Advertencia
Esta historia traerá a colación temas bastantes serios y sensibles, como lo son la depresión, ansiedad, pérdidas, situaciones de abuso, etc. Soy consciente de que este contenido puede ser demasiado para algunas personas y, es por ello, que si en algún momento sienten que el fic no les hace bien o, simplemente, ya no quieren leerlo, sepan que sabré comprenderlos al cien por ciento.
Trataré de manejar todo esto con la mayor seriedad y realidad posible. De antemano pido disculpas si sienten que no he llegado a lograrlo.
Desconocidos se situa un año y medio después del epílogo de Desconocida (por lo que en todal, han pasado alrededor de 9 años y medio, desde el capítulo final de la primera historia)
Sin más que agregar, les doy la bienvenida a esta segunda parte y espero que sea de su agrado, tal y como lo fue la primera.
¡Los leo!
Un año y medio después del final.
¿Y qué pasará?
¿Y cómo fue que poco a poco fuimos escribiendo el final?...
- Maldición. - apretó sus puños sobre el volante, al mismo tiempo en que sus ojos comenzaban a humedecerse.
Y del amor al odio en solo un paso, y no supimos saltar.
Y no fue suficiente con haber escondido dolores compartidos...
No lo soportó más, debió orillarse de inmediato, mientras cubría sus ojos con ambas manos.
Aquella canción había terminado por desarmarla por completo, lanzando por la borda su esfuerzo por mantenerse a flote y tragarse su dolor.
Y a la luna prometimos, y en la arena lo escribimos
Tu nombre y el mío para siempre...
- ¡Cállate! - le dio un golpe a la radio de su auto, cambiándola de estación. - ¡¿Por qué tuviste que poner esa mierda de canción?! - gritó. - ¡Maldito seas!
Se dejo llevar por el llanto, mientras recordaba lo vivido momentos atrás.
Inicio del flashback.
- ¿De que quieres hablar, Inuyasha? No es el momento. - pronunció, mientras guardaba sus cosas en su bolso, dispuesta a irse al trabajo.
- No es el momento, no es el momento... ¡¿Entonces cuando será el maldito momento?!
- ¡Déjame en paz!
- ¡Se clara de una maldita vez, carajo!
- ¡¿Sobre qué?!
Un silencio los invadió, al mismo tiempo en que los orbes dorados de Inuyasha se llenaban de lágrimas.
- No podemos seguir así. - murmuró. - Y tú lo sabes... - desvió la mirada. - Yo... no puedo continuar...
- Bien. - trataba de mantenerse firme. - Si es muy pesado el lidiar conmigo, puedes irte.
- Kagome, yo no dije eso...
- ¡Lárgate! - gritó. - ¡No quiero verte cuando regrese!
- ¡¿Podrías dejar de comportarte de esta manera y hablar como una persona normal?!
- ¡Lamento no ser una persona normal! - el dolor de sus palabras atravesó el pecho del peliplata. - No quiero verte... ni a ti ni tus cosas... sólo... vete.
- Kagome...
- ¡VETE DE MI VIDA DE UNA VEZ!
Tomó las llaves del auto, su bolso y salió rumbo a su trabajo.
Fin del flashback.
- ¿Por qué tengo que ser tan idiota? - apoyó su brazo en el volante, ahogando un gemido de dolor. - Dios... me odio.
Maldición, maldición, maldición... ¡Maldición!
Golpeó tres veces aquella estructura que direccionaba el auto, mientras su respiración agitada comenzaba a provocar que su mente se nublara, haciéndola sentir que podría desmayarse en cualquier momento.
Restregó sus ojos con fuerza, borrando todo rastro de su delineado y posó su mirada sobre aquel pequeño, delicado y hermoso nombre, adornado con unas alas de ángel, el cual descansaba sobre su dedo anular izquierdo, el mismo que nunca había sido abrazado por un anillo.
Tal vez... contigo todo hubiese sido diferente, mi amor.
Besó su tatuaje e inmediatamente tomó su móvil, marcando el número de su amiga.
- ¿Kag?
- Sango... hola. - tomó una bocanada de aire. - ¿Puedo pasar por tu casa?
De fondo, el llanto de las gemelas se escuchaba cada vez más cerca y, rápidamente, se intercaló con la voz de Miroku.
- Sango, no puedo calmarlas.
- ¡Oiiiddd! ¡Le dije que las cuidara sólo unos momentos!
- No quieren estar conmigo.
- Sango. - intervine de inmediato. - Lo siento si llame en un mal momento.
- ¡No! No, no, no... descuida Kagome, ¿Quieres venir a casa?
- ¿Estas segura?
- Si... si, de igual forma, Miroku está por salir corriendo. - no fue una broma, su tono de voz lo evidenciaba.
- Iré en un segundo.
Cortó, suspirando profundamente, mientras se acomodaba su rostro en el espejo retrovisor y volvía a poner en marcha el auto.
Colocó la radio lo más alto que pudo, mientras se disponía a empacar sus cosas e ir a lo de sus padres.
¡VETE DE MI VIDA DE UNA VEZ!
Aquella frase, la misma que había escuchado más de una docena de veces durante ese último año y medio, aún le seguía doliendo, sin embargo, ésta vez era diferente, ya que había tomado la decisión de irse.
Guardo su ropa en la maleta y procedió con el cajón de su ropa interior, encontrándose con aquel objeto que había mantenido oculto durante el último tiempo. Lo tomó, sonriendo y observándolo con amor y nostalgia.
Inicio del flashback.
- Necesito que me des tu opinión. - pronunció, mientras su mejor amigo bebía un sorbo de su trago.
- ¿Qué sucede? Te ves ansioso.
Metió la mano en el bolsillo y sacó la pequeña caja de terciopelo azul oscuro, la cuál contenia un anillo de oro, adornado con pequeños diamantes y la dejó sobre la barra del bar.
- ¿Qué te parece? ¿Es lo suficientemente hermoso?
- Vayaaaa, coqueto. - sonrió, tomando la cajita y observándola con detenimiento. - Hasta yo aceptaría casarme contigo si me muestras esto.
- Cállate. - bebió un sorbo. - Entonces, ¿esta bien?
- De hecho, me sorprende que hayas podido pagar esta belleza.
- Sesshomaru me ayudó. - aclaró su garganta. - Digamos que no podré deshacerme de él durante mucho tiempo. - bufó.
- Al fin vas a dar el gran paso.
- Si... - sonrió, tomando la caja. - Siempre lo dije Miroku... es con ella o no es.
Fin del flashback.
- ¿Qué nos pasó, Kag? - murmuró, guardando aquel objeto en su pantalón
¿Y qué pasará?
¿Cómo fue que de un día para otro nos dejamos de amar?
Miró la radio, prestándole particular atención a la letra que había comenzado a sonar, casi pensando que se trataba de una especie de respuesta.
Si ese barco lleno de ilusiones se fue al fondo del amar
Y te juro, mi vida, que si hay una salida no la puedo encontrar...
Suspiró profundamente, atragantándose con las lágrimas que amenazaban con salir. Salió de la habitación y caminó por aquel cálido pasillo, el cuál estaba adornado por las paredes de madera que albergaban diferentes cuadros de muchas de sus aventuras juntos. Se detuvo frente a aquella puerta, la cuál tenía su nombre escrito, el mismo que, al igual que Kagome, llevaba en su dedo anular izquierdo. Colocó su mano sobre la perilla y supo que estaba cerrada en el momento en que hizo una leve fuerza y no logró abrirla.
Kagome debe tener la llave... siempre la lleva con ella.
Se sentó a los pies de aquella estructura, colocando sus codos sobre sus rodillas, dejando que el llanto saliera al fin, mientras las secuencias de aquel trágico suceso atravesaban su mente, inundando su pecho con un dolor indescriptible, imposible de materializar en la realidad o en palabras.
Si tan sólo estuvieras aquí... mi príncipe.
Apretó sus ojos con fuerza, ahogando un pequeño gemido. Lloró... lloró en soledad sin tener conciencia del tiempo transcurrido, sin embargo, se puso de pie cuando sus ojos se encontraban completamente hinchados. Apoyó su mano sobre la puerta, acariciándola levemente.
- Papá irá a visitarte pronto... te lo prometo, hijo.
Volteó y regresó a la habitación que supo compartir, hasta la noche anterior, con su ¿ex? aún no lo sabía, por el momento, lo único que tenía en claro era que debía irse de esa casa de inmediato.
