Y con este capítulo, entramos en la recta final de la Saga de Eris. ¿Qué les ha parecido hasta el momento? Espero que lo estén disfrutando. Los capítulos, además, pese a todo pronóstico, se siguen alargando de alguna manera incomprensible para mí. Pero, en fin, yo que decía que no había suficiente material en la Saga de Eris, que iluso yo. Además de que a partir de este capítulo entro muy de lleno en el departamento de libertades creativas, así que, si a futuro Kurumada me arruina la historia, un mago lo hizo. En fin, a contestar reviews:

Chelixaamusca: Muchas gracias por otro review, me alegras el día. Me da gusto que seas lectora de Guerras del Ragnarok y Academia Sanctuary, eso me lleva a la siguiente duda: ¿Leíste la versión original de Guerras Doradas? En todo caso, Guerras del Ragnarok funciona como secuela tanto de Guerras Doradas Original, como de esta versión. Sobre Academia Sanctuary, tardaré un poco en regresar a esa historia, pero pienso seguirla un poco terminando la Saga de Eris. Mucha suerte con tus propias historias por cierto, y aunque lo hago parecer fácil, la verdad es que me cuesta mucho actualizar a mí también.

Josh88: Oye, había que quitarles los Dunamis de alguna forma, y lo que pasó en la versión original de utilizarlos en contra de la Gran Marejada siempre me pareció un guionazo jajaja, tenía que aprovechar la existencia de la Saga de Eris para corregir aquello. Sobre el cómo le van a hacer los dorados, esta Saga es más diversa en cuanto a quienes son los protagonistas, solo te adelantaré eso. El Dunamis de Cronos fue lo que lanzó la Flecha de Sagitario en primer lugar, así que sí, puedes dar el Dunamis de Cronos por perdido. Harmonía, igual que Phobos y Deimos, no pertenece al ejercito de Eris, así que sus papeles son básicamente lo que ellos consideren que quieren hacer. En fin, el Anime de Saintia Sho no me parece malo, pero sí dejó mucho, muchísimo, de lo establecido en el Manga por fuera. Con decirte que Phobos, Deimos y Harmonía no figuran en el anime de Saintia Sho, siendo que son muy importantes en el Manga. Pero en fin, que disfrutes esta entrega.

NOTA IMPORTANTE: Estoy cansado jefe. Nah es broma, lo que sí no es broma, es que Guerras Doradas – El Ciclo Infinito, es algo así como la última historia original que escribiré. Una vez terminada esta historia, me dedicaré a terminar Guerras de Troya (la precuela de esta historia), y Guerras del Ragnarok (la secuela de esta historia). Y en realidad, no estoy seguro de si editaré el resto de sagas, la de Ares, Poseidón, Hades, Zeus y Apolo. Kurumada sigue avanzando y arruinando mis historias, lo que podría envolverme en otro Ciclo Infinito de modificaciones para encajar con el Lore actualizado, que aún se está construyendo. En un inicio, pensaba terminar la Saga de Eris y despedirme, pensando que ya todo lo demás después de Eris encajaba y hacía sentido con Guerras Doradas Original. Pero pasan varias cosas, la primera, Okko ya no es Tauro, en este universo es Libra (en realidad siempre lo fue, pero en ese entonces Toei no había sacado una ficha de personaje oficial). Así que, material para seguir la historia y hacer las correcciones aún tengo. Así que posiblemente me decida a seguir con las sagas, muy probablemente después de un descanso largo. Esto será algo que decidiré de aquí hasta que se acaben los capítulos de esta saga, dando mi resolución final en el capítulo 24.

Pero mientras decido, tengo una pregunta. Si alguno de ustedes fue lector de Guerras Doradas Original, entonces saben que la Guerra Santa anterior de aquella historia, fue la de Lost Canvas, en ese momento no existía Next Dimension, y aquí entre ustedes y yo, aunque Next Dimension sea lo "canon", para mí es un refrito muchas veces infumable con personajes planos y aburridos, que preferiría que no existiera. Sin embargo, es el canon, y una posibilidad mía para adaptar Next Dimension a mi estilo personal. Así que, tomando en cuenta que el Ciclo Infinito no invalida a Guerras Doradas Original, y tomando en cuenta que muy probablemente estoy demasiado obsesionado con esta historia para no terminar todas las sagas. Les hago la siguiente pregunta:

¿Para la Saga de Ares, qué Guerra Santa del Siglo XVIII prefieren que se tome en cuenta como base para la historia?

1 – Lost Canvas: Manteniendo la historia original de Guerras Doradas adaptándola al estilo actual del autor.

2 – Next Dimension: Requeriría realizar modificaciones más severas, pero manteniendo la historia base de la Saga de Ares como en la versión original. (Como dato adicional, teniendo Next Dimensión como pasado oficial, diferenciaría a GD original de Ciclo Infinito aún más).

Tomaré en cuenta las opiniones de todos los que quieran pronunciarse al respecto de aquí a que lleguemos al capítulo 23, ya que en el capítulo 24 será cuando daré mi resolución sobre la continuación de la historia, y el pasado que se tomará en cuenta para la misma en caso de continuar con el resto de sagas.

EDITADO: 10 Febrero 2025.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 19: La Mercenaria del Olimpo.


Grecia. Atenas. El Santuario de Eris. Templo del Engaño. 11 de Diciembre de 1985.

Inicia Tema: Entre Grandes Fuerzas.

-Por fin ha comenzado –enunció Eris. El tronco de Úterus rebosante a sus espaldas, las Energías del Conflicto fluyendo en dirección a la Tierra, y el cosmos de la Diosa del Caos y la Discordia acrecentando tan alto que parecía poder desafiar al mismísimo Cronos con su alcance actual. Este mismo cosmos inmenso, permitía a Eris observar todos los Epicentros del Caos alrededor del mundo, y verlos estallar todos al unísono.

En Baviera, Alemania, un espíritu maligno, el espíritu de Hysmide del Duelo, apareció en medio del Castillo Heinstein, antes de que el mismo fuera tragado por una explosión que partió al Castillo Heinstein por la mitad, y comenzó a bañar a toda Alemania con Energías del Conflicto, enloqueciendo a la población, que salió de sus casas solo para batirse en Duelo unos con otros, la mayoría de las veces con resultados fatales.

En el Monte Hisarlik de Turquía, el espíritu de Emony se materializó en el centro mismo de la legendaria Troya. La Dríade danzó en el medio de lo que alguna vez fue un palacio con 8 tronos, dos de los cuales eran más altos que el resto, pertenecientes al Rey y la Reina de Troya. Tras su danza, la infantil Dríade liberó el sello en el Epicentro del Caos de la ciudadela subterránea de Troya, y este estalló tragándose a los 8 tronos, y saliendo a la superficie, coronando el Monte Hisarlik con una columna de luz que comenzó a soltar una lluvia de Energías del Conflicto alrededor de Troya, despertando a los espíritus durmientes, que se levantaron como Dríades en armaduras de guerreros Aqueos y Troyanos de antaño, que marcharon a las ciudades de Turquía en hordas, como un último acto de Malicia de la Dríade más malvada de todas.

En Noruega, dentro del palacio de Asgard, el Sumo Sacerdote Derbal fue visitado por el espíritu de una Dríade que no hace mucho había perecido en el Santuario de Athena, Dysmonia de la Anarquía, quien se regocijó por conocer los secretos del universo anterior al suyo. Derbal no comprendió la presencia de aquel espíritu, llamó a sus guardias, y estos entraron en el recinto, pero únicamente lograron ser testigos del momento en que Dysmonia estallaba, vaporizando a Derbal y liberando su Epicentro del Caos, que comenzó a soltar su lluvia alrededor de toda Asgard, llamando la atención de Hilda en el Jardín de la Sacerdotisa, y preocupando también a Camus, quien no podía hacer más que ver la columna que destrozaba el Santuario de Odín. Asgard ahora no poseía un líder, y sin este, la Anarquía envolvería a todos los pueblos Vikingos.

En Suiza, la Academia Meteor de la nada fue alcanzada por una explosión, mientras el Epicentro del Caos que Mephisto de Cáncer había sido enviado a encontrar, estallaba en el corazón mismo de la academia, vaporizando a una gran cantidad de estudiantes, y extendiéndose al punto de llegar a la enfermería, amenazando también con vaporizar a Mito y a Erda, de no ser por la rápida reacción de Mephisto, quien con su Dunamis logró moverse lo suficientemente rápido para salvarlas y ponerlas a seguro, mientras la Academia Meteor se venía abajo, con una supuesta estudiante en su centro, quien resultó ser una Dríade más, que soltó una carcajada de inmensa Locura, sintiéndose orgullosa de la matanza liberada por su Epicentro del Caos.

En Japón, la risa de Atë volvió a resonar, su espíritu regresando a la Tierra con la única finalidad de reactivar el Epicentro del Caos durmiente en la Torre de Tokyo, que también estalló. La punta misma de la torre sirviendo como un faro de luz que enviaba las Energías del Conflicto del Epicentro del Caos por toda la ciudad, enloqueciendo a la población, que comenzó a entregarse al Caos y a buscar la Ruina de todos a su alrededor. Entre los pobladores enloquecidos, sin embargo, dos no habían sido alcanzados: Suhiro Tokumaru, y su hermano Tatsumi quienes, a punta de golpes y sablazos de Kendo, defendieron su propiedad de los lunáticos, fueran estos ancianos, hombres, mujeres o niños.

En China, el Centro de Wuhan estalló, llamando la atención de Dohko, quien se horrorizó por la explosión que logró verse incluso desde Cinco Picos. Pseudos, la Dríade que hasta esos momentos lo enfrentaba, se regocijó y extendió sus brazos, recibiendo la lluvia de Energías del Conflicto que rejuvenecieron su cuerpo hasta que la Dríade se posó hermosa y mortífera frente al sorprendido Caballero de Libra. Diferente de varias de sus hermanas, al ella estar viva, se fortalecía aún más por las Energías del Conflicto liberadas por su Epicentro del Caos. Mientras en Wuhan, las Mentiras crecían, enfurecían a los pobladores, y estos se entregaban a la ira, la envidia, y los asesinatos.

Por último, en el Mar Mediterráneo, un Epicentro del Caos que hasta ese momento había pasado sin detección por el Santuario de Athena, estalló con una violencia sin precedentes. Era un Epicentro del Caos más grande que cualquier otro, ya que la Dríade a la que pertenecía este Epicentro se había alimentado con tanta Energía del Conflicto, que su sombra, como la de una araña gigante, parecía materializarse en medio del mar, aterrando a todos quienes la miraban tanto en Grecia, como en la Isla de Creta, ya que aquel Epicentro del Caos se alzaba desde lo profundo del mar, donde un Santuario Submarino existía sin ser descubierto aún por la humanidad. La locura que embargaba a quienes veían la sombra gigante los rodeaba de un sentimiento inquietante y de una sed de asesinato, misma que comenzó a extenderse en ambos extremos del Mediterráneo.

Este último Epicentro del Caos era observado por un joven millonario desde el balcón de su mansión, acompañado de dos de sus sirvientes, un mayordomo de cabellera lila suave, y una criada rubia, ambos comenzando a caer víctima del dominio del Asesinato que la sombra de la araña gigante traía consigo, solo que el joven que observaba a aquel Epicentro del Caos salido del fondo del mar, comenzó a calmar las mentes de sus allegados con un cosmos propio, casi divino, mientras sus propios ojos brillaban de un azul verdoso muy hermoso.

-La Mercenaria de los Dioses Olímpicos… realmente se ha lucido esta vez… -hablaba el joven, cerrando sus manos en puños, como si el observar los desastres que en esos momentos acosaban a la humanidad, no le fueran agradables-. ¿Qué harás ahora, Athena? Los Dioses Olímpicos han definido que la afrenta de Aioros debe ser castigada. ¿Aun así pretendes defender a los humanos? Será interesante ver hasta dónde podrás llevar a la humanidad con tu actual existencia siendo tan débil… mi querida sobrina… -terminó el joven.

Termina Tema: Entre Grandes Fuerzas.

El Santuario. Templo de Athena.

-Puedo sentirlo… -comenzó Saori. Milo a su lado estaba de rodillas contra el suelo, su cosmos demasiado reducido, y sin poder darle la fuerza suficiente para poder mantenerse en pie, a ese grado llegaba la debilidad que traía consigo el renacimiento de la Novena Seed-. Así que eran 7 los Epicentros del Caos que existen actualmente, cada uno manipulado por una Dríade… ahora que sé exactamente donde están… ¡puedo combatirlos! –continuó ella, materializando a la Diosa Niké en sus manos, elevando su cosmos tan alto como podía, y golpeando con su báculo el suelo, levantando 7 pilares de luz a su alrededor, lo que confundió a Milo, quien entonces se viró a ver a Saori, quien respiraba pesadamente en esos momentos. Alrededor del mundo, y gracias a lo que Saori había hecho, los 7 Epicentros del Caos fueron rodeados por una luz dorada y se achicaron un poco, debilitados en su dominio, y regresando la cordura a algunos pobladores, quienes comenzaron a huir o a defenderse, mientras las columnas de luz alrededor de Saori parecían palpitar.

-¿Saori? ¿Qué crees que estás haciendo? –preguntó Milo, teniendo solo la suficiente fuerza de cosmos para lograr virarse para ver a su diosa, mas no para poder incorporarse del todo- Tu cosmos… se debilita… incluso comienza a dificultarse tu respiración –enunció preocupado.

-Estoy absorbiendo los dominios de las Dríades en mi ser… es por eso… -comentó Saori. Milo se horrorizó por lo que escuchaba-. Ruina, Asesinato, Malicia, Mentiras, Anarquía, Locura, Duelo… esos son los sentimientos que dominan las Dríades que forjaron estos 7 Epicentros del Caos. Al ser una divinidad… tengo un mejor control sobre mis emociones que los Mortales. Si absorbo estos sentimientos dentro de mi ser, entonces podré retrasar las masacres… -admitió ella.

-¡Convertirte en una Tirana es lo que harás! –enunció Milo. Saori tan solo se mordió los labios, preocupada de igual manera por aquellas palabras- Si absorbes esas emociones pertenecientes a los humanos, terminarás adoptando la tiranía que tu abuelo Cronos tanto intentó prevenir que absorbieras. Tienes que detenerte –insistió el de Escorpio.

-No puedo hacer eso… -agregó Saori con determinación-. Durante la Nueva Titanomaquia, no pude ser más que una espectadora, limitándome a arroparlos con mi cosmos. En estos momentos, con tanta Energía del Conflicto, no puedo siquiera hacer eso. Es solo por el estallido de los Epicentros del Caos que puedo sentir algo diferente al conflicto. Así que no me pidas que me detenga ahora que por fin puedo hacer algo, y eso es retrasar la locura colectiva de la humanidad. ¿No es esa acaso mi obligación tras haber negociado la vida de Ios? Recuerda… elegí a un bebé por una Semilla del Conflicto. Lo que hago ahora, es actuar en consecuencia. Si los Dioses pretenden intimidarme, no van a conseguirlo. ¿Me escuchas Eris? ¡No te entregaré a la Tierra! –insistió Saori.

-Te escucho Athena –sonrió Eris desde su templo en su Santuario-. Y tu castigo… apenas está comenzando. Si piensas que puedes hacer una diferencia, adelante, inténtalo, no eres más que un insecto intentando no ser aplastado por un gigante, y hablando de alegorías mitológicas. ¡Pain! –del Templo de Eris, un cometa azulado fue liberado, y este cayó en medio del Templo de Athena, revelando a Rigel- Un Escorpio alguna vez dijo que las Constelaciones Guardianas permanecían sin importar la armadura que se usase después. Si eso es cierto, Argea de Pain, te permito combatir bajo el nombre de Rigel de Orión, y traerme tanto la cabeza de Milo de Escorpio como la Cabeza de Athena. Tráeme cualquiera de las dos, y yo te prometo que todos tus deseos te serán concedidos –sonrió Eris.

-A sus órdenes, Diosa Eris –respondió el de Orión, su Constelación brillando a sus espaldas, lo que significaba que Milo había tenido la razón siempre. La Constelación Guardiana de Rigel aún brillaba en su defensa-. Considera esto mi venganza, Escorpio. Orión por siempre ha deseado vengarse del Escorpión Celestial, y en mi caso personal, como Rigel siempre ha sido mi deseo el destruirte, Milo, por haber alejado a Kyoko de mí –le apuntó él.

-Rigel de Orión… veo que no has aprendido nada desde la Nueva Titanomaquia –se incorporó Milo, lo poco que le quedaba de cosmos apenas anclándose a su cuerpo-. Athena es, y siempre será, más importante que cualquiera de nuestras necesidades personales. Y sobre Kyoko, ella es demasiado buena para un cretino como tú que no merece siquiera ser llamado Caballero de Plata –le apuntó el de Escorpio, enfureciendo al de Orión-. Eres un ser que no conoce de lealtades. Incluso me atrevería a decir que no eres leal siquiera a Eris. Tu única lealtad es hacia ti mismos… y por eso, no siento más que pena por ti… -terminó el de Escorpio.

-Tú representas todo aquello que odio, Milo de Escorpio… y voy a aplastarte como el Gigante Orión al Escorpión Celestial del mito. ¡Fuegos Fatuos! –reuniendo llamas azules en su mano izquierda, Rigel liberó el ataque de la Constelación de Orión. Milo en respuesta, cruzó sus brazos, recibiendo el fuego azul del ataque de Rigel, que lo hizo retroceder un par de metros, pero este no logró conectar con el cuerpo de Milo, mientras con lo que le quedaba de cosmos, el de Escorpio lograba atrapar el ataque de Rigel en sus manos, sorprendiendo al de Orión- ¿Cómo? Tu cosmos está reducido hasta en un 90%. Estando en semejante estado de debilidad no deberías ser capaz de hacer algo así.

-Ah, eso puede que sea cierto… pero ustedes Caballeros de Plata están olvidando un pequeño detalle, y es lo que diferencia a un Caballero de Plata de un Caballero Dorado. ¡El Séptimo Sentido! –enunció el de Escorpio, su cosmos incinerándose nuevamente en ese momento, creciendo con tal violencia que Rigel no podía creer que Milo estuviera siquiera debilitado- El Séptimo Sentido es el alma de nuestros cosmos, el punto máximo. Es el sentido que se logra mediante el entendimiento íntegro y entero del cuerpo y la fuerza de uno mismo, permitiendo a los Caballeros Dorados llevar el cosmos hasta el infinito. ¡Corriente Ascendente! –Milo unió los dedos índices de sus manos, y extendió las manos, liberando la energía del propio ataque de Rigel, y redirigiéndolo al Phantom y Dríade, como si del Muro de Cristal de Mu se tratase, solo que acompañado de un torrente de energía que lo elevaba rumbo a las estrellas, envolviendo a Rigel con sus propias flamas, y dejándolo tendido en el suelo, incrédulo de lo que acababa de ocurrir-. Jah… argh… he dicho todo eso… pero… mi cuerpo físico no tiene la fuerza suficiente para poder mantener este ritmo… solo conseguí asestar ese golpe porque lo agarré desprevenido… -sonrió entonces Milo, mientras Rigel se ponía de pie-. Hay un número limitado de veces en que podré acceder al Séptimo Sentido… pero al igual que en el mito… solo necesito de una aguja para marcar la diferencia –continuó el de Escorpio, preparando su cosmos, e iluminando su aguja con toda la fuerza que le quedaba.

-Malnacido de Escorpio, parece que no logras comprender la situación… aunque hayas logrado redirigir mi propio ataque en mi contra, yo ya soy invencible –le mencionó el de Orión-. ¡Soy una de las 9 Seeds! ¡Y mientras las 9 nos mantengamos, nuestros cosmos se alimentan unos a otros! ¡Tengo un flujo interminable de cosmos! ¡No necesito del Séptimo Sentido para derrotarte! ¡Mi cosmos ya es infinito! –declaró él.

-Y, aun así, una aguja es todo lo que necesito para obtener ventaja sobre de ti, Orión –apuntó Milo, Rigel se mostró muy poco impresionado y se lanzó en contra de Milo, cuyos ojos brillaron de rojo, deteniendo a Rigel en su avance-. ¡Restricción! –declaró el de Escorpio. Rigel, furioso, fue incapaz de seguirse moviendo- Una aguja Rigel… y como el Escorpión en el mito, habré iniciado el descenso a tu tumba. ¡Solo que esta no es una Aguja Escarlata común y corriente! ¡Es la Aguja Escarlata Incandescente! –disparó Milo, su aguja era más como una lanza de llamas, misma que Rigel no logró esquivar por estar paralizado por la Restricción, y envió al antiguo Caballero de Orión escaleras abajo. Milo volvió a caer en su rodilla, sumamente agotado- Me queda muy poco cosmos… pero este sujeto, no parece que vaya a caer fácilmente… -miró Milo entonces en dirección a Saori, quien se mostraba preocupada por él mientras mantenía su cosmos en las 7 columnas de luz-. Debo administrar mi cosmos correctamente… incluso si aún me quedan herramientas además del cosmos… esta Seed no es la única que querrá la cabeza de Athena… así que con mi cosmos deberá bastar… -insistió Milo, mientras Rigel continuaba incorporándose.

Jardín del Edén. Templo del Saqueo.

-¡Ese cosmos! –se impresionó Kyoko. Toki, la Seed recién renacida delante de ella, mantenía su guardia en alto. Después de todo, la Saintia no se mostraba en absoluto debilitada por las Energías del Conflicto- Puedo sentir el cosmos del Maestro Milo… se encuentra combatiendo –se dijo a sí misma la Saintia, y de pronto su corazón se estremeció-. Está combatiendo contra… -se mordió los labios Kyoko. En su mente, el Gigante Orión y el Escorpión Celestial revivían el combate del mito que les dio a ambos su ascenso como Constelaciones- No… no tengo tiempo de preocuparme por esto. Debo concentrarme en el oponente que tengo frente a mí –admitió la Saintia de Equuleus.

-Así que tu corazón también está en pena –mencionó Toki, preparando su cosmos y alzando de la tierra las raíces del Árbol del Saqueo, intentando aplastar a Kyoko con las mismas, mientras Kiki se ocultaba del combate tras unos arbustos del jardín-. Eres una Saintia, ¿no es así? Una de las Seed nació de tu corazón en pena. Presiento que la pena que te aqueja es la misma que me resucitó a mí. Pero indistintamente del dolor que tú sientes al ver a tu ser querido batirse en duelo con alguien más. No se compara con el dolor que a mí me aqueja. ¡Espíritu del Saqueo! –prosiguió la Seed, materializando a un espectro con una guadaña en su cosmos- En mi renacer, me conocen como Antilogía del Saqueo, y he de apoderarme de todos tus sentimientos para poder destruirlos. No hay sentimiento que importe más que el mío. Por mí que tu pena se pierda en el olvido. ¡Ataca! –ordenó Toki. Su espectro se lanzó a Kyoko con su guadaña lista. Kyoko aún esquivaba las raíces cuando el espectro llegó ante ella y la cortó, hiriendo a la Saintia, quien además perdió algunas flamas de cosmos que permanecieron en la guadaña del espectro, que se desvaneció materializando la guadaña en manos de Toki- Veamos. ¿Qué sentimiento te he arrebatado? -preguntó Toki, limpiando las flamas de la guadaña con su mano, y viendo en las mismas a Kyoko y a Rigel, jóvenes y en los mercados de Atenas, intercambiado un beso profundo- Perfecto, he obtenido el sentimiento del renacer de la Seed del Dolor –se alegró Toki.

-¿Mi sentimiento…? –preguntó Kyoko, observando las flamas en las manos de Toki, mismas que la Seed pulverizó, forzando al corazón de Kyoko a estremecerse con fuerza en su pecho, y llevando a la Saintia a caer contra sus rodillas, manifestando una cuarteadura en su armadura al nivel de su hombrera, misma a la que Kiki prestó atención usando la ventana que podía formar con sus manos para analizar la cuarteadura- ¿Qué ha sido eso? Mi Armadura de Bronce se ha cuarteado, pero no sentí que la dañara tanto. El daño que siento es más como un vacío inmenso en mi corazón… sentí como si se hubiera convulsionado –se horrorizó ella.

-¡Kyoko! ¡Cuidado! –llamó Kiki, regresando a Kyoko a la realidad, justo a tiempo además para evadir la guadaña giratoria lanzada por Toki, quien tras haber lanzado la misma, tiró de una cadena creada por su cosmos, recuperando el objeto y preparándose para volver a atacar- ¡Kyoko! ¡El daño de los ataques de esa Seed es a un nivel espiritual! –le explicó Kiki. Toki enfureció tras escuchar aquellas palabras- ¡Las estrellas de tu Constelación se estremecieron con el ataque! ¡Está cortando la conexión de tu Armadura de Bronce a con el cosmos! –le explicó Kiki, mas entonces el Muviano tuvo que saltar evadiendo la guadaña de la Seed.

-¡Kiki! –exclamó Kyoko preocupada, cuando notó a Toki persiguiendo al Muviano intentando ejecutarlo- ¡Deja a Kiki en paz! ¡Meteoros de Equuleus! –atacó Kyoko. Toki lo notó y evadió los ataques de Kyoko uno por uno, saltando para pararse en su mano sin mostrar peso alguno, como una forma de ridiculizar a Kyoko- ¿Cómo? –preguntó ella.

-Con el cosmos, pequeña Saintia. Gracias a la Diosa Eris he desentrañado sus secretos. Con el cosmos se pueden hacer muchas cosas, como evadir 105 puñetazos en un segundo… -reveló Toki, sobresaltando a la de Equuleus-. Es una lástima que seas alguien tan lenta. ¡Saqueador de las Almas! –nombró Toki, saltando y girando su guadaña para cortar el brazo de Kyoko, quien rodó y logró evadir el ataque, que se estrelló contra la tierra, lanzando guijarros por todas partes, uno de los cuales golpeó a Kyoko por encima de la ceja, abriéndole una pequeña herida-. No eres veloz, ni puedes mantener una Barrera de Cosmos que te proteja de impactos. Tu maestro debió haber sido una persona de lo más incompetente –se burló él.

-¡Retráctate! ¡El Maestro Milo es una de las personas más importantes en mi vida! ¡Lo amo más que a mi propio padre! –enunció Kyoko. Toki sonrió y volvió a atacar a la de Equuelus con su guadaña, la Saintia evadió el ataque con un salto hacia atrás, pero incluso si la guadaña no logró tocarla, las flamas de su cosmos se desprendieron de su cuerpo, y el corazón de Kyoko volvió a sufrir- ¡Aaaaah! –se quejó Kyoko, una fuerza de cosmos empujándola pese a haber evadido el ataque, y clavándola en contra del arco de entrada al jardín del Templo del Saqueo.

-Aunque logres esquivar la guadaña, los sentimientos más fuertes siempre logran manifestarse al exterior con mayor fuerza. No necesito penetrar tu cuerpo para saquear estos sentimientos de tu corazón –le explicó Toki, limpiando la guadaña con su mano, y manifestando la flama del sentimiento que le había arrebatado.

-¡Kyoko! –corrió Kiki en su dirección, mientras Toki inspeccionaba el sentimiento que le había robado- Kyoko, tienes que poner tu mente en blanco. Mientras ese sujeto hace conversación tú piensas en el sentimiento que ha de robarte. Estabas pensando en el Maestro Milo, así que acaba de robarte lo que el Maestro Milo significa para ti –le explicó Kiki, Kyoko se aterró y se incorporó rápidamente intentando correr en dirección a Toki para salvar aquel sentimiento, cuando de pronto se aterró al ver la flama, de esta un par de ojos rojos parecían mirarla, y retrocedió.

-Desafortunadamente, aunque hubiera disfrutado mucho el destruir el sentimiento que tienes por tu maestro, resulta que pensaste en tu padre después de pensar en tu maestro, por lo que este sentimiento no se trata de él –le explicó Toki, mirando a la flama, encontrando solo rostros rojos e incorpóreos-. En realidad… todo parece indicar que este sentimiento es inútil, no recuerdas siquiera quien es tu padre biológico. Así que este sentimiento, no importa para nada –rompió el mismo Toki, y tras haberlo hecho, ocurrieron dos cosas sorprendentes para Kiki. La primera, el sentimiento destruido como se esperaba causó un dolor muy profundo en el corazón de Kyoko, quien terminó tendida en el suelo, además de fracturársele otro Punto Cósmico de su armadura como pasó con el primer sentimiento. Pero lo que fue más sorprendente fue que, tras pulverizar aquel sentimiento, este aparentemente atacó a Toki, quien comenzó a sudar frio y a horrorizarse-. ¿Qué significa esto? ¡No me digas que tu padre biológico es…! ¡Eso te convierte en…! –comenzó Toki, impactado, mientras Kyoko se convulsionaba en el suelo- No… eso no puede ser… seguramente es mi imaginación, no hay forma que alguien tan débil como tú pueda ser su hija… –declaró Toki.

-¿Su hija? ¿De quién? –preguntó Kyoko, y entonces abrió sus ojos de par en par- ¿Pudiste ver quien era mi padre biológico? ¿Cómo? Ni yo misma lo recuerdo… -se impresionó Kyoko. Toki tan solo se frotó la frente con molestia- ¿Quién es mi padre Biológico? ¡Dímelo! –recriminó ella.

-No tengo por qué responderte –enunció Toki a momento en que volvía a aferrarse a su guadaña-. Fallas en darte cuenta de algo, Saintia. Soy tu enemigo, y como tal solo me importa una cosa, destruirte. Tal vez si obedezco a Eris ciegamente, ella me permita el capricho de restaurar mi corazón… -se quejó él.

-¿Tu corazón? –preguntó Kyoko curiosa- Me has arrebatado dos sentimientos. Puedo recordar a las personas a quienes corresponden estos sentimientos, pero no lo que significan para mí. Con Rigel, no soy ninguna tonta, comprendo el sentimiento que me arrebataste. Para mi propia fortuna, es un sentimiento que no deseaba tener. Pero con mi padre biológico… el sentimiento que me arrebataste, fue el miedo –dedujo Kyoko, Toki no dijo nada, solo la observó con molestia-. Siempre me pregunté por qué no deseaba saber de mi padre biológico, pensaba que era porque me sentía abandonada por él y que no necesitaba de un padre. Pero entonces… eso no explica por qué veo a mi maestro como si fuera mi padre. Obviamente tengo un complejo, busco una figura paterna en alguien que pueda protegerme. El miedo que me arrebataste, en lugar de afectarme, me ha llenado con una gran curiosidad. Ahora deseo saber quién era mi padre, y sé que tú puedes decírmelo –le apuntó ella.

-Aunque te lo dijera no cambiaría nada –se lanzó Toki con la guadaña, esta vez Kyoko saltó más alto, sabiendo que la guadaña podría cortarla incluso si esta no la tocaba-. El hombre que era tu padre definitivamente era alguien que influía mucho miedo sobre ti. Tu madre debió estar aterrada, no creo que haya sido algo consensuado –sonrió con malicia Toki, Kyoko enfureció.

-¡Kyoko! ¡No lo escuches! –la llamó Kiki, ganando su atención- ¡Continúa forzándote a pensar en tus seres queridos para poder robarte más sentimientos! ¡Tienes que poner tu mente en blanco para poder…! –intentó decir Kiki, cuando Toki se materializó frente a él.

-¡Ya me he cansado de ti, mocoso! ¡Tal vez el arrebatarte un sentimiento a ti sea suficiente para que te calles! –amenazó Toki. Kyoko intentó ir en auxilio de Kiki, el Muviano trató de teletransportarse, pero la guadaña alcanzó a golpearlo de todas formas, lanzando el anillo dorado que llevaba en el brazo izquierdo por los aires. Kiki entonces se materializó a espaldas de Kyoko, y cayó al suelo mirando al cielo con horror.

-¡Kiki! –regresó Kyoko por el Muviano, los ojos de Kiki estaban ahogados en lágrimas. Kyoko notó el estado de shock en que su amigo se encontraba, y se viró a ver a Toki- ¡Devuélvelo! ¡El sentimiento de Kiki! ¡Devuélveselo! –enfureció Kyoko.

-Parece ser que todos los servidores de Athena tienen el mismo problema. Quieren demasiado a sus madres –observó Toki la flama en su mano, en esta, una débil mujer era atendida por Mu durante su parto, se escuchaba el sonido del llanto de un bebé, y después, la mujer cerraba sus ojos para no volver a abrirlos más-. Así que, ese anillo dorado pertenecía a tu madre. Es una lástima que después de esto, ese anillo no significará nada para ti –terminó Toki, aplastando la flama, y borrando del corazón de Kiki el recuerdo de su madre, forzando al Muviano a convulsionarse y a vomitar algo de sangre.

-¡Kiki! –exclamó Kyoko preocupada. Kiki tan solo continuó mirando al cielo, sin poder sentir absolutamente nada- Kiki… lo siento… no pude salvar tu recuerdo… perdóname… -lloró Kyoko, y entonces se incorporó con odio en su mirada-. ¡Eres un maldito! ¿Acaso no tienes corazón? –enfureció Kyoko.

-¿Por qué debería de tenerlo? Los sentimientos siempre traen problemas a los humanos –declaró Toki, recorriendo sus dedos por la guadaña-. La persona que fui en vida sentía demasiado. Huérfano de madre y abandonado por mi padre, no sentía más que dolor todos los días. Pero al menos lo que me permitió vivir por tanto tiempo, fue la dulce sonrisa de la Saintia por cuyo corazón yo renací –le comentó Toki, materializando algunas flamas, y mostrándole a Kyoko una imagen de su pasado, de él siendo un niño, jugando con una pequeña de cabellera azul con el mismo atado en un par de coletas-. Miho me hacía muy feliz, pero esta felicidad no hizo más que traerme tragedias. Cuando el Caballero Dorado, Afrodita de Piscis, y la que después se convertiría en la Matriarca del Santuario, llegaron a nuestro orfanato, ellos solo venían por un chico llamado Seiya –continuó mostrándole Toki. Mientras lo hacía, Kyoko ya había puesto a Kiki a resguardo, y había levantado el anillo dorado del suelo, mismo que se colocó en la mano derecha junto a la pulsera de flores que Saori le había regalado en su cumpleaños, sabiendo que el objeto ahora no significaba nada para Kiki, pero deseando regresárselo más tarde, intentando convencerle de su significado-. Seiya tenía una hermana, Seika, quien suplicó poder acompañarlos. El Caballero Dorado de Piscis entonces despertó el cosmos dormido de Seika, y con ello, ambos podrían salir del orfanato. Pero Seika no fue la única que suplicó –en las flamas de la mano de Toki, Miho lloraba y suplicaba que la llevaran también. En un principio Afrodita se negó, pero bajo el convencimiento de Yoshiko tuvo que acceder, liberando también a la fuerza el cosmos de Miho, quien diferente de Seika no pareció soportarlo muy bien y se desmayó-. El incidente retrasó la adopción de Seiya, Seika y Miho, el de Piscis y la futura Matriarca se quedaron esa noche a esperar a que Miho se repusiera, yo me quedé a su lado toda la noche, cuidándola, preguntándole el por qué lo había hecho. Su respuesta era que amaba a Seiya… mi corazón se destrozó, la chica a la que yo amaba al parecer amaba a alguien más, fue deprimente –se burló él.

-Por lo que veo en esas imágenes… solo eran unos niños. No me parece suficiente para que este sentimiento te transformara en una Seed –terminó de arreglarse el anillo de Kiki Kyoko, y volvió a preparar sus puños, Toki tan solo sonrió.

-Cierto. En retrospectiva, estos sentimientos son risibles, pero en esos momentos eran sentimientos más que genuinos –le mencionó él-. Cegado por estos sentimientos, rogué al Caballero de Piscis que hiciera lo mismo conmigo. Él se negó por supuesto, mencionaba algo sobre que el despertar artificial del cosmos haría casi imposible que me convirtiera en un verdadero Caballero de Athena. Pero aquello no me importó, y tras horas de suplicas, el de Piscis por fin accedió. Liberó mi cosmos dormido, y pude acompañarlos. Nada me importaba que no fuera estar cerca de Miho. Me esforcé mucho, entrené, soporté tantas penurias, y como bien dijo el Caballero de Piscis, mientras otros avanzaban con una velocidad inquietante, yo me quedaba rezagado, igual que Miho. Pero eso no me importaba. Estaba con ella, esos debieron ser los tres años más difíciles de mi vida, pero yo era feliz. Le llevaba flores, la amaba genuinamente. Pero ella seguía amando a Seiya –declaró él, deprimido. Las flamas de su propio recuerdo mostraban el día en que Miho llegó ante Seiya un día mientras él entrenaba, y con vergüenza le entregaba unas flores-. No importaba mi sacrificio… me convertí en un Caballero de Athena por Miho… y eso no me trajo más que dolor. El día en que morí, no solo fui atravesado por la guadaña de Cronos, supongo que por ese recuerdo mi arma es precisamente una guadaña… -dedujo él con una sonrisa-. Sino que también fui traicionado por un Caballero de Plata, Sirius de Can Mayor, a quien no le importó mi vida con tal de intentar asesinar a Cronos. Una compañera y yo, fuimos únicamente daño colateral. Fui sepultado, y perecí a las faldas del Santuario, asfixiándome por la tierra en mis pulmones mientras me desangraba. Vaya vida, es una ventaja el que pueda destruir cualquier sentimiento que no me sirva de nada, de esa forma lo único que queda detrás es el poder –destruyó Toki sus propios sentimientos, y su cosmos se fortaleció.

-Destruyó los sentimientos que lo convirtieron en una Seed… este sujeto… es repulsivo… -se quejó Kyoko, y entonces miró ambos objetos en su brazo derecho, tanto el anillo dorado de Kiki, como el brazalete de flores de Saori-. Dices que los sentimientos no son más que debilidades. Yo pienso que estás muy equivocado. El Maestro Milo siempre ha dicho que son los sentimientos lo que le permite poder sobrevivir ante cualquier adversidad. Y yo creo fervientemente en aquello –le explicó Kyoko.

-Ah sí, Milo de Escorpio, lo recuerdo bien –comentó Toki, sonriente-. El que se negó a asesinar a tu hermana, ¿no es así? ¿Acaso no son estas masacres que se extienden por todo el mundo, producto de que tu hermana no haya sido asesinada? –preguntó Toki. Kyoko se horrorizó por razonar sobre aquello- En su debilidad encausada por sus sentimientos, la Diosa Eris renació en este mundo. ¿Cuántos hombres, mujeres y niños han muestro desde que inició esta guerra? Hay 7 Epicentros del Caos activos, estos enloquecen a la población, seguramente muchos ya han perdido a sus hermanos y hermanas, a sus padres o madres, a sus amigos y amantes. Todo porque el Caballero de Escorpio no asesinó a una niña cuando debía hacerlo. Esa es la prueba de la inutilidad de los sentimientos. Un acto de bondad, terminó en la muerte de miles. Aunque supongo que no importa mucho, ¿qué es la muerte de miles de desconocidos, cuando puedes conservar la vida de tu hermana? –se burló Toki.

-No es así… -comenzó a temblar Kyoko, sus ojos humedeciéndose-. Yo no deseaba la muerte de nadie. Yo solo quería salvar a mi hermana… -agregó ella, más entonces sintió a Toki abalanzarse sobre ella y atacar. Kyoko bloqueó, y la punta de la guadaña terminó golpeando el anillo de Kiki-. No… en definitiva… no puedes culpar al Maestro Milo… ni culparme a mí… por esto… -se defendió Kyoko, empujando la guadaña, y después pateando a Toki, ganando distancia-. Quieres tomar mis sentimientos por mi hermana, ¿no es así? Pues déjame decirte que no vas a tomarlos. Amo a mi hermana, amo a mi Maestro Milo, amo a Saori a quien considero una amiga muy querida, amo a Athena quien es mi diosa, incluso… amo a Kiki simplemente por ser un amigo que se ha preocupado por mí, al punto de perder un sentimiento tan importante como lo es el amor por su madre, por darme una oportunidad contra ti. No hay límites para el amor de un humano, y puedes llamarme como quieras, pero no obtendrás más sentimientos de mi parte, no lo permitiré –aseguró ella.

-No veo que tengas opción –preparó su guadaña una vez más Toki-. Lo que puedo ver es que no eres más que una niña demasiado emocional. No me importa qué sentimiento sea, yo lo tomaré. Por algo soy la Seed del Saqueo. ¡Saqueador de las Almas! –se lanzó Toki en dirección a Kyoko, quien puso atención al viento en el jardín en el cual combatían, y se movió a favor del mismo, logrando llegar ante Toki e impactar su pecho momentos antes de que la Seed bajara la guadaña, evadiendo el ataque de Toki por muy poco, y después preparando su puño.

-¡Meteoros de Equuleus! –enunció Kyoko, lanzando los mismos, pero Toki resultó ser más rápido que ella y evadió todos sus puños- ¡Es demasiado rápido! ¿Por qué? Mientras vivías no recuerdo que superaras el nivel de un Caballero de Bronce –se molestó ella.

-Eso es verdad, pero con 9 Seeds existiendo al unísono, mi nivel ha llegado al de un Caballero Dorado. Así que piensa en el sentimiento que voy a arrebatarte esta vez. ¡Saqueador de las Almas! –atacó Toki, Kyoko se horrorizó y saltó, pero la guadaña logró traspasarla una vez más, y lanzó a la de Equuleus por los jardines hasta estrellarla contra las escalinatas del Templo del Saqueo- Ahora veamos el sentimiento que decidiste sacrificar… -sonrió él. En su mano se materializó la imagen de Suhiro Tokumaro, el padre adoptivo de Kyoko, y la de Equuleus lloró al ver aquella imagen-. Ah… así que decidiste sacrificarlo a él. Supongo que es el sentimiento que menos te afectaba considerando que consideras a Milo de Escorpio más un padre de lo que este sujeto alguna vez fue para ti –se burló él.

-¡No! ¡El que no vea a Suhiro como a un padre, no significa que no lo ame! ¡Basta! –suplicó ella. Pero Toki no se tentó el corazón y simplemente pulverizó el sentimiento de Kyoko, forzando a que su corazón se estremeciera nuevamente, y a que el puño izquierdo de la Armadura de Equuleus se fragmentara, volviendo a tumbar a Kyoko sobre las escaleras de su templo- No… entiendo lo que ocurre… pero… al mismo tiempo no lo entiendo… aún recuerdo a mi padre… sé que debería sentir amor por él… pero… ya solo siento indiferencia… -resumió ella, intentando ponerse de pie, demasiado temblorosa por el esfuerzo.

-Así es como comienza. Dejas de sentir empatía por los demás. La manera en que funciona el Saqueador de las Almas en un principio es incomprensible, pero culmina de la misma manera. Tu corazón poco a poco se cierra a los sentimientos, a cualquier sentimiento –le apuntó Toki con su guadaña. La mirada de Kyoko ya se encontraba perdida en la indiferencia-. Como el Saqueador de las Seeds, mi poder no recae en destruir tus memorias, sino tu corazón. Has sido golpeada tres veces, y he destruido tres de tus sentimientos: el amor, el miedo, la empatía. ¿Qué sentimiento debería romperte ahora? Busca en tu memoria, y piensa en el sentimiento que desearías sacrificar, porque nada puedes hacer para evitarlo –aseguró él.

-Sacrificar… un sentimiento… ya veo… aún si no soy debilitada por la Barrera del Caos, de todas formas, esta misma barrera fortalece a las Seeds hasta superar el nivel de un Caballero Dorado. Lo único que puedo hacer… es sacrificar mis sentimientos… uno a uno… hasta que no sea más que un cascarón vacío… -aceptó Kyoko, víctima de haber perdido la empatía. No podía siquiera sentirla por sí misma-. Ya ni siquiera sé… por qué estoy peleando… mi mente… no me deja concentrarme… -se quejó ella.

-Es lo que siempre pasa cuando tus sentimientos son saqueados –prosiguió Toki, recargando su guadaña sobre sus hombros-. Entonces, ¿qué sentimiento debo destruir ahora? Piénsalo con cuidado. El sentimiento equivocado podría resultar fatal –se burló él.

-¿El sentimiento equivocado? –pensó Kyoko al respecto, su mente divagaba entre sus pensamientos, buscando en sus memorias. Recordó cumpleaños, recordó amistades de la escuela, recordó a familiares como a Tatsumi, después a Milo deteniendo el automóvil que casi le daba muerte, y de allí siguieron varias memorias más, todas teniendo que ver con Milo, con Saori, con Jabu, y su vida con ellos en la Casa de Escorpio- La mayoría de mis recuerdos… y mis sentimientos… son de mi vida con el Maestro Milo. Cualquier sentimiento… me dolería perderlo… no importa por donde lo mire, todo me causa dolor… -aceptó ella. Más entonces, una memoria se le vino a la mente-. ¿Dolor? Es verdad… -recordó Kyoko, Toki sonrió ante aquellas reacciones de la chica-. Siento… dolor… y mientras sienta dolor… es porque tengo algo por qué luchar. ¡Arde cosmos mío! ¡Que el dolor de mi corazón guíe mis vientos! -prosiguió ella, comenzando a rodearse de vientos alrededor de sus brazos.

-¿Qué clase de resolución es esa? –se burló Toki, mientras Kyoko concentraba su mente- En cualquier caso, parece que has elegido el sentimiento que deseas perder. Te complaceré entonces. ¡Saqueador de las Almas! –se lanzó entonces Toki.

-Toma este sentimiento si es que puedes. ¡Huracán de Vientos Cortantes! –liberó su ataque Kyoko, pensando en cierto Caballero Dorado mientras lo hacía- ¡No! ¡Concéntrate! ¡Ese no es el sentimiento correcto! –insistió Kyoko. Por un instante y mientras se movía entre los vientos, Toki logró ver a Aioria de Leo en la mente de Kyoko, y disfrutando de aquella memoria, lanzó su ataque, impactando el hombro derecho de Kyoko, quien furiosa acrecentó el ritmo y la velocidad de sus vientos, y estos lanzaron a Toki por los aires, mientras Kyoko caía sobre sus rodillas, respirando pesadamente. Toki por su parte, logró caer grácilmente a unos metros por delante de ella, con una flama nueva en sus manos.

-Y con este, ya son 4 los sentimientos que te he saqueado –agregó Toki, observando la flama, y buscando el sentimiento que tenía que ver con Aioria de Leo, pero encontrando un sentimiento diferente-. Esto es… -comenzó Toki. En la flama, una Kyoko de 11 años gritaba con todas sus fuerzas, un dije de un Pegaso en sus manos, mismo que lanzaba por la colina frente al Templo de Escorpio por la noche. Un dolor muy profundo se hacía presente en la mirada de Kyoko mientras observaba el dije caer al bosque, este dolor, sin embargo, fue rápidamente reemplazado por angustia, cuando en medio de la noche, un destello dorado salió de la Casa de Escorpio, y Milo lograba atrapar el dije de Pegaso en su mano, antes de caer por la ladera de la montaña, dejando atrás a Kyoko, llorando de miedo y llamando su nombre-. ¿Qué clase de sentimiento es este? –preguntó él confundido, mientras Kyoko se reponía, y sacaba el dije de Pegaso de su armadura.

-Adelante y averígualo –le mostró Kyoko el dije, Toki la miró con determinación-. Quieres destruir mis sentimientos, entonces hazlo, no me importa. Ya que los voy a recuperar. Jamás podría olvidar a quienes han significado tanto para mí, así que, aunque destroces mis sentimientos, yo voy a recuperarme –la respuesta de Toki a la amenaza de Kyoko, fue la de pulverizar aquel sentimiento. Kyoko se quejó por el dolor en su corazón tras perder aquel sentimiento, y una grieta adicional se abrió en la protección de su pecho, perdiendo otro de los Puntos Cósmicos.

-No logro distinguir el sentimiento que he pulverizado, pero eso no importa. Concentrémonos en sentimientos más fuertes esta vez. Ya destruí los sentimientos por tu padre, así que siento pertinente destruir también los que tengas por tu madre. ¿Cuál era su nombre? Ah sí… Olivia… -le comentó Toki. Kyoko se mordió los labios con fuerza-. Una Caballero Femenino muy poderosa. Escuché que falleció enfrentando a una Gorgona, y que su cuerpo destrozado y petrificado fue entregado a Mu para fabricarte tu nueva armadura. Lo que significa que vistes en estos momentos los restos de tu madre –le apuntó Toki. Los ojos de Kyoko se llenaron de lágrimas, pero en lugar de retroceder, comenzó a preparar su cosmos-. Oh… veo que no piensas perder este sentimiento, pero no importa, ya estás pensando en este. Arrebatarte el amor que sientes por tu madre hará colapsar tu mente, y te dejará en un estado tan deplorable, que no podrás seguir combatiendo. Terminarás igual a ese pequeño Muviano. Hagámoslo entonces, usurpadora de Equuleus –se burló mientras preparaba su guadaña.

-Ponme el nombre que quieras… incluso si me arrebatas mis sentimientos por mi madre… no puedes afectarme… -admitió Kyoko. La Constelación de Equuleus brillando con fuerza a sus espaldas-. Todo sacrificio lo vale… en el nombre de Athena, o de mi hermana Shoko… no me quedan más dudas. Pulverizaré tu corazón con mi siguiente ataque. ¡Cometa de Equuleus! –corrió Kyoko en dirección a Toki, quien se burló de su lentitud.

-Ilusa, prepárate entonces para perder el amor que sentías por tu madre. ¡Saqueador de las Almas! –se lanzó Toki, su guadaña traspasó a Kyoko antes siquiera de que la de Equuleus lanzara su puñetazo. Las flamas con el sentimiento de Kyoko por su madre le fueron arrebatadas, y una porción de su Armadura de Bronce estalló, pero Kyoko no se detuvo, y siguió avanzando, su cuerpo rodeado de cosmos- ¿Cómo? ¿Por qué sigues avanzando? –se estremeció Toki, mientras Kyoko impactaba con todas sus fuerzas contra el pecho de la Seed, forzándolo a vomitar algo de su sangre- ¡Gackt! ¡Imposible! ¡Mi cosmos supera al nivel dorado! –se quejó Toki mientras el puño de Kyoko se mantenía en aquella posición.

-¡Y yo desentrañé el Séptimo Sentido gracias al entrenamiento de mi Maestro Milo! –le gritó Kyoko, separándose de Toki, quien se sostuvo el costado, dolido por aquel golpe- ¡Y aunque solo sea por un instante! ¡Es suficiente para llegar al infinito! ¡Destello Zafiro! –le apuntó Kyoko con su dedo, y de este se desprendió una lanza que le atravesó a Toki el corazón- Vuelve a tu descanso eterno… Toki… -terminó ella, antes de desplomarse en el suelo, mientras Toki de igual manera se desplomaba, mirando al cielo, y a las flamas de su ataque que transmitían las memorias de Kyoko sobre su madre.

-No lo entiendo… -comenzó Toki, su pecho aún presumía la lanza de cosmos de Kyoko que le había atravesado el corazón-. ¿Qué sentimiento destruí, cuando lanzaste el dije de Pegaso desde el Templo de Escorpio, que te sirvió para vencerme indistintamente de si perdías el amor de tu madre? –le preguntó Toki.

-La culpa… -le respondió Kyoko-. Aquella noche… el sentimiento de abandonar a mi hermana era indescriptible. Le había regalado un dije de Pegaso a mi hermana de cumpleaños, y me sentía horrible por cargar a su gemelo, ya que se lo compré para que supiera que siempre estaríamos juntas, pero… en lugar de eso, yo la abandoné. La culpa que sentía ese día… me hizo querer abandonarlo todo… me sentí incluso peor cuando el Maestro Milo saltó para recuperar aquel dije –se incorporó Kyoko, tomándose del pecho con dolor-. La culpa por mucho tiempo me impidió entregarme enteramente a mis responsabilidades a con Athena. Cuando destruiste ese sentimiento, sentí que mi pecho se sentía más ligero, y no me importó sacrificar sentimiento alguno, por defender a Athena. Ahora gracias a ti, tampoco siento nada por mi madre… pero… eso no importa de todas formas… ni a mi padre, ni a mi padre, los conocí realmente. Todos los sentimientos que me has arrebatado, incluso mi amor por Rigel, o mi empatía por la labor de mi padre adoptivo, ya no importan. Abandoné todos esos sentimientos por convertirme en una Caballero de Athena… y por salvar a Shoko… así que… más que perjudicarme… me hiciste un gran favor… has aligerado la carga de mi corazón… -terminó ella.

-¿Aligerar la carga… de tu corazón…? –se quejó Toki- Ya veo… me parece ridícula la forma en la que te has aprovechado de mi técnica para cambiar las cosas a tu favor… pero… supongo que es verdad que los sentimientos suelen ser una carga… lo comprendo bien… los sentimientos… me quitaron mi primera vida… -admitió Toki. Kyoko comenzó a retirarse entonces, pero Toki habló primero-. Espera… -interrumpió él-. Pronto… por la herida en mi corazón… voy a morir… has creado el milagro que podría significar una ventaja contra Eris. Semejante proeza… requiere de una recompensa… yo puedo… restaurar un sentimiento destruido… puedes volver a sentir el amor por Rigel… o el miedo por tu padre… tal vez la empatía por tu padrastro, la culpa de abandonar a tu hermana… o el calor maternal de tu madre… pídeme el sentimiento que quieras, y yo te lo restauraré antes de partir al otro mundo… -ofreció él.

-Entonces… restaura el sentimiento de amor de Kiki por su madre… -le pidió Kyoko, quitándose el brazalete de Kiki, y colocándolo al lado de Toki-. Ese es el sentimiento que deseo que restaures… -pidió ella.

-¿Estás segura? –preguntó Toki. Kyoko asintió- No es siquiera tu sentimiento. Aún si me dices que he aligerado la carga de tu corazón, la verdad es que jamás podrás sentir nada por aquellas 5 personas que no sea indiferencia. No se puede restaurar un sentimiento perdido por medio de la fuerza de voluntad. Sobre el miedo a tu padre y la empatía por tu padrastro lo comprendería, incluso el que sacrifiques tu amor por Rigel quien es tu enemigo… pero… tu hermana es por quien peleas, y tu madre… -insistió él.

-Sigo amando a mi hermana. Lo que me quitaste fue la culpa de haberla abandonado… todos esos arrepentimientos, se han esfumado –resumió Kyoko, Toki lo comprendió-. Sobre mi madre… la verdad es que no la recordaba mucho de todas formas… y si debo elegir entre que yo recuerde a mi madre, o que Kiki recuerde a la suya… entonces… elijo a Kiki… es verdad que apenas y lo conozco, pero él intentó ayudarme de todas formas, y ha sido bueno conmigo… siento que debería retribuirle. Así que por favor… regresa el sentimiento de Kiki por su madre… -terminó ella, acercándole un poco más el anillo.

-Ese sentimiento… es tan fugaz, que siento que es una tontería restaurarlo… -admitió Toki-. ¿Cómo comparas el sentimiento de nacer y perder a tu madre? Al de por lo menos recordarla por tres años… no lo entiendo… pero… supongo que jamás entendí realmente los sentimientos –terminó él, colocando su mano sobre el anillo de Kiki, y restaurando el sentimiento perdido-. Colócale el anillo, y él volverá a recordar… y Kyoko… una última cosa… -agregó Toki, mientras Kyoko levantaba el anillo de Kiki-. Si sigues anteponiendo los sentimientos de los demás por sobre los tuyos… vas a terminar perdiendo lo más valioso… tu vida… por conservar la vida de alguien más. Sé que no puedo detenerte de hacer lo que dicta tu corazón, yo tan solo… espero que uses mejor tu próxima vida… que lo que yo utilicé esta. Buena suerte… Kyoko… -terminó Toki, su cuerpo entonces se marchitó, y de igual manera lo hizo el Árbol de Galanthus que lo representaba, levantando un poco la Barrera del Caos, Kyoko lo sintió en su pecho.

-Descansa en paz… Toki… -terminó Kyoko, mientras los jardines en los alrededores del Templo del Saqueo se marchitaban, y la neblina que rodeaba sus alrededores se disipaba, revelando las escaleras en dirección al siguiente templo-. Kiki… -comenzó Kyoko, mientras el escaso de sentimientos de Kiki se incorporaba-. Lamento que te hayan herido por mi culpa, ten… tus sentimientos por tu madre, te los regreso… -mencionó ella, cerrando el anillo dorado alrededor del brazo de Kiki, y restaurando sus sentimientos-. ¡Qué alegría! ¡Ya estás mejor! –le sonrió ella.

-¿Eh? –comenzó Kiki, notando que Kyoko estaba demasiado cerca de él, y escandalizándose por la vergüenza- ¡Ah! ¿¡Por qué me sujetas de esa forma!? ¿Crees que soy un niño que necesita de amor maternal o algo así? ¡Qué repulsiva eres! –se quejó el Muviano.

-Sí –le sonrió Kyoko. Su sonrisa apenó a Kiki-. Definitivamente, eres un niño que necesita de su amor maternal, no importa si solo conociste ese amor en el momento en que naciste, tu madre… debió amarte tanto… -terminó Kyoko, su mirada algo apagada, Kiki lo notó-. Me pregunto si mi madre me amó alguna vez. De cualquier forma… yo no siento nada por ella, ya no más… -admitió ella, Kiki se mostró demasiado confundido, mientras Kyoko miraba a las escaleras que daban al siguiente templo-. Supongo que debemos continuar por allí. ¿Vas a acompañarme? –le preguntó ella curiosa.

-Ah… sí… -respondió Kiki. Kyoko le ofreció su mano y le ayudó a levantarse-. No pareces… bueno… tú… -le comentó Kiki. Kyoko parpadeó un par de veces por aquello-. Te vez como si alguien importante hubiera muerto. ¿Pasó algo mientras estuve confundido? –le preguntó.

-¿Cómo si alguien importante hubiera muerto? –preguntó Kyoko, y se mantuvo pensativa- Es igual… ella murió hace mucho de todas formas. El sentirme de esta manera, solo significa que puedo darle un cierre… yo solo tengo una familia… el Maestro Milo, Saori y Jabu… son todo lo que tengo… no necesito a nadie más… -admitió ella.

-¡Eso no es cierto! ¡Tienes a tu hermana! –le recriminó Kiki. Kyoko parpadeó un par de veces, y se viró para verlo- Shoko, ¿recuerdas? Tu hermana por la que te convertiste en una Saintia. No me digas que la has olvidado –le preguntó Kiki.

-No la he olvidado… -le respondió ella. Kiki suspiró aliviado-. Simplemente… ya no lucho por ella… ahora puedo ser una Caballero de Athena sin remordimientos… talvez… incluso pueda llevar una máscara… -terminó ella. Kiki reaccionó con preocupación, la mirada de Kyoko, se mostraba apagada nuevamente.

Templo del Engaño.

-¿Eris? –preguntó Deimos. Eris permanecía en su trono, uno de sus ojos lloraba- ¿Qué ha ocurrido, una de las Seeds fue derrotada y ahora lloras? Te pensaba una diosa más fuerte que esto –insultó Deimos. Eris, molesta, atacó con su cosmos a Deimos, quien cayó sobre su rodilla, quejándose por el dolor que lo aquejaba.

-¿Sientes dolor, Deimos? –se burló Eris- Lamento informarte que los cuerpos no divinos pueden sentir el dolor. Y te recuerdo que aún no posees tu Cuerpo Original, lo que significa que eres enteramente manipulable por mí. Así que… ¿te parece repetirme tus preocupaciones? –se quejó Eris, evidentemente molesta.

-Aght… una Seed… fue destruida… ¿acaso no lo sintió en su cosmos…? Ungh… oargh… -se quejó Deimos, aunque mantenía una mirada repleta de odio en dirección a la Diosa de la Discordia-. En el Templo del Saqueo… la Seed que recientemente resucitó… fue destruida… ¿cómo ocurrió esto? Estoy seguro de que usted lo sabe… -se quejó él.

-Por supuesto que lo sé… solo la otra Semilla del Caos podría combatir sin ser debilitada, lo que no me explico, es el cómo llegó a ese nivel de poder –se fastidió Eris, aunque pronto sintió tristeza en su corazón-. ¿Cuánto falta para que estemos en posición? –preguntó la diosa.

-Con la pérdida de la Novena Seed… volvemos a movernos a un ritmo inconsistente… -continuaba quejándose Deimos. Eris liberó su agarre en su cuerpo, y Deimos por fin dejó de sentir dolor-. Pero… continuamos moviéndonos… y sin ser detectados. Sigue habiendo demasiada Energía del Conflicto –le aseguró él.

-Lo que significa que el renacer de mi hermano es inminente, ¿no es así? –preguntó Eris. Deimos se viró a ver la manzana que crecía todavía en Úterus, y asintió- Bien, entonces no hay necesidad de cambiar de planes. Resistan o no las Seeds, solo es cuestión de tiempo para que los 9 Daimones regresen a la vida, y cuando eso suceda, recibiremos a Ares en este mundo por fin después de 3,000 años de permanecer encerrado por el sello del Dios de la Valentía y los Héroes. Así entonces, todos, sin importar que sean Seeds, Phantoms o Dríades, son sacrificables –terminó ella. Deimos solo la miró con desprecio.

Templo de Athena.

-¡Ya he tenido suficiente! –en el Templo de Athena, Rigel se reponía de haber sido perforado en su pecho por una Aguja Escarlata que, por alguna razón, escupía fuego desde el interior del agujero que había penetrado la Leaf de Pain, además de salirle por la espalda- ¿Te gusta jugar con fuego, Milo de Escorpio? El calor punzante de tu Aguja Escarlata Incandescente podrá llenar mi cuerpo de dolor, pero es una sensación insignificante si se compara con el odio que siento por ti. ¡Permíteme fulminarte entonces con mi Granada de Fuego Fatuo! –comenzó Rigel, reuniendo una esfera de fuego azul en sus manos. Milo por su parte, se mantenía en su rodilla, demasiado débil para poder siquiera pararse.

-¡Milo! –exclamó Saori preocupada, y mirando a Rigel que terminaba de reunir la esfera de llamas, estirando su brazo hacia atrás para ganar impulso y lanzársela al Caballero de Escorpio- Tengo que hacer algo… pero… si dejo de concentrar mi cosmos en los Epicentros del Caos… -comenzó Saori, decidiéndose al final por seguir manteniendo su cosmos.

-¡Muere Escorpio! –atacó Rigel, más en el momento en que las flamas azules estuvieron por impactar en el cuerpo de Milo, el de Escorpio reaccionó, su cosmos centelló, y una esfera escarlata de formó en su mano derecha. Milo estiro su brazo también, e impactó su estrella contra la esfera de fuego de Rigel, quedando ambos suspendidos con ambas esferas, la de fuego azul y la de fuego escarlata, empujándose la una a la otra- ¿De dónde es que sacas tanta fuerza? –se fastidió el de Orión.

-¡No solo he obtenido algo de fuerza, Rigel! ¡Sino que tú has comenzado a debilitarte! ¡Llamarada de la Aguja Escarlata de Antares! –forzó Milo a su estrella a estallar, lo que sorprendió al antiguo Caballero de Orión, quien saltó evadiendo la llamarada, pero terminando con su capa quemada, misma que tuvo que quitarse, mientras frente a él, Milo por fin podía ponerse de pie con normalidad, aunque seguía respirando muy pesadamente- ¿Puedes sentirlo, Rigel? ¡Kyoko acaba de abrir la puerta de la victoria del Santuario! –enunció Milo, y entonces Rigel logró sentirlo, miró en dirección al Santuario de Eris, nuevamente invisible para todos los no Manipuladores del Caos, y logró ver el Árbol del Saqueo, el tercero según el orden de los templos, marchitándose y lanzando los pétalos secos de las flores de Galanthus por todo el Santuario de Athena- No me explico cómo es que Kyoko llegó hasta el Santuario de Eris… pero es su cosmos el que estalló en el momento en que la primera de las 9 Seeds fue derrotada, ¿no es así? Puedo verlo en el aumento de mi cosmos, y en la disminución del calor de tus llamas, porque Rigel, aún si no puedo sentir tu cosmos… este no se compara con el de un Caballero Dorado. Tu fuego, no puede derretir mi Armadura Dorada –le explicó él.

-¿Kyoko? ¡No puede ser! ¡Yo mismo la traje al Santuario de Eris! ¡No me esperaba que me fuera a salir contraproducente! ¡Maldición! –extendió sus manos Rigel, llenando las mismas de flamas oscuras, mismas que llamaron la atención de Milo- ¡No importa! ¡Aún con solo la presencia de 8 Seeds, seguimos teniendo el Cosmos de un Caballero Dorado! ¡Y ustedes continúan debilitados! ¡Flama Negra! –atacó Rigel, rodeando el cuerpo de Milo con flamas oscuras, que se mantuvieron rodeando al de Escorpio- Las flamas se pegarán a tu cuerpo, imposibles de ser apagadas mientras yo viva. Te quemarán constantemente hasta convertirte en cenizas –agregó él.

-Curioso, mi Aguja Escarlata Incandescente hace lo mismo –le apuntó Milo, y tras hacerlo, fue el turno de Rigel de caer sobre su rodilla, mientras la aguja de Milo le quemaba el cuerpo, aumentando la temperatura de su cuerpo, y comenzando a hacerlo sudar-. Una aguja, Orión, una aguja es todo lo que necesito para cambiar el resultado de cualquier batalla. Puede que mi cosmos esté a un 20% de su capacidad gracias a que la primera Seed ha muerto. Pero eso no va a detenerme, ¡he decidido que recibirás las 15 Agujas Escarlata! ¡Aguja Escarlata! –atacó Milo, perforando una de las piernas de Rigel, y después desapareciendo y reapareciendo detrás de él, pateando su rostro, y lanzándolo por el Templo de Athena. Saori sonrió al verlo tan recuperado.

-Milo… -comenzó ella. Milo sonrió, y nuevamente corrió con su aguja lista en dirección a Rigel, solo que esta vez el antiguo caballero de Orión se defendió, impactando en el pecho de Milo con su puño envuelto en llamas-. Sé que sigues débil, Milo… pero confío en que vas a salir adelante. Tú puedes… -comentó ella. Milo se repuso y volvió a esquivar los puños llameantes de Rigel-. Si Milo se ha recuperado… eso significa que los demás también deben de haberlo conseguido. ¡Aldebarán! ¡Saga! ¡Shaka! ¡Afrodita! ¡Respondan por favor! –suplicó Saori.

Casa de Piscis.

-La escucho… Diosa Athena… -comenzó Afrodita, un tenue cosmos dorado lo rodeaba en esos momentos-. Tal parece… que la primera de las 9 Seeds fue derrotada justo a tiempo… un instante más y hubiera llegado al otro mundo a rendirle cuentas a Hades… -sonrió el de Piscis.

Colina de las Estrellas.

-El Nirvana tendrá que seguir esperando… Diosa Athena… -enunció Shaka, mientras Arctos, en mejores condiciones que el de Virgo, comenzaba a atenderle las heridas-. Sin embargo, el daño está hecho. Pese a haber sobrevivido, el Dunamis me ha abandonado por completo… -admitió el de Virgo.

Cementerios de Cáncer.

-¡Brazo de Hierro! –Aldebarán enunció mientras rodeaba a su puño con energía de cosmos, impactando la misma en contra de los brazos de Rebecca, quien cubrió con ambos antebrazos de su Leaf, mismos que comenzaron a agrietarse bajo los puños del Caballero Dorado de Tauro- ¡Yo me siento mejor que nunca! ¿Quién diría que un 10% de diferencia de cosmos se sentiría tan bien? Sin mencionar que aún me queda Dunamis… así que te voy a machacar –le apuntó Aldebarán. Rebecca se mordió los labios, extendió las manos, e impactó a Aldebarán con toda la fuerza de su cosmos, pero para sorpresa de la Seed, esta vez Aldebarán logró resistirla sin muchos problemas- Ya no eres tan fuerte ahora, ¿verdad? -se burló el de Tauro, lanzándose en una embestida, misma que Rebecca atrapó por sus cuernos, pero de todas maneras fue clavada en una de las paredes de la montaña, donde Aldebarán continuó empujando.

Casa de Géminis.

-Yo lo confirmo también… Diosa Athena… -comenzó Saga, de pie en medio de su casa, y con su cosmos incinerándose tan alto, que Mariya dudaba inclusive que el de Géminis se encontrara debilitado en cualquier sentido-. Sin embargo, es una mejora insignificante. Aldebarán, siento que sabes lo que debemos hacer. Aprovechando la apertura que ha abierto la discípula de Milo… -comenzó Saga, su cuerpo rodeándose enteramente por su Dunamis.

-Y aprovechando que con este nivel de cosmos es más probable que sobrevivamos –sonrió Aldebarán en comunicación con Saga, su cuerpo también llenándose de Dunamis, intimidando a Rebecca, quien ya no podía empujar a Aldebarán lejos de ella.

-¡Debemos sacrificar nuestros Dunamis para revertir el engaño en el que nos forzaron a caer! –alzó ambos brazos Saga, formando la espada Dimensional, misma que Mariya observó con miedo mientras el tiempo y el espacio se distorsionaban por todo el Templo de Géminis- ¡Dimension Khora! –bajando la espada que podía cortar el tiempo y el espacio, Saga atravesó a Mariya, quien pasó por varias etapas de su vida y dimensiones distintas, desde ser una niña, a una adulta o una anciana por el dominio en el tiempo, hasta dividirse en varias versiones de sí misma de cientos de mundos alternos, en algunos era un demonio, en otros su peinado era distinto, o era una estudiante en una prestigiosa academia, en otros universos continuaba viva como una Caballero de Athena de Pegaso en lugar de una Seed, en otros había nacido hombre, o no había nacido del todo, todas las realidades y tiempos entonces se fusionaron en una sola Mariya, que estalló, desapareciendo en el espacio así como desaparecía también el Dunamis de Saga.

Cementerios de Cáncer.

-¡Nova…! –comenzó Aldebarán mientras su cosmos se intensificaba, y el de Rebecca se achicaba por la muerte de Mariya, mientras la tierra a los pies de Aldebarán comenzaba a temblar por la fuerza de su Dunamis, que reunido en su puño derecho parecía hacer al guantelete de la Armadura de Tauro hervir al rojo vivo- ¡Impakto! –clavando su puño dorado al suelo, la tierra se partió, liberando una fuerza de magma hirviente que se alzó de la misma, incinerando a Rebecca, quien desapareció convertida en cenizas, igual que el Dunamis de Aldebarán- Está hecho, Diosa Athena –sonrió Aldebarán. Shaina, a sus espaldas, comenzó a incorporarse, Aldebarán se viró sonriente para verla, pero más tardó en hacerlo, que la máscara de Shaina en caer al suelo partida en dos-. Oh oh… eso no es bueno… -se quejó el de Tauro.

-No… no lo es… -se quejó Shaina, levantado ambas partes de su máscara y sosteniéndose las mismas con su mano contra el rostro-. Discutiremos esto después grandote… ahora que tenemos algo de energía, necesitamos prepararnos para lo que sigue… -apuntó Shaina al cielo, donde una sombra comenzaba a rodearlos.

La Colina de las Estrellas.

-Esa diosa… comienza a fastidiarme… -enunció Shaka. Arctos a su lado estaba igualmente sorprendido. Frente a ambos, el Santuario de Eris comenzaba a hacerse visible-. Está demasiado cerca… ¿acaso ella sería capaz de…? –se quejó el de Virgo.

Templo de Athena.

-Tsk… así que ese era su plan… -se molestó Milo, ya con el 40% de su cosmos, y con Rigel sumamente malherido por al menos 4 agujas que ya resplandecían en su cuerpo-. Afrodita, voy a necesitar que me releves en vigilar a Athena, este sujeto y yo tenemos un Santuario de Eris que destruir –con tres Árboles del Conflicto lanzando pétalos de flores marchitas, entre los cuales se destacaban las flores de Galanthus, de Aliso y de Edelweiss, el Santuario de Eris había terminado por ser enteramente visible-. El Santuario de Eris está demasiado cerca… dime Rigel… Eris planea estrellarlo en contra del Santuario de Athena, ¿no es así? –preguntó Milo. Rigel simplemente se mordió los labios con molestia- Aunque realmente no necesito tu respuesta. Lo que sí requiero es una llave para abrir una puerta, comienzas a parecerte mucho a una llave, Orión. Así que voy a darte una oportunidad. O me llevas al Santuario de Eris voluntariamente… o te llevó yo a patadas –amenazó el de Escorpio.

-Je… ¿crees que has adquirido alguna clase de ventaja, Escorpio? Solo porque han derrotado a algunas… -intentó decir Rigel, cuando su pierna fue perforada por una de las agujas de Milo, forzando a la Seed a caer sobre su rodilla y a gemir de dolor.

-Oh, lo siento, creo que no me expliqué correctamente –se burló Milo mientras Rigel continuaba quejándose por el dolor-. Tú ya estás muerto. Sea aquí, o dentro del Santuario de Eris, me es indistinto. Puedo incluso arriesgarme a saltar yo mismo al Santuario de Eris, es enteramente visible ahora. Lo que te estoy ofreciendo es una oportunidad única de contar con el apoyo de tus camaradas para intentar salvar tu vida, ya que los míos vienen en camino. Elige entonces, Orión. ¿Te hacemos el funeral aquí, o prefieres probar suerte allí arriba? En todo caso, parece ser que es cuestión de un par de horas para que arriba y abajo sean uno mismo, ¿o me equivoco? –preguntó el de Escorpio.

-¿Cómo sabes que no voy a llevarte a una dimensión donde pueda torturarte? –se quejó el de Pain, Milo se regocijó ante aquello- Entrar en el Jardín del Edén no es sencillo. La Tormenta del Conflicto podría destruirte –aseguró él.

-Deja de preocuparte por quien te va a mandar a la tumba, y mejor comienza a abrir el camino a tu templo, Seed –lo amenazó Milo, antes de virarse a ver a Saori-. Afrodita no tardará en llegar… trate de no esforzarse demasiado. Sé que no puedo impedírselo, Diosa Athena, pero si al final su vida peligra, debe soltar los Epicentros del Caos –le pidió Milo.

-Apresúrate y vence a Eris… y no tendré que soltarlos por más agotada que me encuentre… -le sonrió Saori. Milo asintió y volvió a darse la vuelta, encarando a Rigel, quien se mordía los labios con desprecio-. Cuídate mucho… Milo… -suplicó Saori.

-Descuida… esta vez no fallaré –admitió el de Escorpio, mirando a Rigel fijamente-. Andando, Seed. Aún debes recibir 10 agujas más -lo amenazó Milo. La respuesta de Rigel fue la de sonreír de igual manera.

-Para ser un cazador, no me pareces para nada listo, Escorpio –se lanzó Rigel a Milo, giró y lo atrapó por los brazos, y comenzó a incinerar su cosmos- ¿Quieres que te lleve al Santuario de Eris? Me parece perfecto, ¡permíteme enterrarte en lo más profundo del mismo! ¡El Edén Oscuro! –llamó Rigel, la dimensión se materializó alrededor de él y de Milo, y en un instante, tanto el de Escorpio como el anterior Orión desaparecieron, dejando a Saori atrás y preocupada por el Caballero Dorado de Escorpio, mientras un cometa de fuego azul aparecía en el firmamento, dirigiéndose a uno de los Árboles en el Templo de Eris.

-Ten cuidado… Milo… tengan cuidado todos ustedes… -pidió Saori, antes de estremecerse y caer al suelo tomándose la cabeza. Saori se había hecho la fuerte mientras estuvo en presencia de Milo, más la realidad era que todos los pensamientos violentos, mezquinos, e incluso asesinos, de las personas que caían victimas de cada uno de los Epicentro del Caos, se traspasaban a su propia mente, ejerciendo en Saori una presión bastante dolorosa.

Santuario de Eris. Templo del Engaño.

-Ah, por fin, el momento de mi revancha. Y no pudo llegar en momento más oportuno –dentro del Templo del Engaño, Deimos sintió la perturbación en su cosmos, y observó el cometa azul que se formaba en el cielo, transformándose en un portal que parecía abrirse, revelando algo en su interior-. El fruto con mi cuerpo está casi listo. Pero antes de probarlo, me apetece tener una pequeña reunión con Milo de Escorpio. ¿Qué me dice, Diosa Eris? ¿Se molestaría conmigo si me retraso en acompañarla al Nuevo Santuario del Dios Ares? –preguntó el Phantom divertido.

-Realmente ya nada de lo que ocurra de aquí en adelante puede cambiar absolutamente nada… -agregó Eris, un tanto apática, como si la muerte de 3 de su Seeds no la hubieran afectado en absoluto-. Ya solo me queda observar el fin del Mundo Mortal, y el cómo Athena se consume a sí misma intentando retrasar lo inevitable –continuó ella, frotando la Manzana Dorada de la Discordia por fin desprovista de la Flecha de Sagitario, y mirando reflejada en la misma a Athena, que sufría todo el Caos que reinaba en el mundo por los Epicentros del Conflicto aún activos-. Como la Mercenaria de los Dioses, yo ya he cumplido con mi parte. Llegar a mi objetivo de resucitar las 9 Seeds fue divertido, pero ahora comienzo a aburrirme. Los Frutos del Caos nacerán sin importar lo que hagan los Caballeros Dorados. Presiento que mi diversión se ha terminado hasta la llegada de Ares –sentenció ella.

-Confiarse en un momento como este, no lo considero inteligente –le comentó Deimos. Eris solo se viró para verlo, recostada en su trono de una forma muy poco femenina, y llena de apatía-. Lo que entiendo de momento, es que le ha aburrido que el plan haya salido conforme a las expectativas. Debe sentirse como una Diosa de la Sabiduría en la Guerra en estos momentos –se burló Deimos.

-¡Es exactamente como me siento! –le apuntó ella con molestia- El derramamiento de sangre en el mundo me complace, pero no ha habido ninguna muerte de lado de nuestros oponentes, mi una sola. ¿Qué clase de Diosa de la Discordia soy si no ha muerto un solo Caballero de Athena pese a que estoy ganando? No me siento como una ganadora. ¿Lo entiendes? ¡Quiero sangre! –pataleó Eris de forma infantil.

-Y sangre es lo que tendrá –le comentó el Phantom-. Harmonía, prepara los Frutos del Engaño y el Castigo. Los tres tendremos una reunión familiar en nuestra dimensión personal –comentó Deimos, quien comenzó a salir del Templo del Engaño.

-Ara ara, ¿una reunión familiar? Estoy impaciente, hermano Deimos –resonó la voz de Harmonía. Una esfera de cosmos rodeó al Fruto del Caos que en esos momentos solidificaba la savia dorada alrededor del mismo, revelando a una fruta similar a una manzana pintada de dorado y negro, misma que el cosmos de Harmonía arrancó, antes de que esta saliera disparada como un cometa negro fuera del Templo del Engaño.

-Vaya impaciencia y soberbia de los Dioses Menores, es tan deliciosa –se regocijó un poco Eris, mirando el reflejo en la piel de la Manzana de la Discordia, y observando a Saori estremecerse de dolor. Pero entonces, el rostro de Eris reflejó apatía nuevamente, y con su cosmos rodeando a la Manzana de la Discordia, cambió la imagen reflejada en su cáscara, reflejando esta vez a Kyoko, corriendo por unas escaleras suspendidas en el espacio, con la mirada perdida, mientras Kiki flotaba tras de ella-. Hubiera sido lo mejor para ambas… que el de Escorpio me hubiera asesinado… hermanita… -comenzó Eris, sus ojos llenándose de lágrimas-. En su lugar… a ambas nos espera únicamente el sufrimiento… que estúpidas fuimos… -y con aquello, se dejó caer nuevamente en contra de su trono.

Templo de la Hambruna.

-Ese cosmos es… ¡Milo! –comenzó Mu. Yúfa, la Seed que era su oponente, estaba ya demasiado cansada, pero había logrado mantenerse firme- En mi cosmos, la presión de la Barrera del Caos se ha debilitado, puedo sentir mi cosmos nuevamente, incluso puedo sentir el cosmos de los demás que estamos presentes en el Jardín del Edén. Eso significa que la superioridad que manejaron en nuestra contra, se ha terminado –le apuntó el Muviano. La Seed se mordió los labios e intentó retroceder.

-Umm… eso es cierto, pero no significa que hayan ganado absolutamente nada –escuchó Mu, pero fue distraído por el cometa oscuro que pasó peligrosamente cerca de su rostro y hasta llegar a manos de Harmonía, quien se materializó detrás del Muviano-. Me disculpo, estoy siendo grosera, pero me temo que nuestra batalla se ha adelantado un poco. Pero descuida, ya no tienes que ir a buscarme en el Templo del Castigo, más bien te llevaré a otro escenario de batalla. ¡Aliento del Paraíso! –exclamó Harmonía, liberando de sus manos vientos repletos de pétalos de flores, Mu sintió el peligro y accionó lo que le quedaba de Dunamis, forzándolo a estallar para disipar el ataque de Harmonía- Tee hee, bien pensado –sonrió Harmonía. Mu, ya agotado, se mantuvo con sus brazos en alto, cada uno apuntando a una de las dos que lo rodeaban- Si no te hubieras defendido de mi ataque utilizando tu Dunamis, te hubieras convertido en una flor. Esa es la especialidad de mi Aliento del Paraíso. Es una lástima que, por salvar tu vida, hayas sacrificado lo poco que te quedaba de Dunamis –se burló ella.

-Es verdad que ya no puedo sentir el Dunamis… pero para tu infortunio, no perecí. ¡Mis camaradas lograron derrotar a algunas Seeds y brindarle a mi cosmos la fuerza suficiente para poder sobrevivir al agotamiento de mi Dunamis! –exclamó el de Aries.

-Eso es cierto, por muy poco –sonrió nuevamente Harmonía, y tras hacerlo, entre las conexiones de la Armadura de Aries, los poros de Mu estallaron, liberando su sangre a torrentes, y dejándolo tendido en un charco de la misma-. Pero, aun así, el usar sus Dunamis ejerce una presión muy sobresaliente en sus cuerpos. Todas las heridas que no habías reflejado hasta ahora, por fin se han manifestado –continuó ella. Mu se mordió los labios, alzó su mano, y de esta se lanzaron flechas tornasoladas, mismas que Harmonía evadió justo a tiempo-. Ara ara, eso ha sido grosero. Ni siquiera me has dejado terminar con mi invitación –le comentó ella, mostrándole a Mu el Fruto del Caos en su mano derecha.

-¿Una invitación? –preguntó Mu, sintiendo el cosmos dentro del Fruto del Caos, y el cómo este comenzaba a invadirle la mente con un miedo muy profundo- ¡Sal de mi cabeza! –suplicó el de Aries, el dolor era descomunal- Mi mente… colapsa con una fuerza mayor que cuando llegué al Jardín del Edén. ¡No puedo soportarlo! –se quejó el Muviano.

-Por supuesto que no puedes. Este es el verdadero poder de un Daimón, el cosmos sellado de Deimos del Miedo, ¡ojojojojojo! –terminó Harmonía. El fruto comenzó a liberar un cosmos oscuro, y este rodeó a Mu en su totalidad. El miedo que invadía a Mu en ese momento, era tal que su Armadura Dorada comenzó a perder su brillo, opacándose-. Estás cordialmente invitado, Mu de Aries –continuó Harmonía, una gargantilla de oro formándose alrededor de su cuello, presumiendo un diamante oscuro muy hermoso-. ¡A la Prisión de la Concordia! –exclamó Harmonía, la gargantilla oscura reaccionó, abriendo un agujero negro en el corazón del diamante mismo. Mu se encontraba tan conmocionado por el miedo que lo aquejaba, que no pudo siquiera defenderse. El Collar de Harmonía terminó por tragárselo, distorsionando su cuerpo hasta que este entró dentro del mismo. Las energías oscuras, sin embargo, no se detuvieron y comenzaron a absorber a Harmonía de igual manera-. Nuestro campo de batalla ha sido establecido. Es una lástima que no podré continuar cuidando de mi Jardín del Edén. Yúfa, se un amor y llévale este fruto a Deimos. ¡Ojojojojojojojo! –terminó Harmonía tras dejar caer el Fruto del Caos, y siendo absorbida por su propio collar de igual manera.

Una vez que Harmonía desapareció, y que Yúfa comenzó el ascenso en dirección al Templo del Castigo con el Fruto del Caos en su mano, una Caballero Femenino que no había logrado moverse, por fin recuperó la energía necesaria para poder incorporarse. Mayura de Pavorreal estaba en sus límites, pero negándose a abandonar a Mu, comenzó a preparar su cosmos.

-Aún si me cuesta la vida… solo yo poseo el entendimiento necesario para poder cruzar el Jardín del Edén… señorito… -comenzó Mayura para sí misma, de su cuerpo se desprendieron algunos destellos esmeraldas, y estos volaron a través del Jardín del Edén-. Está hecho… ya no me queda energía para nada más… respirar… es todo un sufrimiento… -continuó, quitándose los vendajes alrededor de su máscara, y lanzando la misma al suelo-. Con mi último aliento… aún si no puede escucharlo… señorito… le confieso… que siempre lo he amado… espero que algún día encuentre a la mujer, que sí pueda amarlo de regreso… hasta siempre… Mu… Caballero Dorado de Aries… -terminó Mayura, y se desplomó en el suelo con la mirada perdida.

Escalinatas al Templo del Engaño.

-Amo Deimos, ¿a qué debo el placer de su visita? –preguntó Aeson, en medio de las escalinatas que llevaban al último de los 9 Templos del Conflicto, y mientras sostenía a Shun del cuello, suspendiéndolo por sobre la caída entre los múltiples templos. El Caballero de Andrómeda presentaba varias fracturas en su Armadura de Bronce, lo que significaba que Aeson llevaba ya algo de tiempo castigándolo.

-No deberías jugar con tus víctimas, Aeson –comenzó Deimos, bajando tranquilamente por las escaleras, mientras en su distracción, Shun logró aferrarse a los antebrazos de la Leaf de Aeson, presionándolos con fuerza, y molestando a Aeson, quien comenzó a sentir la presión-. Tres Seeds han muerto gracias a un efecto en cadena ocasionado por la Semilla del Conflicto que es hermana de tu diosa, y hablando de hermanos. Este Caballero de Bronce posee uno que lo ha buscado casi desde el momento en que Andrómeda llegó al Jardín del Edén, y tal parece que ya lo ha encontrado -le comentó Deimos. El graznido de un Ave de Fuego se dejó escuchar, y Aeson fue impactado en su rostro con fuerza, siendo derribado, y soltando a Shun, quien comenzó a caer, solo para ser tomado del brazo por el recién llegado-. Fascinante… -comenzó Deimos, bastante impresionado.

-¡Hermano! –se alegró Shun tras descubrir al caballero que en esos momentos lo tomaba de la mano y le ayudaba a incorporarse sobre las escaleras, mientras veía a Aeson con desprecio por su atrevimiento, aunque no tardó en posar su atención en dirección a Deimos, sintiendo su amenazante cosmos- Hermano, por fin has regresado. No te veía desde la Nueva Titanomaquia. ¿Dónde es que has estado? –se alegró el de Andrómeda.

-No es el momento de reuniones, Shun –se quejó el del Fénix, posando toda su atención en Deimos-. La Armadura del Fénix quedó bastante dañada durante la Nueva Titanomaquia. Parte de mi ausencia, tiene que ver con mi maestro Jorge de Fornax entrenándome en la Isla de la Reina Muerte para lograr cambiar la forma de mi Armadura de Bronce a esta que ves frente a tus ojos –comentó Ikki. Shun se impresionó al ver su nueva Armadura de Bronce, distaba mucho de aquella que Ikki vistió durante la Nueva Titanomaquia, se veía más moderna-. Pero cuando el maestro sintió la debilidad de la Barrera del Caos, me envió a investigar al Santuario. Imagina mi sorpresa cuando recién llegando presencio tu Salto de Cosmos a este lugar, y segundos después este desaparece. No sé lo que está pasando, ni quiénes son estos sujetos, pero quien se atreva a lastimar a mi hermano es mi enemigo, y voy a enviarlo al infierno tras un mundo de dolor y sufrimiento –apuntó Ikki a Aeson, quien le regresó la mirada con desprecio.

-En verdad que estoy impresionado –continuó Deimos, regocijándose tras observar a Ikki-. Un simple Caballero de Bronce, rompiendo la Barrera del Caos por sí mismo para llegar hasta aquí. Otros Caballeros Dorados como los de Aries, Leo y Capricornio, realizaron el salto, algunos como el Muviano, solo atinó a llegar al primero de los Templos del Conflicto, el Templo de la Masacre, el de Leo aterrizó en el Octavo, el Templo del Castigo, llegando tan cerca del centro del Jardín del Edén solo porque engañó a mi hermano Phobos para abrir el portal hasta su Fruto del Caos. Capricornio aterrizó en medio de los templos, y se hubiera precipitado al abismo y de regreso a Atenas de no ser por los esfuerzos combinados de Aries y Andrómeda. Incluso mi propia víctima seleccionada, el Caballero de Escorpio, apenas logrará llegar al Templo del Dolor debido al cosmos de Rigel. Pero tú, saltaste por tu propia cuenta, y has llegado hasta aquí, a las afueras del Templo del Engaño –sonrió Deimos divertido-. ¡Es fascinante! ¡No eres un simple Caballero de Bronce! ¡Me atrevería a decir que tu cosmos es comparable al de un Caballero Dorado! –dedujo Deimos con grata sorpresa.

-Ahórrate tus halagos para alguien a quien le interesen, falso Dios del Miedo –descubrió su identidad el del Fénix. Deimos se soltó en una carcajada por lo que estaba escuchando-. Cuando termine con este cadáver que se ha atrevido a herir a mi hermano, tú seguirás. Puedes esperar tu turno o venir a por mí como un cobarde, la verdad a mí no me importa. No me importa ni siquiera que seas un dios. Yo te venceré a ti, y a cualquiera que se atreva a interponerse en mi camino. Así que, observa o únete a la batalla, no cambiará el resultado –resumió el del Fénix.

-¡Ajajajaja! ¡Los humanos realmente son hilarantes! –se burló Deimos. La respuesta de Ikki fue la de lanzarse con su puño en alto e intentar impactar el rostro del Phantom, quien fácilmente bloqueó su puño- Hilarantes claro, pero estúpidos. No te confundas, Fénix, el que encuentre la fortaleza de tu cosmos y tu determinación sorprendentes, no cambia el hecho de que soy un Dios Menor, y que, para fortuna tuya, ya he elegido a mi oponente. Ustedes dos estarán demasiado ocupados de todas formas –le soltó la mano Deimos, ni siquiera se dignó a atacar al del Fénix, quien entonces sintió una presencia en su cosmos, y se dio la vuelta para encontrar a Yúfa detrás de él y con el Fruto del Caos de Deimos en sus manos-. Lucha con todas tus fuerzas Fénix. Puede que algún día, si es que sobrevives, te conviertas en la nueva víctima del Dios del Miedo. Hasta entonces, trata de que tu cosmos sea digno de mi tiempo –comentó él, extendiendo su mano, y aceptando de Yúfa el Fruto del Caos. Tras tocar la misma, el cosmos de Deimos se incineró tan alto que incluso Ikki se mostró perturbado por su alcance-. Buena suerte, Fénix. Vas a necesitarla –finalizó Deimos, retirándose tranquilamente.

-¿Qué ha sido todo eso? El alcance del cosmos que ese sujeto obtuvo con tan solo tocar aquella fruta… tal parece que aún me queda bastante por entrenar para volverme verdaderamente invencible –admitió Ikki, pero de todas formas subió su defensa. Shun a su lado, pegó espaldas con él-. No escucharé objeción alguna, el sujeto que te tenía del cuello, posee un cosmos tan alto como el de un Caballero Dorado, no estás listo –admitió el Fénix.

-Hermano, aunque aprecio tu preocupación, conozco mis propios límites –le espetó el de Andrómeda, preparando sus cadenas en dirección a Yúfa-. De ser necesario, enfrentaría a cualquier oponente, aunque preferiría que no tuviéramos que pelear. Aeson es el antiguo Caballero de Plata de Crateris, pensé que podría llegar a hacerlo entrar en razón, pero no me fue posible. En cuanto a usted, señorita, no siento un instinto asesino en usted. Gustoso dejaré a mi hermano combatir a Aeson si eso significa que puedo convencerla de no sacrificar su vida, por favor… -suplicó Shun, pero no bajó sus cadenas.

-Tu corazón… me recuerda mucho al de Xiao… -admitió Yúfa con una sonrisa-. Pero me temo que no podrá ser. Soy un ser renacido, mi vida original se ha perdido. En un capricho autoimpuesto perdoné la vida de Xiaoling quien es mi mejor amiga aún en muerte. Pero a usted, Caballero de Andrómeda, no lo conozco, y no le debo consideraciones –elevó su cosmos Yúfa, amenazante. Las cadenas de Shun comenzaron a estremecerse, sintiendo el peligro.

-De forma que entonces he de enfrentarme yo mismo al Caballero del Fénix –comenzó a elevar su cosmos de igual manera Aeson-. Permíteme decirte una cosa, Ikki del Fénix. Mientras fui el Caballero de Plata de Crateris, el único Caballero de Plata que se me comparaba, era Nicole del Altar. Además de que fui considerado como sucesor a la Armadura de Sagitario, misma con la que se me habría condecorado de no ser porque el Patriarca Aioros eligió mantenerla para sí mismo. En otras palabras que puedas comprender. Soy el Caballero de Plata más poderoso de la actual generación. Un Caballero de Bronce, sin importar que sea el más poderoso, no puede compararse conmigo. Mucho menos si ahora que soy una Seed, mi cosmos ha superado por mucho el de un Caballero Dorado –le explicó él. Las escalinatas al Templo del Engaño comenzaban a temblar por la fuerza del cosmos de Aeson.

-Adelante, convéncete a ti mismo de la forma en que te plazca sobre tu supuesta superioridad –le apuntó Ikki con arrogancia-. Yo no necesito palabras para demostrar mi verdadera valía, solo acciones. Escudarse en palabrería barata, no es mi estilo. ¡Permíteme demostrarte cual sí lo es! ¡Alas Llameantes del Fénix! –liberó su ataque Ikki, que como un vórtice de llamas subió por las escaleras en dirección a Aeson, quien sonrió divertido.

-En efecto tienes un nivel de poder bastante alto para un Caballero de Bronce, pero insisto en que no se compara al mío ¡Lanza de Hielo del Loto Blanco! –extendió Aeson sus brazos, levantando una cortina de agua que recibió el ataque de Ikki y apagó el mismo, molestando a Ikki. Como segunda parte de su ataque, un espejo como hexágono se formó frente a Aeson, reflejando a Ikki. Aeson bajó los brazos extendidos entonces, materializando lanzas de hielo en la superficie del espejo, que salieron disparadas y se estrellaron en contra del Caballero de Fénix, quien cruzó sus brazos para defenderse, terminado atravesado por las lanzas de hielo y congelado en medio de las escalinatas.

-¡Hermano! –llamó Shun preocupado. Más pronto sintió el cosmos de Yúfa, la Seed comenzaba a reunir electricidad en sus brazos, y unía ambos con las manos formando lo que Shun pronto descubrió que trataba de imitar las fauces de lobos. Alrededor del cuerpo de Yúfa inclusive, toda una jauría comenzaba a formarse- Por favor Seed que defiendes a Eris. Si fuiste creada del corazón en pena de una Saintia, sabes mejor que nadie el dolor que liberarás en este mundo si continúas con tu camino. Permíteme ayudarte… -le pidió Shun.

-No puedes ayudarme… -susurró Yúfa. Los lobos de su cosmos salivando, hambrientos-. Nadie puede… los corazones más nobles, son los primeros en ser consumidos. ¡Hoja Lupina del Lobo Hambriento! –lanzó un corte Yúfa, partiendo las escalinatas, los lobos de la jauría de su cosmos se lanzaron igualmente tras el ataque cortante de Yúfa.

-¡Defensa Rodante de Andrómeda! –enunció Shun, rodeándose de su cadena, que atrapó el primer ataque de Yúfa, y después detuvo a los lobos- He realizado mis advertencias. Puede que en contra de Aeson no haya logrado siquiera levantarme del suelo por lo pesado de mi armadura en ese momento, pero ahora, aunque mi cosmos no esté recuperado por completo, puedo defenderme, y con el dolor de mi corazón… por el bien de mi hermano y de mis camaradas, voy a luchar –enunció Shun, sus cadenas comenzaban a resplandecer con la fuerza de los choques eléctricos de su cosmos.

-Bien dicho Shun… -escuchó él. Del hielo a sus espaldas, Ikki se liberó haciendo estallar su cosmos, para sorpresa de Aeson, quien no se imaginaba que el Caballero del Fénix tuviera tanto poder-. Lucharemos como hermanos, en búsqueda de un mismo objetivo: La caída de los ilusos que piensen en hacer su voluntad en el mundo. Si eso me declara un ferviente defensor de Athena pues que así sea… nada ni nadie, sobrevivirá a las llamas del Fénix –amenazó, y el combate entre los hermanos de Bronce y las Seeds de la Hambruna y el Engaño, continuó.

Templo del Olvido.

-Las Energías del Conflicto se están disipando, comienzo a entender la estructura del Jardín del Edén –comentaba Kiki, flotando detrás de Kyoko, quien corría con sus ojos posados en contra del portal de llamas que parecía abrirse en alguno de los templos superiores al que apenas iban llegando-. Los Templos del Conflicto están acomodados en un espiral de islas flotantes, cada uno con su pared de ladrillos con una entrada y una salida-. El Templo del Saqueo era el tercero de los templos, antes hay otros dos, el primero es de donde se siente el cosmos de Shiryu, el segundo está vacío, igual que el tercero donde enfrentaste a Toki. En el cuarto no siento a una Seed, pero sí siento un cosmos muy familiar –le comentaba Kiki, mientras Kyoko llegaba por fin al arco de piedra que daba la entrada al cuarto de los Templos del Conflicto-. Kyoko, ¿me estás escuchando? –preguntó Kiki preocupado.

-¿Eh? –le preguntó ella, evidentemente necesitada de aire- Lo lamento, Kiki… no era mi intención ignorarte. Yo solo… -intentó decir ella, pero en lugar de responder, se decidió a seguir adelante-. No… no es momento de demostrar debilidad, es momento… de seguir adelante… debo llegar a Shoko… -continuó ella, entrando dentro del Jardín del Olvido, mismo que estaba mayormente marchito. El Árbol del Olvido, con sus flores de Edelweiss, se había marchitado tras la muerte de Mariya, incluso el Río Lethe se había secado. Lo único que quedaba en el Templo del Olvido, además de las ruinas que servían de hogar para la Seed, era el Fruto del Caos, ya maduro, de cascara negra con savia seca de color rojo alrededor del mismo, además de un Caballero de Bronce, Hyoga del Cisne.

-¡Pero si es Hyoga! –se alegró Kiki, corriendo en dirección a Hyoga alegremente- ¡Hyoga! ¡Qué bueno verte Hyoga! –continuó Kiki. Kyoko suspiró y caminó tranquilamente en dirección al Caballero del Cisne, mas entonces sintió su instinto asesino.

-¡Cuidado Kiki! –gritó la de Equuleus. Kiki se viró para verla, y entonces sintió el aire congelado, y escuchó el sonido del graznido del cisne- ¡Huracán de Vientos Cortantes! –lanzó su ataque la de Equuleus, mismo que empujó a Kiki a un lado con sus vientos.

-¡Rayo de la Aurora! –atacó el del Cisne con una ráfaga de hielo, después otra, y una tercera. Los vientos de Kyoko lograron dispersar el primer ataque, pero la de Equuleus fue impactada por el segundo golpe, y el tercero terminó por derribarla, dejándola tendida en contra del suelo- Si no quieren morir congelados, será mejor que se alejen de este templo. Soy el Guardián del Templo del Olvido, y les prohíbo el paso –les apuntó el del Cisne.

-¿Guardián del Templo del Olvido? ¿De qué estás hablando Hyoga? ¿Acaso no me reconoces? ¡Soy yo, Kiki! ¡Ayudé al Maestro Mu a reparar tu Armadura y darle la forma que tiene ahora! ¡Yo mismo hice el boceto! –le comentó él. Hyoga en respuesta comenzó a reunir nuevamente las fuerzas congelantes de su cosmos- ¡Espera Hyoga! –pidió Kiki.

-¡Les dije que no pasarán! ¡Polvo de Diamante! –atacó Hyoga. La respuesta al frío de su cosmos llegó en la forma de un Caballo galopante en su dirección, creado del cosmos mismo de Kyoko, quien impactó con toda la fuerza de su puño, estrellando el mismo en contra del escudo de la Armadura del Cisne- Eres persistente… -admitió Hyoga.

-No me importa quien seas… Caballero del Cisne o Seed del Olvido… no vas a impedir que llegue ante mi hermana. ¡Cometa de Equuleus! –atacó Kyoko con todas sus fuerzas. Hyoga cubrió con sus brazos y el impacto lo arrastró unos metros a los interiores del templo que defendía, pero solo eso consiguió- Hyoga… si en verdad has traicionado a Athena, no te lo perdonaré… ¿de verdad vas a enfrentarme? –preguntó la de Equuleus.

-¿Traicionar a Athena? –preguntó Hyoga curioso- ¿De qué estás hablando? Solo hay una persona que me importa en este mundo y esa es mi madre, Harmonía –le comentó él. Kyoko parpadeó un par de veces y bajó los brazos, sin comprender lo que Hyoga decía, pero comprendiendo que solo deseaba defender aquel templo, y que mientras uno no se le acercara, no corría peligro- Me entrené para convertirme en Caballero de Athena, eso no te lo niego. Pero solo cumplí con mi entrenamiento con la finalidad de convertirme en alguien lo suficientemente poderoso para llegar ante mi madre. Ahora que he llegado al Santuario de Eris, y me he reunido con ella, no le soy leal a Athena. La única que me importa es mi madre, y ella me ha pedido defender el Templo del Olvido –terminó él, cruzándose de brazos.

-¿El Templo del Olvido? –preguntó Kyoko, notando el rio seco a una orilla del templo- El Río Lethe… ¿por qué sé todo esto? Es como… si hubiera estado en este templo antes… pero… ¿cómo? ¿Por qué? –preguntó la de Equuleus. Pero tras escuchar un graznido, regresó a la realidad y evadió el ataque de Hyoga- ¡Espera Hyoga! Siento que sé lo que te ha ocurrido. Bebiste de las aguas del Río Lethe –le explicó ella.

-¿El Río Lethe? –preguntó Hyoga, y se viró para ver el río ya seco- ¿De qué estás hablando? El Río Lethe, también conocido como el Río del Olvido, es uno de los 5 Ríos del Inframundo junto con Arqueronte el Río de la Pena; Cocito, el Río de las Lamentaciones; Estigia, el Río del Odio; y Flegetonte, el Río de Fuego. Los 5 Ríos existen en el Inframundo, este lugar es el Jardín del Edén, un lugar opuesto al Inframundo, aunque no espero que una hereje lo entienda –señaló él.

-¿Hereje? –preguntó Kyoko confundida, Hyoga nuevamente mantuvo la guardia, no atacaría a Kyoko a menos que existiera una provocación. Kyoko comenzó a analizar las palabras de Hyoga- Si te refieres al Jardín del Edén de la religión hebrea, me temo que no estamos hablando del mismo lugar –le espetó ella.

-Estamos hablando del mismo lugar –defendió Hyoga-. Mi madre falleció hace casi 8 años. Si la he encontrado de nuevo eso solo significa una cosa. Encontré la muerte cuando realicé ese Salto de Cosmos para llegar al Santuario de Eris, y por mi fe he renacido en el Jardín del Edén. Aquí mi madre Harmonía continúa con vida, esperando el glorioso día de la reencarnación, y yo esperaré a su lado para volver a renacer como su hijo, eso es todo lo que sé, y todo lo que me importa –terminó Hyoga.

-Hyoga… -comenzó Kyoko entristecida-. Quisiera decirte que dices la verdad, que Harmonía es tu madre, y que estás en el paraíso de tu religión. Pero por duro que te vaya a sonar esto, las religiones no son enteramente correctas. Muchas veces lugares que existen en una religión, se repiten en otras, ese es el caso del Jardín del Edén –le explicó Kyoko. Hyoga comenzó a molestarse-. No estás en el Jardín del Edén que es la tierra prometida de tu dios… estás en el Jardín del Edén donde se plantaron las Manzanas de las Hespéridas que les dieron su inmortalidad a los Dioses Olímpicos. O tal vez incluso, en el Jardín del Edén donde la Diosa Idunn del Panteón Nórdico cosecha las manzanas de oro que dan vitalidad a los Dioses Nórdicos. ¿No lo ves? Lo que para ti es el paraíso… es solo una dimensión donde otros Dioses existen, como es el caso de Harmonía, la Diosa de la Armonía y la Concordia. Ella no es tu madre, y mucho menos está muerta, tampoco lo estás tú –medió ella.

-Lo que entiendo, es que dirás cualquier cosa para engañarme y que te deje pasar por mi templo… pero eso no va a pasar –le amenazó Hyoga. Kyoko lo miró con preocupación-. Retírate, no tengo más palabras para ti –se viró él.

-No, Hyoga, tú escúchame. Ese de allí es el Río Lethe. No importa si está aquí en el Jardín del Edén o en el Inframundo –insistió Kyoko-. En la Mitología Nórdica, Yggdrasil, el árbol del mundo, bañaba a los 9 Mundos con sus aguas. Sus ríos desembocando en el Inframundo de los Nórdicos. Este es el mismo caso, todos los Ríos del Inframundo desembocan allí, pero no tienen su origen en el Inframundo, ¿cómo explicas que Aquiles haya sido bañado en las aguas del Río Estigia si clamas que el Río Estigia solo existe en el Inframundo? –le preguntó ella.

-Tu conversación pagana ya me ha fastidiado. ¡Un paso o una palabra más y te enfrentaré indistintamente de si pones un pie en mi templo o no! –enfureció Hyoga. Kyoko se mordió los labios, y dio un paso adelante, desafiando a Hyoga.

-Daré todos los pasos que deba dar… desafiaré a todos los que deba desafiar… quieras entenderlo o no, te estoy diciendo la verdad. Bebiste del agua del Río Lethe, ella que crees que es tu madre… no lo es… lo sé… porque yo he bebido de sus aguas también –terminó Kyoko, una memoria apareciendo en su mente, una memoria que pensaba perdida, que involucraba a Aeson, su guardián, a su hermana Shoko siendo un bebé, y a su madre Olivia, haciendo cuenco con sus manos mientras le ofrecía a Kyoko, de tan solo tres años, el que bebiera aquellas aguas del Río del Olvido-. No puede ser… lo recuerdo… ya sé quién soy en realidad… -recordó ella aterrada, mientras Hyoga continuaba elevando su cosmos.

-Lo que eres es una invasora. Y me he cansado de advertirte sobre tu invasión a mi templo. ¡Tornado Congelante! –se lanzó Hyoga con el puño en alto, impactando en el mentón de Kyoko, y lanzándola por los aires rodeada de aire congelado, que congeló su Armadura de Bronce en varias secciones, hasta dejarla tendida en el suelo fuera del Templo del Olvido, mientras la de Equuleus miraba al cielo, y al portal de llamas que continuaba abriéndose.

-¡Kyoko! –se apresuró a correr Kiki a su lado, deteniendo el avance de Hyoga, quien rodeaba sus manos de hielo para ejecutar a la Caballero de Equuleus- Hyoga por favor detente. Kyoko ya ha sufrido demasiado. En el Templo del Saqueo, Toki le arrebató los sentimientos que tenía por su padre, su madre y su hermana. Ella ya ha sacrificado mucho, por favor, detente –suplicó Kiki.

-¿Los sentimientos por su padre, su madre, y su hermana? –preguntó el de Cisne, Kiki asintió mientras temblaba de miedo- ¿De qué estás hablando? No es posible destruir los sentimientos de una persona –comentó Hyoga.

-Pero lo es, y no solo perdió los sentimientos por aquellas personas, sino que también perdió la empatía por su padrastro, por quien ya no siente nada, e incluso destruyeron el amor que sentía por aquella persona que alguna vez fue la más amada por ella –continuó explicándole Kiki, mientras Kyoko se esforzaba por volverse a poner de pie. Hyoga se preparó para ejecutar a la de Equuleus, pero una lágrima cayendo al suelo le llamó su atención, y a esta les siguieron otras, mientras Kiki se veía incapaz de soportar el derramar las mismas-. Kyoko perdió los sentimientos por sus seres queridos, aunque Toki la recompensó con restaurarle un sentimiento. Pero él me había eliminado un sentimiento a mí también, el amor por mi madre, un amor que solo pude sentir el día en que nací porque el dolor del parto fue demasiado para ella. Kyoko sacrificó sus sentimientos para restaurar el mío. ¡Solo mírala! ¿Acaso no puedes ver el vacío en su mirada? La única razón por la que puede seguir adelante, es porque, aunque los sentimientos por su hermana hayan sido dañados, ella aún desea salvarla… ella es… lo único que le queda. Por favor escúchala… -suplicó Kiki. Kyoko terminó de incorporarse, su mirada perdida, su respiración pesada, pero ella de todas formas, logró volver a subir sus defensas.

-Tus ojos realmente… no muestran sentimiento alguno… ni siquiera mi Maestro Camus es capaz de un nivel de desprendimiento sentimental tan complejo… -meditó Hyoga al respecto, y entonces bajó sus defensas-. Te escucharé… pero solo eso haré. ¿Por qué me acusas de haber bebido de las aguas del Río Lethe? –le preguntó Hyoga. Kyoko notó que no habría combate, al menos no en esos momentos, y bajó sus puños también.

-Porque yo he bebido también de esas aguas… -le comentó ella, entristecida, y con la mirada al suelo-. Según la Mitología Griega… del Río Lethe beberán los muertos para olvidar su vida pasada, y purificar sus almas, hasta el momento en que estén listos para la reencarnación. Es la forma en que nuestras almas son reutilizadas, y nos permiten volver a la vida –le explicó ella, un tanto melancólica-. Pero las aguas del Río Lethe… solo funcionan con los muertos. Mientras tengamos vida, el efecto es menor. Las memorias se vuelven difusas y confusas, pero no se pierden. Cuando aterrizaste en el Santuario de Eris tras realizar el Salto de Cosmos, lo más seguro es que hayas corrido con la mala fortuna de caer dentro del río, y al emerger… confundieras a Harmonía con tu madre. Dime Hyoga… ¿recuerdas tu entrenamiento de Caballero de Bronce? Seguramente hay algo allí… que te haga recordar a tu verdadera madre. Dijiste que convertirte en un Caballero de Athena era la llave para poder volver a ver a tu madre… ¿qué significa eso? –preguntó Kyoko, agotada, y con la cabeza colgándole.

-Bajo el entrenamiento del Maestro Camus, buscaba fortalecer mi cosmos para que este me ayudara a combatir las inclemencias del lugar donde mi madre se encontraba sepultada –le respondió Hyoga, recordando sus días de entrenamiento-. Recuerdo que era un lugar profundo y oscuro. Probablemente el Inframundo. Después de todo, mi madre había fallecido –comentó él.

-¿De qué murió tu madre? –preguntó Kyoko, intentando acomodar sus ideas. Hyoga se molestó un poco por la pregunta- Por favor… es importante… ¿de qué murió tu madre? Seguro si lo recuerdas, conectarás los puntos, y sabrás la razón de tu entrenamiento –le pidió ella débilmente.

-No lo recuerdo… -aceptó Hyoga, y aquello lo molestó-. No… debería de recordarlo… ¿cómo podría olvidar la razón de mi entrenamiento? Era para ver a mi madre, pero, ¿dónde estaba ella? Incluso si el Inframundo estuviera bajo el agua, no podría nadar hasta el mismo, esa no es la forma de llegar allí… espera… nadar… -recordó Hyoga, el lanzarse al agua congelada, el intentar sobrevivir a una corriente, los regaños de Mii y de Isaac, las quejas y castigos de Cristal y de Camus, y la preocupación de una joven rubia, cuyo nombre resonó con fuerza-. ¿Natassia? Recuerdo a una de mis compañeras de entrenamiento… su nombre era Natassia, el mismo nombre de… mi madre… Harmonía no es mi madre… mi madre… la razón por la que yo entrenaba… -se tomó la cabeza Hyoga, y recordó poder bajar hasta un barco en las aguas de Siberia, y visitar a una bella mujer que permanecía hermosa pese al tiempo, descansando en una cama de rosas congeladas-. Mamá… mi verdadera madre… ella… descansa eternamente… dentro de un barco hundido en Siberia. No soy el hijo de Harmonía, ni el Guardián del Templo del Olvido, realmente caí en el Río Lethe, ya por fin lo recuerdo… oh no, Kyoko… por fin puedo reconocerte, eres la discípula de Milo, el Caballero Dorado con el cual mi Maestro Camus tiene una buena amistad. Nos hemos visto antes, como discípulos de nuestros respectivos maestros… -se horrorizó Hyoga por su estado físico.

-Que bien… ya me recuerdas… -mencionó Kyoko, desplomándose en el suelo nuevamente. Hyoga, preocupado, la levantó y la acomodó contra una de las columnas del Templo del Olvido-. Tengo que llegar ante Shoko… debo decirle… la verdad… y salvarla… -lloró Kyoko, desesperada.

-Yo mismo te llevaré ante ella, lo prometo –le comentó Hyoga. Kyoko asintió, agradecida-. Pero antes de hacerlo, deberíamos restaurar tus sentimientos también. Así como restauraste mis memorias. ¿Qué debo hacer? –preguntó él.

-No hay nada que puedas hacer… mis sentimientos… regresarán con el tiempo… al menos eso espero… -le explicó ella con debilidad-. La razón por la que recuperaste tus memorias… es la misma por la que yo recuperé las mías… la verdadera Seed que debería proteger el Templo del Olvido, debe haber muerto. Su dominio se debilitó, y lograste recordar –dedujo ella-. En cuanto a los sentimientos… probablemente es porque fueron 5 los que perdí… o tal vez porque perdí el interés en ellos en el momento en que me los arrebataron. Sea cual sea la razón… no me importa recuperarlos… en realidad… creo que estoy mejor sin ellos. Después de todo… sería una terrible desventaja… si continuara sintiendo miedo contra mi padre… eso significaría que no podría enfrentarlo… -le comentó ella, sonriente pese a lo apagado de su mirada.

-Kyoko… -comenzó Kiki, temblando de miedo. La Saintia percibió su temor, y se viró para verlo con una sonrisa-. Tu padre… cuando enfrentaste a Toki, el sentimiento que pulverizó fue tu miedo por él… tu padre entonces… ¿es quien creo que es? –preguntó Kiki.

-No es justo Kiki… -lloró Kyoko, preocupando al Muviano-. No me agrada que uno de los pocos amigos que me quedan… me odie por esto… pero… supongo que sería egoísta seguirlo ocultando… verás… mi padre… es el enemigo juramentado de mi Maestro Milo… si él es el Anti-Ares… -le comentó ella, Kiki se horrorizó.

-¿Ares? –dedujo Kiki. Kyoko bajó la cabeza, y asintió- No… no puede ser… ¿estás segura? Podrías estarte confundiendo, te dieron muchos golpes en la cabeza. No es posible que seas la hija de Ares. Eso significaría que tú y tu hermana Shoko son… -comenzó Kiki preocupado.

-Semi-diosas… –enunció Kyoko, recordando a su madre Olivia, quien lloraba todas las noches de dolor, mientras su discípulo, Aeson, cuidaba de Kyoko a sus escasos dos años de edad-. Mi hermana Shoko y yo… la razón por la que somos Estrellas Malditas… -continuó Kyoko, mirando al cielo, y notando que el portal de llamas por fin escupía un cometa dorado de dentro del mismo-. Es porque el padre de ambas… es Ares… Maestro Milo… ¿qué pensará de mí cuando se entere…? –lloró Kyoko, el cometa dorado se estrelló, y todo el Santuario de Eris se estremeció por su llegada.

-Kyoko… -comenzó Hyoga, Kyoko solo continuó llorando, sufriendo el haber descubierto la verdad- ¡Levántate Kyoko! ¡La identidad de tu padre no define quien eres en realidad! –continuó Hyoga. Pero el dolor que sentía Kyoko en ese momento, le era indescriptible- Bien… entonces voy a llevarte yo mismo –la levantó Hyoga, cargándola como a una princesa, mientras Kyoko se abrazaba a sí misma, dolida, y deprimida-. Kiki, ¿crees poder guiarme a esa explosión? Por lo que entiendo, si uno se distrae dentro del Jardín del Edén, podría perderse en la neblina –le comentó el del Cisne.

-Yo… no estoy muy seguro… hace un rato perdí la conexión mental con mi Maestro Mu –le explicó Kiki. Hyoga se mordió los labios ante aquel comentario-. Podría intentarlo, pero… yo realmente no puedo sentir el cosmos más que a dos metros por enfrente de mi nariz –le explicó él. Mas entonces, el grupo escuchó un graznido, y encontró a un Pavorreal de cosmos que los llamaba desde la salida del Templo del Olvido-. ¿Un pavorreal? ¡Mayu! –exclamó Kiki, Hyoga se viró para verlo con curiosidad- Mayu, quiero decir, Mayura de Pavorreal, ella es… bueno… digamos que mi maestro estaba enamorado de ella desde que era su niñera, lo que ahora que lo pienso, es perturbador, pero no puedo quejarme si a mí también me gusta una persona mayor a mí… -terminó Kiki, Hyoga lo miró con molestia-. No voy a decirte quien es… -admitió él.

-Olvídalo, puedo darme una idea, y es un pésimo momento para esta conversación –se molestó Hyoga. Kiki solo sacó la lengua de manera juguetona. Hyoga volvió a posar su atención en el Pavorreal de cosmos-. Parece que quiere guiarnos. ¿Confías en esta mujer? –preguntó él.

-El Maestro Mu moriría por ella, lo cual me molesta, tengo una política muy estricta en contra del auto-sacrificio –le respondió el Muviano-. Pero a falta de una mejor idea. Supongo que es lo único que nos queda –terminó Kiki. Hyoga se mordió los labios, pero asintió, y comenzó a correr detrás del Pavorreal de cosmos.

Templo del Dolor.

Mientras Hyoga, Kyoko y Kiki continuaban en el Templo del Olvido, Milo terminó estrellándose junto a Rigel en el Templo del Dolor, el sexto de los Templos del Conflicto, que presumía un Árbol del Conflicto cuyas ramas estaban repletas de flores de Caléndula, una flor anaranjada similar a un girasol, pero más esponjosa en sus pétalos.

-Para ser mi primer aterrizaje en un campo de flores… siento que pudo haber terminado mejor –se quejó Milo. El impacto en los Jardines de Caléndulas había sido tan fuerte, que incluso algunas flores habían terminado por encajarse en sus brazos, arrebatándole algo de su sangre-. Inaudito… comienzo a respetar un poco mejor a Afrodita. Herido por unas flores –se quejó el de Escorpio, arrancó las mismas, y caminó imponente en dirección a Orión, perforado en todo su cuerpo por 14 Agujas Escarlata-. Imaginé que intentarías algo tan ridículo como intentar mantenerme atrapado en tu dimensión, pero el resultado sigue siendo el mismo. Tenga o no tenga el cosmos reducido hasta en un 40%, mi victoria quedó marcada desde el momento en que clavé mi primera aguja –le explicó Milo, mientras Rigel lograba incorporarse-. Aunque admiro tu resistencia al dolor. Ciertamente estás entre los más poderosos de los Caballeros de Plata, aunque permíteme corregir eso ultimo… estabas… ahora no eres más que un traidor, y yo no muestro piedad ante los traidores. Así que, prepárate, Orión. Es hora de que te reúnas con Hades. No olvides decirle quien te envió con él –agregó Milo, mientras Antares brillaba en su uña, y Rigel miraba a la Estrella Maldita con desprecio.

-No eres digno de ser un Caballero Dorado, Milo de Escorpio… has irrespetado a la Diosa Athena al reclamarla de tu propiedad –lo insultó Rigel. Milo lo observó con detenimiento, y apagó su aguja-. Así es… conozco tu secreto. No hay mayor vergüenza que la atrocidad que has cometido. Los Dioses van a castigarte, eso tenlo por segu… -comenzó Rigel, cuando Milo lo tomó del cuello, y lo alzó mientras le estrujaba el mismo.

-Así que, algunas malas hierbas se enteraron de mi crimen –comenzó Milo, divertido-. Aunque déjame decirte una cosa, Rigel, con Orión como Constelación, eres el menos indicado para juzgarme. ¿O no fue el Gigante Orión el que pensaba aprovecharse de Artemisa? Pienso que estás siendo un tanto injusto en compararme contigo, ya que lo mío, es consensuado –lo soltó entonces Milo, Rigel ya vomitaba sangre por el tremendo agarre de Milo-. Pero, de todas formas, no me importa lo que se diga de mí. Indudablemente lo mejor sería mantener mi crimen en secrecía por el bien de mi Diosa Athena y todo eso, y mantenerlo en secreto es justo lo que planeo hacer. Después de todo, estoy por silenciarte para siempre. Pero antes de que te vayas al Hades, aquí te va un pequeño secreto. La única diosa en la que creo, es Athena. Lo que digan Eris, el imbécil de Ares, o cualquier dios que quieras ponerme enfrente, me tiene sin cuidado. Yo los enfrentaré a todos, sin importarme nada que no sea Athena. Así que vele con el chisme a quien quieras en el Inframundo, los estaré esperando para volver a mandarlos a la pocilga de Hades. Ahora muere… -alzó su uña Milo, esta brilló intensamente de escarlata, Rigel se mordió los labios y cerró los ojos, la aguja de Milo bajó, pero el de Escorpio no logró concretar su ataque a tiempo.

-¡Descenso Infinito! –resonó la voz de Deimos, y Milo de pronto fue afectado por las energías de gravedad aumentada, y estampado al suelo frente a Rigel, quien conservó la vida por el de Escorpio haber sido atacado a traición- Parece que tu monologo me dio el tiempo exacto para llegar y meterme contigo. Ahora sé cómo debió sentirse Cronos estando tan cerca de matar a Athena, solo para ser interrumpido –se burló Deimos. Milo se fastidió, y comenzó a pararse usando su cosmos, Rigel para entonces ya había retrocedido y recobrado su pose de batalla-. Puedes estar tranquilo, Argea del Dolor. El de Escorpio y yo tenemos asuntos pendientes –comentó él.

-Dios del Miedo… -se quejó Milo, irguiéndose nuevamente-. Comprendo su impaciencia, mi señor. Es obvio que desea pasaje al Inframundo cuanto antes. Pero, aunque lo considero una presa mucho más satisfactoria de perseguir que Orión, tendrá que esperar su turno. Su divinidad no le da derecho a pisotear a los demás, así que, me temo que defenderé el derecho de Orión de llegar al Inframundo primero –amenazó Milo.

-Vaya, que considerado. Siempre el defensor de los más débiles, ¿no es así? –preguntó Deimos divertido. Rigel por su parte, comenzó a sentirse menospreciado, e incluso miraba a Deimos con molestia-. Pero me temo que voy a tener que insistir. Tras perder a 3 de las 9 Seeds, ¿puedes culparme? Además, Eris lo prometió. Argea tendría la oportunidad de reclamar a su amor verdadero, y ella está a dos templos de llegar aquí. Así que no puedo permitirte asesinarlo –sonrió Deimos, materializando en sus manos una Urna de Bronce.

-No recuerdo necesitar de tu permiso para ejecutar a un miserable traidor –volvió a reunir su aguja Milo en su uña, y se preparó a dispararla en dirección a la Seed-. Despídete, Rigel… no volverás a ver a Kyoko en esta vida. ¡Aguja Escarlata! ¡Antares! –intentó disparar Milo, la aguja salió errática de su dedo, dirigiéndose peligrosamente a Rigel, pero está en lugar de llegar al de Orión a destruirle el cosmos, fue tragada por una fuerza gravitatoria que encontraba su origen en la Urna de Bronce de Deimos al ser destapada, y jalaba tanto a Milo como a su aguja dentro de esta- En verdad que eres molesto, Dios del Miedo. Demasiado considerando que eres solo un ridículo Dios Menor a quien no se le rinde tributo –insultó el de Escorpio.

-Y, aun así, soy más dios de lo que tú jamás llegarás a ser, Milo de Escorpio. ¡Subestimas sobremanera el poder de los Dioses Menores! ¡Y te lo demostraré torturándote dentro de la Prisión de los Alóadas! –continuó Deimos. Un par de cadenas de bronce salieron de los interiores de la urna, una atándose al cuello de Milo, la otra a su brazo derecho, tirando del de Escorpio, quien no podía liberarse de la misma pese a su cosmos-. Es inútil, Milo de Escorpio. ¿Qué posibilidades tiene un simple Caballero Dorado de escapar de dentro de la prisión en que Ares fue apresado durante 13 años hasta su rescate? ¡La Prisión de los Alóadas! –intensificó la presión de la urna Deimos. Más cadenas salieron de los interiores de la misma, y apresaron el otro brazo, las piernas, y la cintura del de Escorpio, aunque Milo aún lograba mantenerse firme gracias a la fuerza de su cosmos- Necio. Aunque de cualquier forma predecible. Tienes mi permiso de asestar un último golpe, Argea del Dolor –se burló Deimos. Milo intentó virase y preparar su aguja.

-Con todo gusto, amo Deimos… espero que sea un golpe de consecuencias fatales. ¡Supernova Cósmica Final! –reuniendo flamas oscuras en sus manos, Rigel liberó su último ataque, este estalló en un cometa de fuego negro que se dirigió a Milo a gran velocidad. El de Escorpio en respuesta, tiró de su mano aún encadenada y apuntó con su uña.

-¡Antares! –atacó Milo momentos antes de recibir el poderoso ataque de Rigel, que rodeó todo el cuerpo de Milo, quemándolo con las flamas negras, y empujándolo dentro de la Urna de Bronce, misma que Deimos cerró.

-Realmente es un fastidio –se burló Deimos, incluso sacudiendo la urna con fuerza, como si pudiera golpear al de Escorpio contra las paredes de la misma-. Ahora voy a tener que revivirte. Que molesto –prosiguió Deimos, caminando hasta donde Rigel vomitaba sangre envenenada-. Oh, así que todavía te quedan fuerzas. Pero con tu cosmos destrozado a este nivel, morirás de cualquier forma si no me permites presionar tu centro sanguíneo para depurar la sangre. Quédate quieto –pidió Deimos, clavando sus dedos en el Centro Sanguíneo de Rigel, y comenzando a extraer su sangre envenenada-. La verdad es que ha sido una fortuna el que haya llegado a tiempo para salvarte, Argea. Ya que Milo de Escorpio no te mató una, sino tres veces. Realmente, no eres rival para él, lo que me parece patético considerando su estado debilitado, y la fortaleza que te otorgaron las otras Seeds. Ustedes los Phantoms, Seeds y Dríades, resultaron ser demasiado decepcionantes. Pero descuida… yo terminaré con Milo de Escorpio por ti –volvió a abrir la Urna de Bronce Deimos, siendo absorbido por la misma, y dejándola caer frente a Rigel, quien azotó el suelo con fuerza sintiéndose un inútil.

Templo de la Traición.

-Maestro… Milo… -comenzó Kyoko aún en brazos de Hyoga, quien deambulaba por la neblina cargando a la de Equuleus y con Kiki muy cerca de él, mientras el grupo seguía al Pavorreal de cosmos entre la neblina, en dirección a un Arco de Piedra que comenzaba a divisarse dentro de la misma-. Sentí el cosmos del Maestro Milo… incinerarse y desaparecer… -insistió ella.

-Guarda la calma, yo también lo sentí. Tal parece que mientras más tiempo permanece uno rodeado de las Energías del Conflicto, más se le facilita el sentir el cosmos de los demás –concluyó Hyoga, concentrado en llegar hasta el arco de piedra-. Puedo sentir más cosmos alrededor de nosotros, uno me parece muy peculiar. Es poderoso, como el de un Caballero Dorado, pero débil al mismo tiempo, como el de un moribundo –le explicó Hyoga.

-Aioria… -dedujo Kyoko, y tras hacerlo, sintió la mano envuelta en oro posarse en su hombrera. Kiki saltó del susto, Hyoga en un principio pensó en subir sus defensas, pero tras notar al de Leo, se tranquilizó-. Sigues con vida… me alegra… -sonrió Kyoko.

-No pareces muy alegre –le apuntó Aioria, y entonces se viró para ver a Hyoga y a Kiki-. Me alegra que pasaran por aquí. No sé cuánto tiempo he estado perdido en la niebla, comenzaba a pensar que jamás saldría… seguramente las Seed ya me daban por muerto, y realmente estuve al borde de la muerte. De no ser porque lograste derrotar a aquella Seed a tiempo, probablemente ya no estaría vivo en estos momentos –le comentó él. Kyoko se sorprendió por lo que escuchaba-. Realmente has hecho la diferencia en esta guerra. Como Hyoga mencionó, mientras más tiempo pasamos dentro de las Energías del Conflicto, más se nos facilita el sentir el cosmos. Pude sentir toda tu batalla, es gracias a ti que seguimos con vida –aceptó él.

-Yo no hice nada especial… solo… cumplí con mi deber a con Athena –aceptó ella. Aioria asintió, y siguió al Pavorreal junto al resto a pasar por el arco de piedra, y tras haberlo atravesado, fueron recibidos por el cuerpo de Seiya siendo lanzado en contra de la pared del arco, donde el de Pegaso terminó por desplomarse sobre las flores de Crisantemo.

-¡Seiya! –exclamó Aioria, intentando correr hasta donde Seiya se encontraba, pero sintiendo un cosmos agresivo, y saltando a tiempo para evadiré una esfera de relámpagos negros, mismos que molestaron a Aioria- Galan… tú… realmente te has convertido en una Seed. ¿Por qué nos has traicionado? –preguntó Aioria furioso.

-A la única persona que traicioné, Amo Aioria, es a mí mismo, aquel día en que acepté sin queja alguna el castigo de Shion por el hurto de la medicina que requería para salvar a mi madre –se quejó Galarian. Aioria tan solo lo miró con tristeza-. Y hablando de traiciones. ¿Cómo se siente haber utilizado a Lithos de la forma en que lo hizo? La pobre no dejaba de llorar mientras me confesaba el cómo su corazón se había destrozado al descubrir que usted realmente no la ama, y que ella no es más que una promesa que se ve obligado a cumplir –se burló él.

-Basta Galan, no voy a escuchar tus tonterías –le comentó el de Leo, preparando sus puños-. Sé que no eres más que una sombra de tu verdadero ser. El verdadero Galan, quien fue mi maestro, no hablaría de esa forma de nadie. Así que terminemos con esto para enviarte a una tumba en la cual puedas reflexionar –le apuntó Aioria. Más el de Leo notó la mano envuelta en ropaje de Bronce que lo detenía-. ¿Seiya? –preguntó el de Leo.

-Aioria… consigue a tu propio oponente… yo no he terminado con él todavía –recriminó Seiya, preparando los puños-. Sé que Galarian Steiner fue tu maestro, además de un gran amigo de Aioros. Pero es mi oponente, no pienso abandonar este combate –aseguró el de Pegaso.

-Mientras más tiempo perdamos más gente morirá por las Energías del Conflicto que rodean al mundo –agregó Hyoga-. Apoyo la idea de Seiya de dejarle encargarse. Conozco a Seiya, hemos entrenado juntos desde la Nueva Titanomaquia. Puedo asegurarte Aioria, que Seiya es de fiar y que se encargará de preservar la memoria de Galan –le aseguró Hyoga.

-No es como que tengas muchas alternativas de todas formas, Aioria –se burló Galan-. Pues verás, he recibido instrucciones muy específicas. Dejar a Equuleus, al Cisne, y al Muviano, pasar. Y permitir que Phobos, el Dios de la Derrota, termine con tu patética existencia. Adelante, su majestad –reverenció Galan.

-¡Vórtice Desafiante! –escuchó Aioria, sintió los vientos, y empujó rápidamente a Hyoga y a Kyoko a un lado, adelantándose él mismo para servir de escudo para Kiki, antes de ser lanzado por los aires, y estrellarse en el césped.

-Oh vamos, no puedes morir todavía –se burló Phobos, materializándose frente a Aioria, quien lo miró desde abajo con cierta debilidad. Phobos, el Dios Menor de la Derrota, había llegado con su cuerpo completamente restaurado, y con su Fruto del Caos en la mano, una manzana negra con savia de plata entremezclada y seca en su corteza-. Aún tenemos tiempo de jugar. ¿No lo crees Leo? ¡Sometimiento del Miedo! –atacó Phobos, lanzando un puñetazo de cosmos oscuro, que penetró en la frente de Aioria, y forzó a todo su cuerpo a estallar en energía del cosmos oscura, que lanzó al de Leo un par de metros hacia atrás, dejándolo tendido con los ojos temblándole por las imágenes que ahora recorrían su mente.

-¡Aioria! –gritaron Kyoko, Hyoga, Seiya y Kiki al unísono. El de Leo reaccionó con debilidad, incorporándose, y mirando a Phobos con un gruñido atorado en su garganta- Debemos ayudarlo… -pataleó Kyoko, queriendo que Hyoga la bajara, pero el del Cisne no se lo permitió.

-No estás en condiciones de hacer nada –le insistió Hyoga-. Además, los Caballeros de Athena confiamos los unos en los otros. Así como le he mencionado a Aioria que debe confiar en que Seiya se encargará de aquella Seed, lo mismo ocurre con Aioria. Debemos darle nuestra confianza de que puede derrotar a un Dios Menor como Phobos –resumió Hyoga.

-Me sorprende la confianza con que dices esas cosas, Hyoga, es algo típico de los Acuario supongo –se repuso Aioria tras su broma, parándose bien erguido y con el pecho de fuera-. Pero no es mentira tampoco. Tu Maestro Camus diría que los sentimientos son inútiles en una batalla… desconozco hasta qué punto debería estar de acuerdo con él, pero hay algo de lo que sí estoy seguro. Galan, mi Maestro Galarian Steiner, falleció defendiendo a Athena. Tú no eres él, solo eres una sombra de quien él solía ser, y tengas o no el cosmos de un Caballero Dorado… tengo plena confianza en que el discípulo de Aioros… como todo leal Caballero de Athena… no se rendirá hasta crear su milagro. Desentraña los conocimientos del Séptimo Sentido y ayuda a mi Maestro Galan a regresar al mundo de los muertos Seiya… -pidió Aioria. Seiya asintió, aceptando la confianza de Aioria-. En cuanto a ti… Phobos… deberíamos buscar un mejor lugar para que pueda borrarte esa ridícula sonrisa de tu rostro –le apuntó el de Leo.

-Me leíste la mente, Leo –enunció Phobos, materializando tres argollas doradas con su cosmos-. Da la casualidad de que ya he elegido el lugar donde pasarás la eternidad. ¡Prisión del Cielo! –lanzó las tres argollas Phobos, lanzándose él también con el puño en alto para atacar a Aioria, quien primero se concentró en las argollas que volaban a su alrededor como si tuvieran mente propia, pero al notar lo peligrosamente cerca que se encontraba Phobos, se decantó por concentrarse en él, y bloqueó su ataque con su mano. Phobos sonrió, una de las argollas entonces se abrió y atrapó el puño de Aioria, quien intentó romper la misma con su otra mano, pero lo único que consiguió fue que la argolla volviera a abrirse y atraparle ambas manos juntas.

-¿Qué Espectros? –se quejó Aioria, Phobos se burló, Aioria rugió y estampó ambos puños al unísono en el mentón del Dios Menor de la Derrota, lo que enfureció a Phobos- Si crees que simples argollas van a detenerme, no conoces la extensión de mi determinación. Mis colmillos siempre están bien afilados, este bozal no significa nada –forcejeó Aioria, estirando la argolla. El otro par de las mismas, sin embargo, se ancló a cada uno de sus tobillos, creó una cadena de oro, y materializó dos pesados yunques, uno a cada extremo de Aioria-. ¿Qué es esto? –se quejó el de Leo, cuando sintió la argolla que atrapaba a sus manos estirarse, abriendo un portal en el cual las manos de Aioria seguían atrapadas por una energía de cosmos, y estirando el cuerpo de Aioria hasta tragárselo.

-¡Aioria! –gritó Kyoko preocupada, mientras la argolla principal regresaba a manos de Phobos- ¿Qué le has hecho? ¿¡A dónde lo has enviado!? –enfureció la de Equuleus, mientras Phobos jugaba con la argolla como si lanzara una moneda.

-Lo he enviado a la Prisión del Cielo. Cada uno de nosotros los Dioses Menores, tiene acceso a una prisión distinta. La Prisión de la Concordia, la Prisión de los Alóadas, y la Prisión del Cielo, cada una existiendo fuera de esta realidad, y siendo accesible únicamente mediante tres artefactos: El Collar de Harmonía, la Urna de Bronce, y las Argollas Celestiales –le explicó Phobos, sonriente. Kyoko enfureció, se empujó lejos de brazos de Hyoga y cayó al suelo, Kiki se apresuró a ayudarla a incorporarse-. Ah, estás molesta, pero ya te lo ha dicho Galan, a ti y a tu pequeño grupo los esperan en el Templo del Dolor, pero si quieres ver al patético de Leo, y a los condenados de Aries y Escorpio, solo basta con mirar arriba –le comentó el Dios de la Derrota.

-¿Mirar arriba? –preguntó Kyoko, alzó la vista, y entonces los vio. El cielo del Santuario de Eris, siempre mostraba un cielo despejado y hermoso, no importaba la hora del día fuera del mismo, en el Jardín del Edén siempre era de día, y su cielo se mantenía uniforme. Pero en ese momento, tres representaciones de cosmos eran visibles de tiempo en tiempo, traídos por una especie de aurora que brillaba en esos momentos, trayendo consigo pequeños destellos de tres prisiones, que llegaban tan rápido como se iban, pero que Kyoko logró ver de todas formas.

Encadenado de cuello, brazos y tobillos, se encontraba Mu en una isla flotante en medio del espacio y la nada. Los grilletes que lo rodeaban no estaban cerrados, más bien estaban incrustados, como si le hubieran atravesado las extremidades al Muviano, antes de dejarlo a la deriva en su prisión flotante en el cosmos.

El siguiente al que Kyoko logró ver, fue a Aioria. La prisión en la que se encontraba era más luminosa, el sol de un eterno mediodía le golpeaba el rostro, estaba atado por aquellas argollas, que esta vez presumían puntas afiladas atravesándole ambos antebrazos y saliendo por ambos extremos, mientras lo colgaban aparentemente de las nubes, causándole a Aioria un inmenso dolor, mientras de sus tobillos, también perforados, caían dos yunques atados a cadenas de oro.

La ultima prisión que Kyoko logró ver involucraba a Milo, atravesado de muñecas y tobillos también por cadenas, solo que estas cadenas estaban rodeadas de serpientes que mordían el cuerpo de Milo, liberando de su sangre. Las cadenas estaban conectadas a dos columnas suspendidas en la oscuridad de un calabozo subterráneo, o al menos, Kyoko pensó que eran columnas en un inicio. Pronto se dio cuenta de la verdad, las cadenas realmente estaban clavadas a dos gigantes, quienes estaban encadenados a sus propias columnas mientras serpientes también mordían a los mismos, forzándolos a gemir de dolor, moverse, y estirar aún más las cadenas de Milo, que gritaba de dolor por la tortura que recibía.

-¡Señor Mu! ¡Señor Aioria! ¡Maestro Milo! –gritaba Kyoko horrorizada, mientras Phobos reía con fuerza, y accionaba a la argolla nuevamente, esta creció y comenzó a absorberlo a él también- No van a derrotarlos, ustedes no tienen idea de con quien se meten –amenazó Kyoko.

-Por supuesto que sabemos a quienes torturamos. A ellos quienes han asesinado a Dioses –le respondió Phobos, mientras se desvanecía tragado por la Argolla Celestial-. Y como asesinos de Dioses que son, obviamente merecían ser encerrados en las prisiones que se crearon específicamente para mantener a los Dioses encerrados. Ellos jamás saldrán de allí, ¡ajajajajaja! –terminó Phobos, desvaneciéndose frente a los ojos llorosos de Kyoko.

-Bien, ahora que eso ha quedado resuelto, y que las molestias han sido eliminadas –interrumpió Galan, preparando su cosmos-. Es tiempo de que los Caballeros de Bronce entiendan que su sola existencia es inútil. ¿Cómo podrían ustedes marcar la diferencia donde los Caballeros Dorados no han podido? ¡Desaparezcan! ¡Persecución de las Furias! –enunció Galan, atacó al grupo, y rodeó al Templo de la Traición por una explosión descomunal.

Templo del Engaño.

-Aries ya ha perdido su Dunamis… -comenzó Eris. Frente a ella flotaba un Tablero de Ajedrez, con 12 piezas doradas en el mismo, incluyéndose a la de Sagitario, derribada y en una pileta de descarte, misma en la que Eris en esos momentos colocaba a Aries-. Tauro y Géminis también han perdido sus Dunamis –continuó ella, tumbando más piezas y colocándolas en la pila de descarte-. Cáncer aún lo mantiene, pero pronto lo forzaré a perderlo –evadió Eris la pieza del mencionado, y tumbando la que seguía después de esta-. Leo y Virgo han perdido sus Dunamis, pero Libra se mantiene fuerte –continuó ella, llegando a una pieza que despreciaba, evidente por su mirada de molestia-. Escorpio apenas lo mantiene, pero encerrado como está en la Prisión de los Alóadas, es cuestión de tiempo para que lo pierda –continuó ella, deseosa de lanzar a la pieza de Escorpio a la pila de descarte, pero deteniéndose-. Sagitario… -continuó ella, mirando a la flecha en el suelo-. Su Dunamis ha abandonado a la Armadura Dorada… pero quien se mantiene fuerte en estos momentos… es Capricornio… -observó la pieza Eris, esta brillaba con un cosmos propio-. Lo mismo ocurre con Acuario, no así con Piscis, quien ya perdió su Dunamis –terminó de acomodar su tablero Eris, observando que solo se mantenían las piezas de Cáncer, Libra, Escorpio, Capricornio y Acuario en el tablero, y entonces giró el mismo, mostrando sus propias piezas. Tres piezas negras, que representaban a los Daimones, de la cual seleccionó una, y la colocó frente a la pieza de Escorpio-. Me sobran piezas en el tablero –enunció Eris, un tanto melancólica, mirando entonces a 3 piezas rojas como la sangre, en la pila de descarte permanecían 4 piezas-. Incluso si solo me quedan 3 Dríades, con ellas me es suficiente para enfrentar a Cáncer, Libra y Capricornio –continuó ella acomodando las piezas, y por ultimo mirando a las piezas de árboles que le quedaban, como pequeños peones esmeraldas, permaneciendo 6, mientras 3 se encontraban en la pila de descarte-. Una Seed, es suficiente para enfrentar a Acuario… realmente… me sobran bastantes piezas… -miró Eris en dirección a la reina de su tablero, misma que la representaba a ella misma, del otro lado con las piezas doradas, la reina de marfil permanecía de igual manera, representando a Athena-. Jaque… Diosa Athena… el Rey Negro pronto llegará a este mundo, no hay nada que puedas hacer para evitarlo –se fastidió Eris, cuando en su tablero, peones de colores se materializaron de la nada-. ¿Qué? ¿De dónde salieron estos peones? –se preguntó Eris, curiosa, eran 6 peones en total, 5 de colores brillantes, uno de plata.

El Santuario. Templo de Athena.

-¿Te gusta jugar ajedrez, Eris? –comenzó Saori, sonriente. Frente a ella, la imagen de una sorprendida Eris se había materializado con todo y su trono, notando la diosa el cómo Saori comenzaba a jugar con los peones y los acomodaba en el tablero de ajedrez, como si el tablero mismo perteneciera a las dimensiones de ambas- Piensas que eres la estratega por excelencia, ¿no es así? Pero ni mis Caballeros Dorados han caído, ni estoy desprovista de guerreros. El tablero, se parece más a esto –terminó Saori de acomodar el tablero de ajedrez, con Tauro, Géminis, Virgo y Piscis acomodados frente a ella, justo como en ese momento se encontraban los 4 propietarios de sus Armaduras Dorados frente a cada uno de los piares de luz que representaban a los Epicentros del Caos-. Incluso mis peones son fuerzas a tomar en cuenta, harías bien en considerarlo –frente a los árboles, permanecían los peones de diferentes colores, cada uno representando a un Caballero de Bronce, salvo un peón de Plata.

-Así que por fin comienzas a despertar rasgos de tu divinidad, Athena… aprender la Proyección Astral en un estado tan debilitado es algo impresionante, te concedo ese reconocimiento –admitió Eris, divertida, por fin recuperándose de la apatía que hasta esos momentos la había embargado-. Pero explícame una cosa. Tus peones, tienen la forma del Dragón, el Cisne, Andrómeda, Fénix, y Pegaso, pero este peón de aquí, el Pavorreal de Plata, no debería siquiera estar en el tablero –golpeó Eris el peón del Pavorreal con sus dedos, que cayó a la pila de descarte, Saori bajó la mirada por aquello, pero asintió-. Además, con las nuevas piezas en el tablero podría parecerte que las cosas están equilibradas. Mis tres Dioses Menores torturan a tus tres Caballeros Dorados predilectos, las tres Dríades que me quedan, se enfrentarán a Cáncer, Libra y Capricornio. Y un Caballero Dorado y 5 de Bronce, igualan las cosas contra mis 6 Seeds restantes. Ante tus ojos tal vez nos encontramos en igualdad de condiciones, pero no estás contando con algo. Pronto los Frutos del Caos madurarán, y Ares llegará a este mundo. ¿Cuál sería tu respuesta a eso? –preguntó Eris curiosa.

-Para Ares, probablemente no tenga algo en estos momentos –admitió Saori. Eris se regocijó divertida-. Yo planeo mis encuentros una pieza a la vez. Y la pieza en la que tengo que concentrarme, no es el rey negro, sino más bien la reina negra… y la pieza para derrotar a la reina negra, es Equuleus –colocó su última pieza Saori en el tablero, materializando a una pieza de caballo de un azul metálico, misma pieza que molestó a Eris-. Escúchame bien, Eris… no hay pieza más fuerte en mi orden… no es la forma en que los Caballeros de Athena mantienen el orden. Ninguna de mis piezas sobra en mi tablero, todas son importantes, y Equuleus lleva consigo toda mi esperanza… ella va a detenerte… es una promesa… -declaró Saori. En medio del tablero, la pieza del Caballo comenzó a brillar en un tono dorado muy llamativo, mismo que impresionó a la Diosa de la Discordia que presenciaba su transformación.

Santuario de Eris. Templo de la Traición.

-¡Meteoros… de Equuleus! –en medio de la explosión del ataque de Galan, una luz de cosmos intensa se levantó tras un puñetazo de Kyoko, que rebosaba de energía de cosmos mientras una pulsera de flores guiaba el cosmos de la Saintia de Equuleus hasta las estrellas. La fuerza de cosmos de Kyoko fue tan alto, que su armadura ahora brillaba de dorado, lo que fue algo incomprensible para Galan, quien se sobresaltó por el alcance del cosmos de la Saintia- Galarian Steiner… recibiste una orden… obedécela, o me encargaré de fulminarte… -amenazó Kyoko, su cosmos rebosante y violento-. Saori me dio el mejor regalo de todos, la esperanza de que podría Cambiar mis Estrellas… pero no eres tú frente a quien debo cambiarlas. ¿¡Me escuchaste Eris!? ¡Voy a recuperar a mi hermana cuésteme lo que me cueste! –y con aquella promesa en su corazón, el brillo de los ojos de Kyoko regresó.