FIREFLY PATH
DISCLAIMER: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto, pero la historia es de mi autoría.
WARNING: Esta historia contiene descripciones y menciones de actos de violencia sexual, física y psicológica, así como de temas de abuso de poder y adoctrinamiento religioso. Por favor, tomarlo en cuenta antes de leer.
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Capítulo 2. Tan capaz de esperar lo mejor como de pensar lo peor.
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Sasuke era bueno cocinando.
Tal vez no era un maestro culinario, pero se le daba bien y tenía una sazón más que aceptable, así que él era quien se encargaba de la comida la mayor parte del tiempo.
Esa mañana se había levantado temprano con la intención de preparar un festín con pequeños aperitivos que sabía que le gustaban a su esposa. Quería tener todo listo a tiempo para el almuerzo en el campo que había planeado para ese día.
Últimamente la pelirrosa había estado inquieta y perdida en sus pensamientos, a veces incluso desapareciendo en su mundo por horas. Él estaba acostumbrado a verla sentarse en el porche, haciendo nada que no fuera observar en silencio las flores del jardín o, por las noches, sentirla levantarse cuando lo creía dormido, para vagar por la casa, tratando de combatir el insomnio.
Sus particularidades ya no le eran tan ajenas... Pero podía asegurar que lo que escuchó de ella el otro día habían sido sollozos.
El dolor de Sakura era evidente aun cuando ella se esforzaba en ocultarlo. Sobre todo, en su estado físico.
Pese a ser una mujer naturalmente hermosa y que no necesitaba hacer ningún esfuerzo para serlo, cualquiera que la viera podría decir que, si las cosas fueran distintas, ella lo sería aún más.
Esa por supuesto no era una conclusión equivocada. Obviamente se vería más saludable y linda si subiera un poco de peso, sus ojeras desaparecieran, su piel adquiriera más color y, lo que más le dolía saber a su marido, si sonriera más.
Si pudiera emular aunque sea una cuarta parte de lo que una vez fue.
A Sasuke le deprimía sobre manera el hecho de que las únicas sonrisas genuinas y duraderas que había visto de Sakura, fueron antes de casarse.
¿Qué esposo no se sentiría abatido y decepcionado por no poder hacer feliz a su mujer, sin importar todos los intentos que hiciera o lo mucho que se esforzara?
Aunque le fuera difícil aceptarlo, no tenía la habilidad o capacidad de consolar a la pelirrosa, mucho menos de provocarle verdadera alegría. A lo largo de su matrimonio apenas y había podido infundirle tranquilidad.
Solo que por más que fuera consciente de sus fallas y otras personas le dijeran que era un caso perdido, no pensaba rendirse.
Tenía la esperanza de que, recorriendo el difícil camino paso a paso, por más pequeños que estos fueran, algún día llegaría a su meta y entonces todos verían que eran la pareja perfecta y su matrimonio un ejemplo de vida... Pero por ahora.
—Ya me voy, Uchiha-kun... — una voz lo sacó de sus pensamientos y en sus manos la bola de arroz que estaba formando quedó suspendida.
Sasuke se dio la vuelta ligeramente, para, a sus espaldas ver a la señora Shizune, una vecina del pueblo. Apenas asintió en reconocimiento, tan silencioso cómo estaba acostumbrado a comportarse con los demás y ello le valió una mirada afligida de la fémina.
Si no fuera porque el Uchiha se había vuelto inmune a la empatía de los demás, habría sucumbido a la expresión de Shizune y le habría dicho algo para tranquilizarla.
No era que pensara que su preocupación fuera falsa. Sabía que ella era de las pocas personas en el pueblo que no querían creer que su matrimonio con Sakura fuera un fiasco, pero también era consciente de que ella podía darse cuenta de que no estaban bien.
Y él no iba a alimentar esa retórica, por más cierta que fuera.
—Vale, que este muy bien — respondió con voz trémula, queriendo despedirla a ella y a cualquier conversación que quisiera tener.
La mujer dudó un momento sobre si decir algo, antes de darse la vuelta para salir del hogar Uchiha. Era obvio que Sasuke no estaba de humor (aunque nunca parecía estarlo) y ella no quería ser demasiado entrometida.
Era solo que no se sentía bien haciendo la vista ciega a algo que era tan evidente y, de cierta forma, le rompía un poco el corazón.
Al final decidió tratar de ser discreta, aunque clara.
—Muchas gracias. Cuida mucho de Sakura-chan, ¿sí? — se dirigió a él desde el recibidor con un tono conciliador —. Y no te olvides de ti también. Solo si ambos están enteros e íntegros, el otro también lo estará.
No le habló en voz alta, porque a pesar de la distancia sabía que la escucharía. El silencio era tan reinante en ese hogar que incluso escucharía una aguja caer y, gracias a eso, la ausencia de respuesta por parte del hombre de la casa fue obvia.
Suspirando de pesar, Shizune no tuvo de otra más que deslizar la puerta y marcharse.
"Dios mío, por favor cuida y guía de la mano a estos dos pobres niños. Te necesitan" la mujer rogó levantando la mirada al cielo, con la esperanzade ser escuchada.
Cuando estuvo seguro de que la invitada ya no estaba, Sasuke no pudo evitar expresar su frustración de forma incorrecta y el arroz se deshizo entre sus dedos cuando lo apretó en su puño con desmedida fuerza.
Genial, ahora estaba sucio y había desperdiciado buena comida por un arranque estúpido.
—¿Sasuke-kun? — Sakura lo llamó apareciendo en la cocina y él no pudo ocultar el desastre en su palma y parte de la encimera antes de que ella lo viera.
Los orbes esmeraldas de la joven analizaron el contexto de forma rápida, lo que incluyó la expresión molesta y avergonzada de su esposo. No sabía que había sucedido o lo que había pasado por su mente para provocarlo así, pero sí tenía la certeza de que, de alguna manera, debía ser culpa suya.
La mayoría de las emociones de su marido, ya fueran positivas o negativas, la tenían a ella como causa.
Así que, un poco tímida, pero necesitada de disipar lo que fuera que lo molestara, se acercó a su lado y tomó su mano sucia por los restos de comida, entre las suyas.
Sasuke la observó, intrigado por su comportamiento y casi suspiró pesadamente cuando la vio llevarse sus largos dedos a la boca y chuparlos para limpiarlos. Le gustaba cuando ella hacía eso. Más allá de solo el placer sexual que encontraba en la sumisión y rara entrega voluntaria de Sakura, el que ella lo tocara o besara en cualquier parte de su cuerpo constituía un logro para él.
Porque Sakura jamás haría eso con nadie en quien no confiara y aceptara, aunque fuera mínimamente.
La pelirrosa lamió y besó sus dígitos, saboreando la siempre deliciosa comida de su marido y se encargó también del resto de su piel en la palma y el dorso, con la misma lentitud y suavidad que había usado desde el principio. Cuando finalizó, esa misma mano la tomó por el mentón para elevar su rostro y ser besada con dulzura y calidez.
A pesar de que la mayor parte del tiempo sus inseguridades le ganaban y estar cerca de Sasuke podía serle incómodo, eso no sucedía cuando lo besaba o estaba en sus brazos, como en ese momento. La única seguridad y paz a la que podía acceder en ese punto de su vida, solo la encontraba bajo el afecto físico del Uchiha y por eso se rendía con tanta facilidad a sus atenciones.
Solo cuando se perdía en su boca y sentía sus manos a su alrededor podía olvidarse del mundo a su alrededor y la realidad de éste.
—¿Ya estas lista? — él la cuestionó, separándose a centímetros de su rostro. Inevitablemente se sintió victorioso al verla tan positivamente afectada por su beso, con las mejillas calientes, el aliento sofocado y los ojos perezosos. Ella asintió a su cuestionamiento y él la recompensó poniendo sus labios sobre su frente —. Entonces démonos prisa.
Un par de minutos después, ambos salieron de su hogar y Sasuke llevó en su mano la canasta con la comida mientras que con la otra se aseguraba de que Sakura estuviera junto a él.
Una vez escuchó a alguien en el pueblo decir que la trataba como una mascota a la que no podía aflojarle la correa y desde entonces se había sentido seriamente conflictuado.
No podía negar que era incapaz de estar tranquilo si al salir no tenía la mano de su mujer entre la suya y que se veía sumamente enfermizo desde afuera que incluso a veces tuviera que hacer malabares con cargas u objetos en sus brazos, con tal de tener su esposa aferrada él... Sin embargo, aunque era algo que reconocía, no sentía que pudiera cambiarlo.
No por lo pronto.
Al menos Sakura no lo había notado y si lo había hecho nunca le había comentado nada al respecto.
Mientras pensaba en ello, en tanto recorrían los caminos de tierra y pasto que conectaban los distintos lugares de Konoha, sintió que un pequeño jalón detenía su marcha y al voltear vio a su mujer paralizada y con la mirada fija en la desviación a su derecha.
En ese otro camino que antes había servido como atajo para llegar a cualquier lugar y al que ahora nadie se atrevía a acudir.
Mucho menos ella.
Cómo siempre le pasaba cuando estaba cerca del sendero de las luciérnagas, la pelirrosa se perdió mirando en su dirección y analizando lo poco que reconocía: el estrecho sendero, los sauces de hojas colgantes brindando su sombra natural y el poco lejano sonido del agua de la laguna corriendo.
Inconscientemente su expresión se tornó tormentosa y una sensación de miedo e inquietud la hizo tener que apretar su ropa, justo en la zona donde se encontraba su corazón, en un intento de sosegarse.
La mera vista o cercanía con el lugar donde su vida cambió para siempre la hacía enfermar y desesperarse, pues, aunque tenía miedo de él, también sentía deseos de adentrarse y tratar de revivir lo que le había pasado, así como ver el sitio donde su padre también encontrado su fin.
Era algo tan contradictorio e inexplicable que a veces la hacía hiperventilar y afectaba incluso su presión sanguínea.
Si estuviera sola en ese momento quizá sufriría ese tormento interno durante largos minutos y existía la posibilidad de que al final decidiera enfrentar sus miedos y caminar por ahí. No obstante, cuando estaba acompañada era otra historia.
—Vamos...
Cuando tenía a Sasuke a su lado, él se encargaba de regresarla a la realidad y protegerla de esos pensamientos intrusivos que amenazaban su cordura.
Con suavidad el hombre la abrazó contra su costado y comenzó a caminar, dirigiéndola lejos. Para la pelirrosa se sintió casi aplastante, pues él cubrió con su presencia su visión lateral y casi frontal.
—Sasuke-kun... Yo... — intentó hablarle, levantando la mirada a su rostro, pero él no le devolvió el gesto.
—No mires a ningún lado que no sea a mi — en cambio, Sasuke le hizo un pedido sin dejar de mirar al frente.
A Sakura no le gustaba desairar las buenas intenciones de su esposo, sobre todo cuando él actuaba en su mejor beneficio, por eso, aunque una parte de ella quería voltear a sus espaldas, hizo lo que le pidió y recorrió el resto del camino solo admirando el fuerte y atractivo perfil del pelinegro.
"¿Por qué si es tan hermoso, por fuera y por dentro, no puedo sentirme contenta de ser su esposa?" pensó por millonésima vez en la vida, con el corazón apretado y las lágrimas picando en sus ojos.
Por más que trataba de convencerse de que debería estar feliz desde el fondo de su alma por tener una persona como él dispuesto a cuidarla y protegerla por el resto de sus días, no podía serlo genuinamente.
Había tantas cosas que se lo impedían y que sin importar si él aceptaba los retos que sus sentimientos tenían para ser libres, no la hacía sentir menos culpable.
Al menos agradecía que él nunca más le hubiera vuelto a decir aquellas inoportunas palabras, porque de lo contrario dudaba poder pasar un día más en el mundo de los vivos.
Después de ese incidente no tardaron mucho en llegar a su destino y Sakura trató lo mejor que pudo de dejar toda su negatividad de lado mientras disfrutaba del almuerzo que Sasuke había preparado.
Si bien las palabras y las expresiones sentimentales y abiertas nunca habían sido el fuerte de su marido, los pequeños detalles y los gestos serviciales eran sin duda su forma de demostrarle su afecto. Ella sabía lo que él quería expresarle cada vez que hacía algo así por ella y por eso hacía su mejor intento por ser quien se comunicara de forma más explícita. Aun cuando le era muy difícil.
—Las flores parecen bastante vivas el día de hoy... — Sakura dijo tocando levemente los pétalos de una de ellas.
Habían decidido llevar a cabo su almuerzo en uno de los muchos campos de flores diferentes que tapizaban el pequeño pueblo rural que era Konoha. En este las especies eran de color púrpura, muy diferentes a las de color amarillo que se encontraban en el lugar de descanso de Kizashi Haruno, aunque también se respiraba un ambiente de calma y era muy poco frecuentado por otras personas.
—Lo son... — él respondió, escuetamente.
A diferencia de su esposa, cuando se trataba de su tiempo juntos, él prefería pasarlo de otra forma que no fuera hablando. Quizá como prevención a que salieran a la luz sentimientos o hechos que preferiría que permanecieran en las sombras. Así que, en lugar de buscar una conversación, Sasuke recostó su cabeza en el regazo de Sakura y cerró los ojos, con la clara intención de dormir una siesta.
La pelirrosa sabía lo que estaba planeando, pero aun así no lo concedió. Ese día quería, aunque sea distraerse con una plática trivial, hablar con él de lo que fuera, con tal de no pasar la tarde atrapada en su cabeza.
—Shizune-sama se ha comenzado a sentir mejor estos días — comenzó a contarle acerca de la consulta que había dado ese día —. Y aunque le recomendé tomarse unos días de descanso, sé que no me obedecerá. A pesar de su edad tiene tanta energía que para ella es simplemente inaudito quedarse quieta.
En su tono de voz hubo algo cercano a la dulzura y la diversión, pero su marido reaccionó con su severidad habitual.
—No considero justo que sigas atendiéndolos cuando no siguen las indicaciones que les das.
—Es mi trabajo, Sasuke-kun... No me molesta recibirlos las veces que sea necesario — Sakura trató de restar la importancia —. Menos cuando, a pesar de sus fallas, muestran mejorías en su salud, como lo hizo la señora Shizune.
—Es porque ella no estaba tan mal desde el principio — el Uchiha refutó y su voz se tornó cada vez más despectiva —. Pero imagina que no lo hubiera estado y que, ya que no escucha tus advertencias, su estado hubiera empeorado... Dime, ¿de quién crees que habrían dicho que era la culpa?
Al ser atacada con ese argumento, la pelirrosa bajó la cabeza.
Sabía que lo que él decía tenía sentido. Cómo doctora, se esperaba que ella tuviera el poder o la facultad mágica de sanar a sus pacientes, fuera cual fuera la dificultad o los obstáculos que podrían impedírselo. Gracias a Dios nunca había visto morir a un paciente bajo su cuidado, pero eso no quería decir que nunca fuera a hacerlo y que enfrentarse a las consecuencias de ello, especialmente con su frágil carácter o reputación, no sería un escenario aterrador.
Bien se lo había dicho su tía Tsunade muchas veces mientras le enseñaba su oficio: "un médico siempre debe estar listo para enfrentar tanto el éxito como el fracaso, consciente de que los errores siempre podrían ser fatales". Sin embargo, con ello, su maestra había querido referirse a la importancia de poner atención y ser cuidadoso con las cosas que estaban bajo su control, no a la situación que su marido estaba describiendo.
Como estaban las cosas, si ella llegaba a perder un paciente aún en las circunstancias más naturales, no dudaba que la acusarían de negligencia.
Antes de que todo el incidente con el acechador sucediera, su labor como médico informal había sido bastante apreciada y hasta respetado. Su tía había sido la única doctora en el pueblo hasta antes de su muerte y Sakura se había quedado con ese lugar de forma automática. Dado que la mujer había sido conocida en vida por tener una personalidad difícil y severa, nadie nunca dudó que hubiera pasado su conocimiento a su sobrina de forma eficiente y la pelirrosa también demostró rápidamente que era más que capaz de seguir con su legado.
Pero todo cambió tras ser atacada aquella noche.
Los primeros meses, como era de esperarse, no pudo llevar a cabo sus labores como doctora, aun cuando unos cuantos realmente necesitaban de ella. La mayoría fue comprensiva, tal y como sucedía con el asunto de sus recuerdos perdidos, pero otros no lo fueron.
Sakura recuerda perfectamente haber escuchado a su padre negarle la entrada a su hogar a alguno que otro paciente necesitado o hasta molesto, que demandaba que le atendiera, a pesar de estar escondida en su habitación, hecha un desastre. Situación que pasó en varias ocasiones durante los primeros meses y, tras tantos encuentros desafortunados en los que incluso hubo amenazas, ella no tuvo de otra más que regresar a sus deberes.
Sasuke también recordaba esos días, pero lo hacía más que nada con odio y repulsión.
La desconsideración y poca empatía con la que su esposa fue tratada cuando más la necesitaba, había alimentado su rencor contra varias personas en el pueblo y por eso, secretamente, les había negado la entrada a su hogar cuando acudían por ayuda médica por aflicciones no graves.
Desde que se casaron, el impuso una condición no explícita de que ella solamente atendería pacientes si él se encontraba presente en casa. Era una medida tanto para controlar quiénes recibían la ayuda de su benevolente esposa, como para impedir que la persona que una vez la había atacado siquiera pensara en volver a hacerlo.
En Konoha todos eran conscientes de ello y lo aceptaban, aunque eso no hacía disminuir ni un poco sus sospechas de que el matrimonio Uchiha era realmente anormal e insano.
Hoy en día, los esfuerzos médicos de Sakura se habían visto algo desprestigiados y corría el rumor de que las personas más influyentes en el pueblo y con contactos en otros, estaban luchando por traer otro médico más accesible, capaz y sobre todo con menos problemas personales.
La pelirrosa realmente trataba de que ello no le afectara y por eso se aferraba a los pocos pacientes que aún la querían y confiaban en ella, sin importar si, tal y como Sasuke decía, eso un día fuera a traerle consecuencias injustas.
Su trabajo era lo único que aún conservaba de su vida anterior y no pensaba dejarlo soltarlo jamás.
—Yo solo quiero servir... Aunque sea para esto — Sakura murmuró, sin pensar.
Sasuke suspiró entendiendo que esa fuera su preocupación, más aun tomando en cuenta el hecho de que a ella siempre había puesto todo el amor y dedicación que podía a lo que hacía.
Él mismo alguna vez había sido el objeto de dichos esfuerzos y sido testigo del enorme y puro corazón que hacía a la mujer una sanadora en todo sentido.
—Sé que no es el reconocimiento de otros sino el tuyo mismo lo que quieres... Lo que me preocupa es que te ganes precisamente lo contrario — él explicó su razonamiento al tiempo que se levantaba de su regazo. Como siempre qué le hablaba con seriedad, se encontró con la postura tímida de su mujer, como si de una niña regañada se tratara, lo que lo hizo sentir mal —. Aun así, admito que esa perspectiva podría ser la equivocada en el caso de la señora Shizune.
En el momento en que lo escuchó, la pelirrosa levantó la cabeza y sus bellos ojos esmeralda se dirigieron a su esposo con un sentimiento parecido a la suplica en ellos.
—Ella es tan buena, Sasuke-kun y me conoce desde niña. Yo sé que jamás sería capaz de culparme si algo malo le pasara. Ni ella, ni su hijo — habló con la voz temblorosa —. Aunque Sai-san tiene unos modales cuestionables, en el fondo, sé que ha heredado de ella su buen juicio.
Él asintió a sus palabras y esbozó una mueca de ironía.
—Ojalá también hubiera heredado su capacidad para cerrar la boca de vez en cuando.
Ante su inusual broma, Sakura no pudo evitar soltar una débil risa y por un momento sus ojos reflejaron auténtico goce. Ciertamente aquel hombre tenía talento para decir las cosas más equivocadas en el peor momento y por ello Sasuke procuraba mantenerlo a distancia. Pero, aunque su forma de socializar era defectuosa, no había malicia en él, lo que demostraba que la crianza de Shizune no había fallado del todo.
Viendo la corta pero real expresión de alegría en su esposa, el Uchiha le dedicó una profunda mirada y su pecho se inflamó de alivio y renovada esperanza... Aunque esta no duró mucho, pues rápidamente Sakura regresó a su perpetua máscara de tranquilidad.
"Daría mi vida entera con tal de que esa sonrisa nunca tuviera que desaparecer..." pensó antes de inclinarse para besarla y susurrarle una muy necesaria promesa.
—En fin, no te preocupes. Yo me encargaré de que nada ni nadie te dé problemas y mucho menos evite que sigas haciendo lo que te gusta.
Más tarde ese día, cuando regresaron a casa, Sasuke fue llamado a la estación de policía con urgencia.
Para su fortuna, el mensajero que habían enviado tuvo el buen juicio de asegurarse de que su mujer no estuviera cerca antes de comunicarle la información.
Así entonces, el Uchiha lo despidió rápidamente y luego se dirigió al baño de la casa, donde Sakura estaba sumergida en la bañera.
Al entrar, la delicada y sonrojada piel de su esposa al desnudo casi lo hizo mandar cualquier otro asunto al diablo, pero aun así tuvo el autocontrol suficiente para únicamente acercarse a ella y agacharse a su altura.
—Tengo que ir a resolver un asunto. Quédate aquí y no habrás la puerta a nadie, ¿de acuerdo? — le pidió manteniendo sus ojos fijos en su rostro, para no dejarlos vagar por la atractiva unión de su cuello y clavícula. Esa zona tan atractiva y erótica que tanto le gustaba besar y morder cuando hacían el amor.
—¿Tardarás mucho? — ella lo cuestionó, interesada.
—No lo sé, pero regresaré tan rápido como pueda.
Sakura asintió, un poco dudosa y él la tomó por los hombros para darle un beso de despedida.
Aunque estos nunca tenían nada de lo que tradicionalmente suponían.
En lugar de proporcionarle un breve pero dulce toque, Sasuke la abordó como un depredador, casi de inmediato adentrando su lengua en su boca y chupando sus labios con alevosía.
Odiaba separarse de ella aun cuando era necesario y por eso la necesidad de sentirla lo más cerca suyo que se podía, antes de irse, lo llevaba a comportarse así.
En medio del beso, la pelirrosa comenzó a gemir suavemente, pues la forma en la que él la tomaba se estaba volviendo poco a poco más visceral y acalorada. Afortunadamente eso hizo que el Uchiha se detuviera a tiempo y se separara.
Si continuaba, se desvestiría y penetraría en el interior de su mujer como un semental desesperado y en celo y no pararía hasta el inicio del día siguiente.
Era un completo adicto a ella e incluso, desde antes de casarse, había sido muy débil ante sus encantos.
De inmediato, Sasuke se dio la vuelta para marcharse, pero en el umbral de la puerta se detuvo para hacer un último pedido.
—Y Sakura... Por más cansada que estés no te duermas si yo aún no he llegado, ¿entiendes? — comprendiendo exactamente el motivo de dicha petición, aunque con mucha duda, la pelirrosa asintió con lentitud. La noche anterior no había dormido nada, era de esperarse que se sintiera insegura de poder cumplirlo y por eso él no pensaba irse con ese acuerdo simplemente dicho —. ¿Lo prometes?
Antes de responder, ella analizó la expresión en el rostro de su esposo, así como la forma en la que apretada con fuerza el borde de la puerta.
No tenía de otra.
No si quería que él estuviera tranquilo.
Debía responder lo que él necesitaba escuchar.
—Sí, lo prometo — finalmente murmuró.
Satisfecho, el Uchiha asintió y salió de la casa a paso tan rápido como pudo.
Durante el trayecto a la estación de policía, pudo notar las miradas sorprendidas de varios ciudadanos al verlo solo. No era común ver a Sasuke y Sakura separarse, en cambio, como si de un paquete se tratara, si querías encontrar a uno, inevitablemente lo harías junto al otro. Unos cuantos incluso lo comentaron con las personas que los acompañaban, lo que hizo que la irritación y urgencia por terminar rápido y volver a casa se incrementaran.
En realidad, el asunto importante que lo requería en la estación de policía tenía que ver con un caso viejo del que había estado a cargo cuando aún trabajaba ahí a tiempo completo.
En la actualidad solamente tomaba pequeñas tareas comisionadas que no requerían que pusiera todo su tiempo y esfuerzo en ellas. Eso era lo que, junto con la pensión que seguía recibiendo por la labor de su padre como oficial, mantenía su estilo de vida con Sakura.
Al principio, cuando renunció a su alto puesto como policía, su decisión provocó muchas discusiones e inconformidad entre sus superiores y compañeros, aunque no lo cuestionaron más, una vez les hizo saber que iba a casarse y que su esposa sería Sakura.
Entonces todos comprendieron su deseo de volverse un hombre hogareño, aunque todavía seguían animándolo a regresar al servicio activo, cada que visitaba su antiguo lugar de trabajo.
Una vez que el asunto quedó resuelto, salió de la oficina y, al ver que la oscuridad había caído sobre el pueblo, se dio cuenta que ya habían dado las diez de la noche, por lo que se dispuso a volver a casa al mismo paso rápido con el que había salido de ella.
Solo que, antes de apartarse lo suficiente del territorio policial, pudo escuchar la conversación de dos oficiales que venían corriendo a toda prisa y gritaron sus nuevas noticias en cuanto entraron a la oficina.
—¡Encontraron un cuerpo en el sendero de las luciérnagas!
Los ojos profundamente negros y comúnmente calmados de Sasuke se abrieron al máximo al escuchar el hecho y se dio la vuelta para volver a entrar a la estación y obtener más información. ¿Quién lo había encontrado? ¿Bajo qué circunstancias? Y lo más importante... ¿Quién había sido la víctima?
Justamente cuando esa última pregunta apareció en su mente, detuvo en seco sus intenciones y, en lugar de entrar, salió corriendo al lugar de los hechos.
En su mente había aparecido en automático la imagen de su esposa esa misma mañana, observando el sendero como si sintiera la necesidad vital de entrar ahí y satisfacer esa curiosidad enferma que la aquejaba sin descanso.
Como si en el momento en que la oportunidad apareciera, ella fuera a tomarla y volver a ese lugar, por más peligroso que fuera.
Por más que él se lo hubiera prohibido.
Por más que supiera que si algo le pasaba a ella, él no podría seguir viviendo.
¡Pero ella se lo había prometido! ¡Le juro que no saldría de casa! ¡Y ella no lo traicionaría así!... ¿Verdad?
Nunca agradeció tanto como en ese momento lo pequeño que era Konoha, pues en cinco minutos, su furiosa y desesperada carrera lo llevaron a la escena del crimen.
Uno de los oficiales que estaban ahí custodiando el cuerpo, se sorprendió al verlo y ni siquiera pudo saludarlo o preguntarle qué estaba haciendo ahí, cuando ya había sido empujado bruscamente por el Uchiha.
Sin mediar palabra con nadie y mucho menos con autorización, Sasuke se aproximó con la poca seguridad y todo el miedo que tenía, debido a la posibilidad con la que más temía encontrarse. Inconscientemente, sus manos temblaron e hiperventiló, incapaz de mantener el aire en sus pulmones.
Si realmente era ella la víctima que había perecido en manos de ese bastardo, juraba que en ese preciso instante tomaría el arma del oficial más cercano y se dispararía en la cabeza.
Nunca podría vivir ni un solo minuto sin Sakura.
Mucho menos cuando había estado tan cerca de conseguir su amor.
Para su fortuna, su terror y aflicción se apagaron como la débil llama de una vela al ver que la mujer inerte a mitad del camino tenía el cabello innegablemente oscuro. Imposible de confundir con el suave rosado de la primavera.
—Uchiha-sama, perdón, pero no puede estar... — uno de los agentes trató de pedirle que se marchara, pero antes de siquiera terminar de hablar el intruso se dio la media vuelta y salió corriendo nuevamente.
—¿Qué hacia él aquí? — preguntó otro hombre uniformado al reconocer a quien una vez fue su compañero.
—Creo que puedo asegurarle que quería verificar que no se tratara de Sakura-san — respondió el primero suspirando y negando con la cabeza.
Por eso era mejor que no se separara ni un solo minuto del día. Contagiaban al resto del mundo su inseguridad.
Mientras tanto, si antes la carrera que Sasuke había hecho había sido impresionantemente veloz, ésta quedó eclipsada con la que hizo para regresar a casa.
Estaba eufórico. Profundamente afectado por las emociones que hacía tan solo unos minutos lo habían embargado. Gracias a Dios se había equivocado y no podía sentirse más aliviado de ese hecho. Aunque aun así la adrenalina en su cuerpo no iba a ser tan sencilla de disipar.
Al menos no de otra forma que no fuera en lo que había estado pensando durante todo el día.
Sin molestarse en ser silencioso para no asustar a su esposa, deslizó la puerta para abrirla y luego la volvió a cerrar sonoramente, entrando a su hogar con la misma desesperación con la que un desamparado busca refugio y comida.
Necesitaba ver a Sakura.
Sentirla en sus brazos.
Llenarse de su aroma y su presencia.
Comprobar que estaba sana y salva.
Que aún podía amarla en vida y seguir luchando para que ella lo quisiera también.
Rápidamente encontró al objeto de su afecto y obsesión, sobre el futón extendido en medio de su habitación. Estaba sentada y completamente erguida, mientras su desolada mirada se perdía en el tenue brillo de la bombilla sobre su cabeza. No dudaba que hubiera permanecido en esa posición desde que terminó su baño y se dispuso a esperarlo.
No obstante, en cuanto lo escuchó entrar, la Uchiha salió de su letargo y se dio la vuelta para mirarlo con la misma expresión ausente pero pacífica que tenía siempre.
—Bienvenido... — lo recibió esbozando un pequeño intento de sonrisa y luego levantó su dedo índice en dirección al techo —. Creo que está a punto de fundirse.
Era una preocupación real. Sakura no podía estar tranquila sabiendo que una de las luces de la casa no funcionaba, pero aun así él ignoró sus palabras y, en cambio, rápidamente la tomó en sus brazos con fuerza.
El primer instinto de la pelirrosa fue querer apartarse dada la fuerza con la que la estaba sosteniendo, además del extraño y anormal comportamiento de su marido, sin embargo, él no se lo permitió. La sostuvo contra su pecho, escondiéndola a la vez que con sus manos trataba de palpar varias zonas de su cuerpo, como si tratara de verificar que realmente se trataba de ella y no de un espejismo.
—Sasuke-kun... ¿Qué pasa? — preguntó con preocupación y miedo al sentir como el corazón masculino latía a toda velocidad.
—Nada... Yo solo... E-es que yo...
El Uchiha trató de pensar en una explicación plausible para su comportamiento, no queriendo decirle la verdad, pero, al final, decidió que tomaría el único camino que sabía y le funcionaba seguir: el de las acciones.
Con más delicadeza que antes, pero el mismo deseo inscrito en su mirada, Sasuke la recostó sobre el futón y se posicionó sobre ella. Entre ambos hubo un intercambio de miradas lleno de significado y Sakura pudo ver en esos orbes obsidiana que tanto la confundían, que en ese momento él la necesitaba como al oxígeno para respirar.
Quería saber qué le pasaba a su esposo, pero decidió abandonar toda inseguridad o intención de preguntar y lo dejó besarla con lentitud y profundidad.
Ella era consciente de que lo que seguiría a sus besos no le permitiría aclarar sus dudas, durante horas, pero la verdad le parecía más importante calmarlo y demostrarle que también quería cuidarlo y hacerle bien, como él hacía siempre con ella.
Lo menos que podía hacer era entregarse y darle lo que quería.
Rendida, Sakura lo dejó depositar sus sentimientos y aflicciones en su cuerpo y no puso resistencia cuando él la comenzó a desnudar.
Tampoco a lo que siguió luego de eso.
Aunque sí se rehusó a que, de su boca y su mente, perdidas en el éxtasis, saliera otra cosa que no fuera únicamente su nombre.
...
NOTAS FINALES:
¿Qué les pareció? Ya tienen un poco del punto de vista de Sasuke para complementar el de Sakura. Aunque les adelanto que no será suficiente para desentrañar lo que pasa entre esos dos jiji.
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Amixes quiero agradecerles muchísimo por el apoyo que me han dado no solo en este regreso, sino también durante mis ausencias. Mi cuenta es chiquita y por eso valoro cualquier aumento de lectura, voto o seguimiento que me dan. Los invito a que si gustan demostrarme su apoyo sin tantas palabras usen esas opciones y así sabré que forman parte del grupo de personas a las que tengo en mi corazón por ser buenas conmigo.
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Muchas muchas gracias no se olviden de decirme lo que piensan y seguir al pendiente de las próximas actualizaciones. Nos leemos luego! Bye!
