PARTE 39 La Tregua

~o~

Rhea estaba frustrada. Primero, el cuerpo de Byleth reaccionó de una manera inesperada al Corazón de Sothis. Había pasado un año y medio desde que lo incrustó en el pecho de la chica y el único cambio hasta el momento era que el huevo había aumentado de tamaño, tanto que cayó del trono y pese a la caída el huevo no se cuarteó siquiera. Lo que Rhea logró fue recrear un huevo de dragón y estos tardaban años en eclosionar, lo sabía porque sus hermanos se lo contaron.

La Arzobispa sabía que su madre saldría de ese huevo pero tomaría algunos años. Tampoco podía hacer nada para acelerar el proceso... ¡No cuando la Espada del Creador había desaparecido! Su idea era agregar los huesos de su madre (la espada) al huevo de alguna manera y lograr algo significativo con eso, ¡pero la espada no estaba! Sólo Seteth y Flayn sabían sobre la espada y el sitio donde quedó guardada. Para todos los demás en el Monasterio, dicho sitio era el lugar de descanso de la Santa Seiros.

Rhea no tuvo más opción que reunir a Catherine, a Shamir y a Alois para revelarles sólo lo suficiente para darles la misión de localizar la Espada del Creador a como diera lugar. Tuvo que confesarles que no había ninguna Santa Seiros enterrada, porque ella era la Santa Seiros. En cuanto a la espada, usó la historia que todos sabían, que esa espada la blandió Némesis. No les dijo sobre la verdadera naturaleza del arma, se limitó a darles un grabado de la Espada para que supieran cómo era.

"En serio me sorprende la clase de seres que hay en Fódlan", dijo la arquera luego de salir de la oficina de la Arzobispa. "Y me sorprende más que la Santa Seiros fundó una Iglesia para sí misma y la dirige personalmente". Que dijera eso último con voz seca fue como soltar una flecha al aire.

Catherine apretó los labios, como si dicha flecha se le hubiera clavado en la espalda. Su cabeza daba vueltas a más de una verdad que se le había revelado, y esas verdades chocaban con el modo en que había estado viviendo su vida desde que se unió a la Iglesia. Por su lado, Alois se mostraba más sosegado, su sorpresa ante las revelaciones se fue así como llegó y calló cualquier pensamiento al respecto. Lo cierto era que el Capitán pensaba en muchas cosas.

"Por ahora tenemos que encontrar pistas de los ladrones, si hay Agarthanos aún sueltos, podría ser un peligro para los alumnos", dijo Alois con calma. "No sucedió nada anormal en la última ceremonia".

"No creo que esos sujetos hayan robado la espada recientemente", aseguró Catherine. "No se infiltraron en el Monasterio, perdieron mucho poder y desde entonces no han dado señales de vida".

"Lo que quiere decir que los Agarthanos supervivientes no han hecho nada desde la caída de su ciudad, y no harán nada por un buen rato", murmuró Shamir. Por suerte había magos al pendiente de detectar sus rastros mágicos apenas se activaran.

"Los ladrones ya estaban dentro del Monasterio pero no eran Agarthanos, de lo contrario, ya habrían hecho uso de la Espada con algún hechizo", continuó la Galerna. "O si ellos tuvieron el arma para cuando los atacamos, la hubiéramos encontrado cuando asaltamos su ciudad. Si la espada es tan importante, ellos se la hubieran llevado para ponerla a salvo, pero esos tipos corrieron sólo con lo que tenían puesto, no cargaron libros mágicos ni armas. Y sus soldados llevaban armas comunes".

"¡Bien pensado!" Exclamó Alois. "Entonces el ladrón estuvo dentro del monasterio todo el tiempo. Tuvo todas las oportunidades de colarse en el Mausoleo mientras estuvimos afuera cazando Agarthanos".

"Y ese ladrón fue alguien que no levantó ninguna sospecha", dijo Shamir. "Todo el monasterio estuvo más vigilado que nunca cuando comenzamos a cazar a los Agarthanos. Si me lo preguntas, fue el momento perfecto para asaltar el Mausoleo".

"Si todo lo que estamos pensando es cierto, entonces la Espada del Creador fue robada durante el año que los tres líderes de Fódlan fueron alumnos".

Y hasta donde ellos tres sabían, los alumnos estuvieron muy ocupados entrenando y enfrentando misiones que los puso a prueba, incluso se enfrentaron inesperadamente a algunos Agarthanos y presenciaron el terrible ataque a Remire. Desde entonces, bien sabían, Seteth cuidó que las misiones no pusieran a los alumnos en ese tipo de peligro mortal. Sospechar de los alumnos era innecesario, ¿verdad? Sospechar de Byleth, por supuesto, era tonto. ¿Los profesores? Seguían trabajando diligentemente ahí, no había nada malo en ellos. ¿Y qué tal Jeritza von Hrym? No, él renunció porque fue reclutado por el Imperio para ayudar a calmar las cosas en el territorio de los Hrym.

Sería un trabajo complicado, cualquier pista que hubiera dejado el ladrón posiblemente se borró durante la última Ceremonia, mucha gente entró al Mausoleo y no se reportó ningún incidente. Aún así, valía la pena revisar una vez más. La Arzobispa se notaba estresada por culpa del robo de la espada, tenían que darle resultados.

A saber para qué quería Rhea la espada que blandió Némesis cuando ella podía transformarse en un dragón cualquier tarde de esas. Podían intuir que quería usarla en lo que sea que le hizo a Byleth...

"Yo buscaré por los alrededores del Mausoleo", dijo Shamir. "Tengo mejor ojo que ustedes dos juntos".

"Entonces pon mucho ojo en tu búsqueda, compañera", bromeó Alois antes de soltar una sonora carcajada. "Yo iré a interrogar a los guardias que custodian la zona".

Catherine tenía un gesto de horror ante la mala broma. "Yo... Yo revisaré el interior, quizá encuentre algo que nos sirva".

~o~

Byleth era atacada por la tristeza cada vez que escuchaba las voces de Shamir, Alois, Catherine y Flayn contándole sobre lo que pasaba en la escuela, el monasterio y con sus alumnos. Les hablaba pero ellos no podían escucharla. Byleth sabía que el tiempo seguía pasando y no podía hacer nada para mejorar su situación.

Sothis, por su lado, sabía que no llegarían a ningún lado de seguir así. Seguía atacando a la chica pero ésta le miraba con furia mientras hacía lo posible por terminar rápido la pelea en cada ocasión, sus sentidos estaban más afilados, su velocidad y fuerza aumentaban y la fuerza de su espíritu crecía ante el deseo, la necesidad de salir del encierro. Se enfrentaron tantas veces que ya habían perdido la cuenta de sus peleas.

Las dos querían liberarse.

Un suspiro de Byleth hizo que Sothis le pusiera atención. No tardó en escuchar que el pequeño Demonio cantaba una canción que removió sus memorias más profundas.

"Fracciones de la memoria, esquivas", cantaba Byleth en baja voz. Según sabía, su madre le cantó esa canción de cuna cuando era pequeña. Jeralt la cantó para ella después de que Sitri muriera, así que Byleth recordaba esa canción con la voz grave de su padre. "...Como llamas avivadas por el viento..."

"A la deriva en el caudal de los tiempos", completó Sothis antes de sentarse bien y poner un gesto alterado. "¡¿Cómo es que conoces esa canción?!"

Byleth también enfureció y encaró a la Diosa. "¡Es la canción de cuna que me cantaban mis padres!"

"¡Esa es la canción que yo hice para mis hijos!"

Ambas se miraron con molestia, con cansancio incluso. Pasaron varios segundos de tenso silencio antes de que Sothis se animara a hablar.

"Niña, escucha", dijo la Diosa mientras trataba de calmarse a sí misma. "Acepto que eres fuerte, pero no lograrás derrotarme sin importar cuántas veces lo intentes, y claramente yo no podré someterte, así que nos quedaremos encerradas aquí todo el tiempo que tú lo prolongues".

A Byleth no le gustaron esas palabras y gruñó su respuesta. "Tú estás invadiendo mi cuerpo".

"Yo no elegí tu cuerpo, yo sólo aparecí aquí".

"Rhea metió algo en mi pecho, ella te metió en mi cuerpo", alegó Byleth.

Sothis bufó. "¡No sé quien es esa Rhea!"

"Rhea es la Arzobispa de la Iglesia de Seiros", explicó la mercenaria con enfado.

"¿La iglesia de qué?" Por primera vez, la Diosa se mostró confundida. "¿Seiros?" ¿Cuándo fue que su hija fundó una Iglesia? "¿Ustedes los humanos la fundaron o...?"

Byleth también pareció confundida. "Según lo que aprendí, la Santa Seiros fue la que fundó la Iglesia hace como mil años junto con los Cuatro Santos", explicó y trató de hacer memoria. "Cichol... Macuil... Indech y... Y... Cethleann".

Sothis se puso de pie y comenzó a bajar por la escalinata con prisa, señal de su confusión. "¿Santos?" La Diosa negó con la cabeza. "Tres de esos nombres son de mis otros hijos".

"Esa Iglesia te rinde culto y es la religión dominante en Fódlan", continuó la mercenaria. "Incluso tienen muchos preceptos muy raros, uno dice que puedes robar y matar en nombre de la Diosa. En tu nombre".

"¿¡Qué?!"

"Y también dicen que mandas tus bendiciones en forma de Crestas, de Emblemas, y esas Crestas son las que les dan a las familias la posición de nobles y de gobernantes. Muchos de mis alumnos tienen esas Crestas".

"No entiendo de qué estas hablando..." Murmuró Sothis, su rostro dibujaba un horror creciente.

Byleth comenzó a buscar en los alrededores algo que le sirviera, así que con un trozo metálico de su armadura comenzó a rayar la roca del suelo y dibujó de manera bastante lamentable el emblema de Seiros.

"Éste es el escudo de la Iglesia. Una de mis alumnas tiene ésta cresta, la Cresta de Seiros, y es la actual Emperatriz de Adrestia", explicó Byleth y luego dibujó como pudo los emblemas de Blaiddyd y Riegan. "Y mis alumnos con estos emblemas, son el Rey de Faerghus y el Archiduque de Leicester respectivamente. Según lo que dice la Iglesia, estos emblemas son tu bendición y la prueba de que ellos deben gobernar".

Para ese momento, Sothis ya estaba frente a Byleth y miraba los dibujos con un gesto complicado de leer, pero que para nada parecía complacido.

"Yo morí en mi sueño hace muchos siglos, niña. Quedé debilitada luego de pelear contra enemigos que quisieron acabar con mi familia y conmigo. Después de derrotarlos, usé mi poder para restaurar el mundo de la destrucción de la guerra y me guardé para descansar. Estaba en medio de un sueño curativo y sentí cuando me arrebataron la vida", explicó la Diosa. "Así que no sé de qué estás hablando. Seiros fue la más joven de mis vástagos".

Byleth abrió los ojos como platos. "Entonces... Nunca escuchaste a la gente que te reza porque..."

"Porque he estado ausente todo este tiempo. Lo último que supe es que abrí los ojos y te vi. Sé que estoy en tu cuerpo y sé que puedo ocuparlo porque se siente como mío".

"Rhea también preparó a mi madre para ser tu cuerpo", dijo Byleth de repente. "Pero no lo logró y mi padre sacó a mi madre del monasterio para ponerla a salvo. Luego nací yo..."

Sothis frunció el ceño y decidió sentarse frente a Byleth. "Ahora que lo mencionas... Recuerdo que no es la primera vez que tengo ésta sensación de Estar, pero sí es la primera vez que despierto y veo a alguien. A ti. Te aseguro que no sé quién es Rhea ni porqué me está dando tu cuerpo como receptáculo".

Byleth decidió describir a Rhea a detalle, su modo de hablar, su apariencia física, incluso su destreza en combate y cómo su mano se transformó en una especie de garra de wyvern cuando le clavó algo en el pecho con tanta fuerza que escuchó y sintió sus propios huesos crujir. Y ya que hacía memoria de ese momento tan peligroso, mencionó algo que le había pasado por alto.

"Y los ojos de Rhea se pusieron raros... Como los de un wyvern, ya sabes, así", dijo la mercenaria y dibujó la forma que adoptaron las pupilas de Rhea".

Y entonces notó que Sothis se alteró mucho más.

"¡Maldición!" Gritó Sothis mientras subía a su trono una vez más. "¡No puedo creerlo!"

Byleth ya no pudo escuchar lo que decía la Diosa, parecía masticar sus palabras con una furia creciente. No se atrevió a hablarle, nunca la había visto así.

~o~

El huevo de Byleth tuvo que ser movido de sitio.

A sabiendas que la eclosión tomaría algunos años más, lo mejor era ser paciente. O al menos eso pensaba Rhea. Por supuesto, no podía tocar el huevo directamente, así que tuvo que pedir la ayuda de las personas que sí podían. El huevo fue transportado a una caverna en la ladera de una de las caras escondidas del enorme peñasco donde estaba apostado el Monasterio. Un sitio donde recibiría aire fresco y el sol de la tarde, donde estaría a salvo de ojos curiosos, justo como si estuviera siendo encubado entre las formaciones rocosas de Zanado.

La Arzobispa mencionó que Ella saldría de ese huevo cuando fuera el momento, y para eso faltarían unos años más. Y por "Ella" no se estaba refiriendo a Byleth, todos los implicados lo sabían.

Por culpa de la nueva ubicación, visitar a Byleth estaba siendo más complicado y, por tanto, las visitas disminuyeron con el paso de las semanas. Además, aún no daban con ninguna pista del ladrón o de la Espada del Creador y eso enfadaba a Rhea al grado de estar de un terrible humor en las últimas Lunas. Seteth también estaba molesto por el asunto de la espada, pero al menos ya tenía una sólida idea del plan de Rhea.

Decidió encararla.

"¿Desde cuándo has estado intentando traerla de regreso?" Preguntó Seteth apenas se vio a solas con Rhea al final del día, ambos seguían en la oficina de ésta.

"Desde que finalizamos la construcción de Garreg Mach", confesó Rhea, notando la sorpresa en Seteth. "Primero usé el Cáliz Primordial pero el ritual falló. Desde entonces he estado tratando muchas maneras de traer a nuestra Madre de regreso".

"Rhea, nuestra madre, ella está..."

"¡Ella es la Diosa Progenitora, ella no puede morir!" Exclamó Rhea y ya no tuvo necesidad de esconderle nada a Seteth. "La madre de Byleth se llamaba Sitri, yo la creé con sangre Nabatea con el único objetivo de ser el receptáculo de nuestra Madre. Hubo muchos intentos antes de Sitri y ella también falló, así que di el experimento por finalizado y le quité la Piedra Emblema del cuerpo. Sitri aún estaba viva y fallé en notarlo".

Seteth se horrorizó al escuchar todo lo que Rhea le confesaba.

"Jeralt Eisner era el Capitán de la Guardia de Seiros antes de que tú vinieras al Monasterio con Flayn. Él estaba enamorado de Sitri. Y fue él quien se la llevó y fingió su propia muerte en un incendio. Jeralt y Sitri tuvieron una hija".

"Byleth", dedujo Seteth de inmediato, comprendiendo al fin toda la situación. Lo que estaba haciendo Rhea estaba más allá de lo aceptable. "¡Rhea, no puedes...!"

"¡Ya lo hice! Y funcionó", la Arzobispa decía esas palabras con dureza. "El cuerpo de Byleth es el receptáculo perfecto, nuestra Madre volverá en un cuerpo joven, sano y poderoso. Sólo debemos esperar a que eclosione".

Seteth apretó la quijada, incapaz de entender en su totalidad porqué Rhea había hecho semejante barbaridad. Por supuesto que él también resentía en su corazón la muerte de su propia Madre. Némesis fue derrotado, Sothis fue vengada y todos siguieron adelante de la mejor manera posible. Sus hermanos mayores sobrevivientes se aislaron del mundo para tener una existencia tranquila, él encontró el amor y tuvo una hija.

Pero Rhea no avanzó...

Y Seteth falló en notarlo. Falló en ayudar a su hermana menor.

Ya era demasiado tarde, Byleth fue usada como sacrificio para la Diosa y a saber qué saldría de ese huevo apenas eclosionara.

"Tenemos que encontrar la Espada", murmuró Rhea con furia. "Y cuando encontremos a esos ladrones, rogarán por la muerte cuando enfrenten el crimen de haber robado los Restos de nuestra Madre".

"Los encontraremos", fue lo único que Seteth pudo decir, estaba de acuerdo al menos en esa parte. Y ahora más que nunca debía estar atento a Rhea, que claramente no estaba en sus cabales.

~o~

[Byleth fue movida a una cara del risco a espaldas del Monasterio, sólo se puede acceder ahí en wyvern o pegaso. Rhea quiere que el huevo se incube ahí por alguna razón.]

Eso decía la carta más reciente de Shamir y Edelgard en serio no sabía qué pensar. No tenía idea qué era lo que Rhea tenía en mente, rescatar a Byleth sonaba complicado y no era como si supieran qué hacer con su profesora en ese estado de incubación. El siguiente párrafo en la carta de la arquera lo confirmaba.

[El Monasterio justo ahora está muy vigilado luego del asalto al Mausoleo. Rhea dice que se robaron una Reliquia y tiene a su gente de confianza buscándola, yo incluida. Eso la tiene muy enfadada, procuren distancia por el momento, los Caballeros de Seiros ya recuperaron sus números y están apostados en el Monasterio.]

[Si pretenden venir, que sea en números pequeños, o esperen a que encontremos esa Reliquia y la vigilancia disminuya un poco.]

Edelgard no estaba muy segura si hacerle saber a Shamir que ella tenía la Reliquia perdida porque su gente y ella la robaron. Y ahora se alegraba de haberlo hecho, porque si Rhea estaba buscando una Reliquia que no podía blandir, entonces la necesitaba para algo más. Y si ese asunto involucraba a Byleth, entonces su Yo de hace año y medio hizo bien en asaltar la tumba de Seiros.

De todos modos no podía responder las cartas de Shamir, no sin el riesgo de revelar que estaban en contacto.

"Byleth..." La joven Emperatriz arrugó la carta sin querer. No podía ni imaginarse qué era lo que le pasaba a su querida profesora en esos momentos, quería ir corriendo a rescatarla pero muchas cosas se lo impedían. Además, ¿qué tal si algo malo le pasaba al Huevo y sólo Rhea era la que podía arreglarlo? No debía arriesgar a Byleth, pero la echaba tanto de menos que sus ojos ardían por las lágrimas que no dejaba salir.

Edelgard no podía mostrarse débil, no cuando debía imponerse ante los Nobles cobardes que aún no la enfrentaban pero que tampoco parecían emocionados por someterse a sus nuevas reformas. Seguía en constantes reuniones con Dagda y preparando al ejército imperial para enfrentarse a la Iglesia apenas fuera el mejor momento.

Odiaba pensar en el hecho de que Thales y el resto de las Serpientes eran su fuerza de apoyo y los que estuvieron alistando todo para cuando ella declarara abiertamente la Guerra contra la Iglesia de Seiros. Ellos fueron los encargados de todos los preparativos con su propio ejército vestido con los colores del Imperio, pero luego de que la Iglesia los eliminó, era Edelgard la que debía contar con sus propios soldados. Sus amigos la ayudaban con los preparativos, pero era una tarea monumental para un grupo de jóvenes que soñaban con un mundo mejor.

También estaban preparando el Manifiesto para presentarlo al pueblo y declarar la posición de la Emperatriz ante la Iglesia, ese era su punto de salida para lo que sería un conflicto de muchos intereses. Y muchas batallas...

Aún no tenía la batalla a la vuelta de la esquina y la joven Emperatriz ya estaba sintiendo el peso de ésta.

"Si estuvieras aquí, sé que harías todo lo que pudieras para calmarme. Tú no me dabas las respuestas a mis problemas", murmuró Edelgard con una sonrisa pequeña. "Tú me dabas opciones, me ayudabas a pensar mejor para que yo misma resolviera mis problemas..." La joven Emperatriz se frotó el rostro con fuerza. "Te extraño, Byleth... Vuelve, por favor. Te necesito..."

Estar a solas en sus aposentos le permitía lamentar la ausencia de Byleth, pero uno de los gajes de ser la máxima autoridad en el Imperio era que siempre había pendientes. Y uno de ellos tocó a la puerta.

"Adelante", indicó Edelgard. Seguía en su ropa del día, aún no se había alistado para dormir.

Quienes entraron fueron Hubert y Kronya. La joven Agarthana ya era un rostro conocido en el palacio y era parte del equipo de trabajo de Hubert. Y miembro de las Águilas Negras.

"Lamentamos mucho interrumpirla en su descanso, Majestad, pero Kronya insistió en reportar ella misma los resultados de su misión".

"Te escucho".

Por naturaleza, Kronya era ruidosa, activa e impaciente, pero también muy profesional en su trabajo y eso era algo que (lamentablemente) le debía a Thales y al resto de los Comandantes de Shambhala. También había desarrollado problemas con la autoridad, pero eso era algo que Edelgard podía tolerar. Kronya se sentía más cercana gracias a ese modo de ser.

Y además, el resto de las Águilas la aceptaron. Podría no decirlo, pero Edelgard sabía que Kronya estaba feliz de poder hablar con más gente y hacer amigos quizá por primera vez en su vida.

Justo como le pasó a Edelgard durante su época en la Academia.

"Jefa, encontré algo en las ruinas de Shambhala", dijo Kronya con un gesto serio, nada que ver con su gesto travieso de costumbre.

Aunque los Caballeros de Seiros se encargaron de sellar la entrada principal derrumbando parte de la montaña, aún había algunos túneles de escape construidos por Agarthanos que desertaron.

"Encontré réplicas de las Reliquias de los Héroes".

"¡¿Qué?!" Tanto Hubert como Edelgard se alertaron.

"Quizá no sea de sorprenderse, ellos hicieron una Reliquia artificial para usted, Su Majestad", comentó Hubert, señalando el hacha apostada junto a la cama de la Emperatriz. "Continúa, Kronya".

La joven asesina asintió. "Las Armas estaban dispuestas junto a unos contenedores de soporte vital que", y pronto Kronya recordó que ellos no estaban del todo familiarizados con la tecnología de la ciudad subterránea, "¡ugh! Ustedes están tan atrasados... Cómo lo explico... Umm... Encontré diez ataúdes de metal y cristal con suficiente tecnología y magia para mantener a alguien con vida por muchos, muchos años".

Ni Hubert ni Edelgard supieron qué decir a eso. Kronya continuó.

"Los ataúdes se destruyeron durante el derrumbe y los tipos que estaban dentro ya están hechos huesos, sin los ataúdes funcionando, murieron. Ellos estaban marcados con los nombres de los Héroes de los que aprendí en los libros que leí en la celda", continuó la chica. "Pero ellos no son el problema, hay un ataúd que no se dañó y sigue funcionando, está anclado en el muro y lo tienen asegurado con cadenas gruesas porque es alguien muy peligroso. Está marcado con el nombre de Némesis".

Semejante revelación dejó sin palabras a la Emperatriz y a su vasallo.

"¿Ellos han mantenido vivo a Némesis todo este tiempo?" Preguntó un apurado Hubert.

"El término es Animación Suspendida", aclaró Kronya. "Que significa mantener a alguien dormido por mucho tiempo sin que el cuerpo envejezca o muera", esa era la explicación simple.

"O sea que Némesis, el Némesis que peleó contra Seiros hace mil años... Pudo haber escapado de su encierro durante el derrumbe..." Edelgard tragó saliva de sólo pensar en eso.

"Creo que Thales encerró bien a ese tipo porque lo consideraba altamente peligroso, pero también podría haberlo tenido como un plan de emergencia", porque sólo eso explicaría que lo tuvieran contenido y no directamente enterrado bajo metros de roca y metal. O directamente muerto.

"Si ese ataúd deja de funcionar, ¿crees que Némesis se libere?" Preguntó Hubert.

"No lo sé. Si la máquina deja de funcionar, él perdería el soporte vital y podría morir... O podría despertar, sólo son esas dos opciones".

"¿Y qué hay de las armas?" Preguntó Edelgard enseguida.

"Las recuperé, pero se sienten muy pesadas y tienen un brillo extraño que me hicieron sentir enferma, las dejé escondidas donde nadie pueda verlas, les diré dónde para que vayan por ellas".

"Muchas gracias, Kronya", agradeció la Emperatriz con sinceridad. "Odio admitir que las armas nos vendrían bien. El Imperio no tiene tantas Reliquias como el Reino o la Alianza, quizá esas armas nos ayuden a pelear contra la Iglesia".

Pocos miembros de las Águilas Negras tenían Emblemas, sólo Linhardt, Monica, Bernadetta y Ferdinand. Monica heredaría la Reliquia de su padre, pero tener un segundo Tomo sería de mucha ayuda, ¿verdad? Lo mismo con Linhardt y su padre. Los Varley y los Aegir no poseían una Reliquia y la Iglesia tampoco parecía tenerlas.

No podían perder esa oportunidad.

"Respecto a Némesis. Si es el verdadero Némesis, quizá deberíamos destruir el ataúd donde lo tienen encerrado", propuso Hubert.

Kronya fue la primera en negar muchas veces. "¿Estás demente? ¡Esa es una mala idea! El contenedor es muy resistente y lo tienen asegurado, podríamos despertar a ese tipo si no tenemos cuidado".

"Me temo que ella tiene razón, lo último que necesitamos es liberar a un potencial enemigo", comentó Edelgard. "Pero podemos tener el sitio vigilado, al menos hasta que sepamos qué hacer con él. Si estuvo mil años encerrado, quizá lo esté otros mil".

"O quizá despierte mañana", murmuró Hubert, preocupado.

"¿Y porqué no le informan a la Iglesia? Que ellos se hagan cargo de él, así como lo hicieron con Solon y los demás", propuso Kronya y enseguida puso su mejor gesto de villana. "Y mejor si les dicen sobre Némesis luego de hacer la declaración de guerra, así estarán muy ocupados..."

La Emperatriz no pudo contener una sonrisa y una risa breve.

"Recuérdame darte un aumento".

"¡Sí! ¡Le podré presumir a Shez que puedo pagar más cerveza que ella!" Exclamó Kronya con alegría.

"Lo primero es poner a salvo las réplicas de las Reliquias", comentó Hubert, igualmente sonriente. "Mandaré a algunos hombres a vigilar la zona".

Y si la Arzobispa estaba tan enojada como Shamir lo expresó en su más reciente carta, entonces ella felizmente se encargaría de ese viejo enemigo. Edelgard tampoco quería dejar a tan peligroso sujeto suelto para las generaciones futuras, mucho menos si no tendrían los medios ni los conocimientos para apagar la tecnología Agarthana.

"Discutiremos los detalles mañana. Muchas gracias por tu trabajo, Kronya", dijo Edelgard a la joven asesina.

Kronya se sonrojó un poco y se llevó una mano a la nuca. Aún estaba acostumbrándose a las felicitaciones y las muestras de simpatía. Normal considerando cómo fue su vida hasta que el Imperio le dio protección y una razón para seguir viviendo.

"Es mi trabajo, para eso me pagas", murmuró la chica.

"Nos retiramos, Su Majestad", Hubert fue el primero en inclinarse. "Hasta mañana, descanse".

"Descansen".

Ya a solas en su cuarto, Edelgard decidió ponerse su ropa de dormir. Siempre se vestía sola, las sirvientas sólo le ayudaban a peinarse y a acomodar el resto de los accesorios de sus vestimentas imperiales. Un cansado suspiro abandonó su cuerpo. Aún había mucho trabajo por delante.

"Byleth..."

Y sólo pensar en su querida profesora hacía que recuperara los bríos. Quería demostrarle todo lo que había logrado para cuando ella volviera. Eso era lo único a lo que podía aferrarse.

~o~

El ya no escuchar a Shamir y a los demás tanto como antes le estaba cobrando mucho a la salud mental de Byleth. Desde que habló con la Diosa sobre la situación de la Iglesia y de Rhea, ésta se mantuvo en su trono y en perfecto silencio. Incluso dejó de atacarla y eso le quitó a Byleth la única razón que tenía para mantenerse activa.

La joven mercenaria estaba recargada en un costado de la escalinata, tenía sus rodillas abrazadas y escuchar sus propios pensamientos la estaba volviendo loca. Decidió retomar lo que hacía en un principio: repetir cual rezo los cumpleaños de sus alumnos y sus amigos.

"Hubert cumple años en la Luna Arbórea, el día... El día..."

Byleth abrió los ojos como platos al darse cuenta que no podía recordarlo.

"Ferdinand también cumple años esa Luna, le gusta el té y... Y..."

Tampoco podía recordar el día. Se dio cuenta que no podía recordar quién cumplía primero durante la Luna del Arpa. Comenzó a balbucear los nombres de sus alumnos y las Lunas donde cumplían años, pero dudaba de lo poco que recordaba. Por suerte, la mercenaria no tuvo oportunidad de entrar en pánico.

"A Hubert le gusta el café y cumple el día 17 de la Luna Arbórea. Ferdinand cumple el día 30 y le gusta el té", sonó la voz de la Diosa. "En la Luna del Arpa cumplen años Annette, Raphael y Mercedes. ¿Y sabes? Mi hijo Macuil cumple años en esa Luna también", continuó la Diosa. Se puso de pie y repitió los cumpleaños de todos los alumnos, de los profesores y otras amistades de Byleth.

"Sothis", Byleth contempló a la Diosa cual infante perdido mirando a un adulto.

"Quiero conocerlos".

"¿Uh?"

"Quiero conocer a Hubert, a Ferdinand, a Annette, a Mercedes, a Sylvain, a Lorenz, a todos tus alumnos. Quiero conocer a la chica que cumple años el día 22 de la Luna de la Guirnalda, la que hace que pongas un gesto estúpido", continuó Sothis y no reaccionó a la extrañeza de la chica.

"Dijiste que no podríamos salir de aquí hasta que tomaras el control de mi cuerpo", murmuró Byleth apenas la Diosa se detuvo ante ella. No percibía hostilidad alguna.

Sothis puso un gesto de desagrado. "Y está claro que eso no va a suceder, pequeño Demonio. Aunque tome tu cuerpo a la fuerza, si tu Alma no está doblegada a mi poder, no llegaré lejos. Así que te propongo una tregua".

Byleth recuperó su seriedad e incluso su fuerza, se puso de pie de inmediato. "Te escucho".

"Deja que mi poder corra por tu cuerpo, sólo mi poder, no mi Voluntad. Y con eso las dos podremos salir de aquí. Podré ver y sentir el mundo por medio de tus sentidos", pero Sothis y su gesto serio se descompusieron al ver a Byleth poner un gesto de niña emberrinchada. "¿Qué pasa?"

"Eres una Diosa malvada, me hubieras dicho eso desde el principio", reprochó Byleth.

"¿¡Cómo que malvada!?" Sothis jaló la oreja de Byleth con fuerza. "¡Cuida tus palabras, jovencita! ¡Mucho hago al considerarte de ésta manera!"

"¡Duele! ¡Duele!" Se quejó Byleth cual niña pequeña, era justo como Manuela lo hacía cuando los duelos se salían de control.

"¡¿Acaso hubieras aceptado compartir tu cuerpo conmigo bajo esas condiciones, pequeño Demonio?!"

"¡Sí!"

Sothis soltó a Byleth ante la respuesta, sorprendida.

"Estás encerrada aquí y estar aquí es aburrido, te hubiera ayudado a salir, pero te presentaste ante mi diciendo cosas sobre guantes y manos y eso me enfadó".

Sothis bufó. "¿Aceptas el trato o no?"

"¡Sí!"

"¡Bien!"

Y, entonces, ambas escucharon la voz de Catherine.

~o~

Catherine estaba francamente frustrada, Shamir no, pero comprendía que su compañera se sintiera así luego de Lunas enteras de no dar con el ladrón de la Reliquia. Rhea mostraba su mejor máscara de trabajo en los asuntos del monasterio, pero apenas quedaban a solas, su irritación y molestia por la falta de resultados hacían que todo a su alrededor se sintiera pesado e incómodo, y no era sólo por su malhumor. Ambas sabían que era por su naturaleza draconiana.

Ya estaba terminando el año escolar, el frío calaba en los huesos y ambas encontraban calor y calma en al ahora denominado Nido de Byleth. El huevo despedía un calor agradable y una calma capaz de sosegar cualquier pesar.

Por supuesto, ese agradable efecto sólo era para unos pocos elegidos. Rhea no era de esos elegidos y eso la enfadaba más.

"Me encantaría ir por una cerveza", murmuró la Galerna, su espalda contra el muro de roca de la caverna.

La noche era fría y oscura, propia de la época.

"No podemos, seguimos en servicio", Shamir estaba sentada junto al huevo, disfrutando del agradable calor que éste despedía. "Y no puedo asegurarte cuándo tendremos días libres", ya de entrada le era complicado ir a Enbarr a darle mensajes a la Emperatriz, pero eso lo cubría con excusas como seguir una posible pista del ladrón, o que había un mercader de armas raras que podría saber algo.

Nadie sabía nada, desde luego, y comercializar Reliquias estaba prohibido. Además, los ladrones supervivientes del grupo de Miklan contaron que la Reliquia casi lo devoró porque no tenía el Emblema que le permitía blandir el arma. Cualquier demente que creyera que podría blandir una Reliquia se echaría atrás después de que los rumores sobre Miklan se esparcieron por todo Fódlan durante esos años.

Catherine decidió recargarse en el huevo y lanzó un suspiro de alivio apenas el calor y la calma la inundaron.

"Oye, Byleth, ya es tiempo de que salgas de ahí. Esto está muy aburrido y definitivamente eres el alma de la fiesta", comentó Catherine con tono jocoso mientras le daba un par de palmaditas al cascarón... Para enseguida sentir una fuerte sacudida en el Huevo.

~o~

En medio de la noche, nadie vio a la criatura de piel ceniza y azulada volar en dirección al Imperio; iba con un par de acompañantes sobre su lomo.

CONTINUARÁ...