IN AETERNUM
(lat. para toda la eternidad)
.
.
.
Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.
Esto que uní alrededor de un ansia,
De un dolor, de un recuerdo,
Desertará buscando el agua, la hoja,
La espora original y aun lo inerte y la piedra. (…)
Fragmento de Presencia, Rosario Castellanos.
.
.
.
Corrección de estilos: Althariel Tasartir
.
.
.
Para A.T., ab imo pectore; tomó años, amor y desveladas construir esto que por derecho es tuyo…
.
.
.
Sobre In Aeternum:
Este relato, cuyo nombre es In Aeternum, estará dividido en tres partes siendo la primera Alpha Scorpii, básicamente porque el periodo de tiempo que ocurre aquí es largo y ha sido más orgánico dividirlo así. En este relato ocurren simultáneamente varios arcos de distintos personajes y sus historias dentro de la misma temporalidad.
La precuela de esta historia es Hybris, y si bien no es necesario leerla para entender el universo de In Aeternum, hay algunos datos y hechos que sucedieron en esa precuela y que acá tienen continuidad (por ejemplo del cómo encontraron a Kardia, El Cid, Dègel, etc.), así como algunos de los personajes que estaban ahí, en esta historia son mencionados y en pocos casos participan.
Los personajes originales aquí pertenecen a Althariel Tasartir y Hokuto Sexy, personajes canónicos propiedad de Shiori Teshirogi y Masami Kurumada. Fanfic publicado sin fines de lucro.
.
.
.
PARTE I
.
ALPHA SCORPII, KALB AL AKRAB
.
—El corazón del Escorpión—
.
.
.
PRÓLOGO
.
.
.
La nevada parecía ir amainando, el invierno estaba llegando a su fin en Bluegard. Al fin parecían tener estaciones normales, "normales", o al menos lo más aceptables posibles, tal como él las recordaba cuando era un niño.
Aunque la habitación real estaba caliente, pues el fuego crepitaba en el hogar, sentía frío, las manos le dolían, tenía que ser la edad.
Todo se había ido acomodando en su lugar, cada pieza, cada parte, incluso cada personaje dentro de la historia, a partir desde dónde él la conoció y un poco más atrás.
De entrada ni siquiera estaba seguro de poder sacar a la luz aquellos libros, que sí eran de historia, se trataba de una historia jamás contada, oculta, casi enterrada bajo los pilares, en los cimientos del mismo Santuario.
La historia de ellos, de todos ellos, vista desde otro punto del prisma y quizás de una forma poco convencional…
Había escrito por el placer de hacerlo, era una manera elegante de expiar sus culpas y de no olvidar, nunca olvidar… Unity Stanislav Alkaev, tenía una peculiar forma de encontrar placer mediante la tortura del espíritu.
Eso ya no era sorprendente, siempre había sido así.
En un principio había estado indeciso entre hacer llegar las cosas de Kardia y Dègel al Santuario o en quemarlas, se habían quedado abandonadas en Bluegard cuando ellos llegaron para combatir… tardó meses en revelar el contenido: no había tenido el valor de hacerlo, sentía miedo.
Finalmente lo hizo… encontró el viejo cuaderno de dibujos de Dègel, algunos bocetos, notas; de entre las cosas de Kardia había encontrado su bitácora con la peculiar caligrafía despatarrada del griego… así que partió con todos esos cadáveres artísticos hacia Grecia… y allá vivió un tiempo, un par de años. De ahí recolectó toda la información que ahora yacía en tres libros encuadernados exquisitamente en piel, con las letras doradas en el lomo… entre las cartas, las bitácoras, las historias perdidas de aquellos que les conocieron… y también las de quienes les sobrevivieron, fue que escribió.
Esos años en Atenas, en el Santuario que se empezó a reconstruir otra vez, piedra sobre piedra, sobre los mismos secretos guardados, sobre las mismas pasiones inconfesables, fueron los que le acabaron por volver un poco más loco y por curarlo también… uno de esos hijos del Sol… ese fue el que le dio la fuerza y el coraje para seguir adelante… se llamaba Zakros Oraios, Zakros "el bello"… el que fuera el maestro de Helios Nikopolidis, o Kardia… justo él.
Todos esos hijos de Sol eran una maldición.
El anterior Arconte de Escorpión se encargó de hacerle ver la realidad: que la vida como él la concebía, no era sino un sueño, una fantasía idealista, la realidad era otra. Le llamaba "cara cortada" por la cicatriz que surcaba su rostro, producto de la pelea entre Dègel y él… el recuerdo imborrable en su rostro de que había sido un traidor.
Cada mañana se miraba al espejo y recordaba.
¡Esa pasión de los griegos!
Nunca olvidó cuando le dijo enrabietado "mi discípulo no murió para salvar a un cobarde, me niego a aceptar que su sacrificio fue en vano". Esos años fueron los más duros… vivir y perdonar, vivir y aceptarse…
Y la única manera que tuvo de pagarle… fue plantándosele desnudo una noche en la habitación, cuando Sagramore no estaba… se sentía tan ridículo, sembrado ahí, temblando… y supo a ciencia cierta por qué esos jodidos griegos son como un vicio que a toda costa hay que evitar, a riesgo de que se apoderen del thymos, y luego ya no quede nada.
Pero si era honesto, como sólo lo fue con Shion, el actual Strategos, no se trataba de Dègel; bueno, en un punto de la historia sí, ni de los griegos per se, no.
Se trató también de a quién él amó, de una manera retorcida, y que aún con los años, su recuerdo perduraba exacto, preciso, como cuando era joven… la marca en su muñeca, la que le hizo él para señalarlo como suyo, se borró cuando murió, pero su impronta esa nunca se fue, perduró hasta el fin de sus días.
Luego la conoció a ella… y se la llevó a Bluegard, tenía que reconstruir el bastión del Norte, por si algún día algo pasaba… aunque Shion le había dicho que aquello no sucedería de nuevo sino hasta más de doscientos años después, de cualquier forma partió hacia allá, más sano en todos los sentidos, hasta reía.
Cuando Zakros la vio comprendió porque la había elegido y lo llamó "retorcido"; tenía el cabello largo y lacio del mismo color que el de Dègel, pajizo, pero la piel dorada, mediterránea, y los ojos azules de Kardia…era lo mejor de los dos, con un carácter alegre, bondadoso: Stesha Kafkis. La conoció una noche de copas en Atenas.
Nunca se quejaba, ni tampoco maldecía el frío inclemente, aun cuando ella había crecido en un lugar donde el carro de Apolo siembre brillaba, era voluntariosa con las personas más necesitadas, en eso se parecía a Seraphine, su hermana.
Ya entrado en años lo vio nuevamente, a Zakros Oraios, cuando se llevaron a cabo las exequias de Sagramore de Montpalau y Ferrer en el campo Sagrado de Atenas… Sagramore se había embarcado en compañía de Caronte antes que su compañero de toda la vida.
Jamás había visto a Zakros llorar, nunca… nadie lo había visto llorar, ni Sage, ni sus compañeros, tal vez sólo el mismo Sagramore, y es que aquel griego estaba hecho de una madera especial, inquebrantable. Durante el rito funerario había llorado, en silencio, la elegancia de sus lágrimas que resbalaban por su rostro serio eran la mácula del dolor mismo. Eran para romperle el corazón a cualquiera, porque en ese momento se mostraba vulnerable, humano…
Unity se acercó, no sabía qué decir o hacer, y se sintió ridículo otra vez, como en esa ocasión en su habitación, cuando se le plantó desnudo muchos años atrás.
—Los seres de oscuridad, como yo, lloramos una vez cada cien años… —había razonado el corintio.
—Eres insufrible… sigues siéndolo.
Alexios salió corriendo de algún lugar y antes de que echara a correr por entre la tierra recién removida, Zakros lo pescó al hilo. Lo levantó en los brazos mientras lo contemplaba a la ligera luz del alba.
—Papá, el señor me ha atrapado… —gimoteó el pequeño, suspendido en el aire.
—Tu hijo… ¿Ya le has dicho a ella?
—No, no le he dicho.
—Te arrancará las bolas cuando le digas que parió al futuro Arconte de Acuario… —ironizó—, los dioses siempre encuentran la manera de jodernos, ¿eh?, a ti te castigan dándole el primogénito al Santuario y a mí… enterrando a todos…
—Podrías venir a Bluegard con nosotros, siempre necesito un mal consejo —comentó tratando de animarlo.
—Gracias… pero aún tengo cosas que hacer aquí, empiezo a sentirme viejo, me pesan los malditos años y el culo… de cualquier manera, no será mucho lo que tenga que esperar por mí… ¿Verdad, Sagramore? —preguntó al aire—, al fin la constelación de Escorpión está cambiando… Antares brillará en otro tiempo.
Y en todos sus años nunca conoció a un hombre como ese, en su juventud y madurez fue el más bello que hubiese visto, y el más duro, nunca se quebraba a pesar de todo. Unos cuantos años después la luz de Antares cambió, el último sucesor había desaparecido de ese mundo para dar vida al nuevo heredero.
Él se preguntaría mucho tiempo después, como justo ahora, si todo aquello que había podido escribir y reunir tendría realmente el valor que debía… si todo eso, si toda aquella historia, de ellos, que eran los guerreros ancestrales, desde el mito, tendría un verdadero valor como reseña de la trascendencia más noble humana: la de la pasión, la de la justicia, la del amor, la del perdón.
A veces pensaba que no, que no todos podrían entender por qué había escrito todos esos secretos ocultos para mostrarlos así desnudos, sin carne, sólo el hueso… pero también pensaba que si no escribía, todo se perdería para siempre y nada se habría ganado de entre lo mucho que se perdió…
De momento guardaría aquellos libros prohibidos en Bluegard, junto con algunos otros de historia aún más antigua, después, le haría llegar todo eso a Shion, seguramente el sabría qué hacer con eso.
