Y aquí seguimos, y tirando pestes con la interfaz de Fanfiction que no me registra los reviews, de no ser por el servidor de correos chismoso que me avisa que me mandaron reviews, me deprimía pensando que ya no me quiere. En fin, en esta ocasión dispongo de poco tiempo para dejarles un disclaimer, así que me concentraré más en contestar los reviews tras decir que en la votación sobre la Saga de Ares vamos de la siguiente manera:
2 Lost Canvas vs Next Dimension 0
Y sí, sé que en realidad son 3 por Lost Canvas, pero no review, no voto, no se vale pedirme las cosas por Whatsapp o PM. Así que tenemos un voto nulo para Lost Canvas.
Chelixaamusca: Jajaja si te gustó la frase célebre de Mephisto de Cáncer espérate a ver la de Hyoga que también se coló en este capítulo, me dices si entendiste la referencia. Camus va a seguir sufriendo la pérdida de Hilda de aquí a que termine la Saga de Eris, así que tenemos a Camus emo para rato. En fin, no hablaré de futbol mi querida champion, porque luego salimos peleados, disfrute su campeonato.
Josh88: Técnicamente hablando debiste ver la muerte de Hilda venir, siendo que ella no aparece en GD original, pero sí entiendo tu punto. Sobre Poseidón, no considero que haya tenido empatía por la humanidad al tomar su decisión, más bien para él fue una decisión inteligente y en su perspectiva, piadosa, aunque al mismo tiempo fue manipulado por Eris, por eso del brillo dorado en sus ojos. Sobre Mephisto, sus técnicas existen, algunas son de los videojuegos como las Flamas Azules Demoniacas del Praesepe, o de Episodio G Assasin como los Espíritus Fosfóricos, así que esta vez no me inventé nada como en GD original. Por último, sobre el Dunamis de Cronos, aún permanece la otra mitad en la Armadura de Sagitario, pero tranquilo, ya le daremos uso.
Espero que disfruten de este capítulo.
EDITADO : 12 Febrero 2025.
Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de Eris.
Capítulo 21: El Auto-Sacrificio.
Grecia. Atenas. La Colina de las Estrellas. 11 de Diciembre de 1985.
Inicia Tema: Deukalion's Big Floods.
Por todo el mundo, los desastres comenzaban a hacerse presentes. Primero, las aguas de las playas en los extremos norte y sur del mundo comenzaron a desaparecer, su partida de las costas fue tan repentina, que la fauna marina quedó encallada sin poder hacer nada. Lo mismo ocurrió con las embarcaciones que se encontraban en el mar en esos momentos, fueran barcos pesqueros, o grandes cruceros, que estrellaron sus cascos con fuerza en la tierra, y en muchos casos se viraron en una dirección, lanzando a los tripulantes a una muerte que no se habían esperado, fuera esta por caer de una altura tan significativa de una forma tan abrupta que no lograron prepararse para la misma, o con la estructura cayendo sobre ellos si es que lograban sobrevivir a la caída. Indistintamente de la forma de la muerte, o si se había sobrevivido de alguna manera, los encallados tripulantes pronto morirían igual. Solo era cuestión de tiempo, y en algunos lugares, el desastre ya se presentaba de todas formas.
Mientras más cercano a los casquetes polares, más próxima se encontraba la muerte. Grandes olas comenzaban a formarse, los buques pesqueros en las aguas congeladas siendo arrastrados hacia arriba, en un evento tan inaudito que escapaba a la comprensión humana, mientras los barcos pesqueros eran arrastrados hacia arriba, algunos ni siquiera llegando a ver a las olas quebrarse, otros siendo pulverizados por el peso de la ola rompiéndose.
Las grandes olas llegaron primero a Groenlandia, a Canadá, y a Alaska por el norte, además de tragarse a una gran parte de la URSS. Por el sur, las olas tardarían más en llegar, pero en dimensiones mucho más significativas al no contar con obstáculo alguno al menos hasta llegar a Australia. Los estragos, sin embargo, ya comenzaban a darse en el norte, con aviones comerciales o militares no encontrando más que océanos donde alguna vez hubo tierra, mientras intentaban mantenerse en el aire en medio de una tormenta que se había creado de la nada por el derretimiento de los casquetes polares tan repentino. Los pilotos, tras salir del shock, intentaron encontrar tierra para poder aterrizar, arriesgándose en algunos casos a entrar en espacio aéreo restringido, y ser derribados por las fuerzas armadas de los países a los que entraban, era eso, o arriesgarse a quedarse sin combustible, estrellándose en el mar, algunos casos con sobrevivientes quienes habían logrado salir en balsas de emergencia por la pericia de los pilotos, quienes desconocían que solo estaban extendiendo la agonía. Las réplicas de las grandes marejadas llegarían pronto, tragándoselos también, o en casos poco probables de que alguno sobreviviera a las mismas, o a la gran tormenta, no encontrando tierra en kilómetros.
Si bien la mayor parte del desastre ocurría en esos momentos en el norte, sin afectar todavía a Europa, el sur del mismo continente comenzaba a verse afectado por un resurgimiento distinto. Entre Europa y África, lo que había sido en ese momento un Epicentro del Caos, resultó ser un pilar que formaba parte de un continente que se creía un mito. La Atlántida resurgía junto a la tormenta, iniciando terremotos tan destructivos que dieron nacimiento a volcanes, y estos a que relámpagos cayeran del cielo gracias a sus erupciones repentinas, lo que comenzó con un movimiento continental masivo, mientras las estructuras de tierra se rechazaban unas a otras, dividiendo el mar, expulsando a la recién resurgida Atlántida en dirección al Atlántico Norte. La apertura del mar tuvo varias consecuencias, entre ellas, el hundimiento de la Península Itálica, que sirvió como escudo para Grecia, que apenas se vio afectada por el resurgimiento del continente perdido que a base de terremotos y erupciones se alejaba más en dirección al Atlántico, propagando la destrucción tanto en Europa como en África, que perdió un 40% de su extensión territorial. Francia, España y Portugal, fueron enteramente destruidas por el continente emergente, y sumergidas en las profundidades.
No había forma de que nadie pudiera verlo realmente, no a menos que se viera desde alguna estación espacial, lo que solo pocos desafortunados pudieron presenciar, mientras un continente, del tamaño de Oceanía aproximadamente, como un circulo casi perfecto, rodeado de un par de anillos de tierra y varios conjuntos de islas más pequeñas pero imperfectas, comenzaba a tomar su antiguo lugar en el mapa, posándose entre lo que quedaba de Europa y hasta una distancia prudente de Estados Unidos, que fue también alcanzado por las grandes olas, perdiendo una cuarta parte de sus territorios costeros en un desastre sin precedentes. La Atlántida, con un sistema de anillos de tierra, y una muralla de un metal anaranjado muy hermoso, se posó en su magnificencia de antaño, como si el tiempo jamás hubiera pasado a través de ella. El mundo, regresaba a un estado más antiguo, y alcanzó una estabilidad perturbadora, cuando la Atlántida dejó de moverse, y comenzó a lanzar desde la punta de 7 Pilares en la Isla principal, una fuerza de cosmos que rodeó a toda su extensión, protegiendo al nuevo continente de la tormenta.
Observando todo aquel desastre de proporciones inimaginables, se encontraba Yoshiko, con Arctos XII a su lado y siendo también testigo de la ira de los Dioses. La Matriarca del Santuario, que anteriormente había confiado plenamente en la decisión de su esposo de desafiar a los Dioses, cayó en sus rodillas, conmocionada, y arrepentida de haber tomado parte en semejante desastre.
-¡Levántese, Matriarca Yoshiko, no es el momento de flaquear! –enunció Arctos. Yoshiko, iracunda y con lágrimas en sus ojos, se incorporó y estuvo por gritarle al insensible su desesperación, cuando notó que Arctos lloraba también sin poder reponerse- ¡Esto no es nuestra culpa! ¡Esto es por los Dioses del Olimpo que están castigando a la humanidad por levantarse en su contra! ¡Y debería servir de prueba sobre su maldad! –insistió él.
-¿Prueba? ¡Millones han muerto! ¡Todo por reunir unas malditas Armaduras Doradas! –enfureció la Matriarca, conmocionada- ¿Cómo es esto justo? Condenamos a la humanidad por nuestro egoísmo… jamás debimos desafiar a los Dioses… -se deprimió ella, perturbada, fuera de sí por el terrible miedo que le causaban las consecuencias de esta guerra.
-¡Los Dioses Olímpicos podrían haber hecho esto en cualquier momento! ¡Tan solo eligieron hacerlo ahora porque sabían que flaquearíamos en nuestra decisión! ¿Qué acaso no se da cuenta? ¡Mientras los Dioses Olímpicos tengan este poder, seguirán sometiendo a la humanidad eternamente! –le comentó Arctos, decidido. Yoshiko pensó al respecto, pero por más que lo hacía, se sentía vacía y responsable- Si se rinde ahora, volverá a someter a la Tierra a que los cobardes que hicieron esto, vuelvan a hacerlo. Si piensa que es posible solamente agachar la cabeza, someterse a los designios de los Dioses, y conservar la vida, entonces realmente ellos ganaron. Pero puedo asegurarle que usted no será la última Matriarca en levantarse en contra de ellos, y en cuanto otro Patriarca o Matriarca lo haga, las tragedias volverán a ocurrir. ¡Si levantarse contra los Dioses viniera sin sacrificio, la humanidad hubiera dejado de creer en ellos hace mucho tiempo! Pero existen… y este es su poder. Y la única manera de sobrevivir a ellos, es enfrentarlos, llevando las almas de todos los caídos en nuestros hombros… y creando un mundo en que esto no vuelva a repetirse jamás. ¿No es ese nuestro deber como Caballeros de Athena? ¡El servir como los defensores de la humanidad! ¡Ahora levántese! ¡No hemos terminado de sufrir el levantarnos en contra de los Dioses! En todo caso los afortunados son los que ya no están, ya que nosotros elegimos el vivir este infierno… -terminó Arctos.
-Tienes razón… y estoy segura… de que el alma de Aioros lloraba siempre, sabiendo que el camino que había elegido lo llevaría a esta destrucción… -se incorporó Yoshiko, observando al mundo resultante de las calamidades traídas por los Dioses-. Por un mundo en que los Dioses jamás vuelvan a someternos de esta manera… debemos pelear… y cargar en nuestros corazones los sacrificios de todos los inocentes. Sé que suena egoísta… a sabiendas de que ellos no sabían nada… pero… rendirse ahora… cuando se ha perdido tanto… ¡no pienso hacerlo! Así que por favor… no se rindan… Caballeros de Athena que han invadido el Santuario de Eris… demuéstrenle a los Dioses que la humanidad no va a amedrentarse… -suplicó ella.
Templo de Athena.
-Si esta es la verdadera naturaleza de los Dioses… -en el Templo de Athena, Saori comenzó a incorporarse. Sus ojos cubiertos de lágrimas, su vestido humedecido por la lluvia que había comenzado a caer por toda Grecia, intentando ocultar las lágrimas y el dolor de la diosa que igual que su Matriarca, se sentía responsable de todos los desastres que habían azotado esta tierra-. Entonces… ninguno es digno de reverencia… escuchen mis palabras Dioses del Olimpo… lo que han hecho… no quedará sin castigo. Pueden intentar culparme todo lo que deseen, no me importa si la humanidad me pierde la fe… pero yo no voy a dejar de luchar por los humanos. ¿Me piensan débil por haber sido criada entre ellos? En este momento yo les digo… que mi amor por la humanidad no me vuelve débil. ¡Yo lucharé por ellos! ¡Y vengaré el mal que les han obligado a sufrir! –se irguió Saori, mirando a los cielos, como si pudiera encontrar a Zeus en medio de la tormenta que en esos momentos azotaba a la Tierra- Si la historia prefiere recordarme como a la Athena más horrible de todas… la maniática sin corazón que llevó a los humanos a enfrentarse a los Dioses, que así sea… mientras ellos puedan librarse de la tiranía que habita en ustedes. ¡Yo no soy la Diosa Tirana de esta Tierra! ¡Son ustedes! –gritó ella con fuerza, desafiante ante la tormenta que intentaba silenciarla.
Termina Tema: Deukalion's Big Floods.
El Santuario de Eris. Templo de la Traición.
La luz dorada en el Templo de la Traición comenzó a disiparse, Galarian Steiner, la Seed encargada de defender el Templo de la Traición, no podía ocultar la sorpresa en su mirada mientras Kyoko, agotada por el haber hecho estallar su cosmos de aquella manera, caía en una rodilla con la Armadura de Equuleus aún rebosante de tonalidad dorada, aunque la misma poco a poco comenzó a opacarse y a regresar a la normalidad cuando las heridas de la Saintia volvieron a debilitarla.
-¿Qué acaba de ocurrir? El cosmos de Equuleus se elevó tanto como el de un Caballero Dorado, pero eso es imposible. Con un detrimento del 40%, llegar a estos niveles no debería de poder lograrse… -espetó Galarian, mientras Kyoko preparaba sus puños. Galan entonces notó dos aspectos de la Saintia. El primero era la mirada de ojos carmesí, el segundo, la pulsera en su mano derecha que parecía emanar un cosmos propio-. Así que es eso… Equuleus es la Estrella Maldita hermana de Eris… su cosmos no puede ser repelido, pero… esa pulsera… -meditó Galan al respecto, y tomó su decisión-. Muy bien, Equuleus… tú, el Cisne y el Muviano, pueden irse. Después de todo, tal parece que Pegaso es más necio de lo que había anticipado –le comentó Galan. A espaldas de Kyoko, Seiya había logrado ponerse de pie nuevamente.
-Kyoko… voy a tener que pedirte que no vuelvas a interferir en mi batalla –le pidió Seiya. Kyoko se viró para verlo, el de Pegaso mantenía su cosmos bien en alto, sorprendiendo no solo a Kyoko, sino a Galarian, quien no comprendía como un Caballero con el cosmos tan reducido podía continuar desafiándolo-. Galan… en honor a la voluntad de mi Maestro, Aioros de Sagitario… y respetando lo que significas para Aioria de Leo, yo voy a demostrarte que el futuro de Athena está en buenas manos –comenzó a mover sus manos Seiya, dibujando las estrellas de la Constelación de Pegaso con ellas, y forzando a su bestia guardiana a aparecer en su cosmos-. ¡Vayan! ¡Yo lo detendré! –les pidió Seiya.
-¡Kyoko! –llamó Hyoga. Kyoko se viró para verlo intranquila- Tienes a alguien a quien vencer con tus propios puños. Debes confiar en Seiya, esta es su batalla… y yo confío en que él va a lograrlo. Vamos… -le pidió el de Cisne.
-Pero… solo yo no estoy debilitada por la Barrera del Caos –le explicó Kyoko, preocupada, pero entonces notó el alcance del cosmos de Seiya, quien había terminado de preparar sus puños, y ahora mantenía toda la energía de su cosmos concentrada en su mano derecha-. Este cosmos… tal vez él realmente pueda… -admitió Kyoko, dándose la vuelta-. El Maestro Milo diría que un Caballero de Athena debe confiar en sus compañeros… aún si soy la única que no se debilita por la Barrera del Caos… tengo que confiar en que mis camaradas podrán hacerlo. Nos vamos, Kiki… -pidió Kyoko, Kiki asintió, ambos entonces corrieron a las afueras del Templo de la Traición, donde la proyección de cosmos del pavorreal volvió a guiarlos dentro de la neblina. Hyoga, no deseando perder el tiempo, miró una última vez a Seiya, y corrió tras ambos dentro de la neblina, permitiendo al de Pegaso realizar su combate.
-He cumplido con lo que se me ha ordenado. En cuanto a ti, Pegaso… aún si mis órdenes jamás te incluyeron, has dicho algunas cosas que me han molestado –le comentó Galan, preparando su cosmos, este creció tan alto que Seiya apenas y podía creerlo-. Dices que sirves a la voluntad de Aioros de Sagitario, además de decir que por respeto a Aioria de Leo me demostrarás que el futuro de Athena está en buenas manos. Esas fueron tus palabras, las palabras de un Caballero de Bronce que se cree merecedor de ser tratado como un Caballero Dorado. Es entonces que voy a combatirte, no como una Seed, sino como un Caballero Dorado –tras aquellas palabras, el cosmos de Galan se intensificó, y para sorpresa de Seiya, su cosmos adquirió una tonalidad dorada. De igual manera, su Leaf comenzó a cambiar, transformándose en algo más similar a la Armadura Dorada de Leo. Incluso Seiya logró ver reflejado en el cosmos de Galan a la poderosa bestia guardiana de su Constelación.
-¿Qué está ocurriendo? ¡Leo ha comenzado a respaldar a Galan! ¿Cómo? ¿Por qué la Constelación de Leo te brindaría su fuerza? ¡No lo entiendo! –preguntó Seiya, pero Galan no respondió, y en su lugar, continuó reuniendo la fuerza de su cosmos, este brillaba tan alto como brillaría el de Aioria sin un detrimento por la Barrera del Cosmos- ¿Acaso todo este tiempo estuviste jugando conmigo? –preguntó Seiya, más molesto que sorprendido.
-Mi instrucción era la de mantenerme con vida mientras las 9 Seeds drenaban a las Armaduras Doradas de sus Dunamis –le explicó Galan, relámpagos comenzaban a formarse alrededor de sus brazos, pero no cualquier relámpago, sino unos que Seiya recordaba haber visto antes-. Sin embargo, considero que en estos momentos es más importante poner a prueba tu supuesto derecho a la Armadura Dorada. Yo, Galarian Steiner, como anterior Caballero de Leo, te desafío Pegaso. Piénsame no como una Seed al servicio de la Diosa Eris. En estos momentos debes verme como al Guardián del Quinto Templo del Zodiaco. ¡Galarian Steiner, Caballero Dorado de Leo! ¡Siente la fuerza de mis colmillos! ¡Plasma Relámpago! –atacó la Seed, sobresaltando a Seiya, quien fue golpeado por un ataque idéntico al Plasma Relámpago de Aioria, enviando a Seiya a una senda de dolor, mientras su cuerpo impactaba cada hilera de cosmos, cuarteando su armadura, y estrellando al de Pegaso contra el suelo.
-El Plasma Relámpago… ese realmente ha sido el Plasma Relámpago. No pude ver sus puños, no pude bloquear ni uno solo… -lo miró Seiya desde el suelo, Galan caminaba orgulloso en su dirección, casi como si fuera genuinamente el Caballero Dorado de Leo-. Escuché de Aioros… que no tuvo otra alternativa que el castigarte por robar aquella medicina sagrada. De no haberlo hecho… serías tú el Caballero de Leo y no Aioria… me lo dijo, pero me era difícil de creerlo. Sin uno de tus ojos, sin tu brazo… -comentó él.
-¡Tonto! ¡Esas pequeñeces no definen a un Caballero Dorado! –se abalanzó Galan contra Seiya, estiró su brazo, y arremetió con fuerza en contra del pecho de Seiya, el León rugía como apoyo a sus ataques- ¡Lo que define a un Caballero Dorado es su voluntad de prevalecer ante cualquier adversidad! ¡Un Caballero Dorado no es un ser invencible! ¡Sino que es el ser que, a pesar de verse sobrepasado, encuentra en el Séptimo Sentido y en su devoción a Athena el poder de proteger lo más valioso que existe! ¡La humanidad! ¡Relámpago de Voltaje! –lo lanzó Galan a los aires, junto a una esfera de energía que estalló y electrificó el cuerpo de Seiya, dejándolo tendido contra el suelo, débil, y en un charco de su propia sangre- El que no sepas siquiera eso, y aun así te sientas merecedor de la Armadura de Sagitario, me repugna. Tú no eres un Caballero Dorado… solo eres un Bronce que se cree la gran cosa… -terminó él.
-Bronce… Plata… u Oro… no me importa el material de la Armadura Zodiacal… -comenzó a incorporarse Seiya, su cosmos volviendo a encenderse-. Incluso si no llevara más que una armadura de piel o de cuero… yo me levantaría… por mis amigos… por la justicia… y por Athena… -se incorporó por fin Seiya, Galan se mantuvo firme frente a él-. Te demostraré la fuerza de mi cosmos. ¡Meteoros de Pegaso! –se lanzó Seiya. Galan elevó su cosmos, y los cometas lanzados por Seiya rebotaron contra una barrera dorada, siendo lanzados por los alrededores del Jardín de la Traición. Seiya siguió adelante, e impactó su ultimo puñetazo- ¿Qué ocurre? ¡No he logrado traspasarlo! –enunció el de Pegaso.
-Con el pobre alcance de tu cosmos, no necesito siquiera evadir tus golpes, mi mismo cosmos repelerá todos tus ataques –desapareció entonces Galan, llegando a espaldas de Seiya, quien sintió su Instinto Asesino, se dio la vuelta, y fue golpeado por Galan con tal fuerza, que la diadema de su armadura quedó pulverizada, así como parte del cráneo de Seiya, evidente en el chorro de sangre que le caía de la cabeza a borbotones, cegándole su ojo derecho.
-Este no puede ser… el límite de mi fuerza… -se quejaba Seiya antes de desplomarse contra el suelo, pero elevando su cosmos lo más que le fuera posible, arrastrándose, e intentando encontrar la fuerza para volver a ponerse de pie.
-No lo es… ¿acaso lo has olvidado? 6 Seeds continúan con vida, tu cosmos está al 40% de sus capacidades –le comentó Galan, levantando a Seiya al tirarlo del cabello, y entonces lo lanzó al aire nuevamente- ¡Mientras la extensión de mi cosmos no importa! ¡Soy un Caballero Dorado con o sin el aumento de poder de la Barrera del Caos! ¡Plasma Relámpago! –continuó con su castigo Galan, impactando a Seiya una vez más y cuartándole la Armadura de Pegaso, que comenzaba a caérsele por el cuerpo, quedando solamente la protección de las piernas, de los brazos, y su cinturón- Pero si realmente fueras digno de una Armadura Dorada, encontrarías la forma de que este detrimento no importase. El verdadero cosmos es infinito. ¿Sabes siquiera lo que eso significa? ¡Relámpago de Voltaje! –disparó de su puño Galan. La esfera de relámpagos estalló en Seiya, quien aún se encontraba en el suelo, y fue lanzado al interior del Templo de la Traición, donde terminó por estrellarse de cabeza contra una de las columnas- No… eres tan arrogante que no puedes dimensionarlo siquiera. Pensando con los puños, creyendo que la voluntad desenfrenada es suficiente, cuando la verdadera voluntad es la encausada. No te levantas por seguirte levantando, te levantas por lograr algo, ¿qué deseas lograr, Pegaso? –llegó Galan ante la columna, y golpeó con todas sus fuerzas, logrando partir la misma con el cuerpo de Seiya, y lanzándolo al Árbol de la Traición, que lo recibió, quedando el de Pegaso tendido contra su tronco.
-¿Qué deseo lograr? Debería ser más que obvio… lo que deseo lograr… es proteger a Athena y a esta tierra… -se separó del árbol Seiya, reuniendo su cosmos en su puño una vez más-. ¡Meteoro de Pegaso! –atacó Seiya. Galan impactó a puño cerrado, pulverizando el cometa de Seiya sin problema alguno- No lo entiendo… aún si mi cosmos está debilitado, debería ser capaz de lastimarlo –se quejó él.
-No, porque no sabes siquiera lo que te motiva Pegaso. ¡La única razón por la que ustedes los Caballeros de Athena han logrado sobrevivir hasta ahora, es porque esa niña, Equuleus, poseía una resistencia a la Barrera del Caos… al menos eso creía… hasta ver la luz dorada en su ser… -lo tomó Galan del cuello, lo abofeteó con fuerza, y después se viró con Seiya aún atrapado del cuello, y comenzó a correr dentro del Templo de la Traición, estampando a Seiya en cada una de sus columnas, destruyéndolas con su cuerpo, y aplicando cada vez más castigo al de Pegaso-. ¡Kyoko de Equuleus abrió el camino para una ligera ventaja para los Caballeros de Athena por ser la Semilla del Caos! Pero aún con esto, posee su propia fuerza y un objetivo, el salvar a su hermana. ¿Cuál es tu objetivo Pegaso? –saltó al aire Galan, y lanzó al de Pegaso al suelo, acto seguido reunió su cosmos en su puño, bajó, e impactó el pecho de Seiya con la fuerza suficiente de crear un cráter con su cuerpo- Ni siquiera tienes un objetivo, ¿no es así? Solo eres un huérfano reclutado a una guerra que no le corresponde, siguiendo órdenes como un soldado en un juego de guerra… sin un motivante para seguir adelante, solo eres carne de cañón. ¡Indigno de la Armadura de Sagitario! –alzó el pie Galan, y se preparó para aplastarle la cabeza a Seiya, enterrando su rostro más profundo en el suelo- Ahora muere… reúnete con Aioros, y suplica su perdón por haberte convertido en su desgracia… -acrecentó la presión Galan. Sin embargo, también acrecentó el cosmos de Seiya, quien comenzó a empujarse del suelo, ejerciendo presión contra la bota de Galan.
-No necesito tener un objetivo claro… para luchar por lo que dicta mi corazón… -comenzó Seiya, impresionando a Galan-. Mi objetivo podría ser conservar mi vida… mi objetivo podría ser construir un mundo en el que mi hermana pudiera vivir feliz y en paz… o podría ser proteger a mis amigos… a mi familia… puedo tener muchos objetivos. Lo que no puedo permitir jamás… ¡Es no tener una razón para pelear! ¡Arde cosmos de mi corazón! ¡Dame la fuerza para crear milagros! ¡La fuerza de defender la justicia en que Aioros creía! –se hizo a un lado Seiya, dejando de ejercer presión en la pierna de Galan, que terminó estrellándose contra el suelo, mientras Seiya giraba, se posaba detrás de Galan, y lo tomaba por debajo de las axilas en una llave de sumisión- Galan… no me interesa demostrarte que soy digno o no de la Armadura de Sagitario, te lo dije antes, y estoy por probártelo. ¡Incluso sin armadura yo combatiría hasta el final! ¡Estrella Rodante de Pegaso! –saltó Seiya, con Galan atrapado en sus brazos, y comenzó a girar rápidamente, usando su cosmos para redirigir su ataque a la tierra, e intentar impactar a Galan contra el suelo- ¡Elijo el jamás rendirme ante nada ni nadie! –sentenció él.
-¡Que pobre resolución! –respondió Galan, antes de que ambos se estrellaran contra el suelo, Seiya fue lanzado por su propio ataque varios metros adelante, Galan por su parte, se puso de pie sin daño alguno, y comenzó a limpiarse el polvo de la Leaf- No eres más que un mocoso. Alguien que cree que las palabras y los deseos personales significan algo. Las acciones deben gritar más fuerte que tu palabrería barata. ¿Piensas que con determinación lograrás marcar la diferencia? La terquedad, el intentar una y otra vez las cosas sin cambiar absolutamente nada, son tu debilidad Pegaso. No has hecho siquiera el esfuerzo de probar nada que no sea ir al frente y atacar como si el intentar una y otra vez lo mismo fuera a cambiar el resultado. Voluntad ciega es lo que eres… simplemente vergonzoso… Aioros debería sentirse decepcionado de ti –agregó.
-Cállate… -se incorporó una vez más Seiya-. Yo jamás me rindo… seguiré adelante. Te guste o no… la única forma de derrotarme, será terminando con mi vida, ¿lo entiendes? Ese es el camino que he elegido seguir… no voy a permitir que ni tú ni nadie, me diga lo que puedo o no puedo hacer –insistió el de Pegaso.
-Que camino más estúpido –tronó los dedos Galán. Un relámpago se desprendió del choque entre los mismos, e impactó la frente de Seiya, desestabilizando su mente-. Si eres tan ciego de mente, permíteme exteriorizar tu ceguera para que todos sepan con quien están tratando. Un perro cualquiera que ladra más fuerte de lo que muerde. Aunque en tu idiotez personal, hay algo rescatable. Piensas en la superación, sin buscar los medios para superarte. Si algo te diferencia de los Caballeros Dorados es al menos eso. Un Caballero Dorado vencería a su oponente incluso ante la última de sus consecuencias, el auto sacrificio. Mínimamente tu demuestras algo distinto. No buscas morir combatiendo, pero ese será tu destino hasta que logres comprenderlo. No puedes convertirte en un Caballero Dorado sin una razón. ¿Cuál es esa razón Pegaso? –insistió Galan.
-Ya te dije que no necesito una razón… -insistió Seiya, su cosmos seguía acrecentándose, Galan se mordía los labios con molestia ante aquello-. Puedes pulverizar mis sentidos, yo seguiré levantándome. Si eso me lleva a la tumba, entonces llegaré ante ella con la frente en alto, y sabiendo que di todo de mí… pero… preferiría no hacerlo… -cerró sus manos en puños Seiya, su cosmos estallando más y más alto-. Cuando Aioros dio su vida por Athena… lo primero que hice fue pensar que era un héroe, y que yo deseaba ser como él. Pero… después vino el dolor. ¿Por qué alguien tan grande como Aioros debía morir? ¡No me parece justo! ¡Ese fue el momento en que lo decidí! ¡Me convertiría en su sucesor, y me encargaría de que otros caballeros, sin importar el rango, apreciaran sus vidas antes que entregarse al auto sacrificio! ¡Esa es la razón de mi lucha! –ante el aumento del cosmos de Seiya, su vista fue restaurada, lo que sorprendió a Galan, mientras Seiya volvía a dibujar sus estrellas con sus brazos- ¡Por un mundo donde la gente pueda vivir en paz y sin la necesidad de sacrificarse! ¡Es que debo convertirme en un Caballero Dorado! ¡Deseo ser el héroe que demuestre a los demás la belleza de vivir y proteger lo que más aman! ¡Meteoros de Pegaso! –volvió a atacar Seiya.
-¿La belleza de vivir… y proteger a los que aman…? –sonrió Galan, mirando los meteoros, y evadiendo los mismos, siendo aún demasiado rápido para Seiya- Esa es una resolución que puedo aceptar. Ahora puedes convertir la voluntad desenfrenada, en voluntad encausada. Veamos si es suficiente para que puedas cumplir con tu destino autoimpuesto Pegaso. ¡Este es el Plasma Relámpago más veloz que puedo lanzar! ¡Plasma Relámpago! –atacó Galan, los relámpagos alcanzaron a Seiya, y volvieron a impactarlo por todo su cuerpo, dejándolo tumbado nuevamente- Como lo pensé… solo palabras, nada de voluntad encausada –sonrió él.
-Pude verlo… -enunció Seiya, sorprendiendo a Galan, mientras el de Pegaso volvía a ponerse de pie-. Fue solo por un instante… pero logré verlo… la velocidad de tu Plasma Relámpago… logré verla… -continuó Seiya, volviendo a subir su defensa y a preparar su puño-. Galan… dices que soy ciego… pero creo que puedo ver más allá de tus palabras. Combatiste con el deseo de matarme, no te has reservado puño alguno. Pero al hacerlo, también intentabas darme una lección, ¿no es así? Tú… alguien que conoció a Aioros, no podría odiarlo realmente. Intentas que no cometa los mismos errores de Aioros. ¿Es eso lo que intentas enseñarme? Incluso… te conformarías con mi rendición… el problema es que no tengo deseos de rendirme ante nadie… –declaró él.
-Te equivocas –le respondió Galan, virándose, y preparando su puño-. La persona que soy ahora, odia a Aioros de Sagitario por su deseo de auto sacrificio -le explicó él. Seiya dudó, pero se mantuvo firme de todas formas-. El que tú sobrevivas o no me tiene realmente sin cuidado. Aun así, hay algo que podría llegar a admitir, pero sería únicamente sobre mi lecho de muerte. Así que, Pegaso, si quieres escucharlo, tendrás que matarme… pero déjame decirte que no tengo pensado volver a morir… -preparó nuevamente su cosmos Galan.
-Yo tampoco tengo planeado morir aquí, Galan… pero eso no significa que vaya a rendirme –el Pegaso brilló tras las espaldas de Seiya, el León se formó tras las espaldas de Galan, y la tierra comenzó a estremecerse por el alcance de los cosmos de ambos, Galan mostrándose impresionado por el cosmos que sobresalía de Seiya.
-Allí está… el Séptimo Sentido… es una lástima que sea demasiado tarde para que puedas sacarle provecho, Seiya. ¡Plasma Relámpago! –atacó Galan, Seiya esperó, observó los relámpagos, y entonces se movió, evadiendo los mismos, sorprendiendo a Galan, quien veía a Seiya saltando, girando, rodando, y realizando todo tipo de movimientos para esquivar los relámpagos de su ataque, saltando al final, preparando su pierna- ¡Ha evadido mi Plasma Relámpago! –se impresionó la Seed, que entonces fue pateada con fuerza. Por el impacto de la patada, Seiya cayó de pie frente a él, mientras Galarian, aun resintiendo la patada, terminó sin defensa aparente.
-¡Te demostraré de lo que soy capaz! ¡Meteoros Relampagueantes de Pegaso! –atacó Seiya, manifestando sus meteoros como si del Plasma Relámpago se tratara, dejando a Galan atrapado en medio de los mismos, que comenzaron a impactarle la armadura, y a empujarlo al siguiente, comenzando con una reacción en cadena que terminó por lanzar a Galan por los aires tras varios impactos consecutivos- ¡Aún no he terminado! –saltó Seiya, por unos instantes, Galan pensó ver que las alas de Pegaso le auxiliaban en su salto, nuevamente Seiya atrapó a Galan en una llave, y comenzó a girar con él, aumentando la velocidad de su ascenso, y posterior descenso, estampando a Galan contra el suelo con fuerza, y al hacerlo, destrozando su Leaf, dejándolo tendido contra el suelo. Seiya también terminó en el suelo sin energías.
-Bien hecho… Pegaso… -comenzó Galan, Seiya apenas y podía conservar los ojos abiertos, comenzaba a perder el conocimiento por el esfuerzo-. Ahora que me has derrotado, te confesaré aquello que te había prometido decirte, y es algo que incluso los Caballeros Dorados no tienen muy presente… ya que ellos gustosos darían la vida… por Athena… -comenzó Galan. Seiya continuó intentando mantenerse despierto para poder escuchar lo que Galan intentaba decirle-. La voluntad de vivir… es lo que realmente lleva a los Caballeros de Athena a crear sus milagros. Comprendo que exista entre los Caballeros Dorados ese pensar colectivo de que sacrificarse por Athena, es su obligación, y es lo que los vuelve realmente invencibles. Sin embargo, no es lo que yo creo… y es algo que jamás he podido perdonarle a Aioros. Supongo que Lithos también llegó a pensarlo, y por eso es que he renacido como una Seed… -admitió él, pensando en Lithos, y en el dolor en su corazón-. Si entras al campo de batalla… pensando que tal vez no regresarás… ese pensamiento tarde o temprano te llevará a la tumba. Tantas veces se lo dije a Aioros… pero… él insistía en que no ser invencible era lo más humano… mientras yo siempre sostuve que lo más humano… era vivir, para poder seguir protegiendo lo que más amas. Aunque ahora que me escucho a mí mismo… sueno hasta hipócrita. Después de todo, perdí la vida por proteger a los que amaba. Debes pensar que soy patético –admitió él.
-No hay nada patético en lo que has dicho, Galan… y estoy seguro de que Aioros también te lo diría si pudiera… -comenzó Seiya, llegando hasta Galan, y tomando su mano, apretándola con fuerza, para sorpresa de la Seed-. El pensar en sobrevivir a una batalla, debe ser siempre la prioridad de un Caballero de Athena… no… de un humano. Estoy de acuerdo contigo en que el auto sacrificio es triste, y debería de evitarse lo más que se pudiera. Pero también… estoy seguro de que Aioros no decidió sacrificarse por cobardía… más bien siento que fue el acto más valeroso que pudo haber elegido en ese momento… justo como hiciste tú… -le comentó él.
-¿Piensas que yo decidí sacrificarme? –se burló un poco Galan, escupiendo savia mientras lo hacía- En aquel momento, frente a Cronos… no podía pensar en forma alguna de sobrevivir. Sentía que nada de lo que hiciera sería suficiente. No considero como auto sacrificio el morir defendiéndote, Seiya… pero… sí que deseaba que otros vivieran mientras yo consumía el tiempo de Cronos. Aun así… yo hubiera preferido vivir… ver a mi amigo crecer y criar a su hijo… ver a Aioria tomar a Lithos por esposa, y probablemente renunciar a la senda de la caballería… por una vida longeva y hermosa. En lugar de eso, tuve la mala fortuna de morir a manos de un dios… y de enterarme que Aioros también me había seguido a la tumba. Seguramente, pensaría diferente si hubiera sido resucitado con mis sentimientos intactos, pero en estos momentos… con solo los sentimientos negativos y de deshonra… solo siento arrepentimiento… lamento que estas palabras no sean las que desearías escuchar, Seiya… -confesó él.
-Son las palabras que deseas dejar como aprendizaje… Galan… -le respondió Seiya, apenas manteniéndose consiente-. Te juro que… me convertiré en un Caballero Dorado algún día… uno que transmita esperanza en los demás, y el deseo de vivir para proteger a los que más aman, mientras disfrutan de la vida en su compañía… pero… no puedo prometerte que no daría mi vida si fuera la última alternativa, por salvar la de alguien amado… lo lamento… pero… está en mi naturaleza… no puedo desprenderme de este deseo de proteger a quienes amo… -terminó él.
-Entonces ama, Seiya. No cometas los mismos errores de los Caballeros Dorados… de entregarse a la senda de la caballería sin disfrutar de sus vidas… -continuó Galan, lágrimas ya apareciendo en sus ojos-. Si vas a dejar este mundo… trata de que sea sin ningún arrepentimiento. Así… tal vez el recurrir al auto sacrificio sea algo comprensible. Al menos… eso es lo que yo creo… toma lo que gustes de mis palabras. Si al menos una de ellas puede ayudarte a seguir viviendo… bien habrá valido la pena sacrificar mi vida por enseñarte aquello que Aioros nunca aprendió… -lloró Galan, lamentándose por su amigo caído-. Y Seiya… por lo que más quieras, no permitas que Aioria sea tan estúpido como para no disfrutar su vida por su maldito honor de Caballero Dorado. ¿Puedes al menos prometerme eso? –le pidió Galan.
-Lo prometo… Galan… veré que Aioria disfrute de su vida… -le respondió Seiya, su cabeza pesándole cada vez más-. Te lo prometo a ti… y se lo prometo a Aioros… yo… me encargaré de que Aioria desee vivir… -y con aquellas palabras, Seiya perdió el conocimiento. Galan sonrió, y comenzó a marchitarse, igual que en esos momentos hacía el Árbol de la Traición, poniendo fin a lo que ante los ojos de Galan, era su más grande deshonra, el haber traicionado a Aioros, al permitirle auto sacrificarse por la Diosa Athena. Pero, al final, Galan comprendió un poco mejor aquel sentimiento tan difícil de comprender, el sentimiento de sacrificarse por un ser amado.
El Edén Oscuro. La Prisión del Cielo.
-¿Galan…? –encerrado en una dimensión distinta a la que existía en el Santuario de Eris, permanecía Aioria, quien tras ser despertado por el cosmos de Galan despidiéndose nuevamente de la vida, comenzó a gritar de dolor y virar su vista a sus muñecas, ambas atravesadas por un par de arpones que entraban por una mano y salían por la otra, causándole a Aioria bastante dolor- ¿Qué es esto? No puedo moverme… mis piernas también… se sienten demasiado pesadas… -Aioria entonces miró a sus pies, descubriendo no solo el que sus pies estaban cada uno atravesados por arpones como sus manos, sino que sostenían cada uno a un yunque. Además, mirara arriba o mirara abajo, las cadenas de brazos o piernas se extendían tanto hasta perderse en nubes- ¿Dónde estoy? –se quejaba Aioria.
-En la Prisión del Cielo por supuesto –escuchó Aioria, buscando la voz por todas partes, y encontrando a Phobos, parado sobre la punta de una montaña bastante alta, detrás de la cual había más conjuntos de montañas que subían aún más alto que las nubes suspendidas sobre su cabeza y que se tragaban a la cadena de sus antebrazos-. Hace tiempo, en la Era de Plata de la humanidad, Hera conspiró junto a Athena y Poseidón para arrebatarle a Zeus el Trono del Olimpo. Lo ataron de pies y manos a sus aposentos, donde lo encerraron mientras discutían el cómo gobernarían a los humanos, si con justicia en el caso de Athena, con belicosidad y miedo en caso de Poseidón, o bajo la promesa de recompensa en el caso de Hera –le comentaba Phobos, y mientras lo hacía, reunía una esfera de cosmos en su mano, misma que Aioria miró con preocupación, intentando librarse de sus ataduras, pero Phobos disparó su esfera de cosmos de todas formas, impactando en el cuerpo de Aioria, que se estiró e hizo estallar sus articulaciones con más de su sangre por el estiramiento-. Uy, eso debió doler –se burló Phobos.
-Ught… mis brazos… mis piernas… siento como comienzan a ceder… jamás había sentido tanto dolor en mi vida… -se quejaba Aioria, pero de todas formas comenzó a gruñir con fuerza, y a mirar a Phobos con desprecio-. ¿Dices que esta es la misma Prisión del Cielo en la cual Zeus encerró a Hera…? -se quejó él.
-Por su traición, un castigo de lo más ejemplar si me lo preguntas –continuó Phobos, reuniendo otra esfera de cosmos, y lanzándola a Aioria, causándole un inmenso dolor. El de Leo intentó no gritar, pero el dolor era tanto que, en lugar de aquello, terminó soltando un alarido tan descomunal que los cielos inclusive se sacudieron, columpiando a Aioria, quien cada vez perdía más sangre-. Pero no nos adelantemos, aún queda bastante de la historia. Verás, la única que se apiadó de Zeus fue la Nereida Tetis, la madre de Aquiles, el héroe de la Guerra de Troya –le explicó él mientras preparaba otra esfera oscura y la disparaba a Aioria, columpiándolo aún más, y llevando al de Leo a casi la locura por el dolor-. Tetis suplicó al Hecatónquiro Briareo a que subiera al Olimpo y liberara a Zeus, y así lo hizo. Y junto al Hecatónquiro derrotó a Athena y a Poseidón, y después castigó a Hera colgándola de la misma manera en que tú estás colgado ahora, Aioria –atacó nuevamente Phobos, el grito de Aioria se escuchó incluso más desgarrador que antes-. Hera fue mostrada a los otros Dioses, y custodiada por Briareo, hasta por fin ganarse el perdón de Zeus. Tú, sin embargo, no te ganarás mi perdón. Así que, Briareo, si fueras tan amable –enunció Phobos divertido.
-¿Briareo? ¿El Hecatónquiro sigue con vida? –preguntó Aioria, escuchando entonces los pasos del inmenso ser, y logrando ver la sombra que comenzaba a bloquear la luz del Sol, mientras el inmenso gigante de piel grisácea, con sus 50 cabezas y sus 100 brazos, llegaba ante Aioria, alzaba su mano, y lanzaba un puñetazo, mismo que impactó con 50 manos en puños en contra del cuerpo de Aioria, rasgando, desgarrando y rasguñando con el golpe, llenando el rostro de Aioria de heridas mientras del poderoso impacto Aioria era columpiado aún más lejos, causando las risas de Phobos.
-¡Esto es demasiado divertido! Me pregunto cuanto tiempo podrás resistir la tortura antes de perder toda tu sangre –se regocijó Phobos, mientras el Hecatónquiro Briareo volvía a impactar, esta vez con su otro brazo, empujando el cuerpo de Aioria a girar en el eje de las cadenas de sus brazos- Pronto morirás –le susurró él.
-¡No estoy de acuerdo! ¡Yeaaaaarght…! –estiró las piernas Aioria, separando por la fuerza los arpones que las mantenían unidas y desgarrándose las heridas. Tras aquello, Aioria comenzó a girar su cuerpo, Phobos lo miró con extrañeza, notando que Aioria usaba la velocidad que había adquirido gracias al golpe de Briareo para girar su cuerpo y con los yunques en sus piernas convertirse en un arma giratoria, lanzando una patada que lo lanzó en dirección a Briareo, y estampó el yunque en varios de los 50 rostros, destrozándolos por completo- Da la casualidad, Phobos, de que yo no soy Hera –declaró tras aterrizar en los rostros del Hecatónquiro, y lanzar otra patada con su pierna libre, lanzándose alrededor de los 50 cuellos, y enredándolos con la cadena que apresaba a sus brazos, dando vueltas alrededor del Hecatónquiro, y ahorcando sus 50 cuellos con la cadena, forzando a la bestia a alzar sus 100 brazos para intentar cortar la cadena-. Eso es… ven a mí… -alzó ambos yunques nuevamente Aioria, y los pateó hacia el abismo, forzando a la cadena que lo colgaba al cielo a estirarse, desgarrando sus brazos aún más, pero logrando que el Hecatónquiro tomara la cadena y la estirara para romperla, liberando a Aioria del cielo- ¡Eso es! ¡Ahora voy por ti, Phobos! –le rugió Aioria.
-¿Qué acaba de suceder? Ni los Dioses podrían liberarse de la Prisión del Cielo –exclamó Phobos, disparando más esferas oscuras, mientras Aioria pateaba, atrapando algunos de los brazos del Hecatónquiro, y columpiándose de cabeza, evadiendo los ataques de Phobos, que se estrellaron en Briareo, quien gritó de dolor, mientras Aioria lanzaba otra patada, lanzando el yunque de una pierna en dirección a Phobos, y arrancando algunos de los brazos del Hecatónquiro y llevándolos consigo mientras giraba rumbo a Phobos, y estrellaba ambos yunques en el cuerpo del Phantom, que terminó incrustado en la pared de la montaña- ¿Cómo? –se quejaba Phobos incrédulo, y escupiendo algo de savia por el impacto.
-Con demasiado dolor… -se quejó Aioria, y comenzó a elevar su cosmos alrededor de sus brazos- ¡Vamos…! ¡Yeaaaaarght! –gritó Aioria, comenzaba a romper los arpones dorados ante la mirada de sorpresa de Phobos, quien empujaba los yunques lejos de su cuerpo, y los lanzaba al vacío. Estos tiraron de las piernas de Aioria, quien se preocupó, pero logró romper los arpones a tiempo. Los yunques intentaron jalarlo al vacío, pero Aioria, con sus manos liberadas, logró aferrarse a la montaña con esfuerzo, aunque perdiendo más sangre por los yunques estirándole las piernas.
-¡Eres insufrible, Aioria! ¡Pero yo voy a acabar contigo! ¡Vórtice Desafiante! –atacó con sus vientos oscuros Phobos, causándoles heridas cortantes a Aioria quien, pese a estas, logró comenzar a escalar, aterrando a Phobos- ¿Cómo? ¿Por qué? ¡Solo acepta la derrota y deja de seguir combatiendo! –se molestaba Phobos.
-Eso quisieras, ¿no es así? Pero me temo que el cabeza hueca de Seiya me ha contagiado su terquedad… no pienso rendirme… -saltó Aioria, aún con los yunques atados a sus piernas, y con sus manos envueltas en cosmos, lanzó un par de cortes, rompiendo las cadenas, dando un giro en el aire para arrancarse los arpones del cuerpo, y después lanzar los mismos a Phobos, atravesándole las manos y dejándoselas clavadas a la montaña-. ¡Es tu turno de sentir lo que es estar atravesado e indefenso! ¡Domador de las Bestias! –mientras caía, el rugido del León de Ámbar acompañó a Aioria, y estampó el cuerpo de Phobos con todas sus fuerzas, lanzándolos a ambos al interior de la montaña, y a un subterráneo bañado por aguas que presumían polvos de estrella, donde Aioria cayó al agua, llenando la misma con su sangre. Phobos por su parte, terminó estampado en el otro lado del lago.
-Maldito seas, maldito seas, maldito seas, maldito seas. ¡Maldito seas! ¡Descenso Absoluto a la Derrota! –forzó a su cosmos a estallar Phobos, creando una dimensión a su alrededor en la que el planeta marte brilló a sus espaldas, y un asteroide oscuro se reunía con él. Aioria salía del agua en esos momentos para presenciar al mismo, que Phobos manipuló y lanzó en dirección al de Leo, incinerándose con flamas oscuras mientras caía. Aioria cubrió, y el asteroide estalló con fuerza, dejando a Aioria tendido en el suelo, con su armadura presentando diversas fracturas- Te odio, te odio, te odio, te odio, ¡te odio! ¡Siente la fuerza de un Dios Menor! ¡Vórtice Desafiante! –volvió a atacar Phobos, envolviendo a Aioria en los torbellinos oscuros- ¡Muérete, muérete, muérete, muérete, muérete! –proseguía el dios enloquecido.
-Eso no va a pasar… Phobos… -comentó Aioria, escapando de los torbellinos oscuros, e incorporándose a un lado del lago, aun chorreando sangre por varias secciones, y respirando muy pesadamente-. Por el mundo… en que los Dioses no fuercen su voluntad sobre los Mortales… nosotros los Caballeros Dorados los seguiremos desafiando… tras vencer a los Titanes es nuestra responsabilidad… -le explicó él, agotado.
-Si realmente piensan que el levantarse contra los Dioses les servirá de algo… entonces los humanos son más estúpidos de los que pensé. Tu frágil mente simplemente no puede dimensionar lo abismalmente diferentes que son los humanos de los Dioses –continuó Phobos, ya enfurecido, y extrayendo el Fruto del Caos, mismo al que Aioria miró con preocupación-. Pero en vista de que pareces muy convencido de tus posibilidades, permíteme demostrarte lo equivocado que estás. Con este Fruto del Caos, me convertiré en un Dios Menor verdadero, no más juegos infantiles en este cuerpo de Dríade tan débil. Y entonces conocerás genuinamente la diferencia entre nosotros. ¡A mí, Espíritu de la Derrota! –comenzó Phobos, su fruto comenzó a brillar intensamente, más tras este accionarse, un Dunamis comenzó a sellarlo- ¿Qué es esto? ¿Por qué mi cuerpo no surge del Fruto del Caos? –se preguntó Phobos, quien no podía ver lo que Aioria sí podía ver, el cosmos de su hermano, Aioros, con el Dunamis de Cronos, sellaba al Fruto del Caos en el tiempo.
-Aioros… -la visión de su hermano fallecido desestabilizó un poco a Aioria, quien secó algunas lágrimas traicioneras, pero se repuso-. No solo Seiya me ha brindado una nueva motivación al no rendirse frente a Galan… sino que tú continúas observándome y ayudándome… con camaradas como ustedes, yo simplemente no puedo perder. ¡Arde! ¡Sobrepasa la frontera del detrimento de la Barrera del Caos! –rugió Aioria, Leo se hacía presente en su cosmos, pero realmente eran dos leones los que rugían con Aioria en ese momento, sellándose cada uno en un brazo distinto de Aioria, quien preparó una pose de boxeo.
-El cosmos de este sujeto… ha superado el detrimento de la Barrera del Caos –se intimidó Phobos, su mente entrando en conflicto, mientras Aioria se lanzaba a él con ambos brazos iluminados por su cosmos.
-¡Domador de las Bestias! –impactó una vez Aioria, golpeando el pecho de Phobos, sacando se su savia- ¡Colmillo Relámpago! –estampó su otro puño Aioria contra el rostro de Phobos, electrificando todo su cuerpo y lanzándolo al lago, donde el Dios Menor comenzó a hundirse junto a su manzana- ¡Terminaré con esto ahora, Phobos! ¡Y esta vez no quedará nada de ti para volver a fastidiarme! ¡Relámpago de Voltaje! –atacó Aioria al lago, electrificando el mismo, forzando después a un estallido descomunal, del cual el cuerpo de Phobos salió disparado, dejándolo tendido en contra del suelo, sin luz en su mirada- Lo conseguí… aún con solo el 50% de mi cosmos… logré vencerlo… pero todo ha sido gracias a Seiya quien logró derrotar a Galan e incrementar mi cosmos un 10% más… y gracias a Aioros… que selló el Fruto del Caos… -miró Aioria a la manzana flotando en medio del lago-. De haber adquirido su Cuerpo Original… no sé si lo hubiera conseguido. Hermano… gracias por velar por mí… ahora… ¿cómo voy a salir de aquí? –inspeccionó el cuerpo de Phobos Aioria, encontrando la Argolla Dorada, y pulverizándola- Bueno… espero que eso no me haya dejado atrapado aquí de por vida… -comentó él, cuando la prisión comenzó a desmoronarse-. O peor… que se me venga encima… Aioria, ¿ahora qué rompiste? –se reprendió a sí mismo él.
Templo de la Masacre.
-El cielo… comienza a fragmentarse… -comentó Lodin, quien miraba al cielo en esos momentos, y el cómo rupturas comenzaban a aparecer, como si este estuviera hecho de vidrio. Momentos más tarde, una porción del cielo pareció abrirse en una grieta que escupió a Aioria, quien caía hasta estrellarse en contra de uno de los templos superiores-. Ese fue… Leo… ha caído en el Templo de la Traición… -dedujo Lodin, impresionado.
-Eso significa… que la hazaña de Seiya no me despertó únicamente a mí… -comenzó Shiryu, incorporándose, tanto para sorpresa como molestia de Lodin-. Bien hecho… Seiya… nos has abierto una puerta… ahora es mi turno de seguir aumentando nuestras posibilidades… -comentó el del Dragón, alistando su cosmos.
-¿Insistes en eso? Incluso si es verdad que mi cosmos ha aminorado por la muerte de otra Seed, tú has sido castigado en mi templo casi desde el inicio. Puede que tu cosmos haya pasado de un 10% hasta un 50%, pero en las condiciones actuales, y con el mal estado de tu armadura, nada podrás hacer. Ni siquiera eres capaz de levantar los puños por el peso de tu armadura, a ese nivel llega tu debilidad actual y la pérdida de sangre –le recordó él.
-Es verdad que… a estas alturas, debería ser más sencillo el levantar mi Armadura de Bronce… pero con todo este castigo acumulado… no me quedan tantas fuerzas físicas. Lo que sí me queda, Lodin… es mi cosmos… este en lugar de flaquear, se ha fortalecido –le comentó Shiryu, su Dragón rugiendo con fuerza en su cosmos.
-Ciertamente tu cosmos se ha intensificado, Shiryu. Pero el mío no es el mismo de cuando combatí en la Nueva Titanomaquia… -le respondió Lodin, su cosmos acrecentándose, como si no requiriera de la Barrera del Caos-. Las Seeds renacimos de los corazones en pena de las Saintias que nos conjuraron. Mientras mayor se es el arrepentimiento, más fuerza tiene la Seed. No necesito del aumento de cosmos de la Barrera del Caos para hacerle frente incluso a los Caballeros Dorados –alzó el brazo Lodin, del suelo se elevaron las raíces del Árbol de la Masacre, que obedecían todos sus designios-. Intenté perdonarte la vida, pero puedo ver que no eres más que un obstinado, por lo que se acabaron las consideraciones. Antes de que siquiera piensen que pueden tener posibilidades de victoria, acabaré con ustedes. ¡Destrúyelo, Árbol de la Masacre! –las lianas se abalanzaron sobre Shiryu, estrellándose en su cuerpo, tumbándole la diadema, fracturando sus hombreras, siendo la única pieza de armadura la que podía resistir los ataques el Escudo del Dragón, tras el cual Shiryu se resguardó- Ese escudo es demasiado molesto –se quejó Lodin.
-Y debe de serlo… -por fin logró moverse adecuadamente Shiryu, saltando a un lado, e impactando a una de las raíces con el Escudo del Dragón-. El Escudo del Dragón permaneció bañado por el agua de la Gran Cascada de Rozan durante cientos de años, bañado por la luz de las estrellas. Gracias a ello, ha adquirido la fuerza de un diamante. No puede ser pulverizado por simples raíces –le comentó él, cortando una raíz con el filo de su escudo.
-Ciertamente, el Escudo del Dragón es el más fuerte entre las Armaduras de Bronce… pero me parece que subestimas la dureza de ese escudo. ¡El Rostro de la Masacre! –atacó Lodin. Los rostros escarlata se extendieron de su cosmos, y se estrellaron en el escudo de Shiryu, estallando, y cegando a Shiryu tras una nube de polvo- La verdadera fortaleza de tu escudo, Shiryu, no viene de su material ni de tontas leyendas como mantener el escudo bañado por una cascada por cientos de años. Su dureza viene de las estrellas, más específicamente de la conexión de tu Armadura de Bronce con estas, y para destruir una armadura, cualquier Armadura Zodiacal, se pulverizan sus Puentes Cósmicos –salió Lodin de entre la neblina roja, atacando con su dedo, y perforando fácilmente el Escudo del Dragón, que comenzó a fragmentarse, lo que Shiryu no podía creer-. Mientras fui un Caballero de Bronce, me conocieron como el Artesano de Máscaras… pero esa no era mi única función. ¡Como Caballero del Escultor podía reparar Armaduras de Bronce y Plata! ¡La Armadura del Dragón, no es irrompible para mí! –volvió a perforar Lodin, terminando de romper el Escudo del Dragón, que cayó en guijarros.
-El Escudo del Dragón… -se impresionó Shiryu, mas no logró prestar atención a lo ocurrido, mientras Lodin atacaba con los rostros escarlata, que Shiryu intentó evadir, solo para recibir la explosión y terminar rodando por los Jardines de Lirios Sangrientos-. Su cosmos… realmente es inmenso. Me cuesta creer que alguien como tú haya únicamente llegado al nivel de los Caballeros de Bronce en su primera vida –le aseguró Shiryu.
-Eso es porque nunca pertenecí a ese nivel en primer lugar… -lo miró Lodin fijamente-. En mi primera vida, con mi sentido de la vista atrofiado, el resto de mis sentidos se intensificaron. Mi cosmos sobrepasaba al de Bronce y al de Plata, e incluso se me consideró como candidato a la Armadura de Oro de Aries. Sin embargo, renuncié a estos derechos por convertirme en un Reparador de Armaduras y confeccionar máscaras. Pensaba que, mientras más perfectas fueran mis creaciones, más protegidas estarían las personas que usaran los productos de mi oficio. ¿Sabes lo que obtuve realmente? Armaduras vacías y máscaras sin dueño. No puedo siquiera recordar al número de Caballeros de Athena que envié a la muerte. Sus Armaduras Zodiacales muchas veces llegaban intactas, pero con un olor a oxido inconfundible, la sangre. Mi corazón se llenó de decepción, odié mi oficio, pero no era mi oficio el problema, sino el egoísmo de diosas como Athena que se niegan a obedecer a los Dioses. Más temprano que tarde, el egoísmo de Athena terminará por sumir a la tierra en oscuridad y desastre… -terminó Lodin, y tras hacerlo, un relámpago surcó el cielo del Jardín del Edén-. ¿Ahora qué ocurre? –se quejó él.
-El Jardín del Edén… se sacude… -enunció Shiryu. El cielo del Jardín del Edén, normalmente hermoso y gentil, de pronto se apagó, como si la Barrera del Cosmos que lo cubría desapareciera, y su cúpula protectora se perdiera. El cielo verdadero tomó el lugar del falso, mostrando una tormenta de relámpagos morados que comenzaba a rodearlo todo-. Esta no es una tormenta común… algo ha pasado en la Tierra… -dedujo Shiryu, tomando una pose serena pese a encontrarse en un combate a muerte, y concentrando su cosmos-. La Comunión… con la Naturaleza… -susurró Shiryu, Lodin se dio la vuelta para verlo, sorprendido por la extensión que adquiría su cosmos. Shiryu de pronto abrió los ojos sorprendido-. El orden natural se está desestabilizando a un ritmo alarmante… esta tormenta… es producto de un castigo divino… -le explicó Shiryu.
-¿Un Castigo Divino? Athena… -comenzó Lodin, esperando a Shiryu por su propia curiosidad-. ¿Qué más puedes ver? –le preguntó Lodin. Shiryu se concentró, lograba ver las grandes olas, y los países que caían tragados por las mismas.
-Jamás había visto algo igual… -le comentó Shiryu, la lluvia se intensificaba, sacudiendo al Santuario de Eris violentamente-. Países enteros han sido tragados por el agua. No entiendo lo que está ocurriendo –admitió él.
-Pero yo sí que lo entiendo perfectamente… insultaron a los Dioses, y estas son las malditas consecuencias. Fueron tan ilusos… justo como yo lo fui alguna vez. Dediqué mi vida a crear Armaduras de Bronce y Plata que tuvieran la fuerza y la resistencia de servir a Athena. No me daba cuenta de que estaba ayudándole a insultar a los Dioses. Merecemos perfectamente lo que le ocurre al mundo… -aceptó Lodin, una mezcla de lágrimas y lluvia le caía del rostro.
-Te equivocas… Lodin… -lo interrumpió Shiryu, Lodin se viró a verlo nuevamente-. Incluso sin una armadura, los Caballeros de Athena se habrían levantado contra los Dioses y su tiranía. Eso me queda más que claro… -cerró sus ojos Shiryu, meditando sobre sus siguientes palabras-. Tus máscaras y armaduras, más bien ayudaron a otros a sobrevivir para poder luchar una vez más. No hay vergüenza en tu oficio –le comentó él.
-¡Mi vergüenza es que mi oficio se convirtiera en un desafío a los Dioses! –le insistió Lodin- Si mis Armaduras de Bronce y Plata no los arroparan, no se levantarían en contra de los Dioses… jamás debí haberlas confeccionado –insistió él.
-No Lodin… los humanos no necesitamos de las Armaduras del Zodiaco para luchar por lo que es correcto… -elevó su cosmos Shiryu, desprendiéndose de lo que le quedaba de armadura, que se armó en su forma sellada. Lodin no comprendió las acciones de Shiryu, pero notó al del Dragón optando nuevamente una pose de batalla-. La Armadura Zodiacal es nuestra coraza, y fortalece nuestros cosmos… pero aún sin ella, nos levantaríamos en contra de quien fuera… sea humano, Dríade, o una Divinidad. Ese es el deber de los Caballeros de Athena –aseguró el de Dragón.
-¿Combatir desarmado? Si esta es la naturaleza humana, entonces los humanos somos más estúpidos de lo que pensé que éramos… -subió su defensa Lodin-. Nada de lo que digas podrá cambiar mi perspectiva sobre esto, Dragón… y como prueba, está esta tormenta que ha sido enviada como castigo por los Dioses –se lanzó Lodin a Shiryu.
-Tú la llamas la prueba de nuestra afrenta, yo la llamo la prueba de su tiranía. ¡El Vuelo del Dragón! –se lanzó Shiryu, el Dragón esmeralda absorbiendo el agua de la lluvia, y aumentando el tamaño del Dragón –lo que fue una sorpresa para Lodin, quien fue impactado en su quijada.
-Aght… la velocidad del Dragón… va en aumento… -se quejó Lodin mientras Shiryu presionaba el puño con todas sus fuerzas en su rostro, empujando a Lodin a los aires, y elevando el agua en el césped, como Shiryu había hecho alguna vez con el agua de la Cascada de Rozan, que se elevó como un Dragón de Agua, y derribó a Lodin, quien, malherido, intentó reponerse-. ¿Cómo puede quedarle tanto poder si se ha desprendido de su Armadura de Bronce? Y no es solo eso… su cosmos… debería estar debilitado en un 50%. ¿Qué significa esta determinación del Dragón? –se incorporó Lodin, elevando su cosmos, negándose a aceptar la resolución de Shiryu.
-Ya te lo he dicho. Incluso sin una Armadura de Bronce, yo me habría levantado contra aquellos que se hicieran llamar Dioses y hozaran forzarme a la subordinación… -le apuntó Shiryu, tembloroso, pero determinado-. Esta tormenta es prueba de ello. Algo como esto, jamás sería conjurado por Athena. Esto es algo que desataría alguien como Eris –le explicó él.
-Eris es la Mercenaria de los Dioses… si Athena ha decidido levantarse en contra de los Dioses Olímpicos, esta es una respuesta aceptable –le comentó Lodin, nuevamente reuniendo su cosmos, lo que entristeció a Shiryu.
-¿Te estás escuchando caballero? El Lodin al que Shunrei tanto admiraba, y a quien Mu tanto apreciaba, no diría esas palabras –le espetó Shiryu, comenzando a mover sus brazos para dibujar a su constelación.
-Entonces es una fortuna que yo solo sea la parte racional de ese tal Lodin al que tanto admiran todos ustedes estúpidos –los rostros escarlata comenzaron a rodear a Lodin, y cuando estos adquirieron el tamaño requerido, la Leaf de la Masacre los lanzó-. ¡El Rostro de la Masacre! –atacó la Leaf.
-¡Dragón Ascendente! –se lanzó nuevamente Shiryu, el Dragón formando parte de su puño, y estrellando el mismo en los rostros que se avecinaban en su dirección, llegando ante Lodin, e impactando su pecho con fuerza, traspasándole pecho y espalda, y quebrándole la vista a Lodin, quien cayó al suelo, con el cuerpo perforado por Shiryu, quien lo miraba desde arriba con lágrimas en sus ojos.
-No me mires de esa forma tan… penosa… Caballero del Dragón… -se quejó Lodin, tosiendo con fuerza, manchando su propio rostro con savia-. Sabes que no soy siquiera el Lodin que recuerdas. El verdadero Lodin no podía siquiera ver. De haber renacido ciego me hubiera ahorrado esta horrible vista… la vista de un mundo en agonía… -comentó él, mientras el Árbol de la Masacre comenzaba a marchitarse, y los pétalos de Lirio Sangriento eran arrancados por los vientos de la tormenta.
-Lodin… -comenzó Shiryu, entristecido-. Seas el verdadero, o solo una parte resucitada, eso no cambia el hecho de que fuiste parte de él… y que tus sentimientos, por más horribles que sean, son genuinos… -le comentó él, arrodillándose, y ayudando a Lodin a recargarse en su brazo-. Comprendo que sientas el dolor de todos aquellos a quienes piensas que has mandado a la muerte. Pero no eras tú quien los enviaba, ellos decidieron dar sus vidas por proteger a lo que más amaban, no hay vergüenza en buscar con tu arte el que otros sobrevivan. Más bien yo pienso que tu oficio siempre fue algo admirable… salvaste tantas vidas… incluso marcaste una diferencia al sacrificarte por otros… -le explicó él.
-No mientas Shiryu… incluso sin ser el verdadero Lodin, yo sé que aquel fue un sacrificio de lo más triste y vergonzoso… -admitió él, aunque con una ligera sonrisa en sus labios-. Aunque también… puedo recordar que mi corazón se sentía en calma. Sabía que moriría, pero en esos momentos no me importó. Solo importaba… el tratar de hacer una diferencia… el demostrar que se podía sobrevivir a la ira de los Dioses. Ahora, viendo esta tormenta… no sé lo que debería ser lo mejor: subordinarse y vivir… sabiendo que los Dioses podrían aburrirse y destruirnos solo por su capricho personal… o revelarse y morir… pero sabiendo que llegará el día, en que los Dioses no puedan hacer su voluntad… yo… ya no sé qué es mejor… pero sí puedo admitir que preferiría vivir en un mundo libre… donde mi arte no fuera necesario. Yo ya no podré ver ese mundo Shiryu… pero tal vez… tú puedas llegar a verlo… -terminó Lodin, muriendo con una sonrisa, y tras su muerte, nieve comenzó a caer por el Santuario de Eris.
-¿Nieva? –se preguntó Shiryu, un arcoíris se hizo presente en el Jardín del Edén, y tan rápido como este apareció, el mismo se fragmentó, lanzando un par de cometas, uno dorado, y uno carmín, en dirección al templo vecino del de Shiryu, donde se estrellaron con fuerza, levantando una cortina de nieve y hielo- No tengo tiempo para quedarme y darte un entierro digno Lodin, lo lamento… pero te prometo que lucharé para asegurar un mundo, en el que tu obra sea solo por artesanía, y no por la guerra –terminó él, levantándose, y corriendo al siguiente templo desprovisto de neblina.
Templo de los Juramentos.
Tras salir de la dimensión abierta por Hilda, Camus aterrizó con violencia en contra del Jardín de los Juramentos, levantando una ventisca que congeló todo el lugar, incluido el Árbol de los Juramentos, y a todas las flores de Lirio Blanco que adornaban el jardín. Frente a él, Horkos se incorporó, divertido, aunque con un hilo de sangre cayéndole de los labios.
-Tal parece que lo conseguí. No llegaste ante Eris, Caballero de Acuario. Estamos apenas en el segundo de los Templos del Conflicto. Tendrás que recorrer un largo camino para ver a madre, eso si no caes víctima de las Energías del Conflicto de los alrededores –se regocijó Horkos, cuando notó a Camus sin decir palabra alguna, y con su cosmos embravecido destruyendo los alrededores del Templo de los Juramentos con su cosmos-. Parece que alguien está demasiado enojado –se burló Horkos.
-No voy a divertirte con palabrería absurda –apuntó su dedo Camus en dirección a Horkos, sin enunciar un ataque de cualquier tipo, simplemente lanzando lanzas de hielo en dirección a la divertida Seed, quien preparó su cosmos para contraatacar.
-¡Anillos Eternos! –atacó Horkos, antes de ser atravesado de brazos y piernas por las lanzas de Camus, mientras los anillos de cosmos desprendidos por el dedo de Horkos se arremolinaban alrededor del de Acuario- Ah… eso ha sido doloroso… -se incorporó Horkos, arrancándose las lanzas de hielo, antes de acomodarse el saco que llevaba sobre su Leaf-. Este era un saco muy costoso, pero no creo que Edward vaya a necesitarlo –se burló él.
-Tampoco lo vas a necesitar tú a dónde vas, Horkos –elevó su cosmos Camus, destruyendo los anillos de cosmos, para sorpresa de la Seed-. Intuyo que no prestaste la suficiente atención. El sacrificio de Hilda… su esfuerzo por crear el portal por el que llegamos aquí… ¡tu Barrera de Caos no puede tocarme! ¡Polvo de Diamantes! –atacó Camus, congelando la Seed de Horkos, antes de lanzarlo por el jardín hasta el Árbol de los Juramentos- He alcanzado el Santuario de Eris con toda la fuerza de mi cosmos. La única razón por la que no he llegado ante ella, es por tu interferencia al destruir el Puente Arcoíris, pero es todo lo que lograrás. Pienso llevarte al Hades por una senda de inmenso dolor –materializó otra lanza Camus con su cosmos, y clavó la misma al pie de Horkos, perforando, y después torciendo, forzando a la Seed a gritar de dolor.
-¡Aaaaaargh ah ajajajajajaja! –reaccionó la Seed divertida, lo que enfureció a Camus, quien alzó la lanza, y la clavó en su pecho, forzando a Horkos a vomitar más sangre- Tanto odio… es reconfortante… puedes destruir este cuerpo todo lo que quieras, la verdad es que no me interesa. ¿Quieres saber por qué? –abrió la boca Horkos, una niebla oscura salió del cuerpo de Edward, y solo entonces, el grito más desgarrador que Camus jamás haya escuchado, fue liberado- ¿Qué está haciendo…? ¡Aaaaah! ¡Aléjese de mí! ¡Duele! –lloraba Edward. Camus entonces se dio cuenta de que el pobre humano empalado no poseía cosmos en absoluto, por lo que Camus arrancó su lanza de su cuerpo- Gackt… ughct… ¿por qué? ¿Dónde está… Mii…? –preguntó Edward.
-¿Mii? ¿Te refieres a Alicia? Esto es imposible… ha abandonado a su contenedor… -dedujo Camus, cuando alrededor de su cuello, el espíritu de Horkos comenzó a estrangularlo- ¿Qué clase de espíritu eres? –se molestó Camus, intentando arrancarse al espíritu, ante los ojos en pánico de Edward, quien se desangró hasta perder el conocimiento- Tu contenedor va a morir… ¿de verdad vas a permitirlo? –se quejó Camus.
-¿Ese enclenque? Jamás me interesó. El muy imbécil seguía vivo cuando mi Seed despertó en él, por eso sangra como humano, no como una Seed –le comentó Horkos, rodeando el cuerpo de Camus con su espíritu, apresando el cuerpo del de Acuario- Yo me conformo con un cuerpo más poderoso. El tuyo, Camus de Acuario. ¡Lago de los Juramentos! –el jardín congelado entonces se quebró en una sección, revelando un lago profundo y oscuro- Demos un paseo, ¿quieres? ¡Adelante! –con su espíritu, Horkos comenzó a forzar a Camus a caminar en dirección al lago. El de Acuario trataba de resistirse, pero aún con el 100% de su cosmos, Horkos resultó ser demasiado fuerte.
-¿Cómo puedes ser más fuerte ahora sin un cuerpo, que estando dentro de un contenedor? –se fastidió el de Acuario, cuando su pie entró en el agua, y a este le siguió el segundo- No lo entiendo. ¿Qué clase de deidad eres? –se quejó él.
-¿Deidad? Nada como eso. Todo lo contrario, en realidad –continuaba Horkos, extendiendo algo de su cosmos para asemejarse a un rostro endemoniado de ojos rojos, que miraba a Camus divertido mientras el resto de su cuerpo incorpóreo lo aplastaba-. Soy lo que se conoce como una Larvae, un espíritu maligno más asociado con los Demonios que con los Dioses. Fui sellado como una Seed cuando un Espectro se robó a mi hermano para implantarlo en el corazón de uno de tus amigos, el Caballero Dorado de Géminis –le explicó Horkos.
-¿En Saga? ¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver Saga en todo esto? –preguntó Camus, mientras el espíritu por fin lograba hundirlo dentro del lago, rodeando a Camus de oscuridad- ¿Quieres decir que algo posee a Saga? ¿Un ser diabólico como tú? –hablaba Camus con su cosmos, mientras continuaba intentando liberarse.
-Mi hermano Lemur intentó poseerlo –le enunció Horkos, divertido, mirando la desesperación de Camus por intentar liberarse-. Hace muchos años, un Espectro se robó a mi hermano Lemur de un Santuario en honor a Ares. Desconozco las razones, pero este Espectro deseaba que uno entre un par de gemelos absorbiera su poder. Supongo que no funcionó. Pero en realidad eso no importa. Desde que mi hermano Lemur desapareció, a mí se me encerró como a una Seed, debilitando mi cosmos para no salirme de control e intentar conquistar todo cuanto pudiera por cuenta propia. Incluso me vi forzado a renacer en el cuerpo de un patético no manipulador del cosmos, pero ya no más, he decidido que tú, Camus de Acuario, serás mi nuevo cuerpo. Con tu nivel de cosmos, y dominio en las fuerzas congelantes, traeré el Invierno Eterno que tu amada tanto profesaba –le explicó él, entrando entonces en el cuerpo de Camus cuando el de Acuario comenzó a quedarse sin aire, entrando por su garganta, y transformando a Camus, quien perdió el lustre de su cabellera, que comenzaba a tornarse negra, sus ojos se desorbitaron un poco, y se inyectaron de sangre. Sin embargo, un destello de esperanza se sintió en su pecho.
-Athena… -sintió Camus el cosmos de Saori, quien aún debilitada por el estado del mundo, por fin podía alcanzarlo-. Puedo sentirla… Diosa Athena… de no haber descubierto su identidad… tal vez… Horkos se habría apoderado de mi cuerpo… pero no solo conozco su identidad, diosa mía… sino que jamás permitiría que un parásito como tú se apoderara de mí. ¡Sarcófago de Hielo! –comenzó Camus, congelando sus alrededores, su cabellera extendiéndose con su rebosante cosmos, regresando a su tonalidad normal, e igual hicieron sus ojos.
-¿Sarcófago de Hielo? –se estremeció Horkos, saliendo del cuerpo de Camus- ¿Tan envidioso eres que prefieres encerrar tu cuerpo en los hielos irrompibles en lugar de dejarme poseerlo? ¡No te atreverías! –lo encaró el espíritu maligno.
-No sabes nada de mí… -le informó Camus con su cosmos, comenzando a congelar su propio cuerpo, para sorpresa de Horkos, quien comenzó a ver el hielo comenzar a rodearle también-. Ambos nos congelaremos dentro los hielos eternos. Hielos que no pueden ser cortados ni por los 12 Caballeros Dorados, y que solo se derretirán tras 1,000 años. Al menos tendré el consuelo de que en ese tiempo, no arrebatarás a la mujer de nadie, Horkos –lo amenazó Camus, su rostro comenzaba a congelarse.
-Urght… un cosmos tan alto no lo vale siquiera. Te quedas solo Camus, yo me voy –se alejó Horkos, el cuerpo de Camus terminó de congelarse. Horkos entonces salió del Lago de los Juramentos, y encontró a su cuerpo moribundo intentando escapar-. ¿A dónde crees que vas, Edward? A estas alturas del fin del mundo, tu linda novia inglesa ya debe haberse ahogado, tragada por la Gran Marejada –le mencionó Horkos, sobresaltando a Edward, quien se viró con debilidad, encontrando al espíritu frente a él-. Ya no te queda nada, y la única forma de que vivas, es conmigo restaurando tu cuerpo como una Dríade –se le lanzó encima Horkos, entrando por su boca, y creando un torbellino de viento a su alrededor. De la nieve brotaron algunas flores de Lirio Blanco, y estas comenzaron a unirse al cuerpo de Edward, restaurándolo, y permitiendo a Horkos incorporarse con un cuerpo renovado-. De vuelta a este cuerpo repulsivo. Bueno, supongo que ya no me queda otra alternativa que acostumbrarme. ¿Será muy pronto para pensar en la esposa a la que no dejaré en el altar por asesinar a Caballeros de Athena? –se preguntó divertido, cuando escuchó un sonido inquietante, de hielo rompiéndose.
-¡Tú no tienes futuro Horkos! –estalló el cosmos de Camus, y el de Acuario comenzó a salir de los interiores del lago- Y lo lamento por Edward y por Mii, pero no tengo tiempo de responsabilizarme por ese cuerpo tampoco. ¿Qué es una muerte más en un mundo que se cae en pedazos? –agregó Camus con frialdad.
-¿Rompiste el Sarcófago de Hielo? ¡Eso no es posible! ¡Tú mismo dijiste que era irrompible! ¡Ni los 12 Caballeros Dorados podrían romperlo! –le apuntó Horkos nerviosamente, Camus le apuntó con su dedo, y disparó arillos de hielo que mantuvieron a Horkos apresado.
-Por fuera, Horkos. Por dentro el Sarcófago de Hielo puede romperse. La razón por la que nadie se libera, es porque normalmente entran ya muertos dentro del mismo –le explicó Camus, mientras Horkos intentaba liberarse, y al notar que no podía hacerlo, abrió la boca para intentar escapar del cuerpo de Edward-. No lo harás. ¡Polvo de Diamantes! –atacó Camus, congelando el cuerpo de Edward en aquella posición, con Horkos apenas saliendo del mismo, permaneciendo congelado en aquel punto- Esta situación me molesta mucho… nada deseaba más que torturarte hasta que pidieras piedad, y desesperadamente me suplicaras la muerte. Pero al ser una Larvae, un parásito, no posees un cuerpo único, puedes abandonarlo y buscarte otro. La única manera de deshacerse de ti, es mientras un cuerpo aún te sirva de prisión, ¿no es así? –le apuntó Camus, los ojos de Edward se aterraron, lo mismo pasó con los de Horkos, quien no podía estirarse para salir del cuerpo de Edward, y solo podía retroceder y volver a entrar por donde había intentado salir- Es una verdadera lástima el no poder torturarte. En cuanto a ti, Edward, encuentro en tu muerte el sacrificio necesario. Le diré a Mii que entregaste tu vida por la destrucción de Horkos. Lo menos que puedo hacer por ti, es darte una muerte rápida e indolora –alzó sus brazos Camus, entrelazando sus manos, y llamando al cántaro de la Constelación de Acuario. Los ojos de Edward lloraron, era difícil saber si eran las lágrimas de él o de Horkos, aunque realmente, a Camus aquello no le importaba-. ¡Ahora desaparece de mi vista! ¡Ejecución Aurora! –atacó Camus, despedazando el cuerpo de Edward y a Horkos con su ataque.
-¡Caballero Camus! –llegó entonces Shiryu, el de Acuario se viró para verlo- Me alegra mucho verlo, ¿se encuentra usted…? –comenzó el de Dragón, cuando sintió el Instinto Asesino de Camus, y se paralizó en ese momento. Los ojos de Camus inclusive, reflejaban un vacío bastante peculiar, como la mirada de alguien que había dejado de creer en todo.
-Caballero del Dragón… -comenzó el de Acuario. Shiryu lo miró con preocupación, incluso comenzó a pensar en levantar sus defensas-. Llevas más tiempo que yo dentro de este Santuario, así que resúmemelo. ¿Qué hay que hacer para llegar al templo principal? Eris y yo tenemos cuentas pendientes… -terminó fríamente.
Noruega. Asgard. Jardín de la Sacerdotisa.
-Edward… -sintió Mii en su cosmos, lo que ya parecía ser algo más sencillo por la cantidad de Seeds derrotadas. Natassia, a su lado, bajó la cabeza deprimida, pero no era el momento para lamentaciones. Frente a ambas, Surt elevaba su cosmos, y tomaba el Sarcófago de Hielo con Hilda en su interior por los bordes, esforzándose por levantar la pesada estructura, y caminar con esta hasta el borde del jardín, subiendo la baranda, y mirando a la sacerdotisa una última vez, mientras Mii y Natassia se viraban sin querer presenciar lo que estaba por pasar.
-Que las Valkirias te lleven a salvo ante el reino de Freyja, Hilda. Espero verte en el Valhala, probablemente antes de lo que me hubiera gustado… -empujó Surt con fuerza, lanzando el Sarcófago de Hielo con Hilda al mar embravecido, que ya había regresado en un primer tsunami violento, mismo que forzó al deslave de otra porción de la Estatua de Odín-. ¡Está hecho! ¡Ahora hay que atender el Epicentro del Caos antes de que la Gran Marejada ocurra! –les comentó Surt.
-¿Cómo? ¿No fuimos golpeados ya por la Gran Marejada? –preguntó Mii sorprendida, Surt miró al mar embravecido, y movió su cabeza en negación- ¿De qué tamaño es la ola más grande entonces? La que nos golpeó recientemente se llevó media Estatua de Odín. En realidad, es solo por la estatua que sirvió de rompeolas el que no nos llevó con ella –aseguró Mii.
-La primera ola comúnmente no es la más grande –les explicó Surt-. En un tsunami de estas magnitudes, la primera ola siempre tiene la cresta más pequeña y el valle más pronunciado con respecto a las demás. La cresta es su altura, el valle es la extensión de agua que existe entre cresta y cresta. La primera ola normalmente no es la más grande, porque es la que más obstáculos atraviesa en su llegada a tierra, solo basta con ver la Estatua de Odín y su mal estado –apuntó Surt. Natassia y Mii notaron el mismo-. Incluso si una ola de las mismas magnitudes que la anterior rompiera en el Jardín de la Sacerdotisa, sin que la Estatua de Odín cuente con las mismas dimensiones que antes, el resultado será incluso peor. En otras palabras, la primera ola limpió el camino para la segunda, que será la más grande de todas. Antes de que esta ola llegue, debemos apagar esa cosa y evacuar a los que podamos –les comentó Surt, comenzando a correr de regreso a lo que quedaba del Palacio del Valhala.
-Si lo que dice es cierto, ¿entonces la siguiente ola se tragará todo el palacio? ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que eso ocurra? –preguntaba Mii, siguiendo a Surt junto a Natassia y en dirección al Palacio del Valhala, llegando hasta el puente de roca, que estalló bajo un ataque de cosmos, que rompió el mismo, cortando las intenciones de Surt de cruzar.
-¡Detente Surt! ¡Es muy peligroso acercarse a esa cosa! –declaró Siegfried, quien llegaba acompañado de otros Guerreros Vikingos. Todos cansados, heridos y ensangrentados- Sigmund intentó detenerlo, pero solo terminó vaporizado igual que Derbal. Ya hemos perdido a muchos de los nuestros, no permitiré que nadie se acerque a esa cosa hasta que Hilda tome el liderazgo de Asgard y dé ella misma la orden. ¿Dónde está ella? –preguntó Siegfried.
-Siegfried, no hay tiempo para esto. Esa cosa se llama Epicentro del Caos, y es lo que está enloqueciendo a los débiles de cosmos y forzándolos a entregarse a la violencia –le explicó Surt. Pero Siegfried se negó a escuchar razones y preparó su espada-. Siegfried, sé que va a sonarte increíblemente difícil de creer, pero Hilda ha muerto, fue tragada por la primera de las olas que azotaron el palacio, nada pudimos hacer para salvarla –mintió Surt, los ojos de Siegfried y del resto de sus compañeros se abrieron de par en par, incrédulos de lo que Surt había dicho-. Por favor, te lo ruego… antes de la llegada de la ola, Hilda me comunicó su resolución final ante todo lo que está ocurriendo. Este desastre es todo culpa de una diosa malvada de nombre Eris… -le explicó Surt.
-¿¡Eris!? ¡Jamás he escuchado de una diosa con tal nombre! ¿Qué intentas Surt? –se molestó Siegfried, cuando uno de sus compañeros, de cabellera rosada, lo detuvo. Era bastante bajo de estatura, y de complexión delgada- ¿Qué haces Alberich? –se molestó Siegfried.
-Tranquilo, Jarl Siegfried, lo suyo es la fuerza bruta, lo mío el raciocinio. Eris es una Diosa Griega, no Nórdica. Si esta diosa ha causado este desastre, eso significa que el Caballero Dorado de Acuario también es culpable, y que aquellas son sus cómplices –apuntó Alberich con la molestia de alguien que pensaba en traición en todo momento.
-No es así. Camus de Acuario era un enviado del Santuario que se entrenó en nuestras tierras como una muestra de alianza entre nuestras naciones –defendió Surt a costa de su propia vida al desafiar a quien ahora era su Jarl, la última de las figuras de autoridad de Asgard-. Escúchenme por favor, queda muy poco tiempo. Si esta cosa no se detiene, la Anarquía seguirá reinando en Asgard. Los hermanos mataran a sus hermanos, y estaremos un paso más cerca de cumplir la profecía del fin de los Dioses –les comentó Surt. Aquello llamó la atención del Guerrero Vikingo llamado Alberich-. Y no solo eso, la primera ola que llegó a nuestras tierras no era más que un bastardo de la Gran Marejada que va a tragarse todo desde el Palacio del Valhala hasta las murallas. Yo haré todo lo que pueda para detenerla. Presionando el Epicentro del Caos para que la Anarquía no reine –les pidió él, los Guerreros Vikingos pensaron al respecto.
-¡Por favor tiene que creernos! –se quitó la máscara Natassia, revelando su rostro, e irrespetando sus votos de caballería- ¡Mi nombre es Natassia Piotrsdottir! ¡Mi padre fue Piotr, líder de los Guerreros Azules! ¡Me entrego voluntariamente a servidumbre a Jarl Siegfried como garantía de que esto no es una trampa de Bluegrad, y como moneda de cambio a con el Santuario de Athena al yo ser una Caballero de Bronce al servicio de la Diosa Athena! –ofreció ella.
-¡Natassia! ¿Qué estás haciendo? –se escandalizó Mii- ¿De qué sirve que te entregues de esta forma? ¡Solo estás complicando más las cosas! –recriminó Mii, intentando detenerla, pero Natassia se quitó su brazo de encima y comenzó a caminar en dirección a los Guerreros Vikingos, aún a sabiendas de que Siegfried había ordenado no pasar- ¡Natassia! ¡Van a matarte! –insistió Mii.
-¡Ya estamos muertos de todas formas si no acceden a dejarnos pasar! –le respondió Natassia, y miró a Siegfried directamente- Jarl Siegfried, mi lealtad pertenece a Athena, la Diosa de la Sabiduría en la Guerra. Sus lealtades pertenecen a Odín, el Dios de la Sabiduría en la Guerra. Ambos Dioses son Sabiduría. Por favor, apelo al dominio de nuestros respectivos Dioses –suplicó ella con desesperación.
-¡Sigfried! ¡La ultima orden de Hilda antes de morir, fue la de respetar la neutralidad del Santuario de Athena y el Santuario de Odín! –enunció Surt nuevamente. Siegfried lo miró con determinación- Hilda también solicitó que, de ser posible, se pactara una alianza entre el pueblo de Asgard y los Griegos que sirven a Athena… por favor… -le pidió él.
-Digamos que les creemos –interrumpió Alberich, mirando al Epicentro del Caos-. Si esa cosa continúa existiendo, la Anarquía reinará en Asgard. ¿Es así? –preguntó Alberich, Surt asintió- Si se avecina una Gran Marejada lo suficientemente grande para tragarse a Asgard, no habrá forma de evacuar mientras la Anarquía continúe reinante. ¿Por cuánto tiempo piensas mantener ese Epicentro del Caos debilitado? ¿Lo suficiente para evacuar a cuantos podamos? –le preguntó Alberich, determinado.
-Si te refieres a usar mi cosmos hasta sus últimas consecuencias, Alberich, lo decidí desde el momento en que Hilda dio su vida por nosotros… -le explicó él. Alberich se sorprendió-. Tendrán todo el tiempo que requieran, se los garantizo, pero si no se mueven ya… no quedará nada de Asgard, y nuestra cultura se perderá para siempre –terminó él. Alberich lo pensó, y asintió.
-Dice la verdad, Jarl Siegfried –le comentó Alberich, Siegfried se mordió los labios. Aún incrédulo-. Si no nos vamos ahora, el sacrificio de Hilda realmente será en vano. ¿Es eso lo que quiere? ¿Que nuestra cultura se pierda para siempre, tragada por el mar? –preguntó él.
-Umm… -meditó Siegfried al respecto, Surt estaba cada vez más desesperado-. Llevaremos a esta Caballero de Bronce en garantía. Si la supuesta Gran Marejada no llega, Surt, le corto su linda cabeza –amenazó Siegfried, Mii intentó interceder, pero Surt la detuvo-. Andando. Evacuemos Asgard… -pidió Siegfried, retirándose con sus acompañantes, uno de los cuales se llevó a Natassia con sus manos atadas por cadenas.
-Vamos… -pidió Surt, Mii se preocupó, pero siguió a Surt en dirección al Epicentro del Caos, mirando el mismo, que brillaba más intensamente que antes, incluso parecía que se estaba extendiendo-. Según mis cálculos, disponemos de unos 40 minutos para que la Gran Marejada se manifieste. Me ayudarás por 30 minutos, después de eso, huye… -ordenó Surt, elevando su cosmos, blanco y hermoso, pero cálido y violento, y con este, comenzó a apresar el Epicentro del Caos, lo que ocasionó una tremenda carga en su cuerpo.
-¡Surt! –recriminó Mii, mientras Surt continuaba esforzándose y rodeando el Epicentro del Caos, que sorpresivamente comenzó a achicarse- Te ayudaré, pero… ¿por qué solo por 30 minutos? –le preguntó Mii consternada.
-¿Acaso no es obvio? Es para que tengas el tiempo suficiente para escapar –le comentó él, mientras Mii reunía su cosmos, y del mar se alzaban anillos de burbujas que comenzaron a rodear el Epicentro del Caos, ayudando a Surt a achicar el mismo-. Este es Asgard… esta es mi tierra, son mis Dioses, son mis creencias… y por salvar mi cultura y lo que esta significa para mí… no pienso moverme de aquí hasta el último momento… todo sea por salvar a cuantos de los míos pueda –le explicó él.
-Surt, no puedes, tienes que vivir por Camus, por Hilda… -le pidió Mii, pero Surt no la escuchó y continuó elevando su cosmos, este cada vez achicaba más al Epicentro del Caos- ¡Surt! ¡Por favor! –le pidió ella.
-Mii… Camus me contó sobre los Caballeros de Athena… me dijo que el auto sacrificio era normal en ellos, pero que era un rasgo que solo compartían los Caballeros Dorados, que estaba en su forma de ser… -le sonrió entonces Surt-. El muy tonto, me dijo que le parecía de lo más estúpido. Que el auto sacrificio era de cobardes que se daban por vencidos, y renunciaban a la vida al verse acorralados, ¿sabes lo que hice? –le preguntó, Mii lo negó- Le tumbé el casco de un buen puñetazo, e incluso lo llegué a llamar un cobarde. ¿Sabes por qué? –Mii nuevamente lo negó, no atreviéndose a interrumpirlo- Porque el auto sacrificio, es la forma más gloriosa de morir. No hay nada más honorable que el sacrificar tu vida en batalla, luchando hasta el final, protegiendo siempre a tus camaradas, a tus amigos, y a tus seres queridos. En la cultura Nórdica, la muerte en batalla, o por el sacrificio en nombre de los demás, es la forma más gloriosa de morir, el honor más grande de todos… por eso no voy a detenerme, Odín ya tiene una silla en el Valhala con mi nombre. El verdadero Valhala que existe en el verdadero Asgard. Comeré y beberé en el banquete de los Dioses, y le platicaré a Odín sobre Athena, y el cómo los Caballeros Dorados son dignos de su reino. Tal vez… de esa forma… pueda volver a ver a mi querido amigo Camus… -admitió Surt.
-Usted… jamás dejó de considerarlo un amigo verdadero, ¿verdad? –preguntó Mii. Surt dudó un poco, pero al final asintió- Lo comprendo… mi señor Surt… y yo le prometo que jamás voy a olvidar su honorable sacrificio. Le ayudaré todo lo que pueda, y le deseo un viaje placentero a Asgard. Que Odín lo tenga en su santa gloria –terminó ella.
-¿Odín un santo? Ajajajajaja, es bueno morir con una carcajada –sonrió Surt, Mii solo se apenó por su propio comentario, pero ambos continuaron acrecentando sus cosmos, y desestabilizando el Epicentro del Caos, mientras sus oídos comenzaban a llenarse del sonido del agua alejándose nuevamente de las costas de Asgard.
Grecia. Atenas. Templo de Athena.
-¡Los Epicentros del Caos! –se estremeció Saori, incorporándose. La debilidad en su cuerpo y en su cosmos era más que evidente. La lluvia caía tan fuertemente, que a los presentes se les dificultaba escuchar, pero ni Afrodita ni Lithos, quienes eran los únicos que resguardaban a Saori en esos momentos, fueron incapaces de no notar a las seis representaciones de luz que eran los Epicentros del Caos, achicándose- Alemania, Turquía, Suiza, Japón, China, y finalmente… Noruega… -observó Saori los mismos.
-El Epicentro del Caos en el Mar Mediterráneo se apagó por sí mismo –recordó Afrodita, observando las torres de luces-. Pero. ¿Quién detiene el Epicentro del Caos de Asgard? –preguntó Afrodita, el cosmos que lo rodeaba no le era familiar- Se siente el cosmos de una de las Saintias, Mii del Delfín, pero no reconozco al otro cosmos… -admitió él.
-Si Mii confía en ese otro cosmos, yo confío en este de igual manera, Afrodita… -le comentó Saori antes de incinerar su cosmos aún más alto-. ¡Caballeros Dorados que atienden a los Epicentros del Caos! ¿Pueden escucharme? –preguntó Saori.
-Aldebarán de Tauro en el Epicentro de Alemania, la escucho perfectamente –comenzó el de Tauro, quien estaba bajo fuego por los militares de los diversos países que habían declarado a los Caballeros Dorados como enemigos mundiales- Aunque con algo de cosquillas. ¿Cuáles son sus órdenes, Diosa Athena? –preguntó el de Tauro.
-Saga de Géminis en el Epicentro de Turquía –comenzó Saga, rodeando a toda Troya con su cosmos, iluminando el firmamento de bellezas cósmicas inimaginables-. He alcanzado el nivel de cosmos necesario para pulverizar esta cosa, espero sus órdenes –comentó el de Géminis.
-Mephisto de Cáncer en el Epicentro de Suiza, me estoy quedando sin energía… -le comentó el de Cáncer, quien entonces fue auxiliado por Erda y por Mito-. Hemos evacuado Suiza casi en su totalidad, un poco violentamente a decir verdad –admitió él-. Si quiere que esta cosa estalle, solo dígalo y comenzaré con los fuegos artificiales –sonrió él.
-Shaka de Virgo en el Epicentro de Japón –continuó Shaka, su Epicentro del Caos ya bastante débil-. No recomiendo hacerlos estallar. Pero mi cosmos está listo para revertir el flujo en cuanto todos estén listos –meditó el de Virgo.
-Dohko de Libra en el Epicentro de China –continuó Dohko, sosteniendo el Epicentro con las lianas de su Unidad con la Naturaleza-. En posición, y con un mal presentimiento. Hay demasiada agua a mi alrededor, he ordenado a mis discípulos evacuar a cuantos pudieran. Creo que los pobladores no les hicieron mucho caso… -se preocupó Dohko, Wuhan ya no existía. En su lugar solo había un remolino de agua donde alguna vez estuvo la ciudad, rodeando el Epicentro del Caos-. Lo que vayamos a hacer, será mejor que sea rápido. Si una segunda ola impacta, no sé qué tanto de Cinco Picos quede para hacer cualquier cosa –admitió él.
-Surt… Guerrero Vikingo de Odín… a sus servicios, Diosa Athena –escuchó Saori, e igual lo hicieron el resto de Caballeros Dorados-. Me encuentro con su Saintia, Mii del Delfín, en el Epicentro del Caos de Noruega, en Asgard… y disponiendo de alrededor de 15 minutos antes de morir ahogado por la Gran Marejada. Al Caballero Dorado de China… mejor que busque terreno muy alto… preferentemente por encima de Cinco Picos –admitió Surt.
-Surt. Tristemente no tengo el placer –se preocupó Saori, notando el Epicentro de Noruega, que era más grande que en los demás países-. Surt, ¿El Caballero Dorado Camus de Acuario se encuentra indispuesto? –preguntó ella preocupada.
-Ah, Camus está en una cita con un Puente Arcoíris, probablemente dentro del Santuario de Eris en estos momentos –le respondió el Dios Guerrero-. Usted debe ser Athena. No me quedan dudas del por qué Camus abandonó a Hilda. Su cosmos… es tan gentil… -admitió él-. Escúcheme bien, Diosa Athena, que queda poco tiempo. En estos momentos, estoy liberando a Mii de la carga –le comentó él, el Epicentro del Caos de Noruega volvió a extenderse, Saori notó que aquello se debía al abandono de Mii de los alrededores del mismo-. 10 minutos es todo lo que queda. Si en 10 minutos esta cosa no se apaga, habré muerto ahogado, y no habrá nadie que pueda venir a intentarlo nuevamente. No habrá siquiera tierra firme en la cual intentarlo. Así que necesito que me escuche, solo tendremos un intento. Si lo que quiere es revertir los Epicentros del Caos, entonces deberán hacerlo al mismo tiempo. Si los Epicentros del Caos no se extinguen de esta manera, los demás se fortalecerán –comentó él.
-Ah, entonces es por eso –comenzó Mephisto-. Uno de estos debió haberse apagado recientemente, ¿no es así? Me complicó la tarea demasiado. Esta cosa creció varios metros hace una hora aproximadamente. ¿Qué sabes de eso, Vikingo? –le preguntó el de Cáncer.
-Los Epicentros del Caos al parecer comparten una fuente en común, es como agua saliendo de un recipiente con varios agujeros. Tapas un agujero, el agua sale del resto con mayor velocidad y fuerza –les explicó él, sudoroso y débil-. Pero si tapas todos al mismo tiempo, la presión compartida es menor. Si todos empujamos al mismo tiempo, será más sencillo. De lo contrario, la presión del que quede al final será superior –terminó él.
-Entonces todos tenemos únicamente una oportunidad –enunció Saga, el resto de Caballeros Dorados le prestaron atención-. Con el nivel de cosmos de un Caballero Dorado, y el cosmos de Athena, podremos cerrar estos Epicentros del Caos. Esperamos su orden, Athena –cometo él.
-Prepárense… presionaremos todos al mismo tiempo… -comentó Saori, el grupo comenzó a elevar sus cosmos aún más. Saori alzó su báculo mientras hacía lo mismo- ¡Ahora! –bajó el báculo Saori, su cosmos estallando en conjunción con los seis Epicentros del Caos.
A lo largo de Europa y Asia, los Epicentros del Caos fueron presionados por los Caballeros Dorados y por Surt, quien diferente de los demás, no tenía un cosmos tan alto para lograrlo. Los primeros Epicentros del Caos en ser apagados, fueron los de Turquía y China, generando más presión en el resto, aunque para Shaka, la presión adicional apenas y significó algo, terminando de apagar el suyo un poco por debajo de los primeros dos. Quienes tuvieron que esforzarse un poco más fueron Aldebarán y Mephisto, pero ambos lograron también apagar los suyos casi al mismo tiempo. Al final, el Epicentro de Noruega se encendió más fuerte que el resto, Surt no había conseguido apagar el suyo.
-¡Surt! ¿Me escuchas, Surt? –preguntó Saori. Surt se mordía los labios, y se esforzaba por apagar el Epicentro del Caos- ¡Surt! ¡Tienes que salir de allí! ¡Ya encontraremos la forma de apagar el Epicentro del Caos de Noruega! ¡No pierdas tu vida inútilmente! –le pidió ella.
Noruega. Asgard. Ruinas del Palacio de Valhala.
Inicia Tema: Bajo la Madera del Árbol del Mundo.
-¿Inútilmente? No me ofenda… Diosa Athena… -comenzó Surt, sonriente pese a que la Gran Marejada ya se escuchaba cada vez más cerca-. Para mi pueblo… el Asgard… no existe el sacrificio inútil… solo la debilidad de la cobardía… así que, no me pida que me retire. Yo apagaré este Epicentro del Caos… es una promesa… -agregó él, su cosmos apenas manteniéndose, pero sin dejar de apretar el Epicentro del Caos.
-Surt. No hay cobardía en entender tus límites. Por favor –le pidió Saori, Surt tan solo continuó esforzándose-. Surt, no sé la clase de persona que eres, ni las cargas que lleves contigo, pero el vivir debería ser tu prioridad en estos momentos. Ya después podrás probarte a ti mismo… -le pidió ella, lo que molestó a Surt.
-¿Probarme a mí mismo? No necesito probarle nada a nadie. Al único que debo probarle cualquier cosa, es a mí mismo… -continuó Surt, mirando a la destruida estatua de Odín, no más alta que la ola que se avecinaba y que comenzaba a romperse-. ¡Y yo no me lo perdonaría a mí mismo! ¡Si no lograra que mi vida valiera algo! ¡Odín, Padre de Todos! ¡Obsérvame desde Asgard que es tu reino! ¡Esta es la fuerza que me da el amor por mis hermanos, el amor por mi pueblo, el amor por mis Dioses! ¡Te entrego mi vida en el nombre de Asgard! ¡Estalla! ¡Abre el camino al reino de mis Dioses! –el cosmos de Surt entonces se incineró, logrando rodear al Epicentro del Caos en su totalidad, y tras aquello, comenzó a aplastar el mismo, mirando a la ola que ya rompía más violentamente, incluso quebrando sus aguas contra el Epicentro del Caos mismo- ¡Camus, si existe realmente la reencarnación! ¡Entonces deseo que mis Dioses me permitan renacer contigo en alguna vida! ¡Odín, señor de Asgard! ¡Acepto la invitación a su banquete celestial! –estalló el Epicentro, vaporizando a Surt incluso antes de que la ola pudiera tragárselo.
Muelles de Asgard.
-¡Señor Surt! –gritó Mii mientras corría por la ciudad al pie del palacio del Valhala en dirección a los muelles, cuando sintió el cosmos de Surt estallar en pedazos. Su estallido fue tan alto que desestabilizó a la ola, forzándola a quebrarse en dos, y colapsar sobre sí misma, lo que frenó momentáneamente la destrucción de la ciudad, reduciendo el tamaño de la ola que de todas formas se tragaba a la misma- El Epicentro del Caos, ya no puedo sentirlo… -agregó ella mientras continuaba corriendo.
-¡Mii! –gritó Natassia desde uno de los barcos de madera que se alejaba de la ciudad con los Guerreros Vikingos sobre los mismos- ¡Por aquí Mii! ¡Salta! –se liberó de sus ataduras Natassia, sorprendiendo a algunos Guerreros Vikingos quienes intentaron someterla, pero Siegfried los detuvo, permitiendo a Natassia llegar hasta la cola del Drakkar, el barco dragón en que se encontraba, y atrapar a Mii cuando esta saltó esquivando la gran ola que intentó tragársela. Los barcos dragón fueron golpeados con violencia, y los Guerreros Vikingos obligados a maniobrar para mantenerse a flote. Muchos de los barcos se hundieron de todas formas, y las violentas aguas se llevaron a sus tripulantes a las profundidades.
Una vez las aguas lograron calmarse, Siegfried miró a los alrededores. Alrededor de unos 7 barcos, de casi 50 que habían zarpado, sobrevivieron a la última marejada, lo que llenó el corazón del Jarl de dolor.
-¿Esto es todo lo que queda? –lloró Siegfried, mirando a los Jarl en cada uno de los barcos, todos entristecidos, y en un silencio sepulcral-. Cada uno de estos Drakkar puede transportar a 90 Guerreros Vikingos, con solo 7 que quedan, todo el glorioso Reino de Asgard ha quedado reducido a esto. Seguro no somos más de 600 –cayó Siegfried en sus rodillas.
-Siguen con vida… Jarl Siegfried… -le comentó Mii, a quien Siegfried miró desde abajo-. Siguen vivos gracias al sacrificio de Hilda y al de Surt. Si sus Dioses me han enseñado algo en tan poco tiempo, es que un Guerrero Vikingo no agacha la cabeza, sino que se levanta y sigue adelante –le comentó ella, mirando en la dirección donde el Epicentro del Caos alguna vez existió-. Se repondrán de esto… todos lo haremos… y todos aquellos Dioses malvados que han lastimado a esta hermosa tierra… lo pagarán… -terminó ella. Siegfried se repuso, y miró al horizonte. En el barco más cercano, Alberich, quien fungía como el Jarl de su barco, miró a Siegfried con tristeza.
-¿A dónde, Alto Jarl Siegfried? –preguntó Alberich, sorprendiendo a Siegfried- Sin el Sumo Sacerdote Derbal… sin la Sacerdotisa Hilda… solo el más fuerte entre los Jarl puede liderar a lo que queda de los pobladores de Asgard. Yo Alberich, lo seguiré hasta el fin del mundo –declaró el de cabellera rosada. En los otros Drakkar, otros Jarls se arrodillaban en señal de respeto, aceptando a Siegfried como el nuevo líder de los sobrevivientes de Asgard.
-Si este es su deseo, mis hermanos, yo los lideraré –sacó su espada Siegfried, cortando con la misma su palma, y vertiendo la sangre en el mar-. Con este Pacto de Sangre, juro que cazaremos a los responsables de esto, y en el nombre de Odín, vengaremos a los nuestros. Siguiendo los últimos deseos de la Sacerdotisa Hilda de Polaris, declaro ante ustedes hermanos, que buscaremos la alianza con el Santuario de Athena, y es allí a donde hemos de dirigirnos. ¡Fijen el curso a Atenas! ¡La tierra de la Diosa de la Sabiduría en la Guerra está por recibir a los grandes campeones de Midgard! –finalizó el Alto Jarl Siegfried, con sus barcos tomando el curso a la tierra de los Dioses Griegos.
Grecia. Atenas. Templo de Athena.
-Otro valiente guerrero, esta vez de un panteón distinto al Griego, ha elegido la muerte en sacrificio por su pueblo… -comenzó Saori, entristecida, y con su cuerpo temblándole por el esfuerzo-. ¿Por qué? Por qué es que los humanos son tan necios. ¿Por qué buscan algo tan horrible como la muerte? Entregarse a la muerte es perderlo todo. No lo comprendo –admitió ella. Afrodita a su lado, bajó la cabeza.
-Está en la naturaleza humana… es así de sencillo… -le respondió Afrodita. Saori se viró lentamente a verlo, lo humedecido de su cabellera le nublaba un poco la vista, aunque la lluvia, gracias a que se habían extinguido los Epicentros del Caos, había comenzado a aminorar-. Sé que muchos no podrán comprenderlo… incluso muchos otros no podrán aceptarlo… pero nadie desea ver a las personas que ama morir. Si sacrificar la vida de uno significa tener la esperanza de que los seres amados por uno, tendrán la oportunidad de seguir viviendo, incluso si al dar tu vida no tienes la certeza de que ese vaya a ser el caso, él o ella quien se sacrifica puede morir en paz, sabiendo que lo que hizo marcó una diferencia –le explicó él.
-Eso lo entiendo. De no ser por el sacrificio de Surt… probablemente ninguno de los 7 barcos que sobrevivieron a la Gran Marejada hubiera permanecido a flote… -agregó Saori, pero su preocupación no aminoraba-. Pero, si el auto sacrificio trae consigo estos resultados, ¿cómo pedirle a los Caballeros Dorados que valoren sus vidas? –preguntó ella.
-No puede –le respondió Afrodita, con una rosa roja en su mano, y girando la misma como distracción, evitando ver a su diosa directamente-. El pedirle a un Caballero Dorado el no dar hasta la última flama de su cosmos por proteger a aquellos que ama… sería un insulto. Lo que diferencia a un Caballero Dorado del resto de Caballeros de la Orden de Athena es precisamente eso. Mientras un Bronce y un Plata podrían sacrificarse, esto no es algo innato en ellos. El Caballero Dorado, simplemente sabe que llegará el día en que, por el bien mayor, habrá de darlo todo, incluso la vida, por su diosa. Eso es lo que nos diferencia realmente –terminó él.
-Eso es precisamente lo que me preocupa… Afrodita… -continuó Saori, mirando al Templo de Eris, y pensando en los Caballeros Dorados que yacían en su interior-. Si para algunos como Surt el auto sacrificio es incluso un honor… entonces… en cualquier momento yo podría perder a alguno de ustedes… solo porque en sus corazones no existe sacrificio que sea inútil… por eso, no puedo dejar de preocuparme y de sentirme angustiada… sabiendo que no puedo hacer nada por detenerlos… -terminó ella con tristeza.
Santuario de Eris. Jardín del Edén. Templo del Saqueo.
-Surt… -interrumpió su camino Camus, mirando al cielo del Jardín del Edén que, gracias a la gran tormenta, ya era el mismo cielo de Grecia, incluso la noche caía ya por el alguna vez iluminado Santuario. Shiryu se detuvo junto al Caballero de Acuario, mientras este sentía una sensación fría en su cuerpo, al momento en que una brisa fría comenzó a rodearlo.
-Ha comenzado a sentirse un cosmos frio… -comentó Shiryu, sintiendo los vientos congelados que en esos momentos rodeaban a Camus-. Este cosmos, se siente tan ajeno, pero al mismo tiempo da la sensación de que alguien ha venido a despedirse. ¿Ha ocurrido algo, Caballero de Acuario? –le preguntó Shiryu.
-No es de tu incumbencia, Caballero del Dragón –fue la seca respuesta de Camus, quien extendió su mano, permitiendo que un copo de nieve descansara sobre la misma-. En esta vida… Surt… no logré cumplirte mi promesa. Mi deuda a ti ha quedado inconclusa. Pero… si algún día renazco, y me entero de que tú también lo has hecho… sin importar que para los Dioses del Norte la reencarnación no exista, te doy mi palabra de Caballero Dorado, Surt… dedicaré aquella vida en que nos volvamos a ver, enteramente a tus caprichos. Pagare mi deuda, yo te lo juro, no en esta vida, pero en la que siga en que por fin podamos volver a conocernos… -terminó Camus, algunas lágrimas traicioneras escapando a sus ojos-. Andando… Eris espera… -continuó el de Acuario, saliendo de los límites del Templo del Saqueo.
Termina Tema: Bajo la Madera del Árbol del Mundo.
Templo del Dolor.
-¿Maestro Camus? –saliendo de la neblina, Kyoko, Kiki y Hyoga llegaron al Templo del Dolor. Mas antes de poder concentrarse en cualquier otra cosa, Hyoga detuvo su avance bajo el arco de piedra del mismo, conmocionado- Acabo de sentir el cosmos de mi Maestro Camus… se siente triste, y desesperado. Jamás pensé el sentir el cosmos de mi maestro en este estado tan lamentable… -comentó Hyoga.
-¿El cosmos de Camus? Espera… creo que yo también lo siento… -agregó la de Equuelus-. Eso significa que el domino del Caos se está revirtiendo –concluyó Kyoko, agradecida por aquello. Mas entonces notó al guardián del Templo del Dolor-. Así que eres tú… -comenzó Kyoko. El viento sopló, y flores de Caléndula se elevaron al aire, acariciando la cabellera de Kyoko.
-Bienvenida seas… Kyoko… -comenzó Rigel. Hyoga inmediatamente alzó su defensa, Kiki simplemente fue a esconderse detrás de la de Equuleus-. Te has vuelto más fuerte. Pude sentir tu cosmos, este rosaba el nivel dorado. Estoy orgulloso de tu progreso –le sonrió Rigel.
-No siento que el alegrarte de mí progreso sea algo que te hayas ganado en absoluto como para sentirte orgulloso –le apuntó Kyoko. Rigel notó la tonalidad de su voz, directa, y sin resentimiento alguno por sus palabras-. Déjame decirte, Rigel, que si vuelves a meterte en mi camino como hiciste durante la Nueva Titanomaquia, esta vez no dudaré en fulminarte –lo amenazó la de Equuleus.
-¿Qué es esta indiferencia? –preguntó el antiguo Caballero de Orión- Incluso con nuestras diferencias, jamás me habías hablado de una forma tan seca. ¿Estás tan molesta por mi traición, que te conduces hacia mí con semejante intolerancia? –preguntó el de Orión.
-¿Quién no estaría molesto por una traición? ¿Este se escucha a sí mismo mientras monologueá? A mí no me lo parece –susurró Kiki. Para infortunio del Muviano, Rigel lo escuchó, e inmediatamente lanzó una llamarada de fuego azul en su dirección, aterrando a Kiki, solo que Kyoko bloqueó el ataque, apagando el mismo con su armadura brillando de dorado, y con la pulsera de flores acrecentando su cosmos.
-¿Una Armadura Dorada que no pertenece a las 12? ¿Qué tontería es esta? Solo hay 12 Armaduras Doradas, una treceava desmoronaría el equilibrio perfecto que existe entre ellas. ¿Cómo es entonces que tu armadura brilla de dorado? –se preguntó Rigel.
-Solo existen 12 Armaduras Doradas, eso cualquiera lo sabe –se adelantó Kyoko, su armadura volvía a brillar de dorado, sorprendiendo a Hyoga y a Kiki-. Este brillo, es un obsequio temporal de Saori, la herramienta perfecta para combatir a mi hermana Shoko y liberarla del poder de Eris. Pero si te metes en mi camino, no dudaré en usar este poder contra ti… así que muévete, y no vuelvas a intentar tocar a Kiki… ahora, vamos a pasar… -caminó Kyoko en desafío. Rigel por su parte, detuvo a Kyoko al colocar su mano sobre su hombrera.
-Me parece que no estás comprendiendo nada de lo que está ocurriendo. No soy tu enemigo… -comenzó Rigel. Kyoko cerró sus ojos, ignorándolo-. Todo lo que he hecho, las personas a las que he traicionado, todo lo he hecho por ti. Juntos podemos separar a tu hermana de Eris, y convertirte en la diosa que guie al mundo a la salvación –le explicó él.
-¿Qué has dicho? –se impresionó Hyoga- ¿Convertir a Kyoko en una diosa? ¿Separar a Shoko de Eris? Hasta donde sabemos, una vez que un humano se convierte en un contenedor del alma de un dios, este humano desaparece –le comentó Hyoga.
-No estoy hablando contigo, Cisne –intentó quejarse Rigel, cuando sintió el agresivo cosmos de Kyoko, se viró para verla, y encontró el puño de la de Equuleus impactando su mentón con fuerza, elevando al de Pain por los aires, y estrellándolo contra el suelo.
-El que no entiende, parece que eres tú, Rigel… jamás te atrevas a irrespetar a mis amigos, yo protejo a las personas que me importan. Ellos, diferente de ti, significan algo. Moriría por Kiki y por Hyoga. Por ti no sentiría ni siquiera lástima –le apuntó ella, molesta. De fondo Kiki incluso resopló como si hubiera puesto carne al asador, Hyoga se cruzó de brazos molesto por las burlas del Muviano, quien sacó la lengua divertido-. Ahora, te repito que voy a pasar –intentó retirarse Kyoko, cuando Rigel la tomó del tobillo-. ¿Tanto deseas que sea yo quien te asesine? –preguntó Kyoko reuniendo su cosmos en su puño, Rigel sintió el Instinto Asesino de Kyoko, y se incorporó evadiendo su ataque.
-¡Alto! Entiendo tu molestia, pero este nivel de desprecio es exagerado para alguien que llegó a amarme –le comentó Rigel, intentó ir por ella, pero terminó sintiendo su cuerpo ser apresado por unos aros de cristal y hielo que le rodearon el cuerpo- ¿Qué es esto? –se molestó el de Pain.
-Koltso, los Anillos de Hielo –comenzó Hyoga, con sus ojos cerrados, y manteniéndose tranquilo- Me temo Rigel, que nada de lo que digas va a ayudarte a llegar a Kyoko. Ella perdió cualquier sentimiento que pudiera sentir hacia ti en su enfrentamiento contra Toki, o como ustedes lo conocían, Afilogia del Saqueo –le comentó él.
-¿Sentimientos? –preguntó Rigel. Kyoko se dio la vuelta, y Rigel logró verlo, una total indiferencia se reflejaba en los ojos de Kyoko- ¿Quieres decir que Kyoko ha olvidado todo aquello que alguna vez llegó a sentir por mí? –preguntó él, consternado por la noticia.
-No he olvidado nada, Rigel –le comentó Kyoko, dándole algo de esperanza a la Seed-. Sé que alguna vez significaste algo para mí. Fuiste mi primer amor, mi primer beso, y la persona por la que pensaba algún día, tras rescatar a mi hermana, abandonar la senda de la caballería. Se lo dije a mi Maestro Milo, y él incluso me otorgó su bendición, tras burlarse de mí por varias semanas claro… -se apenó ella, lo que llamó incluso más la atención de Rigel-. Pero demostraste ser un ser egoísta, que solo piensa en sí mismo. Puede ser que sea verdad, y que mi indiferencia actual sea producto de mi enfrentamiento con Toki. Pero en estos momentos puedo asegurarte, que, con o sin su intervención, no significarías nada para mí. El haberme destruido el sentimiento de amor que sentía por ti, en lugar de dolerme, me ayudó a ver las cosas con una mayor claridad. Una persona como tú, que solo piensa en sí misma, sin importarle realmente nada que no sea satisfacer su propia lujuria, no merece mi tiempo, ni mi interés –terminó ella, enfureciendo a Rigel, quien comenzó a forcejear con los Anillos de Hielo.
-¡Yo lo he sacrificado todo por ti! –gritó Rigel con fuerza, liberándose de los Anillos de Hielo, para sorpresa de Hyoga, quien preparó su cosmos- ¡No hay nada que no haría por ti! ¡Asesinaría a quien sea, incluso a los Dioses, por poder permanecer a tu lado! –le comentó él, intentando avanzar, pero Hyoga estampó su puño contra el suelo primero.
-¡Fuerza Congelante! –expandió su cosmos Hyoga por el jardín, congelando el mismo hasta llegar a los pies de Rigel, congelando sus piernas, y deteniéndolo en su andar- Es precisamente esa actitud egoísta a la que Kyoko se refiere… yo fui igual a ti hasta no hace mucho… -comentó Hyoga, caminando al lado de Rigel, mientras el de Pain incineraba sus brazos, y forzaba a sus piernas a descongelarse-. En mi libro, eres el oponente de Milo de Escorpio, pero si las conversaciones siguen como hasta ahora, será Kyoko quien te asesine. Pero tú tienes un trabajo más importante que este, ¿no es así, Equuleus? –preguntó Hyoga. La de Equuleus asintió en ese momento- Entonces, permíteme enmendar mi error al haberte atacado, quitándote a las insignificancias del camino. Ve a con tu hermana, libérala del dominio de Eris. Si Rigel dice que es posible, entonces debe serlo, y encontrarás la forma de separar a Shoko de la Diosa de la Discordia –le comentó Hyoga, extendiendo su mano, Kyoko apretó la misma con fuerza.
-Las palabras de Rigel no podrían importarme menos, Hyoga… -le sonrió ella-. Pero yo lo daría todo por salvar a mi hermana, ¿lo comprendes? –le preguntó ella. Hyoga abrió sus ojos de par en par ante aquellas palabras- Solo hazme un favor… cuando todo esto termine… -miró Kyoko a Kiki, quien reaccionó curioso ante los susurros de la de Equuleus-. Discúlpate con él en mi nombre, ¿quieres? –pidió la de Equuleus. Hyoga comprendió a lo que ella se refería.
-¿Estás segura? Podemos sacarle la información a Rigel de ser necesario –le comentó Hyoga, mientras Rigel se liberaba de los hielos, forzando al de Cisne a tomar una pose defensiva- ¡Kyoko! –insistió Hyoga.
-No hay otra forma… Hyoga… pero gracias por preocuparte –le respondió ella. Rigel lanzó un puñetazo, Hyoga cubrió el mismo con el Escudo del Cisne-. Kiki, hemos terminado lo que vinimos a hacer aquí… es hora de irnos… -comentó Kyoko tranquilamente y comenzó a retirarse, dejando a Hyoga combatiendo a Rigel.
-¡Espera Kyoko! ¡No puedes dejarme de esta forma! ¡Yo lo sacrifiqué todo por ti! –pateó Rigel con fuerza. Hyoga atrapó la patada y comenzó a congelarle la pierna- ¡Hazte a un lado estorbo! ¡No tienes idea lo mucho que significa Kyoko para mí! –se molestó Rigel.
-El que no tiene idea de nada, Rigel, eres tú… -lo lanzó Hyoga al otro lado del jardín, permitiendo a Kyoko entrar en la neblina entre templos junto con Kiki-. Pero lo diré de una forma que hasta tú puedas entenderlo. No vale la pena llorar por la leche derramada. Perdiste a Kyoko el día que la traicionaste. Si quieres seguir llorando por ello, entonces eres más patético de lo que pensé –le apuntó el de Cisne.
-Que atrevimiento. Pero si eso es lo que quieres, Cisne… voy a carbonizarte antes de recuperar a la mujer a la que amo. ¡Fuegos Fatuos! –reunió las llamas azules Rigel en su puño, lanzándose entonces en dirección al de Cisne, quien comenzó a mover sus brazos y piernas dibujando la pose del Cisne.
-¡Polvo de Diamante! –atacó Hyoga, pero en lugar de liberar el ataque desde sus puños, corrió con el cosmos irradiando los vientos congelantes en su mano, e impactó con fuerza el puño de Rigel, fuego y hielo se desprendieron de los puños de ambos, liberando las energías calóricas y frías por todo el Templo del Dolor- Con un cosmos tan débil como este… me sorprende que Milo no te haya asesinado desde su primer enfrentamiento. Puedo contar desde aquí 14 agujas, tú… realmente debiste haber muerto bajo sus ataques –dedujo Hyoga.
-¡Cállate! ¡Una vez que termine contigo y recupere a mi amada! ¡Milo de Escorpio será el siguiente en morir! ¡Yo mismo le arrancaré la cabeza, no me importa si debo hacerlo rapiñando el cadáver dejado atrás por Deimos! –lo pateó Rigel. Hyoga saltó ágilmente lejos de él.
-¿Deimos? –preguntó Hyoga, miró al cielo entonces, y logró ver a Milo aún encerrado en la Prisión de los Alóadas. Así que es Deimos quien lo encerró allí. Muy bien, cuando termine contigo, usaré todo mi cosmos para ayudar a Milo a salir de su prisión, aunque puedo asegurarte que él quien es uno de los amigos más preciados por mi Maestro Camus, no morirá incluso en contra de un Dios Menor. Si tomo en cuenta a la presa de Milo en esta guerra, el que el Cisne derrote a Orión en lugar del Escorpión, es hasta poético. Orión no es presa suficiente para un Escorpión que ya lo venció una vez –se burló Hyoga.
-¡Cierra el pico maldito pato! ¡Fuegos Fatuos! –atacó Rigel. Hyoga evadió al patinar por el suelo congelado, y resbalar sobre el mismo- ¿Cuándo congelaste el suelo? –se quejó Rigel, mientras Hyoga llegaba ante él y comenzaba a congelarlo empezando por las piernas.
-Sabes, he tenido el placer de entrenar con Milo alguna vez, y él me enseñó que la mejor manera de derrotar a los débiles de mente, es manipulándolos para que la ira los cegué. Considera esto una enseñanza de un Escorpio para un Acuario –continuó congelándole el cuerpo Hyoga, pero Rigel forzó a su cosmos a estallar, derritiendo el hielo, e iniciando un incendio en su jardín-. Aunque creo que a veces me puede salir contraproducente –admitió el de Cisne, volviendo a preparar su cosmos.
-Voy a asesinarte… este dolor que ahora siento por tener el corazón destrozado… ¡se va a convertir en el combustible que utilizaré para convertirte en cenizas! –flamas azules y negras comenzaron a rodear a Rigel, formando un sol sobre su cabeza- ¡Infierno Cósmico! –lanzó Rigel, Hyoga cubrió su cuerpo, y la bola de fuego estalló con tal violencia, que estremeció al Santuario de Eris en su totalidad.
Laberinto del Caos.
-¡Allí está el pavorreal de Mayura! –apuntó Kiki, encontrando al ave de cosmos en la neblina, antes de sentir la tremenda explosión proveniente del templo que acababan de pasar- ¡Hyoga! –se escandalizó Kiki. Kyoko detuvo su andar unos instantes, pero se decidió a seguir adelante- Espera Kyoko… sé que Rigel no significa nada para ti, pero Hyoga… -intentó decir él.
-Estará bien… Hyoga es un Caballero de Bronce… aunque Rigel haya sido de Plata, sé que él estará bien… -continuó Kyoko, aunque con la mirada algo perdida una vez más-. Solo tres templos más… y estaremos frente a mi hermana… estamos tan cerca… -admitió ella.
-Lo sé, pero, ¿segura que podrás enfrentarla tú sola? ¿No deberíamos buscar a un Caballero Dorado? Sé que tu Armadura de Equuleus ha brillado de dorado algunas veces, pero, Kyoko… es tu hermana… -comentó Kiki.
-Nada va a pasarle a mi hermana… sé exactamente lo que debo hacer para salvarla… -continuó adentrándose en la neblina Kyoko. Kiki tuvo suficiente, y tomó a Kyoko de la mano, impidiéndole seguir adelante-. ¿Qué haces? –preguntó ella.
-¡No! ¿¡Tú qué haces!? –le apuntó Kiki, confundiendo a la de Equuleus- Desde que enfrentaste a Toki simplemente no eres la misma. Dices que sabes lo que debes hacer para salvar a Shoko, pero actúas como si ese «salvar a Shoko», implicara que vas a hacer algo que me prometiste que no ibas a hacer –le comentó Kiki, molesto.
-No voy a morir por salvar a mi hermana, esa fue la promesa que te hice –le arrebató su mano Kyoko. Kiki se molestó y volvió a tomarla, esta vez ambas- ¿Qué haces? Kiki, no tengo tiempo para esto –se molestó Kyoko.
-Mírame a los ojos y dime que no vas a sacrificar tu vida por tu hermana –le pidió Kiki, utilizando todas sus fuerzas para forzar a Kyoko a verle a los ojos- ¡La verdad Kyoko! –le pidió el Muviano con preocupación.
-Bien, te estoy viendo a los ojos… y te estoy diciendo que no voy a sacrificar mi vida por salvar la vida de mi hermana Shoko –confesó ella, Kiki se mordió los labios, intranquilo-. Ahora sabes que no estoy mintiendo –admitió ella.
-Pero tampoco estás diciendo la verdad, Kyoko… -comenzó a llorar Kiki, sobresaltando a la de Equuleus-. Ocultar la verdad no será decir una mentira, pero tampoco es ser sincera. Kyoko, no vas a regresar a casa con nosotros, ¿verdad? –le preguntó Kiki. Kyoko desvió la mirada- ¡Lo sabía! ¡Aún si no piensas sacrificar tu vida por tu hermana, sea lo que sea lo que estás planeando, sabes que no regresarás a casa! –dedujo Kiki.
-Yo no tengo una casa a la cual regresar. ¡Suéltame Kiki! –forcejeó Kyoko, pero Kiki logró elevar algo de su cosmos, no era mucho, pero con este logró mantener las manos de Kyoko unidas. Entre el forcejeo del par, el Pavorreal de cosmos graznó con fuerza en ese momento, entrando en alerta, lo que llamó la atención de Kyoko- ¡Kiki! ¡Déjame ir! –pidió la de Equuleus.
-¡No! ¡No voy a perder a mi amiga solo porque ella piensa que su vida no vale más que la de su hermana! –recriminó el Muviano, incomodando a la de Equuleus- ¿Sabes por qué odio el auto sacrificio, Kyoko? ¡Porque a mi madre le dijeron que tenerme acabaría con su vida! –le confesó él. Kyoko se preocupó, y dejó de ejercer fuerza contra Kiki- Fue lo que le dijeron a Mu, su maestra. Cuando el parto terminó… ella dijo que se le había aconsejado a mi madre no tener hijos. Pero ella deseaba tanto que yo naciera… perdí a mi madre por su auto sacrificio de darme una vida. ¿Sabes lo que eso se siente? ¿Sabes lo que se siente perder a una persona que amas sin poder hacer nada al respecto? –le preguntó él.
-Kiki… yo… no lo sabía… -comenzó Kyoko. El Pavorreal de cosmos sin embargo, volvió a interrumpirlos, y tras hacerlo, del suelo alrededor de ambos se materializaron las patas inmensas de una araña oscura-. ¿Qué está pasando? ¡Kiki! ¡Quédate cerca! –comenzó a abrazarlo Kyoko, mientras las patas de araña golpeaban el suelo con fuerza.
-Que delicia, un Muviano y una hermosa chica se han perdido en el Jardín del Edén –prosiguió la araña oscura, saliendo de los confines mismos del éter entre la neblina, y posándose inmensa ante ambos-. Serán el postre perfecto para saciar mi voraz apetito, tras consumir al Caballero Dorado de Capricornio claro está –los envolvió la araña, arrastrándolos dentro de la neblina, y a una dimensión personal de la araña.
-¿Quién eres? ¡Kiki! ¡No te sueltes y cierra los ojos! –ordenó la de Equuleus, incineró su cosmos, y este estalló dorado, cegando a la araña, que retrocedió, y dejó caer a Kyoko y a Kiki al vacío oscuro- ¡Kiki! –extendió su brazo Kyoko, llegando hasta el Muviano, tirando de él cerca de ella, y protegiéndolo con su cuerpo, antes de impactar lo que parecía ser una telaraña de cosmos, en la que Kyoko quedó atrapada y moviendo su cuerpo intentando liberarse- ¿Qué es esto? –se quejó ella.
-Arght, eso ha sido muy grosero de tu parte –se quejó la araña, intentaba frotarse los ojos, pero con sus patas de araña aquello no le era posible, por lo que optó una forma más humana, aunque manteniendo los 4 pares de ojos y dos pares de brazos, mismos con los que se frotó cada uno de sus ojos, antes de abrir sus mandíbulas y gritar con fuerza- ¿Cómo te has atrevido? –enfureció Phonos.
-¡Suéltanos! ¡No eres tú a quien debemos enfrentar! –se quejó Kyoko, intentando liberarse de la telaraña, pero notando como esta comenzaba a arrebatarle el cosmos- ¿Qué está pasando? –se quejaba Kyoko.
-Ah, es mi telaraña especial, mi Telaraña Drenadora –le explicó Phonos divertido, tomando a Kyoko del rostro, y forzándola a verlo directamente- Vaya, eres muy bonita, aunque el mosquito que tienes en brazos no es más que huesos. Meh, de todas maneras, me lo voy a comer –le apuntó Phonos.
-¿Comerme? –se estremeció Kiki, miró a los alrededores, y encontró restos humanos desparramados por todo el lugar- ¡Estás demente! ¿Qué clase de bestia eres? –se quejó el Muviano sobresaltado.
-Phonos del Asesinato, un placer –se presentó Phonos, incluso realizando una reverencia con dos de sus cuatro brazos-. Pero puedes estar tranquilo, Muviano. Vivirás en la medida en que tu cosmos aguante. Aunque déjame decirte que tengo demasiada hambre, ya que el cosmos de cierto Caballero Dorado se rehúsa a extinguirse –se hizo a un lado Phonos, y tras hacerlo, Kyoko y Kiki lograron ver una inmensa fuente de luz, concentraron sus vistas, y encontraron a Shura de Capricornio, furioso, y atado por varias telarañas que el envolvían brazos y piernas-. Yo ya me lo hubiera comido, pero madre fue muy específica con sus órdenes. No me lo puedo comer hasta que su Dunamis se agote, pero este no se manifiesta por el excedente de cosmos que tiene este Caballero Dorado –se molestó Phonos.
-Ja… aún tengo suficiente cosmos para destrozarte, mugrosa araña –se burló Shura, pero entonces se viró para ver a Kyoko y a Kiki, ambos debilitándose por la telaraña de Phonos-. Aunque ahora, las cosas se han complicado un poco… mi cosmos no es suficiente para exterminar a esta alimaña… pensaba que mantener este suministro constante me ayudaría a proteger mi Dunamis hasta que más Seeds murieran y el cosmos de esa cosa se debilitara… pero… si el cosmos de esos dos se agota antes de que mis camaradas derroten a más Seeds… -meditó Shura al respecto.
-¿Qué tanto balbuceas? –se molestó Phonos. Shura observó a Kyoko, quien gritaba malherida por sentir sus fuerzas escapar de su cuerpo. Kiki, quien era más débil que ella, pronto terminó por desmayarse- Oh, creo que uno de ellos no era tan fuerte como me esperaba. Por fin, la cena está lista –se alegró Phonos.
-¡No! ¡Aléjate de él! ¡No lo toques! ¡Aaaaah! –resonó el grito de Kyoko. Shura se mordió los labios, molesto- ¡No por favor! ¡Kiki! –suplicó Kyoko, mientras Phonos arrancaba el cuerpo de Kiki de brazos de Kyoko, y estiraba al mismo por sobre su cabeza, transformándose nuevamente en una araña monstruosa, y abriendo sus fauces- ¡Kiki! ¡No! ¡Despierta Kiki! –lloró Kyoko. Shura gruñó, pensando en qué hacer- Lo lamento… Kiki… perdóname por decidir sacrificarme por mi hermana… es verdad que te mentí, no pensaba dar mi vida por ella… pero definitivamente, no regresaré a casa… ya que daré mi cuerpo por el de mi hermana… seguiré viviendo, controlando a la Diosa Eris en mi ser… perdóname por no decírtelo… -lloró ella.
-Controlando a… ¡Eres la otra Estrella del Caos! ¡Eso lo cambia todo! –miró Shura a Phonos, y se mordió el labio con fuerza, el olor a sangre llamó la atención de Phonos, quien se viró para ver a Shura- Puede que aún tengas el cosmos grotescamente más alto que el mío, y que para vencer a una criatura tan terrible como tú, deba arriesgar la vida, Phonos. Pero, a decir verdad, me gustan los retos. Tu objetivo era desmantelarme el Dunamis, y yo me esforcé por no darte el gusto. Bueno… me temo que voy a tener que darte el gusto que tanto te había negado –frente a Shura, su sangre comenzó a reunirse, formando una espada escarlata, misma que Shura tomó por el mango con sus dientes al no poder utilizar brazos o piernas- ¡Bloody Samshir! –exclamó el de Capricornio, lanzando cortes que le liberaron el cuerpo, mientras este se rodeaba de su Dunamis-. ¿Quieres mi Dunamis, Phonos? ¡Aquí lo tienes! –atacó Shura, y la explosión de cosmos fue tan descomunal, que partió por completo la dimensión de Phonos.
Templo del Engaño.
-¡Phonos! –gritó Eris con fuerza, notando el tremendo Dunamis que se había abierto, y que sacudía a todo su santuario- Capricornio… tú… de manera que sacrificaste tu Dunamis de esta forma tan ridícula –se quejó Eris. Pero entonces sonrió-. Pero no importa, ya con esto, solo Milo de Escorpio continúa conservando el suyo, y pronto voy a obligarlo a sacrificarlo –terminó ella.
Templo de la Hambruna.
-¡Aaaaah! –resonó el grito de Kyoko, quien salía de la neblina oscura, notando a Kiki frente a ella mientras caía, y abrazando su cuerpo antes de estrellarse en el césped- ¿Dónde estamos? –se quejó ella.
-¡Aaaaah! –resonó también el grito de Phonos, quien se estrelló violentamente en el césped de igual manera- ¡Mis patas! ¡Pagarás por eso, Shura de Capricornio! –se transformó en su versión más humana Phonos, desprovisto de sus brazos adicionales, pero conservando los 4 pares de ojos, mientras Shura salía de la niebla, y caía pesadamente frente a Phonos, su Dunamis perdiéndose en el éter.
-Vaya contrariedad. Desperdicié mucho de mi cosmos intentando conservar mi Dunamis, y ahora lo he perdido para salvar a un Muviano. Espero que el sacrificio haya valido la pena –miró Shura a la espada de sangre, que se perdió cuando su Dunamis se extinguió-. Pero bueno, eso ya no importa. Después de todo, mi espada favorita sigue siendo esta: ¡Excalibur! –resonó el ataque de Shura, como una columna dorada, que acrecentaba las hostilidades.
