Hola, estaré reescribiendo este fanfic, espero puedan acompañarme en esta travesía, habrá nuevos escenarios y mejoras de los anteriores. Nos veremos en futuras actualizaciones.

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Un suspiro broto de los labios de Félix, más de cansancio que de aburrimiento, cargaba consigo una mochila corpulenta verde que le atormentaba los hombros que pareciera haber visto mejores días, además de una maleta mediana y para nada ostentosa. Vestía con ropa considerablemente ligera tras haber buscado con antelación con qué tipo de clima estaría lidiando en París, playera cuello redondo manga larga gris y pantalones tan negros que resaltaban todavía más la palidez de su delgada compleción masculina.

La vista dentro del tren no se le hacía lo más entretenido, pero era lo mejor que podía hacer de momento, más cuando estaba a minutos de que este se detuviera en la parada designada. Antes para matar el tiempo leyó unos cuantos libros, folletos y demás que estuviera a su alcance, luego se dedicó a dormitar aparte de comer unos cuantos aperitivos que trajo desde Londres.

Solo un poco más—pensó, dándose ánimos, con la esperanza de que su viaje terminara lo más pronto posible. Solo entonces se permitió cerrar los ojos y volver abrirlos apenas sintió el tren detenerse.

Cuando puso un pie fuera y dejo atrás cualquier desgaste provocado por el viaje, otras emociones lo abordaron, siendo más como una oleada refrescante que había esperado hace ya varias horas. Todo en su cuerpo gritaba que estaba frente a un nuevo desafío, como si hubiera regresado a aquel momento, dos años para ser más exactos, en que transformo por primera vez en Chat Noir y saltara nuevamente de forma desenfrenada sobre los tejados de Londres.

Durante esos dos años, aprendió muchas cosas, unas muy buenas, y otras que lo sacaban fuera de su zona de confort, entre las cuales desatacaba la inminente verdad de que existía otra realidad muy diferente a la suya, y que había tenido que escabullirse en las noches para entrenar mientras sus mañanas y tardes eran usadas para no desatender sus obligaciones cotidianas.

Crear un balance entre ser superhéroe y su vida normal fue de constante esfuerzo y dedicación.

Ahora con esa oleada queriendo apoderarse de él, no tenía más remedio que controlarse antes de que causara un revuelo innecesario, después de todo, no quería, ni deseaba, estropear su estadía en París apenas había surgido la oportunidad de visitarla, menos cuando se suponía que tenía que aguardar a que los otros portadores de Miraculous aparecieran. Según el monje, estos superhéroes aparecerían dentro de poco, así que, tenía que estar si o si preparado cuando esto sucediera. Félix en su momento le pregunto, por qué no podía retrasar su llegada, aunque lo que en realidad le interesaba saber es que tipo de movimientos realizo para que el director de la escuela accediera a que "abandonara" la escuela en un intensivo viaje al extranjero.

—"Es algo que no tienes que saber. Al menos no por ahora, cuando el día se acerque te lo hare saber, mientras tanto, mientras esperas, disfruta de esa pequeña ignorancia, ríe, llora, crece, aliméntate bien, ama, pero sobre todo fortalécete a ti mismo, ya que esto te ayudara para lo que se avecina" —grande fue su desilusión cuando la respuesta que recibió no fue la que esperaba, tanto que en vez de enojarse le resulto más agridulce de lo usual al tratar de leerlo como usualmente lo hacía durante el tiempo que pasaban juntos.

Cuando se puso en marcha, en lugar de quedarse estancado en la estación, miro alrededor, encontrando que el ambiente no era muy diferente al que conocía, al igual que el hecho de que nadie lo recibiera ya que sus intenciones iniciales era pasar desapercibido a los ojos y oídos de la familia Agreste.

De cierta manera casi todo parecía ir a su favor, así que no podía quejarse demasiado al respecto o por lo menos intento no quejarse más de lo necesario, puesto que cuando contacto con el encargado de los departamentos donde se alojaría, este se había puesto bastante irritante colocándole términos irracionales que dejaban entre ver el tipo de moral que manejaba.

Félix supuso que todo ese comportamiento irracional se debía a que intentaba hacerlo "razonar" de no vivir por su cuenta, que cualquier error por medio del dialogo quedaría solucionado y que sus padres lo aceptarían de regreso, que no lo hiciera como un acto de rebeldía. Si tan solo supiera.

De cualquier modo, Félix fue cuidadoso y respetuoso con el encargado, muy a pesar de que no se lo mereciera, incluso cuando de este no saco más de que lo consideraría y que de llegar a una decisión se lo haría saber a través de un mensaje de texto, uno que tal vez, por supuesto, no recibiría.

Al ya tener un "no", no tuvo más remedio que caminar sin rumbo, como si eso le ayudara a desestresarse, en una de esas, en un abrir y cerrar de ojos se encontraba sobre las pobladas calles parisinas, naturalmente Félix no tuvo problemas para mezclarse entre la multitud, aunque su orgullo no dejaba de reprocharle la anormal paciencia que tuvo—y aún tenía—con el encargado de los departamentos.

De haber sido el Félix de años atrás…

No, no tenía sentido traerlo al presente, se negaba abarrotarse de pensamientos innecesarios. Camino por un rato más, hasta que esquivo a un niño que andaba tirando de la mano de su madre los cuales parecían tener prisa, una bonita escena en sí, tanto que no pudo evitar seguirlos con la mirada.

Una vez los perdió de vista, se gira con el claro objetivo de reanudar su caminar, no obstante, apenas se giró, termina chocando con una chica de coletas oscuras y pequeñas que iba saliendo de una panadería cargando con una pequeña caja rectangular que recargaba sobre el vientre con la ayuda de ambos brazos, casi como si su vida dependiera de ello.

Era evidente cuál de los dos perdería el equilibrio y caería, por lo que Félix instintivamente había dejado caer sus cosas para sostenerla en un ágil y rápido movimiento de la cintura con uno de sus brazos atrayéndola con el otro hacia sí.

Al estar tan cerca el uno del otro, era imposible que no se vieran reflejado en los ojos del contrario, aunque parecía ser un momento sin suma importancia, la joven se había quedado admirando esos ojos azules que eran incluso más claros que los de ella y que los comparaba con el mismísimo cielo.

Félix alza una de sus cejas al no comprender lo que pasaba por la mente de la chica, pero no es como si no hubiera pasado por algo similar con anterioridad, así que con cuidado la deposita deshaciendo su agarre con la delicadeza con la que se trata a una dama, rompiendo así con la corta distancia que los unía.

—¿Te encuentras…—

—Ma-Marinette, me llamo Marinette—se adelanta ella con voz atropellada y mejillas arreboladas, abrazando la caja que era sorprendente que se hubiera esforzado de que no cayera al suelo— Lo siento no quería interrumpirte—agrego avergonzada en un murmullo apenas oíble al reparar que no lo había dejado terminar de hablar.

—No pasa nada—Félix la observa fijo sin saber cómo seguir la conversación o quizás era porque no quería alargarla por conveniencia propia al sentirse atraído por su sonrojo, puede que no de manera romántica, pero si una genuina atracción. A decir verdad, le causaba curiosidad hasta donde era capaz ella de sonrojarse, y su Chat Noir interior había congeniado con el invitándolo a buscar resultados más prometedores.

Tal vez si señalaba la caja conseguiría algo de ella.

—No lo sé, usualmente las personas—

—Lo digo en serio—apunto a la caja de repente.

—¡Ah! —Marinette se sobresalta, luego baja sus ojos al objeto señalado esbozando de a poco una pequeña sonrisa tímida—¿Te refieres a esto? —mostro el contenido sin borrar su sonrojo—Son macarrones que daré a mis amigos en la escuela… ¿q-quieres?, sino nos vemos ahí, no digo, no es como que te vaya a ver de nuevo, ¡ah!, solo ten.

En la mente de Félix pasaron eventos similares, aunque en cada uno de los escenarios acababa por rechazar los alimentos que las chicas les ofrecían, ya sea con palabras con palabras hirientes o simplemente ignorándolas. Ahora esta chica llamada Marinette repetía el mismo patrón que ellas, pero lo único que las diferenciaba de ellas es que no le resultaba desagradable.

—Gracias, tomare uno—recoge un macarrón rosa sintiendo la mirada intensa de Marinette puesta sobre él como si esperara a que lo probará para pedirle su opinión sobre el macarrón, ¿los habrá preparado ella?, imposible a menos que viviera en la panadería. Por otro lado, olía delicioso conforme lo iba acercando a su boca. Le incomodaba que lo viera con tanta intensidad, pero el que despertaran su apetito no ayudo demasiado a detener la entrada del macarrón, menos en terminar por comérselo sin ningún sentimiento de culpa mientras una expresión golosa y un ligero rubor apareció en su rostro ante el sabor del macarrón que se derretirá al interior de su boca.

Marinette dejo escapar una sonrisa enternecida, parecía un niño a quien le regalaban dulces, a pesar de que era un completo desconocido ante sus ojos, esperaba verlo a menudo por las calles de París, aunque, por otro lado, el equipaje que venía con él la hacía pensar en dos posibilidades una más desesperanzadora que la otra.

¿Por qué te desanimas Marinette?, lo acabas de conocer, a parte él está de paso ni siquiera recordara tu rostro cuando se vaya—mentalmente se golpeó las mejillas intentando controlarse como darse ánimos en el proceso—Y… ¿Qué tal? —pregunto para terminarse de sacar de aquel lio mental.

—Tiene un buen sabor—un tono relativamente juguetón y honesto emergió de Félix desafiando sus defensas conteniéndose sus impulsos por desviar la mirada dado que esto no formaba parte de sus planes.

—Que bien me preocupaba que no fuera de tu agrado.

—¿Por qué no sería de mi agrado?, no son demasiado dulces, están en su punto exacto—Félix cerro la caja por mera precaución, por si es que existía la ocasión de que tuviera que rescatarla de otra posible caída incrementando el carmín en las mejillas de Marinette puesto que para cerrarla Félix había tenido apoyar su mano encima de la de ella.

—E-Eso es cierto, saben cómo lograr que quede en su punto exacto.

—Sin embargo, si le ofreces a cada desconocido que se tope contigo, no quedara nada para tus amigos.

—¿Qué? —Marinette parpadeo perpleja—Ugh, ¡no!, ¿por quién me tomas? —frunciendo sus pequeñas y finas cejas indicando su molestia e indignación ¿y rabia?, no se sabía con exactitud la veracidad de eso último, quizás se debía a que la ofendieron de cierta forma y con ello la despertaron de aquel inusual momento en que su corazón pretendía salirse de su pecho. Aun así, regreso la caja de macarrones a su antigua posición sacándole una sonrisa a Félix que no se molestó en ocultarla.

—Si te lo dijera, no sabría si es un insulto o halago para ti—hizo evidente Félix la diferencia de altura al encorvarse ligeramente viéndola fijamente a los ojos con tal de irritarla, a pesar de que le intrigaba el hecho de haber descubierto que el sonrojo de la chica abarco hasta las orejas, las cuales eran por cierto pequeñas.

Marinette instintivamente retrocede unos pasos pegando detrás con el poste mordiéndose los labios como intentando darse valor— ¡Apenas nos conocemos y me estoy comportando de esa forma!, ¿Quién demonios se cree? —pronto abrió la boca como dispuesta a protestar cuando un sonido sordo a su espalda provoco que girara, y golpeara con la caja el pecho que tenía cerca consiguiendo que Félix diera un bote además de obligarlo a detenerse abruptamente.

Ni tiempo le dio de reclamarle cuando la ve alejarse solicita hacia la causa del sonido siendo un hombre de avanzada edad y de camisa hawaiana roja con flores blancas que no se separaba de su bastón, este contaba con una estatura baja, cabello gris platinado por la edad y entradas en los costados, barba en pico pequeña y bigote. En sus ojos cafés aparentemente se transmitían agradecimiento genuino, dada su complexión delgada, piel clara pero pecosa, podría decirse que era alguien débil y bastante propenso a repetir ese tipo de accidentes, sin embargo, algo en él anciano le decía que su aparición no se trataba de una mera casualidad.

De cualquier modo, no contaba con los medios, ni el tiempo, ni la intensión de llegar más al fondo en sus especulaciones contra el anciano más allá de acudir tambien en su ayuda en son de solidaridad, no escapándose de que el claxon de algún imprudente le irritara los oídos conforme se acercó y optaba por ignorarlo lo mejor posible con tal de enfocarse serles de utilidad, claro si es que Marinette no lo sacaba de la ecuación primero.

Marinette le reconoce, y al no detectar malas intenciones lo instruye pidiéndole que le ayude a sostenerlo de un lado mientras ella se ocupaba del otro, cosa que Félix obedece en lo que procuraba no dañar la caja y a su vez prestarle atención a Marinette que con la cabeza le indico hacia donde habrían de dirigirse.

Félix se pone en marcha a nada de que Marinette comenzó su andar.

—Muchas gracias a los dos—agradece el de la camisa hawaiana cuanto lo dejaron bien derechito lejos del paso peatonal.

—No es nada—niega Félix lanzando un veloz vistazo donde se encontraban sus pertenencias comprobando que estuviesen intactas.

—No tiene nada que agradecer, de verdad, cualquier otro habría salido corriendo a ayudarlo— Marinette coloco su granito de arena tomando desprovisto a Félix al recuperar su caja de macarrones, que de ser posible hubiera preferido no hacerlo, pero había sentido la necesidad de desquitarse un poco con el rubio al aprovecharse de su abstracción sobre aquel hombre de avanzada edad.

Félix despertó una sensación de vacío al ser tomado de bajada el cual pronto fue sustituido por un deje de molestia al permitirse bajar la guardia en lugar de que le arrebataran la caja. Esa pequeña bribona se había salido con la suya. Si la calma no lo abandono es porque de cierta forma creía estar pagando por pintar sus mejillas y orejas sin su consentimiento, aunque no es que se arrepintiera de cometer tal hazaña en una desconocía a quien podía colocarle nombre debidamente en lugar de esforzarse en preguntárselo.

—Comprendo, procuraré ir con cuidado la próxima vez ¿te parece bien?, así no los preocupare cuando nuestros caminos se crucen—el de la camisa hawaiana acepto sereno que pese a ser breve, pareció buscar algo en ellos. Félix pretendió ignorarlo, a pesar de que no le pasó desapercibido—De cualquier forma, les estoy nuevamente agradecido por su ayuda jóvenes—realizo una leve reverencia.

—No es nada, lo digo en serio—Marinette lo imito, soltando una especie de gruñido casi perceptible tras reparar que en automático iba a ofrecer otro de sus macarrones tal como el rubio se lo advirtió no quedándole de otra que suspirar y armarse de valor tragándose los indicios de vergüenza que le provocaban en pensar en haría justamente eso, ofrecerle a un desconocido que probara de los macarrones—S-Se que puede ser imprudente, pero…, ¿le gustaría comer alguno?, es de la pastelería de mis padres, no hay problema si agarra más de uno—abre la caja mostrando su variedad en colores.

—Seguro—el anciano acepta agarrando uno al azar.

Félix desvía la mirada prefiriendo ver los alrededores hasta que se detiene en Marinette quien se mostró satisfecha en un inicio hasta que recordó que iba tarde al colegio no teniendo más alternativa que marcharse apresurada en lo que se despedía de ambos.

Sino se tropezaba con algo o con alguien a cómo iba sería un milagro.

Solo cuanto la perdió de vista es que reparo que se quedó a solas con el anciano que no demoro en entablar una conversación.

—Supongo que ese equipaje es tuyo, no puedo mentirse que siento curiosidad por saber si te quedaras o te iras de París—entre su curiosidad, el tono de voz con el que hablaba variaba entre la ingenuidad y la amabilidad.

Félix se giró a verlo, asintiendo quedadamente, no mostrando ninguna reacción que delatara su incomodidad.

—Ya veo, discúlpame si fue muy imprudente de mi parte

—Quizás lo fue para alguien que no está costumbrado a ese tipo de comentarios, pero ese no es mi caso—murmuro Félix caminando hasta las maletas con pasos seguros quedando de espaldas al anciano el cual negó con la cabeza.

—De cualquier modo, te deseo buena suerte joven.

—Gracias, igual a usted le deseo buena suerte y un viaje seguro y estable hacia su destino.

En lo que Félix se readaptaba al peso de las maletas nuevamente un deseo sincero se le había presentado, dejándolo por segunda ocasión sin saber que responder, pero por alguna razón esta logro erizarle la piel. Era como si por unos instantes estuviera conviviendo con el monje y no con alguien con un anciano ordinario que de por si se le hacía bastante raro.

— "¿No eres demasiado agudo para tu gusto?, meter tus bigotes en platos ajenos te marcará en una de estas sino tienes cuidado mocoso"

Nuevamente el recuerdo del monje lo golpeo tan descarado como el mismo, no teniendo más que curvear los labios de manera tenue y girarse hasta quedar de lado con tal de darle un último vistazo a aquel peculiar anciano.

—Este viejo está contento de escuchar eso de un joven—responde, al ser atrapado abriendo los ojos más de lo usual— Ojalá pudiera verte más seguido, ha sido agradable platicar contigo y con esa joven—agrega formándose en su rostro una pequeña sonrisa y cálida en lo que da unos pasos hacia él tendiendo a alzar la barbilla.

Félix entreabrió los labios para decir algo, pero es adelantado.

—No es obligatorio que respondas—palmeo el brazo para alejarse sin más en sentido contrario, dejando confusión a su paso—Nos vemos en otra ocasión si así se amerita.

—Ojalá ese no sea el caso—murmuro Félix aun con los escalofríos a flor de piel sacudiéndose esa inquietud con la más cercana distracción la cual no había sido otra más que la panadería que casi de inmediato lo asocia con los macarrones y posterior a ellos con Marinette en cuestión de segundos.

Añoraba dejar sus ideas conspiratorias para después.

A la distancia el anciano detiene brevemente su caminar estando seguro que no girarían a verlo divisando pronto a su objetivo entrar a la panadería con la espalda recta incluso con el peso que venía cargando como si estuviera acostumbrado a ello y una actitud similar a la de un gato curioso y juguetón.

Es un joven interesante—pensó recordando ese instinto heroico y despreocupado, precavido en otros al detectar que con facilidad que estaban siendo analizados, caso contrario a la chica que ignoro a lo que estaba siendo sujeta.

Unos tirones en el cuello de su camisa lo sacan de sus pensamientos, en una parte de este su Kwami se asoma no saliendo por completo.

—¿Qué ocurre Wayzz? —pregunto en un susurro sin aspavientos

Aquel ser llamado Wayzz lucia algo indeciso, pero al final hablo.

—Maestro, ¿no cree que debió haber sido un poco más insistente con ese joven?, por lo que alcance a ver y conociéndolo a usted, él tiene lo requerido para ser el siguiente Chat Noir.

De algún modo cada que mencionaban la palabra maestro refiriéndose a él pesaba, emergiendo así un suspiro cansado semejante a los años que venía cargando sobre los hombros.

—No, hacerlo solo levantaría más sospechas, en todo caso nos estaríamos arriesgando demasiado, aunque eso signifique desperdiciar un buen candidato. Además de eso, si se queda o no en París, no lo sabremos hasta después, dudo que Hawk Moth espere hasta ese momento. Sera mejor que busquemos a un nuevo Chat Noir cuanto antes.

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Félix se estaba arrepintiendo de sucumbir a su curiosidad, de no alejarse lo suficiente o salir afuera a responder la llamada del encargado de los departamentos o Didier Florit, pero tampoco es como si se hubiera prestado a aprenderse su nombre, tan solo se dedicó a registrarlo con tal de no perderle el rastro. Por obvias razones su conversación llego a los oídos de la pareja que se encargaba de atender la panadería los cuales muy seguramente se dieron cuenta de que no la estaba pasando para nada bien debido a sus expresiones y el cómo luchaba por no cortar de inmediato con Didier.

No entendía porque se permitía tales bajezas, pero estaba ahí incapaz de soltarse del celular.

Quizás algo estaba mal con él. O les estaba comenzando a cobrar factura tantos desvelos, muchos de estos continuos, que ni recordaba la cantidad de veces que le tocó ver el amanecer.

Pensar ahora en eso, no lo reconfortaba en lo más mínimo, sino que empeoraba su andar como león enjaulado entorno a las decoraciones del local, aun si este era pausado y solo veía sin ver.

En una de esas, quedo de espaldas del mostrador justo cuando la mujer de rasgos orientales despide a los últimos clientes de la mañana. No iba a durar demasiado en ese sitio, de eso estaba seguro, mas es en esa pausa es que es sorprendido por una mano corpulenta que usa veloz sus dedos índice, pulgar y medio para arrebatarle el celular de la mano.

Félix se giró sorprendido con un mudo "¿Por qué?" atorado en los labios, encontrándose con un hombre del tamaño de un oso alejándose tras sacarlo de sus fallidos intentos de aplacar a Didier, el cual se anduvo limpiando las manos justificándose por medio relatos sobre su etapa de rebeldía y el odio injustificado hacia los padres, tal como supuso que sería tras negarse aceptarlo en los departamentos.

Lo que faltaba—suspiro, ahora con su celular confiscado no tendría más remedio que quedarse en espera de que se lo devolvieran—¿Y ahora que se supone que haga? —quería recuperarlo, pero tampoco quería generar un espectáculo, a parte era su culpa y si esas dos personas encargadas de la panadería eran los padres de esa torpe, pero intrépida chica ya se podía dar una idea de cómo reaccionarían.

Que bien podía hacerlo, pero eso significaría gastar las pocas energías que de por si intentaba que rindieran antes que el mismo cansancio lo doblegara, en todo caso no tenía más alternativa que matar el tiempo con algo, con lo que sea. Lo primero que encontró fueron los postres, así que opto por pasearse ahora si como comprador, no obstante, la mujer de rasgos orientales que lo estuvo observando se coló finalmente en su campo de visión con agilidad espantosa,

—Siento que sucediera esto, mi esposo no lo soporto más y quiso intervenir, le pareció que era muy importante para ti y tampoco puse mucho empeño en detenerlo. Su determinación acabo por convencerme—prácticamente admitía haber sido su cómplice al no frenarlo, aun así, desde el punto de vista de Félix era como si remarcaran su incompetencia al compadecerse de su caso.

—¿El suele meterse de ese modo con regularidad? —pregunto por no dejar.

—Solo si la situación lo amerita.

—No comprendo—Félix mostrando confusión y genuina extrañeza ante el tacto amable de la mujer y el modo de que aplicaba cada palabra que le invitaba a confiar en ella muy independiente de su calidez.

—No necesitas comprenderlo, Tom es así aun si se trata de un desconocido—instintivamente ella apresa las mejillas del rubio entre sus manos acariciándolas a la vez que lo guiaba a que fijara su vista en su dirección—No seas tímido con aceptar ayuda de en vez en cuando, ¿de acuerdo?, más si te encuentras viajando por tu cuenta.

—Y-Yo—balbuceo Félix sintiéndose repentinamente mareado y fuera de sí, incapaz de darle una respuesta racional, la mujer entonces lo suelta y él por inercia retrocede unos pasos, desviando la mirada frunciendo el ceño, viéndose un tanto huraño para cualquiera que lo viera.

—Lo siento, ¿hice algo que te incomodara?

Félix no le respondió, solo se dedicó a ver a ningún punto fijo ignorando que un pequeño rubor se asomó en sus orejas. El silencio que se produjo no pareció afectar a la mujer, sino que ella fue bastante comprensiva al respecto habiendo dejándolo solo por unos instantes lo abandono regresando a los minutos con una banquita que coloco detrás del mostrador esquinado, luego repitió la acción trayendo otra donde tranquilamente descanso atrayendo la atención de Félix quien se rasca la mejilla luciendo algo tímido ante los ojos de la mujer quien no perdió la oportunidad de invitarlo a sentarse a su lado.

Félix duda por unos cortos instantes antes de acceder a la petición no sin antes arrinconar sus pertenecías detrás de si, no tenía idea que permanecería en ese lugar más de lo que había durado conversando con su tío Gabriel en su tierna época de infancia.

Menos que le tocara entretenerse "aprendiendo" del trato al público en lo que la mujer se desenvolvía atendiendo a los clientes de turno que entraban y salían con regularidad. Félix sentía sus hombros tensarse cada que captaba a una persona cruzar por las ventanas de la panadería, ya que eso implicaba que un porcentaje de ellos entraría y continuaría oyendo conversaciones ajenas y que uno que otro preguntara si Tom se había interesado en conseguirse un aprendiz.

Ya era medio día, cuando miraba el reloj de pared que se encontró luego de recorrer con la mirada los cuatro extremos de la panadería y apenas a sus espaldas escuchaba entrecortado lo que Tom hablaba con Didier cada que hacía por agudizar aún más el oído.

Sabine y yo. Pendiente. Conocido.

Eran frases cortas, pero eran las que mejor podía definir, si intentaba ver el interior lo veía caminar de un lado a otro tenso Félix reconocía todo aquello como culpabilidad y era el tipo de persona que le costaba mentir sin que su conciencia le reprochara.

Si tanto le costaba, ¿Por qué se molestaba en ayudarlo?, no lo comprendía, no, nos los comprendía, aquella pareja de panaderos era la más inusual con la que se había visto involucrado. Apenas el ultimo cliente dentro del local fue despachado el estómago le protesto por alimentos recordándole que tambien era humano y que no había tenido una comida digna por más de doce horas, sus orejas y mejillas ardieron en traición provocando que se pusiera en postura recta.

—Traeré unos bocadillos—pronuncio Sabine no dando oportunidad a replicas pasando al interior.

—No de nuevo—mascullo Félix pasándose la mano por la cara que rugía en vergüenza, por un momento pensó en tirar todo y desaparecer por más cobarde que pareciera, pero luego se reprende a si mismo diciendo que no podía tirar el esfuerzo del monje por la borda. Respiro hondo permitiendo que sus pulmones se llenaran, luego lo expulsa paulatinamente de su sistema, quiso cerrar los ojos, pero la idea de que volvería a descuidarse y despertaría más emociones innecesarias se lo impide, en eso un destello negro emerge fuera de su ropa cobrando forma con celeridad de un pequeño felino de ojos grandes coloreados de un llamativo verde-azulado e iris rasgada color negro en su centro—Kuwa, si quieres comida tendrás que esperar, la rebanada que quedaba te la acabaste apenas entramos al tren.

—Si, sí, pero eso fue allá, y ahora estamos aquí en un lugar abarrotado de comida y un fragante olor a queso—el Kwami olfateaba con aires de soñador en lo que recorría no muy apartado de Félix el lugar donde estaba—Seria buena idea que te adopten en lugar de arrastrarlos a negociar con ese horrible sujeto, ¿no lo crees?

—Kuwa—llamo serio elevando su voz considerablemente palpitándole una vena que hacía latente a un cercano dolor de cabeza.

—Tienes que admitir que sería una buena opción, así tu tío no tendría la posibilidad de adoptarte si le interesara encerrarte en una jaula de oro igual que a tu primo Adrien, eso no es vida Félix, mejor ser huérfano que podrirse en dinero por otros años más—siguió parloteando no prestando atención a su portador entre tanto realizaba recuento de los hechos durante su exploración—Aunque cualquier cosa es mejor que tu tío que—

—Te comprare todo el queso que quieras si te callas—Félix apretó los dientes conteniendo sus impulsos de callarlo con una orden directa, cosa que jamás haría, ya que, al hacerlo, le quitaría la posibilidad del habla o siquiera alimentarse, lo cual de por si dejaba mucho que desear de los guardianes al crear esa regla dado que no se detuvieron a pensar que a futuro podría ser perjudicial para los Kwamis dependiendo del portador del miraculous que le tocara acompañar.

—¿Acaso toque una fibra sensible de mi adorable y "rico" huerfanito? —Pregunto en burla Kuwa estando en un parpadeo apoyándose en la nariz de Félix que en automático lo corre—A espera, todavía no eres rico hasta que cumplas la mayoría de edad—esboza una risilla maliciosa viéndolo abrir la boca y unas fuertes intenciones de atraparlo.

—Maldito

—Maldito al que recurres cada que se te pega la gana—contrataca Kuwa al oír a Sabine aproximarse la cual cargaba con una bandeja con comida y dos revitalizantes tazas de té verde—Ya viene, no los quesos que me prometiste cachorro si quieres que te preste voluntariamente mis poderes—mascullo y en efecto a los segundos Sabine regresaba a cubrir su espacio acomodando la bandeja en el mostrador.

—Sino son de tu agrado puedes dejarlo—comento una vez cerca—El té igual, ya que yo misma me tome el atrevimiento de servírtelo sin consultarte.

—Gracias, no me atrevería a un acto tan generoso de su parte—Félix agarra el vaso soplándole un poco antes de tomar de este, usando ese espacio para serenarse—Es un buen té verde, ¿dónde lo consiguió madame? —alago, animándose a probar el sándwich al quien se le despojo de las orillas de forma meticulosa.

—Son exportados de China—la mujer sonríe complacida de conocer otro amante del té—Cuento con mas variedad en casa, un día de estos si regresas a la panadería te regalare algunos.

—Podríamos intercambiar si así lo desea—entona Félix después de pasarse el primer bocado detectando indicios de que su estómago no se contentaría con tan poca ingesta de su parte—Aunque me gustaría ser yo quien le regalara unas cajas de té porque a pesar de que no les he dicho mi nombre y ni he preguntado por los suyos, siendo yo un completo desconocido, me están tratando con amabilidad—agrego, encontrándose de repente perdido ante la calma que comenzaba a respirarse entorno a ellos.

—…no tienes por qué ser tan duro contigo, anda come, se va a enfriar el té y es mejor tomarlo mientras este tibio, ya habrá ocasión para presentarse adecuadamente— Animo Sabine con mirada comprensiva teniendo la sensación de que aquel joven rubio soportaba mas de lo que aparentaba a simple vista, pero si intentaba ir mas allá, a sus ojos le daba la impresión de ser un pobre y triste gatito abandonado que buscaba calor, el calor de un hogar.

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Contra todo pronóstico, los tenía acompañándolo hacia los departamentos, aunque pensándolo más detenidamente no era tan inesperado hasta se podía decir que era obvio, debería darles crédito por eso incluyendo que cayo bajo la misma técnica con el que su móvil voló de su mano en aquel entonces solo que en este caso su equipaje se vio involucrado. En aquel entonces Tom, aquel hombre del humilde matrimonio de los Dupain-Cheng, explico hasta cierto punto apenado lo sucedido con Didier, reflejando una culpa que no era capaz de ocultar.

—"El creía que te estabas escapando de casa, que eras un niño "malcriado" que buscaba vivir bajo sus propias normas, por lo que pensé que sería bueno que nos hiciéramos pasar por tus tutores temporales, así que para ganarnos su favor ahora podría decirse que eres alguien muy allegado a la familia"

A Félix le hubiera gustado decir que no se presionara, que no era allegado ni a ningún familiar en particular a excepción de sus padres—a su modo claro cuando se encontraban vivos—que, de cualquier manera, si no hubiese funcionado con Didier su otra opción era dormir en un hotel durante la noche y durante el día buscar otro departamento en el que accedieran darle alojamiento sin tantas negativas de por medio.

—"Por supuesto, con eso incluía términos en los que Sabine y yo te iríamos a visitar por lo menos una vez por semana, ¿estarás bien con esto muchacho?"

Félix recordó que apenas asintió con los ojos puestos en el matrimonio, para ser más precisos más en Tom que en Sabine, además de que notaba como Tom agarraba fuerza a medida que sintió el apoyo en Sabine que no se le despego en ningún momento.

Seria poco decir que su ayuda me cayó de perlas—suspiro, creyendo esa suerte no era más que una absurda conspiración del universo en contra de su mala suerte.

A medida que se iban acercando la presión en su cabeza iba en aumento, aunque trato de no darle mayor importancia, no así, de repente es sorprendido por un vehículo plateado bastante familiar con techado negro pasando a su lado con relativa celeridad. Casi en efecto inmediato se helo preocupando a Tom y a Sabine de paso, pero es Sabine la primera en externar su preocupación

—¿Sucedió algo?, de repente te has puesto pálido.

—Nada realmente—mintió Félix no atreviéndose a revelar que por las ventanillas a medio cerrar del carro alcanzo a ver a dos de los trabajadores de su tío—Sigamos

—¿Seguro?

—Si, lo siento si los preocupe

Ante aquella respuesta la pareja solo pudo mirarse entre sí antes de que reanudaran su andar con Félix siguiéndolos en silencio, silencio que no se molestaron en entrar en sintonía con el chico creyendo que este lo necesitaba, haciendo del resto del camino silencioso. Cuanto llegaron a los departamentos, se encontraron con Didier, Félix calculaba que rondaba alrededor de 70 u 80 años, un hombre de la tercera edad en toda la extensión, eso explicaba bastantes cosas con respecto a su obsesión de regresarlo al "camino correcto".

Por supuesto, eso no quedo en una visita casera al senil dueño de los departamentos, Didier los recibe intercambiando palabras más en específico con Tom, a quien se dirigió principalmente, y una que otra con Sabine en lo que de reojo cada cierto tiempo observaba a su futuro inquilino con recelo de quien no esperaba nada prometedor.

"Oveja descarriada"

Lo oye farfullar, cosa que, por supuesto Félix desecho al igual que pretendía no darse cuenta del poco o nulo aprecio que muy seguramente le tenía tras haberse salido con la suya, de todas maneras, cada quien debía cumplir con su respectiva función. En una de esas Félix se veía subiendo por las escaleras, para después seguir derecho apenas pisaron la segunda planta, la vista era sencilla, era según lo que había pagado por alojarse en ese lugar.

—Y este es el departamento donde se alojará—entono Didier deteniéndose en la puerta con el numero 10-b pintado con blanco caso contrario a las que Félix miro con cierto grado de desinterés las cuales ostentaban una especie de placa metálica con el número y la inicial grabados—¿Aun así estas interesado en alojarte en este lugar mocoso?, no es nada a lo que estes acostumbrado, aquí nadie te prepara la comida, ni arreglara tu desorden.

—Estoy consciente de eso—Félix asiente con cierta altivez—¿No es por eso que lo busque en primera instancia?

—No digas que no te lo advertí—con voz cansada que sonaba más a burla desde el punto de vista, Didier acepto la derrota—Si duras el mes, cosa que lo dudo, pondré de mi propio bolsillo el número de tu departamento con una bonita placa metálica.

—¿Puedo escoger yo la placa? —Félix le regresa calmo esbozando al final una amigable sonrisa cínica que daba a entender que no le afectaba en lo más mínimo ser parte de aquel absurdo reto.

—Muchacho insolente, te crees muy astuto ¿eh? —Didier chasqueo la lengua sacando de sus bolsillos la llave del departamento acercándoselo de mala gana—He preparado solo una copia para ti, piérdela y te costara caro, puedes apostar que no te daré otra ni en esta ni en la otra vida.

Era evidente para Félix que Didier no se complacía en que las cosas no salieran como quería, menos que agarraran gustoso la llave sin demostrar ningún signo de culpabilidad en sus acciones.

—Puede confiar en mí.

—El día que me salgan alas y vuele quizás lo haga—Didier entrecerró los ojos—Pero ese no será el caso. Ahora, ten en claro que hay reglas que respetar, entre esas, nada de fiestas, mascotas, ni el ingreso de bebidas alcohólicas, además, no quiero muebles estropeados ni lo que este dentro del departamento cuando el día en que te vayas se aproxime, en caso de que lo esté te lo cobrare como nuevo.

—Se lo aseguro, nada de eso ocurrirá señor Didier—Félix levanta la mano donde se ubicaba su anillo mágico y dirige la otra al pecho, aunque esta acción solo lo hacía con tal de fastidiar a Didier.

—Gracias por el favor que nos hace, seguro no se arrepentirá—Tom considero conveniente cambiar de rumbo el ambiente que se había formado, mostrándose ansioso, Didier volteo a verlo como si cambiara de contrincante, Tom lo desvía con una de sus sonrisas, aunque por dentro era un manojo de estrés sudoroso—Estaremos al pendiente de él según lo prometido.

—Eso espero porque ahora que lo conozco no me inspira nada de confianza, es un mocoso arrogante y muy pero muy maleducado por no decir más.

—De verdad no tiene por qué preocuparse—abogo Sabine cortes y educada, convencida de que cumplirían con su parte del trato, observando de reojo como Félix no se esperó y abrió la puerta abstrayéndose convenientemente del resto, Didier la mira con cierta incredulidad, sopesando si debía creer o no en ella—Si tiene algún problema llámenos—inmune le ofrece la posibilidad de desahogarse.

—Recen porque no sea demasiado pronto—sin darles más posibilidades de contrarrestarle dio media vuelta marchándose—Los estaré vigilando—amenazo a la distancia.

Tom siente que le regresa el alma al cuerpo cuando Didier desaparece de su campo de visión, permitiéndose suspirar con alivio antes de buscar con su esposa a Félix a quien sin demasiado esfuerzo lo hallaron explorando el interior del departamento.

—Vamos—anima en un arrullo Sabine apuntando con la cabeza a que entraran mientras le tendía la mano pidiendo sin más que la enlazara con la suya, a Tom se le hizo un gesto adorable, casi juraría que estaba por derretirse delante de ella de no ser porque recobro la compostura debido a su sentido del deber y atinadamente le sugirió que fuera ella la que se adelantara a entrar.

Adentro Félix barría con sus ordes azules grisáceos cada perímetro del departamento, comprobaba la estabilidad de los objetos, y si encontraba algún desperfecto mentalmente lo anotaba ideando posibles soluciones con clara intención de que su estadía ahí resultara cómoda, y, por ende, estable. No podía ser quisquilloso con su nuevo habitad dado que este departamento se ajustaba dentro de los gastos que tenía planeados a futuro sin que estos resaltaran en su limitada cuenta bancaria que había fijado cuidadosamente comparándolo con los que usualmente gastaba en Londres, así que solo se ocupaba de que supliera lo esencial.

Contaba con apuntes básicos sacados de internet sobre cómo llevar una vida estable como extranjero semanas antes de que su viaje a París se concretara, así que podía ahorrarse uno que otro problema indeseado, eso sin contar que el monje corroboraba que los datos fueran precisos mientras le escribía por cuenta propia unos cuantos consejos de por medio un tanto desfasados para la época actual en la que estaban.

Pero no tan desfasados cuando se trataban de cosas relacionadas a los miraculous, siendo uno de tantos sobre que tiendas irse a recopilar ingredientes de emergencia si requería reparar alguno de los miraculous a un bajo costo sin temor a que lo estafaran.

Para alivio de Félix estos, eran escritos en clave, y con tinta invisible como medida preventiva ante cualquier supervillano o potencial amenaza con que se topara, así que no tendría de que preocuparse de que alguien lo leyera. Si lo hacían, solo se toparían con sus apuntes y se crearían una falsa imagen de él como una persona obsesionada ya sea con el orden al querer seguir todo lo que escribía en su libreta al pie de la letra, solo los más observadores entenderían que solo era una persona que le gustaba prepararse de antemano.

De cualquier forma, que lo describieran prefería ignorarlos que dejarse afectar por ellos si con eso evitaba que su tranquilidad se viera afectada. Es mas de ser el centro de atención, a no serlo, escogería la segunda opción por encima de la primera, sus gustos no eran particularmente los mas divertidos o extravagantes a excepción de salir a patrullar, contemplar el paisaje, entrenar, y encargarse de algún que otro villano que se le ocurriera estropear la tranquilidad de su preciada Londres.

Le gustaba vivir entre las sombras.

Pero tambien contaba con esa peculiaridad de querer recibir algo de calor, oír y sentir un ambiente diferente, aunque no estuviese del todo incluido, aunque esto solo era cuando la usencia de sus padres pesaba más de lo que pudiera soportar.

—Veo que estas revisando que este en bien estado—irrumpe Sabine desencantándolo al momento.

—Si, aunque tampoco es como si pidiera más de lo que pague—Félix se gira a verla

—Si—Sabine acotó—Sin embargo… es un tanto pequeño—el departamento no era nada de la imagen que tuvo del rubio al comienzo, ¿es que acaso que en realidad no se encontraba en buenos términos con sus padres?, de por si se le hacia un tanto chocante que decidiera vivir por su cuenta a una edad tan temprana. En definitiva, no era algo habitual presenciar—¿Seguro que estarás bien por tu cuenta? —reprimió la reciente inseguridad que nació de su interior.

—Véanle el lado amable, es amueblado y perfecto para comenzar—comentó Tom detrás de Sabine dejando apenas a un costado de la puerta el equipaje cerrando con prontitud la puerta—Por otro lado, sería más conveniente que nos digas porque decidiste vivir por tu cuenta—su forma de hablar cambio a una más seria con tintes claros de preocupación—Porque sinceramente estas demasiado chico, calculo que eres casi de la misma edad que mi pequeña Marinette, además el apellido que dio el señor Didier por

Al instante que lo dijo todo en Félix pareció tensarse, por fortuna no se hubo movido de su lugar, aunque instintivamente iba a dar un paso hacia atrás—El apellido es un pormenor.

—En definitiva, no lo es—contradijo Tom—El apellido Agreste no es para nada irrelevante muchacho, estoy seguro que lo entiendes, sino quieres hablar de ello no te forzare, pero me dolería creer que en lugar de que te estemos ayudando…—

—Lo que sea que le dijo Didier, le aseguro que no tiene nada que ver con que este en Paris—Félix detuvo—Usualmente no hablaría de esto con nadie, menos con extraños, sin embargo, ustedes han sido muy amables conmigo y me han brindado su voto de confianza, así que están en su derecho de saber porque no le he avisado a mis parientes parisinos sobre mi llegada.