LA SOLICITUD DE DUDDLEY

Harry Potter había pasado casi todo el verano en Privet Drive sin incidentes graves. Los Dursley, asustados por la amenaza implícita de los amigos de Harry y de lo que podrían hacerles, se habían mantenido relativamente tranquilos y alejados de él. El día de su partida para su sexto año en Hogwarts, Harry estaba empacando sus últimas pertenencias cuando Dudley, su primo corpulento y de rostro rubicundo, entró en su habitación sin previo aviso.

Dudley carraspeó, claramente incómodo. Harry, alzando una ceja, dejó de empacar y miró a su primo.

— ¿Qué quieres, Dudley? — preguntó Harry, con un tono de aburrimiento en su voz.

Dudley parecía debatirse internamente, sus mejillas estaban teñidas de un color rojo brillante. Finalmente, soltó lo que tenía en mente, tartamudeando un poco al principio.

— Harry... yo... quería preguntarte algo. Sobre tu amiga... Hermione.

Harry levantó una ceja, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprensión. Se puso rígido al escuchar el nombre de su amiga.

— ¿Qué pasa con Hermione? — preguntó, su tono más cortante de lo que había pretendido.

Dudley notó la tensión y dio un paso hacia atrás, pero luego tomó aire y continuó.

— ¿Podrías... podrías presentarnos? Me... me gusta.

El silencio invadió la habitación. Harry parpadeó, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Una risa amarga escapó de sus labios antes de que pudiera detenerla.

— ¿Te gusta Hermione? — repitió, incrédulo — ¿No eras tú el que odiaba todo lo relacionado con la magia? ¿El que se burlaba de todo lo que tenía que ver con mi mundo? ¿Estás bromeando, Dudley? — preguntó Harry, con una mezcla de sorpresa y burla en su voz.

— No, en serio — insistió Dudley, su rubor se intensificó — Ella es... es muy bonita. Y parece muy lista. Solo quiero... conocerla mejor.

Harry cruzó los brazos sobre su pecho, observando a su primo con una mezcla de desdén y curiosidad. Dudley nunca había mostrado interés en nada relacionado con el mundo mágico, y mucho menos en alguien como Hermione.

— ¿Y por qué crees que ella querría conocerte? — replicó Harry — ¿Recuerdas cómo me has tratado todos estos años? ¿Por qué debería ayudarte?

Dudley bajó la mirada, sus manos grandes y torpes retorciéndose nerviosamente. Era evidente que esta conversación estaba fuera de su zona de confort.

— Sé que no he sido... bueno contigo, Harry. Pero... solo quería intentarlo. Pensé que podrías ayudarme. Ella parece diferente a las chicas que conozco.

Harry suspiró, recordando todas las veces que Dudley y su pandilla lo habían atormentado. Pensar en Hermione con alguien como Dudley le revolvía el estómago.

— Escucha, Dudley — dijo Harry finalmente, su tono más serio — Hermione es mi mejor amiga. Es brillante, valiente y tiene un corazón enorme. No voy a dejar que alguien como tú, que ha sido cruel conmigo y con otros, se acerque a ella. Si realmente quieres cambiar, empieza por tratar a la gente con respeto. Pero no esperes que te presente a Hermione.

Dudley parecía herido, pero Harry no se dejó ablandar. Su primo había mostrado un lado vulnerable, pero eso no cambiaba los años de maltrato que había soportado en esa casa.

— Además, no estoy seguro de que le harías bien a Hermione. Ella merece alguien que la respete y aprecie su inteligencia y valentía. Y sinceramente, no creo que tú seas esa persona. Así que, no, no voy a presentarte a Hermione. Y te sugiero que no intentes buscarla por tu cuenta. Ella merece mucho más de lo que tú podrías ofrecerle.

Dudley asintió lentamente, su expresión era una mezcla de decepción y resignación. Sin decir más, se dio la vuelta y salió de la habitación.

Terminando de empacar, Harry se preparó para dejar Privet Drive una vez más, sintiéndose más que listo para regresar al lugar donde realmente pertenecía: Hogwarts.

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El Expreso de Hogwarts avanzaba a toda velocidad por el campo inglés, dejando atrás las vistas suburbanas y adentrándose en el paisaje verde y ondulante.

Harry, Hermione y Ron estaban sentados en un compartimento, disfrutando de la comodidad de estar juntos nuevamente después de un verano largo y, para Harry, bastante tedioso.

Ron estaba ocupándose de su montículo de dulces, mientras que Hermione leía un libro grueso titulado "La Teoría de la Transfiguración Avanzada". Harry, mirando por la ventana, decidió finalmente compartir con ellos la conversación surrealista que había tenido con Dudley.

— Tengo algo que contarles — dijo Harry, llamando la atención de sus amigos.

Ron levantó la vista de una rana de chocolate que estaba a punto de devorar, y Hermione cerró su libro, mostrando su disposición a escuchar.

— Antes de salir de Privet Drive, Dudley vino a mi habitación — empezó Harry.

— ¿Otra vez te hizo algo? — preguntó Ron, frunciendo el ceño.

— No exactamente — respondió Harry, sacudiendo la cabeza — Me dijo que... bueno, que le gustas, Hermione.

El silencio cayó en el compartimento, roto solo por el sonido del tren y el viento golpeando las ventanas. Hermione lo miró con incredulidad, mientras Ron soltaba una risa estruendosa, casi ahogándose con su rana de chocolate.

— ¿Qué? — exclamó Hermione, sus ojos abriéndose como platos — Dudley Dursley, el primo que te ha atormentado toda tu vida? ¿Ese Dudley? ¡Nunca saldría con él!

— Eso fue más o menos lo que le dije — dijo Harry, sonriendo ligeramente — Le dije que si quería cambiar, debería empezar por tratar a la gente con respeto. Pero que no esperara que te presentara.

Hermione asintió, su expresión todavía asombrada y algo indignada.

— No puedo creerlo. Después de todo lo que te ha hecho, tiene el descaro de pedirte algo así. Nunca podría interesarme en alguien que ha sido tan cruel contigo, Harry.

Ron, todavía riendo, añadió:

— Imagínate, Hermione saliendo con alguien como Dudley. Es ridículo. Además — y aquí su tono se volvió más bromista —, todos sabemos que Hermione está enamorada de ti, Harry.

Hermione enrojeció profundamente, y Harry sintió que sus propias mejillas se calentaban. La tensión en el aire cambió abruptamente, convirtiéndose en algo incómodo y cargado.

— ¡Ron! — exclamó Hermione, su tono lleno de indignación. Sin pensarlo dos veces, agarró su grueso libro de "La Teoría de la Transfiguración Avanzada" y golpeó a Ron en el brazo — ¡Eso no es cierto!

Ron se frotó el brazo, todavía sonriendo, pero con un poco más de cautela.

— Vale, vale, fue solo una broma — dijo, levantando las manos en señal de rendición.

Harry, deseando cambiar de tema rápidamente, tosió y miró a Hermione.

— Bueno, dejando eso de lado, me alegra estar de vuelta en el tren y dejar a los Dursley atrás. ¿Alguna noticia sobre Dumbledore o lo que debemos esperar este año?

Hermione, agradecida por la oportunidad de desviar la conversación, se lanzó a una explicación detallada sobre sus últimas lecturas y teorías sobre lo que podrían enfrentar en el nuevo año en Hogwarts. Ron, todavía sonriendo, se unió a la discusión, dejando de lado la broma por el momento.

Mientras el tren continuaba su viaje, el trío se sumergió en sus planes y especulaciones para el año escolar, sintiendo una vez más la camaradería y el consuelo que solo sus amistades podían ofrecerles.

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El clima en Hogwarts se había vuelto inusualmente frío para principios de octubre. Harry y Hermione caminaban juntos por los terrenos del castillo después de una agotadora clase de Pociones. El cielo estaba cubierto de nubes grises, y un viento gélido soplaba a través de los árboles, haciendo que las hojas cayeran como una lluvia dorada a su alrededor.

— Creo que Slughorn está intentando superarse a sí mismo con cada poción más complicada — comentó Harry, encogiéndose dentro de su túnica para protegerse del frío.

Hermione asintió, aunque su expresión mostraba un toque de cansancio.

— Sí, parece que quiere asegurarse de que estemos preparados para cualquier cosa. Pero, honestamente, algunas de estas pociones son simplemente imposibles de dominar en una sola clase.

Caminaron en silencio por un rato, disfrutando de la tranquilidad y de la compañía mutua. A lo lejos, se podía ver la silueta del castillo contra el cielo oscuro. Harry observó a Hermione, quien tenía la mirada perdida en el horizonte, su cabello castaño ondeando ligeramente con la brisa. Había algo en su expresión que lo hizo sentir un nudo en el estómago, una mezcla de nerviosismo y algo más que no podía identificar.

— Hermione, ¿has pensado alguna vez en lo que haremos después de Hogwarts? — preguntó Harry, rompiendo el silencio.

Hermione lo miró, sus ojos marrones reflejando una mezcla de sorpresa y curiosidad.

— Supongo que sí, de vez en cuando. Hay tantas cosas que podrían pasar... — dijo, suspirando — Pero con todo lo que está pasando con Voldemort, es difícil hacer planes a largo plazo.

Harry asintió, comprendiendo perfectamente a lo que se refería. La amenaza constante de Voldemort y sus mortífagos hacía que el futuro pareciera incierto. Sin embargo, en ese momento, se dio cuenta de que había algo más en lo que estaba pensando, algo que había estado rondando su mente desde hacía un tiempo.

Se detuvieron cerca del lago negro, cuyas aguas oscuras reflejaban el cielo nublado. Hermione se abrazó a sí misma para protegerse del frío, y Harry, notando su gesto, se quitó su bufanda de Gryffindor y se la ofreció.

— Toma, puede que te ayude a entrar en calor — dijo, sonriendo tímidamente.

Hermione aceptó la bufanda y se la colocó alrededor del cuello, su sonrisa iluminando su rostro.

— Gracias, Harry.

Se quedaron allí, en silencio, observando el lago. Harry sintió que su corazón latía con fuerza, y decidió que ya era hora de dejar salir lo que llevaba dentro.

— Hermione, ¿recuerdas el libro del Príncipe Mestizo que encontramos el año pasado? — preguntó Harry, su voz apenas un susurro en el aire frío.

Hermione asintió, recordando el misterioso libro de pociones que había causado algunos problemas entre ellos.

— Sí, por supuesto. ¿Por qué lo mencionas?

— Bueno, me preguntaba si alguna vez habías sentido... algo extraño cuando lo usábamos en clase. Algo que no pudieras explicar.

Hermione frunció el ceño, pensativa.

— No, no realmente. Pero supongo que hay muchas cosas sobre ese libro que aún no comprendemos del todo.

Antes de que pudieran profundizar más en el tema, llegaron a la clase de Pociones de Slughorn. Mientras el profesor explicaba la próxima tarea, Harry se inclinó hacia Hermione y susurró:

— ¿Hueles eso?

Hermione frunció el ceño, intentando identificar el olor que flotaba en el aire.

— Sí, lo huelo — susurró Hermione, confundida.

— ¿Qué crees que podría ser? — Harry preguntó.

— No estoy segura. Pero... huele a... a ti, Harry — El corazón de Hermione dio un vuelco al reconocer el olor a amortentia. La poción de amor más poderosa del mundo mágico. ¿Podría ser que Harry estuviera sintiendo lo mismo que ella?

Después de la clase, Harry y Hermione caminaron juntos por los pasillos del castillo, absortos en sus pensamientos. Cuando Harry mencionó sus dudas sobre el futuro y la incertidumbre de si sobreviviría, Hermione se detuvo en seco, sus lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.

— Harry, no te atrevas a decir eso — dijo Hermione con voz entrecortada, su mirada llena de determinación — No puedes pensar así. No puedes... morir.

Harry se quedó sin aliento ante la vehemencia en la voz de Hermione. Se acercó a ella, buscando consolarla, pero en lugar de eso, ella lo miró con una intensidad que lo dejó sin palabras.

— Lo siento, Hermione — murmuró Harry, sintiendo un nudo en la garganta.

— No quiero perderte, Harry — susurró Hermione, acercándose más a él.

En ese momento, algo cambió en el aire entre ellos. Harry sintió como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor, dejándolos solo a él y a Hermione en un universo de su propia creación.

Y entonces, de manera espontánea, sus labios se encontraron en un beso suave. Fue un momento fugaz pero eterno, un instante en el que todo encajaba perfectamente. Cuando se separaron, se miraron el uno al otro con una nueva comprensión, una conexión que trascendía las palabras y los miedos.

— Lo siento, Harry — dijo Hermione, su voz apenas un susurro — No sé qué ha pasado.

— No te disculpes, Hermione — respondió Harry, su corazón lleno de una extraña euforia — Creo que era algo que tenía que pasar.

Se quedaron allí, en silencio, permitiéndose procesar lo que acababa de suceder. Las lágrimas de Hermione se habían detenido, reemplazadas por una mezcla de asombro y algo más profundo, algo que Harry no podía nombrar pero que podía sentir resonando en su propio corazón.

— Harry... — murmuró Hermione, su voz apenas un susurro en el aire — ¿Qué significa eso?

Harry la miró, sus propios sentimientos todavía dando vueltas en su mente.

— No lo sé, Hermione. Pero creo que es algo que deberíamos explorar juntos.

Hermione asintió lentamente, una sonrisa temblorosa apareciendo en sus labios.

— Sí, creo que deberíamos.

Se quedaron allí, en medio del pasillo, sintiendo la magia del momento que los había unido de una manera nueva e inesperada.