Izumi

—En serio, discúlpeme, no era mi intención…

—No te preocupes, niña, —mostró una sonrisa—entiendo que te hayas preocupado por cómo encontraste la escena, aunque admito que tampoco me esperaba esas palabras.

«¡Aunque piense que a nadie le imparta, a mí me importa!»

Ugh… Qué vergüenza.

Me agaché y posé mi cara entre mis manos.

—Pero no te sientas apenada, fue un gesto muy lindo de tu parte, aun así. —escuché decir por su parte.

En eso llegó la jefa del personal, haciendo que alzara la cabeza.

Al vernos sentados en la orilla de la cama a mí y al señor, abrió los ojos como platos.

—¡¿Pero qué está pasando aquí?!

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Capítulo 2. Conservar el Trabajo.

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Izumi

Mi jefa se encontraba hablando con el señor de la habitación en la que recién había estado.

«Definitivamente me van a despedir.» Pensaba mientras los veía teniendo una conversación.

—Oye, no te preocupes—un chico se puso a mi lado—, Guren sólo te va a llamar la atención, te lo pasará por ser nueva.

Suspiré, levantando un mechón de cabello de mi frente. —Eso espero…

Dejé de mirarlo de reojo y me le volteé.

—Por cierto, ¿cómo te llamas? —pregunté.

—Me llamo Hayate. —me tendió la mano, acepté.

—Otori Izumi. —medio sonreí.

—Izumi, —llegó Guren junto con aquel hombre—el señor Uchiha me explicó la situación y no, no te preocupes, no perderás tu trabajo.

Sentí un gran alivio tras escuchar eso, volteé a ver a Hayate con una gran sonrisa.

—Ahora vete a atender los demás pisos. —volvió a su tono serio.

—Sí, señora. —respondí firmemente mientras hacía una pequeña reverencia.

—Igual tú, Hayate.

Hizo lo mismo que yo y ambos nos dirigimos hacia el ascensor de empleados.

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Al acabar la jornada, fui a cambiarme de ropa, guardé el uniforme para ir a la lavandería antes de llegar a casa.

—Nos vemos luego. —me despedí de mis compañeros.

—Izumi—era la jefa del personal—, quiero hablar contigo antes.

Tragué saliva, me puse nerviosa otra vez, no sabía porqué si ya me había dicho que no iba a perder el trabajo, o a lo mejor y se trataba de un regaño nada más… o quizás había cambiado de opinión…

Mientras me aproximaba a la oficina de Guren, me percaté de que Hayate me estaba haciendo un gesto de que todo iría bien, yo le sonreí como respuesta antes de entrar.

Cerré la puerta tras mía. —¿Sí, jefa?

—Deja de poner esa cara cada vez es que me ves, niña, ya te dije que no te despediré.

—Ah, bueno, jeje… ¿Entonces?

—El señor Uchiha me dijo que te diera las gracias por parte de él, ya que no pudo encontrarte esta tarde que decidió irse.

¿Las gracias?

—Que gracias a ti pudo pensar más claro las cosas.

Pero si todo había sido un malentendido de mi parte, creí que iba a… ¿o no era así?

Creo que estaba perdida.

—Aún así, Izumi, —captó mi atención—procura ser más prudente la próxima vez, tuviste suerte de que fuera el señor Uchiha que es un hombre tranquilo y no alguien exigente.

Asentí. —No se preocupe, no volverá a pasar.

—Puedes retirarte entonces, te veo mañana. —sonrió para mi sorpresa.

Hice una pequeña reverencia antes de irme.

Mientras caminaba de regreso a casa, venía pensando en todo lo que había pasado en mi primer día de trabajo.

«¿Cómo la estará pasando aquel hombre?» Me preguntaba.

Espero que bien, y si era verdad aquello que me dijo Guren, de que lo había ayudado a pensar mejor las cosas, ¿qué cosas en específico?

Sé que no es algo que me importa, pero quisiera saber de todas formas…

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General

La puerta de la oficina principal se abrió de golpe y un castaño cenizo se dejó caer en la silla, abriendo la computadora.

—Ah, ¿señor?... —su secretaria se asomó con gesto extrañado—Los últimos empleados se están yendo, ¿quiere que…—la interrumpió.

—No es necesario, esto lo haré sólo, por lo que procuraré dejar todo ordenado para la siguiente mañana, ¿sí?, puedes retirarte. —mostró una sonrisa, seguro de sí mismo.

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En otro lado, un coche último modelo se encontraba conduciendo por la autopista de noche, mientras que su conductor hablaba por teléfono, poniéndolo en altavoz.

—No me digas, ¿otro fin de semana loco? —hablaba con la mirada en el camino.

—Agh… Si supieras… Te hubiera gustado venir…

Hizo una mueca. —Mmm, no sé, ya no soy de esos trotes. —rio.

—No seas aburrido, tampoco te presiones tanto por lo que quiere tu papá que te conviertas.

—Mira quién dice.

—¿Qué quieres decir?

El pelinegro se estacionó en un miradero.

Baja del coche con el teléfono. —Sabes de lo que hablo.

—No me digas que tú también me darás sermones de cómo debo ser el ejemplo a seguir.

—No es sólo por eso, entiende, la empresa corre peligro. —su tono se hizo serio—Debes volver.

Pasaron unos segundos hasta que se volvió a escuchar la voz del otro lado de la llamada.

—… Lo pensaré.

—No hay de otra, si la empresa quiebra y pasa a manos de otro, escúchame bien, todos los de la familia nos quedaremos sin nada, y entre todos estás tú al ser el primer hijo del jefe.

—Aún así déjame pensarlo-

Fue interrumpido abruptamente.

—¡CON UN CARAJO, ITACHI, ESTO ES MUY SERIO! —gritó, apretando el celular por el coraje.

—¡Está bien!, está bien, no grites…

Un quejido tras el sonido de unas cuántas botellas de vidrio chocando entre sí se escuchó.

—Pero volveré en una semana, ni un día más, ni menos, ¿entendido?

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Continuará…