- . My Hero Academia 180 grados. -

36. Donde Shoto pelea contra Dabi,Toga visita la casa de sus padres, Uraraka y Deku toman decisiones al ver personas en peligro.


El conflicto en la casa de los Todoroki continuaba, alcanzando su punto más crítico.

—¡Vamos, pelea! ¡Pelea como si tu vida dependiera de ello, porque así es! —gritaba Dabi entre carcajadas, lanzando continuos ataques de fuego azul. Las llamas rugían con intensidad, obligando a Shoto a moverse con rapidez, bloqueándolas apenas a tiempo con su hielo.

—¡SHOTO!

Su grito resonó en su mente, como un eco del pasado. Por un instante fugaz, Todoroki dejó de ver a Dabi frente a él y en su lugar se encontró a sí mismo como un niño de cuatro años, luchando desesperadamente contra las llamas que su padre le lanzaba durante sus brutales entrenamientos. Ese recuerdo lo llenó de una rabia helada que explotó en su interior.

—¡Ya basta! —gritó Shoto con todo el aire de sus pulmones, canalizando su poder en una explosión de hielo monumental. Los picos cristalinos se alzaron como lanzas hacia el cielo, dejando por un momento todo en silencio, con la excepción de las aves que emprendieron el vuelo.

Incluso Hawks y Twice, que libraban su propia batalla, detuvieron sus movimientos por un instante para contemplar el espectáculo.

—Definitivamente lo quiero en mi agencia! —comentó Hawks, impresionado, antes de alzar vuelo hacia el árbol cercano donde su ayudante aguardaba.

—¡Espera! ¡No hemos terminado! —protestó Twice, alzando una mano hacia él, pero algo lo detuvo. Miró hacia el inmenso bloque de hielo donde Dabi debía estar atrapado.

—¡No te preocupes! ¡Voy a rescatarte! —exclamó, avanzando hacia el hielo con determinación.

Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, una risa salvaje y escalofriante comenzó a resonar desde el interior del glaciar. Los golpes sordos de algo impactando contra las paredes heladas rompieron el silencio, seguidos por el crujido del hielo cediendo ante el calor.

—¿Y esto es todo lo que tienes? —se burló Dabi, su voz retumbando junto a las llamas que comenzaron a devorar el interior del bloque.

El hielo finalmente estalló, dejando escapar una ola gigante de agua y vapor que barrió a Shoto antes de que pudiera reaccionar, arrastrándolo varios metros hacia atrás.

—¡Vaya! —murmuró Twice, acercándose a Dabi con pasos cautelosos— No esperaba que tuvieras tanto poder. Parece que se lo has estado ocultando a Shigaraki, ¿eh? No te preocupes, no diré nada. ¿Estás bien?

Dabi no respondió de inmediato. En cambio, lo observó de reojo con una mezcla de desprecio y consideración antes de preguntar:

—¿Y tú qué esperas para usar tu don?

—Es que... —Twice vaciló, mirando sus propias manos con inquietud— Con lo que pasó antes, temo que alguno de mis clones vuelva a desobedecer. Podría ser contraproducente si los pierdo de vista.

Dabi lo miró fijamente, evaluándolo en silencio.

—Oye, qué es lo que tienes en la palma? — le preguntó de pronto Dabi.

— Qué? — dijo él levantando su palma frente a sí mismo — Yo no veo nada.

Luego, sin previo aviso, Dabi le agarró la muñeca y presionó con fuerza la punta de su dedo en el centro de la mano de Twice.

—¡Ah! —Twice soltó un grito sofocado y retiró la mano de golpe, sintiendo un ardor punzante. Cómo si le hubiera apagado una colilla de cigarrillo en la piel.

—Enfócate en el dolor —le dijo Dabi, su tono áspero pero extrañamente firme—. Para no perder de vista quien eres

Sin esperar alguna respuesta, Dabi comenzó a correr hacia el árbol donde Hawks, su ayudante y la falsa Rei Todoroki estaban refugiados, dejando a Twice detrás, con una expresión confusa mientras seguía mirándose la quemadura en su palma.

...


Noche antes del examen

La puerta de la antigua casa de Himiko Toga permanecía abierta, dejando entrar un aire frío y silencioso que contrastaba con la tensión que se acumulaba en su interior. En el segundo piso, Himiko se encontraba inmóvil frente a su vieja habitación. Observaba las paredes desnudas y el suelo vacío, sin ningún rastro de las posesiones que alguna vez fueron suyas.

Por un momento, consideró buscar en el ático al ver el cordón balanciandose. Tal vez estaba todo guardado en las sombras, pero desechó la idea casi de inmediato. No valía la pena. En su lugar, comenzó a caminar por el pasillo, sus pasos resonando suavemente sobre la madera. Sin pensarlo mucho, bajó al primer piso deslizándose sentada por el barandal de la escalera, como si tratara de recrear algún eco de su niñez. Sin embargo, la sensación de libertad que buscaba se desvaneció antes de que sus pies tocaran el suelo.

En su mente, las sombras que cargaba comenzaron a romperse. Era como si la máscara que siempre había usado, esa sonrisa falsa que le habían forzado usar para ocultar su verdadero yo, finalmente se agrietara. Con un grito ahogado que no llegó a salir de su garganta del todo, empezó a destrozar la sala. Lanzó jarrones, cuadros, adornos; cualquier objeto que estuviera a su alcance terminó hecho pedazos en el suelo. Cada fragmento roto parecía liberar una parte de la rabia contenida en su interior. Algunos mechones de su cabello se escaparon de su peinado habitual, cayendo desordenados sobre su rostro, reflejando su inestabilidad interna.

Se detuvo al ver cómo un plato, que había lanzado sin pensar, rodaba lentamente por el suelo hasta detenerse frente a un par de zapatos rojos. Un instante después, esos zapatos lo patearon con fuerza contra la pared, haciéndolo añicos. Levantó la mirada, encontrándose cara a cara con Shigaraki y Kurogiri.

—Yo también... siempre he odiado este tipo de casas —dijo Shigaraki, con las manos en los bolsillos y un tono despectivo mientras examinaba el lugar—. Casas que pretenden ocultar la verdadera naturaleza de sus habitantes. Como en la que yo vivía de niño... Por suerte ya no existe. Igual que quienes vivían en ella.

Por un momento, tres recuerdos invadieron su mente: el rostro sonriente de su hermana, la imagen de su perro, y luego, el resto de su familia. Una punzada incómoda lo obligó a apartar esos pensamientos, pero el eco de su pasado seguía acechándolo.

Toga caminó hacia él con pasos lentos y se detuvo justo frente a él, mirándolo con una seriedad inusual en sus ojos.

—¿Y cómo te sentiste? —le preguntó curiosa—. ¿Te liberaste?

Shigaraki miró al techo, intentando recordar, pero su mente se quedó literalmente en blanco. Era como un lienzo de tela con algunas manchas que intentaban penetrar del otro lado, pero que eran imposibles de distinguir con claridad, como si alguien hubiera borrado los detalles más importantes de su historia.

— Hay algo que me sigue molestando — reconoció Shigaraki — Pero estoy decidido a encontrarlo y destruirlo. Quiero liberarme de todo aquello que no me gusta.

Toga asintió ligeramente, como si entendiera esas palabras mejor que nadie. Luego se giró hacia Kurogiri.

—Yo también —murmuró Toga—. No me importa darle la espalda al mundo que me dio la espalda primero. Quiero vivir en un lugar donde nadie se atreva a juzgar lo que me gusta y lo que amo.

Por un instante, su mente la llevó a un momento diferente: la imagen de Saito sonriendo mientras hablaba con sus amigos mientras estaba en una de sus prácticas de futbol apareció en sus pensamientos.

—Tal vez haría algunas excepciones... pero mis padres definitivamente no están en esa lista.

Sin decir nada más, Kurogiri abrió un portal. Toga cruzó sin vacilar, y Shigaraki la siguió. Antes de atravesarlo por completo, Shigaraki giró un poco sobre si y extendió su mano hacia el piso de la casa que comenzó a deteriorarse desde su centro.

Kurogiri cerró ese portal y de inmediato abrió uno nuevo en las alturas. Los tres quedaron de pie frente a una vista aérea de como la casa iba cayendo sobre el mismo terreno como si se hundiera. Para Shigaraki, la escena tenía un aire más que familiar, por lo que había sucedido con su propia casa años atrás.

Mientras observaban el caos, la sensación de destrucción los envolvía como una brisa fría: un recordatorio de que el pasado con sus familias ya no tenía cabida en su futuro.

...


15 minutos antes del examen

La tos persistía entre los pasajeros del vagón en el que viajaba Uraraka, resonando de forma inquietante. Los rostros de los presentes reflejaban una mezcla de preocupación y temor, especialmente cuando algunos comenzaban a toser con más insistencia. Las miradas se cruzaban con nerviosismo, hasta que finalmente alguien decidió actuar, jalando la palanca de emergencia mientras se cubría la boca con un pañuelo.

El tren se detuvo al llegar a la siguiente estación, y el pánico se desató. Las personas de pie salieron apresuradamente, empujándose unas a otras en su prisa por escapar. Uraraka y Saito descendieron entre la multitud, llevados por la marea de gente, y justo cuando ella buscaba orientarse, un destello a lo lejos capturó su atención: Un hombre con sombrero atravesaba por un pasillo, llevando una máscara que le recordó de forma inquietante a la de Kai Chisaki.

—¿Estás bien? —le preguntó Saito distrayendola de esa visión —. Deberíamos salir cuanto antes. Seguro que las autoridades revisarán los vagones para averiguar qué está pasando.

—Sí, pero… —Uraraka vaciló, girando la cabeza hacia atrás y lo que vio le preocupó bastante. Varias personas seguían inconscientes dentro del vagón, algunas incluso tiradas en el suelo como si hubieran caído en pleno intento de escapar.

Sin dudar, Uraraka abrió su mochila y sacó la camisa rosa que Deku le había regalado tiempo atrás. La había llevado como un amuleto de buena suerte para el examen. Por un instante, sus manos dudaron al sostenerla. La tela seguía nueva, casi intacta, pero no podía pensar en eso ahora. Vertió agua de su botella sobre la camisa, y se la colocó como una máscara improvisada para cubrir su boca y nariz.

—Intentaré ayudarlos a salir —dijo con determinación—. Esto podría ser algún tipo de gas venenoso, y mientras más tiempo estén expuestos, mayores seran las repercusiones.

—Pero podría ser peligroso para ti también. No sabemos qué está ocurriendo —argumentó con mucho sentido Saito.

Uraraka no tuvo tiempo de responder. El hombre de antes, que había jalado la palanca, parecía tener problemas para caminar y apenas pudo sostenerse en el marco de la puerta para salir, antes de desplomarse. Sin pensarlo, Uraraka corrió hacia él y usó su don para reducir su gravedad. Después se lo entregó a Saito en los brazos.

—Llévalo afuera por favor. Necesita ayuda urgente —pidió ella con rapidez.

Saito asintió, pero su mirada se desvió por un instante al interior del vagón, dónde el pañuelo que el hombre había tirado, viéndolo con detenimiento, se había manchado de sangre. Sus ojos se abrieron con horror antes de cerrarlos con fuerza.

—Lo siento! —declaró fuerte y claro Saito—. Si llego tarde, me despedirán! Perdón, pero no podré regresar a ayudar más!

—No te preocupes. Solo encárgate de ayudarlo a él —respondió Uraraka, manteniendo la calma mientras lo veía asentir de nuevo y alejarse con el hombre en brazos.

Uraraka no podía culparlo. Comprendía lo que significaba luchar por tus sueños y mantenerte firme para alcanzarlos, pero... de alguna manera, no podía evitar pensar que si Deku estuviera ahí, él elegiría...

...


Lugar de examen

Los pedazos de carne seguían tirados en el terreno de forma escabrosa.

A lo lejos, extraños golpes resonaban con fuerza, secos y repetitivos, como un eco distante. Cada impacto parecía más próximo que el anterior, como si algo inmenso estuviera avanzando con decisión, destruyendo todo a su paso. El suelo debajo de Izuku vibraba apenas perceptible al principio, pero rápidamente las sacudidas se intensificaron, volviéndose imposibles de ignorar.

Izuku se levantó pero antes de que pudiera reaccionar del todo, un estruendo ensordecedor sacudió el lugar. El impacto fue tan violento que perdió el equilibrio y cayó de espaldas, aterrizando de golpe en el suelo de nuevo.

Una ráfaga de viento levantó polvo y escombros, y una densa cortina de humo oscureció el panorama.

—¡¿Qué es eso?! —preguntó el estudiante más cercano a Izuku.

Izuku entrecerró los ojos, tratando de enfocar a través del polvo que comenzaba a asentarse. En medio de la bruma apareció una silueta, cada vez más definida. La figura, alta y robusta, avanzó con una calma intimidante, revelando a un hombre enorme y musculoso, con una máscara blanca que ocultaba su rostro. A sus espaldas, una fila de muros derruidos y escombros marcaban su trayecto, como si una bola de demolición hubiese arrasado el lugar.

—¡Tiene un enorme poder! —exclamó Izuku, su voz con una mezcla de asombro y temor. Sus ojos analizaban rápidamente cada detalle—. Parece que lo hizo sólo con la fuerza de sus brazos… —Pensó en voz alta, recordando todos los informes que había estudiado últimamente—. Pero no recuerdo haber visto a un villano con estas características en las noticias recientemente…

El hombre se detuvo, observando el panorama con una sonrisa satisfecha que no necesitaba ser vista para sentirse.

—Bien. Ahora el terreno está despejado —declaró con una voz profunda y rasposa, levantando un dedo en dirección al grupo de estudiantes—. ¡No se me escapará ninguno de ustedes!

No fue necesaria una segunda advertencia. El miedo se apoderó de todos los presentes, que comenzaron a correr en sentido opuesto al villano, sus pasos resonando desesperados entre los escombros. Izuku intentó levantarse rápidamente para unirse al resto, pero algo captó su atención y lo detuvo en seco.

Un muchacho de cabello negro y cuerpo delgado yacía inconsciente, colgado a un costado del hombre como si fuera un saco de arena. Izuku sintió que el tiempo se ralentizaba, y los gritos de sus compañeros se desvanecieron como un eco lejano.

Mientras los demás seguían huyendo, Izuku se quedó inmóvil, su mente inundada de pensamientos que lo hacían dudar:

Al señor Yagi:

Puedes ser un héroe…

Al director Aizawa:

Veamos si tus acciones coinciden con tus palabras y si logras hacer esto sin romperte ningún hueso…

Sus propias palabras:

Es la única forma en la que puedo convertirme en la persona que siempre he querido ser: alguien que salva a todos e inspira seguridad sin importar cuán difíciles sean las circunstancias. Y que está dispuesto a darlo todo si es necesario.

Con ese último pensamiento, Izuku apretó los puños y se puso de pie con firmeza.

Una sonrisa temblorosa se formó en sus labios, no por confianza, sino como un intento de infundir algo de calma en su propio corazón.

Sabía que estaba frente a algo mucho más grande de lo que podía manejar, pero no podía permitirse retroceder. Aquella promesa que había hecho consigo mismo, esa meta que siempre había soñado alcanzar, lo mantenía firme. Con los ojos llenos de decisión, intentó ignorar el miedo que le susurraba que corriera como los demás.

Había tomado su decisión.

...


Notas de la autora.-

Sus comentarios siempre son bienvenidos! Muchas gracias por leer, seguir y darle like. Siempre me hace sonreír.