El camino a la Base apenas y se sintió. Cuando desperté en una de las habitaciones la pelirroja me hizo saber que tuve un ataque nervioso y que, si no hubiera sido por la ayuda del mariscal, pude terminar desplomada de lleno en el suelo. Los recuerdos iban y venían.
—¿Qué…? Elisabet… —balbuceé y se mostró la preocupación en su rostro.
—No, Gaia. Yo…
—Elisabet está… —No pude soportarlo más. Las lágrimas inundaron mis ojos. Yo seguía acostada en el colchón en el suelo mientras Aloy estaba de cuclillas frente a mí echándome el pelo de la frente hacia atrás—. ¿En dónde…?
Vi los ojos verdes de ella y dolía muchísimo. Era como tener a mi amada de frente, pero no era más que un espejismo. Me eché hacia atrás, recostándome en el almohadón y cubrí mi rostro con un brazo. Las lágrimas se escurrieron desde la comisura de mis ojos; tragué fuerte, no podía dejar salir el llanto. Cuando me sentí mejor por fin pude hablar con calma.
—¿En dónde está entonces? Quiero decir…, su tumba. Habrá un lugar en donde pueda llevarle flores, ¿cierto? O quizá… —Volví a enderezarme—. ¡¿Está en la Odyssey?
Aloy me tomó de los hombros y me habló.
—Algún día iremos a verla, ¿sí? Pero este no es el momento…
—¿Por qué eres ella? Quiero decir… Lo siento, no quise ser grosera. Sé que no eres ella, pero… —Alcé mi mano intentando acariciarle la mejilla. No lo hice, me aparté rápidamente—. Lo siento, no quiero ofenderte de ninguna manera.
Estaba acostada en un colchón bien acomodado sobre el suelo, las colchas eran mullidas y calientitas, y las almohadas cómodas y suaves. Vi a mi alrededor bien, y la diferente aura que ese sitio tenía en comparación con los otros campamentos en dónde había estado era evidente. Para empezar, el lugar no tenía ventanas, por lo que, a pesar de sus paredes metálicas y espaciosa naturaleza, el calor se guardaba muy bien ahí. El color ámbar de las veladoras encendidas que adornaban la habitación le daba un toque especial, y de repente hizo que volviera a acordarme de mi hogar.
Ese era un problema para mí: no podía dejar de pensar en mi familia ni podía mantener la cabeza fría. Debía ser mucho más profesional a partir del momento presente en adelante.
Me tomé mi tiempo para observar cada rincón, cada decoración, cada evidencia de humanidad en la Base.
—No te preocupes, no me ofendes de ninguna manera. Yo misma entiendo tu confusión. Como podrás ver... —dijo alzando los brazos como si me invitara a abrazarla— ...Elisabet y yo somos idénticas. No solo físicamente, sino genéticamente. Creo que quizá tú podrías entender este asunto mejor que yo.
—GAIA... —dije en un suspiro mientras sujeté mi cabeza—. Pero no entiendo del todo. ¿Por qué no simplemente... Lis subió a la Odyssey?
Ese era mi pensamiento más genuino. Creí que de alguna manera podría hacerla sentir mal si insinuaba mínimamente que la existencia de la propia Aloy era innecesaria, pero no era como quería expresarme. Es decir, la existencia de una persona nunca podría ser un error sin importar la razón de su existencia, ¿cierto? Si algo aprendí de Elisabet, fue a tener compasión por todas las formas de vida.
—No, ¿sabes qué? Olvídalo, soy yo la que está empeorando todo.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti?
—Quisiera seguir durmiendo, pero sé que si me hundo en mis sueños no querré salir nunca de ahí. —Retomando su pregunta, dije—: Agua, por favor.
—Claro, iré a buscarla.
En lo que ella se levantó yo tuve que aprovechar e inspeccionar a mi alrededor a pesar de haber echado ya un vistazo antes. Afortunadamente pude ponerme de pie, no estaba muy mareada. Me puse a pulular por toda la habitación. Miré la hermosa decoración de velas y plantas, las pieles de animales, los pigmentos y las figurillas de madera con la forma de diferentes máquinas.
Al cabo de unos minutos Aloy se apareció a mi lado con una cantimplora llena de agua. Agradecí y bebí hasta saciarme. No dijo nada por un tiempo, supuse que fue para no incomodarme de otra manera, ¿pero qué podía hacer?, verla era principalmente lo que más podía incomodarme. Ver a Elisabet y saber que al mismo tiempo no lo es, es algo desconcertante.
—¿Vives aquí? —pregunté mientras seguía observando cada detalle de la habitación. Toqué las ramas de las enredaderas y admiré las flores que crecían en las macetas en la esquina de la habitación.
—Pues… sí. Por ahora.
—Eres buena con la decoración. —Toqué la pintura de las paredes.
—Oh, no he sido yo, fueron Zo y Varl quienes hicieron que este lugar se viera así de acogedor. Casi como un hogar.
—¿Zo y Varl?
—Unos buenos amigos, aunque Varl ya no está con nosotros.
A juzgar por su tono de tristeza supe que se refería a ese tipo de partida.
—Lo siento.
—No te preocupes, me alegra que hayas preguntado. Él estaría feliz de ver que alguien muestra interés por lo que ha hecho… De hecho, podrás hablar con Zo, si gustas. Viene cada semana a visitar la tumba de Varl al menos una vez. Seguro se encuentra en camino.
—¿Zo es…?
—Su esposa.
—Oh… —Me entristecí. La pérdida de la familia era algo que estaba todavía clavado en mi corazón—. ¿El cementerio está cerca?
—Ella hizo una especie de tributo hacia él fuera de la Base. Puedes ir cuando gustes.
—Gracias, lo aprecio mucho.
—¿Estás segura de que no quieres comer algo? Aquí en la Base tenemos varios alimentos. Oseram, Quen, Tenakth, Utaru, Nora… Hay todo tipo de gastronomía. Solo te fallaría con la Carja y Banuk, no tenemos aquí a nadie que sepa prepararla.
—Me alegra que haya tantas opciones. —Me reí, porque no conocía nada más allá de los Tenakth—. ¿Puedo configurar mi foco con información de este nuevo mundo? Me doy cuenta de que tengo que educarme culturalmente como es debido si quiero entender al menos la mitad de las conversaciones que tendré.
—Claro. —Aloy tocó el foco sobre su sien—. Ahora mismo estoy transfiriendo a tu dispositivo los datos almacenados de mi foco. Podrás ver todo a partir de… ahora.
—Oh, ¡gracias! Esto es muy valioso.
—No es tan valioso como lo que tú podrías compartirnos a nosotros.
—No tengo a APOLLO, si es lo que preguntas… Puedo ver que esa subfunción de GAIA no tuvo acceso a ustedes. Al menos, no la mayor parte.
—No te equivocas, ninguna parte llegó. Pero, ¿sabrías cómo conseguirlo?
—Si tengo acceso a GAIA, quizá.
Ella sonrió ampliamente y me tomó de la mano. Sería una mentira si dijera que ese tacto no provocó en mí sensaciones indescriptibles de un amor esperanzador.
—¿A dónde vamos?
—Te gustará ver esto —dijo todavía sin soltarme un instante.
Me sorprendí cuando vi el exterior de aquel lugar. La habitación era linda por sí misma, pero afuera, aunque también condicionado, tenía un aura un poco más fría, más urbana, y en cierta parte di un respiro porque se asemejaba más a algo que yo ya conocía. Vi las computadoras, los hologramas, las luces tecnológicas y pensé que en algún sitio podría haber información que pudiera usar, además de los datos que Aloy me transfirió y que ya estudiaría más tarde.
Me hubiera quedado embobada viendo cada detalle del cuartel si no fuera porque ella me jalaba a su propio ritmo hacia el sitio que quería mostrarme.
—Increíble, la instalación todavía funciona muy bien —dije al observar las puertas abrirse con facilidad.
—Eso no es lo mejor. —Se detuvo frente a una puerta que parecía estar ligeramente apartada a las otras—. Vamos, entra.
—No va a haber una máquina asesina esperando del otro lado, ¿cierto?
—Despreocúpate —dijo riendo.
Entonces tomé la delantera por primera vez. No conocía esa precia instalación antes, pero había visitado varias y sabía que todas eran casi iguales. Se sintió como un déjà vu.
La puerta se abrió y subí las escaleras lentamente. Podría haber sido un instante cualquiera, pero para mí significó todo en una fracción de segundo, porque sentí el miedo y la ansiedad que traía consigo el vivir en el futuro. Aunque ya había comenzado a entender mi situación, era impensable que llevara una vida normal como antes.
Esos pensamientos se apoderaron de mí y dudé cuando llegué arriba, pero la segunda puerta abriéndose no me permitió pensarlo más y entré junto con Aloy. Estaba oscuro y en el techo había ligeros destellos como de estrellas. Era una enorme pantalla que se asemejaba a una sala de cine que simulaba el cielo nocturno. El olor era curioso; no a polvo, no a plástico, sino a hiervas y a medicamento.
—Sube —dijo Aloy para alentarme—. Lo que está ahí arriba te va a gustar mucho.
«Cierto, yo no debería estar asustada de esto», me dije.
Cuando subí contemplé un poco más mi alrededor. Estaba oscuro, y conforme iba llegando a la cima el brillo de una figura holográfica comenzaba a distinguirse más de entre la sala. Me quedé quieta, anonadada, no podía ser. En cuanto vi la figura de la mujer me aproximé corriendo hacia ella y me posé enfrente.
—¡No puedo creerlo! —exclamé con alegría—. ¡GAIA, estás aquí! Estuve buscando algo sobre ti y temía que no hubiera nada… ¡De verdad eres tú!
Sin embargo, la inteligencia artificial se tomó su tiempo en responder para analizar primero su base de datos.
—Hola, _. Ha pasado un tiempo. —Habló con su voz sintética.
—¡Sí! Sí, ha pasado muchísimo tiempo, GAIA. Me alegra ver que estás bien… Temía no encontrarte o Elisabet habría estado devastada.
—Según mis datos, la última vez que tú y yo estuvimos en contacto fue hace 975 años. Por favor, bríndame las correcciones necesarias si mi algoritmo de recopilación de información se encuentra equivocado.
—No, GAIA, es correcto… Nos vimos por última vez hace… casi mil años.
Yo todavía no terminaba de procesar la información, y decírselo en voz alta a ella era un poco peor, porque me sentí como una madre intentando calmar a su hijo asustadizo sin saber cómo hacerlo.
—¿Cómo es eso posible, _? Tomando como referencia las condiciones compatibles con la vida, no deberías estar aquí.
—Lo sé. Al parecer fui objeto de experimentación en contra de mi voluntad. Desperté en una cabina, o al menos así debió ser… Recobré la consciencia completamente hace apenas unos días y recién voy comprendiendo unas cosas. ¿Qué puedes decirme al respecto, GAIA? Elisabet te transfirió todo conocimiento que me daba a mí, incluyendo los planes futuros de Zero Dawn. ¿Qué pasa con eso?
GAIA estaba procesando la información, sin embargo, Aloy interrumpió.
—Es inútil… GAIA está dañada —dijo la pelirroja—. No puede hablar mucho sobre el pasado. Tiene grabados algunos momentos compartidos con Elisabet, pero más allá de hologramas o datos de audio son meramente relatos orales.
—¿Qué? Entonces… sobre APOLLO…
—Puedes ayudarnos con eso, ¿cierto?
—Con GAIA en mal estado es imposible.
—Dijiste que necesitabas a GAIA y aquí está. Perteneces al mundo antiguo y viviste junto a Elisabet un tiempo dentro de las instalaciones de trabajo, así que deberías saber cómo reparar su base de datos y la aplicación de programas de funcionamiento para cada una de sus subfunciones.
—¿Cómo sabes tanto? —dije sorprendida.
—Tuve acceso a la tecnología antigua desde muy pequeña cuando me topé con una vieja instalación por accidente.
—Me pregunto a qué dios deberé rezar por eso…
—¿Entonces?
—No va a ser sencillo… GAIA es como el núcleo de todo aquello que se encuentra perdido y que necesita atenciones especiales. Por sí sola no puede hacer nada si se encuentra dañada. Quizá haya otros calderos en donde pueda encontrar algo.
—He revisado los calderos y no he encontrado nada…
—¿Todos?
—Todos.
—¿Sabes que hay calderos más allá de América? Según Faro, fueron instaladas en cada parte del mundo. —A juzgar por su cara, supe que era información nueva para ella—. ¿No lo sabias? Cielos… Hay mucho trabajo por hacer.
Comencé a hiperventilar, la sola idea estaba matándome de a poco, sin embargo, Aloy puso se mano en mi hombro y logró posicionarme en el presente.
—Tranquila, _. Está todo bien. Estoy contigo…
—No, nada está bien. ¿No lo ves? GAIA está descompuesta. Oh… Y para mí han sido tan solo unos días desde que la vi en su mejor forma…
—¿Hay algo malo con mi composición? —preguntó la IA.
—No, GAIA. Solo que… no estás… completa —dije.
Era curioso que yo siempre intentara usar las palabras correctas pese a estar hablando con una máquina, porque recordaba su instinto de empatía del cual Elisabet se había enorgullecido y alegrado enormemente y entonces no podía rebajarla a nada. Era la madre de la tierra, después de todo. La creación de Elisabet, la creadora de la vida. Yo respetaba a GAIA genuinamente.
—Necesito trabajar mucho contigo… —Mi voz se quebró. Echarme a llorar había sido muy fácil últimamente.
—Está bien, no estás sola —dijo Aloy amablemente.
Pero mi cabeza se sentía a punto de explotar y no pude soportarlo más. Y como si a través de la ira fuera mucho más fácil deshacerme de mi miedo y tristeza en conjunto, la traté como no se lo merecía.
—¡No! ¡Nada está bien! —grité echándome hacia atrás. GAIA nos observaba a ambas analizando la situación y Aloy tembló ligeramente con mi voz espetándole en la cara cosas que no le correspondía escuchar—. ¡¿Acaso crees que es fácil para mí digerir toda esta información?! Maldita sea, ¡ya tuve esta discusión antes! Primero despierto desconcertada en un mundo que es prácticamente el mío pero que no comprendo y lo primero que hacen es decirme qué hacer o qué no hacer… ¡No planeo hacer lo que ustedes me digan!, ¡esta es mi vida y yo tengo mis propios objetivos! Si todo existe es gracias a Elisabet, ¡y gracias a mí y al equipo que siempre estuvimos apoyándola a pesar de todo! Y… ¡mira lo que han hecho! Me hablan de la corrupción y de las guerrillas que tienen entre ustedes como si no comprendieran que mantener la paz es todo lo que importa. Apenas abro los ojos y me dicen, "¡hey!, ¡tienes que reparar el desastre que cientos de generaciones de humanos causaron mientras dormías!"
La pelirroja escuchaba con atención, con los ojos bien abiertos, muda, no se movía.
—Lo peor de todo esto… —dije entre lágrimas— …es que nada va a ser como antes, sin importar cuánto lo intentemos. No sé qué hacer… Estoy cansada, extraño a mi familia, quiero mi vida de vuelta, no quiero este peso sobre mis hombros… No quiero esta inmortalidad. No quiero seguir buscando respuestas que no existen… Quiero ver a Elisabet…
—Escucha, creo que quizá estás culpándote demasiado. Has hecho un buen trabajo, _.
—¡¿Qué vas a saber de mí?! No me conoces, ¡no sabes nada! No intentes fingir que te importa solo porque te conviene hacerlo. ¡No eres Elisabet!, ¡no trates de parecerte a ella! No importa que luzcas como ella, no tienes el conocimiento que se necesita para lidiar con un problema tan grande como el que se presenta ahora. ¿Acaso no lo ves? ¡No soy yo la que debería estar siguiendo órdenes! ¡Y desde que abrí los ojos estuve rodeada de esos tipos con sus grandes armaduras y sus rostros llenos de pintura diciéndome que no debía escapar y que debía ir para quién-sabe-dónde! ¡¿Qué quieren de mí!?
Aloy no dijo nada. Vi tristeza y confusión en sus ojos, pero estuve muy exasperada como para arrepentirme en ese momento de mis palabras. Me giré, vi a GAIA y le dije:
—Descuida… Haré lo que Lis me pidió. Me encargaré de que todo esté en orden.
Ya tendría tiempo de atar todos los cabos sueltos que desde luego eran muchos, comenzando por la terrible decisión de experimentar conmigo y sin embargo no enviarme con los Zenith.
Bajé rápido las escaleras de vuelta y usé el foco para identificar rápido una salida. Los datos que arrojó me llevaron a una puerta en donde afuera estaba una fogata. El pasillo estaba igualmente repleto de plantas y demás chucherías.
Como siempre había estado en mi naturaleza, mi intención era escapar de ahí con el núcleo de GAIA y llevarla a donde estuviera mucho más a salvo. Después de todo, con el foco podría encontrar opciones de resguardo.
Puede que fuera la mejor opción o puede que no, pero yo para entonces estaba cegada por el miedo, la impotencia y mi sentido de justicia, así que caminé hacia donde pudiera encontrar la libertad.
Estúpidamente no tenía contemplado que el mariscal seguiría allí en la Base y por ello me llevé una sorpresa cuando sentí su agarre fuerte deteniéndome del brazo. Me giré y le vi a los ojos para darme cuenta de que su expresión de furia no desaparecía nunca.
—¿A dónde crees que vas? —exclamó él con el ceño fruncido.
—Suéltame —dije entre dientes. Su tacto siempre lastimaba.
—No puedes entrar y salir como se te dé la gana. ¿Acaso obtuviste el permiso de Aloy?
—Obtuve el de Elisabet y es todo lo que me importa. Suéltame.
Pero él solo usó más fuerza y me jaló hacia adentro. Estaba a punto de comenzar a forcejear cuando la pelirroja apareció de repente bajando las escaleras.
—Déjala, Kotallo —pidió con voz queda—. No se irá.
—Pero Aloy, ¿cómo puedes saber eso? Ha intentado escapar dos veces y si le damos oportunidad lo hará otra vez. Si eso pasa, Hekarro va a…
—Está bien. Yo sé que no lo hará.
Miré a Aloy con expresión de desconcierto, pude sentirlo. ¿Por qué ella estaba confiada en mí?
—Siéntate, _. Hablemos con mayor calma. Fue mi culpa haberte pedido favores en cuanto nos conocimos. No fue… bueno de mi parte. —Señaló a un asiento que había al centro de la Base—. Hablemos, ¿sí?
Estando separada del mariscal y con Aloy mostrándose compasiva sentí que la petición no estaba mal. No dije nada y con cuidado fui y me senté. Al hacerlo vi cómo ella le dirigió al hombre una mirada furibunda y le pidió que nos dejara solas, a lo que yo dije que quizá sería mejor si él también escuchaba lo que sea que tuviera que decirme. Deduje que los dos tendríamos la misma confusión si no escuchábamos la misma plática y en cambio se dividía en dos versiones que habría que explicar por separado.
—No creo que sea necesario —dijo Aloy.
—¿Hay algo que te preocupa? —Kotallo habló con ese toque de sarcasmo que me sacaba de quicio—. ¿Charla de chicas?
—Por La Madre, Kotallo… Estoy intentando manejar esto. ¿Quieres dejarme a mí hacerlo?
—Hekarro me ordenó custodiarla. Confío en ti, Aloy. Pero, me gustaría terminar con esta misión al menos hasta que se me diga lo contrario.
—Pues, entonces ha terminado, ¿de acuerdo?
—¿Qué?
—Si yo se lo pido al jefe Hekarro, me permitirá quedarme con _. De eso no hay duda. Además, esto ya no tiene nada que ver con los Tenakth, entiendo que tienes asuntos más importantes.
—¿Cómo puedes saber eso? Yo…
—Sé que en estos momentos haces todo lo que puedes para evadir tu situación, sin embargo…, lo siento, no puedo hacer nada por ahora porque NÉMESIS es la prioridad y lo sabes. Hablamos de esto antes.
—¿Me estás pidiendo que me retire?, ¿después de todo lo que hice por ayudarte?
—No, Kotallo. ¡Para ayudarte a ti! Todo lo que haces es seguir órdenes y yo no quiero ser quien dirija tu vida, así que lo mejor es que vuelvas con el jefe Hekarro y hables claramente con él sobre el rumbo que debe tomar tu vida. Ahora _ es mi prioridad y quiero hablarle. No quiero que figures en esto, por tu bien.
—¿Hablarle? —exclamó Kotallo dirigiendo su mirada hacia mí con molestia y después se volvió hacia Aloy—. ¿Después de que te insultó? Ella es un obstáculo enorme para nosotros, no importa que sea un Antiguo. Simplemente quería ser de ayuda para ti, para el planeta, como lo dijiste. ¡Pero esta criatura solo ha estado generando problemas incluso en medio de su inconsciencia! —Me apuntó con el dedo índice.
Su comportamiento fue para mí difícil de digerir. Supe desde el primer momento que convivir con Kotallo no era cosa fácil, pues se sacaba de quicio muy rápido y se alteraba por cualquier mínima acción. Me decepcionó saber que nuestra breve conversación en el caldero no significó nada, ni siquiera para al menos conocernos mejor, y por ello seguí teniendo el impulso vivaz de querer salir corriendo a cualquier parte en donde no estuviera rodeada de locos.
Aloy se dirigió hacia él y se le plantó en frente con ojos furiosos. Le habló alto y claro.
—Elige tu camino, Kotallo. ¿Quieres? Pero no interfieras con mi misión. Dale a Hekarro mis sinceros deseos de un futuro lleno de paz para su tribu. Yo debo continuar… sin ti.
—Aloy…
—No sigas, es para protegerte.
Mi garganta dolió cuando oí hablar a Aloy porque sonaba exactamente igual a Elisabet; el mismo sentimiento, la misma selección de palabras, la misma determinación. Era ella sin serlo, y al tenerla tan cerca la sentía muy lejos.
Por un momento creí que esa incómoda discusión de la cual no entendía nada había terminado, pero el hombre no se dio por vencido tan fácil.
—¿Acaso alejar de ti a los demás es todo lo que sabes hacer?
—Kotallo, por favor.
—¿Es que no sabes aceptar ayuda? Incluso Varl lo sabía y nunca fue capaz de dejarte sola. Por eso él…
Y eso fue todo para que ella explotara. Dado que ellos siguieron discutiendo me escabullí dejándolos atrás y se quedaron hablando dentro de una de las cabinas y yo me puse a inspeccionar los alrededores no sabiendo si escapar me convenía o no. Quizá volver con GAIA a conversar fuera bueno, pero estaba demasiado abrumada, así que sin la intención de escapar me dirigí a la puerta de salida y caminé a los alrededores. Cuando la puerta se abrió y la luz del sol iluminó mi cara fue como volver a salir de una terrible pesadilla. Respiré con detenimiento el aire fresco y estiré mis brazos como si quisiera abrazar el cielo. Nieve caía delicadamente, estiré mi mano para recibir un poco y se derritió en mi palma. Era una sensación bella y no era un sueño.
Conforme fui caminando me encontré con la que, supuse, era la tumba de Varl. Era un sitio bello en donde el amanecer se apreciaba de la manera más hermosa posible y las puestas de sol eran un deleite. Estaba adornado cuidadosamente con plantas y sobre el suelo estaban puestos unos tapetes de hojas de palma. Sobre la montaña de rocas había mas ramos y veladoras para honrar su vida y su alma. Era un sitio bonito.
Me senté con el mayor respeto que pude demostrar y hablé un rato con él, quizá para honrarle o quizá para no sentirme sola. De cualquier forma, tenía el permiso de la pelirroja para estar ahí. De mí salieron cosas como "perdón por importunarte" o "siento mucho no haberte conocido y molestarte en tu lugar seguro", y a pesar de ello, no estar del todo en soledad era bueno, porque me hizo darme cuenta de que a pesar de todo el dolor y confusión que estaba sintiendo, era mucho mejor que estar muerta. Tener la oportunidad de quejarme y llorar era posiblemente un regalo precioso que no querría entregarle a nadie jamás y agradecí por ello.
Oí unas pisadas sobre el piso de piedra que interrumpieron mis pensamientos. Cuando me giré vi a una mujer que venía con un ramo de flores en las manos. No supe qué hacer o qué decir, por lo que me puse de pie sin pensarlo mucho y pedí disculpas.
—Lo siento… Mi intención no era molestar. —Carraspeé—. Yo… ya me voy.
—Descuida. No molestas en absoluto —dijo con calma—. Quédate.
—¿En serio?
—Debes ser la recién llegada, ¿cierto? —Me vio de arriba a abajo y sonrió—. No creo que una Banuk ande por estos rumbos como si nada.
—Oh, no. —Me pasé la mano por la ropa para alizar la tela—. En realidad, es complicado de explicar.
—Tengo una idea de la situación, no te preocupes. Aloy nos dio uno de estos a todos —dijo poniendo los dedos sobre el foco que estaba sobre su sien—, así que me contó algunas cosas.
—Menos mal…
—Siéntate. Debes tener mucho frío, mira cómo tiemblas. Y eso que tu ropa se ve muy acogedora.
—Es cuestión de tiempo para que me acostumbre, supongo. —Me abracé y froté mis brazos.
Ella pasó con calma enfrente de mí y dejó las flores en el altar. Se sentó a mi lado invitándome a hacer lo mismo y cerró los ojos quedándose en silencio como si hiciera una plegaria, aunque pude oír por lo bajo que cantaba una canción. Abrió los ojos poco después y me miró con amabilidad.
—Soy Zo. ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es _ y mi apellido _.
—Un nombre que nunca había escuchado. Puede que no sea muy común en este mundo…
—Llámame Gaia si te apetece. Así es como varios decidieron ponerme.
—¿Gaia?, ¿como la diosa?
—Sí… En una de las cabinas donde yo dormía decía su nombre. Atribuyeron que era el mío, pero qué va. Yo solo estaba encargada de la IA y para no olvidarla sellaron su nombre conmigo, probablemente. Es un sinfín de explicaciones.
—¿Te molesta si uso ese nombre?
—Ya no. GAIA me gusta. —Le sonreí con debilidad. «Lis le tenía mucho cariño y es su creación», pensé.
Zo me sonrió también. Viéndola de cerca me di cuenta de que era una mujer muy bonita, con su piel morena luciendo bella con su pelo negro, su maquillaje con pintura blanca y sus ropas bien detalladas y ligeras a la vista. Era guapa y era agradable.
—¿Aloy te contó de mí?
—Me contó de Varl. No mucho. Lo buena persona que fue y que probablemente te encontraría aquí porque sueles visitarle. Ella me dio permiso de venir, pero si quieres que no lo haga no lo haré.
—¿Otra vez con eso? Despreocúpate. —Soltó una risita—. Sin embargo, siento si te molesto con una pregunta: ¿por qué no estás adentro con los demás?
—"¿Los demás?" Solo están Aloy y el mariscal discutiendo sobre asuntos que no comprendo y que se niegan a explicarme, no los entiendo… ¡A ninguno de los dos! Me tratan como si fuera una herramienta o un animal. No quiero volver con ellos, la verdad. ¡Y mucho menos quiero volver con ese hombre! Es muy tosco y me odia sin razón, no lo tolero.
—¿Te refieres a Kotallo?
—Sí. ¿No te da miedo también? Es… intimidante. Me da mucho temor estar a su lado.
Zo sonrió tranquilamente mientras se distraía enlazando los tallos de dos flores entre sí.
—Puede parecer así, pero es una buena persona. Se preocupa por los demás y siempre se esfuerza por ser mejor.
—¿Es amigo tuyo? —pregunté nerviosa. Debía acostumbrarme a no ser tan bocona.
—Nos conocemos desde hace tiempo y no somos tan cercanos, pero me agrada mucho. Es de escasas palabras y rara vez sonríe. Aun así, es el tipo de persona que me gusta.
—Oh… Disculpa, yo…
—Pero sí da miedo, debo admitirlo. Los Tenakth tienen fama por ser la tribu más brava de todas y Kotallo se distingue entre su gente por ello, así que imagínate. —Soltó una risita divirtiéndose por sus propias palabras.
—Debí suponerlo. —Me encogí de hombros.
No muy lejos vi la figura del hombre mencionado caminando sobre la nieve montando una máquina y llevando consigo un montón de morrales con sus cosas. Si tuviera una mejor vista me habría dado cuenta de que llevaba armas y esquirlas de metal.
Iba con prisa dándole de tirones al riel del animal metálico. Su figura desapareció rápido entre los pinos frondosos.
—Hablando del rey de Roma… —dije por lo bajo; una frase que Zo no entendió.
—¿A dónde está yendo? —preguntó ella.
—No lo sé, pero si ya no estará todo el tiempo respirándome en la nuca mejor para mí.
En ese momento llegó Aloy por detrás de nosotras caminando con calma. Iba viendo al suelo con una expresión de estrés profundo. Su gesto de disgusto era evidente pero no se debía a ninguna de las dos, sino a su previa conversación con el mariscal. Al ver a la Utaru su rostro se relajó un poco y sus hombros se destensaron.
—Zo, qué gusto verte… Es inusual que vengas más de dos o tres días.
—Cuando me llamaste supuse que era más importante de lo que expresaba tu voz. Además, quería ver yo misma a Gaia. Creí que quizá luciría diferente a nosotros, pero… simplemente está muy desorientada. Por lo demás, su cara y comportamiento son normales.
—¿Qué podría ser diferente? —pregunté con curiosidad.
—Ah, según dijo Kotallo, ella no sabe cazar, así que hay que enseñarle y protegerla mientras tanto —sugirió Aloy hablando como si yo no estuviera ahí presente.
Zo asintió y terminó de acomodar las flores que había llevado consigo y se puso de pie, a lo que yo hice lo mismo. Me quedé un poco por detrás de ella expectante a cualquier cosa.
—Hablando de Kotallo… —dijo la morena—, ¿sucedió algo? Lo vimos pasar hace rato. Iba hacia el oeste.
Aloy puso una mano sobre su sien mientras cerraba sus ojos con fuerza y soltaba un largo suspiro.
—Discutimos —dijo sin más.
—¿De nuevo?
—Sí, pero esta vez parecía ir en serio… Hace tiempo que no nos estamos llevando muy bien. Hace años hacíamos buen equipo, ¿sabes? Pero ahora… Agh, no lo sé. Quizá es mejor que se haya ido de esa forma.
—Y… ¿se puede saber por qué?
—Se debe al problema que tiene con Hekarro.
—Oh, eso.
—Debe ser terrible estar en su situación así que no lo culpo. Sé lo terrible que es tener cientos de cosas de las cuales ocuparse y no poder atender adecuadamente una sola.
—Es mejor no pensar en ello, ¿no? Seguro que lo resolverá.
—O tal vez no.
—Kotallo en es un hombre de buenas decisiones y es muy fuerte. Vamos, Aloy, no sigas preocupándote por él. Confía.
La pelirroja inhaló y exhaló, tomando las palabras de su amiga permitiéndose olvidar los problemas por un segundo.
Quizá no era el momento, pero yo debía hacer algo.
—Disculpen por entrometerme, pero, ¿qué está pasando?
Ambas me miraron con incredulidad. Pues claro, mi presencia se sentía invisible de vez en cuando, o quizá siempre, aunque no quisiera aceptarlo.
—Oh, _, veo que ya conociste a Zo. ¿Te gustaría pasar una temporada con ella en busca de lo que necesitas?
—Sabía que me pedirías un favor tarde o temprano —dijo Zo con media sonrisa.
—¿Con ella? Pero…
—Gracias por no salir huyendo. Sé que Kotallo es brusco, por ello quería encontrarme contigo rápidamente, pero como Fashav solo aceptaría cederle algo tan importante a él, pues, no pude llegar a tiempo. Tu custodia es mi prioridad y yo confío plenamente en Zo. Si no te sientes cómoda en la Base puedes vivir en cualquier otra parte, pero no quiero perderte el rastro.
—Aloy… Perdóname. Hace un rato yo estaba enojada, estresada, triste, asustada… No sabía lo que decía. No me molesta verte, solo es… diferente. Nada más. No hablaba con el corazón.
Puse una mano en mi rostro para cubrirme la mitad de la cara con vergüenza. El color se me subió a las mejillas, después de todo ya era lo suficientemente mayor como para hacer esos berrinches estúpidos.
—Quiero quedarme en la Base hasta conocer lo suficiente de este mundo —dije—. Estoy dispuesta a escuchar todo lo que tengas que decir. Lo acepto, no estamos en una situación en donde la prioridad sea hacer amigos y jugar a la casita. Necesitamos restaurar a GAIA y salvar al mundo, ¿verdad? —Sonreí—. Justo como en una película.
—¿Película? —cuestionó Zo.
—Sí, salvemos al mundo —dijo Aloy un poco más animada, pero sin poder disimular el cansancio en sus ojos—. Es para lo que nací.
Zo dijo que iría adentro a preparar algo de té para las cuatro. Entonces yo la seguí mientras Aloy también caminaba a mi lado con calma.
Me senté frente a la mesa que estaba al centro de la Base mientras Zo preparaba las tazas con las flores secas y Aloy tomó asiento junto a mí. Por un momento la vi dubitativa, sabía que quería hablarme y me mostré dispuesta, aunque quizá estaba más preocupada por hablar con la Utaru ya que desvió su mirada rápidamente hacia la mujer.
—¿No trajiste a tu niña, Zo? —preguntó la pelirroja mientras enroscaba una de sus trenzas en su dedo índice.
—Prefiero que se quede en Cantollano ahora que las cosas no están muy bien. A veces me gustaría llevarla a ver a su abuela, ¿sabes?, pero la situación no me lo permite. Últimamente no es seguro para nadie. Sona debe querer verla.
—Lo sé…
—Al menos el territorio Utaru es tranquilo por ahora. ¿Es por eso que me pedías que llevara a Gaia conmigo?
—Sí, creo que es un lugar agradable para ella.
—¿Ese sitio queda lejos? —pregunté.
—No —dijo Zo—, es cerca. Me gustaría que lo conocieras. Seguro que el territorio Tenakth te dio una mala impresión luego de criarte en un lugar como esta Base.
—La verdad es que sí. Me gustaría ir contigo, si es que puedo seguir con mis tareas pendientes.
—Me imagino que restaurar a GAIA figura en tus tareas pendientes, ¿cierto? —cuestionó Aloy.
—Cierto —afirmé.
—Lamento… que tenga que ser sí.
—No pasa nada. Ambas estamos para hacer esto.
Le ofrecí una sonrisa para calmar su corazón. De cierta manera mi mente me seguía haciendo malas jugadas porque por más que lo intentase no podía dejar de mirar a Elisabet Sobeck en ella y eso me hizo imposible el odiarla.
Zo puso una taza de té enfrente de mí y otra taza en frente de Aloy. Finalmente tomó la tercera taza para ella y otra la apartó llevándosela contigo.
Estaba tan concentrada inspeccionando la rosada infusión que no pude oír a Zo cuando le dijo a Aloy: "Llevaré esta taza a la habitación de tu hermana, no creo que ella quiera venir aquí ahora". Y Aloy asintió con una sonrisa.
Bebí un sorbo, era dulce, cálido y agradable.
Cuando nos quedamos solas la pelirroja no aprovechó la oportunidad para hablarme, y por ello creí que tendría que comenzar mi lluvia de preguntas. No obstante, no fue tan fácil como lo creí y el silencio nos otorgó mejores momentos en donde únicamente bebíamos té sin indagar la una en la otra.
Ese día entero fue extraño, no solamente por las dudas que flotaban en el aire, sino porque estaba la sensación de que el tiempo se había puesto a jugar a su antojo y ahora se burlaba de nosotros. Sin embargo, lo dejé pasar. Como comenzó a hacer mucho frío no volví a asomar la nariz ni siquiera para intentar ver la luz del cielo y en cambio me quedé varias horas charlando con GAIA intentando averiguar cosas del pasado que había sido hasta hace poco mi presente cercano. Me quedé sentada cruzada de piernas en el suelo frente a ella viéndole desde abajo. Y aunque no obtuve las respuestas necesarias, pude descubrir algo sobre el paradero de aquellos con los que conviví; me enteré del desenlace de cada uno… Algunos —la mayoría— estaban muertos y los otros en la Odyssey. Y no había nadie como yo.
—No lo entiendo —le dije a GAIA mientras charlábamos a solas en esa sala oscura—. ¿Cómo es que funciona el proceso de transformación de los Zenith?, ¿acaso soy igual a ellos?
—Según mis datos, tu cuerpo no posee la misma composición química, celular o tecnológica que los Zenith se implantaron a sí mismos. Por ello, tu inmortalidad no está asegurada.
—¿Entonces…?
—No sabría explicarlo con certeza. Pido una disculpa por ello, _.
—No te preocupes, GAIA, lo entiendo. Debió ser difícil pasar los últimos siglos conteniendo toda clase de información.
—Sí, en cierta parte lo fue. Pero… —dijo e hizo pausa para procesar los datos archivados— …hubo otras IA que lo pasaron peor. CYAN, por ejemplo.
—¿CYAN?, ¿sigue en funcionamiento?
—Sí, mi sistema de comunicación la percibe lejos y activa.
—Ya veo…
Pensé, pensé y pensé un poco más. ¿Debería ir a ella? Seguro que estaba lejos pero ya nada de esos detalles importaban. No había que darle tiempo al tiempo, porque no lo había.
—¿Ocurre algo, _? Hemos hablado por horas, pero tu mente no parece estar despejada. Percibo niveles bajos de cortisol y dopamina en tu organismo.
—Oh, no es nada. Solo pensaba… que me sentiré mucho mejor cuando haya hecho que todas tus subfunciones vuelvan a ti sanas y salvas. Todas son importantes, pero APOLLO me intriga mucho. —Razoné con asombro—: Por cierto, no sabía que tuvieras un enfoque tan preciso en el área médica.
—Fue solo una de las últimas mejoras que Elisabet implementó en mí.
Normalmente solía tomar solo lo que me importara o sirviera de las respuestas de GAIA y pocas veces yo respondía adecuadamente a sus contestaciones. Por ello se me hizo fácil cambiar el tema diciendo:
—¿Te molesta que los demás me identifiquen con tu nombre?
—Por supuesto que no. Si bien no estoy calificada para sentir emociones como lo hacen los humanos, puedo decir que me honra, incluso. Es el nombre que Elisabet Sobeck me dio, después de todo.
—Me alegra… Es como si fuéramos una pequeña familia —dije de broma. GAIA no reaccionó a ello.
Solo pude suspirar antes de ponerme de pie. No era tiempo de seguir jugando… Por mucho que GAIA me agradara y tuviera la forma de una persona, no lo era, y debía recordarlo. «Platicar tanto tiempo con una máquina de esta forma no está bien, _», me dije.
Me volví fugazmente para hablarle.
—Te dejo por hoy. Te haré saber cuando me vaya, ¿ok? Nos vemos después, GAIA.
—Hasta luego, _.
Salí rápidamente de esa sala. Quizá me haría mucho mejor volver a la habitación de antes e intentar descansar un poco naturalmente mientras estudiaba los datos nuevos transmitidos a mi foco.
Durante la noche usé todo el tiempo posible para indagar en lo desconocido a pesar de lo cansada que podría estar. Sin embargo, había algo más fuerte que el cansancio, y ello como bien era conocido era mi curiosidad. Tenía la enorme necesidad de estar al tanto del mundo, por lo que me acomodé en mi almohada, me sumí entre las mantas y me entregué al foco. Durante los primeros diez minutos me sentí abrumada, pero fui aceptando cada parte de esa información que me era revelada con la mayor calma de la que me pude hacer. Y de verdad que comencé a aprender mucho y me enfoqué en comprender la gran parte de todo lo que pude identificar y lo que no.
Primero estaba la tribu Nora, la cual era la etnia en donde Aloy se había criado. Se distinguían por ser bastante supersticiosos y hasta de ideas ancestrales, "satanizando" o "evangelizando" cualquier situación o cuestión con facilidad. Vi parte de los recuerdos de la pelirroja con ayuda de las transmisiones compartidas desde su foco. También estaban los Oseram, quienes se destacaban por su gusto en la cerveza, los buenos tazones de comida en cantidades generosas con varios tipos de carne y legumbres, y, sobre todo, conocidos por sus habilidades para manejar el metal, logrando forjando fuertes armas y armaduras, así como beneficiarse con artefactos novedosos para ostentar el trabajo. Un poco más allá se encontraban los Utaru, una comunidad agreste, pacifica, y reconocida por ser los únicos en excluir las carnes de su dieta. Todo lo contrario a los Tenakth, quienes eran inconfundibles por sus habilidades en la lucha y su pasión por la guerra. Dichos guerreros tenían características de verdad muy curiosas… Admiraban con fuerza a "Los Diez", tatuaban en sus cuerpos sus grandes hazañas y tenían estilos muy particulares en el gran territorio que poseían dividiéndose en distintos clanes. Eran los creadores de un juego de mesa llamado "asalto" y eran también todos unos genios al jugarlo. Los Quen me parecieron los más curiosos de todos, pues según los datos arrojados por mi dispositivo, dicha tribu era conocedora del mundo antiguo, es decir, mi mundo. Conocían detalles importantes tanto tecnológicos como bélicos y se aventuraban en grandes naves con las cuales exploraban los mares. Sin duda eran peculiares y parecidos a mí, mostrando interés por su estilo marítimo de vida. Quizá, además de los Quen, si pudiera decir que había otro grupo de personas que se parecían a mí, esos eran los Carja, quienes llevaban un estilo de vida parecido a lo que yo llamaría barroco. Tenían un monarca, el Rey Sol Avad, y eran de verdad una gran comunidad bien avanzada económica y artísticamente. Buenos guerreros, buenos comerciantes, buenos en casi todo. Y mi "casi" era justificado por el hecho de que no eran los mejores manejando los tratados de paz entre las tribus de las afueras. Por otro lado, me enteré también de los Banuk, una tribu que se encontraba al norte de Las Tierras Sagradas. Eran enigmáticos, con historias y orígenes interesantes, y también excelentes para la caza.
Rápidamente identifiqué a los Banuk, no solo porque llevaba puesto un atuendo hecho por ellos y perteneciente a su tribu, sino porque el conocimiento que tenían sobre la luz azul era característico y singular. A mí parecer, una nueva oportunidad para redescubrir la electricidad.
Me pregunté: ¿será que hay más tribus mucho más allá las cuales no han sido "descubiertas"? Era posible, porque había más instalaciones en diversos continentes y la posibilidad de ir a encontrarlos y averiguar si APOLLO había llegado a alguno de ellos era emocionante.
No solamente me enfoqué en investigar a fondo sobre las tribus y sus tradiciones. También sobre todo aquello a lo que Aloy pudo haberse enfrentado desde su infancia hasta el momento presente. Todo. Y entre las curiosidades de la Base busqué por lápiz y papel y comencé a hacer mis anotaciones porque las notas mentales no eran suficientes. Con una libreta vieja y una lapicera hice un resumen de aquello que consideré importante: La Odyssey y los Zenith, GAIA y sus subfunciones, el resurgimiento de la humanidad y su historia luego de la extinción masiva en el mundo y también, ¿por qué no?, un poco sobre los amigos y aliados de Aloy. Me quedé helada cuando vi una segunda copia de Elisabet Sobeck en esas grabaciones del dispositivo.
Por ello me levanté enseguida sin importar que estuviera avanzada la noche y busqué a Aloy, pero al no encontrarla tuve que tomar mi propio camino. Bajé las escaleras que estaban cerca de la estación de GAIA y abrí el portón. De nuevo me quedé quieta cuando vi a una persona que no era ni Elisabet ni Aloy recostada en un colchón sobre el suelo en esa habitación fría y carente de todo detalle de calidez como era todo arriba. No había plantas ni pintura.
La vi un momento más mientras dormía y decidí no despertarla, habían sido ya muchas impresiones para mí en poco tiempo y quizá lo sería para ella también. Llevaba puesto un conjunto de ropa que se asemejaba al mío cuando recién desperté de mi sueño profundo en Cresta Rocosa. La observé un momento más… Lucía como una niña; más joven que Aloy, quien era más joven que Elisabet. A su lado estaba una taza en donde supuse había bebido el té de horas atrás. «Así que Zo vino a verla…»
Volví a subir dispuesta para dormir lo suficiente antes de partir cuando saliera el sol.
Ver a Aloy esperándome al inicio de la escalera me sorprendió.
—¡Aloy! Qué sorpresa… Yo… eh… Quería ir al baño, pero…
—¿El baño? Está al fondo cerca de la séptima puerta a la derecha.
—Oh, claro. Gracias…
Aunque agradecí no me moví. Ella era inteligente y supo interpretar la situación. Quizá lo que decía Elisabet sobre mí era cierto: mi cara decía mucho sobre mi estado de ánimo e intenciones.
—Se llama Beta —dijo de repente, cruzada de brazos y recargada en la pared—. La viste en los datos que te accedí, ¿cierto? Tilda fue quien permitió que se sintiera familiarizada con el mundo, aunque fuese un poquito. Ahora está con nosotros para ayudarnos en lo que pueda.
—Así que tenían un segundo clon…
—Es mi hermana.
—Claro. Tu hermana… —Asentí. Tenía sentido que pensara así.
—Debe ser difícil para ti.
—No más de lo extraño que puede resultar para ti… —dije con voz queda y ella no dijo nada mas—. Estoy estudiando. —Alcé la libreta que llevaba bajo mi brazo para dejarle ver mis apuntes.
—Oh, eso es genial… Me alegra que muestres tanto interés, pero deberías descansar.
—No puedo descansar tranquilamente si ignoro tantas cosas.
Aloy asintió y me invitó a seguirla a la barra del centro de la Base en donde solían prepararse los alimentos. Subí las escaleras y nos sentamos una frente a la otra. Como ninguna de las dos era capaz de dormir pacíficamente nos quedamos conversando en la barra por unos cuantos minutos hasta que terminamos de beber otra taza de té.
Cuando estaba por irme a la cama otra vez, le dije:
—Aloy, ¿qué fue lo que pasó con el señor mariscal?
—¿Kotallo? Oh… Solo tuvimos un choque de ideas y volvió a su tierra.
—¿Soy libre por ahora?
—Si quieres verlo así, sí. Aunque ahora soy yo la que te pide que no escapes y que me ayudes a curar el mundo. ¿No es lo mismo? —cuestionó con sus ojos verdes clavándose en los míos. Su expresión era de pena, como intentando conseguir que le diesen unas palabras de sosiego para disipar un poquito su cansado corazón.
—No. Ambas tenemos el mismo interés. Si lo hubiera sabido desde el principio no estaría tan enojada y asustada… Es obvio que me he llevado una sorpresa estresante. De repente las cosas dependen de las dos y es difícil de digerir, pero, no estoy sola… Estoy contigo y eso me hace sentir tranquila.
Puse mi mano sobre la suya y apreté ligeramente sus dedos con los míos. Su cara se puso roja como un tomate y las pecas de su blanco rostro se camuflaron con su color. Nuestras manos juntas hicieron que me sintiera tranquila. Por un momento, entonces, volví a imaginar que estaba con Elisabet y todo estuvo bien en un instante hasta que Aloy decidió romper con el agarre.
—Creo que… deberíamos ir a dormir. Mañana partimos con Zo.
Asentí con una sonrisa.
—Tienes razón. Gracias, Aloy.
Antes de irse a su propia alcoba se giró para volver a hablarme, todavía con el color subido en el rostro.
—Por cierto, _, ¿te incomoda algo sobre Kotallo? Lo mencionaste y me parece repentino.
—Quiso ayudarme, pero no le caí muy bien. Me enseñó lo básico para aprender a luchar porque, según dijo, nos esperaba un camino peligroso —dije señalando la cicatriz en mi ceja—. Me preguntaba, ¿qué fue lo que hice mal y por qué simplemente se fue luego de venir de tan lejos por mí? Aloy, no has mencionado nada sobre un camino peligroso… ¿Acaso quiso asustarme?
Ella se quedó pensativa. Se volvió para observar la alcoba que solía pertenecer a Kotallo cuando visitaba la Base y luego volvió a verme.
—¿Por qué no sigues estudiando? —alentó—. Hay mucho que podrías descubrir todavía al revisar los datos. Me ayudará mucho al momento de ahorrarme explicaciones. Si hay cosas que sigues sin comprender con mucho gusto me sentaré a tu lado y hablaremos, ¿sí? Los Tenakth… no lo están pasando bien.
Asentí y volví a agradecerle.
Aunque dije que iba a dormir seguí con la revisión de la información de mi foco por al menos una hora más hasta que caí rendida sin saber a qué hora o en qué momento.
Cuando me desperté intuí que eran al menos las 7:00 de la mañana. No exageradamente temprano, pero tampoco era la hora más razonable para emprender un viaje. Cuando salí de mi alcoba miré a Aloy trenzándose el pelo y poniéndose las cuentas en cada mechón mientras que Zo preparaba el desayuno con la pintura fresca sobre su rostro.
—Buenos días, chicas —dije tímidamente. Mi pelo estaba revuelto y todavía no me había lavado la cara ni los dientes—. ¿Me levanto tarde?
—No, vienes a tiempo para desayunar —dijo Zo con una sonrisa—. ¿Quieres llamar a Beta? Debe estar hambrienta, se levanta desde mucho antes que cualquiera aquí…
—Oh, no es necesario, Zo —dijo Aloy interrumpiendo su propuesta con una sonrisa—. Estoy segura de que ella prefiere desayunar sola.
—¿Segura? —cuestionó Zo.
—Es bastante… tímida —explicó la pelirroja viéndome a mí—. Me comunicaré con ella por llamada más tarde —dijo tocando su foco.
—¿Por qué? —cuestioné alzando una ceja.
—No confía en la civilización antigua. O, mejor dicho, en todos aquellos que se asemejen a los Zenith.
—No soy una Zenith —dije rápidamente—. No sé qué es lo que soy, pero… ¡jamás le haría daño!
—Lo sé. —Aloy sonrió—. Beta tuvo que pasar por muchas dificultades de las cuales te hablaré en el camino. Tendrás que disculparla… Al menos la viste anoche.
Mi cara se puso roja.
—¿Creíste que no me di cuenta de que la observabas cautelosamente? —Aloy comenzó a reírse ante mi reacción, todavía haciéndose las trenzas—. Ve a lavarte la cara y sube a comer. El té va a enfriarse.
Lo hice. Cuando volví con ellas a tomar el desayuno me hice a la idea de que quizá sería uno de los momentos más tranquilizantes que tendría desde ese instante en adelante. Incluso estando en el cuartel general junto con Faro y los demás, no tenía el mínimo tiempo para tomarme la hora de comida o al menos para darme un respiro. Era siempre trabajo, trabajo y más trabajo que se compensaba con incluso más trabajo pendiente.
No es que ahora fuera menos difícil, pero daba la sensación de que las personas del nuevo mundo no eran tan apuradas como solían serlo en mi época.
Zo hizo tostadas con mantequilla a las cuales les puso un huevo estrellado encima. Había frijoles dulces a un lado del plato y nos preparó una taza de té de manzanilla a cada una. Le llevó su plato a Beta y subió para seguir acompañándonos. Sabía que aquella chica prefería su privacidad.
Era delicioso, la comida caliente me sentó bien.
Cuando terminamos de comer me volví a cambiar de ropa para partir. Llevaba todavía el atuendo Banuk de antes, pero me aseguré de ponerme abajo mi sudadera blanca y mi pants. Afuera estaba helando y aún no era capaz de acostumbrarme. Antes de salir de la Base le dije a GAIA que me iba, que volvería pronto y que por favor esperara a nuestro regreso. No llevamos demasiadas provisiones de comida porque nuestro destino estaba cerca, y, por el contrario, debería llevarse provisiones a la Base con mayor frecuencia.
La puerta se cerró detrás de nosotras. Cuando Aloy se despidió de su hermana y le explicó la nueva situación estuvimos listas para partir a Cantollano.
