Rook
Rook se colocó bien el bastón en la espalda. Lo guay de ser una maga tan dotada, es que podía hacerse de armas tan curiosas, como esas.
Acarició el arma, distraídamente. Lo tenía desde hace tanto tiempo que ni se acordaba, pero era un arma única: podía transformase a su gusto en sus dagas favoritas, casi al instante y con un solo murmullo de su magia, siendo un arma eficazmente mortal.
Más le valía, sabiendo lo que le costó encontrarla.
Entonces, se giró, mirando hacia delante. Se encontraban en frente de ese Eluvian tan curioso por el que había llegado. El espejo emitió un murmullo fantasmal, como si se alegrase de verlas, lo que solo aumento las sospechas de Rook de que este sitió parecía tener vida propia.
A su lado, Neve, Harding y Lavellan suspiraron a la vez, nerviosas. Rook las miró por el rabillo del ojo.
Ninguna de las cuatro querían acercarse a ese eluvian tan extraño, y con razón. Pero a lo hecho, pecho. No les quedaba otra más que intentarlo, si querían salir del Faro. Se giró hacia ellas, con las manos en la cadera.
-Bueno, ¿quién va primero? -preguntó, con una sonrisa de lado a lado, con optimismo.
Ellas la miraron, sin contestarle, pero cada una con una ceja alzada. Rook emitió un quejido, entendiendo esas miradas.
-Venga, hombre. Siempre yo -se quejó en voz alta, alzando las manos.
Pues nada. Allé vamos. Suspiró y, con cierta indecisión, se acercó al eluvian, aún sin cruzarlo. Maldito complejo de líder, se criticó en su interior, quedándose a unos pocos pasos del espejo, que mostraba el bosque de Arlathan en su reflejo totalmente tranquilo.
-Parece como si supiera dónde queremos ir-comentó con curiosidad Neve. Rook alzó la mano, lentamente, tocando levemente el espejo.
-Yo, con tal de que no desmiembre, soy feliz- murmuró con cierta sorna. Entonces, inspiró y cruzó, rezando a todos los dioses que conocía de cruzar al otro lado a salvo.
Una a una, cruzaron el Eluvian, siendo Lavellan la última, porque había tenido cierta reticencia extraña ante el espejo. Al otro lado, las recibió el murmullo de los bosques, que estaban siendo acariciados por un ligero viento tranquilo. Se podían escuchar los pájaros, piando calmadamente. Rook alzó la cabeza hacia el sol, contenta por recibir un poco de luz natural.
-Funcionó. Y estoy entera-comentó Rook, feliz. Entonces, miró hacia el frente, señalando un sitio conocido por todas-. Allí está la zona del ritual. Una buena noticia, al fin.
Pero, como siempre, habló antes de tiempo. Un fuerte estruendo, seguidos de unos gritos alarmados, las alteraron, haciendo que se pusiesen en postura defensiva, sacando sus armas.
-¿Para qué hablas, Rook? - le preguntó con diversión Lavellan, mofándose ligeramente de Rook, que solo pudo encogerse de hombros.
-Qué quieres que te diga, la suerte del novato -le dijo, en un murmullo, haciendo que la elfa se riese.
Entonces, tres personas salieron de más adelante, con prisa, como si las siguiese algo. Parecían ser tres elfos dalishanos, en vista a sus atuendos, que huían con miedo de una especie de figura mecánica, enorme, que sostenía a su vez un hacha que no se quedaba corta en tamaño. Uno de los elfos sostenía una especie de núcleo, brillante, que respondía ante los movimientos del autómata. Tras una pelea rápida, los elfos destruyeron el núcleo, salvando a uno de ellos, que se había caído, de ser cercenado por la estatua mecánica.
Salvado por la campana, no pudo evitar pensar Rook, mientras se acercaban a ellos, intentando brindarles una ayuda amistosa. Uno de los elfos, el más mayor, las miró con sorpresa, deteniéndose en Harding, quien emitió un gritito alegre al verlos de cerca.
-¿Strife? ¿Irelin? Soy yo, Encaje Harding- Harding se acercó a ellos, contenta. Strife, el elfo que parecía más mayor guardó su arma al identificarla, la confusión pintando su rostro y haciendo que su vallaslin se arrugase.
-¿Harding? ¿Qué haces en Arlathan de nuevo? -le preguntó, con una voz grave por su edad.
-Es complicado -respondió la enana, con una risita nerviosa ante su pregunta.
-Ya veo, ya- Strife se cruzó de brazos, curioso ante su respuesta y su nerviosismo.
Harding miró a sus compañeras, levantando un brazo hacia el elfo.
-Os presento a Strife e Irelin. Varric y yo los conocimos al inicio de la búsqueda de Solas. Son exploradores del Velo, expertos en magia élfica antigua.
Rook se acercó a ellos, tendiendo una mano amable, mientras se presentaba.
-Encantada, mi nombre es Rook -les dijo, haciendo una pequeña reverencia elegante. A su lado, Neve les sonrió, con un ligero movimiento de cabeza.
-Neve por aquí.
Lavellan, a cambio, quien se había puesto la capucha nada más salir del eluvian, permaneció en silencio, como una tumba. Se colocó bien la capucha, mientras asentía hacia los elfos, viéndose solo la parte baja de sus labios a través de su cobertura. Rook se extrañó, frunciendo el ceño.
Qué raro. Aun así, no quiso darle importancia. Quizás la elfa era tímida en presencia de personas desconocidas, se dijo, aunque la vocecilla en su interior se rio de ella.
Ya, claro, la Inquisidora intimidada por extraños. Algo no cuadraba en esa ecuación.
-Disculpad la bienvenida- comentó Irelin, la elfa al lado de Strife. Su cabello negro, corto como el de Rook, se sacudió, cuando movió la cabeza con tristeza-. La magia esta descontrolada desde el ritual que realizó Fen'Harel... Quiero decir, Solas -se corrigió, rápidamente.
-Lo que vosotras ibais a detener, ¿verdad? - les pregunto Strife, sin maldad, pero algo crítico, mientras alzaba una ceja hacia ellas.
Rook se frotó el cuello, con cierta incomodidad ante su mirada.
-Más o menos, lo hicimos. Ahora Solas está encerrado, pero...-dudo, sin saber si contárselo. Se encogió de hombros unos segundos después de reflexionarlo. No creía que contárselo o no marcaría la diferencia. Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño-. Ahora Solas no es el problema. Dos de los dioses élficos, Elgar'nan y Ghilan'nain, andan sueltos por ahí, posiblemente causando estragos, según el propio Lobo Terrible.
-Por eso la magia está descontrolada- murmuró Irelin, pensativa, mientras desviaba la vista hacia el bosque, que tenía un extraño murmullo entre los árboles.
-Mierda. Los evanuris-dijo con más gravedad Strife, entiendo lo mal de la situación-. Ahora toda cuadra.
- ¿Tan malo es realmente? - preguntó Rook, aunque, en su interior, no quería saberlo.
A nadie le gustaba saber las consecuencias de sus errores.
-Si piensas que Solas es un capullo... -Strife soltó un risa seca, cortante-. Por lo menos, tuvo sus motivos para rebelarse contra ellos. Y te puedo asegurar que eran motivos muy válidos -le informó, cruzándose de brazos.
Ante eso, Rook posó las manos en su cadera, pensativa. Si que había leído algo sobre el misterioso Lobo Terrible, cuando recibió su contrato de manos de su maestro. Se decía que, en su momento, ayudó a miles y miles de elfos en la antigüedad, aunque nunca se describía de qué manera. Además, los antiguos escritos lo solían pintar como alguien malicioso, engañoso, capaz de engañar incluso a los mismísimos dioses élficos, aunque él mismo fuese uno de ellos.
Por lo demás, todos los escritos eran confusos, entre contradicciones continuas. Quizás debía aprovechar esa ocasión, la de tenerlo en su cabeza, para conocerlo mejor, se dijo Rook, pensativa.
Pero ¿podría fiarse de alguien que era llamado el Dios de los Engaños?, se preguntó, con sorna. Aunque, siendo sinceros, siempre había otra posibilidad...
Miró por el rabillo del ojo a Lavellan, quién estaba oculta por su capucha. Rook sonrió, maliciosamente.
Qué mejor informante que quién estuvo unida al propio dios de forma amorosa, aunque fuese bajo un engaño. Se jugaba lo que sea que Lavellan había investigado mucho más que ella en todos estos años de búsqueda. Tendría que abordarla en cualquier momento en busca de más información sobre el dios.
De repente, el compañero de los exploradores del Velo de Strife e Irelin, que se había quedado en el suelo reposando sus heridas gruño de dolor, sin poder evitarlo. Irelin se agachó, intentando calmarlo.
-Debemos volver, Strife. Tarith está herido -le pidió, sus manos brillando sobre Tarith mientras realizaba un simple hechizo para calmar su dolor.
-Pero aún hay exploradores que no hemos encontrado- le discutió Strife con el ceño fruncido, mirando hacia el bosque-. No podemos irnos sin buscarlos primero.
Esa es su oportunidad, pensó Rook. Si los ayudaba, a lo mejor podrían darles alguna información más adelante que el equipo pudiese necesitar. Además, por supuesto, de que no se iba a quedar de brazos cruzados, mientras pudiese ayudarlos.
Manías de ser la Tejedora y ayudar a los demás desde joven, supuso, encogiéndose de hombros mentalmente.
"Esa es mi peque", dijo su vocecilla interior, orgullosa, haciendo que Rook sonriese, levemente.
Pero qué tonto era, pensó con dulzura.
-¿Cómo podemos ayudar? -les preguntó a los exploradores, con amabilidad y sinceridad en su tono.
-Estamos en la búsqueda de Bellara Lutare, una de las más expertas en artefactos antiguos. Casi sabe desactivar cualquier cosa mientras sea élfico-la informó Irelin, incorporándose y entrelazando las manos, mirándolas.
-O hacerlos explotar, depende del día-comentó con sorna Strife, sin poder evitarlo, mientras miraba a su compañera, divertido.
Irelin rodó los ojos, acompañándolo en su diversión, pero continuo, sin contestarle.
-Estaba explorando el bosque cuando el ritual de Solas desbocó toda la magia-Irelin frunció el ceño, volviendo a mirar a los árboles-. Eso fue hace tres días ya. La necesitamos porque, como ya visteis, - hizo una pausa, haciendo un gesto hacia la estatua mecánica-, muchos artefactos se están descontrolando. Y los artefactos suelen tener centinelas antiguos cerca, que no distinguen entre aliado o enemigo.
Ellas asintieron, en acuerdo a la exploradora. Desde luego, parecían peligrosos. Y la historia se había encargado en demostrar que los antiguos elfos hacían las cosas para durar...y muy peligrosas.
-De acuerdo, vosotros llevad a vuestro explorador al campamento y nosotras...-Neve se interrumpió con un gruñido de dolor, llevándose la mano a la cabeza, haciendo que todo el equipo desviase la vista hacia ella, con preocupación. Tras unos segundos, la sacudió y continuo, con la voz algo más tensa-. Nosotras encontraremos a Bellara. Os lo aseguro.
Rook la observó con seriedad, evaluando el estado de su amiga. Entonces, se llevó un dedo al labio inferior, pensativa, mientras le daba unos golpecitos, ideando una estrategia. Tenía que convencerla de quedarse con los exploradores sin que pareciese eso mismo, para no ofenderla, sabiendo que la detective era algo orgullosa.
-Oye, Neve. Ve con ellos al campamento -le ordenó, utilizando el tono de líder que tanto le gustaba a Lavellan. La elfa la miró levemente, con una sonrisilla, pero se mantuvo en silencio.
Neve la observó, algo molesta, sabiendo por donde iban los tiros en esa orden.
-Rook...-le advirtió, alargando su nombre adrede, con tensión.
-No es lo que piensas-Rook levantó las manos en son de paz, intentando convencer a la maga de hielo-. Eres la mejor detective privada de aquí a un kilómetro. No hay persona más cualificada que tú para ayudarles a buscar los demás exploradores perdidos, aunque sea desde el campamento-se acercó a ella, clavándole un codo amistoso en el costado-. Venga, Neve. Sabes que es verdad. Y los mapas seguro que se te dan geniales.
Neve la miró, con desconfianza. Emitió un suspiro, cerrando los ojos por un momento, pero asintió, conforme.
-Vale, voy con ellos.
Strife sonrió ante su pequeña discusión. Entonces, señaló hacia cierta parte del bosque.
-Nos vemos en el campamento de los exploradores del velo. Está al sur, un poco más lejos que aquí. Igualmente, si encontráis a Bellara, ella os podrá indicar-les comentó, mencionando a su amiga perdida. Después, se cruzó de brazos-. La última vez que la vimos, estaba en unas ruinas élficas al oeste, investigando cierto artefacto. Yo empezaría por ahí la búsqueda.
-Buena suerte, Rook. Y gracias- continuó Irelin las palabras de su compañero explorador, sonriendo.
Entonces, Strife y compañía, junto con Neve, se dirigieron al sur, en pos del descanso de su compañero, mientras se despedían de ellas.
Rook le asintió y junto a sus compañeras, se dirigieron al oeste, en busca de Bellara Lutare, la misteriosa exploradora del velo desaparecida.
Deslizándose, Rook aterrizó cerca de la zona donde debían empezar a buscar a Bellara. Rodó un poco los tobillos, mientras Lavellan caía al lado suya, con la elegancia propia de alguien que llevaba haciéndolo desde hace años. Rook la miró, algo envidiosa, pero sin poder evitar sonreír.
Siempre tan elegante la Inquisidora, quién lo diría.
Con el salto, la capucha de Lavellan se quitó un poco, viéndose algo de su pelo blanco, pero está se la puso de nuevo rápidamente, sin esperar mucho tiempo, mientras se incorporaba y se sacudía las mangas. Rook la miró, curiosa ante ese comportamiento.
-¿Por qué te tapas, Inquisidora? -le preguntó, señalando su capucha.
Lavellan la miró de reojo, encogiendo un hombro.
-Ya me has visto. Destaco demasiado, incluso entre los elfos-deslizó un dedo en sus dagas, que llevaba colgadas a la cintura-. Y llámame Lavellan, por favor. Insisto.
-¿Destacas más que una elfa de los bosques sin vallaslin y con el pelo rosa natural, Lavellan? - le preguntó Rook, tomando su ofrecimiento y tocándose su propio pelo. Lavellan asintió, con una sonrisa ladeada.
-Yo tampoco tengo vallaslin, a pesar de ser una elfa dalishana. Y tú pelo es bastante bonito, para ser natural -la halagó, mirándola directamente.
Rook se sonrojó levemente, ante el cumplido, pero soltó una risilla.
-De acuerdo, tú ganas. Tu secreto, tus normas. -Rook levantó las manos, en son de paz. Pero la señaló a continuación, sin perder la ocasión.
-Pero, a cambio, otra pregunta-cruzó sus manos a la espalda, mirándola con una sonrisa algo malvada-¿Cómo era Solas?
Lavellan se detuvo, abruptamente.
-¿Perdón? -dijo, parpadeando rápidamente bajo su capucha. Harding, a su lado, miró a Rook, confusa.
-¿A qué viene esa pregunta?
Rook se encogió de hombros.
-Siempre hablamos del Lobo Terrible como una identidad extraña, pero realmente estuvo ahí, con vosotras. Lo conocéis. Y yo quiero tener información sobre él, para saber como tratarlo -se tocó su cabeza, dándose toquecitos- ¿Recordáis que lo tengo metido aquí dentro, o le pido una postal a la próxima? -les preguntó, con sarcasmo.
Harding bufó, divertida, pero Lavellan apretó los puños, desviando su mirada.
-Han pasado diez años desde que estuvo en la Inquisición y ocho desde la última vez que hable con él cara a cara, Rook. Y nunca fue del todo sincero-miró los árboles, sus ojos brillando ligeramente bajó la luz indirecta del sol que se colaba entre las hojas-. Todo lo que te diga puede no ser para nada cierto.
Rook le palmeó un hombro, optimista.
-Un Cuervo está satisfecho con cualquier tipo de información, sea falsa o no. Ya la clasificaré más adelante.
Lavellan suspiró pesadamente. Empezó a caminar, mientras sus ojos se emborronaban un poco, como si estuviese navegando en sus recuerdos.
-Solas...-carraspeó un poco, corrigiéndose al instante-. Quiero decir, Fen'Harel siempre fue...-dudó un poco, buscando la palabra adecuada.
Rook salió al rescate, cruzando los brazos a su cuello.
-¿Silencioso? ¿Sarcástico? ¿Tremendamente arrogante? -ofreció, con burla. Lavellan la miró, ladeando una sonrisa.
-Sí a todo eso, pero también era amable. Cuidadoso. Trataba a todo el mundo por igual y nunca perdía la calma, a menos que fuera una situación demasiado grave. Y, aun así, solo lo vi pocas veces hacerlo-dijo la Inquisidora, en voz baja, con cierta dulzura y amargor en el tono. Harding asintió, en acuerdo a sus palabras.
-Yo no pude conocerlo tanto, pero las veces que interactúe con él, siempre se preocupaba por mi salud, y me ofrecía distintos remedios para el cansancio -Harding frunció los labios, ligeramente, haciendo que sus pecas se arrugasen un poco-. Realmente, era muy considerado. Por eso que sea Fen'Harel es tan...
-¿Extraño? -susurró Lavellan, continuando las palabras de la enana, que asintió hacia eso. Lavellan apretó los dientes, ligeramente.
-Siempre fue así. Pero supo ocultarlo-dijo, con amargura. Rook alzó una ceja, confusa.
-Pero acabas de decir que era amable, considerado...
-Y arrogante. Sarcástico. Tú misma lo dijiste, acertadamente. Y el Lobo Terrible es precisamente eso-le rebatió Lavellan-. Aunque era amable y sabio, realmente solo consideraba amigos a los espíritus, siendo los únicos con los realmente le gustaba conversar.
-Bueno, aunque también hablaba mucho contigo, Inquisidora-la corrigió Harding, quien recibió una mirada indescifrable de parte de Lavellan. La enana solo se encogió de hombros-. Es la verdad.
Lavellan carraspeó, con un ligero sonrojo.
-Bueno, tienes razón. Pero, en su mayoría, era con los espíritus.
-Como Cole-asintió Harding. Después, miró a Rook-. Cole era un viejo amigo nuestro, un espíritu que ayudó a la Inquisición en su momento.
Rook se llevó una mano a la barbilla, pensativa.
-Entonces, podemos decir que Solas era una contradicción andante, por lo que entiendo-murmuro, casi para sí misma.
Lavellan rio, en voz baja.
-Si. Era... Es una contradicción-suspiró, temblorosa-. Pero es una contradicción que siempre ayudaba. Que siempre me ayudaba. Sabía ponerme los puntos sobre la ies. Sabía corregirme cuando estaba equivocada, y alabarme cuando lo hacía bien, utilizando su sabiduría como un arma de doble filo. Y fue uno de los pocos que sabía cuándo estaba mal, sabiendo consolarme a su manera -apretó los puños, ligeramente-. Y yo caí como una tonta por esa amabilidad, por ese consuelo que me prestó.
Rook frunció el ceño, algo triste.
-Lavellan...
De repente, Harding levantó una mano, interrumpiendo bruscamente la conversación.
- Esperad -se quedó en silencio durante unos segundos, mirando a su alrededor. Sus compañeras se tensaron, llevándose las manos a sus armas. La enana se dirigió a ellas, pero sin apartar la vista del bosque-¿No notáis que hay una niebla... algo extraña?
Rook tragó saliva, mirando también el alrededor. Caminaron un poco por el bosque, intranquilas.
La enana tenía razón. Había una extraña niebla, que no era como otras, blanca y espesa, sino que era casi invisible, deformando incluso algo el espacio, como si la luz al traspasarla se desviase de forma extraña. Rook asintió, entrecerrando los ojos.
-Es como si el entorno estuviese... cambiado. Es raro -les dijo, en voz baja, insegura de hablar.
De la nada, un ruido metálico de pasos las hizo ponerse alerta. Rook cogió el bastón de su espalda, preparando su magia, mientras que Harding y Lavellan sacaban arco y dagas, respectivamente.
Un centinela antiguo, como el que antes había atacado a Strife e Irelin, se acercó con paso pesado hacia ellas, de forma mecánica, con aire amenazante. Al verlas, levantó su hacha, dispuesto a atacar. Rook sonrió ladinamente ante esto, agachándose ligeramente, mientras hacía crujir sus tobillos.
-Tenemos compañía, parece ser -dijo, señalando con la cabeza al centinela.
A su lado, Lavellan cogió aire, lentamente, mientras daba un paso adelante.
-¿Me permitís? Necesito desahogar un poco -les pidió, haciendo un ligero giro con sus dagas.
Rook la miró, curiosa ante su iniciativa, enderezándose ligeramente. Harding, por su parte, sonrió, y bajo el arco con confianza, como si supiese que Lavellan no iba a necesitar su ayuda. Rook desvió la vista hacia ella, que solo le devolvió encogiendo los hombros.
-La Inquisidora es muy capaz, ya verás.
Rook parpadeó lentamente. Es cierto que había visto a la Inquisidora luchar en medio del todo el caos del ritual, pero esas memorias estaban difusas, borrosas, por lo que realmente nunca la había visto pelear seriamente. Pero, al parecer, eso iba a cambiar dentro de poco.
En un instante, Lavellan lanzó una de las dagas al centinela, el cual retrocedió, asombrado, al ver como la daga se clavaba en el suelo, delante suya. Rook alzó una de las cejas, incrédula. Miró hacia Harding, señalando la daga.
-¿Muy capaz, perdiendo una de sus armas y...?
En un abrir y cerrar de ojos, Lavellan desapareció, con un suspiro. Rook dio un paso atrás, inspirando y mirando a todos lados.
-¿Pero qué cojones?
Era imposible. En un momento, Lavellan había estado ahí y en otro, ya no, como si nunca hubiese existido. ¿Quizás había utilizado magia?
Pero, entonces, la vio.
Con soltura, apareció delante del centinela, arrancando la daga del suelo. Con un par de movimientos más, le rompió uno de los brazos, desencajándolo del eje y de una patada, lo desestabilizo. Con la misma rapidez de antes, se subió encima de él, en dos saltos, clavándole la daga en el pecho sin darle tiempo si quiera a reaccionar con su hacha.
El centinela emitió un ruido eléctrico pero, en unos segundos, se quedó quieto.
Rook cerró la boca, que había permanecido abierta en todo el espectáculo, asombrada.
Trago saliva, ruidosamente. Todo esa exhibición de poder había sido en apenas unos minutos, demostrado la pura habilidad de la Inquisidora, que se alzaba sobre el centinela, mirándolo inexpresivamente.
Fuerza, velocidad y no tener piedad. Una combinación letal para una persona con tanto poder.
Y Rook había tenido razón cuando, en su sueño con Solas, la sintió como una presencia tremendamente peligrosa. Con razón todo el mundo temía a la Inquisición, a pesar de haber sido absorbida casi por completo por la Capilla. Con alguien así al mando...
Lavellan podría dominar el país que quisiese, sin ninguna duda. Y solo su moral se interponía en ese camino, se dio cuenta Rook, clavando la mirada en ella. Y por eso mismo había visto esa mirada de miedo en Solas en el ritual, antes de que todo se fuese a la mierda.
En ese momento, Lavellan se dio la vuelta, interrumpiendo sus pensamientos. Su mirada, antes inexpresiva, se aclaró un poco al mirarlas, como si al combatir no hubiese sido ella misma. En un giro, guardo sus dagas en las funda y empezó a caminar hacia ellas. Un brillo llamó la atención de Rook.
En el cuello de la Inquisidora, ahora se podía ver un collar extraño. Rook entrecerró los ojos, analizándolo.
Era un colmillo de lobo negro. Curioso.
Lavellan llegó donde estaban ellas, mientras se recolocaba la capucha, que se le había caído en el combate. Rook se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, con una sonrisilla.
-¿Por casualidad no te interesaría unirte a Los Cuervos Antivanos? Serías una buena asesina y tendrías muchos contratos. Y mucho dinero. Y menos responsabilidades - Rook levantó la mano, haciendo el gesto universal del dinero con los dedos, mientras movía las cejas de arriba a abajo, de manera sugerente.
Había que reclutar a los talentos cuando se encontraba uno. Y Lavellan era un talento en sí misma, desde luego. Harding le dio un golpe en el brazo, mientras que Lavellan se reía, ligeramente. Rook miró a Harding y se encogió de hombros, frotándose el brazo.
- ¿Qué? Hay que aprovechar las oportunidades que el destino te planta. Yo solo le hago caso.
Harding le puso los ojos en blanco, divertida ante su sugerencia. Aun así, Lavellan no tuvo tiempo de contestarle. Se llevó la mano a una de sus dagas, sacándola con rapidez, cuando escucho un ruido metálico detrás suya. Harding llevó una de sus manos al arco, que no iba a tener tiempo de desenfundar.
-¡Cuidado! -exclamó intentando advertir a la Inquisidora.
Detrás suya, el centinela se había levantado, dispuesto a cobrarse su venganza, como si la magia a su alrededor lo hubiese revivido. Lavellan levantó una de las dagas, mientras se daba la vuelta, dispuesta a clavársela, hasta que se dejase de mover.
Pero el centinela se quedó quieto, tambaleante, con el hacha alzada, sin llegar a bajarla. Una magia, azulada, lo aprisionaba sin piedad, haciendo que se revolviese, sin éxito.
-¡Ja! ¡Te tengo!
Una vocecilla agradable vino de detrás del monstruo, haciendo que el equipo dirigiese su mirada hacia ella, confusas.
Detrás del centinela paralizado, una pequeña elfa con un enorme moño, encima de una roca, extendía una de las manos, que brillaban con un artefacto, una especie de brazalete enorme engarzado a su brazo. Con un ligero gesto que realizó, el centinela cayó al suelo, desactivándose para siempre. Un pequeño orbe de luz salió del autómata, que se dirigió a la elfa, lentamente. Cuando llegó, ella alzó el brazo, absorbiéndolo con el brazalete.
- ¡Ya eres mío! - gritó con júbilo la elfa, dando unos pequeños aplausos.
En frente, a unos pasos de ella, Lavellan guardo sus dagas, curiosa, colocándose al lado de Rook, quién había apoyado las manos en su cadera.
-Un brazalete élfico -murmuro la Inquisidora, al posar la mirada en el brazo de la extraña elfa. Rook asintió, en acuerdo.
De inmediato, al escuchar el susurro de Lavellan, la elfa las miro, sorprendida, como si no se hubiese percatado de la presencia de ellas hasta ahora.
Lo que era bastante probable, viendo su innegable entusiasmo.
-¡Uy! ¡Gente! -exclamó, tapándose la boca con sorpresa.
Con un salto, bajó de la roca donde se había encaramado, de forma ágil. Después, se quedó delante de ellas, con una gran sonrisa.
-¡Hola! -las saludó, levantando una mano amistosa.
-¿Bellara? ¿Bellara Lutare? - le preguntó Rook, devolviéndole la sonrisa.
-La misma en carne, hueso y artefacto -le contestó, levantando el brazalete. Rook suspiró, aliviada.
Vaya. Al parecer la búsqueda había sido bastante rápida. Y Bellara estaba viva.
Un punto a favor de ellas.
-Venimos a buscarte de parte de los Exploradores del Velo-le explicó Rook, alzando una mano. Bellara las miró, una a una, mientras entrelazaba sus dedos y empezaba a moverlos entre ellos, en una especie de tic.
-¿Quiénes sois, exactamente?
-Llámame Rook- la pelirrosa se señaló a sí misma, con una sonrisa ancha.
-Encaje Harding- se presentó Harding, con un gesto de la cabeza.
-Lavellan-Lavellan esta vez se presentó cortésmente, a diferencia de con los otros exploradores del velo, lo que hizo que Rook la mirase por el rabillo del ojos, extrañada.
Sí que algo fallaba aquí, y no sabía el qué. Y eso la mosqueaba bastante.
-No lo entiendo - frunciendo el ceño, confusa, Bellara se ajustó el brazalete, moviéndolo ligeramente sobre su brazo-. El protocolo dictamina que solo se realizará la búsqueda de un explorador pasado una semana después de su desaparición. Y solo han pasado tres días- levantó tres dedos, poniendo énfasis en el número, con un pequeño puchero.
Rook torció el gesto un poco, sin saber cómo decirle las malas noticias.
-La situación ha cambiado... para peor. En un resumen rápido, los dioses élficos Elgar'nan y Ghilan'nain han escapado y Solas ya no es un problema...de momento.
Bellara parpadeó rápidamente, asimilando la noticia.
-Pues sí que es para peor-Cogió un poco de aire, agachando la cabeza- Vale, de acuerdo. Solo necesito un momento.
-El que necesites, aunque, si te soy sincera, cuanto antes, mejor- le confesó Rook, con pesar, mirando como la elfa empezaba a caminar de un lado a otro.
-Lo sé, lo sé, pero es que esto explicaría muchas cosas -le contestó Bellara, parándose por un momento y alzando las manos ligeramente, haciendo un gesto.
- ¿A qué te refieres? - le preguntó Harding a la elfa, con curiosidad. Bellara la miró y señaló a su alrededor, como si quisiese abarcar el bosque entero en sus manos.
-La niebla. Un día, se empezaron a activar los artefactos. Primero, fueron uno por aquí, otro por allá... Nada inusual, de forma errática. Pero, de repente, el cielo se partió en dos y una ola magia pura apareció de repente. - Abrió los brazos, emocionada, mientras su parloteo se aceleraba un poco-. Eso solo puedo haberlo provocado uno... o dos dioses -bajó la voz, como si estuviese contando un secreto a voces. Lavellan ladeó la cabeza, al ver el entusiasmo de la elfa.
-¿No te da miedo? -le preguntó, posando una mano en su cadera, imitando a su amiga pelirrosa. Bellara torció el gesto ante esa pregunta y alzó una mano, dejando dos dedos casi tocándose.
-Un poquito. Pero es emocionante. Igualmente iba a volver al campamento, porque, ya sabes, esto se está volviendo peligroso, pero... -giró la mano, parando de hablar como si el equipo supiese lo que iba a decir.
Pero no era así. Ellas solo miraba a Bellara, con algo de extrañeza, pero sin evitar la simpatía que sentían hacia la elfa.
Era rara, sí, pero de cierta manera su parloteo era adorable, no pudo evitar pensar Rook. Alzó una mano, instándola a continuar.
- ¿Pero? - le preguntó, con premura.
Bellara señaló hacia delante, donde la niebla parecía ser un poco más espesa.
-¿Veis ese brillo? Eso es una burbuja del Velo. Hace que nos separemos del mundo real, por así decirlo. No sería tan malo, si no fuese que una vez que la atraviesas de un sentido, ya no puedes volver. Y es por eso por lo que no he vuelto antes, claro -especifico como si hiciese falta.
-Eso pinta mal - lamentó Rook, preocupada.
Lo que les faltaba. Se metían en una para salir a otra peor. Hoy el destino estaba gracioso con ellas.
Hoy y estos días anteriores, claro.
-Bueno, hay una solución- Bellara se colocó las manos a la espalda, dándoles esperanzas-. Una burbuja de ese tamaño debe tener algo en el centro que este generándola. Solo tenemos que destruirlo... con cuidado.
- ¿Y así volveremos a la realidad? - le preguntó Harding, algo nerviosa.
-Mi teoría es que sí- afirmó Bellara, colocándose un pelo suelto detrás de sus orejas puntiagudas.
-Sabemos nuestro próximo objetivo, entonces. ¿Nos acompañas Bellara? - le preguntó Rook a la elfa, con entusiasmo, aunque sabía que era más bien una pregunta algo tonta.
Bellara tenía que acompañarlas si o si, que para eso habían venido. Se pusieron en marcha, bajo las directrices de su nueva compañera elfa, que estaba encantada de al fin tener más compañía para poder hablar.
Continuaron un poco más por el bosque, peleando contra más centinelas y autómatas y resolviendo algunos puzles, típico de las ruinas élficas antiguas, mientras se dirigían a donde Bellara les indiciaba, para poder salir de esa burbuja de magia. Rook y compañía se detuvieron en varios sitios, fascinadas por lo que veían.
El bosque de Arlathan, que antiguamente había sido la capital de los elfos antiguos, había cambiado bruscamente por culpa de la magia residual del ritual. Había rocas flotantes, extraños seres que brillaban, inofensivos. Todo supuraba magia ahora, desde la hoja caída de un árbol, hasta la piedra más insulsa que podías encontrar. Llegaron a ver incluso un "remolino" , nombre que les había facilitado Bellara, que no era más que una anomalía mágica que se daba rara vez, aunque en esta ocasión su probabilidad de darse había aumentado exponencialmente. Este remolino no era más agua que iba hacia arriba, en contra de la gravedad, lo que hizo que a Rook le dieran ganas de tocarla. Se resistió, duramente, pero lo miró, fascinada.
Dios, se guardaría esa idea para más adelante. Quizás podría replicarla con su magia.
Más adelante, tras abrir una puerta, Bellara jadeó, entusiasmada, como si hubiese encontrado un gran tesoro al otro lado.
- ¡Espera, este sitio...! -murmuró, llevándose una mano a la boca.
Rook miró hacia delante y se asomó por la puerta, curiosa por lo que había encontrado al otro lado. Habían dado a un pequeño balcón, con unas vista preciosas. A la izquierda del balcón continuaba el camino que estaban siguiendo, decididamente. Rook se fijó en lo que se podía ver a través del balcón, un poco más allá de donde estaban. Un templo élfico se veía en la distancia, algo grande. Rook calculo la distancia, rápidamente.
No parecía estar muy lejos de donde se encontraban ahora mismo.
Desvió la mirada hacia Bellara, que observaba ese templo como si la mismísima Mythal hubiese caído delante suya para saludarla. Rook frunció el ceño, confusa.
La vista desde luego era impresionante, desde luego, pero no creía que se mereciera tanto entusiasmo como estaba teniendo Bellara. Ella se adelantó a Rook, apoyándose en la barandilla del balcón y asomándose para ver mejor el templo. Señaló hacia él, mientras las miraba, con un brillo en los ojos.
- ¡Ahí!¡ Ahí encontraremos el artefacto que estamos buscando!
Por eso era su entusiasmo entonces.
El equipo no espero a más. Con un paso rápido, se adentraron más en el bosque, atravesándolo en dirección al templo.
Todas compartían el mismo pensamiento. Debían salir de ahí cuanto antes.
Sin previo aviso, al llegar a un claro, Bellara, quién era la que estaba delante, dirigiendo la marcha, se detuvo bruscamente.
Delante suya, unos seres devoraban a una halla, un ciervo sagrado de los bosques de Arlathan. Los ruidos que emitían eran grotescos, asquerosos incluso, haciendo que el gesto de Rook se arrugase del asco. Sus ojos brillaban de un color rojizo, parecido a la sangre, mientras que su piel era arrugada, cenicienta, dándole un aspecto de muertos vivientes, aunque no se parecían ni remotamente a nada humanoide salvo en la forma bípeda.
Lejos de los que estaban devorando a la Halla, dos más estaban gritándose entre sí, como animales sin razonamiento. Lavellan emitió un silbido entre dientes, furiosa, al verlos, mientras alcanzaba su daga.
-Engendros oscuros.
Nada más soltar esas palabras, los engendros oscuros se giraron hacia ellas, como si la hubiesen escuchado, a pesar de estar algo lejos. Empezaron a gritar, salvajes, desatados. Harding lanzó una flecha y derribó a uno de ellos sin más demora.
-No podemos dejar que escapen o será mucho peor para el bosque.
Rook lanzó un rayo de electricidad a los otros dos, derrotándolos fácilmente, mientras Lavellan los alcanzaba con sus dagas, matando a los que quedaban vivos. Ni siquiera tuvieron oportunidad para contratacar, antes del equipo los redujese a lo que debían ser.
Cadáveres.
Bellara se acercó a ellos, viendo cómo se volvían cenizas, después de ser derrotados.
-Engendros oscuros. Aquí. Jamás lo habría imaginado-. Las observó, con cierto desconcierto-. Hasta hoy.
-Sera mejor que continuemos para salir de aquí cuanto antes- comentó con gravedad Rook, echándose a caminar.
Siguieron unos minutos más el camino, en total silencio, preocupadas por la presencia de los engendros oscuros. Bellara desactivó unos artefactos más, dándoles paso, pero no sin antes batallar un poco más, apareciendo más engendros oscuros de todas partes. Al terminar una de las batallas, Harding se colocó el arco a la espalda mientras comentaba, en voz alta:
-Nunca había visto engendros en el bosque de Arlathan.
-Que yo sepa, es la primera vez- apoyó Bellara su comentario, con cierta preocupación.
-¿Puede ser que los dioses los estén controlados de alguna forma a través de la corrupción? - cuestionó Harding, apoyando una mano en la barbilla, pensativa.
-Me juego mi brazo bueno a que sí- aseguró Lavellan, con firmeza, señalando su prótesis.
-Además, estos eran diferentes. Más raros. Nuevos- puntuó Bellara a sus divagaciones, intentando establecer una lógica correcta.
Rook frunció los labios, mientras miraba al suelo. Movió la cabeza de un lado a otro, intentando despejarse un poco la cabeza, mientras se frotaba entre las cejas.
-Sea lo que sea, sigamos hacia delante. No queda mucho para llegar al templo- Rook les hizo un gesto para que la siguieran. Unos minutos después, tras desactivar otro amplificador, gracias a Bellara, empezaron a ver el principio de las runas élficas, que tenían un tono negruzco, antinatural.
-Corrupción- Lavellan se agachó, acercándose a las raíces negras y vivas que recorrían toda la pared. También discurrían por el suelo, como si de una infección fuese
Rook pensó que ese pensamiento no se alejaba tanto de la realidad.
Lavellan alzó un brazo, pero no llegó a tocar las raíces. Su mano emitió una débil luz verdosa, azulada, mientras fruncia el ceño.
-Es como si... estuviese alimentándose de la magia élfica-murmuró, mientras esa luz desaparecía de su mano. Bellara asintió, en acuerdo. Se acercó a Lavellan, feliz, agachándose a su lado.
-Veo que también sabes mucho de artefactos élficos. Y de corrupción, dicho sea de paso -le habló, con ese entusiasmo que empezaba a ser típico de la elfa.
Lavellan se levantó, alejándose de la corrupción y de Bellara a su vez.
-He tenido mucho tiempo para... estudiarlos. Y combatirlos -le dijo, sin mirarla.
-¿Una compañera de los exploradores lejana, a lo mejor? - le preguntó Bellara, mientras la seguía por el camino, detrás de Harding y Rook.
Lavellan negó, bajándose un poco la capucha, mientras se abanicaba, ligeramente. Bellara aprovecho para mirarla, abriendo sus ojos ligeramente ante la belleza de la elfa.
-No. Soy una elfa dalishana. El clan Lavellan viajaba por las Marcas Libres, asentándose en distintos lugares -le explicó, aunque se filtró cierto odio en su voz, que no explicó por qué.
-¡Oh, una familiar del Sur, entonces! -entonces, miro de arriba abajo el rostro de Lavellan, quien se encogió un poco, incomoda ante la observación. Bellara ladeó una sonrisa, dándose cuenta, mientras se disculpaba con la mirada. Aun así, la curiosidad de la elfa por Lavellan gano a su disculpa.
-Pero ¿y tu Vallaslin? Creía que erais muy tradicionales por aquellos lares. Ya sabes, honrar a los dioses y todo eso -le dijo, mientras señalaba su propio rostro, marcado por el vallaslin dedicado a Dirthamen, el dios élfico de los secretos y el conocimiento.
Lavellan se tocó el rostro, rozándoselo ligeramente mientras una tristeza se alojó en su expresión, profunda, con dolor. Su mirada se emborrono, opacando los colores tan bonitos de sus ojos, quién se clavaron en Bellara.
-Se lo ofrecí a alguien que me prometió la libertad -le susurró, el amor y la pena vagando por su tono, transmitiendo una herida profunda.
Bellara paró en seco ante sus palabras, lo que hizo que Rook y Harding, quien estaban más adelante hablando, se detuviesen, confusas.
-¿Es posible si quiera eso? ¿Ofrecer el vallaslin? - le preguntó Bellara, confusa, con los ojos abiertos como platos, mientras se tocaba su propio rostro.
Lavellan la observó en silencio, sin contestar. Sus ojos relucieron bajo la luz que se filtraba de los árboles, mostrando ese matiz azulado rosado que tanto la caracterizaba. La intensidad de su mirada congeló a Bellara, quién solo pudo tragar saliva ante ella, intimidada como una halla ante una luz intensa.
-¿Pasa algo, gente?
Rook se acercó, preocupada a sus compañeras, que se habían detenido bruscamente.
Había estado escuchando muy por encima la conversación, pero fue la parada brusca de Bellara y la mirada de la Inquisidora lo que hizo que se acercase, preocupada.
¿Qué había pasado?, pensó, mientras las observaba, pensando en si debía actuar.
La Inquisidora parecía una estatua, mientras clavaba la vista en Bellara, que solo se había quedado quieta, mirándola como si estuviese paralizada, intimidada por la elfa.
Entonces, tras unos segundos tensos, Lavellan apartó la vista de Bellara. Miró a Rook, lentamente, mientras sus ojos relucían, con un pequeño brillo verde.
-No. Sigamos -le contesto a la pelirrosa. Sin decir nada más, se adelantó, pasando incluso a Harding, en pocas zancadas, todo en un silencio absoluto.
Vaya, parece que algo le había sentado mal a la elfa. Probablemente, alguna pregunta relacionada a Solas.
Rook frunció los labios, algo preocupada por ella, pero sin llegar a entenderlo del todo.
¿Realmente tanto daño le había hecho el dios para ni siquiera querer hablar de él? Le parecía extraño. Pero es cierto que ella no tenia todo el contexto de la situación, se dijo, mientras se daba golpecitos en la cintura don el dedo, pensativa.
Bellara se colocó al lado de ellas, agachando la vista y entrelazando sus manos.
-Lo siento. No pensé que una pregunta sobre su vallaslin fuese a molestarla tanto -se disculpó, en voz baja.
Harding suspiró profundamente, sin apartar la vista en Lavellan, que las esperaba más adelante, abrazándose a sí misma, mientras alzaba la vista hacia los árboles.
-No se lo tomes en cuenta, Bellara. Ella antes... no era así -le contesto Harding, intentando calmar a la exploradora, que asintió, entendiendo el punto de la enana.
Rook alzó las cejas, escéptica ante sus palabras. No podía ver a Lavellan de otra manera.
-¿En serio? ¿Nada de "me voy a cortar las venas " ni cosas por el estilo? Porque parece ser su personalidad día a día -le susurró Rook a la enana, en cierto secretismo.
Harding le echó una mirada severa, haciendo que Rook se encogiese un poco.
Vaya, había enfadado a Harding. Ups.
-Lavellan era la primera que se ofrecía a ayudar. Fue un ejemplo para muchos hace diez años, sobre todo entre sus congéneres elfos, repudiados en muchas partes. Era una luz dentro de una guerra entre templarios y magos y una esperanza inmutable -la regañó la enana, alzando un dedo. Después, suspiró profundamente, negando con la cabeza- Hasta que Solas se marchó. Y todo se fue al garete.
-Harding.
Lavellan alzó la voz, llamándole la atención. Después, clavó la mirada, dura, en la enana, callándola de golpe.
-Tenemos que seguir -le dijo, y se dio la vuelta, echándose a caminar.
Rook alzó una ceja ante eso.
Lavellan, la misma que le había pedido a Harding no inclinarse ante ella y que le hablase normal, había hecho uso de su autoridad sin dudarlo. Realmente, ese tema debía escocerle.
Solas y su falta de vallaslin tenían relación. Y Rook quería descubrirlo, su curiosidad alzándose como un remolino en su interior. Pero, antes, tendría que convencer a Lavellan, ya que no iba a forzarla a hablar de algo que no quería.
"No la fuerces, peque. Hablará, a su debido tiempo. Confía en ella", le dijo su vocecilla particular, con algo de tristeza. Rook asintió hacia su vocecilla, en acuerdo, y se echó a caminar detrás de Lavellan, en silencio.
Harding volvió a suspirar ante la actitud de la Inquisidora, pero se puso en marcha, en silencio, mientras Bellara suspiraba y las seguía, sin entender realmente que había hecho mal.
Tras unos minutos de caminata en silencio, algo tensa, Bellara observó los edificios que empezaban a aparecer cada vez más, intentando ubicarse.
-Si no estoy equivocada... es por aquí. Ya casi estamos. El artefacto está cerca -les informó, asintiendo ella misma a sus propias conclusiones.
-¿Y que estamos buscando, exactamente? - saltando con agilidad un obstáculo, Rook le preguntó, curiosa por lo que estaban buscando. Al final, en ningún momento habían sabido de que se trataba. Y a Rook le gustaba saber qué demonios andaban buscando, tras tanta caminata.
-Al espíritu del archivo. O, cómo lo llamaban los elfos antiguos, El "Nadas Dirthalen" -ante la cara de confusión de Harding, sonrió, con entusiasmo por poder compartir su conocimiento-. Significa la "inevitabilidad del conocimiento".
-¿Y qué significa eso? Porque la "inevitabilidad del conocimiento" a mí, por lo menos, no me dice nada - le preguntó Harding, aún más confusa.
-No lo sé- Bellara negó, triste, sin poder ofrecerle respuesta-. Las notas de investigación nunca especificaron eso.
Entonces, un murmullo se alzó entre ellas, interrumpiéndolas.
-La obligación del conocimiento- le respondió Lavellan, en voz baja. Todas las miraron, confusas ante lo que había dicho. Lavellan carraspeó, ligeramente, y miró a Bellara con algo de timidez.
Ah, sonrió Rook cuando vio esa mirada. Lavellan quería disculparse y no sabía cómo. Qué mona ella.
-No sé exactamente que contendrá ese... archivo- continuó Lavellan, agachando ligeramente la vista, mientras ofrecía esas palabras de paz-. Pero el significado menos literal de esa frase es la "Obligatoriedad del conocimiento", es decir, que sea lo que sea que tenga, debe ser conocido por quién lo "lea" y transmitido apropiadamente a los demás.
-Ahora sí que has sonado como Solas- comentó Harding, sin poder evitarlo. Lavellan sonrió con gracia, después de unos segundos.
-Casi que me lo voy a tomar como un cumplido.
Sortearon un par de puertas más, entrando por fin en el edificio que habían visto en la distancia. La ruina estaba por todas las estancias, pudriéndolo todo, como la infección que era, matando incluso a lo que no estaba vivo. Avanzaron hasta que dieron a una estancia más amplia, incluso con aspecto más antiguo, más elegante. En el centro, parecía haber una especie de pequeño artefacto, un pequeño pilar que destacaba entre todos lo demás. Bellara se acercó entusiasmada a él, casi dando saltitos de la emoción.
-¡Este es! El Nadas Dirthalen -dijo, dando vueltas alrededor del pilar, mientras lo observaba, con el entusiasmo derrochando por toda su piel.
-Entonces, lo cogemos y para casa, ¿no? - Rook se cruzó de brazos, impaciente por salir ya de ese sitio. Ya tenía ganas de descansar un poco, porque la caminata había sido intensa. Entre engendros, autómatas y ruina, Rook pensó que el día estaba bastante completo.
Necesitaba un descanso, porque apenas había pasado un día desde el ritual. Y, entre Solas metido en su cabeza, la herida de Varric, conocer a la mismísima Inquisidora, ayudar a los exploradores del Velo, tener que tratar de ignorar sus heridas, tanto su mente como su cuerpo solo le gritaban que se fuese a dormir ya.
Pero aún tendría que esperar un poco. Venga, Rook, se animó a sí misma. La has pasado peores, se dijo, con cierta gracia sombría.
Bellara desvió su mirada hacia ella, negando con la cabeza.
-No es tan sencillo, por desgracia. Si lo quito así, sin más, explotaremos medio Arlathan, nosotras incluidos -hizo un gesto con las manos, imitando una explosión, a la vez que hacia el ruido.
Rook levantó la vista al techo, en un rezo desesperado hacia la nada.
-Dime que hay una buena noticia- le suplicó Rook a la exploradora.
-La buena noticia - le sonrió Bellara- es que creo que puedo desviar la energía hacia otro lado.
Su brazaletes se iluminó con una bella luz azulada. Entonces, en un pispas, se dividió en pequeños triángulos, que empezaron a flotar alrededor del brazo de la exploradora. Bellara alzó las manos, haciendo que el archivo empezase a brillar a su vez, reaccionando ante su magia.
-Es extraño- ella cerró los ojos, para poder concentrarse. Empezaron a moverse de un lado a otro, detrás de sus parpados, como si estuviese leyendo algo-. La magia late de forma...extraña. Nunca había sentido algo así. Es como si... respirase -murmuró, distraída.
Justo entonces, una de las paredes explotó en mil pedazos. Un engendro oscuro, mucho más grande que los que se habían cruzado, rugió al verlas, desafiante. Su cara se deformó con el grito, abriendo una boca deforme y enorme, más allá de los límites que debería tener cualquier rostro. Bellara inspiró, asustada, y se colocó a su lado, mientras su brazalete se transformaba en un arco, apuntando hacia el enemigo.
-¡Un ogro! ¡Eso es un ogro! -exclamó, nerviosa.
Rook no esperó a nada más. Dio un paso adelante, frunciendo el ceño con desafío.
- ¡A por él! -gritó Rook, alentando a sus compañeras.
Cogiendo su bastón, y realizando un gesto con él, lo transformó en sus dagas siempre confiables. Lavellan se colocó a su lado, mientras Harding y Bellara retrocedían, tensando sus arcos. Rook dio vueltas al ogro, quién no les quitaba la mirada de encima. Lavellan iba por el otro lado, tensa, sus ojos brillando bajo la luz que se filtraba por las grietas del techo.
El ogro rugió de nuevo, y sin previo aviso, se abalanzó hacia Rook. Dos flechas se clavaron en sus hombros, al unísono, casi deteniéndolo en el acto. Aun así, obligó a Rook a esquivar hacia un lado, para evitar ser aplastada por él. Mientras esquivaba, aprovechó y le acertó un golpe al ogro, haciendo que su sangre roja y espesa salpicase el suelo, manchándolo en gran parte. El ogro se enfureció aún más por su herida y lanzó un golpe, acertándole de refilón a Rook. Esta salió volando y gruñó de dolor cuando se estrelló en la pared.
Puto ogro. Puto día. Menos mal que ya estaba acostumbrada de estos golpes, por culpa de su querido maestro en los Cuervos.
Pero, aún dolía como un demonio, se dijo, mientras se frotaba un brazo.
-¡Rook! -un gritó de parte de Lavellan se escuchó, quién no dejaba de esquivar al ogro, buscando un punto débil.
-¡Estoy bien! - Rook se levantó rápidamente, calmando a sus compañeras quitándose un poco de sangre del rostro de una herida que se había hecho al caer.
Tocaría sacar la artillería ligeramente pesada.
Volvió a transformar sus dagas en un bastón, y lo ancló sus pies con un golpe, emitiendo un ruido cristalino. El suelo alrededor del ogro empezó a congelarse, obedeciendo a la orden de Rook, quién en su mente veía las partículas de magia reuniéndose en pequeños cristales. El ogro, atento a Lavellan, ni se dio cuenta de este hecho hasta que sus piernas se quedaron quietas, atrapadas por su hielo. Un par de flechas más se clavaron en su cuerpo, explotando casi al instante.
El ogro volvió a rugir, dolorido y un aura roja se alzó de él, demostrando que la corrupción empezaba a filtrarse por sus poros, en un intento desesperado de proteger a su portador.
- ¡Está en las últimas! - anunció Harding, mientras tensaba su arco una vez más.
Con un golpe seco, el ogro se soltó del hielo que lo apresaba, mientras bufaba, furioso y sus ojos empezaban a brillar de color rojo, amenazante.
Ah, pero Rook no lo iba a dejar escapar.
En otro gesto rápido, más rápido de lo que un ojo podría verlo, recuperó sus dagas y se lanzó a sus tobillos, rajando sus tendones (o lo que podría hacerse llamar como tal). El ogro cayó a plomo al suelo, con un gemido de dolor.
-¡Mío! -anunció una voz a voz de grito.
Rook miró como Lavellan saltaba, con un brillo en sus ojos, casi como si fuera la mano de la justicia de los dioses. En sus manos, las dagas brillaban con intensidad cuando se las clavó sin piedad en el pecho al ogro, rajándolo de lado a lado. La sangre del ogro salpicó hacia todos lados, manchándola de refilón. El ogro solo pudo convulsionar, tomando su último aliento, ante de desvanecerse en cenizas, a los pies de la Inquisidora.
Rook guardó sus dagas y se acercó a sus compañeras, exultantes, con un grito triunfante.
-¡Bien hecho!
Alzó las manos y chocó las cinco con sus compañeras, contenta. Lavellan le sonrió, satisfecha, mientras su chocaba su puño con el de ella. Bellara miró hacia donde estuvo el ogro, sorprendida, mientras posaba las manos en su cadera.
-Vaya. No esperaba enfrentarme a un ogro nunca-hizo un pequeño puchero, torciendo el gesto-. Aunque bueno, tampoco esperaba enterarme de que mis dioses están intentando arrasar con todo el mundo -las miró, encogiendo los hombros cuando vio sus miradas-. Uno de esos días, ya sabéis.
Rook soltó una risilla, sin poder evitarlo, mientras se tapaba la boca con una mano. Bellara tenía un humor algo extraño que le gustaba bastante.
Casi como el de ella, lo que significaba que iban a cuajar bastante bien, si Bellara quería ser su amiga.
Sin más demora, se acercaron al archivo. Esta vez, Bellara activó sus brazaletes más rápido, haciendo que sonase un clic dentro del pilar.
-Vale, ya está.
Un humillo salió del pilar y su parte superior se abrió, con una luz radiante. Un cristal fue impulsado hacia arriba, despacio, casi como si se estuviera exhibiendo. Bellara empezó a dar vueltas alrededor de él, mientras Rook se acercaba un poco, curiosa de saber qué era. Señaló al cristal, algo preocupada, mientras veía como parpadeaba ligeramente.
- ¿Para qué sirve el cristal? -le preguntó a la exploradora, que se había quedado quieta, analizando el cristal.
-Concentra la energía mágica del ambiente. Por eso estos artefactos duran tanto tiempo.
De golpe y con un ruido, el cristal empezó a volver a guardarse, a lo que Bellara negó fervientemente, mientras emitía un gritito.
- ¡Ah, no! ¡Ni de broma! -le regañó al cristal, como si fuese a escucharla. Lo agarró con ambas manos, tirando de él con fuerza, mientras gruñía del esfuerzo. Rook se alejó un paso, insegura.
Ay, dios. Iba a explotar. Esa cosa iba a explotar, y no iban a encontrar sus restos, y en su lápida pondrá "Aquí me veo por un estúpido artefacto extraño élfico".
Ya podía ver a Solas riéndose encima de su lápida, arrogante, si es que conseguía salir alguna vez de esa prisión sin ella.
-Bellara- le advirtió, con miedo, mientras se tapaba con los brazos.
-Ya casi lo tengo - le contestó la exploradora, tensa. Entonces, con un gruñido de esfuerzo, el cristal salió disparado al aire, volando. Rebotó varias veces en el suelo, teniendo Lavellan incluso que esquivar por los pelos que le diese, mientras se agachaba, con rapidez. Nada más quedarse quieto, una luz se emitió hacia arriba, haciendo que hubiese un pequeño temblor en la estancia. Todas miraron a Bellara, inquietas, pero esta asintió, a pesar de su rostro lleno de dudas.
Total confianza, vamos, pensó Rook, mirando hacia el artefacto. Del cristal, una figura fantasmagórica se alzó, transparente, difuso. Parecía una especie de elfo, con una armadura peculiar y muy, muy antigua.
-Sulahn'nehn. Vir sulevanan, enasal dirthara- Con una voz de otro mundo, las saludo en élfico antiguo, realizando un gesto.
-¿Qué ha dicho? - no pudo evitar susurrar Harding. Rook y Bellara se miraron entre sí. Entre los elfos de la actualidad, no se estilaba el uso del élfico antiguo, lo que provocaba, por lo tanto, que muchos términos escaparan de su conocimiento, inevitablemente. Había muchas palabras que, con el paso de los años, se habían modificado o perdido, cambiando totalmente la estructura del élfico de hoy en día.
- "Bienvenidos, buscadores del conocimiento"- Lavellan susurró de vuelta, traduciendo las palabras-. No es exactamente eso, pero en el lenguaje común, es difícil hacer una correlación exacta.
Ellas la miraron, asombradas por su conocimiento. Harding frunció el ceño, confundida, mientras la miraba.
-¿Desde cuándo sabes tanto de élfico antiguo? -le preguntó, un poco entre dientes. Lavellan solo se encogió de hombros ante su pregunta.
Secretos, más secretos por parte de la Inquisidora. Rook frunció el ceño ante esto, algo descontenta.
-Silencio, chicas. Sigue hablando- señaló Bellara, con acierto, mientras señalaba al espíritu.
Rook se giró hacia él, no sin antes clavar una mirada más la larga en la Inquisidora, que la ignoro, deliberadamente.
-Soy el Nadas Dirthalen- el espíritu siguió hablando, ajeno a su conversación. Bellara se acercó a él, sus manos moviéndose entre ellas en un revoltijo nervioso.
-Vale. Eh...tengo preguntas.
-Soy el Nadas Dirthalen- volvió a decir el espíritu-. ¿Qué es lo que...?
Un ruido de estática reverberó por la estancia. Con unos parpadeos, el espíritu desapareció y el cristal se apagó, sin dar más señales de vida. Bellara gimió en voz baja ante esto, angustiada. Se giró hacia sus compañeras, el rostro lleno de desilusión.
-Yyyyy...se rompió - se lamentó Rook, suspirando.
-Su cristal debe de haberse roto por culpa de la ruina. Habrá estropeado la resonancia del artefacto- explicó Bellara, con pena-. Aun así, - musitó-, debería poder arreglarlo. Es a lo que me dedico. A arreglar cosas mágicas.
Empezó a dar vueltas al cristal, otra vez. Rook observó como en su cara empezaba a verse un interés propio de toda la investigadora que era, con el brillo infinito de la curiosidad. Bellara se dirigió a ella, sin apartar la vista del cristal.
-Irelin y Strife querrán saber esto. Sobre los engendros, sobre la ruina y sobre el cristal. -Agachándose, recogió el cristal con cuidado entre sus manos. Después se giró, con una sonrisa y señaló a la entrada con la cabeza.
-¿Nos vamos, pues?
Caminaron un poco más rápido de camino al campamento, habiéndose desvanecido ya la burbuja de magia que las apresaba, al haber liberado al Archivo. Al llegar ahí, una estampa desoladora las recibió. Muchos elfos estaban en camillas, siendo atendidos por sus heridas, mientras otros tenían una tez pálida, con preocupación en su rostro al ver a sus compañeros heridos.
Rook no pudo evitar que un nudo se hiciese en su interior al ver como estaba sufriendo esta gente, inevitablemente, queriendo ayudarlos en lo que podía. En ese momento, Neve se acercó a ellas, saludándolas y llevándolas hacia Irelin y Strife, quiénes estaban hablando en voz alta, delante de lo que parecía ser su improvisada mesa de reuniones.
-Once heridos, dieciséis en cama y nuestros mejores exploradores, desaparecidos-Irelin refunfuñaba al lado de Strife, sin dejar de moverse en el sitio, con expresión angustiada.
-Sea lo que sea que haya allí fuera, da miedo. Mucho miedo- murmuró Strife en voz alta, sin poder evitarlo. Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre la mesa, como si no pudiese detenerlos, demostrando un nerviosismo que a primera vista no se veía. El grupo de acercó a ellos, con Rook en la delantera, tras localizarlos cerca de la mesa, mientras ellos seguían hablando entre sí.
-Encima, Jahel y Mihlva no han vuelto a informar de Cruce D'Meta -continuó Irelin, su expresión torciéndose en más preocupación aun, abrazándose a sí misma mientras detenía su recorrido nervioso.
A su lado, Strife agachó la vista, cruzando sus manos detrás de la espalda, pensativo.
-Un centenar de personas viven ahí-musitó-. Es extraño cuanto menos.
Rook, al quedarse a pocos pasos de ellos, los miró alternativamente. Espero unos segundos antes de saludarlos, para no interrumpir su conversación.
-Hola- Rook levantó una mano para saludar, con una pequeña sonrisa, pero sintiendo la tensión del ambiente.
Strife e Irelin desviaron la vista hacia ellas y, al ver a Bellara, no pudieron evitar sonreír, con alivio.
-Habéis vuelto. Y con vida. Y con Bellara- se alegró Strife, quien le sonrió a la susodicha, de lado a lado.
Rook miró al campamento, con el ceño fruncido, mientras Bellara se ponía al día con sus compañeros.
-Parece que se han complicado las cosas desde la última vez que nos vimos- señaló Rook, indicando el estado del campamento.
-Engendros tenebrosos- explicó Strife, con un chasquido molesto-. Han aparecido por todo Arlathan, y no dudan en atacar a todo aquel que se mete en su camino.
-Ya hemos evacuado tres campamentos dalishanos- informó con pesar Irelin, continuando las palabras de su compañero.
Bellara levantó un dedo, abriendo los ojos un poco, mientras emitía un ruidito.
-Nosotras también nos encontramos con engendros cerca del Nadas Dirthalen. Con un ogro incluido- les informó Bellara con entusiasmo.
Irelin se quedó ojiplática al escuchar a su compañera, mientras negaba con la cabeza, de la sorpresa.
-Espera, ¿habéis encontrado el Nadas Dirthalen? ¿El espíritu del archivo? -dirigió su mirada hacia Strife, el entusiasmo brillando por un momento en sus ojos-. Con eso podríamos preguntarles sobre los dioses. Averiguar qué planean, quizás.
Rook se cruzó de brazos, mientras sus ojos no paraban de recorrer el campamento, apenada. Observó a los exploradores heridos, que gruñían de dolor y otros que intentaban calmarlos. Apretando un puño, se lo llevo al corazón, compungida.
Si tan solo tuviera tiempo...
Miró a Irelin, negando con la cabeza.
-El archivo está roto. No nos dirá nada. Deberíamos salvar tantos asentamientos como nos sea posible. Es la prioridad -murmuró, mientras su otra parte, la Tejedora, quería actuar cuanto antes fuera posible, para ayudar a tantos elfos como pudiera. Pero sabía que, ahora mismo, debía priorizar otras cosas.
Y le dolía. Mucho.
"No te preocupes, peque. Ayudaremos, de una manera u otra"
-Hemos tenido suerte, llegando a tiempo a los últimos. Pero los engendros se están adelantando. Es cuestión de tiempo quedarnos sin esa suerte- se lamentó Irelin, haciendo que Rook le prestase atención de nuevo, mientras dejaba de escuchar a su vocecilla particular, que intentaba animarla.
-Son impredecibles. No sabemos cuál puede ser su próximo movimiento- Strife apretó los labios, molesto ante este hecho.
Unos segundos de silencio pasaron, intentando cada uno pensar en alguna solución.
-El cruce D'Meta- soltó Bellara, de repente. Rook la miró confusa, sin saber a qué se refería.
- ¿Perdón?
-Irelin, Strife. Cuando llegamos, estabais hablando de que habíais perdido el contacto con el cruce D'Meta-miró a Rook, esperanzada-. Podríamos ir todo el grupo a investigar qué ha pasado. No es mucho, pero es un primer paso.
El grupo se miró, de acuerdo con esa idea, mientras asentían.
-Esta vez, os acompaño -le dijo Neve, a lo que Rook asintió, con una pequeña sonrisa.
Strife asintió a su vez, mientras señalaba hacia un lado del campamento.
-Hay un bote en los muelles. El cruce está en el extremo oeste del lago. Tened cuidado, chicas -se giró hacia la mesa, apoyando una mano y poniendo una expresión sombría-. Algo peligroso acecha. Y no sabemos el qué.
El grupo cogió el bote, intranquilas aun por las palabras de Strife, que parecían predecir un futuro sombrío. Mientras más se acercaban remando, esa intranquilidad aumentaba, haciendo que se mirasen entre ellas más a menudo, buscando una tranquilidad entre ellas que no conseguían encontrar. Bellara no pudo evitar soltar un suspiro nervioso, después de un tiempo, con sus ojos avellanas mirando a todas partes, como si quisiera anticipar el peligro.
-Extraño. Nunca había visto tanta niebla en el Cruce D'Meta.
Rook observó también su alrededor, con el ceño fruncido. En su interior, algo le decía que la cosa iba mal. Muy mal. Y su intuición pocas veces fallaba, acompañada por su detección de magia, que también estaba alterada. A su lado, Lavellan también estaba tensa, con los nudillos blancos de tanto apretar la madera de la barca. Tenía un tic en la mandíbula, que se le podía ver fácilmente ya que había decidido no cubrirse con la capucha en esta ocasión, queriendo tener el mayor rango de visión en caso de necesitarlo.
En poco rato, tomaron tierra, bajando con cuidado de la barca, que se tambaleó entre las aguas oscuras que estaban extrañamente quietas. Bellara bajo rápido, intranquila, al ver que no encontraba rastro de vida en el pequeño muelle de la ciudad.
-Esto no me gusta. Los muelles siempre están llenos de vida, con gente de acá para allá haciendo recados.
Ahora, ese muelle estaba en un silencio sepulcral, como todo el pueblo. No escuchaban nada, ni siquiera el piar de un solo pájaro.
Rook tragó saliva ante eso, levantando una mano.
-Hay que tener cuidado -advirtió-. Si ni siquiera se escucha un pájaro...
-Es que algo peligroso anda cerca-continuo Lavellan por ella, llevándose una mano a las dagas.
Avanzaron con cuidado, observando todo en varias pasadas. Llegaron a la zona del mercado, donde Bellara retorció sus manos, aún más nerviosamente que antes.
-Esto está mal. Hoy es día de mercado. Deberían estar comprando pan, regalos, ¡cualquier cosa! - exclamó, con la desesperanza en su voz. Avanzó con prisa, sobrepasando el grupo. Rook le alcanzó el paso, vigilando que no hubiese algo peligroso, protegiéndola mientras ella intentaba encontrar a alguien. Sus compañeras las siguieron de cerca, con las manos apoyadas en sus armas. Cuando llegaron a una pared, la sobrepasaron de un salto y entonces, lo vieron.
Corrupción, por todas partes, mucho peor de lo que habían visto en las ruinas élficas, recorriendo hasta el más mínimo rincón, palpitando con ese latido tan tenebroso. Bellara se tapó la boca con horror al ver la estampa tan sombría que estaba delante de ellas.
-No puede ser... -murmuró, con angustia.
-Chicas. Un aldeano- Neve señaló más adelante, donde se veía a una persona. Se acercaron, descubriendo con horror la mirada perdida del aldeano, quien tenía síntomas de corrupción por toda la piel. Las venas de su piel se veían negras por todo su rostro, y sus ojos eran de un rojo demoniaco, sin vida, opacos, mientras se fijaba en algún punto, sin darse cuenta de su presencia.
-Ninguno debe salir-murmuraba, en voz baja-. Todo el mundo debe quedarse dentro. Dentro- un bamboleo de atrás hacia delante acompañaba a sus palabras, que parecían un rezo demoniaco.
-¿Hola? -Rook pasó una mano delante de él, sin ningún resultado.
-Que no salga nadie. Lo dijo el alcalde-el aldeano volvió a repetir lo mismo, sin prestarle atención. Rook se giró hacia su grupo, encogiéndose de hombros sin saber qué hacer, algo desesperada. Para su disgusto, vio como los ojos de Lavellan brillaban con pesar debajo de su capucha, anunciando noticias que Rook no quería escuchar.
-Tenemos que seguir. No tiene salvación- le murmuró con tristeza. Rook asintió, afirmando, pero agacho la vista, apretando los puños. Sus ojos brillaron de un ligero rosa, furiosa.
Sea de quién sea obra lo que había ocurrido en este pueblo... Lo pagarían caro.
Se adentraron más en el pueblo, encontrando más aldeanos corruptos. El corazón de Rook se rompía cada vez más, por este pueblo que parecía no tener más salvación, la furia y la tristeza mezclándose entre ellas, sin saber cuál de las dos predominaba más. Al llegar a la plaza principal, Bellara miró a su alrededor, con nerviosismo, intentando encontrar a más personas, corruptas o no.
-Esta es la plaza del pueblo- resolló, asustada, mirando a sus compañeras.
-Busquemos supervivientes- Neve se adelantó con paso firme, colocándose a su lado, mientras apoyaba una mano en su hombro, intentando calmarla.
Se separaron, registrando la plaza de arriba a abajo. Rook se quedó atrás, mientras que sus compañeras se adelantaban, quedándose sola a la entrada de la plaza.
-Esto es raro- se sujetó la barbilla con una mano, pensativa, dejando por un momento a lado sus sentimientos, mientras intentaba pensar que estaba pasando en el pueblo-. Algo, o alguien, está sometiendo a los aldeanos con magia mental. Y muy fuerte.
"Algo peligroso. Ten cuidado, Rook"
Empezó a caminar, pensativa, entre toda la corrupción, mientras intentaba sacar algo en claro, sin éxito.
¿Quizás los dioses, de alguna manera, lo habían podido hacer? Pero ¿tan pronto actuaban, después de salir de su cautiverio? Apenas había pasado un día y medio desde el ritual de Solas, sin contar el tiempo que ella estuvo inconsciente.
Todo era extraño, muy extraño.
Más adelante, se encontró a Bellara arrodillada, junto a una Lavellan que tenía la cabeza agachada a su lado, de pie. Rook se acercó a ellas, sabiendo que algo malo ocurría cuando escucho un ligero llanto proveniente de Bellara.
-Ella era Adeline. Nos ofrecía las mejores especias de todo Arlathan. - Bellara sollozó un poco, apretando los puños en las rodillas, mientras señalaba con la cabeza a una aldeana, hace tempo muerta, con sus ojos girados hacia el cielo. Rook se puso a su lado, consolándola, mientras Lavellan se agachaba, cerrando los ojos de Adeline.
-Ma serannas. Falon'Din enasal enaste-rezó, utilizando una oración en élfico, común en los funerales. Bellara se lo agradeció con la mirada, mientras se despedía de su amiga, con un último sollozo y una caricia en su rostro. Se levantó, temblorosa, pero se limpió las lágrimas y asintió, con una determinación nueva en su rostro.
Juntas, siguieron el camino, encontrándose con Neve y Harding más adelante, que estaban observando la corrupción en uno de los edificios, en silencio.
-¿Alguna vez habías visto algo parecido en tus viajes, Harding? - le preguntó Neve, rompiendo ese silencio, tenso por la situación. Harding negó con la cabeza, con frustración.
-La ruina siempre era estática, muerta -miró a la Inquisidora, que asintió, dándole la razón en silencio. La enana desvió la vista, clavándola en una de las raíces, que palpitaban a un ritmo misterioso, terrorífico casi-. Pero esta corrupción... Vive. Late. Es totalmente diferente.
El silencio se volvió a asentar entre ellas. Rook desvió la vista hacia un lado, suspirando.
-Sigamos, a ver que encontramos.
Continuaron moviéndose, descubriendo mucha más corrupción entre más se adentraban. Estaba por todos lados: edificios por fuera, por dentro, en las fuentes, en las piedras del camino...
Era como si todo el pueblo fuese una bulba de corrupción gigante. Y eso no le gustó nada a Rook, sintiendo incluso que la magia que solía flotar en el aire estaba mancillada, de alguna manera.
Justo entonces, vieron dos figuras más adelante. Se acercaron a ellas, descubriendo dos aldeanos supervivientes más, pero sus intentos de hacer que respondieran fueron infructuosos, nuevamente. También tenían un balanceo extraño, junto a esa mirada roja, perdida en la nada. Pero lo que pronunciaron sus labio fue lo que las alertó:
-Debemos llevárselos al alcalde. A los exploradores.
Todas se miraron, sorprendidas ante estas palabras.
-¿Exploradores? -susurró Lavellan, mirando a Bellara. La elfa asintió, con los ojos abiertos como platos.
-Debe de referirse a mis compañeros perdidos. Seguro.
-En ese caso, deberíamos buscar al alcalde- Neve se adelantó un paso, moviendo su bastón, pensativa-. Si, como ha dicho, se llevaron a los exploradores, puede que estén con él.
Volvieron a ponerse en marcha, pasando más paredes por encima y rompiendo bulbos de corrupción, con más prisa que antes, al tener una pista de los exploradores del velo.
Se arrastraron por una pared, con cuidado, siendo Rook la última, cuando escucho el grito de Bellara.
- ¡No! -exclamó, con horror en su voz.
Rook terminó de cruzar, apresuradamente. Entonces, abrió los ojos como platos, clavando la vista en lo que se habían quedado sus compañeras mirando, sin palabras.
Uno de sus compañeros exploradores, a vista de su vestimenta, se encontraba en el suelo, muerta, envuelta entre tentáculos de ruina, que parecían no querer soltarla. Bellara se acercó con pesar, sin llegar a tocarla, pero con lágrimas en los ojos al mirarla.
-Mihlva... -susurró, apenada, su voz temblorosa. Sollozó un poco, pero un murmullo, que parecía llegar de más arriba, los interrumpió.
Un murmullo que no pertenecía a ninguna de ellas.
-¿Bellara?
Rook alzó la mirada, quedándose más ojiplática aun. Llamó la atención de la exploradora, con un ruido. Ella se dio la vuelta, mirando hacia donde lo estaba haciendo Rook, abriendo también los ojos con sorpresa.
El otro compañero de ella se encontraba atrapado por una masa de corrupción, mucho más arriba, alzándolo unos metros sobre el suelo. Parecía que estaba intentando absorberlo hasta que no quedase nada de él, mientras los tentáculos se apretaban cada vez más, con un extraño ruido de succión. Bellara se acercó a él, asustada, intentando ayudarlo, pero sin saber cómo.
-¡Jahel! ¡Estás vivo! -jadeó, con alivio en su voz, mientras se acercaba aún más.
-Cuidado, Bellara. Es peligroso- Rook la detuvo poniéndole una mano en el hombro, jalándola hacia detrás. Bellara no se resistió, entendiendo el peligro. Entonces, Jehal levantó la cabeza sin fuerza, intentando enfocar hacia donde estaba ella, sin éxito.
- ¿Bellara? ¿Estás ahí? -preguntó, en otro susurro débil.
- ¡Sí! Sí, estoy aquí, Jahel -exclamó Bellara, intentando hacer que su compañero mirase hacia ella.
Jahel, esta vez, supo localizarla, su vista aclarándose levemente. Rook tragó saliva, mirando a sus compañeras, mientras desviaba la vista del rostro esperanzado de Bellara. Todas ellas le transmitieron lo mismo al clavar la vista en la pelirrosa:
El explorador no iba a sobrevivir.
-Bellara, escucha- Jahel emitió un suspiro débil, como si cada palabra le arrancase cada segundo de vida que le quedaba-. Los dioses... Ellos... han regresado. Los he visto... He escuchado sus voces.
Un tentáculo rosado de la corrupción iba rodeándole el cuello, poco a poco, mientras hablaba. Rook fijó la vista en él, impotente por no poder hacer nada.
- ¿Esto es cosa de los dioses? - murmuró con alerta Bellara.
Bingo, se dijo Rook, sombría. El pensamiento de antes era correcto, entonces.
"Con más razón debes tener cuidado, peque. Todas vosotras"
Jahel siguió hablando, cada vez más débil, ignorando o quizás no escuchando las palabras de Bellara, como si quisiese emitir sus últimas palabras, su última advertencia a su querida amiga.
-Un ritual de sangre. Lo usaron para liberar la ruina en el pueblo-. Tomó aire, lentamente, su pecho moviéndose cada vez más lento-. Los aldeanos dijeron que necesitaban... poder. Ten cuidado... Bellara.
No hubo tiempo para nada más.
La corrupción lo aplastó, matándolo en el acto, mientras Jahel emitía un último gruñido de dolor. Un río de sangre cayó a sus pies, y su cuerpo cayó, flácido, envuelto aún en esos mortales tentáculos. Bellara soltó un grito de pena, encogiéndose en sí misma, mientras se envolvía con los brazos.
-No...-sollozó. Rook se acercó a ella, envolviéndola en un abrazo.
-Lo siento mucho, Bellara-susurró, intentando consolarla.
Lavellan, a su lado, volvió a murmurar el rezo en élfico, despidiéndose de estos exploradores valientes, que lo habían dado todo para intentar salvar el pueblo.
Incluso sus propias vidas.
Rook la acompañó, separándose de Bellara, mientras agachaba la cabeza, jurando vengarse por toda esta gente afectada.
En ese instante, un temblor sacudió el suelo, junto a una voz que les alcanzo el viento. Parecía desesperada, pidiendo ayuda.
Rook no esperó a nada más. Localizó su magia, en su interior. Miles de hilos se abrieron paso a sus ojos, mostrando el hilo de la vida de todas las personas que algunas vez vivieron en ese pueblo. Miró cada uno de ellos, localizando uno palpitante, del color del oro. Lo tocó, ligeramente.
Pertenecía a alguien que aún seguía con vida. Y daba un brazo que pertenecía a esa voz. Rook la miró, con sus ojos rosados, llenos de magia.
-Por aquí.
Echó a correr, sin esperar a más.
Sus compañeras se quedaron estupefactas, sin saber que había pasado.
Al final, su magia solo podía verla la propia Rook. Y no solía utilizarla de esa manera. Pero estaba harta, harta de andar siempre un paso por detrás.
Sus compañeras se miraron entre sí, y, sin dudarlo, la siguieron, alcanzando su paso. Un rugido sonó durante el camino, haciendo que aflojasen un poco el ritmo, con temor.
- ¿Qué ha sido eso? - susurró Rook, no queriendo atraer lo que sea que haya emitido eso, mirando otra vez el hilo.
Parecía ir de donde venia ese rugido. Mierda.
-Fenhedis- Lavellan maldijo en élfico, sacando a relucir su nerviosismo, con un tono extraño en su voz.
Avanzaron sin más demora siguiendo a Rook. Después de unos minutos, llegaron a una pequeña llanura, que daba a un barranco, bastante profundo. En esa ladera, una persona estaba atrapada en un bulbo de ruina.
Rook volvió a mirar el hilo, dorado, algo ennegrecido al acercarse a su dueño que, efectivamente, era la persona atrapada por la ruina. Se acercaron a él, para ayudarlo, pero parecía intacto, en mejor estado que todas las personas que se había ido encontrando. Un rugido volvió a sonar, mucho más cerca esta vez. La Inquisidora avanzó un paso, colocándose delante de ella, mientras sacaba su daga, alzándola, y sus ojos empezaban a brillar, con desafío.
-¡Atrás! - exclamó Lavellan- ¡Un dragón!
Y, efectivamente, pudo corroborar Rook un segundo después, un dragón se alzó por encima de ellas, apoyándose en el suelo, haciendo temblar todo. El aldeano gritó, desesperado, cuando el dragón acercó su boca a él, llena de dientes filosos.
- ¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda!
Rook analizó la situación con rapidez. El dragón era mucho más rápido que ellas, Y mucho más mortal. así que solo quedaba un opción.
Actuar como la líder que se suponía que era, aunque fuese en funciones. Levantando una mano para evitar que sus compañeras la detuvieran, emitió un silbido hacia el dragón, mientras sonreía burlonamente, con falsedad en su expresión, intentando ocultar su miedo.
- ¡Eh, tú! ¡Perrito, perrito, ven aquí! -chasqueó los dedos, intentando atraer su atención. Detrás suyas, sus compañeras inspiraron fuertemente, sin creerse que estaba tratando a una dragona, en vista a su tamaño y alas, como una mera mascota.
Bueno, para todo había una primera vez.
La dragona se giró hacia ella, desviando su atención del ciudadano, con unos ojos oscuros, rodeados de un ligero color rojizo. Un silencio tenso se asentó, mientras Rook sostenía la respiración, devolviendo su mirada. Dentro suya, su instinto le gritaba que se diese la vuelta y corriese sin mirar atrás, pero se mantuvo firme en el sitio, con la magia más pura en la punta de sus dedos.
Si quería guerra, La Tejedora se la iba a dar.
NO ES UNA DE NOSOTROS
CORRUPTA
MALDITA
Rook inspiró, abriendo los ojos ligeramente.
Esa voz...no había sido la de siempre. Había venido de dentro de ella, de algo muy profundo.
Casi cerca del núcleo de su magia.
Chasqueó, molesta, dándose cuenta de lo que había pasado.
"No es momento para eso" riñó hacia su vocecilla particular, que se mantuvo en silencio. Ya hablaría con él más tarde, para explicarle cuando no es adecuado hacer las bromitas de voces extrañas.
Como un rayo, el dragón alzó su cabeza y una voz entró en sus mentes, profunda, misteriosa.
-Sangre fresca-una voz femenina, distorsionada, habló a través de la dragona. Lavellan soltó el aire, conmocionada, al escucharla, mientras todo su cuerpo se tensaba, como un arco.
-Ghilan' nain.
Rook la miró por un momento, estupefacta, preguntándose cómo demonios sabía que era la diosa. Aun así, volvió su mirada al dragón, o a la diosa, mejor dicho, intentando prever el peligro que se venía, si realmente era uno de los dioses que se habían fugado. Esta continuó, sin haber escuchado el susurro de la Inquisidora.
-Un corazón voraz. Alguien como nosotros- su mirada se fijó en Rook, sin parpadear, brillando de rojo-. ¡Criatura, ven a mí!
Y con estas palabras, alzó el vuelo, desapareciendo entre la niebla con un rugido.
Asustadas, permanecieron mirando la niebla unos minutos más, por si acaso que volviese, esta vez para luchar.
Tras ver que no había peligro, Rook, sin poder evitarlo, se giró hacia la Inquisidora. Sus ojos se estrecharon, clavándose en la Inquisidora con una intensidad fría, como si intentara descifrar cada movimiento, cada palabra que iba a venir de ella.
-¿Cómo sabías que era Ghilan' nain? - le preguntó, abruptamente.
Esta desvió la vista, como si no quisiera mirarla.
-No... No lo sabía. Fue... una corazonada -dijo ella, con un leve tartamudeo. Rook chasqueo, molesta.
Mentira. Mentira cochina.
Con un gesto, invocó sus hilos, enfadada y con otro, los envolvió alrededor de Lavellan, quien jadeó al sentir la presión, al igual que sus compañeras, que no podían ver los hilos, pero podían sentir la presión mágica del ambiente.
Neve jadeó a su espalda.
-Dios mío. Este es el poder de la Tejedora.
Rook tiró de la elfa, acercándola, sin prestarle atención a las palabras de la maga. Su mente estaba llena de furia, de traición hacia alguien en quien había empezado a confiar.
-Mientes- La Inquisidora se tensó ante esa palabra, dicha entre dientes por la elfa, con decepción en su tono, pero no hizo nada para intentar apartarse ni resistirse.
Rook sabía que Lavellan era más que capaz de hacerlo, de plantarle cara. Y no lo hacía, ni aun después de haber descubierto parte de sus poderes con ella.
Y eso la enfadaba más aún, haciendo que apretase más sus hilos y que Lavellan se mordiese los labios, visiblemente, seguramente por sentir la presión de su magia. Pero aun así no emitió palabra, tozuda. Rook gruñó, casi emitiendo un grito.
-Hablas y entiendes élfico antiguo perfecto, sabes quién es Ghilan' nain con solo escuchar su voz, cosa que es imposible, porque estaba en una maldita prisión y tiene miles de años más que tú ¿Qué más no nos has dicho, Lavellan? ¿Qué más ocultas, Inquisidora? - le cuestionó, agresivamente. Los ojos de Lavellan empezaron a brillar, de color verde.
Verde como la magia de cierto dios élfico.
- ¡Rook! - Harding le agarró del brazo, tirando de ella para separarla de la Inquisidora, sin saber que realmente eran sus hilos la que la acercaban. Esta se dejó hacer y, con un gesto de su mano, soltó los hilos, que desaparecieron, haciendo que Lavellan se tambalease ligeramente. Ella tragó saliva, frotándose la garganta, que empezaba a tener un color rojizo, por culpa de uno de los hilos.
Rook sintió un fugaz arrepentimiento, y apretó los puños, molesta. Quizás se había pasado un poco. Solo un poco.
"Bastante, Rook. Bastante" le replicó su vocecilla, con voz dura, lo que hizo que Rook se llevase una mano al pelo, removiéndolo un poco, mientras echaba un vistazo a sus compañeras. Ellas también la miraban, con un rictus severo. Rook inspiró, tratando de calmarse.
Vale. Se había pasado bastante.
Miró a Lavellan, tragando saliva ligeramente, mientras la culpabilidad la rodeaba.
-Oye, yo...
Lavellan levantó una mano, deteniéndola. Entonces, la miró, con determinación en sus ojos.
-No soy un peligro para vosotras. Nunca lo seré. Te lo prometo, en nombre de la Inquisición- la mirada que le dedicó Lavellan contenía esa determinación que quería transmitir, pero contenía una tensión enorme, casi una súplica, como si quisiese realmente la confianza de Rook. Rook la observo fijamente un poco más, mientras sus compañeras debatían si interponerse entre ellas. Entonces, suspiró. Y cogió una poción curativa de su bolsa, tendiéndosela tímidamente.
-Lo siento -murmuró, sin mirarla.
Los segundos pasaron entre ellas, tensos. Rook torció el gesto ante ese silencio, mientras no bajaba la mano.
Joder. La había cagado a base de bien. Y encima con su contratista. Sabía quién iba a darle de palos como se enterase de ese ligero hecho.
Pero, tras un momento, sintió como Lavellan la cogía. Levantó la vista hacia la Inquisidora, que le sonreía levemente.
-Gracias. Y lo entiendo. Entiendo tu reacción-le murmuró, asintiendo y cogiendo esa bandera de la paz.
Rook inspiró, devolviéndole la sonrisa. Palmeo su hombro, con torpeza.
-Aun así, me debes una explicación, ¿eh? -le dijo, medio en broma, medio en serio.
Y Lavellan volvió a sonreírle, mientras bebía de la poción, sin contestarle y sus amigas soltaban una risilla nerviosa, sintiendo como la tensión se aliviaba entre ellos, al menos, de momento.
- ¿Hola? ¿Me podéis ayudar?
Bellara, junto con las demás, se acercaron al hombre que estaba atrapado. Había permanecido en silencio, mientras las miraba, como si temiese que fuesen enemigas, pero, tras un rato se dio cuenta de que no era así y volvió a llamarlas, intentando buscar ayuda. Bellara es agacho ligeramente, mientras lo miraba con una mano en la barbilla.
-Te conozco. Eres el alcalde Julius.
-La aldea... La gente... ¿han...? - intentó preguntar el alcalde, quedándose a mitad de la frase, como si la pregunta le pesase demasiado.
-Han muerto. Los han corrompido. No queda nadie- contestó con brusquedad Harding, mientras se abrazaba a sí misma.
El alcalde sollozó, compungido, mientras su postura decaía un poco.
Y entonces, Rook lo entendió todo. El Cruce D'Meta. La corrupción. El alcalde.
Y el dorado de su hilo.
Bellara apretó los puños, furiosa, llegando a la misma conclusión que Rook.
-Tú. Los vendiste a los dioses, ¿verdad?
El alcalde sollozó más fuerte cuando se colocaron a su alrededor, cada mirada más severa que la otra. Los ojos de Lavellan parecían dagas, clavándose en el alcalde.
Rook torció ligeramente el gesto.
No le gustaría estar bajo esa mirada ahora mismo. No, cuando venía de una de las manos más poderosas que existían en Thedas.
-Yo... Yo... me obligaron. Por favor...-suplicó el humano, tembloroso-. Estaban en mi cabeza, me infectaron. No... no podía hacer nada.
-Han muerto por tu culpa. Los traicionaste-Rook le acusó, sin piedad, sus manos brillando con la magia acumulada, queriendo desatar los hilos, pero reteniéndose.
Ya la había cagado una vez. No iba hacerlo dos veces, no cuando había sido tan reciente.
- ¡No! No, no. Me engañaron. Intenté protegerlos, de verdad -replicó el alcalde, resollando, mientras los tentáculos lo apretaban-. Pero los dioses me dijeron... Me dijeron que solo querían a los exploradores. Que los demás solo iban a conocer la gloria de la nueva creación de Ghilan'nain. Me ofrecieron oro... Mucho oro...- recalcó, queriendo hacer comprender del poco acierto de sus decisiones a ellas. Rook bufó, sin creérselo.
Ingenuo. Puto ingenuo.
Los hilos empezaron a aparecer a su alrededor, pero no hizo uso de ellos, resistiendo aún a su furia, mientras se mantenía en silencio.
-¿Me estás diciendo que los vendiste por oro? ¿A tu gente? - el gruñido que soltó Lavellan se escuchó como una maldición, fuerte y dura, como si quisiera arránquele la cabeza por la mera insinuación de una respuesta que sabía que era un sí rotundo.
El alcalde gritó con miedo, sin contestarle, quizás teniendo un poco de lucidez aún.
-Así que te llevaste a los exploradores al centro de la aldea...- especuló Rook, mientras los hilos se movían a su alrededor, expectantes de actuar.
-¡Para un ritual de sangre!-terminó la frase Bellara, su enfado aumentado a pasos agigantados, mientras miraba al alcalde.
-Porque los dioses necesitaban poder- continuó Neve, cruzándose de brazos, con pesar, mientras miraba al hombre, con decepción.
-¿Sabías que planeaban los dioses? - le preguntó Rook al alcalde, queriendo sacarle la verdad, mientras hacía que sus hilos lo rodeasen ,sin tocarle. Él solo negó, o lo intento, pero la presión de su magia era grande, haciendo que empezase a sudar por la presión.
-Pensaba que, entregándole a los exploradores, estaríamos a salvo. Que igual nos perdonaban. Por favor, sacadme de aquí, os lo suplico -volvió a pedir, mirándolas a cada una, intentando encontrar un alma benevolente en ellas.
-Por mí, te dejábamos aquí-soltó Bellara, con indignación, mientras se giraba a sus compañeras, con el ceño fruncido. Harding miró a Rook, dudosa, buscando su liderazgo, dividida entre si liberarlo o no.
- ¿Rook?
Esta dudó, apoyando las manos en la cadera. En su corazón, deseaba que el alcalde se pudriese junto con la corrupción.
Que sufriese lo que habían sufrido los ciudadanos que debía haber cuidado. Que muriese, mientras sus hilos lo desgarraban, poco a poco.
Antes eso, ellos vibraron, emocionados, queriendo obedecerla. Pero algo los detuvo. O, más bien, alguien.
"No, Rook. No eres así"
Rook sintió como él actuaba sobre los hilos, recogiéndolos y haciendo que desapareciese. Suspiró, apretando los dedos en su cadera.
"No iba a hacerlo igualmente"
"Lo sé, peque. Lo sé"
Con un suspiro agotado, levantó la mirada y observo a sus compañeras. Entonces, hizo un gesto con la cabeza.
-Vamos a soltarlo.
Bellara torció el gesto, pero obedeció, aunque entre murmullos enfadados, la mayoría dirigidos al alcalde. Con esfuerzo, soltaron al hombre, que besó el suelo con fervor, lo que hizo que arrugasen el rostro con asco al vero. Rook señaló hacia los muelles, sin prestarle atención.
-Volvamos. Tenemos que informar de este desastre a los exploradores.
Se pusieron en marcha, el silencio como acompañante, mientras se despedían de este pueblo, ahora maldito y, probablemente, olvidado en el tiempo.
Lavellan observó cómo sus compañeras se adelantaba, yendo hacia el muelle en completo silencio. No las siguió de inmediato, no.
Primero debía hacer algo.
Su mirada se desvió hasta el hombre que estaba en el suelo, sollozando levemente. Se agachó a su altura, con lentitud. Apoyó una mano en su hombro, pareciendo que quería consolarlo, pero apretó ligeramente de más, llamándole la atención. El alcalde subió la vista, en principio aliviado, pensando en que alguien lo comprendía, al fin, pero se quedó sin aire al ver los ojos de Lavellan, con su peculiar color brillando con intensidad, casi con un brillo verdoso.
-Tú...- suspiró el alcalde, con miedo. Lavellan se quitó la capucha, que se había colocado hace bastante rato, dejando ver su pelo prístino.
-No te iras, así como así un dedo, realizó un gesto en su frente, empleando un poco de magia y quedando un símbolo invisible marcado en él.
Un ojo atravesado por una espada y, a su alrededor, unos rayos, que lo rodeaban, como un aura misteriosa. El alcalde emitió un grito, apartándose de ella bruscamente al sentir la quemazón de su magia. El olor a orina se filtró en el aire, lo que Lavellan solo miró indiferente, mientras se levantaba.
-Serás castigado de acuerdo con el poder que la Divina me ha otorgado- Dio un paso hacia detrás, tapándose el cabello, dejando a la vista solo el brillo de sus ojos, que no contenían piedad-. La Inquisición te atrapará, vayas a donde vayas, y serás juzgado bajo mi mandato. Bajo el mandato de la Heraldo de Andraste -murmuró, utilizando ese título que negaba, pero que utilizaba en momentos así.
En momentos de demostrar porque los seres humanos no quedarían impunes ante los delitos que cometiesen. Ni los humanos, ni nadie.
No mientras ella viviese. No, mientras su Inquisición siguiese en pie.
-¡No! - el alcalde se arrastró hacia ella, suplicante-. Por favor, por favor, Inquisidora. No fue mi culpa. Los dioses...
-Cállate-siseó Lavellan, sin mirarlo-. Dale gracias a Rook, nuestre líder, porque si no fuese por elle, no estarías aún vivo - Con una mirada, lo silencio, utilizando su autoridad. El alcalde sollozó en voz baja, y Lavellan se dio la vuelta, con pasos sordos, dejando solo el llanto del alcalde como una sinfonía nueva que añadía a sus pesadillas.
Una de todas las que siempre le acompañaba, pero una que iba a disfrutar fervientemente.
