Shiho intentaba correr para alejarse de él, pero sentía que apenas se movía del lugar por más que intentase mover las piernas, su alrededor se veía algo borroso y su risa burlona se escuchaba con demasiada claridad en sus oídos. Sintió que se tambaleaba y que caía al suelo, y apenas podía hacer nada antes de volver a sentir su peso sobre ella. Las lágrimas picaron en us ojos a la vez que trataba de apartar sus manos frías, pero él le helaba los movimientos y bloqueaba cada sentido sin apenas esfuerzo.

"Ya te tengo, cariño. Deja de intentar huir, solo malgastaras las fuerzas." Sonrió.

"¡Aléjate de mí!" Intentó intimidarle sin éxito.

"Ya sabes que no puedes jugar con nosotros, Sherry." Contestó Gin sin apagar la sonrisa a la vez que la agarraba del cuello para apretar su tráquea.

Shiho se despertó sobresaltada y se reincorporó rápidamente antes de levantar las manos para tocar su cuello mientras intentaba recuperar el aire. La risa de Gin era demasiado para mantenerse entera en ese momento y apretó las rodillas a su pecho mientras trataba de olvidar esa pesadilla sin sollozar. Se giró para mirar a Shinichi cuando su respiración se calmó un poco y suspiró aliviada de no haberle despertado, tenía el pelo despeinado sobre la cara y ella sonrió apartándoselo con cuidado antes de salir de la cama con lentitud para no despertarle. El reloj de la cocina marcaba las cuatro de la mañana y ella suspiró cansada a la vez que abría la nevera para sacar el agua. El pulso todavía le temblaba un poco cuando se sirvió el vaso de agua y su corazón no se había calmado. Subió escaleras arriba y entró en el baño para mojarse la cara antes de decidir volver a la cama. No estaba segura de poder volver a conciliar el sueño, pero prefería dar vueltas entre las sábanas que ponerse a dar vueltas por la casa en plena madrugada de febrero.

Se metió bajo el edredón y se acercó a él para abrazar su espalda mientras trataba de combatir el frío y el malestar que le había dejado esa maldita pesadilla.

"¿Qué haces despierta?" Preguntó Shinichi con la voz somnolienta a la vez que apoyaba sus manos sobre las suyas. "Estás helada."

Ella no contestó, simplemente se quedó abrazándolo con los ojos cerrados, y él se giró para poder tenerla frente a frente, pasando una mano tras su espalda para acercarla a él. No necesitaba que le contestara para entender que era lo que la tenía tan inquieta y despierta, su piel se sentía fría y todavía temblaba, aunque ella intentase no hacerlo.

Pasó los minutos acariciando su espalda hasta que se quedó dormida sobre su pecho pasado el rato, y él, se quedó mirando el techo mientras acariciaba su pelo y el amanecer iba pintando de naranja pálido todas las paredes de la habitación. No se había dado cuenta en que preciso momento había normalizado esa rutina, ni la rapidez en que se había acomodado en ella, pero en esos momentos, aunque sintiera el sueño bajo sus párpados, se sentía bien. Salió de la cama sobre las cinco y media, pasó por el baño para darse una ducha rápida y bajó a la planta baja para recoger el periódico del buzón antes de dirigirse a la cocina para preparar la primera cafetera del día. Normalmente, era ella la que se despertaba un poco más temprano y preparaba las tazas para ambos mientras él trataba de despegarse de las sábanas, pero esa madrugada, se había desvelado con mucha rapidez. Se sentó en uno de los taburetes y encendió el televisor para escuchar las primeras noticias del día mientras ordenaba el trabajo y papeleo que había traído. No estaba acostumbrado a ser tan madrugador, todavía no se había desprendido de la pesadez y somnolencia con la que se solía despertar, pero no tardó en abrir los ojos y saborear de su café cuando empezó a refrescar los últimos casos abiertos que Megure le había enviado. Perdió la noción del tiempo hasta que Shiho apareció cruzando el marco de la puerta a la vez que acababa de abrochar los botones de su camisa y alisaba su falda.

"Buenos días" La saludó Shinichi dejando sus documentos a un lado antes de levantarse para servirle una taza de café. "Toma, lo he preparado hace poco." Sonrió ofreciéndole la taza.

Ella asintió con el sueño todavía escrito en la cara antes de sentarse en el taburete de su lado, observando sus documentos manchados con un par de marcas de café del culo de su taza mientras daba un primer sorbo con calma y escuchaba el televisor de fondo.

"Llevas la corbata mal puesta." Sonrió ella a la vez que inclinaba la cabeza ligeramente para observar con una ceja alzada el nudo extraño que adornaba el cuello de su camisa.

"¿Enserio?" Preguntó sonrojándose a la vez que agachaba la cabeza intentando observar inútilmente el nudo que él mismo se había hecho.

Ella rodó los ojos antes de dejar su taza a un lado para acercar las manos a su cuello y arreglar el estropicio que se había hecho, podía ver las prisas en ese nudo tan mal elaborado.

"Por estas cosas, prefiero las pajaritas." Contestó observando su ceño fruncido por la concentración.

Podía oler su champú desde esa distancia y acabó girando la cabeza para concentrarse en el televisor y así cortar un poco esa intimidad que se había creado.

"Esta mañana, la prefectura de Fukui se levanta con la mirada triste después de sufrir un gran incendio en su conocida isla de las sirenas."

La voz de la reportera hizo que ambos levantasen la mirada para mirar hacia el televisor con algo de curiosidad.

"Por el momento, los bomberos siguen intentando controlar las llamas y todavía se desconocen la causa y magnitud de los daños y el número de fallecidos que puede haber causado este fatídico incendio. Por suerte, la mayoría de los isleños habían empezado a emigrar desde que el turismo se empezó a verse seriamente afectado por los asesinatos que sucedieron años atrás de la leyenda de la sirena."

"Es una pena, la isla estaba llena de tradición y naturaleza." Comentó Shinichi reviviendo en su cabeza el caso de la leyenda de las sirenas.

Había sido él y Heiji los que habían resuelto el caso y a la vez habían puesto fin a las mentiras de la eterna juventud que prometían sus leyendas. Se sentía algo triste de ver como una isla tan bella y con una historia tan longeva acababa teniendo un final tan triste por culpa de la despoblación o la carbonización por las llamas. Hubo un momento, después de apreciar todos los productos locales, en los que pensó fielmente que esa isla superaría las adversidades y saldrían a flote. Pero había veces en las que incluso él se acababa equivocando.

"Puede que sea la maldición por prometer tanta vida y belleza eterna." Comentó ella apartando la mirada de la pantalla antes de volver a beber de su café.

"¿Conoces la leyenda?" Preguntó Shinichi curioso.

"Algo he leído." Contestó ella sin más antes de dejar la taza vacía en el fregadero y comprobar su aspecto en el reflejo de la ventana antes de coger sus cosas.

"Hoy te has arreglado algo más de lo que sueles hacer de costumbre." Comentó él observándola caminar por el salón.

Ella siempre cuidaba de su aspecto, pero no solía arreglarse más de la cuenta para ir al laboratorio, normalmente no utilizaba maquillaje, se ponía uno tacones más cómodos y su perfume era mucho más suave.

"Tengo una reunión a media mañana." Explicó acomodándose bien el collar de su hermana, que ahora no abandonaba nunca su cuello. "Tu padre me ha citado para comer con alguien importante, por lo visto, es un buen inversor que quiere que le explique de primera mano los avances del proyecto." Explicó mientras se ponía unos pendientes sencillos.

"¿Estamos hablando de un señor de negocios o de un joven y atractivo emprendedor?" Preguntó poco aliviado de la compañía que pudiese tener. No le molestaba que otros hombres la considerasen atractiva, era evidente que era una mujer llamativa, lo que no le gustaba era ver como los inversores y socios de la familia la miraban lascivamente aguantándose las ganas de babear o acercar sus manos a ella.

Ella rió brevemente antes poner un mechón tras su oreja y coger su cartera girando la cabeza para mirarle. "¿Qué más da como sea, Kudo? Es un hombre que ha puesto muchísimo dinero de su cartera confiando ciegamente en esto. Tu padre solo quiere mantenerlo contento para que siga pagando."

Él rodó los ojos poco satisfecho por su respuesta, pero se quedó callado al no sentirse en posición de protestar por nada. Su maquillaje era bastante sutil y escondía las ojeras de sus cortas noches, y la falda de color burdeos, marcaba su bonita figura. No iba a preguntarle por su develo de esa noche y ella no iba a abrir la boca para sacarle el tema.

"Supongo que esa mirada molesta significa que me veo bien." Sonrió ella a la vez que quitaba incomodidad al asunto.

"Te ves mejor que bien." Contestó apartando sus celos para sonreírle. Esperaba que ese hombre no sonriese de más al verla.

"Entonces, ¿Nos vemos a la noche?" Preguntó ella agarrando sus llaves.

"Puedo recogerte del trabajo si quieres." Propuso siguiéndola con la mirada.

"No te preocupes, hoy cogeré mi coche." Explicó acercándose a él por última vez para darle un beso en la mejilla antes de marcharse "No llegues tarde, hoy prepararé curry para cenar." Comentó antes de cerrar la puerta detrás de ella.

El eco de sus tacones se hizo más flojo hasta que dejó de escucharse y Shinichi se acabó la taza antes de recoger sus cosas y cerrar la casa para dirigirse al trabajo.

El caso de Fukui fue portada en todos los medios nacionales durante los siguientes cinco días. Todavía trataban de identificar a algunas víctimas y localizar a personas desaparecidas, pero no era menos triste el ver como los que habían sobrevivido lo habían perdido todo. Los isleños estaban de luto y no parecían querer ni hablar con la policía.

Shinichi leyó todos los artículos, todavía sin encontrar la razón por la que se originó ese fatal incendio. Era otro misterio que añadir a su lista y le inquietaba. El país se sentía apagado esos días y las preguntas sin respuesta que aparecían con cada noticia que leía o escuchaba, solo lograban molestarle más. Causaba demasiado misterio como para que su mente aceptase la palabra accidente.

"Creo que deberías haber girado hacia la izquierda." Comentó Shiho frunciendo el ceño al no reconocer bien la calle y él resopló y apretó los dedos al volante al darse cuenta de que se había equivocado de calle.

Puso el intermitente intentando girar a la izquierda en el siguiente cruce e intentó no volver a distraerse por los siguientes minutos. El trayecto de quince minutos acabó convirtiéndose en uno de casi media hora, pero finalmente, Shinichi tuvo algo de suerte al encontrar un buen aparcamiento justo en la entrada del hospital.

"¿Sabes el número de la habitación?" Preguntó ella mientras pulsaba el botón del ascensor y cruzaba los brazos esperando a que se abriese la puerta.

"Habitación doscientos trece." Recordó en voz alta antes de entrar y pulsar el botón del segundo piso.

Shinichi agarró su mano antes de salir del ascensor y cruzaron el pasillo hasta dar con el número de la habitación.

"¿se puede?" Preguntó tocando con los nudillos a la puerta antes de entrar.

"Vaya, pero si es el tío Shinichi." Saludó Heiji con una sonrisa mientras acunaba el pequeño bulto que tenía entre sus brazos.

"Enhorabuena, familia." Sonrió Shinichi a la vez que se acercaba a su amigo para poder contemplar al recién nacido de sus brazos.

"¿Cómo estás, Kazuha?" Preguntó Shiho acercándose a la cama de hospital para entregarle un ramo de flores con un pequeño peluche en el centro.

"Cansada, pero feliz." Sonrió como siempre aceptando con su simpatía las coloridas flores que acababa de recibir. "No debíais traer nada, pero son preciosas." Comentó inclinándose para olerlas antes de girarse a contemplar a Heiji. "Todavía no me creo que ahora vayamos a ser tres en casa."

"Me alegra que todo hay ido así de bien." Contestó ella sonriendo a la chica de Osaka de la manera más amable que pudo antes de girarse para observar a la pareja de amigos.

"¿Quieres cogerlo?" Le preguntó Heiji a su amigo, poniéndolo sobre sus brazos antes de que pudiese siquiera contestar.

"Es tan pequeño..." Comentó Shinichi con miedo de que pudiese romperse entre sus brazos, era una criatura que solo derrochaba fragilidad y vida.

"Se parece bastante a Heiji, ¿no creéis?" Intervino la pelirroja acercándose a su lado.

"Son los dos igual de morenos, por el momento todo apunta a que parece ser que he traído al mundo un pequeño clon de Heiji." Sonrió Kazuha sintiendo su corazón lleno.

Shinichi cargó a Kenzo hasta que el recién nacido pasó de los pucheros a un lloro inconsolable y el detective se acercó a Kazuha para devolverle al niño con cuidado, haciendo que dejase de llorar nada más sentir el olor de su madre.

"Teníamos ganas de conocer a Kenzo, pero no queremos quedarnos a molestar, debes estar muy cansada." Comentó observando la cantidad de flores y regalos que empezaban a acumularse en un lado de la habitación.

"Os agradezco que hayáis venido a Osaka tan rápido, ¿Qué tal si hacemos un café mientras este par descansan?" Preguntó Heiji acariciando con cariño el pelo de su mujer.

Shinichi asintió y los tres bajaron a la cafetería después de despedirse de Kazuha, que empezaba a luchar por no quedarse dormida. Se pidieron unos cafés y se sentaron en una mesa al lado de la ventana mientras Heiji les hablaba de las anécdotas que habían dejado ese día tan especial.

"Pensaba que estaba bromeando, porque ya lo había hecho anteriormente. No supe como reaccionar cuando vi que realmente había roto aguas." Explicó todavía sintiendo la adrenalina en su cuerpo.

Shinichi sonrió mientras lo escuchaba, su mirada brillaba y no recordaba haberlo visto tan feliz nunca, desprendía algo que nunca antes había desprendido.

"¿Vas a tomarte unos días en el trabajo?" Preguntó Shinichi entre sorbo y sorbo.

Heiji asintió lentamente, apagando algo de su brillo con esa pregunta. "Voy a dejar los casos por un par de meses, al menos por el momento. Lo estuve meditando mucho durante el embarazo, y aunque sea muy importante asegurarme de llevar una buena economía a mi hogar, también quiero aportar como padre y poder ver como mi hijo crecer."

"Vaya, has madurado." Rió brevemente Shinichi.

"Ahora soy padre, Kudo." Sonrió poniéndose algo pensativo. "Esperaba poder ayudar en el caso de la isla de las sirenas antes de apartarme temporalmente, pero Kenzo es una prioridad para mí en este momento."

"¿Estabas trabajando en el caso del incendio de la isla de las sirenas?" Preguntó dejando la taza sobre el plato con una mirada curiosa.

"Me llamaron para ir hace un par de días, ya sabes, me recordaban de cuando tú y yo resolvimos los asesinatos que hubieron años atrás." Explicó apartando la mirada del exterior de la ventana para mirar a su amigo. "¿A ti no te han llamado?"

Shinichi asintió provocando llamar la atención de su compañera. "También me han propuesto ir."

Heiji sonrió y abrió la boca para preguntar, pero esta vez la pelirroja se adelantó.

"¿Y cuando te marchas?" Preguntó removiendo el contenido de su café con la cuchara.

Shinchi sintió que se ponía algo nervioso al sentirse descubierto, no era algo que pretendiese ocultar, pero con el viaje repentino a Osaka no había encontrado el momento oportuno para comentárselo a la pelirroja. "Me voy mañana."

El barco que lo transportaba hasta la isla de las sirenas se balanceaba constantemente por la mala mar del momento, y el cielo, se veía nublado y espeso por la niebla del amanecer. El trayecto no era muy largo, pero las corrientes agresivas hacían que avanzasen a un ritmo más lento.

Shinichi volvió al interior del barco a la vez que sacaba el teléfono de su bolsillo, dudando en si debía llamarla o no. Se mordió la mejilla mientras tomaba asiento y comprobó que no tenía a nadie cerca antes de decidir finalmente hacer la llamada. Los sonidos de espera le hicieron creer por un momento que no contestaría, pero justo antes de que decidiese despegar el teléfono de su oído, escuchó su respiración al otro lado de la línea.

"¿Qué quieres?" La escuchó preguntar con un tono muy serio.

"¿Has llegado bien a Tokio?" Preguntó peinando su pelo algo nervioso.

"Tengo que entrar a trabajar, Kudo." Contestó con el mismo tono. "¿Para qué me has llamado?"

"Solo quería saber si ya estabas en Tokio, ya sabes...quería disculparme por la discusión de anoche." Comentó escuchando que parecía haber algo de ruido de fondo, se filtraban los sonidos de los vehículos de la carretera y el silbido del aire irrumpir entre su conversación, pero lo que más le molestó, fue la voz que percibió a continuación.

"Shiho, querías el café sin azúcar, ¿verdad?"

Shinichi reconoció a Rei y no pudo evitar resoplar.

"¿Con quien estás?" Preguntó queriendo que ella afirmase su suposición.

"¿Me has llamado para tenerme vigilada?" Preguntó ella añadiendo algo de molestia a la seriedad de su voz. "Deberías tratar de comunicarte un poco más antes de exigir que yo lo haga."

Shinichi sabía que seguía molesta y se mordió la lengua intentando obviar el detalle de que no se encontraba sola. "Ya me he disculpado, olvidé decírtelo, eso es todo. ¿Cuantas veces más tendré que disculparme?" Contestó suspirando.

"Kudo, déjalo estar ¿vale? Estoy entrando al laboratorio y tengo trabajo que hacer antes de ir a ver a tu padre." Contestó ella sin querer hablar de ello. "¿Podemos hablar más tarde?"

"Claro, te llamaré por la noche." Contestó él antes de que se cortase la llamada, pellizcando el puente de su nariz antes de volver a guardar el teléfono en su bolsillo.

No parecía que la llamada hubiese sido una buena idea, ahora solo se sentía más molesto, aunque supiese que él tenía prácticamente toda la culpa. Había irrumpido en su laboratorio para pedirle que le acompañara un par de días a Osaka, obligándola en cierta manera a abandonar su trabajo para acompañarle a darle la bienvenida a Kenzo, y aunque eso no estuviese mal del todo porque ambos querían conocerlo, sí que fue su error dejarla tirada en Osaka a las pocas horas de llegar para cambiar de planes antes de coger un avión a Fukui.

"¿Se siente mareado, joven?" Preguntó un anciano sacándolo de sus pensamientos a la vez que se sentaba en unos asientos cercanos. "El temporal parece estar enfadado después del incendio." Comentó completamente acostumbrado a esas mareas.

"Estoy bien, el problema no es ese..." Contestó dudando en si debía o no compartir su vida privada con un completo desconocido. Apartó la mirada tras decidir que era inútil, pero siguió sintiendo su mirada sobre él.

"Entonces... ¿Es por una mujer?" Lo escuchó preguntar con una pequeña sonrisa, haciendo que Shinichi no pudiese esconder la sorpresa momentánea.

Pero Shinichi no respondió, agachó ligeramente la mirada a la vez que peinaba su pelo con los dedos. No se sentía muy cómodo compartiendo detalles íntimos con la gente. Y menos cuando se trataban de esos temas.

"Yo me casé con mi mujer apenas cumplidos los dieciocho años...estuvimos cincuenta y dos años casados, pero finalmente ella murió el año pasado por una enfermedad pulmonar." Explicó el anciano acariciando sutilmente el anillo de casado que llevaba el detective en la mano izquierda. "No entenderé mucho de las tecnologías con las que vivís los jóvenes ahora, pero sí que sé que el sentimiento del amor es siempre el mismo...el consejo de un anciano no hace mucho, pero cuando llegues a mi edad, te darás cuenta de que, a veces, es suficiente con sentir que hay una persona que cree en ti y que calienta el otro lado de la cama todas las noches."

Shinichi no comprendía a que venían sus palabras y acabó asintiendo aunque no acabase de entenderle. Sí, entendía que debía concentrarse en las pequeñas cosas que nos crean bienestar, pero ese anciano no conocía la relación que tenía con Shiho, no podía pretender animarle con una historia nostálgica de un amor perfecto que pretendiese derretir su corazón. No era el mejor consejo para una pareja que no se había casado con intenciones de envejecer juntos. A los pocos minutos, decidió volver a salir al exterior, la niebla se había expandido un poco y desde la distancia en la que se encontraban podía ver la silueta oscura y quemada de la isla, parecía irreconocible en comparación a la última vez que la visitó.

Embarcaron durante la siguiente hora y se quedó parado en el puerto al percatarse de que el olor a quemado se mezclaba con el del salitre.

"¿Shinichi Kudo?" Preguntó uno de los policías a la vez que se acercaba a él. "Soy el inspector Yoshikage. Mi superior fue quien le llamó para proponerle que colaborase con mi equipo." Se presentó estrechando su mano.

Él devolvió el saludo apretando la mano con firmeza a la vez que observaba su aspecto. Era un hombre de unos cuarenta y tantos, con la barba perfilada y el pelo muy corto. Tenía los ojos marrones y la piel bastante clara, pero debajo de ese uniforme, también parecía ser un hombre algo musculoso.

"Pensaba que la prensa comunicó que se había catalogado como un accidente fortuito." Comentó Shinichi a la vez que lo seguía por el puerto.

"Al principio fue lo que pensamos, pero mi equipo ha dado con algunas cosas bastante curiosas que no nos acaban de dejar la conciencia tranquila."

"¿A qué se refiere?" Preguntó curioso.

"Bueno...estudiando a los habitantes de la isla, nos dimos cuenta de que ciertas habladurías eran erales, y nos dimos cuenta de que la tasa de longevidad era algo elevada en comparación de otras prefecturas de Tokio, nos informamos sobre costumbres y tradiciones y descubrimos de que estaban relacionados con la medicina natural mucho antes de que el turismo relacionase su "inmoralidad" con las sirenas." Explicó sacando un cigarro para encenderlo sobre sus labios a la vez que sacaba las llaves del coche. "Los isleños no quieren hablar con la policía, pero también corre el rumor de que se seguían haciendo medicinas ilegales con la excusa de que esos tratamientos formaban parte de una tradición que no debía morir."

Shinichi se sorprendió de esos nuevos datos que escuchaba. La última vez, había escuchado mucho sobre las flechas de manatí y la carne de sirena, al igual que recordaba la cantidad de plantas que adornaban la mayoría de las casas, pero en ese momento no llegó a descubrir que hubiese algo así detrás de toda esa leyenda de las sirenas.

"¿A qué tipo de medicinas se refiere?" Preguntó sentándose en el asiento copiloto antes de que el inspector arrancase el coche para alejarse del puerto.

"No lo sabemos, desgraciadamente por el momento, tenemos más rumores que pruebas."

"¿Y que tiene que ver eso con el incendio? ¿Crees que han sido capaces de quemar la isla solo para poder borrar pruebas?" Preguntó escuchando lo ilógico que sonaba eso después de saber que habían muerto decenas de personas.

"La isla posee plantas medicinales muy poco comunes, plantes que son extremadamente difíciles de encontrar en otros lugares del mundo. Mi equipo está haciendo estudios sobre las pocas que tenemos constancia, y aunque yo no pertenezco al equipo de narcotráficos, creo que es posible que un pequeño grupo de la isla estuviese metido en algún tema turbio y muy poco legal relacionado con eso. Por el momento, estamos barajando un puñado de teorías...no pretendo cederles el caso a los de narcóticos si descubro que el incendio ha sido provocado...esas llamas han asesinado a muchos inocentes."

Shinichi asintió absorbiendo cada palabra que escuchaba. Parecía que el caso era algo personal para ese agente, puede que hubiese perdido algún amigo o conocido, pero Shinichi no iba a preguntar. Sí, todo eso parecía algo turbio, y ver la mayoría de su alrededor calcinado, le hacía recordar la manera tan fulminante que tenía la organización para acabar con todo. Las llamas que quemaban las casas y vidas de todas sus víctimas, sin dejar nada ni nadie que los relacionase.

"Me dijeron que fuiste uno de los que resolvieron el misterio de la leyenda de las sirenas años atrás. Me han estado hablando bastante sobre ti." Comentó el inspector sin dejar de mirar a la carretera.

"Sí, bueno, vine acompañado del detective Heiji Hattori." Contestó recordando el revuelo que se creó con las flechas de manatí y el asesinato de la sacerdotisa.

Yoshikage condujo hacia una de las zonas menos afectadas, donde los bomberos y voluntarios trataban de recuperar lo posible de los escombros a la vez que se organizaban para crear refugios dignos para los afectados que se negaban abandonar la isla. Estaba acostumbrado a ver escenas desastrosas y crímenes, pero eso no quitaba que siguiese siendo una vista triste y dura de ver. El olor a ceniza solo le recordaba a destrucción.

Siempre se había considerado una persona segura y echada para adelante, pero intervenir en un equipo con gente que no conocía, siempre lo hacía actuar con algo de timidez. Se presentó a sus compañeros y se mantuvo ciertamente al margen mientras trataba de ponerse al día con la investigación, un poco solitario, como también acostumbraba a hacer normalmente. Pidió prestada una pizarra blanca y empezó a acomodar toda la información en ella para visualizarla más claramente.

"La hija de la sacerdotisa todavía sigue en la cárcel." Comentó Sora mientras se ponía frente su pizarra para observar su trabajo. Era la agente más joven y Yoshikage le había comentado que poseía un gran potencial pese haberse unido al grupo hacía tan solo unos pocos meses.

"Esa mujer fue capaz de fingir una identidad por años solo por seguir manteniendo viva la leyenda en esta isla y vengar la muerte de su madre." Pensó en voz alta intentando analizar mentalmente a aquella joven que había conocido en el pasado y que a simple vista le había parecido tan agradable.

"La fui a visitar a la cárcel al día siguiente del incendio." Comentó Sora. "No me quiso contar mucho al igual que los demás hogareños, pero sinceramente no creo que tenga nada que ver con esto, no la veo el tipo de persona que destruiría todo su hogar y el lugar donde ha nacido por el mero hecho de tratar de esconder algo. Tú lo has dicho, se pasó mucho tiempo ocupando el lugar de su madre para mantener vivo este lugar."

"Lo sé, como mínimo no sería lógico, pero necesito descartar todas las vías posibles para que al final solo me quede la verdad. La única verdad..." Contestó Shinichi algo pensativo.

A él tampoco le cuadraban las cosas, pero no podía dejar ningún hilo sin estirar, él era así. Y al final, ese primer día, pasó apenas como un parpadeo, sin avances significativos y cada vez con menos sospechosos en la lista.

"Kudo, descansa un poco y aprovechemos para cenar algo. ¿Prefieres pollo o ternera?" Preguntó Sora apareciendo con un par de bolsas de comida en las manos.

Shinichi estiró los brazos a la vez que bostezaba y dejó el boli sobre la mesa antes de levantarse para dirigirse al escritorio de Sora. "¿Y los demás?" Preguntó al ver que la carpa se había quedado vacía.

"¿Has visto la hora que es?" Preguntó ella con una pequeña sonrisa. "Estabas tan concentrado que ni te has dado cuenta cuando se han marchado." Explicó sacando los dos recipientes de las bolsas antes de entregarle un par de palillos. "La verdad, es que llevan muchos días trabajando de sol a sol..."

Shinichi asintió antes de aceptar su comida. La joven no aparentaba más de veinte años y derrochaba compañerismo y simpatía, por no hablar de que su energía en el trabajo era tan ilimitada como la de él. Era agradable que una persona desprendiese esa vitalidad y positividad cuando se encontraban entre polvo y escombros.

"¿En qué estás trabajando?" Preguntó curioso al ver que su escritorio estaba más desordenado que el suyo.

"Quería repasar lo registros de los templos, a ver si por casualidad encontramos el nombre de alguno de los sospechosos, o como mínimo, encontramos algo con lo que seguir." Explicó aguantando las ganas de resoplar al ver la cantidad de libros de registro que todavía le quedaban por mirar. "En esta isla no había apenas nada informatizado y eso es una mierda a la hora de hacer estas comprobaciones...pero soy optimista y creo que eso puede llegar a ser una ventaja para nosotros."

Shinichi sonrió al ver las ganas y empeño que ponía la joven y continuó comiendo de su comida en silencio, intentando disfrutar de esos minutos de descanso y de la buena comida mientras escuchaba las teorías de su compañera.

"¿Quieres que te eche una mano con esto?" Preguntó Shinichi señalando los libros.

"No te preocupes, tú también tienes mucho trabajo y no quiero molestarte." Sonrió ella antes de levantarse para tirar los recipientes vacíos.

"No me molesta, es parte del caso, así que también puede ser mi trabajo." Comentó peinando su pelo hacia atrás antes de coger un puñado de libros para ponerlos a su lado y empezar a ojear el primero. "No me imaginaba que los políticos estuviesen interesados en las flechas de la sacerdotisa." Comentó al cabo de un rato al reconocer algún nombre conocido entre los kanjis, apuntando cualquier nombre que le llamase la atención en su pequeña libreta que siempre cargaba en el interior de su americana.

"¿Quién no quiere la vida y belleza eternas?" Preguntó Sora levantando la cabeza de su libro. "la gente es ambiciosa, envidiosa y egoísta, detective Kudo."

Él asintió antes de volver su atención al registro de sus manos. No eran más que centenas de páginas con nombres que no parecían aportar nada, que solo lograban hacernos dudar todavía más.

"Nada interesante por aquí." Comentó dejando un libro a un lado antes de agarrar otro.

Sus ojos repasaban las páginas con movimientos tan repetitivos que ya los hacía por inercia, ojeando libro a libro, año tras año, hasta que sus ojos se pararon en un nombre demasiado conocido para él.

"Shiho Miyano..." Susurró frunciendo el ceño confundido a la vez que pasaba su yema sobre el relieve de su nombre. ¿Qué hacía su nombre en el registro de un templo de la isla de las sirenas? Porque desde luego que ella no parecía ser el prototipo de persona que ansiaba encontrar la belleza y vida eterna, pero, entonces, ¿Qué razón había para que su nombre estuviese escrito ahí?

"¿Pasa algo?" Preguntó Sora al notar su nerviosismo.

"No, nada. He recordado que tengo que hacer una llamada." Comentó fotografiando la página antes de salir al exterior.

La brisa marina hacía que la isla se sintiese bastante fría y húmeda por la noche, y él no pudo evitar cruzar los brazos intentando resguardarse del frío. Sacó su teléfono de su americana y abrió la agenda buscando su contacto, dejando apoyado el dedo en el botón verde mientras las dudas aparecieron al contemplar la hora. Eran casi las tres de la mañana, y aunque sabía que ella podía estar perfectamente despierta, no era una hora decente para llamar a nadie. Las dudas ganaron cuando volvió a bloquear el teléfono para volver a guardarlo y se quedó mirando la montaña calcinada mientras pensaba en la pelirroja y en todas esas nuevas incógnitas que acababan de aparecer en su cabeza. Ver su nombre escrito con su misma tipografía, era un detalle que se había quedado grabado en sus ojos y que no podía tratar de obviar con tanta facilidad. Siempre tenía preguntas cuando se trataba de ella, y ese último cambio de guión, había añadido un centenar más. No sabía si posponía la llamada como excusa para no enfrentarla o porque tenía la necesidad de mirarla a la cara cuando se lo preguntase, pero aunque ahora lo evitase, sabía que no podrá callar cuando la enfrente.