Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es beautypie, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to beautypie. I'm only translating with their permission.


Advertencia: El capítulo contiene violencia.


Capítulo 23

Callejón sin salida

—Bien hecho, pequeña Tanya —susurró Wynona una vez que la chica entró en la oficina de la mujer—. Cumpliste con lo prometido. Estoy segura de que ver a la querida Fortuna desangrarse y quedarse sin tiempo lentamente solo hará que los hombres en nuestra puerta sean más imprudentes y estúpidos. La falsa esperanza es algo maravilloso.

Tanya permaneció de pie petrificada en medio de la habitación, conducida por tres de los matones de Wynona como siempre lo hacía durante el día.

—Escuché a los soldados susurrar. Que nos... encontraron.

—Sí, las patrullas externas detectaron al escuadrón suicida de Bluewave llegando desde el lejano norte hacia nuestra puerta principal, liderado por el gran teniente general Atticus en persona —Wynona suspiró, sirviéndose un vaso de vodka en su escritorio—. Pobre hombre.

—Y... ¿no estás preocupada?

—¿Por qué debería estar preocupada? —Se rió la mujer—. Como lo esperaba, reunieron a tantos socios como pudieron con sus hombres, pero aun así no podrían alcanzar los números de nuestro escuadrón exterior. Es por eso que le tengo mucho cariño a Laurent.

Después de ver a través de la transmisión lo que ese hombre era capaz de hacerle a una mujer, incluso escuchar su nombre le provocaba un escalofrío en la columna a Tanya.

Me quedé parada y vi a innumerables chicas inocentes como tú sufrir y morir a manos de mi padre porque no se atrevía a tocarme. Su dulce y perfecta niñita. Es justo que sepa cómo se siente. Pagar el mismo precio..

Bella tenía razón. Así era exactamente como había intentado justificarlo desesperadamente en su cabeza, cada vez que sentía el impulso incontrolable y lleno de culpa de abrir la puerta de esa habitación del sótano antes de lo permitido. Pero al final, sin importar qué tipo de chica fuera... decidió que ni siquiera la enferma y retorcida Bella Swan se merecía eso. Nadie lo merecía.

El destino es cruel. Le dio el cuchillo a la única en nuestro mundo que tiene el corazón y no el estómago.

Dios... ¿Qué había hecho?

—Te ves sospechosamente triste —dijo Wynona con un chasquido de lengua, haciendo un gesto para que su nueva mascota favorita se sentara en el sillón frente a ella—. Te di lo que querías. La vida de la mujer fue el precio, ¿no?

Tanya tragó saliva y logró mantener una expresión neutral.

—Bien. ¿Qué quieres de mí?

Hubo un brillo maníaco en los ojos de Wynona por una fracción de segundo antes de que sorprendentemente dijera: «Nada».

—Yo... ¿Qué?

—Me he encariñado mucho contigo durante el largo tiempo que hemos estado juntas, Tanya —dijo Wynona un poco más suavemente de lo habitual, y sonando realmente sincera—. No estaba muy segura de por qué, hasta que lo escuché hoy. Por tu conversación con la chica.

Tanya entrecerró los ojos.

—Nunca me hablaste de tu padre —dijo Wynona pensativamente—. Nunca me explicaste realmente la razón completa por la que odiabas tanto a Fortuna. Por lo que me dijiste cuando te acogí, pensé que solo estabas celosa de que a tu querido esposo le gustara más ella que tú. Pero ahora lo veo y lo relaciono con el papel que desempeñaste en la muerte de Víctor, el catalizador, si lo piensas, de toda esta maldita guerra. Para ti, es... la mayor traición, que alguien que se suponía que era tu protector más confiable te defraude.

Tanya apretó la mandíbula por un segundo.

—¿Y qué?

Wynona frunció los labios.

—Es parte de la razón por la que nunca quiero tener hijos. No quiero decepcionarlos. Quiero alcanzar las estrellas y quemar el mundo hasta los cimientos sin tener que pensar que lo que pueda hacer los afectará. Les hará daño. Así que... te tengo lástima.

Tanya se rió sin humor ante eso. Por supuesto. Su vida era tan patética que incluso la psicótica Wynona no pudo evitar sentirse mal por ella. Era condescendiente, por decir lo menos.

Decidió cambiar de tema con algo por lo que había sentido genuina curiosidad durante un tiempo.

—¿Cómo es que nunca intentas verla? ¿A Fortuna? Ella es tu debilidad más preciada y segura, después de todo.

La expresión de Wynona se volvió reservada, e incluso reacia esta vez. Bebió un trago entero de vodka y se limpió las gotas en sus delgados labios antes de responder.

—Nunca entro en la casa de la muerte. Solo... por si acaso.

—¿En caso de que qué?

—En caso de que pierda el control —dijo—. Nunca participo en la... tortura. Solo doy la orden, la forma en que quiero que todos sufran. Y solo elijo verlos para asegurarme de que estén muertos.

Wynona se levantó lentamente de su asiento, sonriendo casi amablemente a su joven compañera.

—Eso significa que veré a Fortuna —le aseguró—. Muy pronto.

Sus ojos se dirigieron hacia su computadora portátil mientras presionaba un botón, y Tanya vio cómo la sonrisa de la mujer desaparecía gradualmente.

—Hmm.

—¿Algo anda mal? —preguntó Tanya.

—¿Perdí la conexión con la transmisión y las cámaras de vigilancia? Tal vez se agotó la electricidad. —Luego tomó su teléfono del bolsillo de su vestido, y su ceño fruncido solo se profundizó—. Yo... ¿Qué?

Tanya inclinó la cabeza.

—¿Estás bien?

—No hay servicio. Eso… nunca pasa. —Se volvió hacia los guardias de pie—. La radio debería seguir funcionando. Entréguenla.

Un guardia cogió su walkie-talkie y lo puso frente a la mujer en la mesa. Wynona empezó a girar la perilla para seleccionar el canal correcto que estaba buscando y luego presionó para hablar.

—Ojos de Águila. Actualización desde las líneas del frente.

No hay movimiento, Wyn —le respondió Águila—. Atticus montó una formación ofensiva a varios cientos de metros de la puerta principal. El escuadrón suicida solo tiene unos cien hombres. Tienen armas listas pero no se mueven. Están… completamente en silencio.

Wynona se puso de pie y empezó a caminar de un lado a otro.

—Están esperando a que nosotros empecemos a disparar.

Supongo que sí, jefa. Hemos reunido a tres de los cuatro escuadrones principales para defender la puerta principal. Solo la patrulla está muy atrás para mantener sus, eh, seguros en regla. En general, será fácil acabar con Atticus ahora.

Demasiado fácil.

—Espera un momento. ¿Y los Cullen? ¿Dónde están?

Bueno, eso es lo interesante —dijo Águila lentamente—. El consejo, incluso Banks, y todos los socios principales con su séquito... están aquí. Pero no los chicos.

Silencio.

Wynona giró hacia los guardias en la habitación. Tenía los ojos muy abiertos, y tal vez incluso...

—Vayan a la casa de la muerte y vean cómo están ella y los guardias. Asegúrense de que ella se quede en el sótano.

Cuando los guardias salieron de la habitación para atender la solicitud, Tanya soltó un suspiro tembloroso, con la mirada fija en los dedos que se retorcían en su regazo. Mantuvo los oídos alerta mientras Wynona comenzó a controlar a los miembros del escuadrón de patrulla interna con la radio. Si bien aquellos a los que pudo contactar en los cuadrantes este y oeste pudieron responder y actualizar que todo estaba bien hasta ahora, una vez que comenzó a comunicarse con las patrullas del sur, donde se alojaban la mayoría de las mujeres y los niños...

—Tenet, repórtese —llamó Wynona.

Silencio de radio.

Wynona frunció el ceño.

—Cualquiera en el cuadrante sur, repórtese.

Todavía... nada.

Tanya estaba a punto de abrir la boca para preguntar qué estaba pasando cuando finalmente lo oyeron. Era débil, la casa de Wynona estaba en el centro del complejo familiar, pero de todos modos era claro. El sonido de varios rifles de asalto que venían del sur. Y el consiguiente grito débil.

Menos de un minuto después, oyeron la primera explosión.

—Eso… no es posible —dijo Wynona, temblando de miedo por primera vez. Dio un paso hacia la ventana, entrecerrando los ojos mientras intentaba echar un vistazo al cuadrante sur—. Co-Conozco ese sonido. No es nuestro, y… no tienen ese tipo de munición. Eso es imposible.

Tanya se levantó lentamente. Estaba tranquila y serena cuando dijo: «Me ofrecí. En caso de que quisieras ayuda o información de mí».

La cabeza de Wynona giró para mirarla, sus ojos grises se enfocaron. Caminó alrededor del escritorio y colocó sus manos sobre los hombros de la chica.

—Adelante, entonces.

—Tenías razón —suspiró Tanya, sacudiendo la cabeza lentamente. —Él siempre ha sido más inteligente que tú. Mejor que tú. Tienes que mantener a gente inocente como rehénpara que alguien te siga. Él no necesita nada de eso. La gente... eventualmente se encuentra dispuesta a morir y sufrir por él, solo por su aprobación, y él ni siquiera tiene que levantar un dedo o decirles exactamente qué hacer. Ni siquiera tiene que... preocuparse por ellos.

Wynona extendió la mano para levantar bruscamente la cara de Tanya por la mandíbula.

—¿Qué diablos estás diciendo? ¿También me traicionaste? ¿Qué hiciste?

—No hice nada —dijo Tanya suavemente—. Al menos, nada comparado con lo que Fortuna ha hecho. Lo que ella misma hizo por el bien de esos dos hombres.

Wynona respiraba agitadamente ahora.

—Ella nunca fue una rehén, Wynona —dijo Tanya—. Lo supe desde el momento en que me dijiste que la capturaste. Carlisle nunca la habría puesto aquí sin una razón, y si no estuviera seguro de que podría recuperarla. Ella es… demasiado valiosa.

Las dos mujeres temblaron de sorpresa cuando oyeron otra explosión; esta vez, sonó a solo unos cientos de metros de ellas.

Wynona tomó el walkie-talkie nuevamente y se comunicó con el equipo de patrulla. Sin romper el contacto visual con la mujer frente a ella.

—Evacúen a todas las mujeres y niños. Tráiganlos todos a mi casa, especialmente a los niños.

Sin embargo, la voz que respondió fue diferente. Demasiado familiar. Y al oírlo por primera vez en mucho tiempo, Tanya sintió un escalofrío de emoción y terror a la vez.

Hoy vas a morir, Wynona —dijo dulcemente la voz profunda y angelical—. Has quedado atrapada en tu propio y enfermizo recinto.

Tanya no pudo evitar llenarse de lágrimas. Él estaba... allí.

La mano de Wynona tembló alrededor de la radio.

—¿De verdad vas a arrasar este lugar? ¿Con todas las mujeres y los niños? ¿Los inocentes?

Hubo una pausa.

Sinceramente, lo haría.

Tanya abrió mucho los ojos.

Aunque no creo que mis amigos militares me lo permitan —suspiró.

Ambas mujeres contuvieron la respiración. Wynona estaba claramente en el punto más alto de su miedo ahora, porque había comenzado a caminar frenéticamente por la pequeña habitación.

—Eso es imposible. No habrían podido... No podrían haberte ayudado.

¿En serio? —Se escuchó una fuerte explosión, tanto a través de la radio como desde afuera de la casa—. ¿Entonces estás diciendo que no estás escuchando eso? ¿Nuestro tanque?

Oh, Dios. Tanya comenzó a temblar. Realmente se había superado a sí mismo esta vez.

Los soldados ya han llegado desde el oeste, el este y el sur, y ya han evacuado a la mayoría de los inocentes de los asentamientos del sur, y continúan haciéndolo mientras hablamos —continuó, sonando ligeramente sin aliento ahora como si estuviera caminando rápidamente—. Estamos derribando tus suministros. Tus hombres están atrapados en el medio y no tienen a dónde correr. Esto no es solo una infiltración... Me he asegurado de que sea una masacre patéticamente rápida. El equipo Bluewave solo está en el norte para derribar a quienes intenten escapar. Se acabó, Wynona.

Wynona presionó una mano temblorosa contra su sien.

—Podemos negociar.

Él se rió suavemente y, a pesar de todo lo que había sucedido, el pecho de Tanya dolió ante el sonido familiar.

Oh, querida. Realmente no tienes idea de con quién te estás metiendo, ¿verdad?

—Mis muchachos todavía la tienen. A la chica. La matarán.

Hubo silencio, durante unos largos segundos.

¿Qué chica? —preguntó finalmente.

La respiración de Tanya se atascó en la garganta.

No importa —continuó, su voz repentinamente baja y peligrosa ahora—. Deberías estar más preocupada por tu propia vida, Wynona. Ahora mismo, vas a desear que yo te encuentre a ti primero, y no mi hijo.

Wynona tragó saliva justo cuando la línea se cortó. Sus ojos se dirigieron hacia la rubia frente a ella mientras sacaba rápidamente una pistola del cajón de su escritorio. Tanya ni siquiera se inmutó cuando la mujer la presionó contra su vientre.

—No hagas nada estúpido y sígueme —gruñó Wynona.

~DF~

El guardia de la puerta saltó inmediatamente al oír disparos y explosiones que venían del extremo sur y este del complejo.

—Mierda —maldijo, mientras el miedo le recorría la columna al oír las voces que gritaban desde lejos.

Tenía que seguir el protocolo. Su carta más valiosa era la chica.

Se abrió paso a través de la valla de púas y mantuvo su rifle apuntando hacia la casa de la muerte. También debería haber hombres allí ya con ella, vigilando la entrada de la puerta del sótano. Sin embargo, una vez que entró...

—¿Qué demonios...? —gritó, al ver la pila de cuatro cuerpos en el suelo, todos con cortes frenéticos en el cuello.

La puerta del sótano también estaba abierta de par en par.

Antes de que pudiera procesar completamente el peligro, escuchó el disparo. Y sintió el consiguiente dolor en el lado izquierdo de su pecho. Se tambaleó y cayó de rodillas, agarrándose la herida de bala, y justo antes de que su visión se nublara por completo, pudo verla.

Fortuna lo había estado esperando. Tan pronto como notó que el parpadeo rojo de la cámara había cesado, supo que no tenía tiempo que perder. Se las había arreglado para zafarse de sus ataduras en el sótano usando el mismo cuchillo que Tanya había usado para apuñalarla, y ahora estaba sentada en el suelo con la espalda apoyada contra una columna. Había un pequeño charco de su propia sangre debajo de ella. A pesar de que solo sostenía sin fuerzas un rifle que le había robado a un guardia, había logrado impactar en el centro del pecho.

Sus ojos estaban vidriosos e insensibles mientras veía al hombre desplomarse y morir rápidamente ante ella.

Apoyó la cabeza hacia atrás en la columna, cerrando los ojos momentáneamente. Matar a estos le costó mucho, como esperaba. Se estaba desangrando más rápido de lo que quería.

Mierda. Ya podía sentir que su mente se desvanecía.

—Soy una superviviente —susurró mientras abría los ojos y se obligaba a permanecer despierta—. Soy una superviviente.

Bella gimió y se agachó para agarrar su vestido hecho jirones, luego utilizó toda la energía que le quedaba para rasgar un trozo largo y grueso. Usó la tela como un vendaje improvisado, maldiciendo en voz alta mientras lo apretaba alrededor de su vientre.

Solo necesitaba esperar y protegerse un poco más. Confiar en que él la encontraría.

Amartilló su arma y apuntó hacia la puerta de nuevo.

~DF~

Edward permaneció en un silencio ominoso mientras conducía imprudentemente el vehículo blindado por las caóticas calles del complejo.

Había un par de soldados jóvenes en el coche con él: un médico y un soldado obligados a estar de su lado, en realidad, como les había asignado su padre. La principal tarea que les había dado su comandante temporal era servir como escudos corporales de su hijo. Sin embargo, fue la segunda orden de Carlisle la que realmente los hizo mirar al joven Cullen con miedo y desconcierto.

No se metan en su camino. No lo ayuden y, sobre todo, no lo detengan. Si deben hacerlo, solo disparen para protegerlo de los traidores que intenten derribarlo.

Ambos soldados tomaron aire con fuerza cuando Edward pisó el acelerador y rápidamente atropelló a un grupo de ocho guardias de Wynona que intentaron disparar al coche. Los cuerpos golpearon contra el parabrisas y cayeron con varios chasquidos en el pavimento detrás de ellos cuando pasaron.

Edward Cullen ni siquiera parpadeó al ver sangre y vísceras en el cristal. Sus ojos muertos permanecieron enfocados en el camino frente a ellos.

Finalmente encontró el destino que estaba buscando, que había sido detectado ese mismo día. Era la señal por la que había estado cruzando los dedos, después de ver finalmente a la confundida y falsa traidora en la misma habitación que Bella en la transmisión. El almacén parecía estar abandonado y vacío desde afuera.

Edward estacionó el vehículo blindado al azar en el césped y salió del coche sin decir palabra. Si bien el hombre no estaba vestido con un chaleco, estaba muy armado. Tenía el revólver Colt personalizado en la parte trasera de sus pantalones, un largo cuchillo de comando en la parte delantera de su cinturón y, por supuesto, su Tommy Sub favorito atado a su pecho.

Los soldados tragaron saliva. Lo habían visto usarlo con facilidad antes, cuando se movían hacia el sur del complejo. Durante la sesión informativa confidencial del día anterior, les dieron la impresión de que el hombre no era un tirador violento y de sangre fría, a diferencia de su infame padre. Ese día se demostró que estaban equivocados. El hombre era un pistolero alarmantemente preciso y despiadado.

Edward permaneció en silencio mientras apuntaba con destreza el arma frente a él. Los soldados hicieron lo mismo mientras se adentraban en el almacén.

Sus ojos verdes salvia escrutaron la pila de cadáveres en el suelo, y más tarde el siniestro charco de sangre junto a la columna. Pero ni rastro de Bella. Su corazón empezó a acelerarse hasta que...

—Baja el arma o ella muere.

La expresión de Edward permaneció serena mientras se daba la vuelta para encarar al hombre que se había estado escondiendo detrás de una pared al otro lado del almacén. Su mandíbula se apretó y su pecho burbujeaba con una rabia casi incontrolable mientras miraba a Laurent, sosteniendo el cuerpo aparentemente sin vida de su Bella por la cintura con una pistola apuntando a su cabeza.

Por supuesto.

Parpadeó una vez lentamente, su subfusil todavía apuntando hacia el hombre mientras avanzaba unos pasos.

—Al menos, creo que todavía está viva, estaba desmayada cuando la encontré —dijo Laurent arrastrando las palabras, apoyando su oído contra el rostro de la chica—. Sí. Todavía respira.

—Déjala ir —dijo Edward tan calmadamente como pudo.

—Sé quién eres —dijo Laurent, sus labios se curvaron en una sonrisa—. ¿Te gustó el pequeño espectáculo que hicimos para ti? Espero que sí, tu chica puso mucho esfuerzo en ello.

Edward soltó un suspiro constante.

—Déjala ir.

—Entonces baja el arma.

Los ojos de Edward temblaron dolorosamente, antes de quitarse a regañadientes la correa de su arma y dejarla caer al suelo. Se volvió hacia los guardias.

—Bájenla.

—Wynona tenía razón, los hombres siempre obedecen por sus mujeres —se rió Laurent, mientras su mano que sostenía la pistola sobre la cabeza de Bella se relajaba un poco. Mientras se movía para apuntar hacia Edward, comenzó a decir—: Sabes, ella...

Bang.

—Yo... ¡mierda! —soltó Laurent y su pistola cayó al suelo abruptamente. Le tomó otro segundo procesar el dolor de su mano, ya que el disparo mortal había logrado volarle la palma, por lo que tuvo que soltar a Bella para acunar su herida.

El tirador sabía que sólo tenía milisegundos, y tan pronto como notó que la mano de Laurent se alejaba de la chica, rápidamente sacó el revólver de Bella de detrás de él para disparar. Supuso que esto era una ventaja de compartir ese... pasatiempo con su padre, ya que pasó más de una década practicando el oficio en el campo de tiro. Carlisle incluso le había enseñado este truco en particular.

Y Edward definitivamente no se echaría atrás ahora. Disparó dos balas más, esta vez en cada una de las rodillas del hombre.

¡Carajo!

—Llévenla al coche —les dijo con frialdad a sus compañeros—. Asegúrense de que viva.

Edward finalmente dejó que la rabia pura y la sed de sangre se apoderaran de su pecho y su autocontrol cesara mientras avanzaba con confianza, sacando ahora el cuchillo de comando de su cinturón. Sin dudarlo un segundo, le dio una patada a la pistola de Laurent, se encorvó sobre él y comenzó a bajarle los pantalones.

Los soldados inmediatamente hicieron una mueca y apartaron la mirada de la escena mientras sacaban del almacén a la figura de Dama Fortuna, que respiraba con suavidad pero de manera constante. Incluso cuando se acomodaron en el coche para concentrarse en reanimar y coser a la chica en el asiento trasero (ella solo gimió suavemente en el proceso), todavía podían escuchar los gritos agonizantes y espeluznantes que provenían de las puertas abiertas del almacén.

~DF~

Bella se despertó mucho más tarde con dedos familiares jugando suavemente con los mechones de cabello a los lados de su rostro lastimado y cortado. Cuando abrió los ojos, inmediatamente se llenaron de lágrimas al verlo, finalmente, mirándola mientras sostenía su cabeza en su regazo en un coche en movimiento.

—Lo… siento —fueron las primeras palabras que decidió sollozar.

Sus ojos verde salvia eran suaves, pero sus labios temblaban mientras se fruncían.

—¿Por qué?

—Por todo —suspiró ella, cerrando los ojos de nuevo. Debía estar bajo los efectos de una cantidad descabellada de drogas, porque apenas podía sentir el dolor en su vientre. También se sentía muy cerca de volver a quedarse dormida—. Por… mentir. Por hacerte… ver eso.

Edward se quedó en silencio durante unos segundos.

—¿Por qué lo hiciste, entonces?

—Porque era la única manera. Para que ganáramos su favor. Para ganar más hombres. Para que tú… vivieras.

Tragó saliva, su dedo trazando ahora su pómulo.

—Bella, dejaría que el mundo entero ardiera por ti. Incluso yo mismo.

—Yo también lo haría. Y lo he demostrado.

Dios… —suspiró, cerrando los ojos con fuerza por un segundo—. Lo siento mucho, nena.

Bella lo miró con tristeza.

—Espero... que todavía me veas... que no haya...

—Oh, por el amor de Dios, Bella —la interrumpió Edward inmediatamente, con un destello de furia en sus iris verdes—. Cierra la... Ni siquiera lo digas. Ese capítulo terminó, ¿me oyes? Los cacé a todos yo mismo y están todos muertos. Y me aseguré de que murieran de la forma más dolorosa y horrible posible.

Ella frunció el ceño, finalmente asimilando la deliciosa vista... el olor... de su camisa, su barbilla y sus manos todavía cubiertas de sangre. Sintió un extraño hormigueo en el pecho cuando lo registró por completo en su lento cerebro. Estaba ligeramente sin aliento cuando dijo: «¿Los... mataste a todos?»

El fuego permaneció en sus ojos cuando dijo de nuevo: «El mundo entero, Bella. Lo quemaré por ti».

Una sonrisa suave y satisfecha se formó en sus labios ante eso. Antes de que pudiera desmayarse por completo debido a las drogas, tuvo que preguntar: «¿A dónde vamos?».

—Al hospital.

Entonces una sensación de terror recorrió su columna vertebral.

—Pero... ¿dónde está Carlisle?

Él apretó la mandíbula.

—No lo sé. La batalla casi ha terminado, pero no hay señales de él ni de Wynona. No he sabido nada de él todavía. Pero todos lo están buscando.

Edward abrió mucho los ojos cuando Bella se incorporó de repente y lo agarró por los hombros.

Edward —dijo frenéticamente, con una mirada repentinamente aguda y angustiada—. Tienes que encontrarlo. No creo que esté planeando salir de aquí con vida.