Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y toda su banda.
26. ... Cuando te Interrumpen Una y Otra Vez.
—¿Qué hay de ti, Giulietta? ¿Cómo estuvo tu semana?
El nombrado miró a sus amigos con una expresión de suspicacia. Rara vez uno de ellos mostraba tanto interés en algún problema o asunto suyo, pero al notar la expresión tranquila de Vermeer y Chagall, pensó que tal vez, por primera vez en su vida, ellos estaban siendo amables.
—Bien… —dijo, aunque al notar que ambos lo continuaban mirando, no pudo evitar agregar— Fue algo pesado.
—¿De verdad? Cuéntanos.
Con una expresión de desconfianza dirigida hacia Chagall, Giulietta se aclaró la garganta y comenzó a hablar, mientras ponía las manos sobre la mesa del bar.
—Pues el lunes y el martes estuve ocupado revisando el vestuario de los nuevos, Myu me mostró nuevos diseños para los disfraces y estuvimos tratando de que todos se sintieran cómodos…
—Creo que voy a ordenar algo de vodka, hoy tengo ganas de embriagarme.
Interrumpiendo, Vermeer levantó la mano para llamar al camarero, mientras miraba a Giulietta y le decía que continuara con su historia.
—... pues los disfraces tenían una mezcla de colores extraña, pero me parece que se ven bien, serán visibles a distancia, que es lo que queremos…
—¿Algo más que necesiten, caballeros? —el mesero se acercó justo cuando Giulietta estaba agarrando confianza para contar sus anécdotas semanales, por lo que el rubio no pudo evitar fruncir el ceño cuando eso ocurrió, y sus amigos comenzaron a ordenar, dejándolo a él al final.
Apenas el mesero se fue, Giulietta se aclaró la garganta y continuó.
—...Después pasamos los siguientes dos días arreglando los disfraces que quedaron mal. Debo admitir que Myu tiene talento para los diseños, sin él nos habríamos retrasado mucho en el trabajo, aunque es un poco flojo, tengo que pre…
Ahora, lo que interrumpió al hombre de sus historias fue el sonido del teléfono de Chagall, quien bufó molesto al escucharlo y ver quien lo molestaba durante su tiempo de relajación.
—¡Ya contéstale! ¿Quién es? —dijo Vermeer al observar como su amigo pasaba a ignorar la llamada.
—Es Nyan, dijo que iba a venir, pero no quiero verla hoy, le debo cinco euros y va a cobrarme —explicó Chagall antes de mirar a Giulietta—. Continúa.
—... pues… Nos encargamos de arreglar los disfraces, y tuvimos algunos problemas porque una de las bailarinas…
—¡Ajá! ¡Los encontré! ¡Sabía que no ibas a responder, desgraciado!
Giulietta suspiró por lo bajo cuando Chagall y Nyan comenzaron a discutir sobre quién le debía más dinero al otro, sabiendo que nunca terminaría de contar sus pequeñas anécdotas. Por suerte ya estaba acostumbrado.
