Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.
(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)
Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. Tambien la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.
El primer capítulo es solo una probadita de lo que creo que será la historia, tiene muchas partes del libro original de crepúsculo y voy a estar jugando un poco con eso, pero ya saben, no me pertenece.
ISABELLA POV
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Las últimas semanas en Forks han sido… Interesantes
Después del accidenté con Tyler, toda la escuela se mantuvo al pendiente de mí, sobre todo con la ayuda de Jessica y Lauren. Los murmullos a mis espaldas son muy molestos, pero mi mente se mantenía enfocada en otra cosa. Edward Cullen.
La ¿relación de cordialidad? que tenemos es extraña, al parecer si anda de buen humor se digna dirigirme una mirada, pero si no, me rehúye como a la peste. Me da jaqueca.
Hoy para mi buena suerte, no me he tropezado ninguna vez, mis clases han ido bien, y hoy el tema del día era el baile que se aproximaba. Fuera de la mirada de todos, mi día pasó tranquilo, bueno, sin mencionar que Mike trató de invitarme al baile con él. Por supuesto que, de una manera no muy gentil, lo rechacé y me asegure de hacerla de cupido y ayudarle a mi amigo a invitar a la persona correcta.
Me tope a Jessica en Trigonometría, su rostro desbordaba entusiasmo, me animé a preguntarle sobre el tema y me contó que Mike le había pedido ir al baile con él. Su sonrisa fue contagiosa y me sentí feliz de que mi plan funcionará. También menciono que ella, Angela y Lauren tenían pensado ir de compras a Port Angeles esa tarde para buscar vestidos para el baile, al parecer quería que yo también fuera, a pesar de que no necesitaba ninguno.
Me sentí indecisa. Sería agradable salir del pueblo con algunas amigas, pero Lauren estaría allí y quién sabía qué podía hacerme esa tarde… De modo que le respondí que tal vez, explicándole que primero tenía que hablar con Charlie.
No habló de otra cosa que del baile durante todo el trayecto hasta clase de Español y continuó, como si no hubiera habido interrupción alguna, cuando la clase terminó al fin, cinco minutos más tarde de la hora, y mientras nos dirigíamos a almorzar. Estaba demasiado perdida en el propio frenesí de mis expectativas como para comprender casi nada de lo que decía. Estaba dolorosamente ávida de ver no sólo a Edward sino a todos los Cullen, con el fin de poder contrastar en ellos las nuevas sospechas que llenaban mi mente. Al cruzar el umbral de la cafetería, sentí deslizarse por la espalda y anidar en mi estómago el primer ramalazo de pánico. ¿Serían capaces de saber lo que pensaba? Luego me sobresaltó un sentimiento distinto. ¿Estaría esperándome Edward para sentarse conmigo otra vez?
En el almuerzo, mi nueva costumbre de mirar hacia la mesa de los Cullen, me trajo una decepción al encontrarla vacía por segunda vez en la semana.
El resto del día transcurrió lentamente. Me alegré de abandonar el campus, de esa forma podría poner mala cara y deprimirme antes de salir con Jessica y compañía, pero apenas había traspasado el umbral de la casa de Charlie, Jessica me telefoneó para cancelar nuestros planes. Intenté mostrarme encantada de que Mike la hubiera invitado a cenar, aunque lo que en realidad me aliviaba era que al fin él parecía que iba a tener éxito, pero ese entusiasmo me sonó falso hasta a mí. Ella reprogramó nuestro viaje de compras a la tarde noche del día siguiente.
Aquello me dejaba con poco que hacer para distraerme.
Decidí matar una hora con alguna lectura que no estuviera relacionada con las clases. Tenía una pequeña colección de libros que me había traído a Forks. El más gastado por el uso era una recopilación de obras de Jane Austen. Lo seleccioné y me dirigí al patio trasero. Al bajar las escaleras tomé un viejo edredón roto del armario de la ropa blanca.
Ya fuera, en el pequeño patio cuadrado de Charlie, doblé el edredón por la mitad, lejos del alcance de la sombra de los árboles, sobre el césped, que iba a permanecer húmedo sin importar durante cuánto tiempo brillara el sol. Me tumbé bocabajo, con los tobillos entrecruzados al aire, hojeando las diferentes novelas del libro mientras intentaba decidir cuál ocuparía mi mente a fondo.
Mis favoritas eran Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad. Había leído la primera recientemente, por lo que comencé Sentido y sensibilidad, sólo para recordar al comienzo del capítulo tres que el protagonista de la historia se llamaba Edward. Enfadada, me puse a leer Mansfield Park, pero el héroe del texto se llamaba Edmund, y se parecía demasiado. ¿No había a finales del siglo XVIII más nombres? Aturdida, cerré el libro de golpe y me di la vuelta para tumbarme de espaldas. Me arremangué la blusa lo máximo posible y cerré los ojos. No quería pensar en otra cosa que no fuera el calor del sol sobre mi piel, me dije a mí misma. La brisa seguía siendo suave, pero su soplo lanzaba mechones de pelo sobre mi rostro, haciéndome cosquillas. Me recogí el pelo detrás de la cabeza, dejándolo extendido en forma de abanico sobre el edredón, y me concentré de nuevo en el calor que me acariciaba los párpados, los pómulos, la nariz, los labios, los antebrazos, el cuello y calentaba mi blusa ligera.
De verdad extrañaba el calor, aunque creo que me comenzaba a gustar el frio. Cerré mis ojos para disfrutar el momento y lo próximo de lo que fui consciente fue el sonido del coche patrulla de Charlie al girar sobre las losas de la acera. Me incorporé sorprendida al comprender que la luz ya se había ocultado detrás de los árboles y que me había dormido. Miré a mi alrededor, hecha un lío, con la repentina sensación de no estar sola.
—¿Charlie? —pregunté, pero sólo oí cerrarse de un portazo la puerta de su coche frente a la casa.
Me incorporé de un salto, con los nervios a flor de piel sin ningún motivo, para recoger el edredón, ahora empapado, y el libro. Corrí dentro para echar algo de gasóleo a la estufa al tiempo que me daba cuenta de que la cena se iba a retrasar. Charlie estaba colgando el cinto con la pistola y quitándose las botas cuando entré.
—Lo siento, papá, la cena aún no está preparada. Me quedé dormida ahí fuera —dije reprimiendo un bostezo.
—No te preocupes —contestó—. De todos modos, quería enterarme del resultado del partido.
Vi la televisión con Charlie después de la cena, por hacer algo. No había ningún programa que quisiera ver, pero él sabía que no me gustaba el baloncesto, por lo que puso una estúpida comedia de situación que no disfrutamos ninguno de los dos. No obstante, parecía feliz de que hiciéramos algo juntos. A pesar de mi tristeza, me sentí bien por complacerle.
—Papá —dije durante los anuncios—, Jessica y Angela van a ir a mirar vestidos para el baile mañana por la tarde a Port Angeles y quieren que las ayude a elegir. ¿Te importa que las acompañe?
—¿Jessica Stanley? —preguntó.
—Y Angela Weber. —Suspiré mientras le daba todos los detalles.
—Pero tú no vas a asistir al baile, ¿no? —comentó. No lo entendía.
—No, papá, pero las voy a ayudar a elegir los vestidos —no tendría que explicarle esto a una mujer—. Ya sabes, aportar una crítica constructiva.
—Bueno, de acuerdo —pareció comprender que aquellos temas de chicas se le escapaban—. Aunque, ¿no hay colegio por la tarde?
—Saldremos en cuanto acabe el instituto, por lo que podremos regresar temprano. Te dejaré lista la cena, ¿vale?
—Bella, me he alimentado durante diecisiete años antes de que tú vinieras —me recordó. Sonreí.
Al día siguiente, la mañana amaneció soleada. Me desperté con esperanzas renovadas que intenté suprimir con denuedo. Como el día era más templado, me puse una blusa escotada de color azul oscuro, una prenda que hubiera llevado en Phoenix durante lo más crudo del invierno.
Había planeado llegar al colegio justo para no tener que esperar a entrar en clase. Desmoralizada, di una vuelta completa al aparcamiento en busca de un espacio al tiempo que buscaba también el Volvo plateado, que, claramente, no estaba allí. Aparqué en la última fila y me apresuré a clase de Lengua, llegando sin aliento ni brío, pero antes de que sonara el timbre.
Ocurrió lo mismo que el día anterior. No pude evitar tener ciertas esperanzas que se disiparon dolorosamente cuando en vano recorrí con la mirada el comedor y comprobé que seguía vacío el asiento contiguo al mío de la mesa de Biología.
El plan de ir a Port Angeles por la tarde regresó con mayor atractivo al tener Lauren otros compromisos. Estaba ansiosa por salir del pueblo, para poder dejar de mirar por encima del hombro, con la esperanza de verlo aparecer de la nada como siempre hacía. Me prometí a mí misma que iba a estar de buen humor para no arruinar a Angela ni a Jessica el placer de la caza de vestidos. Puede que también yo hiciera algunas pequeñas compras. Me negaba a creer que esta semana podría ir de compras sola en Seattle porque Edward ya no estuviera interesado en nuestro plan. Seguramente no lo cancelaría sin decírmelo al menos.
Jessica me siguió hasta casa en su viejo Mercury blanco después de clase para que pudiera dejar los libros y mi coche. Me cepillé el pelo a toda prisa mientras estaba dentro, sintiendo resurgir una leve excitación ante la expectativa de salir de Forks. Sobre la mesa, dejé una nota para Charlie en la que le volvía a explicar dónde encontrar la cena, cambié mi desaliñada mochila escolar por un bolso que utilizaba muy de tarde en tarde y corrí a reunirme con Jessica. A continuación fuimos a casa de Angela, que nos estaba esperando. Mi excitación crecía exponencialmente conforme el coche se alejaba de los límites del pueblo.
Jessica conducía aún más deprisa que Charlie, por lo que estuvimos en Port Angeles a eso de las cuatro. Hacía bastante tiempo que no había tenido una salida nocturna sólo de chicas; el subidón del estrógeno resultó vigorizante. Escuchamos canciones de rock mientras Jessica hablaba sobre los chicos con los que solíamos estar. Su cena con Mike había ido muy bien y esperaba que el sábado por la noche hubieran progresado hasta llegar a la etapa del primer beso.
Sonreí para mis adentros, complacida. Angela estaba feliz de asistir al baile aunque en realidad no le interesaba Eric. Jess intentó hacerle confesar cuál era su tipo de chico, pero la interrumpí con una pregunta sobre vestidos poco después, para distraerla. Angela me dedicó una mirada de agradecimiento, yo ya sabía quién era el dueño de su corazón, y le había prometido guardar el secreto hasta que ella estuviera lista.
Port Angeles era una hermosa trampa para turistas, mucho más elegante y encantadora que Forks, pero Jessica y Angela la conocían bien, por lo que no planeaban desperdiciar el tiempo en el pintoresco paseo marítimo cerca de la bahía. Jessica condujo directamente hasta una de las grandes tiendas de la ciudad, situada a unas pocas calles del área turística de la bahía.
Se había anunciado que el baile sería de media etiqueta y ninguna de nosotras sabía con exactitud qué significaba aquello. Jessica y Angela parecieron sorprendidas y casi no se lo creyeron cuando les dije que nunca había ido a ningún baile en Phoenix.
—¿Ni siquiera has tenido un novio ni nada por el estilo? —me preguntó Jess dubitativa mientras cruzábamos las puertas frontales de la tienda.
—De verdad —intentaba convencerla sin querer confesar mis problemas con el baile—. Nunca he tenido un novio ni nada que se le parezca. No salía mucho en Phoenix.
—¿Por qué no? —quiso saber Jessica.
—Nadie me lo pidió —respondí con franqueza. No quise contar la verdad acerca de mi miedo a salir de noche sola en Phoenix.
Parecía escéptica.
—Aquí te lo han pedido —me recordó—, y te has negado.
En ese momento estábamos en la sección de ropa juvenil, examinando las perchas con vestidos de gala.
—Bueno, excepto con Tyler —me corrigió Angela con voz suave.
—¿Perdón? —me quedé boquiabierta—. ¿Qué dices?
—Tyler le ha dicho a todo el mundo que te va a llevar al baile de la promoción —me informó Jessica con suspicacia.
—¿Que dice el qué? —Mis ojos se abrieron demasiado, y me sentía como si me estuviera ahogando.
—Te dije que no era cierto —susurró Angela a Jessica.
Permanecí callada, aún en estado de shock, que rápidamente se convirtió en irritación. Pero ya habíamos encontrado la sección de vestidos y ahora teníamos trabajo por delante.
—Por eso no le caes bien a Lauren —comentó entre risitas Jessica mientras toqueteábamos la ropa.
Me rechinaron los dientes. Ahora si estaba molesta con ese idiota.
—¿Crees que Tyler dejaría de sentirse culpable si lo atropellara con el monovolumen, que eso le haría perder el interés en disculparse y quedaríamos en paz?
—Puede —Jess se rió con disimulo—, si es que lo está haciendo por ese motivo.
La elección de los vestidos no fue larga, pero ambas encontraron unos cuantos que probarse. Me senté en una silla baja dentro del probador, junto a los tres paneles del espejo, aun intentando controlar mi rabia.
Jessica se mostraba indecisa entre dos. Uno era un modelo sencillo, largo y sin tirantes; el otro, un vestido de color azul, con tirantes finos, que le llegaba hasta la rodilla. Angela eligió un vestido color rosa claro cuyos pliegues realzaban su alta figura y resaltaban los tonos dorados de su pelo castaño claro. Las felicité a ambas con profusión y las ayudé a colocar en las perchas los modelos descartados.
Nos dirigimos a por los zapatos y otros complementos. Me limité a observar y criticar mientras ellas se probaban varios pares, porque, aunque necesitaba unos zapatos nuevos, no estaba de humor para comprarme nada. La tarde noche de chicas siguió a la estela de mi enfado con Tyler, que poco a poco fue dejando espacio a la melancolía.
—¿Angela? —comencé titubeante mientras ella intentaba calzarse un par de zapatos rosas con tacones y tiras. Estaba alborozada de tener una cita con un chico lo bastante alto como para poder llevar tacones. Jessica se había dirigido hacia el mostrador de la joyería y estábamos las dos solas.
Extendió la pierna y torció el tobillo para conseguir la mejor vista posible del zapato.
Me acobardé y dije:
—Me gustan.
—Creo que me los voy a llevar, aunque sólo van a hacer juego con este vestido —musitó.
—Venga, adelante. Están en venta —la animé. Ella sonrió mientras volvía a colocar la tapa de una caja que contenía unos zapatos de color blanco y aspecto más práctico. Lo intenté otra vez.
—Esto… Angela… —la aludida alzó los ojos con curiosidad.
—Sabes que puedes decirme lo que sea, Bella. —me sonrió cálidamente, le sonreí en agradecimiento, ella me hacía sentir cómoda.
—¿Es normal que los Cullen falten mucho a clase?
Mantuvo los ojos fijos en los zapatos. Fracasé miserablemente en mi intento de parecer indiferente.
—Sí, cuando el tiempo es bueno agarran las mochilas y se van de excursión varios días, incluso el doctor —me contestó en voz baja y sin dejar de mirar a los zapatos—. Les encanta vivir al aire libre.
No me formuló ni una pregunta en lugar de las miles que hubiera provocado la mía en los labios de Jessica. Angela estaba empezando a caerme realmente bien.
—Vaya.
Zanjé el tema cuando Jessica regresó para mostrarnos un diamante de imitación que había encontrado en la joyería a juego con sus zapatos plateados.
Habíamos planeado ir a cenar a un pequeño restaurante italiano junto al paseo marítimo, pero la compra de la ropa nos había llevado menos tiempo del esperado. Jess y Angela fueron a dejar las compras en el coche y entonces bajamos dando un paseo hacia la bahía.
Les dije que me reuniría con ellas en el restaurante en una hora, ya que quería buscar una librería. Ambas se mostraron deseosas de acompañarme, pero las animé a que se divirtieran. Ignoraban lo mucho que me podía abstraer cuando estaba rodeada de libros, era algo que prefería hacer sola.
—Ten cuidado, Bella. —Me aconsejó Angela mientras me daba una mirada preocupada. Le prometí que cualquier cosa.
Se alejaron del coche charlando animadamente y yo me encaminé en la dirección indicada por Jess.
No hubo problema en encontrar la librería, pero no tenían lo que buscaba.
Los escaparates estaban llenos de vasos de cristal, dreamcatchers y libros sobre sanación espiritual. Ni siquiera entré. Desde fuera vi a una mujer de cincuenta años con una melena gris que le caía sobre la espalda. Lucía un vestido de los años sesenta y sonreía cordialmente detrás de un mostrador. Decidí que era una conversación que me podía evitar.
Tenía que haber una librería con el libro que buscaba.
Anduve entre las calles, llenas por el tráfico propio del final de la jornada laboral, con la esperanza de dirigirme hacia el centro. Caminaba sin saber a dónde iba porque luchaba contra la desesperación, intentaba no pensar en Edward con todas mis fuerzas y, por encima de todo, pretendía acabar con mis esperanzas para el viaje del sábado, temiendo una decepción aún más dolorosa que el resto.
Cuando alcé los ojos y vi un Volvo plateado aparcado en la calle. Varios recuerdos de mi vida en Forks se me vinieron encima. Vampiro estúpido y voluble, pensé.
Avancé pisando fuerte en dirección sur, hacia algunas tiendas de escaparates de apariencia prometedora. Había un local bastante amplio a simple vista, las puertas de cristal me llamaban a pasar a través de ellas y sumergirme en el interior. Sonreí emocionada y me decidí a entrar. El hombre detrás del mostrador me dio una cálida bienvenida y le pregunté sobre lo que buscaba, me dio un par de indicaciones, le agradecí y él se giró a recibir a un nuevo cliente que ingresaba a la librería. Sintiéndome de buen ánimo me dirigí a buscar mi libro.
Los grandes libreros me rodearon y yo sonreí. Amaba estar entre libros. Era de las actividades que realmente disfrutaba, ese sentimiento de poder encerrarte en un mundo completamente diferente a la realidad, era una sensación extraña de libertad.
Mientras me perdía en los pasillos, me dediqué a echar un vistazo a los títulos que estaban a mi lado, noté qué algunos ejemplares eran únicos, ¿Por qué estarían estos libros en una librería común en Port Angeles?
Mis pies se detuvieron cuando me encontré frente al pasillo de mitos y leyendas. Mitología nórdica, griega, egipcia… ya las conocía de memoria, además que yo buscaba algo más local. Mis ojos y buscaron rápidamente algún título qué me llamara la atención, pero todos parecían ser simples libros de fantasía, para niños o adolescentes, nada que me sirviera realmente. Sonreí al ver un libro de leyendas Quileutes, sonreí recordando las palabras de Jacob, mi pobre amigo sin darse cuenta me había dado la respuesta a mis preguntas sobre Edward, aunque Jake no creía en sus propias leyendas. Supuse que podía haber una qué otra antología que quizás me podría ser útil.
Como por ejemplo el supuesto "libro maldito" de Sarah Wildes, que se encontraba justo frente a mis narices. Salté con alegría. Cuando leí sobre él en internet, jamás me imagine que podría encontrar una copia aquí. Lo tomé en mis brazos y me dispuse a seguir buscando otros libros que llamaran mi atención.
Tomé uno de leyendas de Italia, y uno sobre las brujas de Salem, después de todo necesitaba entender sobre brujas si es que planeaba leer el libro negro y grueso que llevaba en mis manos.
Resoplé por el peso de los bultos que llevo en mis brazos, acomodé mi espalda y me dediqué a seguir deambulando por los pasillos.
Una idea se cruzó por mi mente, y antes de poder reaccionar, mis pies se movieron hasta quedar frente a la sección de historia.
Según mis búsquedas de Internet, había encontrado algo llamado "núcleos mágicos", lugares que emanaban demasiada energía, porque al parecer algo poderoso había sucedido ahí, hechos que actualmente el ser humano reconoce como parte de su historia. Además que esa energía atraía a supuestos "seres mágicos y mitológicos. Si mis sospechas eran ciertas, Forks era uno de esos lugares y sin duda había un libro que me lo confirmara.
Seguí husmeando en los libros de historia topándome con uno que otro título que se relacionaba al tema. Di un vistazo rápido a las paginas para decidir si llevarme alguno o no.
—Interesante elección—una voz masculina sonó cerca de mí.
¡Hola! Que gusto que vuelvas, si es que ya me conoces... si no, que bueno que llegaste!
Espero que esta nueva idea de mi cabeza te agrade y le des una oportunidad... Dime que esperas de la historia o que rumbo te imaginas que va a tomar. O si no te agrada, también dímelo! no importa.
A todos y todas las que ya me conocen, sí, si voy a seguir las historias jajaja solo que ya soy adulta independiente y el trabajo me quita mucho tiempo, pero poco a poco he estado escribiendo nuevos capítulos.
Nos leemos luego!
