Notas Iniciales: ¡Felices fiestas! Me esforcé para terminar este capitulo antes de año nuevo. Espero que lo disfruten.
Coacción.
El ambiente se sentía pesado y hacía que los hombros de las parejas de hermanos permanecieran tensos mientras avanzaban por aquellos pasajes desconocidos. Quedarse dentro del autobús inservible parecía contraproducente, así que no tardaron ponerse en marcha. Según Yonaka, la única manera que ella conocía para escapar era subir al séptimo piso del castillo, nunca había intentado volver a su mundo atravesando el bosque, sin mencionar que no había tenido tiempo para considerarlo después de que una estampida de mogekos se precipitara hacia ella.
Andrew les preguntó sobre el extraño portal que él había visto cuando llegaron, Shinya también lo vio pero ninguno sabía si tendrían oportunidad de abrirlo ellos mismos, así que dicha discusión no llegó a nada. Ashley, tan indiferente al peligro como solía ser, insistió en que lo resolverían una vez estuvieran de vuelta en la carretera. Y aunque inseguros, le hicieron caso ya que quedarse quietos sería un error mucho peor. Los celulares recién obtenidos tenían señal pero eso de nada les servía.
Con sus respectivas herramientas en mano avanzaron entre la maleza, sintiéndose más inquietos a medida que se adentraban a territorio desconocido. Trataron de hacer el menor ruido posible, y después de mirar a sus espaldas y tener una realización, Andrew no pudo evitar pensar en que se asemejaban más a un grupo de psicópatas caminando hacia su próxima masacre, a pesar de que tampoco era una vista muy apartada de la realidad que les esperaba a los cuatro. En especial si tomaba en cuenta el hacha que su hermana menor sostenía tan felizmente.
—Está muy tranquilo —comentó Shinya, afianzando el agarre que mantenía en la mano de Yonaka, en parte por precaución pero también por puro gusto.
—La primera vez que estuve aquí, los mogekos ya sabían de mi llegada incluso antes de salir del tren. Es obvio que debieron notar todo el estruendo de antes.
—Que miedo. Me pregunto si serán peor que los demonios.
—No lo digas mientras sonríes, Ashley —reprendió el mayor de los Graves a su hermana.
— ¿Pueden imaginarlo? ¿Qué sean casi dioses que todo lo ven y todo lo saben?
—Ashley…
— ¿Cuáles son esas palabras que se usan, Andrew? Ya sabes, para describir al todopoderoso.
— ¿Omnisciente y omnipresente?
—Eso mismo.
—Pensarlo me pone de los nervios, así que ni lo menciones.
—La red mogeko debe ser muy avanzada para nuestra época. Podemos pensar en eso en lugar de la posibilidad de que sean dios —sugirió Shinya. Andrew se lo agradeció en silencio.
—Entonces, ¿significa que hay cámaras por todas partes? —inquirió Ashley yendo a revisar detrás de los arbustos más cercanos a ella, Andrew hizo lo mismo por inercia aunque luego se arrepintió.
—Eso no importa ahora.
— ¿Estás seguro, Andy? Porque si encontramos esas cámaras y las rompemos, podría ser más difícil para los mogekos saber dónde estamos.
—Te he dicho que no me llames así. Y por muy buena idea que sea, perderíamos tiempo valioso buscándolas. Este sitio es inmenso y podríamos estar dando nuestra ubicación exacta si nos quedamos mucho tiempo en un solo lugar, peor si no encontramos dichosas cámaras. Es un mundo distinto al nuestro, no me sorprendería que estuvieran camufladas con el resto del escenario como si fueran parte de la flora.
—Bah, deberías usar tu cerebro para cosas menos pesimistas, Andrew —espetó Ashley masticando el nombre de su hermano con tono rencoroso, cosa que al aludido molestó.
— ¿Pesimista? ¿Es así como llamas mis esfuerzos por mantenernos con vida? Oh, ahora lo entiendo todo. Debí saber que te gustaba la idea de morir o ser capturada por la policía antes que la libertad o la oportunidad de beber toxisoda, seguro prefieres estar dentro de un ataúd.
— ¿Por qué siempre tienes que ser tan dramático?
— ¿Y tú por qué tienes que ser tan malagradecida? Tal vez así te librarías de mi dramatismo.
— ¡Ahora mismo estamos perdiendo el tiempo por culpa de ambos!
— ¡Tú no te metas, Shinya! —espetaron los hermanos Graves al unísono. La mirada del mayor de los Kurai se afiló en consecuencia. Sin importarle nada, se interpuso entre Andrew y Ashley, así interrumpiéndolos de continuar.
—…No me estaría metiendo si no dependiera de todos escapar de este lío. Pero si lo que quieren es quedarse a tener sus estúpidas peleas, bien, sólo aclárenlo de una buena vez para que Yonaka y yo podamos irnos de aquí sin remordimientos. Que los mogekos los atrapen y hagan con ustedes lo que les plazca, no podría importarme menos.
—No digas eso, Niisan —intervino Yonaka, cohibida.
—Eso díselo a Andrew, que no quiere escuchar mis maravillosas ideas —renegó Ashley formando un puchero en sus labios. La respuesta de Shinya fue severa.
—Fuiste tú quien comenzó la pelea.
— ¿Ah? ¿Te vas a poner de su lado? Estoy rodeada de serpientes.
—No estoy de lado de nadie. Ambos son unos idiotas si creen que peleando solucionarán sus diferencias. Mi Yonaka ya ha dicho que este es un sitio repleto de peligros. Y quiero creer que ustedes tampoco quieren estar aquí, ¿o sí?
La ira de ambos Graves se reflejaba en sus miradas oscurecidas al ser reñidos por un adolescente pero Andrew fue el primero en ceder después de un rato fantaseando con atacar a Shinya, la presencia de Yonaka ayudó en su decisión de retornar a su semblante más dócil.
—Antes que cualquier cosa, quisiera ver si hay una manera de volver a casa desde la carretera por donde llegamos, Ashley. No estoy tratando de menospreciar tus maravillosas ideas. Créelo, por favor —le explicó a su hermana, con toda la paciencia que pudo reunir. La menor de los Graves se cruzó de brazos y se tardó un rato calmándose para poder responder de manera apropiada.
—…Bien. Vamos. Pero sigo creyendo que sería mejor buscar cámaras primero.
—Hagamos esto, Ashley-san. —Yonaka se acercó a su amiga con entusiasmo—. Busquemos tú y yo esas cámaras mientras caminamos. Si logramos ver una a la vista entonces asumiremos que hay más y podremos tomarnos nuestro tiempo rompiendo las que haya alrededor entre todos.
—…De acuerdo —aceptó a regañadientes. El mayor de los Kurai se enorgulleció de su hermanita.
—Caminen al centro. Yo me encargaré de la retaguardia y Andrew-san puede seguir encabezando. ¿Les parece? Nuestra prioridad como hermanos mayores es cuidarlas después de todo.
—Oh, vaya, miren a ese caballero de blanca armadura —se burló Ashley—. Estoy celosa.
—Mi hermano es así de genial. Pero, por favor, Ashley-san, no lo mires mucho.
Ashley se echó a reír a costa de la ligera incomodidad que su pequeña amiga mostró. Yonaka no pretendía molestarse por un comentario más burlesco que seductor, pero no pudo evitar preocuparse un poco de que Ashley intentase coquetear en serio con Shinya. No era que no confiara en él, pero cada vez que veía el escultural cuerpo de la Graves, se sentía insegura con sus propios atributos físicos a pesar de que su hermano mayor siempre estaba adorándola, diciendo lo linda que era o cuánto la amaba.
Cuando iniciaron a caminar otra vez, la formación sugerida se mantuvo mientras la oscuridad se hacía más espesa por la forma en que se cerraban las copas de los arboles sobre ellos, cortaron la hierba que se interponía en su camino y avanzaron. A medida que pasaba el tiempo pronto se percataron que el paisaje parecía repetirse, como si estuvieran caminando en círculos o simplemente el bosque fuera tan extenso que la posición de cada roca, árbol o planta fuera la misma por defecto de aquel mundo. Durante todo el recorrido ni Yonaka o Ashley habían sido capaces de ver algo semejante a una cámara tampoco.
Sin embargo, cuando empezaban a desesperarse visualizaron un cambio en el paisaje y eso fue la presencia de una reja repleta de agujeros: se encontraban ante la estación de tren mogeko.
—Maldición, en verdad hay una estación aquí —Andrew no salía de sus asombro, mordiéndose ansiosamente un dedo.
—Aquí fue por donde llegué la primera vez.
—No veo ningún tren —comentó Ashley subiéndose sobre una roca cercana para inspeccionar al otro lado de la reja. Las instalaciones estaban solitarias y había muchos papeles esparcidos por el suelo como si el viento mismo los hubiese arrancado.
—Debe ser porque aún no es de noche.
— ¿Secuestrarán un tren cada noche? Yo dudo que posean uno propio, no había muchos autobuses después de que cruzamos ese portal —dijo Andrew.
—No lo sé. Algo que siempre decían los Mogekos Especiales es que los mogekos eran tontos, supongo que deben serlo por naturaleza, lo que implica que no pueden pensar nada por sí mismos ya que se consideran una sola entidad. Por eso cazaban defectuosos.
—Haz mencionado varias veces ya que los mogekos tienen un conflicto interno. ¿Podríamos usar eso a nuestro favor?
— ¿Se te ha ocurrido algo, Andrew-san?
—Dime todo lo que creas pueda poner a un mogeko contra el otro.
Yonaka le contó a Andrew todo lo que había aprendido sobre ellos durante su primera instancia en el castillo, sobre el prosciutto y cómo los mogekos adoraban tanto la comida que poseían un horario sagrado dedicado a ello, o la manera en que se ponían a experimentar qué condimentos o combinaciones serían buenas; haciéndolo con tanta frecuencia que se encontraba con muchos de ellos muertos porque consumieron algo que no debían. También les contó –con mucha vergüenza de por medio– sobre las tendencias sexuales que poseían, un tema que sorprendió a sus tres oyentes a pesar de que intentaron no hacer comentario que alargara la conversación, a excepción de Ashley que encontró divertida la depravación de toda una especie con aspecto inofensivo.
Tras rodear la reja y por fin encontrar una entrada a dicha estación de tren, el cuarteto se debatió entre esperar a una señal o arriesgarse recorrer lo largo de las vías para comprobar si podrían ser capaces de volver a su mundo, daba igual la ubicación, de hecho sería agradable que consiguieran entrar a cualquier país donde pudieran iniciar una nueva vida. Aunque un nuevo problema se presentó cuando Ashley comenzó alejarse, cosa que a Andrew definitivamente no le gustó, así que fue tras ella para sujetarla del brazo.
—Espera. ¿A dónde crees que vas?
—Suéltame, Andrew. Es una emergencia.
— ¿Emergencia? ¡Esto es una emergencia! No puedo permitir que vagues por ahí sola, podrías perderte.
—No soy mala orientándome y lo sabes, así que déjame ir si no quieres que ocurra un accidente.
—No, no voy a soltarte.
—Bien, entonces me orinaré aquí.
Andrew se congeló, los engranajes en su cerebro trabajando a medias hasta que miró a su hermana de arriba hacia abajo para por fin comprender lo que estaba sucediendo. Reaccionó en cuanto Ashley comenzó a abrirse los pantalones cortos, sujetándole las manos para detenerla.
— ¿Es en serio, Ashley? ¿Tenía que ser aquí? —inquirió con la vergüenza e irritación haciendo mella en su expresión facial. La menor de los Graves renegó.
—Oye, eso es algo que no está bajo mi control.
— ¿Y a dónde se supone que ibas a ir?
— ¿Buscar un baño público? Es una estación, ¿no?
—Es peligroso.
—Pues si no me vas a dejar ir, suéltame en este instante.
—No.
—Por favor, no quieres que me orine encima, ¿o sí? Porque eso significaría que tienes gustos más desagradables de los que me imaginaba.
—Oh, gracias, me hace feliz saber que mi propia hermana se ha imaginado qué cosas me gustan. Eso es bastante agradable, debo decir —espetó con la lengua envenenada de sarcasmo.
—Andrew, lo digo en serio: debo ir. Ahora.
Escucharla hablar con tanta severidad hizo que las propias ganas de Andrew intensificaran, después de todo llevaba un rato aguantándose el ir a orinar también, por muy vergonzoso que fuera este hecho. Cuando se miraron a los ojos, Ashley debió darse cuenta también de su dilema, así que dibujó una sonrisa que sólo ella era capaz de entregarle, gozando de estos detalles en su unión tan triviales que Andrew se sintió retornar años en el tiempo cuando eran sólo dos niños incapaces de separarse incluso para ir al baño. Viejos hábitos son difíciles de romper. El hermano mayor gruñó, derrotado, y hundió más los hombros.
—Vamos entonces.
—Yonaka, Shinya, esperen aquí, ¿sí? No tardamos —les avisó Ashley a los Kurai, quienes vieron con curiosidad a esos dos desplazarse más al fondo de la estación. Mirándose entre sí decidieron seguirlos de cerca pero sin invadir su privacidad.
Los hermanos Graves corrieron como si sus patéticas vidas dependieran de ello, no encontrando más que una pobre excusa de sanitarios que no clasificaban sexo en los señalamientos, lo único que había dibujado era la silueta de un mogeko, ambos dibujos rellenos de color negro. Se miraron y donde Ashley entró, Andrew le imitó pero del lado contrario, sólo para percatarse que no había muro que los separara realmente, así que no les quedó de otra que darse la espalda y trabajar en sus propias necesidades. Andrew se adueñó de uno de los urinales y Ashley entró en uno de los tantos cubículos sin puerta; al menos debían estar agradecidos de que no tuvieran que devolver sus pasos al bosque.
—Juro que el próximo mogeko que vea, lo descuartizaré —se quejó Andrew, humillado. Ashley respondió a su comentario con una risa divertida. Al terminar y salir por una sola puerta para encontrarse con sus compañeros de viaje, estos yacían sentados en un banco a la deriva. Todos compartieron miradas incómodas antes de desviar la vista. Y sin querer señalar el hecho de que habían entrado juntos al baño, tuvieron un acuerdo silencioso de olvidar el tema.
—Como lo suponía, no hay manera de que podamos abrir un portal —dijo Shinya.
—Tampoco he podido encontrar cámaras, debe haber otra manera de que los mogekos se comuniquen —aportó Yonaka—. La última vez vi cómo uno salía de una pintura en la pared.
—Eso suena como algo que sucedería en un programa de TV —comentó Andrew alzando una ceja. Ashley se animó hablar entonces.
—Oye, Andrew. Estaba pensando, ¿sería buena idea invocar al demonio aquí? Cuando los mogekos se aparezcan podemos ofrecérselos y así hacer un intercambio para volver a nuestro mundo, de esa manera no tendríamos necesidad de ir hacia el castillo.
—No lo sé, Ashley. Deberíamos dejar eso como nuestra última opción, después de todo no sabemos si sean de su agrado o si siquiera tienen un alma para ofrecer.
—Deben tener un alma. Hasu murió y ascendió al paraíso del Prosciutto… aunque no estoy muy segura. Sé que él era encargado de distribuir la palabra de su dios Namu-hamu*
— ¿Quién es Hasu?
—…Era uno de los Mogekos Especiales.
—Así que incluso ellos profesan una religión —reflexionó Andrew en voz alta.
—Si… —el rostro de Yonaka se oscureció debido a la tristeza—…Ellos tienen fe en que serán recibidos por ella en el momento de sus muertes.
Aquello volvió a llamar la atención de Shinya, cada vez más convencido de que su hermana pequeña no le estaba diciendo algo importante sobre su último viaje a esa tierra desconocida. Al principio su intención era hablarlo con ella en privado para que no se sintiera presionada pero en esos instantes se dio cuenta de que no podía resistirlo más.
— ¿Alguien importante para ti murió en este mundo, Yonaka?
— ¿Eh? —Yonaka alzó la vista hacia su hermano mayor, encontrándose con ese brillo carmín en los ojos de Shinya, los mismos que le habían generado conflicto la primera vez que los notó, los cuales en esos momentos la hicieron tragar saliva con dificultad—. No.
—No me mientas.
—No lo hago. —Ser evadido molestó al mayor de los Kurai. Esta vez su voz fue mucho más firme.
—Yonaka.
—No es nadie importante, Niisan. De verdad.
Esa segunda evasiva hizo que Shinya empuñara las manos inconscientemente, pues no le estaba gustando que se lo ocultara, aquello no podía significar nada bueno. Yonaka siempre le contó todo, lo mantuvo al tanto de las cosas que la entristecían, aterraban, desagradaban, avergonzaban o disfrutaba. El que no confiara en él para compartirle algo relacionado a este mundo torcido, sólo podía significar que existía un sentimiento tan agudo que ni siquiera él lo merecía. Se comenzó acercar a ella, cada paso que tomaba para distanciarse él lo rompía, decidido a obtener respuesta.
—Estoy cerca de pensar mal de ese individuo —advirtió con expresión sanguinaria. Yonaka se percató de ello, así que lo enfrentó enseguida.
— ¡Shinya!
—Eres mía, Yonaka —declaró con una emoción tan intensa que parecía cortar la atmósfera—. Mía. No te entregaré a nadie, mucho menos a un recuerdo.
—Hey, ¿qué carajo? —Andrew estaba desconcertado con lo que veía, listo para intervenir si algo de aquel escenario se salía de control pero entonces Yonaka le habló para borrar sus intenciones.
—Por favor, manténganse fuera de esto, Andrew-san. Ashley-san.
— ¿Qué está pasando? —Ashley veía entre su amiga y el mayor de los Kurai, confundida.
—Niisan, entiende que no estoy lista para decírtelo. No puedo hacerlo ahora, aquí, de todos los lugares. Todavía me duele. Por favor, sé paciente. Te contaré eventualmente.
— ¿Cuándo?
— ¡Shinya!
—Necesito saberlo ahora.
—No —declaró, hosca y determinada. La voz del mayor de los Kurai se agravó.
—Yonaka.
—Así como yo fui paciente esperándote en esa prisión que teníamos por hogar a lado de nuestros indiferentes padres, debes ser paciente también.
Un movimiento y Shinya sujetó a su hermana pequeña con rudeza. Aunque todavía espectadores, los Graves no pudieron evitar reaccionar, pues nunca los habían visto comportarse de esa manera frente a ellos. El mayor de los Kurai lucía como una bestia hambrienta y Yonaka como una domadora, ya que a pesar de la amenaza que representaba el chico frente a ella o la forma en que lucía tan delicada al comparar sus tamaños, se mantenía impávida, una fachada que en cierta forma también la hacía lucir peligrosa. Sus ojos siempre suaves y amables se habían tornado iguales a los de Shinya, de un rojo penetrante, que han visto el mismo infierno.
—Un castigo. De eso se trata esto. Quieres castigarme, ¿no es así? Por haberme marchado por tanto tiempo, por no decirte lo que realmente sucedía hasta que fue demasiado tarde para nosotros dos. Por dejarte sola, a pesar de que lo hice para protegerte.
—Te equivocas, Niisan.
— ¿Qué es entonces?
—No quiero herirte, quiero que te sientas seguro conmigo. No quiero que creas que eres menos importante para mí. Es por eso que debo curar mis sentimientos antes de compartirlos contigo. Es necesario, Niisan. Esta vez lo es. Entiéndelo.
Shinya apretó el agarre que mantenía en Yonaka, apenas percatándose de los pasos que comenzaron a resonar a sus espaldas, fue necesario que sus acompañantes mostraran preocupación en sus caras para que Shinya se diera cuenta de que habían sido rodeados. La propia Yonaka estaba asustada, así que el mayor de los Kurai la liberó y se dio la vuelta, desenvainando su cuchillo a la vista de esos mogekos que parecían extasiados por la llegada de las chicas.
—Tan descuidados —se burlaron algunos.
—No pensamos sería tan fácil encontrarlos.
—No se han movido de aquí desde hace un buen rato.
—Oigan, entreguen a Yonaka-tan y Ashley-tan, entonces los devolveremos a su mundo.
— ¿Ah? ¿Cómo carajo supieron mi nombre? —La menor de los Graves se desentendió— ¿Es posible que haya micrófonos ocultos en lugar de las cámaras?
—Cuando Moge-tan se interesa en una chica linda como tú, lo sabe todo.
—Oh, ya veo. En pocas palabras no sólo son unas putas pervertidas si no unas perras acosadoras también. No es que me sorprenda después de todo lo que nos contó Yonaka.
—Oho, es la primera vez que alguien nos llama "perras" o "putas" a los Moge-tans. Tú sí que sabes ponernos en sintonía, Ashley-tan. No podemos esperar para comenzar a jugar contigo.
Ashley se estremeció asqueada, comprendiendo muy bien a qué se referían aquellas criaturas amarillas, más fue justo en ese momento que Andrew se colocó por delante de su hermana pequeña con una expresión oscura, protegiéndola con su cuerpo y el cuchillo de carnicero que sostenía celosamente en su mano derecha.
—Sobre mi cadáver —declaró con el mismo tono siniestro que había utilizado para amenazar a su madre de muerte después de que esta osara hablar mal de Ashley.
La menor de los Graves no tuvo tiempo para estar sorprendida por el compromiso que su hermano mostró, porque al mirar hacia los Kurai se percató de la furia con la que Shinya arremetió contra los mogekos, al parecer desquitándose por la reciente conversación, por tal preocupándose tan sólo de mantener a Yonaka fuera de rango para que ni siquiera la sangre de los mogekos pudiera alcanzarla. En vista de ello, Ashley se encargó de mover su hacha para defender a su hermano cuando se acumulaban demasiados entorno a él mientras los apuñalaba.
Sus despreocupados agresores no parecían disminuir por más que hacían rodar sus cabezas o les abrían los estómagos para que por medio de estas se derramaran sus entrañas. El grupo era más grande del que habían enfrentado antes en el edificio de Six Eyes.
Yonaka se vio en la necesidad de participar después de que las fuerzas de su hermano redujeran debido al agotamiento, entonces fue ella quien brindó la señal para que huyeran a través de un espacio libre entre cadáveres mogeko. Sin más opciones volvieron adentrarse al bosque, aunque esta vez en un sendero que la menor de los Kurai no tardó en reconocer. Si seguían dicho sendero se estarían dirigiendo directo al castillo. Sin embargo, era un hecho que no podían quedarse ahí, pues entre más corrían, los mogekos persiguiéndolos parecían aumentar en número y de ello se dieron cuenta los hermanos Graves, los cuales comenzaron a entrar en pánico y a dejar de lado la defensa personal para dedicarse únicamente a correr. A Shinya se le notaba bastante cansado, a pesar de que él continuaba dándose la vuelta para cortar a cuanto mogeko se lanzase encima pero ya no con la misma habilidad del principio.
— ¡Señorita Yonaka! —Aquel llamado alertó a la aludida, quien encontró la silueta de un mogeko detrás de un tronco, el cual le hacía señas para que se acercara—. ¡Por aquí! ¡Rápido!
—Mogeko-algo-extraño —lo reconoció con una sonrisa, así que guio a sus acompañantes hacia dicha dirección.
Debido a la situación, ni su hermano ni los Graves la cuestionaron por la elección de camino. De hecho fue un alivio que al poco tiempo de volver adentrarse al bosque y usaran la vegetación a su favor, perdieran de vista al resto de mogekos. Más tarde vislumbraron la parte trasera de un enorme castillo, en cuya puerta de madera les esperaba su salvador. Pero eso nadie más que Yonaka lo sabía.
—Mierda, aquí hay otro. —Los hermanos Graves y Shinya estaban listos para correr y cortarle la garganta pero Yonaka se interpuso, protegiendo al sorprendido mogeko.
— ¡No! ¡Por favor no lo lastimen! ¡Él es bueno!
— ¿Qué? —Todavía sin bajar sus armas del todo, los tres aguardaron por una explicación.
—Sí, es uno de los Mogekos Especiales de los que les he hablado.
— ¿De verdad? No se ve muy distinto a cualquier otro mogeko.
—Lo sé, Ashley-san. Pensé lo mismo la primera vez que lo vi. Pero él fue quien me entregó este cuchillo que puede asesinar mogekos con un solo golpe, y fue quien me contó una manera para escapar del castillo. Créanme, por favor.
—Tú… —Shinya le dedicó una gélida mirada al aludido, quien de inmediato percibió la amenaza en esa mirada sedienta de sangre—. ¿Ayudaste a Yonaka?
—Si… pueden llamarme Mogeko-algo-extraño.
Shinya bajó el cuchillo y lo guardó de la vista, Andrew lo imitó pero Ashley no hubiera podido hacerlo aunque quisiera, así que sólo rompió su postura defensiva mientras liberaba un suspiro. Entonces la menor de los Kurai se giró hacia el mogeko en cuanto este le habló.
—Pero, señorita. ¿Por qué ha vuelto? Si antes este sitio no era seguro para ningún humano, ahora todo es peor.
—Jamás hubiese pensado en volver pero nos secuestraron.
—Sí, escuché que asesinaron al conductor y el autobús rodó por el bosque hasta quedar destrozado contra uno de los árboles. —Ashley y Andrew se sorprendieron al comprobar que Yonaka no mentía con respecto a que las noticias viajaban rápido entre esas criaturas amarillas—. No importa. Deben irse de aquí cuanto antes.
—Pero, ¿qué ha pasado?
—Es terrible. Las cosas han empeorado en el castillo desde que usted se fue. Ese maldito rey mogeko no ha parado de imponer reglas cada vez más estrictas. La caza de defectuosos empeoró, ni siquiera los Guardianes de cada piso estamos exentos de la muerte penal instantánea. El Monstruo del quinto piso ahora vaga bajo el comando de Moge-ko y ella ya ha hecho que devore al 50% de mogekos en cada piso.
— ¿Por eso estás aquí afuera?
—Yo y el resto de mis compañeros guardianes. También nos enteramos de lo que sucedió con Hasu y Nega… —Yonaka volvió a experimentar una fuerte impotencia—. No fue tu culpa, señorita.
—Si tan sólo hubiéramos llegado antes y yo hubiese sido más fuerte… en ese momento no…
—No, señorita. Sé que sus presencias le brindaron consuelo a Hasu. Y Nega-mogeko estaba muy feliz de poder ayudarte hasta el final… nunca lo había visto tan satisfecho de proteger a alguien.
—Pero…
—Espíritu de Sangre, Hada del Prosciutto, Mofuru, Mogecucko y yo estamos seguros que Nega ascendió feliz al saber que su sacrificio te permitió alcanzar tu libertad.
— ¿Mogecucko? —La expresión sombría de Yonaka se iluminó frente al repentino nombramiento—. ¿Sobrevivió? —inquirió con una sonrisa.
—Así es, por fortuna sus heridas no eran tan graves. Fuimos capaces de llegar a tiempo y tratarlas, sólo le tomó un buen descanso para recuperar su condición de siempre.
—Es un alivio —dijo con profunda sinceridad, pues al menos una de esas valiosas vidas no se había perdido durante su estancia en el castillo.
—Pero, entonces, ¿tú conoces un método para escapar de aquí? —intervino Andrew de pronto, destruyendo la burbuja de recuerdos en que se habían confinado Yonaka y aquel mogeko de manera involuntaria—. De preferencia, si fuera posible, algo que no implique entrar al castillo.
—Tendría que hablarlo con los demás. Nuestro refugio no está lejos, puedo llevarlos ahí pero…
Mogeko-algo-extraño miró con aprehensión a Andrew y Ashley antes de enfocar en dirección a Shinya, cuyas pupilas parecían perforar el cráneo del mogeko. Confundida, Yonaka cuestionó si sucedía algo pero el mogeko trató de eludir el tema asegurando que no pasaba nada. Antes de emprender la caminata, les suplicó a sus nuevos visitantes que tuvieran cuidado con esas armas. Yonaka tomó la mano de Shinya para que avanzaran juntos, mientras que Andrew ayudó a Ashley para que cargara el hacha en su espalda entre bromas de mal gusto.
Namu-Hamu es el término que se usa en el idioma original que es el equivalente al Dios del Prosciutto ya traducido, pero quise conservarlo porque me pareció tierno.
