- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.


"Psycho killer"

0 0 0

Capítulo X

"The Unforgettable fire"

Con agua hasta dentro de sus zapatos llegó a las puertas de la estación de metro. El paraguas había quedado inservible hacía rato a causa del viento, por lo que lo había desechado en un tacho de basura y sus ropas poco hacían para evitar que el agua la empapara de pies a cabeza. Dio gracias a los dioses porque no hubieran suspendido el servicio y abordó el vagón que la llevaría cerca de la dirección que le había dado el amable señor del bar. Llegó en menos de lo que pensó al lugar que le había especificado el dueño del bar, sin embargo, se encontraba calada hasta los huesos debido a la caminata que había tenido que realizar desde la salida de la estación de metro hasta el edificio que tenía justo al frente. Debía reconocer que, si hubiera aceptado la proposición del señor Nakamura de tomar un taxi, ahora no estaría temblando de frío afuera de aquel edificio, pues hubiera tenido que avanzar sólo unos cuantos pasos desde la acera para llegar frente al bloque de apartamentos y no haber caminado las cuatro cuadras que había caminado bajo la inclemente lluvia que caía con fuerza sobre la ciudad desde la salida de la estación de metro, sólo por terquedad. Ahora se encontraba allí, un tanto desorientada porque si bien era cierto permanecía de pie frente a un bloque de apartamentos que creía sería donde vivía su ex prometido, unos metros más allá había un bloque idéntico al que contemplaba en ese momento y al otro lado de la calle se divisaban otros dos. Suspiró, todos los bloques se veían iguales, con apartamentos de reducido tamaño y en un tono amarillo claro que no hacía ninguna distinción entre un bloque y otro. Sacó el papel en donde el señor Nakamura había anotado la dirección y lo acercó con ambas manos a su rostro para que no se mojara, sin conseguirlo. Vio el número escrito en el papel y trató de compararlo con el que aparecía en la placa del edificio, pero el agua era mucha y caía con tanta fuerza que no se veía prácticamente nada a un metro de distancia, por lo que se acercó un poco más al edificio y verificó el número en la placa de la pared que tenía en frente; una mueca de desagrado apareció en su rostro al comprobar que el número no coincidía, así que decidió avanzar al siguiente bloque. Un rayo se divisó a lo lejos seguido del estridente sonido de un trueno y la potencia de la lluvia pareció incrementarse. Podía sentir las gotas golpeando en su cabeza al tiempo que las que caían al suelo rebotaban con fuerza en el pavimento, empapando sus pantalones y zapatos. Se apresuró y sonrió cuando vio en la placa el número del edificio ya que ése sí correspondía al que llevaba anotado en el papel mojado que conservaba en su mano. Ingresó corriendo y pronto se encontró tras la mampara que separaba los apartamentos de la entrada principal del edificio. Sacudió un poco sus ropas totalmente mojadas y avanzó. El agua corría por sus mojados cabellos pegándolos a su rostro frío y su ropa había sido traspasada totalmente por la lluvia, haciendo estilar el agua y caer libremente al suelo, dejando así un camino húmedo por donde pisaba. No había conserje en ese edificio por lo que tuvo que aventurarse a descubrir hacia dónde se encontraban las escaleras para subir al tercer piso en donde supuestamente se encontraba el apartamento de su ex prometido. Un escalofrío le recorrió el cuerpo porque el agua que había traspasado sus ropas se estaba congelando en su cuerpo, así que subió las escaleras rápidamente para luego buscar el número trescientos cinco en las puertas que daban a ese extenso pasillo hasta que por fin se detuvo frente al número que indicaba el papel arrugado y húmedo que se había guardado en el bolsillo. Se acercó a la puerta y golpeó tres veces la madera antes de arrepentirse y salir corriendo del lugar; esperó lo que le parecieron horas hasta que la puerta se abrió y el rostro sorprendido de su ex prometido se dejó ver a contraluz.

-Ranma… -alcanzó a decir antes de que la puerta se cerrara de golpe.

Abrió mucho los ojos y esbozó una expresión de absoluta sorpresa por la reacción de su ex prometido. Luego se enfureció, azotando su mano contra la puerta con fuerza para que él volviera a abrir. ¡Cómo era posible que él, por muy molesto que estuviera, le hiciera ese desplante! ¡Estaba demente si creía que ella se rendiría tan fácilmente! ¡Y estaba aún más demente si creía que se retiraría de ese lugar, empapada como estaba y sin hablarle! Golpeó nuevamente y esta vez gritó el nombre de su ex prometido sólo para ser testigo de cómo la puerta se abría nuevamente y el joven le hacía gestos de silencio con uno de sus dedos sobre sus labios.

-Detente ya –indicó mirándola con el entrecejo fruncido-. Tengo vecinos, sabes.

-¡Entonces no debiste cerrarme la puerta en las narices!

-¡Estás empapada y seguramente tu idea es entrar en mi casa, así que toma! –exclamó arrojándole dos toallas de gran tamaño con poca amabilidad-. Sécate un poco antes de entrar, quieres.

Ella lo miró arqueando una ceja, furiosa todavía por la poca amabilidad que él demostraba. Visiblemente enfadada comenzó a secar sus cabellos y ropas, temblando de frío.

-Pasa –dijo él cuando vio que sus ropas escurrían un poco menos-. Dame tu bolso y sígueme.

-¿Dónde? –inquirió haciendo lo que él indicaba.

Por toda respuesta, él comenzó a caminar hacia un pequeño corredor que conectaba la sala con las habitaciones interiores; abrió una puerta y le hizo un gesto con la cabeza para que ella ingresara en esa habitación. Akane se acercó y vio un reducido cuarto de baño, ladeó un poco su cabeza y luego clavó su mirada en los ojos de su ex prometido. Él simplemente se encogió de hombros.

-Supongo que la lluvia empapó toda tu ropa porque sigues temblando de frío y destilando agua en el piso –indicó hacia abajo-. Si no te quitas esa ropa mojada y tomas un baño caliente, enfermarás.

-¿Y a ti te preocupa mi salud? –preguntó con sarcasmo al tiempo que arqueaba una ceja.

Él volvió a encogerse de hombros e hizo un gesto con la mano para indicarle que entrara al cuarto de baño; muy a su pesar, reconocía que él tenía razón, así que obedeció y cerró la puerta, observando con detención el reducido y austero espacio. Comenzó a desvestirse lentamente. Temblando de frío se fue despojando de sus zapatos, chaqueta y pantalones mojados, pero pronto escuchó unos golpes a la puerta que la hicieron detenerse. Abrió sólo un poco y lo vio de pie, con un montón de ropa en sus brazos.

-Ten –dijo entregándole las prendas-. No puedes volver a vestir esa ropa mojada.

-Gracias –susurró abriendo un poco más la puerta para tomar el montón de ropa.

Lo vio asentir con un movimiento de cabeza, pero con un semblante totalmente sombrío, para luego alejarse sin decir más palabras. Nuevamente cerró la puerta y permaneció ahí apoyada, con dos toallas en sus manos, un pantalón deportivo, una camiseta blanca de manga corta y una abrigadora sudadera con capucha de color azul cielo, todo perfectamente doblado y en un completo orden, sin embargo, en su mente no podía dejar de cavilar sobre la extraña actitud que él había demostrado, porque para ella no pasó desapercibida la actitud apática y lúgubre que mostró su ex prometido. Suponía que podía estar molesto con ella por haber irrumpido en la privacidad de su hogar sin avisarse, no obstante, estaba casi segura que eso no era todo y que algo había ocurrido desde que lo viera la tarde del viernes hasta ese día; algo que lo tenía sumido en un estado de melancolía y podría apostar a que no era sólo por haber sido castigado con la exclusión de la investigación por unos cuantos días.

Dejó la ropa sobre un pequeño mueble y terminó de desvestirse para luego abrir la llave del agua caliente y dejar que su entumecido cuerpo recuperara el calor bajo la agradable sensación que proporcionaba el agua tibia cayendo sobre su piel.

Afuera, el joven de la trenza se debatía en una lucha interna, porque ahora ella estaba ahí, y con ese hecho se le presentaba de golpe la disyuntiva que lo había tenido casi en vela y sin poder enfocarse en otro pensamiento desde el día anterior por la tarde, porque durante la reunión que había mantenido en el bar de su amigo se había enterado de cosas, se había vuelto a pelear y finalmente había comprendido que cinco años atrás había cometido un grave error al obedecerle a la chica que permanecía dentro de su cuarto de baño. Irse de su lado sin cuestionar había sido un error que ahora podía reconocer para sí, pero, ella había llegado de improviso, la tenía en su casa y con su presencia se le presentaba de golpe un problema: decirle o no decirle lo que había descubierto, porque estaba seguro de que al igual que él, ella no sabía nada de lo que había sucedido aquella fatídica noche o de lo contrario ya se lo hubiera enrostrado.

Dejó el mojado bolso de su ex prometida a un lado de su único sillón y se dirigió a la cocina; quizás había llegado el momento que él tanto había estado evitando: hablar abiertamente de su pasado con la mujer que había concurrido a su casa como un torbellino y liberarse de una vez de todos sus fantasmas, aunque eso significara abrir viejas heridas.

Quince minutos después, Akane salió del cuarto de baño vestida con la ropa que su ex prometido le había proporcionado y secando sus húmedos cabellos con una toalla. La ropa le quedaba bastante grande, por lo que tuvo que doblar los puños de la sudadera y el borde del pantalón para poder reducirlos y caminar sin arrastrar la tela. Observó detenidamente el lugar: había una mesa baja en el centro de la sala que se encontraba repleta de papeles en desorden, una laptop, lapiceras por doquier y desplegados sin un orden aparente se veían varios esquemas dibujados en pliegos de papel estraza; también había algunas fotografías desperdigadas por el piso. Él estaba trabajando en el caso, podía suponer que, aunque estuviera suspendido de sus funciones, seguía trabajando en su casa.

En la sala casi no había más mobiliario, salvo por una mesa con dos niveles en donde descansaba un televisor y un antiguo aparato para reproducir música en el segundo nivel, una estufa de butano y cercano a una pared un sillón de color marrón de dos cuerpos acomodado de frente al televisor. Al costado izquierdo se encontraba la cocina; era pequeña y sólo contaba con una nevera, una encimera que al parecer también cumplía la función de servir de mesa por las dos sillas que permanecían cerca y tres muebles: uno colgado a la pared y dos adosados al suelo en donde se apreciaba el lavaplatos y las hornillas para cocinar. Lo buscó por la estancia y lo vio de pie observando la tormenta por la ventana que daba a la calle. Dejó la toalla con la que secaba sus cabellos en una de las sillas de la cocina y se acercó lentamente al lugar en el que él permanecía, casi como si temiera hacerlo y cuando estaba a unos cuantos pasos lo escuchó dirigirse a ella sin voltear a mirarla.

-No deberías estar aquí –dijo con voz áspera-. Llueve mucho, la tormenta arrecia y pronto será imposible movilizarse. Según el departamento de meteorología es peligroso desplazarse por la ciudad.

-Lo sé, y debí avisarte, lo siento –musitó con poca seguridad-. Desapareciste de repente y nadie supo decirme por qué o dónde estabas y yo… necesitaba hablar contigo, así que me arriesgué a venir.

-Supongo que Fukuda se fue de lengua.

-Supones mal, a Hansuke no lo veo desde ayer en la mañana. Conseguí tu dirección con otra persona.

-¿Quién fue el idiota al que tendré que golpear?

-¿No te basta con que te hayan suspendido por pelearte con ese sujeto? –cuestionó acercándose un poco más a él-, ¿no te basta con haber protagonizado otra pelea ayer, en el bar del señor Nakamura?

-Quien te dio mi dirección también es un chismoso –contestó cruzándose de brazos-. No tenías por qué enterarte de esto.

-¿Por qué?, ¿acaso no formo parte de tu equipo? –le recriminó-. Le dijiste a Hansuke que me mintiera, que inventara que te encontrabas enfermo, pero tu amigo del bar fue más compasivo y me dijo la verdad… también me dijo que está preocupado porque te inmiscuiste en dos peleas consecutivas y eso puede ser motivo de sanción. Me dio tu dirección porque yo le pedí que me ayudara a encontrarte, así que aquí estoy. Como no tuviste la decencia de contestar ni a mis llamados ni a mis mensajes, no tuve otra opción, necesito hablarte.

-Pues el viejo no debió hacerlo, no deberías estar aquí con este clima, es peligroso –dijo como si mordiera cada palabra que salía de su boca-. Además, deberías saber que si no te contesté es porque no quiero hablar contigo –reconoció, y se hubiera percatado del asombro y pesar que adquiría el rostro de la chica si hubiera estado viéndola de frente-. Llamaré un taxi para que te lleve a tu casa.

-¡No! –exclamó dando un golpe con su pie en el suelo-. Escucha, si vine hasta acá es porque quiero hablar contigo, ya te lo dije.

-Ya no tenemos nada de qué hablar, Akane, creí que te había quedado claro el viernes antes de que…

-Antes de que te dejaras golpear salvajemente por ese policía para permitir que cobrara su venganza por la muerte de su hermana -le interrumpió.

-¿Quién te dijo…

-No importa quién me lo dijo o si lo deduje yo misma, reconoce que te dejaste golpear por él y también, reconoce que lo que me dijiste esa tarde es mentira. Buscaste una excusa tonta para alejarme de tu lado y…

-¿En serio te crees tan importante como para pensar que estoy tratando de alejarte de mi lado por lo que pasó en tu casa? -dijo de forma socarrona.

-No -contestó enfocando su vista en el suelo-. Sé que no soy importante para ti, pero también sé que quieres protegerme y para eso es necesario que nadie se entere que entre nosotros pudo existir un vínculo más allá de lo laboral y…

-No te estoy protegiendo -le interrumpió nuevamente-, sólo estoy volviendo al inicio.

-¿Por qué?

-Porque no me interesa mantener un vínculo extralaboral contigo, no soy de los que les gusta meterse en relaciones de pareja.

-Barnat y yo no somos una pareja, ya te lo dije -expresó conteniendo su rabia-. Sólo es mi amigo y ahora ni siquiera será eso porque… me enteré de cosas que no me gustan de él -permaneció en silencio, esperando a que él respondiera, pero al ver que no tenía la intención de hacerlo, volvió a hablar-. Escucha, si vine hasta acá en medio de la tormenta fue por tres motivos. Sólo quiero que me escuches y respondas a una pregunta que necesito hacerte y me iré.

-Habla -musitó.

Ella exhaló un suspiro y se acercó al costado del sillón pues había visto que él había dejado allí su bolso; lo abrió y, haciendo a un lado su laptop, sacó una carpeta de plástico que en su interior contenía un legajo de documentos.

-Lo primero es esto -dijo extendiéndole la carpeta con documentos que él recibió en sus manos-. Supongo que algunas cosas ya debes saberlas porque el señor Tanaka me dijo que están investigando a Barnat, pero… conseguí información sobre él que quizá pueda ayudarles. Además, encontré algo que puede estar relacionado con la muerte de esas chicas, un artículo publicado en un periódico de otro país que tal vez pueda darles una pista si consiguen información con la policía que llevó el caso porque el modo de atacar y matar del psicópata de ese país es casi idéntico al que utiliza quien se encuentra atacando a las chicas en Tokio. Está todo impreso en esas hojas y puedo enviarte por correo algunos enlaces por si los necesitas. Me gustaría que revisaras esos documentos porque será mi aporte a la investigación.

Lo vio enfocar sus ojos en la carpeta e intentar abrirla para leer los documentos que contenía, así que lo interrumpió antes de que él tuviera oportunidad de comenzar a leer.

-Lo segundo es comunicarte que ese será mi último aporte a este caso -él hizo el amago de voltear, pero se detuvo y sólo la vio de soslayo mientras ella seguía hablando, evitando así mirarla directamente-. Yo… presentaré mi solicitud de cambio en la universidad. Hice las averiguaciones esta mañana y si no pueden asignarme otro caso en el departamento de policía, lo harán en la fiscalía o en los tribunales… en el peor de los escenarios tendré que dedicarme a otra área profesional, así que presentaré mi renuncia a este caso en particular en estos días al señor Satō. Confío en que él me pueda reasignar a otro equipo de investigación, pero si no lo hace… En fin, todo acabará y ya no seré un estorbo para ti, Ranma, así que probablemente esta será la última vez que me veas.

Tuvo la esperanza hasta último momento de que él dijera algo, alguna frase o siquiera la mirara, pero no lo hizo, así que volvió a coger su mochila y comenzó a avanzar hacia el cuarto de baño.

-Buscaré mis cosas y te dejaré tranquilo -dijo caminando lentamente-. No puedo decir que fue agradable trabajar junto a ti, pero… me sirvió. Aprendí mucho y, gracias, de verdad, muchas gracias.

-¿Qué es lo tercero? -le escuchó preguntar cuando se encontraba llegando al corredor que conducía al cuarto de baño-, ¿cuál es tu pregunta?

-Ya no tiene importancia porque… sé lo que responderás.

-Quiero saberla -dijo dejando los documentos sobre la mesa y avanzando hacia ella-. Dime, ¿qué ibas a preguntar?

-Una tontería, ya no importa.

-Cobarde, estás huyendo como una cobarde -murmuró, siendo testigo privilegiado del cambio de actitud de su ex prometida.

Ella volteó de inmediato y con rabia apenas controlada comenzó a decirle todo lo que se había guardado.

-¡No vuelvas a llamarme cobarde porque no lo soy! -exclamó furibunda-. Vine hasta tu casa a enfrentarte y eso debería ser suficiente para demostrarte que el único cobarde acá eres tú. Tú eres el que me ha esquivado todos estos días, escondiéndose como si yo tuviera una enfermedad contagiosa; tú quieres que me aleje de tu lado; tú quieres que olvide todo lo que ocurrió ese día y te deje en paz, reconoce que es así. Hace unos días querías que olvidara todo lo que ocurrió esa tarde y volviéramos al inicio, pues con tu actitud hacia mí lo has conseguido, así que, ¿de qué te quejas? –hizo una pausa para tomar un poco de aire y continuó-. Además, debo recordarte que tú eres quien siempre huye, tú eres quien nunca ha querido entender razones: no lo hiciste en el pasado cuando te expliqué que no sabía de lo que hablabas cuando me acusaste, cuando te dije lo que yo había hecho esa noche, cuando te dije que no podías acusarme porque yo estuve todo el tiempo con Sayuri y Yuka, pero tú no me creíste y te fuiste. Tú eres el que siempre huye.

-Tú me echaste -dijo mirando al suelo. Sabía que tenían que hablar del pasado, pero ¿quería hacerlo? Quizá sería mejor dejar que ella siguiera recordando todo tal y como había ocurrido cinco años atrás, pero ahora él tenía nuevos antecedentes que desmoronaban por completo lo que él había creído hasta ese momento, y entonces…

-Sí –escuchó que contestaba sacándolo de sus pensamientos-, yo te eché de casa porque sentía rabia y mucha tristeza por todo lo que dijiste o insinuaste esa noche. Ni siquiera tomaste en consideración lo que había ocurrido entre nosotros apenas un día antes y me destruiste, Ranma, esa noche, con tus palabras rompiste mi corazón y no te importó –exhaló un suspiro y volvió a hablar con amargura-. Y ahora, hiciste lo mismo, huiste porque creíste al pie de la letra en lo que dijo Kasumi antes que en mis palabras, no aceptaste escuchar mis explicaciones y tampoco te importó lo que yo dijera.

-Tú tampoco fuiste clara.

-¡Y qué querías que hiciera! ¡Que corriera a buscarte para pedirte de rodillas que me dieras una oportunidad para demostrarte que yo todavía…! -se interrumpió y volteó el rostro porque las lágrimas de frustración amenazaban con escurrir por sus mejillas-. Eso no lo haré, lo sabes, nunca rogaré para que alguien que no me quiere esté a mi lado –inclinó la cabeza y comenzó a juguetear con sus manos-. No debí insistir en trabajar en este caso, en eso tenías razón, Ranma, nunca debimos volver a encontrarnos porque tú estarías tranquilo ahora y yo… dijiste que yo siempre había sido tu problema, pero ya no más. Una vez que salga de este apartamento volveremos a ser dos personas que se conocieron en el pasado pero que no debieron volver a reunirse jamás, sólo me hubiera gustado que tú, por una vez me hubieras mirado a los ojos y hubieras reconocido que yo para ti sólo fui una prometida impuesta por un absurdo acuerdo entre nuestros padres, pero que nunca fui verdaderamente importante.

-No puedo hacer eso.

-¿Por qué?, estoy segura de que es eso lo que sientes, eso es lo que siempre sentiste.

-¡No es verdad! –exclamó con mayor vehemencia de la que quería expresar. No le importó, sin mirarla siguió hablando de forma casi desesperada-. ¡No es verdad y deberías saberlo!

-¡No lo sé porque tú nunca me lo has aclarado, ni siquiera cuando nosotros…! -se interrumpió y terminó la frase casi en un susurro-, ni siquiera lo aclaraste esa noche, cuando estuvimos juntos.

-Fue un error –musitó, y se arrepintió de inmediato al ver que ella volteaba bruscamente.

-¿Después de todos estos años me dices que lo que pasó esa noche entre nosotros… fue un error? –cuestionó mordiendo cada una de sus palabras al tiempo que contenía el llanto. No iba a llorar; no le iba a dar esa satisfacción-. ¿Dices que haber compartido ese momento conmigo fue un error?

-¡El error no fue ese, boba! –indicó al borde del colapso-. ¡Jamás me he arrepentido de lo que pasó esa noche, de lo que me arrepiento es de…! –se interrumpió y miró hacia la ventana.

Afuera, la tormenta arreciaba, y los rayos y truenos no paraban de sucederse a intervalos irregulares. Esbozó una mueca que intentó ser una sonrisa, porque le parecía irónico que la tormenta que se estaba desarrollando dentro de su apartamento compitiera en intensidad con la tempestad que se desataba afuera. ¿Cómo habían llegado a ese punto? ¿Por qué no había dejado que ella simplemente se fuera como había dicho? ¿Por qué seguir reteniéndola, si ella estaba decidida a hacer exactamente lo que él quería: alejarse… quizá para siempre? Sabía la respuesta, pero si la aceptaba y luchaba por retenerla, ella estaría en peligro. Akane había dicho que no le rogaría a alguien que no la quería; sonrió mentalmente, porque si esa menuda mujer supiera que su amor por ella era tan grande y profundo que llegaba a atemorizarle… con los años se había acostumbrado a ocultar sus sentimientos y ahora, cómo decirle que en realidad la amaba con locura, que su único deseo era que permaneciera a su lado para siempre, que desde que se había alejado de su lado se sentía incompleto y que ahora se daba cuenta que era ella lo que faltaba en su vida. Pero se sentía en la obligación de renunciar a ella una vez más y…

-Me voy de aquí –le escuchó decir al tiempo que intentaba avanzar hacia el interior de su casa, seguramente con dirección al cuarto de baño en donde había dejado su ropa mojada.

-Espera –dijo posando su mano en el hombro de su ex prometida para intentar detenerla; ella se zafó con un brusco movimiento y siguió avanzando sin mirarlo-. ¡Espera! –exclamó casi con desesperación, esta vez tomándola de su brazo-. ¡Yo me arrepiento de no haberte dicho que te amaba, de no haberte dicho que lo que pasó entre nosotros esa noche fue demasiado importante, y… lindo y… largamente deseado, porque…! –la soltó. Lo había dicho, casi sin pensarlo había reconocido que la amaba y ella ya no escaparía porque se había quedado inmóvil, observando el piso de aquel apartamento, aparentemente sorprendida al escuchar su confesión-, porque yo… te amaba tanto que lo único que quería era compartir un momento como ese y cuando por fin sucedió, yo estaba tan dichoso que no te dije nada, pensando en que al día siguiente tendríamos tiempo de conversar y aclarar las cosas, pero…

Silencio. Ambos permanecieron en silencio, sólo escuchando el fuerte resonar de la lluvia y el viento en el exterior… hasta que ella volvió a hablar.

-Fuimos a esa fiesta a la cual ninguno de los dos quería asistir –comentó en un tono casi inaudible-, y luego desapareciste, me dejaste sola y yo me fui a casa temprano pensando en que habías tenido que huir por causa de alguno de los locos que siempre causaban problemas. Y te esperé, por horas te esperé en el dojo con la ilusión de que por lo menos conversáramos esa noche y quizá me regalaras la posibilidad de permanecer a tu lado en soledad… pero tú llegaste furioso, me acusaste, me gritaste y me insultaste como nunca lo habías hecho, y yo, sin entender lo que sucedía… te dije que te fueras para que no siguieras humillándome, para evitar que siguieras hiriéndome con cada palabra que salía de tu boca, porque dolía, Ranma. No sabes cómo me dolieron esas palabras que con tanta ira me gritaste, todavía duele al recordar… así que sin pensarlo demasiado hice lo que se me ocurrió sería lo mejor para dejar de escucharte y te dije que te fueras.

-Y yo te obedecí, tontamente te obedecí y me fui de tu lado –complementó empuñando ambas manos de tal forma que sus uñas se enterraron en la palma, provocándole dolor, sin embargo, ese dolor físico se sentía muchísimo menos intenso que aquel que sentía en su corazón al recordar, porque ahora finalmente conocía toda la verdad y al saberla, recordar ese episodio dolía todavía más.

-Te fuiste –asintió-, pero yo nunca perdí la esperanza de que algún día volvieras, que reflexionaras y volvieras porque en el fondo de mi corazón confiaba en que tú sentías algo de cariño por mí, y si así era, entonces debías extrañarme tanto como yo lo hacía… pero tú no volviste y perdí toda esperanza cuando tu madre nos dijo que estabas bien pero que no regresarías, que dabas por cancelado el compromiso y que yo podía rehacer mi vida con quien yo quisiera… -hizo una pausa y se abrazó a sí misma-. Lo intenté, sabes. Un par de veces yo de verdad lo intenté, pero tú recuerdo siempre estaba presente en un rincón de mi memoria, oculto y acechando como si fuera un fantasma. Te aparecías en los peores momentos para hacerme recordar, para hacerme dudar, para hacerme extrañarte y… lo peor fueron las odiosas comparaciones. Ellos eran buenos chicos y no se merecían un amor incompleto, y tampoco que los estuviera siempre comparando con alguien a quien yo ni siquiera le importaba, alguien para quien sólo había sido un enorme problema…

-Nunca fuiste un problema para mí –le interrumpió.

-"Mi único problema eres tú, siempre has sido tú" –expresó con amargura-. Lo dijiste ese día en la oficina del señor Tanaka cuando tontamente te convencí para que me aceptaras en el caso; ese fue mi error, porque convencerte para trabajar junto a ti en este caso fue como quemarme a lo bonzo por conseguir un objetivo que pude haber conseguido por otro lado, sin terminar con mi corazón calcinado… soy una estúpida.

-No lo eres, el único estúpido en esta historia fui y sigo siendo yo –indicó con seguridad-. El problema siempre fui yo… y el idiota también soy yo.

Permanecieron un momento en silencio, escuchando el viento y el sonido de la intensa lluvia que asolaba en el exterior. Él la observaba, enfocando sus ojos en la menuda espalda de la chica cubierta por esa sudadera que le quedaba grande. Ella permanecía con su mirada baja, enfocada en el suelo que pisaba, sin moverse un milímetro.

-Ven, tenemos que conversar sobre el pasado, yo… ya no puedo seguir con esto.

-Lo estamos haciendo.

-Sí, lo estamos haciendo, pero estamos hablando de como nosotros lo recordamos.

-¿Qué quieres decir? –inquirió volteando el rostro.

-Necesito decirte algo, necesito contarte algo que descubrí, que me escuches y luego…

-¿Luego qué? –cuestionó al notar que él no tenía intención de seguir hablando.

-Luego puedes golpearme, salir corriendo y no volver nunca más.

-Ten la seguridad de que no volveré a esta casa –dijo girándose para verlo, él desvió de inmediato la mirada-, pero a menos que me des una buena razón, en estos momentos no tengo motivos para golpearte.

-La tendrás, estoy seguro de que tendrás más de una razón para hacerlo –pensó sin expresarlo. Luego caminó lentamente e indicó el sillón de dos cuerpos que se encontraba arrimado a una pared-. Siéntate, por favor.

Ella se dirigió al sillón, todavía agitada y molesta por la conversación anterior, sin embargo, obedeció, pero en vez de sentarse en el sillón se dejó caer en la alfombra, apoyando su espalda en el mueble y doblando sus rodillas para abrazarse a ellas. Él amagó una sonrisa y se dirigió a la pequeña cocina, ganándose toda la atención de su ex prometida.

-¿Dónde vas?, dijiste que querías decirme algo.

-Regreso enseguida a tu lado.

-Hace cinco años que espero a que regreses –murmuró para sí, apoyando su barbilla en sus rodillas flexionadas.

Un par de minutos después, él se sentó a su lado y le extendió su mano en la que llevaba un tazón humeante. Ella lo miró de soslayo y recibió el tazón, haciendo un gesto con su cabeza a modo de agradecimiento.

-Una de azúcar y cuatro malvaviscos –musitó fijando su vista al frente, con las piernas cruzadas y su propio tazón apoyado en una de sus rodillas.

Ella fijó su vista en el tazón. El tomar chocolate caliente en días de lluvia a la usanza de otros países había sido una costumbre que habían adquirido en la casa Tendo hacía muchos años atrás, cuando Kasumi había visto una película navideña americana y había insistido en preparar aquella bebida que todos se habían acostumbrado a degustar, incluyendo a Ranma. Sonrió en su mente al ver los copos blancos flotando en el líquido marrón, porque al parecer, él no sólo recordaba su gusto por el jugo de naranja, sino que también recordaba su afición por el chocolate caliente y, además, recordaba exactamente cómo le gustaba tomarlo. Por otro lado, que él tuviera esa bebida preparada de antemano sólo podía significar una de dos cosas: que antes de llegar, él ya estuviera preparando la bebida para él beberlo o bien, que de antemano hubiera tenido la intención de entablar aquella conversación con ella y hubiera aprovechado el tiempo que ella había ocupado en ducharse para preparar la bebida. De cualquier modo, agradecía el gesto, pero no se lo haría saber.

-Me sorprende que te acuerdes –dijo finalmente bebiendo el líquido de su tazón.

-Te sorprenderías mucho más si supieras todo lo que recuerdo… -pensó-, recuerdo hasta tu forma de abrazar la almohada al dormir, o cuál es el primer ejercicio de calentamiento que te gusta realizar antes de tu rutina diaria al correr, o que prefieres comer el pescado sin aderezo porque sabe más natural, tu gusto por las películas de terror en desmedro de las de acción, o… -exhaló un suspiro y la vio de soslayo-, la expresión de tu rostro esa noche cuando nosotros…

-Estoy esperando a que me digas lo que quieres decirme.

Él tomó un sorbo de su tazón y enfocó la vista al frente antes de hablar.

-Supongo que no fuiste a la reunión de ex alumnos del Furinkan –comentó. La vio negar con un movimiento de cabeza-. Entiendo que la realizaron el sábado que pasó.

-Ranma, ¿qué pretendes? –cuestionó con molestia-. Vine a tu casa a decirte algo que para mí resulta importante. Tú me obligas a recordar episodios de mi vida que quiero olvidar y luego me dices que quieres decirme algo para terminar hablándome de una estúpida reunión de exalumnos. ¿Es esto lo que quieres decirme?, porque si es así…

-Ayer recibí una llamada –le interrumpió-. De alguien que vino por el fin de semana para participar de esa reunión porque actualmente vive en Fukuoka. Entiendo que se iría ayer por la noche y… quería vernos, pero…

-Una vieja amiga, supongo ¿no? –ironizó Akane entendiendo perfectamente de quién hablaba porque ella sabía que esa mujer vivía en aquella ciudad-. Puedo comprender que haya querido verte a ti, pero yo nunca fui su amiga.

-No, en esa época eras su competencia.

-Nunca fui la competencia de nadie.

-No querías serlo, pero lo eras porque yo… ya te lo dije hace un rato y no voy a repetirlo.

-¿Tanto te cuesta admitirlo?

-Creo que no más que a ti, ya que tú nunca me has dicho lo que sentías por mí –le acusó.

Ella pareció esconderse entre sus brazos y piernas. Era cierto, había estado a punto de decirle que lo amaba un par de veces, pero se había retractado a último momento; en cambio él se lo había gritado hacía unos minutos. Exhaló un suspiro y habló en un susurro.

-Tal vez no merezcas saberlo.

-Tienes razón, tal vez no lo merezca –hizo una pausa y comenzó a hablar al mismo tiempo que un rayo volvía a iluminar el cielo tormentoso-. Sayuri le dio mi contacto y me llamó porque dijo que necesitaba hablarme, dijo que se había enterado por Sayuri que tú trabajabas conmigo y que, si podíamos, quería juntarse con nosotros. Quise negarme porque no me interesa verla y supuse que a ti tampoco, pero luego lo pensé y… la curiosidad pudo más.

-Te juntaste con ella para recordar viejos tiempos, ¡qué divertido!, pero sabes qué, eso a mí no me incumbe –dijo dejando el tazón en el piso para luego hacer el intento por ponerse en pie-, así que…

-¿Quieres sentarte y escuchar? –expresó tomándola de la mano.

El movimiento fue tan de improviso, que ella perdió el equilibrio y cayó sobre él, logrando que una corriente eléctrica recorriera sus cuerpos al percatarse de su cercanía. Ella se separó casi de inmediato y permaneció sentada a su lado, con las piernas extendidas y el rostro sonrojado.

-Perdón, yo no quería…

-¿Hasta cuándo vamos a estar aquí perdiendo el tiempo? –le interrumpió para intentar escapar de aquella situación.

-Perdiendo el tiempo, sí, claro.

-Ranma, no has dicho nada de interés desde que estamos aquí sentados, al menos no que sea de mí interés, por lo que…

-Ella me vio salir por la ventana de tu cuarto a medio vestir esa mañana –dijo atropelladamente, sorprendiéndola con su declaración-. Sacó sus propias conclusiones porque era muy temprano y yo vestía sólo mi ropa interior… ¿recuerdas? –la vio asentir levemente al tiempo que los colores le subían al rostro, por lo que continuó-. Ayer me contó todo, dijo que se había enfurecido porque si ya sospechaba que entre nosotros… que yo te… la cosa es que al verme salir medio desnudo, escapando por la ventana de tu habitación, confirmó sus sospechas y se enfureció, pero no quiso increparme o increparte a ti… buscó ayuda.

-Ayuda –repitió Akane con la mirada fija en un punto indefinido al frente suyo-, ¿qué clase de ayuda y para qué?

-Durante todo ese día intenté buscar un momento para hablar contigo, pero siempre había alguien interfiriendo o me pedían encargos o ayuda y finalmente nunca tuve un momento a solas contigo. Luego, tus amigas nos pasaron a buscar para ir a esa fiesta en casa de Hiroshi y no hubo un momento para conversar tranquilamente sobre lo ocurrido la noche anterior. Yo no pude decirte que lo que había pasado la noche anterior había sido por amor y no un simple arrebato pasional adolescente, yo… sé que esa noche crucé todos los límites que me había autoimpuesto, todo mi autocontrol se fue al basurero cuando me desafiaste, y pensé que ibas a rechazarme porque tú nunca habías manifestado interés en tener un acercamiento conmigo, así que realmente pensé que me mandarías a volar cuando te besé por primera vez… pero cuando no lo hiciste y al contrario, me correspondiste de la misma manera, yo… casi enloquezco sólo de felicidad, Akane, porque si tú no me rechazabas quería decir que compartías mis sentimientos y entonces, no me importó demasiado que no pudiéramos hablar y aclarar las cosas entre nosotros porque estaba seguro de que tú me amabas –dijo viendo de soslayo cómo ella se encogía a su lado-, y me amabas tanto que habías permitido que yo… que nosotros…

-Que hiciéramos el amor –musitó totalmente sonrojada-. Dilo como corresponde.

-Sí, debías amarme tanto como yo lo hacía para permitir que te hiciera el amor sin habernos siquiera besado antes, pero la noche de la fiesta… -dejó la frase en el aire, buscando las palabras para seguir mientras ella se removía incómoda a su lado-. Por primera vez probé el alcohol aquella noche, sabes –dijo amargamente-. No recuerdo quién fue, pudo haber sido uno de los chicos o la misma Ukyo –dijo nombrándola por primera vez y sintió cómo su ex prometida se tensaba a su lado-, el asunto fue que me sentía tan feliz que no cuestioné cuando me dieron a beber un vaso de algo… ni siquiera estoy seguro de lo que me dieron a beber, pudo haber sido cerveza u otra cosa, realmente no lo sé.

-¿Y debido a eso armaste todo ese escándalo cuando volviste a casa?, ¿estabas ebrio?

-No –dijo con dureza-. No voy a repetir lo que te dije esa noche porque, aunque no lo creas, a mí también me dolió decirte esas palabras.

La escuchó soltar una corta carcajada sardónica y luego vio cómo nuevamente doblaba sus rodillas, abrazándose a ellas. Suspiró porque, aunque ella no lograra comprender, para él sí había sido igual de doloroso soltar todas las injustas palabras que le había dicho aquella noche antes de que ella lo echara de su casa y de su vida.

-Sabes lo que vi esa noche, Akane. Recuerdo habértelo enrostrado conteniendo apenas mi rabia y dolor –retomó su relato; ella quiso rebatir, pero él la detuvo con un gesto-. Lo que vas a decirme es verdad –reconoció-, ahora sé que esa noche no mentiste. Sé que no eras tú la mujer que yo vi en esa habitación.

Ella giró de inmediato el rostro y buscó sus ojos azulados, pero él tenía la vista fija en un punto indeterminado al frente suyo. Akane posó su mejilla sobre sus rodillas flexionadas y continuó en silencio, esperando a que él siguiera hablando. Él así lo entendió y luego de beber otro sorbo de su tazón, se decidió a hablar suavemente.

-¿Puedes imaginar lo que fue para mí descubrir que la chica a la que yo amaba por sobre todas las cosas se encontraba en esa habitación, medio desnuda y en brazos de aquel a quien yo consideraba mi amigo, besándose y acariciándose apasionadamente cuando la noche anterior… se había entregado a mí?, ¿puedes hacerte una idea, Akane? –la amargura en su voz y la mirada fija al frente le hicieron comprender que él se encontraba recreando esa escena en su mente en ese preciso momento.

-Dijiste que no era yo –murmuró conteniendo las lágrimas porque sí podía imaginarse en su lugar si la que hubiera visto aquella imagen hubiese sido ella y también porque comenzaba a comprender, lentamente y sin la necesidad de escuchar la historia que él estaba relatando, comenzaba a comprender lo que seguramente había sucedido esa noche.

-Eso no lo supe hasta ayer –dijo flexionando una de sus piernas para dejar descansar su brazo sobre su rodilla-. No lo supe hasta que ella…

-No –le interrumpió tajantemente-, tú lo supiste esa misma noche porque yo te lo dije cuando volviste a casa y comenzaste a insultarme. Te dije que yo había permanecido toda la noche en compañía de Yuka y Sayuri, que era cuestión de preguntarles a cualquiera de ellas y te lo confirmarían, te dije que debía haber otra explicación y tú no quisiste escucharme, no creíste en mí, Ranma, y preferiste acusarme y herirme con las palabras más ofensivas y humillantes que alguna vez te oí decir, porque no me llamaste fea ni poco femenina, te referiste a mí en los peores términos y todo por un engaño, porque eso fue, ¿no?, un absurdo y tonto engaño en el que seguramente caíste fácilmente.

Lo vio asentir en silencio, con la mirada fija y el rostro pálido. Podía percibir la culpa que corroía en ese momento a su ex prometido, pero no le importó. Así como él había sido ofensivo y cruel con ella hacía cinco años atrás, ella no se guardaría de recordarle lo insultante y humillante de la situación que la había obligado a vivir sólo por no escuchar ni entender razones.

-¿A quién le debo el placer de haber recreado por años esa escena una y otra vez en mi mente? –él permaneció callado, porque debía reconocer que él también había rememorado esa escena con rencor durante años, envenenando el recuerdo que conservaba de ella y ahora, finalmente descubría que ella había dicho la verdad-. Dime quién fue, necesito saber todo tal y como ocurrió. A quién le debo la humillación que sufrí por parte de la persona en quien más confiaba, la persona a quien…

-Si pudiera volver atrás…

-¡Pero no puedes, nadie puede volver atrás! –exclamó apretando con fuerza sus rodillas-. Si me hubieras escuchado esa noche, si hubieras intentado reflexionar al conocer mis palabras y considerar que yo no mentía, si hubieras tratado de comprender…

-¡No podía comprender porque ellos me drogaron! –le interrumpió con la voz casi en grito por la irritación. Ella abrió mucho los ojos y luego volvió a posar su barbilla sobre sus rodillas, enfocando su acuosa mirada en la ventana; la lluvia seguía cayendo con fuerza y ya había oscurecido totalmente en el exterior-. Ukyo me contó cómo había pasado porque según ella, le remordía la consciencia haberme alejado de tu lado –dijo riendo sin ganas-. Según ella, esa mañana cuando me vio escapar por la ventana de tu habitación, en vez de ir a golpearme y pedirme una explicación, se fue corriendo en busca de ayuda porque creyó que debía hacer algo para apartarme de tu lado antes de que fuera demasiado tarde porque ella pensó que… -se interrumpió y empuñó su mano-, pensó que lo que a todas luces había sucedido en tu habitación había sido producto de mis impulsos hormonales y tus intenciones de seducirme… como si no nos conociera –dijo entre dientes.

Ella suspiró y negó con un movimiento de cabeza al tiempo que volvía a enfocar sus ojos en el perfil de su ex prometido.

-Buscó la ayuda de alguien más porque no podía elaborar ella sola un plan que funcionara.

-Shampoo –murmuró Akane de forma cansina, él asintió.

-Sí, la amazona colaboró, pero no fue la única y en verdad no creo que puedas imaginar quién más estuvo involucrado.

-Daisuke tuvo que ser uno de ellos ya que me acusaste de…

-Sí –afirmó sin dejarla continuar, porque, aunque ya sabía que ella no había tenido nada que ver en el montaje que él había presenciado, dolía recordar esa imagen que permanecía grabada a fuego en su memoria-, él fue uno de los implicados, pero hubo otra persona que aportó con sus pócimas y amuletos.

-¿Pócimas? –inquirió al tiempo que pensaba rápidamente-, ¿la abuela de Shampoo?

Él negó con un movimiento de cabeza.

-Según lo que me contó Ukyo, ellas se reunieron temprano porque esa fiesta les daría una oportunidad única para actuar, así que ambas planearon todo, pero les faltaba alguien que quisiera prestarse para la actuación. Se juntaron en el restaurante de Ukyo y cuando estaban organizando lo que pensaban montar, recibieron la valiosa e inesperada ayuda de alguien más –se interrumpió y frunció el ceño-. La amazona consiguió una poción mágica o algo por el estilo, sabes que ella era experta en esas cosas; la poción haría que ella adoptara tu apariencia física, Akane, por eso a quien vi esa noche fue a ti, pero en realidad no eras tú sino Shampoo transformada y bueno, lo que me dieron a beber en ese vaso mezclado con el alcohol también colaboró para que yo no me comportara como lo hubiera hecho en condiciones normales, y además, me negara a comprender o a aceptar otra versión que no fuera lo que yo vi.

-Pero, ¿existe una droga o alucinógeno que tenga ese efecto en las personas? -dudó.

-¿Recuerdas cuando apareció Shampoo en nuestras vidas?, ¿recuerdas lo que hizo para que tú olvidaras quién era yo? -la vio fruncir el ceño sin contestar. Suspiró-. Yo no pongo en duda los efectos de esos productos que utilizaban las amazonas porque muchas veces tuve que hacerles frente. Sé que existen y como lo sé, no me extraña que hayan conseguido uno para cambiar de apariencia. Tampoco dudo que la persona que les facilitó el producto que me dieron a beber conociera perfectamente su efecto y les asegurara que con eso podrían controlarme por completo… controlar mi mente y así lograr que yo no fuera el mismo, que yo creyera únicamente en lo que vi y, además, que acatara dócilmente todas las indicaciones que me dieran y las registrara como una orden en mi cerebro. Así lograron que yo hiciera cosas que quizá no hubiera hecho sin estar bajo los efectos de esa poción, como armar un escándalo en el dojo en vez de hacerlo en donde los había visto.

Otro silencio que contribuyó para que ella lograra aceptar esa explicación.

-Dijiste que alguien más les ayudó con pócimas y amuletos. Que esa persona les dio el producto que te dieron a beber, ¿quién fue? -preguntó volviendo a la conversación.

-Alguien que sentía una insana y obsesiva atracción por ti, Akane –ella parpadeó un par de veces sin entender y él siguió hablando-. El vaso que me dieron a beber no sólo contenía algún tipo de licor, también habían puesto una mezcla proporcionada por esa persona que colaboró con ellas con el sólo objeto de destruirme y alejarte de mi lado. Lo que me dieron a beber hizo que yo perdiera en parte mi voluntad, por eso cuando Ukyo me llevó engañado a esa habitación y vi la escena, me pareció tan verídica y no cuestioné demasiado. Antes de que lo preguntes, sí, recuerdo haber gritado y haberme enfurecido al contemplar a ese… a ese despreciable sujeto con sus manos en… -se interrumpió y cerró sus ojos para intentar alejar aquella imagen, pero al hacerlo consiguió lo contrario-. Se asustaron o fingieron hacerlo –dijo con rencor-, luego se separaron, él comenzó a arreglar sus ropas y la falsa Akane tomó su ropa desde la cama y desapareció rápidamente, saltando por la ventana.

-Espera, ¿no sospechaste nada cuando la viste saltar? – le interrumpió-. Ranma, las habitaciones de esa casa estaban en el segundo piso y yo no podía saltar grandes alturas sin doblarme un pie o caer de mala manera, y tú lo sabías.

-Esa droga o lo que fuera que me dieron no me dejaba relacionar cosas en mi mente o reaccionar como lo hubiera hecho normalmente, ya te lo dije -expresó-. Yo quise entrar a ese cuarto para golpear al infeliz, ojalá hasta matarlo, pero Ukyo me detuvo y me convenció para que nos fuéramos de allí porque dijo que con mayor calma podría tomar una mejor resolución que simplemente golpear a quien consideraba mi amigo. Me convenció para que saliéramos y supongo que por efecto de esa poción hice lo que ella me pidió, pero no me quedé con ella, me escapé y fui directo a la casa porque sentí que a quien realmente tenía que pedir explicaciones era a ti y no a él -hizo una nueva pausa y frunció el entrecejo-. Ayer, Ukyo me confesó que lo que me dieron tenía ese objetivo. El tipo que se los facilitó les dijo que era una especie de inhibidor y que si me lo daban, les aseguraba que yo haría lo que me dijeran que hiciera esa noche, convencido de que era lo mejor. Por eso no golpeé a ese desgraciado, por eso no salí persiguiendo a la falsa Akane, porque Ukyo me convenció para no hacerlo porque la intención no era que yo me desquitara físicamente con ninguno de ellos, sino que conseguir algo más concreto. También sé que hay plantas que utilizándolas de la forma adecuada pueden surtir ese efecto u otros, como las plantas que la forense encontró en el cuerpo de la última víctima, Akane. Ahora sé que yo hubiera hecho cualquier cosa que me ordenaran hacer esa noche… cualquier cosa hasta que pasara el efecto de la droga.

-Por eso cuando llegaste a casa y comenzaste a decirme esas cosas… -se detuvo y lo miró estupefacta.

-Sí, ni tú ni yo podíamos saberlo en ese entonces, pero cuando dijiste que me fuera, mi cerebro captó eso como una orden y creo que todos estos años… ese recuerdo actuó como una especie de mandato, impidiéndome volver.

-Si no logras aceptarlo, quiero que te vayas y no vuelvas nunca más –musitó Akane totalmente asombrada, porque ahora entendía que con sus palabras, lo había obligado a irse sin cuestionar ya que su cerebro había procesado esa frase como una orden que debía cumplir-. Pero, el otro día estuviste en mi casa, tú ingresaste a mi habitación…

-Nunca antes tuve la intención de volver al dojo Tendo o a Nerima, Akane, nunca, hasta que me molesté tanto contigo que me arriesgué a ir –le interrumpió-, pero cuando llegué a la puerta de tu casa, algo extraño en mi interior me impedía avanzar y no pude siquiera intentar abrir el gran portón de madera por el cual salí una noche porque esa rara sensación me lo impedía, provocándome un rechazo que nunca había experimentado… creo que ahora entiendo qué era ese algo que aún actuaba como un recordatorio en mi mente, sin embargo, mi necesidad por verte y exigirte una explicación ese día vencieron esa extraña sensación y pude ingresar por la ventana de tu habitación –guardó silencio y cerró los ojos-. Pienso que, como nuestra última discusión se produjo en el dojo y yo abandoné tu casa por la puerta, tengo bloqueados esos dos lugares específicos en mi mente.

El sonido de un potente trueno se dejó escuchar, pero ellos ni siquiera se sobresaltaron. Akane comenzó a jugar con los dedos de sus manos antes de dirigirse nuevamente a él.

-¿Por qué ahora? –preguntó logrando que él la observara de soslayo-, ¿por qué quiso contar la verdad después de cinco años?

-Luego de que me fui del dojo estuve bastante tiempo viajando por distintos poblados… escapando y tratando de pensar en qué hacer con mi vida. Ellas me buscaron.

-Lo sé –comentó sonriendo con amargura-. Fueron a buscarte al día siguiente de tu partida, me atacaron y me advirtieron que ellas irían a buscarte pero que no intentara hacer lo mismo porque tú no merecías estar con alguien que te había deshonrado tan vilmente… pero resulta que la deshonra no la cometí yo, sino ellas.

-No me encontraron –dijo Ranma tratando de calmarse, porque sabía a lo que ella se refería al mencionar que la habían atacado. Seguramente no había sido un ataque insignificante, pero ella estaba intentando bajarle el perfil-. Ellas nunca dieron con mi paradero y después de un tiempo, la amazona tuvo que volver a su aldea en China. Las amazonas la hicieron volver porque ya había pasado mucho tiempo y ella no había conseguido el objetivo para el cual había venido a Japón; según Ukyo, Cologne se la llevó casi obligándola.

-¿Y ella, por qué Ukyo no siguió buscándote?

-Porque su padre enfermó y tuvo que ir a acompañarlo. Luego se hizo cargo del negocio familiar y comenzó a tener buenos ingresos. Poco a poco fue haciéndose cargo de su vida y yo ya no era una prioridad… hasta que se enteró de su enfermedad.

-¿Enfermedad?

-Sí, dice que hace unos meses se enteró de que había heredado la enfermedad de su padre. Él murió hace poco más de un año y bueno, según lo que me dijo, no es como si fuera a morir en un par de meses, de hecho, dijo que controlándose puede vivir muchísimos años al igual que lo hizo su padre, pero… no quiere cargar con ninguna culpa cuando llegue su turno.

-¿Está tratando de limpiar su consciencia?, ¿es en serio? –inquirió sin dar crédito a lo que oía.

-No lo sé, Akane, creo que se volvió creyente por su esposo y…

-¡Esposo! –le interrumpió-, está casada, con su vida resuelta y ahora sintió la imperiosa necesidad de librarse de todas sus culpas a causa de la muerte de su padre y también por su creencia religiosa, ¿es eso lo que quieres decir? -expresó con total incredulidad.

-Es difícil de aceptar y más de entender, lo sé, pero… el que se haya vuelto creyente y quiera librarse de sus culpas me dio la posibilidad de conocer una verdad de la cual quizás en otras circunstancias no hubiera podido enterarme, una verdad que borra por completo el recuerdo que yo tenía de nuestra separación.

-¿Y de qué sirve conocer la verdad ahora? –murmuró Akane para sí, apoyando su frente en sus piernas flexionadas. Él la escuchó, pero no dijo nada al respecto-. ¿Quién es el cuarto implicado? -preguntó con la voz amortiguada por la posición en la que se encontraba.

-¿Todavía no lo deduces? -contestó con otra pregunta. La vio negar sin levantar el rostro y sonrió-. Estaba obsesionado con que tú le prestaras atención y me odiaba por el simple hecho de ser tu prometido. Siempre quiso conseguir tu amor utilizando hechizos, trampas y amuletos, conocía de plantas, sortilegios y un sinfín de otras cosas que ni siquiera sabría cómo describir y…

-Gosunkugui –murmuró levantando la vista-, pero él… no, él sería incapaz de hacerme daño.

-No te hubiera provocado un daño físico, tal vez –murmuró-, pero siempre hizo lo que pudo para separarme de ti y no le hubiera importado pisotear sentimientos si conseguía su objetivo.

-Pero… él desapareció después de esa fiesta y nunca más lo volví a ver. Sí vi a Daisuke un par de veces y a Ukyo, pero nunca más vi a Gosunkugui.

-Ukyo me dijo que habían hecho algo así como un pacto de silencio, ninguno de los cuatro volvería a hablar de lo ocurrido esa noche porque tenían que protegerse.

-Hiroshi se presentó en casa tres días después de tu partida, dijo que iba de parte de Daisuke porque él quería verte y hablar contigo. Tuve que decirle que te habías ido y que no sabía cuándo volverías… luego de eso, años después me encontré con esos dos en una de esas reuniones que a Sayuri le gusta organizar, pero Daisuke me esquivaba y nunca pude exigirle una explicación, aunque… después de todo ya no importaba.

-Sí importaba –rebatió-. Importaba que él te dijera la verdad porque entonces tú quizá… le hubieras obligado a buscarme y…

-No –le interrumpió-. Yo no hubiera hecho eso porque creía que estaba mucho mejor sin ti, así que seguramente hubiera seguido con mi vida y me hubiera recriminado en silencio… ya no soy la misma chica que conociste a los dieciséis, Ranma, debo reconocer que ahora… me rindo con facilidad.

-No te rendiste cuando te enteraste de que debías trabajar conmigo… a pesar de todos los malos recuerdos, a pesar de que me odiabas, tú no te rendiste.

-Me refiero a otra cosa.

-¿Qué cosa?

Ella no contestó, volteó la mirada y suspiró de forma cansina.

-Entiendo los motivos que tuvo Ukyo y también la motivación de Shampoo –dijo de pronto-. Pero no logro comprender cómo ellos dos pudieron prestarse para montar una escena casi sacada de una película para adultos, según lo que tú dijiste esa noche.

-Una mujer sin escrúpulos y dispuesta a todo por conseguir su objetivo como la amazona, fácilmente se pudo prestar para que alguien que no conocía de nada se comportara como un amante con ella, sobre todo si sabía que tomaría la apariencia de quien más odiaba –dijo Ranma endureciendo el gesto-. En cuanto a ese infeliz… siempre estuvo encaprichado contigo y no le importó nada con tal de cumplir uno de sus mayores sueños, aunque supiera que era sólo una ilusión, pero… ayer le dejé marcado en el rostro que con algo así no se juega.

-¿Él fue… te peleaste en el bar del señor Nakamura con…?

-Se lo merecía –contestó-. Pensó que acompañando a Ukyo y pidiendo disculpas, todo quedaría arreglado, pero se equivocó. No puedo desquitarme con Ukyo por ser mujer, con Shampoo tampoco por la misma razón además de que no podría ir a buscarla a su aldea en estos momentos; Gosunkugui desapareció y nadie sabe dónde está, así que alguien tenía que recibir el castigo.

-El señor Nakamura dijo que había tenido que intervenir. Dio a entender que tú estabas tan fuera de sí, que no te podían apartar de su lado.

-¿Y qué querías que hiciera?, ¡el imbécil fue uno de los que me arruinaron la vida!

-Tuviste que rehacer tu vida dejando todo atrás, puedo entender que estés molesto al descubrir que por una estúpida jugarreta hayas tenido que reinventarte a tan temprana edad, pero no creo que hayan arruinado tu vida, de hecho, creo que ahora tienes muchas más oportunidades que si hubieras seguido en el dojo de mi padre.

-¿Sigues creyendo que las cosas materiales me importan?

Volvió a guardar silencio, sin contestar a esa pregunta y enfocó su vista en el tazón de chocolate ya frío. La tormenta afuera, lejos de amainar, seguía desatándose con más fuerza.

-Nada de lo que me cuentas hubiera ocurrido si hubieras puesto a esas dos en su lugar, si hubieras asumido ante ellas que yo… -dejó la frase en el aire, incapaz de darse su lugar, a pesar de que ya tenía muy claro que para él había sido importante y… la había amado.

-Tienes razón, el responsable de todo esto soy yo, y te pido disculpas –reconoció en un susurro-. Ahora no sólo tengo que cargar con la muerte de una chica, sino que también con la destrucción de mi mundo por no haber sabido cómo reaccionar ante unas mujeres que se empecinaron con algo que yo no podía ni quería darles.

-No puedes comparar una cosa con la otra –rebatió-. La chica que murió… ella trató de vindicarte con esos delincuentes y, aunque no le correspondía, intentó hacer su trabajo, pero las otras dos… ellas actuaron por egoísmo e interés personal; para ellas eras su premio y al darse cuenta que el premio se les escapaba de las manos, trataron de impedirlo de cualquier forma y utilizando los medios más bajos, y lo consiguieron pero ellas finalmente se quedaron con las manos vacías, al igual que la rival a quien quisieron vencer… finalmente y después de tantos intentos desesperados, ellas ganaron, consiguieron su objetivo, pero ninguna de las dos está aquí disfrutando de su victoria –la vio llevarse una mano a los ojos para enjugarse las lágrimas que comenzaban a caer.

Luego de un momento de silencio, él volvió a hablar.

-¿Podrás perdonarme por lo estúpido que fui?

-No tengo nada que perdonarte –dijo negando con un movimiento de cabeza-. Ellos te engañaron, te manipularon y te obligaron a hacer cosas que quizá no hubieras hecho si hubieras estado en tus cinco sentidos, o las hubieras hecho de otra forma. Al final… sus planes resultaron.

-Hicieron que te tratara muy mal y con eso lograron separarnos cuando recién empezábamos a construir algo.

-Construir algo –musitó-, ¿en verdad hubieras luchado por construir algo conmigo?

-Supongo que sí –contestó enfocando su vista en la lluvia que caía copiosa tras la ventana de su apartamento-. Lo hubiera intentado de haber sabido la verdad porque ya te he dicho que yo te… no importa, sólo necesito escuchar que me perdonas, tan sólo eso.

Ella lo miró de soslayo y encogió los dedos de sus pies.

-Me amabas, sí, lo dijiste, pero no me amabas lo suficiente como para luchar hace cinco años y al parecer, tampoco ahora lo harás –pensó-. Te perdono si tú me perdonas también.

-Pero tú…

-Los dos tuvimos responsabilidad –le interrumpió-. Tú, por haber caído en su trampa y no escuchar razones cuando te las di; y yo, por haberte echado de casa sin pensar en que podías haber estado bajo los efectos de un hechizo… Conocíamos a Shampoo, y Ukyo tampoco era de mi confianza, al menos yo debí sospechar, pero no lo hice y ahora estoy pagando las consecuencias -hizo una pausa y luego se puso de pie-. Me voy.

-No puedes irte –dijo él con amargura-. Ya es tarde, está oscuro y la tormenta allá afuera está en su máximo apogeo.

-No me importa mojarme de nuevo –contestó encogiéndose de hombros.

-Desde hace horas no ha pasado ningún vehículo por la avenida y probablemente el metro esté suspendido.

-¿Y cuál es tu idea?, ¿quieres que me quede en un lugar en el que no soy bienvenida?

-Yo nunca dije que…

-No lo has dicho, pero sí has hecho de todo para alejarme –dijo avanzando hacia el cuarto de baño. Él se puso rápidamente de pie y avanzó tras ella-. Lo que me contaste sirvió para comprender lo que sucedió en el pasado, para entender tu proceder en el pasado, pero no para justificar tu comportamiento en el presente.

-¿Y cuál es mi comportamiento, según tú?

-Ranma, dijiste que ya no teníamos nada más de qué hablar, diste a entender que lo que pasó entre nosotros hace unos días atrás no fue tan importante y que lo mejor es olvidarlo, que quieres volver al inicio porque no te interesa mantener un vínculo extralaboral conmigo, entonces, ¿para qué insistes en que me quede si por tus palabras puedo deducir que no me quieres a tu lado?

-Ésta lloviendo.

Ella lo observó con incredulidad y luego de soltar algo parecido a un resoplido, se dio media vuelta y continuó su camino hacia el cuarto de baño, en donde se agachó y comenzó a calzarse sus zapatos mojados.

-Enfermarás –dijo él desde la puerta.

-¿Crees que me importa? –contestó sin detenerse-. Presentaré las solicitudes mañana o pasado mañana, por lo que seguramente contaré con días de descanso en mi casa, si tanto te preocupa mi salud.

-No puedes presentar esas solicitudes, tienes que seguir colaborando con nosotros.

-¿Por qué de un momento a otro cambiaste de opinión y ahora quieres que siga trabajando con ustedes?

-Porque necesitamos a alguien que siga guiándonos, pero…

-¿Pero?

-Debemos ser cuidadosos –contestó-. Que ese sujeto esté enamorado de ti no facilita…

-Espera un segundo –le interrumpió irguiéndose con uno de sus zapatos en la mano-, ¿enamorado de mí?, ¿te refieres a Barnat?

-¿A quién otro podría referirme?

-No puedo creerlo –dijo dejando caer su zapato al piso-. ¿Todavía sigues con eso? Te he repetido hasta el cansancio que entre él y yo no hay nada.

-Sí, lo sé, pero él sí está interesado en ti, fue evidente ese día cuando fuimos a ese lugar. Si él descubre que lo estamos investigando y que tú trabajas con nosotros… simplemente es peligroso.

-¿Y crees que yo se lo diré?

-Por supuesto que no, yo sólo quiero… -dejó la frase en el aire y desvió la mirada.

-Tú sólo quieres protegerme –completó ella-. Aunque lo niegues quieres protegerme, y la maravillosa forma que se te ocurrió para hacerlo es haciéndome a un lado. Bien, cumpliré tu deseo y me apartaré de tu lado para que no tengas que preocuparte por mí.

-No entiendes lo que quiero hacer, no le das importancia a lo que intento hacer.

-No, no entiendo porque tú no hablas con la verdad.

-¿Cómo dices? –cuestionó clavando sus ojos en ella.

-Cuando llegué a este apartamento dije que quería informarte dos cosas y preguntarte una tercera, ahora, mírame y responde: ¿realmente quieres que desaparezca de tu vida como un día tú lo hiciste de la mía porque yo te lo pedí?, ¿realmente quieres que renuncie a intentar recuperar lo que alguna vez tuvimos?

Permaneció en silencio, con un nudo en la garganta y sin poder hablar, porque sabía que esa era la última oportunidad que ella le estaba dando para recuperarla, pero se sentía incapaz de tomarla porque también sabía que, si decidía decirle la verdad, ella estaría en peligro.

-Lo suponía –dijo bajando el rostro al tiempo que terminaba de calzarse-. Te devolveré tu ropa cuando vaya a hablar con el señor Satō –continuó diciendo, acercándose a él para pasar por su lado y salir de ese lugar.

Ranma cerró los ojos cuando ella pasó por su lado. Era ahora o nunca, porque si la dejaba ir bajo esa inclemente lluvia sabía que la perdería para siempre, recuperando su sosegada y solitaria vida… a costa de su propia felicidad.

-No –dijo finalmente, volteándose sólo para ser testigo de los espasmos que se percibían en la espalda de ella, indicándole que ella lloraba… por su culpa ella lloraba-. No quiero que renuncies.

-¿Por qué? –cuestionó.

-Porque te necesito.

Ella sonrió amargamente y secó sus lágrimas antes de contestar.

-Pueden conseguir a otra psicóloga para que los ayude.

-No necesito a la profesional –indicó acercándose a ella hasta casi tocar su espalda con su torso-. Te necesito a ti, como mujer –hizo una pausa y comenzó a pasar su temblorosa mano por el contorno de ella sin llegar a tocarla-. Ya no puedo huir de lo que siento.

-¿Qué es lo que sientes? –susurró.

-Un fuego inolvidable –musitó muy cerca del rostro de su ex prometida-. Es un fuego intenso e inolvidable porque, aunque he intentado ignorarlo, durante todos estos años ha seguido vivo dentro de mí. Lo encendiste con una chispa cuando me regalaste esa primera sonrisa en el dojo de tu padre y desde ese momento no se extinguió jamás y aunque durante estos años traté de apagarlo o reemplazarlo… no lo conseguí –bajó sus manos y las dejó caer a los lados al tiempo que cerraba los ojos-. Me recorre cada vez que te veo, inyectándome energía; parece extinguirse cuando no estás cerca pero luego apareces y sigue ahí, ardiendo con más fuerza; desde hace años me quema cuando alguien se acerca a ti con otras intenciones y no puedo hacer nada para alejarlos; deja dolorosas llagas cuando me ignoras… fueron llagas permanentes las que dejó durante cinco años de mi vida, ¡y cómo dolían!, no sabes cómo dolían haciéndose más grandes cada vez que tu recuerdo venía a mi memoria… pero cuando volviste a mi vida, todas esas llagas comenzaron a sanar y ese fuego ya no me dañaba porque se volvió cálido y agradable, entibiando nuevamente mi corazón… dándome una razón para seguir, pero ahora…

-¿Qué pasa ahora?

-No quiero que te vayas de mi lado porque sé que esas llagas volverán a aparecer y dolerá demasiado, pero… siento que debo dejarte ir, que lo correcto es dejarte ir, porque estarás más segura lejos de mí –se interrumpió y abrió los ojos fijándolos en el sedoso cabello negro azulado.

Giró despacio, asumiendo una actitud de derrota y con inseguridad en el tono de su voz volvió a hablar.

-Será mejor que duermas aquí esta noche y cuando pase la tormenta vuelvas a tu casa. Ven, por aquí –indicó devolviéndose por el pasillo.

Ella giró su cuerpo, pero no lo siguió. Permaneció quieta, observando el piso, procesando lo que acababa de escuchar, porque en palabras simples él le había dado a entender que la seguía queriendo pero que lo mejor era separarse por su propia seguridad.

-No logro comprenderte -dijo de forma casi inaudible, él se detuvo y la observó por sobre su hombro-. Dices que no quieres que me aleje, pero insistes en empujarme lejos de ti.

-Yo sólo quiero…

-Lo sé –le interrumpió-. Crees que por mi seguridad es mejor dejarlo todo como estaba hasta antes de reencontrarnos, por eso se te ocurrió alejarme y es lo que tú quieres hacer ahora, pero me gustaría saber si te has preguntado alguna vez qué es lo que yo quiero.

Permaneció en silencio, porque no supo qué contestar ya que ciertamente no se había hecho esa pregunta.

-Te lo diré –le escuchó decir al tiempo que veía cómo se acercaba lentamente hacia él-. Cuando nos volvimos a encontrar, no puedo negar que todo el resentimiento que sentía por ti volvió como un torbellino, porque verte me trajo muchos malos recuerdos, pero con el pasar de los días me di cuenta de que ese resentimiento no era hacia ti, sino a tu comportamiento del pasado. Con el pasar de los días, me fui dando cuenta que ese odio que yo creía sentir en verdad era dolor, porque reconocía que nuestra relación del pasado era lo más importante que había tenido alguna vez y dolía verte día a día y saber que ese vínculo que nos había unido se encontraba roto, que tú estabas cerca mío, pero a la vez te encontrabas distante… lejos, muy lejos de mí. Me costó asumir que lo que sentía por ti era exactamente lo mismo que sentía antes de que nos separáramos, pero cuando ya no pude negarlo más, decidí que quería recuperar esa relación, que quería luchar por recuperarte… salvar ese amor, porque si lo lograba, terminaría por salvarme a mí misma, pero no sabía cómo hacerlo porque tú no dabas muchas señales de querer… en fin, no lo supe hasta ese día que fuiste a mi casa –él se giró y fijó sus ojos en ella-. Ese día, cuando nos besamos, lograste derribar todas mis barreras y comprendí que eras tú lo que faltaba en mi vida… creo que sabes cómo hubiera terminado todo esa tarde si mi hermana no nos hubiera interrumpido, pero, lo importante es que tener la certeza de que yo no te era indiferente me animó a luchar, pero luego viniste con todo ese discurso de no querer interferir en una relación que ni siquiera existe, de no querer tener nada que ver conmigo, de ignorarme y alejarme y… estoy cansada, Ranma, cansada de este tira y afloja en lo que se ha convertido nuestra relación, así que te pido que me digas con sinceridad si…

-No puedo –le interrumpió-. Te amo –susurró empuñando sus manos-. Nunca he dejado de amarte, aunque puse todo mi empeño en dejar de hacerlo, pero si permito que esto siga, él puede…

-No puedes saberlo -le interrumpió-. Nadie puede saber cómo reaccionarán o qué harán las demás personas. Ya ves, hace un rato te dije que jamás rogaría para que alguien esté a mi lado y creo que es exactamente eso lo que estoy haciendo ahora aquí frente a ti, porque no me importa arriesgarme y tampoco me importa lo que él haga si consigo recuperar lo que alguna vez tuve y me obligaron a dejar ir, pero al parecer tú no quieres luchar y prefieres que ese fuego del que hablaste nos consuma a los dos… –hizo una pausa y bajando la mirada se abrazó a sí misma-. Dicen que el primer amor nunca se olvida. Quizá tú no fuiste mi primer amor, pero sí has sido el único verdadero; al único que amé en mi pasado, que amo en mi presente y que seguramente seguiré amando en mi futuro… ese eres tú, Ranma, pero si sigues empujándome demasiado lejos…

No la dejó continuar, porque se arrojó hacia ella y la capturó en un apretado abrazo que ella tardó pocos segundos en responder. Permanecieron allí, a la mitad de ese corredor, abrazándose el uno al otro, en silencio mientras la tormenta causaba estragos en el exterior, hasta que quedaron a oscuras. Se separaron unos cuantos centímetros para observar el lugar en penumbras.

-La luz se fue –comentó ella, diciendo lo evidente.

-La tormenta –dijo él observándola hacia abajo-, el viento debe haber causado el corte de la energía… ahora sí no podrás irte –terminó de decir en un susurro acariciando sus cabellos.

-¿Quieres que me quede en tu casa hasta que pase la tormenta, o quieres que me quede en tu vida?

Le pareció que ella formulaba una pregunta capciosa, pero finalmente se había decidido y, aunque continuara sintiendo temor por lo que pudiera pasar con un sujeto tan impredecible como el extranjero, no escaparía más de sus sentimientos, así que le respondería con total sinceridad.

-Será difícil, probablemente te pondré en peligro y tendremos que cuidarnos mucho para que no se sepa, pero… sí –dijo posando la mano con la que acariciaba sus cabellos en su mejilla-, lo único que quiero es que te quedes en mi vida, para siempre.

-Tonto –contestó mordiendo su labio inferior para evitar llorar-, sigues siendo un tonto…

-Pero…

-Me enamoré de ti sabiendo que eras un tonto y seguiré amándote, aunque sigas siéndolo –dijo irguiéndose en la punta de sus pies para luego depositar un corto y casto beso sobre sus labios.

En la penumbra, los ojos de él se veían como dos llamas vacilantes y ella pensó que sus propios ojos debían verse exactamente iguales a los de él en ese momento.

-Ven, te diré dónde puedes descansar esta noche -dijo tomándola de la mano, obligándose a recuperar algo de serenidad.

Se internó por el pequeño corredor seguido por ella y antes de abrir una puerta a su izquierda, de un mueble sacó una pequeña lámpara de emergencia que procedió a encender. La luz amarillenta era muy tenue y apenas conseguía alumbrar sus pies, pero serviría para evitar tropiezos en la oscuridad.

-Aquí -indicó abriendo la puerta-. Puedes dormir en mi habitación.

Se acercó a la cabecera de la cama y depositó la lámpara en la mesita de noche. Cuando giró su cuerpo la vio digitando rápidamente algo en su teléfono móvil.

-Le avisaré a Nabiki que me quedaré en el centro para que en casa no se preocupen.

-¿Le dirás que te quedarás en mi casa?

-Por supuesto que no -dijo levantando la vista precipitadamente-. Confío en que Nabiki no hará preguntas hasta tenerme frente a frente y conseguirá transmitirles calma a papá y a Kasumi, pero si ellos se enteran que estoy aquí contigo y no en casa de Sayuri como le escribí a Nabiki, serían capaces de venir a buscarme con o sin tormenta -terminó de decir acercándose a él para dejar su teléfono sobre la mesita de noche. El aparato emitió un sonido al recibir un nuevo mensaje y ella sonrió al comprobar que su hermana mayor contestaba con un escueto: "ok, pásalo bien"

-Bien, si sientes frío hay más cobertores en este mueble -dijo acercándose a un armario desde donde extrajo un par de frazadas con la intención de retirarse de la habitación.

-¿En serio piensas dejarme aquí sola? -inquirió observándolo con nerviosismo.

Volteó con la sorpresa plasmada en su rostro; la vio a contraluz, con su vista fija en el suelo y sus manos entrelazadas a la altura de su vientre. ¿Podía ser que ella estuviera diciendo de forma soslayada lo que él quería escuchar? Se acercó con curiosidad, pero con muy poca seguridad y suspiró antes de hablar.

-Te he añorado todos estos años -dijo en un susurro-, e incluso ese día en tu habitación, me parecía increíble que estuvieras en mis brazos, que respondieras a mis caricias y a mis besos, que tú quisieras…

No lo dejó continuar, porque se abrazó a él, obligándole a soltar la ropa de cama que cargaba en sus manos para responder a aquel abrazo.

-Ahora que me has dado una oportunidad para recuperar lo que tuvimos, quiero quedarme a tu lado para siempre, Ranma, y quiero comenzar por esta noche -dijo muy suavemente.

Él sonrió y la apretó aun más contra su pecho, logrando así que ella escuchara el latido acelerado de su corazón. Luego, bajó un poco su cabeza y la acercó a su mejilla.

-Aunque me haya comportado como un idiota en el pasado -murmuró cerca de su oído-, aunque siga siendo un idiota redomado y seguramente lo seguiré siendo…

-Quiero quedarme a tu lado -le interrumpió-, y de ser posible, quiero que terminemos lo que comenzamos ese día en mi habitación.

Fue todo lo que él necesitó escuchar para decidirse a actuar. La separó de sí y reclamó sus labios casi con desesperación al tiempo que ella correspondía con la misma intensidad. Una de sus manos se perdió entre los cabellos azulados de su nuca, mientras la otra buscó a tientas el borde de la sudadera para introducirse por su espalda; lo consiguió, y cuando logró tocar la suave piel de su espalda desnuda, ella ya había procurado desabotonar los primeros botones de la estorbosa camisa que le molestaba. Pronto, las manos de él habían conseguido deshacerse de la holgada sudadera que le había prestado dejándola sólo con la camiseta interior. Pasó su mano como si temiera hacerlo por uno de esos montes ocultos bajo la prenda de algodón blanco y suspiró. Ella lo observó, deteniendo su propio actuar cuando se percató que él se encontraba casi en trance, mirándola, sin atreverse a seguir su inspección, como si hubiese quedado aletargado por algo. Entonces recordó la primera vez que él había acariciado sus pechos; había sido la misma noche en que se habían entregado, pero podía recordar la forma torpe y un tanto brusca con la que él había actuado, porque ninguno de los dos tenía experiencia previa y, además, recordaba perfectamente que aquella noche ninguno de los dos había sido suave o delicado con el otro. No, al contrario, esa noche la pasión y el deseo por años contenido había tomado posesión de sus acciones, desbordándose por momentos, pero ahora…

Lentamente se apartó un poco de él y se despojó de la camiseta en un sólo movimiento, quedando desnuda y expuesta ante su azulada mirada de la cintura hacia arriba. Él pareció despertar de su trance y la observó directo a los ojos; ella sonrió y le despojó de su camisa dejándolo en iguales condiciones, así que él le devolvió una sonrisa torcida y tomándola por la cintura la depositó sobre la cama. Su profunda mirada se paseó por su cuerpo, recorriéndola desde la cabeza hacia abajo, hasta detenerse de pronto en los pies de la mujer; frunció el ceño, porque ella permanecía con su calzado mojado, así que se acercó y lentamente le quitó cada uno de sus húmedos zapatos arrojándolos lejos de ahí.

-Tienes los pies muy fríos por insistir en ponerte esos zapatos mojados –indicó-. Sigues siendo muy terca, Akane.

Ella rio bajito cuando él procedió a acariciar casi con devoción aquellos pies helados y luego, besó el empeine de cada uno antes de trepar para quedar sobre ella. Un estremecimiento recorrió su cuerpo cuando sintió los endurecidos y erectos pezones hacer contacto con la piel de su propio pecho desnudo; volvió a besarla siendo recibido con deseo por ella quien se aferró a su espalda, clavando sus uñas en la piel y gimiendo contra sus labios cuando él, ahora libre de obstáculos, se dedicó a masajear y a acariciar sus senos. Se le escapó otro gemido cuando él abandonó sus labios y bajó hasta su cuello para depositar una seguidilla de apasionados besos en la nívea piel expuesta.

Esos labios, esos benditos y ardorosos labios que tanto había extrañado y que ahora se paseaban libremente por su piel expuesta estaban causando estragos en su cordura, porque seguramente él recordaba que cualquier caricia en su cuello hacía que se perdiera y ciertamente ahora lo estaba consiguiendo. Sin embargo, él no se contentaba y quiso hacerla explotar tomando entre sus dedos uno de sus sonrosados pezones al tiempo que introducía el otro en su boca; lo consiguió, porque a ella se le escapó un grito desde lo más profundo de su ser exhalado con una voz que ella misma apenas reconoció como propia y se aferró de inmediato con ambas manos a sus azabaches y trenzados cabellos, consiguiendo que por un glorioso momento él hundiera su nariz entre sus senos, haciéndola suspirar con fuerza y satisfacción.

Siguió mimándola, acariciándola y repartiendo ardorosos besos hasta notar cómo sus pechos se alzaban bajo su lengua.

Su cuerpo era tan suave al tacto, tan fragante al olfato, tan agradable al gusto y tan delicado, que le parecía estar presenciando el surgimiento de una hermosa y frágil florecilla silvestre. Apenas dominando los acelerados latidos de su corazón y los suspiros que escapaban sin control de sus labios, ella lo dejaba hacer; con el rostro sonrojado y los ojos entornados, ella se entregaba, devolviéndole de forma impetuosa caricias que a él le hacían estremecer.

Se separó sólo un poco, irguiendo su torso para verla de frente; ella conservaba la mirada opaca por el deseo, las mejillas arreboladas y respiraba con agitación; sonrió y se dio tiempo para regalarle una suave y sensual caricia comenzando en su mejilla, pasando por su cuello, bajando por la separación de sus pechos hasta llegar cerca de su ombligo en donde dejó descansar su mano.

-Tan exquisitamente hermosa y delicada, tal y como permanecía tu recuerdo en mi memoria -pensó antes de hablarle-. Dijiste que te sorprendía que recordara cómo te gustaba tomar el chocolate -comentó observando su rostro fijamente. Ella le devolvió una mirada sin entender-. No es lo único que recuerdo.

-¿A qué estás jugando? -inquirió deslizando su delicada mano por el cuello y los pectorales de él. Ante esa caricia Ranma tuvo que hacer un esfuerzo para controlar su ansiedad por volver a besarla.

-Recuerdo todo de esa noche, Akane -dijo con la voz enronquecida-, pero lo que quedó grabado a fuego en mi memoria fue la expresión de tu rostro cuando… -dejó la frase en el aire y sonrió mentalmente cuando vio que ella enrojecía todavía más-, ¿puedo volver a contemplarlo?

No la dejó contestar, porque le arrebató un beso que la hizo temblar al tiempo que con presteza la despojó del pantalón deportivo que todavía conservaba puesto y luego deslizó su mano en una delicada caricia por sus piernas sin esperar autorización. Sin apartarse de sus labios acarició el interior de sus suaves y blancos muslos, realizando movimientos ascendentes y descendentes, hasta que lentamente fue subiendo su mano, palpando entre sus piernas, presionando y explorando cada hendidura, rozando su zona más íntima, hasta que la sintió gemir sobre sus labios y aferrarse a sus hombros con ambas manos, indicándole así que había dado con el lugar más sensible de su anatomía. Sonrió en su mente y acarició con insistencia esa zona tan secreta e introdujo sus dedos en su interior y comenzó a moverlos lentamente, logrando que ella arqueara su espalda y se aferrara con ambas manos al cobertor. Se separó de sus labios e inmediatamente buscó la imagen de su rostro, siendo testigo de la expresión de absoluto placer que se había instalado en aquel rostro femenino que tanto le gustaba. Sonrió satisfecho cuando pasado un momento, ella buscó de forma ávida sus ojos y escuchó el grito ahogado que se le escapó en el momento justo en el que él ejercía más presión y daba mayor rapidez a sus movimientos. Verla así, desinhibida y entregada era tan inverosímil hacía unas horas atrás, que ahora le parecía un premio demasiado grande para todas las estupideces que había cometido con ella, en el pasado y en el presente.

Ella interrumpió su tren de pensamiento cuando sin ninguna delicadeza lo atrajo hacia sí y reclamó sus labios en un ardoroso beso que sólo se detuvo cuando en un último gemido sobre los labios masculinos, experimentó un espasmo que borró todo pensamiento coherente, dándole la sensación de estar fuera de su propio cuerpo para luego volver a él de golpe al tiempo que experimentaba la total relajación.

La observó sonriente; ella respiraba agitada, manteniendo sus ojos cerrados y su sonrosada piel se comenzaba a perlar de pequeñas gotas.

-No es justo -logró articular cuando abrió los ojos y lo miró directamente, al tiempo que intentaba recuperar su normal respiración. Él únicamente le mostró una sonrisa ladina y le guiñó un ojo de forma pícara-. ¿Y si yo quisiera ver tu rostro? -dijo acariciando sus pectorales para bajar por su abdomen hasta llegar a su endurecido miembro el cual acarició por sobre la ropa, logrando así que él soltara una exclamación y, cerrando los ojos, dejara escapar algo parecido a un suspiro que ahogó buscando nuevamente los labios femeninos, pero alejándose rápidamente de la atrevida mano que había cometido la osadía de bajar hasta su entrepierna.

-No estás jugando limpio -le reclamó cuando se separó de sus labios.

-Tú tampoco lo haces -contestó ella sonriendo de medio lado.

De pronto, él la miró con gesto serio; ella se asustó al pensar que había hecho algo que le había molestado, pero descubrió que no era así cuando vio que, con movimientos rápidos, él se despojaba de la última prenda que lo separaba de la total desnudez.

Tembló, de pies a cabeza tembló en anticipación. Él la observó de forma dubitativa y acarició su mejilla.

-¿Tienes frío? -preguntó suavemente. La vio negar con un movimiento sutil.

-No es mi primera vez, lo sabes -dijo en un susurro acariciando su mejilla-, pero es como si lo fuera porque eres tú… mi único amor y nunca imaginé que iba a volver a estar entre tus brazos, que nosotros íbamos a volver a compartir un momento como este y yo… creo que tiemblo de emoción.

La observó en silencio, con el corazón latiendo de dicha y haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.

-Llévame lejos de aquí, Akane -musitó con emoción-, llévame a casa otra vez, llévame a mi hogar -terminó de decir, luego la besó con ardor.

-Estamos en tu casa -murmuró ella cuando él se separó de sus labios.

-Hogar es donde está tu corazón -indicó suavemente, tocando su nariz con la de ella-, y desde que te conozco, mi corazón siempre ha querido permanecer a tu lado. Me fui de casa y extravié el camino durante cinco años, pero ahora sé que necesitaba volver, así que, por favor, llévame de vuelta a mi hogar.

Ella lo observó maravillada y él volvió a besarla, pero esta vez con mucha ternura, transmitiendo todo su cariño y respeto en aquel beso, y ya no hubo más palabras. La tomó con dulzura y se introdujo suavemente en su interior, abrazándola fuertemente cuando ella clavó sus uñas en su espalda al momento de recibirlo. Lentamente comenzaron a mover sus cuerpos enardecidos hasta alcanzar un ritmo acompasado. Entre susurros ambos se nombran, ¿o era que gritaban?... no importaba la verdad, porque lo único de lo que tenían consciencia en ese momento era del frenesí de sus caderas moviéndose acompasadas y al unísono, de sus cuerpos sudorosos y sonrojados, de sus bocas buscándose para aplacar esa necesidad de demostrarse con besos lo importante del momento, de sus manos y brazos aferrándose al cuerpo del otro… ¿eran susurros o gritos?, nunca podrían haberlo precisado, porque las palabras salían libres de sus labios y lo único que recordarían con certeza de aquel momento fue el "te amo" que escapó de sus bocas poco antes de que, en una última embestida Ranma cayera exhausto pero dichoso sobre el cuerpo tembloroso y acalorado de Akane.

Ella recibió el cuerpo de Ranma y se abrazó a él, todavía con sus sentidos obnubilados por la experiencia compartida. Acarició la espalda desnuda de su ex prometido y empezó a sentir cómo su respiración y la de Ranma comenzaban a acompasarse, preguntándose si se encontraba en este mundo o había ascendido sin saberlo al cielo de alguna deidad. Él se apartó lentamente de ella, casi como si le costara la vida hacerlo y acarició sus alborotados cabellos. Sonrió con ternura, todavía sin poder dar crédito a lo que acababan de experimentar; la vio devolverle la sonrisa al tiempo que se acercaba a su lado y se abrazaba sin ninguna timidez a su pecho, buscando su calor. La recibió en un abrazo y, haciendo un esfuerzo, logró cubriros con el cobertor. No hubo más palabras, sólo caricias… ya habría tiempo para conversar.

Mientras, afuera la tormenta seguía cayendo con la misma intensidad que dentro de aquella habitación, ellos volvían a amarse, alimentando ese fuego inolvidable que había nacido hacía tanto tiempo y que a pesar de los años de separación ninguno de los dos había conseguido extinguir.


Notas finales:

1.- Hola, aquí dejo una nueva entrega que espero les haya gustado. Sólo decir que como muchas de mis historias o capítulos de ellas, ésta entrega está inspirada en un par de canciones que en lo personal para mí son importantes; la principal de ellas es la que le da el título a este capítulo y es bastante antigua pero está entre mi top ten de canciones favoritas de mi banda de cabecera U2. Tenía pensado utilizar el nombre de Unforgettable Fire para otra historia que hace años quedó abandonada en mi pc, pero no sé si la subiré algún día, así que me pareció que bien podía utilizarla para nombrar este capítulo.

2.- Agradecer a todas/os quienes dedican unos minutos de su tiempo a leer lo que escribo y a comentarlo cuando pueden. Para mí es importante saber que mis locas ideas son leídas; si gustan o no eso es otro asunto, pero, me contento con la lectura de quienes pasan por aquí. En esta ocasión agradecer enormemente por detenerse a comentar a: Benani0125, Darkarinita, Kurobinaa, nancyriny, luceritoorozco07 y Bayby Face, muchísimas gracias por todas sus palabras.

3.- Sin más que agregar me despido por el momento y será hasta una nueva actualización. Que tengan una buena semana.

Saludos.

Madame…