La Revolución de Mestionora
Una rara Sacerdotisa Azul
La primera semana que estuvo en el Templo se sintió… extrañada e indignada por decir lo menos.
Por un lado, el Sumo Sacerdote y su nueva familia tuvieron la gentileza de acompañarla a la compañía Gilberta justo el día siguiente a su "entrevista" para que le tomaran medidas y le confeccionaran sus nuevos hábitos, con todo el mundo abriendo mucho los ojos cuando, de la nada, se "inventó" un nuevo tipo de costura para que los hábitos le siguieran quedando de manera adecuada a pesar de estar creciendo.
—Coucoucaloura, Grammarature, Mestionora y también Ventuhite y Seheweit… en serio, querida hermanita, ¿cuántos dioses te han dado su divina protección?
—Hermana Heidemarie, temo que no puedo responder a tu pregunta porque todavía no has comenzado a instruirme en nobles eufemismos y el Sumo Sacerdote tampoco me ha instruido aun en los nombres de los dioses y sus historias.
Ese había sido un día encantador. No solo la estaban mimando a ella, Heidemarie insistió en obsequiarle un juego de ropa a cada persona de su familia y confesó su esperanza de que en algún punto se mudaran a la parte norte de la ciudad, lo que volvería mucho más sencilla la comunicación entre ambas familias.
No estaba segura de donde, pero el Sumo Sacerdote le proveyó de unas túnicas azules bastante bonitas a las que Corina hizo solo algunos ajustes para que pudieran ser usadas de inmediato aun si eran bastante lisas, a diferencia de las que su hermana mandó a hacer, las cuales contaban con el escudo de su taller, ahora llamado Taller de Papel y Tinta Myneira con un bonito libro, un tintero y una pluma al cual se agregó el escudo de la familia Liljaliv… una corona de hojas que parecían olivo y laurel además de lirios a ambos lados del libro abierto…
Para el día del agua, sus túnicas provisionales estaban listas y ella despidiéndose de su madre y su hermana en tanto su padre y Lutz la escoltaban al Templo donde Fran los esperaba.
Gunther se negó a abandonarla en la puerta, entrando también para encontrarse con el Sumo Sacerdote, el cual parecía un poco fastidiado de ver a más gente de la que esperaba aun si no decía nada. ¿Cómo lo sabía? Porque Tetsuo ponía esa exacta misma mirada cuando se sentía fastidiado y no quería hacerla enojar.
—Myne, esta es la última vez que usamos tu viejo nombre de plebeya en el templo, a fin de que te acostumbres al nuevo lo antes posible —comenzó a instruirla el Sumo Sacerdote, lanzando una breve mirada a su padre y a Lutz—. Te llevaré frente a tus nuevos aposentos donde tus asistentes podrán cambiarte con ropa noble que ha traido Heidemarie para ti. Te presentaré con ellos también y les daré algunas indicaciones para que te den un breve recorrido por el templo mientras te conducen a tu toma de juramento con el Sumo Obispo. Estaré esperando por ti ahí. Espero que el señor Gunther se sienta tranquilo de dejarte antes de que comience el recorrido.
Su padre asintió un tanto enfurruñado. Al menos no lo habían corrido de madera violenta o grosera en ese mismo instante.
—¿Puedo preguntar quién más te acompaña? Me parece haberlo visto antes de la ceremonia de bautizos.
Lutz dio un paso al frente, dando un saludo tal y como el señor Benno le había enseñado para presentarse.
—… soy uno de los socios comerciales de Myne…eira. Suelo ser quien la ayuda a que sus ideas tomen forma en el taller, también vigilo su salud y su desempeño dentro de la Ciudad Baja.
—Entiendo.
El Sumo Sacerdote pareció considerarlo un momento antes de mirar a Fran y luego a Lutz.
—Fran, ya que te dejaré a cargo de Myneira como su asistente principal, debes saber que el joven Lutz tiene permiso de permanecer en el Templo junto a tu nueva señora el día de hoy y de mañana. Confío en que aprenderás todo lo que puedas de él sobre el control de su salud para que seas de ayuda a la hermana Myneira.
La niña miró a su nuevo asistente, el cual parecía confundido. A pesar de todo, el chico asintió, cruzándose de brazos en una reverencia, aceptando su nuevo puesto y sus nuevas obligaciones.
—Muy bien, empecemos entonces. El hilado de Dregarnuhr nunca se detiene.
Era una frase curiosa, pero Myne imaginaba que se refería al tiempo que no iba a detenerse para nadie, así que guardó silencio y se limitó a observar y seguir.
Cuando llegaron a su nueva habitación, en efecto, tenía cuatro jovencitas con hábitos grises esperándola.
Jenni, Rossina, Willma y Hanna, quienes habían servido a otra doncella azul hasta finales de la primavera, cuando la joven llamada Christine fue llamada de vuelta a la sociedad noble.
Myne sonrió divertida al notar a su padre sonrojarse apenas un poco y sonreír bastante contento, recordándole con una mirada de no darle demasiados problemas a sus asistentes y tener mucho cuidado de no sobre esforzarse, luego de lo cual, su padre se fue.
—Fran, cuando hayan terminado el recorrido ve al orfanato y escoge a un chico que pueda ayudar con el trabajo pesado de asistente. Myneira, las jóvenes asistentes que dejaré bajo tu cargo van a instruirte también en diferentes áreas. Jenni está bien versada en poesía y nobles eufemismos. Rossina es una música talentosa que te enseñará a tocar el harspiel. Willma fue bendecida con el don del dibujo, también te dará clases. En cuanto a Hanna, va a ayudarte a que te muevas con algo más de gracia y refines tus modales.
—Entiendo. Le agradezco mucho por conseguirme estas asistentes, Sumo Sacerdote.
En realidad, no sabía si sentirse satisfecha o no. Las niñas que la estarían enseñando y atendiendo tenían entre trece y dieciséis años, siendo Rossina la más joven y Hanna la mayor.
Las cuatro doncellas grises se apresuraron a despedirse del Sumo Sacerdote y en ese momento comenzó su educación, con Hanna corrigiendo su postura y el cruce de sus brazos, además de darle pequeños golpes en la espalda al caminar para que se mantuviera más derecha.
Jenny y Wilma se apresuraron a cambiarla y a hacerle un pequeño arreglo en el cabello para que pareciera de mayor estatus en tanto Fran y Lutz esperaban afuera. Cuando salió, encontró a Lutz dando instrucciones bastante detalladas sobre que observar en ella para determinar cuando estaba demasiado cansada y era peligroso dejarla seguir caminando o haciendo experimentos.
El recorrido dio inicio en ese momento. Sus asistentes parecían un poco conflictuados por la lentitud con que ella caminaba. No era como que pudiera avanzar más rápido, en realidad. Sus piernas eran muy cortas y sus pasos más cortos aún, además de lentos. Si intentaba dar pasos más largos o mover sus piernas más rápido, corría el riesgo de enfermar antes de que pasara una campanada, así que recorrer el templo les llevó una buena parte del día, con Fran llevándola en brazos cuando Lutz le indicó que ella se veía demasiado pálida y podría terminar con fiebre si caminaba más.
Así fue como recorrieron las pocas salas de té para recibir visitas; la sala de lectura, de la cual le costó mucho trabajo respetar la estúpida barrera invisible que le impedía entrar a oler y hojear esos preciosos, enormes y desconocidos libros. Fran tuvo que prometerle que agendarían un tiempo para que pudiera leer y memorizar las escrituras haciéndole más facil alejarse de ahí sin llorar. La sala de oración donde haría el ritual de dedicación y al que asistiría todos los días para dedicar su maná a las herramientas divinas estaba ocupado cuando al fin lograron llegar, de modo que les tocó esperar unos cuantos minutos.
El Sumo Obispo parecía en mejor estado ahora. No veía rastros de ebriedad o enfermedad en él, solo los rasgos de una vida llena de abundancia y despreocupación en tanto el Sumo Sacerdote estaba a su lado haciendo más obvio que el tipo parecía mal pasarse de manera continua.
–Señorita Myneira –saludó el Sumo Obispo con una sonrisa amable y las manos sobre su gran panza, tamborileando sus dedos de modo perezoso. De ser más joven se habría dejado llevar por su pinta de amable Santa Claus–, bienvenida al Templo de Ehrenfest. El Sumo Sacerdote me ha informado que hará su juramento de lealtad en este momento.
–Así es, Sumo Obispo. Estoy a su cuidado –respondió tomando la pose de sumisión que había aprendido desde que comenzó a interactuar con la gente del templo y los nobles.
–Sin embargo, señorita Myneira, temo que el Sumo Sacerdote no ha sido capaz de decirme a cuánto ascenderá su donación al Templo.
Estaba a punto de llamarle la atención debido a que su avaricia se filtraba bastante a través de sus palabras y sus gestos, casi como un vendedor de seguros, un cobrador… o un prestamista. No tardó mucho en recordar a las pocas personas que la menospreciaron por ser una simple bibliotecaria o a todos aquellos que intentaron llevarse a Tetsuo a sus empresas y denigrarla a ella al mismo tiempo, después de todo, su esposo tuvo varias pretendientes, muchas en realidad, casi todas provenientes de familias adineradas. Ellos por supuesto amasaron una buena suma de dinero a lo largo de sus vidas debido a los descubrimientos e inventos de su esposo. Con ese dinero pudieron darle una vida digna a sus hijos conforme crecían. Hacer regalos continuos a sus nietos. Viajar por todo el mundo al retirarse. Cubrir los gastos funerarios de sus padres… de Tetsuo y de ella misma, además de dejar una herencia aceptable para sus vástagos y sus nietos, así que podía diferenciar a la perfección a la gente con amor por el dinero de la gente que no sentía apego alguno por el mismo.
–El Sumo Sacerdote acordó hablar conmigo al respecto, Sumo Obispo. Justo acabo de hacer un recorrido por el Templo para darme una idea de cuánto sería una cantidad adecuada para hacer una donación inicial.
La sonrisa del viejo sacerdote se profundizó aún más. Incluso sus mejillas y nariz se tornaron de un tono rosado que le desagradó un poco justo cuando terminó de decir la palabra inicial. Seguro estaba más interesado en donaciones constantes que nada.
–Bien, bien, dejaré esa negociación en manos del Sumo Sacerdote. Solo recuerde que los dioses le darán su bendición en la medida en que usted esté dispuesta a donar algunas pocas monedas para ellos.
Se mordió la lengua para no burlarse de como este hombre parecía manipular la fé de los demás a fin de conseguir más dinero. Supuso que no sería buena idea, después de todo, este hombre era el responsable oficial del templo.
–Lo tendré en mente, Sumo Obispo.
–Muy bien. Empecemos entonces. Muchacho, arrodíllate junto a tu nueva hermana en el Templo para que la guíes. Le explicaré ahora la relación entre los colores del altar y los dioses.
Dicho esto, el Sumo Sacerdote se arrodilló en el tapete colocado frente a un altar con diferentes armas y ropajes, flores y frutas, además de incienso que el Sumo Sacerdote había estado columpiando.
Cuando el Sumo Obispo terminó de hablar, el Sumo Sacerdote le indicó que repitiera después de él.
Cuando terminaron el juramento, se le indicó que pasara a otra habitación para que Hanna y Jenni pudieran retirarle el engorroso vestido de noble y colocarle las túnicas prestadas y recién ajustadas, haciéndola salir de inmediato para que se pusiera en la pose de oración. Le costó trabajo mantener la posición, pero pudo lograrlo gracias a todo el tiempo que había pasado con sus ejercicios de yoga durante el último año.
Luego de acordar que estaría en la oficina del Sumo Sacerdote para decidir lo de las donaciones, el Sumo Obispo le volvió a dar la bienvenida y se retiró, en tanto el Sumo Sacerdote la escoltó hasta el pasillo donde la dejó al cuidado de sus propios asistentes.
Por último, visitaron el orfanato para que la joven pudiera seleccionar a alguno de los sacerdotes grises que habían sido devueltos luego de que los sacerdotes azules a los que servían volvieran a la nobleza o fueran enviados a otro lugar.
Fran le explicó cómo estaban divididas las habitaciones, así que la llevó a la entrada en la zona de los hombres para que pudiera elegir a uno de los chicos. A final de cuentas, tomó a un chico llamado Luka.
A petición de Myneira, Fran la escoltó también al ala de las mujeres. Tenía curiosidad por saber en qué estado vivían, así que se sorprendió al ver la cantidad de niñas y jóvenes en hábitos grises que residían ahí, todas flacas y con sus ropas y cabello en mal estado. Estaban saliendo cuando la joven notó una pequeña cabeza asomada desde las puertas que daban al sótano, apresurándose y pidiendo al chico Luka que abriera la puerta de inmediato, con varias caritas sucias y desgreñadas de niños demasiado delgados portando harapos o nada encima.
—¿Fran? ¿Qué le pasa a esos niños?
—Lo lamento, hermana Myneira. Le habría advertido de no acercarse, pero no tuve tiempo. Me encargaré de que el niño responsable de llamar su atención sea enviado al cuarto de castigo.
–¿Cuarto de castigo? ¡Son niños, Fran! No se enviará a nadie a ninguna habitación de castigo.
Sin decir más, entró de inmediato para verificar el estado de salud de las pequeñas criaturas encerradas ahí abajo, encontrando un bebé de algunos meses completamente muerto y en los huesos en una esquina.
¿Cómo era posible que el Templo fuera tan negligente con los niños a su cargo? ¿Dónde estaba el responsable? ¿Cuándo fue la última vez que habían dado de comer a esos niños o los habían bañado? ¿Y la limpieza del lugar? Podía ver moho seco y manchas amarillentas en algunas partes de aquel sótano. Estaba más que furiosa cuando alcanzó a una niña pelirroja de ojos azules que debía tener cinco o seis años con la ropa agujereada y tiritando de frío.
—¡Laidy Myneira, en verdad lamento que tuviera que verlos…!
Se disculpó una de sus doncellas entrando de inmediato.
—El problema no es que los esté viendo, el problema es el estado en el que se encuentran. ¡Son niños! ¿Cómo pueden permitir que apenas sobrevivan?
—¡Myneira, cálmate! —intervino Lutz de inmediato—. Da mucho miedo cuando tus ojos cambian de color de ese modo.
—¿Mis, mis ojos?
Eso la tranquilizó lo suficiente para sentir como el calor intentando escapar de su contenedor comenzaba a regresar poco a poco. En ese momento volteó a ver a Fran y a sus asistentes esperando una explicación o al menos una respuesta a sus múltiples preguntas. Wilma se adelantó entonces, tomando a la pequeña niña para revisarla.
—¿Delia, estás bien?
—Wilma… tengo mucha hambre.
Myneira sentía que rompería a llorar de un momento a otro, saliendo de ahí junto con Lutz, sintiéndose mareada a tal grado, que cayó sobre sus rodillas, evitando el impacto con el suelo gracias a Lutz.
—Lady Myneira, lo sentimos mucho —se disculpó Hanna—. Desde que la hermana Christine se fue, Wilma y yo solíamos cuidar en lo posible de los pequeños… el problema es que no hay suficiente comida en el templo para alimentarlos a todos y, mientras que la mayor parte de los sacerdotes grises fueron devueltos al orfanato, muchas de las doncellas grises fueron entregadas a los sacerdotes azules más leales al Sumo Obispo. Algunas fueron vendidas a algún noble. De las que quedamos, la mayoría está siempre en labores de limpieza. Lamentamos mucho que tuviera que ver el estado del orfanato.
—¿Y qué no hay nadie a cargo? –preguntó luego de que Fran la levantó del suelo.
—La hermana Margareth solía encargarse como directora del templo, Lady Myneira —le explicó Fran con algo de aprehensión en la voz.
—¿Y qué está haciendo en este momento? ¿Cómo que solía ser la directora?
—La hermana Margareth murió hace dos temporadas, hermana Myneira —confesó Wilma, saliendo del orfanato con una mirada triste—. Hay tan pocos sacerdotes azules en este momento, que no se ha decretado todavía un reemplazo para ella. En cuanto a nosotras, el Sumo Sacerdote nos pidió para entrenarnos luego de los bautizos. Dijo que tal vez nos necesitaría para atender a una Sacerdotisa nueva.
—Quiero hablar con el Sumo Sacerdote –pidió, dándose cuenta de pronto que ya estaban dentro del templo otra vez–. ¿Cómo se supone que aprenda a comportarme tranquila o pueda disfrutar de los libros de la sala si sé en qué condiciones están estos niños?
—Lady Myneira, no creo que… —dijo Fran de inmediato, a quien Myneira cortó de tajo.
—¡Hice un trato con él! –recordó con todas sus fuerzas antes de sentirse exhausta y bajar la voz–. Dijo que podía hacer todas las modificaciones que deseara siempre y cuando lo hablara con él primero… bueno, pues en este momento quiero hacer algunas modificaciones con respecto a esos pobres niños. ¡No voy a tolerar que estén en semejantes condiciones!
Y así lo hizo.
Hanna la llevó cargando a su cuarto para que pudiera descansar en lo que Fran se adelantaba para hacer una cita con el Sumo Sacerdote.
A la hora previamente pactada para negociar sus donaciones al Templo, tanto ella como Lutz fueron recibidos en la habitación y despacho del Sumo Sacerdote donde los sentaron a comer.
La comida era insípida y sosa, pero era lo de menos. Ambos niños veían el desfile de platillos con mala cara, comiendo apenas un poco.
Hanna le había instruido en las Limosnas Divinas y su distribución.
—Myneira, come. Si te desmayas no habrá manera de que ayudes a nadie —le llamó la atención el Sumo Sacerdote.
—Lo lamento, solo estoy siguiendo el ejemplo de mi tutor en el Templo —respondió ella mordaz, notando que el hombre casi no comía en realidad—. No es como que tenga mucho apetito luego de ver las condiciones inhumanas en que tienen a todos esos pobres e indefensos niños del orfanato.
—¿Inhumanas? —repitió el antiguo Comandante con una mirada un tanto amarga y un toque algo sarcástico—. Los niños que viste ahí son niños antes del bautismo. No se les considera humanos antes de que cumplan siete.
Estaba en shock a un grado tal, que incluso Lutz tuvo que tomarla del hombro para moverla un poco y hacerla reaccionar. Era en verdad perverso.
—¿No puede asignar a alguien como Director del Orfanato? —preguntó un poco después de que les retiraran todos los platos a medio comer para servirles té y galletas, de lo cual apenas y probó el té.
—No hay nadie que quiera hacerse cargo.
—¿Por qué no?
—Porque el director del orfanato no gana nada en absoluto y en cambio tiene que hacer bastante trabajo registrando a los niños que están por cumplir los siete, entrenando y asignando trabajos a los que han cumplido diez que no estén atendiendo ya a algún sacerdote azul, administrando las Limosnas sagradas que se dan a los niños que no están en servicio y los que están antes del bautismo, además de gestionar el darles ropa y verificar que el mobiliario alcance, entre otras responsabilidades.
Estaba furiosa. ¿Por qué tendrían que ganar algo además de la satisfacción de ver que no tenían niños al borde de la muerte ahí dentro?
—¿Si me convierto en Directora del Orfanato, puedo hacer lo que quiera con los niños?
Una de las cosas que Fran explicó antes de llevarla ante el Sumo Sacerdote era que el Templo no tenía suficiente dinero ni alimento para todos y que en ocasiones no llegaba comida alguna a los niños prebautismales. Solo se le ocurría una solución que además le sería beneficiosa a ella.
—En teoría sí. Sin embargo, como tu tutor aquí dentro, no puedo permitir que hagas lo que quieras sin determinar antes si es adecuado o no.
La niña se cruzó de brazos entonces, demasiado segura de lo que quería.
—Lutz no va a poder solo con el taller de papel o el de tinta cuando comencemos a introducirlo entre los nobles. Ya habíamos analizado la posibilidad de contratar más gente, sin embargo… ¿qué tal que doy ese trabajo a los huérfanos para que trabajen? Les asignaría un salario, por supuesto, de modo que puedan conseguir su propio dinero para alimentarse y conseguir ropa. Además, Hanna me dijo que ella y Wilma eran quienes se encargaban de los huérfanos luego de que la hermana Christine se fue, así que ellas podrían ayudarme a manejar el orfanato cuando no me estén dando clases de… noble. Además de eso donaré dinero al Templo para que los niños puedan comer y vestir de manera adecuada mientras comienzan a generar dinero en el taller.
Observó como el ceño del Sumo Sacerdote se fruncía cada vez más y más. ¿No dejarían trabajar a los niños? Estaba bien, se sentía incómoda poniendo a trabajar a niños de todos modos, siempre podía solicitar que los sacerdotes grises que no tenían nada que hacer se dedicaran al taller.
—Tú sola no puedes hacer una donación suficiente —fue la seca respuesta del Sumo Sacerdote, descolocándola de inmediato.
—¡¿Qué?! ¿Por qué no? ¿Sabes cuánto dinero tengo ahorrado?
Una diminuta sonrisa burlona y arrogante, apenas una fracción, pero con el mismo aire de esa sonrisa demasiado pagada de si misma que Tetsuo solía utilizar para desdeñar a alguien, apareció en los labios del hombre de cabellos azul claro haciéndola temblar y sentir un nudo en su garganta. Vivir ahí iba a ser difícil si seguía encontrando semejanzas como esa entre ambos hombres.
—No sé cuánto dinero tienes o crees tener, yo solo sé que, si haces una donación, el 50% se irá a las manos del Sumo Obispo, de ahí una parte irá a mis manos, otra parte a los sacerdotes azules que siguen residiendo aquí y apenas un 10 o 5% al orfanato. ¿Todavía estás segura de querer donar dinero de ese modo?
Se estaba burlando de su inocencia y su ingenuidad sin duda alguna. Lo pensó un momento. Debería haber una manera civilizada y astuta de suavizar el impacto.
—Con la finalidad de apoyar al orfanato, ¿qué tal una donación en especie?
—¿Donación en especie?
No era lo más adecuado, pero era una solución. Su capital todavía no era suficiente para que luego de repartir su limitado presupuesto, el orfanato recibiera suficientes ingresos para vestir y alimentar a todos esos niños ni siquiera por dos días.
—Compraré ropa del sur para niños. Verduras y carne. Zapatos en talla pequeña además de algunas cajas de bebida y daré algunos oros, además de dar un 5% de las ganancias mensuales de mi taller. ¿Eso es posible?
El muchacho frente a ella pareció considerarlo, golpeando su sien y haciéndole doler el pecho antes de mirarla de nuevo a los ojos con una micro sonrisa diabólica y ojos cargados de una diversión malsana y curiosa ahora.
—Eso te aseguraría que los niños reciban la ropa y los zapatos, no así el total de los alimentos. Por supuesto, ninguno vería una sola gota de alcohol y a pesar de ello, es posible que llegaran muy pocas monedas a sus manos. Por no hablar del donativo mensual que planeas hacer. El Sumo Obispo no parará de hacerte la vida imposible si solo das un 5% de tus ganancias al mes, podría incluso exigirte entregarle tu taller o renunciar a él y dárselo a alguno de sus contactos fuera del Templo.
–Bien. En cuanto a la donación mensual de mi taller, daré un 10% mensual de MIS ganancias.
Myneira miró a Lutz, quién asintió en acuerdo con ella. Todavía estaba ahí el problema del futuro inmediato.
—Usted dijo que después de darle su parte al Sumo Obispo y otra aparte a usted, se dividirá ese dinero entre los sacerdotes azules y luego se entregará lo que quede al orfanato. ¿Me darían una parte a mí también?
—Es muy posible. Sin importa que estés en entrenamiento, recibirás un porcentaje de todas las donaciones por estar afiliada.
Asintió tratando de sacar cuentas de cuanto tendría que invertir, mirando a Fran para pedirle que averiguara cuantos niños y de qué edades había en el orfanato, luego inquirió con el Sumo Sacerdote cuantos sacerdotes y doncellas azules quedaban en el templo, sorprendiéndose al escuchar que solo quedaban ocho contándola a ella.
—No son tantos como pensaba —dijo sintiéndose un poco aliviada de repente.
—Esa es la razón de que los niños estén muriendo de hambre ahí dentro. A menos azules haya en el templo, menos donaciones son recibidas y menos comida es enviada al orfanato. Sin contar con todos los grises que fueron devueltos y que tienen prioridad a la hora de comer.
Era mucho más complicado de lo que parecía, igual miró a Lutz, quien sacó el díptico que acababan de rellenar con cera dos días atrás para que hiciera anotaciones, ganando con esto la atención y curiosidad del Sumo Sacerdote.
—Comprendo. Si fuera tan amable de decirnos los porcentajes exactos en que se dividen las donaciones y si hay alguna variable específica en la que tenga que poner atención, me encargaré de hacer los cálculos para verificar cuanto de mi capital puedo invertir para que tenga algún impacto benéfico en esos niños.
Fue en ese momento que se dio cuenta de que mientras el Sumo Sacerdote la miraba como un bicho raro por un par de segundos antes de comenzar a darle los datos que le solicitaba, los sacerdotes grises que se encontraban en el lugar trabajando con diferentes tablas de madera, rollos y pergaminos la miraban ahora con los ojos muy abiertos, inmóviles incluso, como si se hubieran congelado bajo algún hechizo extraño.
Para cuando tuvieron todos los datos, no tardó mucho en sacar sus cuentas y pedirle a Lutz que las anotara. Necesitaban ir al gremio de comerciantes para verificar cuánto dinero tenía ella en su cuenta.
—¡Myne! —la llamó Lutz luego de un momento.
—Myneira, joven Lutz. Por favor llámela por su nombre completo cuando estén en el Templo —llamó la atención el Sumo Sacerdote y ambos niños miraron con recelo a su alrededor.
—Myneira —suspiró Lutz de inmediato, recomponiéndose y retomando su idea inicial—, ¿está bien que te dé una parte de mis ahorros? Es mucho el dinero que vas a necesitar si consideramos los costos de mudar el taller al Templo. No estoy seguro de que te alcance.
—¡No pienso aceptar tu dinero!
—¿Y si es una donación conjunta del taller? Soy parte del Taller, ¡soy tu socio! Yo también los vi y me siento igual que tú. Como parte del taller de papel y tinta quiero dar una contribución.
—No vas a ganar nada con ello, Lutz.
—Comeré tranquilo cuando vuelva a casa, eso es lo que voy a ganar… y tendré menos trabajo cuando consigas mudar el taller para acá, por supuesto. Es casi una inversión personal.
Él tenía razón le gustara o no. Se cruzó de brazos y soltó un suspiro, llevando su índice a su barbilla en consideración, mirando al Sumo Sacerdote un momento al notar que los miraba con curiosidad. Una idea le vino a la cabeza entonces, tomando las anotaciones de su amigo por un momento y mostrándoselo al Sumo Sacerdote.
—¿De casualidad estaría interesado en comprar uno de estos? Por supuesto, me encargaré de que tenga una apariencia más ostentosa.
—¿Qué es?
—Un díptico. Puede usarlo tantas veces como quiera para registrar información que luego podrá pasar a papel, tablillas o incluso pergamino. Lo que es más, podríamos venderle más de ese bonito papel blanco que le obsequié hace unos días para que pueda usarlo en sus anotaciones. Se dará cuenta de que es menos voluminoso que las tablillas de madera y mucho más económico que el pergamino. Puede hacer anotaciones sin demasiada importancia con los lápices de carbón para luego borrarla o con la tinta especial para que la información perdure. De hecho, puede usar tinta normal sin mayor problema, aunque la nuestra es más barata y apta para el papel.
Y ahí empezó a tratar de sacarle al Sumo Sacerdote todo el dinero que pudo por medio de productos. A ojos de Myneira, el hombre parecía estarse divirtiendo con dicha estratagema, regateando y mostrando poco interés en algunos productos en tanto de otros se mostraba mucho más serio y dispuesto a soltar algunas monedas.
–¡Ha sido un placer hacer negocios con usted, Sumo Sacerdote! Sus productos serán entregados en…
–Podemos tener todo en cinco días –intervino Lutz.
–Cinco días, como ha dicho mi socio. La receta de galletas de té se la puedo entregar mañana mismo para que pueda disfrutarlas lo antes posible.
Lutz estaba terminando de anotar los pedidos cuando el Sumo Sacerdote dejó de mirarlos a ambos con curiosidad.
–¿Los dos aprendieron todo eso con los comerciantes o con los soldados?
–Myneira aprendió letras y números con los soldados en las oficinas y me enseñó a mí. En cuanto a negociación, el señor Benno y el jefe Gustav se han encargado de entrenarla con ahínco.
Ella solo sonrió orgullosa antes de volver al tema que la preocupaba.
–¿Puedo reformar el orfanato entonces?
–Hablaré con tu hermana mayor al respecto. Ahora, ve a tus habitaciones. Temo que debes acomodarte un horario con tus asistentes y maestras. ¡Fran! –subió su tono para dirigirse al silencioso asistente–, agenda que iré mañana a aplicarle un par de exámenes para verificar que tanto hay que nivelarla durante este año y en qué áreas. Tendrá su bautizo y su debut el próximo año.
–Como ordene, Sumo Sacerdote.
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Notas de la Autora:
A pedido de algunos lectores, debo explicar un par de cosas sobre el nuevo nombre de Myne:
1) No tenía idea de que suena igual que una palabra en portugues... aunque luego que lo mencionaron, tiene sentido para mí. Por favor, si hablan portugues tómenlo como la pose de oración de Yurgensmith... es una rara y graciosa coincidencia.
2) Yo hablo español, de modo que para mí el nombre se pronuncia Maineira... temo que no me sé muy bien el alfabético fonético inglés para tratar de escribirlo en ese, pero siempre pueden pedirle a algún lector configurado en español latino que lo pronuncie para ustedes tal cual he anotado su pronunciación.
