Na: Información importante al final del capítulo.
REVENGE
~Capítulo 45~
Yamato y Sora tomaron asiento en sus asientos correspondientes mientras Izumi y Rika ordenaban los platos.
—Así que...—Comentó Nene— ¿Todo empezó por la presidencia del club?
Sora movió la cabeza: —Se podría decir que, sí. Empezó por ahí...—Musitó— Pero no sé si, la persona que mostró ese video lo hizo por la presidencia o porque quería desquitarse con mi madre.
—Te dije que, no me causaba buena espina que te enfrentaras a ella por la presidencia del club.
—¿Por qué dices eso?— Preguntó la pelirroja.
—Porque no debiste enfrentarte a ella.—Declaró Nene—Hay muchas personas que, quieren sabotearla y aprovechan cualquier oportunidad para ensuciar su imagen.
Rika rió para sus adentros. Era increíble como Nene defendía a sol y a sombra a Toshiko. Aunque, no le sorprendía, Nene era una copia de Toshiko, aunque mejorada, ya que, Nene era un poco más agradable. Aunque mucho más creída.
—Nene, entiendo que quieras a tu abuela, pero debes saber que ella no es una mujer de estribos muy limpios.—Comentó Sora.
—Excuse me...—Musitó la castaña— ¿No es de los estribos limpios? ¿Qué quieres decir con eso?
—Nene, por favor, deja de insistir con ese tema.—Comentó Yamato aburrido del tema— Y mejor, respóndeme ¿por qué no contestabas mis llamadas?—Preguntó—¿Dónde estabas?
Nene tomó asiento y se cruzó de brazos—No vine para dar explicaciones.
—Pero viniste a pedirlas, cuando está claro que no tienes derecho a recibir una si no eres capaz de darme una a mi, luego de haberte ido sin avisar, con tu noviecito a quien sabe donde.— Musitó el rubio.
Nene rodó los ojos— ¿Por qué debería avisar?
—Porque soy tu padre, merezco saber que haces con tu vida.
—Soy adulta.—Respondió la castaña.
Izumi rodó los ojos, esta conversación la estaba aburriendo, fue así como se dirigió a la cocina para dejar los platos. Rika, por su lado, dirigió su mirada hacia su smartphone.
—Pero todavía vives bajo mi techo, así que, mereces darme explicaciones.—Comentó el rubio.
—Bueno, entonces ¡me voy de esta casa!— Exclamó la castaña.
¿Qué?
Esta declaración sorprendió al Ishida.
Yamato se quedó inmóvil por un momento, procesando las palabras de Nene. Su mandíbula se tensó, y su mirada reflejaba una mezcla de incredulidad y enojo.
—¿Te vas de esta casa? —repitió lentamente, como si saborear las palabras lo ayudara a entender mejor la situación—. ¿Y a dónde piensas ir, Nene?
La castaña levantó la barbilla en un gesto desafiante.
—A donde sea que no tenga que dar explicaciones de cada cosa que hago.
—No seas ridícula —dijo Yamato con frialdad—. No tienes trabajo estable, ni ingresos suficientes para mantenerte. ¿Crees que es tan fácil?
—¡Pues lo descubriré! —espetó Nene, poniéndose de pie con los puños apretados—. Tal vez no tenga todo resuelto, pero prefiero eso a seguir aquí, bajo tus reglas absurdas.
Sora, que había estado observando en silencio, intervino, tratando de calmar los ánimos.
—Nene, por favor, piénsalo bien. Esto no es algo que debas decidir en medio de una discusión.
—¿Por qué no? —replicó Nene, sin apartar la mirada de su padre—. Siempre tengo que ceder, siempre soy yo la que debe "pensar bien las cosas", mientras él nunca escucha lo que tengo que decir.
—¡Porque lo que dices rara vez tiene sentido! —exclamó Yamato, dando un paso hacia ella—. ¿Te escuchas a ti misma? ¿De verdad crees que estás lista para enfrentarte al mundo sola?
—¡Nunca lo sabré si no lo intento! —gritó Nene—. Y si tú no puedes confiar en mí para tomar mis propias decisiones, entonces no tengo nada más que hablar contigo.
El silencio que siguió a sus palabras fue sofocante. Yamato la miró fijamente, su expresión endurecida, pero sus ojos traicionaban una mezcla de frustración y preocupación.
—¿Eso es lo que realmente quieres? —preguntó finalmente, su voz más baja pero cargada de tensión—. ¿Salir por esa puerta y enfrentar el mundo sin mi apoyo?
Nene vaciló por un instante, pero rápidamente se recompuso.
—Sí, es lo que quiero.
Yamato cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de contener su enojo. Cuando volvió a hablar, su tono era frío y distante.
—Muy bien. Si eso es lo que quieres, no te detendré. Pero no esperes regresar corriendo cuando las cosas se pongan difíciles.
—¡No lo haré! —replicó Nene, girando sobre sus talones y dirigiéndose hacia la puerta.
Sora se levantó rápidamente y se colocó entre Nene y la salida.
—Espera un momento, Nene —dijo con calma—. No estoy diciendo que Yamato tenga toda la razón, pero salir de esta manera, impulsivamente, no te llevará a ningún lado.
—¡Madre, por favor! —dijo Nene, su voz quebrándose ligeramente—. No necesito que me detengan, necesito que me escuchen.
—Y estamos escuchando —insistió Sora—. Pero esto no se trata solo de demostrar quién tiene la razón. ¿De verdad estás lista para cortar todos los lazos?
Nene bajó la mirada por un momento, mordiéndose el labio inferior. Luego, sin responder, dio un paso hacia atrás y tomó aire.
—Solo quiero un poco de libertad, madre. ¿Es demasiado pedir?
Sora miró a Yamato, que permanecía rígido en su lugar, antes de volver a Nene.
—No, no es demasiado pedir. Pero tal vez la libertad que buscas no significa alejarte completamente.
—Bueno, aunque te vayas de esta casa ¡sigo siempre tu padre! y tienes que respetarme.— Habló Yamato.
Nene no respondió. Solo lanzó una última mirada a su padre antes de salir por la puerta, dejando tras de sí una sensación de vacío y tensión en el ambiente.
Yamato se hundió en el sofá, pasando una mano por su cabello con frustración.
—Esto no puede estar pasando...
Sora se sentó a su lado, colocándole una mano en el hombro.
—Dale tiempo, Yamato. A veces, solo necesitan espacio para entender lo que realmente quier
Yamato no respondió, pero su expresión dejó claro que, aunque no lo admitiría en voz alta, estaba preocupado por su hija más de lo que quería mostrar.
Rika pasó su mirada por su padre, luego por su madre, verdaderamente era irónico como frente a la prensa y la sociedad se hacían llamar la "familia perfecta" pero tenían problemas por todos lados.
~Al día siguiente~
Yamato y Sora se encontraban en su cama observando el techo. Cada uno recostado en su lado. La tensión era evidente. El rostro del rubio era tristeza absoluta mientras Sora intentaba mantener la calma.
—Me siento decepcionado de mi labor como padre.—Musitó Yamato mientras abrazaba una almohada contra él.
—¿Lo dices por Nene?
Yamato asintió: —Lo digo por todo.—Declaró— No salimos de un problema...—Se refirió a Rika— Cuando ya nos involucramos en otro.— Ahora se refirió a Nene— Soy tan mal padre que, no pude evitar que, Nene cometiese un error.
—No digas eso, Yamato.—Comentó la pelirroja.
—¡Es verdad, Sora!—Exclamó el rubio— No pude evitar que Nene se fuera de casa. Ni que estuviese con Kiriha.
Sora hizo una mueca: —Disculpa, pero creo que, has sido muy drástico con la situación de Kiriha y Nene.
—¿Por qué dices eso?
—Porque creo que, no debiste enseñorearte tanto con Kiriha, solo porque se interesó en Nene.—Declaró la pelirroja.
—Solo quiero lo mejor para Nene.—Declaró Yamato— Kiriha es un mujeriego. Es inteligente, si, pero no tiene las condiciones para darle a Nene todo lo que necesita.
—Suenas a mi madre y a tu padre.—Sora rodó los ojos— Eso mismo decían cuando me fui a vivir con Taichi, siendo más joven que Nene. Y lo mismo ocurrió contigo, cuando te fuiste a vivir con Mimi siendo más joven que Nene.
—Es exactamente por eso.—Musitó el rubio— Quiero evitar que ella cometa nuestros errores.
Sora se mordió el labio inferior.
"Error"
—Para mi, jamás fue un error haberme ido a vivir con Taichi.—Declaró la pelirroja— ¿Sabes?
—Porque tenías a tu hijo.
Sora movió la cabeza: —Estaba enamorada de Taichi, así como tú estabas enamorado de Mimi.
"Mimi"
El corazón de Yamato dio un salto al escuchar ese nombre. Algunas veces se pregunta: Si Mimi estuviera aquí ¿sería todo más fácil?
—Solo quiero proteger a Nene.—Declaró el rubio— Aunque ella se crea una mujer, todavía es una niña...—Musitó—No sabe lo que podría salir de esta relación, no quiere que actúe sin pensar y luego se lamente.
Él fue padre joven, Nene e Izumi nacieron cuando él todavía no era consciente de la vida. Se creía adulto y dejó llevar por su amor por Mimi, pero jamás midió las consecuencias de sus actos. No se arrepentía de tener a sus hijas, al contrario, Nene e Izumi eran las personas más importantes en su vida. Pero fue difícil criarlas, desde su nacimiento hasta ahora, ser padre conllevó un reto mayor que...No sabía si Nene era consciente.
Temía que, Nene quedara embarazada y que Kiriha no se hiciera cargo. Temía que, Nene le entregara su vida a un hombre y años después se arrepintiese de eso. Temía que, Nene tomara la decisión de ser "adulta" atribuyéndose responsabilidades que no debía y luego se arrepintiese.
—Yamato, entiendo como te sientes, pero es parte de la vida.—Comentó Sora— Nene es grande, nosotros la aconsejamos, pero ella ve si toma el consejo o no.—Musitó— Sé que, todo lo haces con el fin de que no se equivoque, sin embargo, tal vez, necesite equivocarse para aprender, tú sabes que Nene es muy terca. Necesita vivir para entender.
Yamato suspiró.
¿Por qué era tan difícil ser padre?
El silencio se hizo presente.
—Quizás, sea mejor por un momento que, Nene se mantenga lejos de casa.—Comentó Sora.
—¿Por qué dices eso?
—Porque...—Sora suspiró— No quiero imaginar como será su reacción de sus hermanas y ella cuando sepan que, Layla, la empleada que ha estado con ellas toda su vida, prácticamente la persona que las crio mientras nosotros trabajabamos, asesinó a...—Se detuvo.
Era difícil decirlo
Yamato se mordió el labio inferior ante esto.
—Aun no puedo creer lo que hizo.
La pelirroja hizo una mueca: —Yo tampoco.—Respondió— Créeme, antes de recibir los exámenes tenía esperanza de que, fuera todo una mentira.—Suspiró— Pero no lo fue.
Yamato se mordió el labio inferior.
—Estaba pensando en ir a hablar con ella, antes que la formalicen.—Comentó Sora.
—¿Hablar con ella?
Sora asintió: —Necesito saber si hay algo detrás. Necesito saber ¿por qué lo hizo?
—Ayer hablamos con ella ¡y nada nos dijo!— Recordó Yamato.
—Lo sé, pero no puedo quedarme así como si nada.—Comentó la pelirroja incorporándose sobre la cama— Necesito saber las razones que tuvo para hacer lo que hizo.
Yamato pasó su mirada por Sora. No necesitaba mucha explicación para leer los ojos de la pelirroja, ella sospechaba que alguien más podía estar tras de Esto. Y sinceramente...él pensaba lo mismo.
Aunque, había una gran diferencia, Sora suponía que alguien estaba detrás de esto, no sabía que, efectivamente Hiroaki y Toshiko eran capaces de hacer algo como esto ¡y peor!
Yamato se incorporó sobre la cama—Entiendo...—Musitó— Creo que, tienes razón, es importante que hablemos con ella. Al menos, por última vez.
—Y de paso, podríamos encargarnos que esto no se filtre a la prensa.—Comentó Sora— No quiero que nuestras hijas se enteren.
—Tienes razón.—Comentó el rubio— Intentaré que...
¡Riin, Riin!
El teléfono fijo sonó.
¡Riin, Riin!
Yamato y Sora dirigieron su mirada hacia el teléfono fijo que se encontraba la pequeña que tenían a varios metros de su cama en gran habitación junto a un sofá.
El rubio ante esto se colocó en pie y se dispuso a ir a responder.
—¿Hola?— Musitó Yamato y unos segundos de silencio se hicieron presente— Es broma ¿verdad?— Frunció el ceño— No puedo ir...Pero...¿Es enserio? ¡Era mañana la firma!— Exclamó— ¡Está bien! Iré.
—¿Qué ocurrió?— Preguntó Sora mientras acomodaba su bata.
—El idiota de Rentaro adelantó su viaje.—Respondió el rubio— Y debo ir a la empresa.
—¿No tenían la reunión el Lunes?
—Sí, pero dijo que, por razones "personales" tuvo que adelantar su viaje.—Musitó Yamato— Y tendremos la reunión hoy.—Musitó.
Menos mal, Haruna y él tenían todo avanzado para la reunión.
—No podré ir a ver a Layla.
—¿Y tu padre?—Preguntó la pelirroja.
Yamato suspiró: —Él tiene algo importante que hacer hoy, estará fuera de la ciudad...—Explicó— Además, el encargado de este proyecto soy yo.—Comentó—Y para variar, aunque mi padre está en la empresa, oficialmente yo soy el gerente general. El líder de la empresa...—Rodó los ojos— Debo estar ahí. Sabes que Rentaro exige "responsabilidad"
—Responsabilidad...—Sora lanzó una carcajada— y él adelanta sus planes.
—Ya sabes como es.—Musitó Yamato mientras tomaba su smartphone para enviarle un mensaje a Haruna.
Sora hizo una mueca—¿Y, qué harás con Layla?
—Tendré que pedirte a ti que, por favor, te hagas cargo.—Declaró el rubio— Apenas termine iré a la prisión.
La pelirroja asintió: —Está bien.—Comentó— Pero ¿cómo lo haremos para qué esto no se filtre en la prensa y para que nuestras hijas no lo sepan por otros medios que no seamos nosotros?
Yamato hizo una mueca y llevó una mano a su mentón.
¿Cómo lo haría?
—Llamaré a Kouji.—Respondió el rubio— Le pediré que se haga cargo de toda esta situación para evitar que la prensa se involucre.
Ese no era su trabajo, pero se lo pediría como favor.
—Está bien.—Contestó el rubio.
La habitación de Haruna estaba sumida en penumbras. Las cortinas cerradas bloqueaban la luz del día, mientras el silencio reinaba, interrumpido únicamente por su respiración entrecortada y pesada. Haruna estaba acostada en su cama, con una manta que apenas lograba cubrir su cuerpo debilitado. Su piel estaba pálida, y la fiebre le provocaba un sudor frío que se mezclaba con los escalofríos que recorrían su cuerpo. Apenas podía mover un dedo.
De pronto, el sonido del teléfono fijo resonó por toda la casa, estridente y molesto. Haruna gimió, cerrando los ojos con fuerza mientras el eco del timbre parecía atravesarle la cabeza. No tenía fuerzas para levantarse, ni siquiera para gritarle a alguien que atendiera.
Desde algún lugar de la casa, escuchó a Koushiro contestar:
—Residencia Anderson. Diga…
Su voz, tranquila y firme, contrastaba con el caos interno que sentía Haruna. Intentó incorporarse, pero sus brazos no respondieron; un suspiro frustrado escapó de sus labios. A los pocos minutos, los pasos de Koushiro se acercaron rápidamente por el pasillo hasta que apareció en la puerta de la habitación.
—Haruna.—Koushiro empujó la puerta con cuidado, sosteniendo el teléfono inalámbrico en su mano—. Yamato Ishida llama.
Los ojos de Haruna se abrieron con sorpresa.
—¿Yamato?—musitó, su voz apenas un susurro ronco.
—Dice que es importante.—Koushiro se acercó y dejó el teléfono en la mesita de noche—. Haruna, tienes que contestar.
Haruna tragó saliva con dificultad, mientras intentaba reunir fuerzas. No quería hablar con Yamato en ese estado, pero algo en el tono de Koushiro le hizo entender que no podía evitarlo. Asintió con debilidad, tomó el teléfono y lo llevó a su oído.
—¿Hola?—dijo Haruna, esforzándose por sonar más fuerte de lo que realmente se sentía.
—Haruna—la voz grave y seria de Yamato resonó en el auricular—. Rentaro adelantó su viaje. La reunión que teníamos planeada para el lunes será hoy.
Haruna cerró los ojos, intentando procesar la información mientras un leve mareo la invadía.
—¿Hoy?—logró decir, su voz aún quebrada.
—Sí. Rentaro no dio muchas explicaciones, pero insiste en que todo debe resolverse antes de su partida.—Yamato hizo una pausa, como si esperara alguna respuesta, pero Haruna guardó silencio—. ¿Estás ahí?
—Sí, estoy aquí—respondió rápidamente, intentando ocultar su debilidad—. ¿Qué necesitas que haga?
—Necesito que vengas a la empresa. Tú tienes la presentación y los documentos que él requiere. Haruna, esto no puede esperar.
Haruna sintió un nudo en el estómago. Sabía que estaba en malas condiciones para ir, pero también entendía que no había opción. La responsabilidad era suya.
—Está bien. Iré.—respondió, tratando de sonar segura.
—Perfecto. Haruna, sé puntual. Esto debe salir impecable.
—Lo sé—contestó ella antes de colgar.
Cuando dejó el teléfono de vuelta en la mesita, Koushiro se acercó preocupado.
—¿Estás segura de que puedes ir? No tienes buen aspecto, Haruna.
Haruna lo miró, con el rostro cansado pero determinado.
—No tengo elección, Koushiro.—respondió con una leve sonrisa amarga—. Hay cosas que simplemente no pueden esperar.
Koushiro la observó en silencio, sin saber qué más decir. Finalmente, asintió y salió de la habitación, dejándola sola.
Haruna cerró los ojos, respirando profundamente mientras reunía las fuerzas que no tenía para levantarse de la cama y prepararse.
La mañana en la mansión Ishida había comenzado con un aire de normalidad. Los rayos del sol se filtraban tímidamente por las cortinas de la cocina, iluminando el mármol brillante y los detalles en madera del lugar. El silencio, solo interrumpido por el suave tic-tac del reloj, fue roto por el chirrido de una silla siendo arrastrada.
Takeru estaba inclinado sobre la mesa, sosteniendo una taza de café humeante entre sus manos. Sus ojos, hundidos por las ojeras marcadas, mostraban el peso de noches sin dormir. Su cabello estaba revuelto, y el desaliño de su ropa dejaba en evidencia su desinterés por su apariencia.
Tenía muchas cosas en mente.
La primera de ellas era Hikari. Sí, Hikari. No entendía que le ocurría, intentó llamarla, pero no le respondió, le envió mensajes ¡y nada! Se sentía tan triste que, se encerró en su habitación. Pensaba y pensaba en ella...Finalmente ¡se cansó de pensar!...Para olvidarse de ella decidió enfocarse en su investigación. Sí, se suponía que, dejó a Noguchi Ikuto, a cargo de la investigación, pero él también quería poner de su parte y se dispuso a buscar. Tanto así que estuvo toda la noche despierto.
El sonido de pasos ligeros resonó en el pasillo antes de que la puerta se abriera de golpe.
—¡Tío Takeru!—exclamó una voz familiar y llena de entusiasmo.
Izumi entró con una energía contagiosa, sosteniendo una bandeja de frutas frescas que había recogido del jardín. Su rostro juvenil y radiante contrastaba brutalmente con el aspecto agotado de su tío.
—¡Por fin has salido de tu cueva!—bromeó mientras se acercaba rápidamente a él. Pero al notar sus ojeras, su expresión cambió de inmediato a una mezcla de sorpresa y preocupación—. ¡Dios mío, Takeru! ¿Qué te pasó? ¿Has dormido algo?
Takeru levantó la mirada lentamente, intentando forzar una sonrisa, pero su cansancio la hizo torpe.
—Buenos días, Izumi—respondió con voz áspera, ignorando su preocupación. Dio un sorbo al café, como si eso pudiera desviar la atención.
Izumi dejó la bandeja sobre la encimera y se plantó frente a él, con los brazos cruzados.
—No me cambies el tema, tío. Llevas días sin aparecer en las comidas, y ahora te veo así… Parece que no has pegado ojo en una semana. ¿Qué está pasando?
Takeru apartó la vista, jugueteando con la taza entre sus manos.
—No es nada. Solo he estado… ocupado.
—¿Ocupado?—repitió Izumi, levantando una ceja—. Ocupado encerrado en tu habitación, sin comer con la familia y sin hablar con nadie. Eso no suena como estar ocupado, suena como estar... mal.
Takeru suspiró, apoyando los codos sobre la mesa y masajeándose las sienes.
—No es algo de lo que quiera hablar, Izumi.
Ella permaneció en silencio unos segundos, estudiándolo con atención. Finalmente, su expresión se suavizó y rodeó la mesa para sentarse a su lado.
—Sabes que estoy aquí para escucharte, ¿verdad?—dijo con una voz más calmada—. No tienes que cargar con todo tú solo.—Comentó— Dime ¿estás así por la situación con Hikari?
¿La situación con Hikari?
Takeru se mordió el labio inferior ante esto.
Izumi observó a su tío mientras la tensión en el aire crecía. La pregunta que había lanzado había golpeado directamente en el corazón de Takeru, quien parecía más distante que nunca, como si el simple hecho de hablar de Hikari lo sumiera en un mar de pensamientos oscuros.
—¿La situación con Hikari? —repitió Takeru, como si esas palabras no pudieran salir de su boca sin una carga emocional.
Izumi asintió lentamente, el rostro serio pero lleno de comprensión. Sabía que algo no andaba bien, no solo con Takeru, sino también con Hikari.
Takeru suspiró, un suspiro profundo y pesado que parecía arrastrar consigo el peso de la frustración y la tristeza.
—No entiendo qué pasó, Izumi —murmuró, su voz rasposa—. Todo estaba bien… hasta que un día, de repente, todo cambió. Ella me dejó, sin decirme nada, sin darme una razón. Ahora, cada vez que intento acercarme a ella, se aleja. Es como si tuviera miedo de mí.
Izumi lo miró con los ojos entrecerrados, con una mezcla de preocupación y tristeza. Se sentó más cerca de él, buscando el contacto visual mientras tomaba una de sus manos, dándole un gesto de apoyo.
—Tío… —dijo con suavidad—, no tienes que llevarlo solo. Pero lo que me estás diciendo, realmente suena muy raro.
Takeru bajó la mirada, incapaz de sostenerla por más tiempo.
—He tratado de hablar con ella. He intentado entender, pero no me responde. Es como si me evitara, y ni siquiera tiene una palabra amable para mí.
Izumi lo observó unos segundos, pensando en cómo responderle. Su mente comenzó a hacer conexiones, algo no cuadraba en todo esto.
—Yo también he notado algo extraño en Hikari, Takeru —comentó, con un tono que destilaba preocupación—. Takuya, me contó que ella actúa raro con él también. Se muestra distante, como si escondiera algo.
Takeru levantó la cabeza, buscando las palabras correctas. La idea de que Hikari estuviera actuando de manera extraña con todos los que se le acercaban le hacía preguntarse si de alguna forma su comportamiento era parte de algo más grande, algo que quizás no entendía aún.
—Es triste… —continuó Izumi, apretando la mano de Takeru—. Yo también la extraño. La Hikari que solía ser cercana, que no tenía miedo de confiar en los demás. Me duele verla así, distante.
Takeru asintió con la cabeza, pero no dijo nada más, como si las palabras ya no pudieran expresar lo que sentía. La culpa, la tristeza y la confusión lo embargaban.
—¿Qué crees que le pasó? —preguntó Izumi, tratando de ser suave, pero con la urgencia de encontrar alguna respuesta.
Takeru se quedó en silencio, como si la respuesta estuviera fuera de su alcance, algo intangible que no podía comprender.
—No lo sé —respondió finalmente, su voz quebrada—. Todo era perfecto… hasta el día de su desaparición. Desde ese momento comenzó a actuar extraña.
Izumi lo miró con tristeza, sintiendo en su corazón el dolor de su tío. Era evidente que no había solo una confusión en Takeru, sino también una impotencia profunda por no entender lo que estaba pasando.
—A veces las personas se alejan por razones que no entendemos, Takeru —dijo Izumi, con un tono más suave—. Tal vez Hikari está lidiando con algo por su cuenta, algo que no sabe cómo decir. Pero no te rindas, no la dejes ir sin intentar hablar con ella una vez más.
Takeru levantó la vista, buscando algo de consuelo en las palabras de su sobrina, aunque todo dentro de él se sentía devastado. La idea de seguir luchando por Hikari, por la relación que compartían, le parecía difícil, pero al mismo tiempo, la esperanza no se apagaba completamente.
—No sé si pueda, Izumi… —respondió, su voz vacía, como si ya hubiera perdido toda esperanza—. Todo lo que intento parece empeorar las cosas.
Izumi pensó por un momento, el silencio llenando la habitación. Luego, con una ligera sonrisa, se inclinó hacia él.
—Hoy Takuya me invitó a un concierto, ¿quieres venir? —preguntó con suavidad, queriendo sacarlo de ese estado de tristeza que parecía envolverlo—. Tal vez te ayude a distraerte un poco.
Takeru levantó la vista lentamente, sorprendiendo a Izumi con la mención de Takuya. Sabía que Hikari también sería parte del plan de Takuya, y eso complicaba las cosas aún más para él. Takeru soltó un suspiro profundo, resignado a la idea de que Hikari podría estar cerca. La sola mención de su nombre lo hacía sentir incómodo, pero aún así, había algo en la propuesta que hizo que su mente se detuviera a pensarlo.
—Quizás no sea buena idea, Izumi... —respondió, mirando la taza de café, como si buscará consuelo en la oscuridad de su bebida—. Hikari probablemente estará allí. No quiero verla si sigue actuando así conmigo.
Izumi frunció el ceño, pero sus ojos brillaron con determinación.
—Eso es justo lo que podrías usar a tu favor, tío —dijo con una sonrisa sutil, como si hubiera encontrado la solución a su dilema—. Si está allí, es la excusa perfecta para hablar con ella. No tienes que quedarte al margen todo el tiempo. Si realmente quieres saber qué está pasando, tienes que intentarlo.
Takeru la miró, considerando sus palabras. Izumi tenía razón, pero había algo que lo detenía. Hikari ya se había distanciado de él por completo, y acercarse más solo podría empeorar las cosas. Pero al mismo tiempo, no podía ignorar el dolor de no saber lo que estaba ocurriendo con ella. La incertidumbre lo estaba matando.
—Tal vez tengas razón, Izumi —murmuró, tomando un profundo respiro—. Quizás deba...
¡Bip, bip!
Justo cuando estaba pensando en cómo responderle, el sonido de su teléfono interrumpió el momento. Takeru miró la pantalla y vio el nombre de Noguchi Ikuto en la pantalla.
Al principio dudó, pero luego, como si una corazonada le indicara que lo que necesitaba saber podría estar por llegar, tomó la llamada.
—Disculpa Izumi, debo contestar es importante.
La rubia asintió: —Adelante.
Fue así como el oji-azul se alejó y respondió: —Hola.
—¿Takeru? —la voz de Ikuto sonó al otro lado de la línea, firme y directa.
—Ikuto.—Respondió el Ishida—¿Por qué me llamas? ¿encontraste algo?
—Sí.—Contestó el amigo de Takeru—He conseguido la información que me pediste.
El edificio corporativo estaba inusualmente tranquilo. Era sábado, y a diferencia del bullicio típico de los días hábiles, solo unos pocos empleados trabajaban en silencio en sus cubículos. Las luces del vestíbulo principal brillaban con una intensidad que contrastaba con la atmósfera casi fantasmagórica del lugar. Haruna, mejor conocida como Mimi, entró con pasos cuidadosos, su postura erguida casi perfecta, pero sus movimientos traicionaban una fatiga evidente. En una mano llevaba su portafolio, y aunque su maquillaje impecable intentaba ocultarlo, su piel estaba pálida, y sus ojos, vidriosos por la fiebre, delataban su malestar.
Al llegar al ascensor, el eco de sus tacones resonó en el vacío pasillo. Justo cuando estaba a punto de presionar el botón, Yamato apareció desde el fondo, su andar seguro y su mirada siempre aguda. Como director general, su presencia imponente parecía llenar el espacio, y sus ojos captaron de inmediato algo fuera de lugar en la castaña.
—Haruna —llamó, su voz grave rompiendo el silencio.
La castaña volteo hacia él: —Yamato.
—Hola, buenos días.—Saludó el rubio.
—Hola.—Respondió la oji-miel sin mucha energía.
Yamato llegó a su lado y observó a la mujer, a diferencia de otras veces, no llevaba su habitual sonrisa, su mirada demostraba cansancio, su rostro estaba pálido—. ¿Qué te sucede?
Ella levantó la vista lentamente, encontrándose con su mirada. Había una mezcla de agotamiento y fiebre en sus ojos, pero intentó mostrarse firme.
—Nada, estoy bien —respondió con voz áspera, apenas un susurro.
Yamato frunció el ceño, deteniéndose frente a ella.
—No me mientas. Te ves fatal.
Mimi apretó los labios y enderezó la espalda, aferrándose a una compostura que claramente estaba al borde del colapso.
—Solo estoy cansada, Yamato. Hay demasiado trabajo pendiente, y no podemos permitirnos retrasos.
El ascensor llegó con un suave "ding", y Mimi se apresuró a entrar, obligándolo a seguirla. Dentro del cubículo metálico, el silencio era aún más palpable, roto solo por el zumbido del motor mientras ascendía lentamente. Yamato la observó con atención, sus brazos cruzados mientras analizaba cada detalle de su estado.
—¿Tienes fiebre? —preguntó con firmeza.
Ella negó con la cabeza, aunque las gotas de sudor en su frente y el temblor de sus manos lo desmentían.
—Estoy bien, Yamato —insistió, su voz cargada de una mezcla de cansancio e irritación—. Por favor, no hagas esto un asunto más grande de lo que es.
Cuando el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron al piso de oficinas, Mimi salió rápidamente, intentando escapar de la conversación. Pero Yamato no se dejó intimidar. La alcanzó con pasos rápidos antes de que llegara a su escritorio.
—Haruna —llamó, su tono más bajo pero intransigente—. Si no te cuidas, no serás útil ni para ti ni para la empresa.
Ella se detuvo, girándose hacia él con una mirada que intentaba transmitir determinación, aunque estaba claro que cada palabra era un esfuerzo.
—Estoy aquí porque es mi deber, Yamato. No importa cómo me sienta, el trabajo no espera.
Yamato alzó una ceja, su expresión endureciéndose.
—¿Tu deber? —replicó—. ¿Y qué pasa con tu salud? ¿No es acaso tu responsabilidad también?
Haruna dejó escapar un suspiro pesado, consciente de que discutir con Yamato era inútil.
—Por favor, Yamato, no necesito un sermón esta mañana.
Pero su tono, aunque firme, apenas ocultaba el temblor en su voz. Yamato la observó en silencio por un momento antes de hablar, su tono un poco más suave esta vez.
—No es un sermón, Haruna. Es un recordatorio. Si sigues así, solo vas a empeorar.
Ella desvió la mirada, apretando el portafolio contra su pecho.
—No puedo dejar las cosas a medias —murmuró—Hoy tenemos la reunión con Rentaro y debo estar aquí.
Yamato hizo una mueca y la observó preocupado.
El mall se llenaba de personas, los chicos acomodaban sus cosas. Ken sostenía un cable grueso y lo conectaba cuidadosamente a uno de los parlantes, mientras Daisuke, con una expresión algo frustrada, trataba de averiguar cómo encajar el soporte para el micrófono. Junpei revisaba la consola de sonido con la precisión de un técnico experimentado, mientras Ryo inspeccionaba la distribución del lugar.
—No, no, Daisuke, ese soporte es para el micrófono del bajo —intervino Ryo con paciencia, señalando un equipo diferente—. Ese va a la izquierda, junto a los parlantes principales.
Daisuke suspiró, frotándose la nuca.
—¿Cómo se supone que me aprenda todos estos detalles? ¿Por qué no pueden ser más simples estas cosas?
Ken, sonriendo, se acercó a él.
—No es tan complicado, Daisuke. Una vez que lo hagas un par de veces, será pan comido.
Junpei, mientras tanto, cruzaba los brazos mirando el espacio disponible.
—Creo que deberíamos poner los parlantes principales en las esquinas delanteras. Así el sonido se distribuye mejor y no tenemos ecos molestos.
—Buena idea —respondió Ryo mientras ajustaba la consola—. Pero asegúrate de que no queden demasiado cerca del escenario, o podríamos tener retroalimentación.
Estaban en medio de la discusión cuando unos pasos se hicieron presente y en el lugar apareció Damar con su habitual sonrisa.
—¡Hola, chicos! —exclamó alegremente mientras se acercaba.
Los chicos la saludaron al unísono, algunos levantando las manos y otros simplemente asintiendo.
—¡Damar! Llegas justo a tiempo para ayudarnos con los cables —bromeó Daisuke, dejando de lado el soporte y sonriendo ampliamente.
—Ja, ja, muy gracioso.—Musitó Damar—No vine a trabajar, vine a ver cómo están. Además, traje a alguien conmigo.
Con una expresión misteriosa, Damar se hizo a un lado, dejando ver a la joven que estaba detrás de ella. Era una chica pelirroja, alta, con un porte elegante pero algo tímido. Sus ojos claros se encontraron rápidamente con los de Ryo, y en ese instante, ambos parecieron quedarse congelados.
—Chicos, como ven, traje a una acompañante.—Musitó Damar con tono animado, ajena a la tensión repentina en el ambiente.
Ryo, que había estado apoyado casualmente contra uno de los parlantes, se puso visiblemente nervioso. Su espalda se tensó, y sus manos, que estaban cruzadas, se separaron torpemente.
Rika, por su parte, sintió el peso de la mirada de Ryo sobre ella. Su corazón comenzó a latir más rápido, y sus manos se aferraron con fuerza al bolso que llevaba.
Los chicos, Ken, Junpei y Daisuke también se sorprendieron.
—Ya la conocen...—Habló Damar— Ella es Rika.
—Hola...—Saludó la chica.
—Hola.—Respondieron los chicos.
La tensión se sintió en el lugar.
—Rika...—El oji-azul pronunció su nombre.
—Ryo.—Ella pronunció su nombre.
Todos observaron a ambos bastante nerviosos. Finalmente, fue Damar quien decidió hablar.
—Ryo, traje a Rika a ver a la banda.—Declaró la castaña— Verás, quería venir a ver a la banda, pero no quería venir sola, así que invité a mi amiga.
El Akiyama se mordió el labio inferior ante esto.
—¿No te molesta?— Preguntó Damar.
—¿Por qué me molestaría?— Cuestionó el oji-azul.
Rika se mordió el labio inferior.
—¡Genial!— Exclamó la castaña— Estaremos atenta con Rika escuchando a la banda, cualquier cosa solo diganme.— Habló— Por cierto ¿dónde está Takuya?
—Está pronto a llegar.—Respondió Ryo.
—Entonces, esperaré para darles mis buenas vibras.—Comentó la castaña.
Justo en ese momento llegó Tomoki: —Chicos, debemos acomodar los instrumentos.
Todos voltearon hacia él.
—Vamos enseguida.—Respondió Ken.
—¿Nos vemos luego? Damar.— Musitó Daisuke.
La chica asintió.
—Permiso —musitó Junpei, con una sonrisa leve mientras se alejaba junto con los demás chicos, dándoles espacio a las chicas.
Rika permaneció en silencio por un momento, observando cómo Ryo se alejaba sin siquiera dirigirle la mirada. Su mandíbula se tensó, y su ceño se frunció levemente antes de voltear hacia Damar.
—Damar, no creo que esto sea buena idea —dijo finalmente, con un tono contenido pero lleno de tensión.
Damar, con los brazos cruzados y una ceja levantada, la miró con curiosidad.
—¿Por qué dices eso?
Rika suspiró y apartó la mirada, su cabello pelirrojo cayendo sobre su rostro como un velo.
—¿Acaso no viste cómo me observó Ryo? —preguntó con un dejo de amargura en su voz.
—Claro que lo vi —respondió Damar con un encogimiento de hombros—. Te observó como siempre lo hace.
—No fue lo mismo. —Rika negó con la cabeza, su tono ahora más firme—. Evitaba mi mirada.
—¡Por supuesto que no! —exclamó Damar, casi indignada.
—Claro que sí. —Rika cruzó los brazos, manteniéndose firme en su percepción.
Damar dejó escapar un suspiro largo y colocó una mano reconfortante sobre el hombro de su amiga.
—Querida, escúchame. Necesitas calmarte, ¿sí? —Su tono era suave, pero con un toque de seriedad—. Sé que la situación con Ryo fue complicada, pero… ¿de verdad crees que todo está perdido?
Rika bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior mientras procesaba las palabras de Damar. Finalmente, asintió con lentitud.
—Sí, lo quiero, Damar. Lo quiero más de lo que debería —admitió, su voz apenas un susurro—. Pero tú misma sabes que el cariño no siempre es suficiente.
La castaña hizo una mueca— No es suficiente cuando no es de los dos, solo de uno.—Respondió— Y no es su caso, porque es obvio que tú lo quieres y él te quiere.—Comentó— No permitas que ese cariño se extinga. Te propongo que sean amigos. Para sanar sus corazones. Es lo mejor que pueden hacer.
Rika se mordió el labio inferior. Sabía que, Damar tenía razón, pero le resultaba difícil pensar en formar una amistad con Ryo. Nunca fueron "amigos" en primera instancias eran rivales, luego comenzaron a conocerse, jamás se dijeron "amigos" era una relación extraña, que terminó en amor.
—Creo que tienes razón.
Damar sonrió: —Lo sé.—Musitó y pasó su mirada por el lugar— ¡Mira! Hay una mesa con bocadillos y refrescos.—Exclamó— Acompáñame a buscar algo para tomar.
El eco de los pasos de Toshiko resonaba en el pasillo de la prisión, cada uno cargado de un aire de satisfacción que no se molestaba en disimular. Los guardias la escoltaron hasta la celda de Layla, donde esta última estaba sentada en el rincón, con los brazos cruzados y una mirada que oscilaba entre el agotamiento y la furia contenida.
Cuando Toshiko apareció frente a las rejas, una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
—Vaya, vaya, nunca pensé que viviría para ver esto —dijo, con una risa seca—. La gran Layla, encerrada como una rata.
Layla alzó la cabeza lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de enojo y humillación.
—¿Qué estás haciendo aquí? —espetó, poniéndose de pie de un salto.
Toshiko se encogió de hombros, fingiendo inocencia.
—Pasaba por aquí y pensé en venir a visitar a una vieja amiga. Aunque, bueno, "amiga" no es la palabra adecuada, ¿verdad?
Layla apretó los barrotes de su celda, sus nudillos poniéndose blancos.
—Siempre deseaste esto, ¿no es así? —dijo con amargura—. Siempre quisiste verme caer.
—¿Yo? —replicó Toshiko, llevándose una mano al pecho con una falsa expresión de sorpresa—. No me culpes por tus propios errores. Si estás aquí, es porque no fuiste lo suficientemente precavida.
La ira de Layla explotó, y dio un paso hacia adelante, sus ojos clavándose en los de Toshiko.
—¡Tú eres la culpable de todo esto! —gritó, señalándola con el dedo—. Fuiste tú quien me puso en esta situación.
Toshiko soltó una carcajada burlona.
—¿Yo? Por favor, Layla. Nadie te obligó a hacer nada. Tú tomaste tus decisiones, y ahora estás pagando el precio.
—¡Me obligaste! —protestó Layla, su voz temblando de frustración—. Me chantajeaste, manipulaste todo. ¡Y ahora pretendes lavarte las manos como si nada hubiera pasado!
Toshiko se acercó a los barrotes, su sonrisa desapareciendo para dar lugar a una expresión fría y calculadora.
—Deberías haber sido más inteligente, Layla. Si no podías manejar la situación, no deberías haber jugado con fuego.
Layla la miró incrédula, su respiración acelerándose.
—Es tu obligación ayudarme —declaró con firmeza—. Tú eres la razón por la que estoy aquí. ¡Haz algo!
Toshiko soltó una risa sardónica y negó con la cabeza.
—¿Ayudarte? —repitió, como si la idea fuera ridícula—. Lo siento, pero no puedo desperdiciar mi tiempo en ti. Tengo suficientes problemas como para cargar con los tuyos también.
Layla dio un paso atrás, como si las palabras de Toshiko la hubieran golpeado físicamente.
—¿Problemas? —dijo, con un tono que oscilaba entre la incredulidad y el desprecio—. ¿Qué problemas podrías tener tú, Toshiko? Eres la causante de todo esto, y ahora pretendes actuar como si fueras la víctima.
Toshiko la miró fijamente, su expresión imperturbable.
—Es una lástima, Layla —dijo con un tono frío—. Pensé que entenderías cómo funcionan las cosas, pero claramente no tienes lo que se necesita para sobrevivir en este juego.
Layla apretó los dientes, su cuerpo temblando de rabia.
—Eres despreciable —susurró, cada palabra cargada de veneno—. Pero no creas que esto termina aquí, Toshiko. Algún día pagarás por lo que has hecho.
Toshiko se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.
—Veremos si llegas a vivir para verlo —dijo, antes de girarse con elegancia y empezar a caminar hacia la salida.
Layla la siguió con la mirada, su corazón ardiendo de furia y determinación. Aunque estaba atrapada tras las rejas, juró para sí misma que no permitiría que Toshiko se saliera con la suya.
La oficina de Yamato continuaba en penumbra, el aire denso de agotamiento que pesaba sobre Haruna. Yamato, después de intercambiar algunas palabras con Rentaro, observó cómo el hombre se despedía con un apretón de mano. Rentaro, siempre tan educado, le expresó su pesar por haber adelantado la reunión que había programado.
—Lamento haber adelantado la reunión, Yamato —dijo Rentaro, con una sonrisa algo incómoda.
Yamato le dio una mirada breve antes de responder con su usual tono sereno, pero con un toque de amabilidad.
—No importa, Rentaro. Lo importante es que tenemos todo claro.
Rentaro asintió, dando por concluida la conversación, y sin más, se dirigió a la puerta.
—Hasta luego, Yamato, Haruna —dijo mientras cerraba la puerta tras de sí, dejándolos finalmente a solas.
El silencio en la oficina se instaló una vez más, solo interrumpido por el suave murmullo del ventilador en una esquina. Haruna, agotada por el día y el estrés acumulado, se dejó caer en el sofá, su cuerpo deseando descanso, aunque su mente seguía ocupada con las obligaciones que no podían esperar.
Yamato la observó por un momento, su mirada preocupada no escapó a las pequeñas señales de fatiga en ella. Se acercó lentamente, sin hacer ruido, hasta quedar de pie junto al sofá.
—Haruna… —dijo con un tono que suavizaba su usual seriedad—. ¿Cómo estás?
Ella, recostada, apenas movió la cabeza hacia él, sus ojos cerrados por el agotamiento. La respuesta llegó en un susurro cansado.
—Es-estoy bien, solo necesito tomar un descanso, Yamato.—dijo con voz débil, aunque la presión en su tono intentaba transmitir autoridad.
—No, no estás bien —replicó Yamato, su mirada afilada escaneando cada señal de su malestar—. Estás pálida y claramente agotada.
Haruna suspiró y se incorporó lentamente, apoyando una mano en el reposabrazos del sofá para sostenerse.
—Es solo estrés, Yamato. Nada que no pueda manejar. Además, hay demasiado trabajo pendiente. No puedo darme el lujo de detenerme ahora.
—¿Estrés? —repitió Yamato con incredulidad—. Haruna, te ves como si estuvieras a punto de desmayarte.
—Estoy bien —insistió, intentando ponerse de pie, pero el mareo repentino la obligó a retroceder y volver a sentarse.
Yamato extendió una mano hacia su frente y, al sentir la temperatura elevada, negó con la cabeza.
—Tienes fiebre —declaró con seriedad—. Esto no es negociable, necesitas descansar. ¡Te llevaré a casa!
—Puedo irme sola.—Respondió ella— Llamaré a Koushiro para que me venga a buscar.
—No es necesario que lo llames, yo te llevo.—Contestó el rubio.
Mimi quiso responder, pero antes que lo hiciera el rubio la tomó en sus brazos: —¡Hey! ¿Qué haces?
—Te llevaré afuera.
—Puedo caminar.
Yamato movió la cabeza— Bueno, ya estás en mis brazos.
Mimi quiso insistir, pero estaba muy cansada, depositó su cabeza en el hombro de Yamato y cerró sus ojos.
El centro comercial, mejor dicho, el mall estaba casi listo para el concierto benéfico. Las luces ya estaban instaladas, los instrumentos esperaban en el escenario, y los pocos detalles que faltaban eran cuestión de tiempo. Takuya caminaba por el lugar junto a Hikari, quien observaba cada rincón con una sonrisa llena de orgullo.
—Es increíble lo que estás haciendo con tu banda, Takuya —comentó Hikari, mirando las filas de asientos vacíos que pronto se llenarían de gente.
Takuya se encogió de hombros con modestia.
—No es solo cosa mía —dijo, metiendo las manos en los bolsillos—. Fue Ryo quien consiguió este lugar. Él hizo todo el trabajo pesado.
Hikari asintió, reconociendo la verdad en sus palabras.
—Lo sé, pero igual es admirable que ustedes hayan aceptado participar sin fines de lucro. No cualquiera haría algo así.
Takuya se detuvo y la miró directamente, su expresión más seria de lo habitual.
—Es lo menos que podemos hacer, Hikari. Después de todo… —suspiró y desvió la mirada por un momento antes de continuar—. Tu mamá, Yuuko, murió por esa horrible enfermedad.
El semblante alegre de Hikari se ensombreció al escuchar esas palabras. Bajó la cabeza, recordando los días difíciles que habían pasado como familia.
—Lo sé… —murmuró con tristeza, su voz apenas audible.
El silencio entre ellos fue breve pero cargado de emociones. Finalmente, Hikari levantó la mirada, dispuesta a cambiar de tema para aligerar el ambiente. Pero justo en ese momento, su vista se posó en la entrada del auditorio.
Una figura familiar apareció, caminando con seguridad: una chica rubia, de ojos verdes y porte elegante. Izumi.
El semblante de Hikari se transformó de inmediato. Frunció ligeramente el ceño y cruzó los brazos, haciendo una mueca de disgusto.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó con tono ácido, señalando a Izumi con un leve movimiento de la cabeza.
Takuya siguió su mirada y, al reconocer a Izumi, respondió con tranquilidad:
—La invité yo.
Hikari lo miró con sorpresa, sus ojos reflejando incredulidad.
—¿Tú la invitaste?
Takuya asintió, como si no entendiera por qué aquello era tan impactante.
—Sí. Pensé que sería bueno que viniera.
Hikari apretó los labios, claramente intentando procesar la idea.
—¿No te gusta la idea? —preguntó Takuya, observándola con curiosidad.
Hikari se quedó en silencio por un momento, evitando mirarlo directamente. Sabía que su respuesta era afirmativa, pero no quería decirlo en voz alta.
—No es eso… —murmuró finalmente, aunque su tono de voz la delataba.
Antes de que pudiera continuar, Izumi ya estaba lo suficientemente cerca como para oír la conversación. Una sonrisa apareció en su rostro mientras saludaba con confianza.
—Hola, Takuya. Hola, Hikari.
Takuya correspondió al saludo con una sonrisa genuina, claramente contento de verla.
—Izumi, me alegra que hayas venido.
Por su parte, Hikari apenas inclinó la cabeza y respondió con un seco:
—Hola.
La incomodidad de Hikari era evidente. Mientras Takuya y Izumi intercambiaban algunas palabras amistosas, ella los observaba con una mezcla de inquietud y desconfianza. No quería que Takuya se relacionara con Izumi, no después de todo lo que sabía de ella.
—Es un gran lugar, Takuya. Estoy impresionada con lo que han logrado aquí —dijo Izumi, echando un vistazo al auditorio.
—Gracias. Espero que el evento sea un éxito.
—Estoy segura de que lo será —respondió Izumi con una sonrisa que parecía tener más de lo que mostraba a simple vista.
Hikari miraba la interacción, sintiéndose cada vez más incómoda. No podía evitar preocuparse por lo que Izumi pudiera estar tramando. Su presencia en aquel lugar parecía fuera de lugar, y la familiaridad que compartía con Takuya no hacía más que aumentar su inquietud.
Mientras Izumi continuaba conversando animadamente con Takuya, Hikari se limitó a observar, intentando contener las ganas de intervenir. Sabía que no podía hacer nada en ese momento, pero algo dentro de ella no dejaba de gritar que esto no terminaría bien.
—¿Ella no es tu hermana?— Preguntó la castaña.
¿Su hermana?
Rika dirigió su mirada hacia el lugar que le indicó Damar, y efectivamente, ahí se encontró con Izumi.
—Sí... —respondió la pelirroja con un leve asentimiento— Ella es.
—De seguro Takuya la invitó —comentó Junpei con una sonrisa divertida.
Daisuke frunció el ceño, poniéndose un poco más serio. —Espero que esto no termine como la última vez...
—Yo también lo espero —añadió Ken, ajustando sus lentes con preocupación.
Damar levantó una ceja, intrigada. —¿Qué pasó la última vez?
Junpei hizo una mueca como si no quisiera recordar. —Digamos que no fue precisamente el mejor de los encuentros.
—Aunque, para ser justos, no fue del todo su culpa —intervino Daisuke, encogiéndose de hombros.
Ken asintió, pero no pudo evitar añadir: —Fue culpa de su novio, más que nada.
Rika, que había estado escuchando en silencio, entrecerró los ojos, claramente sorprendida. —¿De Kouji?
Daisuke y Ken intercambiaron miradas y luego asintieron al unísono.
—Su ego clasista no soportó la idea de que ella estuviera con nosotros —dijo Junpei, cruzándose de brazos y poniendo los ojos en blanco—. Nos trató de una forma horrible, como si no fuéramos más que... bueno, ya saben.
Damar observó a los chicos con atención antes de alzar una ceja. —¿Están hablando de Kouji, el hijo del senador Minamoto, y la madrina de Ryo?
—Ese mismo —confirmó Daisuke con un tono que rozaba el sarcasmo.
Rika soltó un suspiro pesado, rodando los ojos con una mezcla de exasperación y resignación. —¡Genial!
—Ojalá no se aparezca por aquí.—Comentó Junpei.
—No querrás conocerlo, Damar.—Daisuke le habló a Damar.
—Es la persona más insoportable del mundo.—Musitó el Shibayama.
Damar pasó su mirada por Rika, quien simplemente bajó la mirada.
—Bueno...algo he escuchado...Ryo me ha comentado de él.—Declaró—Me ha dicho exactamente lo mismo que ustedes. Y que ha tenido varias discusiones con él.
—Es difícil no discutir con ese sujeto.—Declaró Junpei— ¡Es muy engreído!
—Lo es.—Musitó Ken.
—Entonces, esperemos que no se aparezca.— Musitó Damar.
Y en verdad, quería que todo terminara bien, no quería presenciar un enfrentamiento entre Ryo y él.
Pero, si llegaba a aparecerse, Damar ya planeaba su plan de escape tanto para Rika como para ella.
No quería ver el mundo arder
El backstage estaba lleno de actividad. Las luces parpadeaban, los técnicos ajustaban cables, y los músicos afinaban sus instrumentos. Takuya se encontraba detrás del escenario, sentado en un banco mientras terminaba de atarse las agujetas de sus zapatillas. Su respiración era calmada, pero sus pensamientos estaban acelerados.
—¿Estás nervioso? —la voz de Damar rompió el silencio a su lado.
Takuya levantó la mirada y vio a su amiga mirándolo con una mezcla de curiosidad y apoyo.
—Un poco —admitió, con una sonrisa tímida.
Damar se cruzó de brazos, adoptando una postura relajada.
—Lo harás genial. Este es tu momento.
Takuya dejó escapar una risa suave, ajustando la última lazada.
—Eso espero. Es importante que esto salga bien. Queremos recaudar lo máximo posible para ayudar a la fundación.
Damar asintió con seriedad.
—Lo sé más que nadie. Ayudar a personas con cáncer es algo que siempre será importante.
Antes de que Takuya pudiera responder, la voz de un organizador resonó en los parlantes:
—Fire Band en cinco minutos al escenario.
Ambos se miraron, conscientes de que el momento estaba cerca. Damar suspiró y le dio una palmada amistosa en el hombro.
—Es mi señal para irme. Estaré desde abajo apoyando, así que da lo mejor de ti.
Takuya sonrió ampliamente, agradecido por sus palabras.
—Gracias, Damar.
Ella le devolvió la sonrisa y se marchó con paso firme. Takuya volvió a centrarse en su respiración, preparándose mentalmente para lo que vendría. Pero justo cuando pensaba que estaría solo por unos minutos más, una figura conocida apareció.
—¿Interrumpo? —la voz suave de Izumi lo sacó de sus pensamientos.
Takuya levantó la cabeza y la vio allí, con su característico aire de confianza y una ligera sonrisa en los labios.
—Izumi —dijo, sorprendido, aunque una sonrisa natural apareció en su rostro—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a desearte suerte —respondió ella, acercándose unos pasos más.
Takuya dejó escapar una risa breve, pero genuina.
—Gracias, lo necesito.
—No lo creo —replicó Izumi, cruzándose de brazos y mirándolo con ese brillo divertido en los ojos—. Eres bastante bueno en lo que haces, Takuya.
El chico se encogió de hombros, fingiendo modestia.
—Digamos que siempre hay margen para los nervios.
Izumi negó con la cabeza, aún sonriendo.
—Lo harás genial.
Takuya aprovechó el momento para acercarse un poco más, inclinando la cabeza con curiosidad.
—Sabes, creo que me falta algo para estar completamente listo.
Izumi arqueó una ceja, intrigada.
—¿Qué necesitas?
La sonrisa de Takuya se volvió ligeramente traviesa mientras la miraba directamente a los ojos.
—Un beso de buena suerte.
La petición sorprendió a Izumi, quien entrecerró los ojos, fingiendo incredulidad.
—¿Ahora?
Takuya mantuvo su sonrisa confiada y asintió.
—Ahora mismo.
Izumi echó un vistazo rápido a los alrededores. Técnicos, organizadores y algunos músicos iban y venían por el backstage. Aunque nadie parecía prestarle atención, la posibilidad de que alguien los viera la inquietó.
—Takuya, alguien podría vernos —le dijo en voz baja, inclinándose hacia él.
Takuya arqueó una ceja con una expresión desafiante.
—¿Y?
—¿Cómo que "y"? —Izumi lo fulminó con la mirada, susurrando como si temiera que alguien estuviera escuchando—. Ya tengo suficientes problemas con Kouji. Si un rumor de nosotros llega a él, será un caos.
Takuya rodó los ojos con evidente molestia.
—Izumi, lo que menos me importa es ese sujeto.
—Pues a mí sí me importa —insistió ella, aunque su tono carecía de convicción.
Sin perder tiempo, Takuya dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Sus ojos oscuros se fijaron en los de Izumi, quien sintió cómo su corazón empezaba a acelerarse.
—Relájate —dijo él, con voz tranquila pero decidida.
Izumi lo miró, incapaz de articular una respuesta. Cuando Takuya se inclinó un poco más hacia ella, su respiración se volvió errática. Aunque su mente le decía que debía detenerlo, su cuerpo traicionó su decisión. Inconscientemente, estiró los labios, dispuesta a corresponder al beso.
Pero, en el último segundo, Takuya desvió su rostro y dejó un suave beso en su mejilla.
Izumi se quedó inmóvil, completamente sorprendida.
Takuya se apartó con una sonrisa traviesa y dejó escapar una risa ligera.
—Dije que quería un beso, pero jamás dije en dónde.
Izumi tardó un par de segundos en procesar lo que acababa de suceder. Al darse cuenta, sintió cómo el calor subía a sus mejillas.
—¡Eres un idiota! —exclamó, intentando disimular su nerviosismo.
Takuya simplemente rió con más fuerza.
—Lo sé. Pero un idiota con suerte.
Izumi negó con la cabeza, tratando de ocultar su sonrisa. Takuya, por su parte, volvió a concentrarse en los últimos preparativos para el concierto, dejando a Izumi lidiar con los latidos descontrolados de su corazón y la inesperada sensación de haber disfrutado aquel momento más de lo que debería.
El motor del auto rugía suavemente mientras Yamato conducía por las desiertas calles nocturnas. El aire frío se colaba a través de las rendijas de las ventanas, pero dentro del vehículo, el silencio era pesado y denso. A su lado, Haruna estaba profundamente dormida, su rostro enrojecido por la fiebre que no parecía ceder. Su respiración era pausada, pero de vez en cuando, pequeños temblores recorrían su cuerpo.
Yamato miró de reojo, preocupado. Aunque intentaba concentrarse en la carretera, sus pensamientos estaban anclados en la mujer que tenía a su lado. Cada vez que la veía temblar, algo en su interior se revolvía. Finalmente, no pudo ignorarlo más.
Estacionó el auto a un costado de la carretera, bajo la tenue luz de un farol que iluminaba parcialmente la escena. Apagó el motor y giró hacia Haruna, quien seguía dormida, pero su cuerpo temblaba ligeramente, buscando calor.
—Demonios... —murmuró Yamato, soltando un suspiro.
Con cuidado, se inclinó hacia ella y tocó su frente. Estaba ardiendo. La fiebre era más alta de lo que pensaba, y el frío exterior solo empeoraba la situación. Sin pensarlo, Yamato se quitó la chaqueta y la colocó sobre ella, asegurándose de cubrirla bien. Sin embargo, justo en ese momento, Haruna se movió en su asiento, buscando una posición más cómoda. Al hacerlo, su blusa se deslizó un poco hacia un lado, dejando su espalda parcialmente expuesta.
Yamato frunció el ceño al notar algo inusual. Sus ojos se fijaron en la piel desnuda de Haruna, y lo que vio hizo que su corazón se detuviera por un instante.
Un tatuaje.
Ahí, bajo la nuca, había un pequeño símbolo. Algo tan único y distintivo que no podía ser una coincidencia. Yamato lo reconoció al instante. Era idéntico al tatuaje que Mimi tenía en su espalda, en el mismo lugar, con la misma forma.
El mundo pareció detenerse a su alrededor. Su mente se llenó de recuerdos: la risa de Mimi, su calidez, su presencia tan vibrante. Y ahora, frente a él, Haruna tenía ese mismo tatuaje. Era imposible que no estuvieran conectadas de alguna manera.
Involuntariamente, Yamato extendió la mano hacia la espalda de Haruna. Sus dedos rozaron el tatuaje con una mezcla de asombro y temor, como si al tocarlo pudiera entender el misterio que se desplegaba ante él. Pero la textura cálida de su piel solo lo confundió más. Esto no era un sueño ni una ilusión. Era real.
—¿Cómo...? —murmuró, su voz apenas audible, cargada de desconcierto.
Haruna se movió nuevamente, y Yamato retiró la mano rápidamente, temiendo despertarla. Se quedó mirando el tatuaje por unos segundos más, tratando de procesar lo que estaba viendo, pero las preguntas se amontonaban en su mente sin ofrecer respuestas claras.
"¿Cómo es posible? Mimi está muerta… ¿Qué significa esto?" pensó, sintiendo que el peso de las incógnitas se hacía insoportable.
Tomó aire profundamente, tratando de calmarse. No era el momento ni el lugar para sacar conclusiones precipitadas. Lo único que sabía era que este descubrimiento cambiaría todo, y no tenía idea de cómo enfrentarlo. Miró a Haruna, que seguía dormida, ajena al torbellino que acababa de desencadenarse en él.
—¿Quién eres realmente, Haruna? —murmuró, sus palabras llenas de incertidumbre.
Yamato volvió a cubrirla cuidadosamente con su chaqueta, asegurándose de que estuviera lo más cómoda posible. Encendió nuevamente el motor del auto y retomó el camino, pero esta vez, su mente no dejaba de darle vueltas al enigma que acababa de descubrir.
La noche se extendía ante ellos, llena de secretos y preguntas sin respuesta, mientras Yamato conducía con una mezcla de inquietud y determinación. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar la verdad, por más dolorosa o desconcertante que fuera.
Mientras tanto en el mall.
Takuya y sus amigos se encontraban centrados en su presentación.
(El circo de la vida - Sueña Conmigo)
Aprender a vivir, animarse a sentir
Es parte del circo de la vida
Reír hasta llorar, buscar hasta encontrar
Y el cielo azul nunca se termina
Sin mirar atrás, sacarse el disfraz
Y juntos aprender a soñar
Todos los días se levanta el telón
Ríen los ángeles en cada función
Equilibristas de la realidad
Magos y payasos de la libertad
Todos los sueños se pueden lograr
Búscate y seguro que te encontraras
Sentirás el vértigo de vivir sin red
El circo de la vida
Mientras los chicos tocaban y cantaban, Izumi se acercó en dirección a Hikari.
—¡Que buen concierto están dando!— Comentó la rubia.
Hikari dirigió su mirada y asintió.
—Takuya está cantando ¡increíble!— Agregó Izumi.
—Sí...—La castaña asintió— Mi primo está demostrando todo su talento.
—Se nota.— Musitó Izumi.
No era un concierto propio, pero Takuya estaba dando todo de sí. Su rostro lo decía, la forma en que cantaba lo demostraba. Era simplemente perfecto.
Izumi observó a Hikari quien mantenía su mirada pegada en la presentación.
Se mordió el labio inferior, no sabía exactamente si era el momento o no para hablar de esto, pero ¡necesitaba hablar con Hikari!
—Disculpa, amorosa...—Musitó la rubia.
La castaña volteo hacia ella.
—No quiero molestar, pero me gustaría saber si ¿has hablado con mi tío?
Obvio no. Pero no sabía como comenzar la conversación.
Hikari hizo una mueca ante esto: —¿E?—Balbuceo— N-no...no...no hemos hablado.—Bajó la mirada.
—Me enteré que ustedes...—Habló Izumi— Terminaron.
La castaña sintió el nerviosismo al instante.
—¿E? N-no me siento en condiciones de hablar de eso.
—Siento preguntar, pero es inevitable, mi tío ha estado muy triste.
Hikari apretó su puño. Ella también estaba triste por la situación.
La Ishida hizo una mueca al notar la incomodidad de la Kanbara. Quizás, no era el momento para hablar, debía ser prudente.
—Mira, no quiero presionarte, ni entrometerme...—Balbuceo la oji-verde—No sé lo que haya ocurrido entre mi tío y tú, pero quiero que sepas que él se enamoró de ti, de verdad.—musitó—Y la prueba está en que, se dio una oportunidad contigo. Luego de su última relación no había vuelto a creer en el amor. No se daba ninguna oportunidad. Pero tú llegaste y todo cambio para él.
Hikari suspiró.
Dolía escuchar aquello
—Lamento mucho que hayas terminado con él.
La castaña suspiró: —Disculpa Izumi, pero no quiero hablar de esto, por favor.—Rogó.
—Entiendo que no sea el lugar, pero no nos habíamos visto y, es inevitable para mí tener muchas preguntas. De un momento a otro terminaste con mi tío.— Sonaba como una reclamo, no quería recriminarle, pero Takeru no estaba feliz luego de su separación.
Hikari nuevamente suspiró—Hay veces que, las palabras sobran Izumi.—Declaró—Por favor, en verdad no quiero hablar de esto.— Fue así como volteo— Permiso.
Fue así como se alejó de Izumi.
El sonido del teléfono vibrando sobre el escritorio rompió el silencio en la elegante oficina de Kouji. Estaba sentado en su silla de cuero negro, revisando algunos informes, cuando el dispositivo llamó su atención. Levantó la vista, un poco molesto por la interrupción, y tomó el celular.
En la pantalla, apareció una notificación de un número. El mensaje decía:
"Al parecer tu noviecita finalmente te olvidó."
Kouji frunció el ceño al leerlo. Su pulso se aceleró al instante, y una mezcla de confusión y rabia comenzó a crecer dentro de él. Sin pensarlo dos veces, abrió el mensaje.
Adjunta al texto había una foto. En ella se veía claramente a Izumi y Takuya en lo que parecía ser un backstage. La imagen mostraba a Takuya inclinado hacia Izumi, besándola en la mejilla, mientras ella, visiblemente nerviosa, tenía los labios ligeramente curvados, casi como si estuviera disfrutando del momento.
Kouji sintió cómo el aire se le escapaba de los pulmones. Sus dedos se tensaron alrededor del teléfono, y su mandíbula se apretó.
—¿Qué demonios…? —murmuró para sí mismo, incapaz de apartar la vista de la imagen.
La oficina, que antes parecía un refugio tranquilo, ahora se sentía claustrofóbica. Kouji dejó el teléfono sobre el escritorio, pero su mirada seguía fija en la pantalla como si intentara encontrar alguna explicación lógica para lo que acababa de ver.
Se levantó de su silla, caminando hacia la ventana. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, pero su mente estaba completamente absorta en el mensaje.
"¿Por qué Izumi estaría con Takuya de esa manera?"
Tomó aire profundamente, intentando calmar el torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse. El enojo, el dolor y la confusión se mezclaban en su interior, creando una sensación insoportable.
Regresó al escritorio y tomó el celular nuevamente. Miró el mensaje una vez más, esta vez notando cada detalle: el lugar, las expresiones, el momento capturado con una precisión casi cruel.
No podía quedarse con esa incertidumbre. Necesitaba respuestas. Kouji tomó su teléfono y marcó el número de Izumi. El tono de llamada resonó una vez, dos veces… pero nadie respondió.
Frustrado, dejó caer el teléfono sobre el escritorio con un golpe seco. "¿Por qué no responde? ¿Está con él ahora?"
El pensamiento lo llenó de una rabia fría. Kouji nunca había sido el tipo de persona que actuara impulsivamente, pero esto lo estaba sacando de su zona de control.
—Izumi… —murmuró en voz baja, apretando los puños.
Kouji apretó los dientes, sintiendo cómo la sangre le hervía. Agarró su abrigo y salió de la oficina, decidido a buscar a Izumi y enfrentarla cara a cara.
El ambiente en el café estaba cargado de tensión, a pesar de la música suave que intentaba crear una atmósfera relajada. Takeru observaba con detenimiento a Noguchi Ikuto, quien estaba sentado frente a él. Ikuto parecía incómodo, jugueteando con el borde de su taza de café, evitando la mirada inquisitiva de Takeru.
—¿Descubriste algo?—preguntó Takeru, rompiendo el silencio con su voz firme.
Ikuto levantó la vista, encontrándose con los ojos claros y penetrantes de Takeru. Tragó saliva antes de asentir lentamente.
—Ha sido difícil—comenzó, su tono lleno de cansancio—. Pasé los últimos dos días investigando sin parar. Tuve que ir a Koseki y pedirle ayuda a una amiga. Ella consiguió la información que necesitaba.
Takeru cruzó los brazos, su postura reflejaba impaciencia.
—¿Y?—inquirió, inclinándose ligeramente hacia adelante.
Ikuto sacó un sobre manila del bolsillo interior de su chaqueta. Lo sostuvo entre sus manos por un momento, como si le pesara el contenido, antes de extenderlo hacia Takeru.
—Aquí tienes la información de Mimi Tachikawa—declaró, con un suspiro pesado que indicaba la importancia de lo que estaba entregando.
Takeru tomó el sobre, sus dedos rozando los de Ikuto, que rápidamente retiró la mano.
—¿Qué encontraste?—insistió Takeru, observando al investigador con sospecha mientras abría el sobre.
Ikuto tomó aire, como si estuviera reuniendo el valor para hablar.
—Mimi Tachikawa—comenzó con voz temblorosa—. La asesina de tu madre, Natsuko Ishida.
Las palabras golpearon a Takeru como un mazazo. Dejó de abrir el sobre y clavó sus ojos en Ikuto, cuya mirada ahora esquivaba la suya.
—¿Qué dijiste?—murmuró, aunque su tono estaba cargado de incredulidad.
—Lo que escuchaste.—Ikuto hizo una pausa, como si reconsiderara si debía continuar—. Mimi Tachikawa... exesposa de Yamato Ishida.
La confusión y el enojo se mezclaron en el rostro de Takeru.
—¿Exesposa de Yamato?—repitió, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
Ikuto asintió, pero su nerviosismo aumentó visiblemente. Bajó la voz antes de agregar:
—Mimi Tachikawa... también es la madre de Izumi y Nene Ishida.
El sobre cayó de las manos de Takeru, y su contenido, documentos y fotografías, se esparció sobre la mesa. Pero él no parecía notarlo. Su mirada estaba fija en Ikuto, los ojos abiertos de par en par, con una mezcla de incredulidad y furia.
—¿Madre?—preguntó Takeru en un susurro, como si necesitara confirmación.
Ikuto asintió, evitando su mirada una vez más.
—Sí. Ella es la madre de Izumi y Nene.
Un silencio cargado de emociones llenó el espacio entre ellos. La mente de Takeru giraba a toda velocidad, luchando por unir las piezas de un rompecabezas que no sabía que existía. Los nombres, las conexiones, las implicaciones, todo chocaba en su cabeza como olas contra las rocas.
Finalmente, respiró hondo, apretando los puños sobre la mesa.
—No puede ser…—murmuró.
La celda de Layla era fría, húmeda y oscura. Las paredes, desmoronadas por el tiempo, reflejaban la misma oscuridad que había invadido el alma de la joven. Sentada en el suelo, con las rodillas abrazadas contra su pecho, Layla lloraba en silencio. Las lágrimas recorrían su rostro, mientras el dolor y la desesperación la consumían por completo. Sabía que no había salida. La justicia estaba en su contra, y los recuerdos de las decisiones que había tomado, las órdenes que había seguido, ahora la habían llevado a ese oscuro lugar, sin más esperanza que la que se desvanecía con cada segundo que pasaba.
Los ecos de los gritos lejanos de los prisioneros y el sonido metálico de las puertas cerrándose, solo aumentaban su sensación de soledad. Había cometido errores, había fallado, y ahora su vida estaba en manos de aquellos que la habían condenado. En el fondo, Layla sabía que ya no había forma de escapar. Ya no importaba lo que dijera, las pruebas eran claras, y ella era la culpable a los ojos del mundo. No tenía salvación.
De repente, el ruido de las cerraduras y el arrastre de los pasos de un oficial interrumpieron su tormenta interna. La puerta de la celda se abrió lentamente. Layla levantó la vista, sorprendida por la interrupción, pero no esperaba lo que vería.
Un oficial con una expresión seria, la miró de reojo antes de decir, en tono impersonal:
—Tienes visita.
Layla apenas pudo reaccionar, incapaz de entender cómo alguien podría querer verla en ese momento. En ese mismo instante, la figura de Sora apareció en la puerta, entrando con paso firme, su presencia fuerte y decidida contrastando con la debilidad de Layla. La joven prisionera se sorprendió al verla allí, en un lugar como ese. Sora, con su rostro impasible, la observó por un momento antes de dar un paso hacia ella.
—Sora... —susurró Layla, su voz rota por el llanto y el dolor, mientras sus ojos se llenaban de incredulidad—. ¿Qué haces aquí?
Sora no respondió de inmediato, se quedó mirándola fijamente, con el rostro tenso, como si estuviera luchando contra sus propios sentimientos. Finalmente, dio un paso más hacia ella, y en su voz se notó un leve temblor.
—No puedo creer que esto esté pasando —dijo Sora, mirando a Layla con un dolor que no trató de ocultar—. No puedo creer que hayas terminado aquí, en este lugar. ¿Cómo, rayos, esto fue posible?
Layla bajó la mirada, su tristeza aún más profunda al escuchar las palabras de Sora. ¿Cómo explicar lo inexplicable? ¿Cómo hacerle entender que no había sido su culpa, que había sido una marioneta de algo mucho más grande y peligroso?
—No merezco estar aquí —dijo con voz quebrada, su tristeza arremolinándose aún más en su pecho.
Sora frunció el ceño, su rostro reflejando tanto dolor como frustración. No entendía cómo todo había llegado a este punto. Las pruebas en su contra, el juicio inminente… ¿cómo podía haber sucedido todo eso?
—Las pruebas están en tu contra, Layla —respondió Sora, sin saber qué más decir. Las palabras eran duras, pero necesarias. Las evidencias eran claras, y ella misma lo sabía. Pero aún así, sentía una punzada en el corazón al tener que decirlo.
Layla cerró los ojos, sintiendo que su mundo se desmoronaba aún más. Intentó reunir fuerzas para hablar, pero su voz salió casi inaudible.
—No fue mi culpa… —murmuró—. Yo solo seguí órdenes. No tuve opción. No sabía que esto acabaría así.
Sora la miró, con el ceño aún fruncido, tratando de entender. No entendía cómo una persona como Layla, a quien había conocido como alguien decidida, podía estar allí, de rodillas en una celda, llorando de desesperación.
—¿Órdenes de quién? —preguntó Sora, aún tratando de comprender.
Layla dejó escapar un suspiro profundo, como si esa pregunta hubiera sido la que más le costara contestar. Sus ojos se encontraron con los de Sora, pero ella desvió la mirada, temerosa de las consecuencias de lo que iba a decir.
—Me gustaría decirte... pero si lo hago, mi vida correrá peligro. —Sus palabras se arrastraban, pesadas, como si cada una de ellas fuera una condena más.
Sora frunció el ceño, y su voz se tornó urgente. La confusión y la preocupación llenaban su mirada mientras se acercaba un poco más a Layla.
—¿Por qué? ¿Quién está detrás de esto? —preguntó, ya no con ira, sino con una mezcla de desesperación y miedo.
Layla tragó saliva, mirando a Sora con ojos llenos de lágrimas. El miedo y la impotencia se reflejaban en su rostro.
—Detrás de todo esto... hay alguien peligroso, Sora. Alguien que maneja las sombras, que está por encima de todo esto. Alguien que puede destruirme, destruirnos, con solo mover un dedo. No puedo decirte su nombre, porque si lo hago, no solo yo estaré en peligro, también tú... y todo lo que más quiero.
Las palabras de Layla hicieron que Sora se quedara sin habla. La verdad era más aterradora de lo que había imaginado. ¿Quién podría ser tan peligroso? ¿Qué tan grande era la amenaza detrás de todo lo que había ocurrido?
—¿Quién es? —preguntó Sora, su voz firme a pesar del miedo que se instalaba en su pecho.
Layla, con los ojos vidriosos, no pudo más que mirarla con desesperación.
—No puedo, Sora. Si hablo... todo se derrumbará, y ninguno de nosotros estará a salvo.
El silencio entre las dos se hizo insoportable. Sora sabía que Layla estaba atrapada en una red mucho más grande de lo que había imaginado, pero ¿cómo ayudarla? ¿Cómo salvarla si la amenaza era tan fuerte que ni siquiera podía nombrarla?
—Dime, Layla ¿quién fue la responsable?— Preguntó la pelirroja.
Layla se mordió el labio inferior.
—Fu-fue...— Habló— Fu-fue...
—¿Quién fue?— Preguntó Sora— Dime ¿quién fue?
Layla se quedó paralizada por un momento, las palabras atoradas en su garganta. El miedo la consumía y su mente luchaba por encontrar una forma de salvarse. La pregunta de Sora la había desbordado, pero su instinto de supervivencia le impedía hablar. Aun así, la presión de la situación y la angustia en los ojos de Sora la hacían sentirse aún más atrapada.
—Fue... —intentó nuevamente, pero la voz se le quebró.
Sora, con la determinación de encontrar respuestas, la miró fijamente, casi rogándole que hablara.
—¿Quién fue? —insistió, su voz suave pero llena de urgencia—. Tienes que decirme, Layla. Necesito saber.
Pero en ese momento, la puerta de la celda se abrió de golpe, interrumpiendo la conversación.
El oficial de policía entró sin previo aviso, su expresión seria y autoritaria.
—Señorita Sora —dijo con tono firme—, ya es hora. La formalización de Layla debe proceder ahora. El juez está esperando.
Sora miró al oficial y luego volvió a mirar a Layla, quien había bajado la mirada, completamente sumida en el miedo. Las palabras de Layla aún flotaban en el aire, sin ser dichas, y Sora sabía que no tendría mucho tiempo más para intentar sacarlas.
—Lo siento —murmuró Sora, sintiendo que se le escapaba la oportunidad de ayudar a Layla, aunque su corazón sabía que la situación estaba fuera de su control.
Layla levantó lentamente la mirada, una mezcla de resignación y desesperanza en sus ojos. Sabía que este momento estaba llegando, y no había forma de escapar. A pesar de todo, en su interior, un pequeño destello de esperanza se apagaba lentamente.
—No es tu culpa... —susurró Layla, como si buscara consuelo en las palabras, aunque la tristeza se reflejaba en su voz.
Sora asintió con tristeza, deseando que las circunstancias fueran diferentes. Sin embargo, el oficial la interrumpió una vez más, dándole un toque firme en el hombro.
—Es hora —reiteró, con tono más urgente.
Sora se giró hacia Layla, sabiendo que esta era la última oportunidad que tendría para ayudarla antes de que el proceso fuera irreversible.
—Layla, por favor, di la verdad... —dijo Sora, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Luego, con una mirada hacia el oficial, le indicó que la seguiría.
Antes de que saliera, Sora se detuvo por un segundo y le dio una última mirada a Layla, cuyos ojos aún reflejaban la incertidumbre y el miedo. Sabía que algo mucho más grande estaba en juego, y que todo esto apenas comenzaba.
El oficial se adelantó, y Sora siguió sus pasos, dejándole a Layla una promesa muda de que no la dejaría sola, aunque el destino parecía haberle dado una difícil lección a ambas.
La puerta se cerró detrás de ellas, y el silencio volvió a envolver la celda de Layla, quien se quedó allí, atrapada en su propia desesperación.
El ambiente estaba lleno de energía. La música envolvía el lugar, con la voz de Takuya resonando por todo el salón. Rika y Damar estaban sentadas en un rincón, disfrutando del espectáculo, mientras las notas de la canción fluían suavemente entre ellos.
—Estos chicos... cantan muy bien —comentó Rika, con una ligera sonrisa, observando a Takuya y su banda en el escenario.
Damar, con los brazos cruzados, asintió mientras mantenía la mirada fija en el escenario. La expresión de concentración en su rostro no pasaba desapercibida.
—Sí, tienen talento —respondió Damar, sin apartar los ojos de la presentación. La música era casi hipnótica, y parecía que todos los presentes estaban atrapados por el ritmo. Rika, por su parte, dejó que las notas la envolvieran, disfrutando del momento, pero pronto se dio cuenta de que algo comenzaba a incomodarla.
—Tengo sed... —murmuró Rika, mirando alrededor como si esperara que algo apareciera de la nada. No quería interrumpir demasiado el momento, pero el calor del lugar y la emoción del concierto comenzaban a hacer efecto.
Damar, sin apartar la vista de Takuya, le hizo un gesto con la cabeza hacia el fondo del salón.
—Ve a la mesa del fondo —le indicó, con voz tranquila.
—¿Tengo que pagar? —preguntó Rika, sin moverse de su lugar. Su tono tenía una ligera duda, como si no quisiera arriesgarse a perder el ritmo de la noche por algo tan trivial como una bebida.
Damar sonrió, levantando ligeramente una ceja mientras se giraba hacia ella.
—No, no tienes que pagar —respondió con seguridad. —Fui hace un rato y me dijeron que las bebidas son gratis. Parece que es un pequeño obsequio y agradecimiento de la fundación por participar en el evento.
Rika asintió, sintiendo que era una oferta más que razonable. La idea de una bebida gratuita, sin preocuparse por el costo, la hizo sentir aliviada, y se levantó sin pensarlo dos veces.
—Entonces iré a buscar algo. Te traigo una Coca-Cola con hielo —dijo con una sonrisa, y Damar asintió en silencio, regresando su atención a la música.
Rika se dirigió hacia la mesa al fondo, que estaba decorada con vasos, bocadillos y varias bebidas alineadas de manera ordenada. El ambiente era relajado, con un aire de tranquilidad que contrastaba con la energía del escenario. Miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiera mucha gente cerca, disfrutando de la paz que ofrecía el rincón de la mesa.
Se acercó a los vasos y comenzó a llenar dos de ellos con la bebida, sintiendo el frescor de la cola al verterla. Mientras echaba la segunda bebida, notó que el hielo estaba al lado, en un recipiente pequeño. Al estirarse para tomar los cubitos, su mano tropezó con otra. Un estremecimiento recorrió su cuerpo en el instante en que sus dedos se rozaron. Al alzar la mirada, sus ojos se encontraron con unos ojos azules que la miraban fijamente.
Ryo
El tiempo pareció detenerse. Rika tragó saliva, intentando ocultar su sorpresa, aunque sabía que había algo extraño en el aire entre ellos.
Ryo, con su expresión calmada pero seria, no desvió la mirada. Su mano seguía cerca de la suya, y por un momento, ambos se quedaron en silencio, como si ninguno de los dos supiera cómo romper la barrera de incomodidad que se había formado.
—Disculpa.—Musitó la pelirroja.
—Discúlpame tú a mi.—Respondió el Akiyama alejando su mano—Quería sacar un poco de hielo, no te vi.
Rika se mordió el labio inferior: —Y-yo tampoco te había visto, disculpa.
El silencio se hizo presente entre ellos. Bueno, en realidad, la tensión, porque a su al rededor sonaban y resonaba la banda de Takuya.
Finalmente fue Ryo quien se dispone a hablar.
—¿Cómo has estado? — Preguntó el oji-azul.
—D-de…de a poco…—Rika titubeo al hablar— De a poco voy mejorando. — finalmente respondió— De mi accidente. —Añadió.
Y el silencio se hizo presente.
—¿Y-y? —Balbuceo la pelirroja— ¿Y tú? — Preguntó—¿Cómo estás?
—También estoy mejor. —Respondió Ryo— Mejorando.
Se obligó a no decir "Mal porque estoy sin ti"
El silencio nuevamente se instaló entre ellos, cargado de palabras no dichas, parecía ahora volverse más denso con cada segundo que pasaba. Rika trató de concentrarse en la tarea, intentando ordenar los ingredientes de las malteadas, pero la presencia de Ryo, la cercanía que antes le era tan reconfortante, ahora la hacía sentirse un poco más frágil.
Cuando sus manos, de forma inesperada, se encontraron al mismo tiempo con la pinza para tomar el hielo, Rika sintió una corriente de tensión recorrer su cuerpo. Ambos la tomaron al mismo tiempo, sin pensar, y al instante sus dedos se rozaron, dejando una sensación de electricidad en el aire. Rika se sonrojó ligeramente, sintiendo que su corazón comenzaba a latir más rápido, pero intentó ignorarlo, centrando su atención en lo que estaba haciendo.
Ryo, por su parte, no pudo evitar una sonrisa tensa, sabiendo que había algo en el aire que ambos estaban eludiendo.
—Disculpa, pero este es mi hielo. —Declaró la pelirroja.
—¿Tu hielo? — Preguntó el oji-azul.
Rika asintió.
—No veo que tenga escrito tu nombre, ¿eh? —repitió Ryo, con una sonrisa juguetona, sin quitar la pinza del hielo de sus manos.
Rika frunció el ceño, aunque el atisbo de sonrisa que asomaba en sus labios delataba que estaba jugando con él.
—Bueno, a veces es cuestión de quién lo agarra primero, ¿no? Y yo fui la que llegó primero. —respondió, encogiéndose de hombros como si no hubiera mayor problema.
Ryo la miró, como si pensara en la posibilidad de discutir más a fondo sobre el hielo, pero la idea de seguir con esa conversación lo hacía sentirse tonto.
—Pero… —dijo, levantando una ceja y mirando la pinza en sus manos. —No tienes ninguna prueba de que este hielo sea exclusivamente tuyo. Podría decirse que yo también tengo el derecho.
Rika dejó escapar una pequeña risa, su nerviosismo se aligeraba con las palabras de Ryo, pero aún había algo en su interior que no podía calmarse del todo.
—De acuerdo, de acuerdo, tienes razón. —reconoció, levantando las manos en señal de rendición. —Pero te advierto que, si insistes mucho, voy a tener que tomar medidas más extremas. —dijo con una mirada traviesa, sin perder el tono juguetón.
Ryo soltó una risa silenciosa, disfrutando de la calidez que traían esas pequeñas interacciones entre ellos. Sin embargo, cuando vio a Rika, con el brillo tímido en sus ojos y la ligera sonrisa en su rostro, se dio cuenta de cuán poco había cambiado entre ellos, incluso con todo lo que había sucedido.
—¿Medidas extremas? —preguntó, aún con una sonrisa. —¿Como… el secuestro de más hielo? ¿O estás planeando algo más dramático, como una batalla épica entre nosotros dos por la supremacía del hielo?
Rika lo miró un segundo, actuando pensativa. Luego, en un gesto exagerado, levantó la pinza con el hielo como si estuviera sosteniendo una espada.
—¡Exacto! Esto es una guerra de hielo, Ryo Akiyama. Y voy a ganar.
Ambos rieron, y por un momento, todo parecía estar en su lugar. El peso de los sentimientos no expresados parecía aligerarse con esa ligera discusión. Sin embargo, cuando la risa se apagó, el silencio regresó, ahora con un tono algo más suave, más cálido.
—¿E? — Balbuceo Rika y aclaró su garganta.
Ryo se ruborizó levemente.
A pesar de todo, parecía que, esa "conexión" entre ellos no se había desvanecido.
No obstante, recordar que, ese sentimiento no se podía expresar abiertamente era un dolor constante.
—Bi-bien creo que debo irme.— Musitó Ryo.
—¿Por qué?— Preguntó la pelirroja.
—Los chicos van a terminar la canción y debo estar pendiente de la consola.—Comentó el oji-azul— Solo venía a buscar algo para tomar.— Señaló su vaso.
Rika bajó la mirada— Entiendo.
—Adiós.—Musitó el chico antes de irse.
Rika se mordió el labio inferior al ver como Ryo se alejaba. Y suspiró.
"Tranquila Rika" Pensó para sí misma.
Fue así como depositó el hielo en su bebida y se dirigió hacia Damar. No obstante, antes de que llegase donde ella, Izumi apareció en su camino.
—Rika.
—Izumi.—La pelirroja pronunció su nombre.
—¿Qué hacías hablando con ese chico?— Preguntó Izumi.
—¿Yo?— Preguntó Rika.
La rubia asintió.
—Simplemente nos encontramos ahí en la mesa.—Respondió la pelirroja.
—¿Segura?
Rika alzó una ceja: —¿Por qué preguntas?
Izumi hizo una mueca— Espero que, no hayas venido para verlo.
La pelirroja frunció el ceño— ¿Perdón?— Musitó— ¿Es enserio la pregunta?
—Solamente comento.—Habló la rubia— Ya sabes que, hubieron muchos problemas cuando papá se enteró que él y tú...
Rika se cruzó de brazos— Eso fue en el pasado, Izumi. Ryo y yo, apenas hablamos ahora.
—¿Apenas hablan? —repitió con cierta incredulidad—. Es extraño, considerando cómo te miraba hace unos minutos.
Rika suspiró, visiblemente cansada del tema.
—Izumi, no sé qué te pasa, pero no hay nada entre Ryo y yo. Lo que sea que hubo, terminó hace mucho tiempo.
La rubia no parecía convencida, y su postura rígida lo dejaba en evidencia.
—A veces me pregunto si realmente terminó para él.
—Te lo digo de verdad ¡terminó!—Asintió la pelirroja.
Izumi apretó los labios, pero su mirada permaneció fija en Rika.
—Solo digo que tengas cuidado. Papá fue muy claro sobre lo que esperaba de nosotras, y sabes que no le gusta que nos relacionemos con ciertas personas.
Rika se mordió el labio inferior. No quería discutir.
Damar, quien se encontraba a unos metros y sin querer había escuchado la conversación, decidió intervenir—¡Hey! Rika...—Apareció entre ellas— ¡Me trajiste mi coca-cola!
La pelirroja suspiró aliviada.
—¡Sí!— Alzó el vaso— Aquí te traje tu coca-cola con hielo.
Damar sonrió: —Muchas gracias.— Recibió el vaso y volteo hacia la rubia— ¡Ups! Disculpen, creo que, interrumpí algo.
Izumi hizo una mueca— ¿E?—Balbuceo— N-no. Simplemente estábamos conversando. Pero nada importante.
Lo mejor sería dejar pasar la situación.
—Bueno, aunque no haya sido importante, siento si interrumpir pero ¡necesitaba mi coca-cola!—Exclamó la castaña antes de darle un sorbo— Es mi bebida favorita y no puedo vivir mucho tiempo sin tomar una.
Izumi sonrió—No te culpo. También es mi bebida favorita.
—¿Enserio?— Preguntó Damar.
La rubia asintió: —Pero la nutricionista me dijo que, debía dejarla, así que no la tomo con tanta frecuencia.—Declaró— Pero antes ¡sí! cada dos minutos necesitaba una.
Damar alzó una ceja sorprendida.
¡Vaya! Al parecer tenían algo en común
Mientras tanto, con la banda.
(Más que una amistad - Violetta)
Takuya: Tengamos más
Que una amistad
Tengamos, ten-tengamos más (tengamos más)
Aquél día, no olvido (que una amistad)
Frente al mar me dijo
Este verano seamos algo más
Takuya: Tengamos más
Daisuke: Aquél día, no olvido
Todos: que una amistad
Takuya: Frente al mar me dijo
Tengamos- ten-tengamos más
Vamos a seguir bailando
El lugar se llenó de aplausos al terminar la canción, Damar, Rika e Izumi también aplaudiron.
Fue así como, Takuya el líder de la banda se acercó a su micrófono: —Agradecemos a todos por el cariño que nos han brindado en esta tarde.—Comentó— Para nosotros es un agrado estar aquí apoyando a esta fundación que, ayuda a aquellos que lo necesitan.
Todos aplaudieron.
—Lamentablemente ya estamos terminando esta presentación...—Musitó el moreno.
Y un "Oh" que escuchó en el lugar.
—Pero no terminaremos sin antes cantar una última canción.
La sonrisa volvió a los rostros de los presentes.
—Sin embargo, para esta canción, nos encantaría invitar a una persona a cantar con nosotros.—Declaró Takuya hablando por el micrófono.
Todos gritaron ante esto.
—Reciban con ustedes a Damar Takahashi.
Damar alzó una ceja sorprendida: —¿Qué?
—¡Ve!— Exclamó Rika.
—Pero ¿yo?— Musitó la invitada.
Hikari apareció por detrás—¡Sí, Damar, ve!— Instó con entusiasmo.
Damar hizo una mueca— Pero, no ensayé y-y hay mucha gente.
—¡Lo harás bien!— Exclamó Rika.
—Pero...
—¡Te dicen que vayas!— Fue así como la pelirroja empujó a Damar sin piedad.
Damar pasó su mirada por los chicos, luego por las personas, se mordió el labio inferior y se armó de valor para subir a la tarima.
(Mi perdición - Rock Bones & Violetta)
Takuya: Amanece y me despierto
Cierro mis ojos abiertos
Siempre estás en mi mente
Y no te puedo evitar
Damar y Takuya: Me pasa cada segundo
Te imagino aquí en mi mundo
Yo trabando las puertas y vos que no te vas
No te vas, no te vas
Pero llega el momento que
Me demuestra que me equivoqué
Que fue sólo un sueño que otra vez soñé
Porque sos mi perdición
Cuando haces tu aparición
Es mi torpe corazón no hay más palabras
Porque nublas mi razón en mi mente un apagón
Y en mi torpe corazón
No hay más palabras de amor
Corro a tocar tu puerta
Me abres en cámara lenta
Me estabas esperando y me invitas a entrar
Y me dices que me amas
Que sin mi ya no eres nada
Me tomas fuerte en tus brazos
Y me quieres besar, y besar, y besar
Pero llega el momento que
Me demuestra que me equivoqué
Que fue sólo un sueño que otra vez soñé
Porque sos mi perdición
Cuando haces tu aparición
Es mi torpe corazón no hay más palabras
Porque nublas mi razón en mi mente un apagón
Y en mi torpe corazón
No hay más palabras de amor
Sueño, o realidad decime cuál es la verdad
Porque sos mi perdición
Cuando haces tu aparición
Es mi torpe corazón no hay más palabras
Porque nublas mi razón en mi mente un apagón
Y en mi torpe corazón no hay más palabras
Porque nublas mi razón en mi mente un apagón
Y en mi torpe corazón
No hay más palabras de amor
No hay más palabras
No hay más palabras de amor
Haruna se removió entre sueños, murmurando palabras inconexas mientras la fiebre hacía estragos en su cuerpo. Poco a poco, sus párpados comenzaron a abrirse, y lo primero que vio fue una figura que la observaba en silencio. Se sobresaltó, intentando incorporarse de golpe.
—¿Yamato? —musitó con voz débil, entre sorprendida y confundida.
Yamato, de pie junto a ella en el asiento trasero del auto, asintió ligeramente, su expresión seria.
—Haruna. —Pronunció su nombre con suavidad, como si tratara de calmarla.
Ella parpadeó varias veces, tratando de ubicarse en el tiempo y espacio. Su mirada recorrió el interior del auto antes de detenerse en él. Entonces, se alarmó.
—¡Me quedé dormida! —exclamó, tratando de erguirse completamente.
Yamato negó con la cabeza, señalándole que se calmara.
—Estabas muy afiebrada —respondió con tono firme, pero no carente de preocupación.
Haruna frunció el ceño y bajó la mirada hacia sí misma. Una chaqueta oscura la cubría. La reconoció al instante, y alzó los ojos hacia Yamato, sorprendida.
—¿Y esta chaqueta? —preguntó, tocándola con los dedos temblorosos.
—Es mía. —respondió él con naturalidad—. Estabas temblando, así que te la puse para que te mantuvieras abrigada.
Ella apretó los labios, procesando la información, y volvió a observar el exterior a través de la ventana. Se dio cuenta de que el auto ya estaba estacionado frente a su mansión.
—¿Llegamos?
Yamato asintió.
—¿Hace cuanto?— Preguntó la castaña.
—Hace unos diez minutos.
—¿Por qué no me despertaste cuando llegamos? —preguntó, su tono cargado de reproche.
Yamato cruzó los brazos y sostuvo su mirada.
—No creí que fuera prudente. Necesitabas descansar, Haruna.
Ella intentó moverse, pero al hacerlo sintió que su cuerpo desfallecía. Un mareo repentino la obligó a apoyarse nuevamente en el respaldo del asiento.
—Estoy bien —murmuró, aunque claramente no lo estaba.
—¿Segura?
Haruna asintió: —Sí...—Fue así como tomó la manilla y abrió el auto— Mu-muchas gracias por traerme...—No obstante, apenas dio un paso afuera nuevamente se tambaleo.
—¡Hey! Tranquila.— Exclamó Yamato, rápidamente salió del auto y rodeó el vehículo con pasos decididos. Antes de que Haruna pudiera protestar, abrió la puerta del lado donde ella estaba y se inclinó hacia ella.
—¿Qué haces? —preguntó Haruna, alarmada al ver que él la tomaba en brazos con facilidad.
—Te ayudaré a entrar —respondió Yamato con seriedad, mientras acomodaba su peso cuidadosamente.
—No es necesario —replicó ella con un tono débil, pero firme.
Yamato la miró directamente, sus ojos azules intensos reflejando determinación.
—¡Lo es! —declaró con énfasis—. Estás demasiado débil para caminar por ti misma.
—N-no...—Musitó la castaña— Y-yo...
—Sh...—El rubio la hizo callar.
Haruna no tuvo más remedio que rendirse ante su insistencia. Dejó caer su cabeza ligeramente contra su pecho mientras Yamato la llevaba hacia la entrada de la mansión. El frío de la noche acariciaba su piel, pero la calidez de la chaqueta y la firmeza de sus brazos la mantenían en un extraño estado de calma.
Aunque su orgullo se resistía a aceptar la situación, no pudo evitar sentirse protegida en ese momento. Haruna cerró los ojos, resignada, mientras Yamato seguía avanzando con paso seguro hacia el refugio que ella llamaba hogar.
La sala del tribunal estaba cargada de tensión. El juez, con su toga negra, se encontraba al frente, mirando a Layla con una expresión seria, casi implacable. Ella se encontraba en el banquillo de los acusados, su cabeza agachada, las manos temblorosas entrelazadas frente a ella. El miedo la invadía, y su mente daba vueltas, luchando por decidir si debía o no contar la verdad.
Había tantas vidas en juego, tantas personas involucradas. Cada palabra que pronunciara podría traer consecuencias irreversibles, no solo para ella, sino para quienes amaba. Layla sabía que debía ser cautelosa, pero la presión del momento la ahogaba. Sabía que el tiempo estaba corriendo, y lo peor era que el silencio parecía ser la peor opción. Pero, ¿a qué precio hablar? ¿A qué precio callar?
El juez, después de leer las acusaciones, levantó la vista y, con un tono grave, pronunció las palabras que marcarían el destino de Layla.
—Se le acusa de asesinato, específicamente por la muerte de Satomi— dijo el juez con voz autoritaria. Luego, hizo una pausa para que las palabras calaran en todos los presentes. — ¿Tiene algo que decir?
La sala quedó en silencio. Todos los ojos se volvieron hacia Layla, esperando su respuesta. Sora estaba sentada en las primeras filas, observando a Layla con una mezcla de preocupación y apoyo. Sabía que Layla estaba atrapada en un mar de dudas y miedo. Quería que hablara, que dijera lo que sabía, pero también temía que el costo fuera demasiado alto.
Layla, con el rostro pálido y los ojos hundidos, lentamente alzó la vista hacia el juez. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y por un momento, pensó que se iba a desmayar. ¿Era esto lo correcto? ¿Debía hablar, o quedaba mejor callada, seguir fingiendo que no sabía nada, aunque esa mentira la estaba consumiendo?
Fue en ese instante cuando vio a Sora. Sus ojos se encontraron, y en ellos vio algo que nunca pensó que vería: esperanza. Sora no la juzgaba. Sora la miraba con una confianza silenciosa, como si estuviera esperando, esperando que Layla encontrara su fuerza, que dejara atrás el miedo y hablara.
Sora asintió, casi imperceptiblemente, y la alentó sin palabras: Si tienes algo que decir, ¡solo dilo!
Esas palabras fueron lo que Layla necesitaba. No podía seguir callando. No podía seguir arrastrando ese peso. Miró al juez, sintiendo como su cuerpo se llenaba de determinación, y sin dudarlo más, exclamó:
—¡Es culpa de Toshiko, Hiroaki y Kousei! —su voz resonó en la sala, y por un momento, el tiempo pareció detenerse—. Ellos quisieron deshacerse de Satomi.
Un murmullo recorrió la sala. Los presentes se miraban entre sí, incrédulos. El juez frunció el ceño, su rostro más serio que nunca, y el fiscal, que estaba a un lado, se inclinó ligeramente hacia el juez, como si quisiera confirmar si había escuchado bien.
Layla, ahora completamente erguida, pero aún con el temor en sus ojos, continuó, mientras su voz temblaba un poco, pero con firmeza:
—Es su culpa... porque Satomi descubrió que ellos...
Pero de repente, sus palabras se cortaron. Layla se llevó una mano al abdomen, como si hubiera sido golpeada por algo invisible. Su rostro se tornó pálido y sus ojos comenzaron a nublarse. El dolor la atravesó como una corriente eléctrica, y un extraño mareo la invadió. Sin poder controlar su cuerpo, sus piernas comenzaron a ceder, y en un instante, Layla se desplomó hacia adelante.
—¡Layla! —gritó Sora, levantándose rápidamente de su asiento. El pánico llenó su voz.
En ese preciso momento, los oficiales presentes en la sala y los médicos de emergencia que habían estado en alerta por cualquier incidente se apresuraron hacia el banquillo de Layla. La sala se llenó de gritos de alarma mientras los médicos la rodeaban y trataban de estabilizarla. Su cuerpo comenzó a convulsionar, como si algo dentro de ella hubiera cedido.
—¡Necesitamos una ambulancia! —gritó uno de los oficiales, mientras trataba de sujetar a Layla, intentando calmarla, pero ella seguía convulsionando violentamente.
El juez, visiblemente alarmado, dio la orden de suspender la audiencia inmediatamente, pero todo sucedió demasiado rápido. Los murmullos de la sala aumentaban en volumen, y Sora, sin poder evitarlo, se acercó a Layla, tomándola de la mano, temblando de miedo.
—Por favor... —susurró Sora, apenas pudiendo mantenerse en pie—. ¡Por favor, ayúdenla!
El sonido de los pasos apresurados de la ambulancia llenó la sala mientras Layla continuaba en sus convulsiones, cada segundo pasando como una eternidad. La sala, antes llena de expectación, estaba ahora llena de caos, y Sora no podía hacer más que mirar a Layla, rogando que lograran salvarla, que pudieran darle la oportunidad de decir la verdad que tanto temía, antes de que fuera demasiado tarde.
El tiempo se desmoronaba, y la sala del tribunal se transformaba en un escenario de incertidumbre. La vida de Layla pendía de un hilo, y nadie sabía qué tan cerca estaba de perderla, junto con la verdad que había intentado a duras penas revelar.
—Y con la presentación de la Fire Band termina esta hermosa gala para recaudar fondos.—Musitó una mujer por el micrófono mientras los chicos bajaban de la tarima— ¡Muchas gracias a todos por venir! Y por donar. Gracias a las señoras que donaron comida y bebidas para los participantes de esta jornada. Pero principalmente ¡gracias a todos lo que vinieron con el fin de ayudar a aquellos que lo necesitan! Que tengan todos una buena tarde y noche.
Fue así como el lugar se llenó de aplausos.
—¡Excelente presentación!— Exclamó Junpei mientras los chicos de la banda se acercaban.
—¡Muy buena!— Habló Ryo.
—¿Ustedes creen?— Preguntó Tomoki.
—¡Sin duda! Equipo ¡fue increíble!— Musitó el manager.
Takuya sonrió y dirigió su mirada hacia Damar: —¿Y? ¿Te gustó cantar con nosotros?
—Sí.—Respondió la castaña—¡Me encantó!— Exclamó—Aunque me tomó desprevenida...—Alzó sus manos— Aun estoy temblando.
El moreno rió: —Eso es normal.
—¡Damar!— Rika apareció en el lugar y depositó sus manos en los hombros de la castaña— ¡Excelente espectáculo!
Damar rápidamente volteo— ¿En verdad lo crees?
La pelirroja asintió: —No lo creo. ¡Es verdad!
La castaña sonrió.
Mientras Rika y Damar conversaban animadamente, Izumi decidió acercarse a Takuya, quien se encontraba observando a sus compañeros con una sonrisa de satisfacción.
—Takuya. —La voz de Izumi lo hizo girarse hacia ella.
—¿Sí? —preguntó, arqueando una ceja.
—Quiero felicitarte por tu presentación. —Izumi hizo una pausa antes de continuar con una sonrisa tímida—. ¿Te gustó?
El moreno inclinó un poco la cabeza, algo confundido por la pregunta.
—¿Qué si me gustó? —repitió, y luego añadió con una sonrisa pícara—. ¿Te refieres a mi propia presentación o a cómo me vi sobre el escenario?
Izumi negó con la cabeza, pero no pudo evitar reír.
—¡Me encantó! —dijo finalmente, mirando directamente a Takuya—. Eres increíble, Takuya.
El comentario lo tomó por sorpresa. Takuya sintió cómo el calor subía rápidamente hasta sus mejillas, que comenzaron a teñirse de un rojo intenso.
—¿Eh? —murmuró, nervioso, mientras apartaba la mirada un momento, claramente ruborizado.
Izumi se dio cuenta de lo que había dicho y también sintió que sus mejillas comenzaban a arder.
—E... —balbuceó, buscando una forma de corregir lo que había dicho—. Di-digo...
Antes de que pudiera completar su frase, una nueva voz irrumpió en la escena.
—¡Takuya! —exclamó Hikari mientras aparecía de la nada. Sin previo aviso, rodeó a su primo con un abrazo entusiasta—. ¡Felicidades! ¡Lo hiciste increíble!
El contacto y la interrupción repentina hicieron que Takuya se sintiera aún más incómodo, pero Hikari no parecía notar nada fuera de lo normal.
Izumi, por su parte, aprovechó la distracción para retroceder un paso, todavía sintiéndose torpe por el intercambio. Mientras tanto, Takuya, con Hikari colgando de él, trataba de recuperar la compostura.
—Gracias, Hikari... —murmuró, todavía algo aturdido.
La energía de Hikari pareció aliviar la tensión del momento, aunque tanto Takuya como Izumi sabían que algo había cambiado en ese breve, pero intenso intercambio.
—¡Llegó el momento de celebrar!— El grito de Junpei se escuchó en el lugar antes de alzar una botella de champagne.
—¡Sí!— Gritó Daisuke.
El manager movió la botella con fuerza.
—¡Junpei!— Exclamó Hikari— No podemos tomar, estamos en una gala a beneficio de una buena causa.
—Es un champagne de niños, Kari.—Respondió el Shibayama— Totalmente sanito, como todo lo que tomamos.
—¿Champagne de niños? —preguntó Hikari, alzando una ceja mientras soltaba a Takuya y se volvía hacia Junpei con una mezcla de incredulidad y diversión.
—¡Sí! —exclamó Junpei, agitando la botella como si estuviera a punto de estallar—. Sin alcohol, todo burbujas y diversión.
—¿Y dónde conseguiste eso? —inquirió Damar, cruzándose de brazos, claramente interesada en el misterioso origen del "champagne de niños".
Junpei sonrió de oreja a oreja.
—Tengo mis contactos.
—Sus contactos, claro... —murmuró Takuya con una sonrisa sarcástica mientras Izumi, todavía un poco retraída, se mantenía cerca, observando el intercambio.
—¡Junpei siempre tiene una sorpresa bajo la manga! —añadió Daisuke, riendo mientras se acercaba para ayudar con la botella.
El manager tomó la botella de las manos de Junpei y la examinó con cuidado.
—Bueno, si es para celebrar de manera responsable... —murmuró, decidiendo que no había daño en seguir adelante con la idea.
Hikari suspiró, pero finalmente cedió.
—De acuerdo, pero no hagamos mucho escándalo. Recuerden que todavía estamos en una gala benéfica.
—¡Sí, sí, lo que tú digas, Kari! —respondió Junpei con entusiasmo, mientras comenzaba a servir el contenido burbujeante en pequeños vasos de plástico que había traído consigo.
Fue así como Ryo repartió unos vasos a los chicos de la banda, luego a Hikari, después a Damar.
—A la nueva integrante de la Fire Band.—Musitó el Akiyama.
—No exageres.
Ryo simplemente sonrió y extendió el siguiente vaso, no obstante, apenas vio de quien trataba se quedó quieto. Sus ojos se encontraron con los de Rika y viceversa, provocando que la tensión se hiciera presente.
Ambos se observaron en silencio.
Rika se mordió el labio inferior sin saber si extender la mano o no.
—¡Vamos, Ryo, entrégale el brazo para brindar!—Gritó Junpei mientras movía la botella.
Ryo pasó su mirada por el manager y luego volvió su mirada hacia Rika: —¿E?—Balbuceo— ¿Quieres?
—¿e?—Ella también balbuceo y alzó su temblorosa mano derecha—S-sí.
Fue así como el castaño se dispuso a entregarle el brazo. Pero justo en ese momento cierta chica rubia apareció en el lugar.
—Disculpa, pero no creo que sea lo mejor.—Musitó Izumi interrumpiendo el lugar.
Ryo dirigió su mirada hacia la rubia e hizo una mueca sin saber que responder a la rubia.
—¿E? Dis-disculpa es solo un brindis.
—Lo sé, pero Rika no puede tomar.—Comentó antes de tomar el vaso y devolvérselo al oji-azul.
Ryo pasó su mirada por el vaso, luego por Izumi. Su mirada reflejaba una sola cosa...desconfianza. Hizo una mueca ante esto, no le sorprendía, después de todo, Yamato y su familia lo dejaron como un "monstruo" que acosaba a Rika...y dolía porque Izumi, sin saberlo, compartía su sangre.
—Es simplemente un brindis, Izumi.— Takuya intervino— Con champagne de niños, no tiene alcohol.—Comentó—¡Es sanito! Como dijo Junpei.
—¿De verdad?— Preguntó la rubia.
Takuya asintió: —¡Sí! Créenos.—Musitó— No le hará mal a tu hermana tomar un poco.
Junpei también asintió—Salvo que sea diabética, porque esta cosa parece bebida, tiene como un kilo de azúcar.
Izumi pasó su mirada por el manager de la banda y luego por Takuya.
No le causaba confianza lo que ofreciera ese chico de nombre Ryo, pero confiaba en Takuya, él nunca buscaría hacerle mal a alguien.
—Está bien.—Respondió Izumi antes de devolverle el vaso a Rika.
—¡Tú también toma uno!—Takuya le entregó un vaso a la rubia.
Izumi sonrió. Takuya le devolvió la sonrisa. No obstante, Ryo era todo lo contrario, simplemente tenía la mirada baja.
Damar observó al oji-azul y notó al instante su tristeza.
—¡Vamos!— Junpei gritó abriendo el champagne de niños y la espuma salió— Acérquense.
Todos obedecieron, menos Ryo, Damar al ver esto se acercó sigilosamente al oji-azul.
—No estás bien ¿verdad?
Ryo hizo una mueca y suspiró: —¿Por qué no lo estaría?
—Por Izumi.—Respondió Damar.
Ryo apretó los dientes— Duele. Pero ya estoy acostumbrado ¿sabes? Al rechazo.—Susurró— Después de todo, siempre seré un desconocido.
—¡Es una pena! ¿Sabes?—Comentó la castaña— No sabe, la mala suerte que tiene al ignorar que tiene un tío tan genial como tú.
Ryo sonrió de lado ante este comentario.
—No soy tan genial.
—¡No seas humilde! Por favor.—Musitó Damar y tomó su brazo— ¡Y ya! Vamos ¡nos vamos a quedar sin champagne!
El motor del auto se apagó, dejando a Kouji sumido en el silencio del habitáculo mientras observaba las luces brillantes del centro comercial frente a él. El estacionamiento estaba repleto de vehículos, y podía escuchar a lo lejos la mezcla de voces, música y risas provenientes del acto de caridad que se llevaba a cabo dentro del lugar. Apretó el volante con ambas manos, sus nudillos se volvieron blancos, reflejo de la rabia y la confusión que sentía.
Apretó la mandíbula.
Había conducido hasta allí sin siquiera pensar, guiado únicamente por las emociones que lo consumían. Pero no consideró la distancia y el tráfico, estuvo en una fila ¡horrible! Demoró mucho en llegar.
¡Aun así! No dejó de pensar en su "novia" y en ese chico.
La imagen de Izumi y Takuya seguía grabada en su mente, como una espina clavada profundamente. Kouji nunca había sido del tipo impulsivo, pero esta vez no podía quedarse quieto.
"Esto no se va a quedar así", pensó mientras salía del auto, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.
El aire frío del templado día le golpeó el rostro, pero no hizo nada para calmar el fuego que sentía en su interior. Caminó con pasos firmes hacia la entrada del centro comercial, sus ojos oscuros brillando con determinación. Sabía que el evento era público y que encontrar a Izumi no sería fácil.
—Por nuestro éxito en el escenario y por ser el equipo más increíble de la noche —declaró Junpei, levantando su vaso con dramatismo.
—¡Salud! —exclamaron todos al unísono, levantando sus vasos.
Takuya aprovechó el momento para girarse hacia Damar, que sostenía su vaso con ambas manos, todavía algo perdida en sus pensamientos.
—¿Qué tal si lo tomamos como un nuevo comienzo? —preguntó Takuya en voz baja, intentando captar su atención.
Damar levantó la mirada, sorprendida por sus palabras.
—¿Un nuevo comienzo? —repitió, ladeando la cabeza.
—Sí —dijo él, con una pequeña sonrisa—. Para todo. Para nosotros, para la música, para lo que sea que venga después.
Damar lo miró fijamente por un momento.
—Me parece bien. —Finalmente sonrió, levantando su vaso hacia él—. Por nuevos comienzos.
El resto del grupo no pareció notar el intercambio, ocupados como estaban en sus propias conversaciones y risas.
Mientras Junpei repartía más champagne, Daisuke, en un movimiento torpe, tropezó con una silla cercana y casi derramó su bebida sobre Hikari.
—¡Daisuke! —exclamó ella, saltando hacia un lado para evitar el desastre.
—¡Perdón, perdón! —se disculpó él rápidamente, con una risa nerviosa—. ¡Prometo que no fue a propósito!
—Claro que no... —respondió Hikari, rodando los ojos pero riendo ligeramente al verlo tan avergonzado.
El incidente provocó una nueva ronda de risas entre todos, relajando el ambiente aún más.
—¡Como siempre! Siendo torpe.—Musitó Tomoki.
—Ni en un momento como este te salvas.—Musitó el Shibayama.
—¡No se burlen!— Exclamó Daisuke.
Izumi y Rika observaban la escena, era extraño para ambas, nunca habían estado con personas así. Bueno, en realidad sí, pero era extraño estar juntas viendo eso.
—¿Te gustó la presentación?— La rubia le preguntó a la pelirroja.
—Sí, estuvo interesante.—Respondió Rika— Me encantó ¿y a ti?
—También.—Contestó Izumi— Fue mejor de lo que imaginé, muy buen espectáculo.
—Es bueno escuchar eso de ustedes.—Musitó Takuya apareciendo al lado de las hermanas Ishida— Me hace soñar con, algún día, cantando para la clase alta.
Rika rió: —¡Créeme! Sería genial.—Habló—Es mil veces mejor escucharlos a ustedes con su música. Antes que escuchar mil veces esas orquestas aburridas que contrata mi padre para las ceremonias importantes.
Takuya sonrió.
¡Bip, bip!
Justo en ese momento un teléfono celular se escuchó en el lugar.
—¡Ups!—Exclamó Damar sacando su smartphone— Disculpen...¡Como siempre! Siendo inoportuna...—Musitó antes de observa la pantalla.
"Taiki"
—Permiso...—Musitó la chica antes de contestar—¿Hola?—Habló—¿Qué? ¿Están afuera?...—Murmuró—¡Rayos! No vi la hora...Bueno, iré...Sí, sí ¡lo siento!...Voy enseguida...¡Sí, enseguida!...¡Nos vemos!—Fue así como cortó.
Damar volteo hacia los chicos que estaban hablando.
—Disculpen chicos, pero tendré que irme.—Declaró Damar depositando un vaso en una pequeña mesa.
—¿Tan temprano?— Preguntó Takuya sorprendido—¿Ocurrió algo?
—¿E? No.—Respondió Damar— Simplemente es hora de irme.
—Pero recién comenzamos nuestra celebración.—Comentó Hikari.
Damar hizo una mueca: —Lo sé. Pero debo irme, tengo un compromiso importante con ellos y debo ir.—Comentó— Siento irme así, pero mis hermanos están afuera y entre tanta gente, prefieren que yo salga.
—Entendemos.—Contestó Ryo.
—Pero la celebración quedará pendiente entonces.—Musitó Daisuke.
Damar asintió— Sin duda.
—Muchas gracias por venir a escuchar y acompañarnos a cantar.—Agradeció Takuya.
—Gracias a ustedes por la invitación, me tomó desprevenida, pero ¡me encantó!— Exclamó la castaña.
—Ojalá se repita.—Comentó Daisuke.
—Yo también.—Respondió la chica y volteo hacia Rika— Amiga, lo siento, debo irme.
—No te preocupes.—Contestó Rika— Yo también me iré pronto con Izumi. Va siendo hora de cenar y debemos estar a la hora.
Fue así como Damar le dio un abrazo a la pelirroja.
—Bueno ¡es hora de que me vaya!.— Musitó la castaña antes de voltear—Adiós.
—Adiós.—Contestaron todos.
Fue así como la chica se alejó de ellos.
La música y las risas se mezclaban en el aire, creando una atmósfera festiva que contrastaba por completo con el estado de ánimo de Kouji. Caminaba a paso firme entre la multitud, esquivando a las personas que se interponían en su camino, con los ojos oscuros fijos en el final del largo pasillo. Su mente estaba nublada por pensamientos cargados de celos y desconfianza, cada uno alimentando la rabia que sentía.
"¿Dónde está Izumi? ¿Y Takuya?" La pregunta lo atormentaba, quemando cada vez más profundo. Necesitaba respuestas, necesitaba enfrentarla y aclarar todo de una vez. Mientras avanzaba, los estantes de tiendas, las luces brillantes y las conversaciones alegres se desdibujaban a su alrededor. Para Kouji, el centro comercial no era más que un laberinto que debía atravesar para llegar al evento.
En dirección contraria, Damar caminaba con paso tranquilo pero vacilantes. Verdaderamente no quería irse del lugar, pero sus hermanos la esperaban afuera y no podía dejarlos ahí, tenían un compromiso importante que cumplir.
Mientras bajaba por otro pasillo, trataba de mantenerse al margen del bullicio, buscando la salida con la vista. Sus pensamientos estaban enfocados en llegar a casa y evitar cualquier problema. Pero algo más latía en el fondo de su mente, una sensación que no podía definir.
El destino jugó su carta cuando ambos doblaron una esquina al mismo tiempo. Kouji, con la vista fija en el pasillo delante de él, chocó ligeramente con alguien que venía en dirección opuesta.
—Perdón, no te vi...— comenzó a decir Damar, pero su voz se apagó al alzar la vista y encontrarse con unos ojos que conocía demasiado bien.
El tiempo pareció detenerse en ese instante. La música, las voces y el murmullo constante de la multitud se desvanecieron, como si el mundo entero hubiera contenido la respiración.
Kouji también se quedó inmóvil, con los ojos fijos en ella. El enojo que había llevado consigo desapareció al instante, reemplazado por una mezcla de sorpresa y desconcierto. Por un segundo, su mente no podía procesar lo que veía.
—Damar… —murmuró, su voz cargada de asombro.
Damar lo miró, sus ojos abriéndose en una mezcla de sorpresa y totalmente incrédula de...estar frente a él, frente a Kouji.
Juré que no volvería a sucederme de nuevo
Volvió a pasar
Que Cupido no volvería a enredarme en su juego
Y aquí ahora estás
Uou, uou, uou
Hablando de amar
Uou, uou, uou
Hablando de amar
Mimi yacía en la cama, la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas, creando una atmósfera suave y relajante en la habitación. Aunque su fiebre había bajado ligeramente, aún sentía su cuerpo cansado y su mente luchando por encontrar algo de claridad. A pesar del malestar físico, algo más la atormentaba: la presencia de Yamato.
Quien la ayudó ese día, y anteriormente también, lo que hacia sentir nostalgia. Cada gesto, cada palabra, cada acción de Yamato la hacía recordar tiempos pasados, cuando ambos compartían todo, cuando su amor parecía ser suficiente para mantenerlos juntos. Pero ahora, mientras lo observaba desde su posición en la cama, había algo en su mirada que le resultaba profundamente doloroso: él no la veía a ella. Él no la reconocía.
Él pensaba que ella estaba muerta.
Esa idea rondaba en su cabeza, una y otra vez, mientras lo observaba desde la penumbra de su habitación. Yamato había sido su amor de juventud, su compañero en todo, y aquel chico que tanto la había amado parecía ser ahora un extraño que había perdido la memoria de ella. Y lo peor, lo que más le dolía, era que no solo no la recordaba; sino que había llegado a desconfiar de ella.
El pensamiento le golpeó con fuerza, y no pudo evitar que una lágrima solitaria recorriera su mejilla. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había llegado a ser una extraña para él? ¿Cómo había llegado a perder la confianza de alguien que una vez fue todo para ella?
Mimi cerró los ojos, tratando de alejar esos pensamientos. Pero las imágenes del pasado volvían a su mente: las risas, los abrazos, las promesas compartidas. Había sido tan feliz a su lado, tanto en los momentos sencillos como en los más complicados. Sin embargo, en algún punto de su vida, todo se desmoronó. Las palabras de traición, la sombra de la duda, y las decisiones que tomaron los separaron.
Se encontraba ahora acostada, sin fuerzas, con su cuerpo debilitado por la fiebre y el peso de los recuerdos. ¿Cómo podía alguien tan cercano a ella, tan íntimo, llegar a desconfiar de su amor? El pensamiento le era tan ajeno, tan desconcertante, que no podía procesarlo completamente.
Yamato había vuelto, pero no la veía como ella era, no la veía como Mimi. Lo que más la aterraba era que ni siquiera parecía recordarla como la mujer que una vez había sido su compañera. Se había convertido en una sombra para él, una persona extraña a la que trataba con el mismo respeto, pero con una distancia que no podía ser ignorada.
¿Cómo había cambiado tanto?
En su mente se desplegaron imágenes del pasado, aquellos días en los que Yamato la miraba con amor y admiración. Recorrían su memoria como un río cristalino, pero ese mismo río ahora estaba turbado por las dudas y las desconfianzas que se habían sembrado entre ellos. Recordaba su primer beso, el primer te quiero, y las promesas de un futuro juntos que habían sido arrancadas de su vida por las circunstancias. ¿Y qué quedaba ahora?
El calor de la fiebre volvía a subirle por el cuello, pero su mente se mantenía clara, incluso si su cuerpo temblaba. Con las manos a los lados de la cama, Mimi observó a Yamato desde su lugar, notando cómo se movía por la habitación con una calma que contrastaba con el caos que sentía dentro. Lo veía tan preocupado por ella, tan atento a sus necesidades. Parecía que en sus ojos, aunque no la reconociera, aún había algo de esa cercanía que una vez compartieron.
Pero eso también era lo que más la destrozaba.
¿Por qué?
Él la trataba con una ternura que no entendía, un tipo de preocupación que la desbordaba. ¿Cómo podía ser tan amable con ella, un simple espectro en su vida? La nostalgia invadió su pecho, y un sentimiento de impotencia la ahogó. Quería, deseaba, poder regresar al pasado, al tiempo en que todo parecía sencillo, cuando su amor no estaba empañado por mentiras ni por malentendidos.
Sin embargo, ahora estaba allí, frente a él, sintiendo esa distancia imposible de atravesar. Él nunca sabría la verdad, nunca conocería lo que realmente sucedió. Y lo más doloroso, lo más cruel de todo, era que él creía que Haruna estaba frente a él. Creía que ella era la misma mujer que había conocido, cuando en realidad, él solo veía una imagen distorsionada de lo que ella realmente era.
Mimi sintió un nudo en la garganta. Dejó escapar una risa amarga y temblorosa. No había forma de que pudiera explicarle, no sin arriesgarlo todo. Yamato la había perdido, y ella a él. Las piezas del rompecabezas no encajaban, y ahora solo quedaba la sombra de lo que había sido su amor.
Bajó la mirada a sus manos, frágiles y temblorosas. ¿Era esto lo que quedaba de su amor? ¿Una mujer debilitada por la fiebre y los recuerdos, una sombra que no sabía cómo seguir adelante?
Se quedó mirando la habitación, viendo a Yamato que seguía ocupándose de ella, pero de una manera distante, como si todo estuviera perdido para él. Y lo estaba. La verdad es que todo estaba perdido, y tal vez la única opción que le quedaba era seguir adelante, sola.
+Información: Esta historia tendrá segunda temporada. Sí, segunda temporada. Porque esta temporada fue para comenzar con la caída de los villanos fuertes, primero cayó Satomi, ahora viene Layla, luego Shuu lo que desembocará en los villanos grandes. ¡Atentos!
BethANDCourt: ¡Hola! Rayos, quizás, sea tema del internet, aunque no me sorprendería que fuera de la página siempre presenta problemas. A mi también me ha ocurrido el tema de los comentarios. Por eso yo, generalmente, cuando comento escribo el comentario en algun lado, luego copio y pego, para asegurarme (Por cierto, leí tu historia de Ryo y Rika, un one-shot ¡me encantó! buscaba una historia Ryuki y fue muy interesante. Justo llegué a tu historia. Es solo un capítulo pero ¡me encantó! aunque quedé con crisis existencial por Ryo jajaja) Sí, Layla está siendo manipulada por la bruja mayor, Toshiko. Así como fue manipulada cuando Mimi acusada injustamente. Aciertas en parte al decir que Toshiko la va a mandar a desaparecer. Jsjsjsjs ¡Sí! Takuya es hijo de Sora. Finalmente decidí confirmarlo. La reacción de Sora (la escena como tal) la tengo escrita hace mucho tiempo. Pero queda tiempo para que lo descubra. Sobre Taichi...no daré spoiler...ya verán que ocurrió con él o que ocurrirá. Takuya está enamorado y es un hombre de verdad, no quiere arruinar una relación, él vio que la relación de Kouji e Izumi no funciona y quiere que Izumi esté bien. Así que ¡luchará por ella! Jajaja Nene es una chica que, está en esta historia por un propósito futuro, actualmente estará en una especie de "Luna de Miel" pero seguirá con su papel de hija rebelde con Yamato. ¡Uh! (Spoiler) has acertado en algo con Takuya e Izumi. Vas por camino correcto a lo que va a ser el siguiente impedimento para que Takuya e Izumi estén juntos. Sobre nuestras parejas...Es cuestión de tiempo para reunir al Takari. El Ryuki está en proceso de "ser amigos" ya veremos que ocurrirá. ¡Felicidades por un año leyendo mi historia! Muchas gracias por leerme, la verdad es que, recuerdo que antes que tu llegaras yo estuve muy desmotivada con esta historia. Sentía que fue un fracaso por temas x. Pero cuando me comentaste me dispuse a continuar ¡Y aquí estamos! Espero que estés disfrutando cada aspecto de la historia. Aprecio enormemente que dediques tu tiempo a leerla y a compartir tus opiniones. Me encantaría que sigas acompañándome en este viaje. Te mando un fuerte abrazo.
miyakoinoe25: Jajaja el detalle de la coca-cola lo coloqué porque lo sentí en mi corazón jajaja (Aunque considero que la bebida Kem es más rica. Amo su sabor a piña) Pero me alegra que esa adicción a la coca-cola sea algo normal. ¡Lo siento! Debo echarle sal a la herida. En algún minuto sanará. De a poco caen los villanos. Querda un tiempo antes que Sora sepa la verdad. Espero que estés disfrutando cada detalle de la historia. Agradezco mucho que te tomes el tiempo de leerla y compartir tus pensamientos. Me encantaría que sigas siendo parte de este viaje conmigo. Te envío un abrazo gigante.
