-Esta historia esta inspirada en el manga y anime "Inuyasha" de Rumiko Takahashi, así como en mitología griega, persa, americana e indu. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario, las modificaciones a las personalidad, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír "If Only" de Dove Cameron para Izumi, "In Her Eyes" de Josh Groban para Itachi, "The Man I Am" de Sam Smith para Shisui, "Love Story" de Indila para las escenas románticas de la pareja, y "When We Were Young" de Kim Petras, así como "Unconditionally" de Katy Perry para el contexto del capitulo.


Itachi— llamó una voz a su lado. —Itachi— repitió cerca, aún más cerca que antes.

Recostado sobre el sofá de la sala de Izumi, anteriormente concentrado leyendo para pasar el tiempo mientras Izumi tomaba un baño, Itachi volvió el rostro hacía la fuente del sonido y lentamente abrió los ojos; se había sentido cansado, entre el regreso de ambos a la época de Izumi y la asistencia de la wiccan a sus clases, él había aprovechado el tiempo que ella pasaba en la secundaria para recorrer la ciudad y ver con sus propios ojos cómo se desarrollaba la vida tras navidad. Itachi ni siquiera se había dado cuenta en qué momento se había quedado dormido, había estado tan ocupado esos días siguiendo a Izumi en todo lo que hiciera, que ni siquiera había notado lo cansado que estaba, evitando inconscientemente el sueño al estar tan al pendiente de ella, pero ni todo el cansancio que pudiera sentir le impidió sobresaltarse tan pronto como abrió los ojos, sentándose de golpe en el sofá mientras Shisui sonreía ladinamente, sentado a su lado en el mobiliario. Era Shisui, era imposible no reconocer al Alfa Lycano y eso solo hizo que el sobresalto del Uchiha fuera mayor, ¿Cómo...?, ¿En qué momento Shisui los había seguido?, ¿Cómo había podido cruzar el pozo?, ¿Es que de alguna forma había visto como ambos cruzaban para luego hacerlo?, ¿Qué había pasado del otro lado? Itachi no obtuvo respuesta a ninguna de las preguntas que se hizo mentalmente, pasando su mirada por el Lycano, analizando cualquier posible mancha de sangre o el hedor a esta de tenerla encima, pero no percibía nada, ¿Cuánto tiempo llevaba ahí?, ¿Dónde estaba Izumi?

¿Qué estás haciendo aquí?, ¿Cómo...?— preguntó Itachi, tartamudeando de la sorpresa.

Tú me hiciste venir, querías que estuviera aquí— contestó Shisui con gran naturalidad.

Aquellas palabras desconcertaron todavía más a Itachi de ser posible, haciéndolo parpadear extrañado mientras pasaba su mirada del rostro del Alfa Lycano al amplio espacio de la sala, a la escalera que daba con el piso superior y la habitación de Izumi, ¿Ella estaba bien? Él no tenía cómo saberlo, todo era demasiado confuso en la mente de Itachi, que deseó levantarse el sofá, pero sentía que no podía hacerlo, como si estuviera apresado en su lugar de alguna forma que no podía entender. Como si observara a un niño pequeño, o como si la situación fuera de lo más divertida para él, Shisui lentamente se inclinó sobre el sofá, más cerca de Itachi, recargando su codo contra uno de los almohadones y apoyando su mentón en su mano, mostrando una mirada de aparente inocencia, sosteniendo la mirada al semidios, ¿Por qué se empeñaba tanto en sublimar sus emociones? Shisui naturalmente lo atribuyó a su naturaleza, los dioses siempre habían tenido más poder y pasión que los demás seres sobre la Tierra, pero se regían por normas diferentes a otras criaturas sobrenaturales; el caso más conocido y que Shisui tomaba para señalar la situación era el de los dioses perros, individuos de gran poder, si es que no los más poderosos, pero que habían servido y/o protegido a los humanos en el pasado y por ello Itachi siempre actuaba como un perro amaestrado si estaba cerca de Izumi; Shisui era un lobo, un Lycano, él no sublimaba sus deseos, consideraba a Izumi una mujer hermosa y la deseaba, pero Itachi no demostraba eso, y no había reclamado a la wiccan.

Sé tú secreto, pequeño cachorrito, eres incapaz de ocultar lo que piensas— habló Shisui finalmente, esforzándose por no reír. —La deseas, ¿No es así?— más bien afirmó, sonriendo ladinamente. —Esa mirada en tus ojos es innegable— podía leerlo fácilmente.

No sé de qué hablas— negó Itachi inmediatamente, negándose a quedar en evidencia.

Por favor— sonrió el Lycano, divertido ante su hipocresía. —Izumi es hermosa, joven, fértil, virgen y está en celo…lista para tomar— enumeró, punto por punto. —Has de llevar mucho tiempo imaginando cómo sería tenerla, ¿verdad? Debajo de ti, o encima, recorrer toda esa piel tan perfecta, escuchar su sinfonía de gemidos…Me sorprende que resistas la tentación— admiró, viendo al pelinegro tragar saliva. —Pues haz algo al respecto, de lo contrario, yo podría hacerlo— amenazó, más que gusto con la idea.

Que ni se te ocurra tocarla— contrarió el semidios, no aceptando esa posibilidad.

Entonces, haz algo al respecto— impuso el Katon sosteniéndole la mirada. —A menos que ella no te quiera— comentó, claramente con intención de hacerlo sentir inferior. —Será mi oportunidad entonces— de desflorar a esa bella y única diosa en cuerpo mortal.

Itachi no podía negarlo, pese a que sus palabras se empeñaran en dar a entender lo contrario, eso era la razón y la cordura humana hablando por él, pero no sus instintos, sus deseos; su olfato era agudo como el de Shisui e incluso puede que más, una parte de él era un dios perro después de todo y por ende había podido detectar el aroma que Izumi emanaba, era el de celo, no era la primera ni la última vez que lo sentía; Izumi tenía dieciséis años, en estándares humanos de su tiempo era una mujer que estaba madurando, ya podía tener hijos y era hermosa como un sueño, Itachi tenía que luchar todo el tiempo consigo mismo para no llevarla consigo a algún lugar donde nadie pudiera interrumpirlos, desgarrarle la ropa y hacerla suya...como la deseaba, con todo su corazón, pero no podía hacer algo al respecto, porque no era el momento y porque aún no era seguro si podrían tener un futuro, no hasta que derrotaran a Orochimaru, si lograban hacerlo y sobrevivir. Pero, la visión de Shisui, la idea de que el Alfa Lycano pudiera atreverse a hacer algo al respecto, que se atreviera a cruzar el pozo y tocar a Izumi de esa forma, lo hizo enfurecer, le recordó porque es que de una u otra forma él se había negado a dormir durante todos aquellos días por ese mismo temor, el de que alguien indigno se atreviera a acercarse o tocar a la maravillosa mujer que era Izumi, aunque ni él mismo se atreviera a reclamar de ella lo que tanto deseaba. No su virginidad, sino estar en sus brazos, la oportunidad de saberla tan suya como él le pertenecía por completo…


El semidios abrió los ojos de golpe, respirando agitadamente, incapaz de moverse por los primeros segundos y recorriendo el lugar en que se hallaba con la mirada; estaba en casa de Izumi, en la sala, recostado sobre el sofá y sobre el que lentamente se sentó, comprendiendo que todo había sido meramente un sueño, se había quedado dormido…el Uchiha se revolvió el cabello ligeramente, suspirando mientras se sobresaltaba al sentir ruido en la cocina, inspirando aire profundamente y reconociendo el perfume de Izumi. Siempre adaptándose a la vida en el siglo XXI, Itachi vestía una camiseta gris claro de cuello en V bajo un suéter del mismo color, cuello en V y con las mangas subidas hasta los codos, jeans azul claro y botines negros, levantándose el sofá y dirigiendo sus pasos hacia la cocina, deseando ver a la wiccan y dejar atrás tan incómodo sueño, esbozando una sonrisa ladina al cruzar el umbral y verla. Terminando de cerrar la puerta del refrigerador, Izumi volvió la mirada en su dirección con una luminosa sonrisa; vestía una sencilla camiseta blanca de escote redondo y sin mangas que pasaba casi desapercibida bajo un mono u overol verde oscuro que se cerraba en los tirantes que cerraban el escote recto, sin mangas y formando holgados pantalones, zapatillas deportivas blancas y sus largos rizos castaños caían tras su espalda, peinados en una coleta anudada por un moño verde oscuro, era lo que usaría en un día en casa para sentirse cómoda y no impresionar a nadie, pero lo hacía de todas formas, para él siempre se veía hermosa.

—No te oí bajar— comentó Itachi, habiendo creído que seguía en su habitación.

—Estabas durmiendo tan profundo que no me sorprende— sonrió Izumi, acercándose al grifo para lavarse las manos. —No quería despertarte. En todo caso yo ya terminé, la cena está lista. No iba a dejar que mi madre pidiera comida estando yo aquí— obvió al cerrar el grifo, usando el mantel para secarse las manos. —¿Pasa algo? Te noto preocupado— inquirió, dejando el mantel en su lugar y sentándose sobre la encimera.

—Izumi...¿Piensas en él?— preguntó el semidios directamente, aludiendo al Lycano.

—¿En quién?— inquirió la wiccan con extrañeza, —¿Shisui?— supuso al encontrar su mirada con la suya. —Dime que es una broma— suspiró, cerrando los ojos y tratando de no gritarle. —¿Qué clase de pregunta es esa?— cuestionó, no entendiendo el punto.

—¿Lo amas?— interrogó él, acercando sus pasos hasta estar frente a la pelicastaña.

—Te dije a ti que te amaba, mi amor no se vende— reafirmó ella viéndolo a los ojos. —No lo amo, solo somos amigos— insistió, no habiendo cambiado su sentir. —Itachi...— suspiró, acunando su rostro en sus manos mientras él envolvía sus brazos alrededor de su cintura, acomodándose entre sus piernas.

—Lo siento, sé que soy un imbécil inseguro, pero...— el semidios cerró los ojos, llamando a la calma de sus pensamientos. —No dejo de pensar que vivo un sueño, y que despertaré sin ti a mi lado— justificó, pese a saber que eso no arreglaba nada. —No podría soportar eso— añadió, inclinando su rostro para pegar su frente a la suya.

—Tampoco yo— coincidió la wiccan, encontrando su mirada con la suya. —Pero tienes que aprender a dejar ir— instó, acariciando su rostro con sumo cuidado. —Confía en mí, soy real— obvió, no queriendo que se angustiara con lo que no lo merecía.

Era difícil convencerse a sí mismo a creer en Izumi, no en que fuera honesta, él sabía que ella siempre le hablaba con la verdad, lo que era verdaderamente era difícil era el creer que ella era real, que no era una diosa o un ángel, siempre tan etérea a sus ojos, como si el pertenecer al siglo XX no fuera ya algo irreal en la mente de cualquiera, e Itachi necesitó de un beso para creerlo. El semidios inclinó su rostro sobre el de Izumi, presionando sus labios contra los de ella, que le dejó tener el control del beso al principio, solo moviendo sus labios en respuesta cuando él comprendió el control que tenía, deslizando su tacto por la estrecha cintura de Izumi mientras ella envolvía sus brazos alrededor de su cuello, cayendo en un ritmo lento y dulce, sus labios encontrándose hasta que el hambre surgió y sus lenguas se hicieron cargo del beso, aumentando la intensidad, quedó claro con el primer gemido que abandonó los labios de Izumi en medio del beso. Ambos rompieron el beso para recuperar el aliento, unidos por un delgado y casi traslúcido hilo de saliva, volviendo a reclamar la boca del otro con un beso aún más apasionado de ser posible, y uno tras otro, y tras otro…Izumi tuvo que romper forzosamente el beso, el ritmo era demasiado incluso para ella, que se mordió el labio inferior y hecho la cabeza hacía atrás al sentir los labios de Itachi devorar la piel de su cuello, regresando a la realidad al sentir como desabrochaba los tirantes de su overo, bajándolo por su pecho y encontrando el borde de la camiseta, que le quitó por encima de la cabeza:

—Necesito pruebas— justificó Itachi al arrojar la camiseta al suelo. —Pero sin toda esta ropa— añadió, desabrochándole velozmente el brasier.

—Itachi...— Izumi gimió al sentir al semidios amasar sus pechos. —Mi familia…— intentó hablar, pero no podía organizar las palabras.

—No llegarán sin que yo lo perciba antes— sosegó él, deslizando sus labios por el valle entre los sublimes pechos de la wiccan. —Por favor, déjame sentirte— rogó, extasiado por tener sus pechos a la altura de su boca. —Hueles exquisito— su celo y deseo lo volvía loco.

—¿A qué?— cuestionó ella, adorando escuchar cuando la veneraba con sus palabras.

—A ti— contestó el semidios, siendo lo único verdaderamente importante. —Eres celestial— elogió, succionando uno de sus pechos. —Te deseo tanto— gruñó mientras amasaba el otro. —Necesito tocarte, por favor— suplicó, deslizando su mano libre por su vientre…anhelando estar entre sus piernas.

—Y yo a ti— correspondió la wiccan, abriendo sus piernas y entregándose a él.

Eso era todo lo que Itachi necesitaba escuchar, no es como si fuera a hacer algo al respecto pese al sueño que había tenido, amaba demasiado a Izumi y pensaba demasiado en su bien y futuro para reclamarla como suya en ese momento, aunque su celo enardeciera sus pasiones, aunque solo deseara hacerla suya, por lo que en su lugar el semidios devoró ansiosamente sus pechos un instante más antes de arrodillarse entre sus piernas, bajando con cuidado los pantalones y su ropa interior. Ella lo era todo para él; su primera fantasía, su mayor sueño, la única mujer que ocupaba verdaderamente su mente, y aunque ese momento fuera como tantos otros compartidos, Itachi lo sintió como algo trascendental, acomodando las esbeltas piernas de la wiccan sobre sus hombros, extasiado ante lo húmeda que estaba solo por él, que se zambulló para probar su exquisito elixir, devorando su interior con su lengua y sintiendo las manos de Izumi descender para acariciar su cabello, meciendo inmediatamente sus caderas hacía su boca…lo volvía loco imaginar cuán sublime se vería cuando la hiciera suya, cuando ya no tuviera que imaginar nada. Tal vez fue el temor a que su familia llegara, pero Izumi jadeó y gimió ansiosa por el clímax que sabía Itachi podía darle, meciendo sus caderas hacia su boca, capaz de darle un placer como ninguno, echando la cabeza hacía atrás al sentir sus manos ascender y amasar sus pechos, y ella solo pudo sujetarse de su sedoso cabello ébano mientras sentía su lengua moverse más y más rápido, acercándola al orgasmo…

Con él se sentía capaz de cualquier locura.


Su momento juntos no había terminado en la cocina, eso solo había sido un preludio en cierta forma, Itachi había querido convencerse de que Izumi era real al proporcionarle un orgasmo digno de un gemido entrelazado con su nombre, pero libres de responsabilidades ambos no dudaron en encerrarse en la habitación de la wiccan, aprovechando la ausencia de su familia. Itachi se revolvió el cabello, respirando con dificultad y gimiendo mientras bajaba la mirada hacía Izumi que envolvía su miembro en su boca…¿Cómo no creer que tan sublime diosa era real? Ni rememorar o imaginar esa acción se comparaba con la magnífica sensación de la realidad, desnudo en la cama como ella misma, concentrado en la sensación de su boca, sus labios y su lengua dándole placer más allá de su imaginación. La lujuria y pasión del momento solo se hacía mayor para Itachi mientras percibía los gemidos de Izumi amortiguados contra su miembro mientras ella penetraba su interior con sus propios dedos, dándole la imagen más obscena y erótica que pudiera imaginar hasta escuchar un gemido más alto que los demás, anunciando el orgasmo de ella y detonando el suyo cuando la wiccan lo sujetó por las caderas y lo tomó profundamente en su boca mientras se derramaba, haciéndolo gemir su nombre y desplomar su cabeza contra la almohada, manteniendo los ojos cerrados hasta sentirla tumbarse a su lado…desnuda, exquisita, capaz de las mayores fantasías y todo por él, no por el arrogante de Shisui ni ningún pelafustán que pudiera pretenderla, solo por él:

—No entiendo cómo, pero esto se siente mejor cada vez que lo hacemos— suspiró Izumi, volviéndose hacía el semidios que hizo igual, tomando la mano con que ella se había masturbado pensando en él.

—Eres tú, te sientes tan bien en mis brazos— justificó Itachi, acercando sus dedos a sus labios y limpiando cada gota de su esencia. —Tu cuerpo es tan exuberante y hermoso— aseguró, deslizando su mano libre por su exquisita anatomía.

—¿Y esperas que no me sonroje así?— cuestionó la wiccan, ruborizándose mientras acercaba su cuerpo al suyo.

—Es la verdad— contestó el semidios, siendo obvio para él. —Eres lo más hermoso que he visto en mi vida— nadie estaba a su altura.

Había pensado eso de ella la primera vez que la había visto, aunque entonces había sido un completo imbécil con ella y en los días y semanas sucesivos, pero vivía intentando remediar ese comportamiento y honrarla como la diosa que sentía era, acercando su rostro al suyo y reclamando sus labios en un beso, envolviendo su lengua contra la suya, tratando de hacerle sentir el obsceno y exquisito sabor del elixir que él había limpiado de sus dedos, gruñendo contra sus labios mientras sus manos recorrían su anatomía; su esbelto cuello, sus perfectos pechos que cabían en sus manos, su estrecha cintura…Disfrutando del beso, incapaz de negarse, Izumi se reprochó mentalmente el ser tan abierta sexualmente con Itachi, no había nada que no se sintiera capaz de hacer en su pasión por él, pero pronto se olvidó de todo en medio del beso, deslizando sus manos por sus hombros, sus brazos y su torso con su músculos cincelados, rompiendo el beso al necesitar respirar, pegando su frente a la suya y gimiendo débilmente su nombre. Aunque cualquiera que ingresara en esa habitación pudiera condenarlos por lo que hacían—así lo veía Itachi, debido a su crianza del siglo XVI—, la wiccan y el semidios permanecieron abrazados entre las sábanas, desnudos como tantas otras veces, ignorando completamente el mundo fuera de esa habitación, ¿Para qué pensar en los demás? Ya hacían eso todo el tiempo, pero en ese momento solo existían ellos dos, disfrutando la sensación del cuerpo del otro y el vínculo creciente entre ellos, como si sus almas se acercaran aún más por cada momento que pasaban juntos.

—¿Escuchas algo?— consultó Izumi, queriendo disfrutar de la paz y quietud.

—Tu familia aún no regresa, si es lo que temes— contestó Itachi, percibiendo su vergüenza.

—Gracias— sonrió ella, sabiéndose delatada. —Estaba pensando y, creo que podemos usar esa tarde para pasar tiempo juntos— consideró en voz alta.

—¿No estamos haciendo eso?— cuestionó él, rozando su nariz contra la suya.

—No así— río la wiccan, hablando seriamente, —¿Y si tenemos una cita?— propuso, conteniendo su entusiasmo.

—¿Qué tienes en mente?— inquirió el semidios, ilusionado pues hace mucho que no tenían una cita.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Itachi y ella habían tenido tiempo para ellos dos solos, y para una cita ni se diga, de eso había pasado aún más tiempo, por lo que mentalmente Izumi armó todo un panorama que esperaba lo complaciera, mordiéndose el labio inferior mientras le sostenía la mirada al semidios, actuando como una niña traviesa que no deseaba ser descubierta en su plan, esperando que—pese a conocerla tan bien—Itachi no pudiera adivinar de qué se trataba. Guardando sus planes para ella misma, siendo buena en guardar secretos, Izumi únicamente alzó una de sus manos y con su dedo índice cerró los labios de Itachi, como si le indicará que guardará silencio, cosa que el semidios no dudo en hacer, entreabriendo osadamente los labios mientras sostenía la mirada a la hermosa wiccan y mordisqueando su dedo, escuchándola reír mientras la hacía quedar debajo suyo sobre la cama. La intención de Itachi no era reanudar nada ni continuar explorando la intimidad entre las sábanas, ya habría ocasión para hacerlo en el futuro y él respetaba profundamente a Izumi y su hogar, solo permanecer en la cama con la bella wiccan, que río encantada mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello en un abrazo, como el mismo Itachi envolvió sus brazos alrededor de la estrecha cintura de la pelicastaña, inspirando aire profundamente para deleitarse con su dulce perfume de rosas y lavandas, sublime como la sedosidad de su piel y que le encantó recorrer en aquel íntimo abrazo…


Cuando Izumi había propuesto una cita, Itachi había tratado de imaginarse múltiples escenarios, pero en definitiva no había imaginado que sería en una pista de patinaje, porque él no tenía idea de que era eso, no lo conocía en el siglo XVI y no pudo evitar contemplar maravillado la facilidad con que Izumi se movía sobre el hielo gracias a los patines, dando un salto en el aire y aterrizando con una elegante pirueta; la wiccan vestía una cómoda camiseta térmica gris claro de escote redondo, encima un suéter gris oscuro reflejo de franjas negras, no como las de una cebra sino como las de un tigre, de mangas holgadas que se ceñía en las muñecas, jeans gris oscuro que se ceñían a sus esbeltas piernas y patines blancos, con su largo cabello castaño suelto. Observándola desde unos metros de distancia, el semidios vestía una camiseta blanca de cuello redondo y mangas por encima de los codos, que pasaba desapercibida bajo un suéter ligeramente grueso color gris oscuro, de cuello en V, cerrado por cinco botones negros hasta la altura del vientre, con bolsillos en los lados del pecho y mangas ceñidas hasta las muñecas, jeans azul oscuro y patines negros, no sintiéndose para nada cómodo. Sus sentidos normalmente siempre eran agudos, no le era un reto adaptarse, pasar tanto tiempo en la época de Izumi era la prueba, pero el semidios tuvo que moverse con pasos muy lentos debido al escaso equilibrio en que disponía, sintiendo que iba a resbalar en cualquier momento, manteniéndose muy cerca del extremo de la pista por temor a caer.

—Okey, en definitiva, voy a darme por vencido con esto— admitió Itachi al ver a la wiccan acercarse hasta él.

—Debe ser una broma, llevas intentando…¿Qué?, ¿Diez minutos?— río Izumi, deteniéndose frente a él.

—Sí, los diez minutos más largos de toda mi existencia— afirmó el semidios, sintiéndose fuera de lugar.

Aunque no lo pretendiera, normalmente era muy fácil para Itachi sentirse en control de todo, a menos que eso involucrara a Shisui u otros individuos del sexo opuesto, como su hermano Sasuke o como Orochimaru, casi siempre eso era sinónimo de problema, pero de cualquier modo podía sortear los obstáculos y salir airoso…no en este caso; le encantaba ver a Izumi feliz y se notaba que el patinaje era algo en lo que ella era muy buena, no creía haber visto nunca a alguien moverse con tanta gracia, el resto de parejas en el pista no tenía ni la mitad de su elegancia al moverse sobre el hielo y ni siquiera parecía esforzarse; en contraste, Itachi se sentía torpe, no se había caído ni nada, no creía llegar a eso, pero definitivamente sería mucho más confiable en tierra firme, en el agua o en cualquier elemento que no fuera el hielo. Observando atentamente a Itachi, Izumi se esforzó por parecer seria y no reírse, su padre le había enseñado a patinar sobre hielo a los tres años—a los dos en terreno estable, en plazas o calles vacías, con los típicos patines, pasando luego al hielo—, por lo que podía decirse una veterana si de experiencia se trataba y podía ver todas las faltas de Itachi de pies a cabeza; tenía las rodillas demasiado tensas, claramente se mantenía rígido y desconfiaba del terreno en que estaba, y estaba más concentrado en hacer las cosas bien que en adaptarse al hielo, teniendo las caderas desalineadas de la posición de sus hombros…para ser alguien que casi siempre hacía todo bien, esta vez parecía estar fallando estrepitosamente.

—Creí que mi coordinación de manos y ojos era grande, pero ahora…empiezo a dudar de ello— confesó Itachi, sintiendo que estaba arruinando el momento.

—No es tan difícil, solo es poner un pie delante del otro— sonrió Izumi, acercándose más a él para corregir la postura de sus hombros en relación con sus caderas.

—Pues tú lo haces parecer fácil— obvió el semidios, encontrando su mirada con la suya.

—Claro, llevo practicando esto desde que era una niña— asintió la wiccan, indicándole que suavizara su postura. —Ven, dame la mano— instruyó, no aceptando un no como respuesta. —No puedes ser peor que yo en esto— mencionó, tomándolo de la mano y moviéndose muy lentamente por la pista. —El truco es no mirar abajo ni pensar que vas a caerte. Solo ve al frente y actúa normalmente— aclaró, a punto de verlo titubear.

Aunque tuviera sus dudas, Itachi eligió callar y mantener su mano entrelazada con la de Izumi, quien le dirigió una mirada a cualquier parte de su anatomía que viera en mala postura, guiándolo por la pista sin soltarlo de la mano, y más pronto que tarde Itachi se concentró en seguirla a ella que si estaba haciendo bien las cosas; siendo eso justo lo que buscaba, Izumi sonrió y, sin soltar de la mano a Itachi, se volvió para verlo a los ojos mientras patinaban, siendo buena en distraerlo, moviéndose a su alrededor y, sin soltar su mano, indicándole que hiciera lo mismo, sintiendo prontamente su mano soltarse de la suya y sus brazos envolviéndose a su alrededor, haciéndola sonreír. Ni el mismo Itachi supo explicarlo bien, antes sentía que iba a desplomarse en cualquier momento, se sentía torpe y lento, pero en ese momento todo lo que pudo y quiso hacer fue concentrarse en Izumi, envolviendo sus brazos alrededor de su estrecha cintura y, como si le siguiera el juego o buscará añadir dificultad al momento, Izumi dio un pequeño brinco en el aire, obligándolo a cargarla en brazos, un gesto de confianza porque él podría haberla dejado caer por accidente, pero nada de eso ocurrió, sino que él fue capaz de permanecer en pie esta vez, dando una vuelta con ella en brazos antes de dejarla sana y salva en el suelo. Tan pronto Izumi estuvo a salvo sobre el hielo, haló a Itachi del cuello del suéter hacía si, robándole un sorpresivo beso a vista y paciencia de todos, pero ni el emocionado semidios pudo negarse, envolviéndola en sus brazos y sonriendo contra sus labios.

Era una cita maravillosa.


Con los ojos cerrados, Izumi no dejo de rememorar la tarde del día anterior; patinar sobre hielo, acudir a una cafetería y pasarse horas hablando y riendo, ir a la biblioteca y caminar lentamente a de regreso a casa sin pensar en nada más que ellos dos…la wiccan suspiro al solo rememorarlo, estirándose en la cama y abriendo los ojos para ver la luz del sol entrar por la ventana a través de las cortinas, anunciando el inicio de un nuevo día, el día que cerraría aquel año, ¿Verdaderamente había pasado un año? Parecía un sueño, un sueño del que la wiccan se esforzó por despertar, sintiendo los brazos de Itachi envolverla y volviéndose hacía él; el semidios vestía una camiseta negra de cuello redondo y cortas mangas hasta los codos, cómoda para permitirle dormir, pero no disimulando sus músculos debajo, pantalón gris oscuro con patrón escoses en un tono más claro, y su largo cabello azabache se encontraba suelto, así como ligeramente despeinado. Sin embargo, Itachi no había despertado, se hallaba durmiendo aún, aunque por inercia sus brazos se envolvieran a su alrededor, durmiendo profundamente al encontrarse junto a ella; la wiccan vestía una holgada camiseta lavanda pálido de cuello redondo y cortas mangas por sobre los codos, con pantalones anchos color gris claro estampados en dulces de múltiples colores a lo largo de toda la tela, con sus largos rizos castaños cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, no importándole a ella si lucía despeinada o no, gateando más cerca del semidios hasta casi rozar su nariz contra la suya.

—Itachi— nombró la wiccan en voz baja, sin obtener respuesta. —Itachi...— repitió nuevamente, haciendo que los ojos del semidios se abrieran. —Buenos días— saludó con su más luminosa sonrisa.

—Buenos días— correspondió el semidios, atrayéndola en un abrazo…o eso pareció, antes de que ella riera mientras él le hacía cosquillas.

—Ay, no, no...— río Izumi, incapaz de defenderse mientras él se recostaba encima suyo. —¡Me rindo, me rindo!— rogó sin poder dejar de reír.

—Eres una traviesa— juzgó Itachi sin dejar de hacerle cosquillas, maravillado con su risa.

—Itachi, me va a doler el estómago— se quejó la pelicastaña, sin poder dejar de reír.

¿Izumi realmente creía que él tenía el sueño tan profundo? No iba a negarlo, si, se sentía infinitamente seguro y en confianza cada vez que visitaba la época de la wiccan, por ello había sido capaz incluso de quedarse dormido en el sofá de la sala, el siglo XXI era una época de peligros como el siglo XVI, pero los peligros no eran tan evidentes y agresivos, eso brindaba una cotidiana sensación de seguridad que permitía a Itachi sentirse constantemente aliviado, pero no volvía su sueño más pesado, había sentido a Izumi despertar y moverse más y más cerca suyo, claramente queriendo sorprenderlo, pero había sido él quien la había sorprendido a ella. Sintiéndose como el hombre más afortunado por conocer con tanto detalle el cuerpo y anatomía de la bella wiccan debajo suyo, sabiendo exactamente qué lugares le generaban placer y que lugares la hacían estremecer de la risa, Itachi cesó en su juego, no queriendo incomodar ni hacer sentir mal a Izumi, sonriéndole mientras recargaba su peso en sus brazos a cada lado de su rostro para no aplastarla, maravillándose con el brillo en sus ojos mientras se encontraban con los suyos, el natural sonrojo en sus mejillas o el exquisito brillo en sus labios, que lo hicieron desear besarla en ese preciso momento. Pero no lo hizo, en su lugar inclinó su rostro sobre el suyo y la beso en la frente, inspirando ese dulce aroma a rosas y lavandas que lo volvía loco, deslizando sus labios para besar sus parpados y la punta de su nariz, evitando sus labios, temiendo sucumbir a sus encantos de diosa que lo hacían olvidarse de todo, ella era una bendición y una tortura a la vez:

—Tenemos tiempo— mencionó Itachi, justificando el no haberla besado aún. —Las celebraciones comenzarán más tarde— obvio, por lo que ella le había explicado.

—Si por ti fuera, no comenzarían nunca— sonrió Izumi, conociéndolo muy bien.

No era mentira, e Izumi no hablaba de uno de los en particular sino de ambos, no importaba la hora que fuera—ese día no tenía clases, por lo que no había puesto la alarma para despertar, y la noche anterior se había dormido tarde tras regresar igualmente tarde de su cita con Itachi—, seguramente era cerca del medio día por la posición del sol y como iluminaba toda su habitación pese a las cortinas cerradas…mejor aún, ella sería quien se encargaría de cocinar la cena de año nuevo en esa ocasión y cuanto más tarde comenzará a ocuparse de eso, más tiempo pasaría en la cama, arqueándose y acercándose lo más posible a Itachi, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, sujetándolo de la nuca y atrayéndolo en un beso, sonriendo en medio de este al ser quien tuviera el control esta vez, algo que no ocurría desde hacía tiempo. Aun recargando su peso en sus brazos para no aplastar a Izumi, Itachi correspondió al beso inmediatamente, gruñendo contra los suaves y dulces labios de la wiccan, acomodando su brazo derecho para acariciar su rostro y jugar con sus rizos castaños, presionando su cuerpo contra el suyo, disfrutando de tan íntimo abrazo; sintió nuevamente aquel exquisito aroma, era el celo de Izumi, probablemente continuaría por otro par de días, mas el Uchiha estaba tan acostumbrado a aquel aroma, que cuando mucho profundizó el beso envolviendo su lengua contra la de la wiccan, trazando su anatomía a través de la ropa. La deseaba con todo su corazón, pero solo la tomaría como suya—si ocurría—cuando ella lo quisiera, no antes…


Pasando la mano por el espejo para limpiar la condensación que lo cubría, debido al calor de la ducha que ella había tomado momentos atrás, Izumi sonrió a su reflejo mientras se cepillaba los dientes, sonrojándose al escuchar el agua de la ducha correr, ella había salido de la ducha unos momentos antes y volvía a usar su pijama, con el cabello envuelto en una toalla, pero era Itachi quien sí se estaba duchando; si de Izumi hubiera dependido, ella habría sugerido que se bañaran juntos, no es como si no se hubieran visto desnudos, pero lo último que necesitaban era escandalizar a su familia si Inabi, su abuelo o su madre llamaban a la puerta o ingresaban sin tocar. Enjuagándose la boca y escupiendo al interior del lavabo, Izumi regresó su cepillo de dientes a su lugar, sonriendo mientras Itachi y ella continuaban hablando como si fuera lo más normal del mundo, Itachi desde la ducha y ella de pie ante el lavabo, desenvolviendo la toalla de su cabello y que terminó de seca, prefiriendo no usar un secador de cabello. El tema de conversación, y que era por demás interesante para ella, era el cómo se celebraba el año nuevo en el siglo XVI, ya que ella no había visto especialmente emocionados a sus amigos al momento de despedirse hacía casi una semana, el mismo Itachi parecía no comprender porque ese día era tan importante y pronto Izumi entendió porque, parpadeando con sorpresa mientras terminaba de peinar sus húmedos rizos castaños, volteando a ver a Itachi quien cerró la llave de la ducha y salió envuelto en una toalla, encontrando su mirada con la suya.

—Entonces, ¿Aún no es Año Nuevo?— inquirió Izumi solo para estar segura.

—Lo será en Marzo— confirmó Itachi, divertido a causa de su sorpresa.

—¿Siempre ha sido así o solo ahora me entero?— consultó la wiccan, acercándose al pelinegro con una toalla seca para envolver su cabello. —Claro, el calendario gregoriano aún no se usa— consideró, viéndolo terminar de secarse y volver a colocarse el pijama.

—¿Calendario gregoriano?— repitió el semidios con extrañeza, colocándose la camiseta mientras Izumi envolvía su cabello con la toalla.

—Es el sistema de calendario que se utilizara a fines del siglo XVI— explicó ella, hasta donde tenía entendido. —Se basa en el movimiento de la Tierra alrededor del Sol— según tenía entendido, pasarían décadas antes de que se implementara ese calendario.

—Comprendo, es un calendario solar— asintió él, fascinado mientras ella le frotaba el cabello. —La verdad, siento curiosidad por como es el Año Nuevo en este tiempo— admitió, maravillándose de todo cuanto veía en su tiempo.

—Procura no dejar de sorprenderte— instó Izumi, tocándole la punta de la nariz.

Viendo a Itachi sonreír ante sus palabras y asentir como si prometiera seguir sorprendiendo de aquello que lo rodeaba—no necesitaba prometerlo, siempre se sorprendía y maravillaba con la vida en el siglo XXI—, Izumi arrojó la toalla con que secó su cabello sobre la tapa del inodoro, donde ya había arrojado la que había usado con ella misma y él aquella con la que había salido de la ducha; tal vez Izumi no usará el secador de cabello en sí misma, prefería la forma rudimentaria de secarse naturalmente el cabello con la toalla en lugar de con calor, pero conecto el cable al enchufe más próximo y le indicó a Itachi que no se moviera, rodeándolo y jugando con su cabello mientras lo secaba. Sobresaltándose ante el ruido del secador, Itachi se dijo mentalmente que debería cuidar más sus modales; no debería bañarse o vestirse en el mismo espacio que Izumi por mucha intimidad que compartieran, pero tan pronto como vio el reflejo de ambos en el espejo, la wiccan jugando con su largo cabello ébano, el semidios se sintió incapaz de alejarse de ella, ¿Cómo hacerlo? Ella era hermosa, encantadora y todo en lo que el semidios pensó era en lo cotidiano que era iniciar su día así; hablando, comparando las vidas que llevaban, casi le daba un bosquejo de la vida que podrían tener en el futuro si sobrevivían a Orochimaru. El semidios cerró los ojos con inevitable deleite ante el tacto sedoso de Izumi contra su cabello, ya prácticamente seco, mientras la wiccan sonreía al hacer aquella labor, ¿Itachi siempre había tenido el cabello así de hermoso? Largo, sedoso y con reflejos más oscuros a la luz, aún más hermoso que el suyo en su opinión.

—Sabes que esto no es necesario, mi cabello se habría secado de todas formas— comentó Itachi, observándola a través del reflejo en el espejo.

—Quería hacerlo por ti— contestó Izumi, apagando el secador y desconectándolo.

—Creo que debería cortarlo un poco— consideró el semidios en voz alta, pasando una mano por su cabello con intención de volver a recogerlo.

—No, me gusta así— contrarió la wiccan, encargándose de recogerle el cabello y disfrutando de sentir su sedosidad.

—Lo dejaré así por ti— prometió él, incapaz de negarle lo que ella quisiera.

Hablando honestamente, Izumi nunca había tenido un "tipo de chico" como lo llamaban sus amigas, es decir, un ejemplar del sexo masculino que prefiriera por encima de los demás; había tenido que asumir tantas responsabilidades desde la muerte de su parre y debido a su antes tensa relación con su madre, que lo último en lo que había pensado era en enamorarse al momento de conocer a Itachi, si había chicos guapos en su secundaria y muchos le enviaban cartas como admiradores secretos en San Valentín, pero no era nada serio. Pero Itachi…la wiccan se encontraba admirando constantemente su intensa mirada ónix, sus rasgos cincelados con aquellas ligeras orejas bajo los ojos, su sonrisa incomparable a ninguna otra, su sedoso cabello ébano, y su cuerpo musculoso, alto, elegante y el foco de toda su atención mientras el semidios volteaba a verla, envolviendo sus brazos alrededor de su estrecha cintura, sorprendiéndola y arrinconándola contra la pared el baño, su rostro tan cerca del suyo…Llevaba conociéndose desde hace meses, en Febrero—más en concreto el día de su cumpleaños—se cumpliría un año, y sin embargo Izumi siempre se encontraba fascinándose con Itachi, siempre descubría algo nuevo sobre y que la hacía estremecer, como su respiración en ese momento y que fue un preludio para el beso que él reclamó a besar sus labios, no con hambre ni lujuria desesperada, sino que ternura, acunando su rostro entre sus manos y encontrando sus miradas al romper el beso, rozando su nariz contra la suya y haciéndola sonreír.

Desearía tener mucho tiempo más con él, toda una vida.


El resto del día pasó volando, luego de almorzar con su familia, Izumi se encerró básicamente toda la tarde en la cocina para cocinar la cena y no aceptó que nadie pretendiera ayudarla, para divertimento del semidios, que por otro lado se ofreció a ayudar a lady Hazuki a ordenar la casa y la bodega en el caso del señor Fudo, no teniendo nada más que hacer a lo largo de aquel día y queriendo esperar hasta la noche, cuando todos por fin se prepararon para la festividad luego de que se oscureciera. La cena era maravillosa, aunque a Itachi no le sorprendía, degustando la carne de pavo de su plato, intercambiando una mirada con Izumi, quien sonrió encantada mientras comía sentada a su lado; Izumi era una excelente cocinera, había comprobado eso durante todo el tiempo que llevaba conociéndola y mientras viajaban juntos, antes de conocer a Naruto, Hinata, Hina y Konohamaru, y en los rostros de todos los presentes podía ver que ellos también estaban complacidos. Sentada a la diestra de su madre, Izumi portaba un sencillo blanco repleto de estampados que emulaban dijes colgantes que intercalaban naranja y azul, de cuello alto y redondo, holgado sobre su figura para ceñirse escasamente a la altura de su cintura y de corta falda hasta los muslos, con mangas holgadas que se ceñían en las muñecas, y su largo cabello castaño caía sobre sus hombros y tras su espalda, recogido por un broche dorado en forma de mariposa del que pendían hileras de cristal, y estaba usando la guirnalda de oro y pendientes que Itachi le había obsequiado.

—Izumi, todo sabe maravilloso— felicitó Fudo, admirando el talento culinario de su nieta.

—Me habría encantado poder ayudarte— asintió Hazuki, encontrando su mirada con la de su hija. —Pero, alguien se empeña en hacer las cosas sola— juzgó con una sonrisa.

—Viene de familia— asintió Izumi, reconociendo su tozudez. —La chef recibió sus elogios— bromeó, haciendo que todos rieran.

Admirando la cercanía e intercambio entre los miembros de la familia Uchiwa, Itachi sonrió ladinamente, pasando su mirada por los presentes; siempre siendo más bien informal, vestía una camiseta blanca de cuello redondo y cortas mangas por sobre los codos, que tenía estampado un dragón negro en el centro del pecho, jeans azul oscuro—casi negros—y botines de igual color…todo se sentía tan natural, no estando en el siglo XXI, sino junto a la familia de Izumi y a casi un año de conocerlos, Itachi en cierto modo sentía que tenía un hogar y una familia junto a la familia de Izumi. Sentada en la cabecera de mesa como Matriarca de la familia, así como porque Itachi le había dicho que merecía ocupar ese lugar como cabeza de familia—algo que la había conmovido, Itachi siempre era muy amable con ella y todos en la familia—, Hazuki se dio cuenta de que además de su sonrisa, Itachi se encontraba pensando en algo, su mirada pasaba de todos los presentes a un punto de la nada que ella intentó entender, tal vez fuera el instinto maternal en su interior, pero sentía que Itachi que algo no andaba bien. Hazuki portaba un sencillo vestido negro de escote redondo, entallado a su esbelta figura y ceñido por un cinturón con hebilla plateada, sin mangas, sino que gruesos tirantes y corta falda hasta los muslos, a juego con unos tacones que la hacían ver más alta y encima lucía un kimono esmeralda de mangas acampanadas y que permanecía abierto, con su cabello castaño suelto y enmarcando su rostro, ligeramente más corto.

—¿Pasa algo, Itachi?— inquirió Hazuki, concentrando su mirada en el semidios como no tardaron en hacer todos.

—No, solo pensaba— sosegó Itachi con una sonrisa ladina—Siempre he tenido miedo de estar solo. Un semidios siempre es el enemigo de todos, alguien que merece el odio y solo trae desgracia— meditó, pasando su mirada por todos los presentes. —Pero, gracias a todos ustedes he aprendido a aceptarme, en especial gracias a Izumi y quiero brindar por ustedes— instó, tomando su copa de vino y queriendo hacer el primer brindis. —Son personas maravillosas y, si Dios existe como siempre he pensado, ustedes son sus ángeles, estoy convencido— auguró, sintiendo mucho afecto por todos los presentes.

—Muchísimas gracias, Itachi— apreció Izumi sentada a su lado, chocando su copa contra la suya y entrelazando sus manos.

—Sí, que bellas palabras— asintió Fudo, siendo respaldado por su joven nieto Inabi.

—Bueno, yo brindaré por tenerte aquí— respaldó Hazuki, alzando su copa. —Ya eres parte de esta familia, lo eres desde que cruzaste esta puerta ese primer día, y aunque no podemos deshacer el pasado ni todo lo que tuviste que sufrir, quiero que siempre sepas que tendrás una familia y una vida aquí— aseguró sosteniendo la mirada al Uchiha. —Hijo— añadió, sabiendo cuán importantes eran esas palabras para él.

—Gracias— sonrió el semidios, profundamente conmovido por sus palabras.

Todos alzaron sus copas en un brindis, chocándolas contra las de la persona que tuvieran más cerca antes de beber el contenido de sus copas, sonriéndose entre sí y continuando con la cena, ya se desarrollarían otros brindis a lo largo de la noche, pero para eso ya habría ocasión. Decirse conmovido y agradecido sería un eufemismo para Itachi; la primera vez que había entrado en casa de Izumi, había sido como un extraño, había irrumpido en esa misma habitación y ambos habían cruzado al pozo para enfrentar un peligro que había dado paso a otros, y más y más...Hoy era un invitado más a la mesa de la familia Uchiwa. Inabi era un niño pequeño, mas o menos de la edad de Konohamaru, pero había aprendido a verlo como un hermano menor y el niño lo veía a él como a un modelo a seguir, ¿Por qué? Itachi no sentía haber hecho nada excepcional; el más receloso en aceptarlo había sido el señor Fudo, que ahora siempre lo admiraba y felicitaba, que confiaba en él sin cuestionarlo; luego estaba lady Hazuki—siempre se refería a ella con respeto—, siempre dedicándole una sonrisa cálida, ella le recordaba a su fallecida madre Eshima, porque siempre le hacía sentir bienvenido y en casa. Por fin se sentía útil e importante, valioso, sentía que podía moverse por donde quisiera y hacer lo que quisiera sin sentirse como un extraño sobre la Tierra, y todo era obra de Izumi—quien le dedicó una de sus hermosas sonrisas, haciéndole sentir que todo era y a la vez no era real—, entrelazando su mano contra la suya e intercambiando una sonrisa…


El resto de la cena discurrió de forma apacible, todos reían y hablaban con normalidad, compartiendo historias, hablando de todo y de nada, hablando de propósitos para el año que comenzaría cuando fuera media noche, resultaba maravilloso para Itachi como podía olvidarse de que era un semidios proveniente del siglo XVI, se sentía normal estando junto a Izumi y su familia, se sentía como un miembro más de la familia y era uno de ellos, así se lo hizo sentir lady Hazuki. La cena se vio interrumpida por un llamado a la puerta e Izumi le explicó que era natural en una ciudad como Seattle y rodeados de vecinos en la misma calle que la gente acudiera a visitarse, algunos invitaban a otros a sus casas en Año Nuevo o compartían su cena o algún platillo especial con sus vecinos, oportunidad que Izumi tomó para levantarse de la mesa, indicándole a Itachi que la siguiera y él no dudo en entrelazar su mano contra la suya, cruzando la sala hacía la puerta que daba con el patio. Itachi detuvo sus pasos, sorprendiendo a Izumi quien volteó a verlo, dándose prisa en tomar uno de los abrigos colgados sobre el perchero junto a la escalera y cubrir con este a Izumi, afuera hacía un clima frío y él no deseaba exponerla a un resfrío, abriendo la puerta corrediza y cruzando el umbral de la mano con ella, él no necesitaba buscar una chaqueta ni nada, su cuerpo era como el de un mortal, pero las temperaturas no lo afectaban con la misma facilidad que a los humanos, cruzando ambos la nieve hasta llegar al Árbol Sagrado, mismo árbol en que se habían conocido en el siglo XVI.

—Otro año más, es increíble como vuela el tiempo— suspiró Izumi, abrazando el abrigó hacia sí al detenerse junto al árbol, viendo su respiración.

—Sí, un año— afirmó Itachi, sonriendo ladinamente. —Puedo decir que en todo ese tiempo no nos hemos aburrido— su existencia era infinitamente entretenida por ella.

—No sé, difiero ligeramente— negó la wiccan, queriendo gastarle una broma.

—¿En serio?, ¿Te aburriste de mi compañía?— preguntó el semidios con preocupación.

—Es una broma, tonto— sosegó ella con una melodiosa risa. —No puedo creer lo en serio que te tomas las cosas a veces— casi se sintió culpable por bromear con eso.

La wiccan se reprochó mentalmente el hacer bromas así, sabía que Itachi luchaba constantemente con su propia autoestima, tratando de demostrar que era tan bueno como quienes lo rodeaban—pese a ser incluso mejor, Izumi tenía decenas de cientos de razones para creerlo—, a la par que luchando por aceptarse como el semidios que era, lo último que Itachi necesitaba era que ella se burlara aunque fuera con intención de hacerlo sonreír, envolviendo prontamente sus brazos alrededor del cuello y los hombros de Itachi, encontrando su mirada con la suya, haciéndole saber que ella jamás podría burlarse de él. Inevitablemente, Izumi deseó poder hacerlo para hacer que Itachi aceptara esa parte de sí mismo repleta de cualidades tan maravillosas como su parte humana, pero no sabía si ella misma era suficiente para convencerlo de ello, no sabía si había logrado disuadirlo de convertirse en un dios, él no había vuelto a tocar el tema. Superando su preocupación inicial, constantemente temiendo no ser suficiente para ella—en comparación con individuos como Shisui que era un inmortal o ese tal Keith que era un humano cualquiera—, temiendo que en cualquier momento ella comprendiera que él era solo un semidios y que ella bien podría tener al hombre que quisiera, aunque egoístamente el semidios se encontraba deseando que ella de cualquier forma lo eligiera a él...sonriendo nerviosamente, Itachi inclinó su rostro más cerca del suyo, pegando su frente contra la de ella hasta que sus narices casi se rozaran, acunando su rostro entre sus manos delicadamente, disfrutando del brillo en sus ojos negros y la ternura en su mirada.

—No puedo decirte donde creí que estaría hace un año, pero definitivamente no así— consideró Izumi en voz alta, encontrando su mirada con la del pelinegro. —Es un buen cambio, un gran cambio de hecho— obvió, observando al semidios a los ojos. —No podría imaginar una vida en que no estuvieras— se había convertido en el centro de su existencia desde que lo conocía, aunque ese no hubiera sido el plan en absoluto.

—Pues ya somos dos— correspondió Itachi, sin dejar de verla a los ojos. —Y sé que te lo digo todo el tiempo, y a veces tú no te lo crees— era una diosa con cuerpo de mortal.

—No a veces, gran parte del tiempo— confirmó ella, no pudiendo desentenderse de ello.

—Pero en serio, eres el ser más maravilloso que he tenido el honor de conocer en toda mi existencia— continuó él, sin apartar la mirada de ella. —Y soy alrededor de quinientos años mayor que tú— recordó, pudiendo presumir de ello en ese momento.

—No por mucho tiempo— contrarió la wiccan, negándose a negarlo tener la última palabra. —Planeo superarte— aunque era poco probable que lo hiciera y lo sabía.

—Lo harás— asintió el semidios, creyéndola capaz de lo que fuera. —Pero, en serio, eres la persona más maravillosa que he conocido en mi existencia y todo lo que puedo pensar es en pasar cada momento a tu lado, disfrutarlo, contemplar tu sonrisa y decirte una y otra vez lo hermosa que eres— admitió, acariciando sus mejillas mientras acunaba su rostro. —Porque en verdad eres hermosa— tenía defectos, pero más virtudes.

—Oye, en serio vas a hacer que me ponga a llorar si sigues así— advirtió Izumi con la voz quebrada. —Pero, el sentimiento es mutuo. Prometimos no usar esas palabras, pero, realmente estoy feliz estando a tu lado y no veo de qué forma pueda hacerte ver que eres positivamente el hombre más guapo y maravilloso que he conocido en mi vida— correspondió con lágrimas en los ojos. —En verdad, todo lo que quiero a veces es sujetarte del cuello y decirte lo feliz que me hace estar contigo y lo grandes que somos como amigos, como equipo…pero, también somos más que eso, y sé que también sientes eso. Mas, sigo creyendo que quizás lo mejor es no dar un nombre a esto, arruinaríamos las cosas— obvió, viendo a los ojos. —Así que, si lo aceptas como propósito de año nuevo, propongo que sigamos tal y como estamos— sugirió, queriendo un cierre mucho más feliz.

—Tu y yo hoy; tu y yo mañana— asintió Itachi, no teniendo problema en seguir el ritmo que ella prefiriera. —No veo un gran cambio en eso. Está bien entonces, ese es nuestro propósito de año nuevo. Siempre

Era frustrante no poder convencer a Izumi de la fuerza y sinceridad de sus sentimientos, pero Itachi se dijo que al final, si su relación estaba destinada a ser, nada les impediría estar juntos y el destino mismo los llevaría al momento correcto, tanto que—acunando el rostro de la bella wiccan entre sus manos—el semidios se encontró deseando poder ver ese futuro, ver a esta hermosa chica convertirse en una realización de sus sueños y fantasías, en una mujer todavía más hermosa de lo que ya era y, aunque fuera tonto, deseo poder ver el futuro que tendría a su lado, porque estaba convencido de ello y esperaría lo que hiciera falta hasta que Izumi también pudiera creerlo. Pudiendo conformarse con ello, Itachi inclinó su rostro sobre el de Izumi con intención de besarla, pero una especie de chillido en frecuencia baja se lo impidió, haciéndolo tensarse un instante antes de que el cielo se iluminara con destellos de múltiples colores, todos los del arcoíris, y se sentía un fuerte ruido de fondo que lo sobresaltó—por haber estado tan concentrado en la wiccan en sus brazos—, muy lejos y sentía el aroma a combustible en el aire, pero la visión por encima de su cabeza no se parecía a nada que hubiera visto; de pie a su lado, Izumi sonrió encantada, había creído que tendrían tiempo de entrar a la casa antes de que comenzara el show pirotécnico a media noche, pero como siempre era hermoso que la ubicación de su hogar le permitiera ver tan bello espectáculo y más teniendo a Itachi a su lado, desearía haberle dicho que esperara algo así para no asustarlo.

—¿Qué es eso?, ¿Qué está pasando?— cuestionó el semidios, sin entender qué pasaba.

—Ya es media noche— contestó la wiccan, haciendo que la viera a los ojos. —Feliz Año Nuevo— deseó, habiendo olvidado que aún no existían fuegos artificiales en el siglo XVI.

—Este año fue perfecto para mí, porque pasé lo pasé contigo, cada momento— desestimó Itachi, olvidándose de la pirotecnia y concentrándose solo en ella. —Te amo, aunque sé que no debería decirlo— recordó, rozando su nariz contra la suya.

—También te amo, tonto— correspondió Izumi, incapaz de enfadarse con él.

Ambos habían prometido no usar esas palabras, siempre le daba una seriedad a lo que compartían que ninguno de los dos podía permitirse en ese momento, sentían que si las pronunciaban todo sería demasiado serio y los haría sufrir todavía más, porque Toka continuaba siendo un factor de divergencia y la batalla final que un día sucedería contra Orochimaru, y a la cual no sabían si sobrevivirían…de todas formas, Itachi atrajo a Izumi en un cálido abrazo, no queriendo pasar ese momento con nadie más que ella y sintiendo a la wiccan envolver sus brazos alrededor de su espalda en respuesta. No era una mentira, las cosas jamás habían sido fáciles entre Itachi y ella, siempre habían existido factores externos que habían buscado alejarlos, se dieran cuenta o trataran de hacer algo al respecto, ¿Eso cambiaria a futuro? Izumi estaba asustada, temía tanto que este primer amor en su vida fallara, que su corazón se rompiera y no pudiera volver a unir los pedazos, que eligió callar, por ahora eligió callar su amor para sí misma. El sentir de Itachi no era muy diferente, él ya había intentado vivir el amor en el pasado y no había resultado, desde que conocía a Izumi había buscado olvidar y seguir adelante, ella era la promesa de un nuevo inicio y más que eso, comprensión, dulzura, ternura, ella era todo lo que él podía desear en la vida y solo se mortificaba sintiéndose indigno de ella, todo lo que quería era una vida a su lado, pero ya la había hecho sufrir demasiado y, por ahora, decidió seguir el ritmo que Izumi quisiera, por ahora todo sería como ella dijera.

Por ahora, ambos seguirían igual.


PD: Saludos queridos y queridas, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las siguientes actualizaciones serán el prologo de "Kóraka: Luna Creciente", luego "Caballeros del Zodiaco", y por último "A Través de las Estrellas" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a ktdestiny (agradeciendo que me brinde su opinión en esta nueva historia, y dedicándole los capítulos por lo mismo), a Gab (prometiendo que todo mejorara a partir de ahora, y que le dedicare todos los capítulos como agradecimiento por tomarse el tiempo de leer esta historia), a Yenmy (agradeciendo profundamente sus palabras y dedicándole este capitulo y todos lo que vendrán como prueba, esperando no incumplir sus expectativas), y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.

Cierre de Arco & Próximo Arco: ¡Por fin cerré este segundo arco de Kóraka! Confieso que originalmente la trama iba a ser diferente en muchos aspectos y al momento del cierre no podía encontrar las ideas correctas, pero finalmente lo hice, cortesía de mi queridísima amiga Ali-chan 1966, en quien me inspiro para escribir el personaje de Izumi y quien inspira mi trabajo, muchísimas gracias como siempre. El epilogo cierra con Itachi e Izumi experimentando el año nuevo juntos por primera vez y dando paso a un nuevo año, uno que promete estar aún más cargado de aventuras que lo que ya hemos visto; la secuela de este fic y de "Kóraka: La Sombra del Cuervo" se titulara "Kóraka: Luna Creciente" y prometo subirla durante fines de Febrero e inicios de Marzo a más tardar. La verdad es que ya tengo la trama del prologo de "Kóraka: Luna Creciente" básicamente escrito en mi mente, pero quiero actualizar otras historias en estos días y semanas; lo único que puedo adelantarles por ahora es que, si bien hemos conocido mejor a Itachi, presentado nuevos personajes y explorado la mente de villanos, antagonistas y demás, el próximo arco estará centrado de lleno en Izumi, contando más sobre sus poderes y teniéndola en el centro de todos los conflicto por venir, denotando su importancia, por lo que como siempre, espero que lo disfruten.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: un fic inspirado en un What If de la Dinastía Romanov, que aún no tiene título, "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3