporándose, y preparando sus puños.
-Tranquila mi querida madre –comenzó Atë, en sus manos formándose una Manzana Dorada, misma que hipnotizó a Shoko, quien no podía quitarle la mirada de encima-. Todo será claro para ti en breve. Toma la manzana, tómala, y lidera a este mundo al Reinado del Caos –solicitó Atë, con Shoko en un trance observando a la Manzana Dorada, la Manzana de la Discordia.
El Santuario. El Anillo Medio. Pueblo de Rodorio.
-¡Hace tanto que no visito Rodorio! ¡Está tan bullicioso y alegre como siempre! –resonó el grito de Saori, que sorprendió a los pueblerinos, quienes se viraron a la entrada del Anillo Medio, pero no encontraron a nadie allí, ya que Saori había sido tirada de su gabardina blanca para evitar que los pobladores la vieran mientras Afrodita, con una mirada de pocos amigos, mantenía a Saori oculta- ¿Qué ocurre, Afrodita? –se preocupó Saori.
-Me disculpo por la ruda intromisión, Diosa Athena, pero me temo que no puedo permitir que simplemente grite sus pensamientos al aire y se entregue a la vida campesina como si no fuera usted una divinidad –se molestó Afrodita, Saori no comprendió a lo que Afrodita se refería-. Si los pobladores se percatan de su identidad, reinará el Caos. Todos se dirigirán en su dirección, la bombardearán de preguntas, le pedirán favores, esperarán milagros. Si me lo ordena directamente, me temo que no tendré otra alternativa que acceder, pero es de mi interés el informarle lo pésima idea que es que una diosa se pasee frente a su pueblo como si no hubiera consecuencias –se fastidió Afrodita.
-Pero, aunque mantenga mi identidad en secreto al aferrarme a mi túnica… de todas formas resaltas más tú que yo –le apuntó Saori, Afrodita hizo una mueca-. Quiero decir… al Maestro Milo no le importaba destacar, él decía que la Armadura Dorada era como una segunda piel para los Caballeros Dorados. Pero si tú destacas, y yo estoy viajando a tu lado… solo basta un mechón de cabello lila y todo mundo sabrá quién soy –aseguró ella.
-¿Ahora es mi culpa? –se quejó Afrodita, Saori no dijo nada, solo pensó al respecto- No apruebo esto… no lo apruebo para nada. ¿Entonces por qué estoy accediendo? –se fastidió Afrodita, se desprendió de su Armadura Dorada, y envió la misma de regreso al Santuario, Saori miró en todas direcciones esperando que aquello no hubiera llamado la atención. Una vez que se percató de que ese no había sido el caso, posó su atención de regreso en Afrodita, y a las extrañas prendas que llevaba debajo- ¿Algún problema? –posó Afrodita.
-Es solo que… tus prendas… son totalmente ajenas al Santuario –afirmó Saori, Afrodita bajó la mirada con molestia-. Las Saintias me han enseñado algo de las culturas fuera del Santuario, pero… ¿una blusa rosa de holanes y pantalón blanco de vestir? ¿No te parece demasiado? –preguntó ella curiosa.
-Déjeme decirle que fuera del Santuario estoy a la vanguardia de la moda. Este atuendo es digno de la nobleza, no pretendo vestir sucios harapos como Aldebarán y Aioria –se quejaba Afrodita, Saori se preguntó la razón de tan especifica comparativa, pero entonces se viró a donde apuntaba Afrodita-. Hablando del diablo –se quejó Afrodita.
-¿Del de la religión hebrea? Sí sabes que es un mito, ¿verdad? El diablo no existe para los cristianos –enunció Saori, Afrodita la miró con molestia-. Oh… era una expresión de los de afuera del Santuario, ¿verdad? –Afrodita asintió- Ya que eso ha quedado claro, sigamos a Aldebarán y a Aioria –pidió Saori.
-No puedes seguirnos si ya te descubrimos… Saori –se quejó Aioria, mirando del otro lado de la muralla y encontrando a Saori y a Afrodita-. Tienes un cosmos enorme, ni ocultándolo no nos daríamos cuenta. ¿Y qué Espectros estás vistiendo? –se quejó Aioria apuntando a Afrodita.
-Esa expresión si la entendí, no seas grosero, Aioria –recriminó Saori, notando entonces algo curioso-. ¿Me llamaste Saori? –agregó Saori con una sonrisa, las miradas acusatorias entonces recayeron en Aioria por parte de Aldebarán y Afrodita-. Eso… me hizo feliz, Aioria. Gracias por continuar tratándome con familiaridad pese a ser una diosa, no dejes de hacerlo, por favor –le sonrió ella, Aioria se apenó por aquello-. De todas formas, y antes de que Afrodita me dé un sermón sobre la importancia de la jerarquía entre Mortales y Dioses. ¿Qué los trae a Rodorio? –preguntó ella.
-Visito a un amigo. ¿Les gustaría acompañarme? –preguntó Aioria, Saori miró a Afrodita, quien suspiró, y accedió a que Saori los acompañara. El grupo entonces salió de detrás de las paredes entre anillos, y Afrodita inmediatamente llamó la atención con sus prendas, causando los cotilleos de las compradoras en el mercado, quienes admiraron su belleza. Afrodita sonrió, para nada molesto por las atenciones, aunque notó rápidamente que los cotilleos cesaron cuando Aioria llevó al grupo a uno de los hospitales del Anillo Medio.
-Steiner –comentó Aioria ante la recepcionista, quien anotó algo en su libro de consultas, y guio a Aioria hasta un cuarto con varias camas con enfermos o heridos. Las camas eran de piedra, lo que no era muy cómodo para los enfermos, y comenzó a preocupar a Saori, quien por vez primera veía las horribles condiciones de algunos de los pueblerinos enfermos-. Sé dónde está, no necesita acompañarme –le comentó Aioria a la enfermera, quien reverenció, y dejó al grupo.
-Esto… es horrible, ¿todos los hospitales de Atenas son así? –preguntó Saori a Afrodita, quien curioso miró a los alrededores- Es tan… rustico… cuando vivía con mi abuelo Mitsumasa recuerdo hospitales con mejores condiciones que estas. Esto… es insalubre –se quejó ella.
-¿Está hablando de los hospitales de los exteriores de los límites del Santuario? –preguntó Afrodita, Saori asintió- Me temo que, al igual que la vestimenta que visto, traer semejantes avances al Santuario no sería bien visto –admitió Afrodita.
-Los Patriarcas del pasado decidieron mantener las viejas costumbres dentro del Santuario, esto es lo más avanzado en medicina que encontrará aquí dentro –le comentó Aioria, lo que no comprendía Saori-. Es probable que llegue el día en que algunos de los Dioses que amenazan al mundo, por fin destrone a Athena. Es sabido que la mayoría de ellos repudia los avances de la humanidad. Por ello en el Santuario se mantienen las viejas costumbres, por si llegara el día en que la humanidad fuera destruida de alguna forma, existiera la forma de recuperarnos. Si eso significa que los pacientes en estos hospitales tendrán una recuperación deficiente, es lo que debemos afrontar, Galan lo sabía, y eso jamás lo detuvo –comentó Aioria, llegando hasta un pequeño cuarto, donde Lithos esperaba, sentada frente a la cama de Galarian Steiner, en coma desde hace ya tres años-. Hay destinos peores que la muerte, Saori… y los Caballeros de Athena, los afrontamos gustosos… -terminó él, Saori se tapó la boca horrorizada de ver a Galarian Steiner, ya en los huesos, y apenas vivo por tantos años en coma.
Japón. Tokyo. Academia Meteor. El Edén Oscuro de Atë.
-Shoko… voy a protegerte… a toda costa… -comenzó Kyoko, incorporándose, y notando lo cerca que se encontraba Atë en esos momentos de Shoko, que ya extendía su mano para tomar la manzana dorada-. No… no la tomes… no lo hagas… ¡No Shoko! ¡Fíjate bien! –declaró Kyoko, como hiciera hace ya varios años, despertando a Shoko de su trance, y ayudando a la pelirroja a percatarse de la Manzana Dorada, y de la serpiente que intentaba morderla- ¡Shoko! –gritó la de Equuleus, logrando tomar del brazo de su hermana y apartarla, evadiendo por poco la mordida de la serpiente- ¡Meteoros de Equuleus! –resonó con fuerza el grito de Kyoko, que lanzó sus meteoros, mismos que Atë atrapó con sus lianas y raíces.
-Esa joven, así que aún respiraba. ¿Cómo? –se sorprendió Atë, concentrando su cosmos en sus lianas y lanzándolas en dirección a Kyoko- ¡Aberración Milenaria! –exclamó la Dríade, transformando sus lianas en lanzas escarlatas, que se abalanzaron en contra de Kyoko, impactando su armadura en varias secciones, fragmentando la misma, y lanzándola a una de las paredes de la escuela, misma que se derribó sobre de ella.
-¡Hermana! –gritó nuevamente Shoko, corrió en dirección a Kyoko, más un muro de lianas se alzó frente de ella, cortándole el camino, mientras Kyoko, ya vomitando sangre por el esfuerzo, intentaba incorporarse- Hermana… vomitar sangre no es normal… hermana ya basta… -suplicó Shoko, pero quien enfureció, y miró en dirección a Atë con desprecio-. Has lastimado a mi hermana… jamás te lo perdonaré… nunca te lo perdonaré… -declaró Shoko, su mirada logró intimidar a Atë.
-Las Energías del Conflicto… se hacen presentes incluso sin que la fusión se haya completado… en verdad tú eres… el recipiente perfecto –se relamió los labios Atë, más antes de poder acercarse, un torbellino de plumas se hizo presente, destrozando las lianas y raíces, y cortándole el paso a Atë nuevamente-. ¿Cómo? –se impresionó la mujer.
-¡Huracán de Vientos Cortantes! Sirve bastante bien para cortar las malas hierbas –declaró Kyoko, reuniendo entonces su cosmos sobre su puño, que comenzaba a formar hileras de fuego azul alrededor del mismo-. Y este… ¡es el ataque más poderoso de la Saintia de Equuleus! ¡Meteoro de Equuleus! –atacó Kyoko, impactando directamente a la Manzana Dorada, y desintegrado a la serpiente que hasta esos momentos se enrollaba alrededor de la misma, y que chirrió con dolor- He cambiado las estrellas malditas que ensombrecían nuestro futuro. Eris no reencarnará este día… -finalizó Kyoko.
-¿Madre? –exclamó Atë, horrorizada- ¡Madre! ¡Malnacida! ¡Tú y ese miserable de Milo de Escorpio han atentado contra mi madre por última vez! ¡Te desprecio, Caballero de Equuleus! ¡Voy a pulverizar tu alma! ¡Desastre Violento! –reuniendo relámpagos escarlatas en sus manos e impactándolos unos a otros, Atë liberó una onda de choque, misma que destrozaba todo a su paso, levantaba la piedra de los caminos de la Academia Meteor, vaporizaba las fuentes, y pandeaba las bancas, todo cuanto pasaba a través de la onda de choque era pulverizado, y esta onda de choque impactó el cuerpo de Kyoko, estirando todo su cuerpo en una contorción que escandalizó a Shoko, quien vio a su hermana ser lanzada hasta la fuente de la academia, destrozando la misma con su cuerpo al ser impactada sobre la estructura. La Armadura de Equuleus cayó en guijarros entonces, ya nada quedaba de ella, solo una diadema maltrecha.
-Shoko… lo lamento tanto… aún con el brutal entrenamiento de mi Maestro Milo… no creo tener la fuerza para resistir mucho… vete… tienes que salvarte… -comentó Kyoko, incorporándose pese a sus heridas, y a la sangre que le caía por frente a su rostro, cegándole el ojo derecho, Shoko ya había llegado a su lado, e intentaba ayudarla a incorporarse-. Shoko… escúchame con atención, ¿si? Cuando cuente hasta tres, voy a lanzar el ataque más poderoso que me ha enseñado mi Maestro Milo… cuando lo haga, quiero que huyas de aquí… -le comentó ella, más al toser, sangre salió disparada de sus labios, horrorizando a Shoko.
-No… ¡No puedo hacer eso! –lloraba Shoko, aterrada por el deplorable estado de Kyoko, mientras las lianas oscuras comenzaban a alzarse nuevamente a sus espaldas- ¡No voy a dejarte…! –suplicaba ella.
-Shoko… -habló nuevamente Kyoko tras un tosido más que llenó el uniforme de Shoko de sangre-. ¿Serás una buena niña… y harás lo que te dije? –pidió ella con una sonrisa. Shoko, con sus ojos ya tragados por las lágrimas, asintió e intentó decir algo, más Kyoko ya había comenzado a contar- Uno… -comenzó ella, su cosmos preparándose-. Dos… -continuó ella, colocándose en una pose que se parecía mucho a la posición que Milo tomaba antes de lanzar una Aguja Escarlata-. ¡Tres! ¡Destello Zafiro! –del dedo de Kyoko se desprendió una hilera de cosmos larga y veloz, como una Aguja Escarlata creada a voluntad de la Caballero de Equuleus, quien pese a no ser digna de la Armadura Dorada de Escorpio, planeaba asemejarse lo más que le fuera posible a las técnicas de su maestro.
-¿Una aguja? ¡Gackt! –se quejó Atë, el ataque de Kyoko le había atravesado el vientre, justo en el lugar donde Milo dispararía a Antares de estar combatiendo contra ella- Quema… la aguja permanece dentro de mi cuerpo, lo incinera por dentro. ¡Gackt! –sangre verde comenzó a escapar de labios de Atë, mientras la temperatura de su cuerpo aumentaba.
-No poseeré un veneno realmente, y mi Constelación Guardiana será la de Sagitario y no la de Escorpio… pero nadie me impedirá acercarme más que nadie a las enseñanzas de mi Maestro Milo. Shoko, ¡vete ya! –ordenó Kyoko, Shoko obedeció, y comenzó a huir, mientras Atë, demasiado adolorida por el ataque de Kyoko, no lograba ir tras ella- El Maestro Milo enseña muchas barbaridades… pero… mientras más lo escucho… más aprendo… él ha dicho que la Armadura de Athena no es más que una condecoración… el cosmos… es lo que realmente demuestra nuestra valía. ¡Arde cosmos mío! ¡Alcanza el nivel de desafiar a los Dioses! –un par de alas de cosmos se materializaron detrás de la espalda de Kyoko, a quien Atë ahora miraba con sorpresa e incredulidad- El Maestro Milo también me enseñó… que cuando el cuerpo se encuentra tan debilitado que te balanceas entre la frontera de la vida y la muerte, el cosmos libera su verdadero potencial y se vuelve infinito. Liberando el Séptimo Sentido, aunque sea tan solo por un instante. ¡Un instante es todo lo que necesito! ¡Maestro! ¿¡Me está viendo maestro!? ¡Este es el resultado de su entrenamiento! ¡Meteoros de Equuleus! –atacó Kyoko, Atë se mordió los labios, intentó saltar, pero entonces notó una sombra pasar cerca de donde ella pisaba.
-Maldición… parece que no tengo otra opción. ¿Crees que deseo el poder de un dios solo para mí, Milo de Escorpio? ¡No podrías estar más equivocado! ¡Aaaaah! –resonó el grito de Atë, quien en lugar de escapar del ataque de Kyoko, recibió el mismo, encontrando su cuerpo perforándose y ser atravesado en varias secciones- ¡Ve! ¡Renace! ¡Cumple con tu destino mi querida madre! –señaló Atë, Kyoko se preocupó tras escuchar aquellas palabras, y canceló su ataque para intentar interceptar a una sombra negra que evadió su detección, la sombra se transformó nuevamente en una serpiente, que extendió un par de alas oscuras mientras volaba en dirección a Shoko, quien en lugar de huir lejos como su hermana le había pedido, se quedó cerca preocupada por su hermana. Kyoko, aún con la fuerza de su propio cosmos empujándola en dirección a una aturdida Atë, intentó correr en dirección a su hermana, cuando Atë la atrapó por la espalda- Debiste terminar con tu ataque, niña estúpida. Tal vez así la hubieras atrapado tras haberme dado muerte. ¡En su lugar! ¡Mirarás con tus propios ojos el fracaso tuyo y de tu maestro! ¡Ahora madre! –gritó ella.
-¡Shoko! –llamó Kyoko, Shoko miró a la gran serpiente negra, y esta terminó por atravesarle el pecho, entrando dentro de ella, forzando a las alas negras de la serpiente a extenderse fuera de la espalda de Shoko- ¡No! ¡Shokooooo! –gritó Kyoko dolida, mientras frente a sus ojos, su hermana desaparecía, sus ojos tornándose escarlatas, un cosmos inmenso apareciendo a su alrededor, y el corazón de Kyoko destrozándose, mientras el cuerpo de Atë caía inerte a su lado, pero con una sonrisa por haber visto, aunque fuera por un instante, a su madre renacer- Shoko… -declaró Kyoko horrorizada, mientras frente a ella, el cabello rosado de su hermana se erizaba un poco, con la Diosa Eris apoderándose del cuerpo de Shoko, iniciando su renacer. Tatuajes rojos como la sangre, se formaron alrededor de su cuello, de sus brazos, y de su vientre mientras el uniforme de Shoko se incineraba, dejándola desnuda, pero protegida por las alas negras mientras un vestido de sangre se materializaba a su alrededor-. Shoko… -se preocupó Kyoko, sin saber qué más hacer.
-¡Asesino de Dragones! –resonó entonces el grito de Milo de Escorpio, y mientras aquello ocurría, el suelo de la Academia Meteor se partió, regresando a Milo a la dimensión que se lo había tragado gracias a la ayuda de Margarites Drakon- Lo logré… he regresado al Edén Oscuro… -declaró Milo, cayendo sobre su rodilla izquierda, y con su pierna derecha brillando como el zafiro. Milo apenas intentaba reincorporarse, cuando la realidad misma comenzó a colapsar a sus alrededores- ¿Ahora qué? –se fastidió el de Escorpio.
-¡Maestro! –gritó Kyoko, y apuntó directamente a su hermana Shoko, quien comenzaba a encerrarse a sí misma dentro de una esfera de luz rosada- ¡Es mi hermana! ¡Lo siento! ¡No logré cambiar mis estrellas! –lloró Kyoko, Milo rápidamente comenzó a analizar la situación.
-El Edén Oscuro se desquebraja, comenzamos a regresar a nuestra realidad –dedujo tras ver el cadáver de Atë, quien era la que mantenía el Edén Oscuro-. Hiciste todo lo que pudiste. Lo lamento, Kyoko… -comenzó Milo, concentrando toda su energía en su aguja, Kyoko se escandalizó, sus ojos se llenaron de lágrimas-. Te juro que si hubiera otra forma la tomaría. ¡Pero ya no es momento de dudar! ¡Aguja Escarlata! ¡Antares! –atacó Milo, Kyoko pensó en interceptar la aguja, pero se detuvo, cerró los ojos, y la permitió pasar. Aquello no pasó desapercibido de los ojos aún en trance de Shoko, quien lloró, y susurró, antes de que la aguja de Milo impactara.
El Santuario. El Anillo Medio. Pueblo de Rodorio.
-¡Puft! –Saori bebía junto a Aldebarán, Aioria y Afrodita en un comedor local frente a la fuente del Anillo Medio, cuando Saori de improviso resopló con fuerza sobre su jugo de frutas, atragantándose con el mismo, y preocupando al trio de acompañantes que viajaba con ella, los tres pensando en darle palmaditas a Saori para ayudarle a recuperarse, pero, recordando que Saori era una diosa, deteniéndose en ese momento e intercambiando miradas entre ellos. Al final, Lithos, quien estaba con ellos ahora tras terminar la visita en el hospital, fue quien miró al trio con molestia y comenzó a darle de palmadas a Saori para ayudarla a recuperarse- Lo siento… -comenzó Saori apenada.
-No se disculpe por favor señorita, aunque ciertos «caballeros», debieron actuar más rápido que yo –se quejó Lithos, reprendiendo a los tres Caballeros Dorados, de los tres aparentemente, solo Aioria se sintió apenado, mientras pasaba servilletas a Lithos para que ayudara a Saori a limpiarse. Una camarera del lugar intentó limpiar el líquido derramado, pero Lithos la detuvo-. Tranquila, yo me encargo… -interrumpió Lithos nerviosamente, tomó su propio pañuelo, y comenzó a limpiar ella misma. Una vez que todo quedó limpio, Lithos colocó los trapos húmedos dentro de una pequeña cajita que enfermaba a Saori-. Paladio, lo siento señorita, pero no sabemos si su saliva es divina también, hay que tomar precauciones –le explicó Lithos.
-¿Primero mis mocos y ahora mi saliva? Espera, ¿por eso tengo mi baño personal? –se quejó Saori, pero pronto regresó su atención al trio de Caballeros Dorados, todos desviando sus miradas- No escucharon nada… -comentó Saori apenada.
-Hasta no estar seguras, son precauciones que debemos tomar. Todavía no hemos dado con los pergaminos que especifiquen todas las diferencias de su cuerpo con respecto del cuerpo de un Mortal. De momento sabemos que su cabello tiene propiedades curativas si se ingiere –le comentó Lithos, Saori se miró el cabello con curiosidad-. Lo que también significa que solo una Saintia puede cortarle el cabello, hay que disponer de cualquier cabello de la forma correcta –le explicó ella.
-Llevo 13 años cortándome el cabello, sacándome los mocos, y escupiendo donde me place, y jamás nada ha pasado –se molestó Saori, Afrodita se aclaró la garganta en ese momento, apenando a Saori aún más-. No le digan a Yoshiko que nuevamente estoy siendo burda y poco principesca –declaró ella con molestia.
-¿Por qué me tocó vivir en la era de esta Athena? –susurró para sí mismo Afrodita, lo que hirió a Saori sobremanera- ¿Sería una molestia dejar de hablar de las propiedades del cuerpo de Athena? Solo mencionarlo ya suena depravado. Mejor concentrémonos en otras cosas, como el hecho del por qué Aldebarán se gasta los ahorros de su casa en baratijas, o el por qué a Aioria intentaron asesinarlo en medio del mercado –se quejó Afrodita.
-Tengo una mejor idea –comenzó Aldebarán nerviosamente-. ¿Qué tal si en lugar de cuestionar a Aldebarán sobre el cómo se gasta su dinero en sus pasatiempos personales, mejor nos cercioramos de que a Athena no le de otro ataque como esos? ¿Se encuentra bien? –preguntó Aldebarán, Saori ya bebía de un vaso con agua que le habían entregado, y Lithos mantenía todos los aditamentos necesarios para limpiarlo correctamente.
-Estoy bien… yo solo… sentí algo, como una perturbación –admitió Saori, Afrodita se mostró más interesado que el resto en aquel comentario-. Tengo muy poco tiempo conociendo mi existencia como una diosa… durante los primeros días de mi entrenamiento, la pasé bastante mal. Desarrollé una especie de Omnisciencia Divina, veía todo, lo escuchaba todo, lo sentía todo, en todas partes, al mismo tiempo, casi me vuelvo loca –admitió ella, los presentes se preocuparon un poco por lo que escucharon-. He aprendido a controlarlo, pero desde entonces, puedo sentir lo más sobresaliente en el mundo. Conflictos bélicos, ataques terroristas, guerras… me enteré de los conflictos al sur de Líbano contra las fuerzas de defensa de Israel incluso antes de que las noticias locales conocieran la noticia –comentó Saori, los presentes no podían siquiera llegar a imaginarse lo que aquello podía llegar a sentirse-. En estos momentos… sentí una punzante sensación… como si algo hubiera pasado, lejos… en un lugar familiar… solo… que no logré ver qué fue lo que ocurrió ni donde ocurrió exactamente. Sé que no puedo preocuparme por cada conflicto en el mundo… pero… como diosa que soy… simplemente estas sensaciones llegan. Ah… pero no quería distraer la conversación –comentó Saori apenada.
-No, pienso que cualquier preocupación de la Diosa Athena es mucho más importante que alguien queriendo asesinarme en los mercados del Anillo Medio, especialmente si ese intento de asesinato me lo tengo bien merecido –aceptó Aioria, Saori de pronto se incorporó con interés, Aioria sudó frio un poco, pensando que las preocupaciones de los Dioses no deberían tomarse a la ligera. Aioria se viró a ver a Aldebarán, luego a Afrodita, el ultimo se encontraba pensativo.
-Esto de interactuar con una diosa como si fuéramos remotamente similares, es algo que me cuesta demasiado asimilar –fue la respuesta de Afrodita a la búsqueda de consejo de Aioria. Saori por su parte, se deprimió un poco por aquel comentario-. Sin embargo, considero que es pronto para decidir el límite de estas interacciones. Mientras no exista una penalización de por medio, no veo razón alguna para no acceder a las demandas de curiosidad de nuestra diosa, así que… puedes contarle de tus desvaríos amorosos, Aioria. Athena merece saber todo sobre tus infidelidades –espetó Afrodita, Aioria se sobresaltó e inmediatamente viró a ver a Lithos, quien regresó la mirada en dirección a Aioria con sus ojos humedecidos.
-¡No te estoy siendo infiel! –reprendió Aioria, e inmediatamente después dirigió una mirada iracunda a Afrodita, quien fingió demencia, aparentemente divertido por poner en problemas a Aioria- Hasta allí llegó tu honor de caballería, ¿verdad? Una vez te sientes cómodo con Saori de frente, ahora sí se te puede zafar toda la lengua que quieras –se fastidió Aioria.
-Yo simplemente estoy explorando las posibilidades, Aioria, el que tú seas demasiado infantil para no comprender tus límites, es una cosa. El que yo comprenda y estire los míos conforme la Diosa Athena me lo solicite, ese es mi problema, no el tuyo –insistió Afrodita, Aioria ya rugía con molestia, Aldebarán solo suspiró con incomodidad.
-Somos Caballeros Dorados, pero también somos humanos, Aioria, Afrodita –comentó Aldebarán, llamando la atención de ambos-. Además de que está dentro de nuestro deber el preocuparnos por el bienestar de cualquier tipo de nuestra diosa. Si ella exige flexibilidad, es natural el obedecerle. Su autoridad está por encima de la autoridad de la Matriarca después de todo –aseguró él.
-Bien… -se apenó Aioria-. Durante los días en que las Bestias del Tártaros comenzaron a manifestarse en Gea, a los Caballeros Dorados se nos envió a diversos lugares de entrenamiento. En mi caso, la Isla de Creta, a 4 Ríos en Ecuador, y finalmente a Temiscira, la misteriosa Isla de las Amazonas, donde la Reina Antianira gobierna –Saori asintió, recordando haber escuchado de aquella isla antes, Afrodita comenzó a burlarse un poco, ya comprendiendo la situación, lo que fastidió a Aioria, pero el de Leo decidió continuar mientras aceptaba de la mesera del local sus alimentos al igual que el resto de los presentes-. Pensaba que era una simple misión de reconocimiento, no había señales en toda la isla de alguna criatura. Al poco tiempo, sin embargo, mi cosmos me alertó de un combate, un Ciclope atacaba a las nuevas reclutas a entrenarse en la Isla de las Amazonas. Fui imprudente, en mi afán de defenderlas, falté a las sagradas reglas de Temiscira, y terminé por ver al rostro a una de las entrenadoras, Marín del Águila –resumió Aioria, Lithos se tapó la boca por la sorpresa, Saori no comprendió mucho al respecto de lo que le acababan de contar.
-Así que de eso se trata todo esto –comentó Afrodita, mirando a Saori, quien se mostraba curiosa todavía y sin comprenderlo. Lithos a su lado, estaba deprimida, lo que preocupaba a la diosa. Afrodita suspiró, y procuró explicárselo mejor-. Puede que sea una explicación algo larga, pero es en precaución a lo que pienso que va a decir en defensa de Aioria. ¿Me permite explicarle? –preguntó Afrodita, Saori asintió- Entonces le explicaré. Como regla, las mujeres que han elegido la senda de la caballería y que no pertenezcan a las Saintias, deben mantener siempre sus rostros ocultos bajo máscaras. Esto es así, gracias al insulto de Heracles en contra de la Reina Hipólita, quien en uno de sus 12 Trabajos impuestos por el Rey Euristeo, fue ordenado a apoderarse del Cinturón de la Fuerza de Hipólita. Heracles no solo robó el cinturón, sino que fue a la guerra contra las Amazonas. Hay versiones de la historia que incluso dicen que Heracles profirió el más grande insulto a la Reina de las Amazonas, arrebatándole su pureza –Saori bajó la cabeza en señal de depresión ante aquel comentario-. Fuera cual fuera la razón, Heracles era leal a Athena en ese momento, al igual que sus soldados, y al Athena negar la petición de venganza por parte de Hipólita, y la devolución del cinturón, Atenas fue invadida por las Amazonas, quienes perdieron la guerra, y fueron enviadas de regreso a su isla –comentó él.
-No creo recordar estos eventos de los cuales me hablas, Afrodita –admitió Saori, preocupada por aquello-. A decir verdad, las memorias que poseo, solo preceden a aquella Athena… -susurró Saori, reconociendo que sus memorias comenzaban al momento de la muerte de la Athena de cabellera escarlata-. Pero mientras más escucho de las Athenas pasadas, más siento que eran, diferentes… tiránicas incluso… -admitió ella.
-Por favor no use esa palabra, es peligroso –reprendió Afrodita, Saori se dio cuenta de lo que dijo, y asintió-. No soy un Patriarca, no tengo tantos conocimientos como los Patriarcas sobre el qué extensión tiene Athena sobre sus memorias de vidas pasadas. Pero sí puedo decirle que la Athena de la cual le hablo, mantenía una estrecha relación con Hera, y Hera era enemiga de Heracles. Resulta también que Athena en ese entonces tenía favoritos, no como ahora que eso está prohibido, siendo Heracles uno de los que llegaron a ostentar el título de Favorito de Athena, el primero, además –le aseguró Afrodita.
-Debe ser agradable ser el Favorito de Athena –sonrió Aldebarán, Saori se apenó sobre aquella mención-. Aunque, entre los Caballeros Dorados actuales, creo que ya todos sabemos quién es el favorito, ¿no es así? –bromeó el de Tauro, fastidiando al de Piscis, y obligando al de Leo a golpearle la nuca- ¿Tienes algún problema, pequeñín? –se fastidió Aldebarán y bufó con fuerza.
-Familiaridad con la Athena actual o no, hasta yo sé que hay que mantener un rasgo de respeto, no podemos perder toda caballería solo porque nos lo ordenan –defendió Aioria, esta vez Aldebarán aceptó la reprimenda-. El título de Favorito de Athena lo ostentan unos pocos: Heracles fue el primero, después están Jasón y Teseo, Tideo, quien se dice fue el más grande entre los queridos por Athena antes de caer en desgracia, luego están Odiseo, Diomedes, y Aquiles. Algunos cuentan a Perseo y Belerofonte, pero fuera de ellos a quienes he mencionado, los Favoritos de Athena son contados en menos de la docena –le aseguró Aioria.
-Pero Heracles estaba entre ellos, y Athena defendió el honor de Heracles incluso ante Hera e Hipólita –continuó Afrodita-. En ese entonces, las Amazonas eran las encargadas de entrenar a las mujeres que deseaban iniciarse como Caballeros de Athena, y la Guerra de las Amazonas terminó por prohibir el derecho de la mujer a convertirse en Caballero de Athena. La solución, fue la de portar máscaras, y bajo juramento abandonar la feminidad. Una Caballero de Athena no podría desposar a un hombre, ni tener descendencia. De hacerlo perdería todo honor humano. La Isla de Pontos se convirtió en la nueva capital de entrenamiento de las Caballeros de Athena, y Lesbos en su principal punto de encuentro por… esparcimiento –aseguró Afrodita, Saori se apenó por aquello-. Las relaciones entre Athena y las Amazonas parecía que jamás mejorarían, en realidad empeoraron cuando, durante la Guerra de Troya, las Amazonas atacaron a los Aqueos quienes se encontraban en sitio frente a las murallas de Troya. Hay pocos detalles sobre esa guerra, de los 10 años de la Guerra de Troya solo conocemos información de dos de estos años, solo se sabe que la Reina de las Amazonas en ese entonces era Pentesilea, y que buscaba la muerte de los héroes que servían a Athena y a Poseidón. Pentesilea fue muerta por Aquiles, Athena designó a la Reina Antianira como la nueva Reina de las Amazonas, y se zanjó la deuda de sangre. El insulto de Heracles durante la primera Guerra de las Amazonas, había quedado zanjado cuando Pentesilea atacó a traición a los Aqueos. Con el fin de evitar más guerras entre Athena y las Amazonas, se instauraron reglas. Entre estas reglas, ya existía una que dictaminaba que, si un hombre veía el rostro de una Caballero de Athena, debía desposarla o matarla, ya que esta Caballero de Athena, insultaba a los juramentos de virginidad de las Amazonas quienes fueran las que la entrenaron en sus artes de batalla. Tras la Segunda Guerra de las Amazonas, se añadió más a esta regla, una mujer, ahora tenía el derecho de luchar por su honor, y asesinar a quien le hubiera visto el rostro, recobrando así su honor y la masculinidad a la que se comprometió cuando se convirtió en Caballero de Athena. Así pues, las Caballero de Athena por fin tenían voto, ya no sería cuestión de ser desposada y entregada a matrimonio si se les veía el rostro, las mujeres ahora tendrían la elección sobre el cómo defender su honor –finalizó Afrodita.
-Comprendo… -respondió Saori-. Si les soy sincera, me parece una regla sin sentido. Y así como se han abolido muchas reglas que yo podría considerar insensibles o… arcaicas… entiendo el por qué dedicarle tiempo a contarme esta historia –agregó Saori, Afrodita se mostró impresionado-. Si fuera por mi propia voluntad, desestimaría los designios de la Reina de las Amazonas, y aboliría la Regla de las Máscaras, pensándola inhumana, desigual, y humillante. Pero arriesgando a ir a una Tercera Guerra contra las Amazonas –resumió Saori, Afrodita asintió-. Tal vez podría mediar con la Reina Antianira, aunque ni siquiera la conozco. Pero mientras no pueda concretar esta negociación, supongo que Marín seguirá intentando atentar contra tu vida, Aioria –comentó Saori, Aioria asintió-. Pero espera… lo que me comentas que ocurrió con los Ciclopes… ¿no fue eso antes de la Guerra contra los Titanes? ¿Por qué Marín solo hasta ahora ha buscado asesinarte? –preguntó Saori, Aioria hizo una mueca, y miró a Lithos, quien no había dicho nada en toda la conversación, y solo soplaba burbujas en su pajilla de madera contra su vaso en una señal de depresión.
-Oh, creo que yo sé la respuesta. Después de todo, Marín es mi discípula, y pese a que no me considero un maestro ejemplar, al menos tuve la cortesía de regalarle una Rosa Azul por su cumpleaños –recordó Afrodita, Aioria se apenó nuevamente-. Los ataques de Marín… llevarán unos… 10 meses, ¿verdad? –preguntó Afrodita, Aioria hizo una mueca, y asintió- Lo suponía… -sonrió Afrodita, Saori no lo comprendió-. Como regla general, los matrimonios entre Caballeros de Athena solo pueden darse a la mayoría de edad de 16 años. Marín esperó a sus 16 años por la propuesta de Aioria, que no llegó. Lithos, tú edad es de… -preguntó Afrodita.
-15 años… mi señor Afrodita… cumpliré la mayoría de edad en febrero del próximo año –le aseguró Lithos, Afrodita asintió, Saori miró a Lithos, luego a Aioria, luego a Lithos nuevamente, después a Aioria, Lithos suspiró y le mostró su anillo de compromiso a Saori, y todo tuvo sentido, Saori incluso se molestó.
-Aioria… -comentó Saori con molestia, Aioria se preocupó por la mirada inexpresiva de Saori-. Te comprometiste con Lithos… a sabiendas de que tenías una promesa de matrimonio pendiente con Marín, sin decirle nada porque no querías tenerla de enemiga… pero el tiempo te alcanzó, ¿no es así? –preguntó, Aioria tragó saliva, y asintió- Ya veo… así que deliberadamente no compartiste tus intenciones con Marín… la has deshonrado, y ahora ella quiere tu cabeza porque vas a casarte con Lithos… no me considero una diosa belicosa ni mucho menos tiránica… pero… te lo tienes bien merecido –aseguró Saori.
-Yo… no quiero matar a Marín… -admitió Aioria en respuesta a las acusaciones de Saori-. Pero tampoco quiero faltar a la promesa que le hice al padre de Lithos. Le juré que la cuidaría por siempre… -agregó Aioria. Ante el comentario, Lithos alzó la vista, perturbada por la revelación-. Le prometí a su padre que cuidaría de ella, ¿qué clase de hombre sería, si no cumplo mi promesa? –preguntó el de Leo.
-¿Eso es todo lo que significo para ti, Aioria? ¿Una promesa? –preguntó Lithos, Aioria se estremeció por lo que acababa de decir, y lo que acababa de escuchar- Ya veo… solo… soy una promesa que debes cumplir. Lo entiendo, no tienes que cumplir esta promesa, Aioria… te ahorraré todos los malos entendidos, devolviéndote esto… -finalizó Lithos, tomó el anillo, y lo colocó en la mesa-. De esa forma, no tienes que matar a Marín… quedas liberado de tu promesa… -terminó Lithos, sus ojos se quebraron en lágrimas, se cubrió la boca para no llorar muy fuerte, y huyó del comedor en que se encontraban.
-¡Espera, Lithos! ¡Lo malentendiste! –se quejó Aioria, intentó correr tras ella, pero Aldebarán lo tomó del cuello de su ropa, y lo sentó a la fuerza- ¿Qué haces? ¡Tengo que ir a explicarle bien las cosas! –se quejó Aioria.
-¿Qué vas a explicarle exactamente? –preguntó Aldebarán- ¿Le dirás que tiene razón y que solo te comprometiste con ella por una promesa absurda a su padre? ¿Le dirás que no te comprometiste con ella por eso y que realmente la amas y que le mentiste a Marín durante años para que no intentara recuperar su honor? ¿O le dirás que por ella matarás a Marín? Mejor aún, dile que vas a dejar a Marín intentarlo eternamente ya que de todas formas eres un Caballero Dorado, y no es como que te pueda vencer por mucho que lo intente. De esa forma tú y Lithos pueden ser felices juntos, y Marín miserable sin poder recuperar su honor hasta el día de su muerte. ¿Cuál de todas las opciones te parece mejor? -refunfuñó Aldebarán.
-Yo… no lo sé… -se quejó Aioria, sentándose nuevamente en su mesa, preocupando a Saori-. Si te soy enteramente sincero… todo esto es una molestia… -declaró Aioria, Saori comenzó a temer por lo que Aioria pudiera decir-. A veces desearía que… Aioros no hubiera eliminado las reglas. Todo sería más sencillo si tan solo me dedicara a mi deber, y a mi devoción a Athena –aseguró Aioria, el escuchar específicamente a Aioria decir aquello, fue un duro golpe para Saori-. O al menos desearía ser un poco más parecido a Milo, él sabe genuinamente lo que es su deber. Milo no le fallaría a Athena nunca, ni se entregaría a estos predicamentos –terminó Aioria, destrozando sin darse cuenta el corazón de Saori, quien comenzó a preguntarse qué tan grande era o no el sentido del deber de Milo, preguntándose si el de Escorpio realmente seguiría todas las reglas fielmente y hasta el final, sin importarle las consecuencias.
Japón. Tokyo. Academia Meteor. El Edén Oscuro de Atë.
-¡Antares! –resonó el grito de Milo, la aguja más poderosa de su constelación volaba errática y descontrolada, realizando movimientos en zigzag por el Edén Oscuro, que se desquebrajaba tras la muerte de Atë, y que caía lentamente de regreso al mundo terrenal. Kyoko observó a la aguja, cerrando sus ojos, y permitiendo el paso de la misma, que en su trayectoria había estirado sus cabellos, así de cerca había pasado el ataque de Milo. Shoko, a media posesión, primero observó la escena dolida, pero después, su ira se hizo presente, estiró su mano, atrapó la aguja y la aplastó con fuerza, liberando sus energías destructivas, y rodeando a Shoko de relámpagos escarlata que le hirieron el cuerpo, le arrebataron de su sangre, y la dejaron tendida sobre sus rodillas, pero aún con vida, Kyoko lo notó- ¿Atrapó a Antares en su mano? No recuerdo que eso hubiera pasado antes, ni siquiera Hyperión logró tal cosa –se incorporó Milo, caminando tranquilamente hasta donde Shoko se retorcía de dolor, su aguja brillando sobre su uña-. Terminaré con esto, no tienes por qué verlo –susurró Milo.
-Debo hacerlo, es mi hermana –le respondió Kyoko, Shoko la miró con tristeza desde donde se retorcía aun con los relámpagos escarlata hiriéndola-. Lo siento Shoko, al final… no pude protegerte… -aceptó Kyoko, Milo alzó su uña, y se preparó para ejecutar a Shoko, la chica de cabellera rosada enfureció tras notar que Kyoko no movía un solo músculo para intentar defenderla, por lo que su cosmos se incineró, deteniendo a la aguja de Milo en su uña sin permitirle el lanzarla-. ¡Maestro! –comenzó Kyoko sobresaltada.
-¿Maestro? –exclamó Shoko, su cosmos cubriéndole todo el cuerpo, un manto rojo como la sangre, creado a partir de la sangre que había salido desprendida por las heridas causadas por Antares, comenzaba a vestirla- ¿Acaso tu maestro es más importante que yo que soy tu hermana? ¡Juraste que me protegerías! ¡Confié en ti! –exclamó Shoko, su cosmos estalló, y este lanzó a Milo algunos metros hacia atrás. El de Escorpio sin embargo logró caer de pie. Kyoko preparó su cosmos, y miró en dirección a Shoko con dolor en su alma, pero con los puños listos- No eres más que una mentirosa… ¿cómo puedes ser tan insensible como para levantar tu puño contra tu propia hermana? ¡Me abandonaste! ¡Elegiste mi muerte por sobre mi vida! –recriminó.
-No he hecho nada que no esperaría que tú no hicieras estando en mi lugar, hermana –preparó su puño Kyoko-. Si estuviera en mis manos, nada me impediría el salvarte de tu destino. Me convertí en Saintia con ese objetivo en mente, vine aquí para salvarte… o para detenerte de convertirte en una asesina sin corazón que solo traiga desgracias a este mundo. Tú no querrías eso, así que, aunque no sea mi deseo el lastimarte, ¡no me queda otra alternativa! ¡El deber de un Caballero de Athena es más grande que sus deseos personales! ¡Destello Zafiro! –atacó Kyoko, su aguja surcando en dirección al corazón de Shoko, pero siendo interceptada por la poseída, que sangró en sus manos al atrapar la lanza de luz zafiro, hiriendo a Kyoko en su propio corazón, pero sin poder alanzar el de su hermana.
-Así que, esta es tu devoción, y el alcance de tu traición –declaró Shoko, su posesión por parte de Eris siendo ya completa, evidente en el alcance del cosmos escarlata que la rodeaba y se alzaba alto y violento. Milo y Kyoko miraron a espaldas de Shoko, pese a que la dimensión de Atë continuaba desquebrajándose, el Cometa Repulse había formado parte del firmamento en todo momento, pero este ahora había comenzado a desaparecer, su luz se extinguía, no porque hubiera pasado de largo a la Tierra, sino porque toda su energía había sido finalmente entregada a Shoko-. Has fallado, Milo de Escorpio. No has evitado mi renacer –declaró Eris burlesca.
-Ese podrá ser el caso, pero estás olvidando un pequeño detalle, bruja –insultó Milo, fastidiando a Eris, quien materializó un tridente en sus manos, creado a partir de la Manzana de la Discordia, que pasó a formar parte del mismo, incrustándose en la hoja de en medio del tridente-. Si bien mi misión autoimpuesta incluía el prevenir tu renacer, mi verdadera misión es la del exterminio de todos los enemigos de Athena. El fallar en evitar tu renacer, no significa que no pueda devolverte al Tártaros –preparó su uña Milo, rodeándola con todo su cosmos, el Sol Negro inclusive comenzó a manifestarse nuevamente, y el Dunamis una vez más lo respaldó, lo que ocasionó la preocupación de Eris.
-Me temo que eso no va a ocurrir, Milo de Escorpio. ¡Estrellas del Miedo Infinito! –escuchó el de Escorpio, en el firmamento sobre de él, cometas oscuros se materializaron, amenazando con caer sobre de Milo, quien terminó por lanzar sus Agujas Escarlata a los cometas, perforando los mismos y causando violentas explosiones que cuartearon las paredes de la Academia Meteor, amenazando con colapsar la estructura. De un portal dimensional salió entonces Deimos, con un pequeño corte a la altura de su labio, mismo que Deimos se limpió con molestia- Tu maldita patada del Asesino de Dragones resultó ser más poderosa de lo que me había imaginado en un principio. Pero es solo por este cuerpo decadente el que has conseguido abrirme está herida. Aun así, he de concederte algo, Escorpio, no pensé que fueras capaz de escaparte de mí dimensión, y más aún, dejarme encerrado en la misma con ese ataque. ¿Qué fue lo que hiciste? –se fastidió Deimos.
-Lo mismo que le hice a la Guerrera de Dios, Deimos –se burló Milo de forma arrogante, sus ojos tornándose penetrantes, y liberando círculos de energía que fastidiaron a Deimos-. Cuando mencionaste que el miedo paralizaba, no lo refuté en absoluto. Ya que yo conozco el miedo perfectamente, y uso el miedo para doblegar a mis oponentes. Tu dominio en el miedo no puede alcanzarme, pero no es solo eso, Deimos… ese cuerpo es en verdad más frágil que el cuerpo de un dios, lo sé porque me he enfrentado antes a los Dioses, y ellos llegaron a temerme también, ¿por qué tú serías diferente? Temes, Deimos, ¡le temes al Anti-Ares! –atacó Milo, usando a Antares nuevamente, la errática aguja molestó al Phantom, quien repelió la misma con un golpe de su antebrazo, sorprendiendo a Milo, pero aturdiendo la mano del dios.
-¡Deimos! –enunció entonces Eris con autoridad, una que no fue del agrado del Phantom- Has sido llamado a este mundo dentro de un cuerpo de Dríade. No es tu cuerpo original, las limitantes de los Daimones, los campeones de los ejércitos de mi hermano Ares, no deberían alcanzarte. Tu debilidad, es por este mundo sin conflictos. Pero ahora que he llegado, cambiaré eso, Milo de Escorpio. Aunque me temo que no vivirás para ver el mundo del Caos que he de liberar sobre esta Tierra –le aseguró ella.
-¿Quién dice que planeo permitirlo? –enunció Milo, el Sol Negro brillando nuevamente a sus espaldas, pero no era él quien ganaba la atención de Eris en ese momento, sino Kyoko, quien se había incorporado y preparaba su cosmos de igual manera.
-Somos Caballeros de Athena, Eris… -comenzó Kyoko, ya ni siquiera se refería a su hermana por su propio nombre. A ojos de Kyoko, su hermana había dejado de existir, y aquello fue un duro golpe para Eris-. ¡No permitiré que uses el cuerpo de mi hermana para hacer tu voluntad! ¡Destello Zafiro! –atacó Kyoko.
-¡Aguja Escarlata! –se unió a la afrenta Milo, ambos ataques al unísono se dirigieron peligrosamente a Eris, quien en su depresión por pensar a la hermana de su recipiente una traidora, permitió a ambos ataque alcanzarla, forzando a Eris a escupir sangre tras ser atravesada por los mismos.
-¿Cómo? Han herido a una diosa verdadera… -se impresionó Deimos, iracundo por aquello que acababa de presenciar-. Pero eso no es posible. El Cometa Repulse ha dejado el firmamento, no debería… a menos que… se esté resistiendo a la posesión –posó su atención Deimos en Kyoko y en Milo, ambos fundiendo sus cosmos, y apuntando nuevamente sus dedos en dirección a Eris, quien se retorcía con dolor-. La Estrella Maldita… así que es eso. La Estrella Maldita es una estrella binaria, ella también puede manipular el Caos, y lo seguirá haciendo en la medida en que Eris se lo permita, pero, ¿por qué se lo permite? –se preguntó Deimos.
-¡Nos volveremos a ver, hermana! ¡Destello Zafiro! –atacó nuevamente Kyoko, su ataque combinándose con el de Milo, dirigiéndose a Eris, quien miraba a Kyoko con ira. Sin embargo, esta vez el ataque no conectó gracias a la intervención de Deimos, ya que ambos ataques fueron absorbidos por un portal dimensional que se abría debajo de Eris.
-¡Descenso Infinito! –enunció Deimos, nuevamente creando la fuerza gravitacional que intentaba jalar a Milo y a Kyoko al interior de la dimensión y pulverizarlos- Así que eso es lo que ocurre. Son hermanas. La posesión de Eris no puede concretarse porque la humana que es su contenedor aún se resiste por tu presencia en este mundo –le apuntó Deimos, la noticia sobresaltó a Kyoko.
-¿¡Shoko aún vive!? –preguntó Kyoko, sobresaltada, y mirando directamente a su hermana, notando la mueca de dolor, y las lágrimas que rodeaban sus ojos- ¡Maestro! ¡Repulse ha desaparecido de los cielos! ¡Pero Shoko! ¿¡Qué pasa si aún continúa con vida!? ¿¡Acaso un Yoshiro no desaparece tras la posesión por un dios!? –preguntó Kyoko preocupada.
-¿Estás dudando, Kyoko? –preguntó Milo con molestia, su discípula miró a Milo con sus ojos también ahogados en lágrimas- Cuando Nicole, el Caballero de Plata del Altar, fue poseído por Cronos, no quedó nada de él, ni su cuerpo, ni su alma. Todo lo que Nicole fue, pasó a formar parte de Cronos. El caso de tu hermana es igual. Lo lamento, pero Shoko ya no existe. ¡Ahora concéntrate! ¡Aguja Escarlata! –atacó Milo, Kyoko esta vez no pudo acompañar a Milo en su ataque, estaba dudando, la aguja de Milo sobrepasó el dominio de Deimos, quien miró a la aguja furioso, mientras esta se clavaba en el cuello de Eris, quien gritó de dolor, su grito desgarró el alma de Kyoko, quien había perdido toda voluntad de seguir combatiendo- ¡Kyoko! –recriminó Milo, notando que su discípula no lo apoyaba.
-Quiero creerle maestro… realmente quiero hacerlo… vine aquí sabiendo que debía asesinar a mi hermana de ser necesario… pero… ¿y si se equivoca? ¿Y si Shoko está sufriendo? ¿No podríamos intentar separarlas? ¡Por favor maestro! –suplicó Kyoko, Milo enfureció.
-¡Si no vas a ayudarme, entonces no me estorbes! –la empujó Milo, y saltó al abismo del Descenso Infinito, su pierna derecha iluminada de zafiro, mientras conjuraba el ataque que utilizara antes para escapar de aquella dimensión- ¡Asesino de Dragones! –se alzó Milo tras una patada, conjurando la fuerza de Margarites Drakon, y enfrentando a Deimos nuevamente, forzando al dios que aún no se acostumbraba a su nuevo cuerpo a evadir a Milo, y cancelar su dominio gravitacional- ¡Aguja Escarlata! –atacó nuevamente Milo aprovechando que el dominio gravitacional ya no podía tragarse sus agujas, perforando el cuerpo de Eris, quien nuevamente gritó con todas sus fuerzas, horrorizando a Kyoko-. ¡Ya van tres! ¡Y aquí van 5 más! ¡Aguja Escarlata! –sentenció Milo, las 5 agujas se desprendieron al unísono, y perforaron el cuerpo de Eris en varias secciones, enfureciendo a la diosa, que acrecentó su cosmos, amenazando con destruirlo todo. La fuente de la academia estalló, algunas paredes fueron derribadas de igual manera, y la ya de por sí maltrecha dimensión de Atë, colapsó por fin en su totalidad, estrellando a la Academia Meteor finalmente en el lugar al que pertenecía, comenzando con el derrumbe de una buena parte de la estructura, preocupando a Kyoko, quien logró ver a algunas estudiantes noqueadas cerca de donde se había derribado una pared, que por muy poco no había caído sobre ellas.
-¡Maestro Milo! ¡Esto es peligroso! ¡Si su cosmos y el de Eris continúan saliéndose de control, alguien va a salir herido! –suplicó Kyoko, Milo miró a las estudiantes noqueadas, y después a Eris, su resolución fue definitiva, mientras volvía a rodear su aguja con las energías escarlata- Maestro Milo… ¿por qué? –lloró Kyoko.
-Nada es más importante que mi deber a con Athena. No hay sacrificio que no lo valga. ¡Aguja Escarlata! –atacó Milo, más esta vez, su aguja fue interceptada por Kyoko con su cuerpo, sorprendiendo al de Escorpio- ¿¡Qué haces!? –enfureció Milo.
-Recuperar a mi maestro. ¡Meteoros de Equuleus! –atacó Kyoko, su ataque alcanzando un nivel que sorprendió a Milo, forzándolo incluso a evadir el mismo, lo que dibujó curiosidad en el rostro de Eris- ¡Voy a sacarte de allí dentro, hermana! ¡No me importa lo que deba hacer! ¡Pero si no lo consigo, quiero que quede algo en claro! ¡Solo yo tengo derecho a acabar con tu vida! ¡Meteoro de Equuleus! –atacó Kyoko, esta vez a Eris, quien bloqueó el ataque de su hermana con su tridente, forzando a Kyoko a seguir adelante, empujar su ataque, e intentar llegar a su hermana.
-¡Ya ha sido suficiente! ¡Está más que claro que hemos llegado a un punto muerto! ¡Descenso Infinito! –volvió a conjurar Deimos, llamando la atención de Milo, pero apuntando realmente a Kyoko, quien comenzó a caer bajo el agujero dimensional a sus pies-. Eris… con este cuerpo tan débil no soy aún capaz de hacerle frente a un Caballero Dorado poseedor de un Dunamis, y en tu caso, tu posesión continua incompleta. Nos vamos –ordenó Deimos.
-¿Irnos? ¿Acaso no te das cuenta de que, mientras más tiempo exista el conflicto, más poderosa he de volverme? –se burló Eris, su cosmos intensificándose, mientras Milo corría en dirección a donde Kyoko caía, y lograba tomarla del brazo, usando su cosmos para sostenerla, y evitar que la estrella gravitatoria que se hundía más y más bajo la tierra, la tragara a ella también- Puedo acabar yo misma con ellos aquí y ahora –apuntó su tridente Eris en dirección a Milo, quien aún sostenía a Kyoko para evitar que el Descenso Infinito la tragase. Relámpagos se reunían alrededor del tridente de Eris, Milo se percató y viró el rostro para ver a Kyoko, desesperada y llena de miedo, sabiendo que Milo no dudaría en soltarla de ser necesario, lo que Eris notó-. Tsk… retirémonos, por ahora… de momento me deleitaré en tu fracaso, Milo de Escorpio, ¡ajajajaja! –resonó la risa malvada de Eris, antes de que Deimos los tragara a ambos, sacándolos de los límites de la Academia Meteor, y rompiendo el Descenso Infinito, liberando a Kyoko de su poder, quien terminó mirando de cara a Milo, sus ojos cubiertos en lágrimas, Milo simplemente se mordió el labio, y desvió la mirada, sin saber qué decirle.
-Perdóneme por favor maestro… -comenzó Kyoko, Milo regresó su mirada a su dirección-. Le fallé… no tuve la voluntad suficiente. Sé que me lo advirtió, sé que debí prepararme para esto. Yo tan solo… no soy tan fuerte como usted… no pude asesinar a mi propia hermana… no pude dejarlo cumplir con su deber… yo… lo siento tanto –se desplomó Kyoko a sus pies, entregándose al llanto, Milo la miró con tristeza, se sentía fracasado en su misión. Ni con el Dunamis de los Titanes respaldándolo, había logrado evitar el renacer de Eris.
Atenas. Grecia. El Santuario de Eris. El Árbol del Conflicto.
-Urght! Roaaaaaar! –dentro del Santuario de Eris, la isla flotante con el Árbol del Conflicto sobresaliendo de un templo en honor a la Diosa del Caos, Atë volvía a la vida. Su piel no era más que raíces maltrechas, sus ojos lloraban savia color de esmeralda, mientras la desnuda Dríade de piel de madera intentaba incorporarse, y salir de debajo de las raíces del Árbol del Conflicto- Ese malnacido… Milo de Escorpio… se ha entrometido en mi camino por última vez… pero más que vengarme de él… es de esa repugnante Equuleus a quien deseo destripar… mi cuerpo, mi hermoso cuerpo creado por las Energías del Conflicto de mi querida madre… Kyoko de Equuleus, vas a pagar… te voy a hacer pag… -intentó decir la mujer, cuando un hilo plateado se enrolló alrededor de su cuello-. Gackt… ¿quién…? –se molestó Atë.
-¡Telaraña Anestésica! –escuchó Atë, su resurrección interrumpiéndose, su torso formando parte aún de las raíces de las cuales intentaba desprenderse- Atë, Atë, Atë… debido a tu incompetencia, se ha desperdiciado tanta Energía del Conflicto. ¿Sabes cuánto tardaría nuestra madre en resucitar por completo y regresar a su gloriosa divinidad, si te permito restaurar tu cuerpo una vez más? Si lo pensamos detenidamente, ¿no eres tú la Dríade que más ha resucitado por su incompetencia. Este ya es el tercer cuerpo que pierdes en el nombre de nuestra madre. No considero pertinente el seguir contando con los servicios de alguien tan patético como tú, mi querida hermana –se burló el recién llegado, Phonos del Asesinato, sus ojos rojos iluminados, sus dientes afilados saboreados por su propia lengua que danzaba entre ellos en anticipación.
-¡Phonos! –enfureció Atë- ¿Qué significa este atrevimiento? Si esta es una broma, déjame decirte que no me hace gracia, y que incluso planeo castigarte por la osadía –amenazó Atë, cuando el hilo atado a los dedos de Phonos se cerró con mayor fuerza alrededor de la garganta de madera de Atë-. Gackt… Pho… nos… -continuó Atë, intentando cortar el hilo alrededor de su cuello con sus dedos.
-Lo siento hermana mía… pero tus servicios, ya no son requeridos… -aseguró Phonos, sus ojos brillando rojos e intensos, su mandíbula dislocándose, y abriéndose más y más, los colmillos en su boca creciendo, como los colmillos de una verdadera bestia caníbal, que se cerraron sobre el cuello de Atë, antes de arrancarle el mismo de un bocado, poniendo muerte nuevamente a Atë.
-Cierra los ojos Mick, por favor no mires Maas… -en una esquina, oculta detrás de unas columnas que daban acceso al Árbol del Conflicto, Emony abrazaba a sus ositos de peluche mientras temblaba de miedo, y observaba la sombra de Phonos, con la cabeza de Atë en las manos, y veía a la sombra de fauces abiertas morder y partir el cráneo de Atë por la mitad, horrorizando a Emony, quien continuó abrazando a sus peluches, sin poder siquiera hacer reverencia para Eris, quien entraba en esos momentos a los dominios del Árbol del Conflicto, seguida de Deimos.
-Mi querida madre –comenzó entonces Phonos, aún con algo de sangre en sus labios, misma que se limpió antes de caminar hasta donde su madre, y arrodillarse frente a ella-. Phonos del Asesinato, como siempre a sus humildes servicios. Me disculpo, me encontró en medio de la merienda –sonrió Phonos, con algunos cabellos aún atrapados entre sus colmillos, Eris solo sonrió ante lo que observaba.
-Phonos –comenzó Eris, extendió sus brazos, y permitió a Phonos el abrazarle-. Mi querido hijo. ¿Cuán caótico será el mundo que has de entregarme? Estoy deseosa de ver ese mundo tan glorioso –terminó Eris, se desprendió de Phonos, y continuó caminando hasta el tronco hinchado del Árbol del Conflicto, pisando el cadáver de Atë que le quedaba de paso, rompiéndole la caja torácica, y produciendo en Emony, quien presencio aquello, el vómito, no pudiendo soportarlo más-. Ahora que he renacido, es momento de comenzar con la siguiente etapa del Reinado del Caos. Mi hermano Ares debe regresar a la vida. Veo que han adquirido una cantidad de Energía del Conflicto envidiable –sonrió Eris.
-Así es –admitió Phonos, relamiéndose los labios mientras pensaba en el cadáver destrozado a sus pies-. Antes de su resurrección, ocurrió un conflicto muy interesante entre los Caballeros Dorados de Athena y los Titanes, que culminó en toda la Energía del Conflicto que puede ver aquí, madre –le explicó Phonos-. Antes era más, pero en su egoísmo, Atë se sobrealimentó de esta energía, y no solo eso, la utilizó para convocar a Deimos de forma incompleta. Mi señor Deimos, espero que entienda lo contrariado que estoy de que deba servir dentro de un cuerpo tan mediocre como ese –le sonrió Phonos.
-Una vez que Ares regrese a Gea, mi cuerpo verdadero resurgirá –le comentó Deimos, y después redirigió su mirada a Eris, quien tocaba el tronco hinchado del Árbol del Conflicto, y se regocijaba-. Y una vez que Ares resucite, nuestra alianza se termina, al igual que mi existencia como un Phantom. Yo soy un Daimón, el líder de los 9 Daimones de Ares –le recordó Deimos.
-No lo preferiría de ninguna otra forma, mi querido Deimos –agregó Eris, una sonrisa lujuriosa en sus labios, mientras la diosa rodeaba a Deimos con sus brazos. El Phantom no se mostró impresionado-. Después de todo… lo que Eris más ama en este mundo es el conflicto, y quien mejor para traer el conflicto que el Dios de la Brutalidad en la Guerra, mi amado Ares… tanto tiempo sin él… cómo he deseado volver a ver a tu padre y tenerlo entre mis brazos… -agregó Eris de forma coqueta, Emony tan solo tapó los oídos de sus peluches mientras se sorprendía de los descarados comentarios de su madre-. Y para demostrar mi compromiso y mi amor por Ares y todo lo que él representa. Liberaré toda esta Energía del Conflicto adquirida en la Nueva Titanomaquia, ¡sobre el mundo! –declaró Eris, el vientre del Árbol del Conflicto estalló, elevándose por encima del Santuario de Eris, y cayendo por todo el mundo como cometas pequeños y hermosos, o como una gentil lluvia de estrellas- ¡El Reino del Caos ha comenzado! –celebró Eris, Phonos solo se estiró el cabello horrorizado por haber perdido toda esa Energía del Conflicto tan de golpe.
El Santuario. Las 12 Casas. Templo del Patriarca. La Gran Biblioteca.
-¡Ught! –se quejó Saori con fuerza, tomándose el pecho, y cayendo de bruces sobre sus rodillas. Todos los pergaminos que cargaba en esos momentos, se desparramaron por todas partes. Mii, quien montaba guardia sobre ella, dejó de buscar los libros que le habían encargado, y los dejó caer para correr en auxilio de Saori. Todos los libros que cayeron hablaban de las Amazonas, y de las leyes impuestas por ellas.
-¡Señorita Saori! –gritó Mii, algunas damas de compañía que no pertenecían a la orden de las Saintias escucharon el conflicto, y entraron en la biblioteca- ¡Busquen a la Matriarca Yoshiko! ¡Algo le ocurre a Saori! –exigió Mii, Saori de pronto comenzó a vomitar, escandalizándose por lo que había salido de su boca, y sobresaltando a Mii de igual manera- ¿Sangre? ¿Ha vomitado sangre? –se horrorizó Mii.
-¡Eso no es posible! ¡Athena no sangra igual que un humano normal! –exclamó Yoshiko, llegando ante la biblioteca, y ordenando con su mano a que Mii se hiciera a un lado, observando la sangre en el suelo, y viendo lo negruzca que era- Saori… si no es gracias a un instrumento divino, la única sangre que puedes expulsar… es la sangre derramada por los inocentes… tras un conflicto que traiga consigo el reinado del Caos… Repulse… Milo ha fracasado… -meditó Yoshiko al respecto, sabiendo lo que aquello significaba.
-¿Repulse? ¿Milo? Espera… la razón por la que Milo y Kyoko fueron a Japón es… -se sorprendió Saori, y miró a Yoshiko fijamente-. ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Cómo pudieron pedirle a Milo el intentar asesinar a la hermana de su discípula? ¿¡Enviaron a Kyoko también!? ¿¡En qué estaban pensando!? –se quejó Saori, pero volvió a sentirse débil.
-¡Señorita! –se preocupó Mii, atrapando a Saori antes de que cayera. Saori comenzaba a sentirse cada vez peor, y la sangre continuaba cayendo de sus labios, y no solo eso, la Omnisciencia Divina de Saori comenzó a salirse de control, sus ojos inclusive, comenzaron a derramar sangre de igual manera.
-¡Aaaaah! ¡Hagan que pare! –declaró Saori con dolor, su mente viajaba por el mundo. Ataques terroristas estallaban en Estados Unidos, guerras civiles en el Salvador, en Guatemala, en Peru, los conflictos en Libano se tornaban más violentos, Iran e Irak se atacaban con todo lo que tenían. La India y Pakistán reafirmaban hostilidades sobre el glaciar de Siachen en la región de Cachemira, guerras civiles se tornaban más violentas en Sri Lanka, masacres estallaban en Uganda y en Tanzania- ¡Deténganlo! ¡Deténganlo! ¡No puedo soportarlo! ¡Alguien haga algo! –todos aquellos conflictos, eran conflictos de los que Saori tenía conocimiento, pero que de la nada se habían tornado más violentos. Otros conflictos, sin embargo, comenzaban a hacerse presentes sin previo aviso, conflictos que tal vez, sin el renacer de Eris, no hubieran estallado.
Inicia Tema: ¡Quémalo! ¡Nuestro macrocosmos!
-¡Caballeros Dorados! ¡Atiendan a mi llamado! –comenzó Yoshiko, elevando su cosmos, llegando a los Caballeros Dorados, todos mirando en esos momentos a los cometas que caían del cielo, siendo los manipuladores del cosmos los únicos capaces de verlos.
Casa de Piscis.
-Escuchen con atención Caballeros Dorados. Repulse se ha manifestado en nuestro mundo, lo que significa que el conflicto se ha avivado en todo el planeta –enunciaba Yoshiko, Afrodita observaba a los cometas, y se mordía los labios iracundo. Preguntándose si esto era el resultado de la debilidad de la Athena de esta generación.
Casa de Acuario.
-Era responsabilidad del Caballero de Escorpio, el evitar el renacer de Eris… tristemente… Milo ha fallado –continuaba Yoshiko, en la Casa de Acuario, Camus mostró preocupación por su amigo y compañero, buscándolo con su cosmos, encontrándolo en Japón-. Esto no es un ataque directo. No es esa la forma en que Eris trabaja. Ella no atacará las 12 Casas, su objetivo no es Athena, sino la resurrección de Ares… si ustedes así lo quieren, tienen mi permiso de abandonar las 12 Casas para hacerle frente a esta amenaza –con aquella instrucción, Camus no perdió el tiempo en realizar un Salto de Cosmos, dejando atrás a la Casa de Acuario, y al Caballero del Cisne a cargo de la misma.
Alemania. Baviera. Castillo Heinstein.
-La única condición para abandonar sus puestos, es la de salvar cuántas vidas puedan, y evitar que el conflicto escale a niveles que escapen a nuestro control –el conflicto se extendía por todo el mundo, su epicentro encontrándose en lugares que llamaban con mayor frecuencia a las Energías del Conflicto, tal fue el caso de Alemania, que pese a haber perdido dos guerras, y ser obligada a no contar con un ejército, de alguna manera, tenía tanques, y estos salieron a las calles a destruir todo a su paso, concentrándose un buen número de estos tanques a las afueras de un castillo aparentemente abandonado, y que en esos momentos era el objetivo de practica de los lunáticos soldados que se habían hecho con ellos, y salido a las calles a atacarlo todo sin provocación aparente. Huyendo de los ataques y las explosiones causadas por estos tanques, y escapando de los soldados que disparaban en su dirección, se encontraba una aterrada joven de cabellera morada, cuyos ojos veían todo en blanco y negro, o al menos así fue hasta el momento en que unos soldados por fin la arrinconaron contra las paredes de una capilla a la cual huía la chica, preparándose para fusilarla, cuando no solo vio un par de colores nuevos, uno carmesí muy familiar, el otro, hasta ese momento desconocido para ella, colores que nacieron tras el sonido de un grito humano.
-¡Excalibur! –primero fue el grito, luego fue el corte, después la explosión de los cuerpos de los soldados al caer cortados por la ráfaga de energía cuyo color la chica no podía ver. Más hubo un color que no escapó a su vista daltónica, el dorado, que se hizo presente alrededor de la armadura de un demonio entre los hombres, mismo que se posó orgulloso frente a la chica, se quitó su capa, y con esta limpió el rostro lleno de sangre de la joven- Sé que no puedes entenderme, pero no soy tu enemigo –declaró Shura.
-Puedo entenderte… -respondió la joven, sorprendiendo al de Capricornio-. Eres un Caballero Dorado, ¿no es así? ¿No se supone que sean un secreto para el mundo? –preguntó la joven, impresionando a Shura por su conocimiento- Pandora… Pandora Heinstein… has salvado mi vida, lo más importante para mí, Caballero de Capricornio, y te aseguro, que Pandora jamás olvida… llegará el día de retribuirte este acto –aseguró la chica, más soldados llegaron en ese momento, dispararon, y Shura instintivamente cubrió a Pandora con su cuerpo, recibiendo las balas que no lograron penetrar en su piel, pero sí lo enfurecieron, por lo que Shura no se tentó el corazón para rebanarlos tras el grito de Excalibur.
-No teman ser vistos por los ajenos al Santuario –proseguía la voz de Yoshiko-. Poner fin a los conflictos alrededor del mundo, es más importante que mantener la secrecía sobre la existencia de los Caballeros del Zodiaco. No habrá un mundo que salvar si no tomamos esta medida –aseguró Yoshiko.
Japón. Tokyo. Dojo Tokumaru.
-Detener los conflictos es lo más importante, cortar el suministro de Energía del Conflicto a Eris y los suyos, nuestra prioridad –escuchaba Milo, con las Cajas de Pandora de Escorpio y Equuleus sobre su espalda, y con Kyoko con brazos y piernas vendadas a su lado, cargando leche y huevos en sus brazos. Milo miraba a los cielos, a las Energías del Conflicto que comenzaban a contaminar al mundo, Kyoko miraba a sus pies, mientras esperaba que su padre abriera la puerta. El hombretón en traje de karate abrió la misma alegremente, un pelón detrás de él accionó una corneta de confeti para recibirla tanto a Kyoko como a Shoko, pero tras la caída del confeti, solo encontraron a Kyoko, con una cartera de huevos, y un litro de leche, ingredientes apenas suficientes para un solo pastel. Suhiro Tokumaru, cayó sobre sus rodillas en ese momento, Kyoko volvió a soltarse en llanto, soltando los huevos y la leche, que afortunadamente el pelón que acompañaba al padre de Kyoko atrapo previniendo el desastre, lo que era más que lo que Milo había hecho, quien no podía evitar sentir el fracaso, y el desastre que ahora tendría que arreglar, mientras Camus caía frente a él, de brazos cruzados, y lo juzgaba con la mirada. Milo solo suspiró, tocó la Caja de Pandora de Equuleus, y la envió a los cielos, forzándola a volar rumbo a Grecia.
China. Los Cinco Picos.
-Sin embargo, no deben olvidar, Caballeros Dorados –continuaba la voz de Yoshiko, llegando ante Dohko, el Viejo Maestro-. Que, aunque gocen de mi permiso para abandonar sus puestos de defensa, no deben actuar de manera imprudente. Eris no es la única que busca la caída de Athena, tan solo no estamos en su lista de prioridades. Otros desean la caída de Athena, y descuidarnos por atender a una crisis, podría ser un error fatal. Se les pide a los Caballeros Dorados dar prioridad a lo que piensen debe ser prioritario. Si no ven necesario abandonar sus puestos por una misión que consideren más importante, no se les obligará a atender a esta emergencia –finalizó Yoshiko, Dohko miró en dirección a su Armadura Dorada, que permanecía incrustada detrás de la cascada de Rozan, suspiró, y continuó con su vigilancia.
Grecia. Casa de Virgo.
-Enfrentarse al conflicto mismo, no solo fortalecerá a Eris, sino que debilitará a Athena –escuchó Shaka en la Casa de Virgo, meditando junto a Mayura de Pavorreal, su discípula más sobresaliente-. Nuestra intervención deberá ser calculada y efectiva. Extender cualquier conflicto, en especial con ustedes que poseen el respaldo del Dunamis de los Titanes, podría producir una amenaza más grande incluso que el renacer de Cronos. No lo olviden, la imprudencia, fortalecerá a nuestros enemigos –la meditación de Shaka reactivó su Dunamis, y el mismo rodeó a toda la Casa de Virgo-. Despejen sus mentes…
Casa de Leo.
-Concéntrense únicamente en su misión actual –en Leo, Aioria miraba la sortija con la que había pedido matrimonio a Lithos, y se mostraba pensativo, dudoso, inquieto. Cerró sus manos en contra del anillo, y salió de su casa, mirando la lluvia de Caos, y decidiéndose. El anillo cayó de su mano, y permaneció en el Templo de Leo, como una promesa sin cumplirse.
Casa de Cáncer.
-Salvar vidas, será siempre la prioridad de los Caballeros de Athena –escuchaba Mephisto, desprovisto de su Armadura Dorada, y observando la lluvia del Caos de igual manera-. Si el deber así lo requiere, sabrán cómo comportarse. Tengo la esperanza puesta, en que seguirán los lineamientos de caballería, sin importarles nada más –una rápida mirada a su Armadura Dorada y un suspiro, fue todo lo que Mephisto atinó a liberar.
Isla de Milo. Templo del Dios de los Héroes.
-La luz de la esperanza estará siempre con ustedes. El Caos no podrá tocarles, son Caballeros de Athena, la esperanza de la Tierra y de Saori –continuaba Yoshiko, Saga caminaba en dirección al Templo de los Héroes, determinación en su mirada, una luz dorada incinerándose frente al templo mismo, un ser de Cabellera Escarlata manifestándose, sin rostro, sin cuerpo, solo un guerrero con un corazón de rubí, y una uña que crecía, posándose amenazante, mientras sobre el Templo de los Héroes, brillaba la luz escarlata del planeta Marte, siempre presente, estacionario, como si hubiera decidido detenerse para observar continuamente a aquel templo, y al dios que era su guardián eterno, un guardián al que Saga deseaba enfrentar, y obtener respuestas. Una afrenta personal a los Dioses, ante aquel quien era el dios más humano después de Athena.
Casa de Tauro.
-Mientras ustedes crean en la esperanza, jamás caerán ante nada ni nadie. El Caos mismo podrá tentarlos, ustedes lograrán doblegarlo. Este es el mensaje no de su Matriarca, sino de su diosa, quien confía en ustedes ciegamente –tras terminar de colocar un reloj de madera muy hermoso y bien tallado sobre una de las paredes de su casa, que estaba llena de muchos otros adornos de madera, Aldebarán se colocó su casco, bufó con fuerza, y comenzó a ascender. Tomó su lugar frente a las escalinatas que daban a su templo, y cerró sus brazos en la Defensa Perfecta. No se distraería más, no era el tiempo de comprar baratijas, o de pensar en comida, o en divertirse, era el tiempo de defender, y él era el Caballero de la Defensa perfecta, la línea defensiva más poderosa de las 12 Casas.
Casa de Aries.
-¡Aaaaah! ¿¡Qué es este desastre!? –gritaba Kiki, discípulo de Mu de Aries, a la llegada de una Caja de Pandora al templo del Carnero Alado. La caja había estallado tras su caída en el templo, y liberado sus partes, que cayeron como trozos de plomo a los pies de Kiki- ¡Esa niña! ¿¡Cuando va a aprender a tener respeto por su Armadura de Bronce!? ¡En cuanto la vea, la reprenderé severamente! ¡No va a reparar esto! ¿O sí maestro? –preguntó Kiki molesto.
-No, a partir de este momento, la reparación de Armaduras Zodiacales que yo realizo, será exclusiva a las Armaduras Doradas –le explicó Mu, saliendo de los pisos inferiores, y colocándose el casco de su armadura-. Presiento que moriré joven si permito distraerme de esa labor. Además, esa niña Kyoko es bastante problemática, y presiento que, en esta guerra, su armadura será reparada bastantes veces. Lo dejo en tus manos, Kiki –le sonrió Mu, dirigiéndose a la salida de su templo.
-¿En mis manos? Pero si yo sé lo mínimo de reparación de armaduras, maestro –se quejó Kiki-. Mi cosmos ni siquiera es suficiente para poder reparar una Armadura de Bronce. Jamás lo he intentado. ¿Qué pasa si me desangro y me muero? –se quejó Kiki.
-Entonces no serías digno de ser mi sucesor –le respondió Mu, mirando a Kiki con molestia. El joven Muviano se apenó, y bajó la mirada-. Descuida, lo harás bien. Solo piensa que Kyoko de Equuleus morirá si no le fabricas una armadura lo suficientemente fuerte como para que una cabeza de chorlito como ella no pueda romperla. O al menos, así es como yo reparo las Armaduras Doradas de Leo y Escorpio. De no hacerlo con ese objetivo en mente, me desangraría sin remedio. Buena suerte Kiki, y hazte lo suficientemente fuerte para que yo pueda arriesgar mi vida en paz –le sonrió Mu, Kiki solo miró a la Armadura de Equuleus con lágrimas en sus ojos.
-Pero maestro… un momento. ¿A dónde va? –se preocupó Kiki, Mu concentró su cosmos, y viró su rostro en una dirección en específico- No me diga que va a tomar la ofensiva, usted es un Caballero Dorado defensivo. No me diga que realmente planea entrar en los conflictos de los humanos –se impresionó Kiki.
-Nada tan burdo. Atacar sin razón alguna, incluso en defensa de los humanos, y con el fin de evitar que Eris absorba las Energías del Conflicto, no es lo mío –miró Mu a los destellos que caían del cielo, concentrando su mirada en una dirección en específico-. Digamos que esta vez no planeo quedarme a defender solamente. Voy a atacar, donde debe atacarse realmente. Te encontré –los ojos de Mu descubrieron el Santuario oculto entre los cielos de Atenas, Mu reunió su cosmos, concentró el mismo en sus piernas, y dio el salto.
-¡Maestro Mu! ¡Es una locura! ¿¡De verdad planea atacar la base del enemigo usted mismo!? ¡No sea impulsivo Maestro! –se quejó Kiki, mientras Mu desaparecía en el firmamento, su Salto de Cosmos llevándolo hasta el árbol oculto en plena vista- Esto es una locura, y hablando de locuras… -miró Kiki a la destruida Armadura de Equuleus, y suspiró-. ¿Por qué siento que uno de estos días, el reparar armaduras de chicas insensibles que no tienen respeto por sus ropajes, va a terminar con mi vida? Espero que esto no sea un mal presagio –terminó Kiki, se cortó los antebrazos, y comenzó a verter su sangre sobre la Armadura de Equuleus, que comenzó a brillar con una nueva vida.
-No hay sacrificio tan pequeño, o inútil, mientras nos mantengamos juntos, y luchando por los mismos ideales –resonó la voz de Yoshiko una vez más, llenando los corazones de los Caballeros Dorados de calidez.
Casa de Sagitario.
-Recuerden siempre el sacrificio de los que los precedieron, y apunten siempre hacia el futuro brillante –la voz de Yoshiko se escuchó incluso, donde nadie podía oírla, o al menos nadie en este mundo, ya que una Armadura Dorada, tensaba su arco y su flecha, y apuntaba la misma a un punto ciego en el cielo-. Como el anterior Patriarca, y Caballero de Sagitario alguna vez dijo: «No existen imposibles para quien tiene el deseo de superar cualquier adversidad» –la Armadura de Sagitario incineró su cosmos, y la flecha fue lanzada, iluminando los cielos, despertando a los pobladores de Atenas, y rompiendo la barrera protectora del Templo de Eris, entrando profundo en su interior, sorprendiendo primero a Emony, asombrando después a Deimos, pasando cerca del rostro de Phonos, y llegando ante Eris, quien se viró intentando interceptar la Flecha de Sagitario con su tridente, y terminó con la Manzana Dorada atravesada por la misma, y clavando a la manzana en Úterus. La declaración de Guerra de los Caballeros Dorados, había llegado como una flecha que atravesaba a una Manzana Dorada.
Termina Tema: ¡Quémalo! ¡Nuestro macrocosmos!
