Fines del siglo XXI.
La tercera guerra mundial y los conflictos bélicos que le sucedieron golpean a la estabilidad global. La escasez de recursos naturales agrava la situación poblacional del mundo y, por consiguiente, como medida defensiva, el gobierno de Japón decide comenzar una política de aislamiento para preservar a la población del país y no perder la relativa estabilidad que le quedaba.
En el año 2035, la megaempresa tecnológica Carter Corp, de la mano de su fundador, Robert Carter, decide abrir una sede en Tokio, debido a un acuerdo bilateral con el actual gobierno japones, donde Carter Corp se involucraba en el incipiente proyecto para asegurar el aislamiento de Japón y en el desarrollo de un sistema que permita ordenar a una sociedad que está sumida en el caos de las sucesivas guerras. Robert considera esto un movimiento estratégico importante, porque cree que la única manera de asegurar la supervivencia del conglomerado, y también de su familia es apostando todo en el país nipón. Robert se muda a Japón personalmente por este proyecto, por lo que esa rama de la adinerada Familia Carter, Robert y su joven esposa Emma, se vuelven ciudadanos japoneses.
Para el año 2040 (aproximadamente), los avances tecnológicos permitieron que una proto versión del sistema Sibyl fuera presentada a la sociedad. Arrancó como una asistencia computarizada para la orientación laboral de los ciudadanos del país, que exitosamente pudo reducir los índices de desempleo y aumentar la producción. La gente que vivía hasta entonces en los entornos rurales comenzó a desplazarse a las grandes ciudades, por lo que hay una crisis alimentaria en ciernes. Este proto sistema es ampliamente aceptado por los ciudadanos y las empresas privadas como un indicador confiable de la empleabilidad de las personas, por lo que pronto, el examen de Aptitud Laboral de Sibyl es un rito usual en la vida de los jóvenes.
También nace el concepto de escaneo cimático, donde se aporta información del estado mental de las personas, aunque más como indicador que otra cosa.
En 2040, la rama japonesa de la familia Carter se agranda, ya que Robert y Emma tienen a su primer y único hijo, Adam Carter, esto es un evento bastante relevante en las noticias ya que la empresa Carter Corp estaba comenzando su lento ascenso a ser una de las empresas niponas más grandes.

Para la década de 2060, junto con la impecable labor del equipo científico del doctor Nobuaki Kudama, con el apoyo de la incipiente empresa Carter Corp, se pudo dar un primer paso en la autonomía del país: el desarrollo del cultivo de hiperavena y del virus benigno Uka No Mitama. La hiperavena es un superalimento que puede aportar los valores nutricionales necesarios para la dieta balanceada del ser humano, por lo que este descubrimiento permite abandonar la necesidad de comerciar con otros países y se comienza a pensar en la idea del aislamiento total, para poder evitar los constantes embates de la guerra.
En agosto de 2060, Robert Carter arregló un matrimonio para su hijo Adam con Naomi Johnson, una joven inglesa de la aristocracia repudiada por su propia familia. Nacida en una de las casas más influyentes de Inglaterra, Naomi era una figura controvertida: su amor por el rock, su rechazo a las tradiciones familiares y su participación en las revueltas estudiantiles en Oxford, donde se convirtió en una líder visible, la convirtieron en una vergüenza para los conservadores Johnson. En una Inglaterra sitiada por la guerra, su comportamiento se consideraba una amenaza al frágil orden social.
La familia Johnson, preocupada por el impacto del escándalo en su reputación, desheredó a Naomi y la apartó de su círculo. En este contexto, Robert Carter vio una oportunidad: un matrimonio con Naomi podría fortalecer los lazos de su familia con la aristocracia inglesa, a pesar del desprestigio que ella cargaba. Adam, con 40 años, no estaba interesado en Naomi y apenas la consideraba digna de su apellido, pero aceptó el acuerdo como una formalidad para complacer a su padre.
Para Naomi, el matrimonio fue una condena a una vida que no había elegido. Su esposo, distante y desdeñoso, no hizo ningún esfuerzo por comprenderla ni por establecer una relación auténtica.

En 2080, Robert muere. La sociedad japonesa lo despide como a un prócer y pasa a ser considerado uno de los padres fundadores del nuevo Japón.
Para el 2090 actual el sistema creció y se comenzó a aplicar a numerosas utilidades, pero el verdadero éxito que permitió el aislamiento de la población y la prosperidad para Japón fue la medición del coeficiente de criminalidad: un índice numérico que indica la probabilidad de que una persona cometa un delito. A este valor numérico se le asigna un tono de color. Cuando este valor (Psycho Pass) es más cercano a 0 es más claro. Se oscurece en la medida en la que el valor sube.
Siguiendo los consejos del sistema, todos los habitantes del país lograrían la felicidad siendo capaces de aportar su máximo potencial a la sociedad.
Como en un cajón de manzanas, siempre hay alguna en mal estado. Estos casos se llaman -criminales latentes-, personas que no han podido adaptarse a la pacífica vida del sistema y por esa razón su psycho pass se elevó. Por encima de 90, la persona es aislada en un centro médico para intentar recuperar su tono. Por encima de 299, el sistema considera que esa persona ya no puede aportar nada bueno a la sociedad y dispone de su vida.
Los avances en la tecnología del sistema Sibyl fueron apoyados por muchas empresas que tuvieron crecimiento exponencial a la par de los éxitos del sistema, entre ellas la Fundación Togane y la empresa de la Familia Carter. Con el paso del tiempo, los miembros de las familias cabecera de estas empresas comenzaron a ser tratados casi como la nobleza y muchos miembros de estas familias son llamados -padres fundadores- del nuevo Japón.
A partir del 2090, el objetivo en la vida de la población japonesa ya no era buscar la estabilidad, prosperidad o felicidad.
Era mantener su tono claro. Logrando esto, todo lo demás estaba asegurado.

2084. Tres nacimientos distintos, en tres realidades distintas.
En el frío mes de febrero, Naomi Carter alumbraba a su primera y única hija, a la que decidió llamar Alice. Naomi, a pesar de todo, intentó darle a Alice todo el cariño posible. Aunque la calidez y el amor eran escasos en su hogar, ella se esforzaba por ser una madre presente y afectuosa. Sin embargo, la vida de Alice nunca estuvo realmente definida por el amor, sino por las expectativas frías e implacables de su padre, Adam Carter.
Adam nunca deseó una familia por el sentido de pertenencia o afecto. Su objetivo siempre fue tener un heredero digno, y Alice, aunque no era lo que había planeado, fue moldeada para cumplir ese rol. No había caricias ni palabras de apoyo, solo la exigencia constante de ser perfecta. Cada aspecto de la vida de Alice fue cuidadosamente planificado para convertirla en el reflejo de la ambición de su padre: cenas de lujo, bailes de gala, funciones de ópera y relaciones sociales estrictamente por conveniencia.
Naomi intentaba darle algo de normalidad y calidez a su hija, pero sus esfuerzos eran limitados frente a la frialdad de Adam, quien esperaba nada menos que la excelencia. Alice no tenía amigos que no fueran hijos o hijas de algún contacto comercial de su padre, relaciones utilitarias que Adam fomentaba como si fueran extensiones de su negocio. Después de la muerte de Robert, Adam heredó la empresa y pisó el acelerador en la competencia innovadora para darle forma al sistema regidor, y con ello, moldeó también la vida de Alice, convirtiéndola en una pieza más en su maquinaria de poder.

En 2092 la vida de Alice cambiaría por completo.
Era de noche en la mansión Carter y Adam se había quedado hasta tarde trabajando en la oficina, por lo que volvería en la madrugada. La casa estaba extremadamente silenciosa porque Adam decidió eliminar la fuerza de trabajo humana para el servicio. La desaparición del personal doméstico en la mansión fue proporcional a la cantidad de robots domésticos que Carter Corp ofrecía al mercado.
Alice, de 8 años, se dirigió a la habitación de su madre ya que se una pesadilla decidió asaltarla esa noche y sentía miedo.
Al llegar, una escena horrible la tomó por sorpresa. Su madre, en sus últimos suspiros intento decir -te quiero- pero no llego a pronunciar más que -te-.
El diagnóstico forense fue claro: murió por múltiples puñaladas propiciadas por un intruso en la mansión. Nunca se resolvió la razón de que hacia esa persona allí ese día, ya que todas las posesiones de los Carter estaban intactas.
El caso es que Alice aún era muy pequeña para saber que debía llamar a la policía. Intento despertar a su madre de "su sueño" pero no lo logró. Como todo lo que quería era dormir con mami…
Cuando Adam llego casi al amanecer (tenían una entrega de un prototipo por la tarde) encontró a su hija acurrucada al lado del cadáver de su madre. Los servicios de seguridad y médicos midieron el Psycho Pass de Alice. El resultado fue impactante. La midieron con múltiples escáneres. Nada cambiaba.
Iced Pale Blue. El color que se correlacionaba con el valor 1.
De inmediato se inició un protocolo médico con Alice. Se le hicieron numerosos estudios sin conexión al sistema Sibyl, para preservarla, todos llegaban a una conclusión espeluznante: el psycho pass de la princesa Carter era imperturbable. Lo usual en estos casos era un aumento en el matiz de las personas, debido a la situación traumática, pero el de Alice hacia exactamente lo contrario.

Kougami Shinya nació en agosto de 2084 en Tokio, hijo de Kougami Tomoyo. Su madre, una mujer decidida y de carácter fuerte, lo crió sola en un ambiente lleno de limitaciones, pero también de amor incondicional. La identidad del padre de Kougami era un misterio, y su madre nunca hablaba de él. Para Kougami, su mundo giraba únicamente en torno a su madre, quien se esforzaba cada día para ofrecerle lo mejor, aunque esto le costara su propia salud y bienestar.
Tomoyo se dedicaba por completo a su hijo, invirtiendo sus pocas energías en brindarle una vida digna y estable. Kougami creció sintiéndose protegido y valorado, aunque siempre fue consciente de los sacrificios que su madre hacía. La salud de Tomoyo se fue deteriorando con el tiempo, y aunque Kougami era aún muy joven, comprendía que la situación no era fácil para ella. Esto lo impulsó a desarrollar una madurez temprana y una profunda gratitud hacia su madre, que lo marcó como un "niño de mamá".
Desde temprana edad, Kougami mostró una personalidad fuerte, decidida e independiente, características que parecían reflejar los esfuerzos de su madre por enseñarle a ser autosuficiente y a no depender de nadie más que de él mismo. La vida en Tokio, un lugar regido por las estrictas normas del sistema Sibyl, no parecía asfixiarlo del mismo modo que a otros niños. En lugar de eso, Kougami observaba el sistema con una mezcla de curiosidad y escepticismo, cuestionando sus reglas y buscando siempre una forma de entender cómo funcionaba todo a su alrededor.
Kougami siempre fue muy inteligente y tenía una facilidad impresionante para aprender. Desde pequeño, mostró un talento natural para los estudios, destacándose entre sus compañeros en todas las materias. Era un estudiante excepcional, conocido por su capacidad para entender conceptos complejos con rapidez y profundidad. No solo sobresalía en la escuela, sino que también se involucraba activamente en diversas actividades extracurriculares. Los clubes de artes marciales, en los que se destacaba por su disciplina y dedicación, fueron uno de sus mayores intereses. Para él, las artes marciales no solo representaban una forma de ejercicio físico, sino también una manera de cultivar el autocontrol y la fortaleza mental.
A pesar de su dedicación académica, Kougami también tenía una gran pasión por los libros. Tomoyo le inculco el amor por los libros físicos, cuando le regalo uno en un cumpleaños de la infancia. Desde joven, disfrutaba leer, sentir las páginas de un libro entre los dedos y perderse en sus historias. De pequeño, le encantaban los cuentos de hadas, pero a medida que crecía, sus lecturas se volvían más maduras y profundas. Fue a través de los libros que Kougami desarrolló un fuerte sentido de la justicia. Leyó un texto filosófico que hablaba sobre la moralidad, el bien y el mal, lo que cimentó su creencia de que siempre debía luchar por lo que es justo, sin importar las consecuencias. La justicia no era un concepto abstracto para él; era una guía que guiaba sus decisiones y acciones cotidianas. A través de los libros, también aprendió a reflexionar sobre el mundo que lo rodeaba y a cuestionar el sistema en el que vivía, reconociendo sus fallos y buscando siempre maneras de mejorar la situación de quienes le rodeaban.
Este sentido de la justicia se complementaba con una gran sensibilidad emocional. A pesar de ser un niño brillante, también era extremadamente empático y sensible al sufrimiento ajeno. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, ya sea ofreciendo una mano amiga o brindando su apoyo en momentos de necesidad. Su corazón generoso lo convirtió en una persona conocida y querida en su entorno, y a menudo se le veía ayudando a aquellos que lo necesitaban. Para él, la felicidad de los demás era tan importante como la propia.
A pesar de las dificultades económicas, Tomoyo siempre hacía todo lo posible por brindarle a su hijo una educación basada en valores. Aunque no tenía empleos altamente calificados, Tomoyo se encargaba de que Kougami tuviera todo lo necesario para crecer y prosperar. A menudo, le recitaba rimas y pequeñas lecciones de vida que le ayudarían a mantenerse equilibrado y enfocado.
"¡No comas demasiado a la vez!
Galletas de arroz finas como el papel,
Tortas de taro de dos centímetros de grosor,
Zanahorias ralladas en rodajas finas,
¡Recuerda comer de todo!"
Tomoyo veía en Kougami el orgullo de la familia, y su dedicación como madre nunca flaqueó. Aunque la vida no fuera fácil, se sentía agradecida por tener a su hijo, quien representaba una fuente constante de fortaleza y esperanza. El amor que Tomoyo sentía por Kougami era infinito, y él, a su vez, reconocía y valoraba todos los sacrificios que su madre hacía por él.
Durante sus años de escuela, Kougami se ganó el respeto y la admiración de sus compañeros y maestros. Era extremadamente popular, no solo por su inteligencia, sino también por su generosidad y su carácter fuerte. Se graduó como el mejor de su clase, un logro que no solo fue motivo de orgullo para él, sino también para su madre, quien siempre había puesto todo su esfuerzo en su educación.
Kougami, siempre consciente de los esfuerzos de su madre, se comprometió a hacer todo lo posible para asegurar un futuro mejor para ella. Su éxito académico era solo el principio; estaba decidido a seguir adelante, siempre guiado por su firme sentido de justicia y su deseo de ayudar a los demás, independientemente de las dificultades que enfrentara en el camino.

Ginoza Nobuchika nació en noviembre de 2084 en Tokio, siendo el único hijo de Masaoka Tomomi y Ginoza Sae. Desde su nacimiento, su vida estuvo marcada por la estricta moralidad de su padre, Masaoka, quien era un policía de gran respeto. Un hombre noble y comprometido con la justicia, pero que no supo adaptarse al orden impuesto por el sistema Sibyl, que priorizaba el control absoluto sobre la libertad individual. Masaoka, firme en sus valores, se encontraba fuera de lugar en una sociedad que ya no aceptaba su perspectiva tradicional, y ese desajuste se convirtió en una tragedia personal para la familia.
A los 9 años, el sistema Sibyl declaró a Masaoka como criminal latente, una sentencia devastadora que cambió el curso de la vida de Nobuchika y su madre, Ginoza Sae. La etiqueta de criminal latente no solo destruyó la vida de su padre, sino que también llevó a la familia a vivir bajo una constante sombra de rechazo y estigmatización. La situación económica de la familia se desplomó rápidamente, y Sae, luchando por mantener el bienestar de su hijo, no pudo evitar sucumbir al estrés. Dependió cada vez más de las sesiones de cuidado mental y medicamentos, tratando de encontrar alguna manera de sobrellevar la presión. La soledad y la incapacidad de superar el estigma de Sibyl empujaron a Sae a buscar refugio en la medicación, alejándose cada vez más de su hijo.
En un intento de borrar las huellas del pasado y ofrecer a su hijo una oportunidad de empezar de nuevo, Sae tomó la decisión de cambiar el apellido de Nobuchika. A partir de entonces, pasó a ser Ginoza Nobuchika, alejándose del apellido Masaoka como un intento de cortar todo vínculo con un pasado marcado por la condena de Sibyl. A pesar de este cambio, el peso de la historia de su padre seguía presente en su vida diaria, y la carga de ser el hijo de un criminal latente le persiguió durante años.
Entre los 9 y los 16 años, Nobuchika se concentró completamente en sus estudios y en mantener su estabilidad mental. Sabía que no podía permitirse flaquear; la única forma de evitar caer en la misma situación que su padre era sobresalir en la sociedad, formar parte de la élite a la que el sistema Sibyl otorgaba privilegios. Alejado de cualquier distracción o hobby, Nobuchika dedicó su vida a los estudios, y pronto se distinguió por su capacidad intelectual y su implacable disciplina. Se esforzó el triple que los demás, convencido de que solo a través de un esfuerzo titánico podría superar las expectativas que la sociedad tenía sobre él. Este enfoque le granjeó el respeto de muchos de sus maestros, quienes admiraban su constancia, pero también comenzaron a preocuparles la falta de balance en su vida.
La presión que vivía en su casa, sumada a su propia convicción de que no podía permitirse ser vulnerable, lo convirtió en una persona dura y cerrada, incapaz de relajarse o disfrutar de su juventud. La obsesión por mantenerse al margen de los errores de su padre lo llevó a perder toda forma de conexión con los demás, y a medida que crecían sus logros académicos, también lo hacía su aislamiento emocional.
La presión sobre Nobuchika no desapareció con su éxito académico. Sabía que ahora, más que nunca, no podía permitirse flaquear. El miedo a perder lo que había logrado, a no ser lo suficientemente bueno, lo perseguía constantemente. La idea de seguir los pasos de su padre y caer en la misma desgracia que él le resultaba insoportable. Esta ansiedad por no fracasar lo llevó a convertirse en una persona implacable consigo mismo, capaz de soportar cualquier sacrificio con tal de mantenerse en la cima. Pero cada vez más, esa carga se hacía más pesada, y la presión interna lo consumía poco a poco. Nobuchika entendía que, en su mente, el miedo al fracaso era lo único que lo mantenía en marcha, pero también sabía que no podía seguir viviendo así para siempre. La lucha por mantenerse en la élite de la sociedad era constante, y el riesgo de perder todo lo que había construido lo aterraba.

Si hay algo que el sistema no predijo es que Adam Carter podría ser muchas cosas menos un buen padre. Desde el fatídico día, compartió tiempo muy pocas veces con su hija, siempre el negocio estaba primero.
Desde que Naomi partió de este mundo la vida de Alice tenía horarios, protocolos y reglas. No había lugar a objeciones ni cuestionamientos. La cara visible de la familia Carter debía ser perfecta e impoluta.
Adam al poco tiempo comenzó la búsqueda de una nueva esposa que le diera un heredero, en lo posible varón. Porque, aunque renegara, el día de la muerte de Naomi, también perdió a Alice.
Carter Corp entregaba tecnología de punta al gobierno nipón para que puedan desplegar nuevas funcionalidades del sistema periódicamente. Al principio bastaban los últimos chips que pudieron desarrollar para cumplir con los requerimientos, pero pronto se quedaron sin la suficiente velocidad de procesamiento para seguir avanzando.
Fue uno de los ingenieros de Carter Corp quien sugirió la idea de los cerebros humanos, en una noche de copas de un bar, en modo de broma. Lo que ese pobre hombre no sabía es que al día siguiente tendría que hacer una planificación para presentar a OW Pharmaceuticals (la empresa médica por excelencia) para poder ver la viabilidad del asunto.
Luego de muchas pruebas con cerebros animales, llego el día D. Había que intentarlo con personas voluntarias, con una jugosa recompensa para sus familias, y la satisfacción de ser parte del progreso de la sociedad con su sacrificio. Uno de los primeros cerebros a incorporarse a Sibyl, fue, de hecho, el ingeniero que lo propuso.
Al principio los requisitos para presentarse como voluntario, en pleno conocimiento de lo que significaba y el procedimiento, era verificar que el órgano este en buen estado y las funciones neuronales estén al 100%. Luego, la situación comenzó a requerir más refinamiento.
Fue así, como luego de muchos años de investigación, se llegó a la conclusión de que una pequeña parte de la población era óptima para este trabajo, no solamente porque aportaban velocidad al sistema, sino porque su modo de pensar la toma de decisiones (fuera de los límites morales y éticos que implica la humanidad) podía hacer que los resultados fueran mejores objetivamente hablando. A estas personas se los llamó criminalmente asintomáticos (o, a priori acquit), ya que su medición de psycho pass no se correspondía con los actos que realizaban y la vida que llevaban, mucho menos reflejaban el estado anímico y psicológico de esas personas.
Adam sabía exactamente lo que se necesitaba para mejorar la potencia del sistema, porque era la mente maestra detrás del desarrollo de Sibyl. Gracias a su habilidad para comprender el comportamiento humano y su visión estratégica, Adam no solo había asegurado su lugar en la cúpula del poder, sino que había logrado que su Psycho-Pass nunca volviera a ser medido. Su contribución al sistema lo convirtió en uno de los VIP más influyentes, una pieza clave para el equilibrio de la sociedad, y lo colocó en una posición que parecía inmune a cualquier tipo de escrutinio. Su ascenso fue meteórico, pero, en el fondo, su mayor triunfo era un secreto: Alice.
El caso de Alice era muy especial. Si bien la mayoría de los asintomáticos eran detectados cuando ya habían cometido crímenes, Alice era una joya pura y maleable. Lo que más le intrigaba a Adam era el hecho de que ella aún no había causado daño a la sociedad, algo que raramente se veía en los asintomáticos. De hecho, en su mente retorcida, Alice era más valiosa ahora que nunca, no como heredera de su imperio, sino como la pieza perfecta para el sistema, un experimento vivo que podría revolucionar el futuro de Sibyl.
Por eso, cuando Adam descubrió que Alice era asintomática, dejó de lado su plan de convertirla en una heredera digna. Decidió transformarla en una herramienta mucho más poderosa, una pieza clave para la implementación total de Sibyl, bajo el proyecto AL 01. OW Pharmaceuticals y Carter Corp, aliadas para el monitoreo médico de Alice, se encargaron de analizarla con un rigor implacable. A través de estudios constantes y un control total de su entorno, Adam y los colaboradores en el proyecto buscaban moldear en ella a la persona perfecta para el sistema.
Alice comenzó su educación a los 8 años, en un aislamiento total. No tuvo contacto físico con nadie más, salvo los médicos que la visitaban cada tres meses para realizarle exhaustivos estudios médicos. Vivía en su castillo vacío, alejada de cualquier tipo de vida social. Su aprendizaje fue completamente a distancia, un homeschooling 24/7 que abarcaba no solo los idiomas más relevantes—inglés, ruso, chino, cantonés y español—sino también clases estrictas de Ballet, música, lengua, ciencias, matemáticas, filosofía, historia y, por supuesto, tecnología y programación. Cada área de conocimiento fue cuidadosamente seleccionada, con el objetivo de construir en Alice una mente preparada para entender y manipular cualquier situación en un mundo gobernado por Sibyl.
Este sistema de educación extrema no era solo para asegurarse de que Alice se convirtiera en una intelectual excepcional, sino también para fomentar su aislamiento, su dependencia total del conocimiento, de la perfección. Los momentos de interacción social eran inexistentes, más allá de las fugaces y frías visitas de los médicos que la evaluaban. Esto, sumado al control absoluto de la temperatura y los suministros de alimentos, le permitió a Adam crear un entorno en el que cualquier vulnerabilidad de Alice fuera vista como una oportunidad para fortalecerla. No importaba si el aislamiento le afectaba psicológicamente, ya que el propósito era claro: hacer de Alice el asintomático perfecto.
Alice, a lo largo de los años, comenzó a desarrollar diversas patologías psiquiátricas, que fueron cuidadosamente monitoreadas y manipuladas. Las alucinaciones fueron una de las más evidentes, pero Adam las veía no como una debilidad, sino como una característica clave para el perfeccionamiento de su mente. Alice comenzó a ver cosas que no estaban allí, escuchar voces, pero aprendió, con el tiempo, a controlarlas. Cada día era una lucha, pero también un paso más hacia la creación del asintomático ideal. Su empatía natural, esa cualidad que siempre la había hecho amable y cariñosa, debía ser erradicada, ya que la capacidad para juzgar sin simpatía era crucial para su integración en el sistema. Alice no debía ser como los demás humanos, debía pensar de manera objetiva y desapegada, como una pieza perfecta de la maquinaria de Sibyl.
A los 15 años, Alice era un fantasma de la niña que había sido. Su cuerpo estaba delgado, con una salud que, aunque aparentemente buena, reflejaba las secuelas de un aislamiento extremo. Ya no era la niña sonriente que una vez fue, pero ni siquiera ella era consciente de cuánto había cambiado. La mente de Alice estaba atrapada entre las alucinaciones y los recuerdos difusos de un pasado que ya no parecía pertenecerle. No sabía que era asintomática, ni que todo su sufrimiento, su soledad y su confusión formaban parte de un proyecto más grande. El Proyecto AL 01. Un proyecto que no solo la había convertido en una máquina de perfección, sino que, a través de su dolor, buscaba maximizar el potencial de su mente, llevándola a los límites del sufrimiento humano.
Cada día, el sistema la moldeaba más, eliminando su humanidad, transformándola en lo que Adam y sus colaboradores necesitaban para el futuro de Sibyl: una persona que no encajara en los estándares convencionales, pero que pudiera analizar, supervisar y controlar las acciones humanas sin ninguna interferencia emocional. Alice había dejado de ser Alice, pero aún no lo sabía.
Ella era solo un instrumento, un experimento viviente, y todo lo que había sido antes, todo lo que amaba y soñaba, estaba siendo borrado con cada nuevo día. Pero no importaba, porque, desde la perspectiva de Adam, estaba siendo valorada más que nunca, aunque el costo fuera su propia humanidad.