De alguna forma me las arreglé para llegar a 11 capítulos en la Saga de Eris que en mi opinión no tenía suficiente de donde agarrar para hacerla tan larga. Y ahora resulta que mi plan original de que el fin de la Saga de Eris fuera el capítulo 11, y que el 12 fuera algo así como el "Prologo de la Saga de Ares", no pudo concretarse, me quedó material para un capítulo más, como debe de ser realmente, aunque el capítulo 12 sí va a sentirse como una mezcla de fin de Eris y prólogo de Ares, pero no nos adelantemos que apenas vamos en el 11.

Sobre la votación, no me sorprende la verdad, no hubo un solo voto para ND. Parte de mí quería que hubiera más votos para ND ya que hubiera sido todo un reto para mí agarrar a los personajes de esa historia para realizar la Saga de Ares, pero al mismo tiempo estoy contento de que ganara Lost Canvas. He seguido ND, y la verdad, no terminó de convencerme, desde el Caballero de Cáncer diverso y que se puede hacer pelota, hasta el León mascota, y el que se creía Centauro, además del treceavo Caballero Dorado que no es otra cosa que un Saga pero Afrodito, sin mencionar la rabieta que hice en el capítulo pasado sobre el por qué un treceavo Caballero Dorado no funciona (con investigación de por medio sobre el charlatán que nomás quería ver el mundo arder queriendo a huevo que Ofiuco y Cetus fueran agregadas al zodiaco), siento que hubiera dejado salir todo mi desprecio a ND si hubiera escrito sobre esos personajes de los cuales no hay uno solo que me parezca rescatable. ¿Es esto una crítica a ND? Sí, en especial porque todo terminó con un "todo fue un sueño y aquí no pasó nada", estoy molesto por como terminó y estoy en mi derecho. Pero pasando el trago amargo, de todas formas, estaré muy al pendiente de lo que sigue, la Saga de Apolo o Zeus, no importa cuál sea, va a mover el lore de GD original, así que tendré tiempo para prepararme para lo que viene.

Al final del día sigo siendo fan de Saint Seiya, y voy a seguir apoyando los productos que salgan, incluso ND, porque indistintamente de que no fuera de mi agrado, tampoco es tan malo como cierta serie que me estoy viendo otra vez para ver si no era tan mala como yo pensaba… y que me dormí toda la Casa de Cáncer, Leo y Virgo, tres veces cada una en diferentes días… dios mío, alguien rescate mi serie de la infancia con algo bueno… al menos he escuchado que Re-Rise está entretenido. En fin, a contestar reviews:

Josh88: (Advertencia, me voy a extender en tu respuesta porque tocaste un punto sensible de la Saga de Eris). No puedo mencionar nada sobre Kyoko sin darte spoiler. Sobre Phonos, genuinamente quería que fuera un personaje más significativo, pero tuve que sacrificar una batalla extensa por dar más detalles a la historia, principalmente por Aeson. Sobre Milo, tendrás tu batalla con Deimos, espero te cumpla las expectativas. Sobre la lección de Kyoko para Mu (este es el punto sensible), para mí este es un punto de inflexión importante, y va de la mano con Afrodita queriendo sacrificar a Ios, y lo que va a pasar en este capítulo referente a Camus. Los Caballeros Dorados, SON más poderosos que los de Bronce protagonistas de la serie original, no importa si ellos alcanzaron el Séptimo Sentido, el objetivo de los de Bronce en la serie clásica nunca fue el que fueran más fuertes que los Caballeros Dorados, sino que más bien fueran más humanos. Si Mu los hubiera considerado enemigos de él no pasan, ni se diga Aldebarán, el mismo Mu se lo dice, Saga es Saga, y no fue derrotado, solo repelido y después exorcizado, a Máscara Mortal lo abandonó la Armadura Dorada y si eso no hubiera ocurrido Shiryu no lo hubiera derrotado (la película de Abel no cuenta), Aioria estaba poseído, Shaka fue inmovilizado, y podía regresar de la dimensión a la cual Ikki lo mandó por sí solo, pero quería traerse a Ikki, de Dohko no puedo decir nada porque no combatió en las 12 Casas pero es el más sabio de los Dorados, Milo no fue derrotado, más bien jugó con sus oponentes por lo arrogante que es, y dejó pasar a Hyoga, eso de "haber muerto si no usaba su Armadura Dorada", fue error de traducción, y hasta tubo que revivir a Hyoga porque ya le había asestado a Antares, Aioros es Aioros caídas locas, Shura eligió sacrificarse por Shiryu porque su Armadura Dorada le permitía sobrevivir al Ultimo Dragón, pero dándose cuenta de su error, le dio su armadura a Shiryu para que él sobreviviera (aunque de todas formas Shiryu le partió el brazo legítimamente, así que le podríamos dar a Shiryu la victoria). Los únicos dos Caballeros Dorados genuinamente derrotados son Camus y Afrodita, el primero, no deseando matar a su discípulo, pero siendo superado por él de todas formas al Hyoga lograr lo que Camus nunca pudo, alcanzar el Cero Absoluto, y Shun desde siempre era más poderoso que un Caballero Dorado, solo que no tenía la actitud de usar su cosmos. ¿A qué quiero llegar con todo esto? A que, si los Caballeros Dorados hubieran querido, los de Bronce hubieran sido derrotados en las 12 Casas (cuestionable porque en el manga también se dice que si llegaron tan lejos es porque Saori tenía a Niké, la Diosa de la Victoria), el punto de los Caballeros de Bronce era su humildad, su corazón, su amistad, su compañerismo. Todos estos son rasgos que los Dorados no comparten. En todas las sagas, básicamente el único que llora a los caídos es Mu (por Aldebarán y Shaka en Hades, por Milo en Soul of Gold), incluso cuando Aioria y Milo se unen contra Saga, Shura y Camus en Virgo era más por el coraje y la cobardía de atacar en números ventajosos a Shaka y desencadenar la Exclamación de Athena, que porque apreciaran a Shaka. Así pues, mi conclusión de todo este discurso es, los Caballeros Dorados están dispuestos a todo por su deber, sacrificar a Ios, sacrificar a sus discípulos, abandonar a sus amigos. Kyoko, Kiki, y los de Bronce, están allí para enseñarles a los Caballeros Dorados, que están mal en no confiar en la amistad y valorar a sus compañeros. El unir a Aldebarán, Mephisto y Afrodita en la Exclamación de Athena es también parte de eso, estaban dispuestos a sacrificar a sus amigos por Athena. Conclusión, los Caballeros Dorados tienen mucho que aprender de humanidad y humildad.

Rocharin Hua San: Es correcto, tanto Kyoko como Shoko con medias hermanas de los Daimones (por cierto, esto no es canon de Saintia Sho, así que si me desmienten después un mago lo hizo). Jajaja, pues sí, lo que pasa es que Shoko se sintió traicionada cuando Kyoko eligió a Athena sobre de ella. Pobre Saori, tan regañada, que no se haga la vistima, jajaja. Desafortunadamente, Seiya existe, y es más digno que Kyoko de vestir a Sagitario. Será un fanfic, pero hay que ser realistas con los arquetipos de los personajes, y Kyoko tristemente no tiene madera de Caballero Dorado de Sagitario, pero veremos qué se puede hacer con ella. Postdata: ya iba a subir el capítulo cuando llegó tu review, así que por los pelos alcanzaste respuesta.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 23: La Segunda más Brillante.


Grecia. Atenas. Templo de Escorpio. Agosto de 1984.

-Uno, dos, tres, giro hacia adelante, giro hacia atrás, movimiento de cadera suave a la izquierda, arrastro los pies, movimiento suave a la derecha, arrastro los pies, izquierda atrás, derecha atrás, izquierda adelante, derecha adelante, giro adelante, giro atrás, pies juntos, tomamos falda, y reverencia –un año atrás, las preocupaciones de los Caballeros de Athena no eran tan significativas. Los Caballeros Dorados se dedicaban a entrenar a sus discípulos, y sus discípulos se dedicaban a su mejoramiento personal, en algunos casos los discípulos tenían sus propias responsabilidades a parte del entrenamiento de caballería, ese era el caso de Kyoko, quien seguía las instrucciones marcadas en un libro de ilustraciones, con el que pretendía aprender a bailar de la forma correcta, en este caso un vals-. Bien, ahora los pasos del varón… se supone que yo sea el varón mientras enseño a Saori –se quejó ella, tomando una pose como si abrazara a alguien por la cintura-. Ahora… pose de varón, saca el pecho, hombros anchos, mirada firme y prepotente, como la del Maestro Milo –se burló ella.

-Eso se parece más a Saga que a mí –interrumpió Milo, espantando a Kyoko, quien no lo había notado recargado contra la pared de su templo, desprovisto de su Armadura Dorada además, usando únicamente un pantalón azul-. Aunque no vine a discutir sobre las caras que haces o si se parecen más a Saga, o a mí. ¿Te quieres dormir de una buena vez? Tus zapatillas de bronce están haciendo eco en toda mi habitación. Ya duérmete… -se fastidió el de Escorpio.

-Lo… lo lamento, Maestro Milo… entrenaré sin las zapatillas si eso ayuda… -comenzó a quitarse las mismas Kyoko, y a girar descalza siguiendo las instrucciones del libro, aunque la Saintia ya no podía concentrarse, la mirada de su maestro la intimidaba-. Pue-puede irse a dormir si quiere… solo repasaré unos últimos pasos –se apenó ella.

-Prácticas y prácticas sin descanso alguno. Soy el primero en decir que el entrenamiento constante es importante, pero tú abusas demasiado, ¿alguna vez te han dicho que eres obsesiva del entrenamiento y que eres bastante perfeccionista? –se quejó Milo, Kyoko sonrió un poco, y bajó la mirada con tristeza.

-Todo el tiempo… al menos… cierta persona me lo decía frecuentemente –le comentó ella, sacando el dije de Pegaso de debajo de su armadura-. Shoko solía enojarse todo el tiempo conmigo. Me decía que la hacían trabajar más porque yo me esforzaba mucho. He llegado a pensar que probablemente me odie un poco por esforzarme tanto. No se da cuenta de que lo que intento hacer es enseñarle a ser una persona que aprenda a cuidarse por sí misma –le explicó ella, Milo pensó al respecto, y asintió-. Solo un par de ejercicios más, lo prometo. No tiene que esperarme despierto –sonrió ella.

-Ya me quitaste el sueño, hazte a un lado –caminó Milo hasta donde ella estaba, tomándola de la cintura, y colocándose en pose según lo que observaba en los dibujos, apenando a Kyoko-. No voy a hacer el rol de chica, que te quede claro –sentenció él.

-¿Eh? No lo había pensado siquiera… pero… ¿está seguro? Normalmente tengo que suplicarle para que me ayude con mis lecciones. La última vez, Saori nos descubrió y desde entonces ya no viene –le recordó ella, Milo la miró con molestia.

-De nada… -se molestó Milo, Kyoko se apenó por aquello-. Para ser una japonesa, se te están olvidando tus modeles. Ahora pon atención, empezaremos con vals, es lo que le toca a Saori hoy, ¿no es así? –preguntó él.

-Mañana… espere… ¿ya es Septiembre? –preguntó ella, dejándose guiar por Milo, quien asintió sin decir nada- No he dormido nada… y tengo que ir por los ingredientes para el pastel de Saori… -se apenó ella, Milo solo siguió guiándola, y le ayudó con las vueltas que marcaba el libro-. Eso me recuerda… en acta de nacimiento dirá que soy japonesa, pero me enteré que soy nacida en Rodorio. ¿Puede creerlo? –preguntó ella divertida.

-¿Eres griega? –se impresionó Milo, Kyoko asintió divertida- Mayor razón para tener modales. Mira que me estoy humillando a mí mismo para hacer esto –le comentó el de Escorpio, Kyoko se ruborizó en ese momento-. Anda y concéntrate, solo te ayudaré con esta sesión –admitió él.

-Yo… se lo agradezco… Maestro Milo –terminó Kyoko tras un giro, y después realizando una reverencia como si se tomara de una falda inexistente-. Por todo… no tiene idea lo mucho que significa para mí… perdonó a mi hermana… me aceptó como su discípula… me permitió vivir en su casa… me entrena día con día… incluso me ayuda con mis entrenamientos de danza, aunque eso lo meta en problemas con Saori… además, siempre me escucha, cuida de mí cuando enfermo, y en lo general, siempre me trata bien –le comentó ella.

-Ahora estás siendo lambiscona –le apuntó Milo, Kyoko movió su rostro en negación-. Es lo menos que puedo hacer por ti. Te arranqué de tu seno familiar. Eres mi responsabilidad, y yo me tomo muy enserio tu cuidado y tu salud –terminó él.

-Lo sé… y yo… jamás me había sentido más feliz… -sonrió ella, levemente ruborizada, Milo alzó una ceja en señal de curiosidad por aquello-. Y siento, que nunca se lo he agradecido como es debido… -colocó sus brazos Kyoko alrededor de su cuello, preocupando al de Escorpio-. Muchas gracias… Maestro Milo… -acercó sus labios Kyoko, y entonces Milo despertó.

Prisión de los Alóadas. 12 de Diciembre de 1985.

-Vaya, ese debió ser un sueño bastante placentero –se escuchó la burla de Deimos, mientras una serpiente mordía la mejilla de Milo con fuerza, arrebatándole al de Escorpio su sangre, mientras la tortura en su prisión continuaba-. Me complace que por fin hayas despertado, Milo de Escorpio, comenzaba a preguntarme si obtendría diversión de tu tortura –agregó Deimos, Milo parpadeó un par de veces intentando despertar bien sus sentidos, bajó la mirada, y encontró a Deimos, parado sobre lo que parecía ser un puente de roca bastante extenso, y debajo del cual habían una cantidad impresionante de cadáveres, revestidos en armaduras griegas de varios territorios antiguos, Milo podía contar al menos una veintena de diferentes escudos de armas y armaduras-. Y pensar que tenías estos sentimientos por ella a quien se supone que vieras como tu hija. Patético. Me preguntó, ¿qué pensaría Athena de semejantes sentimientos? Te consideraría siquiera digno de la Armadura de Escorpio, tal vez debería decirle que ya te la he arrebatado –se burló Deimos, pateando la Armadura de Escorpio en su estado sellado, partiéndola en sus partes, y dejándolas caer por el puente hasta el abismo con los cadáveres de los soldados de antaño.

-¿Exactamente, qué sentimientos son los que piensas que poseo, Deimos? –enfureció Milo, tirando de las cadenas que le atravesaban brazos y piernas, molestando a las serpientes que intentaban dormir sobre las mismas al grado de que comenzaron a lanzarse sobre Milo, mordiendo su rostro, su cuello, sus brazos y sus piernas- Te recuerdo que soy un Caballero Dorado… solo existe mi deber… no tengo sentimientos de ningún tipo por mi discípula que no sean de orgullo por lo poderosa que se ha vuelto –agregó él.

-Puede que por ella no, pero por Athena, demuestras tener sentimientos superiores a la devoción, ¿no es así? –declaró Deimos, enfureciendo a Milo, quien nuevamente trató de romper sus cadenas, elevando su cosmos, pero este simplemente no alcanzaba los niveles requeridos-. Es inútil, tú y yo sabemos que solo hay una forma de liberarte de la prisión de la cual ni el mismísimo Ares logró escaparse –le informó Deimos, tomando una lanza de uno de los cadáveres de los soldados que yacían alrededor del puente, girando la misma, y lanzándola en dirección a una de las columnas contra las cuales estaba amarrado Milo, la lanza penetró piel grisácea entonces, molestando a un gigante que hasta esos momentos permanecía dormido, y quien se movió arrancando parte de su cuerpo de la columna de roca a la cual estaba atado, y en consecuencia, tirando de la cadena de Milo, estirándole su brazo y su pierna, causándole al de Escorpio un terrible dolor, molestando a su vez a las serpientes, y haciéndolas saltar para morder a Milo nuevamente, abriéndole heridas en el labio, sobre una ceja, o alrededor de hombros y manos, colgándose de donde quiera que pudieran-. Solo el Dunamis de Hyperión puede darte la fuerza que necesitas. Ah, pero este estaba dentro de tu Armadura de Escorpio, ¿no es así? Que torpe, no debí lanzarla por el borde –se burló Deimos.

-Lo que comprendo… Deimos… es que no tienes deseos de cumplir con la voluntad de Eris de borrar nuestros Dunamis… por lo visto solo deseas torturarme –le comentó Milo con molestia, y resistiendo los estiramientos del gigante.

-¿Torturarte? ¿Qué te hace siquiera pensar eso? –tomó otra lanza Deimos, lanzándosela al otro gigante, que recibió la misma en su oído, causándole un dolor muy profundo, y un estiramiento en sus cadenas que forzó a Milo a morderse los labios intentando reemplazar un dolor por otro. El estiramiento fue tan fuerte por parte del gigante, que la cadena comenzó a jalar al que se encontraba encadenado del otro lado, terminando con ambos gigantes jalando en direcciones opuestas, amenazando con partir a Milo por la mitad-. La Prisión de los Alóadas es simplemente maravillosa. Fue la prisión construida por los gigantes, Oto y Efialtes, antes de subir al Olimpo intentando raptar a Artemisa y a Hera para hacerlas sus esposas. Lo que Ares no consintió, y al hacerles frente, los Alóadas lo encerraron por trece meses dentro de la Vasija de Bronce. La única forma que Ares tuvo para escapar, fue siendo liberado por Hermes. Pero tú no tienes a alguien que te rescate, ¿o sí? –giró otra lanza Deimos, esta vez lanzándosela a Milo, clavándosela en uno de sus hombros.

-Déjame decirte una cosa… Deimos… no aprovechar tu superioridad mientras puedes, podría ser un grave error… -se mordió los labios Milo, furioso, y con su cosmos palpitante en su cuerpo, como deseando salirse de control.

-El problema no es si deseo o no asesinarte, Escorpio, créeme que me complacería hacerlo, oh no tienes idea de cuánto –le comentó Deimos mientras jugaba con la punta de otra lanza, inspeccionando lo filosa que era-. Aquí el problema no es asesinarte, es que tienes una tarea que cumplir, y esa es la de agotar tu Dunamis. Desprovisto de tu Armadura Dorada puede que eso sea un tanto más complicado de lo esperado, pero no imposible. Así que, voy a permitirte usarla, cuando tu cosmos esté tan débil que no puedas siquiera aprovecharte del mismo –continuó Deimos, girando una lanza más, y lanzándola a Milo, clavándola en su pierna derecha, ligeramente por encima de su rodilla-. ¿Estoy atinando a los puntos de las Agujas Escarlata? Creo que esa probablemente debía ir un poco más arriba –se burló él.

-Sigue burlándote, Deimos… te aseguro que pronto vas a saber el orden correcto de las Agujas Escarlata… -apretó sus manos Milo contra las cadenas, y comenzó a tirar, lastimando de nueva cuenta a los gigantes que, sintiendo sus brazos estirados, tiraron de regreso, venciendo la fuerza de Milo, y lastimándolo hasta el punto en que su piel comenzó a estallar al encontrar el límite del estiramiento.

-Eso se vio bastante doloroso –levantó otra de las lanzas Deimos, cuando comenzó a sentir un calor intenso-. ¿Qué está ocurriendo? Primero un frio intenso, ahora un calor descomunal –se molestó él. Encadenado, Milo comenzó a sudar, las serpientes inclusive se quejaban del calor, y confundidas, comenzaban a lanzarse al vacío, aunque el calor duró apenas unos minutos, cuando Milo sintió algo en su cosmos.

-¿La Exclamación de Athena? –se preguntó Milo, su cosmos agudizándose- ¿Qué está ocurriendo en el Santuario? ¿Por qué lanzarían la Exclamación de Athena? ¿Contra quién? –enfureció el de Escorpio, sus ojos adquiriendo una coloración escarlata.

-Los Ojos del Caos… de manera que eres una Estrella Maldita también –comenzó Deimos, mientras los ojos de Milo comenzaban a reflejar lo que ocurría fuera de la Prisión de los Alóadas. Observó a Aldebarán, a Mephisto y a Afrodita lanzar la Exclamación de Athena, logró ver a los que combatían dentro del Santuario de Eris, y a Harmonía dando su vida para frenar la destrucción de la estructura flotante, que nuevamente quedó suspendida sobre el Santuario. Observó un cometa oscuro caer de la cima de la Sala de Trono de Eris, pero no logró ver bien quien era quien lo había lanzado, aunque descubrió la verdadera identidad de la responsable, cuando esta aterrizó en el Templo de Athena.

-¡Kyoko! –gritó Milo sorprendido, mirando a Kyoko revestida en una versión divina de la Armadura de Equuelus que aún brillaba de dorado, y con las alas de plumas de sangre, apuntando su tridente a Saori, disparando, y abriéndole una herida en la mejilla- Kyoko… tú… utilizaste tu conocimiento sobre las Estrellas Malditas, para absorber a Eris en tu ser… niña tonta… ¿qué es lo que has hecho? –enfureció Milo, sus ojos llenándose de lágrimas.

-¿Absorber a Eris en su ser? –preguntó Deimos curioso- Parece que nos estamos perdiendo de demasiadas cosas. Milo de Escorpio -se burló el Phantom, notando el cosmos de Milo que se tornaba más violento, y perdiendo su sonrisa, aunque no tardó en recuperarla al frotar una fruta que llevaba dentro de su capa, misma que extrajo en ese momento-. Me pregunto… ¿qué has visto que no sientes más que ira en estos momentos? Supongo que no importa, el Dunamis de Cronos ha abandonado mi Fruto del Caos, ahora puedo liberar mi verdadero cuerpo, y terminar contigo de una vez por to… -comenzó el Phantom del Miedo, antes de terminar paralizado, por el terror que comenzaba a infundirle la mirada de Milo de Escorpio.

-Eris… no voy a perdonarte… vas a pagar por todo… no habrá rincón en donde puedas ocultarte… voy a cazarte… hoy y siempre… jamás te lo perdonaré… Kyoko. ¡Yo mismo te enviaré a la tumba! ¡No permitiré que esa bruja se apodere de ti! –el cosmos de Milo estalló, su Armadura Dorada salió de entre los cadáveres debajo del puente, y volvió a revestirlo, fortaleciéndolo nuevamente, y dándole la fuerza de tirar de las Cadenas Doradas a las que estaba atado, arrancando los brazos de los gigantes atados con él, y liberándose de su castigo, cayendo frente a un aterrado Deimos, quien no podía desprender su mirada de los ojos carmesí de Milo-. Prepárate… Deimos… porque no tengo tiempo que perder… usaré todo mi cosmos para partirte el tuyo… ¡antes de atravesar el corazón de Kyoko con Antares! –estalló el cosmos de Milo, el estallido del mismo lanzó a Deimos por el puente, y su Fruta del Caos cayó por el mismo, quedando sepultada entre los cadáveres- Debiste matarme mientras tuviste oportunidad –sentenció el de Escorpio.

-¿Y perder la oportunidad de hacerle frente a aquel quien es el Anti-Ares? No, Milo de Escorpio, estoy justo donde quiero estar, enfrentando a quien deseo enfrentar –comenzó a correr Deimos en su dirección, Milo corrió también en su encuentro con su aguja lista-. ¡Estrella del Miedo Infinito! –frenó Deimos, ignorando las primeras tres agujas que golpearon su cuerpo, y aprovechando el movimiento para asestar su golpe contra el mentón de Milo, elevándolo por encima del puente, mientras el de Escorpio notaba un cometa oscuro dirigirse peligrosamente a él, embestirlo con fuerza, y clavarlo en una parte del puente, que comenzó a desquebrajarse, y a caer en dirección a los cadáveres, mientras Deimos preparaba un nuevo ataque al abrir su boca, y reunir una fuerza de cosmos oscuro dentro de la misma- ¡Alala! –gritó entonces, un rayo oscuro se movió con velocidad, impactando la pila de cadáveres, e incinerándola con violencia, quedando Milo en medio de la misma, con una rodilla al suelo, y mirando a Deimos con desprecio, y un hilo de sangre cayéndole del labio- ¿No te divierte esto, Milo de Escorpio? Durante nuestro primer enfrentamiento, tenía todo el cuerpo entumido por recién resucitar en este cuerpo tan débil. Pero ahora, me he acostumbrado al mismo. Comienzo a pensar que no necesito de mi Cuerpo Original para destruirte, ¿y sabes qué? Probablemente lo demuestre. ¡Descenso Infinito! –con sus brazos repletos de cosmos, Deimos conjuró su dimensión, misma que comenzó a tragarse a Milo, quien enfureció al verse arrastrado al abismo.

-Este truco no puede detenerme, he salido ya del mismo en reiteradas ocasiones, me parece que no eres muy listo –tras el cosmos de Milo, rugió Drakon de Margarites, iluminando su pierna derecha de cosmos azul, y lanzándose de los interiores del abismo transformado en el poderoso Dragón de Perla.

-¡Estrella del Miedo Infinito! –escuchó entonces Milo, notando el cometa que lanzara ya una vez Deimos, dirigiéndose peligrosamente a él, impactando al Dragón de Perla, y lanzándolo de regreso al Descenso Infinito- Te lo dije, ya estoy más acostumbrado a este cuerpo –se burló él, cuando en su cuerpo estallaron dos destellos escarlata- ¿Qué? ¿Cuándo lanzó su ataque? –se preguntó Deimos, mientras su asteroide bloqueaba la boca del Descenso Infinito, que entonces estalló, sacudiendo toda la dimensión en la que se encontraban- No importa… no hay forma de que sobreviviera a esa explosión. Aunque no utilizaste tu Dunamis… supongo que para futuros Caballeros de Escorpio, aún tendremos que agotarlo –se convenció a sí mismo Deimos, comenzando a darse la vuelta para ir a buscar su Fruto del Caos, cuando la energía de su anterior ataque, comenzó a arremolinarse en el centro de la explosión-. ¿Qué ocurre ahora? –preguntó Deimos, viendo brillando en el centro del humo y cosmos esparcido, a una estrella negra muy hermosa, misma sobre la cual se arremolinaba todo el cosmos remanente, mientras Milo la sostenía a palma abierta.

-¿Quieres mi Dunamis, Deimos? Normalmente no me agrada cumplir las exigencias ajenas, pero en este caso, por la prisa que tengo, me conformaré con una excepción –lo miró Milo con sus ojos brillando aún de escarlata-. ¡Nova Helios! –lanzó Milo, el Sol Negro se dirigió entonces a Deimos, quien preocupado elevó todo su cosmos, colocó sus palmas frente al Sol Negro, y recibió el ataque, deteniendo el mismo con su cosmos, pero viendo a un conjunto de 4 destellos que se clavaron en hombro izquierdo y derecho, en pierna derecha y en tobillo izquierdo, desestabilizando la concentración de Deimos, quien dejó de sostener el Sol Negro, que estalló en esos momentos violentamente, derribando lo que quedaba del puente donde Deimos había estado combatiendo- Ya van 9 Agujas Escarlata… no te vas a ir sin probar el resto –preparó su siguiente aguja Milo.

-Puedo verlo… lo que tú pareces no ver, es que soy indiferente al veneno de las mismas –se posó Deimos orgulloso, y con solo un hilo de savia cayéndole de los labios-. Puede que mientras despertaba correctamente mis sentidos divinos en este cuerpo inadecuado para soportarlos, hayas tenido una ligera ventaja sobre de mí, pero ya no más. Poseo la fuerza de un Dios Menor –se regocijó él, cuando una aguja más se clavó en su cuello.

-Sigue hablando, imbécil… eres más fácil de golpear que un blanco estático. Al menos tú te retuerces con la punzada, puntos a favor por sobre el blanco –se burló Milo, corriendo con su siguiente aguja lista, Deimos comenzó a elevar su cosmos nuevamente-. ¡Asesino de Dragones! –aumentó Milo su velocidad.

-¡Descenso Infini…! –intentó conjurar Deimos, cuando el ataque de Milo a manera de patada de tijera sobre su cráneo, forzó a Deimos morderse la lengua, que cayó al suelo tras cercenarla con su propia mordida.

-Perfecto, así no tendré que seguirte escuchando. ¡Aguja Escarlata! –clavó tres agujas más Milo en su cuerpo, enfureciendo a Deimos, quien comenzó a reunir energía de cosmos oscura en su garganta, ante la cual Milo reaccionó preocupado.

-¡Alala! –gritó a todo pulmón, lanzando a Milo como un cometa oscuro por la Prisión de los Alóadas, terminando el Escorpio estampado contra la columna junto a la cual el gigante muerto permanecía, Deimos entonces levantó su lengua del suelo, y unió la misma a su boca nuevamente con su cosmos, antes de comenzar a escupir- Que asco… -se quejó él.

-Repulsivo realmente… -se empujó Milo fuera de la roca, cayendo furioso frente a Deimos-. Solo dos agujas más… Deimos… la segunda y la primera más brillante –continuó el de Escorpio, la segunda más brillante palpitando en su uña.

-¿Qué? Es alguna clase de metáfora poética para darte valor a ti mismo. Kyoko es la segunda más brillante de las Estrellas Malditas, ¿no es así? –desapareció Deimos frente a Milo, sorprendiendo al de Escorpio, quien de todas formas logró escapar de la patada de Deimos tras materializarse detrás de él-. Que buenos ojos tienes –se molestó él, desapareciendo nuevamente, Milo esperó, y movió la cabeza, evadiendo el siguiente golpe-. Eres un fastidio –admitió el Phantom.

-¡Y tú un imbécil por ponerte en la línea de fuego! ¡Aguja Escarlata, Shaula! –estalló en su dedo la aguja de Milo, que más que un tiro en línea recta y preciso, fue un torrente de energía escarlata- ¡Aguijón Carmesí! –terminó Milo, dejando a Deimos tumbado en el suelo, y doblegado por el poderoso ataque- Es hora, Deimos… Antares aguarda –preparó Milo la aguja, que brillaba con un pulsar inquietante, como si el caos reinante la fortaleciera.

-El Anti-Ares… es precioso… -admito Deimos, pero entonces estiró la mano, y el Fruto del Caos salió disparado de los cadáveres de los alrededores, llegando hasta la mano de Deimos, molestando a Milo-. Me temo que no sería capaz de sobrevivir al Anti-Ares, pero solo un mordisco de esto, y mi Cuerpo Original resurgirá, convirtiéndome genuinamente en un Dios Menor –se regocijó él.

-¿Y piensas, Daimón, que sobrevivirías a Antares donde ni Ares podría? –comenzó a reírse esta vez Milo, sus ojos rojos intimidando al Phantom- Me gustaría verlo… pero me temo, que tengo cosas más importantes que hacer… como partirle el rostro a Eris… y asegurarme que mi querida discípula no se convierta en la maldita genocida en que esa bruja planea convertirla. Así que lo siento, Deimos, pero no te dejaré dar esa mordida. ¡Restricción! –atacó Milo, Deimos enfureció, intentó morder su Fruto del Caos, pero en lugar de hacerlo, quedó paralizado en ese momento.

-Soy… el Dios del Miedo… ¿cómo puede usar el miedo en mi contra? –sudó frio Deimos, mientras Milo se acercaba con Antares lista- No eres humano… eres algo más cercano a nosotros… un Daimón… tu Estrella Maldita, brilla con la fuerza de los Daimones… -se aterró Deimos, mientras Milo lo tomaba del cuello.

-No soy un Daimón… Deimos… soy él quien cazará a todos los Daimones, como las furias a quienes irrespetan los juramentos. Sin importar el patético agujero en el que se metan, yo los encontraré… -continuó Milo, estrujando su cuello con fuerza-. Graba esta imagen en tu mente, Deimos, mientras tu patético espíritu del miedo regresa llorando a la madriguera oscura de la cual te escapaste. Yo soy quien destruirá todo cuanto Ares representa, soy la pesadilla que te atormenta eternamente, y por quien le lloras a Ares todas las noches para que te ayude a conciliar el sueño. ¡Yo soy, Antares! –disparó Milo, Deimos gritó de dolor, su cuerpo estallando con los destellos escarlata que iluminaron todo su cuerpo, como lanzas de luz que salían por cada extremo de su ser, estallando violentamente, y apagando su cosmos por completo, quedando el Phantom tendido, y sin vida- Ahora… a salir de esta estúpida prisión. ¿13 meses Ares? –levantó Milo la Urna de Bronce, y aplastó la misma- Y con ayuda además… si esa es la clase de proezas que debo demostrar para ser digno de ser tu cazador… que así sea… comenzaré a pavimentar el camino de tu miedo a mí… masacrando a Eris en tu nombre… -tras aquella amenaza, Milo desapareció.

Templo de Athena.

-Este cosmos… -se impresionó de repente Eris, sus ojos abriéndose de par en par, distrayendo su atención de Athena, quien también sintió el violento cosmos que había estallado. Saga y Shaka intercambiaron miradas en ese momento, y asintieron.

-¡Explosión de Galaxias! –atacó Saga de improviso, aprovechando la distracción de Eris, y estallando su técnica máxima en el cuerpo de la diosa, que fue derribada, cayendo en un tapiz en honor a buda, encontrándose entonces rodeada de más pilares.

-¡Bienvenida seas, Eris! ¡Al Tesoro del Cielo! –exclamó Shaka con los ojos abiertos, liberando todo el poder durmiente en el interior de sus ojos- Seré breve. A un dios no se le debe subestimar. ¡Tacto! –comenzó Shaka, la mente de Eris fue golpeada, y el tridente cayó de sus manos- ¡Oído! ¡Gusto! –continuó el de Virgo, asegurándose de no darle oportunidad alguna a Eris de recuperarse- ¡Olfato! ¡Vista! –terminó él, y entonces corrió en dirección a Eris, colocando su mano a palma abierta sobre su vientre- ¡Invocación del Demonio! –atacó Shaka, lanzando el cuerpo de Kyoko por los cielos, y estrellándola en contra del suelo, regresando a su dimensión- Athena, esto es solo una solución temporal. Los sentidos de los dioses no pueden destruirse tan fácilmente. Es su turno… -le pidió Shaka, mirando a Niké.

-Mi turno… -comenzó Saori, notando el cómo Kyoko movía uno de sus dedos, recuperando el sentido del tacto-. ¡Sé lo que debo hacer! ¡Perdóname, Kyoko! –disparó Saori de la punta de su báculo, apuntando a la Manzana Dorada, Eris por su parte, movió su dedo, y la lanza en el suelo salió disparada al ataque de Saori, estrellándose con el mismo a medio camino, y neutralizándolo al mismo tiempo que los relámpagos oscuros salían del tridente, hiriendo a Saori, y forzándola a soltar el báculo de Niké, mientras Eris se reponía, usando su cosmos para levantar su cuerpo mientras sus sentidos se restauraban uno a uno incluso más rápido de lo que Shaka había imaginado.

-No interfieran… -comenzó Eris con sus sentidos restaurados, y su cosmos incinerándose de forma violenta, siendo este capaz en su sola manifestación de empujar a Saga y a Shaka, y de volver a derribar a Aldebarán, Mephisto y Afrodita, quienes estaban demasiado débiles por usar la Exclamación de Athena-. ¡Cometa del Caos! –atacó Eris.

-¡Muro de Cristal! –se materializó Mu frente a Saga y Shaka, protegiendo a Saori del ataque de Eris, quien miró al Muviano con curiosidad- Kyoko… sé que estás allí dentro. Si lograste liberar a tu hermana de Eris, eso significa que se es posible sobrevivir a la posesión… hasta ahora, pensábamos que solo la Matriarca Yoshiko podía hacerlo ya que la posesión de ella fue solo parcial, pero ahora no me quedan dudas, la de Eris también es parcial. ¡Puedes liberarte de ella! –le pidió Mu.

-Esta no es una cuestión de poder, Mu de Aries… -le respondió Eris, lo que conmocionó tanto al Muviano como a la diosa-. Esta es una cuestión de querer… yo deseo permanecer como el cuerpo de Eris… y hacer su voluntad… es mejor que la alternativa de permitir a mi hermana salirse de control… créanme… soy una Diosa Eris más manejable… -admitió ella.

-¿¡A qué costo!? –escuchó Eris, sus ojos abriéndose de par en par- ¡Shoko! ¡Lo prometiste! –lloraba Kiki detrás de Mu, mirando a su amiga con dolor en su corazón- Pero, aunque lo prometiste… no volviste a casa… -terminó él.

-La promesa de mi contenedor nunca fue esa, Kiki… -le respondió Eris, preparando su puño nuevamente-. ¡Les he dicho que no interfieran! ¡Meteoros del Caos! –lanzó su ataque Eris, disparando cometas oscuros que se estrellaron contra el Muro de Mu, estallando al contacto, fracturando su muro y la fortaleza mental del de Aries, que se quebró junto a su constructo, y fue lanzado hasta estrellarse sobre Tauro, Cáncer y Piscis- ¡Desaparezcan! –alzó su dedo Eris, un relámpago oscuro se desprendió del mismo, y azotó contra los 4 Caballeros Dorados, lanzándolos por el Templo de Athena, y estrellándolos por los alrededores.

-Athena… -se adelantó Saga, mientras Saori seguía resintiendo sus heridas-. Puede que haya una forma de salvar a Kyoko, pero… si no lo consigo… voy a tener que asesinarla. Me disculpo por el dolor que he de causarle si ese llega a ser el caso –preparó su cosmos Shaka, Eris abrió sus ojos, sorprendida por el alcance del mismo-. Kyoko… Milo debió hablarte de mí… sabes que no tienes posibilidad… -continuó él.

-Saga de Géminis… el Caballero Dorado más poderoso de los 12 –comentó ella, sabiendo perfectamente quien era Saga-. Prospecto de Patriarca, y conocedor del Satán Imperial –dedujo ella, movió su dedo, y el tridente aún en el suelo se movió.

-¡Saga! –se lanzó Shaka entre el tridente que salió disparado del suelo y el de Géminis, atrapando con sus manos dos de las puntas, y apenas permitiendo a la tercera penetrarle la armadura, causándole al de Virgo algo de dolor, pero salvando a Saga, antes de que Eris tronara sus dedos, y el tridente estallara en relámpagos oscuros- ¡Yeaaaaarght! –resonó el grito de Shaka, lanzado por los aires hasta estrellarse contra la estatua de Athena.

-¡Shaka! –reaccionó preocupado el de Géminis, y evadió el tridente de Eris a tiempo, la diosa recibió el mismo y lo giró, golpeando su mango contra el suelo, lanzando una onda de choque, misma que empujó a Saori, y forzó a Saga a atraparla en sus brazos- ¿Se encuentra bien? –preguntó Saga.

-Sí… pero también noté que Eris de pronto se tornó más agresiva… ¿podría ser que le tema al Satán Imperial? –los ojos de Eris reaccionaron a aquellas palabras, por lo que la diosa comenzó a reunir su cosmos alrededor de su dedo.

-¡Destello del Caos! –atacó ella, Saga lo notó, y rodó con Saori en brazos, pero perdiendo una hombrera en el movimiento, misma que quedó perforada por el ataque de Eris- Suelta a la diosa… -se quejó ella.

-Nunca… -miró Saga al Santuario de Eris, y sonrió-. Tendrás que arrebatármela de mi cadáver –aseguró él, Eris tomó su tridente y se lanzó a Saga, intentando golpearlo con su el mismo, cuando la temperatura comenzó a descender.

-¡Ejecución Aurora! –resonó el grito de Camus, Eris se viró a ver la explosión de cosmos que caía del cielo, y utilizó su tridente para defenderse, notando a Camus cayendo del cielo- Que lo sienta… -cayó Camus al suelo de pie.

-¡Domador de las Bestias! –resonó detrás de Camus, Eris abrió sus ojos sorprendida, y saltó, permitiendo a Aioria estrellarse con todo y puño de cosmos contra el suelo, dejando un cráter en el lugar en que había caído, y comenzando a salir del mismo- Kyoko… no me hagas hacer esto… -rugió Aioria.

-Kyoko no puede escucharte… -comenzó la Diosa Eris, vientos oscuros comenzaban a arremolinarse alrededor de Camus y de Aioria, mientras la diosa cruzaba sus brazos, lo que detuvo a Aioria por la sorpresa.

-¡Espera Camus! –comenzó el de Leo, el de Acuario le dirigió una mirada molesta, más que nada porque no deseaba ver interrumpida su venganza- He visto esa técnica antes… ¿podrá ser? Es el Huracán… -comenzó Aioria.

-¡Huracán de Vientos del Caos! –desató el ataque Eris, los vientos fueron tan fuertes que elevaron a Aioria y a Camus en torbellinos oscuros, que viraron en pleno vuelo, y estrellaron sus cuerpos contra el suelo, donde quedaron malheridos.

-Lo sabía… el Huracán de Vientos Cortantes… -comenzó a incorporarse débilmente Aioria, Camus comenzó a hacer lo mismo, Saga se mantuvo protegiendo a Saori-. Escuchen todos… los ataques que está usando… son una variante de los ataques de Kyoko… esa… no es Eris… -dedujo Aioria.

-Entonces lo que dijo recién es cierto… -comenzó Mu, logrando incorporarse, Aldebarán, Mephisto y Afrodita hicieron lo mismo-. Recientemente, Eris dijo que no era cuestión de poder desprenderse de su alma divina… ella mencionó que era una cuestión de querer… en otras palabras, Kyoko está controlando a Eris… -dedujo Mu.

-¿Qué? –comenzó Saori con lágrimas en sus ojos- ¿Por qué? No lo entiendo… si Kyoko tiene el control, ¿por qué desea utilizarlo para matarme? –le preguntó Saori a los presentes, mientras Kyoko preparaba su cosmos, tomando la pose de los Meteoros de Equuleus.

-Probablemente sea esa la misma razón por la que le teme al Satán Imperial –comentó Saga, Kyoko, a la distancia, se mordió los labios, y disparó sus meteoros, pero estos fueron interceptados por un corte esmeralda.

-¡Excalibur! –enunció Shura divertido- Round dos, Kyoko… esta vez no te será tan sencillo lanzarme por un abismo –se adelantó Shura, sin escuchar las explicaciones de Saga, y entrando en un combate de espadas contra tridente con Kyoko, mientras la diosa se defendía grácilmente con movimientos de bailarina.

-Creo que entiendo lo que sucede –comentó Mu, observando los movimientos de Kyoko, estos parecían más los movimientos de una Saintia que de una diosa de Cosmos Divino-. Mientras estuve en la Prisión de la Concordia, Harmonía intentó fusionarse conmigo. Logré liberarme antes de que ella me absorbiera, pero el resultado de todas formas fue una Harmonía que pensaba más como yo, una Harmonía más humana, que sacrificó su vida por detener el Santuario de Eris de destruirse contra la Exclamación de Athena –les explicó Mu.

-Comprendo… la mente de Eris y Kyoko está en conflicto –comentó Shaka, mirando a Kyoko, evadiendo los ataques de Shura, y notando en el cosmos de la misma a Eris, como una serpiente humanoide y oscura, de manos entrelazadas con Kyoko, y empujándose la una a la otra por el dominio del cuerpo-. Kyoko lo mencionó ella misma, es una Diosa Eris más manejable, pero al mismo tiempo sigue siendo la Diosa Eris, y en este momento, el cuerpo actúa mediante dos voluntades, esa que quiere proteger al mundo, y la otra que desea destruirlo. Y hasta que el conflicto en su interior sea resuelto, no le queda más que subsistir mediante su instinto, las técnicas de batalla que usa son variantes de las usadas por Kyoko porque la memoria física del cuerpo es la que domina actualmente, y no levanta su Barrera del Caos por la misma razón, Kyoko está buscando que podamos herirla, por eso se entrega más que nada al combate físico –resumió Shaka.

-Kyoko… tú… ofreciste tu vida en sacrificio para darnos una oportunidad… -enunció Aioria, cerrando su mano en un puño tan fuerte que este comenzó a sangrarle. Kiki, aún junto a Mu, observó al de Leo dolido, mientras todos veían el sacrificio de Kyoko con orgullo, él miraba el mismo con tristeza-. ¿Creen que haya una forma de separarlas? –preguntó el de Leo, alegrando al Muviano por el interés de Aioria.

-El Satán Imperial domina la mente –concentró su puño Saga, al sentir su cosmos, Kyoko entró en pánico, y pateó el mentón de Shura tras un giro de bailarina-. Si logro impactar el Satán Imperial aprovechando que Kyoko mantiene la Barrera del Caos apagada, podré dominar la mente de Eris y ordenarle entregarle todo el control a Kyoko. ¡Satán Imperial! –atacó Saga.

-No pienso permitirlo… -comentó Kyoko, saltando y evadiendo el corte de Shura, y colocando sus manos en una posición defensiva frente a su cuerpo, arremolinando su cosmos en un punto en específico, y atrapando el Satán Imperial de Saga, manteniéndolo en su lugar.

-¿Cómo? Un momento, esa técnica… es la Corriente Ascendente de Milo… ¿aprendiste algo como eso? –se molestó el de Géminis, avanzando de todas formas, y empujando a Kyoko, obligándola a retroceder- Déjame decirte que por mucho que aprecie a tu maestro, está demasiado lejos de igualar mi nivel. Ni él mismo podría capturar mi Satán Imperial y redirigirlo, no te queda otra alternativa que caer víctima del mismo. Vamos Kyoko, permíteme entrar en tu mente –pidió Saga, avanzando cada vez más, doblegando a Kyoko, que incluso cayó en una de sus rodillas-. Realmente, eres una Diosa Eris más manejable… Milo estará orgulloso de ti… -concluyó él.

-Puede guardarse su orgullo, Caballero de Géminis… -respondió Kyoko, sus ojos tornándose rojos en esos momentos-. Probablemente este cuerpo no pueda completar la Corriente Ascendente… pero no es la única técnica que aprendí del Maestro Milo… -los ojos de Kyoko centellaron, entumeciendo el cuerpo de Saga.

-¿Restricción? –se molestó Saga- Usar las técnicas de mi discípulo en mi contra, enserio que tienes valor. Pero aún le falta a él demasiado para vencerme, ¿qué posibilidades tienes tú? –preguntó Saga, empujando nuevamente, casi llegando hasta Kyoko, quien sonrió, parpadeó, y liberó otra onda de cosmos de su mirada-. Esto es… no es un ataque de Restricción ordinario… esto… es diferente… -comenzó a quejarse Saga, debilitando su agarre, y permitiendo a Kyoko evadir el Satán Imperial, aunque la diosa cayó en sus rodillas débilmente.

-¡Está débil! ¡Ondas Infernales del Hades! –atacó Mephisto, Kyoko se mordió los labios molesta, más antes de que Mephisto pudiera completar su ataque, un cometa pasó a su lado, forzando al de Cáncer a evadir, e interrumpir su ataque- ¿Qué fue eso? –preguntó el de Cáncer, más y más cometas se dirigían en su dirección, y al final, un planeta inmenso se dirigió peligrosamente en su dirección- ¿¡Qué cangrejos!? –comenzó él.

-¡Gran Cuerno! –escuchó Mephisto, se vio forzado a evadir por la espalda, y permitió que el ataque de Aldebarán impactara contra el planeta, destruyéndolo, pero lanzando a Mephisto algunos metros por el aire- ¿Te encuentras bien? –preguntó Aldebarán, el de Cáncer se molestó.

-No es momento para holgazanear, Mephisto, tenemos problemas bastante graves de los cuales encargarnos –le comentó Afrodita, mientras frente al grupo, Saga se posaba con una sonrisa maligna frente a ellos, protegiendo a Kyoko, quien comenzaba a incorporarse-. ¿Qué te ocurre, Saga? ¡No me digas que esta es la parte maligna que por tanto tiempo has estado combatiendo! –apuntó Afrodita con una rosa negra a Saga, cuyos ojos comenzaban a tornarse rojos, mientras el lustre de su cabellera se perdía.

-¿De qué hablas, Afrodita? –preguntó Aioria sorprendido, y preocupado por el cosmos que crecía sombrío alrededor de Saga- ¿Qué le pasa a Saga? La nobleza en su ser, parece haberse esfumado. Solo siento odio y rencor –continuó el de Leo, el resto de Caballeros Dorados estaba igualmente preocupado al sentir el cosmos del de Géminis, Saori no sabía qué pensar, pero tenía su atención más bien puesta en Kyoko.

-Hace algunos años, tuve que atender al Templo del Patriarca a solicitud de Aioros… -comenzó a explicarles Afrodita, manteniendo la guardia en alto-. Fue durante un tiempo en el que Athena aún permanecía en el Santuario. Saga acababa de volver de la Isla de Milo, cuando un instinto asesino se apoderó de él. Atacó a Aioros a traición, y con una Daga Dorada en mano, entró en los aposentos de Athena, Aioros solo tuvo tiempo para llamarme, antes de correr a intentar prevenir lo que pudo haber sido el asesinato de nuestra diosa. Pero cuando llegó ante ella, la sangre ya manchaba toda la habitación, pensábamos lo peor, y ataqué a Saga con mis Rosas Piraña, dándome cuenta algo tarde, de la Daga Dorada clavada en la mano de Saga, y a Athena sonriente en su cuna. Ese día, Saga nos confesó a Aioros y a mí sobre la maldad que habitaba en su ser, y Aioros selló la misma en lo profundo de la mente de Saga –les explicó Afrodita, adelantándose, Saga, divertido, comenzó a acercarse también-. Ya que Saga no cedió realmente a su lado maligno, recobrando el control a tiempo, Aioros decidió no solo perdonar la vida de Saga, sino recluir a Athena. Claro que… esa reclusión terminó siendo el darla en adopción a Mitsumasa Kido. En cuanto a ti… Lemur… Aioros te selló en lo más profundo de la mente de Saga… -comentó Afrodita, alzando la mano, y rodeando su cuerpo por una barrera de Rosas Negras-. Vives por la gracia de su excelencia Aioros… en ese momento lo pensé una señal de debilidad… pero no puedo negar la valiosa contribución que brindó Saga en la Nueva Titanomaquia. Voy a expulsarte de él… salvaré a mi camarada –aseguró Afrodita.

-¿Tú? ¿Con ese cosmos tan insignificante? No me hagas reír –comenzó Lemur, poseyendo el cuerpo de Saga en su totalidad, mientras Kyoko se reponía-. En cuanto a ti… madre… no pienses por un segundo que te sirvo realmente como el tarado de mi hermano Horkos… cuando termine con las pestes, iré por la presa más grande –la amenazó Lemur, Kyoko se mostró firme incluso ante él-. Oh… que mirada más fría… disfrutaré viendo cómo se llena de lágrimas más tarde. De momento, tengo varias pestes doradas que exterminar. ¡Explosión de Galaxias! –atacó Lemur, apoderándose de las técnicas de batalla de Saga.

-¡Rosas Pirañas! –lanzó sus rosas Afrodita, todas las que lograba conjurar, causando explosiones en los planetas y planetoides de Lemur, intentando doblegar la extensión del ataque, pero no teniendo el cosmos suficiente para frenarlo- Es inútil… no solo estoy agotado por la Exclamación de Athena… el poder de Saga… es demasiado… ¡Yeaaaaarght! –cayó víctima Afrodita del ataque de Saga, quedando tendido en el suelo, con su Armadura Dorada fracturada en varias secciones.

-Los Caballeros Dorados somos todos igual de fuertes, ¿verdad? –se quejó Mephisto, Aldebarán le golpeó la nuca por su imprudencia- ¡Ya sé! ¡Ya sé! ¡Leal Caballero de Athena y todo eso! ¡Solo dime una cosa! ¿¡Cómo cangrejos se vence a esa cosa!? –apuntó Mephisto furioso.

-¡Domador de las Bestias! –resonó el grito de Aioria, lanzándose en dirección a Lemur, quien bloqueó el ataque de Aioria sin problema alguno- ¡Saga no importa! ¡Vayan por Kyoko! –pidió Aioria, Lemur enfureció por ser subestimado, y golpeó con fuerza el rostro de Aioria, quien rugió de regreso, y sacudió la tierra con el poderoso puñetazo que le dio al de Géminis.

-¡Aioria tiene razón! –se adelantó Camus, dirigiéndose a Kyoko- ¡Saga no es importante! ¡Lo único que importa es tu muerte! ¡Polvo de Diamante! –atacó Camus, Kyoko extendió sus alas escarlata, y comenzó a flotar sobre el Templo de Athena, con Camus, furioso, mirándola desde abajo, pero sintiendo el instinto asesino de Saga, tuvo que darse la vuelta preocupado- ¿Qué es este cosmos? –se preguntó Camus, mientras Saga entrelazaba los brazos sobre su cabeza.

-¡Shura! –pidió Shaka, apuntando a Saori, el de Capricornio comprendió el mensaje, y corrió en dirección a Saori, cargándola, y llevándola fuera del Templo de Athena, Camus notó las preocupaciones de Shaka, y corrió a las escaleras de igual manera.

-¡La Otra Dimensión! –estalló el cosmos de Lemur, derribando a Mu, Aldebarán, Mephisto, Aioria, Shaka y Afrodita, encerrándolos en una prisión de redes violetas, antes de desvanecerlos junto con él mismo, dejando atrás a Camus y a Shura.

-Concuerdo con Mephsito… no todos los Caballeros Dorados tienen el mismo poder… ese sujeto… es diabólicamente poderoso –admitió Shura, colocando a Saori en el suelo-. Cuidado con su vestido, mi armadura es filosa –le recordó el de Capricornio.

-Te agradezco tu preocupación, Shura, pero mi vestido no es tan importante como lo que acaba de ocurrir. ¿Qué les ha pasado a todos? –preguntó Saori preocupada, y mirando a Kyoko, quien se mantenía pensativa mientras continuaba a flote.

-Saga… quiero decir, Lemur, ha utilizado la Otra Dimensión para sellarlos a todos –le explicó Camus-. Ni siquiera Saga es tan poderoso, y mucho menos estúpido, para enfrentar a 8 Caballeros Dorados él mismo. Al Utilizar la Otra Dimensión de la forma en que lo hizo, pretendía separarnos a todos y atacarnos uno a uno. Comúnmente, se dice que una batalla entre Caballeros Dorados repercutiría en una Batalla de los 1,000 días. Antes de arriesgarse a eso, o de que a alguien se le ocurriera realizar una Exclamación de Athena, ha elegido separarnos y enfrentarnos del que él considere el más débil al más fuerte –le explicó Camus.

-Shaka se dio cuenta y me alertó a ponerla a seguro –continuó Shura-. Algunos Caballeros Dorados seguramente podrán liberarse de su prisión, pero en lo que aquello ocurre, Eris sigue siendo un problema –miró Shura a Kyoko, y preparó su espada.

-Entreguen a Athena y todo será perdonado… me estoy cansando de repetirlo –enunció Kyoko, apuntando con su tridente a Saori, quien tomó su báculo, y se mantuvo firme-. La muerte y la destrucción que ha azotado a este mundo empeorará si no me escuchas… la salida más sencilla al sufrimiento de la humanidad, es a través de la subordinación. Entiéndelo, es el método más efectivo, permite a la Tierra cerrar sus heridas y sanar –le pidió Kyoko.

-Tú mejor que nadie deberías de saber que las heridas que han azotado a esta Tierra no dejarán más que cicatrices. No hay nada que sanar, los Dioses Olímpicos han dejado bien en claro la verdadera naturaleza que los domina –le espetó Saori con molestia, Kyoko se mordió los labios furiosa-. No voy a rendirme, Kyoko. Y pase lo que pase, voy a salvarte –continuó ella.

-No hay nadie a quien salvar… Saori… estoy en pleno control de este cuerpo, no existe Kyoko, ni existe Eris, solo la diosa que tienes frente a ti –preparó su tridente Kyoko, más antes de atacar con el mismo, un viento frio comenzó a sentirse.

-No me importa si eres Eris o eres Kyoko… igual que ocurrió con Edward… yo acepto tu sacrificio en nombre del exterminio del mal mayor. ¡Ejecución Aurora! –atacó Camus, Kyoko intentó evadirlo, pero una de sus alas quedó congelada, forzando a la Diosa de la Discordia a caer en dirección a las 12 Casas- No la dejaré escapar. Kyoko nos ha dado la oportunidad de herirla apagando la Barrera del Caos, y no voy a desperdiciar su sacrificio –intentó bajar Camus por las escaleras, pero Saori lo detuvo.

-Espera, Camus… -pidió Saori, Camus se viró para verla-. Debe haber una manera de salvarla, por favor. Inmovilízala, pero no la mates –pidió ella, Camus estuvo por hablar, cuando sintió un cosmos violento y maligno manifestarse, Shura y Saori sintieron lo mismo, e incluso la diosa se abrazó a sí misma con terror.

-Típico… ni un momento para pensar en absolutamente nada… -se quejó el de Capricornio, mirando al Santuario de Eris en el cielo, el mismo se veía inerte y oscuro, pero 7 destellos escarlata iluminaban los árboles mayormente sin vida-. Los Frutos del Caos comienzan a abrirse, y si estos se abren… -miró Shura en dirección a la Isla de Milo, que en ese momento rebosaba de energía oscura-. No será nada agradable… -admitió él.

-No… y solamente hay un Caballero Dorado que podría hacer algo contra Ares… -comenzó Saori, mirando al Santuario de Eris de igual manera-. Así como el Relámpago de Zeus en la Armadura de Leo fue la debilidad de los Titánes en la Nueva Titanomaquia… solo el Anti-Ares podría dañar a Ares… Milo… te necesitamos… -se preocupó ella.

-No podemos depender de Milo en estos momentos –comenzó Camus, Shura notó algo extraño en el tono de su voz-. Si Ares resucita, será incluso peor que el despertar de Eris. Solo hay dos Caballeros Dorados en estos momentos en las 12 Casas gracias a las artimañas de Lemur. Necesitamos dividir fuerzas, yo iré por Eris, Shura, lleva a Athena frente al Santuario del Dios de la Valentía y los Héroes. Si Saori usa su cosmos alrededor del mismo, le dará tiempo a Milo de regresar y probablemente vencer a Ares antes de que termine de despertar –le comentó él.

-Me suena como un plan, pero también me suena a perseguir una rencilla personal –comenzó Shura, molestando a Camus, quien se viró para verlo fijamente-. ¿Qué pasa si decido que no quiero perder la oportunidad de enfrentar a Kyoko una vez más? –preguntó él.

-Eris… y el que la llames Kyoko me hace pensar que el de los sentimientos personales es otro. Pensé que era discípula de Milo, no tuya –le apuntó Camus, Shura le gruñó por las acusaciones-. Conozco a Kyoko mejor que tú, sus ataques, sus movimientos, entrené a mis discípulos junto a los de Milo en muchas ocasiones. Tengo más posibilidades que tú –admitió él.

-Cuando tengas un arma dada a ti por un Dios Olvidado, hablamos –le recordó Shura, conjurando a Kardía Mágma, lo que molestó a Camus- Tú lleva a Athena a con Ares. La discípula de Milo de Escorpio, es mi responsabilidad en estos momentos –le explicó él.

-¡Basta los dos! –se quejó Saori- No sé de donde viene esta rivalidad de ustedes dos, pero mientras Milo no regrese, y Lemur tenga a los demás atrapados en su dimensión, tenemos que trabajar todos juntos –les pidió Saori, Camus y Shura bajaron sus cabezas apenados-. Quiero ir con Kyoko… estoy muy preocupada por ella, y quiero ayudarla, pero tengo que entender mis responsabilidades como diosa y va siendo tiempo de que me las tome enserio… -admitió ella dolida-. Amo a Kyoko, es mi amiga, y la estimo demasiado. Pero mi responsabilidad divina viene primero. Shura, como bien has dicho, posees un arma de un Dios Olvidado, si alguien puede hacerle frente a Ares además de Milo, ese eres tú que tienes ese poder. Camus… te permito perseguir a Kyoko… pero… tienes que prometerme que este dolor que te embarga el corazón… no te hará olvidar tus responsabilidades… -lloró ella.

-¿Lo sabes? –preguntó Camus, Saori lloró, y asintió- Omnisciencia Divina… pensé que estabas demasiado cegada por las Energías del Conflicto para vernos a todos. Entonces tú sabes lo que planeo hacer si me enfrento con Eris, y aun así piensas dejarme ir, ¿por qué? –preguntó él.

-Porque si Milo ha dejado algo bien en claro, es que Saori Kido será siempre segunda ante Athena… y entiendo que esto es algo que todos los Caballeros Dorados tienen en común… ¿no es así? –preguntó Saori, Camus se mordió los labios con ira por aquel comentario- Yo les prometo velar siempre por la Tierra, la paz y la justicia, anteponiendo todo eso a mis sentimientos como humana, si eso significa que Kyoko debe morir, entonces que así sea… pero es mi deseo personal, tanto como humana como su diosa… el que siempre tomen esa decisión como la última consecuencia. Así que Camus… no voy a reprenderte si al final eliges sacrificar a Kyoko… más bien elijo confiar en ti y en que no vas a dejar que tus sentimientos te nublen el juicio. ¿No es eso lo que siempre le dices a Milo? –preguntó ella.

-Ahora es que decide hablar con Sabiduría, ¿verdad? –se molestó Camus, Shura se aclaró la garganta, Saori solo se apenó y bajó la mirada- Muy bien… será la última consecuencia, Diosa Athena… tiene mi palabra de que haré lo posible… -terminó el de Acuario, alegrando a Saori.

-Ya podemos irnos… Shura… -pidió Saori, el de Capricornio miró a Camus una última vez, y lo pensó-. Shura… yo confío ciegamente en todos mis Caballeros Dorados… por favor… -pidió Saori, Shura suspiró molesto, asintió, levantó a Saori, y dio un salto de cosmos con ella en brazos.

Tras todo aquello ocurrir, de detrás de una de las columnas del Templo de Athena, salió Kiki, con una mirada de determinación en su rostro, mientras miraba en dirección a donde Camus de Acuario se había retirado.

-Algo me dice que esa última consecuencia no va a ser exactamente la última –se quejó Kiki, frotándose el brazo desprovisto de su anillo dorado-. No van a matar a Kyoko… voy a salvarla, aunque de momento no se me ocurre como… -se quejó él, y comenzó a seguir al de Acuario.

Santuario de Eris. Templo del Dolor.

El cielo en los alrededores del Templo del Dolor comenzó a partirse, abriendo una fisura en el mismo, desde la cual Milo de Escorpio escapó de la Prisión de los Alóadas, cayendo en un pasto seco, con vientos de tormenta rodeando el alguna vez hermoso Jardín del Edén, y encontrando el cuerpo de Rigel despedazado a sus pies.

-Bien hecho, Hyoga –comentó Milo, aunque no tardó en asquearse un poco-. Luego dicen que yo soy el sádico. ¿Y qué demonios pasa con este bioma tan repulsivo? –se preguntó Milo, cuando escuchó los pasos de un grupo que se dirigía en su dirección, y lanzó una de sus Agujas Escarlata, forzando a uno de los recién llegados a caer al suelo, lanzando a su carga a los aires, misma que cayó a los pies de Milo- ¿Eris? –se preguntó Milo, mirando a la chica con el rostro enterrado al suelo con extrañeza.

-¡El Caballero de Oro! –se estremeció Shoko, intentó incorporarse, pero entonces encontró la aguja de Milo apuntándole al rostro- ¡Espere! –agregó ella aterrada, más antes de que una ejecución pudiera ocurrir, Hyoga se posó entre Shoko y la aguja de Milo.

-Espere señor Milo, ella ya no está poseída por Eris… -comentó Hyoga, Milo se mordió los labios con fuerza-. Lo sabe… ¿no es así? –preguntó el de Cisne, Milo solo se retrajo, y ofreció su mano a Shoko, ayudándole a ponerse de pie mientras la pelirroja se ruborizaba un poco.

-¿Por qué vienen acompañados de una Seed? –preguntó Milo, mientras Aeson rodaba en el suelo con dolor por la perforación en su hombro- Si viene contigo, intuyo que no es una amenaza, pero no voy a sacarle el veneno –se quejó él.

-No es una amenaza, y si ya intuye las cosas no dispare a ciegas por favor –se quejó Hyoga, Milo miró a los alrededores, intentando deducir lo que ocurría, y escuchando los pasos de otros que llegaban desde los templos inferiores, siendo estos Seiya y Shiryu- Amigos, siguen con vida –se alegró Hyoga.

-Lo sabes, no rendirme es mi segundo nombre –le comentó Seiya, y entonces encaró a la Seed, preparando los puños, Shiryu, más perceptivo que el de Pegaso, lo detuvo al colocar su mano sobre su hombrera y mover el rostro en negación.

-Me parece que necesitamos actualización sobre lo que está ocurriendo, de la nada Aioria saltó en dirección al Santuario, hubiéramos hecho lo mismo, pero se siente un cosmos muy agresivo aquí dentro… -admitió Shiryu, la pesadez en el ambiente era casi palpable.

-Es por los Frutos del Caos –enunció entonces Aeson, mirando a Milo con suma molestia por el ataque a traición-. Pero comencemos por lo importante. Caballero Dorado de Escorpio, no soy su enemigo, pero me entregaré al castigo que consideren pertinente una vez que haya acabado esta crisis. Solía ser el Caballero de Plata de Crateris, y el guardián de Kyoko y Shoko, antes de beber de las aguas del Río Lethe y olvidar mis lealtades –le explicó él.

-La amnesia, no espía tus crímenes, Seed –le apuntó el de Escorpio-. Para tu fortuna, no tengo tiempo de lidiar contigo. ¿Cómo liberaron a esta niña de la influencia de Eris? Pensaba que era imposible –comenzó el de Escorpio, a quien Shoko miró con molestia.

-Nadie sabía que fuera posible –informó Aeson, adelantándose, y colocando su mano sobre el hombro de Shoko para ayudarla a mantener la calma-. Cuando Kyoko me contó su plan, no pensé que pudiera concretarse. Pero en caso de que consiguiera extraer a Eris del interior de Shoko, había una segunda parte para su plan… el usar su posición como Semidiosa para intentar apoderarse de la esencia de Eris –le comentó él.

-¿Semidiosa? –comentó Milo sorprendido, la sorpresa también rondó por los rostros de Seiya, Shiryu y Hyoga- ¿Qué quieres decir? Hasta donde sé, Kyoko fue hija de una Saintia de nombre Olivia y de un hombre de Rodorio –le comentó él.

-La primera parte es cierta, la segunda, es la razón por la que Olivia, Kyoko y yo tomamos de las aguas del Río Lethe. Kyoko… ella ya era lo suficientemente mayor para recordar el nombre de su padre… -le comentó Aeson, Milo comenzó a molestarse, intuyendo lo que Aeson iba a decir-. Milo… el nombre del padre de Kyoko y de Shoko… es Ares… -comentó la Seed, Milo, furioso, tomó a Shoko del cuello de su vestido, y apuntó con su aguja al corazón de la chica- ¡Por favor! ¡No puedes hablar enserio! –se preocupó Aeson.

-De haberte asesinado… en ese momento… Kyoko no se habría convertido en lo que se ha convertido ahora… -comenzó Milo, ira en sus ojos, y lágrimas de miedo escapando de los de la pelirosada-. Pero tampoco existiría esta relación que tenemos… -la liberó Milo, la aterrada pelirosada retrocedió hasta la seguridad de los brazos de Aeson-. Escúchame bien, Shoko. No voy a permitir que tu hermana se convierta en una genocida… eso incluye perforarle yo mismo el corazón si lo considero necesario, ¿lo entiendes? Voy a hacer todo lo que pueda por recuperarla, pero si no lo consigo, no tendré otra opción, y no escucharé queja alguna al respecto. Kyoko… ¡es mi presa! –saltó Milo, convertido en un cometa dorado, dejando a los de Bronce allí con Aeson y Shoko, quien lloraba dolida por lo que estaba ocurriendo.

-Oye… -comenzó Seiya, ganando la atención de Shoko, quien lo miró con sus ojos ahogados en lágrimas-. Sé que las palabras de Milo te preocupan, pero él fue maestro de tu hermana, a nadie le importa la seguridad de Kyoko más que a él… -comenzó el de Pegaso, Shoko asintió con tristeza-. Yo también tengo una hermana… y me preocupo por ella todos los días… ella vive en una cabaña de Rodorio, retirada de las peleas y libre de su promesa a Athena… su mayor preocupación es si regresaré algún día a visitarla o no… y es probable que algún día no logre hacerlo, pero mientras la vida exista, no pierdas la esperanza, y jamás dejes de luchar… tú también juegas un papel importante en salvar a tu hermana, estás aquí porque ella luchó sin rendirse por ti, no te rindas ahora que más te necesita –le pidió Seiya, conmoviendo a la chica.

-No quiero ser aguafiestas, pero… parece que tenemos compañía –comenzó Hyoga, el árbol frente a donde él se encontraba había soltado su fruto, y este comenzaba a retorcerse en la tierra, comenzando a estirarse y a moverse de forma siniestra.

-Es el Fruto del Caos nacido de las Energías del Conflicto reunidas por Rigel, y no es el único que ha venido, algunos espíritus, son más molestos que otros –se viró Aeson, por el arco de roca que daba entrada al Templo del Dolor, dos figuras oscuras llegaban-. Los Daimones de Ares… han renacido… -se molestó Aeson, preparando su cosmos.

El hombre y la mujer que habían entrado por el arco de roca, vestían armaduras negras de cuerpo completo, cubriéndoles inclusive el cuello, llevaban cascos que les tapaban los rostros y solo descubrían la apertura de la boca. Las hombreras de sus armaduras eran amplias y redondas, y estaban adornadas con 3 puntas largas cada una, las coderas y protecciones de las rodillas tenían puntas también, y los nudillos de sus guanteletes poseían puntas pequeñas para no restar maniobrabilidad. Los guanteletes inclusive estaban afilados como pequeñas garras al final de la punta de sus dedos. Sobre sus pechos, poseían un emblema con el casco ensangrentado de un guerrero de penacho troyano. Lo único que cambiaba en sus armaduras además del ajuste entre sus físicos masculino y femenino, era el color de las capas que llevaban, y los contornos de los bordes de las armaduras en sus guanteletes, botas, cascos, pecheras y petos, además del emblema en sus pecheras y guanteletes, siendo los contornos del hombre bajo el arco de un color gris oscuro, mientras los de la mujer eran rosas.

-Este cosmos… no tengo idea de identificar que tan alto es o no… solo puedo sentir violencia, agresividad, y un instinto asesino –comentó Shiryu, Hyoga a su lado preparó los puños de igual manera, Seiya por su parte, empujó a Shoko junto a Aeson, y los tres Caballeros de Bronce marcaron un perímetro seguro para ellos, mientras la Fruta del Caos frente a Seiya terminaba de convertirse en un guerrero forrado en la misma armadura negra, con los contornos de la misma siendo azules.

-¡Alala! –gritó la mujer, lanzando una onda de choque sonora que hizo estallar los oídos de Shiryu, Hyoga, Seiya y Aeson, Shoko resistió gracias a que Aeson logró cubrirle sus oídos con su cosmos a tiempo.

El Daimón de contornos negros entonces se adelantó y atacó a Shiryu, mandándolo al otro extremo del Templo del Dolor de un solo golpe, y continuó corriendo en dirección al del Dragón sin darle oportunidad de reponerse, pensando en violencia y muerte en todo momento. La mujer llegó rápidamente ante Hyoga también, cubrió su rostro con sus manos, y estampó al de Cisne al suelo con todas sus fuerzas, creando un cráter con su cuerpo.

-¡Shiryu! ¡Hyoga! –gritó Seiya preocupado, notando que el Daimón de los contornos azules comenzaba a correr en su encuentro- ¡Shoko! ¡Si aún puedes escucharme! ¡Tienes que llegar ante tu hermana y ayudar a Milo a despertarla! ¡Gackt! –se quejó Seiya mientras el espíritu lo envestía, y lo llevaba consigo hasta la pared de ladrillo, y estampaba al de Pegaso en contra de esta, derribándolos a ambos, y lanzándolos en dirección a las 12 Casas.

-¡Seiya! –gritó Shoko preocupada, mientras Aeson volvía a cargarla como a una princesa- ¡Espera Aeson! ¡No podemos dejarlos así! –pidió Shoko, pero Aeson, o la ignoró, o no podía escucharla con sus oídos destruidos, razón por la que dio un Salto de Cosmos para llevar a Kyoko ante su hermana.

-¡Ajajajajajaja! –se regocijaba la Daimón, su poderosa voz mandando ondas de choque por todas partes, debilitando tanto a Hyoga como a Shiryu- ¡Al fin! ¡Después de 3,000 años volvemos a despertar! ¡Cuánto había extrañado gritar! ¡Alala! –resonó su estruendosa voz, lanzando a Hyoga, quien aún cubría sus oídos, a los interiores del Templo del Dolor- El Cisne, ¿verdad? No recuerdo verte en los campos de batalla frente a las murallas de Troya… espera… no era Cisne… -preguntó la mujer divertida.

-La mujer del imbécil del Caballero de Escorpio –comentó el Daimón de contornos negros-. ¿O era la Águila? A las mujeres no las obligaban a ir a la guerra en ese entonces. Me parecen que las cosas han cambiado demasiado, Alala del Grito de Guerra, ahora a las batallas también entran las féminas, me pregunto si alguna le dará a Macas, el Espíritu de las Batallas, una batalla digna de recordar -continuó mientras caminaba hasta Shiryu, y lo levantaba del suelo al tirarle de la cabellera-. Parece que a mí me tocó el Caballero del Dragón, qué decepción, es solo un Bronce. En antaño, estuve por pulverizar al Caballero de Oro de Sagitario. Tú, pequeño Bronce, no eres más que un aperitivo. ¡Espíritu de la Batalla! –elevando su cosmos oscuro, Macas, el Daimón que sostenía a Shiryu del cabello, formó un espectro oscuro de Rigel de Orión, sobresaltando al de Dragón, quien fue impactado con fuerza por el cosmos oscuro, que lo estampó contra el Árbol del Dolor- Tsk… en este mundo al parecer no hay suficientes espíritus de la batalla de los cuales aprovecharme, pero ya reclutaré a algunos –aseguró él, este pequeño Bronce me servirá de momento.

-Daimón… tu nombre es Macas, ¿no es así? –preguntó Shiryu, un cosmos dorado manifestándose en su ser, mismo que impresionó al Daimón- No necesito de una Armadura Dorada, para darte la batalla que tanto buscas. Si en algún momento de tu vida eterna, enfrentaste a un Caballero Dorado, entonces deberías saberlo… ¡los Caballeros de Athena poseemos un cosmos infinito! ¡La Cólera del Dragón! –impactó su puño Shiryu en contra del Daimón, lanzándolo por los aires en ese momento, pero para sorpresa de Shiryu, el Daimón cayó de pie.

-¿Qué fue eso? ¿Una caricia? Mira esto, Alala, el enclenque pelea a puño limpio. ¿Dónde están tus armas, Caballero de Athena? Una espada, una lanza, me conformo con un arco y una flecha –preguntó el Daimón.

-¿Lo olvidaste? La tonta de Athena prohibió las armas –se burló Alala, los decibeles que alcanzaba su risa forzaban a Hyoga a cubrirse los oídos-. Lo que me recuerda, esa prohibición no aplica para nosotros –materializó en sus manos Alala una espada rosada, y con esta intentó cortar la cabeza de Hyoga.

-Ah, eso es verdad –continuó Macas, en sus manos, un hacha de mandoble se materializó-. Esto debería ser suficiente para cortarte esa bonita cabeza tuya. ¿Todavía se acostumbra llevar preseas? Amarraré los lindos cabellos de tu cabeza cercenada a mi cinturón. ¡Embestida Destructora de Espíritus! –se lanzó Macas a Shiryu, más antes de poder bajar su arma, una luz dorada e intensa se hizo presente- Esa luz… ¿qué es esa luz? –preguntó Macas sorprendido, entre él y Shiryu se materializó la Armadura Dorada de Libra- Un momento… ¿esa es la armadura de papá? –se quejó Macas.

-¿La Armadura Dorada de Libra? ¿Qué hace aquí? –se preguntó Shiryu, cuando la Armadura Dorada se partió en sus partes, y revistió a Shiryu de dorado, para sorpresa del Daimón y de Alala, quien ya tenía a Hyoga apresado del cuello.

-Del Caballero de Libra de la anterior generación… al Caballero de Libra de la presente… -escuchó Shiryu la voz de Dohko, aún vigilante desde lo que quedaba de Cinco Picos-. Yo te condecoro… Shiryu… como el nuevo Caballero de Libra… que el Dragón que es tu Sabiduría te dé la fuerza de enfrentar a los Daimones de Ares… -terminó Dohko, el Tigre rugió con fuerza, y se despidió, dejando a Shiryu revestido de dorado.

-¿Escuché bien, o Alala me estalló los oídos más de lo que me esperaba? ¿Caballero Dorado de Libra? –preguntó Hyoga, Alala se aterró y retrocedió, soltando al de Cisne, y reuniéndose al lado de Macas, quien gruñó ante la postura de Shiryu revestido por la Armadura Dorada.

-Oye, oye, oye, eso es trampa, tú tienes muchas armas, elige una y continuemos con esto –se quejaba Macas, Shiryu por su parte, cerró sus manos con fuerza en puños- Esto no me gusta nada… las Armas de la Armadura de Libra son… -se quejó él.

-La fuerza para enfrentar a los Daimones… -miró Shiryu a sus armas, preguntándose si debería usarlas-. Sin embargo… estas no deben ser usadas a la ligera. No te cumpliré tu deseo, Macas… tendrás que conformarte con enfrentar al Caballero Dorado de Libra de la actual generación. ¡Arde cosmos mío! ¡Desentraña los secretos de la Armadura de Libra, e inúndame de su Sabiduría! –elevando su cosmos en consonancia con la Armadura de Libra, los secretos de las técnicas que se escondían en su interior, fueron de conocimiento de Shiryu en ese momento- ¡Los 100 Dragones de Rozan! –atacó él, liberando una técnica que Dohko no le había enseñado a Shiryu, pero que la Armadura Dorada le transmitía a su mente, los Dragones volaron, se estrellaron contra Macas y Alala, e hicieron temblar el Templo del Dolor.

-Impresionante… -se incorporó Hyoga, tomándose el brazo adolorido por la batalla-. Shiryu… tú realmente… ¿has sido condecorado como el Caballero de Libra? No puedo creerlo… tanto poder… -se impresionó Hyoga, más Shiryu en ese momento tuvo que empujarlo, y cubrir un cometa de cosmos oscuro, que terminó por derribarlo pese a contar con dos escudos para defenderse del mismo- ¡Shiryu! –enunció Hyoga preocupado.

-Tanto poder, y no le llegas ni a los talones al Caballero de Sagitario al que enfrenté –continuó Macas, mientras Shiryu volvía a incorporarse-. Si este es el patético alcance de los Caballeros Dorados de esta era, conquistar este mundo será demasiado sencillo. ¡Espíritu de la Batalla! –clavó su hacha Macas al suelo, partiendo el mismo, e impactando a Shiryu y a Hyoga con fuerza.

Casa de Sagitario.

Cayendo como un cometa oscuro, se encontraban Seiya y Polemos, el primero había intentado defenderse con su puño, el segundo atrapó dicho puño, y comenzó a usarlo para golpear el rostro de Seiya de forma divertida.

-¿Por qué estás golpeándote? ¿Por qué estás golpeándote? ¿Por qué estás golpeándote? Los Caballeros de esta era son bastante débiles, esto apenas es divertido, pero lo voy a seguir haciendo hasta aplastarte contra el Santuario de Athena –se regocijaba Polemos, el Daimón de contornos azules, mientras se burlaba de Seiya.

-¡Suéltame! –intentó patearlo Seiya, pero sus patadas no surtían ningún efecto- Maldición… a este paso me va a aplastar contra el Templo de Sagitario… -se quejó Seiya, elevando su cosmos lo más que podía, intentando herir a Polemos lo suficiente para forzarlo a soltarlo.

-Es inútil pequeñín, he desayunado a guerreros con más carne que tú –se burló Polemos, cuando del Templo de Sagitario, cometas dorados se dirigieron en su dirección-. ¿Qué es esto? Siento una fuerza de cosmos dorado emanando desde aquel templo –se molestó Polemos, mientras los cometas comenzaban a adherirse al cuerpo de Seiya previo al choque, los últimos cometas formando un par de alas doradas, mismas con las que Seiya logró zafarse del agarre de Polemos, y dejarlo estrellarse por sí solo en el Templo de Sagitario.

-Woah… -comenzó Seiya entonces, aterrizando algo torpemente en el Templo de Sagitario-. Esta es… ¿la sagrada Armadura Dorada de Sagitario? –comenzó Seiya impresionado, pero virándose a la entrada del templo que venía desde Capricornio, encontrando a Kyoko allí- Tú… tenemos que hablar… -comenzó Seiya, concentrando su atención en Kyoko más que en la Armadura Dorada de Sagitario, o al menos esa fue su intención, cuando Polemos salió de los interiores de la tierra tras haber traspasado el suelo en dirección a los pisos inferiores, abrazando a Seiya por detrás, y aplastándolo con sus poderosos brazos-. Gackt… espera, ya tendré tiempo de lidiar contigo… -se quejó Seiya, Polemos inmediatamente viró su rostro para ver a Kyoko.

-Ah… Diosa Eris… que placer es verla –comentó Polemos, Kyoko solo lo miró con molestia-. Permítame quitarle a los estorbos del camino su excelencia. Ven conmigo Caballerito Dorado, nos vamos a divertir mucho. ¡Ejércitos de Sombras Infernales! –sombras oscuras con forma humanoide se alzaron del suelo, y comenzaron a tirar del cuerpo de Seiya hacia abajo, hundiendo al de Sagitario en lo profundo del templo del mismo nombre.

-Así que… al final… no pude cumplir el sueño de mi maestro de vestir la Armadura Dorada de Sagitario… es una lástima… hubiera preferido hacerlo feliz… -comenzó Kyoko, cuando sintió el cosmos de un Caballero Dorado que llegaba por la salida del Templo de Sagitario.

-Curioso… realmente suenas como si pudieras ser rescatada de allí dentro –comentó Camus, preparando su cosmos, Kyoko tomó su tridente, y se preparó para defenderse-. No lo entiendo… realmente no lo entiendo… -continuó Camus, sus ojos rompiéndose en lágrimas-. En estos momentos… no deseo otra cosa que no sea matarte… pero por Saori… por Athena… debo intentar salvarte. ¡Koltso! –comenzó Camus, rodeando a Kyoko con sus anillos congelados- Mataste a la mujer que amo… -comentó él.

-El estado actual del mundo… Caballero de Acuario… es por la debilidad de los humanos de hacer lo necesario para sobrevivir –a base de cosmos y fuerza de voluntad, Kyoko rompió los anillos de hielo del de Acuario-. Si Milo hubiera hecho lo que debía hacer… nada de esto hubiera pasado. ¡Meteoro del Caos! –atacó.

-¡Polvo de Diamante! –respondió Camus, ambos ataques estrellándose en el Templo de Sagitario, empujándolos a ambos- Yo lo sé… le he dado tantas vueltas a lo que ha ocurrido a lo largo de todos estos años… he pensado en todas las muertes que podrían haberse evitado, entre ellas la muerte de Hilda. Pero, veo esto más allá del perdonar una vida. Lo que Milo hizo… fue confiar en que podías cambiar tus estrellas. ¡Y yo creo en mi amigo Milo! ¡Y por eso sé que puedes cambiarlas! ¡Ejecución Aurora! –atacó Camus, su ataque impactando en el cuerpo de Kyoko, quien resistió usando su cosmos, Camus continuó empujando su ataque de todas formas- Milo perdonó la vida a tu hermana… te convertiste en su discípula… en la amiga de Alicia… en una guerrera de Athena… y gracias a Milo hoy te apoderas del cuerpo de Eris e intentas absorber su esencia… si es cuestión de tiempo para que lo logres, entonces te daré el tiempo necesario, 1,000 años –terminó su ataque Camus, que no logró doblegar a Kyoko, el de Acuario entonces alzó su mano-. Voy a encerrarte en el Sarcófago de Hielo… cumpliré mi palabra a Athena de perdonarte la vida… pero también encerraré a Eris en tu cuerpo, así cuando renazcas, tal vez los Caballeros de Athena de 1,000 años en el futuro puedan liberarte de la influencia de Eris… -elevó su cosmos Camus para completar su ataque, cuando sintió una conmoción en su cosmos- ¡Hyoga! –se preocupó Camus, mirando por el agujero del destrozado Templo de Sagitario, en dirección al Santuario de Eris… ¿qué está ocurriendo? ¿Por qué Hyoga se encuentra en conflicto? Su cosmos está siendo castigado intensamente –comentó Camus.

-Los Daimones han comenzado a despertar –le comentó Kyoko, Camus se preocupó nuevamente por Hyoga, pero se decidió a seguir enfrentando a Kyoko-. Una amenaza más grande que yo está por renacer. Si tan solo me dieran la cabeza de Athena –insistió ella.

-Ya me queda más que claro una cosa… Eris… no es Kyoko quien está hablando en estos momentos –continuó elevando su cosmos Camus, y observando los ojos rojos que Eris presumía en esos momentos-. La Kyoko a la que Milo crio no hablaría de esa forma de Athena… no… de Saori. ¡Sarcófago de Hielo! –conjuró Camus, el cuerpo de Eris comenzó a congelarse, Eris intentó liberarse de los hielos, pero le fue imposible- Sin una Barrera Divina, Eris… estás derrotada. Entrégate al Sarcófago de Hielo y terminemos con esta guerra –le pidió Camus.

-Terminar… sí… puedo aceptar esta resolución… -sonrió Kyoko, sus ojos regresando a la normalidad, se abrazó a sí misma, y permitió que Camus la encerrara dentro del Sarcófago de Hielo. Habiendo terminado aquello, Camus cayó sobre sus rodillas, aún con lágrimas congeladas en sus ojos, y azotando su mano enguantada en contra del suelo.

-¡Kyoko! –escuchó el de Acuario, y notó a Kiki corriendo hasta ella- ¡Kyoko no! ¿¡Qué le ha hecho!? ¡La señorita Athena le dijo que no la matara! –recriminó Kiki, golpeando sus antebrazos contra el hielo, intentando liberarla.

-Ella… no está muerta… -le comentó Camus, incorporándose-. Permanecerá congelada por ahora. Ni el poder de los 12 Caballeros Dorados podría demoler este hielo –le comentó él, cuando un cosmos oscuro comenzó a sentirse, y los hielos del Sarcófago de Hielo comenzaron a romperse- ¿Qué está pasando? ¡El hielo se rompe! –se quejó Camus, la serpiente oscura que era Eris comenzó a materializarse dentro del hielo, fracturando el mismo, y rompiéndolo.

-Que débiles son los mortales –comenzó la diosa, nuevamente con sus ojos enteramente rojos, desbordando Energías del Conflicto, mientras las mismas despedazaban el Sarcófago de Hielo, lanzando guijarros por los alrededores, mismos que comenzaron a caer alrededor de Kiki, a quien Camus protegió con su cuerpo, recibiendo los guijarros él mismos, mientras miraba el rostro de Eris, quien reemplazaba enteramente a Kyoko en esos momentos-. Al escuchar que permanecería encerrada por 1,000 años, Kyoko se relajó solo lo suficiente para dejarme retomar el control. Te agradezco, Caballero de Acuario. Tu recompensa… será el que te unas con tu amada –alzó su tridente Eris, y bajó el mismo velozmente, Camus pensó en evadirlo, pero recordando que protegía el cuerpo de Kiki, su instinto tomó la decisión por él, el tridente de Eris bajó, la sangre manchó las paredes de Sagitario, y el casco de Camus de Acuario, cayó al suelo cubierto de sangre.

Casa de Escorpio.

-¡Maestro! –comenzó Jabu, recibiendo a Milo que bajaba como un cometa dorado en la explanada de la Casa de Escorpio- Qué bueno que ha regresado Maestro, comenzaba a preocuparme por usted –le informó el de Unicornio, cuando sintió a un segundo cometa de cosmos aterrizando junto a su maestro-. ¿Quiénes son? –se apresuró Jabu, encontrando la cara de Shoko muy cerca de la suya- Que linda… -comentó Jabu.

-¿Eh? –se apenó Shoko, abofeteando al de Unicornio, antes de cubrirse con sus manos por la vergüenza. Aeson, notando la escena, bajó a Shoko, y le permitió esconderse detrás de ella, Jabu simplemente alzó sus defensas una vez más.

-Son invitados Jabu. Cuida bien de ellos mientras yo… -intentó retirarse Milo, cuando sintió un destello de cosmos, aterrándose por lo que acababa de sentir-. No… Kyoko… ¿qué has hecho? –bajó la cabeza Milo, entristecido por lo que sentía en su cosmos- Camus… -cerró sus manos en puños Milo, enfurecido-. Si había una mínima posibilidad de perdonarte la vida… acabas de perderla… -lloró Milo, furioso por lo que acababa de sentir-. ¡Pondré fin a tu vida, Kyoko! –gritó con todas sus fuerzas el de Escorpio.

Isla de Milo.

-¡Milo! –gritó Saori sorprendida, acababa de aterrizar en la Isla de Milo frente al Santuario del Dios de la Valentía y los Héroes junto a Shura, cuando sintió la perturbación en el cosmos de Milo, y después sintió también una gentil nevada, que comenzaba a caer en los alrededores del Santuario- Camus… no puede ser… Camus acaba de… -comenzó Saori, anonadada, y entregándose al llanto, Shura reaccionó igualmente sorprendido por lo que estaba sintiendo.

-Kyoko… no… Eris… -comenzó Shura, molesto-. En ningún momento de la batalla, se vio la verdadera intención de Kyoko de destruirnos… pero ahora… un Caballero Dorado… y lo peor de todo, es que no siento que Camus se haya defendido… se siente como si hubiera sido una ejecución… -se fastidió el de Capricornio, furioso, y preparando su espada-. Diosa Athena… me disculpo… pero necesito vengar la muerte de mi camarada… -continuó él con lágrimas en los ojos, Saori solo cayó en sus rodillas, y se lamentó.

-Si abandonas tu puesto… Capricornio… Athena morirá… -escuchó Shura, igual hizo Saori, y ambos se viraron a las puertas doradas del Santuario del Dios de la Valentía y los Héroes, encontrando a un hombre joven, desnudo, con su cuerpo oscurecido por la noche, y con largos cabellos escarlata siendo tirados por el viento nocturno-. ¿Eres la Athena de esta era? Comprendo el dolor que sientes, pero debes saber que los Caballeros Dorados están listos, siempre, para sacrificar sus vidas… incluso para salvar a un inocente… parece que el Caballero de Acuario lo recordó a tiempo… comenzaba a pensar que esta generación no comprendía que incluso la vida más ínfima, es sagrada y debe protegerse –comentó el joven.

-¿Quién eres…? –preguntó Saori, poniéndose de pie, Shura se puso delante de ella para protegerla- Lo lamento… yo… estoy tan conmocionada en estos momentos que no pienso correctamente… solo sé que no siento maldad en ti… ¿te conozco? –preguntó ella.

-Me conocerías si fueras un alma tan antigua como la del honorable Caballero de Capricornio que tienes delante de ti… pero no eres un alma tan vieja… no realmente… -le comentó el joven, mirando directamente a Shura-. Es bueno verte de nuevo… viejo amigo… -le sonrió él.

-Un momento… tú eres… -se impresionó Shura, descubriendo la identidad del hombre frente a él, y sintiendo su cosmos reaccionando al mismo, incluso la mirada de Shura cambió, tornándose cansada, casi anciana-. Inaudito… realmente te deidificaron… debería sentirme molesto… pero la verdad es que ya lo veía venir… -comenzó Shura, cruzándose de brazos, Saori entonces se preocupó, el cosmos de Shura era distinto.

-¿Shura? No… no eres Shura en estos momentos… ¿qué está ocurriendo? Tu alma… se siente vieja… y lejana… -comentó ella, asustada y retrocediendo, alejándose del Caballero Dorado de Capricornio, y llegando a pegar espaldas con el hombre de cabellera escarlata, sus cabellos tirados por el viento, llamándole a Saori poderosamente la atención-. Estos cabellos… los he visto antes… -comentó ella.

-Son mi orgullo –le sonrió él, Saori se retrajo nuevamente, quedando en medio de Shura y el hombre de cabellera escarlata-. Diosa Athena… el mal que está por renacer en este mundo, es inevitable. Por 3,000 años he resguardado esta tumba, pero me temo que no puedo hacerlo más… estoy cansado… no he visto a mis seres amados en tanto tiempo… y hay una persona que espera pacientemente a la llegada de mi alma, para que juntos podamos reencarnar en una nueva era. Aunque presiento que eso no será pronto, seguramente Hades ha mantenido cuenta del tiempo esperando que caiga en sus dominios para castigarme –admitió él.

-Oh sí… ninguno de los 12 la pasamos nada bien… -le comentó Shura, Saori volvió a sobresaltarse, preguntándose por la identidad del hombre que había reemplazado a Shura-. Dime una cosa, Diomedes… ¿ya no puede pararse? –preguntó Shura.

-No… por 3,000 años, Ares ha resucitado de forma incompleta, llamando a campeones, utilizando cuerpos artificiales, y no ha existido realmente necesidad de un Anti-Ares –le explicó Diomedes, escuchando Saori por vez primera el nombre del Dios de la Valentía y los Héroes-. El mundo había disfrutado de una paz relativa, se habrán presentado guerras, pero jamás de la escala que Ares es capaz de desatar. Tendremos que confiar en la Athena de esta época, el sello pronto va a romperse… y yo tendré que recibir mi castigo… de todas formas, quedarme cuidando esta tumba resultó ser muy aburrido –se quejó él.

-Lo lamento… yo… no puedo concentrarme muy bien tras haber sentido la muerte de uno de mis queridos Caballeros Dorados… -interrumpió Saori, mirando a Diomedes fijamente-. Ni siquiera tengo tiempo de llorarlo, todo esto… es demasiado para mí… vine aquí para intentar mantener a Ares dormido, ¿me estás diciendo que es imposible? ¿Acaso no queda esperanza? –preguntó Saori, cayendo en sus rodillas, y lamentándose.

-Pero qué cosas dices… siempre hay esperanza… -le comentó Diomedes, el pecho de Saori entonces se incineró un poco, y se viró para ver en dirección a las 12 Casas-. La esperanza, tiene muchas formas… y la muerte, no es siempre el final del camino. Donde una puerta se cierra otra se abre… lo importante es jamás rendirse, jamás conformarse, y asegurarse de defender tus creencias, hasta sus últimas consecuencias… de ese modo, incluso los héroes pueden dejar el mundo sin arrepentimientos… -le comentó Diomedes, la aurora iluminaba con fuerza el Santuario-. Hay esperanza… siempre… y debes atenerte a ella hasta tus últimos momentos… justo como hace él… -terminó Diomedes, y Saori, con lágrimas en sus ojos, comenzó con una oración.

Templo de Sagitario.

Inicia Tema: La Muerte de Camus.

-¿Continuas con vida? –se quejaba Eris, su lanza atrapada por la mano de Camus, sosteniendo la misma, y cubriendo la herida que el de Acuario tenía en ese momento en su ojo derecho, perforado por la lanza, e intentando sacar la hoja principal de su cuello, debajo de esta, la última de las puntas del tridente también había penetrado en su pecho- Tu cosmos se apagó, ¿cómo es que se ha reactivado? –preguntó ella confundida.

-Es verdad que mi cosmos se ha apagado… y que me esperan en el Hades… Eris… pero no puedo irme todavía… -la empujó Camus, forzándola a retroceder. Camus entonces caminó lentamente hasta donde su casco dorado había caído, levantando el mismo, y rodeándolo con su cosmos-. Esta herida… no va a dejarme mucho tiempo… ve… protege a Hyoga… al menos uno de nosotros puede seguir viviendo… -susurró Camus, la Armadura Dorada entonces dejó su cuerpo, y voló en dirección al Templo de Eris, dejando a Camus atrás, y virándose a ver con su único ojo sano a Eris, la diosa retrocedió asustada, o más bien, era Kyoko quien retrocedía-. Escúchame… tú… no tienes la culpa… tú hiciste todo lo que pudiste… por salvar a cuántas vidas pudieras… salvaste a tu hermana… enorgulleciste a Milo… no sé lo que pasará ahora… ni si tendrás la fuerza de resistir la influencia de Eris… pero… solo quiero que sepas que no te culpo… no permitas que tu alma llegue al otro mundo con este arrepentimiento en tu corazón… Milo… él no va a entenderlo… pero… sé que no esperas que lo entienda… tan solo… pídele una cosa por mí… dile… que… me haría inmensamente feliz… si pudiera cuidar de mi querido discípulo por mí… adiós, Milo… adiós… Saori -el ojo de Camus se apagó, y Camus cayó al suelo sin vida, en ese momento, los ojos de Kyoko dejaron de brillar de escarlata, y los mismos se llenaron de lágrimas.

-Maestro Camus… oh no… Maestro Camus… -comenzó Kiki, llegando a Sagitario, corriendo en dirección al caído y sacudiéndolo, intentando reanimarlo- Por favor maestro no se muera… Kyoko… haz algo… Kyoko… -pidió Kiki, Kyoko solo continuó mirando a Camus con su corazón destrozado-. Por favor… no dejes que se muera… Kyoko… si eres una diosa estoy seguro de que puedes salvarlo… -comenzó Kiki, Kyoko por su parte, se dio la vuelta, y comenzó a caminar en un estado somnoliento en dirección al Templo de Escorpio-. Pensé que eras mi amiga… pensé que jamás te rendirías… -terminó él, Kyoko colocó su mano débilmente contra el anillo dorado en su brazo, y continuó caminando.

Santuario de Eris. Templo del Dolor.

-¡Alala! –gritaba la Daimón del Grito de Guerra, lanzando a Hyoga por el Templo de Dolor, y clavando al de Cisne en contra de una columna, donde quedó tendido, con la mirada en blanco- ¿Qué ocurre Caballerito de Athena? ¿Acaso no piensas regalarme al menos un pequeño grito de dolor? Me decepcionas, ¿puedes siquiera escucharme? –preguntó divertida.

-Maestro Camus… -lloraba Hyoga, Alala hizo como que no lo escuchaba como una forma de burlarse, acercando su oído a los labios de Hyoga, quien lloraba sin poder reponerse-. Maestro… he perdido a mi maestro… no fui lo suficientemente fuerte para evitarlo… -mientras Hyoga se encontraba perdido en su dolor, una luz dorada comenzó a golpear gentilmente la espalda de Alala, mientras las piezas de la Armadura de Acuario entraban en el templo, y revestían a Hyoga de dorado, incinerando su cosmos, y congelando las lágrimas del ahora Caballero de Acuario-. No fui lo suficientemente fuerte, y perdí a mi maestro por no poder estar a su lado. ¡Eso no volverá a pasar! ¡Perdóneme maestro! ¡Pero no puedo combatir sin sentimientos en estos momentos! ¡Polvo de Diamante! –gritó Hyoga en su ira, materializando fragmentos de hielo que entraron por la garganta de Alala, y la obligaron a toser los mismos- Honraré la memoria de mi maestro… vestiré esta Armadura Dorada con orgullo… solo… por esta única vez. ¡Permítame combatir con este dolor maestro! –estalló el cosmos de Hyoga, congelando el cuerpo de Alala con el mismo.

Termina Tema: La Muerte de Camus.

La Dimensión de Lemur.

-¡Gackt, arght! –se quejaba Mephisto, encerrado en un cuarto oscuro, una especie de cueva de roca donde los Caballeros Dorados se encontraban en esos momentos aprisionados de brazos y piernas contra la pared. En medio de este recinto, Lemur, habiendo poseído el cuerpo de Saga, castigaba con sus puños a Mephisto, lanzándolo al suelo y dejándolo tendido junto a Aldebarán y Afrodita, ambos derrotados ya por el demonio- ¿Sintieron lo que yo sentí? ¿Acaso Camus ha…? –se quejó Mephisto, mientras Lemur lo alzaba del suelo, y lo estampaba contra la pared con ira.

-Camus… -comenzó Mu, clavado a la pared junto a Aioria y Shaka, ambos dolidos por sentir el cosmos de Camus despidiéndose de ellos-. No puedo creerlo… estábamos todos juntos… siete Caballeros Dorados, contra la diosa Eris… ¿en qué momento permitimos que nos separaran de esta manera? Es risible… y pagamos las consecuencias de nuestra debilidad… -continuó él.

-Ah… entonces este cosmos, es del de Acuario… -comenzó Lemur, divertido, disfrutando de su campamento del dolor, y sosteniendo a Mephisto del cuello, a quien pretendía seguir lastimando-. Es una verdadera lástima, y yo que me estaba divirtiendo tanto ordenándolos del más fuerte al más débil para su tortura, y dándome cuenta de que te di más crédito del que te merecías, Máscara Mortal –se burló Lemur.

-No me llames así… -le escupió Mephisto al rostro, enfureciendo a Lemur, quien, de un puñetazo, clavó a Mephisto a la pared de roca-. A Máscara Mortal… no le hubiera afectado la muerte de un compañero… Máscara Mortal se hubiera reído probablemente… pero Máscara Mortal murió en la Nueva Titanimaquia, y regresó a la vida, para darse cuenta de que apreciaba a sus compañeros… maldito Camus… ¿cómo te atreves a morir? ¡Bajaré al Hades e iré por ti! ¡Pero primero te voy a mandar con él! ¡Hondas Infernales de Hades! –atacó el de Cáncer, Lemur sin embargo era demasiado rápido para él, lo evadió, e impactó su puño contra su estómago, forzando al de Cáncer a vomitar sangre.

-Y con este ya van tres –se burló Lemur, pateando a Mephisto, y después mirando a los que quedaban colgados en la pared-. Veamos, quien de ustedes va a divertirme ahora… Aioria… tú no tienes el cosmos tan alto –continuó Lemur, Aioria le rugió con fuerza-. Aunque claro, todos son preparativos solamente, ya que pienso dejar lo mejor para el final –apuntó Lemur a Shaka, quien tenía sus ojos abiertos, y miraba al de Géminis con desprecio.

-No me interesa en lo más mínimo quien de nosotros dos sea más fuerte, Saga… no es el deber de un Caballero de Athena el averiguarlo, y en tu concurso enfermo, has permitido la muerte de un amigo –la respondió el de Virgo, lo que fue una sorpresa para el de Géminis.

-Vaya… el más cercano a los dioses, él quien debería de preocuparse por encontrar el Nirvana… parece molesto. ¿Qué pasó con la neutralidad budista? ¿Y el deseo de alcanzar el equilibrio perfecto donde no existe el dolor? –continuó con sus burlas Lemur.

-Es verdad… me han llamado el más cercano a los dioses… y he dedicado gran parte de mi vida para entrenarme en alcanzar el Nirvana, y llegar a ese umbral de la inexistencia del dolor… pero no lo he conseguido aún, la muerte de Camus… me hace sentir dolor… -admitió el de Virgo-. Pero me hace sentir orgullo también, sabiendo que luchó por su deber. ¿Qué sientes tú, Saga? Si una mente entrenada como la mía no está exenta de estos sentimientos. ¿Qué siente entonces el hombre más noble del Santuario? –preguntó él.

-Qué tontería, por supuesto que no siento… -comenzó Lemur, cuando uno de los ojos de Saga comenzó a derramar lágrimas-. ¿Qué? Tú… pensé que me había desecho de ti… vete, estoy ocupado, lidiaré contigo después –se molestó Lemur.

-Lidiarás con él ahora, Lemur… Saga no dejará que irrespetes la memoria de él quien fue nuestro compañero de armas, y dio su vida por Athena… -continuó Shaka, el brazo izquierdo de Lemur comenzó a temblar. Lemur, molesto, tomó el mismo con el derecho-. Satisfaciendo tu curiosidad, Lemur… no creo ser más fuerte que Saga… ya que Saga… domina sus sentimientos a un nivel superior al mío… ¿no es así, Saga? –la mano izquierda de Lemur se cerró en un puño, y Shaka fue liberado de su prisión de rocas cuando esta liberó cosmos en su dirección.

-¡No! –se molestó Lemur, mientras preparaba su cosmos para defenderse de Shaka- Pero no importa el que te hayas liberado, tu patético cosmos no puede conmigo, soy el más poderoso de los Caballeros de Athena, incluso alguien como tú debería de poder darse cuenta –le apuntó él.

-No lo has entendido, no necesito ser más poderoso que Saga… es suficiente con que él sea más poderoso que tú, y lo ha sido por muchos años ignorando tu influencia maligna –le apuntó Shaka, la mitad del cuerpo de Lemur, su pierna izquierda, y su brazo izquierdo, continuaron temblando, su ojo izquierdo comenzó a recuperar su color natural, y a continuar llorando-. De haber sabido que existía un espíritu maligno en Saga… pude haberle ayudado a exorcizarlo –comentó el de Virgo, colocando sus manos en una pose de meditación, uniendo el pulgar de su mano izquierda, con el dedo índice de la mano derecha por sobre la mano izquierda con el pulgar y el dedo medio juntos, terminando con la palma hacia arriba-. Tempo Rin In –comenzó Shaka, su cosmos haciéndolo brillar de un dorado intenso-. Este es el sello para pedir los conocimientos de buda, y es gracias a él que he descubierto la forma de exorcizar a tu demonio interno, Saga… si tan solo no hubiera sido tan ciego… y hubiera confiado más en el corazón humano… pude haber salvado tu alma y, probablemente, haber salvado también a Camus… tendré que seguir meditando para evitar estos sentimientos, pero mientras los tenga… voy a aprovecharme… puedes despedirte de este mundo, Lemur… tendrás la fuerza suficiente para derrotarnos a todos los presentes, pero ni tú saldrías de la mano de Buda –continuó él.

-¿La mano de Buda? –le preguntó Lemur, y para su sorpresa, los alrededores cambiaron, las paredes de roca fueron reemplazadas por dedos dorados, e incluso Mu y Aioria se vieron recostados cobre los mismos, el espacio se extendió alrededor del grupo, y Lemur comenzó a sudar frio- ¿Qué clase de truco sucio es este? Piensas que por mostrarme esta ilusión voy a intimidarme. Si es mi deseo puedo mostrarte yo también las estrellas, de pronto me han dado de hacerlo. Siente la aplastante ilusión de mí, ¡Explosión de Galaxias! –atacó Lemur, Mu y Aioria, que permanecían detrás de Shaka, se cubrieron preparándose para la explosión, pero esta simplemente no llegó- ¿Qué ocurre? ¿Dónde está mi ilusión? –se quejó Lemur, mirando a los alrededores sin que nada ocurriera.

-No estamos en una ilusión, Lemur… estamos realmente en la mano de Buda, y por su voluntad, voy a liberar a Saga del espíritu que lo ha atormentado por tantos años… -se concentró Shaka, Lemur comenzó a temblar, Shaka comenzaba a verse como un verdadero demonio una vez que parpadeaba, y como una divinidad cuando lo volvía a hacer-. ¡Supremacía Celestial de los Espíritus Malignos! –alzó una mano Shaka, de estas se desprendieron espíritus que gritaron de dolor, y se estrellaron en el cuerpo de Lemur, cada uno que atravesaba su cuerpo, forzaba a un cambio en Saga. El primero apagó la sangre de su mirada, el segundo restauró sus ojos a su gentileza más apacible, el tercero comenzó a colorear su cabello nuevamente, el cuarto y el quinto terminaron de devolverle su lustre, y el sexto, tras morder con fuerza, extrajo el espíritu maligno de Lemur fuera del cuerpo de Saga-. Está hecho… -comentó Shaka, Saga se miró a las manos, y lloró aliviado, aunque también dolido de haber sido manipulado y obligado a abandonar a su compañero a su suerte.

-Shaka… estoy en deuda contigo… pero… jamás me perdonaré el haber permitido que Camus… -continuó Saga, bajando su rostro deprimido, antes de virarse, y encarar a Lemur, aún atrapado entre los espíritus conjurados por Shaka, que lo mordían y lo doblegaban-. Tú… es por ti el que Camus ha muerto, voy a destruirte… te enviaré a una dimensión de la que no podrás escapar jamás. ¡La Otra Dimensión! ¡Geminga! –declaró Saga.

-Tempo Rin In… retorno al mundo terrenal… -conjuró Shaka, regresándolos a todos al Templo de Athena, y permitiendo a Saga desencadenar su ataque, que partió las dimensiones, y transportó a Lemur frente a una estrella color de esmeralda, que además era un agujero negro, y este comenzó a tragarse a Lemur, absorbiéndolo en su tormenta gravitatoria, y llevando al mismo hasta su núcleo oscuro, mismo que se tragó al espíritu, que gritó de dolor mientras desaparecía dentro de la Estrella Maldita de Géminis. Saga, agotado por conjurar aquella dimensión, terminó por perder el conocimiento-. Está hecho… -cayó Shaka sobre una rodilla.

-¡Shaka! –se adelantó Mu, lo mismo hizo Aioria, y cada uno atrapó a Shaka con uno de sus brazos- ¿Te encuentras bien? Shaka… -preguntó el de Aries, mientras Shaka intentaba reponerse- No te esfuerces, ya has hecho suficiente –comentó Mu.

-Ninguno de nosotros puede hacer más… me produce impotencia… el darme cuenta que mi entrenamiento y mi meditación continúan sin ser suficiente… -comentó Shaka, entristecido-. Llegará el día en que podré sellar mis sentimientos al mundo… hasta entonces… Mu… Aioria… dejo a Athena en sus manos… -se desplomó Shaka contra el suelo.

-Están agotados… -comentó Aioria, mirando a Aldebarán, a Saga, a Mephisto, a Afrodita, y a Shaka, todos inconscientes en el suelo-. ¿Qué crees que debamos hacer ahora… Mu? –preguntó Aioria, mirando a la Octava Casa, desde la cual un aura maligna se sentía- En estos momentos… Milo… -intentó decirle él, cuando sintió una conmoción en el Santuario de Eris, y otra proveniente de la Isla de Milo-. Están pasando demasiadas cosas, ¿dónde deberíamos de concentrarnos? –se quejó Aioria.

-Aioria… yo… no tengo idea… -le confesó el de Aries-. Esta guerra ha sido un caos tras otro, una ida y venida por todas partes. En estos momentos, lo único que sé, es que Milo no nos querrá cerca, y que nuestro lugar debe ser al lado de Saori –admitió él.

-¿Y los Daimones? ¿Y Kyoko? ¿Y Eris? –le preguntó el de Leo preocupado, Mu no supo qué decirle, simplemente miró a la Isla de Milo, sabiendo que pronto todo llegaría a su fin- ¿En verdad vamos a quedarnos sin hacer nada? –preguntó él.

-Puedes ir a fastidiar a Milo si es lo que quieres… te aseguro que no va a gustarte lo que vas a encontrar… -le comentó Mu, Aioria se mordió los labios con preocupación-. O puedes venir conmigo… y tratar de evitar lo que muy probablemente sea demasiado para nosotros que no somos el Anti-Ares… al menos me queda la esperanza de que los relámpagos sean también la debilidad de Ares… si no lo son… trata de mantenerte con vida… -le pidió Mu, y dio un Salto de Cosmos en dirección a la Isla de Milo.

-Milo… Kyoko… -comenzó Aioria, entristecido-. Siento que… ya no importa nada de lo que cualquiera de ustedes pueda decir… con la muerte de Camus… ya nada importa… lo lamento… -admitió Aioria, preparándose para dar un Salto de Cosmos-. Kyoko… si volvemos a vernos en otra vida… espero que podamos luchar juntos en el nombre de Athena… -saltó Aioria, dirigiéndose de igual manera a la Isla de Milo.

Casa de Escorpio.

Los sonidos metálicos de los pasos de Kyoko, resonaban con fuerza mientras la diosa se dirigía a los interiores del Templo de Escorpio, la Saintia no encontró resistencia de nadie, solo encontró a un entristecido Jabu, a una nerviosa Shoko, y a un ansioso Aeson, quien la miró con tristeza, pero el guardián de la Octava Casa no se veía por ninguna parte, al menos no de primera instancia, ya que sus pasos comenzaron a escucharse provenientes desde el otro lado del templo, y al verlo, los ojos de Kyoko se llenaron de lágrimas.

-Vaya… te tomaste tu lindo tiempo en llegar, ¿no te parece? Kyoko… -comenzó Milo sonriente, más y más lágrimas caían de los ojos de la diosa, quien no podía mantenerse firme ante lo que estaba viendo-. Aunque déjame decirte que tu pequeño retraso me resultó bastante conveniente, tenía tiempo que no practicaba la jardinería, podar las malas hierbas se me da fatal, pero eso siempre lo supiste… suelo dejarme llevar por las emociones… y cortar de más… -lanzó un objeto Milo al suelo, un pequeño árbol, de este se desprendieron algunos frutos de durazno, mismos que Kyoko miró con dolor en su corazón- Tú ya no tienes familia… Diosa Eris… ¡Así que no te contengas! ¡Porque yo no voy a contenerme! ¡Espero que haya quedado lo suficientemente claro! –los ojos de Milo se humedecieron, y las lágrimas comenzaron a caer- Yo soy… Milo de Escorpio… y voy a enfrentarte… con las reglas de mi Constelación Guardiana. Un Escorpio… solo pude perder una sola batalla en su vida… aquella que le dará la muerte… y no voy a perder… ¿sabes lo que eso significa? –preguntó él, Kyoko se mordió los labios con fuerza- ¡No te estoy escuchando! ¿¡Sabes lo que significa sí o no!? –agregó él furioso.

-¡Lo sé! Yo… lo sé… -se secó las lágrimas Kyoko, y preparó su tridente- Maestro Milo… -comenzó a elevar su cosmos ella, Milo elevó el propio en respuesta-. Gracias… por todo lo que hizo por mí… ¡Destello del Caos! –atacó Kyoko, una lanza oscura desprendiéndose de su dedo.

-Para ser una diosa, eres patética –con su antebrazo, Milo repelió el ataque de Kyoko, que estalló en el costado derecho del templo-. ¿Sin Barrera del Cosmos? ¿Sin técnicas divinas? ¿Piensas que me haces el favor, Kyoko? ¿Piensas que has debilitado a Eris? No me hagas reír… si fueras lo suficientemente fuerte, habrías absorbido su esencia, y la habrías forzado a hacer tu voluntad –le apuntó Milo.

-Usted no sabe lo que es luchar contra una influencia divina -se lanzó Kyoko en dirección a Milo, quien evadió las estocadas de la diosa, y terminó abofeteando su rostro con fuerza, con tanta fuerza, que la Saintia terminó clavada en contra de una de las columnas de la Casa de Escorpio.

-Kyoko… me decepcionas. ¿Cuántas veces debo decírtelo para que lo entiendas? Subestimar a tu oponente, subestimarme a mí de entre todos tus oponentes, puede ser el último error de tu vida… -sentenció Milo, Shoko intentó correr para ayudar a su hermana, pero Aeson la detuvo a tiempo, ayudándola evadir por muy poco la Aguja Escarlata lanzada por Milo, que le causó un ligero corte en la mejilla-. Mejor te quedas allí, Estrella Maldita, no sea que se me olvide que Eris no existe más en tu ser –amenazó él.

-Usted es un monstruo sin corazón… -lloró Shoko, ante el comentario, la locura y la manía se hicieron presentes en Milo, quien comenzó a reírse con fuerza- ¿Qué le pasa? –se aterró Shoko, abrazándose de Aeson.

-Niña… no sabes nada. ¡Es porque tengo corazón que la infeliz de tu hermana se transformó en eso! ¡Aguja Escarlata! –lanzó Milo, perforando el hombro de Kyoko, quien furiosa, se repuso, y comenzó a elevar su cosmos- De eso estoy hablando. Ahora ven… que voy a darte la lección más dura de toda tu vida… mocosa… ¡la de jamás dejarte dominar por los dioses! ¡Antares! –lanzó Milo su aguja errática, Kyoko golpeó la misma con su tridente, enviándola al techo, donde estalló con la fuerza carmesí, tras aquello, se lanzó en contra de su maestro, quien evadió la estocada e intentó patear, encontrando a Kyoko soltando su tridente, atrapando la patada del de Escorpio, y entregando su propia patada, tumbando el casco de Milo, forzándolo a retroceder, y recuperando su tridente-. Eso ha estado mejor… -se limpió un hilo de sangre Milo del labio.

-Aprendí del mejor… maestro… -reunió su cosmos Kyoko-. ¡Cometa del Caos! –rodeando su puño con el cosmos oscuro, Kyoko lanzó el ataque, para sorpresa de los presentes, Milo colocó los brazos en posición defensiva, pero de todas formas fue lanzado fuera de la Casa de Escorpio por la fuerza del cometa, y enterrado en la explanada que utilizaba comúnmente para los combates. Kyoko entonces se aferró a su tridente, y salió corriendo con este, saltando, rodeando el mismo con su cosmos, y apuntando al cráter dentro del cual Milo había caído, entre el polvo del mismo, una mirada escarlata la paralizó-. Ught… ¿la Restricción? –se preguntó ella.

-Comienzas a dominar tu Cosmos Divino… pero no voy a permitirte utilizarlo –salió Milo del cráter, con el cometa de Kyoko en manos, uniendo los dedos pulgares en cruz, y regresándoselo- ¡Corriente Ascendente! –el cometa regresó a Kyoko, estrellándose con su cuerpo, y lanzando a la diosa al friso de la Casa de Escorpio, conde se estrelló antes de caer a las escaleras que daban entrada al templo- ¿Ese es todo el poder de un dios? Yo conozco el poder de los dioses, mocosa, derroté a Hyperión de Taiken, derroté al Dios Olvidado, Margarites Drakon, enfrenté a Cronos y sobreviví a su ira. Si este es el poder de Eris… entonces me avergüenza que haya dejado al mundo en semejante estado por mi debilidad humana de perdonarles la vida a ti y a tu hermana… desaparece… ¡Aguja Escarlata! –lanzó tres destellos Milo, impactando las piernas de Kyoko en tres secciones, y una última aguja fue lanzada después contra su hombrera derecha para forzarla a incorporarse lo suficiente para permitir a Milo tomarla del cuello, y levantarla en un agarre de estrangulamiento- ¿¡Qué esperas!? ¡Demuéstrame el poder divino por el que la Tierra ha terminado en este estado tan deplorable! –continuó el de Escorpio, estrangulando a Kyoko, quien ya pataleaba intentando liberarse de su agarre, y vomitaba sangre por sus heridas.

-¡Maestro Milo! –salió Jabu de la Casa de Escorpio, observando horrorizado el cómo Kyoko pataleaba sin poder librarse de la presión del agarre de Milo, e incluso golpeaba su mano con sus puños fuertemente, intentando romper el agarre, pero no lo conseguía- Maestro, entiendo su coraje, pero va a romperle el cuello –suplicó Jabu.

-Bien, si su cuello sede, entonces esta guerra habrá terminado –continuó Milo- Será un castigo más piadoso que llevarte ante Antares –le comentó el de Escorpio, Jabu estaba consternado de lo que escuchaba, y de la actitud sombría y furiosa de su maestro, Kyoko por su parte, logró concentrar suficiente cosmos en ambos puños, lanzando los mismos a la muñeca de Milo, y rompiendo la Armadura de Escorpio en aquella sección, forzando a Milo a liberarla por el dolor.

-¡Jaaaaah! –alzó sus puños entrelazados Kyoko, y golpeó el mentón de Milo, lanzando al de Escorpio lejos de sí, y obligando a Milo a clavar sus dedos en la tierra para frenarse a sí mismo y no ser lanzado por las escaleras, Kyoko entonces se lanzó una vez más con el puño en alto e intentó golpear a Milo, quien movió su rostro fuera del camino a tiempo, y pateó el vientre de Kyoko, enviándola de regreso al Templo de Escorpio, antes de volver a caminar tranquilamente en dirección al mismo, mientras se tronaba la mano fracturada.

-No lo entiendo… -lloraba Shoko, Aeson la mantenía tomada del hombro, evitando que volviera a meterse en la batalla-. Esta persona… -continuó ella, recordando aquel momento hace ya 6 años en que Milo la cargaba en brazos, salvando su vida, y aunque después intentara arrebatársela, el de Escorpio la perdonó-. Se supone que él es gentil, él crio a mi hermana, él cuidó de ella. ¿Por qué entonces hay tanto odio en él? ¿Por qué la tortura? –le preguntó Shoko, observando a Kyoko ponerse de pie y lanzarse a Milo pese a los 5 agujeros en su cuerpo, como si el veneno de los mismos no pudiera afectarle, Milo incineró su puño de escarlata, y regresó el ataque, ambos puños colisionando en medio del templo, y lanzando a uno y a otro a extremos distintos de la Casa de Escorpio. Desde el suyo, Kyoko alzaba una mano, la derecha, y comenzaba a reunir su cosmos, desde el otro, Milo optaba una posición defensiva y preparaba su aguja.

-Un momento… -comenzó Jabu, notando la postura de Milo-. Hasta este momento, el maestro no había optado una posición defensiva. Más bien iba a la ofensiva como si Kyoko no significara una amenaza para él, pero desde la fractura de su muñeca, ha comenzado a actuar más defensivamente. Una fractura como esa no debería significar mucho para el maestro, pero está protegiéndose, no lo comprendo –comentó Jabu, Milo lanzó una aguja, Kyoko un cometa oscuro, ambos ataques pasaron muy cerca uno del otro, la aguja de Milo llegando primero, y perforando la pierna de Kyoko, obligándola a caer en su rodilla tras ser golpeada por la sexta aguja, Milo por su parte, fue violentamente golpeado por el cometa, y clavado en una columna de su templo pese a tener su defensa en alto.

-Veo que comienzan a darse cuenta –comenzó Aeson, teniendo una mejor idea de lo que acontecía en la batalla, mientras Kyoko se reponía, extendía sus alas, y se aferraba a su tridente una vez más, con su cosmos creciendo, y los relámpagos oscuros manifestándose alrededor del mismo-. El plan de Kyoko, era liberar a Shoko de la influencia de Eris, y aprovechar su conocimiento de ser una Semidiosa para absorber a Eris en su totalidad y apoderarse de su dominio. Otros dioses lo han hecho, así fue como Apolo se convirtió en el Dios del Sol pese a ser originalmente el Dios de los Médicos, absorbiendo la esencia del Dios del Sol anterior, Helios –continuó Aeson, Kyoko alzó el tridente de Eris, alimentándolo con sus relámpagos oscuros, y lanzó el mismo a Milo, quien no logró evadirlo, y este terminó atravesándole el pecho, y clavándolo nuevamente en la columna de la cual se estaba separando-. El problema, es que Kyoko no es tan fuerte… o eso es lo que ella cree. Milo intenta, por la fuerza, convertir a Kyoko en una Semidiosa capaz de absorber por completo la esencia de Eris –les explicó él.

-¡Huracán de Vientos del Caos! –atacó Kyoko con la técnica que Aioria le ayudara a perfeccionar, los vientos fueron tan colosales, que comenzaron a derribar el Templo de Escorpio, y a cuartear en diferentes secciones a la Armadura de Escorpio, elevando a Milo a los cielos, en un vórtice oscuro que giraba con fuerza en los alrededores de la Casa de Escorpio.

-Pero claro que viene con una consecuencia… -continuó Aeson, mientras miraba a Milo envuelto en los torbellinos oscuros, y arrancándose el tridente del cuerpo, antes de estirar su brazo, y apuntar con el mismo a Kyoko-. Esta batalla es de vida o muerte. Milo y Kyoko realmente están combatiendo a muerte. Y si Milo no resiste a Kyoko absorbiendo todo el poder de Eris y asimilándolo, morirá realmente –Milo lanzó el tridente, Kyoko notó el mismo, e interrumpió su propio ataque, intentó evadir, pero el tridente logró clavarse en su pierna derecha, causándole a la diosa un terrible dolor, que acompañó de un grito desgarrador-. Al mismo tiempo, Milo no puede flaquear, si Kyoko no se apodera en su totalidad de la influencia divina de Eris, tendrá que matarla, todo sea porque Eris no continúe propagando el Caos por el mundo –concluyó él.

-¡Asesino de Dragones! –bajó Milo con su pierna derecha iluminada con el cosmos de Drakon de Margarites, dando su patada de tijera, que clavó a Kyoko de rostro contra el suelo- Levántate, este no puede ser todo tu poder –la levantó Milo al tirarla del cabello, y clavando su séptima aguja en su cuerpo directamente, después separándose, y disparando la octava a quemarropa, y lanzando a Kyoko a rodar por el suelo del Templo de Escorpio.

-Entonces… el Maestro Milo realmente… está combatiendo para matar… -comentó Jabu, Milo ya alzaba su mano con su cosmos escarlata rodeando el mismo, bajó su mano, e intentó cortar la cabeza de Kyoko, quien atrapó a Milo de la mano a centímetros antes de que esta la cortara, flamas oscuras de cosmos entonces quemaron la mano de Milo, obligándolo a soltarla.

-¡Meteoros del Caos! –impactó Kyoko directamente el primero de sus puñetazos, y a este le siguió una lluvia de los mismos. Los cometas oscuros impactaron tantas veces, y de una forma tan precisa, que Milo no logró evadir ni uno solo, y terminó desplomándose contra el suelo con varios cráteres oscuros apareciendo en su Armadura Dorada- Es suficiente, maestro… no puede derrotarme, por más que me ataque con sus agujas, su veneno no puede tocarme –continuó ella, el cosmos oscuro comenzaba a rodearla en su totalidad. Lo mejor que puedo hacer por usted, es darle una muerte indolora –alzó su mano Kyoko, en esta se formó una estrella roja que centelló una vez antes de estallar, incinerando los alrededores de ambos, y cegando momentáneamente a Jabu, Shoko y Aeson.

Isla de Milo.

-¡Milo! –resonó el grito de Saori. La diosa, pese a encontrarse frente al Templo del Dios de la Valentía y los Héroes, utilizando su cosmos para sellar el mismo, previniendo el renacer de Ares aunque se le dijera que su renacer ya era inevitable, había estado observando toda la batalla llevándose a cabo en la Casa de Escorpio, sintiendo en ese momento la tremenda sacudida del Caballero de Escorpio, y el cosmos de Kyoko intensificándose- Va a matarlo… Kyoko va a matarlo… tengo que hacer algo… -se preocupó ella.

-Esto es algo que el actual de Escorpio debe afrontar –le comentó Diomedes, mirando a las puertas doradas del templo adornadas con la Constelación de Escorpio, y con un grabado del Escorpión Celestial, así como alusiones a Artemisa y su arco en una de las puertas dobles, y a Atenea sobre un auriga en la de la otra puerta-. Si él no es capaz de lidiar con la Mercenaria de los Dioses… contra el verdadero demonio de los Dioses Olímpicos, la bestia inquebrantable ante la cual incluso Zeus actúa con precaución, entonces este mundo terminará por ser consumido por él –le explicó el dios, luz escarlata comenzaba a salir del marco de la puerta, anunciando la llegada del mal más grande que podría azotar a la tierra. Pero, aún con esta amenaza latente, el corazón de Saori estaba más concentrado en la batalla entre dos de sus seres más queridos.

Casa de Escorpio.

-Me disculpo… maestro… al parecer, es más obstinado de lo que pensé, y no pude fulminarlo de un solo intento –comentó Kyoko, su mirada escarlata posada en el de Escorpio, mientras le aplastaba la cabeza con su bota-. Si no puedo enviarlo al otro mundo indoloramente… tendré que al menos hacerlo con rapidez –alzó el pie Kyoko para bajarlo y aplastarle el cráneo a Milo, quien rodó, y disparó la novena aguja en su rodilla izquierda, obligando a Kyoko a caer contra la misma, y a recibir otra patada de Milo al rostro, misma que la arrojó un par de metros, pero que, al extender sus alas, la diosa logró caer grácilmente.

-¿A eso le llamas indoloro? Puede que hasta ahora no hayas entendido lo que es el verdadero dolor para atreverte a llamar a ese ataque indoloro. Permíteme educarte entonces -Milo pateó, Kyoko trató de golpearlo con su puño, solo para ser evadido por Milo, que impactó con su pierna el pecho de la diosa, y después lanzó una segunda patada a su rostro, moviéndose ágil y con gracia, casi en una danza, lo que Kyoko notó, mientras en su memoria recordaba aquellas sesiones en las que la Saintia y su maestro practicaban de noche las responsabilidades de la joven. Tras un giro, Milo lanzó un golpe a puño cerrado dando en la frente de la diosa, tumbándole la diadema, después resbaló sobre su propia pierna, y empujando las de Kyoko, obligándola a caer tras perder el equilibrio, Milo entonces frenó su propia barrida mientras observaba a Kyoko cayendo como si lo hiciera en cámara lenta, empujando su propio cuerpo con ambas manos, alzándose, y pateando de revés el rostro de Kyoko en dirección al techo, después moviendo rápidamente su pierna en forma de garfio a una velocidad que le permitió rebasar la de Kyoko siendo lanzada al techo, y clavando la punta de su pie como un aguijón contra la espalda de Kyoko, impactando su centro nervioso, y disparando un choque de electricidad que le recorrió todo el cuerpo, antes de ser arrojada por el impacto de la patada de Milo, quien mantenía la postura del Escorpión Celestial tras terminar con su danza.

-¿La Danza del Escorpión? –sonrió Kyoko, mientras se ponía de pie, se daba la vuelta, y miraba a Milo en aquella pose tan extraña- La practicamos… día y noche… dijo que si iba a ayudarme con mis lecciones de danza… al menos le sacaría algo de provecho… eso ha sido demasiado doloroso… -agregó ella.

-Pero aún sigues sin conocer el verdadero dolor –se incorporó Milo, su cosmos escarlata haciéndose presente, mientras llamaba a su siguiente aguja-. ¡Aguja Escarlata! –atacó Milo, Kyoko intentó moverse, pero la descarga eléctrica de sus nervios volvió a paralizarla- ¡Es inútil, como Caballero de Escorpio uso diversas formas de tortura y parálisis para mis oponentes! –disparó dos agujas más Milo, clavando a la diosa a una pared de su templo-. Con esas ya van 12… has llegado al umbral del no regreso… -declaró él, Kyoko se separó de la pared, y levantó su tridente del suelo, preparando el mismo.

-Estoy lista… maestro… -rodeó su tridente nuevamente con su cosmos oscuro, este se expandió como una onda de choque que desquebrajó las columnas en el templo, y empujó a quienes presenciaban la batalla-. Pero me temo que es la última aguja que va a disparar… -dio un paso hacia adelante Kyoko, las losas se rompieron bajo el mismo.

-Su cosmos… está fuera de control… -comentó Jabu, prestando atención a los ojos de Kyoko, notando el vacío en los mismos y la coloración escarlata-. No creo que el Maestro Milo lo esté consiguiendo… Kyoko… cada vez se parece más a Eris… -comentó Jabu.

-Puede parecerse a quien quiera… voy a terminar con esto… -continuó el de Escorpio, optando su pose ofensiva-. Prepárate… Eris… ¡Aguja Escarlata! ¡Sargas! –atacó Milo, una hilera escarlata salió desprendida, como una mira apuntando a su objetivo, cerca de la rodilla derecha de Kyoko, y tras la mira, se desprendió la aguja oscura, pero esta se estrelló en una especie de onda invisible, desapareciendo-. Así que… no lo conseguiste… -declaró él.

-Todo lo contrario… Milo de Escorpio –respondió Kyoko, aunque su voz ahora sonaba distorsionada, como si dos entidades hablaran al unísono, Shoko reconoció la voz-. Tu querida discípula que intentaba absorber mi esencia no existe más… solo quedo yo, Eris… -la Manzana Dorada atada a su cuello, comenzó a brillar con intensidad, los tatuajes en su cuerpo se encendieron, y el cosmos de la diosa embraveció-. Ahora con mi Barrera del Caos activa, no puedes tocarme… -declaró ella, alzando su mano, y formando nuevamente a la estrella roja, misma que envió rápidamente al pecho de Milo, donde se incrustó, y estalló con fuerza, dejando a Milo tendido en un charco de sangre y con múltiples heridas que se abrieron tras la explosión.

-¡Kyoko! –gritó entonces Shoko. Eris, quien ahora poseía control entero del cuerpo de Kyoko, movió sus ojos para ver a la joven, a quien Aeson atrapó de la muñeca- ¡Ya es suficiente Kyoko! ¡Por favor! ¡Deja esto y vayamos a casa! –suplicó ella dolida.

-Silencio… -los ojos de Eris entonces liberaron una fuerza de energía oscura, Aeson pareció sentir el alcance de la misma, y empujó a Shoko a un lado, recibiendo el ataque, que estiró su cuerpo de una forma bizarra, y lanzó al de la Leaf del Engaño a la pared más cercana, donde tosió con fuerza por sus órganos internos perforados, y vomitando sangre-. Gracias a los intentos de tu hermana, me encuentro en un estado demasiado intervenido como para poder definir donde empiezan los sentimientos de Eris, y donde los de Kyoko. Sin embargo, una cosa es clara, gracias a este nivel de unión, ya no eres la más compatible con mi divinidad, lo es ella. Así que, he decidido llamar a este mi cuerpo legítimo –continuó ella, la luz de los alrededores comenzaba a perderse, mientras era absorbida por las manos de Eris-. Yo soy la Diosa del Caos y la Discordia. Y te fulminaré, Anti-Ares. ¡Caos Arkhein! –liberó Kyoko, la explosión resultante derribó a toda la Casa de Escorpio, obligando a Jabu a cargar a Shoko para llevarla a cubierto, mientras la de cabello rosado solo podía ver con impotencia al templo derribándose sobre Aeson, Milo y Kyoko.

-¡Hermana! –gritaba Shoko, observando toda la Casa de Escorpio viniéndose abajo, y sepultándolos a todos, salvo a Kyoko, quien resistió a la caída de los escombros con su Barrera del Caos- Hermana, sobreviviste… -se alegró Shoko.

-Te recuerdo que ella es la mala en este momento –la bajó al suelo Jabu, y comenzó a preparar su cosmos, Eris solo se viró a verlo-. Maldición… si derrotaste al Maestro Milo… -se mordió los labios Jabu, pero movió su cabeza en negación-. No… no voy a pensar así, él va a levantarse –agregó él con determinación, y su cosmos rodeándole.

-Jabu… este cuerpo te recuerda… siempre fuiste inferior a mí –sonrió Eris, preparando su puño, y lanzándose en contra del de Unicornio, quien evadió su puño, para sorpresa de la diosa-. ¿Qué es esta velocidad? Solo eres un Bronce –volvió a lanzarse Eris, lanzando más golpes, mismos que Jabu logró evadir, hasta llegar a una columna, y patear la misma, dando un giro en el aire, Eris se molestó, pero la Kyoko dentro de ella recordó aquel movimiento, y vio a Jabu acomodarse en pleno vuelo, e intentar patear. El Jabu fuera de su recuerdo, sin embargo, sí pateó con todas sus fuerzas, solo que su patada quedó atrapada en la Barrera del Caos, por lo que Eris sonrió.

-Patético. ¡Meteoros de Caos! –con su puño rodeado de cosmos oscuro, Eris impactó el rostro de Jabu, y volvió a lanzarlo lejos de ella. El de Unicornio intentó reponerse, pero requirió de la ayuda de Shoko para poder ponerse de pie. Eris preparó su tridente para ir tras de él, pero un destello escarlata le llamó la atención, estrellándose este en su barrera nuevamente, mientras Milo salía de los escombros.

-Esa tonta barrera me fastidia –se incorporó Milo, todo su cuerpo le temblaba, era más que evidente que ya no tenía fuerza para hacer otra cosa que apuntar y disparar su aguja, esta se estrelló nuevamente contra la Barrera del Caos, Milo volvió a apuntar y disparar, volviendo a obtener el mismo resultado. Notando que su aguja simplemente no penetraba la barrera, eligió lanzarse a clavarla él mismo, obteniendo el mismo resultado, pero con una patada de Eris para alejarlo, y dejarlo tendido en el suelo-. Maldición… -volvió a incorporarse el de Escorpio, con su mirada nublada por el esfuerzo.

-Es inútil, no puedes hacer más –agregó Eris con molestia-. Toda esta batalla, no ha sido más que un berrinche de un maestro que siente que lo han ofendido al robarle a su discípula, y de una niña deseosa de orgullecer a su figura paterna adoptiva. Nada en esta batalla ha tenido el más mínimo sentido, mi objetivo era el renacer de Ares, y este se cumplirá sin importar lo que hagas al respecto. ¿No lo entiendes? ¡Gané está batalla desde antes de que me extrajeran del cuerpo de mi Estrella Maldita más compatible! –apuntó ella furiosa.

-No has ganado nada… -continuó el de Escorpio, incorporándose-. Lo único que has hecho… ha sido servir de mascota para los dioses quienes, divertidos, aplauden como los imbéciles que son a todo el tormento que has desatado en el mundo, creyéndose los grandes gobernantes y dándose palmaditas en la espalda, diciéndose los unos a otros lo fuerte que son… -continuó él, su aguja lista en su dedo-. ¿Recuerdas la Caja de Pandora, Eris? Los dioses acaban de abrir su Caja de Pandora personal… este insulto a la humanidad no quedará impune… todos los que hemos combatido en esta guerra… ahora sabemos quiénes son los Dioses Olímpicos realmente… y vamos a plantar la semilla de su destrucción, comenzando contigo… ¿incluso si el cadáver de mi discípula debe de servir de abono para esta semilla! ¡Aguja Escarlata, Sargas! –liberó Milo, Eris sonrió divertida, y esperó a que su barrera detuviera la aguja, cuando, para su sorpresa, esta no detuvo a la aguja, que se incrustó un poco por encima de su rodilla derecha.

-¿Qué ha ocurrido…? Mi barrera… -cayó de rodillas Eris, y se viró a ver a Milo, descubriendo detrás de él a Aeson, con su propia mano clavada en su pecho, mientras la Seed del Engaño se atravesaba su propio corazón-. ¿Aeson? –preguntó ella sorprendida.

-La Barrera del Caos… existe gracias a las Seeds… y yo soy la última que queda con vida… -vomitó Aeson, antes de caer al suelo, donde comenzó a desangrarse. Tras ver el cuerpo de Aeson en el suelo, Shoko gritó con todas sus fuerzas aterrada, y la mente de Kyoko, volvió a colapsar, entrando nuevamente en su conflicto interno.

-¡Yeaaaaarght! ¡No! ¡Aeson! –se quejó Kyoko, uno de sus ojos regresando a la normalidad, mientras el otro continuaba brillando con las energías de los Manipuladores del Caos, el cosmos de Milo incluso se restauró un poco más, el detrimento del Caos había terminado.

-Kyoko… lo recuerdas… ¿el nombre de la siguiente aguja? –comenzó Milo débilmente, pese al incremento en su cosmos. Kyoko lloró nuevamente, aterrada. Su mente iba y venía en los recuerdos, llegando a aquel en el cual se encontraba sentada mirando a las estrellas, junto a Saori y a su maestro.

-La segunda más brillante… Shaula… -respondió Kyoko, observando la aguja rebosante de energía, misma que Milo apuntó a un punto en su pierna derecha, un poco por debajo de la cadera-. Shaula… la segunda más brillante de Escorpio… -continuó llorando Kyoko, su ojo del caos regresando a la normalidad.

-Algún día… ese nombre significará algo muy importante… será el nombre con el que llamaré a mi desafío a los dioses… sabes a lo que me refiero, ¿no es así? –memorias de su vida en Escorpio volvieron vívidas, en las cuales se incluían los celos de Saori, en ese entonces su escudera, por los acercamientos de Milo a con Kyoko, las quejas de Jabu de no enfrentarla como a cualquier otro hombre, plantar los árboles de durazno y la vid a las afueras de Escorpio, pasar noches enferma y con fiebre, y ser cuidada tanto por Milo como por Saori, o compartir cumpleaños con los cuatro, cuando aquella fecha había dejado de ser importante para ella, como había dejado de ser importante para Milo también, pero que al forjar una familia, había vuelto a ser importante-. Me he cansado de que los dioses piensen a los mortales una molestia pasajera… lo toleré contra los Titanes, al sentir su inmenso amor, pero a ti, Eris… no puedo perdonarte… no permitiré que conviertas a mi querida discípula… en una genocida más en este juego de Guerras entre Mortales y Dioses… esta es mi promesa personal para ti… Kyoko… nombraré a mi descendencia, en nombre de la Segunda Estrella más brillante de Escorpio… y te demostraré que la segunda, puede brillar más que la primera… terminó él.

-Sí… sé que así será… -incineró su cosmos Kyoko, se mordió los labios, y gritó con fuerza, la influencia de Eris manifestándose una vez más sobre ella- ¡Yo soy la Diosa del Caos y la Discordia! –insistía Kyoko, pero sus ojos no volvían a tornarse rojos- ¡Soy quien resucitará a Ares e inundará al mundo en sangre y muerte! ¡La Mercenaria de los Dioses Olímpicos! ¡Quien cumple sus voluntades! ¡Si te crees capaz de hacerme frente, demuéstralo, humano patético! ¡Demuestra que se puede vencer a los dioses! –lloró ella, su tridente desbordante de Energías del Caos, mismas que apuntó a Milo.

-¡Brilla más alto que incluso la estrella de Antares! ¡Aguja Escarlata, Shaula! –atacó Milo, su aguja brillando como una flecha escarlata, Kyoko por su parte, arrojó el tridente a la misma, tridente y aguja se encontraron en el centro, repeliéndose unos a otros, terminando el tridente girando tras el impacto, y desviando a la aguja, que comenzó a moverse en zigzag, como hiciera normalmente Antares, en lugar de viajar en línea recta, clavándose por debajo de la cintura de Kyoko, que gritó de dolor- ¡Es tu fin! ¡Recibe el destello carmesí que no destruye la sangre sino el cosmos mismo! ¡Aguja Escarlata…! –comenzó Milo, las 14 agujas ya en el cuerpo de Kyoko resonaron al unísono, y Eris se manifestó una última vez, aunque lo hizo con terror en su mirada carmesí, mientras Milo golpeaba el vientre de Kyoko con su última aguja-. ¡Antares! –clavó la misma con sus propios dedos Milo, la energía carmesí saliendo por su espalda, destruyendo el cosmos de Eris, y regresando la mirada de Kyoko a la normalidad, quien cayó a los brazos de Milo, quien lloraba por lo que acababa de hacer- Cualquier sacrificio… es insignificante en el nombre de Athena… incluso el tuyo… Kyoko… -la abrazó Milo, antes de soltar un alarido de dolor casi tan sonoro como el de Shoko, a quien Jabu sujetaba de la cintura para no dejarla atacar a Milo por el odio que sentía.

Isla de Milo.

-¿Sentiste eso? –comenzó Aioria, llegando a la Isla de Milo junto con Mu en esos momentos- El cosmos maligno que asechaba al Santuario, se ha desvanecido. Fue tan fugaz que apenas puedo creerlo –le comentó el de Leo.

-Antares… -comenzó Mu, mirando en dirección a la Casa de Escorpio-. La Estrella Maligna que tiene el poder de destruir no la sangre, sino el cosmos. Guiada por las otras 14 Agujas Escarlata, puede destruir la conexión de cualquier individuo con el cosmos. Aún si Kyoko sobreviviera… -comenzó el Muviano.

-No sobrevivió… -escucharon ambos, se viraron, y encontraron a Saori de rodillas, con Shura a su lado, y manteniéndose firme pese al dolor de su diosa-. Kyoko… querida Kyoko… lo lamento tanto… Kyoko… -se entregó al llanto Saori, Mu y Aioria comenzaron a acercarse para intentar calmarla, cuando sintieron algo extraño en Shura, a quien miraron curiosos.

-Tú… ¿Quién eres? –se sobresaltó Aioria, el de Capricornio no respondió, más bien mantuvo su mirada fría en dirección al Templo de la Valentía y los Héroes, frente al cual su dios comenzaba a inquietarse.

-¡Ese cosmos! ¡Se siente divino! –apuntó Mu a Diomedes, quien apenas le dirigió la mirada, mientras observaba a las puertas doradas, la luz escarlata en su interior comenzó a brillar con más violencia que antes- ¡Está comenzando! –continuó Mu, mirando al Santuario de Eris en el cielo, y observando el cómo comenzaba a desquebrajarse mientras iniciaba un lento descenso al océano- Sin Eris para mantenerlo, el Santuario se viene abajo –apuntó el de Aries.

Santuario de Eris. Templo del Dolor.

-¡Alala! –gritaba la Daimón del mismo nombre, su grito arrojando a Hyoga por el Templo del Dolor, que comenzaba a partirse en pedazos- La resistencia del Cisne condecorado de Acuario es sorprendente, pero su fortaleza de cosmos, incapaz de lastimarme. ¿Cómo vas tú Macas? –preguntó Alala divertida.

-Estoy enojado –se quejó Macas, estampando su puño contra el Escudo Dorado de Libra, mientras Shiryu se cubría detrás del mismo-. Golpear esa cosa equivale a golpear a los muros de Troya, pero los golpes de este son risibles. No hay novedad, los Caballeros Dorados de esta era son patéticos –se quejó él.

-No lo son, uno de ellos acaba de asesinar a Eris –escucharon los presentes, mientras otra Daimón, con su armadura de contornos escarlata, se hacía presente presumiendo su larga cabellera carmesí-. Adoro el olor a sangre, pero preferiría que fuera la de nuestros enemigos, este Santuario se cae a pedazos. Yo digo que salgamos de aquí antes de que el Santurio de Eris caiga al Egeo –continuaba ella.

-¿Está sujeto a discusión, Enio? –comentó otra Daimón, más joven que la que llevaba los contornos rojos, los de su Armadura siendo de un amarillo opado- Yo gustosa discuto contigo sobre las ventajas de desplomarnos sobre el Egeo, y ver tanto a Libra como Acuario hundiéndose a las profundidades mientras sus Armaduras Doradas se los llevan como peso muerto –se regocijó ella.

-No insistas, Hismidas –interrumpió otro Daimón fornido, Shiryu y Hyoga ya juntaban espaldas, viéndose rodeados por los Daimones renacidos, siendo el de armadura con contornos verdes el que más poderoso se veía-. No se nos ha ordenado asesinar a nadie, y los Daimones tenemos prohibido actuar sin instrucción –comentó él.

-Es como Cidoimos ha dicho –interrumpió una última Daimon, de cabellera dorada, y contornos blancos en su armadura, rodeada de un cosmos noble y hermoso-. Los Daimones no actuamos sin instrucción. Mientras no haya una orden por la cabeza de Libra o Acuario, se les debe permitir vivir. No es el método de padre –declaró ella.

-Eh… Hebe tan aburrida como siempre –escucharon otra interrupción, y tanto Shiryu como Hyoga se aterraron por el poderoso cosmos que sintieron, proveniente de un Daimón de un aspecto más familiar al resto, quien se posaba orgulloso sobre el Templo del Dolor, en una armadura azul, diferente del negro de sus hermanos, aunque compartía la misma estructura, los contornos de su armadura eran de plata, y llevaba sobre su espalda una capa del mismo color. Como distingo adicional, llevaba un parche de metal azul contra su ojo derecho.

-Amo Phobos –se arrodilló Hebe, el resto de los Daimones hizo lo mismo, a la mención del nombre, Shiryu y Hyoga se horrorizaron-. Solo recalco lo obvio, padre estará furioso si no nos encuentra como recepción a su resurrección –terminó ella.

-Padre estará furioso sin importar lo que nadie haga o deje de hacer, es su estado natural –comentó un último Daimón, en una armadura igual a la de Phobos, solo que de armadura roja y contornos dorados, y llevando un parche metálico en su ojo izquierdo-. En todo caso, Hebe de todas formas tiene razón. Es mejor un padre menos enojado, que totalmente enojado. Y estoy seguro de que él tendrá una charla con el Caballero de Libra en breve, faltará ver a cuál de los dos elige, si al maestro, o al discípulo –terminó él.

-¿De verdad no podemos matarlos, Deimos? Estoy bastante enojado con los Caballeros Dorados por creerse la gran cosa mientras asesinaban a nuestros cuerpos debilitados –comenzó Phobos con desprecio, mientras el Santuario de Eris se estremecía con fuerza, y el sonido del agua comenzaba a llegar ante ellos.

-Todo a su debido tiempo, de momento, disfruta del Miedo y la Derrota en el rostro de nuestros enemigos –saltó Deimos, lo mismo hizo Phobos y el resto de los Daimones, y antes de que Shiryu o Hyoga pudieran reaccionar, una gran ola los tragó a ambos junto al resto del Santuario de Eris.

Templo de Escorpio.

-¡Suéltame! ¡Kyoko! ¡Déjame ir! –gritaba Shoko con fuerza, pataleando y golpeando con su codo a Jabu para que la soltara, pero el de Unicornio se rehusaba, mientras permitía a Milo un momento de privacidad mientras sostenía el cuerpo de Kyoko en sus brazos, abrazándola, y lamentándose por sus acciones. A la entrada de las ruinas del templo alguien más observaba a Kyoko. Se trataba de Kiki, quien se sentía destrozado mientras observaba el anillo dorado alrededor del brazo derecho de Kyoko, siendo este lo único dorado que el quedaba a la Armadura de Bronce que se caía a pedazos, regresando a la normalidad tras haberse perdido el cosmos de Eris.

-Kyoko… -se lamentó Kiki, quien entonces observó a Milo colocar a Kyoko en el suelo, y frotarle la frente una última vez. Kiki pensó en acercarse, pero al final, decidió darle al de Escorpio algo de espacio.

-Si la reencarnación es justa con nosotros… nos volveremos a ver… Kyoko… -le frotó la mejilla Milo una última vez, antes de incorporarse, y virar su vista a la Isla de Milo-. Esto… aún no termina… -comenzó el de Escorpio, mientras en su isla, las cosas comenzaban a salirse de control, evidente en los 8 cometas oscuros que saltaban del Santuario de Eris, y uno ultimo desde Sagitario, para reunirse en la isla.

Isla de Milo.

-El Sello de Ares por fin se ha roto… -comenzó Diomedes, su cosmos desvaneciéndose, mientras la muerte comenzaba a reclamarlo pese a su divinidad-. 3,000 años… Ares… y sigues igual de feo –se burló él, las puertas doradas salieron disparadas entonces, alertando a Mu y a Aioria, quienes se colocaron en defensa de Saori. Shura se mantuvo firme, aunque realmente no era Shura, sino alguien más antiguo-. Fue un gusto el volver a verte… Rey Supremo Agamenón… nos veremos en el Inframundo –sonrió Diomedes, antes de que su cosmos fuera pulverizado por los puños como martillos de un gigante envuelto en una Armadura Anaranjada y Dorada, una armadura con un casco Troyano. A la izquierda del ser con la Armadura Divina, se materializó un escudo largo y de contornos hexagonales, escudo desde cuya cara interior se desprendieron cadenas que rodearon el brazo izquierdo del dios, que también llevaba incrustado una espada de bronce, misma que quedó oculta debajo del escudo cuando las cadenas se afianzaron alrededor del brazo izquierdo del ser. A la derecha, materializándose sobre su mano, se formó una lanza escarlata con una punta dorada y bastante afilada. Los ojos del ser, se incineraron rojos y perversos sobre su rostro oscurecido por la sombra de su propio casco, y así el dios, como un gigante de al menos unos tres metros, miró a la Athena de esta generación, quien aún con sus ojos ahogados en lágrimas, se atrevió a ver a la bestia a los ojos.

-¿Eres la Diosa Athena de esta era? –comenzó el inmenso dios, con su cosmos rojo como la sangre misma, pintando el cielo del nuevo día de escarlata, mientras alrededor de él se materializaban los 9 Daimones, uno tras otro, uniendo sus sombras con las del dios renacido, que entrecerró los ojos con odio y decepción- No… la Athena que recuerdo, era valiente, arrogante, fuerte, una demonio en la confrontación –le explicaba él, las memorias recesivas de Saori disparándose, y recordando a la Athena de Cabellera Escarlata, forrada en su Armadura Divina, sobre un auriga tirado por 4 sementales, y Diomedes, como su Caballero de Escorpio con lanza en mano, entrando en conflicto con Ares frente a las murallas de Troya-. 3,000 años… 3,000 años he esperado para esta confrontación, y no vas a arruinármela con tu debilidad, Athena… Sabiduría y Brutalidad, deberán enfrentarse en igualdad de condiciones, por el dominio de la Tierra. ¡No aceptaré nada menos que eso! –declaró Ares, el cielo escarlata, y una estrella roja que realmente era un planeta en el firmamento, anunciaban la llegada de la Brutalidad en la Guerra.