Editado: 05/05/2019

¡Holis! Hoy, hace un año terminé este fic, así que en memoria me propuse a editar todos los capítulos, mejorando la redacción y ortografía. No es perfecto, pero hago mi mejor intento. Estoy será poco a poco.

¡Gracias por leer!

Disclaimer correspondiente.

°1°
Una molestia

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Aquella chica llegó al instituto, poseía un exótico cabello rosa largo hasta la cintura donde al final las puntas se ondulaban —y él creía firmemente que eran producto de la plancha para el cabello— y unos grandes ojos jades que reflejaban alegría. Tez blanca, casi pálida, de una estatura promedio... pero no alta, más bien le quedaba perfecto el término enana. Aunque claro, él era alto, así que lo común era ver a los demás pequeños.

Y el uniforme... no, definitivamente no le quedaba.

Mentiroso. Se dijo apartando la mirada.

Esa chica debía ser que era como de esas atractivas y nada de inteligencia. Cabeza hueca, superficial y sin cualidades.

Lo que más le purgaba en el mundo. Claro, después de la suciedad, este encabezaba su lista negra.

—¡Nerd!

Entornó los ojos al apodo favorito de todos. Muy temprano para molestarlo, ¿no tenían mejores cosas por hacer?

Él, Uchiha Sasuke tenía el puesto de "nerd" en la preparatoria, no le desagradaba del todo, agradecía portar ese título. Se evitaba muchos disgustos.

—¡Cédele el lugar a Sakura-chan! —ordenó Kiba en un tono despectivo.

El azabache frunció el ceño disgustado. ¿Darle su lugar a la nueva? Ni en sus mejores sueños. Lo había ocupado desde el primer año. Se trataba del último asiento de la fila pegado a la ventana, desde ahí podía ver los árboles del patio trasero y burlarse de cualquier desgraciado que se caía durante la clase de gimnasia, así se distraía en los ratos libres para no ver el espectáculo que montaban sus compañeros ante la ausencia de los maestros. Especialmente de Kakashi.

—No te preocupes Kiba-kun —dijo la chica pelirrosa sonriéndole al aludido para tranquilizarlo—, buscaré otro asiento.

Genial pensó el Uchiha con sarcasmo al ver el tipo de mirada que le dirigían. Con su negación aumento el desagrado a su persona, pero la verdad le valía un comino. No estaba ahí para agradar a medio mundo.

La chica encontró lugar en las filas de en medio y fue seguida a por los alumnos —mayormente chicos— entusiasmados por su llegada. Sasuke trató de ignorarlos cómo de costumbre, pero el hecho de que estuvieran —casi— gritando, no ayuda en nada.

Bola de hipócritas que la seguían por la apariencia. No podía negar la belleza de la pelirrosa, pero de seguro tenía nula inteligencia, apostaba la propia a ello.

Escuchaba su suave y tímida voz responder las preguntas de los chicos alborotados... Aburrido. Fingido. Ah. Lo percibía. No era genuina.

Ella relató brevemente sus vivencias de la ciudad de donde provenía... ¿A quién le importaba? Al parecer a ese grupo de idiotas ansiosos.

No. Céntrate, se dijo cuando el profesor asignado llegó al aula y disperso, para su alivio, el círculo que se había formado alrededor de la chica nueva.

Las clases transcurrieron con tranquilidad. Sus días eran aburridos y le gustaba la rutina monótona pero cómoda. Comúnmente lo molestaban lanzándole bolitas de papel que impactaban en su franco derecho, pero desde que él se encargara de hacer que los profesores tuvieran en el blanco a sus atacantes, las burlas cesaron un poco, pero no los insultos. Con el paso del tiempo dejó que los comentarios le resbalaran cómo la miel. Ellos, al ver la indiferencia a sus groserías, se limitaron a ignorarlo.

Ahora su irritación tenía nombre: Haruno Sakura. La chica de cabellera rosada —de seguro era teñido— y muy fastidiosa cuando hablaba con su voz chillona.

Molestia pensó al instante, ella llevaba toda la clase de matemáticas observándolo y eso le incómodo hasta el punto de fastidiarle. Provocaba que su nivel de tolerancia disminuyera poco a poco. ¿Qué le parecía interesante? Tal vez la forma de su peinado.

El aire escapó de sus labios en un gesto involuntario. La jornada transcurrió tan rápido que apenas lo notó, y lo agradecía, no soportaba más la mirada quisquillosa a su lado. Unos minutos más y terminaría.

Y otra vez mañana. Ese pensamiento no lo motivo suficiente.

La campana resonó dando fin a la última clase. No podía evitar alegrarse.

El maestro apenas terminó de dictar las indicaciones del siguiente trabajo cuando los alumnos comenzaron a levantarse dispuestos a marcharse. Entre empujones y manotazos, la mayoría se precipitó al pasillo.

Los miró con asco. Prefería esperar hasta lo último a involucrarse en la estampida de jóvenes con hormonas alborotadas.

Mientras guardaba su cuaderno, observó de reojo a la puerta. Los últimos estudiantes en salir fue Sakura acompañada por dos chicas; Yamanaka Ino, una rubia de ojos azules era capitana del equipo de fútbol femenil, y Hyuuga Hinata caracterizada por ser la más tímida del salón. Una chica inteligente.

No cómo la pelirrosa.

Desconectó su mente de cualquier otro pensamiento al pasar a la biblioteca en busca de unos libros, tardó más de lo necesario para evitar encontrarse con personas. Una vez que transcurrió el tiempo, observó la hora en su celular, estimó que no debían de quedar tantos alumnos en las instalaciones, así que salió al pasillo casi desierto y se encaminó con cierta satisfacción a su casillero a extraer los cuadernos que necesitaba para sus deberes. Su humor mejoró un poco en los últimos cinco minutos lejos de todo el alboroto.

Fue hasta que sintió una presencia detenerse en el casillero continuó, el pedazo de metal obstruía la identidad, sólo supo que era una chica por la falda. No le tomó importancia al seguir con lo suyo.

Y la incluso hubiera ignorado por completo los bruscos movimientos al casillero si no fuera porque después se escuchó un bufido agudo seguido de un murmullo.

—Que mala suerte.

Y él maldijo la suya. Compuso una mueca de suplicio mientras metía toda su cabeza en el hueco oscuro esperando pasar desapercibido, ¿por qué de todos los casilleros disponibles en el instituto tuvieron que darle precisamente a ella?

Dios sí que lo adoraba.

—Hola amigo.

Magnífico pensó sarcástico. Desvío la mirada sobre su hombro, ella se asomaba la cabeza por el pedazo de metal y componía una de sus mejores sonrisas.

—¿Podrías ayudarme...? —le pidió risueña, y él no escuchó el complemento de la pregunta.

Sasuke la miró por un par de segundos, luego emitió un "hmp" y fingió desinterés cómo si se tratara del zumbido de un mosquito. No estaba dispuesto a hablarle.

Entonces, Sakura frunció el ceño desconcertada por su actitud grosera. ¿Acaso dijo algo malo? Solamente le pidió ayuda con su casillero.

—Perdón, creo que no empezamos bien. Soy... —se calló de sopetón al darse cuenta de que, efectivamente, él no le prestaba atención. Al parecer el chicle pegado en la suela de su zapato era más interesante. Se indignó—. ¡Oye!

—¿Qué diablos quieres? —inquirió Sasuke al momento de cerrar bruscamente su casillero provocando un sobresalto en Sakura, quién después se encogió de hombros un poco cohibida por la mirada penetrante del chico, al parecer estaba enfadado.

No mostró que molestó el hecho que lo la haya escuchado al principio. Por lo que, retomando el hilo de su problema, prosiguió a contestar.

—Mi casillero no quiere abrir —dijo elevando sus ojos tratando de descifrar la extraña mirada negra puesta en el casillero, el suyo, mejor dicho. Al no escucharlo decir algo, agregó rápidamente—: ya ingresé la combinación.

—Fastidias mucho.

Después de emitir esas palabras, el azabache golpeó con su puño la puerta del casillero asustándola, cosa que le causó un poco de gracia al muchacho. Sin decir media palabra, se aferró a la correa de su mochila y partió por el pasillo directo a la salida dejándola completamente sola.

Sakura lo vio alejarse y formó un mohín totalmente ofendida por su actitud pedante. ¿Qué le sucedía? Y pensar que desde que lo vi le pareció interesante su forma de ser. Pero era un gruñón. No volvería a hablarle jamás a ese chico.

Disipo su enojo para enfocarse en su problema actual. Miró resignada su casillero que se negaba a cooperar. Con desgano, y sabiendo que sería un esfuerzo inútil, jaló de la manija recibiendo la sorpresa: había abierto por completo.

Al perecer el golpe que le propinó el chico sirvió de algo.

Dirigió su mirada verdosa al lugar por donde había partido el azabache, apenas lograba vislumbrar su espalda, ya era un punto blanco muy lejano.

Le sonrió desde esa distancia.

Al parecer no era tan pedante como pensó.

"¨"¨"

Su vida no podía ser peor.

Jadeando, llegó al edificio donde vivía arrastrando una caja del doble de su peso. Agradeció al cielo que Jiraya, el portero, abriera por él la puerta de cristal.

Terminó por llevar la caja a los pies del elevador. Maldecía internamente la suerte. Este día no iba a finalizar bien, lo presentía.

Y empezó justo en el momento en que empezó a apretar el botón del elevador con insistencia, le urgía subir ya. Pero en uno de los toques el tablero emitió chispas causándole un sobresalto, por inercia dio un salto hacia atrás y miró la máquina con ojos asesinos.

Mientras lo miraba feo escuchó a Jiraya lamentarse —no más que él—.

—De seguro es una falla. Tendré que llamar al técnico —el viejo se lamentó, se acercó a las puertas metálicas trayendo consigo una hoja con la leyenda "fuera de servicio".

Y Sasuke casi le entraron instintos homicidas hacia el pedazo de papel que expresaba su desgracia. ¿Tendría que subir las escaleras cargando la caja? Maldición, apenas y pudo bajarlo del autobús y llevarlo hasta ahí casi arrastrándolo.

Ladeo el rostro observado el inicio de los escalones y vaya, extrañamente le parecieron enormes. Se extendía absurdamente, burlándose de él y su desdicha. Arg.

Un tic nervioso asaltó a su ceja al convencerse de que no había otra forma de llegar a su apartamento. Y aquí es cuando se lamentaba —en serio— de vivir en un edificio.

Hubiera dejado la caja a la deriva su no fuera porque también necesitaba la impresora para un trabajo que le encargaron. Ah, odiaba la escuela y a su hermano en estos momentos.

—¿Te ayudó a subirlo unos pisos? —preguntó Jiraya sonriéndole con cierta gracia, al parecer le divertía ver la rabieta del azabache.

—No es necesario —gruñó él.

Tomando el aire necesario, se movió a un lado de la caja colocando las manos sobre la superficie y así cargarlo entre sus brazos. Pronto sintió el pesor obligándolo a trastabillar y casi caerse a espaldas, por fortuna se estabilizó a tiempo y soltó una exclamación llena de frustración.

¡Esto la pagarán muy caro!

Entre insultos disimulados y gruñidos, apenas toco el décimo piso y juraba que no podía más. Ah, ¿cómo se le ocurre intentar subir veintisiete pisos por las escaleras cargando una enorme impresora?

Un estúpido cómo él, seguro. Su neurona debió morir en algún momento en la escuela.

Tomando una bocanada de aire, retomo su andar con mucho pesar.

En serio, para la otra no se dejaba chantajear por su hermano.

Así es, Itachi le llamó una vez que salió de la preparatoria y en tono casual le pidió que fuera a comprar una nueva impresora ya que la suya se descompuso de una forma "indescifrable".

Y aquí era cuando él se cuestionaba seriamente su hermano era un idiota de nacimiento o sólo actuaba. ¿Cómo diablos le hizo? Cada día se sorprendía más por las babosadas que ejecutaba tan dignas de él.

Y en un principio no pensó en hacerle caso para que aprendiera a no cometer estupideces de ese nivel, pero un rapto a su laptop y bloc de dibujo lo terminó de convencer.

Itachi sí que sabía sus debilidades.

Mientras subía recordó una de las razones por la cual prefirieron vivir en un apartamento en vez de una casa.

Todo se debe a su familia dueña de las empresas Modelm's Uchihas, una casa editora internacional. Sus padres, quienes se esforzaron en levantar su patrimonio, murieron cuando él tenía ocho años en un accidente automovilístico. Base a esto, la responsabilidad de la compañía recayó en su hermano mayor, pero como este apenas tenía catorce años, la empresa lo manejo su tío Madara mientras que Itachi se preparaba para hacerse cargo del puesto legalmente.

A Sasuke no le interesaba demasiado tomar un puesto ejecutivo en la empresa, él se guiaba más en el sentido artístico y presumía orgullosamente que era muy bueno. Pero Itachi no estaba dispuesto a dejarlo fuera, claro que no, así que siempre le proponía ser parte de la compañía siendo un diseñador, y él lo ignoraba a menudo.

Y volviendo al tema de la adquisición del apartamento, ambos hermanos acordaron no pisar la casa de sus padres hasta que estuvieran mentalmente preparados, los recuerdos persistían en ocasiones. Todavía dolía la perdida. Por ello buscaron un lugar alejado de la zona con la que se familiarizaban, casi al otro extremo de la ciudad.

Soltó un sonido extraño llegar al piso correspondiente, dos apartamentos abarcaban todo el lugar, una puerta frente a la otra. Dejó caer la caja sin delicadeza y se sentó sobre ella tratando de recuperar el aliento perdido. Miró el número tallado en madera colgado en la puerta de su hogar, el número cincuenta y dos —cortesía de la novia de Itachi que vivía con ellos—.

Sin perder más tiempo, se incorporó buscando las llaves en su mochila, una vez que las encontró y giró la cerradura, ingresó a su hogar percatándose al instante de la ropa de hombre y mujer dispersa en el suelo.

Oh maldición... la estúpida pareja estuvo haciendo sus porquerías en la sala. ¡Dónde él se sentaba!

Asqueado, escuchó unos sonidos extraños provenientes del cuarto y se imaginó inevitablemente la situación. Le recorrió un tremendo escalofrió por el cuerpo y gritó a su hermano que dejara sus ninfómanas cuando él estuviera en casa.

—¡Es que la necesidad se presenta y hay que saciarla! —y su hermano exclamó con descaro.

—¡Jodete Itachi! ¡Molestas a los vecinos!

Al chico le saltó un tic nervioso en su ceja mientras caminaba a la cocina. Esos dos no tenían pudor alguno. No era la primera vez que se encontraba en esta clase de situación, y añoraba el día en que fueran personas normales y civilizadas.

Dejó la mochila en la mesa y sacó el celular con los audífonos, se los colocó por el bien de su salud mental —no quería tener pesadillas en la noche—, y se propuso a distraerse en preparar la cena, así mataría un poco de tiempo.

Él se encargaba de cocinar platillos decentes y libres de químicos, por qué si fuera por Itachi, sobrevivirían base a Ramen instantáneo. De por si Naruto le obligaba a consumirlo cada vez que venía de Kioto, un trauma total, en definitivo.

Y claramente no iba a permitir tal atrocidad mientras él tuviera dos manos y una mente magistral en improvisar, por ello aprendió a cocinar demasiado pronto. Aunque a veces le dejaba el trabajo a su hermano, no quería tenerlo de flojo en ese aspecto.

¿Y por qué no mejor contrataban una persona para que se encargara de ello?

Oh, una vez lo hicieron y les robaron. Ellos apenas y se dieron cuenta, la mujer renunció de la nada y no supieron el motivo hasta semanas después de no encontrar la vasija cara que le regalaron a Izumi.

Sinceramente no se lamentaron, habían aprendido que las cosas materiales iban y venían de sus manos. Una vasija no importaba en lo absoluto.

Y para evitar de nuevo ese conflicto Sasuke se esforzó en pulir sus habilidades culinarias pasando horas sentado frente al televisor observando programas de gastronomía y practicando sin cesar; nunca le dejaría esa tarea a Izumi quién no cocinaba a petición de Itachi, y él lo apoyaba, si ella prendía la estufa... el departamento no existiría en cuestión de minutos, y no exageraba.

Observó la esquina del techo, un pedazo completamente oscuro producto de la ceniza, un recordatorio a la primera y única vez que Izumi quiso cocinar.

Resignado, empezó a sacar los ingredientes para cocinar una cena digna de un máster chef.

"¨"¨"

Sasuke se frotó la cien con el dedo pulgar e índice, preguntándose sólo una cosa: ¿cómo se descompuso la impresora?

Le dio una mirada de soslayo a la máquina inservible, deforme y sin color; y luego a la nueva, vivido y en perfecto estado. Ahora el reto era saber cuánto duraría esta. Y conociendo a ese par, no pasaría de una semana, pero por supuesto, él no volvería a poner en riesgo su integridad física sólo por obtener una impresora que muy bien podían comprar en línea y se entregada a la puerta de su casa —¿por qué no lo pensó antes?—.

Una especie de tic nervioso se instaló en su ceja al percibir que su hermano abría la boca. Seguramente para soltar una de sus estupideces.

—No estoy verdaderamente interesado en saber cómo demonios la impresora terminó así —aclaró de inmediato extendiendo su mano directo a Itachi deteniendo su disposición de explicarle la situación.

Itachi sonrió burlón mientras alzaba sus manos en señal de rendición. Pase a tener veinticuatro años se comportaba como un adolescente con hormonas alborotadas. Era alto, de metro noventa y de facciones apuestas y toscas, pero sin perder el pequeño toque angelical y tono de piel que ambos heredaron de su madre, Mikoto. Su cabellera azabache lo tenía amarrado en una coleta baja, muy vanidoso referente a esto.

—No tenía la intención de contarte —dijo socarrón. A su lado, Izumi se sonrojo violentamente al ver los ojos entrecerrados del menor, le sonrió avergonzada

Ella poseía una belleza tierna a sus veinticuatro años, una cara redonda y un lunar en su mejilla. Su cabello castaño largo hasta la cintura y sus ojos negros tan oscuros similares al de los hermanos Uchiha, aunque la estatura era otro cuento, apenas y alcanzaba los hombros a su novio.

El chico se acercó al escritorio recuperando sus objetos raptados y se alegró de verlos intactos, menos mal que su hermano no les infringió daño alguno.

Ante de salir, se giró para hablarle a Itachi.

—Te encargas de instalarla y ponerle los cartuchos, ya cumplí con traerlo. Haz algo de productivo —gruñó saliendo del estudio aparentando no escuchar el lloriqueo fingido de su hermano.

—Pero no sé cómo poner los cartuchos de tinta —replicó Itachi. Sasuke regresó sobre sus pasos hasta el umbral y lo miró con cara de: ¿y debe interesarme?—. Tú eres el más inteligente aquí, hazlo por mí.

—Y tú eres el presidente de una prestigiosa compañía de publicidad —contradijo el de lentes entornando los ojos sin creer la situación.

—Es que no quiero manchar de tinta mis delicadas manos esculpidas por los mismos dioses.

—¡Por personas cómo tú existen tutoriales de cómo respirar en YouTube! —le gritó Sasuke hastiado por sus tonterías.

Siguió su caminó por el pasillo yendo directamente a su habitación. El apartamento constaba con tres habitaciones espaciosas, cuarto de lavado, sala y cocina-comedor. Uno de los espacios era la habitación de Izumi e Itachi, la otra la acondicionaron cómo estudio y la última se trataba de su sagrado aposento.

Entró poniéndole pestillo a la puerta, no quería interrupciones por el resto de la tarde, y miró a su alrededor verificando que su hermano no haya raptado otra cosa importante.

Las paredes estaban pintadas de color azul claro, y una completamente blanca. La cama matrimonial cubierta por cobertores oscuros, y almohadas de aspecto suave —la comodidad, ante todo—. Había un escritorio mediano, reposaban diversos libros de todo tipo, cuadernos y varios objetos. Se acercó a dejar lo que traía consigo.

Volteándose, fijó su vista en la pared frente a la cama dónde estaba plasmado un enorme dibujo singular.

Se trataba de la cara de un lobo cuyos ojos grandes parecían dos pozos intensos con la intensión de aspirar cada partícula de la persona que lo admirará, daba la sensación de que hurgaba todo el ser y atravesaba el alma. Un porte sereno, pero a la vez mostraba levemente sus colmillos en clara señal de advertencia. Y justo a un lado de él, unos cuantos lobos pequeños le hacían compañía, estos se notaban más hostiles a comparación del dibujo inicial.

Cada detalle se admiraba con asombro, digno de un dibujante dedicado completamente a su pasión. No se escapaba nada. Desde las diminutas garras hasta el pelaje de los lobunos. El tipo de sombras y la iluminación de cierto ángulo, pase a ser un dibujo base a lápiz, no parecía de esa fuente.

Esto lo empezó desde hace un año, su inspiración llegó al ver un perro husky siberiano andando por la calle, muy parecido a los lobos. Lo investigó a fondo y quedó fascinado por la imagen que no dudo en plasmarla.

Por eso la cabeza del lobo tenía de base el color el pelaje del ese perro, blanco combinado con gris, una gran mancha oscura surcando parte del ojo izquierdo hasta la oreja de ese lado. Y sus ojos... un par de orbes zafiro muy brillosos. Él no sabía mucho de pintura, por ello Naruto le ayudó en ese aspecto, aunque el rubio fuera un idiota tenía talento en ciertas cosas.

La idea principal fue dibujas sólo uno, pero le pareció interesante y un gran reto hacer una jauría entera.

Frunció el ceño al darse cuenta de que se adentraba a otros pensamientos, no le apetecía rememorar ciertos sucesos de los años que necesitaba olvidar. Aún escuchaba las risas burlonas, las miradas repulsivas y los escalofríos internos. Muchas personas falsas, pocas dispuestos a ayudar, y el minúsculo porcentaje en ser verdaderos amigos.

Se quitó los lentes para frotarse el rostro deteniendo a tiempo el tren de sus pensamientos. Lo consiguió con éxito, sobre todo al mover su rostro al espejo frente suyo y observar fijamente el reflejo y este le devolvía la mirada un tanto retraída.

En ocasiones no reconocía al joven del reflejo, piernas largas que contribuía a su estatura, complexión normal, espalda larga y hombros anchos; el rostro atractivo heredado de su madre; orbes carbón que difícilmente se diferenciaba la iris y pupila, coincidencia que el cabello sea del mismo color con destellos azulados. Y una mirada indiferente calaba en su mente.

Él lo expresaba.

Nunca se consideró feo, incluso a principios de la escuela media obtuvo un club de fans... cual se descontroló el día de San Valentín. Mal recuerdo. Lo que sucedió después no fue muy grato, por ello desistió en utilizar las lentillas y optó en lentes que cubrieran casi todo su rostro.

Suspiró acomodándose de nuevo los lentes, su miopía era alta que apenas y podía ver más allá de su nariz, prácticamente un topo.

Soltó una sonrisa sin gracia.

Después de tomar una larga ducha, de nuevo se encontraba frente al espejo mientras se frotaba el cabello con una pequeña toalla. Aquí vamos...

Al retirarla, mantuvo su rostro sereno analizando el resultado: los mechones del cabello hundidos, pero dudaba que cuando secaran completamente volvieran a su lugar retribuyendo a un peinado extraño —lo cual Naruto se burlaba cada vez que podía— asemejado a los picos de una gallina.

Ya se había resignado desde hace años, aunque esperaba que algún día dejara de ser blanco de burlas de su hermano y mejor amigo. Ese momento sentiría la verdadera gloria.

Escuchó el tintineo proveniente del celular reposando en la cama. Se acercó a verificar el mensaje, aunque en verdad se trataba de una notificación, alguien le había enviado una solicitud de amistad en la red social.

Casi se va de espaldas al ver la foto y comprobar que se traba de la misma chica nueva del instituto.

Haruno Sakura.

—Que tontería, solamente le ayudé a abrir su casillero —bufó desplazando la solicitud, perdía su tiempo interesándose por cosas sin sentidos. Lanzó el aparato de vuelta a la cama y siguió con lo suyo teniendo en mente a la pelirrosa.

Se trataba de una chica superficial, se repitió. Una que no sabía nada de él y no estaba interesado en ponerla al tanto de su vida.

Una molestia cual necesitaba evitar a toda costa tenía la sensación de que, si la dejaba entrar a su espacio de confort, todo se volvería un caos.